En julio de 1942 se celebró un Congreso en Kioto. Unos pertenecían al llamado Grupo
Romántico, otros eran filósofos de la Escuela Budista/Hegeliana de Kioto. Se aborda el tema de “cómo superar lo moderno”. Era una época de acendrado celo nacionalista. Lo moderno hace referencia a Occidente. La guerra contra Occidente era una guerra en contra de la “civilización materialista que todo lo envenena”, construida sobre el poder capitalista y financiero de los judíos. Todos se mostraron de acuerdo en que la cultura tradicional japonesa era espiritual y era profunda, mientras que la moderna civilización occidental era superficial, desarraigada y destructora del poder creativo. Occidente, y en especial EEUU era fríamente mecanicista. La lucha se había entablado entre la sangre japonesa y el intelecto occidental. Occidente, para los asiáticos de entonces y para los de hoy, significaba colonialismo. Los japoneses dieron cuenta de que la supervivencia nacional dependía de un cuidadoso estudio y de la consiguiente emulación de las ideas y la tecnología que habían conferido a las potencias coloniales de Occidente una clara ventaja. La vestimenta europea, las leyes constitucionales prusianas, las estrategias navales británicas, la filosofía alemana, el cinc norteamericano, la arquitectura francesa, y mucho, mucho más, fueron objeto de apropiación y adaptación. Japón no fue colonizado y rápidamente se erigió en una gran potencia. Hubo motivos por los cuales muchos intelectuales japoneses se propusieron desmantelar la occidentalización sistemática de finales del siglo XIX. La civilización occidental se había deglutido a demasiada velocidad. Y por esto se reunieron en Kioto. El odio de todo asociado al mundo occidental, tiene su epítome en EEUU, aunque ya no sea sobre todo en japón donde se da. Atrae a los musulmanes radicales llevándolos hacia una ideología islámica politizada. Lo comparten los nacionalistas extremos de China y también aparece en el pensamiento de los anticapitalistas radicales del propio Occidente. La imagen deshumanizadora de Occidente que pintan sus detractores es precisamente lo que se denomina occidentalismo. Occidente fue la fuente de la que manó la Ilustración y sus ramificaciones seculares y liberales, pero también fue el manantial de sus antídotos, tan frecuentemente venenosos. La visión de Occidente que se tiene en el occidentalismo es como los peores aspectos del orientalismo, que despoja a sus destinarios humanos de su misma condición humana. Algunos prejuicios orientalistas hicieron que los no occidentales ni siquiera parecieran seres humanos plenamente adultos; tenían una mentalidad meramente infantil, y se les podía tratar como a seres de razas inferiores. El occidentalismo es cuando menos igual de reductor; su fanatismo inherente tan sólo trastoca y pone del revés la visión orientalista. Las semillas de la revolución Pero ni un solo occidentalista, ni siquiera el más ferviente partidario de la guerra santa, puede estar completamente libre de Occidente.