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Clase 19-4-2024

Escalas y Medidas
Fragmento de Carlos Reboratti. Capítulo 2 de Ambiente y sociedad:
Conceptos y relaciones

Una cuestión de escala


Cada uno de nosotros adopta para el análisis de la realidad una cierta
visión del hecho que observamos: si miramos un cuadro, lo miramos en
detalle (los colores, las imágenes, etc.) o en conjunto, pero sin salirnos del
límite de tamaño que nos impone el propio cuadro, un elemento
fundamentalmente individual. En cambio, si miramos el cuarto donde está
ubicado el cuadro, este pasa a ser uno más entre otros cuadros, mesas,
sillas y otros elementos y al “mirar” el cuarto seguramente buscaremos
menos detalles (es difícil, por ejemplo, que analicemos como se unen los
marcos de las ventanas con las paredes, a menos que seamos unos
fastidiosos detallistas). Pero en cambio veremos más el conjunto, porque
estamos ante un elemento de mayor tamaño y complejidad.
Si ahora nos ponemos a visitar toda la casa, otra vez cambiará nuestra
mirada y lo que antes eran elementos individuales (el cuadro, el cuarto)
pasan ahora a ser partes de un conjunto mayor, ya que buscaremos ver la
ubicación relativa de los cuartos, su función, su tamaño, etc. Si salimos de
la casa y recorremos un barrio que no conocíamos, a su vez cambiaremos
la forma de mirar, buscaremos la imagen del conjunto de casas y
estableceremos inconscientemente una “tipología” de las casas, la que
posiblemente comparemos con otros conjuntos que caracterizan a barrios
que ya conocemos. En cada paso de este ejemplo hemos ido simplificando
los elementos componentes de cada individuo, al mismo tiempo que lo
pasábamos de la categoría de individuo a la de integrante de un conjunto
y, al mismo tiempo, hemos “achicado” las cosas para poder abarcarlas e
integrarlas en conjuntos mayores. En definitiva, lo que estuvimos haciendo
es usar diferentes escalas.
Podríamos decir, entonces, que una escala es una relación que
establecemos entre el tamaño concreto y el grado de complejidad
real de las cosas y el tamaño virtual y la complejidad simplificada
en la que lo analizamos. La escala es parte de nuestro método de
aproximación al mundo concreto.
Si bien esto es verificable en la vida cotidiana, tiene un especial
interés cuando nos referimos a la actividad científica. También cada
disciplina utiliza una "mirada" específica, desde el biólogo que estudia una

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molécula hasta el climatólogo que analiza el cambio climático global, desde
el ingeniero agrónomo que contabiliza los insumos y productos de una
pequeña granja hasta el economista agrario que estudia el flujo mundial de
cereales.
Cada mirada corresponde a una escala. Según de que disciplina se
trate, el método consiste en agrandar los objetos para ver más detalles (por
ejemplo, el biólogo utiliza un microscopio para ampliar para poder analizar
el elemento que le interesa) o achicarlos para poder apreciar el conjunto (el
economista preocupado por el flujo mundial de cereales no es un espectador
de cada transacción de compra y venta de un determinado producto, sino
que analiza la suma de muchas operaciones comerciales similares).
La noción de escala tiene dos dimensiones: existe por una lado una
escala técnica, medible numéricamente y que relaciona lo concreto con lo
representado, pero también existe una escala conceptual, que consiste
como vimos, en a veces en aislar elementos de un conjunto para poder
mirarlos con mayor detenimiento y a veces agrandar el conjunto para
analizar justamente más elementos que agreguen a su complejidad.
Muchas disciplinas (la geografía, la arquitectura, la ingeniería) utilizan
una escala técnica para trabajar que relaciona matemáticamente el tamaño
de lo real con el tamaño de lo representado.
De esta manera, si decimos que estamos representando un objeto en
la escala de 1:10, eso significa que a cada unidad de medida en la
representación (un mapa, por ejemplo) le corresponden 10 unidades en la
realidad. Por lo tanto, cuanto más grande sea el denominador, más pequeña
será la representación del objeto que estamos haciendo.

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Es una relación que establecemos entre el tamaño concreto y el grado
de complejidad real de las cosas y el tamaño virtual y la complejidad
simplificada en la que lo analizamos. La escala es parte de nuestro método
de aproximación al mundo concreto.
Pero esa es solamente una de las dimensiones de la noción de escala,
la más evidente y mensurable. La escala también es una herramienta
conceptual que indica un cierto nivel de focalización teórica en un objeto,
que lo aísla y aparta de su entorno o, inversamente, una reducción de su
tamaño por la simplificación de sus características que lo integra en un
conjunto mayor. Relacionando uno y otro concepto de escala, digamos que
cada nivel técnico no significa necesariamente una mayor o menor
complejidad (por ejemplo, en economía hay una vieja disputa entre lo micro
y lo macro donde cada contendiente se atribuye una mayor capacidad de
explicación) pero sí una direccionalidad de la atención a diferentes tipos de
relaciones y situaciones.
Para poder desarrollar las escalas técnicas, la sociedad adopta
unidades de medida (esto es, dimensiones regulares de un elemento que
sirven como factor de comparación) de distinto tipo según sea lo que se
intenta medir, lo que hace utilizando también una variedad de herramientas.
Si se refiere al territorio, utiliza medidas bidimensionales para medir
distancias y superficies y, si se refiere al volumen y el peso de las cosas,
utiliza medidas tridimensionales. Que la sociedad toda se ponga de acuerdo
con esas medidas no ha sido cosa fácil y en algunos casos nunca lo ha
logrado.
La medición de la distancia y el peso se fue desarrollando en paralelo
en todas las sociedades del mundo, en forma muy diferente y a veces
mezclando magnitudes. Por ejemplo, en muchas sociedades agrarias una
superficie no se medía utilizando una unidad de distancia (tantas unidades
de largo por tantas de ancho, por ejemplo, lo que daba una unidad de área)
sino una unidad de esfuerzo: cuánta superficie se podía sembrar con una
bolsa de semillas de trigo, cuánta superficie se araba en un día de trabajo
y así por el estilo.
Hacia fines del siglo XVIII el panorama era muy complejo y cada
sociedad media superficie y peso en diferente forma (y para complicar más
las cosas a veces con el mismo nombre, por lo que una milla inglesa no
medía la misma cantidad de distancia que una milla española, por ejemplo).
La Revolución Francesa trató de poner un poco de orden aplicando el
sistema métrico decimal, que constituyó un principio de acuerdo universal,
y a lo largo del siglo XIX la situación se fue aclarando (lo que en muchos
casos significó que las sociedades locales se vieron obligadas a utilizar las
medidas que le imponían las potencias coloniales de turno).
En la actualidad podemos decir que el mundo se divide entre dos
sistemas de medición de distancias, volumen y peso: el sistema métrico
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decimal (basado en el uso de un parámetro fijo y divisible en diez partes
para las tres medidas) y el inglés, una confusa mezcla de unidades no
decimales (millas, pies, pulgadas, galones, onzas). Como una muestra de
singular arrogancia los países anglosajones continúan utilizando un sistema
absolutamente irracional cuyo única ventaja es la confusión.

La escala temporal
Pero no solamente son “mirables” utilizando una escala los elementos
del mundo concreto y actual: también al suceder de las cosas (el tiempo)
le asignamos una cierta magnitud relativa y vamos “borrando” la
complejidad de las cosas para quedarnos con algunas de ellas. Y ya hace
mucho tiempo que se habla que, además del tiempo medible con un reloj,
existen otros tiempos psicológicamente diferentes: así podemos hablar de
“un minuto interminable” o que el día “pasó muy rápido”. Y si nos vamos
hacia atrás de nuestra memoria, van quedando como elementos
identificables en cada momento solo unas pocas cosas, que se borran
gradualmente a medida que retrocedemos en nuestra historia.
Ponerse de acuerdo con las medidas del tiempo fue más sencillo que
con las medidas de distancia, posiblemente porque preocupaban a un grupo
muy reducido de la sociedad, mientras que la mayor parte simplemente
vivía de acuerdo con lo que el Sol hacía (en el fondo, medir el tiempo es
dividir en unidades menores y mayores un ciclo diario y anual eternamente
repetible por un mecanismo - el astronómico - que escapa a la voluntad
humana). De esta forma, la discusión sobre los tipos de reloj, o la adopción
de cierto calendario, fueron temas de las elites ilustradas.
Para gran alegría de los fabricantes de relojes, hoy en día todo el
mundo acepta dividir el día en 24 horas, cada hora en 60 minutos y cada
minuto en 60 segundos. La gran mayoría de la población utiliza un año de
365 días, dividido en 12 meses, aunque no todos colocan a ese año en el
mismo continuum temporal: la tradición cristiana ubica un año 0, a partir
del cual se cuenta para atrás y para adelante. En este caso se toma como
limite el año de nacimiento de Cristo, una convención como cualquier otra
(las tradiciones judías, mahometanas y chinas toman otras fechas “limite”),
similar a adoptar el meridiano de Greenwich como meridiano base para
medir la longitud.
El problema de adoptar una escala cuando nos referimos al tiempo es
que si sacamos a la mayor parte de la gente de las medidas temporales que
utiliza normalmente (horas, días, etc.) y aun manteniéndonos en una escala
técnica, las magnitudes que se van desarrollando se vuelven
sensorialmente ininteligibles: un año luz o un micrón no pueden ser
captadas por la intuición, la cotidianeidad ni el conocimiento vulgar, son

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necesariamente fruto de un esfuerzo intelectual y por lo tanto limitado a
un pequeño sector social.
Las escalas técnicas no son las únicas posibles de utilizar cuando
hablamos del tiempo, también existe la posibilidad de utilizar otras unidades
no tan convencionales. Por ejemplo, es corriente utilizar la idea de
“generación” como una unidad de paso del tiempo relativo a la sociedad.
Un problema fundamental relacionado con el paso del tiempo es la
posibilidad de encontrar regularidades en la dinámica de los fenómenos
ambientales, incluyendo en esto a los humanos y aquí el problema se
confunde con el que hablábamos en el capítulo anterior, el del conocimiento
histórico de las cosas. La idea de que existen “ciclos” (esto es, agrupaciones
temporales de sucesos de similares características) en la historia siempre
ha tenido una gran fuerza y hasta tiene una versión cotidiana con el viejo
dicho de “la historia se repite”. Esto es verdad solo parcialmente, porque
muchas veces los ciclos son simplemente formas de ordenar y categorizar
los sucesos históricos sin que esos ciclos necesariamente se repitan, son
solamente momentos identificables en una marcha hacia adelante. De esa
forma y según desde que punto de vista se lo mire, podemos escuchar
hablar del “ciclo” de la producción de caucho natural, de una glaciación, del
ciclo del cacao, del feudalismo y asi por el estilo.
Si hablamos estrictamente de lo que pasa dentro de la sociedad, el
problema de ubicar ciclos es relativamente fácil, dado que los conocimientos

que se tiene para hacerlo son muchos (las disputas provienen mucho más
de posiciones teóricas o ideológicas que de otra cosa). Pero la situación es
diferente cuando nos referimos a aquellos fenómenos ambientales donde el
hombre no es un agente importante, porque aquí se produce un cambio de

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escala técnica. Y ya no hablamos más de días, años o siglos, sino que
hablamos de cientos de miles de años y de eras geológicas. Y sobre esa
historia sabemos mucho menos.
Los fenómenos ambientales, tanto los que podríamos llamar de gran
escala (la geología, el relieve, el clima), como los de escala media (la
vegetación, el suelo) tienen una dinámica que nos parece lenta (tan lenta
que hasta hace poco se pensaba que eran temporalmente inmóviles) con
relación al tiempo de la sociedad. Pero todo cambia en la naturaleza, a su
ritmo y con su tiempo y sólo ahora nos estamos dando cuenta de eso. Pero
la pregunta es: ¿ese cambio es aleatorio o también reconoce “ciclos”? En
geología, por ejemplo, estos ciclos se han delimitado mediante la definición
de grandes unidades temporales, llamadas eras y caracterizadas por una
serie de sucesos, sin que la duración de esas eras sea temporalmente
uniforme.
De todos los factores ambientales, tal vez el clima es el que más
reconozca la idea de ciclo. Pero sobre esto sabemos mucho menos. Esto se
debe a que hace muy poco tiempo que existen registros confiables sobre la
temperatura o las precipitaciones (por ejemplo, en Argentina los registros
climáticos tienen menos de 100 años, un periodo en verdad muy corto).
Para solucionar este problema, recién ahora estamos utilizando una serie
de registros temporales sobre la variación del clima (conteo de anillos de
árboles, análisis del tipo y cantidad de polen en el subsuelo, análisis de las
burbujas de aire retenidas a gran profundidad en el hielo, etc.). Y los
resultados nos muestran que el clima ha variado notablemente y que tiene
ciclos muy bien definidos: de altas y bajas temperaturas, de mayor o menor
precipitación, etc. Tomados con relación a la historia del hombre, estos
ciclos han tenido una singular importancia, y, como veremos más adelante,
fueron en buena medida los responsables de los vaivenes de la humanidad,
sobre todo en sus primeros momentos.
Pero la captación que tenemos de estos ciclos es confusa por falta de
conocimiento.
Como muestra de eso, por lo general respondemos de dos maneras
ante un suceso climático aparentemente anormal: poniéndolo como una
excepción y/o achacándole la responsabilidad del suceso al hombre.
Pongamos como ejemplo que haya sucedido un verano muy húmedo que
arruinó las vacaciones a un buen número de personas. Rápidamente por los
diarios nos enteramos de que fue “el verano más lluvioso en los últimos 80
años”. E inmediatamente le echamos la culpa a la última explosión nuclear,
al efecto invernadero o a la caída del Muro de Berlín. ¡¡Pero en realidad no
sabemos si no es que cada 300 años hay un verano tan húmedo como este
y que eso viene ocurriendo desde hace 10.000 años!! Y por ende tampoco
podemos predecir cómo van a seguir las cosas, porque no sabemos en qué
parte del ciclo estamos, simplemente porque no conocemos ese ciclo. En
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este caso, excepcionalidad se confunde con falta de conocimiento y está
fuertemente relacionado con las mal llamadas “catástrofes naturales”.
Tal vez el problema de fondo es que la escala del transcurrir del tiempo
ciertamente genera ciclos, pero estos ciclos también tienen una escala, y
podemos así hablar de un continuum de ciclos cortos, largos y medianos
(¡¡y para confundir más las cosas, podríamos encontrar si miramos
detenidamente ciclos dentro de los ciclos!!).
Los ciclos cortos corresponderían a los que el hombre percibe (aunque
hay ciclos ultracortos en la biología), los ciclos medios a los fenómenos
biológicos donde el hombre no interviene directamente (los ligados a los
llamados recursos naturales renovables) y los ciclos largos a los fenómenos
de gran escala como los geológicos o los climáticos. Visto de este modo, al
problema de la relación entre el hombre y el medio es el de la posibilidad
de adecuación de sistemas que se desarrollan con ciclos de escala diferente.
Un último tema referido a las características de la escala temporal es
una pregunta sobre la cual se viene discutiendo desde hace mucho: ¿cuál
es la dinámica característica del ambiente y también de la sociedad, los
“saltos” bruscos o los cambios graduales?
¿En otras palabras, la forma de cambio usual es el de la revolución o
el de la transición? Tal vez la respuesta adecuada sería “un poco de cada
uno”.
En los fenómenos ambientales que están fuera del alcance del
hombre, pueden existir tanto procesos muy lentos (como la acumulación de
sedimentos que da lugar a una llanura) como cambios bruscos, como una
gran erupción volcánica.
También en la sociedad pasa lo mismo, tenemos cambios bruscos
como por ejemplo la Revolución Rusa de 1917, que cambió radicalmente
todo un sistema político, y también cambios lentos, como por el ejemplo el
paso del feudalismo a la monarquía absolutista. Este último tipo de cambios
se conocen como “procesos de transición” o simplemente “transiciones”, y
como caracterizan a las relaciones entre la sociedad y su ambiente,
hablaremos mucho de ellos a lo largo de este libro.

Escalas y unidades: De lo global a lo micro


Uno de los problemas más interesantes que se enfrenta cualquiera
que analice las relaciones entre el hombre y su ambiente es el de la
dificultad para relacionar factores de muy diversa índole. Forzando un
esquema muy simplificado, esta relación conjuga elementos provenientes
de dos esferas: la social y la natural. Como vimos, cada una de estas esferas
se rige por escalas temporales y geográficas diferentes y solo coincidentes
en una intersección que no siempre determina una relación armónica.

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La sociedad se rige en su desarrollo y en sus relaciones por una escala
temporal que en el fondo se mide por la edad media que alcanza el hombre
y por una escala territorial o geográfica que se basa en su propia capacidad
de desplazamiento. La escala temporal no es demasiado larga, y no va más
allá (en lo que hace a la historia formal relacionada a la capacidad de una
sociedad de comunicarse en forma escrita) de 8 o 10 mil años hacia atrás
del presente. Más hacia atrás la historia se va diluyendo en una ciencia
cuasi-natural como la arqueología, pero aún ésta no ubica rastros humanos
de sociedades organizadas territorialmente mucho más allá de los 20.000
desde el presente (esta cifra puede cambiar, y lo hace a medida que
avanzan las investigaciones en ese campo).
Territorialmente, la actividad organizada del hombre abarcó en
algunos momentos y en diferentes lugares del planeta, grandes superficies
(Imperio Romano, Imperio Mongol). En otros se fragmentó en territorios
relativamente pequeños y cambiantes (como sucedió por ejemplo en la Baja
Edad Media). Pero por diferente que fuera la escala de organización y
dominio territorial del hombre, la acción que realizó sobre el ambiente se
mantuvo en una dimensión relativamente pequeña y fragmentaria, hasta
hace relativamente poco tiempo.
Como medida de su propia escala, el hombre todavía mide el tiempo
con relación a lo que tarda la Tierra en girar sobre su eje y ningún sistema
político (o sea estrictamente humano) con un territorio específico ha podido
organizarse para perdurar por más de 1.000 años. La distancia que utiliza
como patrón es lo que se encuentra dentro de su rango de alcance físico, y
hasta hace apenas 500 años todavía no había podido dar la vuelta al mundo.
Las construcciones artificiales más grandes (la Muralla China si queremos
imaginar una línea, la conurbanción Boston/Washington si queremos
imaginar una superficie) son apenas visibles si nos alejamos de la superficie
terrestre y los impactos más grandes en la superficie de la Tierra (las minas
de cobre a cielo abierto) tienen el tamaño de un pequeño cráter volcánico.
Por su parte el mundo natural funciona con una escala temporal y
territorial totalmente distinta: las sucesiones ecológicas tienen ciclos de
decenas y centenas de años, los glaciares avanzan y retroceden a
velocidades de algunos centímetros por año, los geomorfólogos estudian
paisajes que tardan decenas de miles de años en modificarse
imperceptiblemente, para los geólogos un millón de años es una cuestión
despreciable, los ciclos climáticos son parte de un sistema tan
increíblemente complejo que sólo algunos pocos científicos en el mundo
pueden adivinar cuanto es lo que no saben. Los números de la Naturaleza
son notablemente más grandes que los que maneja normalmente un ser
humano. Por ejemplo, para cualquiera de nosotros la cifra de la población
total del mundo a fines de este siglo XX es inmanejable conceptualmente:
6.000.000.000 de habitantes. Sin embargo, en medio kilo de suelo fértil se
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pueden encontrar 400.000.000.000 de algas y 500.000.000 de hongos y en
una hectárea de selva tropical 18.000 especies de insectos.
El problema de la intersección entre estos mundos de escalas tan
diferentes es complicado y no es solo un problema teórico: la incapacidad
del hombre para comprender las escalas de su ambiente (y por lo tanto su
dinámica y sus ritmos) lo ha llevado de alguna manera a “naturalizarlo” a
su escala y medida y lo ha llevado, por ejemplo, a utilizar recursos naturales
en forma totalmente inapropiada considerando su ritmo de renovación. Y
esa misma ignorancia lo ha llevado a correr riesgos ambientales que podrían
ser totalmente previsibles. El hombre vive en un ambiente (parcialmente
construido y parcialmente natural) donde los cambios son muy rápidos con
respecto a los cambios en la naturaleza, que son lentos e imperceptibles
desde nuestra escala temporal.
Adoptar una escala, tanto la tomemos desde el punto de vista técnico
como conceptual o perceptual, consiste en teoría en ubicarse mentalmente
dentro de un continuum de dimensiones que va desde lo infinitamente
grande (¿¿el Universo??) hasta lo infinitamente pequeño (¿¿al átomo??).
Pero este continuum no se nos ofrece directamente ante nuestra vista.
En realidad, una persona aislada tiene que optar por una fracción de
este, determinada básicamente por el rango de uno de sus sentidos, el de
la vista. Un hombre parado en medio de una llanura ajusta su vista en un
rango que va desde unos 100 metros a cinco centímetros. En ese rango el
hombre puede enfocar su vista y determinar los rasgos generales de lo que
está mirando.
A medida que el objeto se aleja, esa generalidad aumenta y los
detalles se pierden y a medida que se acerca sucede lo contrario, hasta que
el objeto llena todo el campo visual de la persona y esta debe elegir por
enfocar un detalle, y asi siguiendo hasta que el objeto se hace borroso
porque está demasiado cerca y fuera de foco de la vista. En el entorno
cotidiano del hombre existe entonces una adopción de escala y una
definición mecánica del nivel de detalle, dado por un aparato como es el
ojo.
Pero cuando nos alejamos de lo estrictamente sensorial, esta
adopción de la escala se transforma en una posición intelectual, donde se
ponen en juego una serie de mecanismos de conocimiento, asociación,
relación y analogía de los fenómenos que “observamos”, que dan como
resultado el ordenamiento de estos fenómenos de una forma determinada.
A veces esos arreglos tienen una dimensión territorial, y por lo tanto
podemos representarlos en un mapa (utilizando la escala técnica). Pero
muchas veces esos fenómenos no tienen una dimensión territorial
significativa, y esos arreglos nunca llegan a tener una corporización, ni real
(como en el mundo de los sentidos) ni virtual (como en la cartografía).

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En la práctica, lo que hacemos es desplazarnos por un creciente o
decreciente (según hacia donde vayamos) nivel de agregación de
elementos, a lo que a veces (según sea el tipo de fenómeno que estamos
mirando) le agregamos una mayor o menor eliminación del “ruido” que
producen los elementos que no nos interesan y que acompañan por alguna
circunstancia al que sí nos interesa.
Por ejemplo, un ecólogo que está tratando de clasificar los diferentes
ambientes, cuanto más amplia sea su escala (esto es, cuanto más territorio
abarque), menor va a poder ser el número de elementos ambientales que
tenga en cuenta para su clasificación, mientras que, si trabaja sobre un área
muy pequeña, podrá tomar muchos más elementos. Cuando amplíe su
escala, deberá sacar el “ruido” que producen los elementos que ha decidido
descartar. En ese caso, lo macro será más simple que lo micro. ¿Pero que
son esas dos palabras algo disonantes?
En la ciencia, este continuum de crecientes (o decrecientes según
como lo miremos) niveles de agregación y abstracción, que ordenamos de
alguna manera, tiene una serie de escalones que reciben un nombre
especifico: asi hablaremos de lo macro, lo meso y lo micro, refiriéndonos a
una escala amplia, un agregado de muchos elementos, una intermedia y
otra pequeña, determinada por la presencia de menos unidades o
elementos, o a veces de uno solo. Hay que tener en cuenta que no existe
una determinación universal a priori que determine que significa cada nivel,
esas palabras solo indican una ubicación aproximada del observador con
respecto a lo que analiza. Por ejemplo, una persona se ubica evidentemente
en un nivel micro para un economista, ¡¡pero en un nivel macro para un
biólogo molecular!!
Distintas disciplinas buscan sus explicaciones básicas en diferentes
escalas. Un biólogo, por ejemplo, va a determinar el comportamiento de un
determinado organismo estudiando repetidamente un ejemplar aislado de
ese organismo. Un economista, en cambio, va a tratar de determinar la
regularidad de un fenómeno económico estudiando un agregado de muchos
individuos y cuantos más individuos mejor.
Posiblemente en el fondo la diferencia se encuentre en que las ciencias
llamadas naturales estudian fenómenos que tienden a repetirse
mecánicamente, mientras que las ciencias sociales y humanas se enfrentan
con fenómenos donde existe una gran aleatoriedad, relacionada al
comportamiento no necesariamente mecánico y crecientemente cambiante
del hombre individualmente y de la sociedad humana en general.
Tanto en lo que hace al ambiente como a la sociedad, una escala es
también una forma de buscar explicaciones y develar incógnitas, según cual
sea nuestro universo conceptual. De esta forma, los antropólogos por lo
general siempre han buscado las escalas micro y meso, mientras que los
sociólogos han preferido explicaciones más globales y, por ende, buscado
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las escalas meso y macro. Hay ecólogos que prefieren profundizar en
pequeñas áreas caracterizadas por pocos ecosistemas, mientras otros han
buscado los grandes lineamientos y las similitudes entre diferentes
ecosistemas del mundo, adoptando una escala macro.
Los fenómenos ambientales y sociales en sí mismos tienen una cierta
escala, que podríamos llamar “objetiva” y que nos vemos obligados a
adoptar cuando los analizamos: por ejemplo, un ecosistema fluvial que se
desarrolla en un pequeño arroyo necesariamente debe analizarse en una
escala meso, mientras que el flujo internacional de alimentos solamente se
puede analizar en una escala macro. Pero a partir de eso, el observador
puede ascender y descender por esa escala. Por ejemplo, al ecólogo que
estudió el ecosistema del arroyo le va a interesar ver cuánto se parece ese
ecosistema a otros que se desarrollan en lugares similares, y se verá
obligado a adoptar una perspectiva macro. Y el economista estudiando el
flujo mundial de alimentos puede interesarse en ver cómo funciona una
pequeña parte del sistema, y adoptara una perspectiva micro para ver cómo
se produce trigo en la localidad de Pergamino.
Para relacionar el tema de la escala con la relación entre la sociedad
y su ambiente, casi siempre es necesario agregar algunos “escalones” más
al continuum de la escala y dar un nombre más específico a los mismos.
Eso da como resultado que el continuum comienza con el nivel individual,
sigue con el local, para pasar luego al regional, nacional y global. Esta es,
sin lugar a duda, una escala etnocéntrica, porque se basa en la relación del
hombre con su ambiente, tomando a este como actor principal. Es también
una escala basada en sucesivas agregaciones de individuos, lo que en la
práctica significa formas de organización política y administrativa cada vez
más complejas y cada vez más abarcativas territorialmente. Esto en nuestro
caso es especialmente importante porque significa también que la sociedad
en los diferentes escalones va aumentando su posibilidad de manejo de los
recursos del ambiente y su capacidad de alterar sus características
originales mediante la degradación, la contaminación y la introducción de
nuevos elementos en los ecosistemas.

La construcción social del espacio y del tiempo. Una


teoría relacional (fragmento)
Fuente: David Harvey (1994)

Hay dos formas a través de las cuales yo quiero pensar tales cambios.
La primera guarda relación con la forma en que una sociedad dominante
impone su particular concepción del espacio y tiempo en otra que parte que
es sometida.

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El ejemplo que traeré aquí será la organización de los Estados Unidos
a través los colonos europeos y su encuentro con los grupos nativos
americanos indios. Estos últimos presentaban una particular concepción del
espacio y tiempo vinculada a su economía, a la estacionalidad de sus
recursos básicos, a la estacionalidad del movimiento de la pesca y de la
caza, a la disponibilidad de frutos y otros productos. La concepción de
espacio y tiempo fue muy especial para ellos y totalmente diferente de la
de los primeros colonos.
Estos delimitaban la tierra, la dividían en espacios y tenían derechos
de propiedad perpetuos sobre estos espacios. Esta era una concepción del
espaciotiempo muy europea.
Los indígenas americanos se movían a través de la tierra y no poseían
una concepción de cerrar la tierra de este modo. Daban a sus tierras
nombres llenos de significados ambientales, tales como este es el prado
donde los ciervos se encuentran en primavera, aquí es donde los peces
corren y donde los castores trabajan. Los colonos denominaban a su tierra
como su espacio, como los condados de Johnstown y de King, reflejando así
un acto de posesión del espacio en forma perpetua. La manera de
identificación y de definición de la tierra y la concepción de derechos sobre
las tierras se sobreimpone a la de la sociedad americana indígena y, por
supuesto, destruye esta sociedad, porque se trataba de una concepción de
espacio y tiempo extraña al modo de vida indígena americana.
El reconocimiento de esto ha dado origen a un pensamiento radical
entre los indígenas americanos y algunos activistas radicales en Europa, de
manera que, si deseamos desafiar las relaciones de poder de nuestra
sociedad, quizás una de las cosas que sea necesario hacer es tratar al
espacio y el tiempo de una forma radicalmente diferente, moviéndose por
el espacio en formas disruptivas, desobedeciendo los derechos de
propiedad.
Existe un grupo de personas en Inglaterra, mayormente jóvenes
desempleados por largo tiempo, llamados viajeros. Ellos se mueven por el
país a voluntad, viven donde pueden o donde encuentran alojamiento a
medida que se desplazan. Y se han convertido en una amenaza tal para la
sociedad burguesa, que el gobierno ha introducido un proyecto de ley
judicial criminal terroríficamente represivo. Este sostiene que cualquiera
que viaje en el espacio y en el tiempo será sometido a penalidades
criminales. Nótese, una vez más, cómo la disidencia respecto a las ideas
prevalecientes de espacio y tiempo frecuentemente deriva en severas
sanciones sociales.
Pero esto me lleva a la segunda manera en que los cambios en las
concepciones de espacio y tiempo pueden tener lugar. Esto realmente surge
de la protesta dentro de la sociedad, entre diferentes segmentos de esta en
términos de objetivos y preocupaciones particulares. Ello lleva a que la idea
de espacio y tiempo, en nuestra sociedad en particular, debe ser
comprendida no como homogénea sino como heterogénea y en una
variedad de formas especiales.

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Consideremos algunos ejemplos:

1. Existe una diferencia entre el capitalismo financiero operando


en los mercados financieros y el productor industrial. El primero mueve
dinero de forma muy rápida, respondiendo a las presiones especulativas
aquí y allí, actuando conforme a las presiones especulativas a través de
espacios denominados dólares, yen o marco alemán y en un horizonte
temporal de nanosegundos. Un productor industrial tiene otro horizonte
temporal, por supuesto no ilimitado, porque la mayor parte de los
productores limitan sus pensamientos acerca del futuro, dependiendo
de su producto a cinco, diez o más de veinte años, pero también operan
con una concepción diferente de los espacios como localizaciones de la
producción, mercado, recursos y comunidades que les ofrecen
oportunidades y servicios. Por lo tanto, tenemos dos nociones del
espacio y tiempo funcionando, aún dentro de la lógica capitalista, y,
como sabemos, ellas, a veces, entran en colisión, produciendo conflictos
o, más aún, crisis dentro del propio capitalismo.
2. Consideremos el capítulo del Capital de Marx sobre “la jornada
laboral". El capitalista dice allí que está interesado en obtener una
jornada completa de trabajo por una suma que permita al trabajador
regresar a su labor al día siguiente, pero el trabajador, reflexionando
acerca de su vida laboral, sostiene que, trabajando de esta manera él
acortará su vida laboral. A ello el capitalista responde: No puedo acceder
a las pretensiones del trabajador y no me preocupa tu vida laboral, ya
que a mí lo que me interesa es tu jornada laboral. Nuevamente estamos
frente a dos horizontes temporales diferentes de la acción política-
económica y de la actividad, que están en la fuente de los conflictos en
torno a la jornada laboral, la jornada semanal, la jornada anual y el
tiempo de vida laboral. Estos conflictos han estado en la base de todas
las luchas salariales a través de la historia del capitalismo y han resultado
ser enfrentamientos sobre la propia concepción del tiempo. La lucha
sobre la microespacialidad de la vigilancia de las actividades de los
trabajadores, no sólo en los lugares de trabajo sino también en el reino
del consumo y de la política, ha tenido una significación semejante a la
que ha poseído la lucha perpetua sobre la movilidad espacial diferencial
del capital que otorga (cuando resulta necesario) un poder por sobre los
trabajadores al amenazarlos con el traslado de sus operaciones hacia
otro lugar si los asalariados no se someten a la disciplina necesaria.
3. El espacio y el tiempo están frecuentemente afectados por la
diferencia de género de diferentes formas. Ello varía desde el reino del
mito, donde encontramos la idea expresada en el “Tiempo del Padre"
desenvolviendo las actividades en relación con la “Madre Tierra",
generalmente descritas como activos principios masculinos que operan
sobre un principio pasivo femenino, hasta algo más tangible como la
diferencia de género implícita en las teorías de planificación y el diseño
urbano. Por ejemplo, en un reciente libro titulado, Living in a Man- Made

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World, Marion Roberts ha señalado como todo el plan de Abercrombie
para el área metropolitana de Londres se apoya en cierta suposición
respecto del papel de la mujer en la familia: ellas son esposas que viven
en los suburbios, cuidan de los niños y son muy activas en la cocina. La
forma en que este plan fue puesto en práctica hizo difícil que las mujeres
pudieran escapar de los confines espaciales en tal medida, que sus
responsables deberían ser penalizados por el aislamiento y la relativa
exclusión resultante de la manera en que el espacio fue planificado. El
cambio del papel de las mujeres a partir de su ingreso en el mercado
laboral en forma más masiva, y -a partir de la ruptura de la familia- creó
un conjunto de tensiones porque el nuevo orden espaciotemporal de las
mujeres entró en choque con el antiguo orden implantado en el ambiente
construido, por lo tanto, difícil de cambiar.
4. El conflicto que tiene lugar entre economistas y ecologistas
acerca de cuál es el horizonte temporal adecuado para la explotación de
un recurso o para tomar decisiones en relación con el uso de la tierra,
ofrece aún otro ejemplo de cómo diferentes intereses generan diferentes
concepciones de espacio y tiempo. El mercado, representado hoy en día
por los economistas neoclásicos, mira al futuro sólo a través de la tasa
de descuento que, al menos, tiene un horizonte temporal de 20 años,
aunque, a veces, este resulte más corto - sólo alcance siete u ocho años-
mientras que los ecologistas tienen un horizonte temporal más largo,
argumentando que la sostenibilidad debe ser alcanzada de forma
perpetua, dentro de un futuro indefinido.
La cuestión es ver que todas estas tensiones son, efectivamente,
conflictos por el uso de la naturaleza del tiempo y del espacio y por la
manera social en la que el espacio y el tiempo son construidos. Una
respuesta a la pregunta sobre el espacio y el tiempo que actúan aquí posee
profundos impacto en aquello que sucede en los lugares particulares y en
cómo los ambientes son usados y transformados.
Quiero agregar aquí que la pregunta sobre “lo que es el espacio y el
tiempo” es altamente cuestionada en nuestra sociedad de diferentes
formas, de manera que, aun cuando pueda haber una noción dominante
acerca de lo que ellos son, una idea hegemónica otorgada por ejemplo, por
el mercado y por el horario del tren, existen abundantes signos de otras
concepciones opuestas y heterogéneas que se presentan permanentemente
como amenazas a la noción dominante y a las relaciones sociales que ella
encarna.
A esta altura de mi presentación me enfrento a la crítica decisión
respecto de qué dirección darle a mi argumentación. Podría retrotraerme a
aquello que llamaré las raíces metafísicas de las ideas particulares sobre el
espacio y el tiempo a las que me estoy refiriendo, o, podría referirme al
mundo práctico e indagar sobre aquello que ha conducido a los cambios en
el sentido de espacio y tiempo que han tenido lugar en los últimos veinte
años, y sobre los impactos que ellos han tenido en las personas, los lugares,
las ciudades y los ambientes. De hecho, voy a hacer un poco ambas cosas.

85
Me dedicaré primero a la cuestión metafísica. Existen tres ideas
dominantes sobre la naturaleza del espacio y el tiempo. La teoría absoluta
es ampliamente asociada con la mecánica clásica y al nombre de Newton.
La teoría relativa está altamente asociada a las propuestas de Einstein. La
tercera es la concepción relacional que nos retrotrae a Leibniz pero que
también tiene una representación más contemporánea en el trabajo
filosófico de Alfred North Whitehead; sostendré también que Henri Lefebvre
se inscribe firmemente en esta tradición.
Espacio y tiempo son considerados bajo la concepción absoluta con
una existencia independiente de todo proceso que opere entre ellos. El
espacio y el tiempo son encuadramientos materiales (que tienen una
existencia independiente) dentro de los cuales ocurren tales procesos.
Teniendo en cuenta lo que he expresado acerca de la construcción social y
la heterogeneidad de espacios y tiempos resultantes, obviamente, el uso de
Newton nos resulta limitado para la geografía.
El espacio y el tiempo aún tienen una existencia relativamente
independiente bajo la concepción relativa, pero, en este caso, la métrica del
espacio y el tiempo se flexibiliza y cambia, dependiendo de la naturaleza
del problema, su densidad y carácter. Sin embargo, esta perspectiva aún no
permite reconocer la multiplicidad de tiempos y espacios del tipo a los que
me he referido en el dominio de las prácticas sociales contestatarias. De
manera que Einstein tampoco nos ayuda.
Esto me lleva a las visiones relacionales de Leibniz y Whitehead bajo
las cuales se entiende que cada proceso produce su propio espacio y tiempo.
Esta visión relacional es la única que es consistente con el argumento que
presento.
Las objeciones de Leibniz a Newton fueron que la teoría absoluta
condujo a plantear que Dios estuviese situado en el espacio y el tiempo y,
por lo tanto, que el espacio y el tiempo existieran previamente a Dios -esto
generó un argumento teológico intenso. Y, para demostrar esto, Leibniz
inventó lo que llamó “mundos posibles” caracterizados por procesos
completamente diferentes, que generan nociones enteramente distintas del
espacio y del tiempo a aquellas que existen en la actualidad y que Newton
ha observado de forma correcta.
La cuestión era demostrar que (a) el espacio no poseía una existencia
independientemente de los procesos y (b) que Dios había elegido el mejor
de todos los mundos posibles para diseñar el mundo en que vivimos.
A pesar de que vivimos en un mundo caracterizado por un espacio y
tiempo, en realidad, es uno de los muchos mundos posibles de espacio y
tiempo elegido por Dios.
Por lo tanto, Leibniz preveía la posibilidad idealista de multiplicidad de
espacios y tiempos, aun cuando, en la práctica existiese uno solo. Si, como
marxista materialista, yo secularizara la noción de Leibniz, no diría que Dios
elije un particular espacio y tiempo como el mejor entre todos los mundos
posibles, sino diría que, una multiplicidad de intereses y procesos definen
una heterogeneidad de espacios y tiempos dentro de los cuales uno es

86
elegido como dominante, para reflejar los intereses de los poderes
dominantes. En lugar de ser ideales, estos mundos posibles son reales.
Ya que Leibniz es considerado una de las figuras fundadoras del
idealismo germano, una tradición contra la cual Marx se ha rebelado, luego
ello aparece como una senda muy trillada para ser recorrida por un analista
marxista como yo: convertir al idealismo de Leibniz en un realismo práctico.
Para ello me apoyo afortunadamente (o desafortunadamente) en el
trabajo de Alfred North Withehead quien desarrolló una posición realista
distintiva a partir de Leibniz al insistir que, más que una única concepción,
existen una multiplicidad de espacios y tiempos actuando en el mundo de
hoy.
El objetivo de la ciencia fue combatir esta multiplicidad, descubriendo
sus orígenes en el estudio de diversos procesos más que en asumir con
Newton o, en cierta medida, con Einstein que existía una única espacio-
temporalidad que, de alguna manera, podría ser medida. El espacio y el
tiempo son, como sostiene Leibniz, contingentes a este proceso. En
principio, puede pensarse que una multiplicidad de procesos está
determinada por una multiplicidad de espacio temporalidades.
Pero Whitehead también entiende que esta fue una formulación
imposible y que ella tuvo que ser modificada de manera crucial a través de
la idea de lo que él llamó cogredience (Se trata de una relación establecida
entre un evento y su duración: un evento guarda una relación (cogredience)
con su duración si se extiende a través de la duración).
A través de este concepto, Whitehead quiso significar que los procesos
frecuentemente van de la mano de formas que los hacen interdependientes
y, si este es el caso, el espacio y el tiempo así definidos permanecen unidos
en algo más que una configuración unificada. Por lo tanto, para Whitehead
la definición de lo que es el espacio y tiempo se reduce al estudio de cómo
diferentes procesos se relacionan y generan cogredience y coherencia. Este
presentaba características análogas a los de la comunicación de manera que
los procesos que estaban en comunicación entre sí podrían definir una
noción dominante de espacio y tiempo.
Ahora bien, tanto Leibniz como Whitehead desarrollan argumentos
mucho más complejos que éstos. Pero creo que he dicho lo suficiente para
mostrar que es posible observar las visiones metafísicas relacionales que
ellos avanzan. en principio, aunque con modificaciones obvias, coherentes
con los argumentos generales que he presentado acerca de la construcción
social y el conflicto social sobre las definiciones de espacio y tiempo. Por lo
tanto, se puede encontrar una base metafísica para los argumentos que
estuve desarrollando.
Pero, si este tipo de argumento es el correcto, entonces somos
empujados a identificar y definir el proceso dominante actuando; en
términos de Habermas, los procesos comunicativos que están definiendo el
espacio y el tiempo para nosotros en la sociedad contemporánea. Y aquí
presento una solución bastante simple.

87
Recurro a mi libro favorito Los límites del capital y me pregunto qué
es lo que el capitalismo le está haciendo al espacio y al tiempo y qué es lo
que el capitalismo le ha hecho al espacio y al tiempo históricamente. Y
notamos rápidamente que el capitalismo ha sido revolucionario en relación
con el espacio y al tiempo, redefiniéndolo permanentemente acorde a sus
necesidades y requerimientos.
Una de las magnitudes cruciales en las que los capitalistas están
interesados es en la rotación del capital a través del tiempo, cuanto más
rápido éste rota, mayores ganancias se pueden obtener.
Y si miramos a la historia de las innovaciones tecnológicas del
capitalismo podemos encontrar que, muchas de ellas, se orientan
precisamente a aumentar la velocidad de circulación del capital y acelerar
su rotación.
Las innovaciones en la producción técnica, en la publicidad y en el
consumo, en las finanzas han cumplido esta tarea. ¿Qué sería del
capitalismo si conservara el mismo tiempo de rotación que el que tenía cien
años atrás? La respuesta sería que este hubiera dejado de existir.
La aceleración del tiempo de rotación por la innovación tecnológica
produce un aumento de la velocidad, de manera que nosotros nos
encontramos llevando una vida que se mueve de cada vez más rápido.
Ahora, esta condición no es propia de esta fase del capitalismo. Fue
tan real en el siglo XIX como lo es ahora. Existieron sucesivas fases de
aumento de la velocidad y de ir más rápido que han tenido impactos
sociales. políticos y económicos cruciales.
Por supuesto, en la actualidad, en Inglaterra este proceso se
desarrolla bajo el elegante nombre de “japonización”, en la medida que
pudimos alcanzar esta aceleración.
Pero, los capitalistas también están interesados en algo que Marx
llamó la aniquilación del espacio por el tiempo. Esto quiere decir que la
reducción permanente de las barreras espaciales es vital al desarrollo de la
acumulación capitalista. Una vez más, esto no es particular de la fase del
capitalismo por la cual estamos transcurriendo. Existe toda una historia de
innovaciones capitalistas que ha consistido en la superación de las barreras
espaciales y, al quedarnos atados a esta aceleración de la rotación del
capital, una vez más, nos encontramos con el hecho que, gran parte de la
historia de la innovación del capitalismo se reduce a la cáscara de una nuez.
El efecto es comprimir el espacio de manera que éste opere cada vez
menos como una barrera significativa a la acción comunicativa; es como si
la reducción de las barreras espaciales produjera su propia nueva espacio
temporalidad.
El efecto neto es producir lo que he llamado la compresión del
espacio-tiempo. Y, asociados con la compresión del espacio tiempo, se dan
los procesos de destrucción creativa. Ellos operan con el fin de destruir
ciertos tipos de vida que nos unen a ciertos ritmos espacio temporales; se
crean, a la vez, modos de vida enteramente nuevos en los que las nuevas
nociones de espaciotemporalidad están compenetradas.

88
Quiero destacar que este proceso singular y dominante produce
efectos fragmentarios, fragmentarios conforme a la posición dentro del
mercado de trabajo, a la situación dentro del sistema económico capitalista,
en relación con las distintas localizaciones y a las actividades, por lo tanto,
afectando a los patrones de desarrollo de los lugares y a los usos del
ambiente. Por lo tanto, los efectos de la compresión espacio temporal son
fuertemente fragmentados; a modo de conclusión quisiera darles un
ejemplo de cómo actúa este proceso de fragmentación.
En Baltimore, la historia de la desindustrialización y de destrucción de
gran parte de la base industrial- una historia general de la manufactura en
los Estados Unidos que probablemente les resulte bastante familiar- ha sido
contrarrestada por una nueva estrategia de inversión construida alrededor
del desarrollo turístico, la producción de espectáculos, de instalaciones de
entretenimiento y culturales, del desarrollo del comercio de los congresos y
de la industria hotelera.
Gran cantidad de trabajos se han creado a partir de esta estrategia.
Lo que quiero abordar brevemente es la espaciotemporalidad ligada a la
creación de este tipo de empleo y lo que ella significa para un segmento
significativo de la mano de obra. El área metropolitana de Baltimore cuenta
con 2.2 millones de personas, la ciudad tiene entre 600.000 y 700.000
habitantes y nosotros podemos ver que 100.000 personas pasaron por las
agencias de empleo temporal en la ciudad en el año 1993.
Lo digo así porque las agencias de empleo temporal de la ciudad no
comprenden a todas aquellas que se sitúan en el área metropolitana, sin
embargo, su oferta no se restringe solamente a los límites de la ciudad.
Desde donde miremos esto, una porción significativa de la fuerza de trabajo
de Baltimore se desempeña en la actualidad en trabajos temporales.
Gran parte de estos trabajos se conectan con el sector de servicios,
la nueva fuente de empleo.
Cuando teóricos como Lyotard entienden al posmodernismo como el
contrato temporal en todo, se refieren a las relaciones personales y a las
lealtades intelectuales y profesionales más que a estos contratos
temporarios que afectan a tanta gente de la fuerza de trabajo de Baltimore.
Pero este trabajo temporal es hoy fundamental en los nuevos empleos,
tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos.
Nosotros vimos las condiciones de empleo que operan en segmentos
clave de la economía de Baltimore construida alrededor del nuevo sector de
la economía de servicios y el cuadro general que emerge es el de la
construcción de una nueva espacio temporalidad en la que la gente no tiene
futuro, lo máximo a lo que se puede aspirar es obtener algo de dinero cada
día.
Existen pocas perspectivas de movilidad ascendente o de promoción,
de mayores salarios en el futuro. Los trabajadores quedan encerrados en
un sistema temporal en el que todos los días hacen lo mismo sin ninguna
posibilidad de cambio.

89
Las ideas que solían ser importantes acerca de la ética laboral y la
gratificación diferida son completamente eliminadas por la necesidad de
existencia diaria y de sobrevivencia, que no permite la construcción de una
conducta a largo plazo.
De la misma manera, gran parte de los nuevos trabajadores se
encuentran atrapados dentro de una estructura salarial mínima que los
confina a una cierta espacialidad de oportunidades habitacionales, en el
mejor de los casos, en las zonas más deterioradas y empobrecidas de la
ciudad, donde los servicios son escasos y la calidad de vida está
severamente comprometida.
Más aún, muchos de ellos trabajan de noche, no pueden tomar un
taxi para volver a casa; gran parte son mujeres que se atreven
valientemente a caminar por las calles de noche. Aún más, muchas de las
personas que trabajan aquí son afroamericanas y mujeres; así raza, clase
y género quedan atados a una trampa en el espacio y en el tiempo.
Por lo tanto, estamos siendo testigos de la construcción de cierto tipo
de espacio temporalidad dentro de todo un segmento de Baltimore que es
muy diferente de la espaciotemporalidad de muchos de los gerentes que
trabajan en las oficinas del centro y viven en los suburbios.
La cuestión aquí es que tenemos un único proceso, coherente en sí
mismo que sin embargo está provocando una fragmentación de la
espaciotemporalidad dentro de la población de la ciudad.
De vez en cuando alguien reconoce el carácter terrible de la situación
y la necesidad de intentar hacer algo con relación a ella, pero nadie sabe
exactamente qué. Pero también resulta extremadamente difícil organizar a
los trabajadores que viven en este tipo de mundo espacio temporal; se trata
de una tarea ardua para quienes intenten organizarlos, ya que, dados los
procesos materiales que gobiernan la vida de los trabajadores, ellos
manejan un lenguaje que es inconsistente con el espacio y el tiempo.
Me parece que una de las tareas de los movimientos radicales es
abordar la cuestión acerca de cómo confrontar este espacio y tiempo con
un mundo alternativo posible, como lo diría Leibniz, y definir ya no una
construcción ideal sino un conjunto de posibilidades reales del tipo a las que
Whitehead hacía referencia, Cambios en el espacio y el tiempo que nos
rodea son siempre llevados adelante ¿Podemos nosotros, como teóricos
radicales y seres políticos, comprender estas irritantes relaciones espacio
temporales cambiantes y buscar direccionarlas en un sentido diferente? Me
parece que esta es una cuestión totalmente relevante, a la cual no pueden
escapar los geógrafos contemporáneos.

90
Geografía social y población. Ideas y teorías
demográficas.

Geografizando la demografía
Las teorías demográficas explican los patrones del crecimiento de la
población en diversos países del mundo dando cuenta de la estructura y la
dinámica de la población, por lo cual la teoría demográfica explicaría los
cambios y acontecimientos de las poblaciones humanas, su dimensión,
estructura, evolución y características generales.
El hombre se interesó en los problemas demográficos desde la
antigüedad, los estadistas y pensadores han sostenido criterios basados en
consideraciones de carácter político, militar, social, cultural, religioso y
económico. Se preguntaron acerca de cuestiones tales como el número
óptimo de habitantes, sobre estimular o retrasar el crecimiento de la
población.
Pero recién surge una teoría demográfica en la modernidad, la teoría
demográfica moderna tuvo su origen en los trabajos de Malthus de fines del
siglo XVIII. La obra de Malthus produjo mucha polémica, lo cual llevo a
investigar con mayor profundidad los problemas demográficos y a mejorar
los métodos de observación y análisis.
Como en las ciencias sociales en general, las ideas y teorías sobre
población han girado casi siempre en torno de los problemas reales o
imaginarios de cada sociedad en particular. Repasemos brevemente las
ideas de los filósofos antiguos pues muchas de sus preocupaciones pasaron
a formar parte de las teorías demográficas modernas. El origen de algunas
ideas que encontramos en teorías recientes sobre población puede
encontrarse en escritos antiguos.
En la Grecia antigua se ocuparon por formular políticas y normas para
la población. En sus escritos sobre las condiciones ideales para el pleno
desarrollo de las capacidades del hombre, Platón y Aristóteles analizaron la
cuestión de la magnitud "óptima" de la población respecto de la ciudad-
estado griega.
Examinaron este problema no tanto en relación con la economía, sino
más bien desde el punto de vista de la defensa, la seguridad y el gobierno.
La idea era que la población debía bastarse a sí misma y, en consecuencia,
poseer tierras suficientes para satisfacer sus necesidades, pero no ser tan
numerosa como para no poder regirse por un gobierno constitucional.
Las reflexiones más específicas las hizo Platón, especialmente en sus
Leyes. Sostuvo que para que pudiera lograrse el denominado "bien
supremo", la ciudad-estado debía tener 5.040 ciudadanos. Como la marcha
real de las tendencias demográficas puede resultar ya sea en un exceso o

91
en una falta de población, Platón propuso también la adopción de medidas
para mantener la magnitud deseada. En el caso de que hubiera
subpoblación, recomendaba recurrir a recompensas, consejos o
amonestaciones a los jóvenes a fin de aumentar las tasas de natalidad y,
finalmente, a la inmigración.
Para corregir la superpoblación proponía el control de los nacimientos
entre las familias numerosas y, de ser necesario, la colonización. Aristóteles
se ocupó de los problemas demográficos, fue menos preciso que Platón en
lo que se refiere a la población óptima, pero afirma que en magnitud y
alcance el Estado debe ser tal que permita a los habitantes vivir a la vez
mesurada y liberalmente en el goce del ocio. Argumentaba que la tierra y
la propiedad no pueden aumentar a la par de la población y, en
consecuencia, un número excesivo de habitantes causaría pobreza y males
sociales. Entre los factores que podrían evitar un exceso de población
menciona el abandono de los hijos y el aborto.
Por su lado, los romanos consideraban las cuestiones demográficas
en función de un gran imperio. Les interesaban menos que a los griegos las
posibilidades de limitar el crecimiento de la población y más las ventajas
posibles del crecimiento poblacional para fines militares. Debido quizás a
esta diferencia de criterio, los tratadistas romanos prestaban menos
atención que los griegos a la demografía. Cicerón rechaza la idea de la
comunidad de mujeres y niños propugnada por Platón
La comunidad de las mujeres y de los niños en República de Platón: "Las mujeres de nuestros
guardianes serán comunes todas y para todos; ninguna de ellas cohabitará en particular con ninguno
de ellos; los hijos, a su vez, serán comunes y ni el padre conocerá a su hijo, ni el hijo a su padre
[...]. Los hijos, a medida que nazcan, serán entregados a un comité nombrado para este fin, que
puede componerse de hombres o de mujeres o de ambos sexos a la vez, pues las funciones públicas
deben ser comunes a los hombres y a las mujeres. Conducirán al hogar a las madres que estén con
los pechos henchidos, poniendo el máximo ingenio para que ninguna de ellas pueda reconocer a su
hijo; y si ellas no tienen suficiente leche, la proveerán otras mujeres que sí la tengan; y respecto a
las que tienen suficiente leche, procurarán que amamanten durante un periodo razonable de tiempo
[...] Cuando las mujeres y los hombres hayan pasado la edad de dar hijos a la patria, dejaremos a
los hombres la libertad de tener relaciones con quien quieran, excepto con su hija y su madre [...].
Las mujeres tendrán la misma libertad con respecto a los hombres (V, 461c). Pero cuando un
guerrero se haya unido a una mujer, tendrá en cuenta a toda criatura que nazca en el décimo mes
o en el séptimo después, la llamará hijo si es varón e hija si es hembra". (Ernoult, 2009)
Sostenía que la población del Estado debe mantenerse por el
matrimonio monógamo. La preocupación por el crecimiento demográfico, la
desaprobación del celibato y el concepto de que el matrimonio está
destinado primaria y fundamentalmente a la procreación, quedaron
reflejados en la legislación romana de esa época. En particular, las leyes de
Augusto, por las que se crean privilegios para los casados que tienen hijos
y se establecen discriminaciones financieras contra los solteros, apuntaban
a elevar las tasas de nupcialidad y natalidad.
Los libros sagrados hebreos conceden gran importancia a la
procreación y la multiplicación y, en consecuencia, la infecundidad se tenía

92
por una grave desdicha. Algunos autores opinan que esto se relaciona con
la idea de los israelíes de la llegada del mesías, por lo cual la fecundidad
era lo que aseguraría la llegada del elegido. Tres o cuatro siglos antes de
Cristo también analizaba como la conveniencia de una población numerosa
como fuente de poderío militar y económico, los efectos de la guerra, el
hambre y la pestilencia, y la colonización y asentamiento en nuevas
regiones.
Los tratadistas cristianos primitivos y medievales consideraron las
cuestiones demográficas casi exclusivamente desde el punto de vista moral
y ético. Sus doctrinas eran en poblacionistas, por una parte, condenaban la
poligamia, el divorcio, el aborto, el infanticidio y el abandono de los hijos;
por otra, glorificaban la virginidad y la continencia, y miraban con
desaprobación el segundo matrimonio. Al referirse al crecimiento
demográfico del mundo conocido, atribuyeron la escasez y la pobreza a esta
causa y mencionaron la peste, el hambre, la guerra, etc., como los medios
que utilizaba la naturaleza para reducir el exceso de población. Sin
embargo, la tendencia que predominaba era favorable al aumento de la
población, como en los tiempos anteriores. La alta mortalidad que
prevalecía en todas partes y la amenaza constante de la despoblación
repentina por el hambre, las epidemias y las guerras predisponían a la
mayoría de los escritores en favor de una alta tasa de natalidad. La
oposición al control de los nacimientos, por ejemplo, se fundaba no sólo en
la doctrina eclesiástica sino también en el temor a la despoblación.
En general, los filósofos orientales parecen haber sido partidarios de
la fecundidad y la multiplicación.
Figura en las obras de Confucio y de sus discípulos, así como en los
escritos de otras escuelas de antiguos filósofos chinos, el concepto de cifra
óptima en lo que atañe a la población dedicada a la agricultura. Al dar por
sentado que se podía establecer una proporción ideal entre la tierra y la
población, sostenían también que incumbía principalmente al gobierno la
misión de mantener esa proporción trasladando habitantes de las zonas
superpobladas a las insuficientemente pobladas, si bien señalaban que la
acción oficial se veía favorecida a veces por las migraciones espontáneas.
Los criterios de los autores musulmanes sobre población son
semejantes a los de los hebreos y a los de los cristianos. Destaca la obra
no reconocida de Ben Chaldún6, un autor árabe del siglo XIV. Sus
observaciones destacan en dos aspectos. Primero sostenía que una
población estable de mucha densidad determinaba niveles de vida más
elevados, puesto que permitía una mayor división del trabajo, un empleo
más eficaz de los recursos y mayor seguridad militar y política. Segundo,

6
Se puede ver en González, Historia del pensamiento económico del Islam.
https://personal.us.es/escartin/El_Islam.pdf
93
que los períodos de prosperidad de un Estado se alternaban con períodos
de declinación y que a ritmo de estas fluctuaciones económicas ocurrían
variaciones cíclicas en la población. Las condiciones económicas favorables
y el orden político fomentaban el crecimiento de la población aumentando
la natalidad y reduciendo la mortalidad. Tras dichos períodos de progreso
económico venían el lujo, el aumento de los impuestos y otros cambios que
al cabo de varias generaciones llegaban a producir la decadencia política, la
declinación económica y la despoblación.

Teorías modernas
Entre fines del siglo XV y fines del XVIII, fue de grandes cambios
básicamente por el advenimiento del Renacimiento. Este período fue testigo
del advenimiento del estado-nación, nuevos descubrimientos científicos, la
exploración de nuevos territorios y el rápido crecimiento del comercio, la
disolución gradual del sistema feudal-medieval y del desarrollo del
capitalismo, que sentó las bases de la revolución industrial. La influencia
combinada de estos acontecimientos se dejó sentir también en las ideas
económicas y en el pensamiento sobre la población.
Estos factores dieron lugar a la aparición del mercantilismo, una
corriente de ideas nuevas en materia de economía política, que sufrió en
gran medida la influencia de las teorías de Maquiavelo y de Bodin acerca
del Estado absolutista. El principio básico eran el poder y la riqueza del
estado y, en particular, la acumulación de dinero y de metales preciosos
pasó a ser considerada por muchos de estos autores como el principal
objetivo de la política nacional. El principal medio de alcanzar dichos
objetivos de poder y riqueza eran la expansión del comercio exterior y el
desarrollo de las industrias manufactureras. La doctrina mercantilista
orientada hacia la política económica no elaboró una teoría demográfica en
sentido estricto, si bien los criterios al respecto ocuparon un lugar
prominente en el mencionado sistema.
Las ideas mercantilistas dominaron el pensamiento económico de la
mayoría de los países europeos durante buena parte de los siglos XVII y
XVIII. Aunque algunas bases se encuentran ya en escritos anteriores, entre
ellos, los de Botero. Según él, la fuerza del Estado ha de buscarse en su
población y en el predominio de la industria sobre la agricultura, observó
también que la población tiende a aumentar a la capacidad máxima posible
para la fecundidad humana, mientras que los medios de subsistencia y su
capacidad de incremento son limitados y, en consecuencia, imponen un
límite al crecimiento de la población. Dicho límite se manifestaba a través
de la pobreza, que desalentaba el matrimonio, y de calamidades periódicas
como las guerras y las pestes. Al igual que más tarde hicieron algunos
mercantilistas, Botero propugnó el establecimiento de colonias que
94
pudieran ayudar a absorber el excedente de población y al mismo tiempo
fortalecer el poderío del Estado.
En líneas generales los mercantilistas señalaron las ventajas de una
población grande y creciente y fueron partidarios de las políticas
encaminadas a estimular el crecimiento demográfico, entre ellas las que
alentasen el matrimonio y la familia numerosa, a mejorar la salud pública,
poner coto a la emigración hacia otros países y promover la inmigración,
especialmente de trabajadores calificados. Algunos sostenían que la riqueza
en sí consistía en tener el máximo de población posible mientras que otros
concedieron mayor importancia a la combinación de una población
numerosa con mucho dinero.
Algunos mercantilistas que no prestaron atención a la cuestión
demográfica estimaron generalmente que una población grande era un
elemento importante del poderío del Estado. La población no sólo constituía
un factor de significación en el poder estatal, sino que desempeñaba
también una función en el acrecentamiento de los ingresos y la riqueza del
Estado, algunos afirmaron que la densidad de la población es la base de la
riqueza • Según la mayoría de los mercantilistas, los beneficios de una
mayor población y del trabajo adicional serían especialmente grandes si
sirvieran para desarrollar las industrias manufactureras, puesto que se
suponía que éstas, antes que la agricultura, rendirían beneficios cada
vez mayores, y porque los productos manufacturados podían cambiarse
en el extranjero por metales preciosos -considerados entre los
elementos más importantes de la riqueza de una nación.
Los fisiocráticas reaccionaron contra las ideas y políticas propuestas
por los mercantilistas se oponían a la intervención del Estado, la
reglamentación del comercio y otros aspectos del pensamiento
mercantilista. Lo fundamental del pensamiento fisiocrático era el "orden
natural", y dentro de este sistema, el aspecto económico que se mantuvo
en primer plano fue la función de la tierra en la producción. A diferencia de
los mercantilistas, los fisiócratas juzgaron que el sector agrícola es el más
estratégico: pensaron que el crecimiento de la economía entera está regido
por el aumento de la producción agrícola. No aceptaban las doctrinas
poblacionistas de los autores mercantilistas y, en particular, no estaban de
acuerdo con la política mercantilista de acrecentar la población incluso a
expensas de los niveles de vida. No obstante, adoptaron una posición
favorable, en general, al crecimiento demográfico, siempre que fuera
posible aumentar la producción agrícola de modo de poder mantener a la
población creciente. Algunos fisiócratas se mostraban optimistas sobre este
punto, otros tenían una opinión más pesimista.
El más conocido de los fisiócratas, Quesnay, pensaba que una
población numerosa es conveniente, pero a condición de que la gente pueda
vivir confortablemente, subrayó que debe concederse mayor importancia al
95
aumento de la riqueza que al de la población. En su opinión, esta última
tiende a sobrepasar los medios de subsistencia. Como prueba, citó el hecho
de que siempre hay gente que vive en la necesidad y la pobreza. Si bien
observó que las colonias podían servir de salida para el exceso de población,
tanto él como sus seguidores recalcaron que el objetivo adecuado era el
incremento de la producción agrícola y del producto neto, y no el de la
población.
El período comprendido entre fines del siglo XV y fines del siglo XVIII
fue testigo no sólo de una importante evolución de los puntos de vista sobre
población, sino también de los comienzos de las mediciones y análisis
sistemáticos de las tendencias demográficas. Se comenzaron a estudiar
algunos fenómenos demográficos, como la proporción de los sexos en la
tasa de natalidad; la relación entre los entierros y los bautismos en Londres,
en comparación con los ocurridos en una feligresía rural; la frecuencia de
los nacimientos y las defunciones en relación con el número de habitantes;
la proporción de nacimientos y matrimonios como índice de fecundidad.
Además, se realizaron observaciones sobre temas tales como la migración
hacia las ciudades, los efectos de la guerra y de la emigración sobre la
proporción entre los sexos; la dimensión excesiva de Londres; el
crecimiento futuro de la ciudad y un proyecto esquemático de tabla de
mortalidad.
A mediados del siglo XVIII, las investigaciones vieron en las
modalidades regulares de los movimientos de la población la divina mano
de la Providencia que rige la sociedad humana. Al observar que existían
varios frenos al crecimiento demográfico, escribió que podían ser medios
para evitar el exceso de población, y que podían considerarse especialmente
como castigos. Se realizó la primera tabla de mortalidad correspondiente a
Prusia, analizaron los efectos de la edad al casarse, la disolución del
matrimonio por muerte, la crianza de lactantes y otros factores que
influyen sobre la fecundidad, se observó que la población crecía en
progresión geométrica y, si bien pensaba que en condiciones normales,
podía tender a duplicarse aproximadamente en el curso de cada siglo, dijo
que en ciertas condiciones, el período de duplicación podía ser de sólo 42
años. La mayoría de los tratadistas de esta escuela sostuvieron el criterio
poblacionista entonces en boga, pero reconocieron no obstante que los
medios de subsistencia determinan la magnitud de la población. Su
principal contribución fue el hecho de que, incluso con los limitados datos
estadísticos con que contaban y la falta de conceptos teóricos
fundamentales y de métodos de análisis, ampliaron los horizontes del
pensamiento en materia de teoría demográfica, rompiendo las limitaciones
que sobre ella se habían impuesto en tiempos anteriores.

96

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