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EL BUS DE LAS SIETE

Henry Pérez M.

Es una verdadera desgracia que Marcelo tenga una verga tan grande y jugosa, pero que Samuel tenga la
dulzura más enternecedora que se pueda encontrar en un hombre.
Pero aún es peor que yo, desde hace un tiempo para acá, no sepa ya quien soy.
Antes era un hombre trabajador, sincero y fiel, vivía en paz; sabía lo que era bueno y lo que era malo. Hasta
hace un tiempo no ocupaba más mundo que este pueblo para ser feliz, aburridamente feliz. Ahora las dudas no me
dejan atravesar tan rápido como quisiera estos eternos ochocientos metros que separan a la casa de Marcelo Y
Samuel de la mía.
Dentro de diez minutos se va el bus de siete, el último bus que sale para la capital. Aquí en la calle, solo se
escuchan mis pasos, que ya no son míos, si así fuera les pediría que me devolvieran a mi casa para evitar todo este
dolor... Pero ahora ya es demasiado tarde, Samuel ha logrado llenar mis hambres de hombre, mientras que Marcelo
ha logrado colmarme las femeninas, los tres juntos hemos logrado ser uno solo, uno completo, indivisible, los tres
juntos hemos logrado ser Dios... Pero Dios es un egoísta; no soporta rival, y se ha valido del amor para sacarnos a los
tres del paraíso.
La culpa de todo la tiene el maldito amor...Los tres estábamos felices juntos. En efecto, nunca me sentí bien
hombre sino hasta el día en que tuve mis principales orificios; boca y ano, principio y fin, rellenos por vergas
calientes, erectas y viriles. Hasta entonces siempre había dependido de una mujer para sentirme satisfecho. Pero ese
día, de principio a fin, sentía solo masculinidad pura, ese día me sentí varón, pleno, completamente hombre.
Pero luego Dios mandó al amor y sus tentáculos posesivos para que echara a perder toda esa completud.
Los conocía desde siempre, Marcelo y Samuel fueron casi como hermanos para mi, compañeros de escuela,
tragos y naipes. Cada Sábado trago en mano, hasta el amanecer contando chistes y jugando cartas, entre risas,
luchas y bromas, de esas de doble sentido que se dan todos los hombres. Al principio, las bromas no me atraían
mucho, yo estaba demasiado acostumbrado a hacer lo correcto; al punto de tenerme miedo. Pero el guaro fue
ablandando la rigidez y lo prohibido se fue haciendo cada vez menos prohibido.
Hasta aquella madrugada en que me desperté extrañamente excitado en medio de los cuerpos sudados, temblorosos
y excitados de ellos dos. Yo no sabía que estaba pasando, creo que ellos tampoco, pero sí estaba seguro de que me
agradaba la extraña sensación mezcla de ternura, transgresión y sexo. Después de esa mañana, nunca pude volver a
ser el mismo de antes.
Los sábados siguientes el alcohol fue siendo cada vez menos necesario. Ninguno se preguntaba si era
correcto lo que estábamos haciendo, o si teníamos derecho o no. Estábamos completos, éramos Dios,
masculino y femenino, tres formando un solo ser. Marcelo; menudo y blanco, con facciones delicadas y suaves, se
podría decir que con un cuerpo casi femenino; pero por dentro un Leon salvaje, fuerte, violento, furioso, demasiado
hombre y siempre deseoso de penetrar dentro de mi y colmarme las ganas femeninas. Las cuales apenas satisfechas,
abrían paso a las masculinas, las que satisfacía Samuel siempre dispuesto a recibirme dentro de sí, siempre dulce,
pausado suave; un alma femenina encerrada en un cuerpo de toro, grande, musculoso y velludo.
Pero ayer como un trueno cayó la maldición: me dijeron que no pueden seguir así, que tengo que elegir a
uno de los dos.
Y hablaron de culpa por tanta completud y de fidelidad, y de estar enamorados, de exclusividad, pertenencia
y monogamia y no se cuantas cosas más que el amor les había metido en la cabeza. Querían formalizar lo que
teníamos, como si lo que sentíamos se pudiera meter en una jaula. Lo que teníamos no tenía nombre pero era libre.
Ahora soy yo el que está loco del dolor de perder a uno de los dos, de perder a una de mis dos mitades, de
tener que marcharme para siempre, de dejar atrás familiares, hijos y esposa; solo porque ellos se han enamorado de
mi y yo de ellos.
¿Que irá a pensar Ana?, mañana cuando se despierte y se de cuenta de que yo no volví como cada Sábado en
la madrugada de jugar naipe para luego levantarnos el Domingo tarde e irnos a almorzar a la casa de mis padres y
pasar la tarde del Domingo aburridamente felices hablando de la escuela de los niños y de las siembras de arroz y los
peones.
Pobrecita Ana siempre tan fácil de tener contenta. Es que cuando me casé yo creía que la quería, aunque
realmente nunca tuve elección, mi miedo a estar solo no me dio tiempo de elegir. Como a todos...
Ella no se merece que yo le haga ésto, pero tampoco se merece que yo esté con ella. Y quien sabe que les
dirá a los niños mañana cuando se despierten... tal vez nunca me entiendan, tal vez nunca me perdonen. Les he
dejado la finca para que nunca les falte nada...material.
Tal vez lo mejor sea que me devuelva, que no le haga caso a este tonto deseo. Tal vez lo mejor sería no hacerle
caso a este corazón necio que late tan fuerte aquí adentro... sería mucho más sencillo.
Por los niños renunciaría a todo esto que siento, cada uno de los días que me quedan por delante trataría de
convencerme de que lo hice por ellos y se los recordaría discreta y secretamente gota a gota, cada vez que los viera felices.
Y cuando cada uno se fuera y yo me quedara solo con Ana; le echaría la culpa a ella, discretamente, gota a gota, día tras día.
Ya faltan solo cien metros para llegar a la casa de ellos, y puedo ver en una ventana a Marcelo, en la otra está
Samuel. Están listos, como esperando una sentencia, ninguno de los tres sabemos a quien voy a elegir. Pero ¿Cómo me han
pedido elegir entre serlo todo o ser solo una parte del todo? Se ven nerviosos, aterrados más bien, tan aterrados como yo.
Los tres sabemos que solo dos nos marcharemos en el bus de siete y solo dos trataremos de ser felices hasta donde nos
alcance el amor. El otro se quedará en el pueblo, quizás lleno de dolor, con el mismo sabor amargo en la boca que nos
llevamos los dos que nos vamos para siempre de aquí, el sabor amargo de haber perdido una parte de nosotros mismos.
Parece que la completud absoluta, ser hombre y mujer está reservada solo para los dioses? ¿qué tiene de malo tratar
de ser Dios?
Ya los veo más de cerca, ambos tienen la mirada fija, casi no respiran... Siento una punsada de dolor al verlos;
ambos han debido haber alistado ya sus valijas, sabiendo que alguno de los dos deberá salir para siempre de aquí. Solo yo,
no llevo valija, solo yo no me llevo nada. Yo lo dejo todo: mujer, hijos, padres, trabajo, amigos. Todo lo que fui hasta hoy
lo dejo aquí.
Y afuera de mí, el pueblo permanece quieto, como si nada estuviera pasando, como si yo no me estuviera
muriendo. Como si esta alegría enredada con dolor no me estuviera matando. Como si fuera tan fácil decir adiós; adiós
calles de siempre, casas de siempre, vida de siempre, adiós amigos de siempre que nunca tuvieron que preguntarse lo que
querían, adiós esposas frígidas y maridos impotentes, como yo... Adiós.

LIBERTAD
CARTA PRIMERA.

Querida Hermana:

Hoy en la mañana Dionisio se lanzó a la calle sin camisa y sin zapatos, apenas se
levantó. Se despertó como siempre con los ojos vacíos y la cara desarmada. Parecía que venía
de una guerra, como si lo vinieran persiguiendo; ni siquiera escuchó cuando le pregunté qué le
pasaba.
Cruzó en diagonal la plaza de fútbol, parecía un fantasma caminando sobre la neblina.
Yo me quedé en la ventana, siguiéndolo con la vista con la seguridad de que algo terrible iba a
hacer.
Se persignó al pasar frente a la iglesia, cosa inusual en este muchacho que nunca ha ido
ni a misa, por andar detrás de las mujeres. Vos sabés, Mayela lo bandido que ha sido Dionisio,
esa ha sido su debilidad, y tan guapo y bien formado no hay mujer que se le resista. Este
muchacho nunca ha dormido una noche solo, el día que dejó de dormir conmigo se fue a
dormir con la novia, y desde ese día nunca ha pasado una sola noche solo. Se saltó el
portón de la escuela de un solo brinco y a mí ya no me quedó duda de que algo muy malo iba
a hacer. Vos sabés Mayela, como se ha puesto Dionisio de furioso desde que Helena lo dejó.
Nunca le perdonó que ella lo dejara. Desde entonces solo piensa en la forma de vengarse de
ella.
Enseguida se metió al aula donde estaba Helena dando clases, y yo me fui para el
corredor, para poder ver más, segura de que otra vez se me iba a meter en una torta este
muchacho. Mayela, vos sabés la vida que me ha dado este carajo, tan vago, tan mal
agradecido conmigo, tan mal que trata a todas las mujeres. Yo no he podido levantar cabeza,
con tanto gasto que tengo por este muchacho. De nada vale que le diga que se formalice, que
busque trabajo... para lo único que ha servido es para las mujeres, si hubiera sido toro, ya me
hubiera hecho millonaria.
¡Qué va! No ha habido forma, yo sufro mucho de ver todas las injusticias que hace,
pero a mi no me hace caso. Vos sabés, Mayela como me grita y me insulta. Como es posible
que no haya habido nadie que lo haga poner los pies en el suelo. No sabés, la impotencia que
se siente saber que no podés parar algo que está mal y que debes parar. Yo me desespero de
la rabia de no tener el valor para echarlo de la casa, semejante guevón, viviendo en la casa con
todo y mujer. Qué falta de vergüenza... la mía que no lo he echado. Yo he sabido siempre que
tenía que echarlo, vos no sabés como me insulta últimamente, y como maltrata a María. Los
últimos meses han sido terribles. Toda la plata de nosotras se la ha gastado tomando.
Yo no he tenido vida hasta el día de hoy, por los enredos en que me mete este
muchacho. La culpa no me ha dejado vivir en paz, yo no soy tonta, yo se lo que yo debí haber
hecho, pero nunca me he animado, no se por qué, Mayela, no se por qué. Me he conformado
con mis autoreproches y volcando todo el odio que no puedo volcar en el hacia a mí...
De repente, salió del aula agarrando a Helena del brazo y se la llevó, casi arrastrada
para el corredor de la escuela. Se quedó mirándola fijamente en silencio, de repente sacó una
pistola y le pegó tres disparos en el corazón. Helena cayó al suelo, Dionisio se quedó viéndola
mientras los niños de la escuela corrían asustados para todo lado. De repente María, salió del
aula donde estaba dando clases y empezó a dar gritos de desesperación. Te das cuenta
Mayela, el deseo de venganza de Dionisio no tiene límites.
Luego se fue directo al pueblo; pasó a lavarse la sangre a la quebradilla, de ahí se fue
directo y se entregó a la Guardia Rural. Mayela quisiera decirte que estoy muy mal, pero la
verdad es que por fin a este hijueputa le han dado su merecido, ya no tendré más que
mantenerlo, ya no tendré más que soportarle sus insultos, ya no tendré que vivir con la culpa
de no poder enmendarlo, te das cuenta, Mayela, al fin soy libre, libre, libre....

Tu hermana Victoria.
CARTA SEGUNDA.

Dionisio:

En la mañana vi cuando te lanzaste a la calle sin camisa y sin zapatos, Maricón de


mierda; yo estaba en el jardín de la escuela, el grupo mío estaba en recreo. De lejos te vi
extraño, más perverso que nunca. Recordé que anoche habías dormido más mal que de
costumbre. Llegaste como siempre a las cuatro de la mañana... ¿sabe Dios con cual puta te
andabas revolcando?, pedazo de hijueputa. No sabes el odio que he sentido por vos todos estos
años. Pero lo peor de todo es que el odio que siento es por mí, por no tener el coraje de
dejarte, por no poder largarme de una vez por todas y parar esta locura. He sido siempre tan
débil, siempre tan poquita cosa, siempre tan necesitada. He preferido aguantarme todo, a
cambio de una culeada cada noche antes de dormirme. Dioni ese polvo de rutina es lo único
que me hace sentirme deseada, es lo único que baja el asco que siento por mi misma.
Cruzaste en diagonal la plaza de fútbol llena de neblina, parecías el mismo diablo,
traías los ojos chispeantes y rojos, te noté furioso, supe que algo terrible ibas a hacer, pero
nunca me imaginé lo que harías. Sos un animal sin sentimientos. Me acerqué a la tapia para
tratar de detenerte. Me imaginé que le ibas a hacer algo a Helena, yo se cuanto la has odiado.
Yo se que no la soportas ni ver después de todo lo que te hizo. Yo entiendo el odio que sientes
Dionisio, yo te puedo hablar de odios. Todos los odios que me he tragado todas las veces que
te has ido con otras mujeres, y no me he animado a decirte nada por miedo a perder ese polvo
nocturno, ese poquito de alimento que me permite seguir con vida, a pesar de la rabia que
siento por no poder dejarte.
Tuviste el descaro de persignarte cuando pasaste frente a la iglesia, burlándote de Dios.
Como se te pudo haber ocurrido, pedazo de sucio, matarla a sangre fría; delante de los dos
chiquitos que te gritaban aterrorizados. Como pudiste odiarla tanto para hacerle algo así. Ni
siquiera yo la odié tanto a pesar de que fue la que te dio lo que nunca te pude dar. Vos no te
imaginás la impotencia que he sentido todos estos años por no poder hacer algo que uno sabe
que tiene que hacer, pero que no tiene el valor para hacerlo.
Cuando te brincaste el portón de la escuela te grité asustada, tratando de detenerte,
pero supe que ya era demasiado tarde. Te metiste al aula donde Helena estaba dando
clases y la sacaste del brazo. Maldito, cómo no pudiste verle los ojos aterrados de miedo.
¿Que clase de animal sos?, para no verle la cara de desesperación que puso cuando vio a los
dos chiquitos a punto de destruírseles la vida irreparablemente. ¡Arrancarle la vida a alguien
tan joven y llena de vida!. Dejar sin madre a tus propios hijos y hacerlo en la propia cara de
ellos, pero ¿qué putas planeabas?, ¿Cagarte en la vida de ellos de una vez por todas,
aniquilarlos sentimentalmente para que se conviertan en monstruos como vos?.

Te le quedaste mirando fijamente y en silencio, y cuando menos lo esperaba le vaciaste


tres tiros en el corazón. ¡Hijueputa!, pringaste de sangre a los dos niños. Yo me los llevé y les
lavé los ojos, los tenían casi saltados del horror de lo que habían visto, los tenían cubiertos con
una mezcla de lágrimas y sangre. Los pobrecitos estaban como locos, gritaban y corrían sin
consuelo por toda la escuela, con las caritas embarradas de sangre, parecían dos pollitos a los
que les habían cortado la cabeza. Demonio maldito, sos peor que un perro, no merecés
compasión de nadie. ¿Te das cuenta a la tortura a la que los has condenado para toda la vida?
El odio que has sentido por ella, no tiene límites.
Con toda la tranquilidad del mundo pasaste a lavarte la sangre a la quebradilla y te fuiste a
entregar a la Guardia Rural.
Ahora estás preso, satanás, pero yo al fin estoy libre, libre, libre...
Tu esposa, María.
CARTA TERCERA.

Helena amor mío:

Hoy en la mañana me lancé a la calle sin camisa y sin zapatos, apenas me levanté.
Había tomado una decisión. El amor, Helena, es la peor cárcel de todas. Es la peor
enfermedad de todas. No sabés la impotencia que se siente, Helena, al no poder detenerse uno
cuando va a hacer algo que uno sabe que no debe hacer.
Crucé en diagonal la plaza de fútbol llena de neblina, no me veía los pies, me entró de
nuevo ese temor de hundirme, como el que me da cuando me voy a dormir. Ese horror de
soltarme de una orilla de la noche y meterme en la oscuridad del sueño hasta llegar a la otra
orilla de la mañana. Ya sabés lo cobarde que soy, nunca he podido dormir solo. Y si me
despierto en la mitad de la noche y no me tienen abrazado, me entra el pánico de hundirme en
el sueño. Helena, vos fuiste la única que nunca me soltó en toda la noche, no importó si
gritaba o temblaba, siempre me despertaba en la mañana sudado, agotado, ojeroso y
asustado, viendo a mi alrededor asombrado de haber amanecido vivo, de ver que había
sobrevivido al terremoto de sueños, para siempre darme cuenta de que todavía me tenías
agarrado.
Cuando pasé frente a la iglesia, recordé cuanto quise casarme contigo, y como lo eché a
perder todo, por un simple polvo. Helena, pero es que yo no puedo evitarlo, a mi la libertad
me sienta muy mal, no la puedo manejar, si me dan libertad yo comienzo a hacer daño a todo
el que está a mi alrededor, no puedo evitarlo.
Y siempre todas me lo habían perdonado. Nunca pude entender por qué vos no me
pudiste perdonar...
Llegué a la escuela y me brinqué el portón, ya no pensaba, en efecto desde hace mucho
tiempo que ya no pienso. Cuando te fuiste, ya nada me hacía gracia, todo perdió importancia
para mí. Hasta el día que decidí recuperarte, nunca había tenido una meta en la vida, pero
desde ese día, me dediqué por completo a reconquistarte. No pensaba en otra cosa, no quería
a ninguna otra mujer, casi no comía, ni hablaba, no salía de la casa. Me esforcé Helena, te
rogué, te lloré, te lo pedí de mil formas, traté de convencerte, pero nada dio resultado. En los
últimos días, me he sentido muy enfermo, he tenido fiebre, no he pensado claramente, ya no
he tenido vida, he estado constantemente torturado.
Entonces, me metí al aula, donde estabas dando clases, te saqué de un brazo y me
quedé viéndote por última vez, Helena lo intenté de mil formas, pero ninguna sirvió. Nunca he
aceptado un no, Helena, sencillamente no puedo.
Me quedé mirándote fijamente en silencio, a través de las lágrimas y el vapor que me
salía de los ojos; despidiéndome de todo el dolor que sentía. Ya estaba decidido el sufrimiento
solo se acabaría si no existías más.

Antes de pegarte los tres disparos en el corazón, la cara se te hizo de gelatina,


desfigurada; se te veían los ojos hinchados de terror me señalaste a los chiquitos que estaban
a la par de nosotros, que ironía, por fin estábamos todos unidos.
Pero ya el amor enfermizo se me había metido en las venas, ya solo podía pensar en la
falta tan insoportable que me has hecho todo este tiempo, atravesando las noches sin un ancla
que me calmara el miedo de perderme en el sueño.
Ya ni tus gestos de súplica, ni el nudo que se te hizo en la garganta de lo que no pudiste
decirme, eran más dolorosos que los días y los meses sin vos. Entendeme Helena, ninguna
mujer logró sostenerme durante toda una noche. Sabés lo que me aterroriza que me dejen
solo cruzando el negro abismo sin fondo del sueño.
Me fui directo al pueblo; pasé a lavarme la sangre a la quebradilla, luego me entregué
a la Guardia Rural.
Saber que existías pero que no te tenía era mucho más doloroso que tus gritos cuando
te metía los balazos en el puro corazón que ya no era mío. Helena, ahora estás muerta, al fin
soy libre, libre, libre...

Dionisio.
DUELO
-Señor cura, por favor, dígame algo que me alivie este dolor, consuéleme que me estoy
volviendo loca. Morirse Rigoberto antier; así tan de repente. Acabar así, con todos mis sueños
y mis esperanzas...
Todo se volvió horriblemente negro de la noche a la mañana, la vela, el funeral, los
rezos, los familiares, y después, la soledad más profunda que usted se pueda imaginar. He
pasado estas noches completamente despierta, no he probado bocado, lo siento caminar por
toda la casa, lo escucho dando paseos en el jardín, huelo la colonia que se ponía, veo sombras
por todos lados. Me estoy volviendo loca. Los recuerdos me han invadido sin piedad,
derribando todos los ladrillos que una ha ido poniendo a través del tiempo en la memoria; y
ahora me persiguen y me atormentan día y noche. Señor cura, mis sueños, todos mis
proyectos; horas y horas pensando sólo en el momento en que llegaría el día cuando todas mis
ilusiones se hicieran realidad; cuando ya pudiera disfrutar de la felicidad verdadera. Pero
Padre, ¡Morirse así, así sin nada más!. Tanto esfuerzo mío esmerándome por tenerlo con
buena salud, que ni siquiera se fuera a resfriar para que le alcanzara la vida bastantes años,
muchos más. Recuerde, señor cura, era un hombre extraordinariamente sano. Si más bien la
enfermiza siempre he sido yo... -¿Verdad, padre, que no es justo? la vida no es justa, ella y
Rigoberto me han hecho una mala jugada. Esto es demasiado para mí, yo me estoy volviendo loca...
¿Cómo dice usted?; ¿Que la voluntad de Dios es misteriosa e impredecible?... Bueno, en eso tiene
usted toda la razón. Parece mentira que hace solo tres días estábamos los dos ahí, en la casa. Y todos
los hijos nos habían venido a visitar, como todos los Domingos. Usted comprende, padre, esas
visitas obligatorias que nos tienen que hacer los hijos para no sentir culpa. Es que, padre, como
usted sabe, no hay peores puñaladas que las que da la culpa... Ese día, al anochecer después de que
todos se habían ido, nos quedamos los dos tranquilamente meciéndonos en el corredor de la entrada,
viendo pasar a la gente, que nunca falta a la misa de seis todos los domingos... -No, padre, a mí no
me parece que vayan por esa razón... Ellos van a misa, pienso yo, como para calmar las culpas que
traen adentro... Volviendo a lo que le decía: mire usted donde está Rigoberto hoy, dos metros bajo
tierra, si hasta parece mentira, una burla del destino. ¿Cómo se le ocurrió que le diera un infarto así
tan sin gracia. Era un hombre tan saludable. ¿Cómo no pude imaginarme algo así? ¿cómo no tomé
eso en cuenta? Tal vez tuvo algún síntoma y me lo ocultó... quien iba a decir que así tan de pronto
iba a caer muerto. ¿No se da cuenta usted que todo esto no tiene ninguna lógica?. -No, no, yo tenía
que haberme dado cuenta... Rigoberto no tenía derecho de hacerme esto... Imagínese usted, de
repente me iba a decir algo pero, se me quedó viéndo en los ojos con una sonrisa rara, como de
chiquillo travieso cuando está a punto de hacer una travesura... Sí, sí padre, se sonreía mientras me
miraba y, luego, a los pocos segundos, cuando yo le iba a preguntar qué le pasaba, se quedó sin aire
y cerró los ojos.

-Yo le dije: ¡Beto, qué te pasa! después me paré veloz y le toqué el pulso, pero nada. Ya no
respiraba, ya no le latía el corazón. Me le eché encima y empecé a darle golpes en el pecho y hasta
le hice respiración boca a boca; me puse a gritarle con todos mis pulmones: ¡No, Rigoberto! ¡no te
podés morir, cómo se te ocurre, no te das cuenta de lo que me estás haciendo! le grité desesperada:
¡no te murás! ¡No ves que me vas a destruir para siempre! ¡date cuenta de que estás a punto de
destrozar toda la razón de mi existencia! Pero padre, por más y más que le grité, le golpeé el
corazón y le eché viento por la boca, no hubo forma, sencillamente ya era demasiado tarde.
Cuando entró al hospital, ya tenía bastante tiempo de muerto.
-¿Cómo dice, señor cura? ¿Que usted entiende mi dolor por haber perdido a alguien tan
querido? ¡Pero padre! ¿quien putas le ha dicho a usted que yo lo quería?... ¡Usted no me está
entendiendo! ¿No ve que lo que no soporto es que el pedazo de mierda se haya muerto antes que
yo? Eso, padrecito, eso es lo terrible. ¿Cómo me ha podido hacer esto? Días y días durmiendo al
lado de ese imbécil en absoluto silencio; sufriendo callada, sin un reclamo, sin una queja, mientras
él roncaba, yo estaba esperando la dulce llegada de ese día, cuando lo viera enfrentar, de rodillas,
mi muerte. Imaginándome verlo sentir todo el dolor, la soledad y los remordimientos que se le
vendrían encima como una jauría de perros feroces... Pero ¡záz! se muere primero, el muy pedazo
de mierda, dejándome con todos mis planes listos... ¡No, no me interrumpa, señor cura!... después
de tantos años y años de aguantarlo, sin defenderme cuando él me pegaba, me abusaba y se burlaba
de mí ridiculizándome constantemente... Y yo, aguantando mi calvario con un silencio ejemplar
como decían los vecinos que lo escuchaban todo... ¿Indefensa yo? ¡no, padre, para nada! ¡al
contrario! por dentro yo hervía de felicidad de sólo imaginarme que los remordimientos, como
gusanos, se lo iban a comer vivo día día después de que yo me muriera. El infelíz no hubiera
encontrado paz en el sueño, ni en el alcohol, ni en el olvido. Yo sabía, además, que era demasiado
cobarde para buscar alivio en el suicidio. Nadie le iba a dar consuelo... nada le iba a quitar su
dolor... ¿Quien le podría devolver el sueño y la tranquilidad? Usted, que es experto en estas cosas,
sabe, señor cura, que no hay puñaladas más dolorosas para las personas que las que dá la culpa. Y
yo, que me había dedicado tantos años a prepararle su cama de culpa, para que se revolcara en ella
día tras día, hasta su último respiro... he quedado burlada. Años y años de minuciosa preparación,
sin dejar escapar ni el más pequeño detalle; pero me ha venido a joder el pedazo de mierda
muriéndose primero. ¡Es una injusticia!... ¡Y se sonreía en mi cara! Se sonreía...
-Señor cura, por favor, dígame algo que me alivie este dolor, consuéleme que me estoy volviendo
loca. Morirse Rigoberto antier; así tan de repente. Acabar así, con todos mis sueños y mis
esperanzas.

Henry Pérez M.
Tel. 224-6709.

VICTORIA

-Muerta, muerta, muerta.... Muerta, muerta, muerta....


-No mi amorcito usted no está muerta, su mamá está aquí para protegerla. Su papá
ya se fue a dormir, pero mañana viene de nuevo a cuidarla. Mamá va a pasar la noche
contigo para que no duermas sola.
-Miedo, mata, muerta....sangre, malo... frío...Rojo...
-Ven para acá, dame tus manos para calentártelas... tienes unas manos tan finas, como
de princesa; ¡mira que uñas más lindas tienes! mañana te las pinto bien lindas... y ese pelo te
lo voy a arreglar bien bonito mañana, ¡un pelo tan largo y tan rubio no debería descuidarse ni
un minuto!... Casi no se te ven esos ojazos verdes tan lindos... Vicky, vos sos exactamente la
hija que siempre soñé tener, blanquísima, menuda y delicada...El día que naciste me sentí tan
orgullosa, eras tan linda...
-Linda, linda, linda, no fea, no fea... triste, enferma...
-Si pero, vas a ver como pronto vas a estar bien y nos vamos a ir de este frío cuartucho
de hospital para la casita, te voy a hacer la sopita que tanto te gusta y ...
-Y me sueltas... y me sueltas y me sueltas...no estar amarrada, no estar amarrada, no
quiero, no quiero, no quiero, ¿por qué, por qué, por qué?...
-Mi amor, el doctor te explicó, que es por tu propio bien, si no te amarran te empiezas a
hacer daño...
-Yo no me quiero hacer daño, yo no me quiero matar, yo estoy muerta, muerta... yo me
morí... yo ya me morí...
-No mi amor, usted no está muerta, mientras mamá esté aquí; contigo no te vas a
morir, nada te va a pasar, mamá te protegerá, mamá te...
-Mamá, no, mamá brava, mamá brava, mamá no... mamá mala, mamá, ¿por qué?,
¿por qué?, mamá miedo... mamá grande, grandísima, mamá mucho miedo...
-Vicky, por favor, mi amor, no empieces de nuevo con eso...
-Mamá mala, mamá mala... mamá puede, puede, puede... Yo no puedo, no puedo, yo
tonta... soy tonta...yo no puedo...
-Te lo repito Vicky, no me insistas con esas majaderías, no estoy dispuesta a continuar
con estas absurdas discusiones, suficiente castigo es estar en este hospital asqueroso,
soportando las miradas de las demás personas que nos ven como bichos raros.
-Mamá, mamá...miedo...tengo miedo...te tengo miedo...mala...
-¿Como podés ser tan cruel conmigo, Victoria? yo no he hecho más que tratar de hacer
lo mejor que he podido...Siempre te he dado lo mejor...Nunca te he abandonado...Ni siquiera
cuando me has roto la vida...Eres lo único y lo que más he querido en toda mi vida...Y tu eres
tan cruel conmigo...sabes como derrumbarme mejor que mi peor enemigo...
-Yo quiero, te quiero... Mamá muy duro, es muy duro... Pero yo siempre muy torpe...
-Nunca te superaste porque no quisiste, yo te di todas las oportunidades de la vida...En
cambio elegiste ser una mediocre, una estúpida...

-Mamá, la inteligencia no estaba en la escuela... Yo nací tonta... tonta...tonta....Mamá


no aceptó una hija tonta...
-Pero como me iba a resignar, uno se resigna a una enfermedad, pero no a la
mediocridad, si te lo di todo, lo tenías todo para llegar bien alto... pero nunca te dio la gana,
tanto me has odiado que te propusiste ser lo más bajo que podías, tu única meta era
restregarme en la cara mi fracaso...
-Mamá me botó a la basura, yo no era un genio, mamá no quería hija tonta... me botó
a la basura...Mamá me mató primero, Victoria se murió después...
-¡No digas eso!, no te lo permito. Yo nunca te mandé a hacerte puta. Fuiste vos la que
te empeñaste en convertirte en una basura solo para ridiculizarme, yo no se cómo has podido
odiarme tanto como para obligarme a verte en un putero, rodeada de borrachos asquerosos y
malolientes...Disfrutaste horrores viéndome degradada...Como has debido gozar ese día que
logré dar con el maldito putero donde estabas pudriéndote...
-trabajando, trabajando, trabajando...
-¡Cállate, Victoria por Dios! No me ofendas, ya bastante calvario has hecho de la vida
mía...Pero es que hay que ver como has podido encerrar tanto odio en ese cuerpo tan pequeño
y delicado... Eres una tormenta de furia, Victoria, un Huracán de rabia, de destrucción...
-Amarrada...solo así no destruyo... solo así no me destruyo, es que no puedo
destruirla, Victoria no puede destruir a mamá, quiero pero no puede porque Victoria quiere a
la mamá, por eso me destruyo yo...decargar la rabia contra mi misma...
-¿Crees que no siento tu deseo de destruirme?, lo que no entiendo es por qué no te
destruyes o me destruyes de una vez por todas y acabas con esta eterna agonía... Yo nunca te
quise hacer daño, ¿por que te afanas tanto en desquitarte conmigo? Ya no te queda sangre ni
carne, ese maldito virus te ha comido toda, cómo puedes seguir viva después de tanto tiempo,
sólo tu febril deseo de vengarte de mi te puede mantener respirando...es tu deseo de hacerme
mierda lo que te mantiene con vida... ¿No te han bastado los 22 años que tienes de odiarme?...
-El odio une más que el amor, más que el amor, mucho amor...
-Vicky, mi vida, ¿por qué no me puedes perdonar?, ¿por qué ha tenido que ser todo
así tan violento, por qué tanto odio?...
-Porque Vicky ama a mamá y mamá ama a Vicky...
-Yo siempre traté de hacerlo todo por tí, dejé un pasado, me casé con tu padrastro, le
he aguantado hasta lo inimaginable todo sólo para que nunca te faltara nada...
-Amor... mamá...amor...
-Maldición Vicky, ¿Crees que es tan fácil amarte? ¿Qué podía hacer yo? si eres hija
mía, eres carne de mi carne... yo, la persona que más he odiado en mi vida, como podía amar
algo salido de mí... Yo que lo menos que he sentido de mi es azco... Toda una vida me he
odiado, he tenido que soportar mi mediocridad, nunca haber podido ser todo lo que siempre
soñé que llegaría a ser...Por cobarde, por miedosa o por lo que fuera...tener que conformarme
con ser una vulgar y sonriente ama de casa, Vicky, yo que estaba segura de tener el talento
para ser cualquier cosa... ¡verme condenada de por vida a un gancho y una escoba!... -Como
si yo fuera una idiota más... Y tenerme que casar con el imbécil de tu padrastro con tal de
darte un hogar y una familia estable, para que tu sí llegaras bien alto... Victoria, Yo me morí el
día que me casé con ese idiota, ese día le vendí el alma al diablo, pero no me importó,
importabas tú, Vicky, que tuvieras todo lo necesario para llegar bien alto... que no tuvieras
una sola excusa, tu sí podrías poner nuestro nombre en alto... ¿Te das cuenta? Todo mi
sacrificio, toda mi vida echada a perder pero con la esperanza de que valiera la pena,
¡semejante sacrificio! y mira tu lo que hiciste con todo ese sacrificio, pasartelo por el culo, no
te importó lo que yo pasé...
-Victoria nunca pidió nada...Victoria solo quería respirar...
-¡Cállate idiota!, que fácil decir que no querías nada después de haberlo tenido todo...
Nada te costaba haberte esforzado un poquitito, haber tratado de complacerme, de aliviar el
asco por mi misma; pudiste haber llegado muy alto, era solo un poco de esfuerzo...Pero en
cambio, te dedicaste con artística minuciosidad a restregarme todo mi pasado, todo lo peor de
mí, en la cara. No te perdiste ni un solo detalle, todo tu talento lo dirigiste hacia tu capacidad
de destruir...Te convertiste en un saco de torpezas y defectos, en una horrible masa amorfa de
mediocridad, en un monumento al asco...te convertiste en otra yo... ¡Dios mío Victoria! yo no
ocupaba ningún espejo, lo menos que ocupaba era una gemela que me persiguiera por la vida
arrastrándose detrás mío; escupiéndome en la cara mis defectos... no importaba cuanto yo
corriera siempre me alcanzabas, no importó donde me escondiera siempre me encontraste, te
convertiste en mi pesadilla viviente...
-Victoria no puede hacer bueno, Victoria es mala...Victoria no es fuerte, Victoria está
manchada...
-Victoria, ¡eso está prohibido decirlo!. Habíamos pactado que de eso nunca más se
hablaría...Además cuando se hizo, era necesario, pensé que era lo mejor, ¿como iba a dejar
que se te truncara la vida con 15 años? eras una chiquilla tonta, no sabías lo que hacías...
-Gran mamá, gran mamá, mamá puede, mamá puede...
-Búrlate Victoria, anda búrlate, supongo que eso te ayuda a mantenerte con vida, si a
lo que tienes le puedes llamar vida, yo sé que no soy tan fuerte como siempre digo y hago creer
a los demás, pero cuando se ha tratado de tu bienestar nunca me he permitido ser débil, a mi
también me dolió tomar la decisión, pero más me iba a doler verte la vida arruinada a los 15
años... ese tipo no te convenía, Victoria no importa lo que digas ahora..
-Amor mamá, amor... Santiago, amor, Santiago amor...
-No seas tan ingenua, Victoria por Dios, el amor no se come, no se puede usar, no nos
da abrigo, lo que sentías no era amor, era una obsesión enfermiza que con el tiempo se te iba a
pasar y un día te ibas a despertar con un mocoso en el regazo abandonada por el tal Santiago;
y sin posibilidad de rehacer tu vida... Victoria, tu te merecías algo mejor, mi vida, tu eras
linda, clara, pura, llena de inocencia, te merecías lo mejor del mundo; él no te convenía... pero
estaba tan obsesionado por tí que no me dejó más opción...
¿Te das cuenta Victoria? yo no quería llegar a ese extremo pero el lo provocó todo, el provocó
su propia aniquilación.
-Mala, mala, mala... Mamá muerte, mamá muerte, mamé muerte...
-¡Victoria, te prohíbo que me faltes al respeto una vez más!... ¡Mierda!...total... hazlo si
te apetece... total, ya más daño no me puedes hacer... No sé ni para qué te hago caso... si al fin
y al cabo estás completamente trastornada... Ojalá estuvieras cuerda para que sufrieras lo que
yo sufro...y te vieras el cuerpo cubierto de llagas, los ojos saltados, casi calva, cadavérica... Te
pegarías un balazo si te vieras... o me lo pegarías a mí...Pero no, cobarde, no soportaste
escuchar a los doctores cuando te dijeron lo que tenías, encontraste más fácil refugiarte en la
locura, desconectarte, ¡qué cómodo Victoria! qué fácil...De esa forma te aseguraste que no te
iba a dejar ni un momento, iba a ser tu testiga, tu cómplice... tenías que traerme como
espectadora de tu nefasto espectáculo, tenías que dedicarme cada acto de tu número, me
necesitabas para actuar, yo soy tu audiencia Victoria, y tu la actriz feliz que me baila y me
baila al frente, gozosa de ver cómo sufro, cómo me voy consumiendo poco a poco, cada día
que te vas muriendo lentamente...
-Mamá, ¿De veras creíste en algún momento que yo me iba a ir sola, que me iba a
morir y te iba a dejar aquí? Nosotras no nos podemos soltar, entiende, la furia que nos une es
demasiado intensa como para poder soltarnos...
-Idiota, sos capaz de sacrificar tu propia vida, de morirte, con tal de vengarte de mi,
con tal de hacerme pagar por todo lo que te he hecho...Pero qué bruta sós, no te das cuenta
que la que se muere eres tú, mientras que yo me quedo aquí... Yo sigo viva...
-Sí mamá, si le puedes llamar vida a eso que te queda...

Ojo: en victoria se puede uno centrar en dos polos, primero l amor limpio que ella siente y que
la madre enoja, pues ella se ha vendido, por despecho y no quiere creer e el amor, y el otro eje,
seria el deseo que tiene victoria ahora por morirse, la mama con todo el amor y como todo
padre amoroso trata de salvarla, pero realmente es un acto agresivo, pues le ha hecho mierda
la vida y ahora no la va a dejar escaparse asi de facil del ierdero que ella le ha puesto, asi
salvarla seria tenerla siempre pagando y sufriendo en este mierdero, y ella (Victoria) la unica
salida que tiene es la muerte, no quiere quedarse aqui, aqui no tiene salida, la madre la ahoga,
para esto me debo ir a la discusion del olor de los cerezos, y a que el peon de steve esta
enfermo y tenra una operacion peligrosa, steve se preocupa muchisimo para que no se muera,
para que no se deje ir, y uno se pregunta para que, tal vex el senor quiera irse, pero steve no
lodeja, porque lo quuiere o porque lo odia?. Este pregunta debe quedar al final de este
cuento.
Henry Pérez M.

SALVAVIDAS

-Mamita escúcheme, mire... no se tire, ¿no ve que está muy joven y con toda la vida por
delante? Mamita, no hay problema que no tenga solución. Papito, usted que está predicando,
vaya rápido llame al psiquiátrico, dígales que la loca del bulevar se subió a la esquina de
Radio Monumental y se quiere tirar.
-Que se quite, vieja impertinente, quítese de ahí o la voy a pringar toda de sangre
cuando caiga de pichaso.
-De aquí no me mueve nadie, mamita, yo a usted la salvo cueste lo que cueste, cómo se
va a tirar, pero mire usted tan joven, mamita ¿que es que no tiene ilusiones? usted sabe,
mamita, un marido, una casita, unos hijos...
- ¡Marido!... ¡Hijos!... ¡Bonitas ofertas! Ya se lo dije, se quita o me la llevo en banda, a
mi que me importa.
-Hermana, hágale caso a la señora, la palabra de Dios dice que dichosos los que sufren
porque de ellos será el reino de los cielos.
-Solo eso faltaba ¡un predicador en un suicidio!, quítese usted también, sino quiere
salir pringado.
-Mamita, yo sí la entiendo, mire voy a subir a conversar con usted, los muchachos de
la radio me van a ayudar a subir por las escaleras de emergencia.
-Qué vieja más necia, ya le dije, yo no quiero que me salven, yo lo que quiero es que me
abran campo, para dejarme ir de hocico de una vez por todas.
-Pero muchacha... ¿en que dirección está? ¡ah sí, hacia allá! mire, la vida tiene sus
cosas bonitas ya ve, usted me ha visto desde hace años, bordón en mano, pidiendo en esta
esquina y nunca me he quejado, gracias a Dios que ahí tengo a mi mamacita viva, a pesar de
tantas enfermedades que ha pasado.
-Usted se calla ciego imbécil, claro, como usted no se puede ver. Pero se viera, si usted
tan solo se hubiera visto algún día la cara de desesperación con que nació se hubiera pegado
un balazo desde ayer.
-Mamita, mire quien llegó, es la doctora del psiquiátrico, doctoooora hoooola, mire
véngase para acá arriba, ayúdeme a convencer a mamita de que no se tire. Mire mamita, que
bonita la doctora con su buena gavacha impecable, mírela tan profesional, tan
felíz...Predicadooor, entre usted y el ciego ayúdenle a la doctora a subir, sí sí, suban ustedes
también, entre todos podemos convencer a mamita para que no se tire.
-Señorita, mire déme un momentito, yo soy la doctora Rosales, mire si usted me dá un
momento yo le aseguro que yo sí la puedo salvar. Ya voy para arriba, estos dos señores me
están ayudando a subir...¡Ay! que se me resbala el cieguito, mire señor usted por qué mejor no
se queda abajo y usted también, predicador mejor yo subo solita.
-Hermana, entienda, yo no lo puedo evitar, la palabra de Dios me exige que salve al
prójimo. mi deber es salvar a esta pobre oveja descarriada.

-Salvar, o maje más comemierda que chiste, yo no ocupo que nadie me salve y menos
ustedes los religiosos; ustedes lo que han hecho es engañar a la gente para que se quede en este
mierdero, prometiéndole que si se portan bien ahora; van a recibir un premio en el más alla.
Parecen a una mamá cuando sale con los chiquitos a hacer mandados. ¿No se dan cuenta que
no somos más que un poco de condenados a muerte en un campo de concentración? ¿Dónde
está el sentido de todo esto? ¿Para que tanto esfuerzo para vivir? Para que más tarde todo se
acaba de un solo guamazo. Para qué querer a alguien si de por sí algún día nos lo van a
quitar, maridos, hijos, padres, amigos; los amores son una trampa, un engaño que el cabrón
de Dios nos pone para que nos quedemos aquí, para que nos aguantemos este mierdero, el
sabe que un amo sin esclavos no es amo. El solo piensa en el mismo, nos necesita aquí como
peones para el sentirse patrón. Como el dueño de un perro nos tira carne para vernos
contentos, luego nos la quita para enojarnos, y nos hace rogarle hasta que a él le dé la gana
devolvérnosla, pero hasta después de que el perro ha tenido que rogarle por horas o días. A su
antojo y capricho nos da, nos quita, nos encierra, nos enferma, nos sana, nos saca a pasear,
nos mata, todo acorde a su propio y egoísta antojo. Pero yo no le voy a dar gusto, un amo sin
esclavos no es amo, un dueño sin perro no es dueño... Por eso me mato, salado Dios se va a
quedar sin un esclavo, ahora va a ser un poquito menos amo.
Pero, ¿es que ustedes no se han fijado en los ojos de los seres humanos? si uno mira
profundamente se da uno cuenta de que andan como una manada de toros a los que tienen
pastando mientras les llega el momento de llevarlos al matadero, ¿No les han visto los ojos
asustados, aterrados de no saber qué hacen aquí, ni que es lo que se supone que deben hacer
aquí?... Huyendo siempre de el miedo hasta llegar al otro extremo, al dolor; solo para
descubrir de que no hay escape pues ambos extremos son uno solo... Ojos de bestias que no
tienen ni la menor idea de lo que está pasando aquí, solo corren hacia donde se les dice que
corran, porque sólo el arriero es el que sabe hacia dónde deben correr.
Pues conmigo Dios se va a joder, yo no le hago más el juego, que siga manejando a
todo este poco de imbéciles, que se regocije de ver a los pobres rogándole, pidiéndole
misericordia, rogándole a ver cuando a Dios le da la gana tirarles alguna migaja.

-Papitos, papitos... sí, sí todos ustedes abrannos campo para no pringarlos... pues
cinco de un solo pichazo, como dice mamita aquí a la par mía, va a llegar la sangre hasta la
esquina del Correo.
LA LAGRIMA DE ERNESTO
Ernesto, amor mío,
mientras yo tenga cara,
siempre tendrás un lugar
donde sentarte, vuelve.
Tu Magda.

Ernesto se quedó inmóvil, desnudo y en cuatro patas sobre la cama, un dolor


ensordecedor le invadió toda su existencia, se le paró la respiración; volvió los ojos en blanco,
apretó la cara tratando de retener el grito desesperado que le nacía desde sus entrañas y
amenazaba con salírsele de la garganta en forma de un aullido desgarrador y desesperante...
se quedó quieto como esperando a que le pasara rápidamente toda la descarga de este
insoportable dolor que se le originaba en su ano y se extendía hasta su boca. Lo único que este
agudo dolor le permitió hacer, fue dejar escapar una solitaria y redondita lágrima, amarga y
perezosa de su ojo derecho, que con desenfado y como a quien no le precisa nada, rodó por la
mejilla de Ernesto, contraída por el dolor. Detrás de él, su pareja miraba, con susto y con
mucha culpa por el dolor que le acababa de inflingir, a su adorado esposo.

A Ernesto se le olvidó que él mismo era el que lo había iniciado todo; tenía varios
meses de adevertírselo a su esposa, de recordarle que cuando el sexo se convierte en rutina,
como decían los expertos, el matrimonio se iba a pique. Sabía cómo se ponía Magdalena de
angustiada de siquiera pensar en la posibilidad de un fracaso matrimonial, ya ella había visto
todas las críticas que hasta su propia mamá les había hecho a sus tres hermanas cuando sus
matrimonios, por culpa de ellas, habían fracasado.
Pero Magdalena, conservadora como siempre, no se atrevía a salirse de aquella misma
posición tradicional que adquirió para siempre, sin darse cuenta, el día en que Ernesto la
metió debajo de aquel puente, ambos con temblores adolescentes, y le subió las enaguas, le
bajo los calzones para meterle aquella cuestión de carne que le colgaba entre las piernas.
Tiempo después, con cinco hijos a la cola y quince años de matrimonio, la hendidura
de Magdalena no le provacaba ya los mismos calambres que le provocara a Ernesto esa
primera tarde debajo de aquel puente.
Pero Magdalena estaba dispuesta a luchar por su matrimonio, y trató de abrirse a los
cambios y convertirse en la mejor alumna para Ernesto, quien no tuvo la mínima dificultad en
asumir la posición del exigente profesor ante quien el alumno nunca tiene un desempeño
suficientemente satisfactorio; pór lo cada vez se le tiene que pedir más.
El primer cambio fue probar nuevas y exóticas posiciones de revista.
Cada lección era desarrollada por Magdalena con exquisito esmero, pero ante la
mirada insatisfacha del profesor, valiente como era y no estando dispuesta a darse por
vencida; acababa la jornada prometiéndole a Ernesto un mejor desempeño para la próxima.
Pero por mayores diferencias que tengan, las posiciones terminan siempre aburriendo:
No importa de que forma se acomode, siempre una mujer será sólo un par de extremidades,
tronco y cabeza.
Ernesto estaba aburrido. El matrimonio podría estar en peligro. Fue justo cuando
dos buenas vecinas le dieron a Magda unas recetas afrodisíacas, infalibles, para incendiar
amantes congelados por la rutina.
Pero después de algunas veces, las inmunizadas hormonas de Ernesto no respondían
ya a las exquisiteces, más que al gallo pinto de las mañanas.
Fue entonces cuando vino el uso de ropa interior exótica, las cenas con candelas, los
pérfumenes echizadores, los jueguitos placenteros y demás consejos dados por la experta
madre de Magda como respuesta a la angustia de su hijita, al ver su matrimonio hundiéndose
más y más en la costumbre.
A su marido nada parecía complacerlo. Nada era suficiente.
Pero unos días más tarde el Dios de las ideas se le apareció a Ernesto incitándolo a probar
sexo oral. Magdalena no se hizo rogar, inmediatamente, con cara sonrojada y boca llena lo
complació.
Muy pronto Ernesto cayó preso de la moda; quería sexo anal, Magdalena sin tiempo
de pensar si quería ser moderna o no, recordando lo que había dicho el psicólogo de teleclub
sobre la infidelidad y su principal origen en la insatisfacción de los esposos en el hogar, se
sorprendió al encontrarse de la noche a la mañana, galopando sobre aquella cuestión de carne
que tanta satisfacción le producía a su querido esposo y que tanto malestar le causaba a ella,
sobretodo la mañana siguiente en el inodoro...
Semanas después y producto de uno de esos programas educativos donde se habla de
sexo abiertamente y con tanta franqueza se le ocurrió a Ernesto su nuevo capricho: quería
que Magdalena le lamiera el culito; su esposa y alumna fiel, por primera vez, desde iniciada
la carrera hacia la liberación y modernización sexual titubeó, no por razones morales, al fin y
al cabo la moral nunca ha salvado un matrimonio, trataba de convencerse...sino por razones
higiénicas, concretamente temía que le fuera a resultar demasiado desagradable chupar tan
innoble y despreciada zona corporal.
Pero su sexto hijo, Ernesto, no cabía de la emoción esperando a que Magda se
decidiera y le diera el sí. Hasta que la noche del Sábado llegó y no lo pudo posponer más, a
Ernesto le brillaban los ojos con malicia ante la expectativa del nuevo caprichito en el catálogo
sexual de la pareja.
Magdalena, por primera vez no estaba tan convencida de lo que estaba por hacer, aún
estando ya detrás de aquellas nalgas morenas y peludas de su tesoro en cuatro patas sobre las
sábanas limpias del lecho conyugal, tragó saliva, sacó la lengua y acercó su cara con
inseguridad hacia la hendidura en medio de las dos colinas carnosas y redondas de su marido;
y luego de esquivar uno que otro pelo posó la punta húmeda y roja de su lengua sobre las
arrugas carnoso en círculo que formaban el ano de su marido.
Magadalena sintió de inmediato el cuerpo, inmenso y pesado de Ernesto, estremecerse
de principio a fin respondiendo sin disimulo, a su tímido primer lenguazo.
Pero cuando retiró la lengua y la depositó bajo su paladar, percibió con profundo
desagrado un molesto sabor amargo que la hizo arrugar la cara y esforzarse para no vomitar.
Un metro adelante un Ernesto impaciente y con la piel todavía de gallina por el escalofrío, le
pedía con desesperación que no se detuviera ni un minuto.
Pero Magdalena le pidió un poco de consideracón ante lo cual Ernesto voló a la cocina
oscura y, a tientas, sacó de una gaveta llena de chunches de cocina, de cuadernos de tareas y
demás materiales escolares de los niños, un pedazo de plastico, de los que se usan para
envolver alimentos. Recobró su posición e indicó a Magdalena como ponerlo sobre la zona a
ser tratada y la persuadió a pasar su lengua sobre la misma con furia y sin remilgos.

Ya sin sabores amargos, la faena no resultaba tan acongojante para el paladar y la


lengua de Magdalena, por lo que su entusiasmo aumentaba con facilidad al sentir las
respuestas, en el cuerpo de Ernesto, a sus lenguazos violentos y acaparadores sobre la zona
anal de su tesoro.
Ante cada lenguazo de Magdalena, Ernesto respondía con un suspiro y un
estremecimiento que hacía traquear el lecho matrimonial. Magdalena, al ver la entusiasta
acogida de su esposo a sus lenguasos, no podía menos que entusiasmarse más y porpinarle
mejores embestidas cada vez que arrimaba lengua, naríz y mejillas al tibio plástico que cubría
la inmenza fuente de placer recien descubierta de su maridito.
Cada vez que los lenguazos embestían con mayor violencia, los suspiros de Ernesto
aumentaban en intensidad y frecuencia, los temblores de su cuerpo y la piel de gallina se
volvían uno con los traqueos de la cama, las gotas de sudor pringaban las sábanas con
violencia cada vez que Ernesto le susurraba con mayor desesperación algo que Magdalena
sumergida entre sus nalgas no lograba captar. Hasta que en un grito de absoluta
desesperación Ernesto levantó su cabeza y le grito a Magdalena: -Mujer, que me quites el
plástico ya, estoy a punto de regarme, meteme rápido el dedo para venirme bien rico!
Magdalena fiel y buena alumna como siempre jaló el plástico tan rápido como su mano se lo
permitió...

El cuerpo de Ernesto dejó de bambolearse de un solo golpe violento y seco. Se quedó


inmóvil, sin respirar, los ojos en blanco y la cara apretada, un centímetro que se moviera y
sabía que se desmoronaría del dolor. Un dolor de fiera herida, tan grande como la vida. Los
dientes apretados, la lengua contra el paladar, la garganta hecha un nudo, las manos y las
piernas rígidas, el estómago atravezado por la intensa corriente de dolor que le cubría el
trayecto desde el ano hasta la boca. Magdalena, detrás de el, con ojos de sorpresa muy
abiertos y una expresión de susto en la cara, solo vió, allá adelante, como cayó una silenciosa
lágrima de su esposo desbaratándose en mil preciosas lagrimitas transparentes, al chocar
contra la almohada; para volver su vista atónita hacia el pedazo de plástico adhesivo que tan
abrupta y dolorosamente acababa de arrancar del culo de su marido.

Henry Perez M.
LO UNICO QUE YO QUERIA ERA UN POLVO
Lo único que yo quería era un polvo...nada más...Yo no sé que fue lo que me pasó...qué
fue lo que me falló; si yo... yo podía haber sido alguien, yo tenía muchos talentos... era un
polvo nada más lo que andaba buscando, solo un poco de sexo, ¿qué tiene de malo? Solo un
polvo, eso era todo lo que yo quería.
Es que cuando uno es adolescente, el horizonte mide la distancia que separan las tetas
de las muchachas.
Sólo recuerdo que algunos años atrás, cuando todavía no había dejado de ser niño;
amanecí un día con algo caliente y duro sobre la pelvis. Desde ese día no volví a tener paz
pues la sensación era al mismo tiempo placentera y dolorosa. Me estorbaba...estorbaba a mis
planes, yo que a tan temprana edad ya tenía muy bien decidido que iba a ser de mi vida... yo
que estaba dispuesto a poner mucho esfuerzo, todo el que fuera necesario; con tal de llegar a
ser todo lo que siempre había soñado.
Hasta entonces las cosas habían sido sencillas, todo había sido muy fácil, hacer las
tareas, hacerle caso a papá y mamá comer y dormir.
Pero desde que amanecí con eso entre las piernas la vida ya no pudo volver a ser la
misma. Por más que tratara de ignorarlo, el deseo era tan fuerte, las ganas tan insistentes,
que siempre terminaba rindiéndome a sus llamados y prestándole atención.
Para empeorar la situación, descubrí que éste no era un deseo como los que hasta
ahora había conocido, como comer y dormir, deseos con los cuales yo tenía en mis propias
manos la solución, no ocupaba a nadie para satisfacerlos. Este nuevo deseo, surgido en la
puerta de mi adolescencia, no lo podía satisfacer yo solo, me di cuenta de que necesitaba a
alguien más. Por más y más que tratara de ignorarlo, sencillamente no se podía, estaba ahí,
en medio de mis piernas, gritando presente cada mañana apenas me despertaba... Un día
nuevo, y de nuevo esa mezcla de dolor y placer que me pedía ayuda... no importa cuanto lo
ignorara.
Me decidí a buscarle solución al problema, para que éste me dejara en paz de una vez
por todas, para poder sin mayor obstáculos continuar adelante con mi vida y mis proyectos.
No podía esperar la hora en que finalmente probara eso que tanto había oído y que
según me decían, sería lo único que me calmaría esa extraña sensación: su majestad el sexo.
A ella la conocí en un baile del colegio, ni fea ni bonita, me propuse que sería esa la
mujer que me curaría las erecciones. Tres horas después ya el baile se había acabado y yo no
me la había podido llevar a la cama.
Salimos el próximo fin de semana, yo no estaba seguro si quería volver a verla, pero
cada mañana de esa semana la erección que me despertaba me pedía a gritos que la vaciara
en alguien.
El fin de semana salimos, ante mis continuos ruegos de irnos a algún hotel a soltar las
ganas, ella me respondía, que no se acostaría con alguien que no fuera su novio.

El próximo fin de semana ella salió con su flamante novio de la mano. Anduvimos por
el parque esperando que fuera la noche para irnos a revolcar en cualquier cuartucho... Para
ella era demasiado pronto. ¡Qué mierda? pensé; esto está tardando más de lo que yo
pensaba.
Pasaron varios fines de semana antes de que finalmente pudiera descargarle todas las
aguas que se me habían acumulado después de tantas noches de tormenta entre las piernas. Y
me alivió. Mucho más de lo que me había imaginado. Por fín logré arrancarme todas esas
sensaciones que se me sacudían por todo el cuerpo y que no me dejaban concentrarme en
todos los planes que tenía para mi promisorio futuro
Pero la mañana siguiente y ante mi más absoluto asombro; de nuevo estaba ahí, mi
más acérrima enemiga: La erección dolorosa y pidiendo de nuevo satisfacción. La cretina,
como si no me hubiera costado un montón de tiempo, dinero y esfuerzo haberle dado gusto la
noche anterior, pero ¿que se creía? esta glotona, todo lo que había tenido que esforzarme para
satisfacerla, todas las horas de planeamiento, todas las salidas, los esfuerzos para enamorarla
a ella, las estrategias para escaparnos a escondidas de sus padres, ¿nada había valido la
pena?. Como se le ocurría, aparecerse de nuevo la mañana siguiente, cuando yo ya estaba listo
para retomar las riendas de mi vida ¡qué descarada!. Y yo que pensaba terminar con mi
novia al día siguiente. Ya no la necesitaba, había planeado darle las gracias y largarme de este
maldito pueblo para siempre a perseguir mis planes, acariciados con tanto cariño y por tanto
tiempo. Llegar a ser alguien importante, realizarme, sentirme orgulloso de mí mismo,
trascender, no ser uno más que nace, crece, se reproduce y muere, en este maldito pueblo de
mierda.
Pero por lo que veía, una vez no fue suficiente para aplacar esa maldita enfermedad
que me surgía de nuevo cada día y que se posaba altanera y dominante sobre mi pelvis. Así
continué saliendo con ella, un fin de semana tras otro. Depositándole, cada sábado las ganas
acumuladas a lo largo de toda la semana de espera.
Pero, le erección no se iba, insistentemente por la mañana siguiente aparecía de nuevo
orgullosa e invicta. Cada vez que amenazaba con no hacerle caso, con dejar el maldito
pueblo, la incípida novia y lanzarme a seguir mi futuro, mis sueños, mis esperanzas, me
parecía escucharla en sueños, amenazante y tiránica: ¿Y que vas a hacer mañana cuando
surjan las ganas, cuando se te caliente el cuerpo, cuando yo te pida a gritos que me calmes,
qué vas a hacer si ella no va estar ahí para quitarte este tormento?. Fue en ese momento
cuando empecé a sospechar que tratar de complacer al deseo era como complacer a una
mamá: no importa cuanto uno se esforzara por satisfacerla, nunca sería suficiente.
Dudé muchas veces, intenté dejarla otras tantas, pero siempre las ganas fueron más
fuertes que la voluntad y un día ante el temor de perder a la que calmaba mis ganas me la
llevé para la iglesia llena flores, familiares y amigos y nos casamos.
Todavía tenía esperanzas que al poco tiempo estaría lo suficientemente satisfecho el
deseo, como para irme y continuar con mi vida, con el plan que había trazado con tanta
ilusión desde niño, me iría a recorrer el mundo, a ser todo lo que muy dentro de mí sabía que
podía llegar a ser.
Pero las ganas no se iban, pasaban los días, las semanas y los meses y seguían
apareciendo, era como tratar de hundir a un corcho. Por más adentro que yo lo metiera,
siempre volvía a aparecer después.
Preocupado, traté varias veces de hacer todos los esfuerzos por aniquilar
completamente en una noche, y de una vez por todas, las ganas, agotar los cuerpos hasta el
máximo; con tal de sacar el deseo desde raíz y que de una vez para siempre me dejaran en paz
para poder, una vez liberado para siempre de las ganas, lanzarme a conquistar el mundo, a
desarrollar mis talentos.
En esos días en que tanto me esforzaba por sacar las ganas de raíz, amanecía al otro
día con la sorpresa de que la erección se había ido, ¡Me curé! gritaba emocionado ¡me curé!
¡por fin soy libre, por fin me he logrado curar de este mal que estado padeciendo desde la
adolescencia!. Y lleno de júbilo empezaba a alistar maletas, sintiendo que por fin el día había
llegado, lo que siempre me había amarrado a este pueblo y a esta vida de desesperanza y
descontento conmigo mismo, me había dejado en paz. Dormía con la maleta lista y la
sonrisa de esperanza en la boca esperando que amaneciera y largarme para siempre de esa
vida conformista y estancada en la que había caído, desde la adolescencia, víctima de esa
enfermedad que se me había desarrollado al final de la pelvis.
Pero a la mañana siguiente, el día en que ya me marcharía; ahí estaba de nuevo,
triunfante, victoriosa, erguida, llena de sangre y vida, insolente pidiendo a gritos satisfacción,
como si nunca hubiera recibido alguna.
Así empezaron a pasar los meses y los años, esperando que se quitara, que se gastara,
que se fuera, esperando a que se descuidara para yo escaparme, para largarme de una vez.
Pero nada...Siempre estaba ahí, nueva, cada mañana, hasta virgen se podría decir, cada
mañana nueva...sin importar si había sido satisfecha la noche anterior, eso no importaba, era
persistente, necia...
Sin realmente darme cuenta, los días fueron pasando y me empezaron a salir canas,
barriga, cansancio, aburrimiento, hijos, nueras, yernos, nietos, arrugas, otras enfermedades,
achaques de viejo, aburrimiento...
Al tiempo nunca le importó si el deseo se satisfizo o no, continuó pasando inexorable,
orgullosos, altanero, el pueblo se fue haciendo viejo, estéril, monótono, los hijos se fueron, la
esposa se murió, solo me quedan estas ganas marchitas y este montón de sueños
insatisfechos...
Lo único que yo quería era un polvo...nada más...Yo no sé que fue lo que me pasó...qué
fue lo que me falló; si yo... yo podía haber sido alguien, yo tenía muchos talentos... era un
polvo nada más lo que andaba buscando, solo un poco de sexo, ¿qué tiene de malo? Solo un
polvo, eso era todo lo que yo quería.
AMOR DEL BUENO

A doña Amapola Alfaro la enterraron hoy, dos policías, en una esquina del cementerio
municipal, después de haber removido unas cruces, que ya de viejas ni se sabía a quien habían
pertenecido. Nadie, ningún pariente ni conocido respondió a los anuncios en la prensa, puestos
por la policía, desde hace tres días. Los doctores no encontrando ninguna otra causa, dieron el
único e inequívoco diagnóstico que se le tenía que dar: Murió de tristeza.
Ninguno de los policías supo que hace varios años la condenaron a 20 años de prisión
por homicidio premeditado contra su marido; ni nadie le creyó, entonces, cuando contestó
que lo había hecho por amor. Ni el juez ni los abogados supieron que ella lo amaba más que a
nadie en la vida, que lo necesitaba más que a ninguna otra persona en el universo. Que su
Jorge era lo único que ella tenía en el mundo; había sido el hombre que ella siempre había
soñado, aquel hombre que la llegaría a necesitar casi como al aire; aún desde sus tiempos de
aplicada estudiante de bachiller.
Nadie supo que Jorge se le había aparecido en la vida en el momento de mayor
desesperación; justo cuando ya casi había perdido la esperanza de que alguien la extrañara
cuando ella se fuera para el trabajo, cuando ya casi había renunciado a la idea de que alguien
le dijera "Te necesito"; cuando ya casi se había dado por vencida de encontrar a ese hombre
que tanto había fabricado en su solitaria imaginación, tantas y tantas noches dando vueltas en
la cama, soñando con el premio que Dios le debería de dar algún día, por haber siempre hecho
lo correcto.
Tampoco se enteraron que el día que se graduó de bachiller, le corrieron dos
lagrimillas tímidamente por la mejilla, al dedicarle, en silencio, el título a sus papas en el
cielo, que orgullosísimos deberían de estar sabiendo todos los esfuerzos que había tenido que
hacer su hija para estudiar la secundaria, y sobrevivir de lo que sus compañeros y profesores
le regalaban para el almuerzo.
Nadie se dio cuenta de la felicidad que sintió el día que la nombraron maestra en una
escuelita marginal con 27 chiquillos malcriados y moquientos, a quien Amapola trató con un
amor y una dedicación que ellos nunca habían conocido. Aún cuando ni el trabajito ni los
niños lograban apaciguar ese inmenzo mar de soledad que le oleaba, con furia, a Amapola por
dentro, día tras día, dondequiera que ella fuera.
Ninguno de los vecinos de la casita que se había logrado comprar en los barrios del sur,
se enteró la noche de aquel Sábado que Amapola estaba, como las noches de todos los
Sábados, viendo aburridamente la televisión, inmensamente sola en la sala de la casita sin una
planta, ni un gato, ni un perico, cuando sonó el timbre de la puerta y Amapola y sus cuarenta
años salieron a ver quién tocaba la puerta de su casa un Sábado a las once de la noche.
Ninguno de los santos que tenía en las paredes, ni el corazón de jesús, ni la virgen de
los Angeles que tenía con velas día y noche oyeron, esa noche, los gritos que pegaba doña
Amapola Alfaro cuando el asqueroso drogadicto, que se le había metido a la fuerza por la
puerta, la estaba violando en el patio trasero donde ponía a secar los tres vestidos que usaba
para ir a la escuela entre semana.
Aunque todos los vecinos se extrañaron a las semanas siguientes cuando empezaron a
ver a doña Amapola, con ropa nueva, que salía todos los días al supermercado, sonrisa en
boca a comprar comida para dos. Nadie se imaginó que en la cama, hasta hace unas semanas
solitaria, de Doña Amapola, reposaba amarrado el cuerpo del que una vez fuera el asaltante y
violador más peligroso de los barrios del sur.
Pero que hoy, por decisión unilateral de Amapola se había tenido que convertir en su esposo,
después de una humilde ceremonia ante el corazón de jesús, y con las imágenes de San
Antonio y Santa Clara como padrinos.
Nadie se imaginó nunca las noches de pasión que pasó Amapola al lado de su Jorge a
pesar de que éste escupiera al suelo cada vez que la cuarentona le revolcaba la lengua entre
sus encías hasta querer llegarle a la garganta; y a pesar de los frecuentes intentos de huida de
Jorge apenas Amapola se marchaba cada mañana para la escuela.
Ni se imaginó, el boticario que le vendió el arsénico a Amapola, que fueron esos
repetidos intentos de huida de Jorge los que la hicieron empezar a darle pequeñas cantidades
en las comidas, apenas lo suficiente para debilitarlo, como cortarle las alas al perico para que
no salga volando, mientras se acostumbra a su nueva casa.
Ninguno de sus alumnos supo que cuando ella llegaba trasnochada a la escuela por las
mañanas, venía orgullosísima de haber pasado hasta las once de la noche enseñando a su
marido a leer, a escribir y a hacer las operaciones matemáticas; aún estando sentado en la
silla de ruedas que ella le había alquilado a los tres meses, cuando no se pudo poner de pie por
la debilidad que le había provocado el arsénico.
De ahí que los vecinos se extrañaran tanto cuando llegó la policía, después de que el
vecino de al lado, llamó quejándose del mal olor que salía de la casa de Doña Amapola en los
últimos días y el director de la escuela llegó a pedir razones de Amapola debido a que ya tenía
tres días de no presentarse al trabajo, lo cual no era de extrañar en las demás maestras, pero
sí en Doña Amapola.
Y ninguno de ellos podía creerlo cuando los policías les dijeron que su vecina, la
ejemplar y honrada educadora había secuestrado y luego asesinado al violador desaparecido
cuya madre borracha la policía había andado paseando en los cinco últimos meses de morgue
en morgue para que reconociera los cadáveres, confundidos porque a todos los cadáveres los
reconocía, entre desgarradores llantos; como a su hijito, desaparecido, del alma.
Amapola no le pudo decir al juez que todo había sido un accidente, no le pudo decir
que lo único que ella quería era que al menos, alguien no la abandonara y que no estaba
dispuesta a que se le escapara el amor de sus manos tan fácilmente después de tanto que le
había costado encontrarlo; que ya no estuvo dispuesta a volver a su gris soledad,
sencillamente ya no se pudo dar el lujo de perderlo, como había tenido que resignarse antes a
perder a los seres que más había amado en la vida.
Tampoco le pudo contar al juez que se le había ido la mano en la cantidad de arsénico
en una comida, cuando la encontraron, desolada; con los ojos hundidos de llanto y
desesperación, abrazada al cadáver de su marido con tres días de descomposición. E l
dolor le había hecho un nudo en la garganta; y solo pudo decir un par de palabras... las
últimas palabras que pronunciaría por el resto de su vida; cuando le preguntaron por qué lo
había hecho, y ella en silencio sólo miraba lo único que le había quedado de su amado Jorge:
los rollitos de piel que se le incrustaron debajo de las uñas cuando los policías tuvieron que
hacerle arrancados los brazos que fuertemente apretaba alrededor de la cintura de su difunto
esposo.

AMIGAS

Las feministas se han equivocado, los enemigos de las mujeres no son los hombres, sino
las mismas mujeres. Y de todas ellas, mi mejor amiga Olga y yo. Cada fiesta, cada misa, cada
celebración, una nueva oportunidad que no se puede desperdiciar para ir a despellejar a
nuestras queridas amiguitas y compañeras de colegio, que ninguna tuvo nunca la suerte, feo
decirlo, de ser bendecidas por la naturaleza con tanta abundancia, como nosotras. Ambas
nos habíamos acostado con los mejores machos del corral, y hasta publicamos el "Manual de
como quitarle el marido a sus amiguitas de la infancia" juntas. Es que todas eran un poco de
idiotas casadas y con chiquillos, nosotras en cambio, éramos la envidia, cada reunión de ex-
alumnos del cole, solitas, frescas, imparidas, bien vestidas y dándole siempre una nueva
definición a la palabra perra. Igual sucedió en la última reunión hace sólo un año, en la que
estábamos Olga y yo ladrando a pierna suelta en la esquina más estratégica del salón, por
supuesto después de haber llegado dos horas más tarde que todas las corrientonas.
Estábamos olfateando por ahí, cuando vimos, olimos, diríamos en lenguaje canino, a
Marcelita de Charpentier.
-Linda, ¡Pero qué maravilla! ¡Estás guapísima!, aullamos las dos al unísono.
-¿Mujer, viste que linda Marcelita, llegó a la fiesta pero el culo todavía viene de
camino?, me susurró Olga y de seguido añadió -Ya sabés, el día que me veás así en la calle, no
lo dudés ni un segundo, de una vez sacás la pistola y me mandas para el otro lado para que
deje de andar haciendo el ridículo...
-¡Calláte!, le dije, -Yo no sabía que Amparito de Orlich le había dado ahora por
pintarse un lunar en la mejilla.
-No, mujer, no seas tan ingenua, no ves que de tanta cirugía que se ha hecho para
recogerse el pellejo del cuello; los pezones le han quedado en los cachetes...
-Pero ya viste a Amandita de Rosenstock, en la minifalda que se anda...
-Bueno, mujer, razones tiene para celebrar que se le haya muerto el cerdo asqueroso
del marido, dicen que tenía una incansable fascinación por las putas gordas, y les pedía la
ropa interior para ponérsela él...pero yo que vos le pregunto a doña Amandita en cual circo
está trabajando; mirála parece que anda parada de manos.
-Olgui, espero que me querás todavía, para que no me dejés viva, si un día me
encuentras así por la calle.
-Despreocupáte, mujer, tendría que odiarte a muerte para dejarte viviendo en esas
fachas, además eso ya está más que hablado y desde hace muchos años, eso sí, a mi no me
gusta ver sangre, probablemente te eche alguna pastillita en la comida.
-Olgui, mirá quien viene aquí, mirá nada menos y nada más que Anitita de
Rossenblumen-Und-Doddenhoff, ¿qué tal ricura ¡muá, muá! pero estás hecha un sol, i-rre-co-
no-ci-ble, qué gusto verte, Aufwiedersehen, preciosa!, ¿Viste que hecha mierda que está, la
pobre lagartija?

-¡Bueno!...mujer, no le pidás mucho a esa triste chancleta, no es fácil recuperarse de


que el marido la haya dejado para juntarse con un travesti de la bíblica, ahora no hace más
que pagarle a putillos jóvenes para ver si así se levanta un poco la autoestima...mujer, ¡ay de
vos!, si me dejás viva el día en que me veás en esas andadas, pero ¡no tengás azco! hasta con
un hacha de carnicero, te doy permiso que me volés la jupa...
-No tenés que recordármelo más Olguita, yo soy tu única amiga, desde muy
cachorritas; si no te mató yo ¿quien te va a matar?, confiá en mi cuando yo hago un pacto yo
lo cumplo...¡¡¡ah!!! volvé a ver hacia tu derecha, pero con todo el disimulo que tus patas
traseras te permitan, acaba de entrar la cucaracha Sandoval, ¡la muy hijueputa!, nos ha
hecho trampa de nuevo este año, llegó después que nosotros... Es que me le quiero ir encima,
mirála, saludando a todo mundo... y que no mueva mucho el brazo porque se le caen las tetas
de silicona...y que no hable porque se le revienta el hocico que tiene hasta la mierda de
colágeno.
-Despreocupáte mujer, ya todos saben en lo que anda, esa bolsa de plástico derretido,
aunque ya casi no le alcanza la droga para vender y abastecer el mercado propio, pero total,
no le doy dos años más sin que se le revienten todas las costuras. Yo por lo menos, soy original,
ninguna parte de mi cuerpo es falsa, ni me ando revolcando por ahí con quien sabe quien ....
Ya en ese momento, la sangre que le salía a Olga a borbotones de la yugular, producto
del cuchillazo que le clavé, no la dejó terminar lo que iba a decir. Pues fue justo en ese
momento cuando recordé que ese día exáctamente hacía treinta años en otra reunión de ex-
alumnas, Olga me había hecho jurarle de rodillas, que la matara apenas la viera teniendo que
recurrir cobardemente a la negación de su propia realidad envejecida y deteriorada; para no
tener que verse arrastrándose por la vida como una Gran Danesa malherida.

LOS CASI IGUALES DÍAS DE LA SEMANA

El Lunes es el día, por definición, aburrido de la semana, pasa lento, aperezado,


camina con mucha dificultad, y lleva un saco de cosas por hacer en la espalda.
El Martes es también aburrido, pasa un poquito menos lento pero, al menos, anda tan
ocupado en sus asuntos que pasa sin molestar mucho a la gente que vive en él.
El Miércoles es casi tan aburrido como el Lunes, solo que el sol se para, justo a
mediodía para ver hacia adelante y hacia atrás de la semana.
El Jueves, es bastante gordo y le gusta comer mucho, en las mañanas se recuesta en los
árboles a descansar y pasa toda su tarde echado en una hamaca de aire.
El Viernes, en cambio sí que es un día, ¡ojalá, los otros días de la semana fueran como
él! Los demás son monótonos, el Sábado y el Domingo son de fiesta, pero son siempre un
engaño, en cambio Viernes es el día de las esperanzas, es el día de las ilusiones, ya están a
punto de cumplirse todas las expectativas que se han ido creando a lo largo de la semana, pero
tiene la ventaja de no decepcionar a las personas cuando se llega el día de cumplir esas
expectativas, que es la gran falla de Sábado y Domingo. Ellos siempre dejan a la gente
decepcionada. Viernes no, Viernes es el día de los sueños, el de la dulce espera, el día de la
ilusión, es un día que huele a esperanza, que siempre tiene un cielo azul y un aire de fiesta, aún
si es Viernes Santo. Ya casi han pasado los días más aburridos de la semana y aún no han
llegado los días de fiesta, que nunca cumplirán sus promesas. Y es que El viernes sí sabe hacer
soñar a la gente, pues nunca se va a dormir sin prometer más esperanzas para la semana
próxima.
El Sábado es todo orgullosillo, le encanta coquetear con los otros días, sabe que pocos
tienen la suerte de él, y su peor rival es el Domingo que se cree mejor que él.
El domingo nunca se levanta, está todo el día tirado en el suelo, nació cansado y nunca
ha hecho nada para cambiar porque no cree en el cambio.

A TRAVÉS DE LAS REJAS


Desde donde estoy, en esta celda, detrás de estas rejas es muy poco lo que puedo verde
la calle enfrente de mí. Es más lo que escucho y lo que huelo. Pero no puedo evitar ver en las
tardes los celajes del cielo que se reflejan en el pavimento, el calorcito que rebota de la calle y
me da en la cara, algo así como llamándome a vivir.
El vientecillo que corre por esta calle es también bastante tibio, pero éste no invita a
vivir, al contrario, este viento vespertino tiene un siniestro olor a muerte, que se le mete a la
gente entre los huesos y los hace buscar compañía para olvidarse de sí mismos por un rato. Al
menos.
En esta hora de la tarde, las nubes siempre se han esfumado del cielo, y queda sólo un
poco de rayas blancas difuminadas con el naranja y el azul del crepúsculo. Lo que da más
soledad a esta calle que por mucha gente que la transite siempre está sola. Es que esta calle se
parece mucho a esas personas que aunque estén rodeadas de multitudes traen ya la soledad en
los genes.
Pero el sabor de esta calle es inolvidable, quienquiera que haya estado aquí, habrá
saboreado el sabor que emana esta calle al atardecer, y de seguro, nunca lo podrá olvidar, es
el tierno sabor de un sexo humedecido por el sudor del trabajo del día, que ya ha logrado
contrarrestar el esterilizado sabor que le dejó el jabón de la ducha matutina, para abrir paso a
ese sabor único, inolvidable e hipnótico que tiene justo antes del anochecer, el sexo de las
secretarias y los jefes, que ha ido madurando desde las nueve de la mañana hasta las cinco de
la tarde, con todos los coqueteos y miradas furtivas que se han lanzado, con cuidado de que
nadie los sorprenda, esperando, con sofocadas ansias, la llegada de esa hora cuando por fin se
puedan dejar arrastrar por el sabor que suelta esta calle llena de burdeles y moteles, cuando
muere el día y las esposas y los esposos ya están en la casa.
Yo, preso en esta celda de miedo, tras las barras de la indefensión, me tengo que
conformar con los sabores y olores que me llegan desde la calle donde viven las personas que
viven.

DISCURSO POR PREMIO NOBEL EN LITERARURA.

Respetables señores del gobierno de Suecia, su majestad Carl Gustav y Silvia:


Me siento profundamente conmovida de estar aquí, desde tierras centroaméricanas a recibir
el máximo premio al que un escritor puede aspirar.
El recibir el premio Nóbel de literatura significa ver hecho realidad el sueño que desde hace
tanto tiempo vengo acariciando. Años y años de esfuerzo, de vivir y dormir sólo con una meta en
mente: viajar a Suecia, algo que de no ser por este premio no hubiera podido lograr. Ustedes saben
lo caro que cuesta un pasaje desde Costa Rica hasta Suecia, y más todavía cuando es para dos.
Pero volviendo a lo que nos ha traído acá esta noche, doña silvia, no se enoje por lo que le tengo que
decir a don Gustav, pero es que entre el y yo hay algunos asuntillos pendientes, mire con todo
respeto, hágase usted la desentendida. Guto, amor mío, ¿por qué me has dejado tanto tiempo
esperando?, ¿Usted cree que yo soy de las que olvido promesas?; no mi amor, yo nunca me he
enamorado de nadie esperándote, ¿te acordás?, aquella noche que pasamos en la suite del Hotel
Costa Rica, ¿Te acordás amor, que pasamos toda la noche abrazados en una colcha azul, sentados al
frente de la ventana, viendo la lluvia de estrellas fugaces que caían esa noche sobre la capital casi
rural de ese país tan insignificante?.
Nadie me creyó al otro día cuando conté en el barrio, todos me tomaron por loca, que cómo
se me ocurría a mí, una mucama del hotel, quien lo iba a pensar, me decían que qué muchacha más
ocurrente, que cómo se me podía a mi ocurrir que el futuro rey de Suecia, me iba a pedir esa noche,
que me quedara a dormir con él, me decían que un hombre así buscaría solo muchachas de la
realeza, pero ya vez, cuando les dije a todas las vecinas con el dolor en el pecho que te casabas con
Silvia, una plebeya cualquiera, nadie me creía que usted tenía aficiòn por las plebeyas. Pero cuando
salí embarazada empezaron a sospechar que algo andava mal, nadie nunca ni me había visto ni me
vieron nunca más con un hombre pero ni de la mano. Ellos me decían que cómo se me ocurría a mí
semejante disparate y cuando empecé a escribir historias de esa noche, todos me decían que yo
tenía una imaginación muy creativa, cuando yo no estaba contando más que la santa y pura verdad.
Y después un señor de una revista me dijo que le inventara algunas historias de esas que yo me
inventaba, para publicarlas en su revista, y un año después ya estaban publicando mi primer libro de
historias inventadas, como ellos decían. Pero Tavo, si usted ha leído cada uno de mis libros se ha
podido dar cuenta que todos son variaciones de ese mismo romance que vivimos tu y yo esa noche.
La gente no entiende que todas las historias de amor son una sola, se varían los escenarios, los
personages y hasta las palabras, pero siempre se está hablando de lo mismo, ¿Pero Gusta, acaso que
los seres humanos hablamos de otra cosa que no sea de amor. Siempre, detrás de todas las
conversaciones no importa que sean de política, de religión, de guerra, de enfermedades o
hambrunas, siempre detrás de cada conversación, de lo que se está hablando es de lo mismo, del
amor, amor loco, amor no correspondido, amor que mata, amor sufrido, amor cortés, amor filial, o
erótico, pero en el fondo es solo un mismo, indivisible e inacabable amor.
Y ya ve usted Carl, todo el escándalo que me han hecho por mi creatividad, y que cómo he
hecho para tener tanta imaginación y que qué cretiva que soy; pero obviamente ninguno me ha
entendido, ninguno se ha dado cuenta, que yo nada he inventado, lo único que he hecho es describir
en mil formas distintas lo que pasamos esa noche usted y yo juntos, pero la gente siempre tan tonta
tratando de buscarle significado a las cosas y se han dejado decir que si tal personage simboliza esto
y que si tal concepto tiene tal trasfondo filosófico, etc, vos sabés como es la gente de rara, no hay
nada que buscarle a mis historias, pero no se dan cuenta que siempre es lo mismo, que no hay más
hacia dónde ir, siempre el punto de llegada es el mismo punto de partida, lo que pasa es que no
queremos ver lo maravillosa que puede ser una sola noche y entonces nos ponemos a inventarnos
historias locas y a enredarnos la jupa, solo para al final darnos cuenta de que no había más que
aquella primera noche de amor, nunca hubo nada más, en absoluto, y nunca nos hizo falta nada más.
EL SENOR DEL TIEMPO

Ayer cuando te vi sentado en una banca, y me dijiste que estabas haciendo tiempo, me quede
maravillado yo que siempre me habia preguntado quien putas era el que hacia el tiempo, para
preguntarle porque lgunos dias se van volando y por que es eso deque al mal timepo buena cara, yo
no sabia que eras vos el que haia el tiempo.
Le escribo a continuacion para solicitarle que me haga un poquito de tiempo para mi y solo para mi.
Me hacen falta unas dos horas para pasarlas tirado sobre el cesped debajo de la luna, y unas tres
noches para meterme en los suenos de alguien que conozco, si no es mucho pedir le agradeceria que
me haga unos minutos para meterselos a un bello recuerdo, muy cortito, que tengo doblado debajo
del brazo
Y tambien le agradeceria si me da unas horas para ponerle al reloj que se me detuvo el dia que lo
conoci a usted.

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