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En los versos preliminares de la Primera parte del Q., un grupo de míticos héroes
caballerescos elogian el libro y ensalzan a sus protagonistas, cada cual en un estilo adecuado
a su personalidad. Amadís, caballero enamorado por excelencia —tildado de «caballero
llorón» por maese Nicolás— alaba, en tono hiperbólico y sentimental, la imitación de su
penitencia que hace DQ en Sierra Morena. Los coléricos versos de don Belianís de Grecia
revelan su excesivo furor, criticado por el cura en I, 6. Los desvaríos de Orlando Furioso sólo
tienen sentido cuando uno se da cuenta de que versifica desde el fondo de su locura
amorosa. El soneto de Oriana, amada de Amadís de Gaula, ofrece una serie de absurdas
inversiones carnavalescas que configuran un mundo al revés toboseño cuya reina es
Dulcinea. El de Gandalín, lleno de sarcasmo e ironía, pone en ridículo al rústico Sancho y sus
aspiraciones escuderiles.
Estos poemas conforman una burla literaria en la cual C. satiriza genialmente los libros
de caballerías. Al ensalzar las disparatadas proezas del loco DQ como superiores a las suyas
propias, Amadís de Gaula, don Belianís de Grecia, Orlando Furioso y los demás «autores» se
convierten en otros dementes; y en consecuencia el género literario del cual surgen se
identifica como patentemente desatinado.
Los ridículos panegíricos introductorios, junto con los epitafios jocosos que cierran I,
52, establecen un marco decididamente burlesco para la Primera parte de la novela. La
comicidad desplegada en todos ellos anticipa la sátira humanística y bufonesca, la risa
liberadora de la tradición popular, y la invectiva personal que caracterizan el humor
del Quijote.
NOTA BIBLIOGRÁFICA