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15/9/22, 14:46 Un paso adelante de la CSJN en la protecciòn de los Trabajadores "Contratados" del Estado: Trabajador "en negro".

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Título: Un paso adelante de la CSJN en la protecciòn de los Trabajadores "Contratados" del


Estado: Trabajador "en negro". El caso "Sanchez Oscar Vicente c. Municipalidad de
Esquina (Corrientes)"
Autor: Abdelnur, Miguel Angel
País: Argentina
Publicación: El Derecho - Revista de Derecho del Trabajo y Seguridad Social , Número 6 - Junio 2022
Fecha: 01-06-2022 Cita Digital: ED-MMMCDLXXXVII-310

UN PASO ADELANTE DE LA CSJN EN LA PROTECCIÒN DE LOS TRABAJADORES “CONTRATADOS” DEL


ESTADO: TRABAJADOR “EN NEGRO”. EL CASO “SÁNCHEZ, OSCAR VICENTE C. MUNICIPALIDAD DE
ESQUINA (CORRIENTES)”

MIGUEL ÁNGEL ABDELNUR

I. Introducción: un brevísimo repaso sobre la situación de los trabajadores “contratados” del Estado;
la jurisprudencia actual de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN): los casos “Ramos” y
“Cerigliano”:

La situación de los trabajadores denominados “contratados” del Estado ha motivado, en todo


tiempo, trabajos de mi autoría[1]. Me dispongo hoy a comentar un importante fallo de nuestra Corte
Suprema de Justicia de la Nación (CSJN) –en un caso singular que relataré en el capítulo siguiente–, que
implica, como veremos, un avance significativo en la protección de este colectivo de trabajadores.

Comenzaré recordando que los “contratados” del Estado a los que me estoy refiriendo son aquellos
trabajadores dependientes de cualquiera de los tres poderes del Gobierno Nacional, de los Gobiernos
Provinciales, de los Municipios o empresas o entes autárquicos del Estado en sus diversas tipologías, y aún
de bancos oficiales. “con vocación de permanencia, que realizan las tareas normales y habituales del
organismo o ente que los contrata, con sujeción a sus órdenes y contra el pago de una remuneración (es
decir, que están vinculados al Estado por una relación laboral subordinada; doctrina del art. 21 de la LCT),
a quienes se les hace suscribir contratos de locación de servicios o de obra (aunque pueden ser
denominados de otra manera o directamente no nominados), por tiempo determinado, en abierta
infracción a la normativa aplicable…y con el claro designio, por parte de la autoridad pública, de soslayar
la aplicación tanto de las normas tuitivas del empleo público cuanto las del derecho laboral privado. La
maniobra también puede consumarse…insertando al trabajador en un régimen de transitoriedad previsto
en el estatuto público, pero con apartamiento o violación de sus condicionamientos o requisitos. Se ha
llegado, incluso…a utilizar regímenes legales especiales como los de pasantías (ley 26.427) y el difuso, por
así decirlo, de las becas, con el mismo objetivo…”[2].

La desprotección de estos trabajadores hiere el art. 14 bis de la Constitución Nacional (CN), que
les asegura “la protección de las leyes”, “condiciones dignas y equitativas de labor” y, entre otras
garantías, “protección contra el despido arbitrario”. El Estado dispone de ellos con la mayor
discrecionalidad y arbitrariedad: los contrata y utiliza sus servicios muchas veces por un lapso prolongado y
en cualquier momento los despide a su arbitrio sin abonarle reparación alguna; no les reconoce –aunque
algunas pocas veces lo hace pero en forma retaceada o parcial– los derechos de la seguridad social
(atención de la salud, prestaciones medicales, asistenciales e indemnizatorias derivadas de accidentes o
enfermedades del trabajo, beneficios previsionales, etc.); en definitiva, su situación laboral está sujeta al
capricho del funcionario de turno y en la mayor inseguridad asistencial y jurídica.

En la acertada expresión de ESTELA MILAGROS FERREIRÓS, el contrato que vincula a los “contratados” con
la administración pública “aparece huérfano de ubicación en el estamento normativo del mundo
jurídico”[3]

Sin perjuicio de remitir para mayores desarrollos sobre las características de estas relaciones y sus
particularidades con relación a los diferentes regímenes del derecho público y privado, a los trabajos
citados en nota (1), me permito recordar, a fin de que se entienda bien esta colaboración, la doctrina
jurisprudencial actual de la CSJN

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En tal sentido:

Tras muchas vacilaciones la CSJN sentó doctrina en el fallo dictado el 6 de abril de 2010 en la
causa: “Ramos, José Luis c. Estado Nacional (Ministerio de Defensa ARA) s/Indemnización por despido”
(FALLOS 333:311). Allí estableció: 1) Que no es posible encubrir bajo un régimen de transitoriedad una
relación permanente; 2) Que ello constituye una desviación de poder que no puede ser admitida (la Corte
evitó calificar de fraudulenta la conducta del Estado, pero el concepto es el mismo); 3) Que es posible,
entonces, cuestionar ese régimen de transitoriedad –cualquiera haya sido su forma de instrumentación–
demostrando la existencia, en los hechos, de las notas y características de una vinculación con
expectativa de perdurabilidad; 4)Que ante un cese incausado de la relación por parte del Estado
empleador, el trabajador tiene derecho a una reparación. En este terreno, la Corte se aparta del sistema
indemnizatorio privado de la LCT para recurrir al régimen público y en su consecuencia a “la
indemnización prevista por el artículo 11 de la Ley Marco de Regulación del Empleo Público Nacional
(25.164) (considerandos 9 y 10). Ello, claro está, referido al orden nacional, pues en el caso de otras
jurisdicciones deberá recurrirse a normas análogas.

A fin de otorgar una “mayor precisión” –así lo expresó– a esta doctrina, la Corte se pronunció al
año siguiente, el 19 de abril de 2011, en la causa “Cerigliano Carlos Fabián c. Gobierno de la Ciudad
Autónoma de Bs.As. U.Polival. de Inspecciones, ex Direc. Gral. De Verif. y Control” (FALLOS 334:398). Allí,
tras reiterar la doctrina de “Ramos”, edictó: 1) Que la mera suscripción de contratos de locación de
servicios o de obra son ineficaces “para enmarcar vínculos como los descriptos por el actor, ajenos a toda
noción de transitoriedad y que, por el contrario, se muestran aptos para generar razonables expectativas
de permanencia” (consid.4). La Corte no invalida los contratos de locación de servicios o de obra que
puede suscribir el Estado sino que sostiene que los mismos deben estar referidos a tareas realmente
transitorias, de especialización y ajenas a las habituales del organismo. No interesa, por otra parte, la
forma como los diferentes estatutos reglamentan este tipo de contrataciones, pues serán los hechos los
que determinen si el vínculo tiene o no vocación de permanencia y está referido a tareas habituales de la
administración pública; 2) Reafirmando el concepto, la Corte precisa que resulta una evidente desviación
de poder la contratación de servicios por tiempo determinado con el objeto de encubrir vinculaciones
laborales de carácter permanente y en tareas habituales del Estado empleador; 3) Y ya lanzada
decididamente por este derrotero protectorio, pone de manifiesto “una cuestión subyacente” en el
precedente “Ramos” cual es que, aunque no se someta explícitamente al empleado al régimen de la LCT,
igualmente “goza de la protección conferida por el art. 14bis de la Constitución Nacional”, en tanto se
desempeñe en “tareas materialmente subordinadas y permanentes a favor de la Administración Pública
nacional o local” (consid.6). Estos conceptos se reafirman en el considerando 7) igualando al trabajador
público con el privado en su derecho a gozar de la protección de las leyes (art.14 bis de la CN, con cita del
caso “Madorrán”, FALLOS 330:1989). También lo es que el derecho a trabajar comprende, entre otros
aspectos, el derecho del trabajador a no verse privado arbitrariamente de su empleo (“Vizzoti”, FALLOS
327:3677”). En tal sentido, es deber no solo del legislador sino de los restantes poderes públicos, dentro
de la órbita de sus respectivas competencias, hacer prevalecer el espíritu protector que anima a dicho
precepto (consid.7); 4) Finalmente, extiende esta doctrina a las jurisdicciones nacional, provincial y
municipal, con el evidente propósito de evitar la dispersión de criterios y conductas por parte de las
diferentes Administraciones, como lógica consecuencia de la supremacía de la Constitución Nacional (art.
31)[4].

2. El caso y sus alternativas.

El caso que me dispongo a comentar es singular pues se trata de un “trabajador en negro”,


“contratado” como tal por el Estado (un Municipio). Vamos a él:

2.1. La relación laboral: trabajador “en negro”:

El Sr. OSCAR VICENTE SANCHEZ era un trabajador “en negro” –así lo califican los tribunales provinciales
intervinientes y la CSJN– “contratado” por la Municipalidad de Esquina, Provincia de Corrientes, para la
realización de “tareas generales” “de mantenimiento y limpieza, sin registración ni beneficios sociales,
percibiendo el pago en negro por quincena…” (del fallo del Superior Tribunal de Corrientes, STC). Pese a
que la relación abarcó un extenso lapso –entre 11 y 12 años– el Municipio calificó a esta relación como
“precaria”. En palabras del apoderado letrado del Municipio en su escrito recursivo ante el STC y que este
Tribunal transcribe en su fallo: “La utilización de esta figura precaria se halla habilitada por el artículo
4to. de la ordenanza 14/92, en tanto autoriza al Departamento Ejecutivo Municipal a crear cualquier
modalidad de trabajo y, claramente, el personal que preste servicios como jornalero reviste, en todo caso,
la calidad de personal de planta no permanente, asimilándose al personal con contrato eventual,
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finalizando la relación al cumplirse la tarea respectiva para la cual fue convocado, retribuida además en
tiempo y forma, sin generar derecho alguno en su favor”. Es que, argumenta el apoderado del Municipio:
“…la prestación en negro de tareas generales, remuneradas quincenalmente por el municipio, si bien
demuestra la existencia de una vinculación jurídica entre las partes, no implica, per se, la existencia de
una relación estable y permanente aunque lo hayan sido en forma continua e ininterrumpida durante un
considerable lapso, habida cuenta que en el ámbito del derecho público solo mediando acto expreso de la
administración se derivan los derechos que el trabajo en su planta de personal, permanente y no
permanente, genera; ingreso que se configura previa acreditación de los requisitos exigidos por la ley
4.067, vigente por ordenanza 1/88 al momento del pretendido inicio de la relación laboral el 15 de agosto
de 1999…, ni posteriormente, los requeridos por el artículo 5to. del Reglamento del Personal Municipal
aprobado por ordenanza 12/92 puesto en vigencia por ordenanza 33/95, resultando un excesivo rigorismo
formal pretender que el demandado pruebe la existencia por escrito de una contratación para realizar
tareas que, según han sido descriptas, determinan la figura del “jornalero”, esto es, una vinculación
absolutamente precaria, caracterizada por la asignación de diversas labores de mantenimiento y limpieza,
sin registración ni beneficios sociales, percibiendo el pago en negro por quincena…” (siempre del fallo del
STC).

Es decir que un Municipio puede dictar una Ordenanza facultándola a violar el derecho público y
privado –y el art. 14 bis de la CN– al utilizar los servicios de un trabajador sin registración, pagándole un
salario –en el caso, quincenal– “por planilla” (sic), o sea “en negro” y sin ningún beneficio social; y esta
relación prolongarse durante 11 o 12 años y concluir cuando al empleador se le antojare, no teniendo el
trabajador derecho a indemnización alguna. Aunque parezca increíble, el Municipio entendió que ese
proceder era válido y legal pues se apoyaba en una Ordenanza. Pero ya veremos que aún más increíble ha
sido que el STC entendió lo mismo. Pero no nos adelantemos.

2.2. El despido. Inicio de la causa judicial:

Sucedió, entonces, que, en un momento determinado –y al cabo, reitero, de 11 o 12 años– el Municipio de


Esquina prescindió de los servicios del Sr. SANCHEZ, quien accionó ante la Justicia reclamando el pago de
indemnizaciones por este cese arbitrario y también la extensión del certificado de servicios y aportes (lo
que implicaba el ingreso de aportes y contribuciones omitidos: art. 80 y su doctrina de la LCT).

Así se inició la causa caratulada: “Sanchez Oscar Vicente c/Municipalidad de Esquina (Ctes.) y otro
y/o quien resulte responsable s/acción contencioso administrativa”.

2.3. La sentencia de primera instancia:

El Juez de primera instancia en lo contencioso administrativo rechazó la demanda, presumo que por los
motivos expuestos por el demandado. Ello debe deducirse del fallo del STC pues no he podido ubicar la
sentencia de grado en los registros informáticos de los tribunales correntinos y tampoco la pronunciada por
la Alzada aunque la misma está en gran parte transcripta en el fallo del STC, que sí he encontrado.

2.4. La sentencia de Cámara:

Apelado el fallo, la Cámara en lo Contencioso Administrativo y Electoral hizo “lugar al recurso…y en su


mérito, condena a la Municipalidad de la ciudad de Esquina a abonarle las indemnizaciones prescriptas en
los arts. 80, 232, 233 y 245 de la LCT y la incidencia del aguinaldo sobre estos rubros, más las diferencias
de haberes devengadas durante los dos últimos años de relación laboral, indicando el procedimiento que
debe seguirse para determinar los importes de tales rubros, imponiendo las costas a la municipalidad
vencida…” (del fallo del STC).

Una aclaración antes de continuar.

Se desprende del fallo del STC que en virtud del Reglamento del Personal Municipal, en su artículo
10, “en caso que el municipio debe indemnización por cualquier causa, deberá hacerlo de acuerdo a las
normas vigentes respecto a la Ley de Contrato de Trabajo”. Quiere decir que, en el presente caso, y por la
expresa remisión de la legislación vigente en la Provincia de Corrientes, el régimen indemnizatorio será el
de la LCT y no el de la normativa del empleo público como lo decidió la CSJN en “Ramos” y “Cerigliano”.
Por eso la Cámara condenó al Municipio al pago de las indemnizaciones previstas en los arts. 80, 232, 233 y
245 de la LCT.

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Hecha esta aclaración, sigamos.

2.5. El fallo del Superior Tribunal de Corrientes (STC):

El fallo de la Alzada fue recurrido ante el STC. Aquí se produjo lo insólito: el STC revocó el decisorio de
Cámara[5], avalando la postura del Municipio al considerar la vinculación de 12 años del actor en tareas
habituales del ámbito municipal como “precaria” y sujeta en su desarrollo y conclusión al arbitrio del
empleador. Calificó al actor como “jornalero”, “esto es una vinculación absolutamente precaria,
caracterizada por la asignación de diversas labores de mantenimiento y limpieza, sin registración ni
beneficios sociales, percibiendo el pago en negro por quincena…La utilización de esta figura precaria se
halla habilitada por el artículo 4 de la Ordenanza 14/82, en tanto autoriza al Departamento Ejecutivo
Municipal a crear cualquier modalidad de trabajo y, claramente, el personal que preste servicios como
jornalero reviste, en todo caso, la calidad de personal de planta no permanente, asimilándose al personal
con contrato eventual, finalizando la relación al cumplirse la tarea específica para la cual fue convocado,
retribuida además, en tiempo y forma, sin generar derecho alguno en su favor.”.

Quiere decir que para el STC un trabajador que se desempeñó durante 12 años en tareas habituales del
municipio empleador era un trabajador eventual que cesaba cuando concluía el motivo “extraordinario”
para el había sido convocado; un “evento” – digamos– un poco extenso pues abarcó más de una década. El
absurdo es tan patente –como todo absurdo– que huelgan los comentarios.

Sin embargo, acto seguido, el STC cambia el enfoque asegurando que “puede concluirse entonces, que se
trata de una locación de servicios que no se instrumentó por escrito, por la que el actor se comprometió a
realizar distintas tareas, a cambio de un pago previamente acordado con algún funcionario o empleado
que no representaba la voluntad de la administración (art. 1623 del Código Civil entonces vigente). Y, la
prestación de estos servicios cuando las circunstancias lo requerían, sin carga horaria y con libertad para
realizar otras tareas de manera autónoma o bajo relación de dependencia, el pago de sumas estipuladas
entre las partes y la falta de subordinación jerárquica y disciplinaria habida cuenta que los restantes
extremos señalados por el actor no han sido probados, permiten concluir que no se trataba ni era
asimilable a una relación subordinada de empleo público o privado, lo que determina, a mi criterio, la
suerte adversa de la demanda”.

Continúa el absurdo. Es lo que siempre sucede cuando se resuelve iniciar este camino: a un absurdo sucede
otro y la lista puede ser extensa. Ahora nos enteramos que el Sr. SANCHEZ no era un trabajador eventual
sino un locador de servicios, a quien no solamente se le pagaba “en negro” por sus servicios sino que
habría sido contratado por un funcionario o empleado que no representaba al Municipio –es decir que la
propia contratación era “en negro”; lo que los abogados de pasillo, como el suscripto, denominamos,
guarangamente, “el negro completo”– y que tenía la “libertad” de trabajar en otra cosa y que iba cuando
quería y hacía lo que quería sin sujeción a órdenes pero igual le pagaban un salario mensual. Faltó decir al
STC: “De qué viene ahora a quejarse”.

No sigo citando el fallo por una cuestión de piedad. Pero me parece discreto aludir a un precedente de la
Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires (SCBA), expresamente citado por el STC.

2.6. El precedente de la SCBA:

El STC cita en su apoyo un precedente emanado de la SCBA del 4 de octubre de 2006. Destaco la fecha
como descargo para la justicia de mi provincia, pues, para ese entonces, la doctrina de la CSJN se
inclinaba, salvo alguna excepción, por denegar todo derecho a los “contratados”.

La causa de la SCBA es la B 58.690, “Fernández Fanny Hortensia contra Provincia de Buenos Aires (Registro
Provincial de las Personas). Demanda contencioso administrativa”. Se encuentra en el sistema JUBA.

El caso era, efectivamente, similar al de “Sánchez”: la actora realizó durante 3 años –ella sostuvo que
fueron 6– tareas de limpieza en la Delegación del Registro Civil de Magdalena, Provincia de Buenos Aires
(cosa curiosa: un pequeño y pintoresco pueblo muy parecido a Esquina). Igual que SÁNCHEZ su situación
era irregular: no figuraba en el plantel del organismo; se le abonaban salarios “en negro” por parte de
la Jefa de la Delegación con partidas “para gastos de la dependencia”, sin ningún beneficio laboral y de la
seguridad social; concurría tres veces a la semana y era una “persona de confianza”. Su laborío, en
consecuencia, no era excepcional o transitorio y obedecía a una necesidad permanente y normal de la
Delegación cual era la limpieza e higiene del ámbito de trabajo. Pidió se la regularizara y ante la negativa
del empleador se consideró despedida, accionando por la vía contencioso administrativa.

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La mayoría del Tribunal entendió –como se entendía en ese entonces– que la actora no contaba con
derecho alguno a reclamar indemnizaciones por cese. No estaba amparada por el derecho público ni por el
privado. Se encontraba –como decía ESTELA MILAGROS FERREIRÓS– “huérfana de ubicación en el estamento
normativo del mundo jurídico”.

No vale la pena reseñar los fundamentos del voto mayoritario, para no abrumar al lector con argumentos
conocidos.

Pero sí hay que destacar el voto minoritario del Dr. NEGRI, quien se adelantó a la doctrina que luego
recibiría consagración por parte de la CSJN en “Ramos” y “Cerigliano”. Vale la pena –aquí sí– reproducir
gran parte del fallo, por la contundencia de sus argumentos jurídicos y su profundo humanismo:

“Aunque en nuestro derecho el acto administrativo debe expresarse, como principio general, por escrito,
pueden admitirse, por excepción, otras formas de documentar la voluntad administrativa. Es cierto que las
características y la naturaleza del caso que analizo hubiesen requerido la forma escrita para la
instrumentación del acuerdo que, está fuera de discusión, existió entre la Administración y la señora
Fernández. Pero esa circunstancia no puede volverse contra esta última. Si trasladáramos el caso al ámbito
del derecho privado, la solución, frente a la prueba de la prestación de los servicios, sería sencilla a la luz
de la presunción de existencia del contrato de trabajo y del principio de primacía de la realidad,
reconociéndosele al dependiente, hasta entonces clandestino y en negro, la totalidad de los derechos
laborales. En la especie, el empleador es el Estado, que además de autoridad pública es custodio del
interés general. Como tal, debiera ser un empleador modelo sujeto al principio de legalidad en todas las
áreas, incluida, obviamente, la de contratación de recursos humanos. No obstante ello, desde la óptica
fiscal, aquel primer apartamiento de la norma (falta del acto de designación) estaría en condiciones de
justificar un segundo alejamiento: ahora del derecho al trabajo protegido “cualquiera sea su forma” que
consagra el art. 14 bis de la Constitución Nacional. Es el Estado el que, en cualquier caso, ha violado la
norma imperativa: de un lado, al no emitir acto de nombramiento en los términos del art. 5 de la ley
10.430 ya que no se configuran respecto de la actora y las tareas por ella desarrolladas, ninguno de los
supuestos previstos en la norma para su designación en la planta temporaria. No obstante ello y pese a la
clara prohibición de la norma reglamentaria (dec. 1227/1987 modificado luego por el dec. 4161/1996) que
prescribe que “La autoridad o funcionario correspondiente deberá abstenerse de poner en posesión del
cargo o permitir la prestación de servicio de persona alguna, si no ha recibido la comunicación oficial del
acto de nombramiento”. La actora prestó servicios de manera continuada (entre tres y cuatro veces por
semana) durante un prolongado lapso. De otro lado, y más allá de las circunstancias arriba apuntadas, si la
voluntad administrativa hubiese sido encaminada a “contratar” a la actora, así debió plasmarlo por escrito
en los términos de los arts. 115 y 116 de la ley para el personal de la administración pública. Es
reprochable que el Estado, quien, como custodio y guardián del interés general persigue la evasión en
cualquiera de sus formas, al no concretar ninguna de las opciones posibles, incurra a su vez en tan grave
inconducta, en detrimento, además, del derecho a la estabilidad de la actora. Es claro que el Estado
provincial, en ejercicio de sus facultades discrecionales, puede decidir incorporar a un trabajador a los
planteles de la Administración o no hacerlo. Pero no puede pretender, como en el presente, que la
efectiva prestación de servicios por parte de la señora Fernández para la Dirección Provincial del Registro
de las Personas durante alrededor de tres años no genere obligaciones a su cargo. En ese orden de ideas y
toda vez que en una relación de trabajo por tiempo indeterminado (como la de autos, desde que no puede
extraerse otra conclusión a partir de la naturaleza de los servicios prestados) pertenezca ella al ámbito del
derecho público o privado, la estabilidad es un derecho constitucionalmente garantizado (a través de las
cláusulas que prevén la estabilidad de los empleados públicos y la protección contra el despido arbitrario),
la reclamante no puede quedar al margen de tal protección que debe traducirse, en la especie, en un
resarcimiento equitativo (art. 14 bis de la Constitución Nacional) desde que no mantuvo en esta instancia
el reclamo realizado en sede administrativa en orden a su “alta inmediata en la función administrativa”.

El voto concluye fijando esa “suma equitativa” como resarcimiento. El Dr. NEGRI no fue acompañado por
sus pares, pero su voto anticipó, como lo señalé, el de la CSJN en “Ramos” y “Cerigliano”.

2.7. El fallo de la CSJN: la reafirmación de una buena doctrina:

El aguerrido abogado del actor no se arredró ante el decisorio del STC y recurrió a la CSJN por la vía
extraordinaria federal. Le denegaron el recurso y se fue en queja[6]. 11 años de lucha: el juicio se inició
en el año 2011 y concluye hoy, por sentencia de la CSJN, el 21 de junio de 2022. ¡Bien por el colega!

El esfuerzo dio sus frutos: la Corte dejó sin efecto el fallo del STC calificándolo de arbitrario, toda vez que
“los jueces de la anterior instancia no han dado un adecuado tratamiento a la controversia de acuerdo con
las constancias probatorias del expediente y la normativa aplicable, toda vez que han basado su decisión
en afirmaciones dogmáticas y contradictorias que le dan un sustento solo aparente (Fallos:323:2314;
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330:372)” (consid.4). Y en el siguiente considerando, el 5): “Que surge de las constancias de la causa
(declaraciones testificales de fs. 80/83), así como de los propios términos del fallo cuestionado, que el
actor se desempeñó durante más de 10 años en tareas de recolección de residuos, colocación de adoquines
y limpieza de desagues, percibiendo remuneraciones en forma quincenal, mediante suscripción de
planillas, lo cual fue calificado por el tribunal a quo como trabajo “en negro”. Por otra parte, la propia
municipalidad, tanto en su respuesta telegráfica como en su escueta contestación de demanda…, alegó
que su vinculación contractual con el actor había sido de carácter temporario y eventual, más no ha
producido prueba alguna para sustentar tal afirmación. En tales condiciones, ante esa orfandad probatoria
el a quo no pudo, sin incurrir en dogmatismo, calificar como “eventuales” las labores prestadas. Menos
aún cuando, según su propia descripción, esas tareas aparecen como habituales del quehacer en el espacio
público municipal y fueron llevadas a cabo por el actor durante más de 10 años. En el considerando 6), la
Corte señala que, en estas condiciones, la conducta del municipio de mantener la relación “en negro”
constituyó “una evidente desviación de poder, al encubrir una designación que debió haber revestido
carácter permanente bajo el ropaje de una supuesta actividad precaria y eventual. Esa actuación irregular
no pudo derivar en un beneficio para la administración al momento de disponer la desvinculación, pues
había generado en el agente una legítima expectativa de permanencia laboral que merecía la protección
que el artículo 14 bis de la Constitución Nacional otorga al trabajador contra el despido arbitrario. Así lo
advirtió esta Corte en los casos “Ramos” (Fallos: 333:311) y “Cerigliano” (Fallos: 334:398),
cuya ratio decidendi ha sido soslayada por el a quo”. En consecuencia, revoca el pronunciamiento de
grado y manda dictar nueva sentencia con arreglo a lo expuesto.

3.Conclusiones

El fallo de la CSJN adquiere trascendencia por varias razones:

En primer lugar porque ampara a un nuevo colectivo de trabajadores “contratados”: aquellos que son
contratados “en negro”, sin contar siquiera con un contrato escrito y en la más absoluta desprotección,
llegando el Estado empleador incluso hasta negar toda responsabilidad en la contratación atribuyéndola,
con todo descaro, a un ignoto funcionario “sin facultades para comprometer a la administración” (sic). A
este tipo de situaciones, digamos de hecho, también se aplica la doctrina de “Ramos” y “Cerigliano”.

En segundo término, porque ubica, con todo acierto, la carga probatoria en cabeza del Estado empleador
cuando éste alega que la vinculación habría sido sólo precaria o eventual, en especial cuando el laborío del
trabajador comprende tareas habituales dentro del organismo donde se inserta. La Corte rescata así para
el derecho administrativo una doctrina sobradamente conocida y aplicada en nuestro derecho laboral. Ello
es particularmente importante pues aún hoy en algunas jurisdicciones se soslaya la aplicación de la
doctrina en “Ramos” y “Cerigliano” pretendiendo poner en cabeza de los accionantes una carga probatoria
que no les corresponde.

Finalmente, la Corte vuelve a fulminar como una grave desviación de poder este tipo de conductas por
parte de los organismos y funcionarios del Estado –sean de jurisdicción nacional, provincial o municipal– y
los exhorta a respetar la Constitución Nacional y la dignidad de los trabajadores.

[1] “La protección de los trabajadores públicos no permanentes (los “contratados”) en la reciente
jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación”, Revista T y SS 2011–863; “Consolidación de
la doctrina de la CSJN protectoria del trabajador estatal no permanente, frente al despido arbitrario
(casos “Ramos”, “Cerigliano” y posteriores). Su recepción en el ámbito bonaerense: caso “Maza Vergara”,
de la SCBA (T y SS: 2015–9726); “La situación de los trabajadores estatales comprendidos en el régimen de
la LCT: el fallo “Luque” de la CSJN” (T y SS 2016–377); “Contratados del Estado–Creación pretoriana de un
régimen laboral especial”, colaboración en la obra titulada “REGÍMENES LABORALES ESPECIALES”, dirigida
por el Dr. RICARDO A. FOGLIA, de Editorial LA LEY. Esta obra ha tenido sucesivas ediciones con nuevas
colaboraciones en cada edición (años 2013, 2014 y 2019: dos, tres y cuatro tomos, respectivamente).

[2] Mi colaboración, ya citada, en la obra REGÍMENES LABORALES ESPECIALES, 3era. ed. actualizada y
ampliada, t. I, pág. 250.

[3] Su voto en la causa “Ricciardi Darío O. c/Organismo Regulador del Sistema Nacional de Aeropuertos
O.R.S.N.A.”, CNAT, sala VII, 23–06–2004, DT 2004–B–1526).

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15/9/22, 14:46 Un paso adelante de la CSJN en la protecciòn de los Trabajadores "Contratados" del Estado: Trabajador "en negro". El caso "S…

[4] Para mayores desarrollos remito especialmente al lector a mi colaboración en la obra Regímenes
laborales especiales, dirigida por RICARDO ARTURO FOGLIA, Ed. La Ley, 3era. ed. act. y ampliada, tomo I,
págs. 249 y ss.).

[5] La sentencia del STC se dictó el 1ero. de febrero de 2018. Es decir que es muy posterior a los fallos de
la CSJN en “Ramos” y “Cerigliano”. Sin embargo, no se hace ninguna referencia a esta doctrina del alto
tribunal de la Nación y se recurre, como veremos, a un precedente emanado de la Suprema Corte de
Justicia de la Provincia de Buenos Aires (SCBA) del año 2006, o sea muy anterior a aquéllos.

[6] CSJ 1748/2018/EH1.Sanchez Oscar Vicente c/Municipalidad de Esquina (Corrientes) y otro y/quien
resulte responsable s/acción contencioso administrativa. Sentencia del 21 de junio de 2022.

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