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x hizh etam ah ronohcl x ki nniqtih Lo comprendieron todo lo vieron IX . “P O P O L V U H "


hcih lzuq kcih xukut las cuatro creaciones,
las cuatro destrucciones
Fupol vuh
R el a t o y e s t r u c t u r a

Todo relato com petente del génesis am ericano tiene que centrarse en el
P opol vuh, el texto maya-quiclié/al que bien se ha llam ado la biblia de Am é­
rica. De esto hay varias razones, sum am ente sencillas. El Popol vu)i,/íarra la ¿
historia cuartom undist^ de la creación en form a am ena y extensa, y de una
m anera que se basa ingeniosam ente en la tradición de las escrituras indíge­
nas de las que se dice haber sido transcrito/ZHabiendo surgido en el cen tro
de M esoam érica, sirve com o punto de referencia sin rival para los textos
cosm o g ón icos de culturas del este y el oeste y, más allá, desde A m érica del
N orte hasta A m érica del Sur. Sus cualidades a la vez com o registro y com o
artefacto hacen del Popol vuh, sin lugar a dudas, una obra sem inal de la lite­
ratura no sólo del Nuevo ívlundo, sino del m u nd o entero. O frecer una c ríti­
ca del P opol vuh significa buscar el corazón de la A m érica indígena, lo que a
su vez significa plantear preguntas filosóficas que durante m ilenios han pa­
recid o fundam entales.
El m an uscrito más antiguo que ha sobrevivido del Popol vuh es la copia
de Rabinal del ejem plar de Chichicastenango del original quiclié, del siglo xvi,
escrito alfabéticam ente en m aya-quiché. Subtitulo se ju stifica por referencias.
inLernas, que aparecen en el texto (versos 4 9 y 8 1 4 9 ), a su fuente prehispá-
n ica, tam bién llam ado Popol vuh. En quiché y en las lenguas m ayas en ge-
' neral el elem ento pop significa estera tejid a, sede de la autoridad, y c o n se jo ;
¡ tam bién es el nom bre de una fiesta anual, representada en un jero g lífico de
jilas tierras bajas mayas com o -u n tejido (figura IX. 1). Vuh significa sen cilla­
m en te libro, tanto en el maya de tierras altas com o en el de las tierras bajas.
La historia de su traducción a lenguas europeas empieza con la tem prana ver­
sión española del padre Xim énez y en este siglo nuestra capacidad de leer e
interp retar bien el original ha sido m uy influenciada por las versiones de
•Raynaud, Recinos, S cliu ltzejen a y Burgess y Xec. La primera traducción direc­
ta al inglés fue hecha por M unro E dm onson en 1 9 7 1 ; la siguió en 1 9 8 5 una
segunda, obra de Dermis Tedlock. Las grandels virtudes de la versión de E d ­
m onson son las que reproduce el texto quiché (en una ortografía estandari­
Nota: Popol vuh, versos 4939-4942. zada), y analiza las once trad ucciones im portantes hechas antes directa-
m cn ie del quiché al español, el francés, el alem án y el ruso. Tam bién presta
seria atención a la estructura de los versos, factor generalm ente pasado por alto
hasta entonces. Siguiendo su idea de que la literatura ind ígena m esoam e-
ricana en general se caracteriza p or el d ístico , E d m onson dispone todo el
texto en pares de versos nu m erad os, lo que al m enos constituye una gran
ayuda para el com entario crítico y tiene, adem ás, la ventaja dé establecer
p roporciones exactas de exten sión entre episodios y partes que antes habían
p erm anecid o ocultos u oscuros. Por su parte, la versión de Tedlock, aunque //
sin el original quiché, introduce u n elem ento nuevo, pues su versión está in­
fluida por el tiem po que pasó entre los quichés que hoy viven en G u atem a­
la. En particular, Tedlock estuvo alerta a la lógica ritual del texto gracias al
■11
estu dio y la con v ersación con cham an es quichés, quienes en m u ch os aspec­ • A
tos pueden con sid erarse, con ju stic ia , los herederos intelectuales de quienes
escrib ieron el Popol vuh. A nunciánd ose com o definitiva (com o lo observó Figura IX. 1. Texto trenzado de jeroglíficos mayas. (Este- .
Borges en “Las versiones hom éricas”, “el con cepto de texto definitivo no Corres­ la J , Copan).
pond e sino a la religión o al ca n sa n cio "), la versión de Tedlock m en osprecia
repetidas veces la de E dm onson , aunque por lo general en pequeños deta­ m ado Popol vuh, cuyos l e c t o r e s ,^ dice, hoy se “ocu ltan el rostro". No hay ■
lles. Tam bién rechaza sus d ísticos; sin em bargo, los retiene en los,que c o n si­ razón para no acep tar esta autod eterm inación ya que está d icho con toda
dera m om entos intensificados de la narración. sobried ad y coin cid e co n afirm aciones sim ilares de m u ch os otros textos de
En cuestión de género literario, as! lo ha m ostrado E d m onson , la m ejo r lenguas maya y náhuatl, que se' basan de una m anera y otra en las trad icio­
m anera de interpretar el Popol vuh es, en primer térm ino, com o titulo. Es decir, nes de escritura m esoam ericanas, C ierto, algunos pasajes del texto tienen
^ igual que otra veintena de d o cu m en to s indígenas de la M esoam érica del un m arcado tono oral por ejem plo, el fin onom atopoético de la segunda edad
siglo xvi, fue com puesto por una com unid ad local, o tal vez por una parle de del m u nd o y los d iálogos ágiles e iró n ico s entre los G em elos y sus adversa­
la com unidad, en este, caso la facción kavek del poblado Santa Cruz Q u ich é, rios anim ales. Y hasta ese punto, parece im probable que toda la versión
para defender, durante el gobierno colonial esp añol, un interés o un privile­ allabética maya hu biese sido com p u esta com o tran scrip ción directa de un
gio que databa de antes de la invasión. El texto em pieza y con clu y e reco n o­ original no alfabético. Sin em bargo, otros rasgos, co m o la estru ctu ración
cien d o el actual poderío del cristian ism o y de los invasores que llegaron al general de los episod ios de las edades del m undo y el'd etalle p olítico de la
Q u iché en 1 5 2 4 , encabezados por Pedro de Alvarado, lugarteniente de ulterior historia quiché encuentran analogías significativas en la trad ición de
C ortés. Teniendo por lím ites estos dos m om entos, el relato com ien za por el escritura indígena. ■ '
p rincipio m ism o de los tiem pos, da una versión de las cuatro edades del Ha habid o un desacuerdo entre los académ icos sobre cuál es la escritura
m undo y luego se con centra en la historia del Q u ich é com o tal, y en los indígena en cu estió n ; al respecto, el P opol vuh no se m u estra exp lícito . Ba­
hechos particulares en que los kavek fundam entaban su reclam ación legal. sándose tan sólo en el hecho de que el quiché pertenece al grupo de lenguas
Por tanto, los volcanes que surgieron al com ienzo de la creación son identi­ m ayas, varios críticos, entre ellos E d m onson y Ted lock, supusieron que el
ficados más adelante com o los guardianes del territorio Q u iché. Lejos de escrito indígena en cuestión debía de ser un texto jeroglífico maya. Hay b u e­
d ism inu ir el texto, el hecho d e'ten e r la función práctica del título, p ronto lo nas razones para pensar de otra m anera.
eleva y nos alerta anLe los diferentes niveles de. tiem po y de propósito que se. En p rim er lugar, la escritura jero g lífica maya está dedicada exclu siva­
unen en la narración en general. m ente a la fonética del maya de las tierras bajas (chol-yucateco) y sus particu­
C on buena razón se ha dado gran im portancia al hech o de que el Popol lares lo rm ad o n es de con son antes y vocales; aunque tam bién sea maya, el
vuh se refiere a sí m ism o com o derivativo de un texto anterior, tam bién 11a- quiché es una lengua de las tierras altas cuya fonética difiere con sid erable-
f, J^eru^nneOdUi --rru^Yv^

V/ Á* QAeosuxr^. díefyyuxLio
"POPOL VUH"

m ente (p o r ejem p lo, la r por I, la a por i). En segundo lugar, los quichés o cu ­ definidas, de extensión casi igual. La prim era con ciern e a los orígenes del
pan un área situada fuera de la zona jero g lífica, com o se ha definido a ésta m und o, y al culm inar, en la victoria de los Gem elos sobre los Señores del In­
po r los m o n u m en tos e in scrip cio n es que se han conservado. A dem ás, en lo ­ fierno, nos prepara para la creación de la prim era gente de nuestra edad, a
dos los casos con ocid os de su uso, la escritura jeroglífica maya está relaciona­ partir del m aíz. En realidad, este hecho constituye el paso a la segunda par­
da co n el calend ario íu;i de 3 6 0 días, preferido en las tierras bajas, en oposi­ te, ya que esta prim era gente está, asim ism o, más estrecham ente definida
ció n a las tierras altas; por con traste, el calend ario del año solar, relacionad o com o los prim eros quichés y com o el de los antepasados más rem otos de la
h istó ricam en te con la escritura no jero g lífica o icónica de M esoam érica, fue \ \ dinastía reinante en ese pueblo al llegar Alvarado^/fLa creación del maíz al
y sigue siend o em pleado por los quichés y se le m en ciona en el Popo! vuh. |com ien zo de la segunda parte constituye, pues, el m om ento pivotal de toda
F u en tes y G uzm án inclu so registra los signos icó n icos em pleados por ellos \Ja narración, hacia el cual avanza o del cual se aleja todo lo demás./)
para in d icar el año solar. Eu una ocasión d onde el texto m en cio n a la e sc ri­ C ategóricas son las diferendias entre las dos partes, así interpretadas. La
tura — cu an d o los antepasados de los q u ich és van a la gran ciudad de Tula a prim era se desplaza entre dim ensiones enteras de tiem po, tiene una estru c­
re cib ir las insignias y los d ones de Q u etzalcóatl con la que regresan— , es tura intrincada (figui‘í I X . 2 ) , contiene cam bios entre formas de trato y tiem ­
definida com o u tzihal Tollan, la de Tula, o la tolteca. C om o el em pleo del año pos de los verbos, y se basa Integram ente en la com pleja nu m eración de los
calend ario , esta d efinición corresp on d e m enos fácilm ente a la tradición j e ­ sistem as de signos rituales m esoam ericanos, la segunda avanza de m anera
roglífica maya (en que lo tolteca, característicam ente, es algo ajeno e inferior) progresiva a través de una dim ensión de tiem po, tiene una estructura sen ci­
que la trad ición icón ica, en que Tula y Q uetzalcóatl so n celeb rad o s repeti­ lla, es gram aticalm ente uniform e, y se basa en la num eración ritual sólo al
das veces com o piedras de toque de la historia política m esoam ericana. A de­ nivel calend árico. Aquí hay más palabras nahuas, está ausente la forma de
más', en lugar de invocar la plum a fonética del jero g lífico m aya, los textos trato cortés, y, hay m en as'd iálog o. U n com entad or hasta ha llegado a pro­
icó n ic o s ju eg a n con el binario entre el lenguaje verbal y el visual, tzih y tzib poner que hubo dos m anuscritos originalm ente independientes, uno de la
en q u ich é , que es típ ico del tlacu itolli. región C archah, y el otro de Q uiché, que fueron unidos por un sacerdote
A dem ás, queda en pie el h ech o de que aunque el Popol vuh está en q u i­ español. De hecho, com o lo ha m ostrado Tedlock en su refutación de esta
ch é , el texto incorp ora gran núm ero de palabras de origen náhuatl, lenguaje idea, precisam ente en la oposición entre las dos partes m uestra el texto una
qu e h istó ricam en te ha estado unido a la escritura icónica y no a la je ro g lífi­ fuerte integridad com o artefacto indígena que tiene su propio m arco, y que
ca. A sim ism o, aunque en un tiem po estuviera de m oda atribu ir el elem ento gira en torno de su propio eje: .el episodio de la gente del m aíz, 1
náh u atl en qu ich é a la influencia azteca o tlaxcalteca y por tanto, con sid e­
rarlo co m o p osterior y carente de im portancia en térm inos literarios, hoy la 4 epopeya: padres........... . hijos............. gente de maíz
o p in ió n m ás culta em pieza a reco n o cerle horizon tes m u ch o m ás antiguos. X G m X
E sta m ay o r perspectiva em bo n a m ejo r con la función prim aria que d esem ­ 3 Siete Loro
p eñ a el náhuatl en el Popol vuh: aporta los n om b res de los dioses fundado­ G
res, co m o la abuela X m u cane, que arroja los granos ele m aíz, y su con sorte,
2 gente de palo..................
X p ia co c, pareja corresp on d iente al O xom oco y al Cipactonal de los tcoam ox -
tli. D esde el p rin cip io , el epíteto aplicado a la gran Serpiente Em plum ada
(tep eu , o " m a je s L a d " ) procede de la m ism a fuente náhuatl. N o relegar todo el 1 Gente de lodo.
P opol vuh al rincón jeroglífico maya tiene consecuencias im portantes p ara la
lectura del texto, sobre todo cuando se trata de percibir cóm o su estructura se F ig u r a IX.2. Eslnicí/irn del Popol vuh: 1-4, creacion es; X, X m ucane; C. Gem elos; m,
relaciona con órdenes de lógica espacial, más típicos de la escritura icónica m etam orfosis en monos.
que de la jero g lífica. D entro de su m arco cristian o — es decir, entre el p ró lo ­
go que sitúa el texto en la cristiandad y la intrusión de Pedro de Alvarado al Corno ya lo hem os visto, la segunda parte nos narra cóm o lo s quichés lle­
térm in o de la narrativa— , el Popol vuh se divide en dos p a rte s d a ram eru e'- garon a establecerse en su dom inio m ontañoso en el cen tro de M esoam éri-
ca, visitaron la gran Tula en las tierras bajas y se esforzaron por lograr esa dios de la prim era parte deben desglosarse en cuatro; pues las cuatro crea­
suprem acía política que el texto m ism o estaba d estinad o a encarn ar y a de­ cio n es del “cielo y de la tierra" perten ecen , definitivam ente, a la cosm og o n ía
fender. En otras palabras es, básicam ente, una d eclaració n histórica, no ca­ y no a la historia; es decir, sólo a la prim era parle del texto. Por lo d em ás,
rente de su propia elegancia y estrategia literarias, pero com p rom etid a fqr- los episodios de la gente de lodo y de la gente de palo (1 su ¡n a ) se ven i lela­
m alm ente c o n una em presa narrativa m enos elaborada que la prim era parte. m ente separables gracias a sus respectivos agentes de creació n , y ante todo
No tan directa en su proced im iento, la prim era parte es m u ch o m enos porqu e se dice que la creación de Siete Loro ocu rrió en la edad de la gente
fácil de resum ir. Com o nos lo indica el prólogo, relata las cuatro cre a cio n e s' de palo, con v iniend o a ésta en un. con cepto separado. (M ercedes de la Garza
inherentes al presente. Id entificar y num erar estas creaciones no ha resultado corrige su cin tam ente la u n ió n de la prim era creació n co n la segunda “d onde
cosa sencilla. D iscerniendo en ellas las fases de form as particulares de vida se crean otros h o m b re s".)2 Luego, cuand o se crea la prim era gente de m aíz
den tro de una historia evolutiva, E d m o n so n habla de sus princip ios y fines ( 4 su p ra ) y cuyos o jo s e in telig en cia aún no h an sid o cegados p o r lo s d io ­
co m o "nacim ientos y h u m illacio n es”. En cam bio , Tedlock sigue la habitual ses, se dice exp lícitam en te cjue recuerd a las cu atro creacio n es de las cu ales
preferencia espacial y las presenta com o “form adas y repartidas en cuatro esa gente surgió, en el um bral de la h istoria de la Era. En otras p alabras,
partes, señaladas y m ed id as... en los cuatro, ángulos, en los cuatro rincones”. / ellos m ism o s no pu ed en co n stitu ir razon ab lem en te una de esas cu atro
D ado el vasto alcance de la narración, parece probable que los térm inos creacio n es que, antes b ien , d ebe suponerse que ocu rrieron dentro del ám b i­
maya clave en cu estió n (tzuq, xu ku t) incluyan am bas posibilidades: la c o n ­ to y periodo de la prim era parte. Por estas razones sería p referible el si­
figuración am ericana del esp acio y el im pulso evolutivo del propio texto gu ien te esqu em a:
exclu yen un m odelo espacial del que estuviera áusente el tiem po.
E ntonces, ¿cuáles son estas cuatro creaciones? En cierta m edida, la res­ [Prim era parte] ,
puesta es m uy clara, gracias a algunas ind icaciones explícitas del texto. No Preám bulo
cab e duda, en estos térm inos, de la creación cen trad a en Siete Loro y su 1. G ente de lodo
fam ilia, ni de la epopeya ulterior del infram undo, X ibalbá, sucedida a la vez 2. G ente de palo
por la creación de la gente del m aíz, el m om ento decisivo con que com ien ­ 3. Siete Loro
zan la historia quiché y la segunda parte. Sin em bargo al princip io, donde el 4. Xibalbá
LexLo trata de la creación de la gente de lodo y de la de palo, la clave para su G en te del maíz/primeros qu ich és
apropiada división es más enigm ática. Por su parte, E d m onson y Tedlock [Segunda parte]
ofrecen el esquem a siguiente: H isíoria de los quichés

[Prim era parte] Esta d isposición es corroborad a físicam ente por la p aginación p ro p o rcio ­
1. gente de lodo; gente de palo nal de las creacio n es en cu estión (facto r puesto en relieve por la trad ucción
2. Siete Loro en verso de E d m on so n ). Así la prim era y la segunda creacio n es ju n ta s son
3. Xibalbá de la m ism a exten sión que la tercera, y las tres prim eras creacio n es unidas
[Segunda parte] tien en la m itad de la extensión de la cuarta.
4. G ente de maíz; historia de los quiché (4 y 5 en T ed lock)

Los m otivos para pensar en una revisión de este esquem a son dos. E xter­ L a g e n t e d e l o d o y la g e n t e d e pa lo
nam ente, las cuatro creaciones del Popol vuh en realidad se relacionan con la
pauta cuádruple de la cosm og onía m esoam ericana exam in ada en los cap í­ En el um bral m ism o de su tiem p o, el m undo yace expectante, “todo en sus­
tulos siguientes; en lo interno el texto m ism o, de estructura intrincada, nos da p enso, en calm a, en silencio; inm óvil, callado y vacía la extensión del c ie lo ”.
una instrucción precisa, si bien muy discreta, sobre cóm o los distintos episo­ En su rostro con fu so, los fenóm en os que lo poblá'rán se d efinen por su
ausencia: “No había tddavía un ser, ni anim ales, pájaros, peces, cangrejos, sexo. C on el poder que se les ha legado, y com o contadores de las noches y
árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques". La primera conexión los días del ton alám all, am bos recurren al lenguaje de los géneros y de la
alterna la atm ósfera con la esfera, lanza un nom bre com o un rayo o un p en ­ genética. Adivinan con granos de maíz y granos de íziíe, d iciendo: “ju n ta o s
sam ien to entre U no Pierna Corazón del C ielo y Serpiente Q uetzal, iridis­ ahora y acoplaos"; éste es un acto am pliam ente celebrado en la escritura
cen te en el agua noctu rn a de abajo. icó n ica, por ejem plo en el B orbónico (p. 2 1 ), donde los granos de m aíz de
M anifiesto com o una trinidad de relám pagos llam adas rayo, recién naci­ O xo m o co sum an nueve, y en la Inscripción de Yauhtepec4 (figura IX .3 ),
do y verde, U no Pierna es h u m ea n en q u ich é, el hurakán del C aribe, dios de que subraya el papel de C ipactonal com o tallador y m arcador de días.
la tem pestad cuyos torbellinos unen físicam ente el cielo con el m ar.3 Además Las criaturas producidas por ^ p iy aco c y X m ucane, talladas en m adera,
de ind icar la forma (de hech o tallada en la efigie caribeña de una sola pierna, tienen, la apariencia de personas y hablan y se reproducen. Sin em bargo, así
y de b razo s que g iran ), el térm in o “U no P iern a” tam bién se relaciona con co m o sus predecesores eran dem asiados húm edos, éstos son dem asiados
el to n a lá m a ll p or vía del H un O c (p iern a o pie) m aya de las tierras b a ja s, secos. Sim ilares a m u ñecos, se m ueven espasm ódicam ente, y com o olvidan
c on trap arte de los n om bres norm ales de quiché y náhuatl para el Signo. X a sus creadores, tam tyén son rechazados y caen en desgracia, pues sólo
(perro: tzi, iLzcuintli). En cu anto a la Serpiente Q uetzal, G ucum atz o Q uetzal- “fueron un ensayo, un intento de hacer h om b res”.
cóatl, la e n co n tram o s en su form a prim igenia, un brillante reptil-p ájaro e n ­ M ientras que los hom bres de lodo fueron vencidos solitarios, los m u ñecos
cargado de la fuerza evolu cionaría ascend ente que vendrá. C om o U no P ier­ de palo se vuelven grandes explotadores de otras vidas y ob jeto s. En reali­
na, tam bién él pertenece al toncilám atl, ya que, com o uno de los Q u echolli, dad, com o son tan duros, rígidos y sim ilares a peleles, no tienen reverencia
Q uetzal corresp on d e al núm ero 12 y Serpiente es Signo V Por este h ech o, ni respeto a lo que dom inan y con trolan , por lo que deben ser m olid os, a su
con fo rm e los dos piensan y conversan estab lecen por m ed io del to n a lá m a ll vez, por todo lo que ante^-éxplotaron, así com o por unos m on stru os que se
un ritm o de gestación profunda en el tiem po, cuyas fases e intervalos, en dejan caer del cielo a la tierra: los tzitzim inc del eclipse solar, que m atan y
p rin cip io , pueden m edirse. sacan los o jo s con el cuchillo de pedernal em pleado para h acer sangrías:
La intensa cog itació n de U no Pierna y Serpiente Q uetzal tiene por co n se ­ “Por ese m otivo se oscureció la faz de la tierra y com enzó una lluvia negra,
cu e n cia física la fo rm ació n de la corteza terrestre. Surgen m ontañas para una lluvia de día, una lluvia de n o ch e.” Pues se habían burlado del co n ce p ­
sep arar los ríos y ofrecer estribacion es a los bosqu es de cedro y de p ino, que to cuartom und isla del contrato dom éstico, m altratando a los perros, los
luego serán el hogar de las criaturas silvestres. Sin em bargo, éstas resultan m ás v iejo s am igos de la hum anidad y asociados con el eclipse, y a sus gua­
in cap aces de articu lar el h im n o de culto que les pedían sus creadores, y por jo lo te s , los únicos otros anim ales dom ésticos de M esoam érica. C om o resul­
ello viene el p rim er in ten to de dar forma esp ecífica al ser hum ano, tado, estos seres recuperaron su estado salvaje y atacaron a sus am os, h a ­
La sustancia elegida para esta tentativa es el proverbial barro de Adán. Pero ciénd oles violentas recrim inaciones. Hasta los m etates y las ollas de la gente
aquí la im agen resultante es insatisfactoria. No puede inclinar la cabeza, de palo se quejan de que los utilizaron con gran insensibilidad , en un p asa­
tiene el rostro hacia un lado y no puede m irar a su alrededor, hablar, eng en­ je de vivos efectos fonéticos:
drar ni cam inar. Y co m o creación , es abandonada por los dioses y librada a
las aguas en cu en tra su “d iluv io”. L is características de este p rim er a n te c e ­
Cada día, / cada día
d en te de la hu m anid ad — una cabeza que sólo puede m overse lateralm ente de noche, al amanecer, / todo el tiempo hacían
y un rostro m óvil sólo en una mitad v ertical— •encu entra un eco cu rioso en holi, / holi
las m áscaras asim étricas de los iraqueses d enom inad os “gentes de barro ”. h ii q i, / Jiu íji
E n la h istoria de las esp ecies vertebradas corresp on d en a los peces, a cuyo nuestras caras / a causa de vosotros
e lem en to acu ático vuelven estas criaturas. versos 737-746
Tras este fracaso, U no Pierna y Serpiente Q uetzal d eciden llam ar a la
pareja de los abuelos, X p iyacoc y Xm u cane, con ocid os en náhuatl com o Ci- Los pocos que sobreviven a esta revolución huyen a la selva, donde se
p actonal y O x o m o co , engendradores y portadores, capaces de cam biar de vuelven "los m onos que existen ahora en los b osqu es”.
S ie t e L o r o y f a m il ia

Al aproxim arse la tercera creación , se dan al lector in stru ccio n es precisas


sob re cóm o situarla en relación con las dos ya relatadas, pues se dice que la
historia de cóm o Siete Loro y su fam ilia fueron derrotados por los G em elos
— un cuarteto perfectam ente form ado en sí m ism o— ocu rrió “durante la
edacl de la gente de palo"; es decir, después del fin de la prim era creació n y
antes del fin de la segunda, lo q u e, coín ó ya se observó, sin duda va en c o n ­
tra de la idea de unir las dos prim eras creaciones. Sea com o fuere, a estas
alturas es evidente que el ralato en general no está p rocediend o p o r una
sencilla secu en cia cronológica o siquiera lineal. Este tercer episod io, genera­
do ex abru pto por la sim ple valentía de Loro y no por d ecisión de los dioses,
term ina con la nota de que pertenece a las in con tab les hazañas afectadas
p or los G em elos cuand o vivían sob re la íaz de la tierra, antes de bajar a
X ibalbá, ,
Esta tercera creación, cuyo rc^vto es tan largo com o el de las dos prim eras
creacion es ju n tas, debe im aginarse com o una obra de cuatro actos, cuyos
d ram atis p erso n a e se dividen en dos bandos antagónicos. En un ban d o te­
nem os a Siete Loro y su familia'; en el otro, a los G em elos Cazador y Venado
Jaguar, todavía niños, sus protectores y aliados. La obra y la lu cha que traban
no dejan ya esp acio para deidades predom inantes ni para sus delegados.
IX.3. Imágenes correspondientes a episodios del Popol vuh: a ) Cipactonal; Oxomo-
F ig u r a
Prestando gran atenció n a la apariencia y la con d u cta de los tipos individua­
co que adivina (Inscripción de Yauhtepec); b) loro que ha arrancado un brazo con el pico
(Borgia p. 2); c) Portador de hacha y bebedor de pulque que subió al ciclo, Tepoztécatl les, la narración analiza las que habían sido cualidades y la situ ació n ind ife-
(Magliabechiano). renciada de los m u ñecos; y m ientras que ni la gente de lodo ni la de palo
d ijo una sola palabra, estos personajes conversan incesantem en te, en tre sí o
Las creaciones prim era y segunda, con las que em pieza el relato, tienen en m onólogos.
en com ú n el hech o de que tanto en la una com o en la otra agentes celes­ O bservando su clara au to d cfinició n com o episod io, su form ato d ram ático
tiales necesitad os de reco n ocim ien to o anagnórisis, producen antecedentes y su poderoso texis náhuatl, M unro Edm onson llegó hasta a referirse a esta
de la hum anidad y, no con sigu ién dolo, los destruyen por m edio de una tercera creación com o a una “inserción del siglo X",5 un pasaje intercalado, por
catástrofe. La ruptura entre los dos esfuerzos de los dioses está,-em p ero , d ecirlo así, en un texto maya prexistente. Cualesquiera que sean las razones
claram ente señalada, y en la segunda creación el enfoque del relato es m u­ de esta afirm ación , en térm inos literarios el episodio está b rillan tem en te
ch o más cercan o, y se nos dan detalles de agentes y procesos que en p rinci­ integrado al relato general. Alude de m anera con stan te a las dos creacio n es
pio estaban ausentes de la prim era. Esta tendencia se hace más m arcada en anteriores, en especial a la de la gente de palo en cuyo Liempo transcurre,
la siguiente fase de la narración, la cual enfoca la fam ilia de Siete Loro, su estableciend o etim ologías y una lógica evolutiva y com p letan d o el program a
esposa, C h im alm at y sus dos h ijos, C ipacná y Dos Pierna. de las grandiosas m etam orfosis en peces, m on os, estrellas y m ontes. Al m is­
m o tiem po, m ediante los personajes de los G em elos, se anticipa ya a la
cuarta creación que con stituye su epopeya. A dem ás,, en m ateria de argu­
m ento, un com ún sustrato m esoam ericano de las versiones tanto maya com o
náhuatl de las edades ,del m undo y de la epopeya de los G em elos existe en falso cangrejo, cuya carne color de rosa le hace agua la boca. La entrada es tan
téxtos otom anguan os, com o "Nai tzult, nai tza", con cern ien tes a los G em e­ estrecha que Cipacná tiene que deslizarse de espaldas para llegar al señuelo, y
los ñiazatecos solar-lunares. una vez dentro la m ontaña, llamada Meavan, lo aplasta. Tedlock observa la
La obra com ien za cu an d o Siete Loro afirm a su p reem inen cia com o here­ insinuación sexual que esta secuencia sigue teniendo hoy para los quichés, y
dero de lo que va de la creación. Su gran tam año, plum as brillantes y rasgos observa, asim ism o, la posición de Meavan en su geografía local.
tan radiantes com o jo y a s y m etales preciosos lo equipan para ser con sid era­ Por últim o, com pletando el cuarteto, los G em elos ponen en orden a Dos
do nada m en os que com o el sol y la luna. Su habéis se extiend e a sus dos Pierna, el otro hijo de Loro. M onstruosa parodia de U no Pierna y un satirio
h ijo s, C ipacná y Dos P iern a, quienes, poseyendo enorm es fuerzas, se divier­ gigantesco. Com o su herm ano, este ser derriba m ontañas para dejar que pase
ten hacien d o y d esh acien d o m ontañas. O bservan d o la fam ilia e intuyendo la luz del Este. Su perdición llega'porqu e no puede resistir á la tentación de
la p referencia de U n o Pierna por otro orden de grandeza, los G em elos d eci­ un platillo preparado por los G em elos, un ave asada en lodo. La ingestión
den red ucirles el tam añ o, em pezando p o r el, padre, Loro. del lodo (la sustancia más parecida a él) hace que Dos Pierna se enrolle de
M ien tras Loro devora frutas en su eno rm e árbol, an u n cian d o ro n cam en te tal m od o que los G em ejos pueden atarlo y enterrarlo.
su am an ecer, los G em elos C azad or y Venado Jagu ar lo d erriban con su c er­ C on esto queda com pleta la obra y perfeccionada su cuád ruple lógica,
batana. En la lu cha que sigue, Cazador pierde el brazo que Loro lleva a su que no ad m ite ad icion es ni su straccion es. Los G em elos d errotan a Loro;
casa, a su esposa, C h im alm at, quejándose del insop ortable d olo r de m uelas el prim er hijo de Loro d en o ta a los Cuatrocientos; los G em elos d errotan al
cau sad o p o r el dardo env enenad o de Cazador. M ientras tanto los G em elos prim er h ijo de Loro; los G em elos derrotan al segundo h ijo de Loro. Satisfac­
sin padre y ahora m ás aband onad os que nu nca, son adoptados por la an cia­ toria por derecho propio, esta creación desarrolla el argum ento evolutivo
na y can o sa pareja Pécari y C o a tí, quienes, protegiénd olos com o a sus p ro ­ del Popol vuh, prestando la/nayor atención a la anatom ía, la piel y la c o n ­
pias crías, les p erm iten volverse los dentistas de Loro: "¿Q ué v enenos pod éis d ucta de sus personajes principales. En realidad, el agón de la pieza queda
hacer, qué ven en os pod éis curar?”, les pregunta éste. Los G em elos aprove­ corro bo rad o en térm inos anatóm icos y de tipo de piel en la m edida en que
ch an la oportunidad para anestesiarlo y sacarle los dientes y la preciosa el band o de Siete Loro se viste de escam as y plum as, m ientras que sus ad­
insignia q u e había h ech o de Loro un señor, ¡em p lazán d o lo s con una d en ­ versarios sólo tienen cabello, y estas tres posibilidades son las únicas de que
tadura postiza de granos de m aíz. El m u ere en to n ces, seguido por su esposa pueden disponer los vertebrados am ericanos. Llam ada C him alm at, p o r la
C h im alm at. H abien d o recuperad o el brazo, Cazador se lo injerta satisfacto­ palabra náhuatl que significa"'escu d o", la m u jer de la familia de Loro cu bre
riam ente. y "em polla" a su camada, inicialm ente un nido lleno de huevos, sean de san­
El segundo acto de la obra con cierne a los Cuatrocientos h ijo s, al aparecer gre fría o de sangre caliente. Aunque nacidos del mismo saco am n iólico, los
hu érfanos com o los G em elos, a quienes vem os por prim era vez d erriband o m am íferos, por contraste, están indefensos, y tanto los Gemelos corno los Cua­
árboles c o n sus h ach as, para con struirse un hogar. In cap aces de levantar la trocientos son presentados com o hijos desvalidos sin padres conocid os. Pre­
viga del tech o , acep tan la ayuda que les ofrece C ipacná, pero, tem erosos al cisam ente por esta razón, la vieja y “hum ilde" pareja de Pécari y C oatí, cuya
,ver su terrible fuerza de caim án, d eciden m atarlo, y excavan un enorm e foso avanzada vejez se m uestra en su cabello y barba blancos, se ofrecen a p rote­
para que caiga en él. C o n ven cid o s de que ha m u erto al ver que las horm igas ger a los G em elos com o d escendientes adoptivos. Lo hacen por el m ism o
se llevan cab ello s y u ñ as, lo celebran tom ando grandes cantid ad es de pu l­ orden de solidaridad que m ueve a los G em elos a vengar a los C u atrocientos;
que ferm en tado por ellos. Cuando, más alegres estaban, C ipacná, que había y eto ló g icam en te esto con trasta con el paren tesco m enos tierno de los oví­
yacid o inm óvil todo el tiem po, se venga derribando la casa sobre ellos m a­ paros pájaros-reptiles.
tand o a todos. Su d estino es entonces elevarse para convertirse en las Pléya­ A unque se le llama Loro (los cakchiqueles le llaman guacam aya), el perso­
des, la m ás in con fu n d ib le de las con stelacio n es a lo largo del cam in o del naje de este nom bre debió de tener, sin duda, gran estatura y fuerza, pues fue
Z odiaco. capaz de arrancar desde las raíces el brazo dé Cazador: el Borgia y otros cód i­
Al enterarse de esto, en el tercer acto los G em elos vengan a los C u atro­ ces m uestran la imagen de ese loro m onstruoso, llevando el brazo-cortado en
cie n to s, m atando a C ipacná. Lo logran atrayéndolo a una caverna con un el pico (figura IX .3). Con los clientes que le hicieron amo y señor, y que ahora
ha perdido, se le d eb e interpretar com o un volad or prim igenio, que eleva
del m ar al cielo el resplandor del quetzal: tal vez un arqu eop terix, o el más
m od esto hoatzin am ericano, cuya cam ada en la prim era sem ana de vida aún
m uestra vestigios atávicos de los dientes y las garras del reptil1. De todos m o ­
dos, este episodio nos recuerda que una vez las aves tenían dientes y tam ­
bién que los granos de m aíz •
— los dientes postizos— crecen igualm ente en
filas de dos. Ritualtnente, Loro rem ata la serie de los Trece Q u ech o lli y los
núm eros de su nom bre com pleto sum ados, sugieren la base vigesim al, es de­
cir, 7 + 13 = 2 0 . M u ltiplicado, el nom bre produce el sigma de los Q u ech o lli;
es decir, todos ellos sum ados clan 7 x 13, o 9 1 , expresión m atem ática de
potencial com binad o, com o lo hem os visto (cap. ti). Este descifram iento n u ­
m érico es confirm ado por el episodio de Ah M uzen Cab en los Libros de
C h ilam B alam , donde la figura que pierde su orgullo y su insignia recibe el
n om bre de O xlah u n -ti-k u " d io s-1 3 ” (C hum ayel, p. 4 2 ). Lo m alo de Loro es
que lleva dem asiado lejos y en d irección errón ea el im pulso anu n ciad o al
com ien zo de la narración en las plum as de Serpiente Quetzal.
Los dos hijos saurios de Loro representan la otra m itad de Serpiente
Q uetzal, los v ertebrados de sangre fría que adquirieron tan en o rm es pro­
porcion es durante el cretáceo. El nom bre del p rim er h ijo , C ipacná, significa
LAm in a 1 7 . Edades del mundo: a) el Di- • ■ , • ‘"j- ,• / " ‘ -¡r'1 1 \
caim án (C ipactli en náhuatl, raíz tam bién visible en la con sorte de O xo m o - Iiivio y hombres-pez; el gigante que se 4
..(nn, 0 iir fu L ~ .\ i^ U c n ¡ífc y Ú c n iL ^ ;-á iú tK 2
c o , C ipac-tonal/Xpiayacoc), cuyos hábitos m uestra perm aneciend o inm óvil cayó (Ríos, p. 5); b) Tamoanchan, el árbol .p i f r ^ W jic c ./ ¿'fe
y fingiéndose m uerto, y cuya anatom ía com parte al ponerse de espaldas para cortado, con diversas frutas y flores (Te-
atrapar el cangrejo. Pues los caim anes y sus antepasados se d istingu en por lleriano.f. 19). / , |
, i.'" n ~ 1
abrir sus m andíbulas a la inversa, hacia arriba y no hacia abajo, lo que lim i­ ,.ííV Í
ta las dim ensiones y la forma de su cráneo. U na vez atrapado bajo M eavan, /
C ipacná vuelve a ser la tierra m ism a: señal de su antigüedad, celebrad a en ■' m
las im ágenes cuartom und istas del caim án com o fundam ento literal de los
edificios, por ejem p lo, la prim era casa con struida por los C u atrocien to s, y la
base telúrica de la cosech a. En la Estela 2 5 de lzapa, no lejos de Q u ich é, así
co m o en la lejana C havín, el caim án sirve de este m odo com o raíz y funda­
m en to del crecim ien to vegetal y al m ism o tiem po m uestra las uñas invo­
cadas en el Popol vuh, en m anos bien m anicuradas.
C om o el prim ero de los Veinte Signos, Cipactli tam bién es literalm en te la
base de este co n ju n to de signos del toim lám atl. Más aún: aunque con stituye
un peligro, con su fuerza telúrica y su capacidad de elevar hasta el cielo es­
tratos enteros de tierra, com o fueron elevados por los dioses al principio de la
creación, se le acredita form ar los m ism os volcanes que m ucho más adelante
en la historia aparecen com o m ojoneras y guardianes del paneaguas quiché:
hazaña que redim e su aspecto de sim ple m onstruo.
"POPOL VUH" 289

El otro h ijo , Dos Pierna, que derriba lo que C ipacná levanta, tam bién
term ina en la tierra, fatalmente debilitado por haber com id o lo que más se le
asem eja, en una forma cocinada y por eso nocivo para su sistema gástrico.
A natóm icam ente, su nom bre sugiere un saurio grande; los testim onios fósiles
m u estran que los dos cuartos traseros de estos anim ales siem pre son más
largos que los delanteros, m ientras que la forma de su pelvis revela el n exo
gen ético co n las aves (p o r ejem plo, el fam iliar Siete Loro). En esta guisa,
D os Pierna da em pleo m á x im p ^ la articulación de cadera y rodilla detallada
co m o tal en el F éjérv á iy (véáse figura X II.2a). Por m edio de ella, se le p re­
senta com o una burla de Uno/Pierna Corazón del C ielo, hasta tal punto que
este últim o com enta el hecho ante los G em elos cuand o los aprem ia a dar e s­
p acio para respirar inundo, am ansando y reduciendo los tres m achos de
la fam ilia de Loro.
P or su parle, los G em elos, los Cuatrocientos a los que tanto se asem ejan
co m o huérfanos, y la pareja encanecid a que los adopta, tienen en com ún la
vulnerabilid ad, más una propensión a atacar prim ero, al dolo y al su bterfu ­
gio. Pécari y Coatí m ienten (y logran engañar) a I.oro, los C u atrocientos
m ienten (sin poder engáñar) a C ipacná, y los G em elos engañan a toda la
fam ilia y sobresalen en el arte del señuelo (el cangrejo) y la suplantación
(los dientes falsos de Loro). Los G em elos y los C u atrocientos se distinguen
adem ás com o usuarios de herram ientas, en especial la cerbatana y los
v enenos fabricados (que tam o celebrara Lévi Strauss), el hacha y la olla para
h acer pulque. Com o pioneros en un paisaje silvestre, que derriban árboles
para h acer la viga del techo de su casa, los C u atrocientos establecen los pa­
radigm as de capítulos de los teoam oxtli, com o “C ostum bres”, “Techos” y ante
todo "Bebed ores", los que blanden hachas y que, siguiendo el ejem plo de las
Pléyades (es decir, los C uatrocientos en su form a celestial), m arcan las esta­
cio n es d el cam ino del Zodiaco. U na lectura atenta de este pasaje del Popol
vuh pone en un foco com ú n , en lo profundo de la historia protohum ana, los
rasgos aparentem ente incon exos de los O nce del Zodiaco, en fuentes com o
el M anuscrito de Tepoztlan, el "lugar del hacha” cerca de los cen tros m o n ­
tañosos del culto del pulque (figura IX .3), y el Cospi, el Laúd, y el Borbónico,
d o nd e los periodos planetarios se cuentan por pu ntos de efervescencia alco ­
hó lica. Y, de m ayor im portancia, en la más extensa historia del Popol vuh, al
ascen d er para con v en irse en las Pléyades, preparan el cam ino celestial que
d espués seguirán los Gem elos.
En el corpus de los códices, m uchas im ágenes al estilo del brazo hum ano
sostenid o por Loro y el árbol derribado por el hacha fundam entan la dialéc­
tica evolutiva de esta pieza en cuatro actos, que im buye la lógica m ism a del
tonalám all. Loro remata los Trece Q uecholli, su hijo caim án aporta la base de Por m otivos lingüísticos, esta secu en cia de X ibalbá lúe señalada por E d ­
los Veinte Signos (C ipactli), su otro hijo Dos Pierna, com o U no Pierna, invoca m on son com o esp ecialm ente maya; y los m ayólogos la han exam in ad o re­
una versión arcaica del Signo X. De los Gem elos, Cazador es la forma quiché petidas veces en búsqueda de paralelos entre Popol vuh y lo que se ha llam ado
del Signo X X (flor en náhuatl, Señor en yuca teco), y com o Venado Jagu ar (Sig­ su c ó d ice ,7 es decir, escenas pintadas en vasos y en otros artefactos mayas
nos X IV y V il), su herm ano une el carnívoro y el herbívoro, el cazador y la de las tierras bajas, en particular de la zona C archah -C ham á, vincu lad a de
presa (contrapuestos así tam bién en el manto de Powhatan com o en el no m ­ m anera trad icional con el cam ino a X ibalbá. Al m ism o tiem po, el reíalo
bre com pleto del héroe m ixteco O ch o Venado Garra de Jagu ar). En térm inos sigue el paradigm a de la cam inata sola¿-, característica de los héroes ép icos
num éricos, esta carga sem iótica del texto refina las fases y rilm os del lon alá- am erican os en general; es decir, la rula astro nó m ica que pasa entre los h o ri­
matl, fijados inicialm ente por Uno Pierna (1 X) y por Serpiente Quetzal (1 2 V). zontes occid ental y oriental por el infram und o (co n ju n ció n inferior) y el
C om o prueba de la antigüedad m esoam ericana de la lógica desarrollada cén it (c o n ju n ció n superior). El m otivo p articular del ju eg o de pelota que los
en estas tres creaciones, e n co n tram os en C halcatzingo una secuen cia de ins­ G em elos ju eg an con tra los Safñores de Xibalbá es com ú n a los textos otom an-
crip cio n es en roca del tem prano horizonte olm eca. Allí, retratando al m ism o guanos de M esoam érica, y tam bién se le co n o ce entre los sio u x y los algon-
agón, aunque con resolu ción m ás bárbara, la im agen es de un m am ífero-h u -' qu in o s de Isla Tortuga.
m ano d esnudo e inerm e, devorado por un dragón, cuya enorm e cabeza y La cuarta creació n , dos veces más extensa que la prim era, la segunda y la
dientes son sim ilares a los de saurios y de aves, y cuyo cu erp o , ond u lante tercera ju n ta s, entreteje toda una red de significación en torno de este para­
y serpentino y equipado con una aleta, está envuelto en una m ezcla de esca­ digm a y hace un excelen te con trap u n to entre parejas y con ju n to s de p erso ­
mas y plum as.6 najes. La pareja principal, los Gem elos, se relaciona, prim ero, con sus prede­
cesores, el padre, U no Cazador, y el tío, Siete Cazador (Signo X X ); luego con
H a c ia X ib a l b á sus herm anos m ayores, U no M ono Araña y U no M ono A ullador (Sig no X I),
h ijos del prim er m atrim onio de su padre; y, por últim o, co n sus enem igos
A cerca de la forma y el signilicad o general de la cuarta creación casi no arqu etíp ico s, U no M uerte y Siete M uerte (Signo VI) y los otros Señores del
puede cab er duda. Fieles al llam ado de su linaje de cop eros, los autores ini­ Infierno, A su vez, este reparto (enteram ente m asculino) se relaciona de m odo
cian los procedim ientos p rop on iend o un brindis en honor del nom bre del ingenioso con las m ujeres: Xm u cane, madre del padre; Cipacyalo, madre de
padre de los G em elos, U no Cazador, y del engendram iento de los G em elos. los M onos; e Ixquic (M ujer Sangre), m adre de los G em elos. A unque sólo
Y la secuen cia term ina cuand o vem os por últim a vez a los G em elos cam i­ sean lie s, estas m u jeres aportan el hilo de con tin u id ad sin el cual la av en tu ­
nando por el cielo para unirse con las Pléyades, com o Sol y Luna. ra de los varones no llegaría a ninguna parte.
Si la tercera creación fue una obra de m etam orfosis, en cuatro actos, con Los Señores de X ibalbá o el infram und o deciden con v ocar prim ero a los
tonalidades épicas, la cuarta satisface todos los requisitos de la epopeya. Ve Padres y luego a los Gem elos, pues están irritados por el ruido de los ju eg o s de
a los G em elos confirm ad os en su papel de vengadores, esta vez d esq u itán ­ pelota que practican en la canch a de la familia por encim a de sus cabezas;
dose del asesinato de su padre por los Señores de X ibalbá, criaturas esq u e­ desde su subterrán eo punto de vista, el problem a son las gentes de arriba.
léticas del infram undo. A este respecto, la tram a puede resum irse en pocas En cada ocasión, la convocatoria es enviada por unos em isarios que son aves
frases. C onvocados a Xibalbá a practicar el ju eg o de pelota con sus go b er­ carnívoras y que vuelan hasta la can ch a, donde posan om inosam ente. Los
nantes, U no Cazador, padre de los G em elos, y su herm ano Siete Cazador, Padres están ju g an d o , así com o ju eg an a los dados, por pasar el tiem p o; y la
son hum illados y m uertos. Los G em elos, m ilagrosam ente co n ce b id o s por la ord en, llevada de m anera directa por cuatro lechuzas de alto grado, no les
saliva que brotó de la cabeza decapitada del padre, siguen sus huellas para deja o p ció n en su cód igo de honor. Por con traste, los G em elos están ju g a n ­
triunfar donde él fracasó. H abiendo desplazado a sus herm anos m ayores do con entu siasm o, habiendo recuperado el atuendo de ju eg o de los Padres,
com o herederos de Uno Cazador, los Gem elos se im ponen a los Señores de y luego reciben la orden ind irectam ente, del halcón , ave diurna. El m ensaje
X ibalbá y, triunfantes, revelan sus nom bres y m otivos. Luego, unen piadosa­ fue llevado prim ero a su abuela X m u cane en lá casa de; la fam ilia, y ella se lo
m ente el cuerpo y la cabeza de su padre y asciend en cam inand o al cielo. com u n icó a ellos en el ju eg o de pelota por m edio de una pulga atrapada en
i-'' .1

— ¿Qué hay, Uno Muerte?


la baba de u a sapo, que es devorado por una serpiente, devorada a su vez
— Me han picado.
p or el halcón. Al recapitular una cadena alim entaria que alterna tipos de lo­
Versos 3497-3503
com o ció n (saltar, volar), esta secuencia tam bién indica que a la postre los pro­
pios G em elos sienten la com ezón (de ahí la pulga) de desafiar a los asesinos
R echazan luego los asientos calientes y en la serie de habitaciones para
de sus Padres.
huéspedes encuentran m aneras de superar en ingenio a sus anfitriones h o ­
Al desped irse de X m u can e, los Padres sólo pueden dejar a sus p rim o g én i­
m icid as. A ceptando el cigarro, sim ulan su brillo en la oscuridad m ediante la
tos M onos para cuidar la casa y m an tener caliente el hogar; luego, al d escen ­
pulsación de una luciérnaga colocada sobre una plum a de loro. A los furio­
d er a X ib albá, ante unos cam inos de colores rojo y negro, blanco y am arillo,
sos m oradores de la Casa del Jag u ar les dice Venado Jagu ar: “Si m e com éis,
escogen el fatídico negro. Por su parte los Gem elos, no teniendo descendencia
os com eréis a vosotros mismos/’, y así sucesivam ente.
que d ejar co n X m u can e, le confían una planta de m aíz que deberá cuidar, la
Los prim eros en lanzarse por el épico viaje a través de la tierra y el cielo,
cu al, enraizada d entro de la casa, prosperará con form e ellos av ancen , in si­
U no y Siete Cazador.^on superados cada vez; y nó pasan las pruebas que
nu and o así su triunfo final y la nueva esp ecie de gente del m aíz que de él
caracterizan el viaje del cham án am erindio. Siguiendo sus pasos, y teniendo
resultará. De m anera corresp on d iente, los colores de sus cam inos form an
ahora por señaladorcs a los hijos que se transform aron en las Pléyades, los
pares, de b lan co y negro, rojo y verde, y el verde variable denota un nuevo
G em elos se desem peñan m u cho m ejor, poseedores de una m em oria in stin ­
cre cim ie n to en el registro del maíz.
tiva o genética: la narración lo insinúa m ediante paralelos d irectos de hecho
Al llegar realm ente a Xibalbá, los Padres habían recibido un trato ignom i­
co n h ech o , corno lo ha señalado Edm onson. Sus diferentes fortunas corres­
nioso y sufrido el burdo sentido del hu m or de los Señores. H aciéndoles con -
pond en a sus nom bres: arijínéticam ente U no y Siete Cazador im plican todo
-■ fundirlos con los propios Señores, saludaron cortésm ente a una hilera de 12
el ton aldm atl, construido 'de acuerdo con el Signo X X , q u c'e n la con v en ció n
efigies de m adera, colocad as allí com o bromad y que en realidad son causa
de la cuenta term inal de los mayas de las tierras bajas llevan los n om bres de
de enorm e hilaridad. Y cu and o se les pide sentarse, lo h acen sobre una pie­
tunes y katunes. Los Signos de los G em elos, sin nú m eros, con tin ú an este re­
dra calien te que les hace saltar, causand o m ás risas. En una gran racha per­
gio precedente pero lo elevan con el doble nom bre anim al de Venado Jag u ar
dedora, luego reciben el p roblem ático don del tabaco, que de m anera tradi­
(X IV y V II), que señala la capacidad de intuir y com unicarse co n el m undo
cion al es m uestra de hospitalidad. Sin em bargo, allí, por la no che en la Casa
natural, la cual les salva la vida en m uchas ocasiones, sobre todo en la Casa
de las T inieblas, tuvieron que d ecidir la im p osible o pción de no con su m ir el
del Jagu ar.
tabaco y p arecer m al edu cados, o con su m irlo y parecer en ton ces voraces.
La relación de los G em elos con sus herm anos m ayores M onos, prim ogé­
En otras palabras, desde el principio no tuvieron ninguna oportunidad, y los
nito s de U no Cazador, en gran parle es de anim osidad a con secu encia, ante
Señ o res, en lugar de pasar por la form alidad de ju g a r en realidad una serie
todo, del insólito nacim iento de los G em elos, pues M ujer Sangre los co n ci­
de partidos de pelota con ellos, d ecidieron sacrificarlos, y decapitar allí m is­
b ió m ilagrosam ente de la saliva que cayó sobre su m ano derecha, del cráneo
m o a U no Cazador. Se hace una sim ple enu m eración de las otras tem ibles
de U no Cazador. H abiendo viajado desde Xibalbá de regreso hasta la casa de
habitaciones para hu ésped es que ellos habrían ocupado por las n o ch es: las
X m u can e, los presentó com o sus verdaderos retoños, para gran irritación
casas de H ielo, Jagu ar, M urciélago A sesino y C u chillo.
de sus herm anos M onos. Vistos desde el principio com o una amenaza y
En todos estos p u ntos, los G em elos lo hacen m u ch o m ejor. A n ticip án ­
usurpadores potenciales, los G em elos son pésim am ente tratados por los
dose a sus enem ig os, logran enrolar a un zancudo, sediento de sangre, para
M onos, quienes les dan órdenes y los m antienen fuera de la casa privados
que pique a los Señores u n o por uno y enterarse así cuáles son de m adera, y
de alim ento. En el proceso, los M onos revelan toda una serie de im perfec­
de los n o m b res de los que no lo son:
cio n es — pereza, ira “de cara roja” (la im agen exacta de un m o n o aullador),
envidia y jactancia— , que los lleva a la perdición. Con dolo, los G em elos lo­
— ¡Ay! — dijo cada uno cuando lo picaron.
— ¿Qué hay? — contestó cada uno. gran desplazarlos y convertirlos en m onos propiam ente d ichos. Se van al
— Ay — dijo Uno Muerte. bosqu e a unirse a los sobrevivientes de los m uñecos que habían sufrido la
m ism a m etam orfosis, acon tecim iento que, com o la reaparición de Xm u cane, La divulgación hecha por la RaLa deja sin resolver, por el m om ento, este
une esta cuarta creación con la segunda. M eciénd ose de m anera extravagan­ p articular con flicto entre el agricultor y el cazador, e incid entalm ente priva
te al com pás de la m úsica de los G em elos, habiéndose caído sus taparrabos a X m u can e y a M ujer Sangre de sus trabajad ores del cam po; y, en realidad,
parecen tener un pene-cola com o los m on os, y en realidad son d esco n o ci­ las cosas sólo se arreglan después, m ediante la dialéctica de la planta de
dos por su abuela X m u cane, q u ien 110 puede d ejar de reírse de ellos, au n ­ maíz que los G em elos dejan con X m u can e com o prenda de su ser de agri­
que sabe que hacerlo significa perderlos en el bosqu e. Todo este episodio cultor. A quí, su arrogancia im plícita, tanto hacia sus herm anos com o hacia
cae bajo la rúbrica de p artenogénesis,8 la co n ce p ció n m ilagrosa que carac­ sus m u jeres, nos hace prever su heroísm o en Xibalbá y, sin em bargo, socava
teriza a los G em elos y a otros héroes épicos cuartom und istas. La particular ese heroísm o, colocán d olo doméstic-árlíente, de una m anera que sería in ­
resolu ción q u ich é de las anom alías form ales de parentesco que entraña es co n ce b ib le en el m odo épico “n o b le ”p re fe rid o , por ejem p lo , p o r Virgilio. Al
notable por su ingenio, y m u estra cóm o la m úsica y la risa pueden co n fu n ­ fin y al cab o, toda la cu estión de la responsabilidad de los G em elo s.es inse­
d ir o exced er a la racionalidad y el autod om inio hu m ano. parable del hech o de que la Revelación de su gran d estino fue con fiad a a una
Al entrar en posesión de la herencia de los M onos, sin em bargo, los G e­ p obre rata.
m elos no d ejan de h om en ajear sus talentos de d ibu jan tes, d anzantes y pin­ E n esta cuarta creación , el trato de los G em elos co n los M onos es notable,
tores. ,En el ton alám all su n om bre figura com o el Signo (X I) de estas artes, y ya que ofrece las claves y los m edios por los cuales su epopeya puede e m b o ­
tiene la d istin ción de inaugurar su segunda década o segunda mitad. n ar en la narración general de Popol vuh, pues, siguiendo atentam en te la
Antes de partir realm ente ru m bo a X ib alb á, los G em elos se distinguen de n arración , vem os que sólo hay un m om ento de sus vidas en que habrían
nuevo de sus herm anos M onos por su vocación . Entre las m uchas labores pod id o com prom eterse con L o ^ , o b jeto de la tercera creación : d espués de
de los M onos com o retoños de la casa de U no Cazador estaba la de cuidar la su nacim ien to , obviam ente, y antes de su descenso a X ibalbá, de d onde sólo,
m ilpa y alim entar a la fam ilia. Al desvanecerse, los M onos en la selva, los Ge­ resurgen com o criatu ras zodiacales. M ás particularm ente, debe v enir antes
m elos heredaron de m anera autom ática este deber, aunque de mala gana. de que d esplacen a sus herm anos M onos, cuand o ellos y su m adre aún esta­
Una vez más m ediante d olo, sim ulan ante su abuela actuar com o cam p esi­ ban siendo m altratados com o intrusos y no se les daba pleno acceso a la casa
nos cuand o en realidad están cazando, fieles al nom bre de C azador y a su de X m u cane. Es entonces cuand o se nos dice que "florecieron en las m o n ta­
je ro g lífico equivalente, el Signo A hau, cuya b oca está redondeada, dispuesta ñas”, que es en realidad el m edio creado por Dos P iern a, segundo h ijo de
para tirar co n cerbatana. En esto son ayudados por sus herram ientas, el Siete Loro, que elevó la tierra. En otras palabras, dado que la tercera creació n
hacha y el azadón, tan eficientes que trabajaron com o por sí solos, d ejánd o­ puede relacionarse en retrospectiva co n la segunda, ocu rriend o durante ella,
les tiem po para irse con sus cerbatanas. se relaciona tam bién hacia adelante con la cuarta, com o fragm ento de la exp e­
C om o tal, esta oposición entre el cam pesino sedentario y el cazador erran­ riencia particular de los G em elos, un perdido m u nd o de m on stru o s de la
te corresp on d e a la op o sición consagrada en los C oloqu ios y en la Trilogía niñez y enorm es días nuevos, Esta últim a co n ju n ció n de la m em oria extern a
de Palenqu e, que hem os exam in ado. Aquí la preferencia de los G em elos pol­ co n la interna, de cosm ogonía co n psicología, es prueba del alto refin am ien ­
la caza y la relegación del agricultor al papel de sim ple herram ienta provoca el to literario del Popol vuh.
desquite de la selva y de sus “guardianes": por la noche, encabezados por J a ­
guar (que tiene este m ism o papel en el capítulo “C ostum bres” de los teoam ox- Al d escen d er a X ibalbá, los G em elos llevan un m otivo privado: vengar a su
tli, d efendiend o su bosqu e; figura 11.130, los anim ales d eshacen el trabajo padre. Al m ism o tiem po, actúan en nom bre de Corazón del C ielo, com o lo
h ech o dé día en los cam pos. D isim uladam ente observados por los G em elos, h icieron al suprim ir a Loro. A hora llevan el relato a la realidad social que se
el últim o y m ás b ajo de ellos es atrapado: la Rata, quien por salvar la vida extiend e más allá de la familia, al co n sejo de los 12 Señores de Xibalbá.
ofrece m ostrar dónde está ocu lto el equipo de juego de su padre, en el techo Sim ilares a L ucifer y con o cid os com o T zontém oc en náhuatl — “los que
de la casa. La recuperación y el renovado uso de su herencia lleva a los Ge­ cayeron de. cabeza’’— , estos 12 m uestran toda la com pasión de sus con jun tos
m elos al ju eg o de pelota, d onde, convocad os por X ibalbá, se em barcan en individuales de 12 costillas esqu eléticas en sus tareas de derribar a la gente
su gran aventura épica com o cazadores viajeros. co n un vóm ito sangu in olento, infartos y otros tipos de m uerte súbita, según
la ática sim bolizada en los nom bres de sus je fe s, U no y Siete M uerte. D entro de X ibalbá, se aproxim ó al árbol del que colgaba la cabeza d ecapitada de
de su infrarnunclo ejercen un riguroso pod er por m ed io de sus co n ju ras y U n o C azador, com o un calabazo para que sus sem illas o su saliva pudieran
e jército s de policía secreta: fum ando sus cigarros, lo desean todo para sí, y no preñarla. Y as! com o Corazón del Cielo había intervenido en aquel m o m en ­
toleran n in g u n a rivalidad, dentro ni fuera. C o m o lo m ostraron en el trato to crítico para asegurar el valor genético de sus retoños, los G em elos, así
d ado a U no y Siete Cazador, se b u rlan de las reglas básicas de toda relació n una vez m ás C orazón del C ielo interviene para asegurar el éxito de la cabeza
y hospitalidad hum anas, y sólo practican ju eg o s para hum illar al otro equipo. de repuesto de Cazador. Estas cabezas análogas que agracian a U n o Cazador
Hoy, en sus libros de papel amate, los otom les de Pahuatlan siguen pintando y su h ijo , calabazo y calabaza, son tem pranos productos de la cien cia am eri­
al "presid ente del infierno" y a sus secuaces com o un con sejo de d oce, o b se­ cana de las plantas, y rasgos exquisitos de las tallas olm ecas de C h alcatzin -
sio n ad o s p o r el poder, q u e tam bién "cau san la m u erte súbita en el c a n iin o ”.9 g o .10 A quí, por decirlo así, se .burlan del infram undo Xibalbá, para b en eficio
H abien d o elud id o las tram pas en que cayeron sus padres, los G em elos de la hum anidad futura. Y m ás inm ediatam ente, para los Señores am bos
fin alm en te se en cu en tran cara a cara con los Señores en el ju e g o de pelota. acon tecim ien to s representan una hu m illación sexual.
Ju e g a n una serie de partid os, perm itiendo en realidad, sin que se n o te, que A segurada ahora s y victoria al más alto nivel p o lítico, lo s G em elos pla­
lo s S eñ o res ganen u n o de ellos. El in lorm e señala la im p ortan cia del ju e g o n ean en to n ces reducir a X ib alb á, d ecid iend o el curso de su propia m u erte
c o m o tal, sus reglas, la línea que define la can ch a, de q u ién es la pelota que y su con secu en cia; con ese fin, entran en colusión con otros perso n ajes lla­
se usa, y el p u n taje de sus ágiles m ov im ientos. E n la práctica tanto co m o en m ados Rico y Pobre. Saltan d entro de un horn o y, m olidos en polvo, son
los 9 0 m etros de longitud de C h ich én , el ju e g o de pelota figura co m o u n o arrojados al río; al quinto día, volviendo por m edio de la evolución a la época
de los p rin cip ales em blem as de arqu itectura urbana y de con d u cta urbana de las gentes de lodo, reaparecen com o peces hum anoid es y, una vez m ás,
d en tro de ella: p or m ed io de sus m itad es y cuartas partes fija típicam ente las co m o el par de lo s más^ptíbres vagabundos, los más b ajos entre los b ajo s.
~ c o n d icio n e s de los partid os políticos op u estos, del tributo trim estral y de la E n esta guisa, lom an por ataque Xibalbá m ediante sus habilidades de d an­
fortuna. E n cu anto a la pelota, de hule en el español de M éxico, el Signo O llin zarines y bru jos: estim ulan el incendio y el sacrificio del corazón, hasta tal
(X V II) tam b ién significa cam bio y el terrem oto que pond rá fin a esta E ra pu nto que los propios Señores quieren ver estos fenóm enos y ordenan una
(C u atro O llin ), y d en om in a a la "gente de h u le” olm eca: su p recisión elásti­ función real. Llenos de "desesperación y d eseo” al ver la b rillan tez de los
ca era absolu tam en te in d isp ensable para el ju e g o . Sin h u le, p rod ucto que en G em elos, desean participar, y ellos m ism os piden ser sacrificad os:
u n tiem p o fue exclu sivo del Cuarto M undo, n u n ca habría pod id o surgir el
tipo de ju e g o de pelota m esoam erican o, com o tam p oco la filosofía que a -—¡Hacecl lo mismo con nosotros! ¡Sacrificadnos! — dijeron.
p artir de él evolu cionó. A un nivel ritual, con sid erand o los relieves en co n tra­ — ¡Despedazadnos uno por uno! — les dijeron Uno Muerte y Siete Muerte a
d os e n las can ch as q u é se h an conservad o, co m o los de C h ich én y de T ajín, Cazador y Jaguar-Venado.
Versos 4 4 7 1 -4 4 7 3
se d ed u ce una base del ju e g o en actos de d ecapitación que h acían d e la
cab eza u n su stitu to de la pelota; y de la sangre del cu erp o , alim ento para las
plantas. E stos m otivos aparecen precisam ente en la epopeya del Popol vuh C on esta victoria psíquica, de la que es testigo todo X ibalbá, los G em elos
s ó lo c o n u n giro que, una vez m ás, va en v entaja de los G em elos. H abien do p or fin revelan quiénes son y p o r qué han llegado allí. D enu ncian do la
p erd id o la cab eza la n o c h e anterior en la habitación para invitad os del M ur­ m ezqu in dad de lo s Señores com o criaturas binarias de lo b la n c o y lo negro,
ciélago A sesino, el C azad or va al ju eg o d e pelota con u n a cabeza falsa, h ech a los m atan definitivam ente, instituyen el citato rio ju d icial y prescriben los
de calabaza. D u rante el partid o logra recu p erar su cabeza original; la calab a­ lím ites futuros de Xibalbá con su “b ajo so l”. 11 En esto n o s devuelven a la
za, que los Señores aún creen que es la cabeza, vuelve rodando a la canch a. fuente cham án ica de la epopeya com o terapia; hacen que el m undo sea un
Los Señ o res se apresuran a atacarla, sólo para recibir en la cara la salp icad u ­ lugar m ás sano para vivir, con tenien d o el poder corrosivo (aunque n ece­
ra de sus sem illas. sario) de Xibalbá. Con piedad, los G em elos dan entonces a su padre un
Todo esto recuerd a la h istoria de la co n ce p ció n de los G em elos, cu an d o entierro apropiado, estableciend o ritos que aún hoy reconocen los qu ichés.
su m ad re, la M u jer Sangre, d esob ed ecien d o la orden paternal de los Señ o res Toda la secuencia term ina cuand o ellos van cam inand o por el h orizonte te­
rrestre de la luz, y luego pasan al cielo para unirse a las Pléyades, el sol va­ prim ero vem os a la. Rata “en" el cu en co de ch ile , es decir, reflejada v ertical­
rón y la luna varón: m en te desde el tech o , y luego vem os en la ja rra de agua una liliració n m i­
cro scóp ica que por in stru ccion es de los- G em elos, fue hecha por su aliada, la
Luego subieron
en medio de la luz, avispa. O cu lta a las m iradas de X m u can e y de M u jer Sangre, la im agen de
y al instante la rata en unos alim entos sanos no presagia nada bueno: cuando se le llam a la
se elevaron al cielo. aten ció n a la m u jer por la filtración de agua, ella se escandaliza por ese des­
Al uno le tocó el Sol perdicio y no se da cuenta de que m ientras tanto se han llevado el equipo
y al otro la Luna. de ju eg o . A este resp ecto, el cuidado é e X m u cane le vale el papel de guar-
Entonces se iluminó el cielo diana y de verdadera árbitro dentro del hogar del que se irán los G em elos.
y la tierra. A nte todo, X m u can e expresa e l patitos de la casa de U n o Cazador, llo ra n ­
Ellos moran en el cielo. do en silencio y a solas, cuando prim ero sus h ijos y luego sus nietos se van al
Habían subido también cam in o, y se sosp echa que n o retornarán. En ausencia de los G em elos, cen ­
los cuatrocientos muchachos
tra sus cuidad os en la planta de m aíz que d ejan con ella, ahora no arraigada
a quienes mató Cipacná
en los cam pos sino en mitad de la casa. Al cuidar al m aíz en el m u nd o dé
así se volvieron compañeros de aquéllos,
arriba, ella ayuda a sus nietos abajo, pues florece según el d estino de ellos. Y
se convinieron en estrellas del cielo.
por la m ism a razón, ella puede calcu lar la fortuna de los G em elos. En el
Versos 4 6 9 5 -4 7 0 8 m om en to crítico de su v i c t o ^ final sobre X íbalbá, la n arració n se in te­
rrum pe para m ostrárnosla llorando, esta vez de alegría, porqu e el m aíz flo­
H asta aquí, sólo se ha con sid erado el lado íntegram ente varonil de esta rece por segunda vez, habiénd ose m architado antes com o quem ado por el
epopeya, es decir, los G em elos, sus Padres, los M onos y los Señores. Frente h orn o en que saltaron los G em elos. C om o corolario de la epopeya de los Ge­
a ellos aparece el trío de m u jeres que, aunque pocas y rara vez prom inentes, m elos cazadores, la planta de X m u can e surge com o el m edio eficaz e ind is­
m an tienen unido el relato. Siendo tres, se equiparan con las piedras del pensable por el cual el m aíz, com o ya ind icaron sus granos ad ivinatorios en
hogar que defienden, siendo éste un em blem a de las m u jeres m esoam eri- la segunda cre a ció n ,'lle g a a ser la sustancia apropiada para crear la esp ecie
c a n a s.12
h u m ana, a la que ella da el ser al fin de la cuarta edad.
En prim erísim o lugar está X m u cane, m adre de los padres y presencia C ipacyalo y M ujer Sangre, las nueras de X m u cane, y ún icas otras dos m u ­
con tin u a, tanto dentro cu anto más allá de esta cuarta creación. En la seg u n­ je re s de la pieza, representan una antítesis. En su nom bre náh uatl, C aim án
da creación fue encontrada con X piacoc, com o form adora de los m u ñecos y
G uacam aya, prim era esposa de U no Cazador, C ipacyalo reúne los elem e n ­
luego sobrevive, viuda, para form ar a los antepasados de. los qu ichés tras el
tos de reptiles y de aves propios de la fam ilia de Siete Loro •
— su h ijo C ai­
fin de la cuarta. Ella da vida, y decide qu ién heredará. C uando M ujer San ­ m án, C ipacná y él m ism o— y de esta m anera entreteje el m en saje gen ético
gre llega a su casa, preñada co n los gem elos, X m u cane le encarga la tarea
de la tercera creación. Silenciosa d urante su breve tiem po al co m ien zo de la
de mostrar que es capaz de proveer, exigiéndole que llene una red con maíz de
cuarta creación , C aim án Guacam aya se rem ite a un nivel an terio r de tiem ­
un cam p o yerm o. Sólo después de pasar esta prueba se perm ite a M ujer po, lim itado por unos genes que no perm iten a sus hijos alcanzar una form a
Sangre entrar en la casa. Cuando han nacido los G em elo s,'n ad ie los reco n o ­
superior a la de los m onos, Por con traste, com o retoño d e je íe Sangre, cuarto
ce hasta el m om ento en que X m u cane aun con tra sus deseos, delata a sus
Señ or de X ibalbá, M ujer Sangre anu ncia nuevas posibilid ades. Precisam ente
herm anos m ayores, los M onos, por reírse de ellos repetidas veces. Ella tam ­
por la co n exió n percibida entre la sangre y el tuétano del hu eso, los ritos y
bién atiende la casa en el sen tid o de preparar alim ento y bebid as con tal
plegarias de las parteras invocan no sólo a la abuela O xom oco/Xm ucane,
cuidado y eco n o m ía literal que perm ite a los G em elos engañarla cuand o la
sino al esqu elético Señor del In'fram undo, uno de los Yoalitecutin, co m o lo
Rala les habla acerca de los instru m en tos de ju eg o de su padre, ocu ltos a
hace el capítulo “N acim iento” de los teoam oxtli, que muestra que en el tuétano
toda vista en el techo. En una breve escena de m arcado enfoque d om éstico,
am arillo del hueso se genera buena sangre roja (lám ina 7). Para que este
T o r o u VUH' 301
m u n d o se vuelva habitable y pueda com enzar la Era hay que am ansar a los
Era. A lo largo de las cuatro creaciones hem os pasado de la m ás grandiosa a
Señores, y esta tarea recae sobre los Gem elos; sin em bargo, es aún más critica
la más sutil de las m etam orfosis, del océan o y el volcán a una jarra de la que
la necesidad de exportar su fuerza. Tras la m uerte de U no Cazador, los S e ñ o ­
escurre agua sobre la m esa, pasando por estratos y órdenes de tiem po, e x ­
res intentan m an ten er las cosas corno eran, im pid iend o que todo X ibalbá se
ternos e internos. En lo sucesivo, las corrien tes convergen en la historia.
ap ro xim e al árbol en que la cabeza de aquél se ha vuelto un calabazo. Sólo
La creación del maíz requiere los esfuerzos de varias partes. P rim ero, los
M u jer Sangre desafía la pro h ibición , y com o resultado queda em barazada,
anim ales han de recoger m azorcas am arillas y blancas de la m ontaña "p arti­
inyectand o los fuertes genes de X ibalbá a la raza anu nciad a por los G em e­
d a” de Paxil, al norte del Q u ich é, donde estaban ocultas, ju n to con cacao,
los. En vez de fu n cionar com o algún principio negativo aborrecible, los S e ­
ch o co late y una plétora de o.tprts bu en os alim entos. R etornando a la n a ­
ñores U n o y Siete M uerte quedan integrados de esta m anera a la d efin ició n
rración por prim era vez d e s d e jo s días de la gente de lodo y la de palo, Ser­
m ism a de vida.
p iente QueLzal y sus com pañeros veri que el m aíz sea m olido y convertid o
T achada de traidora por los Señores, M u jer Sangre huye del infram und o
en m asa; luego, Xm ucane hace su últim a aparición para darle nueve b e n d i­
para salvarse co n sus h ijo s, ayudada por el Búho policía renegado, quien no
cio n es dé las partera!?. Este acto, el definitivo, recuerda las lunas de la ges­
entrega a los S eñ o res el corazón de ella, sino un sustituto hecho de c o c h in i­
tació n de sus propios nietos y la establece com o diosa de las parteras y los
lla y savia, cau sán d o les.así su prim era "derrota”. El viaje de ella al m u nd o
nueve Señores de la N oche, que abarcan la epopeya varonil de los días. Esta
su p erio r plantea una contrapartid a de la epopeya varonil, revivida en su
vez, la operación se logra tan bien que quienes de ahí surgen — -los an tep a­
p ro fesió n de co m ad ro n a y que lógicam en te ofrece la m ism a oportu nidad
sados de los quichés— tienen una visión divina. Siendo "los que ven a lo
de c o n o cim ie n to previo a los G em elos, en especial porqu e éstos, d espués de
lejo s", gozan de una percepción sensoria intensificada y pueden ver y c o n o ­
to d o , n aciero n por vía de ella desde X ib a lb á .13 Ella "surge” crecien d o com o
c er toda la tierra y el ciéKo en un instante. C om prenden los cuatro grandes
la luna d espu és d e.seis m eses, respetando una división trim estral del em b a­
esqu em as de los que ellos m ism os son el resultado final, y observan el he­
razo característica de los teóam ox tli y corresp on d ien te, por im p licación , con
ch o cuand o dan las debidas gracias a los dioses. A som brados por su triunfo
los trim estres del año que em piezan con el eq u in o ccio de sep tiem bre y cu l­
m ism o, los dioses deciden reducir los ojos y la inteligencia de estas criaturas
m in an con el solsticio de ju n io . Una vez m ás, al ser aceptada por X m u can e
para que vean "com o en un esp ejo oscu ro ”. Les im ponen lím ites m ortales,
en el m u n d o superior, ella sienta otro precedente: toda la red de m aíz que
o bligánd olos a una ontologla sexual com o progenitores de los quichés.
logra llenar sirve com o em blem a general de heren cia en M esoam érica. La
C om o culm inación de la cosm ogonía y de todo el texto, la creación del
h isto ria de curiosid ad y desobediencia y de valor de M ujer Sangre ante los
m aíz une m uchos hilos de la narración. El suprem o logro de la agricultura
S eñ o res paternales de X ibalbá y de su suegra, X m u cane (quien la recibe
am ericana, desarrollado com o producto de las tierras altas en el tercer m ile­
co m o a u n a p rostitu ta), constituye el tenue hilo del cual, d urante nueve m e­
nio a.C ., el maíz m ism o afirm a la filosofía de que se es lo que se com e. C o n ­
ses, d ep enderá toda continuidad de la epopeya. N o hay aborto. "Só lo una
cluye el desarrollo de las hierbas-cereales, narrado en el Ríos (pp. 4 - 8 ) , y
d o n cella” inflige la prim era derrota a los Señores. "Entra en el m u nd o" de
coro n a toda la vasta historia insinuada en las referencias anteriores del P opol
U no P iern a, tanto en el sentido genético com o en el narrativo.
vuh a granos de tzite, calabazos y calabazas, tom ates y los chiles colocad o s
sobre la mesa de los Gem elos. Com o producto con jun to del cuidado de X m u ­
can e y de la audacia de los G em elos, el tnaíz en esta forma exaltada resuelve
L a g e n t e d e m a íz
el antagonism o entre el agricultor y el cazador, dando una razón a su
reciprocidad social. Más aún, desde que surgió la corteza terrestre, por m e ­
C on el ascenso de los G em elos al cielo, el Popol vuh com pleta su relato de
dio de intrincados cam bios de enfoque y del nivel de tiem po, el texto afirma
las cuatro creacio n es e in iciaciones anunciadas desde el p rincipio. H abiendo
el con trato dom éstico y la sensibilidad a toda vida que fueron pisoteados pol­
establecid o el d estino de la gente de lodo, de palo, ele la familia de Siete
los m u ñecos; asegura un lugar a los m am íferos en el m undo de las aves-rep­
Loro, y de los Señores de X ibalbá, nos lleva ahora al m eollo de las cosas: la
tiles, y fija las reglas de la hospitalidad y el ju eg o social, todo lo cual c o n sti­
cre a ció n de la gente de m aíz, esp ecíficam ente los quichés que habitan esta
tuye los requisitos para el triunfo del maíz
P or últim o, al propon er un m odo de vida defendido hoy por los quichés
(p o r ejem p lo , en las lúcidas palabras de Rigoberta M en ch ú ), el Popol vuh
sirve co m o carta magna de esa nación y, más en general, de la sociedad h u ­
m ana. Más aún, y viniendo m uy al punto en esta etapa de la historia plane­
taria, argum enta esto no por lograr una m ezquina ventaja hum ana, sino invo­
cando y honrand o las esp ecies y las fuerzas vitales que han llenado su
cosm o g o n ía. Atando el ú ltim o hilo al participar en la búsqueda del m aíz en
Paxil, los anim ales m odifican su defensa unilateral de la selva, reservándose
un lugar para sí m ism os en un m und o cu ltiv ad o .14

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