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La hipótesis de trabajo en este punto es que generar nuevas narrativas y contar nuevas historias
sobre la enseñanza escolar no sólo facilita la elaboración colectiva de comprensiones más
sensibles y democráticas sobre los mundos escolares, sino que además lleva implícito un
sentido de transformación radical de las prácticas docentes y la escuela.
Esos relatos son reconstrucciones dinámicas de las experiencias, en la que sus actores dan
significado a lo sucedido y vivido, mediante un proceso reflexivo. Por eso, desde esta
perspectiva se puede afirmar que las narrativas estructuran nuestras prácticas sociales y que
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Daniel H. Suárez (2007): DOCENTES, NARRATIVAS E INDAGACIÓN PEDAGÓGICA DEL MUNDO ESCOLAR. Hacia
otra política de conocimiento para la formación docente y la transformación democrática de la escuela. e-
Eccleston. Formación docente. Año 3 Nº7
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este “lenguaje de la práctica” tiende a esclarecer los propósitos de esas prácticas, haciendo que
el lenguaje narrativo no discurra tan sólo acerca de ellas sino que además las constituya y
colabore a producir.
En palabras de Connelly y Clandinin (1995: 11 y 12), la razón principal para el uso de la narrativa
en la investigación educativa es que los seres humanos somos organismos contadores de
historias, organismos que, individual y socialmente, vivimos vidas relatadas. El estudio de la
narrativa, por lo tanto, es el estudio de la forma en que los seres humanos experimentamos el
mundo. De esta idea general se deriva la tesis de que la educación es la construcción y la re-
construcción de historias personales y sociales; tanto los profesores como los alumnos son
contadores de historias y también personajes en las historias de los demás y en las suyas
propias (...)
Para estas perspectivas de investigación acción colaborativas y participativas (Anderson y Herr,
2005), las tareas intelectuales, interpretativas y prácticas de la indagación etnográfica y narrativa
crítica no se limitan tan sólo a ofrecer comprensiones contextualizadas del mundo escolar y de
las prácticas de enseñanza. Por el contrario, consideran que estas tareas sólo serán críticas y
alternativas en la medida en que sus estrategias de trabajo estén dirigidas a construir
colectivamente un conocimiento que muestre y explique también los anclajes ideológicos de las
prácticas de enseñanza y narrativas de los docentes y que, al mismo tiempo, esté orientado a la
acción transformadora de las situaciones y relaciones que denuncia.
En esta visión de la investigación narrativa e interpretativa, la transformación del mundo escolar
y de las prácticas docentes “surge desde dentro”.
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saber pedagógico puesto en juego en las experiencias educativas que los tiene como uno de sus
protagonistas.
Estamos en condiciones de insistir que escribir relatos de experiencias pedagógicas resulta ser un
proceso de formación en sí mismo y que, justamente por eso, podrá seguir siendo transitado junto a
otras propuestas de desarrollo profesional docente. Si los educadores (directores, supervisores,
maestros y profesores) y estudiantes se toman en serio el escribir, leer, conversar y pensar, y se
disponen a destejer sus experiencias para volver a tejerlas a través de relatos pedagógicos, luego de
hacerlo no serán los mismos, porque asumir esas posiciones y llevar adelante esas tareas cognitivas
sobre sus propias prácticas escolares significa arriesgarse a mucho: poner en cuestión lo que se es y
tematizar lo que se hace; dar cuenta de lo que pasa en las escuelas y otras situaciones educativas y
reflexionar sobre lo que les pasa a sus actores cuando esas cosas suceden; objetivar lo que se sabe
y admitir lo que no se sabe; aceptar lo que se quiere y ponderar lo que no se quiere; evaluar lo que
se necesita e identificar lo que se desecha; amplificar lo que se escucha y poner en palabras lo que
se omite; interpretar lo que se dice y decir lo que se calla. Implica, en síntesis, poder sostener una
interpretación narrativa de sí mismos y aventurarse en una reconstrucción relatada de la propia
posición en la enseñanza escolar y de la propia identidad como docentes. En este sentido, “escribir
es una forma de aprender. De manera que, al terminar de escribir, el escritor sabe más que al
empezar”.
En síntesis, durante el recorrido por el campo de la Práctica, los docentes en formación tienen que
aprender el oficio de enseñar y este aprendizaje implica un “saber hacer” que descansa en
capacidades técnicas y también en la confianza y el compromiso que la tarea trae aparejados.
Porque la enseñanza es un “saber hacer” que se lleva a cabo con personas (con otros y sobre otros)
y no simplemente un hacer que supone la aplicación de conocimientos y técnicas externos a ella en
ausencia de los valores que la sustentan. (Alliaud, Andrea)2
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El Campo de la Práctica en la formación docente. Material de trabajo para educadoras y educadores. Andrea Alliaud.
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