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INTRODUCCIÓN. –
Desde hace solo algunas décadas, el abordaje terapéutico del paciente con dolor crónico se
vio ampliado con un enfoque multidisciplinario. Desde la Teoría de la Compuerta de
Melzack, la definición originaria sobre el concepto de dolor desde la IASP (Asociación
Internacional para el estudio del Dolor), así como los múltiples aportes que diversos autores
han ido dando, fueron posibilitando un acercamiento más amplio y extenso en la
problemática del dolor crónico de una forma holística. El paciente que transita un cuadro
doloroso crónico se ve afectado, además de su afección, por factores emocionales
concomitantes, déficits cognitivos, alteraciones conductuales, así como una paulatina
reducción en el establecimiento de los lazos sociales y afectivos. Las limitaciones que el
dolor le provoca intensifican la no ejecución de actividades que desarrollaba en antaño, lo
cual conlleva desgano, apatía y ensimismamiento. Afecta, entonces, el no tener claridad y
acceso para construir un proyecto de vida, así como, por sobre todo, obtener calidad de
vida.
Se parte de la base que todo estudio científico particularmente referido a este tópico, debe
tomar en consideración la significativa influencia de las variables contextuales, entre ellas,
lo socio cultural económico, laboral, familiar e ideológico. Sin dichas variables se correría
el riesgo de hipotetizar aspectos que contaminarían las conclusiones iniciales prevalentes.
Por último, se brindarán algunas estrategias de abordaje que faciliten el trabajo terapéutico,
la adhesión al tratamiento y su posible reubicación sociocultural y familiar.
Se podría iniciar este trabajo afirmando que el dolor no se define exclusivamente como una
mera percepción mental, sino que constituye una experiencia subjetiva integrada por un
conjunto de pensamientos, sensaciones y conductas. Asimismo, da ingreso a sentimientos
como sufrimiento, ansiedad, depresión y desesperanza. (Lorca Diez, 2003).
El dolor psíquico es conformado por un número de elementos que interactúan entre sí.
Desde la denominada “Estructura y dinámica de la personalidad”, con sus instancias,
funciones y los rasgos prevalentes, la manifestación del campo de la imaginación y la
fantasía, y todo lo referente al campo anímico conjuntamente con los modos de
afrontamiento que el individuo puede disponer al interaccionar entre su mundo interno y su
medio que lo rodea. Asimismo, las satisfacciones e insatisfacciones juegan específicamente
aquí un rol protagónico pues ellas inducirán la utilización de patrones de conducta
específicos.
Ante el dolor de órgano o el dolor del alma, el individuo busca desesperadamente un alivio,
aunque más no sea imaginario y hasta escindido de la realidad. Se podría afirmar entonces,
que ciertas emociones intensas que no son expresadas por medio de la palabra, se
manifiestan a través del mismo cuerpo. El ser humano como ser social requiere del
establecimiento de vínculos afectivos consistentes. Cuando alguno de éstos se ausenta,
acrecienta la sensación de fragilidad e impotencia. Los vínculos familiares, los lazos
sociales tanto laborales como grupales, le permiten sobreponerse a su malestar, hallando
allí contención y afecto.
Existen determinadas manifestaciones provenientes del campo anímico que son prevalentes
a la hora de abordar al paciente con dolor. Si bien éstos no son privativos del mismo, sí
podría perseverarse su predominio y los posibles obstáculos que generan en el tratamiento.
El deportista debe estar atento ante la señal de dolor. Ante la intensa actividad física y la
dilatación del músculo se acentúa la sensación displacentera.
Por eso es importante que pueda discernir si se trata de un dolor recurrente, de un dolor
imaginario, persistente o un dolor real, con lo cual es necesario saberlo escuchar y saber
parar.
Los atletas en varios deportes a menudo se deprimen y desaniman a causa de los diferentes
aspectos de sus habilidades atléticas que no pueden lograr, debido a la fatiga o el dolor.
Para superar estos obstáculos los psicólogos deportivos trabajan con metas a mediano y
largo plazo con el objetivo de reemplazar el dolor y no detenerse en los aspectos negativos.
Kress (1999) estudió las estrategias cognitivas de ex ciclistas olímpicos para manejar el
dolor durante el ejercicio. Utilizando análisis inductivo, descubrió varios temas orden
superior que estaban relacionados con el manejo del dolor: dolor, preparación, destrezas
mentales, cuerpo y mente, optimismo, control y “la casa en orden”. Este autor concluyó que
el grado de dolor es puramente una percepción. Los ciclistas más preparados tanto
físicamente como mentalmente experimentaban menos dolor en comparación con los
ciclistas que carecían de estas cualidades.
De acuerdo con la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor, el dolor es algo más
que un simple proceso sensorial, es una percepción compleja que involucra niveles altos del
sistema nervioso central y fuertes estados emocionales y procesos mentales.
El dolor puede provenir de la superficie corporal o del interior llamado el dolor visceral, y
en los deportes como el triatlón, es una cuestión muy importante a la hora de competir. El
dolor tiene como función emitir una señal protectora para el deportista, indicando que algo
no anda bien en el cuerpo. Por esto, es lógico suponer intuitivamente que un individuo que
tiene una alta capacidad de tolerancia al dolor durante el ejercicio tiene ventaja, en términos
de capacidad de resistencia atlética, sobre los individuos con una menor tolerancia al
dolor. Y es aquí donde se origina el reto para la mente del deportista, el poder cambiar el
contenido de dicha señal protectora, por una señal potenciadora que diga: “el dolor es mi
aliado”, “el dolor es parte de mi objetivo”, “el dolor es fuente de poder”, “soy más fuerte
que el dolor”, entre otros.
En la experiencia del dolor los aspectos psicológicos influyen de forma positiva o negativa;
esto significa que más allá de las sensaciones físicas objetivas, cómo percibimos el dolor
afecta a la intensidad con la que vamos a sentirlo. La experiencia de dolor es el resultado
final de dos factores subjetivos simultáneos: la capacidad sensible del individuo
para percibir desagradablemente una alteración tisular dañina y su capacidad
para soportarla. En este punto intervienen tres componentes característicos de la
experiencia dolorosa:
1. Un componente sensorial: recoge las cualidades estrictamente neuro -sensitivas del
dolor.
2.- Un componente cognitivo-evaluador: se refiere al significado que le da la persona a lo
que está ocurriendo y a lo que le puede ocurrir –es una especie de valoración consciente–.
3.- Un componente subjetivo-afectivo-emocional: en el que confluyen el miedo, el temor,
la angustia, la ansiedad, etc., y que influye esencialmente en el umbral del dolor.
Desde el ámbito de la psicología del dolor, los profesionales de la Psicología trabajamos
sobre dos componentes:
a) Componente cognitivo–evaluador, es decir, el pensamiento, anticipaciones y la
predisposición de la persona ante el dolor y durante el dolor.
b) Componente subjetivo-emocional, identificando y gestionando las emociones que
surgen ante el dolor, que pueden interferir manteniendo o agravando la sensación
dolorosa.
En psicología del dolor, el objetivo es intentar cambiar la percepción que tiene la persona
de soportar el dolor y a su vez cambiar su actitud y comportamiento hacia el mismo.
Se invierte mucho tiempo y energía para obtener la óptima actuación en un deporte, tal que
cualquier lesión significativa será percibida como un evento de vida traumático con sus
implicaciones psicológicas. Los modos en los que los individuos tratan con la lesión
deportiva puede variar mucho, algunos deportistas se adaptan a los eventos estresantes con
pequeñas dificultades, mientras que otros se hunden, literalmente, con la experiencia.
Las lesiones deportivas pueden ser psicosomáticas, pueden servir como un signo de
masculinidad, ser usadas como arma para castigar a otros o pueden ser el resultado de una
fobia a la agresión (Sanderson, 1977). Un deportista que no se siente realizado y que,
además, se siente defraudado, rechazado y temeroso de fracasar en el futuro y considerando
las perdidas sociales y de auto-estima asociadas al fracaso, puede usar una lesión
accidental, intencional o fingirse enfermo para evitar el malestar psicológico y prevenir la
posible pérdida de una beca deportiva (Kane, 1984). Por consiguiente, para un deportista
que parece resistir a los tratamientos, si se intenta entender y explorar el significado de la
lesión, es posible, que se destapen la existencia de motivos secundarios o sentimientos
subyacentes al malestar psicológico asociado a la lesión. Los pensamientos negativos y
disruptores de los deportistas y sus comportamientos deben ser evaluados y dirigidos por
miembros del equipo de tratamiento, con las adecuadas orientaciones y recomendaciones
desde la Psicología del deporte.
Las evaluaciones cognitivas de la lesión, sus actitudes y creencias, cuando son de signo
positivo, pueden influir mejorando el proceso de recuperación. Cuando un deportista
tiene creencias irracionales es más propenso a tener aumentos diarios de los grados de
depresión y enojo, emociones que posiblemente interfieren en una exitosa
rehabilitación. La sensación de control, el nivel de compromiso, la habilidad de competir
contra el estrés, aumentan la probabilidad de que ciertas experiencias emocionales y
acciones puedan o no facilitar la recuperación (Williams y Roepke, 1993).
La lesión generalmente va acompañada de un sentimiento de desconsuelo por la pérdida
que supone. Se han identificado cinco típicos estados experimentados durante la
respuesta de desconsuelo: (a) negatividad, (b) ira, (c) negociación, (d) depresión y (e)
aceptación. Los sentimientos y pensamientos desagradables que experimentan los
deportistas son normales y esenciales para el proceso de rehabilitación (Williams y Roepke,
1993) y es importante indicárselo así a los deportistas, con el fin de que los asuman.
Las habilidades son generalizadas pronto y los deportistas se benefician de usar estos
conocimientos en otras áreas de su vida.
Junto a lo ya reseñado hasta ahora, dentro del proceso rehabilitador, consideramos de suma
importancia tres aspectos que van a ser determinantes para una optimización en la
resolución de la lesión: las estrategias de afrontamiento del dolor, las estrategias de
afrontamiento del estrés y la vuelta a la práctica deportiva.
Estrategias de afrontamiento del dolor. Los deportistas suelen tener más tolerancia y
mayor umbral para el dolor que las poblaciones no deportivas, quizás debido al esfuerzo
para la insensibilización al dolor (Jaremko, Silbert & Mann, 1981). Este puede llevar
demorar la aparición de lesiones o disminuir las quejas sobre dolor. Esto debe evitarse
mejorando la comunicación entre los deportistas y los cuerpos técnicos. Cuando el dolor
está asociado con el proceso de recuperación, hay varias intervenciones psicológicas
disponibles. Las Estrategias cognitivo-conductuales han demostrado ser efectivas en
incrementar la tolerancia al dolor. Las técnicas usadas para aumentar la tolerancia al dolor
incluyen el uso de imágenes con el fin retirar la atención de los estímulos dolorosos,
habilidades que pueden ser comunicadas al deportista. Más adelante, en el apartado
dedicado a las técnicas, se aconseja y recomienda el uso de la hipnosis para manejar el
dolor.