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es/psicologia-del-dolor/#Psicologa-del-dolor-Aspectos-
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No es más fuerte o más débil aquella persona que tiene un umbral del dolor más
alto o más bajo, es una cuestión fisiológica, es una cuestión biológica, de
características personales que no podemos moldear. Pero sí podemos disminuir la
En la experiencia del dolor los aspectos psicológicos influyen de forma positiva o negativa; esto
significa que más allá de las sensaciones físicas objetivas, cómo percibimos el dolor afecta a la
intensidad con la que vamos a sentirlo.
La experiencia de dolor es el resultado final de dos factores subjetivos simultáneos: la
capacidad sensible del individuo para percibir desagradablemente una alteración tisular dañina
y su capacidad para soportarla.
En este punto intervienen tres componentes característicos de la experiencia dolorosa:
1. Un componente sensorial: recoge las cualidades estrictamente neurosensitivas del
dolor.
2. Un componente cognitivo-evaluador: se refiere al significado que le da la persona a lo
que está ocurriendo y a lo que le puede ocurrir –es una especie de valoración
consciente–.
3. Un componente subjetivo-afectivo-emocional: en el que confluyen el miedo, el temor, la
angustia, la ansiedad, etc., y que influye esencialmente en el umbral del dolor.
Desde el ámbito de la psicología del dolor, los profesionales de la Psicología trabajamos sobre
dos componentes:
1. Componente cognitivo–evaluador, es decir, el pensamiento, anticipaciones y la
predisposición de la persona ante el dolor y durante el dolor.
2. Componente subjetivo-emocional, identificando y gestionando las emociones que
surgen ante el dolor, que pueden interferir manteniendo o agravando la sensación
dolorosa.
En psicología del dolor, el objetivo es intentar cambiar la percepción que tiene la persona de
soportar el dolor y a su vez cambiar su actitud y comportamiento hacia el mismo.
El dolor repercute de forma muy negativa sobre las funciones del paciente generando
un descenso significativo en su calidad de vida (trastornos del sueño, disminución del
apetito, limitaciones de la actividad física, alteraciones de su vida social, etc).
La convivencia con el dolor, más si hablamos de dolor crónico, de intensidad moderada o alta,
tiene graves repercusiones sobre la esfera psicológica del paciente.
La sintomatología psicológica más característica asociada al dolor es la depresión
y la ansiedad.
Psicología del dolor: dolor y depresión
Los síntomas depresivos pueden ser al mismo tiempo síntomas característicos de la
enfermedad biomédica del dolor crónico porque tienen muchas características similares. El
enfermo de dolor crónico modifica los conceptos sobre sí mismo, presenta cambios de humor
repentinos, está menos activo, muchas veces permanece largos períodos de tiempo en la
cama, cambia su dinámica vital y se altera también la dinámica familiar, etc.
Los pacientes con depresión informan de dolor como síntoma destacado y los pacientes con
dolor crónico presentan en un gran porcentaje depresión secundaria a causa del dolor.
Psicología del dolor: dolor y ansiedad
La ansiedad puede mantener la activación automática del dolor y facilitar la aparición de
mayores síntomas, es por ello que hay una importante interrelación entre la experiencia de
dolor y la ansiedad.
Estudios indican que manteniendo constante la intensidad del dolor, es el aumento de la
ansiedad lo que hace que los pacientes califiquen a la experiencia dolorosa de insoportable. La
ansiedad es un factor de riesgo para incrementar el dolor y la cronificación del mismo.
Cuando llegan a nuestra consulta pacientes con dolor, es importante realizar un diagnóstico
diferencial a través de una evaluación exhaustiva; no sólo centrarnos en reducir el dolor, sino
también disminuir la sintomatología característica de la ansiedad y depresión aumentando la
percepción de control ante las emociones desagradables.
La atención es:
Selectiva, “elige” a qué estímulos atender.
Limitada, no podemos atender en condiciones óptimas a más de un estímulo al mismo
tiempo.
Controlable, aunque habitualmente funcione con el “piloto automático”, basta con
proponérselo para darle órdenes.
Focalizando la atención en el dolor, podemos hacer que la experiencia dolorosa se intensifique
y sintamos más dolor y malestar, lo que llamamos «efecto lupa»:
Un ejemplo que nos encontramos con mucha frecuencia es cuando nos hemos puesto unos
zapatos nuevos para una fiesta, mientras estamos distraídos bailando, disfrutando de una
conversación, de una buena música, parece que no existen las molestias, pero ¿qué ocurre
cuando dejamos de bailar, la música se apaga y nos sentamos? Es muy habitual comentar
“Que dolor de pies”. ¿No te dolía antes? ¿Los zapatos no te molestaban hace apenas unos
minutos? ¿O quizás tu foco atencional estaba puesto en una actividad diferente, distractora?
En el campo de la psicología del dolor, tenemos un abanico muy amplio de
estrategias psicológicas de desactivación, de manejo de la atención y los
pensamientos, y modificación de nuestras conductas que podemos conocer y
llevar a la práctica. ¿Te animas a intentarlo? Tienes mucho que ganar.