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La Biblia deja claro que el ser humano posee una grandeza especial (Gn 1, 26-28a.31a).
El ser humano no es una criatura más de la creación, sino que ocupa un puesto
privilegiado, ya que Dios se la entrega toda para que pueda disponer de ella, porque sólo él ha
sido creado “a imagen y semajanza” de Dios.
Ser imagen de Dios implica que toda persona es valiosa porque refleja a Dios, y debe
ser respetada y tratada por los demás como tal sin excepción; y que toda persona debe actuar
como actúa Él, respetando y no dañando a los demás.
En el siglo XVIII, el filósofo alemán I. Kant defendió la dignidad humana afirmando que
el ser humano existe como un fin en sí mismo y no como un medio que pueda ser usado por
otras personas. La diferencia entre las cosas y las personas es que las personas son medios, ya
que están al servicio de las personas, pero las personas nunca pueden ser usadas por otras en
busca de un beneficio.
Estos derechos, que deben ser respetados siempre y sin excepción, se dividen en varias
generaciones, dependiendo de la época en que han surgido:
-Derechos de cuarta generación: El uso de las nuevas tecnologías hace necesario que
se establezcan derechos relacionados con el mundo digital y las redes sociales para evitar
casos de acoso, de amenazas, de noticias falsas…
4.-Crecer en humanidad
Los creyentes, y toda la sociedad, deben poner todos los medios a su disposición para
que el proyecto divino de una sociedad de hombres y mujeres con igualdad de derechos y
oportunidades sea realidad en todos los ámbitos de la vida.