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La Grandeza de Las Escuelas Multigrado
La Grandeza de Las Escuelas Multigrado
En encuentro entre amigos me hizo evocar las conversaciones que escuchaba a principios de los
setenta entre los maestros de la Escuela Heura, un centro barcelonés muy innovador que primero
funcionaba como una cooperativa y más adelante se integró en la red pública. Lo que me
sorprendía era, sobre todo, el conocimiento que tenía cualquier maestro de todos los alumnos y
también de sus familias. El secreto era muy sencillo: el tiempo que dedicaban a observar a los
pequeños en el jardín y otras espacios y actividades, y a hablar de ellos en las reuniones; la
proximidad y colaboración de padres y madres; y el tamaño reducido del centro: solo existía una
línea con ratios más que aceptables. Es evidente que estas tres ventajas pedagógicas, que
testifican la existencia de un equipo docente y de una cultura de centro, se daban y siguen
dándose en otras escuelas urbanas, aunque son mucho más perceptibles en las escuelas rurales.
Lo he comprobado en mis numerosas visitas y reportajes por la geografía española y así lo
atestiguan los estudiosos de este modelo escolar. En este caso, al tamaño reducido del centro se
añade la organización del centro en aulas multigrado que suelen reunir, respectivamente, a los
pequeños, medianos y mayores -aunque las agrupaciones son diversas en función de cada
contexto específico-. En cualquier caso, se trata de grupos de alumnos y alumnas de distintos
grados que conviven y aprenden juntos en ese lugar llamado aula, con un solo maestro y a veces
con especialistas que imparten algunas materias como inglés, música o educación física.
Estas escuelas muestran una especial preocupación por mantener el tamaño reducido del centro -
no solo por las ratios del grupo-clase- y la mezcla de edades porque entienden que se trata de dos
criterios de calidad que pueden reportar diversas y poderosas ventajas educativas. Las
oportunidades que brindan han sido analizadas a fondo, entre otros autores, por Laura Domingo,
Jordi Feu y Roser Boix, quienes han realizado la tesis doctoral y publicado unos cuantos textos
sobre esta temática. Todos ellos coinciden, grosso modo, en estos factores potencialmente
ventajosos: la heterogeneidad del alumnado como factor de enriquecimiento de las relaciones y
aprendizaje; la experimentación didáctica y metodológica; la integración o globalización de los
diversos saberes y asignaturas; el clima más familiar de aula y la convivencia; la flexibilidad en el
currículo, tiempos y espacios; el seguimiento y evaluación del alumnado; la relación con las
familias y con el entorno; la construcción de la identidad individual y colectiva, y la cohesión del
grupo.
Conviene detenerse en el cambio de rol del alumnado. La mezcla de edades responde al orden
natural de la sociedad. ¿Acaso en las distintas manifestaciones y escenarios de la vida real se
separa a la infancia y juventud por su edad? ¿Qué importancia tiene preguntarles constantemente
cuántos años tienen? La escuela es la única institución que los agrupa por su estricta edad
cronológica. ¿Qué razones lo justifican cuando se sabe que los ritmos de crecimiento, como
evidencian numerosas investigaciones, muestran el valor pedagógico del aprendizaje entre iguales
y de las interacciones entre alumnos mayores y menores? Ya no se trata únicamente de los
razonamientos superiores y el mayor caudal de experiencias que reciben unos, o del compromiso
y aprendizaje que les reporta a otros tener que ayudarles a entender un texto o a explicar un
concepto de forma clara y precisa, sino del amplio abanico de posibilidades que abre el conjunto
de interacciones cambiantes que se van sucediendo. ¡La de cosas que pueden aprender unos de
otros! Porque, siguiendo la estela de Vygotsky, la interacción social favorece la mejora del
aprendizaje. Sobre todo, cuando la cooperación sustituye a la competición, otra de las
singularidades de este proyecto educativo multinivel.
También se modifica el rol del profesorado, que transita hacia un perfil más polivalente y que le
proporciona una visión más global de la educación. Por otro lado, le exige una atención más
personalizada del alumno para atender su diversidad, respetando sus procesos madurativos,
intereses y ritmos de aprendizaje. El tipo de ayuda docente, que se traduce en una tarea de
acompañamiento y facilitación de las tareas, es clave para avanzar hacia la inclusión escolar y
social. En estas pequeñas escuelas se recupera la imagen del maestro artesano de que nos habla
Richard Sennett y que se ha popularizado, con un registro un tanto idealizado, en novelas y
películas de distintas geografías protagonizadas por maestros. A la postre, se trata humanizar y
hacer más estimulante y cercano el trabajo docente.
Un par de reflexiones a modo de conclusión y para el debate. La primera tiene que ver con el
modelo educativo. Hemos hablado de las ventajas y oportunidades que ofrecen estos centros pero
siempre andan condicionadas a que se fundamenten en una opción pedagógica para construir una
escuela diferente de futuro y no para perpetuar un modelo escolar de presente-pasado. Así, por
ejemplo, la mezcla de alumnos puede obedecer simplemente a razones meramente estructurales
y administrativas, y el tamaño reducido del centro a la baja matrícula. La apuesta por el modelo
multigrado innovador requiere una opción educativa a favor de una de infancia que pueda crecer
en libertad, autonomía y responsabilidad; de un proceso de enseñanza que favorezca el
protagonismo y la curiosidad del alumnado por el aprendizaje; de una escuela que sea respetuosa
y exigente con la atención a la diversidad para allanar el camino hacia la equidad y la inclusión, y
de un profesorado debidamente formado y comprometido con esta manera de entender la
educación.
La segunda tiene que ver con edificios escolares enormes y masificados, donde se instala el
anonimato del alumno y la complicada relación y participación democrática de los diversos
agentes educativos. Estamos hablando de macrocentros de hasta dos mil alumnos y más de un
centenar de profesores, que subsisten por tradición o que han sido construidos por necesidades
urgentes de escolarización. Quizás en algunos lugares y momentos sea inevitable en un primer
momento pero, como ha ocurrido también, más adelante puede atenderse a criterios de calidad y
partirse en dos o más centros. En sentido contrario, cabe señalar los problemas que comportan a
menudos las ampliaciones y fusiones de centros. Algunos movimientos y expertos, al referirse a las
escuelas pequeñas multigrado, manejan cifras de entre 50 y 150 alumnos en el caso de las
escuelas rurales y de hasta 300-350 en el caso de las urbanas. Sin entrar en detalles numéricos, lo
realmente importante es poder convertir las oportunidades innovadoras en realidades tangibles y
sostenibles. Y eso es pertinente y necesario en cualquier contexto. Porque es la escuela del futuro.