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“Dios parece tan lejano… si tan sólo pudiera verlo o escucharlo…” ¿Se ha sentido alguna vez
así, luchando con la soledad, lleno de desesperación, atacado por el pecado, agotado por los
problemas? Hechos a la imagen de Dios, fuimos creados para tener una relación íntima con Él, y
cuando se rompe el compañerismo, quedamos incompletos y necesitamos restauración. La esencia
de la adoración es la comunión con el Dios viviente. Es vital, pues toca el centro de nuestras vidas.
Quizá por esto sea que se dedica un libro completo de la Biblia al culto de adoración. Después de la
dramática salida de Israel de Egipto, la nación acampó al pie del monte Sinaí durante dos años para
escuchar a Dios (Éxodo 19 a Números 10). Era un tiempo de descanso, de enseñanza, de
edificación y de encontrarse con Él cara a cara. En Éxodo, la redención es el fundamento para la
limpieza, la adoración y el servicio en Levítico.
El mensaje abrumador de Levítico es la santidad de Dios: “Santos seréis, porque santo soy yo
Jehová vuestro Dios” (19:2). ¿Pero cómo un pueblo impío podía acercarse a un Dios santo? La
respuesta: primero había que tratar con el pecado. Por eso, los primeros capítulos de Levítico dan
instrucciones detalladas para ofrecer sacrificios, que eran los símbolos activos de arrepentimiento y
obediencia. Fueran toros, grano, cabras u ovejas, las ofrendas para el sacrificio tenían que ser
perfectas, sin defectos o magulladuras: tipo del sacrificio último que vendrìa, Jesús, el Cordero de
Dios. Jesús ha venido y ha abierto el camino hacia Dios, como el sacrificio último al dar su vida
como el sacrificio final en nuestro lugar. La verdadera adoración y la unidad con Dios comienzan
cuando confesamos nuestro pecado y aceptamos a Cristo como el único que puede redimirnos del
pecado y ayudarnos a acercarnos a Dios.
El énfasis final de Levítico es la celebración. El libro da instrucciones para las fiestas. Estas
eran ocasiones especiales, regulares y comunitarias para recordar lo que Dios había hecho, para
darle gracias y rededicar las vidas a su servicio (23). Nuestras tradiciones cristianas y nuestras
fiestas son diferentes, pero son ingredientes necesarios de la adoración. También nosotros
necesitamos días especiales de adoración y celebración con nuestros hermanos y hermanas para
recordar la bondad de Dios en nuestras vidas.