LA ESCUELA COMO FUERZA CONSERVADORA: DESIGUALDADES ESCOLARES Y
CULTURALES. PIERRE BORDIEU.
La escuela es vista como una fuerza conservadora que perpetúa las desigualdades sociales y culturales. Aunque se suele pensar que la educación es liberadora y aumenta la movilidad social, en realidad es uno de los medios más efectivos para mantener el patrón social existente. La educación proporciona una justificación aparente de las desigualdades sociales y reconoce la herencia cultural como algo natural. Se observa que las oportunidades de acceder a la educación superior varían según la clase social, y los hijos de empresarios tienen más probabilidades de ingresar a la universidad que los hijos de trabajadores agrícolas u obreros. Además, se destaca que a medida que se asciende en el sistema educativo, el alumnado se vuelve más aristocrático. La desigualdad educativa se explica en parte por el privilegio cultural transmitido por las familias, que incluye recomendaciones, ayuda con los estudios, clases extras e información sobre el sistema educativo y las oportunidades laborales. La herencia cultural difiere según la clase social y contribuye a la desigualdad inicial de los niños en los exámenes y pruebas escolares. Se menciona también que las actitudes de los padres y los hijos hacia la escuela y la cultura escolar están influenciadas por los valores implícitos o explícitos que obtienen por pertenecer a una clase social determinada. La elección de los padres de enviar a sus hijos a determinados tipos de estudios también está determinada por sus posibilidades reales. La elección de alternativas en la educación está condicionada por las actitudes de los miembros de diferentes clases sociales hacia la escuela y la cultura escolar. Estas actitudes son una expresión del sistema de valores explícitos o implícitos que obtienen por pertenecer a una clase social determinada. Se observa que las diferentes clases sociales envían a sus hijos a diferentes tipos de escuelas en proporciones diferentes, a pesar de tener el mismo nivel académico. Esto se explica en términos de las posibilidades reales de cada clase social. Por ejemplo, los padres de clase alta tienen más probabilidades de enviar a sus hijos a liceos, mientras que los padres de clase trabajadora pueden optar por colegios de enseñanza general. La elección de los padres está determinada en gran medida por sus posibilidades reales. Aunque a ellos les parezca que su elección se debe a su propio gusto o a su orientación vocacional, en realidad está condicionada por las oportunidades objetivas de movilidad social a través de la educación. Estas oportunidades objetivas son percibidas intuitivamente y gradualmente interiorizadas. Además, se destaca que las condiciones objetivas que determinan las actitudes de los padres también influyen en la actitud del niño hacia la escuela y las opciones que elige. Por ejemplo, los niños de clase trabajadora pueden percibir que las oportunidades de éxito en la educación son escasas, lo que influye en su actitud hacia la escuela y su elección de alternativas. La escuela funciona como una fuerza socialmente conservadora al perpetuar y legitimar las desigualdades sociales y culturales existentes. Aunque se presenta como una institución que promueve la igualdad de oportunidades, en realidad reproduce y refuerza las diferencias de clase, raza y género. La igualdad formal que rige en la práctica pedagógica es una fachada que oculta la indiferencia hacia las desigualdades reales en cuanto a los conocimientos impartidos y las oportunidades ofrecidas. La escuela trata a todos los alumnos como iguales en derechos y deberes, pero en realidad no toma en cuenta las desigualdades culturales y sociales que existen entre ellos. La escuela promueve una cultura aristocrática y una relación aristocrática con ella. Los niños de clase media baja, que no reciben apoyo académico en sus hogares, dependen completamente de la escuela para adquirir conocimientos. Sin embargo, la escuela no les proporciona las mismas oportunidades que a los niños de clase alta, lo que perpetúa la desigualdad cultural y social. Además, la escuela utiliza el concepto de talento como piedra angular de su sistema educativo y social. Este enfoque justifica las desigualdades y convence a los estudiantes menos privilegiados de que su falta de éxito se debe a una falta de talento individual, en lugar de reconocer las desigualdades estructurales y sociales que limitan sus oportunidades.
El SURGIMIENTO DE LA PEDAGOGIA CRÍTICA. PETER MCLAREN.
El surgimiento de la pedagogía crítica se ha dado en los últimos quince años como una respuesta a los enfoques positivistas, históricos y despolitizados que han dominado la educación. La pedagogía crítica se centra en analizar las escuelas como instituciones políticas y sociales, y busca revelar y desafiar el papel que desempeñan en la reproducción de desigualdades e injusticias sociales. La pedagogía crítica se basa en la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt, que se originó en el Instituto para la Investigación Social en Alemania. Los teóricos críticos, como Max Horkheimer, Theodor Adorno y Herbert Marcuse, han influido en la pedagogía crítica al proporcionar un análisis freudomarxista de la sociedad y la cultura. La pedagogía crítica se ha desarrollado como una teoría radical de la educación que examina las escuelas en su contexto histórico y como parte de la estructura social y política dominante. Se opone al análisis liberal y conservador que tiende a ser superficial y no considera las dimensiones políticas y culturales de la educación. Los teóricos críticos han destacado la importancia de comprender el papel político y cultural de las escuelas. Ven a las escuelas como espacios donde se enfrentan diferentes formas sociales e ideológicas en una lucha por la dominación. Analizan las escuelas como mecanismos de clasificación que favorecen a ciertos grupos en función de su raza, clase y género, pero también como agencias para empoderar a los individuos y a la sociedad. La pedagogía crítica busca ir más allá de la pregunta convencional de qué significa la escuela, y se centra en cómo la escuela ha llegado a significar lo que significa. Los teóricos críticos cuestionan las prácticas educativas convencionales y buscan transformar la sociedad a través de la educación. Consideran que la educación no solo debe transmitir conocimientos, sino también promover la conciencia crítica y la acción transformadora. Principios fundamentales de la pedagogía crítica: 1. Política: La pedagogía crítica reconoce que la educación no es neutral, sino que está intrínsecamente ligada a la política. Se enfoca en revelar y desafiar el papel que las escuelas desempeñan en la reproducción de desigualdades y en la promoción de intereses políticos y culturales dominantes. Los teóricos críticos analizan las escuelas como espacios donde se libra una lucha por el poder y donde se perpetúan relaciones de dominación y opresión. 2. Cultura: La pedagogía crítica entiende que las escuelas no solo transmiten conocimientos, sino que también promueven y legitiman formas particulares de vida social y cultural. Los teóricos críticos examinan cómo los programas escolares reflejan y perpetúan valores, creencias y prácticas que favorecen a ciertos grupos y marginalizan a otros. Se centran en desafiar las formas de conocimiento y las prácticas educativas que reproducen desigualdades y discriminación. 3. Economía: La pedagogía crítica reconoce que las escuelas no son entidades aisladas, sino que están influenciadas por las estructuras económicas y las necesidades del mercado laboral. Los teóricos críticos analizan cómo los programas escolares reflejan y promueven los intereses económicos y las desigualdades sociales. También cuestionan la idea de que las escuelas proporcionan igualdad de oportunidades para el ascenso social y económico, argumentando que las recompensas económicas son diferentes para diferentes grupos sociales. 4. Teoría del interés y de la experiencia: La pedagogía crítica sostiene que los programas escolares reflejan intereses particulares y organizan las experiencias de los estudiantes de acuerdo con categorías sociales y culturales específicas. Los teóricos críticos analizan cómo los programas escolares promueven ciertas visiones del pasado, presente y futuro, y cómo organizan el conocimiento y las experiencias de los estudiantes. También cuestionan las formas de autoridad y las estrategias de enseñanza que se utilizan en las escuelas. En resumen, la pedagogía crítica se basa en principios políticos, culturales y económicos. Busca desafiar las desigualdades y las injusticias sociales en la educación, y promover una conciencia crítica y una acción transformadora. Los teóricos críticos analizan las escuelas como espacios políticos y culturales, y buscan comprender cómo los programas escolares reflejan y perpetúan intereses particulares y formas de dominación.
LA PEDAGOGIA DEL OPRIMIDO. PAULO FREIRE.
"La pedagogía del oprimido" es una obra escrita por el educador brasileño Paulo Freire y publicada por primera vez en 1968. En este libro, Freire presenta su enfoque de la educación liberadora y crítica, que busca la emancipación de los oprimidos y la transformación de las estructuras de opresión en la sociedad. El libro comienza con una crítica a la educación tradicional, a la que Freire llama "educación bancaria". En este enfoque, los educadores depositan conocimientos en los estudiantes de manera unilateral, sin tener en cuenta sus experiencias y conocimientos previos. Freire argumenta que esta forma de educación perpetúa la opresión y la desigualdad, ya que los estudiantes se convierten en objetos pasivos de la enseñanza y no se les permite desarrollar su pensamiento crítico y su capacidad para transformar su realidad. En contraste, Freire propone una pedagogía basada en el diálogo y la participación activa de los estudiantes. Esta pedagogía se basa en la idea de que la educación debe ser un proceso de liberación, donde los educadores y los educandos se involucren en un diálogo horizontal y crítico. Freire sostiene que la educación debe ser un acto de creación y recreación de la realidad, donde los estudiantes se conviertan en sujetos activos y críticos que buscan transformar su entorno. Uno de los conceptos clave en "La pedagogía del oprimido" es el de la concientización. Freire argumenta que la educación debe ayudar a los oprimidos a tomar conciencia de su realidad social y de las estructuras de opresión que existen en ella. A través de la concientización, los oprimidos pueden desarrollar una visión crítica de su entorno y buscar la transformación de las condiciones de injusticia y desigualdad. Freire también enfatiza la importancia de la praxis, que implica la unión entre la acción y la reflexión. Según él, la educación no puede limitarse a la teoría o a la práctica, sino que debe ser un proceso en el cual los estudiantes reflexionen sobre su acción y actúen en consecuencia. La praxis implica un compromiso activo con la transformación social y la búsqueda de la liberación.
LA RESISTENCIA. ROBERTO MARTINEZ ESCARCEGA.
En el texto "La resistencia" de Rigoberto Martínez Escárcega, se aborda el tema de la resistencia al ejercicio del poder en los espacios áulicos. Martínez Escárcega plantea que la escuela es un lugar donde se transmiten y reproducen las ideologías de la clase dominante, pero también es un espacio donde los sujetos involucrados en el proceso educativo pueden resistir y desafiar el orden establecido. El autor sostiene que la resistencia en la escuela se manifiesta de diferentes maneras. Puede ser a través de la reelaboración simbólica de la cultura transmitida de forma institucional, donde los sujetos construyen nuevos lenguajes culturales que les permiten resistir a las relaciones de poder. También puede manifestarse en la construcción de actores políticos que desafían el orden establecido y buscan transformar la realidad. Martínez Escárcega destaca la importancia de la lectura crítica de los textos y la reflexión sobre ellos como una forma de resistencia. A través de la lectura y la reflexión, los sujetos pueden cuestionar las ideologías dominantes y construir una visión crítica de la realidad. Esta lectura crítica y reflexión son fundamentales para un acercamiento crítico a la educación y para resistir a las relaciones de poder en los espacios áulicos. En resumen, en el texto "La resistencia" de Rigoberto Martínez Escárcega se plantea que la escuela es un espacio contradictorio donde se transmiten las ideologías de la clase dominante, pero también es un lugar donde los sujetos pueden resistir y desafiar el orden establecido. La resistencia se manifiesta a través de la reelaboración simbólica de la cultura, la construcción de nuevos lenguajes culturales y la reflexión crítica sobre los textos. Estas formas de resistencia son fundamentales para un acercamiento crítico a la educación y para transformar la realidad. En el texto "La resistencia" de Rigoberto Martínez Escárcega, se aborda también el tema de la resistencia por parte de los estudiantes al ejercicio del poder en la escuela. El autor sostiene que los estudiantes no son meros receptores pasivos de la educación, sino que también tienen la capacidad de resistir y desafiar las estructuras de poder presentes en el ámbito educativo. Martínez Escárcega destaca que la resistencia de los estudiantes puede manifestarse de diferentes formas. Puede ser a través de conductas de oposición, donde los estudiantes muestran su rechazo a las reglas y normas establecidas por la institución educativa. Estas conductas de oposición pueden ser individuales o colectivas, y pueden estar motivadas por la impotencia ante el ejercicio avasallador del poder o por la apropiación y muestra de poder por parte de los estudiantes. Además de las conductas de oposición, los estudiantes también pueden llevar a cabo actos de resistencia más profundos y significativos. Estos actos de resistencia son acciones colectivas y solidarias que enfrentan directamente al ejercicio del poder y buscan construir una realidad mejor. A través de estos actos de resistencia, los estudiantes pueden convertirse en líderes políticos en potencia y luchar por un mundo más justo y humano. Es importante destacar que no todas las conductas de oposición son actos de resistencia. Algunas conductas de oposición pueden ser reacciones a la impotencia y no estar enraizadas en una reacción a la autoridad y la dominación. Por lo tanto, es necesario distinguir entre las conductas de oposición y los actos de resistencia, y analizar las implicaciones políticas e ideológicas que subyacen a cada uno de ellos. En resumen, los estudiantes tienen la capacidad de resistir y desafiar el ejercicio del poder en la escuela. Su resistencia puede manifestarse a través de conductas de oposición y actos de resistencia más profundos. Estos actos de resistencia son acciones colectivas y solidarias que buscan construir una realidad mejor y luchar por un mundo más justo y humano. Es importante distinguir entre las conductas de oposición y los actos de resistencia, y analizar las implicaciones políticas e ideológicas que subyacen a cada uno de ellos. Las conductas de oposición son acciones individuales o colectivas que los estudiantes llevan a cabo para mostrar su rechazo a las reglas y normas establecidas por la institución educativa. Estas conductas pueden manifestarse de diferentes formas, como desobedecer las instrucciones del maestro, no seguir las reglas del salón de clases, interrumpir la clase con comportamientos disruptivos, entre otros. Por otro lado, los actos de resistencia son acciones colectivas y solidarias que los estudiantes realizan para enfrentar directamente al ejercicio del poder en la escuela. Estos actos de resistencia van más allá de una simple oposición a las reglas establecidas, ya que buscan desafiar la lógica escolar dominante y construir una realidad mejor. Pueden manifestarse a través de la organización de protestas, la creación de grupos de estudio alternativos, la participación en movimientos estudiantiles, entre otros. Es importante destacar que no todas las conductas de oposición son actos de resistencia. Algunas conductas de oposición pueden ser simplemente reacciones individuales de descontento o rebeldía, sin un propósito claro de transformación social. Los actos de resistencia, en cambio, tienen un carácter más político y están orientados hacia la construcción de un cambio social. La resistencia pública y directa al ejercicio del poder se refiere a los actos de resistencia que son abiertos y manifiestos, y que confrontan directamente al autoritarismo y la dominación presentes en el ejercicio del poder en la escuela. Estos actos de resistencia pueden manifestarse de diferentes formas, como por ejemplo: 1. Desafío verbal: Los estudiantes pueden expresar abiertamente su desacuerdo con las decisiones o instrucciones del maestro, cuestionando su autoridad o planteando argumentos en contra de lo que se les impone. 2. Desobediencia activa: Los estudiantes pueden negarse a seguir las reglas o instrucciones establecidas por el maestro, realizando acciones que van en contra de lo establecido. 3. Protestas y manifestaciones: Los estudiantes pueden organizar protestas, marchas o manifestaciones dentro o fuera de la escuela para expresar su descontento y rechazo al ejercicio del poder. 4. Creación de espacios alternativos: Los estudiantes pueden buscar formas de crear espacios alternativos dentro de la escuela donde puedan expresarse libremente y desarrollar actividades que desafíen la lógica dominante. 5. Solidaridad y apoyo mutuo: Los estudiantes pueden unirse en solidaridad para enfrentar colectivamente el ejercicio del poder, apoyándose mutuamente y resistiendo juntos. Estos actos de resistencia pública y directa son importantes para visibilizar y confrontar el ejercicio del poder en la escuela, y para promover la participación activa de los estudiantes en la construcción de una educación más justa y emancipadora. Sin embargo, es importante tener en cuenta que estos actos de resistencia pueden enfrentar represalias por parte de las autoridades escolares, por lo que es necesario evaluar cuidadosamente las estrategias y considerar las posibles consecuencias. La resistencia oculta al ejercicio del poder se refiere a los actos de resistencia que se llevan a cabo de manera clandestina y casi imperceptible, fuera de la visibilidad del poder y de los observadores externos. Estos actos de resistencia se realizan en la oscuridad, en el espacio y el tiempo en el que el poder no puede verlos ni controlarlos. Estos actos de resistencia oculta pueden manifestarse de diferentes formas, como por ejemplo: 1. Sabotaje silencioso: Los estudiantes pueden realizar acciones que obstaculizan o dificultan el funcionamiento de las normas y reglas establecidas, sin que el poder se dé cuenta. Por ejemplo, pueden esconder o dañar materiales escolares, cambiar el orden de las cosas o desorganizar el espacio físico. 2. Comunicación secreta: Los estudiantes pueden establecer formas de comunicación clandestina entre ellos, utilizando códigos o señales que solo ellos entienden. Esto les permite compartir información, coordinar acciones y resistir de manera conjunta sin que el poder lo perciba. 3. Desobediencia encubierta: Los estudiantes pueden desobedecer las normas y reglas establecidas de manera discreta, sin que el poder se dé cuenta. Por ejemplo, pueden hacer trampa en los exámenes, copiar tareas o trabajos, o evadir las actividades impuestas. 4. Creación de espacios alternativos: Los estudiantes pueden buscar formas de crear espacios alternativos dentro de la escuela donde puedan expresarse libremente y desarrollar actividades que desafíen la lógica dominante, sin que el poder lo detecte. Por ejemplo, pueden formar grupos de estudio o discusión fuera del horario escolar, o utilizar espacios no supervisados para llevar a cabo actividades de su interés. Estos actos de resistencia oculta son importantes porque permiten a los estudiantes resistir y desafiar el ejercicio del poder de manera subterránea, sin enfrentar directamente las consecuencias negativas de una confrontación abierta. Aunque pueden parecer pequeños gestos, estos actos contribuyen a socavar el poder y a crear espacios de autonomía y libertad dentro de la escuela. Es importante destacar que la resistencia oculta puede ser más difícil de detectar y abordar por parte de las autoridades escolares, ya que se lleva a cabo en la clandestinidad. Sin embargo, su presencia y su impacto en la dinámica escolar no deben subestimarse, ya que pueden tener un efecto acumulativo y contribuir a la transformación de las relaciones de poder en la escuela. Los maestros también pueden ser actores de resistencia en el contexto escolar. Aunque a menudo se les ve como cómplices del ejercicio del poder, algunos maestros pueden resistir y desafiar las normas y prácticas dominantes en la escuela. Estos actos de resistencia pueden manifestarse de diferentes formas: 1. Prácticas pedagógicas críticas: Algunos maestros adoptan enfoques pedagógicos críticos que buscan cuestionar y desafiar las estructuras de poder en la educación. Estos maestros fomentan la reflexión crítica, la participación activa de los estudiantes y la promoción de la justicia social en el aula. 2. Creación de espacios alternativos: Algunos maestros buscan crear espacios alternativos dentro de la escuela donde se promueva la autonomía, la creatividad y la participación de los estudiantes. Estos espacios pueden incluir proyectos de aprendizaje colaborativo, debates abiertos y actividades que desafíen las normas establecidas. 3. Apoyo a la voz de los estudiantes: Los maestros pueden actuar como aliados de los estudiantes, brindándoles apoyo y alentándolos a expresar sus opiniones y perspectivas. Esto implica escuchar activamente a los estudiantes, validar sus experiencias y fomentar su participación en la toma de decisiones. 4. Resistencia a las políticas educativas opresivas: Algunos maestros pueden resistir y desafiar las políticas educativas que perpetúan la desigualdad y la injusticia en la escuela. Esto puede implicar la negativa a implementar prácticas que consideren perjudiciales para los estudiantes, la participación en movimientos de resistencia o la defensa de políticas educativas más equitativas. Es importante destacar que no todos los maestros participan en actos de resistencia y que la capacidad de resistir puede estar condicionada por diversos factores, como el contexto institucional, las presiones externas y las limitaciones impuestas por el sistema educativo. Sin embargo, los maestros que se involucran en actos de resistencia pueden desempeñar un papel importante en la transformación de la educación y en la promoción de una pedagogía más liberadora y justa. Al igual que los estudiantes, los maestros también pueden mostrar conductas de oposición y llevar a cabo actos de resistencia en el contexto escolar. Estas conductas y actos pueden manifestarse de diferentes maneras: 1. Conductas de oposición en los maestros: Algunos maestros pueden oponerse a las normas y prácticas establecidas por la institución escolar. Esto puede incluir desafiar las directrices curriculares impuestas, cuestionar las políticas educativas injustas o negarse a participar en prácticas que consideren perjudiciales para los estudiantes. Estas conductas de oposición pueden surgir de una conciencia crítica y un compromiso con la justicia social en la educación. 2. Actos de resistencia en los maestros: Los maestros también pueden llevar a cabo actos de resistencia en su práctica docente. Esto puede incluir la adopción de enfoques pedagógicos críticos que desafíen las estructuras de poder en el aula, la promoción de la participación y la autonomía de los estudiantes, y la defensa de los derechos de los estudiantes. Los maestros que se involucran en actos de resistencia buscan transformar la educación y promover una pedagogía más liberadora y justa. Es importante destacar que no todos los maestros participan en conductas de oposición o actos de resistencia. Algunos maestros pueden sentirse limitados por las presiones institucionales, las políticas educativas restrictivas o la falta de apoyo. Sin embargo, aquellos maestros que se involucran en conductas de oposición y actos de resistencia pueden desempeñar un papel importante en la transformación de la educación y en la defensa de los derechos de los estudiantes.
LAS SILENCIOSAS BATALLADAS JUVENILES. OCTAVIO FALCONI.
El artículo aborda la construcción histórica de la identidad de ser alumno y joven. El autor señala que a partir del siglo XVI se configuraron las subjetividades de los niños desde la categoría de infancia, y que el proceso de escolarización iniciado en el siglo XVII tuvo un papel decisivo en la producción social de la figura del joven escolarizado. En Europa, entre las últimas décadas del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX, se consolidó la "segunda enseñanza", que tenía como funciones la instrucción y la formación moral del joven. En el contexto argentino, este proceso de institucionalización de la escuela media se produjo hacia fines del siglo XIX y principios del siglo XX, siguiendo los mismos rasgos que en Europa. El autor sostiene que la escuela media se configuró como un espacio selectivo, destinado a las elites acomodadas y a los hijos de las clases dominantes y los sectores medios emergentes. La escuela moldeaba la subjetividad y el cuerpo de los jóvenes, preparándolos para convertirse en ciudadanos y trabajadores en los valores de la nacionalidad y el esfuerzo personal. Sin embargo, el autor también señala que desde hace algunas décadas se ha producido un cambio en las representaciones y prácticas de los jóvenes en el rol de alumnos. Los jóvenes ya no se ajustan al estereotipo del alumno obediente y dedicado, y la escuela ha perdido su eficacia simbólica para transmitir la "norma" y convocar a los jóvenes a ser alumnos modelo. En la actualidad, los jóvenes desafían las normas y prácticas de la escuela, y buscan construir una identidad que incluya sus propias expresiones y valores. El autor plantea la necesidad de repensar la relación entre la escuela y los jóvenes, y de construir prácticas y representaciones culturales inclusivas que reconozcan y valoren las expresiones juveniles. El artículo plantea que actualmente se está produciendo un cambio en la identidad de los jóvenes en relación con la escuela. Los jóvenes ya no se ajustan al estereotipo del alumno obediente y dedicado, y la escuela ha perdido su eficacia simbólica para transmitir la "norma" y convocar a los jóvenes a ser alumnos modelo. El autor argumenta que este cambio en la identidad de los jóvenes se debe a la pérdida de la eficacia simbólica de la escuela para hacer incorporar la "norma" y convocar en la subjetividad de los jóvenes aquel alumno de la modernidad. La escuela ya no es el único ámbito de transmisión de saberes y construcción de identidades, y los jóvenes se apropian de prácticas y significados tanto dentro como fuera de la escuela. Este cambio en la identidad de los jóvenes implica un desafío para la escuela, que debe repensar su rol y adaptarse a las nuevas demandas y expresiones de los jóvenes. La escuela debe abrirse a las expresiones juveniles y reconocer su valor en la construcción de identidades individuales y colectivas. El autor plantea la pregunta "¿a qué estamos jugando?" como una reflexión sobre la situación actual de la escuela y los jóvenes. Se cuestiona cuál es la función social y política de promover la obligatoriedad de la escolarización secundaria, y si la experiencia escolar es realmente un medio para la integración social y la igualdad. El autor sugiere que la escuela se encuentra en una crisis de sentido y que los docentes y directivos a menudo se enfrentan a prácticas y expresiones juveniles como signos de pérdida de autoridad. Sin embargo, el autor argumenta que esta crisis va más allá de lo individual y se debe a una falta de reflexión sobre las prácticas y representaciones culturales de la escuela. Además, el autor plantea la necesidad de reconocer la dimensión política del conflicto entre la escuela y los jóvenes. Señala que las prácticas y expresiones juveniles son una crítica política a formas sacralizadas que replican modos de socialización excluyentes y desigualitarios. En este sentido, el autor cuestiona qué modelo de ciudadano promueve la escuela y si los valores y prácticas escolares actuales son adecuados para construir una sociedad más justa y equitativa. La dimensión política del conflicto en la escuela implica reconocer que las prácticas y expresiones juveniles tienen un trasfondo político y están relacionadas con la lucha por el poder, la distribución de recursos y la construcción de identidades y valores en la sociedad. En primer lugar, el conflicto entre la escuela y los jóvenes puede ser entendido como una lucha por el poder y la autoridad. Los jóvenes desafían las normas y prácticas de la escuela porque sienten que no tienen voz ni poder para influir en las decisiones que afectan su experiencia educativa. Esto puede manifestarse en formas de resistencia, como la desobediencia o la adopción de prácticas y símbolos contrarios a los establecidos por la institución escolar. Además, el conflicto también está relacionado con la distribución de recursos y oportunidades. Los jóvenes pueden sentir que la escuela reproduce y perpetúa desigualdades sociales, al favorecer a ciertos grupos o privilegiar ciertos conocimientos y habilidades en detrimento de otros. Esto puede generar frustración y resentimiento, y llevar a los jóvenes a cuestionar y resistir las prácticas y valores de la escuela. Por último, el conflicto tiene que ver con la construcción de identidades y valores en la sociedad. La escuela, como institución socializadora, juega un papel importante en la formación de la identidad de los jóvenes y en la transmisión de valores y normas sociales. Sin embargo, los jóvenes pueden sentir que las prácticas y valores de la escuela no reflejan sus propias experiencias y realidades, lo que genera tensiones y conflictos.