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Entonces, los siglos por venir iban a ser de una mezcolanza desenfrenada
entre razas y culturas, y los ritmos y las melodías, manoseadas y
zapateadas a más no poder, dejaron de ser ajenas para convertirse en
propias de las nuevas tierras descubiertas, en tronco de una cultura musical
nueva, en la cultura musical americana.
Por otro lado, el espectáculo civil y pagano, también tuvo sus escenarios
prominentes como lo fue el teatro La Republicana, (hoy Panteón Nacional)
donde se escucharon, hasta las primeras décadas del siglo XX, conciertos
de música de cámara y donde también se podían ver las compañías que,
procedentes del viejo mundo, trajeron a estas tierras de América las
zarzuelas y operetas que tanto arraigo tuvieron en el gusto popular.
Durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX la música
culta creció, escalón por escalón, y el público comenzó a demandar cada
vez más y mejores obras, cada década vio crecer las instituciones y, entre
caídas y erguimientos, aparecieron las primeras obras sinfónicas escritas en
estas tierras.
Desde 1941 y hasta 1945 ocupó Chapí tan importante cargo. Le sucederían,
en la noble labor, el mexicano Abel Eisenberg (1941-1951); el italiano
Roberto Caggiano (1951-1959); los dominicanos Manuel Simó (1959-1980);
Jacinto Gimbernard (1980-1984); Carlos Piantini (1984-1994); Rafael
Villanueva (1994-1995); y Julio de Windt (1995-2001), y el Maestro
ecuatoriano Álvaro Manzano (2001)
Con ellos, se inicia el sinfonismo dominicano, son sus obras las primeras de
una envergadura tal, que por su estética resultan genuinos frutos de la
cultura dominicana. Ya en sus partituras sinfónicas, las deudas con el arte
universal dejaron de ser esenciales como en quienes les precedieron. Por
sus formas y por sus contenidos, obras como Estudios para orquesta, de
Molina, y Concierto para piano y orquesta, de Camilo, marcan un hito en la
creación musical dominicana.Creada por Ley gubernamental la OSN es una
dependencia del Estado Dominicano; sin embargo, como un reclamo de las
condiciones sociales y económicas de estos tiempos, y la urgencia de que el
sector privado apoye la gestión cultural con un nuevo concepto de
mecenazgo, en noviembre de 1986 se constituyó la fundación Sinfonía, una
institución que, junto a la Secretaría de Estado de Educación y Cultura -
convertida durante el año 2000 en Secretaría de Estado de Cultura-, y la
Dirección General de Bellas Artes, ha realizado una apreciable labor en la
difusión y comercialización de los conciertos de una de las más antiguas
agrupaciones artísticas del país.Bajo los auspicios de Sinfonía, que preside
doña Margarita Copello de Rodríguez, se creó, en 1997, el Festival Musical
de Santo Domingo, un evento que tiene como Director Artístico al
prestigioso pianista y director francés Phillippe Entremont. A propósito del
importante acontecimiento, que se realiza desde entonces cada dos años,
se integra la Orquesta del Festival, y en ella participan, junto a músicos que
vienen de todas partes del mundo, la gran mayoría de los profesores de la
Sinfónica. Este evento, posibilita que los profesores locales se fogueen
interpretando las grandes obras del repertorio y que el público disfrute de
novedosos programas.