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Profesora: Alumnos:
Iraima Rodríguez Rubiel Goyo C.I 30.080.491
Victoria Arroyave C.I 29.588.519
Anna Franco C.I 30.0156.01
2. Organización de contingencias:
Esta técnica consiste en elaborar un acuerdo o contrato entre varias partes; puede ser
entre uno o varios tutores (padres, profesores, etc.), y la persona tutorizada. En este
acuerdo se reflejan cuáles son las conductas deseadas que se esperan de ellos y, si son
cumplidas, esto les proporcionará un refuerzo positivo.
Esta técnica entraría dentro de las técnicas de modificación de conducta derivadas del
condicionamiento clásico e instrumental. Con ella, lo que se busca es cambiar las
conductas inadecuadas de los niños y adolescentes a través del refuerzo positivo.
Ahora, para que se puede avanzar y cumplir el objetivo en el condicionamiento
operante, es clave el reforzamiento positivo.
Este reforzamiento positivo consiste en dar un estímulo positivo tras una conducta o
comportamiento que queremos establecer. El reforzador tiene que ser algo que a la
persona le guste y le resulte agradable. Puede ser algo físico, como un helado, una
comida favorita, un juguete, o algo emocional, como un halago o palabras motivadoras.
Antes de dar un refuerzo positivo, hay que saber con antelación qué reforzadores son
los que mejor van con cada persona, y esto, evidentemente, entra en los gustos de cada
uno. Con esto se quiere decir que no es lo mismo lo que motivaría a un adolescente
(una salida con los amigos al cine, dormir una noche en casa de un amigo) que a un
niño (un juguete, jugar con los padres, etc.).
Por este motivo, el reforzador tiene que ser personalizado a cada uno según sus
necesidades y gustos. El reforzador hay que aplicarlo de manera adecuada, si no, no
funcionará. Por lo tanto, habrá que aplicarlo de forma inmediata y consecutiva a la
conducta. Si no se hace de esta manera, no surtirá efecto.
Hay que tener en cuenta una serie de metas para que se cumpla el contrato de
contingencias, estas son:
Las conductas que queremos conseguir tienen que quedar de forma clara y
simple, para que sean comprendidas por los niños y los adolescentes. Por
ejemplo: “hacer los deberes”; “hacer la cama”; “llevar la ropa sucia al cesto”. Hay
que evitar escribir cosas como “portarse bien”.
Las conductas tienen que estar estructuradas paso a paso, para que sea fácil de
entender para los niños y adolescentes. Por ejemplo: “Estudiar para el examen
de Lengua de la próxima semana” en lugar de “aprobar todo el lapso”.
Las consecuencias tienen que quedar claras y hay que enfocarse en el refuerzo
positivo que obtendrán si realizan las conductas dispuestas en el contrato.
Los refuerzos positivos tienen que ser situaciones u objetos agradables para los
chicos y hay que aportarles variedad y ser consecuentes, dependiendo de lo que
se haya logrado conseguir de la conducta que buscamos. Es decir, si se dan
grandes pasos, los refuerzos serán mayores que si los pasos son pequeños.
Es importante ser constantes y que haya un compromiso cuando se lleven a cabo
los reforzamientos. Si la conducta se cumple, habrá refuerzo y, si no, no tiene que
haber reforzamiento. Esto es esencial para que la técnica sea efectiva.
Es fundamental que los chicos vean que el contrato es algo serio que se respeta,
porque, si no, los niños lo verán como algo injusto y no se lo tomarán en serio.
Economía de fichas:
La utilización del sistema de economía de fichas permite introducir una o varias
conductas, alterar la frecuencia con que las conductas se emiten, eliminar conductas
desadaptativas y controlar las conductas de una sola persona o las de un grupo. Los
programas de economía de fichas son de uso corriente en nuestra sociedad.
El término fichas no hace referencia a una realidad única, sino a una forma de operar
por medio de objetos, que se utilizan como reforzadores artificiales, de características
físicas relativamente similares entre ellos (fichas de plástico, estrellitas de papel, puntos
en un cuaderno).
En los programas dirigidos a adultos, suelen utilizarse puntos, billetes de papel, fichas
de algunos juegos, etc.
En general, la ficha debe ser apropiada a la población que va a utilizarla: niños,
adolescentes o adultos (con o sin déficits).
Las fichas, para cumplir con la modificación de conducta, se caracterizan por lo
siguiente:
Las fichas deben ser fácilmente manipulables, permitiendo que el sujeto pueda
estar en contacto con ellas, desde que se le entregan hasta que las intercambia
por los reforzadores deseados.
Las fichas han de poder ser aplicables en todo momento sin romper las cadenas
conductuales en curso y funcionar como puente temporal entre la emisión de la
conducta deseada y el momento de entrega del verdadero estímulo reforzador
(se obvia el lapso temporal entre conductas emitidas hace tiempo y la entrega del
refuerzo).
El valor de las fichas dependerá de la magnitud de los estímulos reforzadores a
los que se ha asociado.
El tipo de sucesos reforzantes por los que puede cambiarse la ficha es muy
variado, dependiendo de los ambientes en que se aplique el programa. Cuanto
más variados sean, más difícil es que se produzcan efectos de saciación.
Los reforzadores por los que pueden cambiarse las fichas, deben estar a la vista de la
persona (paciente o persona que sigue el contrato conductual).
Es posible que ésta falta de precisión explícita, permita el que una persona desarrolle
conductas poco adaptativas a su medio (llegar todos los días tarde a casa). Los
contratos son especialmente útiles para personas con escasa capacidad de
autoreforzamiento.
Contratos de pareja:
En éstos casos, los contratos tienen ventajas adicionales: el mutuo reforzamiento que la
pareja autoadministra, lo que supone una importante mejora en la relación interpersonal.
Se consiguen resultados estables y adherencia al tratamiento.