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TEMA 2: PRINCIPIO DE IGUALDAD Y DERECHOS

INDIVIDUALES

1. EL PRINCIPIO DE IGUALDAD

0. INTRODUCCIÓN

El artículo 14 de la Constitución reconoce el derecho de igualdad de todos los españoles “ante la ley, sin que
pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión, o cualquier otra
condición o circunstancia personal o social”.

En virtud del art. 53.2 CE, este derecho está especialmente garantizado y protegido por el recurso de amparo
ordinario y constitucional.

Pero la igualdad es un término que se encuentra muchas veces repetido en el texto constitucional : arts. 1, 9.2,
23, 31, 32.1, 39.2, 138.

1.1 LA IGUALDAD COMO DERECHO FUNDAMENTAL

1.1.1 LA IGUALDAD COMO EXCLUSIÓN DE LA DISCRIMINACIÓN

Estamos ante una desigualdad ante la ley cuando ésta, ante dos supuestos de hecho idénticos trata de forma
distinta, sin ninguna justificación, a diferentes sujetos, por alguna de las causas establecidas, de forma además
muy abierta (cualquier condición personal o social), en el artículo 14 de la CE.

La discriminación en la aplicación del derecho, se puede considerar cuando el juez no responde con las mismas
resoluciones ante supuestos de hecho similares.

 El artículo 24 de la Constitución exige que ante situaciones iguales se aplique la misma norma legal.

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 Según la jurisprudencia del Tribunal Constitucional acerca del artículo 24 de la CE: se lesiona la tutela
judicial efectiva, cuando el juez cambia arbitrariamente de criterio en una resolución judicial.

 Este derecho a la igualdad está conectado con el precedente judicial , pero diferenciado de éste en cuanto
que no se entiende como obligación de seguir criterios anteriores, sino como la necesidad de justificar el
cambio de criterio.

Se prohíbe la discriminación, pero no toda desigualdad es una discriminación.

 La discriminación es la diferencia de trato que sea no justificable o no razonable.

1.1.2 LA IGUALDAD COMO DERECHO A LA DIFERENCIA

El art. 14 CE no consagra un derecho a la igualdad, sino a la diferencia:

 porque la realidad es que la sociedad es desigual y las discriminaciones existían antes de la promulgación
de la Constitución.

Obligación de los poderes públicos de hacer real y efectiva la igualdad.

Las posibilidades de una interpretación sistemática entre el art. 14 y el art. 9.2 CE han permitido la
formulación de la desigualdad compensatoria como instrumento de consecución de mayores niveles de
igualdad real.

 Esta desigualdad compensatoria se desarrolla jurisprudencialmente a partir de la concepción finalista de


la igualdad, en contraposición a una consideración formal de la interdicción de la discriminación.

 A partir de la última década, y coincidiendo con una importante movilización en Europa sobre la igualdad
real de la mujer y las políticas de género, se han intentado instrumentalizar leyes electorales por las que
de forma directa o indirecta se exige una MÍNIMA REPRESENTACIÓN DE MUJERES EN LAS LISTAS
ELECTORALES. Esta cifra se ha ido incrementando progresivamente hasta considerar en algunos casos la
exigencia de una paridad perfecta del 50 por 100, y además, en algún caso, adoptando la forma de
alternancia de género en la lista, lo que se conoce como lista-cremallera.

 Nada se opone a la posibilidad de favorecer con CUOTAS a determinados colectivos que necesitan el
apoyo de los poderes públicos para reducir sus condiciones de desigualdad.

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o El propio TC en la STC 269/94, ha dado entrada a la constitucionalidad de las cuotas en materia
laboral.

o Sin embargo, las cuotas electorales presentan diferencias importantes desde el punto de vista
constitucional con respecto a las laborales. Esta exigencia plantea la duda de si el TC consideraría
o no constitucional una ley de paridad política.

2. EL DERECHO A LA VIDA

2. 1. INTRODUCCIÓN

Los derechos fundamentales a la vida y a la integridad personal están constitucionalmente reconocidos y


protegidos en el artículo 15 en los siguientes términos : «Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física o
moral, sin que, en ningún caso, puedan ser sometidos a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes.
Queda abolida la pena de muerte, salvo lo que puedan disponer las leyes penales militares para tiempo de
guerra.»

El derecho a la vida es «esencial y troncal en cuanto es el supuesto ontológico sin el que los restantes derechos
no tendrían existencia posible» (STC 53/1985, FJ 3).

 Siendo la vida el valor primario, el reconocimiento y protección de los derechos a la vida y a la


integridad personal, siguen planteando importantísimos retos y problemas en el Estado social y
democrático de Derecho.

 Estos problemas producen en ocasiones, de forma inevitable, una intensa polémica social, política y
jurídica:

o La delimitación del comienzo del derecho a la vida, (¿es legítima la despenalización del aborto?)

o La determinación de cuándo acaba el derecho a la vida, (la legitimidad de la eutanasia y el


derecho a una muerte digna, y de la pena de muerte).

o Todos los atentados contra la integridad física: torturas, tratos inhumanos o degradantes, etc.

2.2. EL DERECHO A LA VIDA

2.2.1. LA TITULARIDAD DEL DERECHO A LA VIDA Y LA LEGITIMIDAD CONSTITUCIONAL DE


DETERMINADOS SUPUESTOS DE ABORTO.

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ABORTO: nos encontramos con uno de los supuestos social y políticamente más conflictivos y jurídicamente más
controvertidos en las democracias avanzadas. Está en juego la colisión entre un presunto derecho a la vida o la
vida en formación de los no nacidos con los derechos de la mujer embarazada.

En España, todavía no han desaparecido los ecos de la intensa polémica abierta en el momento constituyente
sobre si la expresión «todos», empleada por el artículo 15, abarca o no hasta al propio nasciturus desde el
momento de la concepción.

Pero, el derecho a la vida se predica en todos los ordenamientos de las personas físicas, con independencia de su
status de ciudadano o de extranjero; y PERSONA, como prevé tradicionalmente el Derecho civil y concretamente
el español, es sólo el nacido con forma humana y que sobrevive fuera del claustro materno, al menos,
veinticuatro horas (art. 30 Código civil). Así se entiende también en los tratados y acuerdos internacionales que
reconocen y protegen este derecho.

Según esta interpretación, el NASCITURUS no es titular de un derecho a la vida , sino vida humana en formación y,
en consecuencia, un bien constitucionalmente protegido, merecedor por ello de la protección del Estado, incluso,
si así lo estima el legislador, mediante las normas penales (SSTC 75/1984, FJ 6; 53/1985, FJ 5, y 212/1996, FJ 3).
Esta protección es, en efecto, una exigencia del orden público general que afecta a los fundamentos de la vida y a
su prolongación en el tiempo, pero en ningún caso puede entenderse como un derecho fundamental del
nasciturus.

En definitiva, según la doctrina, NO HAY UN DERECHO A LA VIDA COMO DERECHO AL NACIMIENTO, SINO UN
DERECHO A LA VIDA DE LOS NACIDOS, que se concreta en el derecho a la propia existencia física y psicológica y
a un modo de vivir humano, cuyo reflejo determina el carácter de bien constitucionalmente protegido de los
que son todavía spes hominis (embrión y feto) o vida humana en formación.

Ésta es la interpretación que late en la polémica STC 53/1985, recaída en el recurso previo de inconstitucionalidad
contra el proyecto de ley de despenalización de determinados supuestos de aborto. El Tribunal Constitucional
declaró que, de acuerdo con un criterio interpretativo sistemático,

 el término «todos» era equivalente al de «todas las personas» empleado en otros preceptos
constitucionales (así, al reconocer los derechos a la educación, a la libertad de sindicación, al juez
ordinario ... ), por lo que el nasciturus no podía ser sujeto titular del derecho a la vida.

 Pero, al mismo tiempo, entendió que la vida es un valor constitucionalmente protegido por el mismo
artículo 15, por lo que el feto ha de quedar incluido en dicha protección, que supone incluso la
protección penal.

CONCLUSIÓN: Está penado el aborto en términos genéricos, pero se acepta la no punibilidad del aborto en
determinados supuestos en los que la vida del nasciturus entra en conflicto con la vida, la salud o la dignidad de
la madre.

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El Tribunal admitió la legitimidad constitucional de los supuestos de despenalización establecidos en el artículo
417 bis que mediante el correspondiente proyecto de ley orgánica se introducían en el Código Penal:

a) El aborto eugenésico, se plantea cuando es probable que el feto nazca con graves taras físicas o
psíquicas.

En este caso, era necesario que el aborto se realizara dentro de las 22 primeras semanas de gestación y
que el pronóstico desfavorable, respecto al feto, constara en un dictamen emitido por dos médicos
especialistas distintos del que interviniere a la embarazada.

b) El aborto terapéutico o médico, se plantea en el caso de conflicto entre la vida de la madre y del
nasciturus y que el proyecto de ley admitía cuando fuere necesario «para evitar un grave peligro para la
vida o salud de la embarazada».

c) El aborto criminológico, cuando el embarazo es consecuencia de un hecho constitutivo de un delito


violación, siempre que el aborto se practique en las 12 primeras semanas de gestación y que el
mencionado hecho hubiese sido denunciado.

Finalmente, en la Ley Orgánica 9/1985, de reforma del Código Penal, se establecieron estos supuestos de
despenalización de manera acorde con las exigencias garantistas de la STC 53/1985, siendo hoy por hoy la
regulación vigente en la materia, ya que la Disposición Transitoria 1.ª del Código Penal vigente de 1995 así lo
dispone, estando tipificados los delitos de aborto en los artículos 144 a 146 de este cuerpo legal.

No obstante, queda todavía abierta la cuestión de si los términos en que dicha sentencia se pronunció
admitirían o no la legitimidad constitucional de una ampliación de los supuestos de despenalización (v. gr., la
introducción de un cuarto supuesto de «indicación social» o de «estado de necesidad» que abarque la angustia
que su situación socioeconómica y personal pueda producir en la mujer embarazada) o incluso un sistema de
plazos (impunidad de todo aborto consentido practicado durante las doce primeras semanas de gestación) o un
sistema mixto, como sucede en otros países de las características del nuestro (en el primer caso se encuentran
Alemania e Italia; en el segundo, Estados Unidos y, en el tercero, Francia).

En relación con la primera opción (CUARTO SUPUESTO) hubo un proyecto de ley orgánica sobre la interrupción
voluntaria del embarazo en la V Legislatura (BOCG Serie A, nº 125-1, 25 de julio de 1995). Este proyecto supuso
un intento de regulación de compromiso de esta materia que quedó varado como consecuencia del cambio
político tras las elecciones de marzo de 1996.

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2.2.2. ¿EXISTE UN DERECHO CONSTITUCIONAL A LA PROPIA MUERTE?

¿Podría hablarse de la existencia de un derecho constitucional a la disposición sobre la propia vida?. Ningún
ordenamiento contempla un derecho al suicidio, aunque en la mayoría de ellos no se castigue su tentativa. Sin
embargo, la alta consideración del valor de vida y su preservación lleva a que también en casi todos los
ordenamientos, como en el nuestro, se tipifique como delito la inducción o la prestación de cooperación al
suicidio (art. 143 del Código Penal).

La respuesta al interrogante formulado es, en consecuencia, negativa, pues la vida es un bien constitucional que
debe ser protegido. El Tribunal Constitucional ha excluido así que el artículo 15 pueda interpretarse en el
sentido de que el derecho a la vida comprenda el derecho a poner fin a la propia existencia.

 En esta línea, el Tribunal ha declarado en las precedentes sentencias citadas y en otras posteriores que la
Administración penitenciaria debe velar por la vida de los internos que están a su cargo, incluso hasta el
punto de proceder a la administración forzosa de alimentos cuando aquellos no sean capaces de hacerlo
por sí mismos, y a pesar de que dicha imposibilidad sea consecuencia de una actuación deliberada como
la huelga de hambre.

2.2.3. EL DERECHO A UNA MUERTE DIGNA

SE TRATA DE QUE LA PERSONA PUEDA LIBREMENTE , conociendo las opciones de las que dispone, RECHAZAR UN
TRATAMIENTO cuando considere que es innecesario debido a la irreversibilidad de su situación, pudiendo
depararle su mantenimiento tan sólo un alargamiento artificial de la existencia, o estime que es inaceptable por
el sufrimiento que pueda causarle o por cualquier otra razón de similar entidad.

 De lo contrario, se obligaría al individuo a seguir viviendo en condiciones penosas y a recibir un


tratamiento en contra de su voluntad que podría resultar inhumano o degradante, y esta obligación no
está, ni cabe imaginar cómo podría estar, constitucionalmente prevista.

Pero, lógicamente, el sujeto puede que se halle incapacitado para tomar esta decisión.

 En estos casos entramos en supuestos muy delicados respecto de los cuales ha de estarse a la decisión de
sus parientes próximos o personas a él allegadas de no continuar con el tratamiento [art. 10.6.b) de la Ley
General de Sanidad] si bien con la debida intervención médica con todas las garantías y, en su caso,
judicial.

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En definitiva, se trataría de evitar lo que se viene denominando el «encarnizamiento terapéutico», esto es, un
actuar médico únicamente dirigido por la finalidad del mantenimiento puramente técnico y artificial de la vida,
pero sin ninguna finalidad curativa, lo que sería contrario a la dignidad de la persona.

2.2.4. LA CUESTIÓN DE LA EUTANASIA

CASO DEL GALLEGO RAMÓN SANPEDRO, CUYA VIDA SE HA REFLEJADO EN 2004 EN LA PELÍCULA ESPAÑOLA
“MAR ADENTRO”.

La EUTANASIA ACTIVA O VOLUNTARIA consistiría, en la muerte llevada a cabo sin sufrimiento físico y por un
tercero, por la propia y libre decisión del enfermo, cuando éste se encuentra médicamente en una situación
extrema calificada de incurable, abreviando así una vida que ya se desarrolla en condiciones que no la hacen
estimable para la propia persona.

DERECHO COMPARADO: No suelen existir en los ordenamientos previsiones específicas, por lo que generalmente
las conductas relacionadas con la eutanasia son tratadas como homicidio o auxilio al suicidio , según se lleve a
cabo sin o con el consentimiento de la persona, respectivamente.

 En definitiva, la eutanasia activa sigue considerándose delito en todo el mundo, habiendo estado
brevemente despenalizada en un territorio de Australia (Territorio del Norte -Darwin-) y en un Estado
norteamericano (Oregón).

 En Holanda, aunque también es ilegal, el médico que la practique podría ser exculpado si:

o cumple una reiterada voluntad del enfermo libremente manifestada,

o se ha agotado cualquier posibilidad de curación

o y pone fin con ello a grandes padecimientos.

Nuestro Código Penal castiga en el artículo 143 todas las conductas relacionadas con la prestación de muerte al
enfermo que lo solicita.

 A pesar de ello, como en muchos otros países, en España existe un amplio sector de opinión que
reivindica la legalización de la eutanasia activa como exigencia del reconocimiento de un derecho a
morir dignamente.

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 Esta opinión es también sustentada por un amplio sector doctrinal, tanto en el ámbito del Derecho
constitucional como en el penal.

2.2.5. LA PENA DE MUERTE

En España su abolición en el último inciso del artículo 15 está en consonancia con:

 la estimación de la vida como valor supremo del ordenamiento,

 así como con la idea éticamente fundamentada de que las penas contra las conductas delictivas no han
de ser nunca venganza institucional del Estado, sino que han de servir para reeducar y reinsertar
socialmente al delincuente.

España se ha alineado con los países abolicionistas y ha ratificado el Protocolo número 6 (de 1983) del CEDH,
relativo a la abolición de la pena de muerte en tiempos de paz.

La pena de muerte para tiempos de guerra susceptible de ser establecida por la legislación penal militar es
potestativa.

 El artículo 25 del Código Penal Militar establecía que la pena de muerte sólo se podría imponer en casos
de extrema gravedad, debidamente motivados en la sentencia y «en los supuestos en que la guerra haya
sido declarada formalmente o exista ruptura generalizada de las hostilidades con potencia extranjera».

 Pero este precepto, debido a la antes referida sensibilidad social contraria a esta pena en toda
circunstancia, fue derogado por la Ley 11/1995, de 27 de noviembre, de abolición de la pena de muerte
en tiempo de guerra.

2.2.6. OTRAS MANIFESTACIONES DE LA PROTECCIÓN DE LA VIDA HUMANA

Medidas protectoras de la vida humana son, evidentemente, la tipificación en el Código Penal de los delitos de
homicidio, asesinato, inducción y cooperación al suicidio (arts. 138 a 143) y las conductas relacionadas con el
delito de aborto (arts. 144 a 146), a las que cabe añadir la tipificación de los delitos de lesiones al feto (arts. 157 y
158). Los delitos contra el derecho de gentes, los de genocidio y contra las personas en caso de conflicto armado.

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Como manifestaciones más actuales de la protección en el ordenamiento de la vida humana cabría referirse a la
MANIPULACIÓN GENÉTICA (arts. 169 a 162), debido al impresionante e imparable progreso de las ciencias
biomédicas.

Se trata de proteger la alteración del genotipo, impidiendo:

 la manipulación genética humana (salvo cuando su finalidad sea la eliminación de taras o enfermedades
graves),

 el empleo de las técnicas de fecundación de óvulos con fines distintos a la procreación humana,

 la clonación de seres humanos o el empleo de otros procedimientos dirigidos la selección de la raza.

3. EL DERECHO A LA INTEGRIDAD FÍSICA Y MORAL

El artículo 15 de la Constitución también garantiza la inviolabilidad de la persona contra ataques dirigidos a


lesionar tanto su cuerpo como su espíritu.

 La INTEGRIDAD FÍSICA aparece más claro y evidente por referirse a la protección del cuerpo de toda
persona.

 No sucede así con la moral. ¿En qué consiste la integridad moral? Pudiera decirse que es el derecho que
asiste a la persona a no ser violentada con intervenciones o tratamientos susceptibles de anular,
modificar o herir su voluntad, ideas, pensamientos o sentimientos (J. García Morillo).

Es preciso subrayar la prohibición absoluta de la tortura llevada a cabo por la Constitución, así como de cualquier
otro trato inhumano o degradante.

Según el art. 1 de la Convención contra la tortura de 10 de diciembre de 1984, ratificada por España, TORTURA es:
“todo acto por el cual se realice intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean fisicos o
mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión , de castigarla por un acto
que han cometido, o [...] cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otras
persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia».

Por otra parte, la prohibición de cualquier TRATO INHUMANO supone la obligación de los poderes públicos de
velar para que las personas reciban un trato acorde con la dignidad humana cuando sean dependientes de ellos
por cualquier razón (por ejemplo, un detenido, un penado, menores a su cargo, enfermos hospitalizados, etc.).

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 Para poder apreciar la existencia de un trato de estas características es necesario que éstos « acarreen
sufrimientos de una especial intensidad o provoquen una humillación o sensación de envilecimiento que
alcance un nivel determinado, distinto y superior al que suele llevar aparejada una condena » (por todas,
STC 150/1991, FJ 7).

Especial mención merecería, por último, en relación con el derecho a la protección de la salud del artículo 43, la
prohibición de la experimentación cuando ésta sea desconocida o no deseada por el sujeto, lo que podría
constituir un atentado a su integridad fisica o moral.

 Derecho a no ser tratados como conejillos de indias, a que no investiguen nuestra enfermedad o nuestro
cueropo sin nuestro consentimiento libre y previamente informado por médicos especialistas.

4. LAS LIBERTADES IDEOLÓGICA Y RELIGIOSA

4.1. INTRODUCCIÓN

Ambas libertades ideológica y religiosa están reconocidas en el art. 16 CE y son expresión de una genérica
libertad de pensamiento o de conciencia que definiremos como

 «la posibilidad para el hombre de elegir o de elaborar por sí mismo las respuestas que entiende debe dar
a todas las cuestiones que le plantee el devenir de su vida personal y social, así como la libertad de
conformar a estas respuestas sus actitudes y sus actos y de comunicar a otros lo que tiene por cierto”.

 Toda persona, por ser tal y para poder existir con dignidad y libertad, ha de disponer del derecho a tener
su propia concepción explicativa del hombre del mundo y de la vida dinámicamente entendida y
orientada a la acción..

Históricamente las Declaraciones de Derechos y las Constituciones no se han referido expresamente a la


libertad ideológica, sino tan solo a la libertad religiosa.

 La razón de esta ausencia es que esta dimensión de la personalidad quedaba englobada y confundida
con las opciones y proyecciones religiosas, en tanto que cada una de las religiones componía por sí
misma una cosmovisión o concepción «todo-abarcante» del hombre y del mundo.

 En nuestro constitucionalismo histórico , por razones sociales y políticas bien conocidas, podemos
advertir la existencia de una sostenida línea de confesionalismo católico, que en ocasiones asumió
características de intolerancia radical para con los disidentes (Constituciones de 1808 y 1812), otras veces
de confesionalidad sin matices (Constituciones de 1837 y 1845), y finalmente, de simple tolerancia

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(Constituciones de 1869 y 1876). Hay, que esperar a la Constitución de 1931 para encontrar una
mención específica a la libertad de conciencia y no la referencia exclusiva a la libertad religiosa (art. 27).

En definitiva, ha sido LA LUCHA POR LA TOLERANCIA Y LA PROGRESIVA SECULARIZACIÓN DE LAS SOCIEDADES lo


que ha llevado a la distinción entre ambas libertades:

 Conforme a esta distinción, la libertad ideológica podría, pues, ser definida como el derecho a adoptar, a
mantener y a expresar libremente las ideas y convicciones de cualquier tipo sobre el hombre, el mundo, la
sociedad y la comunidad política.

 Por su parte, la libertad religiosa es el derecho a que las personas puedan adoptar, mantener y expresar
las ideas, doctrinas, creencias y convicciones propias de las diversas concepciones sobre Dios (o dioses), el
origen y gobierno del Universo, así como sobre lo que espera a los hombres después de la muerte
incluyendo la práctica de los cultos y ritos relacionados con esas creencias.

4.2. LA LIBERTAD IDEOLÓGICA

4.2.1. CARACTERIZACIÓN GENERAL

En su consideración de simple libertad interna de pensamiento, la libertad ideológica no parece tener límite
alguno:

 mientras que se establece un límite expreso a sus manifestaciones (el mantenimiento del orden público
protegido por la ley)

 y se disponen respecto de ella dos garantías: a) la imposibilidad de ser obligado a declarar sobre la propia
ideología y b) la imposibilidad de ser discriminado por razones de opinión.

Porque los fundamentos de esta libertad son:

 su directa relación con la dignidad de la persona y con el libre desarrollo de la personalidad, principios a
los que se refiere el artículo 10. 1 de la Constitución;

 la libertad ideológica remite también al respeto y a la protección del pluralismo.

Constituye un fundamento esencial y condición sine qua non para la existencia y ejercicio de otros derechos y
libertades:

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 para las libertades de expresión y de comunicación del artículo 20,

 para la libertad de cátedra [art. 20. 1, e)],

 para las libertades de asociación, reunión y manifestación,

 para cualquier otra manifestación constitucionalmente legítima de la objeción de conciencia , muy


singularmente, para el derecho a la objeción de conciencia al servicio militar (art. 30.2).

4.2.2. LOS SUJETOS TITULARES DE LA LIBERTAD IDEOLÓGICA

 Estamos ante una libertad cuya titularidad corresponde tanto a los nacionales como a los extranjeros en
pie de igualdad.

 Según la propia dicción constitucional, por otra parte, esta libertad se garantiza tanto a los individuos
como a las comunidades. En este sentido, todos los grupos y entes colectivos son titulares de este
derecho (partidos políticos, sindicatos, asociaciones de todo tipo).

4.2.3. LA LIBERTAD IDEOLÓGICA COMO DERECHO SUBJETIVO

La libertad ideológica presenta como derecho subjetivo una doble faceta, interna y externa.

 La dimensión interna se refiere a la libre formación de la conciencia y a la libertad del pensamiento :


«derecho a adoptar una determinada posición intelectual ante la vida y cuanto le concierne y a
representar o enjuiciar la realidad según personales convicciones». (TC)

 La dimensión externa se concreta en el agere licere, esto es, en la actuación libre conforme a las propias
ideas y convicciones «sin sufrir por ello sanción.

Para garantizar ambas dimensiones la Constitución establece que nadie podrá ser compelido a declarar sobre
su ideología.

 Por lo que se refiere a los particulares, cuando una asociación requiere información previa sobre ideas o
creencias para poder formar parte de la misma, no podría entenderse sin caer en el absurdo que con ello
se está vulnerando la garantía constitucional.

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o Sin embargo, sí se conculcaría la Constitución cuando sin la existencia de esta justificación se
condicionara el acceso a un puesto de trabajo o su mantenimiento en él a la manifestación de las
propias ideas, creencias u opiniones (STC 292/1993, F.J 5).

 En relación con los poderes públicos, el condicionamiento del ejercicio de determinados derechos a la
necesidad de manifestar, directa o indirectamente, motivos ideológicos o creenciales tampoco supone
necesariamente vulneración de esta garantía.

o Así, por ejemplo, cuando el legislador ha configurado el derecho a la objeción de conciencia al


servicio militar obligatorio, es preciso que se aleguen en la solicitud los motivos de conciencia del
objetante. (STC 160/1987, FJ 5).

La libertad de manifestar sin cortapisas las propias ideas en términos intelectuales, morales, filosóficos o
políticos, también la garantía del artículo 16.2 consiste en no poder ser obligado a participar de ningún cuerpo
de doctrina o a manifestar adhesión a cualquier ideario.

Esta garantía opera de manera general, tanto en el ámbito de las relaciones entre particulares, como en
relación con los poderes públicos (STC 101/1983, FJ5; STC 122/1983, FJ 5 y 6).

4.2.4. LA DIMENSIÓN INSTITUCIONAL DE LA LIBERTAD IDEOLÓGICA

El respeto al pluralismo social y político exige de manera inexcusable la plenitud de efectividad de la libertad
ideológica, y nada de ello sería posible si no se parte de la neutralidad del Estado en el terreno ideológico.

 Ello se traduce en la necesidad de considerar también la libertad ideológica como un principio


institucional cuya eficacia interpretativa no puede ponerse en duda;

 y siempre habrá que aplicarlo conjuntamente con el principio de igualdad, pues todas las ideas,
concepciones, expresiones ideológicas, (que no deben ni pueden ser valoradas por el Estado), están en
una posición de igualdad ante el poder público, no pudiendo establecer discriminaciones por motivos de
opinión.

De él deriva la renuncia del Estado tanto a cualquier acción de adoctrinamiento, por un lado, como a la
valoración de las expresiones ideológicas de la comunidad, por otro.

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 Con este sentido general puede entenderse que el artículo 27.3 reconozca a los padres el derecho a que
sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias conviccione

4.2.5. LA LIBERTAD IDEOLÓGICA EN SU RELACIÓN CON OTRAS LIBERTADES Y DERECHOS


CONSTITUCIONALES

Existen otros derechos y libertades muy directamente relacionados con la libertad ideológica.

 la libertad de expresión del artículo 20. 1, a) constituye su concreción más lógica y evidente, pues se trata
de un derecho correlativo sin el cual la primera podría quedar vacía de sentido en su dimensión externa.).

También encontramos concreciones o proyecciones lógicas de esta libertad, como tempranamente reconoció el
Tribunal Constitucional en la STC 5/1981 (FJ 7), en otros ámbitos específicos:

 así la libertad de enseñanza del artículo 27.1,

 la libertad de cátedra del artículo 20. 1.c) y el derecho de los padres a elegir la formación moral que
desean para sus hijos (art. 27.3).

4.2.6. LOS LÍMITES DE LA LIBERTAD IDEOLÓGICA

Ningún derecho o libertad está exento de limitaciones y, en este sentido (a pesar de que el pensamiento y las
creencias no pueden conocer límites jurídicos desde la perspectiva interna), tampoco lo está la libertad
ideológica desde su perspectiva externa.

El artículo 16.1 dispone así que esta libertad no tendrá más limitación que «la necesaria para el mantenimiento
del orden público protegido por la Ley».

Esta expresión es muy equivoca por tratarse de un concepto jurídico indeterminado que debe ser interpretado
siempre con un criterio muy restrictivo, pues en caso contrario podría verse comprometido el sentido más
profundo de esta libertad, esto es, la posibilidad de hacerse efectiva permitiendo la libre manifestación de ideas y
criterios incluso frente a los valores constitucionalmente consagrados que alientan la democracia establecida
(siempre que se excluya, naturalmente, la violencia para imponerlos, como implica la referencia al orden
público).

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Este derecho tampoco ampara manifestaciones, expresiones o campañas de carácter racista o xenófobo por ser
contrario no sólo al derecho al honor de las personas, sino a otros bienes constitucionales como el de la dignidad
humana (art. 10) que han de respetar tanto los poderes públicos como los ciudadanos (STC 214/199 1, FJ 8).

El orden público como límite de la libertad ideológica es una noción amplia y variable que debe recibir una
interpretación restrictiva en cada caso concreto, y equilibrada conforme a criterios reconducibles a la
«razonabilidad».

4.3. LA LIBERTAD RELIGIOSA Y DE CULTO

4.3. 1. CARACTERIZACIÓN GENERAL

También respecto a la libertad religiosa podemos partir del reconocimiento de la existencia de una doble
dimensión, interna y externa, mediante las que se hace efectiva. (STC 24/1982, FJ l).

Necesariamente, pues, la libertad religiosa incluye, como la ideológica, el derecho a no ser obligado a declarar
sobre las propias ideas y convicciones en este terreno (art. 16.2), así como la garantía de no sufrir
discriminación alguna por motivos religiosos (art. 14).

Pero esta libertad presenta en relación con la libertad ideológica una singularidad muy característica: se trata
de una libertad compleja en sí misma, es decir, no necesita del concurso de otras libertades y derechos para
garantizar su plena aplicabilidad y eficacia. Por ello es posible al legislador trazar un completo régimen jurídico de
esta libertad para disciplinar las situaciones típicas en las que ha de manifestarse. Veamos de manera general y
sucinta el régimen legal que ya tempranamente se definiera en nuestro país a este propósito.

4.3.2. RÉGIMEN LEGAL

El desarrollo legislativo que de esta libertad se ha realizado viene conformado, en efecto, por la Ley Orgánica
7/1980, de 5 de julio, de Libertad Religiosa.

En su artículo 1 garantiza este derecho fundamental parte de los dos principios centrales que rigen en esta
materia por imperativo constitucional:

 la aconfesionalidad del Estado (art. 16.3) y

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 la igualdad, por lo que las creencias religiosas no podrán constituir motivo de desigualdad o de
discriminación ante o en la aplicación de la ley, de conformidad con el artículo 14.

Los sujetos de este derecho a la libertad religiosa son, recordemos, los individuos y las comunidades (art. 16.1).
Estas comunidades (o grupos, en los términos del art. 9.2) son genéricamente aludidas en el mismo artículo 16,
apartado 3, con la denominación de «confesiones».

Los derechos que surgen de esta libertad fundamental, son los siguientes:

a) Derechos de las personas:

 a profesar las creencias que libremente elija o no profesar ninguna;

 a manifestar libremente las propias creencias o la ausencia de las mismas, o abstenerse de declarar
sobre ellas;

 a practicar actos de culto y recibir asistencia religiosa de su misma confesión;

 a conmemorar sus festividades;

 a celebrar sus ritos matrimoniales y a recibir sepultura digna sin discriminación por motivos religiosos

 a no ser obligado a practicar actos de culto o recibir asistencia religiosa contraria a sus convicciones
personales;

 a recibir e impartir enseñanza e información religiosa de toda índole por cualquier procedimiento.

b) Derechos de las comunidades (Iglesias, Confesiones y Comunidades):

 a establecer lugares de culto o de reunión con fines religiosos,

 a designar y a formar a sus ministros,

 a divulgar y a propagar su propio credo,

 y a mantener relaciones con otras organizaciones o confesiones, tanto en el territorio nacional como
extranjero.

Los poderes públicos adoptarán las medidas necesarias para facilitar:

 la asistencia religiosa en cuarteles, academias militares, hospitales, cárceles, etc,

 la formación religiosa en centros docentes públicos (art. 2.3).

40
Esta dimensión prestacional no implica ruptura del principio de aconfesionalidad del Estado,

 sino el reconocimiento de la necesidad de hacer efectivo este derecho de los individuos y de las
comunidades.

 Neutralidad no significa necesariamente laicismo , que entrañaría una total indiferencia hacia el hecho
religioso.

Por su parte, las Iglesias, Confesiones y Comunidades religiosas, así como sus federaciones, gozarán de
personalidad jurídica una vez inscritas en el Registro del Ministerio de Justicia, gozando de plena autonomía
desde el mismo momento en que se inscriban y pudiendo establecer sus propias normas de organización, sin
perjuicio del respeto de los derechos y libertades constitucionalmente reconocidos.

En lo relativo a los límites de la libertad religiosa:

 no podrán establecerse más limitaciones a sus manifestaciones que las necesarias para el mantenimiento
del orden público protegido por la ley.

 «la protección del derecho de los demás al ejercicio de sus libertades públicas y derechos
fundamentales, así como la salvaguardia de la seguridad, de la salud y de la moralidad pública,

4.3.3. LOS PRINCIPIOS DE ACONFESIONALIDAD DEL ESTADO Y DE COOPERACIÓN CON LA


IGLESIA CATÓLICA Y LAS DEMÁS CONFESIONES

Según el art.16.3: «ninguna confesión tendrá carácter estatal», lo cual significa proclamar la aconfesionalidad, la
NEUTRALIDAD DEL ESTADO también en materia religiosa, de manera acorde con los principios de libertad y de
pluralismo político.

Sin embargo, el Estado español puede establecer de manera compatible RELACIONES DE COOPERACIÓN con la
Iglesia católica y las restantes confesiones.

 Esta previsión constitucional constituye un mandato a todos los poderes públicos, especialmente al
legislador.

 Por ello, se han establecido relaciones de este carácter, teniendo en cuenta las creencias de los
españoles y el relativo arraigo en España de cada una de ellas.

41
o 1º se concretaron con la Iglesia católica mediante los Acuerdos de Cooperación entre el Estado
Español y la Santa Sede, de 3 de enero de 1979, sobre Asuntos Jurídicos, sobre Enseñanza y
Asuntos.

o 2º se han establecido con las confesiones y comunidades más arraigadas en España: Acuerdos de
Cooperación con la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (Ley 24/1992, de
10 de noviembre), con la Federación de Comunidades Israelitas de España (Ley 25/1992, de la
misma fecha) y con la Comisión Islámica de España (Ley 26/1992, también de la misma fecha).

5. LOS DERECHOS FUNDAMENTALES AL HONOR, A LA INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR Y A


LA PROPIA IMAGEN

5.1. LA FORMULACIÓN CONSTITUCIONAL DEL DERECHO AL HONOR

El art. 18 de la Constitución española reconoce el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia
imagen. Con su regulación constitucional, se garantiza un núcleo de derechos llamados de la personalidad, que
atañen fundamentalmente a la dignidad de la persona y a su intimidad.

Se puede considerar históricamente reciente la regulación de los derechos que afectan a la esfera privada del
individuo. El reconocimiento de los derechos derivados de la personalidad como derechos humanos, no se
produce en los textos internacionales hasta después de la Segunda Guerra Mundial.

Con el reconocimiento constitucional del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen,
queda protegido por el ordenamiento un catálogo importante de derechos que garantizan un ámbito de
privacidad importante no sólo frente a los poderes públicos, sino también frente a empresas de la
comunicación y, en general, a todos los ciudadanos que vendrán obligados a respetar ese espacio de reserva
individual.

5.2. REGULACIÓN LEGISLATIVA. DELIMITACIÓN CONCEPTUAL DEL DERECHO AL HONOR, EL


DERECHO A LA INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR Y EL DERECHO A LA IMAGEN

La L.O. 1/1982, de 5 de mayo, desarrolla el art. 18 CE y regula el ejercicio de los derechos al honor, a la intimidad
personal y familiar y a la propia imagen.

La ley no diferencia el concepto de honor de la intimidad y de la imagen, sino que enuncia de manera conjunta
los tres derechos. Pero hay diferencias relevantes, y para ello basta detenerse en el contenido esencial de cada
uno de ellos.

42
 Para que se produzca una lesión del derecho al honor, es necesario que se afecte a la DIGNIDAD de su
persona, al reconocimiento que los demás tienen de él, de su integridad moral o de su consideración
social.

 El derecho a la intimidad en su contenido esencial hace referencia a la obligación, por parte de los
poderes públicos y de la sociedad, de respetar un ámbito de PRIVACIDAD en la persona.

Desde este punto de vista, el honor y la intimidad, no se superponen ni coinciden. Simplemente se relacionan.

 El derecho a la intimidad, también tiene unas características claramente diferenciadas . Es el DERECHO A


MANTENER UNA VIDA PRIVADA SIN INTERFERENCIAS de otras personas ni del Estado, con la garantía de
que estos terceros no pueden invadir los aspectos reservados de la vida de las personas.

El derecho a la intimidad conecta con el ámbito de privacidad a que tiene derecho todo ciudadano en un
Estado de Derecho. A diferencia del honor, el derecho a la intimidad se conceptúa en gran medida como un
derecho frente al Estado, verdadero monopolizador, junto con la industria multinacional, de la información y
la acumulación de datos sobre la intimidad de las personas.

 Desde esta perspectiva, el problema fundamental se presenta en el grado de confidencialidad a que


viene obligado el Estado respecto de la vida privada de los ciudadanos.

 La doctrina tradicional admitía tres grados de intimidad considerados como círculos concéntricos: la
esfera privada, la intimidad confidencial y, por último, el secreto.

 Frente a esta tesis tradicional surge recientemente la teoría del mosaico,

 que parte de la idea de que los datos, tal y como se estructuran desde la informática, no
tienen sentido en sí mismos, pero sí lo tienen en cuanto se relacionan entre ellos.

 Y en este sentido, con datos aparentemente triviales de la vida de las personas, puede llegar a
violarse el derecho a la intimidad.

Por lo que se refiere al derecho a la imagen, su contenido esencial ha sido determinado por la jurisprudencia.

43
 La STS de 11-04-87 define por primera vez la imagen como la reproducción física de la persona.

 La imagen, en tanto que representa la iconografía del ser humano, es colindante con el derecho al
honor, y se mezcla en un cierto sentido con éste, puesto que una lesión del derecho a la imagen
representa la lesión de una parte del honor.

5.3. LA PROTECCIÓN CIVIL DEL DERECHO AL HONOR. ÁMBITO DE PROTECCIÓN DEL DERECHO

PASADO: En el ámbito jurisdiccional civil la normativa preconstitucional por la que se protegían estos derechos
residía en el art. 1.902 del C.Civil, verdadero cajón de sastre de las responsabilidades extracontractuales.

Y, en lo penal, el honor se protegía en los tipos penales de injurias, calumnias y desacato.

PRESENTE: La promulgación de la Ley Orgánica 1/1982, de 5 de mayo, viene a desarrollar en el marco legal civil
el reconocimiento de este derecho al honor:

 Son derechos de la personalidad.

 Y como tales se supone que irrenunciables , pero se le otorga trascendencia jurídica al consentimiento, no
apreciando intromisión ilegítima cuando el titular del derecho hubiera consentido expresamente.

5.3.2. EL HONOR EN LAS PERSONAS JURÍDICAS

Se trata de un derecho que necesariamente se tiene que referir a las personas físicas. Por tanto, el honor, en
principio, no parece predicable de las instituciones, sino de las personas.

La jurisprudencia del TC ha sido vacilante, diciendo algunas veces con claridad que las personas jurídicas no
tienen derecho fundamental al honor, pero, finalmente, ha terminado admitiendo abiertamente la legitimación
activa de las personas jurídicas en el ejercicio de las acciones procesales del derecho al honor.

 De la STC 139/1995, de 26 de septiembre, se desprende que ninguna norma de rango legal ni


constitucional impide que las personas jurídicas puedan ser sujetos de derechos fundamentales, por lo
que las personas jurídicas tienen también el derecho a la protección de su honor .

 Igual criterio se ha seguido en la consideración del prestigio profesional, (STC 20/2002), considerando
que éste (el honor profesional) tiene un menor nivel de protección frente a la libertad de expresión, que
el honor personal, pero es también protegible en amparo.

44
5.4. LA PROTECCIÓN PENAL

El honor es un patrimonio personal que no debe lesionarse y, dentro de esto, se agravan especialmente los
delitos en los que se utiliza la publicidad, o contra funcionarios públicos,

 que gozan de una protección jurídica privilegiada en función de las peculiaridades de sus propios
cometidos como tales poderes públicos.

 y esto adquiere singular relevancia cuando se trata de autoridades, dándose la ficción de considerar que
toda injuria a cualquier funcionario público constituye una amenaza al Estado.

La Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, por la que se aprueba el Código Penal vigente, regula los delitos
de injuria y calumnia en diferentes normas, según las instituciones contra las que se dirigen las conductas
delictivas. Dedica en principio el Título XI a los delitos contra el honor.

 El art. 205 califica el delito de calumnia como la imputación de un delito hecha con conocimiento de su
falsedad o temerario desprecio hacia la verdad. Pero, «el acusado por delito de calumnia quedará exento
de toda pena probando el hecho criminal que hubiere imputado.»

 Y el delito de injuria se regula en el art. 208, que considera injuria «la acción o expresión que lesionan la
dignidad de otra persona, menoscabando su fama o atentando contra su propia estimación». Y, del
mismo modo que en las calumnias, se prevé una especie de exceptio veritatis para el acusado de injuria
que pruebe la verdad de las imputaciones cuando se dirijan contra funcionarios públicos sobre hechos
concernientes al ejercicio de sus cargos o referidos a la comisión de faltas penales o de infracciones
administrativas.

5.5. CRITERIOS DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL EN LA VALORACIÓN ENTRE EL DERECHO AL


HONOR Y LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Los jueces ordinarios tenían como punto de referencia, a la hora de analizar una demanda, que se demostrase
que había lesión al honor. Verificada está lesión, la libertad de expresión cedía ante el derecho al honor.

La peculiaridad del TC en este sentido va a ser la de invertir el orden de valoración. Ahora es la libertad de
expresión la que será analizada antes de la lesión al honor.

Es una línea evolutiva que marca tres etapas diferenciadas en cuanto intensidad, pero sin ninguna regresión:

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 En la primera etapa, el TC se va a plantear únicamente la posibilidad de que el honor, en cuanto derecho
fundamental, se pondere con relación a otros derechos fundamentales, sobre todo con el derecho a la
libertad de expresión.

 Pero un nuevo punto de inflexión lo marca el caso Soria Semanal, donde ya afirma el TC que «cuando
del ejercicio de la libertad de opinión resulte afectado el derecho al honor de alguien, nos encontraremos
ante un conflicto de derechos, ambos de rango fundamental, lo que significa que [...] se impone una
necesaria y casuística ponderación».

 Y, por último, el TC considera que la libertad de expresión tiene un interés prevalente sobre el derecho
al honor.

Por consiguiente, para ponderar adecuadamente los intereses en presencia, hay que tener en cuenta que hay
dos procesos de intención que contrastar:

 El animus iniuriandi, o intención difamatoria, y el animus informandi.

 El animus iniuriandi cede si se demuestra que es prevalente el interés en informar, es decir, el animus
informandi.

Los criterios de ponderación que utiliza el TC son los siguientes:

5.5. 1. EL INTERÉS PÚBLICO DE LA INFORMACIÓN

La contraposición entre los intereses puramente particulares de los individuos aisladamente considerados, por
una parte, y los intereses generales, por otra, ha de resolverse necesariamente a favor de los intereses generales,
pues lo colectivo ha de primar sobre lo individual y lo público sobre lo privado.

Sin embargo, aunque en este planteamiento del TC parece muy clara la oposición entre lo privado y lo público,
conviene precisar que no son categorías excluyentes, no son pares de opuestos, antitéticos, que se oponen
frontalmente. Más que conceptos contrarios, son conceptos complementarios, relacionales, puesto que se
definen en relación el uno con el otro.

5.5.2. LA INTRASCENDENCIA DE LA VERACIDAD

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Como es fácilmente comprensible, en el honor, las más de la veces, la exceptio veritatis no tiene la menor
trascendencia. La ofensa al honor no guarda correspondencia necesariamente con la verdad de lo que se diga.

El hecho de que la veracidad, como elemento configurador de la lesión al honor, sea relativa, no evita que tenga
su trascendencia en cuanto a la responsabilidad de los informadores en su obligación de contrastar las noticias
que publican.

5.5.3. LOS SUJETOS DE LA RELACIÓN INFORMATIVA

El TC ha venido distinguiendo, en la ponderación de valores, quién era el sujeto, activo o pasivo, de la relación
informativa. Esto es simplemente consecuencia del interés prevalente del derecho a la libertad de expresión
sobre otros derechos constitucionales.

En cuanto a los sujetos activos de la información, tanto el TC como el TS, al acabar su doctrina, han concedido a
los políticos en general un mayor margen de libertad de expresión y, por consiguiente, una menor posibilidad de
lesionar activamente el honor de los demás. (STC 90/1997).

Pero el margen de una mayor libertad de expresión se concede a los políticos a quienes se les considera que
ejercen la libertad de expresión en nombre de la voluntad popular.

5.5.4. LA DISTINCIÓN ENTRE INFORMACIÓN Y OPINIÓN

La mayor tolerancia a la libertad de expresión respecto de la libertad de información se basa en la distinción que
efectúa el TC acerca del artículo 20.

No hay ningún criterio válido de diferenciación entre una información y una opinión, pese a los titánicos
esfuerzos de la jurisprudencia en sentido contrario.

 Y ello porque toda opinión lleva de forma más o menos explícita un contenido informativo, y toda
información, un contenido valorativo de opinión, sin el cual la información ni siquiera se justifica como tal
actividad social.

 La información expresa la opinión del informante, del medio, desde la captación de la noticia hasta su
emisión, pasando por el nada despreciable paso de decidir si esa noticia se publica o no.

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En la medida en que un medio es más plural, se legitima más desde el punto de vista de la opinión pública
como información, y en la medida en que decrece ese pluralismo informativo, o se encuentra tergiversado, se
puede hablar de periodismo de opinión, pero sobre esta base es difícil admitir una diferente técnica jurídica.

6. EL DERECHO A CONTRAER MATRIMONIO

La Constitución establece en su artículo 32 que «El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con
plena igualdad jurídica». No es fácil encontrar una razón convincente para la constitucionalización de este
derecho.

La Constitución diferencia, acertadamente, entre matrimonio y familia,

 cuya protección establece el artículo 39.1 CE, con independencia de que ésta se haya generado o no
mediante una unión matrimonial.

 Las parejas de hecho, tanto heterosexuales como homosexuales, y el desarrollo de otras uniones o
formas de convivencia alternativas al matrimonio deben considerarse una manifestación de la libertad
individual amparada por los principios de dignidad humana y libre desarrollo de la personalidad del
artículo 10. 1 CE.

Es igualmente innecesario, aunque en este caso se encuentre históricamente justificado, el énfasis en la plena
igualdad jurídica entre los cónyuges, pues ésta viene ya dada por el artículo 14 CE.

De la regulación constitucional del matrimonio se desprenden las siguientes notas:

 El derecho a contraer matrimonio se atribuye al hombre y la mujer, debiendo deducirse, en


consecuencia, que la Constitución consagra en exclusiva el matrimonio heterosexual.

 Nada dice el artículo 32 CE sobre el contenido del matrimonio que los cónyuges tienen derecho a
contraer. La ley establece tan sólo que:

o el marido y la mujer son iguales en derechos y deberes,

o que deben respetarse y ayudarse y actuar en interés de la familia y

o que están obligados a vivir juntos, guardarse fidelidad y socorrerse mutuamente (arts. 66 a 68
CC).

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 En cuanto a los efectos del matrimonio, la prohibición constitucional de la discriminación afecta a la
regulación legal de los efectos del matrimonio en un doble sentido:

o Así no puede establecer efectos beneficiosos en exclusiva para las parejas unidas
matrimonialmente (PRÓRROGA FORZOSA DEL ARRENDAMIENTO A CAUSA DE LA MUERTE SÓLO
PARA CÓNYUGES Y NO PARA PAREJAS DE HECHO ¿?)

La ley no puede atribuir al matrimonio efectos jurídicos que supongan una discriminación de los cónyuges con
respecto a los ciudadanos no casados (OBLIGACIÓN DE REALIZAR LA DECLARACIÓN CONJUNTA EN EL IRPF)

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