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GLOSARIO CONCEPTUAL

Sistemas homogéneos y heterogéneos: Aron tiene dos criterios de clasificación de los


sistemas internacionales: por número de polos o configuración de fuerzas y por grado de
homogeneidad o heterogeneidad. Respecto del primer criterio, Aron identifica dos tipos de
configuración de la relación de fuerzas: pluripolar y bipolar. Respecto del segundo, el autor
define como sistemas homogéneos a aquellos en los que los Estados miembros de
dicho sistema comparten los mismos principios, reglas, valores y conceptos de la
política, y como heterogéneos a aquellos sistemas en los que los Estados están
organizados con principios divergentes entre sí y proclaman valores contradictorios e
incluso contrapuestos. Entre el final de las guerras de Religión tras la Paz de Westfalia de
1648, el sistema internacional europeo era a la vez multipolar y homogéneo. Por su parte, el
sistema internacional europeo-norteamericano durante los años de la Guerra Fría (1945-1989)
fue, a la vez, bipolar y heterogéneo. En los sistemas homogéneos, se tienden a
subordinar los conflictos al principio común de legitimidad y se favorece la
imposición de límites a la violencia. En los heterogéneos, se entrecruzan conflictos
interestatales con luchas civiles internas, se agrava la inestabilidad del sistema y
resulta difícil una paz de compromiso entre los Estados en guerra, porque lo que está
en juego es la victoria total de un principio de legitimidad sobre otro. Como aclara
Aron, las grandes guerras (de Religión en el siglo XVII, guerras de revoluciones y del
Imperio entre el último tercio del siglo XVIII y comienzos del XIX, las guerras del siglo XX)
han coincidido con el sometimiento a discusión del principio de legitimidad y de la
organización de los Estados (antiguo régimen monárquico versus régimen burgués liberal
republicano, régimen democrático contra autoritario-totalitario) (Aron, Raymond, Paz y Guerra
entre las naciones, Madrid, Alianza, 1985, Vol. 1, Primera Parte, Capítulo IV (“De los sistemas
internacionales”), pp. 139-141).

Balance de poder: Como explica Aron, la fórmula más sencilla para definir el balance,
balanza o equilibrio de poder es que “(...) un Estado no debe poseer nunca fuerzas tales que
los Estados vecinos se vean incapaces de defender sus derechos contra él (...)” (Aron, op.cit.,
Capítulo V (“De los sistemas pluripolares y bipolares”), p. 171). El objetivo central de un
sistema de estados basado en el balance de poder -como fue el sistema internacional
centrado en Europa desde la Paz de Westfalia de 1648 en adelante al menos hasta
1945- fue el de garantizar la pluralidad de estados soberanos, frustrando los
sucesivos intentos de dominio imperial o de hegemonía de un único poder. Pero, como
advierte Rosecrance, el balance de poder es en el mejor de los casos un mecanismo
ineficiente: no produce una calibración automática de las relaciones de poder entre
Estados; apunta a restringir el conflicto pero no puede controlar de modo totalmente
eficaz las políticas agresivas de los poderes principales; y, paradójicamente,
contribuyó al estallido de las dos Guerras Mundiales del siglo XX (Rosecrance, Richard,
“A New Concert of Powers”, Foreign Affairs, Vol. 71, N° 2, Spring 1992, p. 64). Como advierte
Bull, el balance de poder no preserva la paz: periódicamente necesita guerras cuando
el conflicto militar aparece como el único medio para frustrar los sueños imperiales
de algún estado potencialmente dominante sobre los demás. Asimismo, el balance de
poder tampoco garantiza la independencia de todos los participantes estatales del
sistema internacional. Más bien para tiende a operar en favor de los grandes poderes
-que son los guardianes o garantes del funcionamiento del sistema- a expensa de los
estados pequeños. Así, la partición de Polonia entre Austria, Rusia y Prusia en 1772,
lejos de constituir un alejamiento del principio del balance de poder, constituye su
confirmación en un ejemplo histórico puntual (Bull, Hedley, The Anarchical Society. A Study
of Order in World Politics, New York, Columbia University Press, New York, 1977, Capítulo 5, p.
103).

Concierto de poder: Como explica Kissinger, el equilibrio o balance de poder funciona


mejor cuando está apoyado por un concierto de poder, es decir, por un acuerdo de
valores comunes. El equilibrio del poder limita la capacidad de derrumbar el orden
internacional; el acuerdo sobre unos valores compartidos reprime el deseo de derrocar el
orden internacional. Cuando hay concierto de poder -como el logrado por los participantes del
Congreso de Viena en 1815- no sólo hay equilibrio físico (balance de poder) sino también
moral (concierto basado en valores conservadores compartidos): el equilibrio reduce las
oportunidades de recurrir a la fuerza, pero el concierto, traducido en un sentido de valores o
de justicia compartido, reduce el deseo de emplear la fuerza (Kissinger, La diplomacia, México,
Fondo de Cultura Económica, 1995, Capítulo III (“De la universalidad al equilibrio: Richelieu,
Guillermo de Orange y Pitt”), p. 71 y Capítulo IV (“El Concierto de Europa: la Gran Bretaña,
Austria y Rusia”), p. 74).

Coaliciones y alianzas: Describen dos tipos de convenios de ayuda entre los Estados con
grados diferentes de compromiso. Las coaliciones entre estados sólo tienen un valor
coyuntural: se arman y desarman temporalmente en función de aislar al poder más fuerte. El
adversario circunstancial de hoy puede ser perfectamente el aliado (también circunstancial) de
mañana. Las alianzas, a diferencia del sesgo volátil y circunstancial de las coaliciones,
implican un compromiso sostenido en el tiempo y estructuran la relación entre amigo
y enemigo (Badie, Bertrand, Diplomacia del contubernio. Los desvíos oligárquicos del sistema
internacional, Sáenz Peña, Universidad Nacional de Tres de Febrero, 2013, p. 23).

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