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Las formas clásicas de derrocamiento del poder.

En torno
al tiranicidio.

Jesús de Andrés
jandres@poli.uned.es
Material para la asignatura Violencia Política
4º curso del Grado en Ciencia Política y de la Administración.
(No citar, prohibida su difusión)

La literatura sobre derrocamientos de Gobiernos y regímenes políticos, expresada en las


teorías clásicas sobre el mantenimiento del poder desarrolladas por Platón, Aristóteles y Cicerón,
entre otros, y retomada por los pensadores políticos del Renacimiento, entre los que
consideraremos a Maquiavelo, Hobbes y Bodino, está directamente relacionada con el fenómeno
del magnicidio. En las páginas que siguen analizaremos aquellos tipos de enfrentamiento que
tienen lugar en el interior de la comunidad política, así como aquellos que tienen por finalidad el
derribo o sustitución de los dirigentes del Gobierno.
Si nos remontamos, por ejemplo, a la antigua Grecia el elevado número de conflictos
internos que derivaron en procesos de rebelión política organizada por parte de las clases
dominantes dificulta notablemente no sólo su enumeración sino cualquier aproximación
clasificatoria 1. Las continuas guerras que asolaron el mundo helénico provocaron una serie de
tensiones que, en determinadas ocasiones, dieron lugar a fenómenos que podemos identificar
como revolucionarios. Esto fue así cuando la dirección de las revueltas era de abajo arriba, es
decir, cuando determinados sectores de la población iniciaban sublevaciones organizadas contra
los grupos dirigentes de las ciudades. Pero también propiciaron tensiones entre estos últimos
grupos que condujeron a la utilización del conflicto violento como forma de resolver la
competencia existente en su seno, bien por salvaguardar sus intereses de dominación y

1
Al respecto, John Van Antwerp FINE, The ancient Greeks: a critical history, Cambridge, Harvard University
Press, 1983; Terry BUCKLEY, Aspects of Greek history, 750-323 BC: a source-based approach, Londres, Routledge, 1996; S.B.
POMEROY, S.M. BURSTEIN, W. DONLAN, J.T. ROBERTS, La antigua Grecia, Barcelona, Crítica, 2001; John Kenyon
DAVIES, Democracy and classical Greece, Hassocks, Harvester Press, 1978; Robin OSBORNE (ed.), La Grecia clásica,
Barcelona, Crítica, 2002; una buena recopilación bibliográfica puede encontrarse en Simon HORNBLOWER (ed.), Greek
historiography, Oxford, Clarendon Press, 1994, págs. 249-269.

1
supremacía, bien como forma de lucha y acceso al poder 2. Al analizar los conflictos políticos en
Grecia y Roma, Moses Finley parte del conflicto constitucional estableciendo dos niveles
diferentes: uno de agitación, caracterizado por la lucha abierta por el poder, y otro de quietud en
el que los cambios dentro del entramado constitucional existente implicaban en ocasiones más
agitación y resistencia de lo que puede suponerse 3. Aunque para este autor no es acertado dividir
estrictamente la historia de las ciudades-estado antiguas en largos períodos de lucha y quietud sí
se puede percibir una oscilación entre momentos de lucha aguda y otros de agitación más largos y
tranquilos 4. Por su parte, F. Javier Gómez Espelosín, al catalogar las revueltas y conflictos
urbanos ocurridos entre los años 323 y 30 a.C. en el Oriente mediterráneo, ha señalado algunas de
las características correspondientes a situaciones de enfrentamiento entre las clases
administradoras del poder:

«las rivalidades políticas que existían en el interior de los estados, fueron aprovechadas por
los diádocos en la lucha sin cuartel que mantuvieron por el dominio de la herencia de
Alejandro, y mediante apelaciones a la libertad y autonomía de las ciudades griegas y del
Asia Menor, animaron en su interior las rebeliones contra sus más directos rivales, tratando
así de sustraerlas a su área de influencia. De igual modo los monarcas helenísticos, Filipo V,
Antíoco III y Perseo, utilizaron también en su favor recursos similares, prestando su apoyo a
alguna de las facciones que se disputaban la supremacía dentro del estado, con miras al
ensanchamiento de su esfera de dominio o simplemente para incrementar el número de sus
aliados potenciales a la hora de un siempre posible conflicto a gran escala. Finalmente la
aparición de Roma en los asuntos del Este griego determinó un continuo balance de las
alianzas interiores y exteriores de los estados, siendo muchas veces más importante contra
quien se adoptaban éstas que la propia toma de partido» 5.

2
Veáse, al respecto, Josiah OBER, Mass and Elite in Democratic Athens. Rhetoric, Ideology, and the Power of
People, Princeton, Princeton University Press, 1989; y, del mismo autor, The Athenian Revolution. Essays on ancient Greek
Democracy and political theory, Princeton, Princeton University Press, 1996. Un trabajo clásico es el de Geoffrey de STE.
CROIX, La lucha de clases en el mundo griego antiguo, Barcelona, Crítica, 1988, traducción de Teófilo de Lozoya, en el que se
adentra en la historia del mundo greco-romano y sus conflictos políticos utilizando los instrumentos de análisis, conceptos y
categorías del método histórico de Marx, centrándose en los conceptos de clase y lucha de clases.
3
Moses I. FINLEY, Politics in the Ancient World, Cambridge, Cambridge University Press, 1983. Edición en
castellano, El nacimiento de la política, Barcelona, Crítica, 1986, traducción de Teresa Sempere, págs. 134-135.
4
Especialmente en «los largos años de transformación desde el monopolio aristocrático a la estructura
clásica de la ciudad-estado (...) En estados en los que el nuevo sistema estaba bastante estabilizado, el conflicto político
permanente se contenía bien en conjunto, excepto la stasis extrema; pero en muchos estados, quizá la mayoría, no se alcanzó
nunca este nivel de estabilidad, y así era frecuente la oscilación sangrienta entre oligarquía y democracia, o entre una facción
oligárquica y la otra». Ibídem, págs. 140-141.
5
F. Javier GÓMEZ ESPELOSÍN, Rebeliones y conflictos internos en las ciudades del mundo helenístico,
Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 1985, págs. 7-8. En su propuesta de clasificación establece las siguientes categorías:
fenómenos de características revolucionarias, rebeliones de carácter político y patriótico, revueltas ciudadanas contra el poder
establecido, disturbios sociales por causa de las deudas, guerras civiles en el interior de las ciudades, disputas faccionales entre la
aristocracia, rebeliones generales, tentativas individuales u oligárquicas de rebelión y casos sospechosos. La mayoría de los casos
analizados son denominados rebeliones, luchas faccionales o luchas políticas.

2
Los primeros autores en realizar distintas clasificaciones sobre las formas de gobierno no
pudieron obviar sus modos de transformación o derribo. Platón, Aristóteles y Cicerón, los más
destacados, construyeron diferentes esquemas interpretativos sobre los sistemas políticos,
definieron la forma ideal que debía tener la organización política y elaboraron diferentes
discursos sobre la forma de mantenerla. Dado que a su alrededor la inestabilidad política era
palpable dedicaron sus esfuerzos a analizar los porqués de la caída de las diferentes formas de
gobierno con el fin de, una vez establecido el sistema que consideraban adecuado, permitir su
mantenimiento. De esta forma, procuraron comprender el funcionamiento de los mecanismos del
poder, labor que sería posteriormente seguida por los escritores políticos de la edad moderna que
recogerían así su testigo e iniciarían el estudio de las causas, formas y modos de derrocamiento de
los sistemas políticos. En las siguientes páginas analizaremos brevemente los análisis sobre la
caída de los sistemas políticos realizados por los tres autores de la Antigüedad señalados para, a
continuación, realizar idéntica operación en tres autores de la era moderna que también
observaron dicho fenómeno en su época cuales son Maquiavelo, Hobbes y Bodino.
Platón, en La República 6, realiza un balance de las formas de gobierno y de su evolución
partiendo de la distinción entre la virtud y el vicio. De acuerdo con esta división, diferencia entre
una forma de gobierno legítimo y bueno y cuatro malas o defectuosas que, en último término, se
corresponden con el carácter de los individuos que las componen 7. La forma buena será la
aristocracia (o monarquía en el caso de que la autoridad no esté dividida) y las malas, en orden de
rango, serán la timarquía, la oligarquía, la democracia y la tiranía. A la vez que define y
caracteriza cada forma de gobierno hace lo propio con las costumbres de los individuos
correspondientes y fija su atención en el paso de una forma a otra, partiendo de la consideración
inevitable del cambio político 8. Siendo así, comienza por el paso de la aristocracia a la timarquía.
Su análisis es clarificador: «¿no es cierto, en general, que los cambios de todo gobierno político
tienen su origen en el partido que gobierna, cuando se suscita en él alguna escisión, y que por
pequeño que se suponga ese partido, mientras mantenga en su seno la armonía, es imposible que
tenga lugar alguna innovación en el estado?» 9. De la timarquía se llega a la oligarquía por
exclusión de los que tienen menor renta al limitarse su acceso a los cargos públicos: «en la

6
PLATÓN, La República, Barcelona, Edicomunicación, 1994 (ed.), traducción de Patricio de Azcárate.
7
«El alma tiene tantas formas diferentes como el gobierno», ibídem, pág. 167.
8
«Es difícil que la constitución de un estado como el vuestro se altere; pero como todo lo que nace está
destinado a perecer, vuestro sistema de gobierno no subsistirá eternamente, se disolverá algún día», ibídem, pág. 284.

3
timarquía los ciudadanos, de ambiciosos e intrigantes que eran, concluyen por hacerse avaros y
codiciosos. (...) Los ricos hacen que pase esta ley valiéndose de la fuerza y de las armas, o bien
se acepta por temor de que ellos cometan alguna violencia» 10. El paso de la oligarquía a la
democracia tiene lugar por el deseo de igualdad de las clases desfavorecidas: «el gobierno se
hace democrático cuando los pobres, consiguiendo la victoria sobre los ricos, degüellan a los
unos, destierran a los otros y reparten con los que quedan los cargos y la administración de los
negocios (...) Así es, en efecto, cómo la democracia se establece, sea por vía de las armas, sea
que los ricos, temiendo por sí mismos, tomen el partido de retirarse» 11. Este hecho da lugar,
según Platón, a numerosas situaciones de violencia, sediciones y guerras intestinas12. Por último,
la tiranía tiene su origen en el gobierno popular: «a la libertad más completa y más ilimitada
sucede el despotismo más absoluto y más intolerable» 13, ya que «se hacen suspicaces los
ciudadanos hasta el punto de rebelarse e insurreccionarse a la menor apariencia de coacción
hasta no hacer caso de las leyes, escritas o no escritas, para no tener así ningún señor» 14.
Aristóteles, por su parte, realiza un estudio empírico de las realidades políticas, de la
propia técnica del poder. Al igual que Platón, procede a clasificar las formas de gobierno a través
de dos criterios: por un lado, quién ejerce el poder (uno, algunos, todos); por otro, cómo se ejerce
ese poder (interés común, interés personal) 15. Sin embargo, no analiza las luchas políticas desde
el paso de una a otra forma de gobierno sino buscando las causas que originan las revoluciones,
dedicando, en La Política, un capítulo específico al estudio de las mismas 16. Esto no quiere decir
que Aristóteles no considere que las revoluciones, en ocasiones, tienden a cambiar el sistema

9
Ibídem.
10
Ibídem, pág. 290.
11
Ibídem, pág. 297-298.
12
«En el momento en que con el menor pretexto los ricos y los pobres, queriendo fortificar su partido, llaman
en su auxilio, éstos a los habitantes de una república vecina, aquéllos a los jefes de cualquier estado oligárquico; y algunas
veces las dos facciones se despedazan con sus propias manos», ibídem, pág. 297.
13
Ibídem, pág. 307.
14
Ibídem, 306.
15
ARISTÓTELES, La Política, Madrid, Alba, 1996 (ed.), no consta traductor. «El gobierno de uno solo,
basado en el interés general, se llama monarquía. El de algunos, sea cualquiera su número, con tal que no se reduzca a uno
solo, se llama aristocracia, es decir, gobierno de los mejores, que debe tener por objeto el interés general de los asociados. El de
todos, cuando está combinado en vista de la común utilidad, toma el nombre genérico de los gobiernos, y se llama República.
(...) Tres son las desviaciones de estas tres formas de gobierno: la tiranía, la oligarquía y la demagogia, (...) ninguno de estos
tres gobiernos tienen para nada el interés general en cuenta», pág. 96.
16
También dedica un espacio a la crítica de la teoría de Platón sobre las revoluciones ya que considera
equivocada la idea del paso de una forma de gobierno a otra de forma automática: «puede preguntarse, además, por qué al
cambiar la república de Sócrates ha de degenerar en el sistema de Lacedemonia. Por el contrario, es axiomático que en las
revoluciones sustituye a un gobierno otro opuesto más ordinariamente que otro análogo. La república de Lacedemonia, dice
Platón, degenera en oligarquía, ésta en democracia y esta última en tiranía. Pero es precisamente lo contrario. La oligarquía
sucede a la democracia antes siempre que la monarquía», ARISTÓTELES, La Política, ob. cit., pág. 252.

4
político, sino que no se para aquí y analiza también cómo otras veces sólo procuran sustituir a sus
dirigentes 17. En su análisis examina las principales causas de las discordias políticas que resume
en tres: la disposición moral de los revolucionarios, el fin que se proponen y las causas
particulares de la discordia. La disposición de los hombres a la revolución reside en la igualdad o
desigualdad a que se juzgan acreedores. Para Aristóteles «la desigualdad es siempre la causa de
las revoluciones». El fin que pretenden conseguir «es alcanzar la fortuna y los honores, o huir de
la oscuridad y la miseria». Las causas particulares de trastorno son siete: la discordia entre los
gobernantes, la ambición del pueblo, el insulto, el miedo, la superioridad, el menosprecio y el
desarrollo excesivo de una parte de la ciudad 18. Al recapitular las causas generales de las
revoluciones introduce un elemento esencial como es la violencia. Para Aristóteles las
revoluciones proceden de la violencia y de la astucia: la primera puede operar de improviso; la
segunda en ocasiones sorprende a la confianza mediante engaños y en ocasiones «se limita a
mantener su dominación con la misma persuasión de que se ha servido para conquistarla» 19.
Teniendo en cuenta que de los gobiernos por él definidos la mayoría pueden encuadrarse como
oligárquicos o democráticos, dedica mayor espacio a considerar las principales causas de
revolución en ellos dos, así como en las aristocracias, añadiendo nuevas razones de discordia que
pueden dar lugar a estallidos políticos. Llegado a este punto, Aristóteles da un paso más al
considerar los medios generales de conservación de los gobiernos, elemento central ya que por un
lado sienta las bases para una concepción científica de la política y por otro establece la existencia
de normas y técnicas que permiten mantener, y en ocasiones conquistar, el poder a los
gobernantes 20. Entre otros medios de conservación de los gobiernos menciona el cumplimiento

17
«A veces la revolución procura sólo ampliar o restringir un principio, ya sea democrático u oligárquico.
Otras, en fin, procura sólo alterar una magistratura», ibídem, pág. 220.
18
Ibídem, pág. 222. La primera causa no requiere más comentario; sobre la ambición de riquezas y honores
añade que pueden encender la discordia; sobre el insulto señala que «si los gobernantes son insolentes y avaros, aparece la
insurrección contra ellos y contra la Constitución que les da injustos privilegios»; el miedo «origina sediciones cuando, después
de cometer un delito, se pretende eludir la responsabilidad»; la superioridad también «es fuente de discordias civiles cuando se
eleva la influencia preponderante, ya de un individuo, ya de muchos, en el seno del Estado»; el menosprecio «produce también
tumultos. En la oligarquía, la mayoría se subleva por ser excluida del gobierno»; por último considera que «el crecimiento
excesivo de una clase es otra causa de trastornos», págs. 222-223. Además considera otras causas como el envilecimiento, la
negligencia («por elevar a los primeros cargos a hombres enemigos de la Constitución»), las causas insensibles («las
infracciones de ciertas leyes») y las diferencias locales.
19
Ibídem, pág. 226.
20
Ya en Platón puede seguirse el intento de convertir la política en ciencia: «¿Hay en el estado una ciencia que
resida en algunos de sus miembros y cuyo fin es deliberar, no sobre alguna parte del estado, sino sobre el estado todo y sobre su
gobierno, tanto interior como exterior? (...) Es la ciencia que tiene por objeto la conservación del estado», Platón, ob. cit., pág.
145. Según F. Prieto «Platón reflexiona y especula desde la creencia de que es posible una tal ciencia política. Pero es
consciente de que no todos comparten esa creencia y por ello se ve obligado a dedicar gran parte de La República a explicar su
concepto de ciencia, su teoría de las ideas. (...) La ciencia política que Platón construye no es una sistematización de las

5
estricto de las leyes, la prudencia de los gobernantes, la limitación temporal de los cargos
públicos, la evitación de la discordia entre los grandes, el mantenimiento de la Constitución y la
educación en sus principios 21. Por último, introduce Aristóteles una importante discusión sobre el
derribo de las tiranías («el más detestable de los gobiernos») que tendrá importantes
consecuencias al ser recogida por los tratadistas de la política de la edad moderna. La técnica de
conservación de gobiernos y la justificación del derrocamiento de tiranías se situarán en el centro
del debate que, en último término, conducirá a la elaboración de otros conceptos entre los que
figura el de magnicidio, tanto como para preservar lo existente como para derribar lo ilegítimo.
Cicerón abordó la forma idónea del gobierno en Sobre la República, donde, tras
comprobar la lamentable situación en que estaba sumergida Roma, elaboró un discurso sobre la
mejor forma del Estado y su gobierno. Su punto de partida fueron los textos de Platón y
Aristóteles y, al igual que ellos, elaboró una clasificación de las formas de gobierno22. A pesar de
que buena parte de su obra se perdió, los fragmentos que han llegado hasta nosotros nos permiten
comprobar que también realizó una reflexión sobre las formas de conservar el Estado. Entre otras,

observaciones de los fenómenos políticos, sino un estudio de los principios y las instituciones a las que se debe ajustar toda
acción política», Fernando PRIETO, Historia de la ideas y de las formas políticas. I. Edad antigua, Madrid, Unión Editorial,
1990, pág. 102. Aristóteles en su elaboración primigenia de una ciencia de lo político llega a considerar las técnicas de
funcionamiento de la política, constituyendo un antecedente de la separación entre ética y política que alcanzará su máxima
expresión en Maquiavelo. Considera que «hay una ciencia de los gobiernos a la que corresponde determinar cuál es la mejor
forma de gobierno, cuál es su naturaleza, con qué condiciones será tan perfecto como desear se puede, independientemente de
todo obstáculo exterior. A ella corresponde saber que constitución conviene adoptar en los diversos pueblos (...), a ella
determinar cuál es el mejor gobierno en absoluto y en relación a los elementos que deben constituirle: tal es la política, ciencia
necesaria al legislador y al hombre de Estado», Aristóteles, ob. cit., págs. 171-172. Según G. Sabine «Aristóteles concibió una
ciencia o arte de la política en escala mucho más amplia. La nueva ciencia debía ser general; esto es, debía ocuparse de las
formas de gobierno reales a la vez que de las ideales y debería enseñar el arte de gobernar y organizar estados (...). Esta nueva
ciencia general de la política era, pues, no sólo empírica y descriptiva, sino hasta en algunos aspectos independiente de toda
finalidad ética, ya que un estadista puede tener necesidad de ser perito en el gobierno, aun para regir un estado malo. Con
arreglo a la nueva idea, la ciencia de la política comprendía tanto el conocimiento del bien político, absoluto y relativo, como el
de la mecánica política, utilizada acaso para una finalidad inferior o aun mala. Esta ampliación del concepto de la filosofía
política constituye la concepción más característicamente aristotélica», George SABINE, Historia de la teoría política, México,
Fondo de Cultura Económica, 1982 (ed. original de 1937), pág. 77.
21
ARISTÓTELES, La Política, ob. cit., págs. 234-240.
22
Marco Tulio CICERÓN, Sobre la República / Sobre las leyes, Madrid, Tecnos, 1992 (ed.), traducción de José
Guillén. Para elaborar su clasificación se apoya en la previa de Aristóteles y, al igual que éste, apuesta por tres formas básicas
dependiendo de quién ejerce el poder: «(el) gobierno puede confiarse o bien a uno solo, o a un grupo de elegidos, o a la
muchedumbre de todos. Cuando el gobierno de todos los asuntos está en manos de uno sólo, a éste lo llamamos rey, y esta forma
de constitución política, reino. Cuando lo tienen unos pocos elegidos, entonces se llama aristocracia. Gobierno popular
(democracia) -así lo llaman- es aquel en que todo el poder lo administra el pueblo», libro I, pág. 29. Una vez dicho esto
concluye que existe República (es decir, cosa del pueblo) si hay una buena administración de cualquiera de los tres tipos de
gobierno. Cuando no la hay surgen las respectivas corrupciones de las tres formas básicas: tiranía («¿Quién, pues, llamaría cosa
del pueblo, esto es, República, un Estado en que todos se vieran sometidos por la opresión cruel de uno solo? (...) No diré, pues,
como ayer, que donde hay un tirano, hay una República defectuosa, sino como exige la razón, que no existe República alguna»,
libro III, pág. 105), facción («No puede hablarse de cosa del pueblo cuando todo el poder pertenece a una facción», libro III,
pág. 106) y, en el caso del pueblo, de nuevo tiranía («No hay forma de gobierno que yo le niegue más rotundamente el nombre de
República que aquélla en que todos los poderes se encuentran en manos de la multitud.(...) Esta masa reunida es un tirano tan
claramente como si fuera un solo hombre», libro III, págs. 106-107).

6
señala la educación de las costumbres, la observancia de las tradiciones de los mayores, el culto
de la honradez y las virtudes cívicas 23. Una vez definido el Estado perfecto que propone en Sobre
la República pasa a elaborar un tratado sobre las leyes por las que debe guiarse el mismo,
proyecto inacabado que desarrolla en Sobre las leyes. En esta obra expone la constitución que
debería regir a Roma, centrándose en la organización civil y las diversas magistraturas por las que
se rige el pueblo. Lo importante para Cicerón es, una vez establecido el sistema político ideal y
fijado a través de una constitución, evitar cualquier posible derrumbe, especialmente si éste tiene
lugar de forma violenta 24. Su propia experiencia vital y política, truncada numerosas veces tras
las distintas interrupciones que caracterizaron su época 25, le llevó a temer y a rechazar
alteraciones de este tipo. La denominada Conjuración de Catilina, que pasó a la historia como
prototipo de conspiración y asalto al poder y en la que Cicerón tuvo un papel principal al ser el
encargado de acabar con ella, fue en este sentido decisiva 26.
Ninguno de los tres autores señalados pudo ver, sin embargo, la razón última en que se
apoyaban las constantes luchas políticas internas: la débil institucionalización de los puestos de
poder. En los conflictos de la Antigüedad las luchas políticas se producían como intento de
cambio de las formas de gobierno y tuvieron lugar de forma violenta ya que no existían vías de
transformación de éstas y, especialmente, porque estaban ligadas a las personas que las
constituían. Siendo así, era necesario destruir a los adversarios políticos para acabar con sus
sistemas de dominación. Según Moses Finley el «combate era totalmente personal a causa de los
mecanismos constitucionales y gubernamentales. El poder no se apoyaba en los cargos o en
cualquier otra base oficial, ni derivaba de ellos. Los foros en los que se podía dar a conocer

23
Ibídem, libro IV.
24
«La primera norma es la más importante: «que no haya lugar a la violencia». Porque nada hay más funesto
a las ciudades, nada tan contrario al derecho y las leyes, nada menos civil y humano que en una República bien constituida y
bien ordenada se realice algo por la violencia», CICERÓN, Sobre las leyes, ob. cit., pág. 239.
25
Cicerón desempeñó distintos cargos políticos en el gobierno de Roma llegando a ocupar varias magistraturas
y el consulado (en el año 63 a.C.). Sin embargo, tuvo que retirarse también en numerosas ocasiones cuando la vida política fue
interrumpida (dictadura de César, demagogia de Clodio, tiranía de Marco Antonio, etc.). Además sufrió algunos intentos de
sublevación, conspiraciones e insurrecciones. Sobre la política de la época y sus luchas internas, con claros ejemplos de acosos y
derribos del poder, véase Cayo SUETONIO, Los doce Césares, Barcelona, Orbis, 1985 (ed.), traducción de Jaime Arnal.
26
Lucio Sergio Catilina cometió, como gobernador en África, numerosas fechorías que le impidieron alcanzar el
consulado. Con la finalidad de conseguirlo concibió una insurrección que fracasó inicialmente. Tras enfrentarse a Cicerón en las
elecciones del 63 a.C. perdió de nuevo y redobló sus esfuerzos conspirativos extendiendo la conjuración por toda la península
itálica. Interpelado por Cicerón en el Senado rechazó las acusaciones y convirtió la conspiración en lucha abierta que, tras la
batalla de Pistoya, finalmente fue derrotada. Los hechos fueron analizados por Salustio y pasaron a la literatura en numerosas
obras hasta nuestros días. Cayo Crispo SALUSTIO, La conjuración de Catilina, Madrid, Gredos, 1989 (ed.). Un buen trabajo
sobre esta obra es el de Ann Thomas WILKINS, Villain or Hero. Sallust’s Portrayal of Catiline, Nueva York, Peter Lang, 1994.
Otra fuente importante puede encontrarse en los discursos del propio Cicerón; Marco Tulio CICERÓN, Catilinarias, Madrid,
Gredos, 1994 (ed.).

7
constitucionalmente eran corporaciones amplias, consejos o asambleas, que se reunían
frecuentemente y tenían pocas restricciones en su derecho a tomar decisiones; de ahí la tensión
continua en la vida de los líderes» 27. En cualquier caso, sí acertaron a describir las diferentes
formas de gobierno y sus conflictos, transmitiendo a los autores de la era moderna su
preocupación por los mismos temas.
El renacer del mundo clásico, tomado como referencia y elemento de comparación, estuvo
también presente en el estudio de la política que iniciara Maquiavelo (1469-1527), el cual, con la
vista puesta en la historia de Roma, tratará diversos aspectos de la política, su organización y
funcionamiento. Entre ellos, considerará la importancia de las conjuras ya que «por su causa han
perdido la vida y el estado más príncipes que en la guerra abierta» 28. Comenzará su análisis
considerando contra quién se hacen las conjuras, concluyendo «que se hacen contra la patria o
contra un príncipe». En el caso de las que tienen lugar contra un príncipe sus causas son,
principalmente, el «ser odiado por el universal» 29, la existencia de injurias (en los bienes, en la
vida o en el honor) que deseen vengarse, la ambición de poder y el afán por liberar a la patria
oprimida por él. Toda conjura implica, según Maquiavelo, una serie de riesgos que él diferencia
en cada una de las fases que la componen: al tramarlas, al ponerlas en ejecución y después de
haberlas ejecutado 30. En cuanto a los actores que pueden llevar a cabo las conjuras éstos son los

27
Moses I. FINLEY, ob. cit., pág. 157. Se plantea este autor por qué en la Antigüedad fue necesario destruir a
los adversarios políticos y no sólo sus posturas políticas. Su respuesta la encuentra en la participación popular directa en el
gobierno: «no importa que la clase gobernante fuera cerrada y solidaria, sus miembros, ambiciosos políticamente, se veían
obligados a buscar apoyo constantemente para evitar a la masa de ciudadanos y para socavar la ayuda de sus rivales. En un
mundo que seguía fiel a la comunidad cara a cara de la ciudad-estado (...) el modo más efectivo de conseguir el poder era
arruinar a los rivales», pág. 156.
28
Nicolás MAQUIAVELO, Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Madrid, Alianza Editorial, 1987
(ed.), traducción de Ana Martínez Arancón, libro tercero, cap. 6., pág. 302. Para Maquiavelo, tras repasar la historia y
acontecimientos políticos vividos por Roma, la importancia de los derrocamientos era clara («de veintiséis emperadores que hay
de César a Maximino, dieciséis fueron asesinados y diez murieron de muerte natural», libro primero, cap. 10, pág. 61) y residía
en el hecho de que «hacer la guerra a un príncipe es algo reservado a unos pocos, mientras que cualquiera tiene posibilidades
de forjar una conjura contra él». De esta forma, «para que los príncipes puedan guardarse de estos peligros, y los particulares
sean más cautos (...), quiero hablar de ellos generalmente, no dejando ningún caso notable ni testimonio», libro tercero, cap. 6,
pág. 302. Una interesante biografía del pensador florentino en Maurizio VIROLI, La sonrisa de Maquiavelo, Barcelona,
Tusquets, 2000.
29
«Porque el príncipe que se ha atraído este odio general, es de suponer que haya ofendido más gravemente a
algunas personas particulares, que desearán vengarse de él, y este deseo se verá acrecentado por el descontento de la
colectividad», Nicolás MAQUIAVELO, Discursos sobre..., ob. cit., libro tercero, cap. 6, pág. 302.
30
Los peligros iniciales, al tramar la conspiración, son que pueda ser descubierta por delación o imprudencia; al
ponerla en práctica los peligros tienen lugar «o por un cambio de planes, o porque flaquea el ánimo de los ejecutores, o por
algún error imprudente de éstos, o por no rematar la empresa, quedando con vida algunos de los que estaba previsto asesinar.
(...) Nada causa tanto desorden y pone tantos obstáculos a las acciones humanas como cambiar un plan, alterando lo que ya
estaba dispuesto», ibídem, págs. 314-315; después de los hechos, los peligros, según Maquiavelo, se reducen a uno: «que quede
alguien dispuesto a vengar al príncipe muerto», pág. 320. En el caso de las conjuras realizadas contra la patria «son menos
peligrosas para quienes las realizan que las que se traman contra los príncipes, pues entrañan menos peligros en su
organización, los mismos en la ejecución y ninguno después de ella», pág. 321.

8
miembros de la nobleza o personas cercanas al príncipe 31. A continuación se pregunta
Maquiavelo por el cómo se desarrollan 32, a lo que responde deben realizarse con prudencia, en
secreto, por sorpresa y siguiendo un plan. Por último, los resultados de la conjura en caso de éxito
serán la muerte del príncipe y la disposición a la venganza por parte de quien quiera vengarlo, y
en caso de fracaso el castigo a los conjurados y el posible desprestigio del propio príncipe 33. No
logró Maquiavelo desprenderse de la concepción personalista de la política debido a que la
organización estatal estaba tan sólo comenzando a desarrollarse. Por tanto, sigue entendiendo el
derrocamiento político como un derrocamiento personal, del príncipe, y aquél no puede tener otra
forma que la de una conjuración. En cualquier caso, vino a responder, aunque de forma
desordenada y poco sistemática, a algunas de las preguntas que consideramos fundamentales a la
hora de abordar el universo conceptual de los fenómenos de violencia política: ¿quién?, ¿por
qué?, ¿cómo? y ¿qué (consecuencias)?, incluidas, de forma esquemática, en el siguiente Cuadro:

Cuadro 1
“Conjuración” en N. Maquiavelo

CUESTIÓN RESPUESTA

ACTORES quién  nobles


 personas cercanas al príncipe

CAUSAS por qué  existencia de injurias


 odio hacia el príncipe
 ambición
 deseo de liberar a la patria (oprimida por el príncipe)

DESARROLLO cómo  con prudencia


(técnica)  en secreto
 por sorpresa
 siguiendo un plan

31
Reserva a este grupo la realización de las conjuras ya que «los hombres débiles y que no están en el entorno
del príncipe carecen de toda esperanza y de toda facilidad para llevarla a buen término», ibídem, pág. 305. Además establece
diferencias con respecto al número de participantes: «los conjurados pueden ser uno o muchos; si es uno, no se le puede llamar
propiamente conjura, sino más bien la firme decisión de matar al príncipe por parte de un ciudadano», pág. 304.
32
«Una vez establecido que los conspiradores han de ser gente importante y que tengan fácil acceso al
príncipe, veamos ahora cómo se desarrollan estas empresas, y qué causas influyen en que lleguen o no a feliz término», ibídem,
pág. 307.
33
«Los príncipes no tienen, pues, mayor enemigo que la conjura, pues es algo que o los mata o los
desprestigia. Porque si sale bien, mueren, y si es descubierta y castigan a los conjurados, siempre se piensa que todo ha sido un
invento del príncipe para desahogar su avaricia y su crueldad con la vida y los bienes de los ajusticiados», ibídem, pág. 324.

9
RESULTADO qué  con éxito:
(consecuencias) -muerte del príncipe
-disposición de vengar al príncipe
 si fracasa:
-castigo a los conjurados
-posible desprestigio del príncipe

Elaboración propia a partir de Nicolás MAQUIAVELO, Discursos sobre la primera década de Tito Livio, ob. cit.

También abordó Juan Bodino (1530-1596) el estudio de las formas de gobierno y sus
reglas de mantenimiento y conservación en Los seis libros de la República34. Al igual que el resto
de sus coetáneos, reivindicó la importancia de los clásicos 35 y dedicó parte de su análisis al
estudio de las distintas situaciones de sedición y rebelión política. Siguiendo la clasificación
aristotélica distinguió tres tipos de república (monarquía, aristocracia y democracia) que
entrelazadas con otras tres categorías (legítima, señorial y tiránica) daban como resultado nueve
formas posibles de Estado 36. Uno de los aspectos fundamentales de su obra es la indagación del
porqué del cambio político, inevitable y constante, con el fin de evitar determinadas situaciones37.
Toda república puede llegar hasta la cumbre de su perfección, «que es el estado floreciente», pero
una vez allí puede caer «debido a la variedad de las cosas humanas, tan cambiantes e inciertas
que las más grandes repúblicas frecuentemente se desploman de un golpe por su propio peso, o
son destruidas, cuando piensan estar más seguras, por la fuerza de sus enemigos, o van
envejeciendo lentamente y mueren a causa de sus enfermedades internas... Es necesario saber,
por ello, las causas que producen los cambios de una república, antes de poder juzgarla o

34
Jean BODIN, Los seis libros de la República, Madrid, Tecnos, 1997 (ed. original de 1576), traducción de
Pedro Bravo Gala.
35
No sólo recogió la herencia de los clásicos sino que, además, trató de poner al día sus escritos con el fin de
lograr que el estudio de los asuntos políticos adquiriese renovada energía. Dice Bodino al respecto: «entre un millón de libros que
se ocupan de todas las ciencias, apenas encontraremos tres o cuatro sobre la república, princesa, no obstante, de todas las
ciencias. Platón y Aristóteles fueron tan expeditivos en sus disertaciones políticas que, en vez de satisfacer a sus lectores, nos
dejan con el gusto en la boca. Por otra parte, la experiencia acumulada en los dos mil años transcurridos desde que ellos
escribieron, nos ha hecho conocer perfectamente que la ciencia política se encontraba aún, en aquellos tiempos, oculta por
tinieblas muy espesas...», Jean BODIN, Los seis libros..., ob. cit., págs. 4 y 5.
36
Bodino, por primera vez, observa que «debe de diferenciarse claramente entre el estado y el gobierno, regla
política que nadie ha observado. (...) El estado de una república es cosa diferente de su gobierno y administración», ob. cit.,
pág. 94. La aportación de Bodino al estudio de la política reside en la utilización de categorías conceptuales de nuevo cuño que le
permitieron ir más allá en la comprensión de la misma. Así cabe destacar la distinción entre gobierno y Estado, la definición del
concepto de soberanía («el poder absoluto y perpetuo de una República», ob. cit., pág. 47) o la propia identificación entre
soberanía y Estado, el cual, tal y como señala Pedro Bravo Gala, «se nos aparece por primera vez como un ente abstracto,
unitario y originario», Pedro BRAVO GALA, “Estudio preliminar”, en Jean BODIN, Los seis libros..., ob. cit., pág. LVI.
37
Para Bodino es fundamental la conservación de los reinos e imperios, especialmente del que considera el
mejor sistema político, la monarquía, y a ello dedica sus esfuerzos «mediante máximas y escritos de los que resulte el bien común
de todos en general y de cada uno en particular», ibídem, pág. 3.

10
proponerla como ejemplo» 38. Con tal fin, emprende, en los libros IV y V, un detenido análisis del
cambio político y el modo de conservación de los Estados siguiendo los pasos de Maquiavelo 39
pero sin dejar de introducir interesantes planteamientos propios como la importancia de la acción
humana y su carácter incierto 40. Para ello, distingue entre cambio (conversio) y alteración
(alteratio), siendo el cambio a su vez perfecto o imperfecto41. No obstante, prescinde de su propia
distinción para analizar la posibilidad de sediciones. Organizando sus argumentaciones en torno a
los cuatro puntos que venimos considerando (actores, causas, desarrollo y resultado), los actores
coincidirán con aquellas personas o grupos que aspiran a conquistar la soberanía, esto es, el
príncipe, los poderosos o el pueblo. En este primer punto introduce un elemento tan novedoso
como importante: «es dueño del estado quien dispone de las fuerzas armadas» 42, máxima
indiscutible, según Bodino, en materia política. Las causas son numerosas: «la denegación de
justicia, la opresión de la plebe, la distribución desigual de penas y recompensas, la riqueza
excesiva de unos pocos, la extrema pobreza de muchos, la excesiva ociosidad de los súbditos, la
impunidad de los delitos» 43. En cuanto al desarrollo, evita profundizar en él ya que su objetivo
último es conseguir el mantenimiento de la forma del Estado 44; incide, eso sí, en el carácter

38
Ibídem, pág. 165. Este cambio, para Bodino, puede ser «voluntario o necesario, o ambas cosas a la vez; la
necesidad, por su parte, puede ser natural o violenta». En último término, el cambio político es inevitable: «así como se
considera más aceptable la muerte que procede de vejez o de enfermedad lenta e insensible, también puede decirse que el
cambio sobrevenido a una república en razón a su edad, tras una secular existencia, es necesario, pero no violento, ya que no se
puede llamar violento a lo que es resultado del curso necesario y natural al que están sujetas todas las cosas de este mundo. (...)
No hay república que, con el paso del tiempo, no sufra cambio y no termine por desaparecer», págs. 166 y 176.
39
La coincidencia de temas y planteamientos es, en ocasiones, tan evidente como para pensar que Bodino siguió
muy de cerca los escritos de Maquiavelo. Así, por ejemplo, éste afirma en El príncipe que «nada hay más difícil de realizar ni
nada de más dudoso éxito en la práctica que la implantación de nuevas instituciones», Nicolás Maquiavelo, El Príncipe, Madrid,
Busma, 1985 (ed.), traducción de Marcos Sanz Agüero, cap. VI, pág. 65; aquél, por su parte, escribe en Los seis libros de la
República que «nada hay de más difícil manejo, ni de más dudoso resultado, ni de ejecución más peligrosa que la introducción
de nuevas ordenanzas», Jean BODIN, Los seis libros..., ob. cit., pág. 185.
40
En último término la acción humana para Bodino es, además de libre («dejaría de ser voluntad si estuviese
constreñida»), tan «cambiante e incierta, que resulta imposible basar sobre ella ninguna previsión acerca de los cambios y
ruinas de las repúblicas», ibídem, pág. 176.
41
«Llamo cambio de la república al cambio de estado, es decir, el traspaso de la soberanía del pueblo al
príncipe, o de los poderosos a la plebe, o a la inversa. El cambio de leyes, de costumbres, de religión, o de lugar sólo representa
una simple alteración, si la soberanía no cambia de titular», ibídem, pág. 165. Siendo así, define seis tipos de cambio perfectos
cuando se produce de una de las formas de república (monarquía, aristocracia, democracia) a las otras dos; el cambio será
imperfecto cuando operan las otras tres categorías de Estado (legítima, señorial, tiránica). Al respecto, Pedro BRAVO GALA,
“Estudio preliminar”, ob. cit., pág. LXVI.
42
Jean BODIN, Los seis libros..., ob. cit., pág. 171.
43
Las sediciones, al igual que las guerras civiles, tienen para Bodino las mismas causas que los cambios de los
estados y repúblicas: «la falta de descendencia de los príncipes, que empuja a los grandes a mover guerra por el estado; la
pobreza extremada de la mayor parte de los súbditos y la riqueza excesiva de unos pocos; el reparto desigual de las dignidades y
honores; la ambición desmedida por el mando; la venganza de los agravios; la crueldad y opresión de los tiranos; el temor a ser
castigado cuando se ha merecido; el cambio de leyes y religión; el goce desenfrenado de los placeres; la determinación de
acabar con quienes deshonran con placeres excesivos y bestiales las más elevadas dignidades...», ibídem, págs. 210 y 168.
44
No entra, por tanto, a comentar sistemáticamente cómo se desarrollan las sediciones ni qué condiciones deben
cumplir. Tan sólo se limita a dar consejos que eviten llegar a dicha situación: «el mejor medio para conservar un estado y

11
violento de la inmensa mayoría de los casos examinados, que deben su origen «al hecho de que
uno de los magistrados, capitanes o gobernadores, decide usar de las fuerzas a su
disposición» 45. Por último, la principal consecuencia es el cambio de Estado, que implica cambio
de soberanía y de su titular, así como la posibilidad de que se produzcan cambios en el exterior46.
Estas cuatro cuestiones pueden observarse gráficamente en el Cuadro 2.

Cuadro 2
“Sedición” en J. Bodino

CUESTIÓN RESPUESTA

ACTORES quién  príncipes


 poderosos
 pueblo

CAUSAS por qué  denegación de justicia


 opresión de la plebe
 distribución desigual de penas y recompensas
 riqueza excesiva de unos pocos
 extrema pobreza de muchos
 ociosidad de los súbditos
 impunidad de los delitos

DESARROLLO cómo  de forma violenta


(técnica)

RESULTADO qué  cambio de Estado


(consecuencias)  cambio de soberanía
 cambios en el exterior
Elaboración propia a partir de Jean BODIN, Los seis libros de la República, ob. cit.

El tercer autor moderno que, sin ánimo de exhaustividad, hemos considerado es Thomas
Hobbes (1588-1679), quien también tuvo en cuenta la importancia de los clásicos tanto en el
estudio de las formas políticas y el propio nacimiento de una ciencia de lo político como en el
análisis de los derrocamientos del poder. Así, en Leviatán llega a afirmar que «en lo que
particularmente se refiere a la rebelión contra la monarquía, una de sus causas más frecuentes

mantenerlo a salvo de rebeliones, sediciones y guerras civiles, así como para sustentar la amistad de los súbditos, es la
existencia de un enemigo a quien hacer frente», ibídem, pág. 234; «del mismo modo que es peligroso suprimir de un golpe el
poder de un magistrado supremo o de un príncipe que cuenta con las fuerzas en sus manos, no es menos peligroso para el
príncipe echar o desairar de inmediato a los antiguos servidores de su predecesor, o destituir a una parte de los magistrados,
conservando los demás», pág. 187; etc.
45
Ibídem, pág. 171. En el caso concreto de la monarquía señala Bodino que «los monarcas se destronan
frecuentemente entre sí por medios violentos», pág. 167.
46
«Ocurre con frecuencia que las sediciones internas producen cambios exteriores. Generalmente, el príncipe
vecino se abalanza sobre el estado al ver derrotados a sus vecinos (...). Este cambio exterior producido por las sediciones
internas, es más de temer cuando los vecinos no son amigos y aliados, porque la proximidad abre el apetito a la ambición, para

12
es la lectura de libros de política e historia antigua de griegos y romanos» 47. Siguiendo el
esquema clásico, Hobbes, tras realizar un pormenorizado repaso de las facultades humanas y las
leyes naturales, cataloga las distintas clases de gobierno en su obra Elementos de Derecho
Natural y Político (1640) para, a continuación, dedicar un breve capítulo a las causas de la
rebelión 48. En su ánimo pesaba el refutar las teorías del tiranicidio que, recogidas de los clásicos,
tenían notable fuerza en aquel momento 49.
Según Hobbes, «los hombres se han lanzado a matar a sus reyes, porque los escritores
griegos y latinos, en sus libros y discursos de política, consideraban legítimo y laudable para
cualquier hombre hacer eso, sólo que a quien tal hacía lo llamaban tirano. Ni decían regicidio,
es decir, asesinato de un rey, sino tiranicidio, asegurando que el asesinato de un tirano es
legítimo». Hace alusión, lógicamente, a los clásicos que trataron la tiranía como forma de
gobierno, desde Platón a Aristóteles hasta Tácito, cuya obra fue fuente directa de la literatura
tiranicida moderna, en pleno auge en el momento en que escribe Hobbes: «esta doctrina procede
de las escuelas filosóficas griegas y de aquellos que escribieron en el Estado romano, a los
cuales resultaba odioso, no sólo el nombre de tirano, sino el de rey».
Desde finales del XVI se publicaron numerosas obras [De jure magistratuum in subditos
(1574), Vindiciae contra tyrannos (1579, traducida al inglés en 1648), la obra de George
Buchanan De jure regni apud Scotos (1579), el De rege et regis institutione de Juan de Mariana
(1599), etc.] en las que se ponía en cuestión el poder ilimitado del monarca y se establecía la
existencia de un contrato que hacía derivar su poder del pueblo, pudiendo ser rechazado en caso
de opresión 50. Incluso en la literatura de la época puede observarse la difusión que tuvieron las
teorías tiranicidas y el derecho de resistencia. Así, por ejemplo, es clara su presencia en Fuente

apoderarse del estado ajeno, antes que se pueda poner remedio...», ibídem, pág. 175.
47
Thomas HOBBES, Leviatán, Madrid, Alianza, 1993 (ed.), traducción de Carlos Mellizo, pág. 261. La
presencia de los clásicos en la obra de Hobbes es constante: su primer trabajo conocido fue una traducción de Medea de
Eurípides; su primera obra importante, la traducción de la Historia de las guerras del Peloponeso de Tucídides; al final de su
vida, a los ochenta y seis años, publicó sendas traducciones de La Iliada y La Odisea. Al respecto, Dalmacio NEGRO PAVÓN,
“Prólogo”, en Thomas HOBBES, Elementos de Derecho Natural y Político, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1979
(ed.), págs. 7-88.
48
Thomas HOBBES, Elementos de Derecho Natural y Político, ob. cit. Para Negro Pavón «este capítulo
constituye en cierto modo el centro de las preocupaciones de Hobbes y quizá su impulso principal; la discordia civil, tanto en el
orden europeo en general como dentro de cada Estado», ibídem, págs. 413-414, nota 1. Las ideas de esta obra, primera en la que
expuso su pensamiento de forma sistemática, serán retomadas de nuevo en De Cive y en Leviathan. Una antología de ambas en
Del ciudadano / Leviatán, Madrid, Tecnos, 1996 (ed.). Una buena traducción de la primera en El ciudadano, Madrid, CSIC, 1993
(ed.), edición de Joaquín Rodríguez Feo. El tema de las rebeliones y sediciones lo desarrollará extensamente en Behemoth,
Madrid, Tecnos, 1992 (ed.), traducción de Miguel Ángel Rodilla.
49
En Elementos..., ob. cit., pág. 348.
50 Sobre esta cuestión ver George SABINE, Historia..., ob. cit., cap. XIX, págs. 278-298; sobre la discutida

13
Ovejuna (1612), de Lope de Vega: «¿Qué es lo que quieres tú que el pueblo intente? / Morir, o
dar muerte a los tiranos, / pues somos muchos, y ellos poca gente» (acto 3º, escena II), «Ya el
tirano y los cómplices miramos. / ¡Fuente Ovejuna, y los tiranos mueran!» (act. 3º, esc. VII). No
queda olvidada la presencia de los clásicos en la cuestión: «¡Oh, qué villano elocuente! / ¡Ah,
Flores!, haz que le den / la Política, en que lea / de Aristóteles» (act. 2º, esc. IV) 51.
Hobbes insistirá en obras posteriores en la explicación de las rebeliones reiterando los
argumentos iniciales. Así, en El ciudadano (1642) dedica un capítulo al análisis de «las causas
internas capaces de disolver un Estado», en Leviatán (1651) lo amplia en «De las cosas que
debilitan o tienden a la disolución de un Estado», finalmente en Behemoth (cuya redacción
finaliza en 1668 pero no se publica hasta 1682) realiza un pormenorizado trabajo sobre el
desorden político desde un punto de vista histórico. Si en Leviatán su objetivo era alcanzar una
explicación y justificación de la necesidad de orden y paz sociales, en Behemoth por el contrario
intentó desentrañar el porqué del desorden y las alteraciones políticas 52. En cualquier caso, su
pesimismo, derivado en parte de los acontecimientos de su época (guerra civil, regicidio,
república, etc.), era patente hasta el punto de afirmar que «es imposible que ninguna república en
el mundo, ya sea monarquía, aristocracia o democracia, continúe durante mucho tiempo libre de
cambios o de sediciones dirigidas al cambio, ya sea del gobierno, ya de los gobernantes (...);
todos los Estados de la cristiandad se verán sujetos a estos accesos de rebelión mientras el
mundo perdure» 53.
Al analizar las causas de la sedición, Hobbes tiene en consideración tres elementos:
«primero, las doctrinas y pasiones contrarias a la paz, con las que se disponen los ánimos de
cada uno; segundo, los que solicitan, convocan y dirigen a los que previamente se han dispuesto

autoría de las dos primeras obras ver ibídem, pág 281 y nota 4.
51 Lope DE VEGA, Fuente Ovejuna / El caballero de Olmedo, Estella, Salvat, 1973 (ed.), págs. 85, 92 y
58. Al respecto ver Antonio GÓMEZ-MORIANA, Derecho de resistencia y tiranicidio, Santiago de Compostela, Porto y
Cía, 1968.
52
Hobbes utiliza diferentes y numerosos términos para referirse a las situaciones de derribo del poder. Tal y
como indica Onofrio Nicastro, «los ingleses de los tiempos de Hobbes disponían de una rica variedad de términos para expresar
la perturbación, la inestabilidad, la degeneración y la desintegración del orden político», Onofrio NICASTRO, “Le vocabulaire
de la dissolution de l'État”, en Yves Charles ZARKA, Hobbes et son vocabulaire, París, Librairie philosophique J. Vrin, 1992,
pág. 267. Entre otros, pueden destacarse los de «sedition», «troubles», «rebellion», «insurrection», etc. Sobre el concepto de
sedición ver Tom SORELL, “Sedition, Submission and Science”, en su libro Hobbes, Londres, Routledge, 1991, págs. 127-144.
Sobre los conceptos fundamentales en Hobbes ver Ferdinand TÖNNIES, Hobbes, Madrid, Alianza, 1988 (ed.), págs. 147-171. En
torno a Hobbes y su obra ver Anne-Laure ANGOULVENT, Hobbes ou la crise de l'État baroque, París, Presses Universitaires de
France, 1992; y David JOHNSTON, The Rhetoric of Leviathan, Princeton, Princeton University Press, 1986. La relación de su
obra con la de Maquiavelo en Christian LAZZERI, “Les racines de la volonté de puissance: le «passage» de Machiavel à
Hobbes”, en Yves Charles ZARKA y Jean BERNHARDT, Thomas Hobbes. Philosophie première, théorie de la science et
politique, París, PUF, 1990, págs. 225-246.

14
para la sedición y las armas; tercero, la forma en que se hace» 54. Es decir, de nuevo se abordan
tres preguntas básicas, ¿por qué?, ¿quién? y ¿cómo?. En líneas generales, considera que las
causas de la sedición son tres: el descontento, la pretensión de derecho y la esperanza de éxito;
«cuando coinciden las tres, sólo falta que un hombre de prestigio ice el estandarte y dé la señal
de empezar» 55. En cuanto a los autores de la rebelión, han de tener necesariamente tres
cualidades: «1. Estar descontentos ellos mismos; 2. Ser hombres de escaso juicio y capacidad; y
3. Ser elocuentes y buenos oradores» 56. El desarrollo, por su parte, exige la existencia de un
número suficiente de sublevados, la confianza mutua entre ellos, la posesión de determinados
instrumentos (armas y provisiones) y el liderazgo de un jefe57. Finalmente, el resultado exitoso de
cualquier rebelión es la deposición del monarca, ejemplo que pudo observar y relatar
detenidamente en el caso de la ejecución de Carlos I en enero de 1649 58. El siguiente Cuadro nos
permite observar las distintas respuestas que da Hobbes a las principales preguntas que estamos
considerando:

Cuadro 3
“Rebelión” en T. Hobbes

CUESTIÓN RESPUESTA

ACTORES Quién  súbditos con las siguientes características:


-descontentos
-escaso juicio y capacidad (sin prudencia)
-elocuentes y buenos oradores

CAUSAS por qué  existencia de descontento (miedo a la


violencia, a la necesidad y agravios)
 pretensión de derecho
 esperanza de éxito

DESARROLLO Cómo  número suficiente


(técnica)  entendimiento entre los descontentos
 elección de un jefe
 disposición de armas

RESULTADO qué (consecuencias)  deposición del rey

Elaboración propia a partir de Thomas HOBBES, Elementos de Derecho Natural y Político, ob. cit.

53
Thomas HOBBES, Behemoth, ob. cit., pág. 92.
54
Thomas HOBBES, El ciudadano, ob. cit., pág. 103.
55
Thomas HOBBES, Elementos de derecho natural y político, ob. cit., pág. 340. Posteriormente, en Leviatán,
añadirá otras razones como la dificultad de recaudar impuestos, la corrupción o la aparición de personajes populares capaces de
arrastrar al pueblo, ob. cit., págs. 264 y 265.
56
Thomas HOBBES, Elementos..., ob. cit., pág. 349.
57
Thomas HOBBES, El ciudadano, ob. cit., pág 109.
58
Thomas HOBBES, Behemoth, ob. cit., págs. 196 y sigs.

15
Aunque sólo hemos seleccionado tres autores modernos, son muchos más los que podrían
engrosar el listado de aquellos que han tratado diferentes manifestaciones de violencia política
que, con formas y fines diversos, pervierten el orden político con la intención de derrocar o
sustituir a sus gobernantes, bien como magnicidios o como fenómenos similares 59.
Principalmente, Maquiavelo hablará de conjura, Bodino de sedición y Hobbes de rebelión; sin
embargo resulta difícil encuadrar determinados hechos históricos en algunas de esas categorías a
las que se podrían unir otras muchas como las de revolución, insurrección, sublevación, revuelta,
etc. que, en ocasiones, son también utilizadas por estos tres autores.
Tan sólo cuando las ciencias sociales alcancen un determinado nivel de desarrollo se
procederá a intentar definir correctamente cada uno de los fenómenos, buscando las diferencias
con los demás y aplicando cada definición a hechos concretos 60. No siempre será así, en especial
en trabajos de contenido más historiográfico y, por tanto, menos preocupados por su precisión
conceptual. De hecho, en numerosas ocasiones, algunos de estos términos se utilizarán de forma
indistinta. En cualquier caso, la revisión de la obra de autores clásicos y modernos que abordaron
situaciones comparables a los magnicidios o a otras formas de violencia política nos es útil para
aproximarnos a los orígenes históricos y teóricos de fenómenos que, conforme transcurra el
tiempo, serán determinantes para el estudio de la acción política interna de los Estados.

59
Los autores de la época que dedicaron sus esfuerzos y conocimientos al objetivo de la conservación del
Estado son la inmensa mayoría de los que han llegado hasta nosotros. Quizá en los casos señalados es más clara la disección que
realizan de los fenómenos que pueden acabar con el orden político, siempre, por supuesto, con el fin de evitarlos. En el mundo
antiguo, además de los ya señalados, podemos incluir a Jenofonte, Plutarco, Isócrates, Sinesio, etc. Entre los de la edad moderna
el listado sería interminable pero cabe incluir a los tratadistas de la razón de Estado o a autores tan diferentes como Saavedra
Fajardo o Locke. Ver JENOFONTE, Hierón, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1971; Diego de SAAVEDRA FAJARDO,
Empresas políticas, Barcelona, Planeta, 1988 (ed. original de 1640); John LOCKE, Segundo tratado sobre el gobierno civil,
Madrid, Alianza, 1996 (ed. original de 1690). Este último autor introduce una interesante cuestión cual es la de la legitimidad
(cuando hay usurpación del poder): «un usurpador jamás puede tener el derecho de su parte (...). Todo aquél que llegue a ejercer
algún poder sirviéndose de medios que no corresponden a lo que las leyes de la comunidad han establecido, no tiene derecho a
que se le obedezca», págs. 194-195.
60
Dos trabajos históricos que cuidan la utilización de los conceptos son los de Yves-Marie BERCÉ, Revolt and
revolution in early modern Europe. An essay on the history of political violence, Manchester, Manchester University Press, 1987;
y Jack A. GOLDSTONE, Revolution and Rebellion in the Early Modern World, Berkeley, University of California Press, 1991.

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