os hombres y mujeres teres contrarios a su jerarquía. Mirándose en el espejo de la noble-
L que llevaron a cabo la
conquista y colonización de la América hispana dista- za, los conquistadores abrazaban, asimismo, ideales caballeres- cos, entre los cuales un sitio destacado lo ocupaba la actividad militar, fuente de una recompensa inicial que podía dar lugar a ron de provenir del más ele- exitosos tratos mercantiles. De tal manera, los conquistadores im- vado estrato de una pirámide primieron en la colonia las marcadas diferencias y los patrones social peninsular altamente culturales que reflejaban el estrato superior al que siempre quisie- jerarquizada, cuyos nichos ron pertenecer pero al que sólo en el Nuevo Mundo, como elite constituían barreras difíciles conquistadora, pudieron acceder. Esos patrones socioculturales aunque no imposibles de tras- reflejaban dos paradigmas antagónicos que se expresaban bajo los cender. Los conquistadores, viejos valores peninsulares atados al status: el honor, la fama, la hidalgos* sin fortuna, peque- gloria, los títulos y la propiedad de la tierra combinados con las ños propietarios rurales, pas- nuevas prácticas mercantiles que reconocían el valor del comercio tores y agricultores, estaban y el dinero para ascender en la escala social. El éxito en su empre- imbuidos de una ideología se- sa y el status alcanzado posibilitaron que los conquistadores avan- ñorial, cimentada en el poder zaran socialmente en el Nuevo Mundo, donde cabía la posibilidad de explotación de la tierra y los de reconstruir el pasado y hasta reinventar u ocultar la propia his- hombres que la trabajaban, toria familiar. propia del estrato nobiliario. La escasa movilidad social peninsular y el más que cercano an- La nobleza castellana se había tecedente de la Reconquista, tras una prolongada lucha de 700 años forjado en las centurias pre- contra el moro "infiel", llevaron a los conquistadores de América vias a la expansión interoceá- a emprender —y a que se valorizara— su tarea cómo gesta mate- nica y había alcanzado status rial y espiritual. En ella, la gran mayoría de los protagonistas se y bienestar al ser recompensa- bautizaba en el arte de la guerra para ganar para su soberano y su da por sus soberanos tras par- fe hombres y territorios cuyo aprovechamiento obtenían mediante ticipar en la consolidación del las prácticas medievales de reparto del botín. Ganados la tierra y territorio peninsular. Como el los hombres por hidalgos sin fortuna y gente del común, la férrea status se aseguraba con la am- estratificación social peninsular se trastrocó. Las viejas jerarquías plitud patrimonial, los nobles y status peninsulares tambalearon cuando hijos naturales con pa- no fueron ajenos a emprender sado pastoril, como Francisco Pizarro, accedieron a fortuna y títu- variados negocios en sus áreas los, y tanto más cuando orgullosos hidalgos castellanos debieron de influencia, aunque a veces servir a las órdenes de pecheros que los aventajaban en la cadena a través de sus empleados o de mando. Sin embargo, el heterogéneo grupo conquistador se testaferros, a fin de asegurar- amalgamó en la ventura de obtener por fuerza de las armas lo que se un estilo de vida "confor- le estaba negado por cuna: honor, fama, gloria, bienestar material me a su calidad" sin interve- y hasta títulos, logrando que sus actos de servicio redundaran en la nir en forma directa en menes- obtención de status, cumpliendo con el objetivo de "valer más". No obstante ello, al avenir la colonia se renovaron con más fuerza las antiguas formas de estratificación y discriminación sociales. * Nombre atribuido a todo aquel que presumiera de status noble. En la temprana colonia las distinciones más marcadas entre los hombres eran las de raza. Ésta no existe como categoría biológica en el concepto de limpieza de sangre. El status de un individuo de diferenciación social; sin embargo, como construcción cultural quedaba condicionado por la demostración fehaciente de no po- fue operativa a ciertas sociedades para concretar propósitos de ex- seer traza de sangre de moros o judíos, los "diferentes" con quie- clusión y segregación sociales. De tal manera, españoles e indios nes los españoles habían convivido por centurias. Esta práctica fueron términos antagónicos en una ecuación que con el tiempo fue el antecedente de la discriminación racial, étnica y cultural, tendería a complejizarse cuando otras variables, como las de per- que junto con el asumido derecho de conquista se constituyó en la tenencia étnica, clase y género, profundizaron las diferencias ini- base de la estratificación social colonial. Si bien la primera gene- ciales entre conquistadores y conquistados. ración de mestizos que produjeron los conquistadores fue asimila- Pero antes de profundizar aspectos de la sociedad colonial, vea- da al interior del estrato superior español, a posteriori sólo penin- mos de dónde venían los conquistadores. La sociedad ibérica se sulares o sus descendientes legítimos lograron un espacio en la dividía, a grandes rasgos, en tres estamentos: el de los nobles, en- sociedad. Al igual que los nobles peninsulares, los españoles y su tre los cuales se situaba la casa gobernante, el del clero y el de la prole criolla estaban exentos del pago de tributo. De manera tal gente del común. Entre ellos, las diferencias quedaban plasmadas que a fines del siglo XVI, la sociedad colonial se parecía cada vez por privilegios de rango sancionados legalmente por estatutos o más a la peninsular, a la que la mayoría de los migrantes no habría fueros. Así, el 10% de la población peninsular propietaria —no- de retornar. bles y clero— gozaba de exención tributaria y de derechos jurídi- Al puñado de 168 hombres que entraron al Imperio de los incas, cos especiales que la separaban de una masa poblacional mayor- y asesinaron a Atahualpa en Cajamarca, siguieron oleadas de mi- mente campesina que con- grantes en forma sostenida, quienes formaron parte del heterogé- taba con más obligaciones neo grupo de los peninsulares. Un largo trecho separaba a los lla- que derechos. Oficios y mados "beneméritos de la conquista" de los vaqueros o viñateros educación también marca- de sus haciendas. Sin embargo, las diferencias de clase podían ban diferencias. Los arte- suavizarse por una misma pertenencia étnica (como entre los mi- sanos, profesionales y uni- grantes vascos) y, por sobre todo, por la identidad regional. Las versitarios, asociados cor- diferencias de status y clase abonaban entre los españoles, que p o r a t i v a m e n t e , estaban más gustaban identificarse por su lugar de origen (extremeños, asimismo amparados por andaluces), relaciones de dependencia personal apegadas al pa- fueros que los apartaban triarcalismo y expresadas acabadamente en la relación patrón-clien- de la competencia de las te. Veamos entonces cómo quedaba conformado el estrato de los instituciones jurídicas y peninsulares. económicas.
Al igual que la que ha-
bría de conformarse en ESPAÑOLES América y de acuerdo a los parámetros ideológicos La participación exitosa en la conquista ofreció a algunos la mencionados, la sociedad posibilidad de trascender social y económicamente al recibir una ibérica no era ni racial ni encomienda de indios. La proximidad al jefe o el compartir con él étnicamente homogénea. vínculos generados en la pertenencia a un mismo lugar (patria chi- En el siglo de los descu- ca) generaban entre los conquistadores una suerte de parentesco brimientos, la intolerancia simbólico y hasta ritual (compadrazgo), mediatizado por lazos racial y cultural cristalizó asimétricos visibles en las redes de patronazgo y clientelismo, tal la base de las alteraciones fac- casi dinásticas de ciertas familias de beneméritos de la conquista. ciosas de los inicios de la co- No obstante, en el Tucumán colonial el estrato de los encomende- lonia en el Perú. Así, una vez ros o "vecinos feudatarios", como gustaban denominarse, subsis- repartido el botín entre los tió con vigor a lo largo del siglo XVII. El Tucumán fue una zona miembros de una hueste con- de colonización tardía que por más de un siglo permaneció en es- quistadora, el jefe procedía a tado de guerra permanente en torno a los valles Calchaquíes y con recompensar los servicios de una frontera oriental plena de frustraciones ante la impenetrabili- sus fieles seguidores con la dad del pie de monte chaqueño. mano de obra de la población La pacificación del Tucumán desveló e hizo redoblar esfuerzos indígena comarcal, de mane- a las autoridades de Charcas, de las que entonces dependía. Entre ra tal que la encomienda se 1564 y 1565 se inició una rebelión que duraría una centuria, aun- convirtió —a lo largo del si- que con avances y retrocesos y alternancias de guerra y paz. En glo XVI— en la fuente de ad- 1564 se alzaron los chiriguanos y luego, tutelados por Juan Cal- quisición de recursos huma- chaqui, un conglomerado de indígenas que habitaban entre Tarija nos y naturales. Porque aun- y el actual extremo noroeste argentino, entre los que se hallaban que la encomienda no invo- los diaguitas, apatamas, casabindos, pasiocas, omaguacas y lucraba el territorio de los en- chichas con más los citados chiriguanos que habitaban el pie de comendados, la ausencia de monte chaqueño. La coalición asoló Porco y Potosí, baluartes pro- control inicial sobre los seño- ductivos de la elite española. Por ello y ante la presunción de la res de indios redundó en el muerte del gobernador Francisco de Aguirre, la Real Audiencia de aprovechamiento desmedido Charcas envió al capitán Martín de Almendras, a la sazón enco- de los nativos y los recursos mendero de la mitad de Tarabuco, a pacificar la región habiéndosele de su hábitat. Asimismo, la conferido el título de Capitán y Justicia Mayor de las Provincias encomienda logró satisfacer de Tucumán, Juríes y Diaguitas. Almendras, que había invertido las aspiraciones señoriales de los conquistadores, quienes se con- una gruesa suma de dinero de su patrimonio para garantizar la virtieron en señores de vasallos, debiendo servicio militar a su rey expedición y que iba acompañado por voluntarios y encomende- y ejerciendo, al mismo tiempo, responsabilidades políticas como ros de la región —como su cuñado Martín Monje— murió a ma- miembros del poder municipal (cabildo) en tanto vecinos de los nos de los omaguacas en octubre de 1565. De allí en más, la beli- recién fundados centros urbanos. Entre sus magras responsabili- cosidad indígena distó de aplacarse y unos pocos osados seguían dades para con sus sujetos, se hallaba la obligación de su adoctri- intentando establecerse y colonizar la región. De tal manera, los namiento y protección. feudatarios de las ciudades que iban fundándose en el sector meri- dional del Tucumán —cuyas magras mercedes no guardaban pa- Conforme a las regulaciones del derecho indiano, las mercedes rangón con aquellas de los Andes meridionales o centrales— se de encomienda se concedían por dos vidas (la del primer titular y movían con mayor autonomía. Negociaban o imponían sucesio- la de su legítimo sucesor) a fin de evitar la formación de una clase nes a sus encomiendas, se atribuían indios vacantes y hasta gana- de feudatarios en territorio colonial. De tal manera, el estrato so- ban en instancias judiciales concesiones adicionales o renovacio- cial de los encomenderos tuvo corta vida y una prosperidad tan nes de sus caducas mercedes. Así recompensaba la administración fastuosa como efímera, en tanto la corona castellana comenzó a colonial a un puñado de vecinos de Jujuy, Salta, Santiago del Este- hacerse cargo del gobierno colonial en la década de 1550. Su pre- ro, Córdoba, Catamarca y La Rioja por sus continuos servicios sencia se plasmó en el diseño de una cadena de funcionarios e militares en la conquista de un territorio devaluado tanto en recur- instituciones que pusieron treno a las apetencias individuales y sos humanos como naturales pero generador de una elite de larga y el RÍO de la Plata. En su etapa inicial de producción, los enco- duración en la que proliferaban los cargos y honores. Entre las menderos charqueños registraron minas y construyeron socavo- excepciones efectuadas, una se perpetuó hasta la Independencia: nes en los que sus indios fueron la principal mano de obra. la encomienda de Casabindo y Cochinoca (Jujuy), que permane- A lo largo del siglo XVI, la expresión del status social se plas- ció en manos de la familia Campero, los marqueses del valle de maba en la utilización del "Don" como representación de un pres- Tojo. idio reconocido a un específico linaje. Sólo el soberano podía Durante el primer siglo de dominio colonial, aunque con sensi- •oncederlo cuando un individuo que no lo poseía por cuna lo al- bles variantes según el lugar, los encomenderos tuvieron acceso a anzaba en mérito a sus servicios. De ahí en más, se extendía a su los múltiples negocios que ofrecía un mercado en formación al ser descendencia. En la década de 1550, en La Plata, ciudad conocida beneficiarios del surplus campesino. Así fue como la minería na- también como Charcas o Chuquisaca, sede de la Real Audiencia ció con los inicios de la colonia y al calor de la encomienda. En- Je Charcas, se registraban treinta y un encomenderos de los cuales tonces fuente de la riqueza de las naciones, los metales preciosos cólo cuatro llevaban el "Don". Ellos eran Don Pedro de Portugal y constituían los recursos más preciados cuya extracción convocó a Navarra, Don Alonso de Montemayor, Don Gabriel Paniagua de gran cantidad de inversores, personal especializado y trabajado- Loaysa y Don Bernaldino de Meneses. res. Numerosos encomenderos participaron de la primera etapa de El status y la riqueza de la elite española se reflejaron en la desarrollo minero debido a su disponibilidad de mano de obra y adquisición de la tierra, símbolo de prestigio, imagen del señorío y capital. Así ocurrió en los asientos mineros de Porco y Potosí, en cuna del poder de la nobleza más tradicional. El tributo indígena territorio de la Real Audiencia de Charcas, donde hasta la década de la encomienda, la minería, de 1560 los propietarios de vetas y socavones eran mayoritaria- la agricultura y la ganadería mente los encomenderos y su mano de obra los indios de las enco- se combinaron y completaron miendas. con las actividades comercia- les que permitieron a unos La escasamente conocida historia del mineral de Porco, descu- pocos alcanzar la cima en la bierto a los españoles en 1538 por sus aliados indígenas, debe su escala social. Cuando la en- desarrollo a la ambición y posicionamiento de Gonzalo Pizarro, comienda llegaba a su ocaso hermano menor de Francisco, el conquistador del Perú. Porco caía a fines del siglo XVI, de sus territorialmente dentro de los términos de la vasta encomienda de rentas (el tributo indígena) re- 10.000 tributarios que por concesión de su hermano poseía Gon- vertidas a la corona surgió un zalo y aunque sus ocupaciones políticas y conspirativas lo mante- grupo de pensionados. Como nían alejado de la región, se las ingenió para armar compañías y había más aspirantes a mer- hasta para nombrar apoderados y testaferros que se ocuparon de cedes que los que la adminis- explotar y administrar sus minas de Porco hasta su ejecución en tración colonial podía recom- 1548, cuando los funcionarios reales liquidaron su rebelión y poco pensar, el tributo indígena se después sus bienes. partió entre particulares, los Potosí, situada en pleno altiplano y a una altura de 4.050 m.s.n.m., beneméritos de la tercera ge- lo cual hacía poco saludable la vida de españoles e indios, se con- neración, las viudas de los en- virtió en el centro del desarrollo regional y motor de la diversifica- comenderos o sus hijos mes- ción económica zonal con su espectacular producción de plata. tizos, a quienes se les otorgó Fuente de desarrollo y también de estancamiento de los mercados una situación o renta sobre regionales conforme a sus ciclos productivos, Potosí movilizaba determinados tributos vacos. recursos y producción de Quito, Lima, Cuzco, Charcas, Tucumán Estos situados, pensionados o rentistas recibían una suma anual cual quedaba sujeto a un orden de sucesión preestablecido: la pri- fija de las cajas reales que completaban con el ejercicio de activi- mogenitura. De esta manera, los que habían acumulado un patri- dades mercantiles para gozar de un estilo de vida aproximado al monio considerable y temían que se licuara en una generación al de sus predecesores. Para entonces, la minería, el comercio y la distribuirse entre los numerosos herederos legítimos, concentra- industria rural (obrajes) estaban en manos de profesionales, mer- ban tierra y derechos —sobre los que pesaba la prohibición de caderes mayoristas con agentes en distintas ciudades y mineros y enajenación— en uno de los hijos, el mayor varón, que se benefi- azogueros dispuestos a invertir en empresas extractivas y de rápi- ciaba por el azar biológico. La estrategia de legar en mayorazgo se do retorno, todos los cuales ocupaban un sitial privilegiado en el extendió lo suficiente como para que, a posteríori, pequeños pro- estrato español. pietarios rurales la hicieran propia para evitar el remate y enajena- Cualquiera fuera su ocupación, los peninsulares buscaban acre- centar o perpetuar el status adquirido en el pasado reciente. Para ción de sus bienes. ello era menester acceder al mejor matrimonio y en el caso de la El status superior se cerraba en torno a altos funcionarios vi- primera elite colonial, las uniones demostraron que la elección de rreinales y del clero. La corte virreinal y las sedes de las Audien- cónyuges se formalizaba entre paisanos (nacidos en el mismo lu- cias vieron proliferar entre sus habitantes a hombres de leyes. Con- gar), entre primos cruzados y parientes para evitar la dispersión sejeros, secretarios, oidores, procuradores, fiscales, abogados, ofi- del patrimonio o entre miembros de familias ya vinculadas por ciales de la Real Hacienda, rápidamente se vincularon con la elite emprendimientos económicos. La forma en que los Almendras de beneméritos y propietarios por lazos matrimoniales. Luego de construyeron su linaje es paradigmática para la época colonial ini- fallecidos, dos de los mejores letrados y políticos de la colonia cial. De un fundador extremeño y poderoso surgieron doce hijos —uno de ellos polifacético conquistador— quedaron emparenta- naturales que se casaron entre primos hermanos y clientes penin- dos por el matrimonio de dos de sus descendientes. En el último sulares provenientes del mismo lugar de origen: Plasencia. Paren- cuarto del siglo XVI, una de las nietas del licenciado Juan de Ma- tesco real y simbólico y profundos vínculos clientelares y econó- tienzo, oidor de la Audiencia de Charcas y autor de El Gobierno micos unieron en una misma red relacional varias encomiendas del Perú, se casó con el doctor Don Polo Ondegardo, hijo del li- (Tarabuco, Casabindo, Aiquile, Titiconte) e innumerables empren- cenciado Polo Ondegardo, quien había sido encomendero, exitoso dimientos agrícolas, mineros y comerciales que enlazaban en hombre de negocios y funcionario, asimismo prolífico tratadista. damero el centro de Charcas, Potosí y el Tucumán. Asumido como Las alianzas entre la ley y el dinero cristalizaron en los matrimo- un negocio más, el mejor en ciertas ocasiones, el matrimonio era nios de dos de las hijas de uno de los "Dones" de Charcas, Don pactado entre los padres o parientes de los contrayentes, cuya vo- Gabriel Paniagua de Loaysa, tal vez el más acaudalado de los en- luntad era ajena a tales decisiones. comenderos de La Plata. Doña Clara y Doña Francisca de Sande Paniagua se desposaron, respectivamente, con Don Juan de Para asegurar que los bienes adquiridos permanecieran en el Solórzano Pereyra, oidor de la Audiencia de Lima y autor de la linaje, la elite eligió la figura del mayorazgo. Aunque la ley caste- seminal Política Indiana, y Don Francisco de Alfaro, oidor de la llana otorgaba a los nacidos de legítimo matrimonio iguales dere- Audiencia de Charcas, visitador del Tucumán a comienzos del si- chos de herencia, muchas familias se ampararon en los espacios glo XVII y fundador de la Villa de las Salinas del Río Pisuerga que dejaba la ley y favorecieron a uno de ellos, a quien donaban, (Mizque), en donde su suegro concentraba encomienda, hacien- generalmente, las partes de libre disposición y mejora con que das, obrajes y cocales. podían aumentar la cuota obligatoria o legítima que correspondía Para coronar el status ganado en la colonia y hacer público el a todo heredero. El mayorazgo —que acentuaba el régimen jurídi- reconocimiento de la corona, los que habían devenido en acauda- co señorial— era una forma de propiedad vinculada, originada en lados propietarios o sobresalido en la burocracia intentaron conse- las concesiones feudales debidas a la Reconquista, que permitía al guir un hábito en las órdenes militares castellanas. Dentro de las titular disponer de los frutos y rentas aunque no del bien mismo, el onerosas capitulaciones que firmó con el rey Felipe II para refundar el puerto de Buenos Aires, jos. En tal caso, preferían su ingreso en el clero secular a los rigo- el poderoso encomendero res de la militancia y el celo religioso de las órdenes. Asimismo, el de Charcas Juan Ortiz de clero secular permitía a sus miembros libertad suficiente como Zárate fue recompensado para continuar administrando la propiedad familiar y generar ne- de antemano con un hábito gocios que podían incorporarse totalmente al linaje. Mientras que de Santiago. Al nombrárse- las donaciones para solventar el ingreso de un hijo a cualquiera de le caballero de Santiago se las órdenes constituían una pérdida —en tanto los fondos eran ad- le c o n c e d í a el título de ministrados por los superiores de turno—, los fondos asignados "Don", por el cual se dis- para mantener la vocación de un hijo en el clero secular permane- tinguía entre sus pares. Cla- cían bajo el control familiar. De una o varias propiedades, las fa- ro que al no poder concre- milias hacían donación de una parte de sus frutos o rentas en for- tar su cometido por com- ma de capellanía, cuyo monto anual subsidiaba los gastos del reli- pleto —falleció en 1576 gioso o capellán y a su muerte los de otro miembro de la familia antes de cumplir su empre- que debía sucederlo. De esta manera, los criollos coparon el clero sa fundadora de cinco ciu- secular y desde comienzos del siglo XVII se encaramaron gra- dades entre Asunción y el dualmente en los obispados, formando parte de los gobiernos Plata—, el prometido títu- catedralicios. lo de marqués del Río de Con el correr del primer siglo de dominio colonial, las migra- la Plata quedó archivado ciones se hicieron frecuentes y los espacios de poder más estre- con las capitulaciones que chos. El status económico más las vinculaciones familiares, la edu- volatilizaron rápidamente cación y la ocupación comenzaron a marcar las distinciones entre su fortuna. los peninsulares. De manera tal que se hicieron visibles en el gru- Los altos dignatarios re- po español las diferencias de clase. Aparecieron pequeños propie- ligiosos arribaron con los tarios rurales y comerciantes al menudeo, curas doctrineros que conquistadores y conforme ejercían en las iglesias de provincia y en pueblos de reducción, a los espacios de ejercicio abiertos por los centros urbanos, obis- dueños de tambos o posadas rurales, pulperos y fleteros o dueños pos y arzobispos se hicieron cargo de la dirección de las provin- de recuas que transportaban mercadería a distancia. Los peninsu- cias eclesiásticas, residiendo en las ciudades capitales en catedra- lares con oficio y experiencia trabajaban como mayordomos, ad- les y basílicas que mostraban el esplendor de las economías regio- ministradores, escribanos, capataces, mineros, viñateros, herreros, nales. Capillas, pulpitos, retablos, lámparas y ornamentos lleva- carpinteros, arquitectos, constructores y en el artesanado urbano, ban la impronta de la elite que contribuía con su dinero, al igual dependiendo, generalmente, de un empleador de mayor jerarquía. que los indios con su trabajo, a la fundación y construcción de los Los que llegaban sin oficio ni conexiones erraban a lo largo y an- grandes templos. Precisamente, las iglesias de las órdenes religio- cho de la colonia, buscando oportunidades y repitiendo un destino sas (dominicos, franciscanos, agustinos y mercedarios) sirvieron a peninsular de privaciones y miserias, aunque sin dejar de soñar y la construcción de capillas y mausoleos pagados por las familias afirmar el ideal del hidalgo. La obsesión era participar en una ges- encumbradas para que sus patriarcas y sucesores fueran enterra- ta de conquista, pacificar algún territorio y ser recompensado con dos en espacios privados que recordaran al público la categoría de alguna merced que proveyera el ansiado estilo de vida noble: po- sus linajes. seer casa y propiedad rural, hombres a quienes mandar, suficiente Desde el advenimiento de la primera generación de criollos, los caudal para mantener familia extensa y sirvientes, armas siempre peninsulares motivaron la vocación religiosa de alguno de sus hi- dispuestas para pelear y conexiones para presumir y ostentar. Los descendientes de los españoles o criollos heredaron la arro- Mujeres de la primera y segunda generación de colonizadores gancia y aspiraron al estilo de vida de sus acaudalados progenito- cumplieron la función de salvaguardar el patrimonio familiar, se res. Si bien el comercio mayorista y los altos puestos burocráticos convirtieron en el instrumento de enriquecimiento de los numero- quedaron en manos de los nacidos en la península, los criollos acu- sos aspirantes a mercedes y, aunque unas pocas pudieron trascen- mularon propiedades rurales e invirtieron en la minería, y los que der los mandatos sociales y familiares, en su mayoría cumplieron alcanzaron educación superior se encaramaron en la administra- el tradicional rol de subordinación de género consagrado legal- ción colonial, aunque en puestos intermedios, hasta mediados del mente por su casi nula capacidad jurídica. Las viudas e hijas de siglo XVIII. A pesar de llevar sangre española y disfrutar de bienes- encomenderos debían casarse para cumplir con las obligaciones tar económico, la elite criolla sufrió una discriminación étnica que militares inherentes a la vecindad y para continuar ejerciendo el le impedía acceder a posiciones de poder. Intentando limar esas señorío de sus sujetos, aunque a través de su marido. Así, la enco- diferencias, numerosas familias criollas recurrieron al parentesco. mienda de los omaguacas llegó a la familia Zárate por vía femeni- A pesar de las brechas patrimoniales que pudieron existir, prefirie- na. Doña Petronila de Castro, mestiza e hija natural de Antonio de ron casar a sus hijas con peninsulares recién llegados que garanti- Castro, primer cura y vicario de Cochabamba, y cuñada del funda- zaban la pureza racial y cultural al nuevo hogar y su descendencia. dor de dicha ciudad, tuvo un breve pero fructífero matrimonio con De tal manera, peninsulares y criollos, a pesar del resentimiento y el primer encomendero de los omaguacas, Juan de Villanueva. antagonismo crecientes, eran piezas clave en la reproducción del Joven, feudataria y viuda, volvió a casarse en segundas nupcias estrato colonial superior, al igual que lo fueron las mujeres. con el hijo de un oidor de la Audiencia de Lima, Juan de Cianea, Destinadas a la reproducción biológica y con ello a la del pro- con quien procreó dos mujeres. Ejerciendo la vecindad de la enco- pio sistema, las mujeres de la elite tampoco fueron un conjunto mienda, Cianea halló la muerte homogéneo. La primera generación de conquistadores se caracte- durante los levantamientos de rizó por su licenciosidad sexual. Muchos disfrutaron de uniones 1564 y su esposa debió casarse circunstanciales y otros vivieron en concubinato, situación que por tercera vez ante la falta de excepcionalmente cristalizaron en matrimonio. De ello surgió la heredero varón. Del matrimo- primera generación de mestizas. Aunque para casarse con un pe- nio de Doña Petronila con Pe- ninsular nada mejor había que una española, debido al status pa- dro de Zárate surgió el herede- terno y a la escasez de elemento femenino, las hijas naturales de ro que pasó, en vidas sucesivas, los conquistadores no sólo llevaban el título de "Doñas" sino que la merced que originariamente se constituyeron en candidatas de calibre en el mayormente mas- había heredado su madre y que culino mercado matrimonial. Considerada como función femeni- luego, tras un arreglo judicial, na primordial, la maternidad estaba atada a un mandato social, fue conferida a su padre. cultural e ideológico cuyo resultado era la subordinación femeni- Las presiones para apurar na al mundo masculino. El pilar de esa subordinación era la insti- nuevos matrimonios y favore- tución familiar; su emergente, el matrimonio. En torno al patriar- cer a determinados candidatos calismo reinante, el matrimonio constituía el rito de pasaje tras el llegaban, a veces, desde el mis- cual una mujer pasaba de la tutela de su padre a la del marido. El mo centro virreinal. El cuarto matrimonio debía efectuarse entre iguales o pares que garantiza- adelantado del Río de la Plata, ran una descendencia legítima que conjugara la salvaguarda de los Juan Ortiz de Zárate, murió sol- principios cristianos y de la sociedad estamental. El elemento tero. Sin embargo, de su unión mediador, una buena dote, proveía el capital inicial para que el con la palla (mujer noble) cuz- nuevo hogar enfrentara la convivencia y descendencia. queña Doña Leonor Yupanqui nació Doña Juana de Zárate, a quien legitimó y declaró heredera esposos y en las tareas del hogar. A su subordinación de género se universal. A la muerte del adelantado, el matrimonio de su hija se añadían las diferencias de clase, estando más expuestas a las raí- convirtió en cuestión de Estado. La herencia de Doña Juana era ces socioeconómicas y culturales de la desigualdad. mucho más que una encomienda en Charcas. Quien se casara con ella podía heredarla, y también la administración de sus minas, haciendas, estancias, casas y tiendas, pero por sobre todo el ade- INDIOS lantazgo, y acceder a la posibilidad de un título de grande de Espa- ña tras cumplir con las capitulaciones firmadas por su padre para Previo a la conquista y colonización, el territorio americano es- colonizar el Río de la Plata. Vecina de La Plata, el oidor licenciado taba ocupado por etnias que se diferenciaban, unas de otras, por su Matienzo insistía abiertamente en casarla con su hijo. Desde Lima, hábitat, continuidad histórica, ocupación, lengua y cultura. Agri- las presiones del virrey Don Francisco de Toledo carecían de pu- cultores superiores o sociedades complejas que conocían el Esta- dor alguno al ofrecer a su sobrino como el mejor partido para ella. do, como los incas y sus sujetos, sociedades de jefatura, grupos La familia de la heredera optó por su propio candidato, Don Juan segmentados o tribus y bandas de cazadores, pescadores y reco- Torres de Vera y Aragón, ex oidor de la Audiencia de Chile y con lectores se autodenominaban o fueron identificados por el con- nombramiento para la de Charcas. Con la excusa de que ningún quistador con distintos nombres. Cayambis, otavalos, chancas, funcionario podía matrimoniar en la jurisdicción de ejercicio de lupaqas, diaguitas, huarpes, comechingones, charrúas y guara- su oficio, sobre la nueva pareja cayó todo el peso de la ley, pero níes son nombres étnicos, portadores de una identidad diferencia- también la envidia y el rencor de los desairados que, comenzando da dentro de la más amplia creación intelectual de "indio", inven- por el virrey y las autoridades locales, desataron una vil persecu- to del conquistador para apuntar las supuestas diferencias biológi- ción sobre los esposos y su patrimonio. A pocos años de casarse, cas y culturales de los habitantes de América. La etnicidad consti- la fortuna de los Zárate-Mendieta, concentrada en Doña Juana, era tuyó un elemento adicional de la estratificación social y, en ciertos un vago recuerdo. Desafiar a la burocracia del poder era como casos, fue preexistente a la presencia española. • hacerlo con el progenitor, y las represalias más o menos las mis- Cuando Francisco Pizarro y su hueste llegaron al norte peruano, mas: el desheredamiento y el escarnio público. se enfrentaron a una sociedad estratificada y presa de sus propios Otras mujeres de la elite concretaron matrimonios sagrados y conflictos intra e interétnicos: la guerra de sucesión incaica, don- pasaron sus días en conventos y monasterios en los que sus dotes de dos facciones de cuzqueños y grupos étnicos aliados se batían eran menores que las requeridas por un mercado en el que la mujer en torno a los candidatos al gobierno del Tawantinsuyu. De la con- cotizaba conforme al status y patrimonio de su familia. A pesar de moción interna sacaron provecho los españoles, quienes desde su haber sido beneficiado con una dote o un patrimonio envidiable, ingreso a la tierra cosecharon aliados y enemigos. De tal manera, el nuevo marido no estaba obligado a cargar con el mantenimiento los aliados chachapoyas, cañaris y huancas —dentro de la rela- de la prole que su mujer había acumulado con el anterior. De tal ción conquistador-conquistado— obtuvieron privilegios como manera, cuando empezaron a llegar los hijos que Doña Petronila auxiliares de la conquista. Sin embargo, y en general, las catego- de Castro tuvo con el general Pedro de Zárate, sus dos hijas habi- rías y status precoloniales fueron alterados por la extensión de la das con Juan de Cianea profesaron en el Monasterio de los Reme- "indianidad" a gran escala y por el respeto o desprecio que alcan- dios de La Plata, institución que Doña Petronila —por razones zaron a grupos específicos. obvias— había ayudado a fundar. El Tawantinsuyu era un rompecabezas étnico tan extenso y va- Por su parte, alejadas del mundo de los sirvientes indios y ne- riado como su territorio, en el que las diferencias de status étnico gros, de las tertulias, los miriñaques y los brocatos, las peninsula- eran significativas y tal vez tan discriminatorias como en la socie- res y criollas esposas e hijas de artesanos, pequeños propietarios y dad posincaica. Así, a comienzos del siglo XVII, el cronista Felipe dependientes vieron transcurrir sus vidas trabajando junto a sus Guamán Poma de Ayala, de origen yarovilca y por ende habitante quistados fue someterlos a prestaciones de trabajo, contribuciones del Chinchaysuyu (cuadrante en especie y dinero, que más tarde los funcionarios reales fijaron centro-norte del Tawantinsuyu), en forma más equitativa, como monto tributario que sería percibi- se hace eco de cierto desprecio do en moneda por los particulares o la corona. Aunque sin respetar y estereotipo étnico al sostener las territorialidades y organizaciones étnicas, los indígenas fueron que los habitantes del Collasuyu divididos en encomiendas primero y luego en jurisdicciones ad- (cuadrante sur) se caracteriza- ministrativas para facilitar a los funcionarios el cobro de las tasas. ban por ser gordos, vagos, de Las reglamentaciones tributarias surgieron a partir de iniquidades corto ingenio, sucios, imbéciles y vejaciones, epidemias y huidas de población, que hicieron re- y cobardes, aunque ricos. Simi- flexionar a los nuevos dueños de la tierra que la razón de ser del lares epítetos peyorativos emi- coloniaje eran los indios, cuya supervivencia debía garantizarse tirán los españoles al referirse a para continuar gozando de sus beneficios. los indios, en general. Cuando finalizó la etapa del gobierno de los jefes, la corona Al comienzo de la conquista envió a sus funcionarios con precisas instrucciones para adminis- del Perú, los familiares de los trar las diferencias raciales y profundizar las étnicas. Sucesivas soberanos incas gozaron de sta- tasas y retasas fueron impuestas, y subsiguientes y artificiales tus especial. La cercanía a los modificaciones entraron en vigor al dividirse a los indígenas tri- miembros de los grupos de po- butarios en originarios, forasteros y yanaconas, conforme fuera der cuzqueños favoreció, por su condición de "propietarios" atados a los ayllus (grupos de pa- ejemplo, la conquista del sur rentesco), labradores en tierras ajenas o dependientes de los espa- andino y el hallazgo de yaci- ñoles y adscriptos a sus tierras. La cobranza del tributo tuvo su mientos y tesoros. Así, la con- quista de Charcas debe mucho correlato en la creación de las a la amistad entre los Pizarro y reducciones o pueblos de indios, Paullu, descendiente del Inka asentamientos que pretendían Huayna Capac y persona de pre- concentrar en un sitio determi- dicamento en el cuadrante sur nado a la población campesina comarcana que desde tiempo in- del imperio, debido a sus vínculos familiares. Asimismo, los memorial acostumbraba a vivir khipucamayos (funcionarios) del Estado cumplieron un relevante dispersa en un paisaje caracteri- rol al descubrir a Francisco Pizarro los datos de población y recur- zado por abruptas variaciones sos que guardaban en sus khipus o sistema de nudos que utiliza- ecológicas. Las reducciones pre- ban para llevar la contabilidad del reino. De tal manera, permitie- tendían, además, convertirse en ron que se encomendaran poblaciones que aún no habían sido si- centros de segregación. En ellas quiera verificadas en el terreno, como las del extremo norte argen- sólo vivirían indígenas, quedan- tino. La cooperación de ciertos familiares del Inka fue recompen- do prohibido el asentamiento de sada con encomiendas y otros privilegios. La oposición al proyec- españoles, mestizos, mulatos y to de conquista llevó a otros cuzqueños, como Manco y sus suce- negros. Aunque aún hoy se de- sores, a una confrontación que terminó en guerra abierta y en la bate si los pueblos de reducción caída en desgracia de los viejos linajes. fueron efectivamente habitados Pero excluyendo del panorama a los familiares del Inka y los o sólo "visitados" por los indios grupos aliados, lo primero que hicieron los españoles con los con- en las fechas de pago de tributo, lo cierto es que el avance de la mente las epidemias, sequías y plagas que diezmaban por igual a propiedad rural española atentó contra los patrones de asentamiento la gente y sus cosechas. Las migraciones fueron una salida a la nativos y las reducciones cooperaron en su achicamiento, aisla- opresión humana y tributaria que pesaba sobre los indios de co- miento y enajenación territorial. munidad. Solos o con sus familias, muchos eligieron escapar de Las exenciones tributarias alcanzaban a los señores étnicos y su sus propios ayllus para afincarse en tierras ajenas como trabajado- unidad doméstica, dado que los curacas (caciques) fueron la bisa- res estacionales y engrosar la masa de forasteros, agregados y gra de relación entre conquistadores y conquistados, cuya autori- yanaconas. Otros prefirieron las ciudades y el aprendizaje de ofi- dad sobrevivió al Estado inca que acababa de sucumbir. Muchos cios artesanales para abrazar un destino de individuación y pérdi- señores étnicos no sólo conservaron sino que acrecentaron su po- da paulatina de sus bases culturales. Los más sirvieron a los espa- der y prestigio al involucrarse con los españoles en los negocios ñoles por casa y comida. También hubo respuestas colectivas. En que se ofrecían a los intermediarios de la mano de obra. Fue así connivencia con sus curacas, muchos tributarios desaparecían de que un número de curacas logró cimentar bienestar económico los padrones, se los declaraba huidos o muertos o se resignificaba considerable, perpetuar sus linajes en el poder por centurias, acce- su status; se les cambiaba el nombre y la edad y se los mandaba a der a la educación y adoptar los modos de vida de la elite españo- trabajar lejos, en un intento de pagar menos al funcionario real y la. Para legitimarse en la sociedad estamental colonial y trascen- recibir unos pesos para achicar la deuda común. der sus fronteras presentaron, con éxito las más de las veces, pro- Por otro lado, los indígenas hicieron uso de sus derechos jurídi- banzas de méritos y servicios al rey, se vistieron en hábito español cos y peticionaron ante los tribunales a través de los protectores de y construyeron, cual linajes hidalgos, sus símbolos heráldicos y naturales, sus autoridades étnicas o procuradores, al comienzo me- árboles genealógicos. diante intérpretes y escribientes, quienes traducían al español toda Si bien el servicio personal de los indios había sido abolido tem- clase de peticiones en un lenguaje jurídico apropiado. Las más fre- pranamente en los Andes centrales, en regiones como el Tucumán cuentes se referían a la enajenación de tierras y al cercenamiento persistió y fue la fuente de percepción del tributo indígena. Mien- del derecho de aguas y riego. Cualquier estereotipo de supuesta tras que en el sur andino se ponía en práctica la mita o coacción inferioridad racial cede frente a documentación original donde, a laboral sobre los originarios en edad de tributar para contribuir a menos de veinte años de la conquista, los peticionantes y sus testi- la explotación minera, los naturales del Tucumán aplicaban sus gos indígenas firman de puño y letra con más que esmerada cali- servicios a la recolección de mieles, algarrobo y cera o al hilado y grafía. Diez años más tarde, el nivel de comprensión del lenguaje y tejido del algodón con lo que pagaban su tasa al encomendero. el aprendizaje de la escritura proveyeron a ciertos curacas y También estaban sujetos a mitas de plaza, con que contribuían a la comunarios, devenidos en ladinos, la oportunidad de asegurar sus construcción, limpieza y cuidado de las obras públicas en los cen- oficios y ganar status dentro y fuera de sus ámbitos de influencia. tros urbanos. Compañera de su marido, guardiana de su prole y celosa de su Las respuestas de los naturales a la alienación provocada por la cultura, la india de ayllu se desdobló en una multiplicidad de ta- colonización no se hicieron esperar. El mundo rural había sido reas que iban desde la maternidad a la siembra, la guarda del gana- siempre fuente de amparo y solidaridad, y aunque en sus hábitat do y la confección de tejido, la cosecha y la conservación de gra- tradicionales los indios hubiesen podido, al menos, acercarse a nos y tubérculos. Las obligaciones tributarias la hallaron junto al completar sus necesidades de subsistencia, la opresión de corregi- cabeza de familia, mudándose a la mita o ayudando en las tareas dores, tenientes, curas doctrineros, capitanes de mita, curacas, comunitarias. Tareas similares desarrollaron las que fuera de sus mandones y mandoncillos se encargó de hacer estragos en las re- comunidades se relocalizaron junto con sus maridos labradores o laciones de cooperación, ayuda mutua y reciprocidad entre los yanaconas de chacras, trabajando adicionalmente para los patro- pares. Estos cambios contribuyeron a minar la producción y re- nes españoles en el servicio doméstico. Pieza clave en el desarro- producción de las comunidades, tal como lo hacían alternativa- llo de los mercados al menudeo, las mujeres indias comenzaron por vender chicha y coca, para luego traficar toda clase de produc- cías raciales que hubieran im- tos desde sus pequeñas tiendas y puestos callejeros. Como hábiles pedido su paso a las Indias. comerciantes, algunas lograron acumular ganancias que acostum- Algunos negros eran libres braron a prestar a interés dentro del mismo círculo indígena y ur- y asimilados culturalmente a bano. Sus ahorros se materializaban en la compra de solares urba- los europeos, aunque conser- nos dentro del ámbito de las parroquias de indios, donde solían vaban el estigma del color, fiel construir modestas viviendas. El apego a la ciudad las hizo mudar reflejo de sus ancestros. Ello parte de su vestimenta o combinarla con faldas adornadas con ter- no impidió que fueran utiliza- ciopelos y pasamanos europeos bordados en oro, que anticipaban dos para vejar y agraviar a los los cambios graduales de la indumentaria femenina indígena. Sin indios, que como "raza con- embargo, lliqllas (mantas) y axus (paños) bordados no faltaban en quistada" estaba sometida a los el vestuario de quienes habían emigrado definitivamente y mos- conquistadores y sus servido- traban su prosperidad usando zarcillos y tupus (alfileres) de oro y res. Las noticias de tales abu- plata, pero que seguían utilizando la lengua originaria como sím- sos llegaron a la corte penin- bolo de identidad y vehículo de comunicación. sular, que pronto legisló la se- A pesar de las políticas segregacionistas, los motes derogato- paración de negros e indios, rios y la discriminación racial, los grupos étnicos nativos sobrevi- prohibió el matrimonio entre vieron con sus textiles, ornamentos, música, vestido, lengua y cul- ambos y penalizó la sexualidad tura a los socavones potosinos, a los obrajes cochabambinos y al habida entre indias y negros, peonaje servil, guardando sus raíces y conservando prácticas y ri- con castigos corporales y mu- tos que sorprenden por su similitud con la tradición precolonial. tilaciones públicas. Tal como Los ayllus probaron ser estructuras de notable resistencia histórica los españoles, los negros no que aún hoy, bajo los rigores de la globalización, sobreviven en podían habitar en los pueblos sus actividades rurales mediante la circulación interna de su pro- de indios. ducción, el trueque con grupos vecinos y las caravanas de comer- Son conocidas ya las dife- cio a larga distancia combinadas con labores asalariadas en las rencias étnicas de los esclavos africanos, cuyos derroteros resul- ciudades, la asistencia al mercado urbano o las migraciones pro- tan difíciles de reconstruir, tanto como sus orígenes. A veces, los longadas. A pesar de los siglos transcurridos, los hoy denomina- apellidos tomados al cristianizarse ofrecían pistas de su pertenen- dos "campesinos" continúan siendo testigos de un pasado tan re- cia. Juan Angola, Pedro Congo, Pascual Berbesí, expresaban en moto como imborrable. letra española la geografía étnica del desarraigo. Reconocidas las distancias étnicas, las diferencias se hicieron abismales al haber negros con un pasado europeo y otros recién sujetos a esclavitud, ESCLAVOS que de sus aldeas africanas desembarcaban en algún puerto ameri- cano. Cuando la legislación protegió a los indígenas de realizar La esclavitud, aceptada en la península Ibérica, llegó a América determinados trabajos para evitar su desaparición, fue el turno de con la conquista. Por entonces, los africanos conservaban un sta- los esclavos, quienes fueron importados para trabajar en las ha- tus superior al de los indios en la medida en que habían llegado ciendas azucareras, viñas, olivares y en la recolección de perlas. como sirvientes de los conquistadores. No por ello estaban en ple- La importación fue rápida y copiosa y la dispersión de esclavos no uso de derechos que eran exclusivos de los blancos y cristianos alcanzó los confines más insospechados de la colonia. conquistadores, aunque algunos de estos últimos ocultasen mez- En el siglo XVI, la prosperidad de Charcas permitió a enco- menderos y propietarios rurales contar con mano de obra esclava piedad y, pasada su propia vendimia, los "alquilaba" a hacendados para trabajos específicos. El licenciado Polo Ondegardo, dueño vecinos que le pagaban un "salario" diario más la alimentación. del primer ingenio azucarero de la región en los cálidos valles de En las dotes y testamentería de la elite femenina siempre apare- Mojotoro (al este de La Plata), creó en su hacienda de Chuquichuquí cen esclavos de servicio doméstico valuados entre 350 y 500 pe- un emporio productivo de la elaboración de frutales con el azúcar sos ensayados. Era un lugar común para una familia acaudalada el del ingenio. Con la supervisión de maestros de hacer azúcar, dotar a una hija con esclavos de servicio doméstico. A menudo, a refinadores y confiteros, en Chuquichuquí se preparaba toda clase los esclavos domésticos se les concedió horría (manumisión). La de mieles, frutas confitadas, naranjas azucaradas, jaleas, merme- dama a quien habían sido dotados dejaba encargado a sus albaceas ladas y diacitrones. Además de disponer de la prohibida mano de el liberarlos al final de sus días, como forma de premiar las fideli- obra de los indios de su encomienda cumpliendo servicio perso- dades del servidor y sumar una última buena obra para poner su nal, Ondegardo contaba en el ingenio con veintidós esclavos afri- alma en carrera de salvación. canos que había comprado en sucesivas subastas. Los esclavos fueron hábiles en el aprendizaje de artes y oficios Importante fue la mano de obra esclava en el desarrollo de las y suplieron, al igual que los indios, la falta de un artesanado espa- viñas. Cuando luego de varios juicios contra su suegra y su nuevo ñol en los centros urbanos. A pesar de existir legislación en contra marido, Juan José Campero de Herrera —futuro primer marqués del ejercicio de oficios, los esclavos ingresaron al mercado urbano de Tojo— incorporó a su patrimonio las haciendas de viña de Tarija y proveyeron a sus amos con ingresos adicionales al ejercer como que habían pertenecido a su difunta esposa como herencia de su herreros, carpinteros, zapateros y sobresalir como fabricantes de padre y abuelos, se hizo un inventario de los esclavos que asistían dulces y confites. En esos afanes, desarrollaron organizaciones de en la viña de La Angostura, los cuales totalizaban dieciocho. En ayuda mutua copiadas de los europeos y tuvieron sus propias co- 1690, Campero, que gracias a un corto pero inmejorable matrimo- fradías y hermandades desde donde organizaban la vida religiosa nio iba a convertirse en el más acaudalado hacendado de la Puna de su comunidad y proveían atención médica y sostén para los jujeña y el actual sur boliviano, no dejaba de lucrar y utilizar sus más desamparados. Aunque provenientes de diferentes naciones, esclavos en variados menesteres. Los rotaba de propiedad en pro- supieron salvaguardar en común elementos culturales afines y ex- hibirlos en manifestaciones que convocaban a todo el arco pobla- cional urbano.
CASTAS
A pesar de los intentos segregacionistas, el mestizaje entre es-
pañoles, indios y negros fue amplio y sostenido, produciendo gru- pos humanos de compleja inserción en los tres campos raciales reconocidos por los peninsulares. En el diseño social original, los tres grupos debían vivir separados: los conquistadores junto a sus intermediarios negros constituían el mundo español, y los indios el propio. Fueron los propios conquistadores, sin embargo, los iniciado- res de una sexualidad abierta que, pasada la primera generación, iba a provocar toda clase de especulaciones y disquisiciones fenotípicas en un intento de definir el claroscuro del mestizaje colonial y su carencia de lugar cargos y funciones en Cochabamba y las dos de Álvarez Holguín en la sociedad. En el futuro, la con encomenderos de Charcas. Doña Constanza Holguín se casó cercanía fenotípica al español con el capitán Martín de Almendras, encomendero de la mitad de iba a dar la chance de un me- Tarabuco, y Doña María de Aldana con Martín Monje, primer en- jor posicionamiento social. comendero de Casabindo. Asimilados al status y cul- Las diferencias de status entre los españoles derivaron en que tura de sus padres, la primera muchos de sus hijos mestizos vivieran marginalmente en la socie- generación de mestizos acu- dad blanca, mientras que otros lo hicieron en torno a los hogares muló los privilegios de sus pro- maternos. En este último caso, sus ventajas eran significativas res- genitores conquistadores. Sin pecto de la sociedad india que los acogía: no estaban sujetos al embargo, hubo roles a los que pago de tributo, de allí la importancia de "blanquear la raza". Sin los mestizos no pudieron acce- embargo, los mestizos no eran propietarios de parcelas como los der por provenir, precisamen- indios de comunidad. Sometidos a toda clase de discriminación y te, de uniones no legítimas. prejuicios, los mestizos fueron tenidos por "pendencieros", "vi- Gaspar Centeno, hijo mestizo les", "perdidos" y "viciosos" por una casta peninsular que, a pesar del general Diego Centeno, de sus licencias sexuales, no estaba dispuesta a abrirse para per- quien ayudó a vencer a Gon- mitir ingresar a nuevos di- zalo Pizarro, vio escurrirse la ferentes. valiosa encomienda y la fortu- Con el tiempo, y arrin- na de su padre cuando éste fa- conados en los espacios lleció en oscuras circunstan- que d e j a b a n los negros cias, luego de testar en favor clientes 'de los conquista- de su mayordomo. Impedido dores y los peninsulares re- por su condición de mestizo de heredar la encomienda de Puna en cién llegados, los mestizos segunda vida, las autoridades lo compensaron con una situación sobrevivieron de los traba- de 4.000 pesos ensayados de por vida, lo cual daba cuenta del jos manuales, el comercio valor de los servicios de su padre. minorista y la supervisión Legalmente, si no mediaba un testamento que los beneficiara, directa sobre el trabajo de los mestizos sólo tenían derecho a la décima parte de los bienes los indios, quienes siempre paternos. Por tales inhibiciones y prohibiciones, quedaron vacan- permanecieron en el fondo tes no sólo numerosas encomiendas de la etapa inicial sino fortu- de la escala social. nas enteras, que iban a parar a los parientes peninsulares que pre- Generación tras genera- ferían ignorar a sus sobrinos y primos mestizos americanos. Ello ción, las mezclas se hicie- ocurrió con los bienes de los generales extremeños Pedro de ron mayores y las conside- Hinojosa y Pedro Alvarez Holguín, quienes dejaron una vasta pro- raciones a su alrededor más le mestiza que, a pesar de disfrutar de holgada situación económi- perversas. Los negros se ca y status, perdió en manos de los herederos legítimos las fortu- mezclaron con indios y nas acumuladas por sus padres. No obstante, las hijas mujeres también con blancos y sus matrimoniaron en la elite. Las tres hijas naturales de Hinojosa con productos entre sí, dando sendos paisanos de su padre que poblaron y acumularon tierras, lugar a las castas o catego- rías fenotípicas intermedias, como lo eran las de mulato, tercerón, BIBLIOGRAFÍA cuarterón, quinterón, zambo, zambahígo, cholo, chino, rechino, etcétera. Las categorizaciones de color cedían cuando el mestizaje Altman. Ida, "Spanish Society in Mexico City After the Conquest", Hispanic American Historical Review, 71:3, agosto 1991, 413-445. resultaba tan sutil como para permitir no ser reconocido y acceder, entonces, al torna a español o requinterón. De ahí en más, era Bennassar, Bartolome'. Los españoles. Actitudes y mentalidad, desde el siglo factible escapar a los rigores de la discriminación étnica y ser ad- XVI al siglo XIX, Torre de la Botica-Swan, Madrid, 1985. mitido en un nicho mejor. Si por imperio del mestizaje las barreras del color eran, en al- Bronner, Fred. "Urban Society in Colonial Spanish America: Research Trends", gún momento, más fáciles de franquear, las diferencias culturales Latin American Research Review, 21:1, abril 1986, 7-72. eran definitorias en cimentar a indios y negros en su respectivo Cahill, David, "Colour by Numbers: Racial and Ethnic Categories in the lugar social. Mientras las castas accedían de inmediato a la len- Viceroyalty of Peru, 1532-1824", Journal of Latin American Studies, 26:2, 1994, gua, religión y costumbres españolas, y con ello a profesiones que 325-346. las mantenían junto con la sociedad blanca en una instancia de continua asimilación, el destino de negros e indios estuvo más Góngora. Mario, "Urban Social Stratification in Colonial Chile", Hispanic atado a la discriminación por la propia condición de esclavos y de American Historical Review, 55:3, agosto 1975, 421-448. vencidos, respectivamente. Los indígenas de los ayllus permane- Harris, Marvin, Raza y trabajo en América, Siglo Veinte, Buenos Aires, 1973. cieron firmemente atados a sus lenguas, instituciones, costumbres, creencias, rituales y métodos de trabajo, limitando su adaptación Konetzke, Richard, "La formación de la nobleza en Indias", Estudios America- al nuevo orden y conservando su cultura por imperio de la segre- nos, vol. III, N° 10, julio 1951, 329-360. gación a la que los había sometido el poder de turno. Sin duda, la estratificación social colonial fue un fenómeno de "Entrepreneurial Activities of Spanish and Portugués? Noblemen in Me- factura peninsular que resultó en una pirámide nueva y única ata- dieval Times", Explorations in Entrepreneurial History, VI:2, diciembre 1953, 115-120. da a un sistema económico de características absolutamente origi- nales. La sociedad colonial, como toda sociedad de órdenes, fue Kuznesof, Elizabeth, "The Construction of Gender in Colonial Latin America", una construcción jurídica e ideológica asentada en las diferencias Colonial Latin American Review, vol. 1, N° 1, 1992, 253-270. raciales y étnicas que comenzaron por sostener el status social de los individuos. Ello redundó en un sistema jerárquico organizador Poot-Herrera, Sara y Schwartz, Stuart B., "Race, Class, and Gender: A de las relaciones sociales, en el que las variables de raza, etnicidad, Conversation", Colonial Latin American Review, vol. 4, N° 1, 1995, 153-201. clase y género interactuaron para determinar el lugar de cada cual Lockhart, James, El mundo hispanoperuano, 1532-1560, Fondo de Cultura Eco- en la estructura social, ofreciendo por vía del éxito económico, el nómica, México, 1982. oficio u ocupación o el matrimonio la posibilidad de alterar el sta- tus inicial. Maravall, José Antonio, Estado moderno y mentalidad social (siglos XVa XVII), 2 vols., Ediciones de la Revista de Occidente, Madrid, 1972.
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