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CAPILLA LA MILAGROSA

CATEQUESIS CONFIRMACIÓN 2024

GUIÓN
HORA SANTA - JUEVES SANTO

I. INTRODUCCIÓN (3 min)

Jesús ha vivido unos momentos intensos. Los discípulos quieren descansar, pero no
lo dejan solo. Esta noche todos nosotros somos Getsemaní… Cristo, está aquí.

- En tu noche de entrega, en tu noche de soledad, en tu hora difícil, en tu lucha


y agonía, Oremos: R/ nosotros queremos rezar contigo.
- Cuando todos te abandonan, cuando Judas te traiciona, cuando el Sanedrín
prepara tu condena, Oremos: R/ nosotros queremos estar contigo.
- Cuando los discípulos duermen, Oremos: R/ nosotros queremos velar
contigo.
- Cuando los soldados te apresaron, Oremos: R/ nosotros queremos
defenderte.
- Cuando Pedro te niega tres veces, Oremos: R/ nosotros queremos ser fieles.

Señor Jesús, queremos rezar contigo y velar contigo. Quizá, no se nos ocurran
muchas cosas, pero queremos estar, queremos sentir tu amor, como cuando nos
acercamos a una hoguera, queremos amarte, queremos aprender a amar, estar
abiertos a tu presencia. Y agradecer, alabar, suplicar. Y callar, escuchar, no decir
nada, simplemente estar.

II. ORACIÓN INICIAL (3 min)

« Infinitamente Seas alabado, mi Jesús Sacramentado. »

Señor quiero pedirte al iniciar esta Hora Santa


por estos hermanos que ahora están ante ti.
Señor, aquí están nuestras vidas,
Señor aquí están nuestros corazones necesitados,
Señor, aquí nosotros estamos.

Aquí estamos, Señor, los que hemos creído.


Aquí estamos, Señor, los que esperamos en ti.
Aquí estamos, Señor, los que hemos confiado.
Aquí estamos, Señor, mi Jesús Sacramentado.
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« Espíritu Santo, ven a nuestras vidas. »

Espíritu Santo, por intercesión de la santísima Virgen María ven a nuestros


corazones. Espíritu Santo ven, y haz que, de nuestro interior, exista esa respuesta del
rechazo ante el mal.

Ven, Espíritu Santo,


y envía del Cielo
un rayo de tu luz.

Ven, Espíritu Santo,


llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos el fuego de tu amor.

« Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la Tierra. »

Ven, padre de los pobres,


ven, dador de gracias,
ven luz de los corazones.

Consolador magnífico,
dulce huésped del alma,
su dulce refrigerio.

Descanso en la fatiga,
brisa en el estío,
consuelo en el llanto.

¡Oh luz santísima!


llena lo más íntimo
de los corazones de tus fieles.

« Gracias Señor por tu infinita Bondad. »

Señor aquellos milagros que obrastes en el tiempo de los Apóstoles aún no han
terminado, estamos aquí Señor para contemplar la grandeza de tu amor, estamos
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aquí Señor para que nos llenes de alegría, de tu poder, porque tú nos amas ¡Oh,
Jesús!, porque tú, Señor, te quedaste en Eucaristía para levantarnos, para animarnos,
para sanarnos, para purificarnos, para llevarnos al Cielo.

« Gracias Señor, hoy te adoramos Jesús, hoy te bendecimos Señor porque eres
Bueno. »

Hermanos les invito para que desde sus corazones le pidan al Espíritu Santo que
venga a sus vidas, que venga a llenarles de paz, que venga y que sea capaz de
adorar, sea capaz de descargar ante el Señor todas sus preocupaciones, todo
aquello que les preocupa ahora podemos descargarlo ante Jesús que está aquí con
nosotros en el Santísimo Sacramento del Altar, ese Dios no se cansa de amarnos,
ese Dios no se cansa de bendecirnos y de darnos la fortaleza que necesitamos para
salir adelante.

III. LECTURA BÍBLICA (8 min)

Llegaron a un lugar llamado Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos:


«Siéntense aquí mientras voy a orar.». Y llevó consigo a Pedro, a Santiago y a
Juan. Comenzó a llenarse de temor y angustia, y les dijo: «Mi alma está muy
afligida, hasta el punto de la muerte; quedaos aquí y velad conmigo.». Jesús se
adelantó un poco, y cayó en tierra suplicando que, si era posible, no tuviera
que pasar por aquella hora. Decía: «Abbá, Padre, si para ti todo es posible,
aparta de mí esta copa. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres
tú.» (Mc 14, 32-36)
Entonces se le apareció un ángel del cielo para animarlo. Entró en agonía y
oraba con mayor insistencia. Su sudor se convirtió en gotas de sangre que
caían hasta el suelo. (Lc 22, 44).
Palabra del Señor.

Podríamos preguntarnos qué era lo que producía este estado en Jesús. Algunos han
pensado que esta angustia era la reacción natural que todos los seres humanos
sentimos ante la proximidad de la muerte. Pero en el caso de Jesús, necesariamente
tenemos que pensar que había mucho más que eso. Se trataba del estremecimiento
de aquel que era la Vida misma al enfrentarse con todo el poder destructivo del mal,
de todo aquello que se opone a la santidad de Dios, y que en ese momento se
abatía directamente sobre él.
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Y por cuanto era el Hijo de Dios, podía ver con extrema claridad toda la suciedad del
mal que venía sobre él. Y por supuesto, para su naturaleza completamente santa y
pura, el tener que enfrentarse con el pecado de toda la humanidad, producía un
dolor que es imposible expresar con palabras. En realidad, lo que estamos
presenciando aquí es el choque frontal entre la Luz y las tinieblas, entre la Vida y la
muerte.

Volvió y los encontró dormidos. Y dijo a Pedro: «Simón, ¿duermes? ¿De modo
que no pudiste permanecer despierto una hora?. Estén despiertos y oren para
no caer en la tentación; pues el espíritu es animoso, pero la carne, débil.». Y se
alejó de nuevo a orar, repitiendo las mismas palabras. Al volver otra vez, los
encontró de nuevo dormidos, pues no podían resistir el sueño y no sabían qué
decirle. Vino por tercera vez, y les dijo: «Ahora ya pueden dormir y descansar.
Está hecho, llegó la hora. El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de
los pecadores. ¡Levántense, vámonos!, ya viene el que me va a entregar.» (Mc
14, 37-42).
Palabra del Señor.

Finalmente llegó "la hora". El momento en que la Vida iba a ser entregada a la
muerte. Jesús iba a ser entregado en manos de pecadores.

Las frases entrecortadas que usa Jesús nos muestran su angustia ante la hora final,
pero en ningún momento plantea una huída, por el contrario, dijo a sus discípulos
"vamos", indicando de esta manera su disposición de ir en busca de los que venían a
arrestarle.

IV. REFLEXIÓN (10 min)

… Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan…

Parece que aunque Jesús oraba solo, quería sentir la cercanía de algunos de sus
discípulos, su familia. Así que escogió a varios de ellos para que le acompañaran.

¿Cuántos de nosotros buscamos en nuestro hermano compañía o consejo?


¿Sabemos realmente que no estamos solos en la tierra? ¿Que podemos pedir
sosiego a nuestro hermano? ¿Que Dios nos ha bendecido con la familia y demás
personas que nos acompañan?

(Pausa para meditar)


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… Sentaos aquí, entre tanto que yo oro…

¿Cómo iba a enfrentar Jesús este duro trance? Con frecuencia, cuando pasamos por
problemas que nos agobian, o estamos rodeados de dificultades, pensamos que
necesitamos un "respiro" y buscamos algún tipo de diversión que nos relaje. ¿Cómo
enfrentamos nosotros nuestras aflicciones del alma? Algunos llegamos incluso a
buscar en los vicios, que lejos de traernos paz al corazón, no hacen sino aumentar
los problemas. Pero el Señor nos indicó que la solución pasaba por buscar a Dios en
oración, ¿buscamos a Dios como Jesús lo hizo en su agonía?

(Pausa para meditar)


… Quedaos aquí y velad…

Cuando Jesús se apartó para orar, hizo un llamamiento a sus discípulos para que
velaran. Esta no era la primera vez que les exhortaba a esto.

Nosotros también debemos recibir esta exhortación apremiante a velar. Los efectos
de esta somnolencia los podemos ver en el embotamiento del alma que pierde la
sensibilidad frente al pecado en nuestras vidas y el poder del mal en el mundo. Nos
deja anestesiados, ignorantes, indiferentes y tranquilos frente al mal que nos rodea,
pensando que en el fondo, no es tan grave. Pero esta falta de sensibilidad, esta falta
de vigilancia, tanto por lo que se refiere a la cercanía de la segunda venida de Cristo,
como al poder amenazador del mal, otorga un poder en el mundo al maligno.

¿Cuántas veces me he negado a orar? ¿Cuántas veces he decidido huir de la ayuda


del Señor?

(Pausa para meditar)

… Vino luego y los halló durmiendo…

Después de un tiempo en oración, Jesús volvió a donde había dejado a sus


discípulos y los encontró durmiendo. No fueron capaces de compartir con él nada de
su infinito dolor. ¿Cuántas veces he dejado solo al Señor?

Cada vez estaba más claro que en el camino a la cruz, Jesús iba a encontrarse
absolutamente solo. Sus más íntimos discípulos no podían acompañarle en oración
ni siquiera una hora, qué se podría esperar de ellos una vez que Jesús fuera
arrestado y estuviera en manos de sus enemigos. ¿Y qué diremos de nosotros
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mismos? ¿Cuántas veces no he sido capaz de velar en oración ni siquiera unos


minutos? ¿Qué puede esperar el Señor de nosotros? ¿Cuántas veces lo he
abandonado?

V. ADORACIÓN Y ALABANZA (18 min)

1. ADOREMOS 2. HUMILDES GRACIAS

Coro Coro
[Adoremos, Adoremos [Gracias mil veces, gracias
Adoremos eternamente mil veces, humildes
Al Santísimo, al Santísimo gracias, demos a dios.]
Sacramento del altar]
Humildes gracias, demos a
Veneremos inclinados, Dios que en una hostia
Adoremos con María todo se dio.
A Jesús Eucaristía
Dios de Excelsa Majestad El que en los cielos,
encendió el sol, vino a su
Consolemos en las penas siervo con gran amor.
Del sagrario con María
A Jesús Eucaristía Oh dueño mío, Rey y Señor,
Sacramento de Piedad como pagarte, tan rico don.

Y por tantos beneficios Del Padre Eterno, luz y


Demos gracias con María esplendor. Camino y vida,
A Jesús Eucaristía verdad y amor.
Soberano Bienhechor
Y pidamos mil favores Los que te siguen y oyen tu
Muy confiados con María voz. La vida eterna tendrán
A Jesús Eucaristía Señor.
Del amor eterno don.
Pan de los fuertes, que das
Oh Jesús, tu mi amor vigor. Al débil niño y al
En la Santa Eucaristía pecador.
Mi esperanza tu María
Por tu Santo corazón
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Y allí escondido, con


blanda voz. Dame me dice 4. ES MI CUERPO, TOMAD Y
tu corazón. COMED

Todo me entregas en este Estribillo


don. Tú ser de hombre, tu Es mi cuerpo, tomad y
ser de Dios. comed.
Es mi sangre, tomad y
3. CANTEMOS AL AMOR DE bebed
LOS AMORES porque Yo soy vida, Yo soy
amor.
Cantemos al amor de los Oh Señor, nos reuniremos
amores, cantemos al Señor, en tu amor.
Dios está aquí, venid,
adoradores, adoremos a El Señor nos da su amor
Cristo Redentor. como nadie nos lo dio.
como todos sus amigos
Coro trabajaba en Nazaret,
[Gloria a Cristo Jesús, carpintero se alegró,
cielos y tierra, trabajando en su taller:
Bendecid al Señor, honor y con sus manos cristo
gloria a ti, Rey de la Gloria. obrero trabajó.
Amor por siempre a tí, Dios
del Amor.] El Señor nos da su amor
como nadie nos lo dio.
Unamos nuestra voz a los era tan grande y tan hondo
cantares que murió sobre una cruz
Del coro celestial, Dios era tan fuerte su amor, que
está aquí, de la muerte triunfó
Al Dios de los altares de la tumba sale libre y
alabemos, con gozo vencedor.
angelical.
El Señor nos da su amor
Los que buscáis solaz en como nadie nos lo dio.
vuestras penas el reúne a sus amigos en la
Y alivio en el dolor, Dios mesa del amor.
está aquí En el mundo todos son
Y verte a manos llenas sus carne y sangre del señor
tesoros, divinos del dulzor.
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nada puede separarnos de 6. NADIE TE AMA COMO YO


su amor.
Cuánto he esperado este
5. VASO NUEVO momento,
Cuánto he esperado que
Gracias quiero darte por estuvieras así.
amarme Cuánto he esperado que
gracias quiero darte yo a ti me hablaras,
señor Cuánto he esperado que
hoy soy feliz porque te vinieras a mí.
conocí
gracias por amarme a mí Yo sé bien lo que has
también vivido,
Yo sé bien por qué has
Yo quiero ser señor amado llorado;
como el barro en manos Yo sé bien lo que has
del alfarero sufrido.
toma mi vida hazla de Pues de tu lado no me he
nuevo ido.
yo quiero ser un vaso Pues nadie te ama como
nuevo yo,
Pues nadie te ama como
Te conocí y te amé yo;
te pedí perdón y me
escuchaste Mira a la cruz, esa es mi
si te ofendí perdóname más grande prueba.
señor Nadie te ama como yo.
pues te amo y nunca te Pues nadie te ama como
olvidare yo,
Pues nadie te ama como
Yo quiero ser señor amado yo;
como el barro en manos
del alfarero Mira a la cruz, fue por ti,
toma mi vida fue porque te amo.
hazla de nuevo Nadie te ama como yo.
yo quiero ser un vaso
nuevo Yo sé bien lo que me dices
Aunque a veces no me
hablas;
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Yo sé bien lo que en ti
sientes. Le hablaré sin miedo al
Aunque nunca lo oído
compartas. le contaré las cosas que
hay en mí y que sólo a Él,
Yo a tu lado he caminado, le interesará
Junto a ti yo siempre he Él es más que amigo para
ido; mí.
Aún a veces te he cargado.
Yo he sido tu mejor amigo. No busques a Cristo en lo
alto
Pues nadie te ama como ni lo busques en la
yo, oscuridad
Pues nadie te ama como muy dentro de ti, en tu
yo; corazón
Mira a la cruz, esa es mi puedes adorar a tu Señor.
más grande prueba.
Nadie te ama como yo. Tú eres el Cristo del Dios
Pues nadie te ama como vivo
yo, Tú eres Señor y Salvador
Pues nadie te ama como el que se nos entregó
yo; el que nos amó
Mira a la cruz, fue por ti, como nadie nunca lo hará
fue porque te amo.
Nadie te ama como yo. 8. DIOS ESTÁ AQUÍ

7. TAN CERCA DE MÍ Dios está aquí,


tan cierto como el aire que
Tan cerca de mí, tan cerca respiro,
de mí tan cierto como en la
que hasta lo puedo tocar mañana se levanta el sol,
Jesús está aquí. tan cierto que cuando le
hablo Él me puede oír.
Míralo a tu lado por la calle
caminando entre la Lo puedes sentir
multitud a tu lado en este mismo
muchos no lo ven, porque instante,
ciegos son, ciegos de lo puedes llevar
ceguera espiritual. muy dentro de tu corazón,
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lo puedes sentir
en ese problema que
tienes,
Dios (Jesús) está aquí
si tu quieres lo puedes
seguir.

VI. PETICIÓN DE PERDÓN (8 min)

Padre, me declaro culpable, pido clemencia, perdón por mis pecados.

Me acerco a ti con absoluta confianza


porque sé que tú prefieres la penitencia a la muerte del pecador (cfr. Ezequiel 33,11)
A ti no te gusta ni la venganza ni el rencor, tu corazón es compasivo y misericordioso,
y sé que sólo estás esperando a que tenga la humildad de reconocer mi pecado,
arrepentirme y pedir perdón para desbordar la abundancia de tu misericordia.
"Cuando confesamos nuestros pecados, Dios, fiel y justo, nos los perdona" (1 Jn 1,9)
Miro al horizonte: veo tus brazos abiertos y un corazón de Padre
queriendo atraerme con lazos de un amor infinito.
Padre, perdóname, quiero recibir el abrazo eterno.
Tu enseñanza es muy clara: para ser perdonados y poder entrar en el Reino de los cielos
debemos tener un Corazón como el tuyo.

Nos pides que seamos buenos cristianos por la práctica de la caridad evangélica.
Que seamos benévolos con quienes nos han hecho daño, con quienes nos han ofendido, nos
han traicionado y nos odian, pues de otro modo no mereceremos que lo seas Tú con
nosotros. El siervo al que se le condonó su deuda, cuando no quiso él hacer lo mismo
con otro que le debía, fue encarcelado.
Perdió el perdón que había obtenido al no ser él capaz de perdonar. (Mt 18,23-25)
Padre, envía tu Espíritu de amor y perdona mis pecados,
purifícame, sáname, restáurame, renuévame Bai
con la Sangre Redentora de tu Hijo;
ayúdame a tener un corazón como el Suyo,
un corazón humilde y generoso capaz de perdonar,
arranca de mí el corazón de piedra y dame un corazón de carne.

“Padre, el peso de mis pecados pesa mucho en mi conciencia y sé que no hay justicia en mí.
Vengo a ti suplicando tu gran misericordia, y me arrepiento de todos los muchos pecados
que he cometido contra ti tan gravemente. Señor, confieso que en mi orgullo y arrogancia
incluso bromeé sobre tu existencia y te blasfemé en palabras y hechos, sin embargo,
descubrí que enviaste a tu único Hijo, el Señor Jesucristo, para ser el único sacrificio
aceptable que podría pagar el precio por mis pecados.
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Señor, me arrodillo ante ti quebrantado de corazón por el mal que he hecho contra ti y
suplico por tu gracia y misericordia sobre un pecador lamentable, que ha venido a confesar
que Jesucristo es el Señor, y que Él es mi Salvador y Redentor.

Lava todos mis pecados y limpia mi boca y mis pensamientos de la suciedad que se ha
derramado en mi corazón ennegrecido. Señor, vengo con humildad de corazón y
quebrantamiento de espíritu, y rezo y agradezco que en tu misericordia enviaste a Jesús a
ser el precio por mis pecados. Gracias por tu promesa … que todos los que creen en Él no
perecerán, sino que recibirán el perdón de sus pecados y recibirán el regalo gratuito de la
vida eterna. Gracias por haber sido salvado por tu gracia, simplemente confiando en la
sangre de Cristo, en cuyo nombre oro. Amén”.

VII. INTERCESIÓN (4 min)

¡Virgen Inmaculada y bendita!


Eres la universal dispensadora
de todas las gracias divinas,
con razón te puedo llamar
la esperanza de todos, mi esperanza.

Bendigo al Señor porque me muestra


el modo de alcanzar la gracia y salvarme.
Este medio eres tú, santa Madre de Dios.
Por los méritos de Jesús, ante todo,
me he de salvar; y después,
por tu poderosa intercesión.

Reina mía, ya que acudiste presurosa


a santificar la casa de Isabel,
visita presto la pobre casa de mi alma.
Apresúrate, pues mejor que yo sabes
lo pobre que está y los males que me agobian:
afectos desordenados, hábitos depravados,
pecados sin cuento, y mil enfermedades
capaces de causarme la muerte eterna.

Pero tú, tesorera de Dios,


puedes enriquecerla con todos los bienes
y curarla de toda dolencia.
Visítame durante la vida, y sobre todo,
visítame en la hora de la muerte,
cuando me será más necesaria tu ayuda.

Como indigno que soy, no pretendo


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que me visites con tu presencia,


como lo has hecho con otros devotos tuyos.
Me contento con que ruegues por mí
y me visites con tu misericordia
para ir a contemplarte en el cielo,
para amarte con toda el alma
y agradecerte todos tus beneficios.

Ruega por mí, María,


encomiéndame a tu Hijo.
Mejor que yo conoces
mis miserias y necesidades.
¿Qué más te puedo suplicar
sino que tengas compasión de mí?

Es tan grande mi ignorancia,


que no sé pedir lo que necesito.
Dulce Reina mía, María,
pide y alcánzame de tu Hijo
las gracias más convenientes
y más necesarias para mi alma;
del todo me abandono en tus manos
pidiendo a la Divina Majestad,
que por los méritos de Jesús, mi Salvador,
me conceda las gracias que tú le pidas.

Pide por mí, Virgen santísima


lo que más me conviene.
Tus oraciones, siempre las escucha Dios
porque son plegarias de Madre
para con el Hijo que tanto te ama
y goza en otorgarte lo que pides
para mejor honrarte y mostrar su amor a ti.

En esto quedamos, Señora:


Yo vivo confiando en ti.
Preocúpate por salvarme. Amén.

VIII. SILENCIO Y CONTEMPLACIÓN (20 min)


(Nos quedamos en silencio para la meditación y oración personal a Jesús Eucaristía)
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IX. ORACIÓN FINAL (4 min)

Nos dirigimos a ti Padre, que ves la realidad que atraviesa nuestro mundo y te
suplicamos ser socorridos en estos momentos, por eso repetimos confiadamente en
la salve que ella es vida dulzura y esperanza nuestra.

Creo, oh Jesús, con mi más viva fe, que estás realmente presente, aquí, delante mío,
bajo las especies Eucarísticas; Tú, el Verbo eterno del Padre, engendrado desde
todos los siglos y encarnado luego en las entrañas de la Virgen Madre, Jesucristo
Redentor y Rey. Creo, realmente, que estás presente en la verdad inefable de Tu
Divinidad y de Tu Humanidad.

Jesús, eres el mismo de Belén, el divino Niño que aceptara por mí, el aniquilamiento,
la pobreza y la persecución. Eres el Jesús de Nazaret, que por mi amor abrazó el
ocultamiento, las fatigas y la obediencia. Eres el Divino Maestro, aquel que vino para
enseñarme las dulces verdades de la fe, a traer el gran mandamiento del amor: Tu
mandamiento. Eres el Salvador Misericordioso, el que te inclinas sobre todas mis
miserias con infinita comprensión y conmovedora bondad, pronto siempre a
perdonar, a curar, a renovar. Eres la Víctima Santa, inmolada para gloria del Padre y
bien de todas las almas. Eres el Jesús que por mí sudó sangre en el Huerto de
Getsemaní; quien por mí sufrió la condenación de tribunales humanos, la
dolorosísima flagelación, la cruel y humillante coronación de espinas, el martirio
cruel de la crucifixión. Eres quien quiso agonizar y morir por mí. Tú eres Jesús
Resucitado, el vencedor de la muerte, del pecado y del infierno. Quien está deseoso
de comunicarme los tesoros de la vida divina que posees en toda su plenitud.
Jesús mío, Te encuentras aquí, presente en la Hostia Consagrada, Santa, con un
Corazón desbordante de ternura, un Corazón que ama infinitamente. En Tu Corazón,
Jesús, encuentro el Amor Infinito, la Caridad divina: Dios, principio de vida, existente
y vivificante. ¡Qué dulce me es, Dios mío, Trinidad Santísima, adorarte en este
Sagrario en el que ahora estás!

Por ello me uno a los Angeles y Santos quienes, invisibles pero presentes y
vigilantes junto a Tu Sagrario, Te adoran incesantemente. Me uno, sobre todo, a Tu
Santísima Madre y a los sentimientos de profunda adoración y de intenso amor que
brotaron de Su alma desde el primer instante de Tu Encarnación y cuando te llevaba
en Su seno inmaculado.
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Y mientras Te adoro en este Sagrario, lo hago en todos los del mundo y,


especialmente, en aquellos en los cuales estás más abandonado y olvidado. Te
adoro en cada Hostia Consagrada que existe entre el Cielo y la Tierra.

Te adoro, Dios Padre, porque por medio de Cristo has descendido hasta mi
humanidad y porque, por Su Corazón adorable, Te has unido tan estrechamente al
hombre, a mí, pobre criatura ingrata. Te adoro en este templo, santificado por la
presencia siempre actual de Tu Ser divino; me postro hasta la nada, en adoración
delante de Tu Majestad Soberana pero, al mismo tiempo, el amor me eleva hasta Ti.
Te adoro, Dios Padre, y te amo; el amor y la adoración están totalmente confundidos
y mezclados en mi alma, tanto que no sabría decir si más adoro que amo o si más
amo que adoro... Te adoro porque encuentro en Ti todo poder y toda santidad,
justicia y sabiduría; porque Tú eres mi Creador y mi Dios. Te amo porque encuentro
en Ti toda belleza, toda bondad, toda ternura y toda misericordia. Te amo porque me
has hecho el regalo de un tesoro invalorable.

Jesús es mi tesoro, es mío y a cada instante puedo sacar de Él gracias a manos


llenas, pues lo encuentro siempre abundante. De El tomo cuanto necesito para
pagar mis deudas, para remediar mis necesidades, encontrar delicia, ganarme una
corona. ¡Qué don inefable es este Jesús con Su Corazón desbordante de ternuras! Un
tesoro que jamás se agota: mientras más saco, él más aumenta.

Oh, Dios Padre, tanto has amado a tus criaturas que les diste a Tu único Hijo y, para
que la Majestad de Tu Verbo no nos infundiese temor y nuestras almas se pudieran
dirigir a Él con confianza, lo revestiste de una carne semejante a la nuestra. Lo has
embellecido con las gracias más atrayentes y, sobre todo, le has dado un Corazón
infinitamente perfecto; tanto que debía ser la morada de Tus delicias, porque Tu
divina plenitud vive en Él y la más humilde de las criaturas tiene allí su lugar de
privilegio.

Ese adorado Corazón, inmenso como Tú, Dios mío, porque te contiene, es también mi
morada, pues me ama. En Él me encuentro con Tu divinidad y, al verme en este
Sagrado asilo, Tu justa ira se aplaca y Tu justicia se desarma.

Te adoro, Dios Padre, por Jesús y en Jesús. Adoro a Jesús, Tu Hijo, quien por Su
Humanidad es mi hermano y por Su Divinidad es mi Dios. Te amo por Jesús y con
Jesús. Te amo por el Corazón de Jesús, que el amor hizo mío. Te amo en Jesús. Por Él
te llega mi amor, por Él puedo alcanzarte y abrazarte.
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X. DESPEDIDA (3 min)

En este momento de profunda devoción y gratitud,


nos despedimos del Santísimo Sacramento,
presencia viva de nuestro amado Señor Jesucristo,
quien en su infinita misericordia se ha dignado quedarse
con nosotros en forma de pan y vino, para alimentar nuestras
almas sedientas de amor y redención, y así fortalecernos en
nuestra fe y en nuestro compromiso de seguir sus enseñanzas
y difundir su mensaje de amor y esperanza a todos los
rincones del mundo, para que cada corazón encuentre
consuelo y salvación en su divina presencia.

Con humildad y reverencia, nos inclinamos ante su majestuosidad


y le agradecemos por su inmenso amor y por
permitirnos participar en este sagrado misterio de la Eucaristía,
donde nos unimos a la comunidad de creyentes en un solo
cuerpo y una sola fe, fortaleciendo nuestros lazos fraternos
y compartiendo la alegría de ser hijos de Dios.

Que esta despedida sea solo temporal, pues


anhelamos volver a encontrarnos con usted, Santísimo
Sacramento, en cada celebración eucarística, para
renovar nuestra comunión con Cristo y recibir su gracia
sanadora y transformadora. Que su bendición nos
acompañe siempre y nos guíe en nuestro camino de fe, para
que podamos ser testigos vivos de su amor y llevar su luz a
aquellos que aún no han experimentado su infinita misericordia.
Amén.

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