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proyectos. Por lo que queda
CAMM
ZE'EV
ASH
ZE'EV
SINOPSIS
Mi siempre me ha parecido más una maldición.
Apex Tactical #2
Para todos los que vinieron a verme al RARE London.
Gracias por todo el amor y el apoyo.
Me hicieron perder la virginidad en la firma de libros.
Espero que haya sido tan bueno para ustedes como lo fue para mí.
CAPITULO 1
Respiro hondo y exhalo. Estar al aire libre calma al instante mis nervios
crispados, con el sol calentando mi piel mientras la brisa acaricia mi rostro.
Últimamente, solo siento frío y desconfianza.
—Realmente es hermoso aquí afuera. Gracias por esto. —Mantengo
mis ojos puestos en el paisaje, sin querer perderme ningún detalle, porque sé
que en poco tiempo tendremos que volver y enfrentarnos a los demás.
—De nada. Cuando quieras dar un paseo, ven a buscarme.
—¿Por qué eres amable conmigo cuando los demás me odian?
—No te odian. Tienen su propia mierda con la que lidiar, y es más fácil
juntarlo todo que separarlo y lidiar con ello. —Da un paso adelante, desliza
las manos en los bolsillos traseros de sus vaqueros y mira al cielo—. No hace
mucho murió uno de nuestros compañeros, uno de nuestros hermanos.
—Lo siento, no lo sabía.
—¿Cómo lo sabrías? —Gira la cabeza para encontrarse con mi
mirada antes de volver a levantar la vista—. De todos modos, no es solo su
muerte con lo que estamos lidiando. Nos traicionó. Vendió a Salem y
organizó el asesinato de Zig y Oz. Jugó con todos nosotros, y ninguno
sospechó nada hasta que fue demasiado tarde.
Su voz se quiebra al final. Me acerco y le doy mi apoyo sin llegar a
tocarlo.
—¿Estaban muy unidos antes?
—Era mi mejor amigo —responde, girándose para mirarme de
nuevo—. Supongo que la burla. El hombre que yo creía que era no existía.
Todo no era más que una ilusión.
—Al menos no estabas solo. Quiero decir, todos se creyeron la mentira,
¿verdad? Supongo que de ahí viene la ira y por qué todos me miran como
si fuera a clavarles un cuchillo en la espalda en cualquier momento.
—Todos confiábamos en él. A todos nos atrapó por sorpresa.
—Pero crees que, porque eran mejores amigos, deberías haberlo visto
de alguna manera, ¿verdad?
No contesta, pero no hace falta. No es tan difícil de leer.
»Supongo que, si tuvo ese tipo de lealtad de todos ustedes, se la ganó
en algún momento. No estoy segura de qué lleva a una persona a hacer lo
que hace, traicionar así a la gente que quiere, y no creo que debamos
hacerlo. No estamos hechos de la misma manera. Entender significa
comprender, y comprender significa simpatizar, y simpatizar significa
ponerse en su lugar. Pero he descubierto que los únicos zapatos que una
persona debe ponerse son los suyos.
Mirando hacia mí, asimila mis palabras. No sé si me sigue la corriente
o si lo que digo tiene sentido, así que continúo:
—Lo que hizo y en quién se convirtió es culpa suya, no tuya. Algunas
personas nacen malas, pero la mayoría nacen en blanco. Son sus
experiencias las que dictan en quién se convertirán. No siempre fue malo; si
lo hubiera sido, no les habría importado tanto. Algo pasó que lo llevó por un
camino diferente al que llevaba cuando era tu amigo. Yo no lo conocía, así
que no sé si tomó esa decisión a la ligera o si se encontraba en una
encrucijada cuando hizo su elección, mirando por encima de su hombro a
cada paso del camino. Nada es tan blanco o negro como creemos.
—Su esposa estaba enferma.
—¿Qué?
—Su esposa. Estaba enferma.
—¿Estaba?
—Ella murió. Tenía una forma agresiva de cáncer.
Y de repente, el panorama se aclara.
—Ella era la bifurcación del camino. Lo que hizo fue imperdonable.
Pero no creo que el hombre fuera malvado. Y por eso no lo vieron. Él amaba
a su esposa. Eso es lo más importante. Las personas piensan que el amor es
una cosa maravillosa y milagrosa que todos deberíamos esforzarnos por
encontrar. Y estoy segura de que, para algunos, es verdad. Pero esta mierda
de que el amor lo conquista todo es lo que siempre me molesta. El amor no
puede salvarte. La mayoría de las veces, es lo que te arruina.
Sacude la cabeza y frunce el ceño, confuso.
»El amor es más que besos y alguien con quien compartir la vida. La
mayoría de la gente ve la luz que trae el amor, pero olvida que con la luz,
se proyectan sombras. Y dentro de esas sombras yacen los otros aspectos
del amor. Posesión, obsesión, celos, dolor... Todo amor tiene la capacidad
de volverse tóxico. Algo que empieza siendo dulce, inevitablemente se
pudre al final.
—¿Cómo alguien tan joven ha llegado a ser tan...? —se interrumpe,
buscando la palabra adecuada.
—¿Hastiada? ¿Cínica? ¿Reservada? No pasa nada. Puedes decirlo.
No me avergüenzo. Al igual que este amigo tuyo estaba en una
encrucijada, yo también lo estuve. Él se alejó de todos ustedes, renunciando
a todo lo que creía por la mujer que amaba. Sabes, en otra vida, eso lo
convertiría en el héroe de la historia. Es curioso cómo funciona, ¿eh?
»Para mí, todo era cuestión de supervivencia. Después de ser utilizada
una y otra vez, decidí amarme a mí misma y dejar de regalar partes de mí a
personas que no las merecían. Puede que estar hastiada, ser cínica y
reservada, me haga contenerme un poco más que antes, pero ya no confío
en mis instintos. Quiero querer a la gente. Quiero que me quieran, pero me
he dado cuenta de que no lo hacen. Un día me desperté y decidí que me
iba a querer a mí misma. Eso no significa que haya renunciado a que alguien
venga y me encuentre digna. Solo significa que tendrán que esforzarse para
demostrar que quieren más de mí de lo que yo puedo ofrecerles. Nunca
recuperaré las partes de mí que tiré por descuido, pero no importa, porque
ya no tienen el poder que tenían antes. Ahora, si alguien quiere una parte
de mí, tiene que ganársela.
—¿Y la diferencia entre ganarse una parte y recibir una?
—Es el equivalente a que te den una medalla por ganar, en vez de
una pegatina por participar.
Echa la cabeza hacia atrás y aúlla a carcajadas, haciéndome sonreír.
Da un pequeño golpecito en mi brazo y su risa se calma hasta
convertirse en una más ligera.
—Me gustas, Astrid. Y sospecho que, ocultos bajo su exterior de idiotas,
a esos chicos de ahí dentro también. Ellos también están hastiados, son
cínicos y reservados, aunque quizá por motivos distintos. No estoy diciendo
que debas aceptar su mierda. Solo te pido que lo tengas en cuenta. Incluso
los grandes y temibles mercenarios pueden resultar heridos. Solo que somos
hombres, así que no admitimos esa mierda. La enterramos, le echamos tierra
encima y nos vamos.
Jadeo, poniendo una mano sobre mi pecho.
—¿Qué? Los hombres tienen sentimientos —digo con sarcasmo.
Greg mira de un lado y a otro antes de llevarse un dedo a los labios.
—Shhh, no se lo digas a nadie.
No puedo evitar la risa que se me escapa, y Greg sonríe.
Una vez que me he calmado, nos sentamos en un cómodo silencio y
deslizo las manos dentro del bolsillo delantero de la sudadera con capucha
que robé.
—¿Cuándo crees que podré irme a casa?
No se apresura a responder, medita sus palabras antes de volverse
para mirarme.
—¿Puedo hacerte una pregunta primero? Y quiero que pienses bien
la respuesta antes de contestar.
—De acuerdo.
—¿Por qué tienes tanta prisa por irte a casa?
Abro la boca, pero la cierro de golpe.
—¿Sería tan malo quedarse aquí? Si lo que viste se hace realidad,
quizá seas la única persona que pueda impedirlo.
Vuelvo a contemplar el bonito paisaje y me recuerdo a mí misma
todas las razones por las que necesito salir de este lugar. Sobre todo, porque
no me gustan nada los idiotas, y este sitio tiene más que la consulta de un
proctólogo. La verdad es que no tengo nada por lo que volver corriendo a
casa. Y lo que es más importante, no tengo a nadie con quien volver
corriendo a casa. Por supuesto, no digo eso en voz alta. Quiero que piensen
que alguien ahí fuera me echará de menos y notará mi ausencia, aunque
no sea cierto.
—No habría venido hasta aquí si no quisiera ayudar. Pero no voy a
dejar que la gente me trate como una mierda cuando no he hecho nada
para merecerlo.
—Y no deberías. Pero algo me dice que esos chicos podrían estar
viendo el error de sus caminos. —Se inclina hacia mí y me pasa el brazo por
el hombro de forma fraternal.
A pesar de lo recelosa que soy con la mayoría de las personas, nada
de lo que hace Greg parece levantar ninguna bandera roja.
—¿Y eso por qué?
Tira de mí para que me gire con él. Cuando lo hago, veo a Jagger
observándonos desde la cubierta con los brazos cruzados sobre el pecho.
—Porque empiezan a darse cuenta de que no encajas en la caja en
la que intentaron meterte.
Tengo que decir que besar a Astrid es una de mis cosas favoritas. Si sus
labios tienen tanto poder sobre mí, solo puedo imaginar lo que su coño
puede hacer.
—¿Tengo que tirarte un cubo de agua por encima? —resopla Jagger.
Me aparto con una sonrisa en el rostro que grita jódete. Me mira y
pone los ojos en blanco antes de sentarse al otro lado de Astrid. Astrid abre
los ojos y vuelve a ser consciente de lo que la rodea. Se muerde el labio y
me mira, inocente y con los ojos muy abiertos. Joder, me dan ganas de
desnudarla y doblarla sobre el sofá.
Le guiño un ojo y le doy al play mientras nos acomodamos. Jagger
apaga las luces y se inclina hacia Astrid, que queda atrapada entre
nosotros. Astrid no tarda en sumergirse en la película. Pero a mí me distrae
más la mujer que lo que se ve en la pantalla.
Miro a Jagger y veo que también mira a Astrid, con una expresión
suave en el rostro. Al sentir mis ojos clavados en él, levanta la vista hacia mí.
No necesita hablar para que yo vea la pregunta en sus ojos. ¿De verdad
vamos a hacer esto?
Asiento una vez, dándole luz verde. Es como si fuera todo el permiso
que ha estado esperando, y desliza la mano detrás de ella, sobre el respaldo
del sofá, atrapando un mechón de su cabello y haciéndolo girar alrededor
de sus dedos. Astrid salta y chilla, tapándose los ojos en la manta,
haciéndome reír mientras miro la pantalla para ver qué la ha asustado.
—No te preocupes. Te tengo. —Jagger sonríe como si todo aquello le
pareciera adorable y la atrae hacia sí.
—No suelo ser una persona nerviosa, lo juro.
—Por supuesto que no.
Mira hacia mí y frunce el ceño.
—Es verdad. Las películas de miedo son lo mío.
—¿Lo tuyo? —Sonrío. No puedo evitarlo. Jagger tiene razón, es
adorable. Sobre todo cuando baja la guardia y se olvida de que nos odia.
Por supuesto, a mí también me gusta la espinosa Astrid. Hay algo
increíblemente sexy en esa mujer cuando está cabreada y lista para
enfrentarse al mundo.
—Sí —resopla, lanzándome una mirada asesina antes de apartar la
mirada y volver a centrar su atención en la película. Volvemos a estar en
silencio hasta que los niños de la pantalla se encuentran atrapados en una
vieja casa con el payaso asesino en serie.
—¡Oh, mi maldito Dios! —jadea Astrid, prácticamente arrastrándose al
regazo de Jagger. El bastardo afortunado.
—No te gustan los payasos, ¿eh? —Me río, dándome cuenta de cuál
es el problema.
Me mira.
—Los payasos son los secuaces de Satán, enviados para distraernos
con sus globos de animales y sus grandes pies mientras nos chupan el alma
—dice completamente seria.
No puedo evitarlo. Me río en su cara. Jagger está luchando contra su
propia risa, pero lo hace mucho mejor que yo, por eso solo me mira a mí,
como si estuviera tramando mi asesinato.
—Solo espera. Un día, cuando el mundo sea invadido por zombies...
—Espera, ¿zombis? Creía que tenías un problema con los payasos.
—¿Y quiénes crees que controlarán los ejércitos de muertos vivientes?
—Claro, por supuesto, payasos. Debería haberlo pensado.
Dijo nadie nunca.
—Exactamente. La gente se deja engañar por sus caras pintadas y sus
sonrisas falsas. Pero lo único que hace ese maquillaje es ocultar a los asesinos
que hay debajo.
—Quizá el maquillaje sea solo un elemento disuasorio para que los
zombis no se los coman —bromea Jagger. Pero Astrid ladea la cabeza como
si estuviera considerando sus palabras.
—Tiene sentido. Se ve con criaturas en la naturaleza todo el tiempo:
camaleones, ranas, incluso algunas especies de arañas. Los colores actúan
como una advertencia. Peligro, no me comas.
Asiento, sabiendo en este momento que sería muy fácil enamorarse
de esta mujer.
—Puedo verlo. Si hubiera una fila de payasos y tú estuvieras ahí, yo
también elegiría comerte, siempre.
Esta vez, Jagger sí se ríe. Pero Astrid no le presta atención y me señala
con el dedo.
—Si alguna vez me encuentras en una fila con un grupo de payasos,
significa que me han secuestrado. Otra vez.
—Entonces me aseguraré de rescatarte y comerte después.
Sus ojos se abren de par en par cuando por fin se da cuenta de lo que
estoy hablando.
—Yo... Tú... Maldita sea, Slade —maldice antes de volver a la película.
Agarro el mando a distancia y la pongo en pausa.
—Vamos, solo estoy bromeando. —Me acerco a ella cuando me doy
cuenta de que está realmente enfadada.
—Me está enviando señales contradictorias. Parece una especie de
examen que voy a suspender porque no sabía que tenía que estudiar.
Diablos, ni siquiera sé para qué es el examen. ¿Estás decidiendo mi valía?
¿Hay algún castigo si no cumplo tus expectativas?
—Hey. —La levanto y la siento en mi regazo, de cara a mí, con ella a
horcajadas sobre mis piernas, odiando que parezca realmente disgustada—
. Lo siento. No quería molestarte.
—No lo hiciste. Son los estúpidos payasos —refunfuña con un mohín,
negándose a admitir algo.
—¿Ahora los payasos te ponen triste?
—Los payasos deberían entristecer a todo el mundo. ¿Los payasos
siempre han sido malvados o ha ocurrido algo trágico para que sean así?
¿Y qué pasa con los bebés payaso? ¿Pueden...?
—Dios, eres adorable.
Su boca se cierra de golpe y sus ojos se abren de par en par,
haciéndola parecer un personaje de anime.
—Sé que te estoy confundiendo ahora mismo. Me estoy
confundiendo a mí mismo. Te tropezaste aquí pareciendo algo salido de un
cuento de hadas, y te deseaba tanto, joder. Cuando me di cuenta de que
podías ser una amenaza potencial, me cabreé. Me cabreé conmigo mismo
por quererte. Me cabreé contigo por tentarme. Sé que no es justo, pero
hacía mucho tiempo que no deseaba algo tanto como te deseo a ti. Lo
admito, no lo he manejado bien.
Ella enarca una ceja.
—¿Qué tal una segunda oportunidad? Hola, soy Slade. Creo que eres
tan jodidamente hermosa que me duele respirar, pero tengo un pasado
jodido y arremeto cuando estoy enojado.
Le tiendo la mano y espero a ver si responde. Su mirada va de mi
mano a mi rostro, sus ojos se clavan en los míos, buscando la mentira. No la
encontrará, al menos no sobre esto.
Finalmente, desliza su mano en la mía y la estrecha.
—Hola, me llamo Astrid. Creo que eres muy guapo, incluso con el ceño
fruncido que siempre tienes. Puedo ver el futuro, pero como lo único que
veo es la muerte, eso me trastornó y me convierto en una perra delirante
como mecanismo de defensa para proteger mis partes blandas.
—Prometo tener cuidado con tus partes blandas en el futuro —
murmuro, deslizando un mechón de cabello detrás de su oreja.
—Nunca me he sentido más como un tercero en discordia que ahora
mismo —murmura Jagger, haciendo que Astrid suelte una risita.
—No eres un tercero en discordia. Seguro que eres un bloquea pollas,
pero nunca un tercero en discordia —respondo.
—Él no es un bloquea pollas. No voy a acostarme contigo. —Astrid
empuja mi pecho, pero mis manos se deslizan hasta sus caderas y la
mantienen en su sitio.
—¿Alguna vez? ¿O solo ahora?
—Ahora mismo. Aunque no te prometo nada. Puede que seas lindo
de cara, pero la mitad del tiempo, quiero prenderte fuego.
—¿Escuchaste eso, Jagger? Cree que soy lindo.
—Ah, el oído selectivo en su máxima expresión. —Jagger resopla antes
de deslizarse más cerca, ocupando el lugar que antes ocupaba Astrid.
Observo cómo su mano, grande y llena de cicatrices, se acerca a su
mandíbula.
—No quiero empezar de nuevo porque, bien o mal, conocerte ha sido
lo mejor de mi año. No quiero volver a empezar. Solo quiero hacer las paces.
—Se inclina hacia ella y presiona un beso apenas perceptible en la comisura
de sus labios.
Sus ojos se cierran un segundo antes de abrirse de golpe.
—Espera. A ver si lo he entendido bien, porque no sé si te he entendido
bien. ¿Me deseas? —me pregunta, con inseguridad.
Con mis manos aún en sus caderas, la acerco para que pueda sentir
lo dura que está mi polla.
—Joder, sí, te deseo.
Jadea al contacto antes de tragar saliva y volver a encontrarse con
la mirada de Jagger.
—¿Y tú me deseas?
Toma su mano y la desliza sobre su entrepierna, para que pueda sentir
el contorno de su erección, sin dejar lugar a discusiones.
Su boca se abre, como si se hubiera quedado sin palabras, antes de
sacudir la cabeza y recuperar la compostura.
—¿Tengo que elegir entre ustedes?
—No tienes que hacer nada que no quieras. Pero si pudiéramos elegir,
sería verte retorciéndote entre nosotros. Como a la mayoría de los chicos de
aquí, nos gusta compartir. —Jagger se lo dice sin rodeos.
Nos mira a los dos con curiosidad. En su expresión hay una pizca de
miedo, pero también puedo ver la lujuria en sus ojos.
—Es el doble de divertido. —Me inclino hacia delante y le doy un beso
en la mandíbula.
—Y el doble de angustia —susurra.
—Princesa, no pienso romper nada más que la cama.
Se ríe sorprendida antes de suspirar.
—No lo entiendo...
—¿Entender qué, princesa?
—Miren, ustedes son... —Agita una mano sobre nosotros como si esa
fuera la respuesta.
—Somos...
Resopla.
—Las mujeres se disputarían entre sí para subirse a cualquiera oferta
ustedes ofrezcan. Supongo que estoy preguntando, ¿por qué yo?
—No, quieres saber si te queremos porque es conveniente. No busco
a una esclava sexual, Astrid —le dice Jagger.
—Habla por ti mismo —refunfuño.
Me da un golpe en las costillas, haciéndome sonreír.
—No voy a disculparme por tener pensamientos muy perversos sobre
ti.
Ella sacude la cabeza.
—¿Y bien?
Suelta un suspiro antes que sus hombros se desplomen.
—No digo que no. Pero deberían saber que soy bastante aburrida. Soy
reservada y me gusta serlo. Venir aquí ha sido aterrador, pero...
—¿Pero? —empuja Jagger.
—Pero me ha hecho sentir viva. Llevaba tanto tiempo haciendo lo
mismo que creo que ni siquiera me di cuenta de que lo hacía hasta que
llegué aquí. Tratando de mantenerme a salvo, dejé de arriesgarme. No valía
la pena arriesgarse por el dolor inevitable.
—¿Y ahora? —pregunto suavemente, necesitando que ella asuma
este riesgo. Pero tiene que ser ella la que dé el primer paso.
—Y ahora me cuestiono todo. Tú mismo lo dijiste, soy como un
personaje de cuento de hadas. Solo que yo soy la que se encerró en una
torre.
Se muerde su maldito carnoso labio antes de asentir, tomando una
decisión.
—Me gustaría conocerlos un poco mejor antes de que esto vaya más
lejos. Te conté un poco sobre mi pasado con los hombres. Cometí muchos
errores cuando era más joven. El peor fue castigarme por cosas que no eran
culpa mía, dijeran lo que dijeran los demás. Bebía, fumaba, incluso me metía
en drogas. Y cuando estaba colocada o borracha, creía a todos los chicos
guapos que me prometían el mundo. Cuando se me pasaba la borrachera,
lo único que me quedaba era un puñado de promesas rotas.
Le duele admitirlo, lo noto en cada línea rígida de su cuerpo. Me
sorprende que haya dicho algo.
—Nunca merecieron tu tiempo. Pero si crees que eres la única persona
que hizo un montón de mierda cuando era más joven, te equivocas —dice
Jagger.
Me tenso ante sus palabras, esperando a que revele cosas sobre mí,
que no estoy seguro de estar preparado para que ella sepa, pero no lo
hace.
—Pero si necesitas tiempo para conocernos, tómatelo. No vamos a ir
a ninguna parte, Astrid —le dice antes de inclinarse más hacia ella.
—Vale —susurra.
—¿De acuerdo? —confirma.
Cuando ella asiente, él acorta la distancia que los separa y la besa.
Sus manos se deslizan en su cabello y la mantiene en su lugar mientras cierra
el trato. Puede que no sea tan lento como ella quería, pero debería haber
sido más específica.
Cuando se aparta, me abalanzo sobre ella, sin querer darle ni un
segundo para pensar. Tiro de sus caderas hacia abajo y la muevo contra mi
dura polla mientras le follo la boca con la lengua. No se resiste, a pesar de
sus dudas iniciales. Cuando sus manos se mueven hacia mis hombros y se
agarra a mí en vez de apartarme, gruño de agradecimiento.
Sí, sería muy fácil enamorarse de una mujer así. Y eso me da mucho
miedo.
CAPITULO 15
Tan pronto como se retira, cierro las piernas de golpe y giro la cabeza,
sintiendo cómo la vergüenza intenta abrirse paso a través de mi rabia. Pero
entonces me recuerdo a mí misma que no tengo nada de lo que
avergonzarme. Si quieren follarme, que lo hagan. Es para lo único que sirvo,
¿no? Así que estoy más que feliz de seguirles la corriente. Pero si creen que
volveré a entregarles voluntariamente pedazos de mi corazón, están
delirando.
Evito mirar a Jagger mientras se quita la ropa. Mis ojos se dirigen a
Slade, que sale del baño acariciándose la polla. Aprieto los muslos,
recordando lo que se siente al tenerlo dentro de mí. No importa que me
acabe de follar Jagger, no cuando Slade me mira así.
Por eso hui. No confiaba en mí misma con ellos. El poder que tienen
sobre mí me hace sentir débil y necesitada. Y estar esposada a la puta cama
mientras me hacen lo que quieren solo lo aumenta. Lo peor es que me excita
la impotencia. Después de todo lo que he pasado y los traumas que he
soportado, nunca habría pensado que tener a otra persona tomando el
control sería tan liberador. Incluso hay una parte de mí a la que le gusta que
la manoseen. No quiero que me hagan daño, pero me mentiría a mí misma
si no admitiera que ser inmovilizada y follada con fuerza hace que se me
doblen los dedos de los pies.
Una mano en la garganta o un puño en el cabello me han
proporcionado el tipo de felicidad que solo puede venir de entregarse a
alguien por completo, confiando en que no llevarán las cosas demasiado
lejos. Ellos me dieron eso. La chica rara que no caía bien a nadie tuvo la
oportunidad de ser libre entre dos de las fuentes más improbables. Pero follar
con mi corazón y follar con mi cuerpo no son lo mismo.
—Ahora te toca a ti, ¿eh? ¿Vas a joderme la actitud? —le digo
bruscamente cuando no se mueve.
Se queda ahí, recorriendo mi cuerpo con la mirada como una cálida
caricia, encendiendo las brasas que Jagger avivó antes que él. Slade me
ignora mientras le quita a Jagger la llave de las esposas y me libera. Antes
de que pueda levantarme de la cama, me levanta y me lleva al baño. Una
vez dentro, veo que ha llenado la bañera y ha añadido mis burbujas
favoritas. Me mete en ella con cuidado y me coloca un mechón de cabello
detrás de la oreja.
—No voy a follarte. Todavía no. Voy a cuidarte, y tú vas a dejarme.
Suelto una carcajada y pongo los ojos en blanco.
—¿Y por qué lo haría?
—Porque necesito arreglar lo que rompí. Te hice daño una y otra vez.
Sé que lo hice. Y lo siento mucho, joder.
—No te creo.
Su mano me aprieta la mandíbula con fuerza, no tanto como para
hacerme daño, pero sí lo suficiente como para que no pueda apartarme.
—No quería amarte, pero tú me atrajiste de todos modos. Nunca supe
que te necesitaba hasta que te fuiste, y no podía respirar sin ti. Puedes estar
cabreada conmigo todo lo que quieras. Yo también lo estoy, pero eso no
cambiará lo que siento por ti.
—¿Estás enfadado conmigo? —jadeo sorprendida.
—Huiste —suelta, con la otra mano chapoteando en el agua—. Me
abandonaste.
Me quedo con la boca abierta como un pez fuera del agua.
—Estás loco de remate. Absolutamente loco.
—Estoy loco por ti. Y si crees que voy a dejar que me dejes otra vez, te
mostraré lo que es realmente la locura.
—Diviértete con eso. Voy a subir las maletas y a buscar comida para
todos —dice Jagger desde la puerta.
Lo miro y lo fulmino con la mirada.
—No hace falta que traigas las maletas. No se van a quedar. Ninguno
de los dos.
—Oh, bien. Te haremos una maleta entonces, y cuando estés vestida,
podemos irnos. —Slade sonríe mientras Jagger desaparece.
—¿Irme? ¿Y dónde diablos crees que voy?
—A casa con nosotros.
Sacudo la cabeza.
—Esta es mi casa. Tienes que llamar a tu médico para que te cambie
la medicación o algo. No sé qué está pasando, pero no voy a jugar más a
estos juegos contigo. ¿Quieres follarme, Slade? Adelante. ¿Quieres que te la
chupe? Pásame un cojín para mis rodillas. Pero cualquier otra cosa está
fuera de la maldita mesa.
Gruñe, y su mano pasa de mi mandíbula a mi garganta, que agarra
mientras se inclina y me pellizca la boca con los dientes.
—Me follaré tu apretado coño y lo llenaré con mi semen. Luego te
follaré también esa boquita tan bonita que tienes. Haré que te ahogues con
mi polla mientras goteas sobre mis dedos.
Mi coño sufre espasmos ante sus crudas palabras.
—Y después de eso, me deslizaré en tu culo mientras Jagger se desliza
en tu coño. Te tomaremos juntos, una y otra vez, hasta que solo puedas
pensar en tenernos dentro de ti. Pero no solo quiero tu cuerpo, Astrid. Lo
quiero todo. Cada lágrima, cada palabrota, cada marca que me hagas en
la espalda: quiero tu oscuridad, tu luz y todas las sombras intermedias.
Puedes decirme lo que quieras, castigarme con tus palabras. Hazlo. Me lo
merezco. Pero no te dejaré. Lucharé por nosotros porque no soy el tipo de
hombre que huye de sus problemas.
—Que te jodan —gruño, sabiendo que esa burla iba dirigida a mí—.
Dejaste claro lo que pensabas de mí. ¿Por qué demonios no me iría?
—¿Por qué demonios no te quedas y luchas? ¿Acaso no valgo la
pena? —grita. Me suelta y se deja caer sobre el culo, ladeando la cabeza
mientras repite la pregunta. Solo que esta vez, sus palabras encierran un
asco que, a pesar de mi rabia, no me gusta oír. Ni un poquito—. ¿No vale la
pena luchar por mí? ¿No lo valgo?
Frunce el ceño y me mira a el rostro mientras las persianas caen sobre
sus ojos. Si no hubiera captado el destello de pánico, habría pensado por su
expresión inexpresiva que no le importa. Pero ahora me doy cuenta de que
ese rostro no es más que una máscara.
—No me odies. —Es una orden, pero su voz se quiebra y su dolor se
filtra. Y maldita sea, se siente como un cuchillo en las tripas.
—No te odio. Odio lo que nos hacemos el uno al otro. En lo que nos
convertimos el uno al otro. Somos tóxicos juntos.
—Podemos empezar de cero. Borrón y cuenta nueva.
—No hay ningún «borrón y cuenta nueva» para nosotros, Slade. Ni
para ti, ni para mí, ni para Jagger. Nos han pasado demasiadas cosas.
Nuestros pasados ya nos han moldeado. El prólogo de nuestra historia
comenzó años antes de que nos convirtiéramos en nosotros. No podemos
saltarnos eso para llegar a la parte buena. No en la vida real.
Cierra los ojos un momento, asimilando mis palabras. Por un segundo,
creo que va a asentir, a rendirse ante el último obstáculo y a marcharse. Me
sorprende que ahora me siga doliendo tanto como antes.
Solo cuando abre los ojos, hay una mirada de pura posesión que arde
desde lo más profundo de ellos. Entonces sé que he subestimado hasta
dónde puede llegar este hombre.
No puedo ver mi propio futuro, pero no necesito ser vidente para ver
cómo se va a desarrollar esto. Van a ganar. Me van a destrozar, y voy a
dejar que lo hagan. Porque por mucho que me hayan herido, estoy más
viva con ellos que nunca.
—Te amo.
Trago saliva ante sus suaves palabras.
—Estoy enamorado de ti, y nada de lo que digas o hagas lo cambiará.
¿Sabes lo que pienso? —Se inclina más cerca, sus dedos ahora recorren mi
clavícula—. Creo que tú también me amas. Nos amas a los dos, y eso te
aterra. Puede que no hayamos empezado en la misma página, pero
acabaremos juntos. Cuando acabemos, estaremos tan entrelazados que
nunca serás libre.
Se inclina más hacia mí y me besa suavemente.
—No tengo todas las respuestas, Astrid. Ojalá las tuviera —dice antes
de presionar su frente contra la mía—. Todo lo que sé es que estaba
destinado a amarte.
—¿Entonces por qué —sollozo en voz baja—, duele tanto?
—Duele porque te importa. Porque es real.
Cierro los ojos y lo respiro. Mis emociones se derrumban a mi alrededor
mientras caigo por el precipicio de la ira hacia las rocas escarpadas.
Mantengo los ojos cerrados mientras caen mis lágrimas. Las saboreo en los
labios antes de que caigan por la barbilla al agua.
—Astrid. —El sonido de mi nombre en sus labios como la tortura más
dulce. Placer mezclado con veneno, sus labios rozando mi garganta y
cerniéndose sobre mi pulso que late rápidamente. Una amenaza y una
promesa de que este hombre es capaz de besarme dulcemente y
arrancarme la yugular de un solo golpe.
Se mueve y oigo el chasquido de una botella al abrirse antes de que
sus manos enjabonadas empiecen a deslizarse sobre mí, empezando por los
hombros y bajando por la espalda. Sus gestos son dominantes y a la vez
relajantes, y me hacen entrar en un estado casi de trance.
—Recuéstate, mascota. Deja que me ocupe de ti.
Hago lo que me pide sin pensarlo ni resistirme, con los ojos cerrados,
negándome a salir de mi estado de ensoñación y dejar que la realidad me
invada.
Sus manos se deslizan por mi clavícula y descienden hasta mi pecho
mientras me lava los pechos con un tacto tan tierno que casi hace que se
me salten más lágrimas. Sus manos descienden por mi cuerpo hasta llegar a
mis piernas. Engancha la mano bajo mi rodilla flexionada y levanta la pierna
por encima del borde de la bañera, abriéndome para él. Sus dedos
acarician mi sensible clítoris antes de introducirse en mi interior.
—Me gusta cuidar de ti. Nunca había podido hacer eso por nadie. Mis
hermanos eran mayores que yo. Y cuando me alisté, era uno de los más
jóvenes. Lo mismo cuando fui a la cárcel. Sabía cuidar de mí mismo, pero
¿qué sabía yo de cuidar de otra persona? Demonios, nunca había tenido
un perro. Entonces apareció Salem, y era tan... —Su voz se entrecorta,
buscando la palabra adecuada.
Sé lo que quiere decir, a pesar de todo. Hay algo infinitamente dulce
en Salem. No importa lo que la vida le depare, de algún modo, la enormidad
de su don parece redondear los bordes afilados y dentados que alguien
como yo ha ido adquiriendo por el camino. No puedo evitar sentir un poco
de envidia.
—Salem es fácil de querer —digo en voz baja. A diferencia de mí. Pero
no lo digo en voz alta. Abro los ojos, lo miro y lo encuentro mirándome
fijamente, sus ojos encuentran los míos.
—Lo es. Quererla era fácil y seguro. Podía cuidarla como a una
hermana. Nunca fue mía, así que nunca tuve que preocuparme por
causarle ningún daño. Sabía que Oz y Zig la mantendrían a salvo de todos,
incluso de mí.
Alargo la mano y toco su mejilla. La tristeza de sus ojos llama a las
partes huecas de mi alma, instándome a actuar como un bálsamo y
calmarlo como él puede calmarme a mí.
—Y luego estabas tú. Eres cualquier cosa menos segura y fácil. Pero
Dios, te deseaba más que al aire, y eso me cabreaba.
No puedo evitar sonreír. Una parte de mí se deleita en el hecho de
que una don nadie como yo pueda tener un efecto tan profundo en alguien
como él.
Gira su rostro hacia mi mano y me besa la palma.
—Amarte es como intentar contener el fuego. Tan jodidamente
hermosa, pero tocarte me abre a un mundo interminable de dolor. No
estaba preparado para ti. Se supone que soy un mercenario malvado. Y
aquí estoy, arrodillado ante una princesa de cuento de hadas, muerto de
miedo.
Se retira y me ofrece la mano. La miro por un momento, intentando
ver todos los hilos que la atan. Al final, me dejo guiar por el corazón y deslizo
mi mano en la suya.
Me levanta y agarra una toalla para envolverme con ella. Me levanta
y me estrecha contra su pecho.
—Tengo miedo —admite una vez más. No puedo mentir y decir que
no me parece increíblemente sexy que se haya abierto y haya compartido
su debilidad conmigo—. Miedo de cagarla otra vez. Demonios, tengo miedo
de hacerlo bien. Pero no huiré, Astrid. Lucharé. Y ahora mismo, necesito que
tú también luches. Lucha por lo que los tres podríamos tener. Lucha por mí,
aun sabiendo que volveré a meter la pata y tendrás que darme una patada
en el culo por ello. —Baja la boca hasta que sus labios se ciernen sobre los
míos—. Lucha por ti, por la chica solitaria e invisible que solías ser. Te veo,
Astrid. Te veo.
Sus palabras susurradas son mi perdición. Se me doblan las piernas y
los sollozos me sacuden el cuerpo. Me levanta con facilidad y me lleva al
dormitorio, donde me espera Jagger, con una clara expresión de
preocupación en el rostro. Slade me coloca en el centro de la cama y se
sube detrás de mí mientras Jagger se tumba frente a mí.
No me resisto a que encajen a mi alrededor como piezas de un puzzle.
Y así es como me duermo, envuelta en su calor, dejando que se derrita poco
a poco el hielo en el que me he encerrado desde el día en que los dejé.
CAPITULO 31
Apex Tactical #3
SOBRE LA AUTORA
Candice Wright es la autora del bestseller internacional
Underestimated Series. Candice vive en el soleado (a veces) Reino Unido
con sus tres hijos ligeramente desquiciados y su sufrido compañero. Cuando
no está ocupada criando a la próxima generación de locos, se la puede
encontrar sentada ante el ordenador escribiendo palabras que espera que
resuenen o acurrucada leyendo historias de los autores que cultivaron su
amor por la palabra escrita.
TRADUCIDO, CORREGIDO & EDITADO
POR: