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para fans. Ninguna otra traducción de este libro es considerada oficial
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las que no es posible su publicación ya sea por motivos relacionados con
alguna editorial u otros ajenos.

Esperamos que este trabajo realizado con gran esfuerzo por parte de los
staffs tanto de traducción como de corrección, y de revisión y diseño, sea
de vuestro agrado y que impulse a aquellos lectores que están
adentrándose y que ya están dentro del mundo de la lectura. Recuerda
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Indice

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Staff
Moderadora de traduccion
Nanami27

Traduccion
Katiliz94 ZoeAngelikal
Nanami27 Clcbea
Key BrenMaddox
Shadowhuntertrp Blonchick
Nessied

Moderadora de Correccion
Nanami27

Correccion
Katiliz94 Lucero
Nanami27 Pily

Revision final
Pily

DiseÑo
Apolineah17
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Sinopsis
Sam no creía que las cosas podían empeorar en el campo de
Rehabilitación Thurmond. Entonces los Rojos llegan. Todos asumieron
que los niños con el poder de fuego habían sido asesinados hace años.
En su lugar fueron llevados, adoctrinados, y regresaron como
espantosamente efectivos guardias. Para su horror, Sam reconoce a uno
de ellos: Lucas, la única chispa de luz en la oscura infancia de Sam.
Lucas tiene un secreto mortal -venció el brutal entrenamiento que
convirtió a sus compañeros Rojos en esclavos sin movimiento. Cuando
Sam se defiende contra un ataque de un vil guardia PSF y se enfrenta a
un desgarrador castigo, Lucas debe arriesgar su todo por salvarla.

The Darkest Minds #2.5

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Uno
Sam
NO olvido caras.

No olvido nada en lo que mis ojos se hayan posado —ni el más


mínimo detalle del papel de pared blanco de flores en casa de nuestros
vecinos, ni las letras cursivas escritas en la pizarras blanca de mi clase,
ni los números que destellan en la pantalla cuando el hombre en el
abrigo blanco ajustó mi posición bajo el halo de la máquina metálica,
las señales en la altísima valla mientras nuestro autobús se
estacionaba por primera vez. ¡PELIGRO! ALTO VOLTAJE, SOLO
PERSONAL AUTORIZADO, NO UNA ZONA DE CARGA, PERMANECER
ALERTA.

Huele y suena que se ha vuelto nublado; creo, a veces, que puedo


recordar lo que era yacer en el en la hierba frescamente cortada en
nuestro patio. Creo que olía dulce. Creo que puedo estar a punto de
recordar como de sedoso Scout, nuestro golden retriever, era, yaciendo
en un área de luz de sol. Hubo una carcajada, también de los hijos de
Orfeo intentando subir por nuestras casas, medio cayéndose en los
arbustos. Lo que más recuerdo es el cielo despejado empolvado de azul.
No podía apartar los ojos de él. No había visto uno como ese desde
entonces.

Este lugar ha reducido mi mundo al gris, negro y marrón.

Todo se archiva en mi cabeza, claro y organizado, hasta que lo


necesito. Me pruebo todo el tiempo; ese mismo abrigo blanco, del que
había sido todo dedos helados y palabras desdeñadas, me dijo que no,
que usar mi rara multifunción de un recuerdo que de alguna forma lo
sobrecargaría, y que estaría tan muerto y rígido como los niños que ya
se enterraron. Intentaron que se aplicara sobre todos nosotros, estoy
segura.

Durante los primeros dos años, me había atrapado haciéndolo,


extendiendo esos recuerdos, y cierro los ojos, la garganta hinchada con
abundante pánico. Detenlo, morirás, morirás, Sam…

Durante los siguientes tres, fue como un reto. Cada éxito era un
pequeño estallido de brillante excitación para pimentar la eternidad de
días sin sol. Cada vez que lo hacía y nada ocurría, había conseguido esa
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misma sensación que tenía cada vez que me escurría en casa de Orfeo
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el Cuatro de Julio, y en secreto ellos me habían guardado una de sus


chispas para correr con ella antes de que mis padres pudieran incluso
darse cuenta de que me había ido. Había concebido a papá predicando
de Job, Pero como las chispas se levantan para volar por el aire, así el
hombre nace para la desdicha.

Ahora… simplemente no me importa. Unos meses se convirtieron


en años y ahora esos años están mutando en eternidad, y no hay
salida. Solía ser suficiente vivir dentro del gris, aceptar las cosas que no
podía cambiar incluso si eso significaba algo. Habían estado
sosteniendo advertencias sobre una posible segunda oleada de muertes,
como un hacha sobre nuestras cabezas, tanto tiempo como he estado
aquí. Usar nuestras habilidades lo desencadenaría. Comportarse mal lo
desencadenaría. Solo que, han hecho un gran trabajo al hacer de este
lugar un infierno que no estaría sorprendida si el auténtico se volviera
un lugar mucho más amable.

La salvación será encontrada en la obediencia. Papá está


separando un fragmento de advertencia cuando caminó hacia mí en la
parada del autobús escolar esa mañana. He desmantelado la frase mil
veces en mi cabeza e intenté volverla a montar en algo que leí en la
Biblia. Hablaba en parábolas y proverbios, y cuando se dio cuenta de lo
que yo era, apenas habló para nada. Alguna parte de mí aun piensa que
él me habría querido más si hubiera muerto, porque eso significa que
sería salvada.

Mamá solo quería lo que fuese que papá quisiera.

Pensé que eso era lo que yo quería, también, hasta que vi a mi


actual compañera de litera morir delante de mí. En esta cabaña, casi
hace un año, tan difícil como es de creer ahora. Y eso no era como
aquellos hombres en trajes con sonrisas muertas que prometían, que
sería tan simple como ir a dormir y nunca despertar. Pero esa noche,
me había quedado de pie al lado de ella y observé la muerte venir y
electrificarla de dentro a fuera, recuerdo pensar, estúpida, estupefacta y
cansada, Esto no puede estar bien, porque IAAN no se suponía que
destrozaría tu cuerpo, no se suponía que te haría gritar lo
suficientemente alto que ni siquiera al apretar los dientes se podría
contener el sonido. Pensé que sería más tranquilo, y autoritario, como
una firme y cálida mano llegando a través de la oscuridad para
levantarte fuera de este mundo.

Papá siempre hablaba de Dios con más temor que reverencia,


siempre consciente de como de enfadado Él estaba con nosotros,
siempre decepcionado mientras nos apartábamos de su plan. En la
escuela dominical cada lección y enseñanza había sido suavizada para
nosotros. No era un Dios enfadado, sino un Dios amoroso. Estaba ahí
por nosotros cuando nadie más lo estaba. Podíamos apoyarnos en Él
por fuerza.
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Ahora creo eso. Papa tenía razón. No hay perdón, ni en la vida, ni


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en la muerte.
Realmente estoy despierta cuando la alarma de la mañana
comienza a sonar a través del altavoz de la esquina de la habitación.
Permanezco de espaldas un momento más, frotándome las manos sobre
la cara, antes de sentarme y deslizarme sobre el lado de la litera. Mis
pies descalzos aterrizan al borde de la estructura de madera debajo de
mí, y la uso para estirar mi colchón y enderezar mis sábanas. Mis
zapatos y mi camiseta están en la litera de abajo, pero el espacio de al
lado está vació y lo seguirá estando desde que se han llevado a Ruby.

Nadie está hablando esta mañana, pero la cabaña se llena de


pequeños ruidos de vida. Las viejas literas crujen y gimen mientras las
chicas de la parte de arriba saltan al suelo. Bostezos estiran los rostros
cansados de par en par. Las articulaciones se agrietan mientras la
rigidez sale fuera. Me deslizo en mis zapatos, pasando los dedos por el
número de desvanecimientos garabateados allí en marcador
permanente negro, 3284, para apartar la suciedad. No me atrevo a
mirar a la cama vacía de nuevo, el colchón desnudo donde ella solía
dormir.

Necesito dejar de obsesionarme con esto, pero no puedo evitarlo.


Subiendo, bajando, no puedo evitar el espacio vacío; absorbe el aire de
mi pecho, haciendo que mi cabeza duela. No entiendo como alguien a
quien apenas conocía puede traer lágrimas a la superficie más rápido
que al pensar en mis padres, mis primos, las otras chicas con las que
he vivido en los pasados siete años.

Es como estar frente a un rompecabezas casi completo y del que


falta solo una pieza, pero esa pieza, la única que completa la imagen,
solo se… fue. No en la caja.

De alguna forma, la perdí.

Sé lo que debo tener, porque Vanessa, Ashley, todas me dieron


esas miradas cuando la chica de pelo oscuro apareció al principio hace
unos años.

—Cualquier cosa que hagas, no vale la pena —Ashley me había


susurrado. Las chicas mayores eran más valientes para hablar por la
mañana—. Odio ver chicas como esas. Ahora ni siquiera habla.

Esta oleada de dolor y miedo y algo que se sentía demasiado cerca


del pánico me había abordado desde detrás. El aire estaba entrando y
saliendo de mí en ráfagas cortantes. No había explicación para ello, otra
además de que yo fuese… que algo estuviera mal conmigo. Mi cabeza.
No olvidaba caras. No olvidaba nada. Y sin embargo, todo el mundo
estaba actuando como si ella hubiese estado con nosotros desde el
principio. Me estaban mareando con esas miradas de confusión,
compasión y curiosidad. Rompí en un sudor frío con las palabras de
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Ashley. Las partes de mí que apenas estaban juntándose después del


castigo que había tomado hace unos días antes de que comenzaran a
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separarse.
¿Es esta la segunda oleada? Recuerdo que pensé. ¿Perdemos poco
a poco lo que podemos hacer? ¿Iban nuestras mentes a quedarse en
blanco en un día?

Pero todas las otras tarjetas estaban en su lugar. Lo comprobaba


cada mañana, cada noche. Número de dirección de mi bloque. Las
estanterías de Mia Orfeo. Páginas de la biblia. Los patrones de adornos
para árboles de navidad. Ni Ruby, nunca ninguna Ruby antes de este
momento. Ella había llegado a mí, pequeña y de cara pálida manchada
de mugre como si hubiera estado trabajando en la fábrica todos los días
con nosotros. Y me agarró como si yo fuera capaz de sacarla de lo que
sea que la estaba ahogando. Ojos verdes, brillando con dolor. El PSF de
ese día me había golpeado en el suelo con su bastón de mano antes de
encerrarme en la jaula durante horas. Debí haberle dicho algo para
hacerle castigarme. Una mirada equivocada, algo que murmuré. Pero
eso era nebuloso, también. Debieron haberse llevado a Ruby mientras
yo no estaba.

Esa fue la única palabra que me dijo: Ruby. Le pregunté cuando


había entrado, cuál era su nombre, y lo único que había logrado
articular era su propio nombre.

La verdad es que vivió como una sombra. En silencio, siempre


tratando de hacerse lo más pequeña y rápida como fuera posible. Los
PSF, nunca la veían, nunca se fijaron en ella, y era difícil no estar
resentida cuando apenas podía pasar un día sin…

Negué con la cabeza, alisando el pelo en una cola de caballo.

¿Cómo puedo recordar cada día desde el momento en que me


trajeron por la maldita puerta hasta esa noche, pero que ella no está
ahí? Se disolvió como el humo.

¿Cómo puedes perder algo, sentirte tan mal por ello, cuando no
estás seguro de que lo tuviste en primer lugar?

Desde la siguiente litera más próxima, Vanessa chasquea la


lengua en advertencia —un deprisa levantarnos. Puedo decir que
tendremos un día de lluvia por delante de nosotras por la forma en que
el hedor de moho parece particularmente fuerte. Si estamos recibiendo
lluvia, significa que es demasiado cálido para que nieve, y eso siempre,
siempre, siempre es una bendición.

Los uniformes de invierno no son más que sudaderas del bosque


verde. No hay abrigos, a no ser que estés trabajando en el jardín. El
servicio de Lavandería, la Fábrica, y la Cocina están todas, en teoría,
calientes. Al final de cada turno en el jardín, devuelves las
monstruosidades grises de lana; no puedo decir si es porque
simplemente no están dispuestos a sacar los billetes y pagar por abrigos
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para todo el campamento, o si tienen miedo de que escondamos algo


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dentro de ellos. Esconder afilados palos de jardinería y podadoras de


mano, hacer contrabando de fresas, no sé.
Tomo otra respiración profunda y la contengo en mi pecho hasta
que no puedo resistir la quemadura. Cayendo en mi lugar en la fila, la
humedad terrosa de la cabina finalmente se desvanece bajo los olores
familiares de detergente normal, champú, y crema de piel. Las luces del
techo que se encendieron en advertencia rocían la piel de todas en una
calcárea ceniza.

Las puertas electrónicas se cierran en click una, dos y tres veces


antes de que el pesado metal se abra y el PSF entre, sus ojos posándose
por nuestras líneas torcidas. Con Ruby ausente a mi derecha Vanessa
ha tenido que intensificar su espacio, dejando a Elizabeth a solas en la
parte posterior para caminar con la mirada del PSF quemando su
cuello.

El grisáceo acero ilumina desde los nublados cielos en la cabaña


como una delicada neblina. Parpadeo, luchando contra la urgencia de
levantar una mano para protegerlos mientras el PSF inspecciona
primero nuestros uniformes y, después, el estado general de la cabaña.

En lugar de decir una palabra, la mujer, pelo rubio retorcido en


un bajo y apretado moño debajo de su capa negra, silbó y nos indicó ir
adelante, de la forma en que habría llamado a un perro a su lado.
Pongo los dientes al borde y convierto mi cansancio en molestia. Hay
algo en su sonrisa de hoy que no me gusta. Sus ojos siguen moviéndose
de atrás a adelante entre lo que sea que está de pie a lo largo de la
empapada fila y nosotras.

Cuadro los hombros mientras Vanessa y yo pasamos cerca de


ella, un intento poco entusiasta por abrazarme al helado aire de Enero.
La punzada de éste vuelve nuestras pieles rosas y nuestras
respiraciones blancas. Estuve equivocada al no tener suficiente frío en
la nieve; en un invierno en Virginia del Este, eso es que la lluvia de un
momento se convierta en helado granizo al siguiente, y después, cuando
te sitúas en esa miseria, de repente hay grandes y acolchados copos de
nieve cayendo a tu alrededor como plumas.

Estoy tan distraída por el esfuerzo que lleva el no ceder en el


apretar mis hombros y manos, en concentrarme en no mostrarles cuan
torpemente mi cuerpo quiere temblar, que ni siquiera los veo hasta que
las líneas se han llenado detrás de mí. Las cabañas son abiertas y
vaciadas por número, una cuidadosa secuencia que involucra parar, ir,
parar de nuevo mientras todos son conducidos fuera a su sendero
correcto, donde sea que se supone que van a estar —casas de lavados,
Comedores, o directamente a trabajar hasta la comida. Por un segundo
hay una pausa, y la mitad del tiempo creo que solo funciona porque
todos están demasiado cansados y fríos para intentar resistir el ser
arrastrados en la rutina. ¿Cuál es el punto, de cualquier manera?
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Pero porque cada día es exactamente igual, debería haber sido lo


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primero que notara, lo primero, dado por las brillantes camisas rojas
que están llevando. Los uniformes debajo de ellos son oscuros, gris
humeante, no el negro de los PSFs. Las yemas de mis dedos escuecen
solo al mirarlos, había sido muy difícil conseguir que la aguja de
plástico atraviese el grueso material por lo que me había pinchado
tantas veces y atraje sangre. Hace tres meses, habíamos cosido botones
en ellos, además de los parches de números a través de los bolsillos del
pecho. No había pensado en nada de eso en este tiempo. Habíamos
teñido y estarcido algunos números de uniformes de prisión, por lo que
había asumido… solo pensé que nunca los veríamos de nuevo.

A mi lado, Vanessa se las arregla para cortar su jadeo, pero no


puede poner la respuesta instructiva de su cuerpo bajo control. Para
satisfacción de nuestros PSF, parpadea y aparta la mirada con rapidez,
como si la visión del Rojo solo pudiera quemarla.

No necesito mirar a mí alrededor para saber que al menos la


mitad de nuestra cabaña ya ha averiguado lo que está ocurriendo. Esas
mismas chicas que ya han continuado más allá de las conclusiones que
a mí me llevará otra semana descifrar. Por todas nuestras diferencias,
nuestras mentes Verdes en realidad solo funcionan de dos formas, mi
forma, la cerradura de almacenamiento, o su forma, la habilidad de
conectar con múltiples puntos de una situación o problemas con tanta
facilidad y rapidez como respirar. Tengo la impresión de que los
aburrimos cada vez que intentamos hablarles, como si siempre
supieran lo que estamos a punto de decir después. En una fracción de
segundo, pueden ver la reacción de Vanessa, ver cuán jóvenes son las
personas, evaluar el color de la vestimenta, reconocer los uniformes que
ayudamos a coser, y reconocer ahora, en contexto, que los frustrantes
números de insignia en realidad eran los números de identificación del
Psi. Prácticamente puedo sentir sus mentes agitándose detrás de mí,
batiendo una frenetizada serie de pensamientos. Rojos.

Si las conozco, aquellas chicas estarán pensando por adelantado,


sus conclusiones inclinándose hacia el futuro. ¿Por qué están aquí?
¿Cómo me afectará? ¿Cuándo se marcharán? Pero estoy atrapada en el
pasado. ¿Las otras chicas recuerdan, de la forma que hago yo, las caras
debajo de las capas que llevan? Son blancas, por completo vacías que
parece que sus rasgos han sido pintados sobre la piel.

Mi estómago comienza a revolverse, el ardiente sabor de las


náuseas elevándose en mi garganta como acido. ¿Cómo? ¿Cómo
hicieron esto a esos niños? Conozco la primera cara que pasamos a lo
largo del Comedor; conozco a la chica porque estuvo en mi
campamento. Estuvo aquí durante casi dos años antes de que los Rojos
y Naranjas la sacaran esa noche. No olvido caras, y a pesar de que estoy
cansada de trocear los recuerdos y almacenarlos en un oscuro y cerrado
lugar, puedo sentirlos burbujear, intentando emerger juntos de nuevo.
Fuego en las cabañas. Fuego en el Comedor. Fuego en las casas de
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lavado. El cielo manchado de negro y humo. El chico que intentó huir


del Jardín, quien se chamuscó contra la verja cuando el fuego no pudo
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derretir el metal lo bastante rápido. Ese invierno, todo el invierno,


habíamos estado sin auténticas verduras y frutas porque las únicas
cosas a las que él no había prendido fuego ese día fueron nuestras
comidas y a él mismo.

Lo que pasaba con los Rojos era esto: sin importar como de
tranquilos fueran, observarlos era como tener los ojos puestos en una
olla de agua dispuesta a hervir. Un pequeño aumento en la temperatura
podía ponerlos a hervir, eso podía ocurrir rápido, en un segundo de
descuido. Eran los monstruos de nuestras historias, los que no podían
evitar merodear en las sombras. Y tan terroríficos como eran, tan poco
como se preocupaban por el resto de nosotros, nunca me sentí tan
derrotada como lo hice cuando los controladores del campamento los
apartaron. Porque incluso si el resto de nosotros éramos patéticos y
estábamos demasiado asustado para siquiera hacer contacto visual,
ellos siempre eran empujados atrás, siempre estaban luchando, nunca
caían en el patrón.

Creí que los matarían. Todos lo hicimos.

Mis pies fueron succionados por el oscuro lodo en Thurmond; ni


siquiera puedo sentir más el frío; pánico calienta mi sangre y hace a
mis manos temer a mi lado inútilmente.

No sostienen armas que pueda ver, ni pistolas, o cuchillos, o


incluso las máquinas de mano de Ruido Blanco. Imagino que eso tiene
sentido. Ellos son las armas de por sí.

¿Qué tienen que hacerles? ¿Cómo de fácil sería para ellos


hacérnoslo al resto de nosotros?

Cuento veinte a lo largo del camino al Comedor, espaciados


uniformemente, llenando los huecos donde solían estar los PSFs. Donde
hay uniformes, no están dejando rastros, observándonos pasar en
grupos, hablando entre ellos y sonriendo, en realidad sonriendo por eso,
los enfermos.

Se siente como un reto, como si quisieran vernos congelarnos solo


que un poco más cuando ven como de inútiles somos en realidad. Justo
cuando te vuelves entumecida por el frío deslizando sus huesudos
dedos de arriba a abajo por tu piel, cuando tus músculos se
acostumbran demasiado al programa de castigo de ir, ir, ir, ir, trabajar,
trabajar, trabajar, trabajar, cuando te das cuenta de que es posible
hacer oído sordo de las odiosas palabras, ahí es cuando el hombre de
pie en su Torre sabe que necesitan cambiar las reglas del que sea el
juego que estén jugando con nosotros.

Vanesa sigue intentando captar mi atención: la veo asentir hacia


cada Rojo que pasamos, como si de alguna forma pudiera inadvertir que
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están ahí.
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El granizo se ha vuelto lluvia, y antes de llegar a menos de cien


metros del Comedor, todos estamos empapados, el agua helada
golpeando contra nuestras ropas y piel, hasta nuestros huesos. No
puedo dar a los PSF el placer de verme mirar a cada uno de los Rojos.
Intento observarlos por el rabillo del ojo, evaluando cada cara.
Reconozco la mitad de ellas; eso tiene sentido. No había tantos Rojos en
Thurmond con los que empezar, e incluso entonces, intentaron
mantener a los chicos y chicas separados en las comidas y las
diferentes rotaciones de trabajo. Era más difícil cruzar caminos con
ellos, y me lleva un poco más de tiempo cavar en torno a los recuerdos
correctos, pero los tengo. Mis ojos se mueven de nuevo, valorando lo
que está por delante cuando nos encontramos en el Comedor. Y
entonces…

Creo que he sido disparada.

Ocurre muy rápido; el dolor corta limpio en mí, e imagino que la


bala golpea mi corazón en un ángulo. Hay francotiradores en el tejado
de la Torre de Control. Siempre están observando, siempre ajustando
sus punterías. Es intolerable. El dolor me quita el aliento. Rasguña mis
pies en el lugar.

Pero no estoy sangrando. Toco con una mano mi pecho, solo para
estar segura.

Sammy. Incluso ahora puedo escucharle decirlo. Me he esforzado


con fuerza por evitar que el sonido de su voz desapareciera. Sammy
Sunshine.

No estoy muriendo. Alucinando, tal vez. Porque creo… creo que


acababa de ver…

Vanessa es la única que básicamente me mueve hacia delante de


nuevo, conduciendo su rodilla en la parte posterior de la mía. El aguijón
de ello alivia cuando me convenzo de que lo imaginé. Mis dedos se
enrollan y desenrollan en puños y siento como que de alguna forma
estoy corriendo dentro de mi propia piel. No puedo situarme por mí
misma. Voy a gritar. La única forma de que pueda evitar que se escape
es presionar un puño contra mi boca.

Para el momento que estamos dentro de la nube de aire caliente


saliendo de las puertas abiertas del Comedor, el impulso de mirar otra
vez es como una banda de goma de pegar golpeando una y otra vez
contra mi piel. Ojala hubiera resistido, no mirado al chico puesto en la
puerta, con las manos cruzadas frente a él, su postura firme y fuerte.
Nuestros ojos se encuentran y apartan, y escucho sus rígidos guantes
negros crujir cuando sus dedos se aprietan en torno al otro. El Comedor
está calentado, sí, pero se siente tibio comparado con el calor que viene
de él. Una punzada de teñido pavor de reconocimiento se arrastra por
mi espina dorsal, hueso por hueso, hasta que creo que mis piernas se
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disolverán debajo de mí. Lo reconozco en la forma que conoces la


sensación del sol en tu piel después de pasar demasiado tiempo en la
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sombra.
Mi mente no me permite olvidar caras. A veces se siente como un
diminuto milagro. Una bendición. Otras, una maldición, algún tipo de
castigo por todas esas veces que desobedecí a mis padres y corrí como
salvaje por el barrio. Los niños buenos van al cielo; los niños malos
necesitan ser rehabilitados. Ahora sé que eso debe ser cierto; sé que
alguien, ya sea si están en el paraíso o aquí en este fragmento de
infierno, está intentando quebrarme. Estoy siendo probada.

Los años entre nosotros han adelgazado su cara redonda, hecha


buena con la promesa de heredar los rasgos cincelados de su padre.
Ojos oscuros se asientan debajo de cejas oscuras y abundante pelo
oscuro. El resto de nosotros estamos tan agotados de la vida después de
un invierno sin sol, que bien podemos mezclarnos con la nieve, pero él
está iluminado desde dentro. Él es lo mejor que he visto en mi vida. Lo
peor.

No puedo, trago la bilis, intento empujar la última imagen que mi


mente conserva de él. Diez años, dando con un toque la contraseña
cantarina para entrar en nuestro castillo imaginario en Greenwood, ese
reino secreto que él inventó en el abundante apiñamiento de árboles
detrás de nuestras casas. Su pelo brilla como el ala de un cuervo
mientras sube por la cuerda de la plataforma de árboles que su padre
nos había ayudado a construir, toma asiento en la almohada que
robamos de uno de sus sofás, y comienza a leer la historia del príncipe
perdido de Greenwood y un joven caballero —yo— decidido a
encontrarlo. Había pasado todo el día en la escuela escribiéndolo; eso
hizo a mi pecho apretarse con solo imaginarlo, un brazo envuelto en
torno al cuaderno, protegiéndolo de las miradas crueles de los niños
sentándose alrededor de nosotros.

Si pudiera, habría pasado los días encerrada en la fantasía de


nuestro tiempo robado ahí, pero nunca había sido capaz de desaparecer
tan por completo en mi imaginación de la forma que él podía. Era
estúpido estar tan colgada en ello ahora. Incluso entonces, debíamos
haber sido demasiado mayores para jugar así, o al menos en edad y
bastante inteligentes como para nombrar a nuestra tierra mágica
después de algo más que nuestra calle del barrio. Pero entonces no
había importado, y no importaba ahora, y lo que me sorprendió, más
que cualquier otra cosa, era como de mal era darse cuenta por nuestras
propias reglas que me sería negado el acceso a Greenwood, de cualquier
forma, los requisitos eran la amabilidad y la bondad en tu corazón, y yo
apenas ya sabía lo que significaban esas palabras. Pienso en ellas y le
veo a él. Así que ¿cómo hicieron esto, al chico que se había esforzado
por no llorar cuando encontramos el nido volcado de huevos en
Greenwood? Ellos ni siquiera tuvieron una oportunidad, había dicho él.

Quiero llorar, quiero llorar con rabia, pero la inútil furia que ha
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estado amenazando con ahogarme por años finalmente ha quemado la


última parte blanda de mí. Quiero ceder.
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Incluso en otra vida, otro mundo, donde todo fuera bien y
dulcemente normal, siete años nunca habrían sido suficiente tiempo
para olvidar el rostro que pertenecía a Lucas Orfeo.

No seremos alimentados de nuevo hasta la cena, pero no podía


forzarme a comer un bocado del pastoso puré de patatas o del estofado
de verduras. Hemos estado comiendo la misma insípida mierda durante
semanas, por lo que no era como que me estuviera perdiendo mucho.
No confiaba en que mi estómago no lo enviara navegando tan pronto
como me las arreglara para tragarlo.

El miedo nos siguió en el Comedor, cubriendo el silencio,


expandiéndose hasta que pensé que con el tiempo empujaría las
paredes fuera de alineamiento. Se multiplicaba más rápidamente que
las malas hierbas en el Jardín. Esto es lo que hace tan difícil, bueno,
una de las muchas cosas que pone este lugar en la esquina de lo
sombrío y la miseria. Nunca hay una explicación. Ni por la forma en que
se supone que nos comportamos, ni por qué hacen las cosas que hacen.
Cuando primero comenzaron a trabajar en la Fábrica, Ruby dijo…

No. Eso no era cierto. Ruby no estaba aquí cuando comenzaron a


girar sobre la oscura suciedad, excavando en la tierra. Ella no había
sido la única en apostar por la suposición de que los controladores del
campamento finalmente iban a ocuparse de nuestros problemas,
permanentemente. Nos pusieron donde nadie sería capaz de
encontrarnos.

Me apuntalé la frente en contra las manos, intentando limpiar el


zumbido de dolor detrás de mis sienes. Parpadeé una vez, y la imagen
de una niña de pelo oscuro se fue, reemplazada por una especie de
pánico con ira. Eso ralló mis nervios. Volvió a mi corazón incontrolable
por ninguna motivo en absoluto.

Estaba agradecida por ello, sin embargo, porque la ira era lo


único lo suficientemente fuerte como para distraerme de observar a
Lucas. Los Rojos, los cinco que habíamos visto antes, habían entrado
en el Comedor y habían hecho paseos constantes de arriba a abajo por
las filas de silenciosas mesas y bancos de madera. Me pregunté si
habían sentido tan claramente como el resto de nosotros lo hicimos,
que aún estaban siendo vigilados, incluso si habían sido claramente
ascendidos para vigilarnos. Los PSF se agruparon en las esquinas de la
gran sala, cabezas doblándose hacia otras mientras captaban y
separaban cada movimiento rígido de los iniciadores de fuego. Una
parte de mí se preguntaba si tenían más miedo de los Rojos que
nosotros.

Lucas pasó por nuestra mesa dos veces, una detrás de mí, una
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vez delante de mí. Cada vez apartaba la mirada antes de que pudiera
atraparme observándolo, aceptando cada centímetro de su apariencia,
Página

buscando a mi amigo en él. Intentando convencerme de que no me


estaba ahogando en una especie de desesperada ilusión. Era como no
darte cuenta de que estabas muriendo de hambre hasta que un festín
fuera puesto frente a ti.

Más mayor, más alto, más endurecido Lucas. Lucas con hoyuelos
en la barbilla.

Rojo.

La palabra corrió en círculos por mi mente mientras nos


acercábamos a la Fábrica, una única palabra que de alguna forma
abarcaba toda una nube oscura de pensamientos. Rojo, Rojo, Rojo, Rojo.

Había pensado en eso, ya sabes, me pregunté si los dos aún


estaban con vida, si estuvieran en un campo como el mío. Mis primeras
semanas aquí, había soñado despierta acerca de verles desde el otro
lado del Comedor o el Jardín, recibir un golpe con la falsa alarma alta
caliente de reconocimiento a pesar de todo estando en mi cabeza. Me
aferré a la posibilidad de eso, incluso cuando los años pasaban. Lucas
sería Verde, como yo. Solo que no lo vería porque mantenían a los
chicos y chicas separados. Mia sería Azul, lo que explicaría también por
qué no la había visto. No permitían que los colores se mezclaran a
menos que estuviéramos en el Jardín. Cuidé de esas pequeñas
esperanzas durante años, protegiéndolas, manteniéndolas cerca de mí
como una vela en una tormenta.

Y tal vez una parte de mí recordara esa historia —Sir Sammy,


caballero justo, de camino a encontrar y rescatar al Príncipe Lucas del
afloramiento de rocas que se duplicaba como una mazmorra y fortaleza
dependiendo del día. Cantaría, y él respondería con un grito, cantaría y
él respondería de nuevo, una y otra vez hasta que estuviéramos
cansados del juego o nos llamaran para cenar. Siempre lo encontraba
donde sabía que estaría. Esa era la búsqueda de lo que era la parte
importante.

Con el tiempo, creías y parabas de fingir. Este lugar elimina hasta


tu último sueño. Aclara tu cabeza de estupideces. La verdad era simple,
no un brillante cuento de hadas. Lucas era un año mayor que yo y tres
años mayor que su hermana, Mia, pero ninguno había sido golpeado
con IAAN en el momento que los había conocido. Se mudaron unos
meses antes de que me diera cuenta de que ya había sido afectada
por... el virus, la enfermedad, lo que fuera. Ambos de sus padres habían
perdido sus puestos de trabajo y se dirigieron al norte para intentar
encontrar trabajo en una ciudad más grande.

Bedford era una ciudad pequeña, de hecho incluso más pequeña


por la crisis económica y de los mercados de fondo de los que las
personas en la televisión no podían dejar de hablar. Mis padres no me
habían dejado despedirme de los Orfeos, a ellos nunca les había
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gustado su “influencia.” Habían susurrado esa palabra como si fuera el


nombre del mismo diablo. Influencia. No les gustó en la que actué
Página

cuando finalmente llegué a casa, pasando por las habitaciones,


intentando de recrear la forma de libertad en la que habíamos corrido
alrededor de su casa y fuera en Greenwood, golpeándonos entre
nosotros con espadas de plástico. No les gustó cuando les dije que la
señora Orfeo nos dio tentempiés, o cuando repetí algo que ella había
dicho. Me llevó un tiempo entender que cuando no te gusta alguien,
nada que puedan decir o hacer jamás parecerá correcto. Algo tan
inofensivo como dar a un niño una galleta se convertía en algo agresivo,
un desafío a su autoridad.

Así que los había observado conducir afuera desde la ventana de


mi habitación, llorando con mis estúpidos ojos, odiando a todos y a
todo. No paré hasta que encontré el haz de luces de bengala que él
había dejado para mí en el fuerte del árbol. El cuaderno de historias
que había pasado tres años escribiendo. Los guardé ahí por lo que mis
padres no los encontrarían y se los llevarían. Me pregunto todo el
tiempo si todavía están allí. Si Greenwood existe en algún lugar fuera de
mi cabeza.

Mi familia solo tenía que quedarse porque vivíamos de la caridad


de la Iglesia. No sé si mis padres están en la antigua casa, o si lo
recogieron y se mudaron tan lejos de los recuerdos de su monstruosa
hija sin bendición como pudieron. Ojalá no me importara.

Lucas y otro Rojo, una chica con el pelo rubio cortado, sirvieron
como nuestros escoltas. Tuve que forzarme a mirar a la parte posterior
de la cabeza de Ashley para no mirarlo cuando de pronto igualó mi
ritmo. Lo juro, él era lo suficientemente caliente para que la nieve se
derritiera antes de que le tocara, que me mantuviera caliente toda esa
miserable caminata por el barro y aguanieve. Pero eso habría sido una
locura.

¿Dónde había sido enviado, si no había estado en Thurmond?


¿Dónde estaba Mia? ¿Era ella como él, o yo, o era ella uno de los otros
colores?

Las puertas de metal de la Fábrica siempre suenan como si


estuvieran eructando mientras son arrastradas al abrirse por los PSF
esperando dentro. Mis manos son inútiles, estrechas y rígidas por el
frío, pero de todos modos intento exprimir el agua de mi pelo y
sudadera. Dejamos un rastro de barro y agua manchada detrás de
nosotros que las cabañas Verdes en la rotación de limpieza van a tener
que limpiarse después de la última comida.

Hielo todavía nubla las claraboyas, no es que haya ningún


autentico sol para filtrarse a través de las nubes de suciedad de esta
mañana. Los inviernos se alargan una eternidad en este lugar,
arrastrando cada hora oscura hasta que se vuelve casi insoportable.
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Hay una cosa que no puedo recordar: lo que se siente estar


verdaderamente caliente.
Página
El edificio es lo suficientemente grande como para tragarse varios
cientos de niños. El nivel principal no es más que extensiones de mesas
de trabajo y contenedores de plástico. Las vigas de metal por encima
normalmente están llenas de figuras en uniformes negros agarrando
sus armas grandes, pero hoy solo hay una docena, tal vez menos.
Aunque también hay muchos en el suelo. Un pensamiento comienza a
solidificarse en el fondo de mi mente, pero lo alejo antes de que pueda
tomar forma. Necesito concentrarme. Tengo que conseguir a travesar el
hoy, y tal vez mañana se sentirá más fácil. Siempre se vuelve más fácil
cuando te acostumbras.

Veo a uno de los PSF extender un brazo, señalando a donde


Lucas tiene que estar contra de la pared del fondo. Cuando lo mira sin
expresión, el de uniforme negro deja escapar una explosiva maldición y
lo maniobra ahí por la fuerza. Vemos, en el mismo momento exacto en
que los PSFs lo hacen, que a los Rojos les necesita ser demostrado
exactamente qué hacer. Y de alguna forma, esto me asusta más que
pensar que estos chicos se hayan vuelto contra nosotros, que el que
pudieran ser quienes quieran hacernos daño voluntariamente. Esto
significa que no son nada más que armas. Armas de fuego. Apunta,
listo. Apuntadas, objetivo. Apunta, fuego. Son como los viejos soldados
de juguete de metal que a Lucas le fue dado por su abuelo. Incapaces
de actuar por su cuenta, pero formados con bordes afilados lo suficiente
para cortarte los dedos si no tienes cuidado.

No me importa lo que es él. No me importa lo que pudiera


hacerme, me importa lo que le han hecho a mi Lucas. He visto a
suficientes niños Rojos como para saber lo que la habilidad les hace,
como de caliente queman por dentro sus propias cabezas. Pensamos
que se llevaron a estos chicos para matarlos, y ahora veo que les han
hecho algo mucho peor. Les han sacado el alma del cuerpo.

¿Es esta la cura? ¿Es esto en lo que han estado trabajando?

¿Después de todos estos años, esto es lo que tenemos que esperar?


Caras en blanco, mentes en blanco. Y sus ojos... Mi estómago se apretó.
Los Rojos no se habían molestado en particular por quien se interponía
en el camino de sus habilidades, pero cuando otro niño se hería, era
más a menudo eso que no un accidente. Con cada intento de fuga, cada
pelea que provocaban, sabíamos que cuando tomaran partido, estarían
de nuestro lado.

Me moví con rigidez en el lugar, encajando en mi lugar habitual


en nuestra mesa. Es solo cuando cierran las puertas que me empiezo a
sentir la sensación de volver en mí, y aun entonces, es solo porque
Vanessa y Ava están apiñados a mi lado, hombro con hombro. No se
puede hablar, pero al menos podemos compartir el calor que se
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desprende de nuestra piel a medida que comenzamos a movernos.


Página

Un cubo de plástico sobre la mesa está lleno de lo que parece ser


un surtido de teléfonos móviles viejos. No hay instrucciones dadas, solo
tres compartimientos separados en frente, cada uno de un color
diferente. En la Fábrica, reúnes, ordenas, o desmontas. Quieren cada
teléfono desglosado en tres partes, veo a Vanessa desmontar el primero
para ver si sus sospechas coinciden con las mías. Batería en un
contenedor, la tarjeta de almacenamiento en otro, la carcasa de plástico
en el tercero.

El trabajo que hacemos aquí no es importante. No nos pueden


dar algo afilado, o cualquier cosa que nos pueda ser tentada a tomar y
utilizar más tarde como un arma, contra nuestra suave piel, o la de
ellos. No tijeras, incluso. Todo esto solo funciona para cansarnos.
Hacernos más fácil barajear y ser pinchados en nuestros lugares.
Después de estar de pie durante seis horas cada día durante semanas,
no queda suficiente por lo que luchar en ti para resistir el tirón de
sueño por la noche. No hay suficientes pensamientos que queden en tu
cabeza para preguntarte donde, los uniformes que has cosido o los
teléfonos que has desmantelado, van.

Mis dedos hoy parecen ser tan confusos y torpes como mi mente.
No puedo conseguir recomponerlo, mantenerlo unido. Dejo caer la caja
del teléfono en la mano antes de que pueda sacar la batería, enviándola
a estrellarse contra el suelo de cemento. Ava se tensa a mi lado,
alejándose por lo que cualquier PSF que pudiera estar observando
sabrá que no fue ella. Me dejé caer sobre mis rodillas, tocando
rápidamente a ciegas debajo de la mesa hasta que mis dedos se
cerraron alrededor de ella.

Únelas, Sam. Mi cabeza se siente lo suficientemente ligera como


para alejarse de mi cuello como un globo. Intento ponerme de pie, y mi
visión destella en blanco, negro, blanco. Cuando Vanessa toma mi
brazo, permito que me ayude de nuevo a ponerme de pie. Pero el agarre
no alivia, incluso después de que estoy estabilizada.

Siento la aproximación desde atrás como un viento frío soplando


hasta la parte posterior de mi camisa, exponiéndome. Así es como se
siente un pájaro, pienso, cuando sienten una tormenta aproximándose en
la distancia. Sé que mi respiración está saliendo en jadeos de luz, y me
odio por ello. No me gusta la forma en la que quiero meterme debajo de
la mesa y volverme más y más pequeña hasta que desaparezca por
completo.

No sé lo que, al final, hace a una persona lo que es. Si todos


naceremos de una manera, o si solo llegamos allí tras una serie de
opciones. La Biblia afirma que el mal actúa en sus propios deseos e
impulsos, porque Dios es bueno, solo es bueno, y Él nunca obligaría a
un alma a la maldad. Que se supone que debo contar con la justicia en
la próxima vida, incluso si no puedo tenerla en esta. Mi padre diría que
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el Diablo nos trabaja a todos por sus propios fines y que debemos estar
constantemente en guardia para protegernos de él. Ayuda, a veces,
Página

pensar en el hombre detrás de mí como el mismo Diablo; es más fácil


para convertirme en el león que necesito ser. Puedo fingir que conozco
sus trucos, que no es un ser humano impredecible con un
temperamento que cultiva cuidadosamente como una rosa con espinas
de cortar.

Ayuda. A veces.

Él no dice nada al principio, pero su aliento es caliente en el dorso


de mi cuello, y su olor —aceite, humo del cigarrillo, vinagre y sudor—se
envuelve a mi alrededor como un abrazo, atrapándome donde estoy. Mis
movimientos se vuelven dolorosamente cuidadosos. El sudor que viene
a la palma de mi mano convierte el sostener cada caja un reto, pero no
dejaré que mis manos tiemblen. Me niego a darle el placer de saber que
me afecta más que los demás PSFs.

Es uno de los pocos que aún lleva un uniforme completo de PSF;


todo negro y amenazante, con el símbolo Psi Rojo bordado sobre el
corazón bajo la del cosido nombre de Tildon.

Mantengo los ojos en los contenedores frente a mí, pero me


pregunto, todo el tiempo me pregunto, si él o alguno de ellos haría estas
cosas si nos fuera permitido mirarlos cara a cara. ¿Se sentirían tan
libres de herir a alguien tan humano como ellos? Tal vez simplemente
no les importaría.

Debería saberlo mejor; él no es alguien al que le guste ser


ignorado. El PSF deja salir un disgustado sonido que parece rasgar a
través de mis tímpanos. Da un paso atrás y estoy a punto de soltar el
aliento que había contenido cuando siento una mano deslizarse debajo
de mi sudadera. Bajo mi camisa. Un pulgar frota mi espalda.

Soy yo.

Veo que el pensamiento se refleja en los rostros aliviados de las


chicas a mí alrededor. Este es el tercer día consecutivo desde que
comenzó la rotación que él se ha centrado en mí, yendo a caminar por
los alrededores como un cazador recogiendo a un ave que ha disparado
del cielo. No puedo creerlo. No quiero creer que soy yo.

Mis músculos se bloquean primero. Mi cabeza zumba, vaciada de


todo pensamiento. El repentino cambio de matón acosador, a esta
realidad, ladea mi mundo. Es un delicado y suave toque, y tan vil que
creo que mi piel está realmente gateando por de alejarse de ello. No sé
qué hacer, sé lo que quiero hacer. Gritar, empujarlo, ceder a la
quemadura de la bilis en mi garganta. He sido golpeada tantas veces
que nunca se me ha ocurrido que este tipo de contacto podría ser
mucho peor que el dolor. Las manos se deslizan alrededor de mi cadera,
abajo…
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Me enderezo, volviendo la cabeza a un lado. El rostro de Vanessa


desaparece cuando se aleja, permitiendo a una nube de pelo oscuro
Página

rizado protegerla. ¿De qué tiene que tener miedo? Nos ha llevado años
ver el patrón de su interés, el cuidadoso proceso de su selección. El
último mes, cuando coincidimos en la tarea de limpieza con otra cabaña
Verde, una niña nos susurró sobre lo que le ocurrió a su compañera de
litera. Mientras yo esté en la habitación, no habrá nadie más para él.
Solo que, la atención de los dos últimos días se ha centrado, afilado de
la nublada crueldad a algo... algo como esto.

—Trabaja más rápido. —Su voz me hace pensar en la forma de


condensación recopilada en las paredes del sótano sin terminar de mis
padres. Las piedras son tan oscuras y la iluminación es tan mala que
sientes el frío goteo hasta que ya está en su piel. No puedes evitarlo.

Veo su reflejo en la pantalla del siguiente teléfono que recojo. Su


cuerpo está caliente y húmedo y me repugna más que incluso la visión
de su rostro. ¿Cómo puede alguien que parece tan normal, como el
hombre que había entregado nuestro correo esa tarde, ser de esta
forma? Quiero saber de qué agujero salió, y cómo puedo enviarlo
directamente de vuelta a él.

Hay otros observando que esto suceda, desde arriba, desde


alrededor de mí. Siento sus ojos, puede sentir la atención en la
habitación cambiando cuanto más tiempo él se queda allí, oliendo mi
pelo, presionándose contra mí. A pesar de que el odio hierve en mí, la
vergüenza está justo en sus talones. Es lo más estúpido del mundo, sé
que es, pero estoy avergonzada de lo que me está haciendo y que otros
lo estén viendo.

Cuando aún no reacciono, agarra mi muñeca, girándola en el


aire.

—¡Inspección! —Grita, claramente deleitado en la palabra—.


¡Ayuda!

Antes todo estaba tranquilo en la Fábrica, pero ahora realmente


se puede escuchar la lluvia sangrado a través de las grietas en el techo.
La lluvia y el granizo cortan contra las paredes y el cristal de arriba,
frotándose contra ellas como olas. Creo que me estoy ahogando; en
realidad estoy asfixiándome al intentar meter aire en mi pecho. Antes de
hoy, habría estado de pie ahí y aceptado, pero ahora sé que hay algo
que está buscando. Algo que quiere ver.

Había mentido sobre mí robando algo de la papelera solo para


quitar hasta la última capa de ropa y triturar de defensa que me ha
quedado frente a todos. Cuando éramos niños, esto no era nada. Una
PSF femenina nos llevaría a la esquina de la habitación y estaría de pie
sobre nosotros mientras nos quitábamos nuestros uniformes para
demostrar que no estábamos escondiendo nada. Ya no soy una niña, y
ninguna de las mujeres parece estar viniendo hacia adelante. Veo una
en las vigas, más mayor, gruesa en la cintura, y está observando todo
21

esto suceder con una mirada contraída en su rostro. No va a irse hacia


las escaleras. Ninguno de ellos.
Página

Pero no parecen sorprendidos.


Así que él inicia el proceso para ellos, tirando de mi camisa el
resto del camino para salir de mis pantalones cortos. Escucho a
Vanessa dejar escapar un jadeo de sorpresa, oscilando alrededor y
golpeando la mesa.

Empujo mi codo hacia atrás, intentando moverlo.

—Cuidado —advierte.

Caliente vergüenza me atraviesa. Estoy furiosa conmigo misma


por mostrar a estas otras chicas que no me defenderé. Ava está
observándome con ojos que son piscinas de impotente horror, y me doy
cuenta, con súbita claridad, que si fuera alguna de ellas, alguna de las
chicas de mi cabaña, yo habría hecho algo de inmediato, dicho algo
para hacer que se detuviera. Necesito hacer lo mismo por mí.

Porque sé a dónde se dirige esto. Antes de que la chica Verde nos


lo dijera, habíamos escuchado susurros en las casas de lavado y en el
Jardín. Sé lo que el lenguaje su toque está intentando hablar, y siento a
la vieja Sam, el león, rugiendo a través de mi sangre otra vez. Nadie
consigue creer que no me defenderé.

Sé que el orgullo es un pecado, pero preferiría estar muerta que


permitirle —a cualquiera de ellos— pensar por un segundo más que le
está permitido hacerme esto a mí.

Cuando lo siento inclinarse hacia delante de nuevo, no dudo.


Conduzco ambos codos atrás a sus entrañas, atrapándolo con la
guardia baja. Sé que no le hace daño, por eso lanzo la cabeza hacia
atrás y me aseguro de arañarlo también en la cara.

Y siento que estoy girando, girando, girando, imprudente con


deleite por el pequeño poder que he logrado recuperar.

Tanto Vanessa como Ava gritan. Por el resquicio de mi visión, veo


una mancha de color rojo viniendo hacia nosotras y me doy cuenta de
que mi visión es borrosa porque mis ojos están acuosos por el golpe. La
sangre está zumbando en mi cráneo, pero no puedo sentir ningún dolor.
Apenas escucho Tildon cuando él empieza a maldecir y escupir una
palabra vil tras otra. Un PSF permanece a corta distancia con los ojos
molestos, mirando entre nosotros y un soldado está hablando por la
radio, diciendo, No, y, Control de Calma, y Arreglado…

Me balanceo para enfrentar a Tildon mientras jadea:

—Pequeña… ¡puta!

Se está agarrando la nariz, las palabras amortiguadas por los


dedos y la sangre. Busca a tientas la pequeña máquina de Ruido Blanco
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a su lado y arremeto con el pie, golpeándolo. Me siento como a mil


metros de altura, como si pudiera conseguir otro éxito sobre él ante los
Página

soldados en negro que llegan a mí. Sí, lo hago. Arrastro la mano hacia
atrás y le doy una bofetada tan fuerte como puedo en la cara, curvando
los dedos en el último segundo. Las uñas que me he roto trabajando día
tras día en esta Fábrica cortan la resbaladiza y carnosa parte de su
mejilla. El aliento sale de él como un soplido de neumático; la sangre
goteando por sus labios sale a chorros, enviando una fina rociada en mi
sudadera.

Está escarlata con rabia mientras tropieza hacia mí, balanceando


su brazo libre para intentar aporrearme con el puño carnoso. Las chicas
a mí alrededor se han metido debajo de las mesas; soy vagamente
consciente de las voces y espero que el Ruido Blanco, el disparo,
termine mi historia. Ha pasado mucho tiempo desde que cualquiera de
nosotros intentáramos esto que me pregunto si han olvidado lo que se
supone que deben hacer.

Salen de la bruma bastante aturdidos. El balanceo de un bastón


se registra cerca como un cambio en el flujo del aire a mí alrededor.
Susurra mientras se balancea hacia abajo. Para el momento que está
ahí para conectar con mi cráneo, ya estoy cayendo hacia delante. El
peso que se ha estrellado en mí por detrás me tira al suelo. Mi barbilla
conecta con el hormigón y saboreo la sangre. No hay ni una sola parte
de mí que no esté latiendo con dolor, pero de alguna forma aún no he
terminado. La figura encima de mí está alimentando el fuego. Pateo
hacia atrás, intentando atraparle, no puede tenerme, no permitiré que
Tildon me haga esto.

Mis manos son torcidas debajo de mí y sujetadas con dificultad


contra mi espalda. La mano que se cierra alrededor de ellas es lo
suficientemente grande como para capturar ambas muñecas a la vez y
fijarlas con la unión de plástico. Lanzo la cabeza hacia atrás,
levantándola como un caballo encabritado, y el calor en mi espalda
cambia, inclinándose más cerca de mí oreja. Él respira una palabra—:
Sammy

23
Página
Dos
Lucas
Va a matarla.

Pasas tanto tiempo viviendo dentro de la ira, empiezas a


reconocer sus diversas sombras violentas. Él inhala y jadea como el
Gran Lobo Malo y es tan lento en recuperarse de ese golpe a su pecho
que no puede esquivar la parte trasera del cráneo cuando ella lo envía
volando directo a su rostro. Entre la sangre que ha corrido a su rostro y
la sangre que ha salido corriendo de su nariz dislocada, la piel del FEP1
lucía llena de ampollas por su propia edad. Este es el tipo de ira que
rompe huesos. Aplasta tráqueas.

No es hasta que ella se voltea y le clava sus garras a lo largo del


rostro que el entendimiento hunde mi corazón como una piedra. El hilo
de comprensión se convierte en un rugido mientras la chica se voltea en
mi dirección, respirando fuerte, líneas severas convirtiéndose en un
hermoso rostro desafiante. Ella parece algún tipo de guerrero con su
abundante cabellera rubia color miel cayéndose del nudo, su rostro
enrojecido con absoluta satisfacción. Este es el rostro de una chica que
una vez saltó de un árbol y se rompió un brazo solo para probarme que
no estaba tan asustada como yo.

Esta es Samantha Dahl.

Jodido idiota, pienso salvajemente, mis manos presionando con


fuerza mis piernas para evitar cerrarlas en puños. Mierda, mierda,
mierda. La he visto antes mientras caminaba hacia la Fábrica…bueno.
Antes de eso. La vi esta mañana yendo hacia la Cantina. La vi dentro de
la Cantina. La vi en cada paso que dio aquí, sintiendo cada uno como
tétrico mientras debí haber parecido que estaba limpiando los
alrededores. Mis ojos seguían brincando hacia ella, atraídos a su rostro
como una vela solitaria en la oscuridad. Soy tan malditamente estúpido
que incluso cuando vi la leve cicatriz sobre su labio, curvada hacia su
nariz, pensé, debió haber tenido un labio leporino como Sammy. Estaba
tan malditamente ocupado viendo a mi alrededor, buscando un rostro
en particular, que obvié el que ya estaba aquí.

Él la tocó. Lo observé hacerlo. Cubriéndose sobre ella de esa


forma, pensé que quería intimidarla, empujarla como hacen con todos
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los niños aquí. Pero la mirada en su rostro parecía la de una serpiente,


ojos vidriosos, la boca en una permanente sonrisa petulante, piel
Página

1
FEP: Fuerzas Especiales Psi.
brillando bajo las luces blanquecinas. Parecía ebrio con la sensación,
dirigiendo su rostro hacia el oído de ella. Tuve que concentrarme en
controlar mi respiración. Arriba en el techo, los FEP’s merodeaban como
halcones, inseguros de si intervenir o no con la caza que estaba
sucediendo abajo. No sé qué pensaron cuando se miraron entre ellos,
pero sí sé que no hicieron una maldita cosa para detenerlo cuando se
puso más endemoniadamente audaz. Patanes inútiles. Se lo que
“buscar” significa. Iba a desvestirla justo aquí, en frente de todo el
mundo. Usar eso como excusa para degradarla. Controlarla totalmente.

Y Sammy… nunca iba a dejar que eso pasara. Lo veía en su


rostro. Sabe exactamente qué es lo que le va a pasar y simplemente no
le importa. Es una buena peleadora contra las cuerdas, lista para caer
luchando.

No puedo hacer una maldita cosa.

No me han dado la orden de moverme. De refrenarla. De hacer


cualquier otra cosa que estar aquí parado como un espantapájaros,
tratando de mantener a los chicos revoloteadores en la raya con nada
más que su propio miedo. Para los controladores del campamento y los
FEP’s, nuestras mentes han sido drenadas de voluntad, de impulso, de
esa conexión fluida entre la cabeza y el corazón que te permite tomar
decisiones. Los entrenadores saben que el fuego en nosotros no tiene
fin. Se encargaron de sacar las flamas a golpes en el principio del
programa, dejándonos pequeños montones de ascuas que responden
solo a sus manos añadiendo combustible para convertir las chispas en
una llamarada.

Los FEP’s necesitan pensar que no siento nada mientras veo la


escena reproducirse en frente de mi como un accidente de tránsito. He
sobrevivido tanto bajo el “cuidado” del gobierno solo porque he seguido
la única regla que tengo: No reaccionar. Debo pararme con el rostro en
blanco como los otros incluso mientras la temperatura sube hasta mil
grados en el centro de mi pecho y sudo por el esfuerzo que requiere
mantenerme quieto. No puedo botar años de trabajo en un instante,
dejar que me saquen y derribarme como a un perro… como hicieron con
los otros chicos que no soportaban sus métodos de entrenamiento. Los
que se quemaron a sí mismos, demasiado calientes, demasiado volátiles
incluso para que los más habilidosos entrenadores se acercaran.
Algunos resistieron el entrenamiento por semanas… meses. Podía ver la
luz moviéndose en sus ojos cuando todos los demás estaban
registrados, vacantes, aferrándose a sus vidas como lápices sin filo
hasta que los entrenadores les daban un sacapuntas. Soy el último. Lo
sé. Los otros están parados frente a mí, pero ya no están.

Protejo mi fuego de la única forma que conozco.


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Hay un lugar en lo más profundo de mí que nadie puede alcanzar.


Página

Ahí mantengo las cosas que no quiero que los entrenadores cojan,
encerradas fuertemente donde ningún cuchillo puede cortarlas, ningún
látigo puede picarlas y choque de electricidad puede vaciarlos. Cuando
era un niño, uno pequeño, estaba en un lugar donde las historias
cogían forma… donde Greenwood en verdad existía. En clase, estaría
escuchando el dron de nuestro profesor un minuto y al siguiente,
peleando contra gigantes con Sammy, huyendo de hechiceros,
defendiendo nuestro árbol de las ratas monstruo. Si la señora Brown
me llamaba, olvídalo. Ya no estaba. Cuando despertaba de eso, ya sea
porque alguien pateaba mi silla, los otros chicos se estaban riendo de
mí, o la campanilla sonaba, dejaba la habitación aun oliendo la tierra
húmeda en el bosque, sintiendo un cosquilleo en las palmas. Mi
corazón aun estuviera estrellándose contra mis costillas.

Está esa frase: perderse en tus propios pensamientos. Bueno, yo


desaparecía. Mamá me dio el tonto y horrible sobrenombre de Tortuga
debido a eso. Mamá me pillaba sentado en el comedor mirando mi
libreta, sin moverme, solo jugando con cualquier idea loca, mirando un
largometraje de imaginación reproduciéndose atrás de mis ojos y tenía
que agitarme físicamente para que volviera a la realidad. Lo mismo con
la lectura. Perdí tantas horas en los libros con el mundo vacío a mí
alrededor. Tal vez padres diferente hubieran tratado de romper ese
hábito, pero los míos me dejaron deslizarme en mi caparazón cuando lo
necesitaba. Era el único que me impedía dejarme ir. Cuando las cosas
se ponían… cuando se ponían mal, tenía que madurar. Deja de soñar.

Pero maldita sea si la primera vez que los entrenadores me


derribaron, manos atadas, pies atados, estaba tan cagado del miedo
que instintivamente fui a ese espacio mental. Era como saltar en la
parte profunda de una piscina, dejándome hundir hasta el fondo
mientras ellos golpeaban la superficie del agua. Estaba sordo para sus
voces, incluso cuando gritaban en mi oreja. Sentí el eco del dolor que
me proporcionaron después, cuando mi piel se manchaba con
moretones e intentaba cerrar las partes abiertas. Antes nos
pulverizaron, nos convirtieron en carne cruda. Más fácil de dar forma de
esa manera. Era un ciclo. Mostrar miedo, recibir dolor. Mostrar ira,
recibir dolor. Mostrar humor, dolor. Feliz, dolor. Tristeza, dolor. Deseo,
dolor. En los espacios entre comer y dolor, nos drogaban. Dulce y
oscura nada.

Eso es lo que quedaba de los otros. Nada. Su armadura no era


tan fuerte como la mía. No pudieron perderse en un laberinto de
memoria de la manera que yo podía. Me escribo a mí mismo diferentes
pasados. Me escribo a mí mismo diferentes futuros. Las escenas se
sienten lo suficientemente real que me dejaba encerrado adentro de mi
cabeza por horas mientras los entrenadores me taladraban con
amenazas, rastrillando palabras venenosas bajo mi espalda.

Cuando sea que se calmaban, dieron comida, agua, medicina


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para los heridos, no pensaba gracias, gracias, gracias, los escucharé


ahora y nunca los decepcionaré de nuevo, necesito agradecerles, gracias
Página

de la manera que había escuchado sollozar a los otros chicos llorar


hasta que eran silenciados con más dolor. Ni siquiera me di cuenta.
Estaba a salvo dentro de recuerdos de mamá y papá bailando mientras
cocinaban juntos la cena, obligándonos a cantar con ellos. Mia
obligándome a verla actuar una obra que había escrito sobre unicornios
y hadas. Sammy. Sammy en la luz del sol, riendo. Sammy compitiendo
conmigo hasta la copa del árbol, en ese entonces dejándome ganar una
vez. Sammy insistiendo que presionara mis labios contra los suyos una
vez que nos sentamos en el árbol. Diez y once, tres días antes del
movimiento, mi corazón latiendo tan fuerte, tan rápido que pensé que
ella también podía escucharlo. Quería saber que tenía de genial besarse
y nunca podía decirle que no cuando fijaba esos determinados ojos
oscuros hacia mí.

Siete años he estado preparándome para un momento como este.


Sabía que encontraría a Mia en un lugar como este y necesitaba poder
mantener un tapón sobre mi ira hasta que resolviera como sacarnos de
esta. Yaciendo en mi catre en nuestra instalación, me la imaginé
tiritando, pálida, hambrienta. Los imaginé golpeándola por una de sus
características respuestas ingeniosas. Practiqué la máscara de apatía
que llegó a los otros tan fácilmente, asesiné a mi corazón solo lo
suficiente para jugar el juego.

Era inútil. Debí haber conocido mi corazón debilucho mejor que


eso. Justo ahora, siento que estoy a punto de detonar. El calor bajo mi
piel es lo suficientemente caliente para derretir mis huesos. Mi brazo
izquierdo da una aguda sacudida y la humillación de perder el control
sobre los horribles tics de mi cuerpo solo empeoraba el ardor. No puedo
hacer que se vea que la estoy ayudando, no puedo perder esta
oportunidad de encontrar a Mia y ser enviado de vuelta a la instalación.
Pero él no puede hacerle esto a Sammy.

Él pidió apoyo, pienso, mi mente revolviéndose por reunir la


lógica. Escucho las voces de los controladores del campo piando en mi
oído, pidiendo un reporte. Y aunque puedo escuchar a uno de los FEP’s,
una mujer, responde, nadie en el techo se mueve para darle al hombre
algo de apoyo. La orden quedó suspendida en el aire, esperando que
alguien la aceptara. Los entrenadores nos dijeron que nuestro propósito
primario era evitar que los otros chicos intervinieran. Excepto el fuego,
teníamos permitido usar la fuerza para cumplir con este objetivo.

Muy bien.

Mi cuerpo se sacudió hacia delante. Salto sobre las mesas entre


nosotros, mandando a las chicas que trabajan ahí a volar como una
bandada sorprendida de palomas. Para el momento que llego a ella, el
FEP tiene el bastón en el aire, balanceándolo abajo, hacia ella y los
otros finalmente se están moviendo, apuntando. Me estrello contra ella
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desde atrás, demasiado fuerte como para resistirse del impacto de


golpear el piso, pero trato de maniobrar uno de mis brazos por debajo
Página

de ella. El bastón del FEP conecta con el costado de mi cráneo y el dolor


explota detrás de mis ojos.
El cuerpo de Sam se pone flácido de sorpresa y entonces, incluso
después de todo, empieza a luchar de nuevo. Era el último aliento de
energía de un animal que sabe que es inútil, pero que aun así no se
rendirá. No fácilmente, no voluntariamente. La admiro un infierno por
eso.

—¡Conténganla! —escucho gritar a un FEP.

Encantado, pendejo. Está tratando de sacudirse de mí, y el


movimiento es suficiente para esconder lo mucho que mis manos están
temblando. Me las arreglo para poner sus brazos detrás de ella y
alcanzar una de las bridas en el estuche de mi cinturón. Incluso cuando
la lluvia de afuera desaparece bajo los gritos del FEP a los otros, su
expresividad salvaje, como la mujer que vi antes, su postura y rostro
rígidos, escucha con una mano en su hombro. Las chicas, las pobres
niñas, están postradas en el piso con las manos sobre sus oídos, como
si estuvieran esperando el caer de una bomba. Si no estaban asustadas
porque los rojos están invadiendo su cuchitril, lo están ahora.

Sé que es un riesgo, pero debo intentarlo… si sigue luchando y


forcejeando para quitarme a golpes, alguien tomará mi lugar. Y ese
alguien no le importará si sale caminando de este edificio en una pieza.

Me inclino, presionando más fuerte una mano contra sus


muñecas atadas. ¿Cuándo se puso Sammy más pequeña que yo? Sus
muñecas son como tallos de flores. Siento lo fácil que sería romperlas.

Maldición. No sé si Dios me ayuda cuando intento hablar con él.


No sé si en verdad sabe los pensamientos en nuestras cabezas o
escucha oraciones silenciosas. Pero por favor…por favor deja que esto
funcione. Déjame sacar a Sam de aquí.

—Sammy. —Es una palabra, hablada tan rápidamente, tan


silenciosamente cerca de su oído que no se si podrías contarlo como
susurro.

Pero me escucha. Su largo cuerpo se relaja debajo de donde la


cubría y retrocedo justo cuando la FEP mujer se acerca. Oficial Olsen,
Fuerzas Especiales Psi. Su piel oscura es firme contra los huesos de su
cara mientras interrumpe el paso de Tildon hacia nosotros y mira entre
mi rostro cuidadosamente arreglado y donde Sam esta presionada
contra el suelo sucio. Hay dos cornetas que suenan por los altavoces,
una larga, una corta y las dos chicas cerca de nosotros inhalan un
aliento estremecedor.

Mi cabeza se sacude hacia arriba. Escaneo la otra habitación en


busca de los otros Rojos y los veo alcanzando los estuches en sus
cinturones…auriculares. Maldición. Tenía razón. Dejo ir mi agarre de
28

Sam lo suficiente para sacar el mío, introduciéndolos apresuradamente


en mi oído hasta donde puedan llegar y me preparé a mí mismo para el
Página

impacto.
Un golpe de Calma Control es como tomar un baño helado donde
el agua ha sido cortada con tijeras. Los entrenadores lo usaron con
nosotros al comienzo, encendiéndolo y apagándolo por horas, pero
pararon después de un año, cuando se dieron cuenta que el uso diario
hacía que demasiados niños se resquebrajaran. Y, déjame decirte,
puedes reparar huesos rotos y coser demasiados cortes, pero no puedes
volver a juntar una mente después que se quiebra en mil flamantes,
furiosos pedazos.

Aunque recuerdo esos días. Ellos mantenían encendidos los


reflectores en nuestras blancas celdas todo el día y toda la noche,
observando los momentos en que parecía que estabas finalmente a
punto de desmayarte y dormirte y entonces… la explosión de dolor
cegador. No importa cuán profundo estuviera en mi propia cabeza,
podía escuchar el sonido amortiguado, la manera que conozco
ahora…estática gruñona rota por gritos desgarradores que te sacan la
respiración.

Me duele todo, un dolor sordo que se convierte en un escalofrío


ondeando arriba y abajo por mi columna, pero Sam…está
convulsionando. Su respiración escupe adentro y fuera en sus sollozos.
Es lo mismo para las otras chicas. La Fábrica se llena con estos
horribles, gemidos susurrantes de dolor, algunos de ellos sonando como
si estuvieran siendo comidos por él.

Olsen me asiente, señalando que necesito levantarme y moverme.


No puedo. Por un segundo, se siente como si mis rodillas y pies han
sido pegados al suelo; se siente como que si no mantengo el agarre en
las muñecas de Sam, sus dedos, ella va a volar en pedazos.

Levántate, me ordeno. No la mires. Ellos sabrían… que no la


estaba sujetando, que había algo entre esta chica y yo. Mantengo mis
ojos enfocados en el FEP mientras regreso a mi completa y erguida
estatura. Por un momento, ella estudia las letras y los números que
están cosidos sobre el bolsillo de mi uniforme: M27.

—Situación bajo control. —Habla Olsen en su comunicador;


puedo escucharlo en el que está en mi oído con medio segundo de
retardo—. Desactiven Calma Control.

No la mires. Es casi imposible. El pánico impulsa mi pulso hasta


el techo. El enjambre de FEP’s donde Sam estaba en el suelo,
encerrándola en un anillo de negro. Me arranco los auriculares
mientras los niños alrededor de mi empiezan a revolverse.

—¡Tú sabes que se supone que tiene que pasar, maldita sea! —
Está gritando Tildon—. ¡Ella me atacó! Es mi trabajo…
29

La mirada de Olsen es tan fría, congela las palabras en su


garganta. Ella sabe, creo. Vio lo que sucedió y por primera vez me
Página

pregunto si todo esto ya había pasado antes, si la resignación en sus


ojos significa que sabe que pasara otra vez. Y otra vez. Y otra vez. ¿Pero
que puede hacer ella? Hay niveles de castigo en este lugar… los
entrenadores nos hicieron memorizarlos. Trabajo adicional, comidas sin
recibir, exposición, aislamiento, castigo corporal. Podían tomar y
escoger de la lista, combinarlos, si eso es lo que les gustaba. Lo que
Sam había hecho hasta ahora está más allá de obligarla a saltarse la
cena, de hecho estoy aterrorizado de haber hecho lo erróneo para
salvarla.

Pasaron cuatro minutos. Nadie se mueve. Inhalo. Trato de disipar


el calor atrapado dentro de mi cabeza. Tengo miedo de que si doy un
simple paso, voy a tomar prestado el calor de la electricidad que
alimenta las luces y enviar lluvias de chispas sobre las cabezas de todo
el mundo. Control. Nada. Insensible. Control. Nada. Insensible. No puedo
aferrarme a mi corazón. Solo quiere galopar. Tengo que deslizarme
adentro de mi cabeza, solo para alejarme de este momento. Pero incluso
mi cerebro no me hace ser más tolerante… el primer recuerdo que
suscita, encontrándose conmigo, es Sammy, a la edad de ocho,
informándome que no quiere ser una princesa de Greenwood, quiere ser
un caballero, muchas gracias. Me reí. Ella rompió una espada de
madera contra mi cabeza.

Mis dedos se relajan, así como los músculos en mi brazo. Sam


siempre me calma; me encuentra y me saca fuera de esos lugares
oscuros. El tic aún está aquí, pero menos evidente si deslizo mi mano
en el bolsillo de los pantalones de mi uniforme. Los entrenadores le
hubieran dicho a los FEP’s y a los controladores del campo que el tic —
ese espasmo involuntario de músculos y articulaciones— es la carta de
llamada de un Rojo y cuando sale a flote, significa que nos estamos
calentando. Estamos pensando, soñando, probando fuego. Está bien si
viene mano a mano con una orden de ataque, no tan bien si viene de la
nada. El mío siempre ha sido menos pronunciado que algunos de los
otros. Desaparece completamente mientras esté calmado en general.
Gracias a Dios. He visto tantos niños ser “tratados” por meses dignos de
diarias, repetidas sumersiones en agua congelada si hacían tanto como
sobresaltarse en el momento equivocado.

Finalmente, las puertas de la Fábrica están abiertas ampliamente


y una figura oscura y empapada, entra trotando. Trae el aire
acondicionado enfriando mi temperatura con el, congelándome hasta el
núcleo. Estaba en lo que casi eran ropas civiles… un poncho negro,
pantalones negros, botas. Bajo la pesada Fábrica, resbaladiza por la
lluvia, veo bultos y bultos de cinturones de utilidad con un arma en su
funda. El hombre limpia la lluvia de su rostro mientras se baja la
capucha. La oscura, canosa barba de dos días en su rostro le daba
sombras que en realidad no estaban ahí. Se dirige hacia nosotros,
fuerte en todo momento, a paso ligero, eficiente. No era militar, pero
30

como los entrenadores, probablemente solía serlo.

Lo recuerdo. Ese es O’Ryan. Es el que nos dio nuestra


Página

“orientación” la noche antes, cuando fuimos traídos aquí. Nos evaluó


mientras pasaba, de la manera que mi mamá solía examinar los cortes
de carne en el mercado, entonces nos saludó con la mano para reunir
nuestros uniformes y nuestras vestimentas rojas.

Controlador del campamento. Mierda. El controlador del


campamento. Algo se mete en mi garganta, sellándola del aire que
necesito para pensar.

Tildon dispara a su costado, su rostro cubierto en mugre y


sangre. Al lado de O’Ryan, quien está firme y silencioso como una
montaña, luce como un idiota mientras se sacude y se mueve a la
siguiente parte de su pataleta. O’Ryan cruzó los brazos sobre su pecho,
escuchando pero no escuchando, sus ojos mirando entre Sam y el FEP.
Olsen habla hacia el final, explicando cómo era el único que finalmente
la retuvo, que actué rápidamente y me comporté exactamente como
debí hacerlo.

La expresión complacida de O’Ryan retuerce mi estómago.


Escondo mi puño detrás de mí y le doy un saludo cuando dice—: Bien
hecho, M27. Y cada segundo que tiene los ojos en mí, tengo que luchar
con la ira una vez más. Tengo que pensar en el rostro de Mia cuando
mis dedos se frotan entre ellos, listos para lanzar rápidamente una
flama en el aire. Lastimar no ayuda a nadie. No me pondría más cerca
de encontrar a mi hermana, no haría una sola cosa para ayudar a
Sam… pero tengo el presentimiento de que sería muy gratificante
prender al pendejo en llamas. Deseo tanto que todos ellos vivan el tipo
de dolor que nos infringieron.

Pero más que eso, quiero cubrir a Sam. Quiero cubrirla, así
ninguna de estas personas pueda verla así, demasiado débil incluso
para levantar su cabeza. Los otros niños apenas están saliendo de su
aturdimiento, despertándose de regreso a esta pesadilla. Aunque, se
quedan en las posiciones que les han enseñado a tomar…boca abajo,
manos en la parte trasera de sus cabezas. Gota, gota, gota hace la lluvia
a través de los agujeros en el techo, salpicándolos, hacia sus
contenedores de plástico. La habitación huele a animal mojado, orina y
humo de cigarrillo. La luz titila mientras el viento se levanta.

—Bien, ponla en aislamiento. Dos semanas —interrumpe


finalmente O’Ryan.

—Aislamiento. —Se burla Tildon—. ¡Me atacó! ¡La pequeña perra


se merece al menos veinticinco golpes! Y la quiero en las jaulas, no en la
enfermería.

Es la primera vez que Sam muestra alguna reacción desde el


Calma Control. Sus manos se clavan en el suelo con la palabra jaulas.
¿Dónde demonios esta eso? La sangre se está drenando de mi cerebro.
31

Dijeron que a veces los atan a las cercas fuera del Jardín, pero el
aislamiento es el nivel más alto de la enfermería. Mínimamente
Página
acolchadas celdas sin luz. Los chicos están rotos, o necesitan ser rotos.
Cada cabello de mi cuerpo parece que pincha y presta atención.

—Bien. Una noche en las jaulas y diez golpes. —No sé si vio el


rostro de Tildon iluminarse, pero O’Ryan añade rápidamente—. Dados
por Olsen.

Su postura se relaja mientras ella se balancea, lejos del titileo de


Tildon.

Una última mirada de O’Ryan lo silencia de una vez por todas.

—Anda a limpiarte —dice calmadamente, añadiéndole a su voz


solo la cantidad exacta de amenaza para hacer que Tildon se enderece—
, y repórtate a mi oficina inmediatamente después.

Dejó que un niño sacara lo mejor de él… habrá algún tipo de


acción disciplinaria, al menos. Merece ser arrastrado contra el piso
como la mancha de mierda que es. No será suficiente para balancear lo
que le hizo a Sam, pero será algo.

Olsen hizo un movimiento rápido con su mano hacia Sam,


mirándome. ¿Estos FEP’s son todos iguales, no es así? Se resienten del
hecho que nos hayan traído para llenar las brechas en su seguridad,
pero aman el poder que portan siendo superiores a nosotros. Nosotros
no somos humanos para ellos, incluso ahora que supuestamente
estamos en el mismo bando. No tenemos contacto visual o
intercambiamos palabras. Me hace sentir como un maldito perro,
mirando a un amo gritando una orden en un idioma que no entiendo.

Me toma un momento traducir lo que quiere, y de manera


igualmente rápida, el horror se golpea de regreso a mí. Van a hacerlo
justo aquí… le van a pegar justo aquí y quieren que la sostenga
mientras lo hacen.

Joder.

Con ellos.

Olsen me mira expectante. El momento se estrella a mí alrededor


y siento que algo dentro de mi cuerpo se tensa hasta su máximo nivel.
Quiero llorar… quiero sollozar como un bebé, no me hagan hacer esto,
no a ella, no a Sammy. ¿Por qué tuve que ofrecerme como voluntario
para este lugar? Quería Thurmond porque se supone que iban a coger a
Mia. Todo lo que quería era encontrarla. Mamá y papá ya se han ido.
Soy todo lo que le queda a Mia. Soy su única oportunidad de salir. No
puedo arruinar esto y mostrarles que no soy lo que se supone que debo
ser. Pero no puedo hacerle esto a Sammy. Preferiría cortar mi propio
32

corazón.

Mi brazo izquierdo se retuerce tanto que de hecho es doloroso.


Página

Cojo a Sam por debajo de las axilas como si fuera una de las muñecas
de Mia y trato de ponerla de pie, dándole la vuelta hacia mi cuando
Olsen da un pequeño giro en su dedo. Sus rodillas no resistirán y con
sus manos atadas detrás de ella, no la puedo sujetar tan gentilmente
como me hubiera gustado. No puedo voltearme y darle la espalda a los
uniformes negros para protegerla de esto, tomar los golpes por ella. Hay
una voz en la parte trasera de mi cabeza diciéndome que la agarre y
huya, incendiar el edificio y solo irme, pero no puedo —no puedo—, mi
necesidad de vivir, de encontrar a Mia, es una soga alrededor de mi
cuello. Nos estoy colgando a los dos con ella.

Sus pestañas se agitan y sé que está volviendo en sí, lo que lo


hace mucho más terrorífico. Va a pensar que quiero esto. Va a odiarme.
Los pensamientos están ahí, incluso mientras la parte más racional de
mi piensa, ni si quiera te reconoce. Me siento lo suficientemente
nauseabundo soportando su peso completo, observando su cabeza
tirarse a un lado. No sé cómo es posible sentirme peor, cuando Olsen
sacude su cabeza y me hace un movimiento para que vacíe los
contenedores y la acueste sobre la mesa de trabajo.

La chica con el cabello oscuro rizado está llorando abiertamente


al lado de mi pie derecho. Recibe una patada de uno de los FEP’s,
quien, aparentemente, está ofendido por los pequeños sonidos
sollozantes. Pongo el suave peso de Sam en la mesa, acomodándola
cuidadosamente así la dura madera apoya su pecho. Apenas retrocedo
cuando Olsen va hacia delante, con su bastón en el aire. En el espacio
entre un latido al siguiente, ya ha golpeado a Sam dos veces, una vez a
lo largo de sus omoplatos, la otra a lo largo de su trasero, los alterna
con cada golpe y sé que se están poniendo más fuertes porque Sam
empieza a gruñir al impacto de cada uno. Sus ojos están abiertos,
desprovistos de luz. Creo que está mirando a mi vacía, temblorosa
mano, pero después me doy cuenta que no está mirando nada en
absoluto. El dolor y la ira y el odio se desarrollan sobre sus rasgos, y
pienso, tiene un fuego en ella, pienso, no puedo dejar que salga, pienso,
por favor, Dios, por favor has que esto pare, haré lo que sea…

Y entonces sucede. Olsen ha terminado y voltea su mirada a


Tildon, quien está riendo ligeramente mientras trata de quitar el resto
de las manchas de sangre fuera de su rostro con la parte trasera de su
mano.

—Las jaulas —le recuerda.

No sé lo que son, o donde están, pero cuando Olsen dice:

—Sígueme y tráela —sé que al menos seré capaz de seguirla hacia


su infierno. Está eso, al menos.

Está eso.
33
Página
Tengo que cargarla encima de mi hombro, sujetando sus piernas
sobre mí con un brazo. Muchas veces, pierdo completamente el rastro
de Olsen mientras marcha a través de la lluvia y el lodo, sus brazos
balanceándose sobre su poncho. No hay manera de protegernos del
aguacero, me recuerdo que se supone que tengo que ser un dron sin
sentimientos. No puedo estar frio o furioso o incluso golpear de vuelta al
FEP cuando ella se voltea y grita:

—Mantén el ritmo.

En vez de eso, me enfoco en la respiración de Sam. Sintiéndola


entrar y salir en su ligero pero firme ritmo, calma el dolor punzante de
mi cabeza y la ola mareante de nausea. Trato de pensar en nuestro
fuerte del árbol, usando resorteras y piedritas para defender nuestro
territorio de esos idiotas calle abajo, los Chicos Andantes, pero envío el
recuerdo de vuelta a la esquina más lejana de mi mente. Esos
pensamientos son como granos de azúcar en la sal de mi vida y no
quiero que ninguno de ellos sea contaminado por este momento.

Ni siquiera puedo darme el placer de pensar que me gustaría


hacerle a Tildon… delataría mi ira en un segundo. Así que me concentro
en el suave peso de Sam durante toda la caminata hacia una pequeña
choza de madera adjunta a la parte trasera de la Cantina. No estaba
incluida en nuestro reporte. Cuando nos llevaron a través del campo
esta mañana, asumí que era un almacén para la cocina de la Cantina.

Olsen se detiene afuera de la puerta de metal y pone su tarjeta de


identificación contra ella, protegiendo el cuaderno negro de la lluvia.
Sam está callada, pero sus dientes castañean cuando le dan escalofríos.
Mi agarre en ella se afianza mientras la puerta se abre y me doy cuenta
que la tembladera puede ser una mezcla de terror y frio.

La habitación es pequeña, las paredes alineadas con cajas de


metal individuales amontonadas. El aire aquí es húmedo y frígido. Hay
una oscura y mojada grieta en el techo. La humedad acumulada aquí
está goteando, atrapando el óxido abrazando las delgadas barras de las
cajas y cayendo al suelo como gotas de sangre. Sé que debieron haber
guardado perros aquí en algún momento; el olor no tanto alcanza mi
nariz sino más bien la ataca. Aún hay sacos sin usar de comida para
perros apilados al lado de la puerta. Collares y correas cuelgan
inútilmente y olvidados en ganchos.

Hay ventanas forrando la parte más alta de la pared trasera, pero


solo una grisácea luz débil se las arregla para entrar. Olsen protesta
con el interruptor de la luz. Casi como si estuviesen observando la pelea
desde los monitores en la torre de control, una voz se filtra a través de
nuestros comunicadores.
34

—Todas las unidades… hemos perdido el generador primario,


refuerzos están al cincuenta por ciento. No hay contacto visual. Regresen
Página
a todos los Psi a sus cabinas y pongan las cerraduras manualmente.
Reporte de la situación en cinco.

—Mierda. —La escucho quejarse, golpeando su cara de


irritación—. Cayéndose a pedazos…

Cayéndose a pedazos es una manera de describir lo que le está


sucediendo a este lugar. Cayéndose en jodido caos es probablemente
más preciso. La última inspección la decretó inhabitable, lo cual
también parece un eufemismo masivo.

—Participarás en la reubicación de los Psi en Thurmond cerca de


las instalaciones de Rehabilitación. —Nos habían dicho los
entrenadores en el vuelo aquí—. Asistirás en el monitoreo de los Psi
mientras los oficiales de Fuerzas Especiales Psi y los controladores del
campo hacen los arreglos, sacan los materiales mantenidos ahí y
destruyen las estructuras.

Cuando llegué aquí por primera vez, entré en pánico por el poco
tiempo que había para encontrar a Mia y sacarla, pero la ligera rápida
culpa que vino con el pensamiento de tener que dejar a los otros hervía
los contenidos de mi estómago. Pero, ahora que estoy aquí, estoy tan
malditamente alegre que estos niños se estén yendo, no importa las
circunstancias. Ningún otro lugar en el mundo es peor que este
campamento. No hay lugar tan húmedo, frío y sucio. Creo que el sol se
ha olvidado que este lugar existe.

—Bájala —dice Olsen afiladamente. No la puedo tirar, pero


tampoco la puedo poner con el cuidado que quiero. Sam se desploma
hacia delante sobre sus manos y rodillas en el centro de la vieja perrera.
Olsen corta las ataduras de su muñeca. De hecho soy lo
suficientemente estúpido para pensar, podría ser peor.

—Sabes a donde ir. —Me toma un segundo darme cuenta de que


le está hablando a Sammy, no a mí. Trata de ponerse de pie, pero se
arroja hacia delante, fuera de balance. Mi cuerpo instintivamente se
mueve hacia ella. Olsen sostiene un brazo, bloqueándome. Observa, su
cara desprovista de cualquier cosa parecida a sentimiento mientras
Sam se arrastra hacia la jaula en el centro de la hilera de abajo. No la
quiero tan cerca de eso… la pila luce inestable, a un pequeño golpe de
derrumbarse. Los movimientos son rígidos y agonizantemente lentos
mientras forcejea hacia delante. No se detiene.

Titubea por un momento, entonces abre la puerta.

Se arrastra adentro.

Estoy en shock.
35

Estoy…
Página
El fuego está llamando mi nombre. Está susurrando palabras de
ánimo, cosas dulces. Quiere salir, para que avive el calor hasta que sea
un vórtice que no puede y no será detenido. La espalda de Olsen está
frente a mí y no hay energía alimentando la cámara en la esquina
superior de la habitación. Se convierte en una opción, una real, en
convertirla a ella, a este lugar, en cenizas. Creo que puedo dominar
incluso a la tormenta afuera.

—Te mereces esto por provocarlo. Él… —Olsen se controla antes


de que otra palabra pueda escaparse. Cuelga un candado a través de la
cerradura de la caja. Sam retrocede, a lo largo del interior metálico. La
caja solo es lo suficientemente grande para que se siente con su espalda
encorvada sobre sus rodillas. Es lo más lejos que puede estar de esa
mujer, sus sucias mentiras y acusaciones—. No entres a la Fábrica con
el rostro limpio. Te encontraré un uniforme más largo. No lo mires, no
actúes como si quisieras. Te dejará tranquila si dejas de tentarlo.

Esto ha ocurrido antes. Tal vez no a Sam… tal vez a otra chica.
¿Muchas chicas? Estoy sorprendido de no estar brillando en la
oscuridad. El dolor en mi cabeza, en mi pecho, me hace balancear.

—Le gusta tu cabello, creo —dice Olsen, casi más para ella misma
que para Sam—. Eso es bastante fácil de arreglar.

Sam no levanta la mirada. ¿Qué elección tiene? Este es un lugar


que convierte cosas hermosas en sombras. Cortarán su cabello y las
señales de luz solar en él. La endurecerán, la harán más fuerte, más
fea, más delgada, en vez de resolver el verdadero problema.

Olsen se pone de pie, patea la puerta por última vez para


probarla, y luego se vuelve hacia mí e inclina la cabeza hacia la salida.
Aprieto la mandíbula y la sigo, presionando mis brazos contra los
costados para ocultar el tirón involuntario que da mi hombro izquierdo.
Mierda. Dos veces en un solo día. Necesito enfriarlo.

Justo cuando pienso que me va a obligar a salir con ella, se


vuelve hacia las cajas y murmura:

—Quédate aquí hasta que sea notificado por el Control que la


vigilancia está en funcionamiento, y luego vuelve a tu puesto asignado.

No tengo que dejarla aquí sola. No sé a quién agradecérselo por


lanzarme este misericordioso aro de vida, así que se lo adjudico a Dios.
Olsen espera por mi brusco movimiento de cabeza antes de abrir la
puerta y esquivar la tormenta fuera, dejando que la puerta se cierre de
un golpe detrás de ella.

Por primera vez en siete años, no hay nadie vigilándome. Hay una
36

cámara en la esquina de la habitación, pero si no hay electricidad en


este tugurio, ¿cuáles son las probabilidades de que esté alimentando la
Página

torre de control? La carga de peso sobre mí desde todos los lados se


aleja, y me siento sin huesos cuando me inclino hacia delante contra la
puerta y presiono mis manos contra mi rostro. No quiero que me vea a
punto de perderlo.

Minutos pasan antes de que un suave sonido llegue a mis oídos.


Me giro sobre mis talones, confundiéndolo con gemidos de dolor. Pero
es... hay una melodía. Es cruda, llevada con respiraciones irregulares,
pero ella está tarareando. Las palabras vienen a mí, erigiéndose a través
de los recuerdos tristes. Conozco esto. Él tiene el mundo entero en sus
manos, Él tiene el mundo entero en sus manos, Él tiene el mundo entero
en sus manos. ¿Cuántas veces cantamos esto en la escuela dominical
mientras nos pateábamos debajo de nuestra mesa?

Me acerco y la veo temblar, todo su cuerpo. Por el frío, el


cansancio, el dolor, no importa. Intenta sofocarlo al acurrucarse
apretado, pero su aliento tira y sé que está tratando con todas sus
fuerzas para no llorar. Está luchando contra el miedo en sí mismo, con
ambas manos atadas a la espalda.

Sé que no está destinada para mí cuando arrastro los pies de


nuevo hacia delante, y la canción muere en sus labios. Mira justo
cuando me agacho, sus ojos oscuros resplandeciendo con
incertidumbre. Me preparo para esto. Si no lo recuerda, entonces…
sacudo la cabeza.

—Esta es mi pequeña luz —canto en voz baja en el silencio—. Voy


a dejar que brille...

Su respiración se atrapa de nuevo, pero la expresión de su rostro


se endurece y sus palabras salen en un gruñido.

—Si te estás burlando de mí, puedes irte al infierno con el resto


de ellos.

Ella no recuerda. Es patético cómo mi corazón da un tirón


doloroso. Fuerzo una pequeña sonrisa en mi rostro, la que solo
profundiza su ceño fruncido.

—La última vez que me burlé de Sammy Dahl, me golpeó en la


cabeza con una espada y casi me tiró de un árbol.

Le toma un momento procesar lo que he dicho. De hecho, puedo


ver la luz volver a sus ojos marrones. El aire sale de su pecho en un
estremecimiento, con una incrédula risa.

—Te acuerdas. Te acuerdas de mí.

Mi alivio se reflejó en su rostro mientras se arrastra hacia mí. Una


risa o llanto burbujea en mi pecho ante la ironía de que ambos
tuviéramos miedo de la misma cosa imposible. Toma una hoja afilada,
37

un enorme esfuerzo para separar la mitad de una moneda de la otra.


Haría falta algo un infierno de mucho más fuerte y más cortante que me
Página

separe de ella.
—Lucas —susurra.

Se siente tan condenadamente bien escuchar mi nombre y no un


número. Escucharlo de ella. Mi mamá y papá solían bromear tanto
sobre ella, amor de cachorro, lo llamaban. Supongo que debo haber
tenido correa, porque la seguía alrededor como uno. Hubiera seguido a
Sammy a cualquier lugar, la hubiera sacado de cualquier problema en
que consiguiera enredarse. Hizo que mi pequeño corazón de once años,
en realidad aleteara. Me volvió mudo y tímido con una sola sonrisa.
Incluso esta mañana, antes de que hiciera la conexión, tenía toda mi
atención. Sea lo que hubiera sido antes, el sentimiento se solidificó, se
radicó, y floreció. Tenerla en el otro lado de los barrotes de metal, a solo
unos centímetros de distancia, se siente de repente demasiado lejos. No
lo aprecié lo suficiente cuando la estuve sosteniendo antes. No reconocí
el milagro en ello. Ella es real, está aquí.

Es un desastre dentro de mí. Ella me ha roto, dejado abierto y


expuesto. De repente, estoy aterrorizado de lo rápido que puede y que
todo desaparecerá. No puedo dejar de temblar. Los sentimientos que
vienen rugiendo están tratando de lavar lejos del momento. Ha sido
tanto tiempo desde que me he dejado realmente —realmente— sentir
algo más que la ira, que no estoy seguro de que pueda recordar los
nombres de la mitad de estas emociones, solo que me carcomen, me
devoran entero, y nunca he estado tan agradecido como estoy en este
momento de ser capaz del simple acto de sentir. Entiendo ahora, tal vez
de una manera que no hice antes, lo que otros Rojos que han perdido a
los Instructores. Ellos nunca tendrán esto, ¿verdad? Podrían nunca
conocer la sensación de ser acogido a la velocidad de la luz, lo que se
siente mirar al rostro de alguien y ver su corazón allí.

La paz dentro de mi cabeza, los murmullos de recuerdos felices,


son pálidos en comparación con lo que se siente vivir dentro de un
verdadero momento como este. Dejé a mi corazón sintonizarse como
una radio, saltando entre las estaciones; no me puedo mover, pero se
siente como si estuviera yendo a toda velocidad por la habitación.
Reboso de ese mismo entusiasmo sin aliento que tenía cada vez que
Sam y yo corríamos a través de Greenwood. Cuando me perdía y
esperaba a que ella viniera. Está cantando una canción que solo yo
puedo entender, y canto a cambio, canto a cambio. Me encuentre dónde
me he estado escondiendo todo el tiempo.

Eres el más grande sabio en el universo, Orfeo.

No se suponía que nos preocupáramos por los demás. Los


instructores no quieren dejar nada en nuestros corazones, excepto
ellos. Me concentro en su rostro otra vez, cansado, pálido, con
moretones, y pienso en la luz del sol, la hierba, el oro en su cabello, el
38

tacto de la corteza áspera en mis palmas mientras subíamos arriba,


arriba y más arriba en el fuerte del árbol. La chamusquina de chispas
Página

en el Cuatro de Julio, mientras se elevaban y llovían a nuestro


alrededor. No hablo hasta que los malos sentimientos se aclaran y mi
mente es del cielo azul de nuevo.

—Oye, Sol —susurro. Apodo de mis padres para ella, Sammy Sol.
La palabra se atasca en mi garganta, saliendo cruda—. Lo siento. Dios,
lo siento mucho… quería matarlos, a todos ellos…

—No podrías —dice, descansando su frente contra los barrotes.


Quiero fundir las bisagras de la puerta, hacer una palanca abierta y
sacarla. Sam debe leerlo en mi rostro porque, añade, de forma rápida—.
No puedes.

Su suave aliento abanica a través de mi rostro. Aspiro el olor del


jabón, detergente y agua de lluvia.

—¿Tienes dolor? —pregunto, aunque ya sé la respuesta.

—Estoy bien —dice, con valentía—. La he tenido peor.

Me estremezco, porque por supuesto que lo ha hecho.

Sus manos son lo suficientemente pequeñas para que pueda


deslizar una a través de la brecha en las barras de la jaula. Estira la
mano hacia mí y me apodero de ella como si me estuviera ahogando y
ella fuera la única cosa que puede llevarme a la claridad. Mi otra mano
se engancha en la puerta y, en un instante, ha cubierto mis dedos con
los suyos. No es suficiente.

—Eres cálido —susurra, una nota extraña en su voz.

—Rojo —digo, tratando de ocultar el rubor de la vergüenza—.


Viene con el territorio. Super anormal.

Sam sacude su rostro hacia atrás, con ojos duros.

—¿Quién te llamó así?

—Nadie. Todo el mundo. —Sonrío, reconociendo su indignación


demasiado bien—. ¿Qué vas a hacer al respecto, Sammy?

Baja la mirada, su propia pequeña sonrisa tocada con tristeza.

—Dejar el aire salir de sus neumáticos para las bicicletas. Instalar


fuegos artificiales bajo su ventana. Golpearlos con bolas de nieve
caminando a casa de la escuela.

—Mi campeona —digo—. Mi héroe. —La había visto hacer todo


eso y más cuando algunos de los chicos de la escuela la tomaron
conmigo sin ninguna otra razón de que mi mejor amiga era una chica.
Los chicos pueden ser verdaderos idiotas, incluso sin habilidades
39

anormales.
Página
Sam parece recordar dónde estamos de repente, rompiendo de su
propio aturdimiento. Intenta tirar de su mano hacia atrás a través de
los barrotes, pero no voy a dejarla ir.

—La energía se ha ido —le recuerdo—, la cámara no está


encendida. Somos solo tú y yo.

Su rostro se ve tan nervioso que sé que es más que eso. Sam tiene
su orgullo. No quiere que la vea de esta manera, a pesar de todo. Esta
podría ser la única oportunidad que tengo de hablar con ella; tiene que
saber que la única cosa que me importa es que esté a salvo y con vida, y
que odio no poder abrazarla y tocarla y...

Casi no lo puedo creer, esa es la primera reacción que tengo, está


todavía allí después de todo lo que pasó esta mañana.

Es porque has estado solo, es porque todo el mundo se ha ido y no


puedes admitir contigo ti mismo que tienes miedo, y porque se siente
como en casa, se sentirá como si nada hubiera cambiado. Sé que todo
esto es cierto, pero también sé que, en un nivel muy básico, humano,
que el suyo es el rostro más hermoso que he visto en mi vida. Deben de
haber creado específicamente el arte para gente como ella, para tratar y
fallar siempre en capturar estas pequeñas miradas, todos sus diversos
ángulos y los colores de sus estados de ánimo.

El impulso es abrumador, y me pregunto... Me pregunto si está


pensando en lo mismo, porque sus ojos siguen agitándose hacia mis
labios antes de encontrar mis ojos de nuevo. No tiene sentido. Está en
dolor, estamos en el real infierno, y nada de esto parece importar.

Pero, ¿no es esta la forma en que siempre fue con nosotros?


Cuando estuvimos juntos, el mundo se contrajo alrededor de nosotros.
Nada más existía fuera de ese espacio entre nosotros. Llevamos a
Greenwood con nosotros dondequiera que estuviéramos juntos.

—Lucas —dice otra vez—, es... esto no es... ¿estuviste aquí?


¿Antes?

Niego con la cabeza.

—No… no sé dónde está el Fondo, pero nunca estuve aquí. Mia,


sin embargo… oí a los PSF decir que la habían traído aquí. —Casi no
puedo preguntar—. ¿La has visto?

—No. ¿De qué color es? ¿Lo sabes?

Por un momento, no puedo hablar en absoluto. Quiero mirar al


rostro de Sam, la curva de su mejilla, sus ojos, hasta que el hiriente
dolor se vaya. A veces me siento sofocado por el recuerdo de lo
40

impotente que era entonces, cuando traté de apartarla de los FEP.


Tenía el fuego, pero ellos tenían el Control de la Calma atrapado en un
Página

pequeño dispositivo.
—No lo sé. Ellos la tomaron antes de que... antes de que
cambiara. Yo ya había pasado por ello, pero querían tomarla como
medida de precaución. No paraban de decir eso. Precaución. Oí a uno de
ellos decir que sería traída aquí, pero… —Es la primera vez que he
admitido esto en voz alta, y se siente igual de horrible y amargo como
sabía que lo haría—. No sé si sobrevivió al atravesar el cambio. Cuándo
sucedió. Qué es.

Sam me da una mirada penetrante.

—No, sobrevivió. Lo habría hecho. Mia era fuerte.

—La fuerza no tiene nada que ver con eso.

Sin embargo, continúa, impertérrita, y la amo por eso.

—Ella no es Verde. La habría visto para ahora. Hay una


posibilidad de que pudiera ser Azul. Hay muchos de ellos, y al menos
tenemos el mismo turno en el Jardín. Si fuera Amarillo…

No me gusta la emoción en la voz.

—Si fuera Amarillo, ¿qué? No hay Amarillos aquí.

—Los sacaron un poco después de los niños Naranjas y Rojos —


dice—. Podría haber estado aquí y luego ser movida… fuera. No creo
que los hubieran matado. Si no lo hicieron con los Rojos…

—Cierto. Si los monstruos Rojos llegan a vivir, entonces todos los


demás deben estar bien.

—Ya basta —dice Sam, y esta vez tiene éxito en alejarse de mí—.
Lucas, mírame. Mírame. —Tan impotente contra ella, como siempre, lo
hago—. Los Rojos que estuvieron aquí estaban… muy rotos. No creo
que fuera su culpa. Pero fueron los únicos lo suficientemente valientes
como para tratar de hacer algo. Defenderse. No los odié entonces, y no
voy a odiarlos ahora. No tengo miedo.

—No tienes miedo de nada —digo.

—Ella podría estar aquí. Te ayudaré a buscar. La encontraremos


—dice—. ¿Por eso has venido aquí? ¿Tuviste una elección?

Asiento con la cabeza. Nos dieron la ilusión de que estábamos


eligiendo nuestras asignaciones, pensando, supongo, que nos ayudaría
a comprometemos si nos sentíamos como si estuviéramos haciendo la
elección por nuestra propia voluntad. Todo lo que hicieron fue abrir una
puerta para mí que había estado esperando para mirar a través por
siete años.
41

La lluvia y el viento azotaron el edificio, llenando el silencio.


Finalmente veo por qué el hormigón debajo de mí está tan húmedo, hay
Página

un espacio entre la pared y el fundamento en la esquina trasera de la


habitación. Miro hacia atrás, a las bolsas de comida desperdiciada para
perros y empiezo a subir, pensando que puedo al menos taponear el
agujero de arriba.

—No… —dice Sam bruscamente—. Espera… Lucas, no… —su voz


se tambalea—. No te vayas.

Me bajo de nuevo al suelo.

—No iba a irme. No te dejaré.

Está temblando de nuevo, mirándome por el rabillo del ojo. Mi


corazón da un vuelco doloroso.

—¿Cuándo…?

—¿El cambio? Unas pocas semanas después de que dejamos


Bedford…

—¿Tan pronto? Eres…

—¿El mismo viejo Lucas? —Tengo que bromear sobre esto, estoy
tan desesperado por una pequeña parte de este sentir normal.
Normalidad. No asquerosamente horrible—. Desafortunadamente. Solo
que ahora, soy un poco más inflamable.

No se ve divertida, pero mi sonrisa estimula la suya, solo un poco.


Su súplica frenética se desvanece de la habitación como si la lluvia se la
llevara.

—Afortunadamente.

Trato de no irradiar.

Me estudia de forma más abierta que yo. Me siento atrapado en


algún lugar entre un recuerdo y un sueño, porque todo en ella es igual
pero solo hay ese poquito diferente. La redondez de su rostro ha
adelgazado, y vaya si lo que mi mamá dijo todos esos años atrás era
cierto, se parece mucho a su propia madre. La diferencia es que la
señora Dahl tenía esta... frígida cualidad en ella, como una muñeca
cuyo único propósito era tener su cabello cepillado y su ropa cambiada
antes de ser colocados en el estante de nuevo para ser admirada. Nunca
para jugar. Sammy parece casi feral en comparación, adaptada a su
situación aquí de la forma en que un perro perdido tiene que volver a
aprender a vivir fuera, en su hábitat natural. Nunca fue, nunca va a ser
entrenada; siempre va a morder, ladrar y huir.

Él lo sabe, también, pienso. Tildon sabe que ella es un reto y no


estará satisfecho hasta que la haya roto. Sacará todos sus dientes y
42

garras.
Finalmente, Sam hace la pregunta que ha estado flotando
Página

alrededor, sin saber si ella puede acercársele.


—Tú no... eres como los demás, ¿verdad?

Como si fuera una señal, una voz en mi oído zumba. “Siempre en


potencia auxiliar. Todas las unidades de PSF, repórtense.” Escucho
como veinte voces pían en orden alfabético. “Cabina uno segura.”
“Cabina dos segura.” Comedor, Enfermería, todo, bloqueado. Me hundo
contra la caja. Tengo más tiempo. Puede que no parezca mucho, pero,
para mí, es todo.

—¿Lucas?

Echo un vistazo a su rostro preocupado, recordando su pregunta.

—Soy diferente. No rompí.

Empieza a deslizar sus dedos a través de las barras de nuevo,


pero se atrapa a sí misma antes de que pueda llegar a mí. Inclino mi
cabeza hacia ella, lanzando un profundo suspiro cansado. No sé qué
decir. Mi mente se revuelve en sí en nudos de nudos, tratando de
averiguar una forma de salir de esto, ¿cómo puedo ayudarla, cómo
podemos salir y encontrar a Mia juntos? No se detiene, el dolor en mi
cabeza no desaparece, no hasta que Sam intenta de nuevo, llegando a
cepillar el pelo oscuro, húmedo de mi cara. Sus dedos son como el
hielo, pero estoy sobrecalentado, me estoy quemando.

—No te acerques a los otros, Sam —le susurro—. No los mires. No


trates de hablar con ellos. No hay nada... humano dejado dentro de
ellos. Te harán daño. Es para lo que fueron entrenados.

—¿Pero no tú?

—No estoy... no estoy del todo bien adentro —Trato de aclarar—.


He sentido lo que ellos quieren que yo sienta. —La nada dulce que viene
de empujar a través del dolor, dejando tu mente vacía—. Pero tengo...
maneras de tratar.

La veo digerir esto, el momento en que sus ojos se iluminan con la


comprensión. Hay una leve sonrisa en su rostro.

—Tortuga.

Aprieto mis ojos con fuerza y asiento. El apodo de mamá abrasa


mi corazón.

—Me ayuda a hacer frente. Si estoy perdido en mi cabeza, no


puedo escucharlos. No me siento como ellos. No pueden romperme,
pero no pueden saber que no pueden. Así que tengo que... tengo que
hacer las cosas que hacen. Doblegar. Seguir las órdenes.
43

—A veces tenemos que doblegarnos —dice ella—, para sobrevivir.

—¿Es eso lo que llamaste esta mañana? —pregunto—. ¿Doblegar?


Página

Parecía más como un ajuste para mí.


Sam deja que su mano caiga lejos, volviendo la mirada lejos de la
mía. Su mandíbula se fija obstinadamente, sobresale ligeramente. Es
tan Sammy, tengo el impulso irracional de reír, pero no estoy seguro de
realmente recordar cómo. Esta es la chica que no quería volver a jugar a
princesa.

—¿Era la primera vez que él hizo eso? —le digo—. ¿Cuánto tiempo
tiene él…?

—¿Cuánto tiempo hace que estoy tentándole? —Escupe la


palabra. Veo el león que viene de nuevo en ella. Sus uñas se curvan
contra el suelo como garras—. Dado que la rotación se inició hace unos
días. Él estaba asignado a nuestro bloque de cabinas. Algunas de las
chicas en otra cabina... Mira, todo irá bien. Voy a encontrar una
manera para que pierda el interés.

Dios. Es exactamente lo que yo pensaba, ¿no? Está obsesionado


con ella. Se ha obsesionado con otras chicas en el pasado. Y en lugar de
tratar con el problema real, los controladores del campamento lo
mantienen moviéndose alrededor. Ni siquiera lo mueven a un bloque de
cabinas de chicos.

A menos que ya intentaron eso, también, y no le importaba ni un


poquito de mierda. Siento como si estuviera a punto de vomitar. Hay
humo en mis pulmones, llenando mi pecho.

—Es él, no tú —digo las palabras ferozmente—. No has hecho


nada mal. Si lo intenta de nuevo, yo…

—Harás nada —dice ella—. No puedes. No, escúchame. Tienes


que encontrar a Mia y resolver... Tienes que salir de aquí. Prométemelo.

—No voy a prometerlo —le digo—. Si te toca de nuevo, él es


cenizas.

—No se puede hacer nada, Lucas. No puedes. Ese es el punto de


este lugar.

Y eso no es solo eso, ¿verdad? Se han llevado todo lejos de


nosotros, incluido el derecho que tenemos de protegernos. Esto es lo
que significa ser impotente, dependemos de ellos para todo, incluso
para la decencia común. Tenemos que confiar en que van a comportarse
como seres humanos reales.

—Corre. Tan pronto como te den una oportunidad. Vete de aquí y


encuentra a tus padres y… —Sam se inclina hacia delante de nuevo,
apagándose. Sus cejas se dibujan juntas. No puedo ocultar mi
expresión de ella, y sé cómo debe lucir. No quiero tener que ocultar el
44

dolor más. No puedo esconder nada de ella, de todos modos.

—Oh... oh, Lucas, no —susurra. Los años perdidos se extienden


Página

entre nosotros, y odio que tenga que llenarlos, que tenga que decirle
esto. Odio todos los que sí. ¿Qué si nos hubiéramos quedado donde
estábamos y tratado de luchar por eso? ¿Qué si yo hubiera llegado a
Thurmond con Sam y Mia y hubiera sabido, al menos, donde podría
encontrarlas?—. ¿Qué pasó?

Trato de hacer caso omiso del dolor que me atraviesa el pecho.

—Nosotros… fuimos hasta Pennsylvania, a vivir con Grammy y


Pops. ¿Te acuerdas?

—Por supuesto.

—No podíamos quedarnos con ellos después de que comenzaran a


hacer esos anuncios sobre Colecciones. Yo ya había cambiado. Era
demasiado peligroso y la gente sabía dónde estábamos. Así que nos
fuimos y nos fuimos unos cuantos pueblos más. —Vivimos de nuestro
coche en un estacionamiento abandonado, pero yo no podía decirle que
no cuando su cara estaba ya tan destrozada—. Ni siquiera era tan malo,
¿sabes? Poníamos hojas en la ventana durante el día, cuando Papá
salió a buscar trabajo, y Mamá y Mia tratarían de superarse una a la
otra con sus historias. A veces pienso en ser lo suficientemente pequeño
para pasar por encima de los asientos traseros, mi mejilla contra la tela,
solo escuchando a mamá mientras ella expresaba cada uno de sus
personajes. Papá iba a volver con la comida y una sonrisa, delgado a
través del camino y besarla. Hecho de menos los días que eran
aburridos, calientes, y largos, porque esos eran los días en que me
sentía seguro.

—Fue solo... comenzó como un robo de auto. Los dos chicos


estaban fuera de sus cabezas en algo. Se convirtió en algo más cuando
se dieron cuenta de que Mia y yo estábamos allí. Mis padres no iban a
dejarnos ir. Mamá cogió el dinero que habíamos estado guardando en la
guantera. Entraron en pánico, pensando que tenía un arma, también.
Papá trató de cubrirla. Fue todo tan rápido.

—¿Estás seguro de que están muertos?

El hedor de la sangre y el humo llena mis sentidos, y el estruendo


de dolor se inicia en la parte posterior de mi cabeza, yendo adelante
como un traqueteo de tambor. Me centro en el golpeteo de la lluvia, así
no tengo que escuchar los gritos de Mia.

—Dios —dijo—, por supuesto que lo estás. Lo siento. No puedes...


tú... —Está parpadeando con fuerza, tratando de aclarar su garganta
hasta que se da por vencida, y veo las primeras lágrimas recogiendo en
sus pestañas.

—¿Tus padres? —pregunto.


45

No me gustaban los Dahls. No del todo. Sammy era la mejor de


Página

ellos, y ni una sola vez lo reconocían. No sé cómo alguien como ella


podría sobrevivir en una casa que es tan... tiesa. Palabras rígidas,
abrazos rígidos, cenas rígidas. Mamá se sentía tan mal por ella, le
gustaba desviar la racha malvada de Sam con la suya. Cualquier cosa
que le faltaba en su casa, se le habría dado. Estábamos siempre
rebosando con las cosas buenas. Mi casa en Bedford era ruidosa y
sucia y tan dulce, tan brillante que los recuerdos casi duelen a la vista.

Sam se encoge de hombros.

—Papá me llevó a la escuela. Eso fue lo último que vi o escuché


de ellos.

No sé qué decir para que eso no fuera horrible y ofensivo para las
personas que la criaron. No puedo hacer nada, sino apoyarme en la
caja. Sam hace lo mismo, y trato de imaginar cómo sería si no hubiera
esa barrera entre nosotros, si hubiéramos vivido nuestras vidas de la
manera que se supone debería ser exitosa. Las cosas perdidas, juegos,
bailes, estudiar, esas cosas solo me dejan hueco. Pero sé que Sam está
allí. Sé que ella está.

—¿Todavía ves Greenwood? —pregunta Sam en voz baja.

—No como solía hacerlo —le digo—. Hay otras cosas en las que
me tengo que enfocar. Recuerda. —Ojalá que todavía tuviera la clase de
corazón para llegar a las historias que solía. Eran tan puras y simples.
Y debido a que estábamos haciendo las reglas, siempre tenía que ser el
héroe.

Pero no hay habitación libre para el juego o fingir en nuestras


vidas. Incluso estos minutos que hemos tenido están siendo robados
por la realidad. Necesito mi caparazón, pero no puedo perder mi
enfoque en el futuro porque estoy dejándome perder en el dulce
resplandor del pasado.

—Pienso en ellos todo el tiempo —dijo Sam—. Aquí está este, Mia
era la bruja y ella se hizo cargo de la fortaleza y te sostuvo cautivo. No
puedo recordar por qué me estaba arreciando con sus animales de
peluche, sin embargo.

Tengo que sonreír. Mia tenía un gusto por lo dramático. Era más
feliz como una hechicera, una reina malvada, o de monstruos y aún
más feliz si mamá la dejaba asaltar su maquillaje para completar el
look.

—Ella podía controlar a los animales de la selva, ¿recuerdas? La


defendían. —La inclusión de su peluche Tigre, Ty-Ty, porque, por
supuesto, ¿por qué no podría haber grandes felinos depredadores en
Greenwood?
46

—¡Y te convirtió en una bestia, también! ¿Cómo podría olvidarlo?


—La risa de Sam es tan débil que creo que la he imaginado—. Su
Página

debilidad era el agua. Rompí el Super Soaker.


—Pero luego te diste cuenta de que podrías cantar para dormirla
—le digo—. Sammy salvó el día de nuevo. ¿Cómo fue eso? Tengo la
alegría, alegría, alegría, alegría de mi corazón...

—Y estoy tan feliz, tan feliz... —Su voz deja de salir mientras traga
saliva—. Te extrañé. ¿Es esto real? No puedo... ¿esto está pasando
realmente?

—Voy a apostar que te extrañé más —le digo con un calor que no
tiene nada que ver con lo que soy, pero quién soy yo, que quiero ser—.
Se siente lo mismo. —Nunca me dejaste.

Sam se sienta de nuevo, sus labios abriéndose, pero si quiere


decir algo, nunca lo sabremos. Las luces de los gastos generales de
repente fijan y yo como un cohete me enderezo. El estupor similar a la
droga rasga lejos de mi mente y cierra de golpe de nuevo en la realidad.
Sam se revuelve contra el fondo de metal de la caja. En el segundo
antes de que desaparezca de mi línea de visión, veo la desesperación en
su rostro, y estoy hecho a la mitad por el tipo de dolor que es peor que
cualquier bastón de mando, cualquier choque, cualquier hoja. Mi oído
es un hervidero de actualizaciones, la torre de control que viene a través
de una empresa.

—Potencia a plena capacidad, volver a lo previsto.

Me obligo a caminar hacia la puerta, de vuelta hacia la pared de


cajas, y luego hacia la puerta otra vez, tratando de jugar de mi
indecisión como marcapasos. Mi mente es un bucle. Olsen dijo que
saliera cuando notifiquen que la vigilancia estaba en funcionamiento
técnicamente no he sido notificado de eso, solo que el equipo está
encendido. Eso es una excusa que van a comprar, pensé, tomé sus
palabras literalmente. Piensan que nuestras cabezas están vacantes, a
la espera de que viertan en cualquier pensamiento o las órdenes que
quiere que tengamos. Puedo jugar mudo para siempre si significa no
tener que dejar a Sam solo. Mierda.

Esto va a ser un problema, no voy a ser capaz de concentrarme


en lo que vine a hacer aquí, sobre la reproducción de la parte del
soldado de juguete perfecto. No voy a ser capaz de pensar en otra cosa
que Sammy.

Ella tararea de nuevo, recogiendo esa misma canción de la alegría


y la felicidad, y me detiene en seco. Se asienta mi mente.

Se abre la puerta detrás de mí, dejando entrar una ráfaga de


lluvia en una fuerte ráfaga de viento. Puse mis piernas en una postura
firme, como si pudiera ser la pared que le impida llegar a ella. Vuelvo la
cabeza alrededor, buscando algún tipo de excusa para dar a Olsen de
47

por qué todavía estoy aquí.


Página

Pero no está ella allí de pie, completando el marco de la puerta.


Es Tildon.

48
Página
Tres
Sam
Algo está mal.

Lucas ha detenido el paso, girándose lentamente hacia dentro con


cada zancada, pero la agitación que electrifica el aire se ha hinchado
hasta convertirse en algo mucho más peligroso. La temperatura de las
habitaciones aumentó, hasta estoy segura de que no es el calor
entrando de los conductos de ventilación superiores. Forcejeo de nuevo
contra el lado de la jaula, intentando ver, luchando con el ansia de
patear, patear y patear hasta que lo rompa en pedazos. Quiero salir.

La puerta se cierra de nuevo, amortiguando el aullido del viento.

—Descartada.

Una palabra. Un rayo de pavor se dispara hacia mi corazón. Lo


detiene muerto en mi pecho.

Presiono mi espalda contra la esquina más lejana de cajas. Hay


un bloqueo entre nosotros. Una jaula. Estoy segura en la jaula.

A no ser que él tenga la llave.

¿Le podrían haber dado una llave?

¿Podría habérsela quitado a Olsen? ¿Dónde estaba ella? ¿Por qué


ella no…?

Sus botas chapotean cuando el agua las abandona. Da tres pasos


cortos hacia delante, pero sigo sin poder verlo a él o a Lucas. Presiono
una mano en mi rostro, mi espalda viva con el pulsante dolor, mi
cabeza sigue doliendo por el Ruido Blanco. Mi garganta quema por las
cosas que le debería haber dicho en los pocos minutos que tuvimos.

No lo hagas, pienso, Lucas, no vale la pena.

Tiene que salir de aquí. Tiene que encontrar a Mia. No sé qué se


supone que sean esos Rojos, qué rol están destinados a servir aquí,
pero puedo adivinar que la insubordinación no va a funcionar con
ninguno de los PSF.
49

El corazón de Lucas es demasiado blando para este lugar. Tiene


la mente más hermosa que cualquiera que alguna vez haya conocido.
Página

No debería habérselo permitido… no debería haberle hablado. Saberlo


es como tragar agua hirviendo. Me envolví demasiado en él y el
sentimiento de tenerlo cerca de nuevo. Él es diferente, en muchas
formas. Su voz es profunda pero sigue teniendo el típico rastro de una
sonrisa en ella, no importa lo tenue que sea. Y en donde solía ser más
bajo, más delgado que yo, Lucas ha crecido hasta la altura de su padre
y ha ganado peso. Lo han transformado en alguien que llena una
habitación solo con estar en ella.

No sé cómo lo hace, cómo es lo suficientemente fuerte para


esconder su corazón tan profundamente en él, la superficie nunca
delata cómo se siente. Es solo porque lo conocía —lo conozco— muy
bien que veo el dolor que está en sus ojos y puedo reconocerlo por lo
que es. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que ha podido ser siquiera
capaz de hablar de sus padres? ¿Cómo ha podido sobrevivir todos estos
años, encerrado en su propia mente?

Esta mañana había sentido el poder abrasador bajo su piel, y


simplemente había asumido que su corazón se había endurecido con
los años como el mío. No es cierto en absoluto. Él sigue siendo el bueno
y dulce Lucas. Sé cuán profundamente siente todo, y no puedo
imaginar la fuerza inhumana que está necesitando para superar perder
a dos de las personas que más ama en el mundo cuando solo el
pensamiento de su pérdida desgarra mi corazón. Cuando éramos niños,
él era el llorón. Las cosas no lo disgustaban, lo devastaban, y solo me
hacía querer luchar con cualquier niño que lo molestara por ello.

Puede esconderlo de ellos, pero no de mí.

—¿Tonta o simplemente sorda? —Resopla Tildon—. Sal.

Oigo un paso, luego otro, un paso más ligero que se refleja. Algo
chasquea, el garrote saliendo de su gancho. Ahora reconozco el sonido.
Es un hematoma en mi memoria, uno que nunca va a sanar
completamente.

Alguien está respirando fuerte, y no soy yo. Tampoco creo que sea
Lucas.

—Hay muchas jaulas aquí. ¿Estás buscando unirte a la pequeña


princesa? Probablemente te gustaría eso, ¿no?

Lucas no dice nada. Tildon no hace nada. Puedo oírlo retorciendo


el garrote en su puño, pero no le pega a Lucas. Intento imaginar cómo
debe de ser, enfrentar a un Rojo, sabiendo lo que ha hecho para
atormentar a los Rojos en el pasado, sabiendo que algunos deben
recordarlo.

¡Vete, Lucas! Mi mente está gritando las palabras. Si solo pudiera


ver su rostro. Él podría saber que se puede ir. No se puede quedar aquí
50

por mí. No vale la pena.


Página

Lucas da un paso vacilante hacia la puerta mientras Tildon


camina a su alrededor, cuidadoso de mantener la distancia de un brazo
entre ellos. De repente hay agujas y cuchillos bombeando a través de
mis venas, no sangre. Las botas de Tildon son lo primero que veo, sus
embarradas botas. No puedo respirar. De repente me doy cuenta, de la
verdad escondida dentro de mí. Esto nunca va a acabar. Ahora esta es
mi vida, hasta que los controladores del campus intervengan y lo
trasladen de nuevo, transformándolo en el problema de otra chica. Odio
que la idea en realidad me de alivio. Odio lo egoísta que tengo que ser
solamente para sobrevivir.

Se agacha, tocando la cerradura con su garrote. Entonces me


siento como un animal. Atrapada en una trampa, esperando por el
cuchillo.

—Hola dulzura. Antes no terminamos nuestra conversación.

No lo voy a mirar. No lo haré. Puedo sentir sus ojos. Puedo sentir


su mirada inclinada sobre mí, a la forma en que el sudor se aferra a mí,
la maraña que es mi cabello. Deseo que Olsen lo hubiera cortado todo
antes de que se fuera. Veo lo que hace ella, ahora, la intensidad de su
mirada mientras mira el lugar donde mechones de mi cabello rozan mi
clavícula.

Tildon tira de la cerradura para probarla, se ríe de la forma en


que me encojo cuando arrastra su garrote frente a la jaula, de arriba
abajo, sus ojos nunca abandonándome Quiero arrastrarme fuera de mi
piel y desaparecer en las sombras. Quiero disolver el camino que hizo
Ruby. No puedo estar más aquí. No puedo.

La jaula entera se mueve cuando el garrote se estrella de nuevo


contra ella. Me sacudo desde la parte superior de mi cabeza a los pies,
tan fuerte que muerdo mi lengua y pruebo el sabor de la sangre
estallando en mi boca. Tildon se ríe de nuevo cuando cubro mi rostro
con los brazos. El metal fino se ha deformado donde lo golpeó. El
agujero entre las barras se ha expandido, dobladas y torcidas hacia
dentro extrañamente. Mete a presión el garrote en la esquina inferior de
la puerta y la comienza a doblar, también, tirando la esquina hacia él,
creando un agujero lo suficientemente grande como para meter una
mano. Me retuerzo de nuevo, colocando mis piernas contra el pecho, mi
lado izquierdo contra la parte posterior de la jaula para evitar su
contacto.

—Dulzura —llama—, dulzura… ¡ven aquí! —Puntúa las dos


últimas palabras con su garrote. No puede llegar hasta mí mientras esté
aquí. Estoy a salvo en la jaula…

Tildon se para de repente y se apodera de la parte frontal de la


jaula y la jala hacia él, al centro de la pequeña habitación. El grito que
sale de mi garganta es ahogado por el chirrido del metal contra el
51

cemento, el estruendo de las jaulas vacías encima de la mía llenando el


espacio, estrellándose en el suelo. Deja caer el peso con un gruñido de
Página

satisfacción, una sonrisa con todos los dientes. Ahora no puedo


alejarme de él. Está de pie por encima de mí, mirando hacia abajo a
través de los barrotes, considerando. Me obligo a no mirar a Lucas,
todavía de espaldas a nosotros en la esquina.

Él no te puede ayudar, tienes que salir de esta. Piensa, Sam,


piensa.

—Este es M27 solicitando permiso para dejar a las jaulas y volver


a mi puesto —oigo decir a Lucas. Ahora su voz tiene un matiz vacilante,
cada palabra entrecortada—. El Oficial Tildon está aquí para relevarme.

El aliento de Tildon silba mientras aspira entre dientes. Se


retuerce alrededor, fijando en Lucas una mirada de mucha malicia
disimulada, no puedo imaginar cómo ambos saldremos vivos de aquí.

El pánico instintivo suaviza la comprensión horrorizada. Les está


diciendo que Tildon está aquí de una forma que lo hace ver como si solo
le estuviera pidiendo permiso para actuar. Pero no lo entiende. El
equipo está encendido. La cámara está operativa. La Torre de Control
debe saber que él está aquí. A ellos simplemente no les importa.

¡No! Quiero gritar. No te pongas como un objetivo. ¡Solo sal!

Sin embargo, lo intentó. Lo intentó. Mi garganta está densa con la


necesidad de llorar que estoy muy agradecida.

Ninguno de los dos se ha movido, y soy demasiado cobarde para


hacer algún ruido y romper el tenso silencio. Tildon está quieto,
congelado, su mano sigue colgando a pulgadas por encima de mi
cabeza. Alguien de la Torre de Control le debe de estar hablando en el
oído. Por primera vez, me pregunto si tal vez no sabía, si alguien había
estado observando esta habitación desde el momento en que la
electricidad volvió.

Lucas se gira lentamente, cruzando la corta distancia hasta la


puerta. La abre y la sostiene; la habitación parece jadear, aspirando el
aire frío. No dice ni una palabra, solo espera. Sus ojos nunca se apartan
de Tildon.

—Estúpido pedazo de mierda —el PSF está furioso—. No creas


que voy a olvidar…

—Nuestras órdenes —dice Lucas sin un ápice de calidez en su


voz—. Señor.

Es bueno. Casi aterrador, como si hubiera dos chicos diferentes


atrapados en su cuerpo. Los últimos rastros de luminosidad chispeante
que había sentido con él se desvanecen y mueren completamente.
52

Tildon me mira y, antes de que pueda darme la vuelta, escupe en


mi cara. La sonrisa que me da es de alguna manera peor que cualquier
Página

otra cosa que me ha hecho aquí; es una promesa. Agacho la cabeza,


doblándome a mí misma dentro del estrecho espacio para limpiar hasta
el último rastro de él con mi manga. Su olor cuelga sobre mí como una
nube de veneno, y me siento dando arcadas una y otra vez hasta que él
finalmente cruza la habitación y apaga las luces.

La puerta se cierra y las cerraduras detrás de ella.

Y cuando no hay nada ni nadie, excepto las paredes a mi


alrededor para oírme, empiezo a tararear de nuevo. Levanto la nota más
y más alta hasta que el dolor en mi garganta se despeja y el viento
empieza a responder a cambio.

Parece imposible, pero duermo.

Es del tipo superficial, uno en que me sumerjo dentro y fuera


hasta que finalmente me siento más cansada de lo que hice al principio.
El día me ha cortado y dejado expuesta hasta el último nervio de mi
cuerpo. Mientras llega la noche, temprano como siempre, la sobrante
bruma de luz por la tormenta se tiñe de un color violeta oscuro. Mi
espalda está rígida, no importa cómo me doble y retuerza, y tengo que
imaginar que mi piel se está volviendo del mismo color que el cielo.
Aprieto los dientes y cierro los ojos, a la deriva de vuelta de la realidad.

En el momento en que mis ojos se abren de nuevo, la luz ha


salido de mi mundo por completo. La rejilla metálica en el lado de la
jaula se clava en mi espalda, gimo cuando me vuelvo a mover. No hay
manera de que mis ojos se acostumbren, y no hay nada que ver salvo
por un pinchazo de luz roja en la puerta donde está la cerradura
electrónica. En cambio, todos los demás sentidos se agudizan para
llenar los vacíos. El olor a piel mojada se está moderando lentamente
fuera de la pequeña habitación, pero lo que lo reemplaza es el hedor de
la comida húmeda de perro. Mi vientre siente calambres por el hambre
y mi garganta está seca, pero no será insoportable hasta la mañana.
¿Cuánto tiempo dicen que tengo aquí? Esta mañana se siente como si
hubiera sucedido en otra vida.

¿Me imaginé a Lucas? El miedo se apodera de mi garganta y


aprieta firmemente. No habría sido la primera vez. Él siempre está ahí
cuando lo necesito, esperando a que lo arrebate de mi caja de
recuerdos. Hay nuevas imágenes ahora, escondidas detrás de las
antiguas. Cierro los ojos y lo imagino sentado allí de nuevo. Recuerdo
cada curva y hoyuelo tan claramente que creo que podría pintarlo en el
aire, de vuelta a la existencia. Ojalá pudiera haber atrapado el sonido
de su canto en mi cabeza.

Atraigo otro aliento. Real. No puedo decir si todo esto ha sido un


sueño o una pesadilla. Parece tan fuera de línea con mi vida como para
53

ser reducido a esta pequeña cosa. Mi mente está haciendo todo lo


posible para quemar rápidamente el fuego en mi corazón; en realidad
Página

está pensando en esto, arrastrándome hacia abajo en esta realidad.


Las probabilidades son que nunca voy a tener la oportunidad de
hablar con él de nuevo, siempre que los dos estemos aquí. Tantos
diferentes momentos de oportunidad tuvieron que alinearse para traerlo
a este campamento, para que nos reconozcamos el uno al otro, para
que él diera un paso adelante, para que el poder saliera. Mis manos
tiemblan por cuán frenética me siento ante la idea. No lo aprecié lo
suficiente mientras él estuvo aquí. Si pudiera retroceder el tiempo y
vivir esos pocos minutos de nuevo, habría prestado más atención a su
olor, los detalles de las cicatrices en el lado derecho de su barbilla, la
forma en que la calidez de su voz se encogía y ampliaba, dependiendo
de qué estaba hablando.

Él se irá, y tú te quedarás, y vivirás a través de eso, también.

¿Lo haré?

¿No tengo una opción en nada? Él volvió a entrar en mi corazón


como una conclusión, no una pregunta. Quizá eso es todo el punto, la
vida mostrándome lo buena que podía ser, dejándome tenerlo solo el
tiempo suficiente para quererlo más de lo que nunca he querido nada
más, solo para hacerlo trizas. Cuando no tienes nada durante tanto
tiempo, olvidas el terror de tener algo que perder.

El crujido comienza como un pie arrastrándose contra el


hormigón. Levanto la cabeza, tratando de escudriñar en la oscuridad.
Hay todo tipo de roedores en este campamento. He tenido que matar a
más de un ratón, por no hablar de un surtido de cucarachas y arañas,
con nada más que la palma de mi endeble zapatilla deslizable. Los
sacos de comida para perro deben ser el cielo para ellos, fáciles
ganancias a kilómetros a la redonda.

Pero sé cómo suenan los ratones, ya que escarban contra el


concreto y a través de las paredes. Eso no es un ratón.

Alguien exhala entre sus dientes. No lo escucho ni lo siento cerca


de mi tobillo.

—¿Quién está ahí? —Mi voz suena poco natural en voz alta a mis
oídos, incluso en un susurro. ¿Cuánto tiempo había estado durmiendo?
Habría oído a alguien entrar; el chirrido de la puerta por sí mismo me
habría sacudido fuera de la capa más profunda del sueño.

Empiezo a arrastrar mis piernas hacia atrás, de donde las he


extendido. Pero ese pequeño movimiento precipita otro, cálido y liso
músculo se desliza a lo largo de mi piel, hasta la pantorrilla con
silenciosa intención. Y pienso, Él está de vuelta, pienso, Está aquí, ha
quitado la cerradura. No puedo ver una maldita cosa, no puedo salir de
esta maldita jaula, esta habitación, esta vida; la oscuridad lo ha tomado
54

en peso, y no puedo salir de debajo de ella. No puedo salir. Nunca estoy


saliendo.
Página
No es hasta después de que pateo frenéticamente que puedo oír a
mi mente susurrar, Serpiente.

El siseo suena como si hubiera tratado de tirar un cubo de agua


helada en un incendio, suena como mi corazón, a su frenético pulso
justo antes de que se detenga por completo. Me entumezco, mi cuerpo
congelado está vivo de emociones, abrumadoramente consciente del
peso extendido a lo largo de mi cadera, por mi pierna. Para entonces, ya
es demasiado tarde.

La hoja de metal debajo de mí aparece cuando el peso cambia de


repente. No puedo quedarme quieta, blanda, algo que sé que se supone
que haga, solo quiero salir, quiero salir de aquí. Hay un momento de
gracia mientras se enrosca antes de la estocada. La siento torcerse
hacia adelante, y, Dios, siento cuando sus colmillos perforan a través de
mi piel y golpean el hueso de mi tobillo.

Grito por el dolor y la conmoción, y solo… duele…

Duele…

Electrifica mi cerebro. Puedo ver los colores y luces que no están


allí. Siento el diablo en esta sala con tanta seguridad como si él hubiera
guiado la serpiente adentro.

Deja. De. Moverte.

Azota fuera de la jaula tan rápido que creo que está volando. Se
va por el camino en que debe haber entrado, a través de la brecha que
Tildon hizo tratando de forzar la puerta fuera. Me ahogo en mi próximo
aliento cuando su resbaladizo cuerpo se frota contra la primera mordida
por última vez. Si trata de salir, no morderá de nuevo. Está tan asustada
como tú.

Me quedo quieta por tanto tiempo como puedo soportarlo, hasta


que se inicia el temblor. Bajando la mano de la mejor manera que
puedo, froto mis dedos a lo largo de las perforaciones, ya hinchadas y
sensibles. Se desprenden resbaladizas y cálidas, más cálidas que
cualquier otra parte de mi cuerpo. Casi me puedo imaginar cómo
sucedió, cómo la serpiente lavó fuera de su agujero profundo por esta
lluvia de invierno e hizo un refugio de este lugar, y luego una casa
cuando se dio cuenta de cómo muchos ratones se arriesgaban a correr
salvajemente para conseguir la comida para perros. Yo no era nada más
que un calentamiento para ella. Se estiró para tratar de sumergirse en
la calidez que tenía para ofrecer. A…

Olas de náuseas se agitan en mi estómago. Fui una Chica


Exploradora por dos años antes del cambio, y nos enseñaron a
55

identificar las venenosas, cómo evitarlas en caminatas, qué hacer si no


puedes. Pero no puedo recordar nada de eso. No hay nada en la caja. Mi
Página

mente está luchando de nuevo a través de los años, pero nada de eso
importa porque ocurrió antes de ir a través del cambio. No puedo
recordar cómo diferenciar a una serpiente de otra, y al final, en realidad
no importa. Está demasiado oscuro para ver algo. Lo único que sé es
que no me siento bien.

No puedo pretender que no ocurrió, y, por primera vez en años,


no quiero yacer aquí y dejar que la suerte ruede los dados sobre si debo
tener esperanza, o si por fin estoy saliendo de este viaje. Ahora veo que
hay algo para mí al final de todo esto. Cuando salga, no importa
cuántos años puedan ser a partir de ahora, sé que hay alguien a quien
le importará. Si Lucas no puede escapar a este programa demente que
han establecido para los Rojos, entonces él me necesitará para
encontrarlo. Lo ayudaré a encontrar a Mia, y aunque no tenga ni idea
de qué hacer ni a dónde ir desde allí, nada de eso importa porque
vamos a correr a toda velocidad, la oscuridad desapareciendo en el
polvo de las ruedas se levantará. Pasaré los límites de este lugar y los
protegeré a ambos de alguna vez sentir el dolor de la pérdida de nuevo.

Me muevo sobre mis rodillas, mi mente y pierna palpitando con


mi pulso. Tengo que llamar la atención de alguien, en nuestras cabinas,
si algo llegara a suceder, teníamos un botón de emergencia para
presionar. Así es como supieron venir y llevarse a Ruby. No tengo ese
lujo, y no he entendido que es un lujo hasta este momento en que todas
y cada parte de mí está temblando, y el pánico está haciendo difícil
concentrarme en algo. Jadeo en una respiración profunda, sintiendo
mis piernas de nuevo. Mis dedos ni siquiera rozan la mordida, pero mi
pierna se siente cerosa para mí, y aparte del dolor punzante, apenas
hay sensación alguna fuera de la sensación de la arena vertiéndose en
mis huesos.

Lo que tengo es un cuarto oscuro, y una cámara solitaria en


alguna parte de la pared detrás de mí.

Meto la mano a través de la abertura que Tildon creó en las


barras de metal. Cada vez que mi mente trae a colación la imagen de
una serpiente, obstinadamente la redirijo al rostro de Lucas. Nadie está
viniendo se convierte en Vendrá, vendrá, él vendrá a buscarme. No
quiero ser realista. Ya no quiero fingir que estoy bien viviendo en este
adormecimiento gris. Quiero salir de aquí. Quiero vivir. Quiero sentir
cada onza de dolor y felicidad que la vida puede servir, porque
significará que he sobrevivido. Significará que estoy viva.

Encajo mi brazo tan allá como podrá ir y lo oscilo de arriba a


abajo. Minutos se marcan, segundo a segundo, hasta que no puedo
ignorar la forma en que el metal está cortando brazo y que no ha
pasado nada. Tiro de la cerradura, pero mis manos tiemblan demasiado
duro como para mantener mi agarre. Me muevo de nuevo a lo largo de
la parte inferior metálica de la jaula, me quito la camisa y expongo mi
56

piel al frío. Se siente bien, en realidad. Hay algo hirviendo justo debajo
de mi piel; siento que burbujea en mi estómago, demasiado, hasta que
Página

empiezo a sufrir calambres. La camisa es empujada fuera del agujero en


primer lugar, y me estiro para agarrarla, esperando contra toda
esperanza de que vayan a ser capaces de ver el color en movimiento en
la oscuridad mejor que mi brazo. Me agito frenéticamente arriba y hacia
abajo.

No pasa nada, y nadie viene, y cuanto más me tardo en darme


cuenta de ello, peor me siento. Está muy oscuro aquí. A menos que las
cámaras puedan ver en la oscuridad, no tendrán idea de que algo está
mal. Podría intentar apresurarme de nuevo a la jaula, acercarme lo
suficiente a las cajas apiladas para intentar enviarlas a chocar contra el
suelo, pero no importaría. No lo verían.

Tengo que llegar a las luces.

En este punto, el castigo que sé que vendrá deja de importar y me


doy la vuelta de nuevo, raspando mi espalda contra la parte superior de
la jaula. No puedo ver nada delante de mi rostro, es todo dedos
sensitivos y manos desesperadas. Aun así, me acuesto en mi espalda y
pateo. Una pierna, la que se siente como si estuviera realmente
ardiendo, no puedo hacer más que un movimiento. Aprieto los dientes y
uso la otra para patear contra lo que creo que son las bisagras de la
jaula, ¿pueden romperse, no? Cualquier cosa puede romperse si se
golpea con suficiente fuerza. ¿No somos todos una prueba de ello?

Oigo un chasquido; la reverberación del golpe eleva mi pierna.


Una más. Por favor, solo una más…

La puerta se desprende y traquetea contra el cemento. No pierdo


un segundo en torcerme a mí misma, así puedo utilizar los brazos para
arrastrarme fuera. El contenido de mi cabeza está revoloteando
alrededor. No puedo conseguir un apoyo sobre el suelo con los pies
debajo de mí. Es más lejos para caer, de todos modos, que si voy a
gatas.

Me muevo a través de la oscuridad, raspando mi piel, sintiendo


las piezas sueltas del concreto cavar en mi piel. La mano en frente de
mí golpea la pared y la estiro hacia arriba, palpando en la pared por el
interruptor. Mis dedos buscan a tientas, pegajosos y torpes. Me obligo a
ir más arriba hasta que escucho un clic, y la luz que inunda la
habitación arde lágrimas en mis ojos. Protejo mi rostro y miro hacia la
puerta. Habría sido cerraba desde el exterior, ¿no? Podría tratar. Tengo
que tratar.

Pero eso es todo. La fuerza se filtra fuera de mí, perlando mi piel


en forma de sudor. Estoy temblando y no puedo parar. Mi cabeza no
está en control de cualquier cosa debajo de mi boca.

—¡Ayuda! —La palabra rompe fuera de mí. Bizqueo hacia la


mancha oscura en la esquina superior de la habitación—. ¡Ayúdenme!
57

¡Por favor!
Página

No quiero morir. No quiero morir así.


—¡Ayúdenme! Ayuden…

Me golpea tan rápido, que apenas tengo tiempo de volver la


cabeza antes de que los contenidos de mi estómago lleguen a ascender
vertiginosamente y fuera de mí. Entre arcadas, no puedo liberar un
aliento, y mucho menos una palabra más. Estoy jadeando y no se
detiene. Incluso cuando no queda nada, tengo náuseas y calambres, y
lloro porque duele, duele…

La oscuridad me traga y me escupe de vuelta; no hay forma de


medir el tiempo que me ahogo antes de que mi cuerpo me arrastre hacia
arriba desde las profundidades otra vez. Mi cabello se aferra a mi
rostro, mi cuello, mis hombros, mientras el mundo se vuelve
efervescente y brumoso a mi alrededor. Los sueños que emergen de la
oscuridad están desarticulados y en negrita, colores como vívidas
puestas de sol.

La voz de mi padre trompetea a través de la noche, He aquí, te doy


el poder de pisar serpientes y escorpiones, y sobre toda la fuerza del
enemigo; y nada podrá por cualquier medio lastimarte. Lo veo de pie en
el altar, las alas con plumas de color púrpura y dorado expandiéndose
detrás de él, echando sombras sobre los bancos de la iglesia. Mi madre
está perfecta, la cara helada se derrite y cae en su regazo. Lucas, un
Lucas más viejo, está por encima de mí, subiendo, subiendo y subiendo
a través de las ramas de un árbol. Cuando se vuelve para mirar hacia
abajo, veo una corona de estrellas alrededor de su cabello oscuro. Las
chispas bajando a la deriva a mi alrededor cuando me estiro por su
mano.

Estoy en el autobús en una lluvia torrencial. Los niños a mi


alrededor están llorando silenciosamente, volviendo sus rostros hacia
abajo para que los hombres y mujeres de pie en los pasillos no puedan
ver. Se reproduce en blanco y negro, una vieja película que mi cerebro
ha archivado. Pero en la fila por delante en el lado opuesto, hay una
niña con el cabello oscuro. La veo a color, ojos verdes que parpadean
hacia mí, pijama de Batman azul y amarillo. Recuerdo esto, la bala, la
Naranja. La sangre en las ventanas del autobús que la lluvia lava con
resignación. Esa chica camina a mi lado todo el camino hacia el edificio
de grandes ladrillos hasta que nos sentamos en el azulejo a cuadros
blanco y negro en el interior. Le doy la mano. Recuerdo sostener su
mano.

Es Ruby. Sé que es. Ruby, quien se escabulló, Ruby quien


desapareció. ¿Así es como se sentía? Todas aquellas noches me
pregunté, ¿adónde se fue? Si hay un cielo, ¿van a dejar que cualquiera
de nosotros entre? ¿Adónde vamos? Si no hay lugar para nosotros fuera
de las vallas, ¿adónde vamos cuando morimos?
58

La chica se derrumba en un montón de cenizas. Trato de cogerla,


Página

moldearla de regreso a su forma, pero ella se ha ido, todo se ha ido.


Oigo arañazos, un zumbido metálico, y me giro hacia el otro extremo del
pasillo, donde una luz azul pálido brilla. Los niños a mi alrededor se
desvanecen en las sombras. Una voz como grietas de bala a través del
silencio.

—encia… requiere… inmediato… transporte a…

El mundo se sacude y traquetea, sacudiéndome del negro hacia el


azul. Parpadeo en contra de la niebla ligera a mi alrededor y trato de
girar la cabeza para ver qué forma oscura se mueve cerca de mis pies,
pero mi cuerpo está bloqueado fuertemente. Mi lengua está hinchada y
saborea la bilis en mi boca. No puedo sentir nada. Todo lo que queda de
mi latido del corazón es un suave y tentativo golpeteo en mi pecho. Un
Mantente despierta, un Lucha más fuerte, un No puedes irte.

Es demasiado difícil mantener los ojos abiertos por mucho


tiempo. Cuando vuelvo, hay un rostro que no reconozco por encima de
mí, diciendo cosas que no puedo oír. Una de sus cuidadosas manos
está en mi garganta, y la otra en mi pierna. Ida, vuelta, ida, soy movida,
levantada sobre algo rígido e inflexible. El aire frío no me puede tocar,
pero el olor, el olor a aire limpio, los últimos vestigios de la lluvia, me
dan ganas de llorar. Me deslizo bajo un cielo tan azul, tan púrpura, tan
dorado que lucho tan fuerte como puedo para mantener los ojos
abiertos, porque quiero recordarlo para siempre, sin importar el tiempo
que dure.

Porque sé que va a ser la última cosa que vea.

59
Página
Cuatro
Lucas
Nos levantamos una media hora antes de que lo haga el resto del
campus, y no con las penetrantes alarmas a través de los altavoces,
pero el sonido metálico de un PSF arrastrando su porra sin reservas a
lo largo de la ventanilla del barracón. Cuando has entrenado a tu
cuerpo y mente a descansar sin caer en un sueño profundo, es
suficiente para despertarte y hacerte salir de la litera para cumplir con
la rutina de la mañana de lavarse, ponerse el uniforme, hacer la cama,
prestar atención, en espera de instrucciones. Veo hacer todo en un solo
movimiento.

Los barracones están silenciosos libres de pies arrastrándose y el


agua corriendo. El edificio es viejo pero bien climatizado y decentemente
mantenido. Tenemos ventanas y suelo embaldosado y muros pintados,
lo cual hace a todo verse hogareño en comparación de lo que había visto
ayer en las cabinas. Y donde mantenían a Sammy durante la noche.

Hasta la semana pasada, albergaba a PSF a punto de llegar al


final de su servicio obligatorio. Solo tuvimos que deslizarnos
cuidadosamente en el lugar desocupado, pusimos nuestros uniforme y
artículos de higiene en pequeños cofre a los pies de las literas donde
solían estar los suyos. No había decorado en la paredes, pero tenían
algunos carteles descoloridos por el sol, hasta uno con el horario fijado
del campamento, que al parecer no había cambiado nada en siete años,
otros con los gráficos de clasificación en color. La barra de color rojo
furioso en la parte superior de la tabla está marcado con un FUEGO,
ALTAMENTE PELIGROSO.

Mi aliento se escapa como un resoplido áspero.

F13 se coloca en su sitio a mi lado, alisándose una trenza por


encima del hombro. En mi cabeza, siempre la he llamado Rose, por el
color de su pelo. Me he imaginado una vida falsa suya, para todos ellos,
siempre alguna tontería para contrarrestar la dura realidad. Para Rose,
pretendía que sus padres eran los cuidadores del zoológico, y que al
crecer tuvo de mascota un armadillo llamado Fernando y monos
colgándose de jaulas en su patio trasero. Pretendo que su voz es tan
suave como los pétalos que caen, porque solo la he oído gritar. Los
Entrenadores marcaron a estos niños con una letra y un número,
60

minando cada sentimiento y pensamiento que les perteneciera. Quiero


verlos como seres humanos. Soñaré por ellos, si tengo que hacerlo.
Página
Terminó de envolver las hojas sobre su cama con la insustancial
precisión militar inculcada en nosotros, y se tomó un momento para
enderezar su uniforme y asegurarse de que su camisa está metida
adecuadamente. Hago lo mismo, alisando una arruga inexistente; estoy
rebosante de la necesidad de moverme, de balancearme hacia delante y
atrás sobre mis talones hasta que empiece el día.

En su lugar, imagino a alguien vertiendo yeso debajo de mi piel,


dejándolo secar, manteniéndome atrapado en esa misma postura. Eso
ayuda. Un poco. Pero he estado esperando para ver a Sam. Seguí
mirando a Olsen durante las rotaciones de la cena, listo para ir a
llevarle la comida, para ver cómo estaba, para ser asignado allí durante
la noche. Traté de hacer los cálculos en mi cabeza sobre cuánto tiempo
podría desaparecer de mi puesto y salir por detrás del edificio antes de
que nadie se diera cuenta.

Pero Olsen nunca me dijo una palabra, tampoco lo hizo el


regulador del campus que nos destituyó por la noche y nos mandó de
vuelta aquí. No lo esperaba exactamente, pero quería algún tipo de
indicio de que le habían traído una manta o agua.

¿Qué ocurre cuando tiene que ir al baño? ¿Le permiten levantarse


y moverse durante un tiempo durante la noche? Las preguntas se
mantuvieron en mi mente. No podía huir de ellas, y una parte de mí
pensaba que no lo merecía.

Lo único que había sido capaz de hacer era vigilar a Tildon para
asegurarme que no desaparecía en ningún momento, ¿pero y después
de las rotaciones de la cena? No había forma de saberlo con seguridad.
Se podría haber ido de nuevo, deslizándose fuera cuando debería de
estar en su barracón.

Cierro los ojos y tomo una respiración profunda para no perder el


equilibrio contra la avalancha de violencia y de llamas que se filtra a
través de mi mente.

La puerta en el otro extremo de la sala se abre, y un regulador del


campus de avances entra, su mirada pasa sobre nosotros. Me enderezo
mientras un PSF se mueve entre las cama, inspeccionando el algodón
por arrugas o esquinas despegadas. Satisfecho, asiente con la cabeza
hacia ella.

—Las tareas del día son las siguientes —comienza el regulador del
campus. Escucho solamente lo suficiente para saber que soy escolta
médica, no asignado al bloque de la cabina de Sammy. Estoy cuidando
a un montón de niños que no son ella, pero, no me han rotado a alguna
cabina de Azules para confirmarme a mí mismo que Mia no está ahí.
61

Seguimos al regulador del campus fuera de los barracones,


siguiendo nuestros propios caminos. El mundo a nuestro alrededor es
Página

húmedo y recargado, con el anuncio de otra tormenta. He cogido un


portapapeles con una sola hoja con una lista de nombres,
localizaciones, y horas para recoger a los niños y llevarlos al hospital. Al
final de mi día, tengo asignadas dos horas para “ayudar al personal
médico” antes de las rotaciones de la cena.

Lo que eso significa para ellos, significa algo completamente


distinto para mí. Hay ordenadores en el hospital. Si puedo encontrar
uno, es solo cuestión de encontrar una habitación que no esté bajo la
vigilancia de cámaras para hacer una búsqueda sencilla en su sistema,
voy a saber, para bien o para mal, exactamente dónde está Mia.

Dejo que ese pensamiento me lleve hacia delante al comedor para


el desayuno, brazos balanceándose al mismo tiempo que otros. Siento
que estoy controlado ahora mismo, lo suficiente como para no montar
en cólera cuando veo a Tildon sonriendo desde la puerta,
manteniéndola abierta para los niños que están en el interior.

Mis pies me llevan a nuestra pequeña mesa mientras mis ojos


escanean la habitación otra vez. La cabina de Sam está en la primera
rotación, y no puedo verla a través de cientos de cabezas inclinadas
sobre sus cuencos de poliestireno. La chica con el pelo oscuro y rizado,
la que vi llorar ayer, parece haber sido espolvoreada en tiza, es tan
pálida. Sus ojos se mueven al espacio en blanco junto a ella mientras el
PSF que patrulla en el pasillo detrás de ella se inclina y le susurra algo
al oído. Un dedo gordo pasa a lo largo de la curva de su oído y sé,
incluso antes de que mire hacia arriba y me vea mirando, que es Tildon.

Ese espacio vacío es Sam.

Mi estómago se convierte en piedra y apenas puedo lograr tragar


la comida que está en mi boca. Todavía la tienen encerrada. Ella todavía
está en la maldita jaula.

Las mesas se vacían una por una, los rostros y números


colocados en líneas ordenadas, de dos en dos. Hacemos lo mismo, y
estoy sorprendido de darme cuenta de que estoy ansioso por empezar a
moverme. Trabajar significa que las horas pasarán más rápido, y que
voy a ver a Sam cuando los horarios coincidan por última vez en la
rotación final de la comida.

Cojo el portapapeles de la mesa y lo meto bajo el brazo, ignorando


el terror en los rostros de los muchachos Verdes que se han reunido a
nuestra derecha.

F14 se vuelve hacia ellos, con los ojos como la aburrida y plana
piedra arenisca. Si no fuera porque el PSF estaba cerca, creo que los
niños se esparcirían como ratones. Nuestra proximidad está
desgastando sus nervios.
62

El niño que aparece como 5552 en mi lista resulta ser una


adolescente, que sabe esperar en su mesa, incluso después de que las
Página

otras chicas de su cabina barajaran la forma de salir para el trabajo del


día. Presiono el portapapeles contra mi pecho mientras me paseo por
las filas de largas mesas detrás de ella. Mira hacia atrás, luego mira
otra vez. Se recuerda a sí misma con la misma rapidez, y sus ojos
oscuros se vuelven a dirigir a la mesa. Su cuerpo es tan rígido como los
carámbanos que se han congelado a lo largo del borde del comedor. La
vergüenza se arrastra a través de mí cuando la agarro del brazo y la
coloco en pie. En el momento en que mi guante toca su brazo, es como
si la hubiera apuñalado. No podía haber saltado más alto si hubiera
sido un cable de alta tensión.

Cuando nos toca ir hacia las puertas dobles, finalmente me doy


cuenta de que Tildon se ha reposicionado en la salida, todavía con la
mirada de un gato satisfecho después de una matanza. Mi inquietud
alcanza de lleno a la realidad, mi miedo viviente, mientras él agarra mi
brazo y para la fila detrás nuestro.

—Es una lástima —dice, inclinando la cabeza hacia la mía. Su voz


es clara—. Es condenadamente malo que no fueras ahí esta vez.

Estoy tres pasos fuera del comedor cuando las palabras me


llegan, disolviéndose como estática en mi cerebro. Empiezo a dar
marcha atrás, pero no puedo. Sé que no puedo. Se lo estaría
confirmando. Una alarma suena en mi cabeza y tengo que aguantar la
respiración para evitar soltar la llama que se construye en mi interior.
Lo sabe, o al menos cree que sabe, que me preocupo por Sam. ¿Por qué
sino iba a decirlo?

Llamar a los reguladores del campus ayer fue una apuesta, pero
pensé que había valido la pena. La única cosa que me importaba en ese
momento era mantenerlo alejado de ella.

Este idiota, es un depredador demostrado. Lo que quiere de ti, su


naturaleza detecta cualquier susurro de debilidad, es explotar cada
pequeña grieta en tu muro. Coge las heridas justo cuando empiezan a
sanar, las toca, sabiendo que no puedes devolverla, toma de la gente
que no está en posición de dar.

Había sido tan estúpido como para asumir que era demasiado
cobarde para intentarlo de nuevo y pillarme. Debería haber sabido
mejor, que estoy entre él y su presa.

Sam. Mi corazón suena como un trueno a través de mis oídos.


Estoy convencido de que la niña lo puede oír, de lo fuerte que late.
Tildon debe de estar mintiendo, poniéndome a prueba. Quiere ver si me
afecta, deslizarse como alfileres debajo de mis uñas y volverme loco. Vi
la mirada en su rostro, lo cerca que me miraba mientras pasaba.
Sospecha. Debe de hacerlo.
63

Y, bien, estaba funcionando. La estructura de madera oscura


Página

detrás del comedor se ha convertido en el centro de mi universo, y todo


mi cuerpo está en sintonía con él, es la lucha de mi vida no mirar hacia
atrás por encima del hombro de nuevo.

No puedo dejar de mirarlo, lo que podría haberle hecho a ella.


¡Cómo debe de haberla tocado! El asco me transforma la sangre en
ácido y la niña se encoge cuando me siento más y más enfadado. Mi
brazo izquierdo tironea lo suficientemente fuerte para adelantar su
paso.

Perdón. La palabra es tan jodidamente inútil. Lo siento, lo siento…

Está mintiendo. No podría haberle hecho daño. Lo habría


escuchado por la radio.

No si todavía estabas durmiendo.

Las palabras corren a través mía como veneno, carcomiendo mi


fe.

El hospital es el edificio por el que aún no he estado. Los


reguladores del campus no tenían tiempo para incluirlo en el recorrido
inicial y, por lo que puedo decir, no me perdí mucho. El olor es como el
de todas las oficinas del dentista, a goma, antiséptico y limón falso. Las
baldosas están medio ocultas por las pilas de cajas, cajas de plástico y
pilas de lo que casi parece unas barras de cortina. No es nada
alarmante, pero la chica junto a mí se para en seco y se tensa mientras
lo toma.

No saben que se están marchando de aquí. Creo. Por supuesto


que no. Solamente se despiertan en medio de la noche y se marchan.
Nunca se les dice que no van a volver, apuesto por ello. Siempre temen
esa posibilidad.

Aún así, tengo órdenes. Me dirijo a la escalera como instruye la


hoja. Ella arrastra los pies en un primer momento, echándose hacia
atrás en contra de mi agarre entes de que lo recuerde. Mira el segundo
piso, pero vamos al sótano y no alivia la resistencia hasta que se da
cuenta de adónde vamos. La miro en sus primeros pasos, y me
pregunto qué demonios hay allá arriba para que, inconscientemente
respondan, dándoles tanto pavor que estarían dispuestos a desafiar a
un Rojo, aunque sea por un segundo.

La empujo hacia delante, por las escaleras, sintiéndome como el


imbécil insensible que ella debe de pensar que soy. Cuanto más nos
acercamos al pequeño desembarque, mis oídos detectan más fácilmente
los susurros. Pillamos a dos de ellos por sorpresa, y entonces estoy
atrapado por lo mismo. Olsen está de pie en la esquina con un chico
más joven, no más de treinta años, vestidos con batas grises. Una
64

tarjeta de identificación se balancea en su bolsillo mientras gesticula


con dureza hacia el PSF, con el rostro desfigurado por el enfado.
Página

—No se va a realizar sin tu no nos ayudas.


Olsen extiende la mano, haciéndolo callar mientras venimos.
Estoy esperando por su permiso, para pasarlos con la niña, pero sus
palabras se filtran y trato de recuperarlas cuando habla de nuevo:

—Maneja esto…lo mejor que puedas….estará…de nuevo.

El sótano del edificio refleja la estructura del primer nivel: en


forma de T, un largo pasillo corriendo horizontalmente, está repleto de
máquinas médicas con aspectos caros, el otro, con una serie de puertas
que se intersectan. La hoja me dice que lleve a cada chico a la oficina
número doce, que parece estar al otro extremo del pasillo. Pequeño
obsequio. Me permite echar un vistazo dentro de las habitaciones que
han quedado abiertas, y evaluar todo lo que todavía quedaba dentro.

Estantes, archivadores, y más de un ordenador.

Golpeo los hombros con una PSF que transportaba una pila de
cajas en sus brazos, pero se concentra demasiado en no dejarlos caer
nivelándome con un comentario hiriente o cortante. Señalo a la niña
que está a un lado para dar paso a las filas y cajas, y que por poco no
chocamos con dos mujeres en batas grises. Enfermeras, creo. Están
entrando y saliendo, gritando: ¡Pasando! Con lo que parecen ser bolsas
de sangre en sus manos.

Miro hacia atrás, alarmado, justo cuando se abre la primera


puerta a la derecha y dos hombres caminan hacia fuera, permitiendo
que las enfermeras entren a la habitación. Uno es O´Ryan, frotándose el
cabello, el otro está en una bata blanca. Llegamos a la oficina número
doce antes de que sus palabras puedan llegar por el pasillo haciendo
eco, pero me siento inquieto mientras guío a la niña a que entre y pateo
el taburete para que pueda subir a la camilla de metal. Dos afilados
pensamientos oscuros intentan conectarse entre sí, y luego un tercero,
pero los detengo. Tengo que estar concentrado en encontrar una forma
de regresar a la perrera hoy. Tengo que asegurarme de que ella esté
bien.

Me posiciono junto a la puerta, cerca de la pequeña barra con


tarros de bolas de algodón y bastoncillos para los oídos. Dejo que mi
mano descanse sobre la superficie plana, dedos picando hacia el ratón
del ordenador. Al toque más pequeño, la oscura pantalla entra en
erupción con la luz. Está encendido, creo, pero la pantalla trae a
colación que está bloqueada y la única cosa que hay es un espacio para
introducir una contraseña.

La puerta se abre detrás de mí y me enderezo, permitiendo que la


persona pase. Bata gris, cabello castaño rojizo, es el hombre del
desembarco que estaba discutiendo con Olsen. Cuando se voltea para
cerrar la puerta, se toma un momento para sí misma y calmar la ira en
65

su expresión. Cuando enfrenta a la niña, no sonríe, pero ya no parece


que quisiera arrancarle la cabeza a alguien.
Página
El enfermero pasa por delante de mí para llegar a la
computadora. Mis ojos yéndose directo al teclado mientras él escribe su
contraseña: ¡Martin09! Sigo su trayecto cuando hace clic a través de
varios programas diferentes y ventanas para subir el archivo de la niña.

Chelsea. Su nombre es Chelsea.

—¿Cómo te sientes? ¿Él frío te da algún problema? —pregunta, y,


para mi sorpresa, no hay malicia ni ironía recubriendo sus preguntas.
La niña se relajó en cuanto lo vio y ya no trata de de retorcerse las
manos fuera. Niega con la cabeza, manteniendo sus ojos fijos a los
dedos de sus zapatos.

Bien. No hay contacto visual.

El enfermero llega hasta el gabinete de la pared y lo desbloquea.


Dentro hay filas y filas de botellas y tarros. Cambio mi mirada hacia el
techo mientras se da la vuelta y llena un vaso de papel con agua de la
pileta. Chelsea lo acepta junto con dos pastillas.

Toma un pedazo largo y delgado de látex y lo ata alrededor del


brazo de la niña. Un torniquete. Le extrae sangre. Solo, incluso cuando
le pone un apretón en el brazo, ella tiembla tanto que él lucha para
meterle la aguja.

—Tienes que dejar de temblar —dice.

Su mirada se desliza sobre mí antes de moverla de un tirón a la


cara del enfermero. Su labio inferior atrapado entre sus dientes, sin
derramamiento de sangre, con lo duro que lo está mordiendo. Una
mirada de comprensión rompe a través del rostro del hombre. La forma
en que la niña se apoya fuertemente a la mesa de exámenes me hace
sentir que estoy usando una fea máscara de Halloween que no me la
puedo quitar.

Oh, pienso.

—Oh —dice él. A su favor, solo le toma un segundo a sus nervios


de acero y gira hacía mí con la misma expresión. Por primera vez veo el
nombre de su registro: R. Dunn—. Puedes salir por un rato.

No libero el aliento que estoy sosteniendo hasta que estoy de


vuelta en el pasillo y la puerta se cierra detrás de mí. El rumor de su
voz me pone en marcha otra vez. Aprieto mis manos contra la pared
plana detrás de mí, apartando mi rostro. No quería oírlo. Por alguna
razón, se siente como un rechazo, se siente como que he sido engañado,
y me hincho con resentimiento tóxico.

El día avanza con la mitad de mis pensamientos sobre la


66

estructura de madera detrás del lío, y la otra mitad en el seguimiento


del pasillo de Enfermería. Apenas escucho a la banda sonora de
Página
actualizaciones de estados en mi auricular y casi pierdo una solicitud
dirigida a mí.

Sam no está en la fábrica cuando trato de llevar a una de las


niñas, para que pueda conseguir un golpe desde su inhalador para el
asma.

No estaba en el lío durante la comida del mediodía. Si no hubiera


sido por Tildon, habría asumido que simplemente se había olvidado de
ella, o extendido su castigo otra noche para demostrar su punto como
una bola de demolición en lugar de un martillo.

¿Ha comido algo? ¿Le han traído agua, por lo menos? Vengo con
mil maneras que puedo preguntar a Olsen acerca de ella sin tener que
hacerlo, pero ninguno funcionó. Todos me hacen parecer como si no
tuviera corazón.

Enfócate. Computadora. Después Sam Solo tengo que ser rápido.

Traigo a cada niño para que recoja su tratamiento del enfermero


en la misma habitación, contando los minutos que lleva para que
termine con ellos. En esos minutos, busco cámaras. En el pasillo. A
través de las puertas que se abren.

En la habitación directamente enfrente de donde estoy parado no


he visto ninguna, sino dos parejas de enfermeras separadas del sexo
femenino y masculino PSF desaparecer dentro de ella. Oigo cerrarse la
puerta detrás de ellos. Y finjo no darme cuenta de como me falta el
aliento cuando ellos siempre regresan otra vez después de un tiempo.
Pase lo que pase en ese cuarto no está siendo monitoreado, claramente.

Les traigo el último niño, 2231, un niño Verde, abro la puerta de


la sala de exámenes y prácticamente lo empujo dentro a la enfermera
que lo está esperando. Tomo dos segundos para mirar a ambos lados
del pasillo vacío y paso a través de la puerta frente a mí.

Rápido, pienso, solo sé rápido.

Mi corazón golpea contra mi caja torácica mientras me tambaleo


hacia la oscura computadora. La habitación es un espejo del otro lado
del pasillo, con una excepción; La PC no está encendida, Pierdo dos
minutos esperando a que arranque, mis oídos esforzándose a cada
sonido amortiguado a través de las paredes. Efectivamente, la cámara
situada en la esquina superior ha sido prácticamente arrancada de la
pared y ha quedado colgando allí por sus cables de arco iris.

Allí. Finalmente. La pantalla de registro se desliza en su lugar y,


antes de que pueda dudar, escribo en el nombre de usuario y
67

contraseña que había visto a Dunn utilizar. El sistema parece cargar


píxel por píxel, y parece ser que cada segundo afeita las fracciones de lo
Página

que fueron. No puedo explicar la oleada de poder que sentí cuando la


base de datos, finalmente cargó y un cursor parpadea en el campo de
búsqueda.

Escribo Orfeo y pulso Enter.

No hay resultados.

Tengo que mirarlo de nuevo, porque eso no podía ser posible.

No hay resultados.

Un hueco en el corazón. Pura angustia desamparada entra para


llenar el espacio vacío donde solía estar la esperanza. ¿Ella no está en el
sistema? Eso significa—no es posible, no lo haré—Mia…Mia…

La puerta se cierra detrás de mí, golpeando la pared y cerrándose


de nuevo.

—¡Maldita sea, maldita sea, maldita sea, desalmado hijo de puta!

Me levanto, girando, buscando un arma que no tengo. Está tan


ocupado maldiciendo y pasando sus manos por su cabello castaño que
incluso no notó que estaba sentado en el taburete de espaldas contra el
mostrador.

En un segundo donde ninguno de los dos nos movemos.

—Qué—oh. —Es el enfermero Dunn.

De hecho, podía sentir mi corazón deteniéndose en el siguiente


latido. Y sé lo que los demás sentían ahora, porque mi cabeza se había
ido completamente a oscuras. No tenía ningún pensamiento interior,
salvo por uno solo: mierda.
¿Cuándo terminó de tratar al niño que le traje?

Su respiración es fuerte, inundando su pálido rostro a un color


furioso. Y justo cuando más lo necesito, mi cerebro se marcha y me
abandona. Mi cuerpo tenía que confiar en el instinto para protegerse, y
el instinto le decía que tenía que recoger uno de los frascos del gabinete
y…

—Tranquilo, tranquilo, está bien —dice Dunn, negándose a la


manera en que levanto mi brazo para alcanzar el tarro de cristal. Parece
recordar que soy y pone sus manos fuera delante de él—. Amigo, está
bien…Solo…No te he visto. Lo de…

Sus ojos se mueven entre la pantalla del ordenar y mi rostro. Un


rugido de la sangre mueve entre mis oídos, y no puedo hablar, no podía
pensar en ninguna excusa lo suficientemente rápido. ¿Por qué vine
68

hasta aquí sin pensar en una? Soy tan estúpido que no se me había
ocurrido intentar cerrar la puerta.
Página
—¿Quién te dijo que vengas aquí? —preguntó. No podía leer su
expresión ahora. Sus palabras tensas.

Cree que podría hacerle daño, matarlo, quemarlo…

Tal vez lo haga.

No. No puedo. No sin prenderle fuego a la habitación. Las


personas con llamas corriendo a lo largo de su piel suelen no quedarse
quietas dejar calmadamente que sus cuerpos se quemen en cenizas y
huesos. Quemará todo el lugar con él. Es un pensamiento horrible que
trae a mi mente el olor nauseabundo de la carne quemada.

Mi estómago se da la vuelta. ¿En qué escenario podríamos salir los


dos de esta habitación?

—Está bien —dice Dunn cuando no contesto.

Mi corazón choca contra mis costillas. No sabía que tenía que


tener una orden para venir aquí. Todavía no.

Tal vez no piense en tomar la radio y preguntarle a alguien.

¿Podré asustarlo para callarlo? Creo que sí. Doy un paso adelante
y él da un paso generoso para atrás. Los entrenadores nos enseñaron a
luchar con los puños, así como el fuego. Querían fuerza en el cuerpo,
no fuerza en la mente. Pero él sabe, ¿no lo haría? Que no debemos
hacer nada sin órdenes, que supuestamente mi voluntad ha sido
lisiada. Dos cuestiones con eso: no puede estar tan asustado de mí
como yo pienso, pero cuando descubra que las reglas no se aplican a
mí, se lo dirá a alguien. Es imposible que no lo haga. Estos adultos
están todos en el mismo lado.

Piensa, Lucas, Cristo, haz algo, di algo, ¡sal de aquí!

Matarlo no ayudaría a Sam y menos salir de aquí. No me ayudaría


a encontrar a Mía. Me atraviesa una ola de nauseas. Podría no ser fácil
de encontrarla. ¿Puedo romper el frasco, y usar los fragmentos para
cortarle profundamente como los instructores nos habían mostrado?,
pero ¿Cuánto tiempo le tomaría a la Torre de Control saber quien lo
hizo?

—Es…Oye —dice el hombre con la voz tensa—, todo el mundo


necesita tomar un descanso e irse lejos, ¿no? —Comienza a bajar las
manos—. Está bien. Lleva al niño que trajiste y llévalo…

Sus ojos vuelven a la pantalla del ordenador. Escudriña en ello y


mi pulso empieza a golpear en mi sien.
69

—¿Orfeo?
El nombre me corta como una navaja a través de mi columna
Página

vertebral. No había limpiado el campo de búsqueda. No debí de haber


hecho esto, debería de haber hecho un plan, uno de verdad, pero, tenía
que salir de aquí. Necesito sacar a Sam de aquí. Necesito encontrar a
Mía. Mi uniforme estaba empapado en calor, el sudor pegajoso y el
cuello de mi chaleco me tenía como una mano envuelta alrededor de mi
garganta.

El enfermero da pasos más cerca al computador, dándome una


mirada cautelosa mientras llega más allá de mi brazo. No podía hablar.
Y no solo porque se suponía que debía estar jugando un papel.

—¿Has estado buscando esto?

No puedo. Respira.

Quería desaparecer dentro de mi cabeza. El silencio que se


extendía entre nosotros era insoportable. Bajo la mirada.

Él debió de tomarlo como una seña.

—No hay nadie con ese nombre —continua, inclinándose sobre la


mesa y moviendo el ratón y haciendo clic. Otro campo aparece en la
pantalla y refresca el asunto.

—Pero hay una Natalie Orfeo que está catalogada en el Plan Belle.
Eso es en Texas, al parecer.

¿No había buscado bien? Me sorprendo antes de que pueda girar


hacía él.

Te está engañando. Quiere atraparte.

Te está dando vueltas hacia los entrenadores.

Pero… y si no había buscado bien, eso significaba que allí había


más listas que no había visto. Eso significa…

—¿No? ¿Y qué tal con Mia?

Mi cuerpo reacciona antes de que mi cerebro pudiera detenerlo.


Todo mi cuerpo da oleadas hacia el ordenador. Dunn salta de nuevo,
ambos brazos hacia arriba, pero no importaba nada, solo lo que había
en la pantalla. Alegría se estrella en relieve. Mis rodillas podrían dar un
salto fuera de sí, si no me aferraba a la mesa.

Hay una foto de ella junto a su perfil, su pelo es más largo de lo


que recuerdo, oscuro y rizado sobre su hombro de la forma en la que
mamá acostumbraba. Mi garganta quemaba. Peso, talla, clasificada
como Azul, dios. Gracias, dios. Está viva. Y no es como yo. Algo frágil
brotó de mi pecho y tengo que mantener y tragar las ganas de llorar.
70

Roca negra. Ese es su campamento ¿Dónde está eso? Guardo el


desplazamiento, pero no lo digo.
Página

—¿Es esa…tu hermana? ¿Una prima?


Dunn está acercándose hacia mí, pero se detiene cuando me giro
y lo miro con una mirada asesina.

Son todos iguales. Los entrenadores, los PSF, incluso esas


enfermeras. No están de nuestro lado y nunca lo estarán. Va a tener
mucho placer de coger esto y tirarme hacia abajo por esto ¿Vale esto la
pena? Sé que está viva y donde está, pero he terminado. Hecho. Ni
siquiera voy a tener que decir adiós a Sam, o decirle de alguna manera
que ellos me estaban sacando fuera, de vuelta a la instalación, volver al
trabajo otra vez y otra vez hasta que averiguaran una manera de
convertir mi cabeza en una cascara vacía.

La idea de la construcción con sus paredes blanco-lejía me hace


sentir maniáticamente desesperada. Mia está viva. Está viva. Cualquier
felicidad con ese pensamiento es rota en pedazos bajo el pensamiento
de que, si, estaba viva, pero en un lugar como este.

Nunca seré asignado allí una vez que los entrenadores cuenten
todo sobre esto. Ellos me mantienen desde hace meses, intentando
romperme ¿le harían daño a ella con el fin de hacerme daño? Eso
funcionaria. Dios mío. No habría ningún lugar seguro para este tipo de
dolor.

Dunn se apoya en el mostrador con los brazos cruzados sobre el


pecho.

—Nunca le pidieron a ninguno de ustedes que buscara algo en el


sistema, así que tengo que creer que esto era lo suficientemente
importante como para correr el riesgo de ser atrapado. Te preguntaría
que sesión iniciaste, pero no importa. Admiro las pelotas, pero si vas a
intentar esto de nuevo, tienes que tener más cuidado. Cualquiera
podría haber entrado.

Me levanto completamente, apretando el puño y me preparo como


si estuviera a punto de hacer algo…tengo suficiente control sobre el
fuego para encender una llama con un poco de presión.

Dunn se estremeció. Su voz estrecha y alta mientras agita sus


manos delante de él, diciendo:

—Espera, espera.

Por alguna razón, lo hago. Espero que se dé la vuelta en el


ordenador para escribir algo más en el programa. Cuando terminó, giró
la pantalla hacia mí, para que pudiera ver el perfil de su crecimiento.

La foto que se atribuye es la de un muchacho joven con el pelo de


color marrón rojizo como Dunn y una cara rechoncha, redonda. Está
71

mirando a la cámara muerta, con una abierta mirada de odio.

—Este es Martin —dice Dunn—. Él es la razón por la que estoy


Página

aquí, y si de verdad crees que voy a darme la vuelta y reportarte por


preocuparte por alguien lo suficiente como para arriesgar tu cuello y
luego… puedes contarles a los controladores de campo esto. Tenemos
prohibido servir en cualquier lugar en el que tengamos familia.

No me muevo. Mi cerebro se ha desconectado del resto de mi


cuerpo.

—El proyecto me cogió justo cuando estaba saliendo de la


universidad y aplicando para escuelas de medicina. Serví mis cuatro
años en un campamento en el Medio Oeste, pero me re alistaron ¿Sabes
por qué? Porque este anuncio se abrió, fui capaz de buscar en nuestra
red y ver que habían traído a mi hermano aquí. También sabía que él
había entrado en el sistema con el apellido de nuestro padrastro, y yo
había mantenido el de nuestro pare, por lo que lo solicité y por
supuesto, no lo cogieron. Quería ser un buen hermano...pensé, que si
no podía sacarlo, al menos podría velar por él. Resulta que soy tan
impotente para ayudarlo como a todos los demás aquí.

—¿Por qué?

La palabra estaba fuera antes de que pudiera tragar por mi


garganta. Las líneas de la cara de Dunn se aflojaron, pero las sombras
en sus ojos todavía estaban allí.

—Estoy limitado en lo que puedo hacer para ayudar a los niños.


No podemos darles muletas cuando se hacen un esguince de tobillo, ya
que podrían convertirlos en armas. No permitimos que se queden
durante la noche al no ser que haya una posibilidad real de que
pudieran morir si no se supervisan. Apenas puedo obtener el
medicamento que necesitan. Y al médico no le importa. Ni siquiera
entró a comprobar a esta pobre chica que estamos tratando por una
mordedura de serpiente hasta el fin de semana. Tiempo familiar. —Hace
un sonido de disgusto—. Todo ha sido en vano. Martin no está aquí.
Alguien se las arregló para mantenerlo fuera.

No puedo retener el shock salir afuera.

—¿Cómo?

—Irónicamente, fueron dos enfermeras. O, supongo que eran


enfermeras reales después de todo. Lo pusieron en uno de los grandes
contenedores de bio-residuos que usamos para disponer basura
médica. Justo lo cargaron en su coche y se lo llevaron lejos. Negocios de
costumbre, solo vertiéndolo con el resto. No tengo ni idea de donde está,
pero me tengo que quedar aquí, haciendo girar mis pulgares, esperando
mi trimestre fuera para empezar a buscarlo.

Algo agrio subió por mi garganta. Intento tragar saliva y sacudo la


72

cabeza para ocultar lo desesperado que estoy y saber más. Puede pasar.
Puedo salir de aquí, y lo más importante, puedo sacar a Sam, también.
Página

La forma en que él lo describe no funcionara. Habrían cambiado


inmediatamente ese protocolo. Es más que una prueba de que este
lugar no es necesariamente la cárcel de máxima seguridad que quieren
que los niños piensan que es. El equipo y el edificio están arruinados y
prácticamente están pintados con óxido, remendado demasiadas veces.
Los PSF y los controladores del campamento se extiendes muy
delgados, y debido a ello, tienen una cuchilla sin filo en sus manos.
Tiene que haber otras brechas a través de las que nos podamos
deslizar.

—¿Cómo te llamas? —pregunta Dunn

—M27

—Tu nombre real —dice—. No eres un número. No dejes que ellos


te dejen pensar eso.

Pienso en todos esos niños que traje conmigo hoy, como se


pasaron todo el paseo hasta la enfermería con miedo y ansiedad. No se
relajaron hasta que no estuvieron con ellos. Los llamó por sus nombres,
no por sus números. Quiero creer que no hay juego aquí. Y, de todos
modos, este es mi archivo. Podría no aparecer en el sistema informático,
pero estoy seguro de que tendría acceso a la información si lo
preguntaba.

—Lucas.

—Lucas, soy Pat. —La sonrisa del enfermero es débil, incierta,


como una nube de tormenta que se cierne sobre nosotros.

—Creo que ambos tenemos que volver al trabajo.

Lo hacemos. Mis diez minutos se pasaron hace dos minutos.


Dunn sale al pasillo primero, para darme tiempo de envolverme en la
piedra de la indiferencia de nuevo. Está solo la pequeña enfermera de
pelo rizado y oscuro esperando por nosotros, frotándose las manos
arriba y abajo por los brazos. La mirada triste en su rostro esta tan en
desacuerdo con la clamada, y dulce expresión que había usado con los
niños.

—Lo siento —estaba diciendo Dunn.

—Tuve que pedirlo prestado…

—Está bien. Envié al chico de vuelta a su camarote con uno de


los PSFs —dijo rápidamente la enfermera Kore—, pero tienes que venir
ahora. La hinchazón han empeorado y la fiebre ha vuelto.

El enfermero Dunn se puso rígido, su piel tirante hacia atrás


mientras hace una mueca. Nos empuja a ambos para pasar, corriendo
por el pasillo. El suelo está vacío casi en su totalidad, pero veo a un PSF
73

sacando su cabeza por la oficina y se está levantando. Kore sacó al


soldado fuera, a la derecha de Dunn está la entrada a la primera sala,
Página

la única que había visto, de la cual O´Ryan y el doctor salieron antes.


Los seguí por el pasillo, un poco perdido en cuanto a qué hacer.
Después de coger al último niño de nuevo, supuse que volvería
aquí a ayudar al personal hasta la última rotación de comida. Quiero
mantener un ojo en Dunn sin embargo, ver si muestra alguna
inclinación de echarse atrás con sus palabras. La enfermera Kore está
bloqueando la puerta mientras paso, pero puedo ver lo suficientemente
bien sobre su cabeza, Dunn está abriendo cajones y armarios. Haciendo
una serie de preguntas.

—¿Qué le diste la última vez? ¿Cuándo comenzaron los


síntomas? Mierda, respira con dificultad, necesitamos epinefrina
¿Dónde está? ¿Puedes mirar en la puerta de al lado?

Solo entonces, cuando Kore me empuja al pasar para atravesar la


puerta de al lado de la sala de examinación, es que veo a la niña de la
mesa.

Piezas de la habitación comienzan a desaparecer. Los cables. Los


vendajes. Las maquinas pitando. El IV goteando. Los adultos. Lo que
veo es un rostro pálido, tenso por el dolor, sucio cabello rubio lacio
desplegado a su alrededor. Algo mojado bajando por sus mejillas, pero
no puedo decir si es sudor o lágrimas.

No. La palabra penetra en mí como una bala en llamas.

Es condenadamente malo que tú no estés allí esta vez.

Qué demonios ¿Qué diablos está mal en este mundo?

La temperatura de mi piel se eleva como el sol del desierto. Esta


chica aparentemente no puede sufrir bastante. No hay límite de a lo que
va a ser sometida aquí. Sammy es buena y le pasa esto. Esto

¿Y por qué? ¿Se supone que debemos consolarnos por el hecho de


que un día va a tener la recompensa por su lucha?

Puedo oír a su padre predicando la vida eterna, como los mansos


heredaran la tierra. Las canciones de la escuela dominical. Él tiene el
mundo entero en sus manos…

Mis pies me llevan a la sala mientras Dunn se inclina sobre ella,


ajustando una máscara de oxígeno. Veo la pierna que ha tirado sobre la
manta por primera vez, esta hinchada dos veces al tamaño de la otra y
hay una burbuja purpura y negra en la piel de su tobillo derecho. Mi
mordaza réflex ahogó mi siguiente respiración.

Las personas mueren a causa de las mordeduras de serpiente


¿Cuánto tiempo pasó antes de que alguien la encontrara? ¿Cuánto
tiempo estuvo sola en la oscuridad?
74

Debería haber ido, debería haber encontrado una manera. No


debería haberla dejado
Página
¿Qué opción tenía? ¿Qué otra opción tiene cualquiera de
nosotros?

Kore me empuja mientras entra, sujetando una jeringuilla para


Dunn.

—¿Fue el anti veneno que usamos? La única otra cosa que le di


fue morfina para el dolor. —Salí de un tirón de mi aturdimiento.

—Es alérgica a la morfina.

Ellos le dieron el tiro. No estoy seguro de que cualquiera de ellos


me oyera. Así que me repito, tengo que. No pueden darle la morfina. La
última vez que lo intentaron fue cuando se rompió el brazo y se quedó
atascada en el hospital un par de días extra porque tuvo una mala
reacción.

Dunn y Kore finalmente levantan la mirada, girándose primero el


uno hacia el otro, y luego hacia mí.

—Es la morfina —les digo de nuevo. Realmente les he maldecido,


¿No? Pero tienen que saberlo para que no cometan el error otra vez.
Tienen que ayudarla.

—Lucas…

Mi visión en un túnel. Por un segundo, creo que escuché la voz en


mi cabeza, pero la enfermera Kore está hablando, está diciéndole a
Dunn,

—Ha estado diciendo el nombre todo el día. No he sido capaz de


sacarle ninguna otra palabra.

—Samantha —dice Dunn—, Samantha, ¿Me oyes? Necesito que


abras los ojos. Es el enfermero Dunn. Necesito revisarte para
asegurarme de que estas bien.

Ella no está bien. Sammy no está bien nunca va a estarlo, nunca


más, no puedo…no puedo…

—…La puerta es…Lucas…la puerta…oscuro…Lucas…

Mi armadura no se agrieta. Se hace añicos. Cae e cenizas. Mi


visión se torna borrosa y el miedo se retuerce poco a poco sustituyendo
el miedo y la cautela de mi cabeza. La última cosa que veo es al
enfermero Dunn volviéndose hacia mí, diciendo algo. Estática se vierte
en mis oídos.

Aprieto mi cara sobre mis manos para tratar de ocultarlo pero es


demasiado tarde. Estoy llorando. Estoy llorando como el niño que fue
75

apedreado caminando a casa todos los días de la escuela por los niños
más grandes. Estoy llorando como el chico al que le dijeron que tiene
Página

que dejar su mejor y único amigo atrás. Estoy llorando como el niño
que observaba a ambos padres sangrando delante de él, que observó a
los hombres con uniformes romper la mano de su hermana porque ella
no lo soltaba.

Hundiéndome contra la pared hasta que siento la baldosa fría


debajo de mí. Estoy respirando tan fuete que no puedo contener el
aliento. Ahora lo entiendo. No puedo ayudar a nadie. Ni siquiera puedo
ayudarme a mí mismo.

—¿Cuál es?

—Coge la puerta —dice el enfermero Dunn bruscamente. Hay


movimiento a mi izquierda mientras la puerta se cierra.

—TU…—Apenas puedo pronunciar las palabras—. Tienes que


cantarle. Despertará si le cantas, ama la música, no puede…no puede
morir así…el silencio.

—Lucas ¿conoces a Samantha? —La voz de Dunn tiene una


cualidad tensa. Me obligo a levantar la mirada, con los ojos y la
garganta dolorida. Dunn está de rodillas delante de mí. Kore está
pegada a la puerta, mirando hacia el techo, sacudiendo la cabeza.

—Sam —le digo, corrigiéndolo—. Mejor amiga. Sammy.

La maldición que sigue ampolla mis oídos. Respiro hondo,


tratando de aspirar suficiente aire en mi pecho para mantener el
sentimiento de aplastamiento fuera.

—¿Cómo es que él…? —Kore empezó a preguntar, luego


realmente me miró.

—¿Te acuerdas de las cosas? Dijeron que no todos lo harían. Nos


hicieron pensarlo.

—No importa —dice Dunn, interrumpiéndola—. Su estado es


muy, muy grave, pero está viva. ¿Recuerdas lo que te estaba diciendo
antes, sin embargo, acerca de cómo funcionan las cosas aquí?

Asiento con la cabeza.

—No creo que haya sido una serpiente de cascabel, de lo contrario


no seguiría aquí…tal vez una víbora. El problema es, que no tenemos
ningún anti veneno, y los controladores de los campamentos no van a
ceder a mi petición de dejar el campamento local para adquirir más.
Piensan que es una violación de la seguridad. Pero para el momento en
que esté ordenado y entregado a través del transporte militar…

—Va a morir —terminé


76

—Lucas, escúchame. Mucha gente no se trata con el anti veneno


y sobrevive. Estamos preocupados, sin embargo, porque sus síntomas
Página

no han mejorado nada y siempre hay riesgo de infección. Solo no tengo


la suficiente experiencia con mordiscos de serpiente para decirte nada
con certeza.

Sammy es una luchadora, quiero decir, pero ¿Quién puede luchar


contra esto? ¿Quién sobrevive a esta?

—¿Su pierna?

—Cortamos la necrosis…el tejido muerto. Puede haber daño en


un nervio, cojera. No puedo mentirte, podría no ser capaz de caminar de
nuevo si no recibe tratamiento médico adecuado.

—No será capaz de correr.

—Nadie puede correr aquí —dice la enfermera Kore, presionando


una mano en su frente.

—A Parte de él —Escupo las palabras—. Tildon.

Kore y Dunn cambian miradas que son bastante fáciles de leer

—¿Qué fue lo que le hizo a las otras chicas? —pregunto—. ¿A los


otros niños?

—Solo he oído rumores —dice Dunn lentamente—. El médico


siempre los trata. Vi uno de los niños una vez sin embargo, y el…—
Sacude la cabeza.

—¿Estás diciendo que Tildon tiene algo que ver con esto?

De alguna manera me las arreglo para contarles lo que pasó ayer,


sin ceder a la compulsión de correr fuera, encontrar al hombre, y verlo
arder desde sus zapatos. Estoy totalmente enojado de nuevo. Ni si
quiera me importa que mi brazo tenga espasmos. No importa que no
pusiera a la serpiente en el edificio con ella. Ella nunca debería haber
estado allí en primer lugar. No puedo dejar de verlo. No puedo dejar de
ver a Sam sola en esa jaula. La dejé sola en la oscuridad.

—Jesús…—exhala Kore. Y se vuelve hacia el otro enfermero—. No


van a hacer nada al respecto hasta que se intensifique. Ese ha sido el
caso para los otros, ¿Verdad?

—Le pregunté a uno de los controladores de campamento después


de ver al chico. Necesitan pruebas físicas de abuso y comportamiento
inadecuando —dice Dunn frotándose la cara—, antes de que puedan
transferirlo a otro bloque de cabinas. No toman acciones preventivas.
Ellos solo responden.

—¿Qué pasa con su despido? —Exijo— ¿Cuántas faltas tiene este


tipo?
77

Parecen nerviosos por el calor cortando esas palabras. Le toma a


Página

Dunn un momento decir:


—Hay tan pocos PSFs dispuestos a volver a su servicio y
quedarse. Él es uno de ellos. Con el cierre del campamento y los niños
siendo enviados a otros campamentos, ellos…tengo la sensación de que
solo van a dejar que caiga ente las grietas. Tienen líos más grandes que
limpiar arriba.

—Tenemos que…

Kore parece no poder averiguar lo que quiere decir, por lo que


empieza un ritmo constante, trabajando sus pensamientos de esta
forma.

—Tenemos que intentar hablar con O´Ryan de nuevo. Hacerle


entender lo serio que es esto. No puedo dejarla morir. No podemos
dejarla morir. Maldita sea, se trata de una mordedura de serpiente.
Debe ser tratable. Esto no debería estar pasando.

—O´Ryan no hará nada. Es más fácil explicar la causa de la


muerte de un niño que llevarla a un hospital en el que realmente
puedan tratarla. Demasiadas preguntas. Demasiada atención.

—¿Por qué tienen que esperar a que los militares traigan la


medicina? —La desesperación mancha mi voz, haciéndola sonar
diferente a mis propios oídos—. ¿No sería más rápido si vienen de una
fuente civil?

—Eso puede comprometer la ubicación segura del campamento —


dice sin escasez de amargura—. Incluso si pudieras conseguir sacar a
alguien más allá de la puerta. No tendría tiempo suficiente para tratarla
antes de que alguien dé el aviso. La única forma de ayudarla es sacarla.

—¡Alto! —Esto es claramente una conversación que han tenido


antes, porque Kore sabe exactamente hacia donde se dirige.

—¡Maldita sea, Pat, para!

—¿De verdad quieres esto en tu conciencia? —pregunta, en sus


pies ahora—. Nosotros nos iremos en un par de semanas, pero ¿Qué
pasa con ella? Debemos salvar a la última víctima de Tildon ¿Realmente
quieres esta sombra sobre ti toda tu vida? Lissa…prometimos que
haríamos cualquier cosa para ayudar a estos niños y tengo un plan,
solo tiene que adaptarse a ella.

Dios mío. No puedo dejar de mirar entre ellos. Segundos se


extienden en minutos, marcados por el pitido constante de las
máquinas: bip, bip.

—¿Crees que no lo sé? —Su voz se quiebra y se reduce a un


susurro—. Ya has oído lo que le hicieron a la mujer que cogieron. Ella
78

solo ayudó y ellos le hicieron eso. Lo llamaron traición. Si te pillan. No


hay vuelta atrás.
Página
—Yo lo haré —me oigo decir—. Lo que sea que estaban
planeando, lo haré.

Tengo que ser yo. Me haré cargo de Sam, y encontraré a Mia. No


puedo hacerlo desde dentro del campamento, y no puedo pedirles eso a
las dos únicas personas de este campamento que parecen no tratar a
los niños como a la mierda.

—Estás molesto —dice Kore—. No sabes lo que estás diciendo.

—¿Cómo lo harías? —pregunto negándome a ser despedido.

—El plan estaba destinado originalmente para mi hermano y


sacarlo envuelto en los materiales de la fábrica. Solo tengo que
retocarlo. Vamos a tomar ventaja del movimiento —explica Dunn—.
Meterla en una de las cajas que hemos estado usando para empacar las
máquinas. Están moviendo muchas hoy, mientras los niños están en el
lio de la primera rotación de la cena. Tú debes estar dentro con ella.
Ellos los sacaran fuera a ambos sin darse cuenta. Te conseguiré una
palanca para sacar la tapa de arriba ¿Crees que puedes medir el tiempo
en tu cabeza? Yo esperaría un largo rato antes de salir fuera del
camión. Vas a tener que luchar. Va a haber una escolta de PSFs
contigo.

—Puedo cuidar de ella —le digo, si tratan de detenerme, no van a


tener la oportunidad.

—Esto es una locura —silva Kore—. ¡Escucha lo que dices!

Una locura es solo una locura hasta que lo consigues.

—Voy a darte un móvil con un número programado en él, mi tío


Jeff. Es el único que me ayudó a resolver esto. Le daré un aviso, así él
te esperará. Te llevará de vuelta a Ohio con él. Tía Carol es médica. Ella
será capaz de tratarla. Estarás a salvo allí hasta que se recupere.

—¿Cómo esperas que él salga de la camioneta cerrada? —


Demanda Kore.

—Puedo derretir el seguro —le digo, ignorando su mirada de


asombro. Esa va a ser una de las partes menos complicadas.

—Tiene que ser pronto, antes de tu turno de dos horas arriba. No


puedes estar desaparecido por más de quince minutos sin que alguien
se dé cuenta de que te has ido. Voy a cubrirte todo el tiempo que pueda.

—Entendido.

—Lissa…—Dunn le dibuja en la esquina de la habitación y baja la


79

cabeza, así que no puedo escuchar lo que están diciendo. Kore parece
ser la única en estar al borde de la histeria y solo necesita un
Página

empujoncito para caer en ella. No estoy acostumbrado a ver a los


adultos como si tuvieran algo que perder. Todo que perder.
Me acerco a la cama por primera vez, manteniendo mis ojos en el
rostro de Sam. Alguien se preocupó lo suficiente para limpiar la
suciedad y el barro, pero incluso limpio, hay sombras. Sus mejillas
están hundidas, y con los ojos cerrados, no puedo evitar evitar pensar
que, ella se ve como si realmente se hubiera ido ya. Paso un nudillo a lo
largo de la curva de su nariz, en la forma en que papá solía hacérselo a
mamá y, antes de que pueda cuestionarlo, me inclino para darle un
beso en la mejilla.

Una parte de mí se siente como si fuera a hacer el mayor acto de


rebelión. Porque me dejo sentir la suavidad de su piel, me imagino
tomando su cara entre mis manos, y siento como si tuviera fuego en mi
pecho. No es de extrañar que nos vacíen. Siempre he pensado que estas
emociones solo te ponen en peligro de ser capturado, pero viviendo con
ellos me hace peligroso.

No hay nada que no haré para sacarla fuera de aquí. Me arrodillo


cerca de su cabeza, metiendo un mechón de pelo detrás de la oreja,
estudiando la forma familiar de la misma. Ella me hace pensar en todos
los veranos en el fuerte del árbol, cuando el húmedo calor colgaba bajo
el cielo y no tuvimos energía para hacer otra cosa que solo estar bajo el
dosel sin hacer nada. No me atrevo a cantar. Duele malditamente
demasiado

Así que tarareo, lo suficientemente bajo para pensar que solo es


para sus oídos. Eres mi sol, mi única luz del sol…

Sam repentinamente cambia, su cabeza rodando hacia la mía.


Tengo la vaga sensación de que los enfermeros han dejado de hablar y
nos están mirando, pero realmente no me importa. No tengo nada de
que avergonzarme. Sigo tarareando.

—¿Lucas…? —Su voz es muy débil. Suena como si una parte de


ella aun estuviera dormida, pero he oído el tinte de molestia.

—Odio…esa canción. —Una leve risa brota dentro de mí mientras


me agacho y tomo su mano. Ella le da un apretón de vuelta.

—Lo sé, Sammy. Pero ¿Qué otra canción se supone que llamaría
tu atención?

Alguien jadea ante el sonido de su voz. Cuando levanto la mirada,


veo que Kore h presionado ambas manos en su boca.

—Chispas…

Su voz me atrae de nuevo a ella, de la forma en la que siempre lo


hace.
80

—¿Las luces de bengala del cuatro de julio? ¿Recuerdas eso?


Apuesto a que habría llamado tu atención.
Página

Me da un apretón, su mandíbula apretada.


—Duele…Lucas…

—Lo sé, lo sé, voy a sacarte de aquí, ¿De acuerdo? Recibirás un


medicamento real. Estarás de vuelta en tus pies en algún momento.

—Mia…la medicina…

—No, medicina, luego Mia. Tienes que volver sobre tus pies
primero.

—Mia, medicina —dice, con un poco más de calor en esta ocasión.


Sus ojos revolotean abiertos contra las brillantes luces. Reconozco la
mirada que me da.

—Vamos a tener que estar de acuerdo en no estar de acuerdo —le


digo. Mirando hacia arriba de nuevo, veo a Dunn frotándose la parte
superior de la cabeza, una expresión lejana en su rostro. Se vuelve
hacia Kore, que ha estado mirando nuestras manos entrelazadas todo el
tiempo. No respiro fácilmente de nuevo hasta que, finalmente ella
asiente.

—Está bien…está bien —dice Dunn de repente pálido por que la


idea abstracta se ha convertido en real. Mi propio corazón corre fuera
de control, y tengo que mirar a Sam otra vez para calmarlo.

No hagas nada estúpido, dice su expresión.

Demasiado tarde.

81
Página
Cinco
Sam
Oigo la canción mientras los pájaros están en lo alto de las ramas
de nuestro árbol en Greenwood. Me vuelvo hacia el sonido, tratando de
imaginar que es una manta fresca, una que va a apagar el calor a fuego
lento atrapado dentro de mi cabeza y mi pierna. No estoy sorprendida,
en lo más mínimo, cuando abro los ojos y veo a Lucas.

Solo... confundida.

Creo que estoy en la enfermería. Sé que estas son las enfermeras,


reconozco su calma, sus voces amables, pero no tienen, no tienen
sentido, las cosas que dice. Todos están hablando tan rápido. Medicina,
Mia, chispas, fuera... trato de ver sus labios que se mueven, leer la
expresión de su rostro, pero él está usando la máscara de nuevo. El
Lucas que conozco desaparece detrás de él mientras pierdo mi agarre
en su mano y se levanta a sus pies, sacando su chaleco carmesí, el
uniforme. La enfermera le entrega un par de batas grises cuando el
hombre comienza a desenganchar las máquinas. La fiebre y el dolor han
hecho que mi visión sea vidriosa en los bordes, y las cosas que cuelgan
cerca de mí, cosas que solo han sido borrosas hasta ahora, están sobre
mi estómago. Tengo que forzar a mis oídos, luchar contra el agua negra
corriendo sobre mí, para quedarme en la superficie y escuchar la
conversación en voz baja.

―Saquen una de las cajas de encima.

―Sean rápidos.

Paso a paso, puertas abriéndose, puertas cerrándose, puertas


abriéndose, problemas.

―Es demasiado pequeño, no puedo hacerlo por ambos.

Lucas parece el más fuerte, el más tranquilo.

―Entonces necesito un uniforme PSF. Voy a hacerme pasar por


uno de los escoltas. Incluso podría ser más fácil de esa manera.

―¡No los tienen por aquí!


82

―Puedo conseguir uno ―dice Lucas―. ¿Tienes alguna banda


para sujetar? Voy a necesitar una para bloquear una oficina después de
Página

que lo haga…
Se van el tiempo suficiente en el que me voy a la deriva hacia la
bruma de dolor y no estoy en la superficie de nuevo hasta que siento
manos sobre mí.

―No, esto no… para... ―Trato de poner mis labios en torno a las
palabras pero salen arrastrándose, mezclándose juntas. Cuando abro
los ojos otra vez, veo un uniforme negro, Psi cosido en rojo sobre el
corazón, y trato de torcerme lejos.

―Soy yo. ―Lucas está por encima mío, bloqueando las luces del
techo. No puedo ver su rostro. Quiero ver su rostro.

―Estás bien, Sammy. —Alivia sus brazos bajo mis hombros y


piernas. Está tan caliente que me olvido. No puedo pensar en lo que
esto significa hasta que lo dice, en voz baja―: Vamos a salir.

No.

NO.

No lo sabe. No ha estado aquí el tiempo suficiente para haberlo


visto, matan a los chicos que se escapan. Les disparan. Recuerdo cada
disparo, la forma en que cada trueno rueda a través de un silencioso
campamento y todos simplemente lo sabemos.

―No… Lucas…

No importa que tan gentilmente me meta dentro de… la caja,


creo, que mi pierna todavía se sacude y envía un dolor punzante a
través de mí.

―Lo siento, lo siento, lo siento, Sammy. ―Está dejando salir las


palabras, acomodándome cuidadosamente para que este de espaldas,
todo mi lado derecho palpitando. No quiero pensar mucho en lo que
dice, pero tiene la forma larga y superficial como de un ataúd. Han
puesto algún tipo de relleno, pero la madera es barata y la puedo sentir
fragmentada, se frota contra mi espalda. El olor a aserrín me hace
pensar en las cosas viejas que se han ido. La feria de la ciudad. Los
establos de Caballos por los que Lucas y yo caminamos todos los días
para llegar a la escuela.

Antes de que pueda llevarme lejos, me obligo a alcanzar y agarrar


la parte delantera de la chaqueta del uniforme. Quiero sacudirlo, pero
apenas puedo apretar mis dedos lo suficiente para tirar de él más cerca.
Las horribles grietas blancas de la máscara de Lucas se rompen lo
suficiente para darme una pequeña sonrisa. Se inclina y toma mi cara
entre sus grandes y cálidas manos. Apenas siento el temblor en ellas
mientras presiona sus labios suavemente contra los míos.
83

―Puedes golpearme más tarde, ¿de acuerdo?


Página
―Una vez más ―exijo, volviendo la cara hacia arriba. Me siento
mareada. Un buen mareo. Mi dolor de cabeza se evapora.

―Más tarde ―promete―. Te quiero, Sammy. No tengas miedo.


Voy a estar contigo todo el tiempo.

Sus palabras permanecen en mis oídos, incluso cuando la tapa se


baja y se coloca en su lugar.

El enfermero todavía está cerca. Le oigo decir algo a Lucas, y, la


respuesta de baja de Lucas retumba.

―Pase lo que pase, sigue caminando hacia fuera. Mira como si


supieras lo que estás haciendo. Es posible que se separen, pero no
trates de flotar sobre la caja. No des marcha atrás.

―Gracias...

―Solo... ten cuidado... ¿de acuerdo? Espera en el interior de la


oficina hasta que los PSF se hayan ido para alcanzarla.

Y eso es todo. Eso es todo lo que nos queda, esperar. Cierro los
ojos, concentrándome en hacer que el sonido de mi respiración sea tan
tranquilo como pueda manejarlo, pero todavía suena como una
tormenta húmeda de viento en mis oídos. Está oscuro, tan oscuro y
apretado, y frío. Y sin nada más en lo que concentrarme, queda solo el
puro y abrasador dolor en mi pierna.

Las botas que los PSF usan son lo suficientemente pesadas como
para siempre poder oír cuando vienen. Son el sonido de fuerza; que
pisotean sobre todo. Estiro el cuello hacia atrás, mirando a través de
una grieta en la madera.

Una puerta cruje abierta cuando las botas negras vienen cerca,
más cerca, más cerca.

―¿Este va a salir? ―sale de una voz ronca.

―Sí. Tiene que estar en el camión con la resonancia magnética.


―Es la voz de Lucas, sonando tan relajada y natural como nunca la he
oído―. Las enfermeras dijeron que es delicado.

―Sí, sí... ¿Eres uno de los conductores?

―Sí. ―Así es como va a tratar de salir, con esta locura. Sabía que
no reconocerían su rostro. Todo los PSF aquí han estado trabajando
juntos durante años.
84

Trago un grito de sorpresa cuando la caja se balancea y cae sobre


el suelo con un gruñido. Se balancea violentamente, a un lado de ellos
Página

ya sea que sea el más pesado, o que tenga un mejor agarre. Me siento
caer de nuevo, mi cabeza conecta con el lado de la jaula.
―¡Cuidado! ―gruñe Lucas.

Uno de los PSF murmura algo sucio en voz baja, y todo el cajón se
balancea de nuevo con sus primeros pasos hasta que alcanzan su
ritmo. Cuando miro a través de la división en la madera de nuevo, veo
los amplios hombros de Lucas, matorrales extendiéndose a lo largo de
ellos. Camina con rigidez, manteniéndose por delante de nosotros a
medida que comenzamos a subir las escaleras.

En el momento en que el cajón se eleva, me deslizo de nuevo, esta


vez hacia la base. Mi pierna derecha ya se siente dolorosa y destrozada;
frotándose contra el lateral de la caja hace que puntos blancos
aparezcan en mis ojos. Meto mi puño contra mi boca para no gritar.
Trato de imaginar que soy una chispa que se levanta a través de la
oscuridad. Arriba y arriba, y arriba, fuera de la fría quietud negra.

Por favor, Dios, por favor, déjanos salir de esto, por favor no nos
abandones, dame la fuerza para ser librada de este miedo —son
fragmentos de oraciones que no puedo recordar plenamente. Mi
garganta duele con la necesidad de decir las palabras en voz alta.

―Tiempo de mierda, haz el viaje riguroso en coche hasta Nueva


York, pero debería estar bien una vez que estemos en Jersey.

―No puedo creer que nos quedamos atrapados con esta mierda.
Nuestra suerte, ¿no?

―Aquí, aquí, cuidado, un último paso hacia arriba.

El cajón se endereza de nuevo, y tengo que girar un poco para ver


a través de la grieta otra vez. Lucas aún está allí, todavía de espaldas a
mí. Reconozco el primer piso de la enfermería, incluso sin las camas y
cortinas colgadas. Hay más soldados de uniforme negro que se mueven
a nuestro alrededor con cajas y cajones propios. Envía una vibración de
pánico a través de mí cuando Lucas desaparece una y otra vez, obligado
a moverse a través de ellos para llegar a la puerta.

Por favor, ayúdanos, por favor, déjanos lograrlo, nunca más te voy
a pedir algo... por favor, Dios. Sé que Él no concede deseos, sé que no es
su papel, pero solo una vez, solamente por esta vez, quiero creer que yo
tenía razón, y no mi padre. Quiero creer que Él estará allí como una
mano que guía.

Aprieto los ojos cerrados de nuevo, tratando de aclarar la neblina


que se interpone en mi línea de visión. Mi cabeza se siente demasiado
ligera; Conozco esto. Estoy por desconectar otra vez. Hay manos en mi
espalda, tratando de arrastrarme de nuevo abajo, de nuevo…
85

Cuando mis ojos se abren de nuevo, hay un débil repiqueteo en la


tapa de la caja. El frío repentino es un impacto instantáneo para el
Página

sistema, como si hubiera saltado a un estanque congelado, y todos los


músculos de mi cuerpo se contraen, tratando de proteger lo poco que
queda de calor. El agua gotea a través de los huecos en la madera,
aterrizando en mi cara, mi pecho, mis pies.

Lluvia cae en el poncho de Lucas que está pegado a él, su pelo


negro como tinta plana contra su cráneo. Mantiene la cabeza gacha,
mirando el barro. Frente a él, no más de un centenar de metros lejos,
está la puerta. Está muy abierta, y un semi-camión, del tipo que solía
ver todo el tiempo cuando la gente se movía dentro y fuera de nuestro
vecindario, se estaciona allí.

Las cajas están siendo llevadas hasta la plataforma, pero parece


que los PSF están luchando con el grueso barro negro que chupa sus
pies. Veo varios en ponchos que se parecen poco más a las bolsas de
basura con agujeros para los brazos. Son como sombras que se mueven
en contra de una niebla gris de ensueño.

Los PSF gruñen mientras me bajan sobre algo. La caja va


navegando de vuelta, golpea contra algo, y cae de nuevo hacia delante.
Alguien expresa la mala palabra que aparece en mi cabeza mientras mi
pierna es sacudida. Mi aliento sale en pequeñas ráfagas desiguales.
Entonces, la caja se inclina de nuevo y estamos en movimiento, está
rodando suavemente. Me asomo de nuevo por la rendija, buscando la
forma de Lucas. Él se aleja, cerca de la parte delantera del camión.

Por favor, pienso. Por favor, déjalo lograrlo sin ningún problema...
Deja que el conductor piense que es alguien de Thurmond. Deja que los
PSF de Thurmond piensen que vino con el conductor.

Hay un crujido horrible cuando la caja se levanta y se desliza. Mis


dientes atrapan el interior de mi labio y no puedo detener el siseo de
dolor que se desliza entre ellos. El camión retumba a la vida y la puerta
traquetea mientras se sumerge en la sombra, cortando el paso de la luz
de acero en tonos suaves a plata. Es asegurada con una explosión
ensordecedora que repiquetea en el interior de mi cabeza. Después de
un minuto, la lluvia de afuera es ahogada.

Después de varios aterrorizados latidos me doy cuenta de que el


camión está en movimiento.

Poco a poco.

Moviéndose.

Funcionando.

Cierro los ojos, llevando mis manos hasta mi cara. El motor


acelera cuando el camión avanza. Tenemos que estar pasando a través
de la puerta, o acercándonos. Me gustaría poder verlo. Quiero saber
86

cómo se ve el campamento mientras desaparece en el horizonte como


un recuerdo que se desvanece. Es como Greenwood de esta manera,
Página

creo. Un lugar secreto que existe fuera de la realidad del mundo.


El progreso es vacilante. El camión se tambalea de vez en cuando,
y oigo al motor acelerar de nuevo mientras seguimos adelante, luego de
vuelta. Hay un rugido metálico horrible cuando se tambalea hacia
adelante, moviéndose violentamente de lado a lado. Por un segundo,
creo que algo se estrelló contra nosotros desde atrás. La fuerza del
movimiento me envía a estrellarme hacia adelante.

Hay un estallido, el sonido de la madera astillándose, algo se


rompe en la tapa de mi caja y se agrieta abajo en el medio. Grito,
llevando mis manos hacia mi cara. Las astillas pulverizándose. Aserrín
en mis pulmones.

El camión no se mueve.

Oigo al motor acelerar otra vez.

Voces… gritos de alarma. Portazos. El sonido está a punto de


perderse en la tormenta.

La puerta trasera rueda abierta como si estuviera arrastrándose.

―¡Separen todo!

―Cristo, qué caos.

―Tienen que cavar alrededor de los neumáticos.

Estamos atrapados, entonces. El camión se encuentra atrapado


en el mismo barro que constantemente está tratando de absorbernos.
Con la luz, puedo mirar a través de la grieta en la tapa de mi cajón. Veo
el daño de todo lo que se ha soltado. La lluvia se derrama por la puerta
abierta como una hoja. Como la cascada que Lucas creó para
Greenwood. Oculta algo valioso. Algo que espera ser encontrado.

Es como que lo puedo sentir antes de verlo. Aparece una forma


oscura, pasando a través de la lluvia mientras se transporta a sí mismo.
Lucas tropieza mientras se acerca. Ha perdido su sombrero. El pelo
oscuro se pega a su pálida cara, presa del pánico. Sus ojos se
encuentran con los míos y traga un suspiro tembloroso. Todo su cuerpo
se hunde en alivio mientras quita la caja que se estrelló contra la mía.

¿Qué estás haciendo? Me da ganas de gritar. ¿Por qué no te


quedaste en el camión? No se supone que estarías alrededor.

Alguien grita. No puedo distinguir sus palabras, pero Lucas lo


hace, se pone rígido de nuevo, girando hacia atrás. Veo su puño
apretarse a su lado. El olor a humo llena mi nariz, y, por un segundo,
creo que puedo verlo rodar fuera de él.
87

¿Qué estás haciendo?


Página

Sus ojos están ardiendo. Todavía cree que puede sacarnos de


aquí.
¿Qué estás haciendo?

―No. ―Me ahogo.

―¡Alto! ―Grita una mujer―. ¡Rojo―M27!

Lo veo a tomar la decisión. Veo como rápidamente el miedo se


convierte en furia cuando levanta las dos manos. Lucas, no, Lucas, por
favor, solo. Él no puede correr, no puede hacer nada, lo van a matar, lo
van a matar por esto.

Fuego cubre sus manos, alzándose hasta sus brazos. Estoy


atrapada en su resplandor. Con horror golpeo el cajón. ¿Por qué no
consiguió salir? Por qué hizo…

―¡Lucas!

Todavía estoy gritando, sigo golpeando la tapa de la caja, tratando


de salir, cuando el tinte del cielo se calienta a una horrible rojo-oro, y la
furia del pánico fuera se vuelve mortal.

―¡No! ―Está funcionando, está funcionando, estamos saliendo,


del barro, de la lluvia, si el cielo estuviera despejado.

Nunca hay cielos despejados aquí.

El mundo estalla con un Ruido Blanco. Se clava en mi sien como


un trinquete, y por primera vez, soy capaz ignorar el dolor en mi pierna
porque todos los demás sitios duelen mucho peor. Hay sombras que se
ciernen por encima de mí. No puedo mantener los ojos abiertos. Vuelvo
mi rostro contra la caja mientras los monstruos de negro rasgan la tapa
de la caja y manos de hierro aprietan mis brazos, arrastrándome fuera.
La lluvia helada golpea mi piel, mis ojos queman con lágrimas por la
intensidad del Ruido Blanco y la luz se nubla. Huelo la piel quemada.
Hay PSFs en el suelo, gritando, rodando en el barro. Hay más
derramamiento de la puerta ―la puerta― Dios, casi estábamos fuera,
solo necesitábamos mover la parte trasera del camión un pie más, y
hubiéramos pasado. El camión se coloca bajo en el barro, la mitad de
las ruedas oculta por la negra, avara tierra.

Estoy por caer en la tierra aguada como un manojo de ramas


muertas. Obligo a mis ojos a abrirse, buscando, pero mi visión se divide
en demasiados caminos.

―¡Sam! ―El sonido de su voz crea lágrimas en mi corazón. Es


desigual, lanceada con la misma desesperación que bombea a través de
mí―. ¡Sammy! ―Al principio creo que hay diez PSF rodeando a Lucas,
pero parece que se duplican cuanto más tiempo lo busco.
88

Tengo que sacarlo de aquí. Tengo que salvar a Lucas. Él no puede


Página

morir aquí. No puede morir por mí.


Está en el suelo en sus pies, con las manos apretadas contra su
cráneo como si fueran las únicas cosas que le mantiene de partirse en
dos. Reconozco a uno de los PSF, la mujer que debe haberlo reconocido,
gritó por él. Es la que me puso en la jaula. Quien me golpeó una y otra
vez en la fábrica, en frente de todos. Cortaste mi cabello. No actúes como
si quisiera esto. Hay un dispositivo de Ruido Blanco en sus manos,
apuntando hacia abajo, hacia Lucas, y de todo lo que ha hecho o dicho
hasta ahora, nada me hace odiarla más.

―¡Sam! ―Sigue llamándome, todavía luchando contra el sonido


quemando su mente, incluso mientras lo arrastran lejos.

Esto no puede ser. Esta no puede ser la última vez que lo veo. Que
oiga su voz. No Lucas, por favor, Dios, no él.

Trato de esforzarme para salir del barro. El agua está llenando los
pozos profundos que mis pies han dejado atrás. Voy a hundirme una
pulgada en el agua.
Trato de llegar hasta él, pero está demasiado lejos, está
demasiado lejos, y toda, hasta la última pieza de esperanza se quema
dentro de mí.

Bajo el carro del camión, puedo ver el camino que hubiéramos


tomado, la naturaleza, el camino abierto por delante de nosotros, puedo
ver a Lucas sonriendo mientras toma mi mano, y todas estas cosas,
todos estos preciosos pedazos de sueños se convierten en tan
insustanciales y fríos como el aire que estoy tratando de capturar en mi
palma.

89
Página
Seis
Lucas
NO HAY ninguna bala.

No hay manos alrededor de mi cuello.

Hay restricciones que cortan profundamente mis muñecas y


tobillos.

Hay oscuridad. Sueño. Pesadillas. Sangre, sangre caliente, un


rostro pálido —Sam.

Hay cuatro paredes blancas donde una vez hubo cercas


eléctricas, árboles y cabañas.

Hay impresiones de las identificaciones antiguas de mis padres,


los nombres tachados. ¿Quiénes son ellos? La respuesta se convierte en
dolor y sufrimiento.

Ahí están las manos que me derrumban, las manos que me


detienen, las manos que atacan —atacan-atacan-atacan…

Hay luces que nunca se apagan, voces que nunca se detienen


gritando, la obediencia es la clave, estás equivocado, dime que estás
equivocado y entonces podemos arreglarte —intento escabullirme,
envolverme en capas de recuerdos, historias y canciones, pero cada vez
que intento ir, el Entrenador está ahí, y corta a cada uno con su
espada. Me arrastra. Escarba en mi piel. Siento castañetear mis
dientes. Los taladros crujen. No deja de doler hasta que dejo de
intentarlo. Hasta que no puedo recordar por donde iba a empezar.

Hay hambre…

Sed…

Dolor…

La puerta se abre, pero no es el hombre de negro quien entra. Es


un pedazo de pan. Me muestran fotos, un hombre sonriente, una mujer
sonriente, pero no puedo recordar sus nombres y duele bastante para
pensar. Otro pedazo de pan. Sí, no son nadie. Una taza caliente de agua.
No eres nadie.
90

Soy una sombra, soy débil, ellos me arreglaran.


Página
Hay una chica con cabello claro que hace trizas mi mundo.
Quema mis ojos, destruye mis pensamientos. Hay un brillo a su
alrededor como el cielo a mediodía, pero se encoge, la imagen, se
reduce, y el dolor facilita el escape al adormecimiento. Se reduce y
reduce de nuevo hasta que se convierte en un punto de luz en la
oscuridad.

Una chispa que se desvanece en absolutamente nada.

91
Página
Siete
Sam
DESPUÉS DE SEMANAS de lluvia y oscuridad, una mañana él
está allí al borde del Jardín.

Justo… allí.

La niebla de la mañana se curva alrededor de su chaleco carmesí


mientras está de pie tan quieto como una estatua, como si siempre
hubiera estado allí. El color se va de su piel, su cara ensombrecida con
sombras y nuevas cicatrices. Mi recuerdo de él se altera drásticamente,
una nueva instantánea que agregar a la caja, otra más que no puedo
tocar en caso de que un día corten tan profundo y me lleven a un lugar
del que no pueda regresar. Cada parte de mí está temblando mientras
cojeo hacia delante a través de la valla blanca.

He estado en la enfermería durante semanas, por mis dedos


curvados al borde del acantilado sé que solo podemos caer más de una
vez, poco dispuestos a dejarnos ir. Ellos sabían que el verdadero castigo
sería vivir. Esa era la única razón que podía pensar sobre el porqué le
dieron a la enfermera la medicina, incluso después de que hicieron al
único chico desaparecer. Cuanto más me esforzaba por rendirme, mas
me ataban a este lugar. Me intubaban cuando no comía. Me hacían
dormir. Mi pierna nunca volvería a ser la misma. Lo intentaron, estoy
segura, porque saben que me dolerá el resto de mi vida. Será un
recuerdo de lo que sucede cuando intentas huir.

Y esto es lo que le sucede a los chicos que sueñan.

Tengo un puño en mi garganta. Sé que no debo mirar, pero no


puedo evitarlo, tengo que ver si es como antes, incluso con la máscara
puesta, veía el alma bajo la piedra.

Se gira mientras yo ralentizo.

Me mira. Atravesándome. No hay nada, ni siquiera un atisbo de


vida en su rostro. Se me doblan las rodillas y estoy cayendo hacia
delante, a través de la puerta a la negra y blanda tierra. El viento se
lleva las últimas huellas de la niebla a medida que Lucas se vuelve
hacia el campamento extendido abierto delante de él. Y lo sé.
92

Se ha ido a un lugar que no puedo encontrar.


Página

No puedo cantarle a casa.


Adelanto
In The Afterlight

93
Página
Prologo
NEGRO es el color que no es color en absoluto.

Negro es el color de la habitación vacía y silenciosa de un niño. La


hora más pesada de la noche, la que te atrapa en tu litera, asfixiando
otra pesadilla. Es un uniforme estirado sobre los anchos hombros de un
joven enojado. Negro es el barro, el ojo sin párpado observando cada
respiración, las bajas vibraciones de la valla que se extiende hasta
rasgar el cielo.

Es un camino. Un cielo nocturno olvidado e interrumpido por


estrellas descoloridas.

Es el cañón de un arma nueva, nivelado a tu corazón.

El color del cabello de Chub, las contusiones de Liam, los ojos de


Zu.

Negro es una promesa del mañana, desangrada de la mentira y el


odio.

Traición.

Lo veo en la cara de una brújula rota, lo siento en el agarre


adormecedor de la pena.

Corro, pero es mi sombra. Persiguiendo, devorando,


contaminando. Es el botón que nunca debería haber sido presionado, la
puerta que no debería haber sido abierta, la sangre seca que no podría
ser lavada. Es los carbonizados restos de edificios. El auto escondido en
el bosque, esperando. Es el humo.

Es el fuego.

La chispa.

El negro es el color de la memoria.

Es nuestro color.

El único que vamos a usar para contar nuestra historia.


94
Página
Uno
LAS SOMBRAS se hicieron más largas cuanto más lejos caminé
desde el centro de la ciudad. Me dirigí al oeste, hacia el sol poniente que
pone el resto del día en el fuego. Odiaba eso del invierno, la noche
parecía llegar más y más temprano en la tarde. El cielo manchado con
niebla tóxica de Los Angeles estaba pintado con trazos oscuros de
violeta y ceniza.

En circunstancias normales, habría estado agradecida por la


cobertura adicional mientras navegaba por la rejilla llana de la
superficie de las calles, de regreso a nuestra base actual. Pero con los
restos del ataque, la instalación de estaciones militares y campos de
detención, y la congestión de autos ahora inútiles, abandonados fritos
por el pulso electromagnético, la apariencia de la ciudad había sido
alterada de manera tan dramática que ir incluso una media milla a
través de la destrucción era suficiente para perderte completamente.

Sin la contaminación de la luz de la ciudad esparciendo su


resplandor brumoso como de costumbre, si alguno de nosotros
exploraba por la noche, tenía que depender de las luces distantes de los
convoyes militares.

Eché un vistazo rápido alrededor, presionando una mano contra


el bolsillo de mi chaqueta para asegurarme de que la linterna y la
pistola de servicio todavía estaban allí; ambos eran cortesía de una
Soldado Raso Morales y solo se utilizaría en caso de emergencia
absoluta. No iba dejar que nadie me atrapara, me notara corriendo a
través de la oscuridad. Tenía que regresar a la base.

Hace una hora, la Soldado Raso Morales había tenido la


desafortunada suerte de cruzarse en mi camino, saliendo de su patrulla
a la autopista sola. Había estado allí desde antes de la salida del sol,
colocada detrás de un auto volcado, observando la elevada carretera
reluciendo como una corriente eléctrica bajo un diluvio constante de luz
artificial.

Cada hora, había contado el número de diminutas figuras


uniformadas en movimiento a lo largo de la sección más cercana a mí,
entrando y saliendo de camiones y Humvees alineados parachoques a
parachoques como una barrera secundaria. Mis músculos
acalambrados, pero luché contra el impulso de esperar fuera de otro
95

lugar.
Página

Había valido más que la pena. Un soldado había sido suficiente


para armarme no solo con las herramientas que necesitaba para volver
a la base de forma segura, sino también con el conocimiento de cómo
podríamos finalmente —finalmente— largarnos de esta maldita ciudad.

Miré hacia atrás y hacia adelante dos veces antes de subir sobre
el montón caído de ladrillos que una vez había sido la cara de una
sucursal bancaria y dejé escapar un siseo de dolor entre mis dientes
cuando el lado de mi mano se raspó en algo irregular. Le di una patada
al objeto —un metal C que había caído de su logo— con irritación, e
inmediatamente me arrepentí. El estrépito y el chirrido rebotaron en los
edificios cercanos, casi enmascarando las débiles voces y los pasos de
pies siendo arrastrados.

Me lancé dentro de lo que quedaba del interior del edificio,


cayendo hacia abajo en cuclillas detrás de la pared estable más
cercana.

—¡Limpio!

—Limpio…

Torciéndome alrededor, vi el avance de los soldados moviéndose a


lo largo del otro lado de la calle. Conté cascos —doce— mientras se
separaban para investigar las diferentes vías de entrada con vidrio roto
de los edificios de oficinas y tiendas.

¿Refugio?

Miré a mi alrededor, tomando rápidamente un balance de lo


volcado, muebles chamuscados, mi cuerpo moviéndose hacia uno de los
escritorios de madera oscura y arrastrándose debajo. El roce de los
residuos sueltos contra la acera dominó el sonido de mi propia
respiración entrecortada.

Me quedé donde estaba, la nariz ardiendo con el olor a humo,


cenizas y gasolina, siguiendo las voces hasta que se desvanecieron. La
ansiedad mantuvo un agarre sobre mi estómago mientras bordeaba mi
camino para salir de debajo del escritorio y por el suelo hacia la
entrada. Todavía podía ver la unidad de patrulla tejiendo a través del
desastre a mitad de camino por la avenida, pero no podía esperar, ni
siquiera unos minutos más.

Cuando me había abierto paso por los recuerdos del soldado,


cosido entre sí la información que necesitaba, sentí como si un bloque
de cemento por fin hubiera salido de mi pecho. Ella me mostró las
brechas en las defensas de la autopista con tanta seguridad como si me
hubiera dado un mapa y marcado en gruesos trazos negros. Después de
eso, había sido solo cuestión de lavarme fuera de su memoria.
96

Sabía que los ex agentes de la Liga de los Niños estarían


cabreados de que esto hubiera funcionado realmente. Nada de lo que
Página

intentaron había tenido éxito, y mientras tanto, los botines de su


exploración de alimentos habían disminuido. Cole los había presionado
y presionado para dejarme intentarlo, pero los otros agentes solo
aceptaron con la condición de que fuera sola, para evitar cualquier
"riesgo" adicional de captura. Ya habíamos perdido dos agentes que
habían sido descuidados mientras caminaban en la ciudad.

Yo no era descuidada, pero me estaba desesperando. Ya era hora


de hacer un movimiento, o los militares nos matarían de hambre fuera
del escondite.

El Ejército de Estados Unidos y la Guardia Nacional habían


creado una barrera virtual por el centro de Los Angeles, usando un
sistema de autopistas elaborado. Los monstruos de cemento
serpenteando formaban un círculo cerrado alrededor del centro de la
ciudad, ahogándonos aparte del mundo exterior. El 101 estaba al norte
y al este, el I-10 al sur, y el 110 al oeste. Podríamos haber tenido la
oportunidad de escapar si no hubiéramos salido inmediatamente
después de subir de nuevo a la superficie de la sede del desastre, pero...
había esa palabra que Chubs utilizaba siempre: neurosis de guerra. Dijo
que era increíble que cualquiera de nosotros fuera capaz de moverse en
absoluto.

Debería haberlo hecho. Debería habernos obligado a ir, en lugar


de caer a pedazos. Debería haberlo hecho, si no hubiera estado
pensando en su rostro atrapado en la oscuridad. Presioné el dorso de
mi mano contra mis ojos, preparándome contra las náuseas y el dolor
punzante en mi cráneo. Piensa en todo lo demás. Cualquier cosa. Estos
dolores de cabeza eran insoportables; mucho peor de los que solía tener
después de tratar de controlar mis habilidades.

No podía parar. Empujé a través de la sensación de vacío en mis


piernas a un trote constante. Sentí el dolor del agotamiento en la parte
posterior de mi garganta, la pesadez de mis párpados, pero la
adrenalina me mantuvo en movimiento, incluso cuando partes de mí se
sentían como si estuvieran a punto de apagarse. No podía recordar la
última vez que había dormido lo suficientemente profundo para escapar
de la pesadilla a nuestro alrededor.

Los caminos estaban ampollados con asfalto pelado, cubiertos de


montones de cemento que el ejército aún tenía que despejar. Aquí y allá
pasé por puntos brillantes de colores, un tacón alto de color rojo, un
bolso, la bicicleta de alguien, todos abandonados y olvidados. Algunos
objetos habían volado fuera de las ventanas cercanas; el calor de las
explosiones cercanas los había carbonizado hasta hacerlos negros. El
despilfarro de la destrucción era repugnante.

Mientras corría a través de la siguiente intersección, robé una


mirada de Olive Street, mis ojos sintiéndose atraídos por el campo
97

brillante de luz que era la Plaza Pershing a tres avenidas más. El


antiguo parque se había transformado en un campo de internamiento;
Página

apresuradamente lanzado junto, mientras que los escombros de la


ciudad todavía ardían. Las personas pobres dentro de sus vallas habían
estado trabajando en los edificios cercanos cuando el Presidente Grey
lanzó su ataque contra la Liga de los Niños y la Coalición Federal, el
pequeño grupo de ex políticos unidos contra él.

Había supuestamente tomado represalias porque una o ambas


partes habían jugado un papel en su más reciente intento de asesinato.
Nos mantuvimos vigilando cada uno de esos campamentos, buscando a
Cate y los demás, viendo mientras los números dentro se hinchaban a
medida que más y más civiles eran recogidos y retenidos contra su
voluntad.

Pero no Cate. Si ella y los agentes que salieron de la sede antes


del ataque no habían logrado salir de la ciudad, estaban escondiéndose
tan bien que no podíamos encontrarlos, ni siquiera con nuestros
procedimientos de contacto de emergencia.

Otro pequeño convoy militar, el zumbido de radios y los gruñidos


de neumáticos me avisaron dos cuadras de antemano. Retuve un ruido
de frustración cuando me cubrí detrás del armazón de una SUV hasta
que los soldados me pasaron, sus botas levantando una nube de polvo
gris tiza. Me puse de pie, me sacudí, y empecé a correr.

Nosotros, la Liga, o lo que quedara de nosotros, se movía de


locaciones cada pocos días, sin permanecer en un almacén mucho
tiempo. Cuando nos aventuramos a salir a buscar comida y agua, o
íbamos a vigilar los campos, si no había siquiera un indicio de sospecha
que alguien nos podría haber seguido, nos movíamos. Era inteligente,
no se podía negar eso, pero estaba empezando a perder la pista de
donde estábamos en un momento dado.

El silencio, más espeso ahora que había cruzado a la mitad


oriental de la ciudad, era mucho más inquietante que la sinfonía de
fuego de ametralladoras y armas descargándose que había llenado el
aire cerca de la Plaza Pershing. Mi mano se cerró alrededor de mi
linterna, pero todavía no podía arriesgarme a sacarla, incluso cuando
mi codo se raspó contra la pared de estuco con la que tropecé. Miré
hacia el cielo. Luna nueva. Por supuesto.

Una sensación de malestar, la misma que se había asentado en


mi hombro susurrando cosas oscuras en mi oído por semanas, se
convirtió en un cuchillo ardiendo en mi pecho, hundiéndose
lentamente, arrancando todo a su paso. Me aclaré la garganta, tratando
de sacar el aire venenoso de mis pulmones. En el siguiente cruce, me
obligué a detenerme, y me metí en el hueco de un viejo cajero
automático.

Toma una respiración, me ordené. Una de verdad. Traté de


sacudir los brazos y las manos, pero la pesadez se mantuvo. Cerré los
98

ojos y escuché a un helicóptero distante rebanar a través del aire,


moviéndose a un ritmo vertiginoso. Mi instinto, insistente y hostigador
Página

instinto, estuvo empujándome a tomar una derecha temprana a Bay


Street, no quedarme en Alameda Street hasta que llegara a su
intersección con Seventh Street. Esta última era una ruta más directa a
nuestra base actual en Jesse Street y la Avenida Santa Fe; la forma más
rápida para darle a los demás los detalles, formar un plan, y salir.

Pero si alguien me estuviera viendo o siguiendo, me gustaría ser


capaz de perderlos en Seventh Street. Mis pies se hicieron cargo y me
empujaron al este hacia el Río de Los Ángeles.

Tengo una cuadra y media antes de que vea la sombra subiendo


Mateo Street hacia Seventh Street. Mi ritmo castigante llegó a un
abrupto alto, mis manos volaron hacia fuera para cogerme contra un
buzón de correo antes de que me desparramara en el medio de la calle.

Una bocanada de aire sopló fuera de mí. Demasiado cerca. Esto es


lo que pasaba cuando no tomaba el tiempo para frenar y realmente
asegurarme de que la calle estaba limpia. Sentí el eco de mi pulso
acelerado detrás de mis sienes y alcé la mano para frotarlas. Algo
caliente y pegajoso se untaba contra mi frente, pero no me atreví a
prestarle atención.

Mantuve la cabeza y el cuerpo bajos, mientras me movía, tratando


de ver en qué dirección se dirigían las tropas ahora. Ellos ya estaban
demasiado cerca de nuestra base, si girara en sentido contrario, podría
ser capaz de huir al almacén y advertir a los demás de escapar.

Pero se habían solo… detenido.

En la esquina de la intersección, habían caminado hasta la


fachada quebrantada con algún tipo de tienda de hardware y pasado
por encima de las ventanas reventadas y hacia el edificio. Escuché una
risa, voces, y mi sangre se ralentizó a paso de tortuga en mis venas.

No eran soldados.

Me moví por la calle hacia la tienda, pasando una mano a lo largo


del lado del edificio hasta llegar a las ventanas y me dejé caer en
cuclillas.

—¿…donde encontraste esto?

—¡Buena mierda, hombre!

Más risas.

—Oh, Dios, nunca pensé que estaría tan malditamente feliz de ver
rosquillas…

Miré por encima de la cornisa. En el interior, tres de nuestros


99

agentes —Ferguson, Gates, y Sen— estaban agachados, una pequeña


Página
variedad de comida en frente de ellos. Gates, un ex SEAL2 de la Marina,
arrancó una bolsa de papas fritas con tanta fuerza que casi la parte en
dos.

Tienen comida. No podía centrar mi cabeza alrededor de ello.


Están comiendo comida aquí. La incredulidad estaba tan adormecedora
que tuve que trabajar un pensamiento a la vez.

No están trayendo la comida de regreso para el resto de nosotros.

¿Era esto lo que sucedía cada vez que un grupo salía? Los
agentes habían sido tan insistentes en ir a buscar suministros para
ellos mismos; había asumido que era porque tenían miedo de que si
alguno de los chicos era cogido, inmediatamente delatarían la ubicación
actual del grupo. ¿Pero esta era la verdadera razón? Así que,
¿conseguían tener primera mano en lo que sea que tropezaban?

Una furia fría y helada volvió mis dedos en garras. Mis uñas rotas
cortaron en mis manos; el aguijón del dolor solo añadió agitación en mi
estómago.

—Dios, está bueno —dijo la senadora. Ella era una bestia de


mujer, alta, con los músculos tensos, coriácea piel. Había siempre esta
expresión en su cara, como... como si supiera donde todos los cuerpos
fueron enterrados porque los había puesto allí ella misma. Cuando se
dignaba a hablar con cualquiera de nosotros los chicos, era para
ladrarnos que nos calláramos.

Esperé a través del silencio que siguió, la ira quemando con cada
segundo.

—Debemos volver —dijo Ferguson, comenzando a levantarse.

—Ellos están bien. Aunque Stewart nos golpee de nuevo,


Reynolds está ahí para asegurarse de que no se dispare a la boca de
nuevo.

—Estoy más preocupado por...

—¿La sanguijuela? —Suministra Gates, con una carcajada—. Ella


va a ser la última. Si siquiera logra volver.

Mis cejas se enderezaron ante eso. Sanguijuela. Yo. Esa era una
nueva. Me habían llamado muchas cosas peores, la única parte que me
pareció ofensiva fue la idea de que no podía manejar un viaje de ida y
vuelta por la ciudad sin conseguir ser capturada.
100

2
SEAL: Los equipos Mar, Aire y Tierra de la Armada de los Estados Unidos (en
inglés: United States Navy Sea, Air and Land) o SEAL (acrónimo de SEa, Air and Land),
Página

conocidos habitualmente como Navy SEALs, son la principal fuerza de operaciones


especiales de la Armada de los Estados Unidos, siendo el componente marítimo del
Mando de Operaciones Especiales de los Estados Unidos (USSOCOM)
—Ella es mucho más valiosa que los demás —sostuvo Ferguson—
, es solo una cuestión de…

—No es una cuestión de nada. No nos obedece, y eso la hace un


riesgo.

Riesgo. Apreté el puño contra mi boca para mantener la bilis bajo


control. Sabía cómo la Liga manejaba a los "Riesgos". También sabían
cómo iba a manejar cualquier agente que lo intentara.

Sen se echó hacia atrás, apoyando sus manos en el azulejo.

—El plan sigue siendo el mismo independientemente.

—Bien. —Gates hizo una bola con la bolsa de papas fritas que
acababa de demoler—. ¿Cuánto de esto estamos trayendo de vuelta?
Podría ir para otra rosquilla…

Una tina de palitos de pretzel y una bolsa de panes con perros


calientes. Eso es lo que traían de vuelta para diecisiete chicos y un
puñado de agentes que se había quedado atrás cuidado a los niños
mientras los demás iban a recolectar comida e información.

Cuando empezaron a subir de regreso sobre sus pies, me aplasté


contra el edificio, esperando a que dieran un paso a través de la
ventana y miraran a cada lado por la intersección. Mis manos aún
estaban apretadas cuando me puse de pie y comencé a seguirlos,
manteniendo una buena media cuadra entre nosotros hasta el almacén,
que finalmente quedó a la vista.

Antes de cruzar esa calle final, Sen sostuvo un encendedor por


encima de su cabeza, una única llama que la agente fijó en el techo que
pude ver. Hubo un débil silbido en respuesta, la señal para acercarse.

Corrí, cerrando el último tramo de distancia antes de que la mujer


pudiera comenzar a subir por la escalera de incendios tras los otros.

—¡Agente Sen! —Mi voz era un susurro ronco.

La cabeza de la mujer se dio la vuelta, con una mano en la


escalera, y la otra estirándose por la pistola metida en la pistolera de su
equipo de combate. Me tomó un momento darme cuenta de que mi
propia mano se había apretado alrededor de la pistola en el bolsillo de
mi chaqueta todo el tiempo que había estado al acecho de ellos por la
calle.

—¿Qué? —Espetó, haciendo un gesto a Gates y Ferguson para


que continuaran subiendo la escalera de incendios.
101

No contenta de verme, ¿verdad?


Página
—Tengo que decirle algo... Es... —Esperé que pensara que la
temblorosa calidad en mi voz era miedo, no ira a punto de estallar—. No
me fío de Cole con esto.

Eso atrapó su interés. Sus dientes brillaron en la oscuridad.

—¿Qué es? —preguntó.

Esta vez, sonreí. Y cuando me estrellé en su mente, no me


importó si la desintegraba. Arranqué a través de recuerdos de literas,
entrenamiento, la sede, agentes, lanzando las imágenes a un lado antes
de que pudieran consolidarse en mi mente. Sentí su tirón, temblando
bajo la fuerza de mi ataque.

Supe cuando tuve lo que estaba buscando. Ella lo había


imaginado tan vívidamente, trazado todo con una maliciosa eficiencia
que incluso yo había subestimado. Todo sobre la idea tenía un brillo
antinatural a la misma, como la cera caliente. Autos se escurrieron en
la escena, rostros que reconocí como pertenecientes a los niños de
arriba que estaban semi-ocultos por mordazas. Descoloridos y
empolvados uniformes militares. Uniformes negros. Un comercio.

Estaba jadeando por el aire en el momento que salí a la


superficie, incapaz de obtener oxígeno en mi pecho con suficiente
profundidad. Tuve justo lo suficiente que pensé para torcer su memoria,
para plantar una falsa en el lugar de los últimos minutos. No esperé a
que se recuperara, empujando más allá de ella para llegar a la escalera.

Cole —mi mente se estaba disparando demasiado rápido,


desvaneciendo negro en mi visión. Tengo que decirle a Cole.

Y tenía que escapar del agente antes de que cediera a la


aterradoramente real tentación de poner una bala en ella aquí mismo y
ahora.

Porque no era suficiente para ella negarse a dar alimentos,


imponer amenazas sobre dejarnos atrás si no estábamos más
tranquilos, si no nos movíamos más rápido, si no manteníamos el ritmo
con el resto de ellos. Quería acabar con nosotros de una vez por todas,
entregar nuestras riendas a un grupo que pensaba en realidad podría
controlarnos.

Y quería que el dinero de la recompensa que le traeríamos,


financiara su próximo golpe.
102
Página
In The
Afterlight
The Darkest Minds

Ruby no puede mirar


hacia atrás. Destruida por una
perdida insoportable, los
chicos que sobrevivieron y ella
del ataque del gobierno en Los
Angeles viajan al norte para
reagruparse. Los acompaña la
prisionera: Clancy Gray, el
hijo del presidente, y una de
las pocas personas que Ruby
ha encontrado con habilidades
como ella, alguien tan
peligrosa que Ruby por sí
misma no tiene poder sobre él.

103
Página
Sobre la
Autora
Alexandra Bracken

ALEXANDRA BRACKEN nació y se crió en


Arizona, pero se trasladó al este para estudiar
en la Universidad de William & Mary en
Virginia.

Recientemente se trasladó a la ciudad de


Nueva York, donde trabaja en publicidad y vive
en un encantador apartamento repleto de
libros.

Puedes visitarla en línea en


ww.alexandrabracken.com o en Twitter
(alexbracken).

104
Página
Traducido
Corregido Y
diseÑado

http www.eyesofangels.net
105
Página

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