Está en la página 1de 354

Página

1
Nota de autor
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
2
Página

27
28
29
Epílogo
Otros trabajos del autor
Encuentra más aquí
Agradecimientos
3
Página
Página
4
: Kaw
: Hae
5
Página
Página
6
El buen mentiroso es el primer libro de la serie "Infidelidad". Los
temas incluidos son engaño (no entre los personajes principales),
comportamiento posesivo y de celos, perversión leve que incluye
bondage, juegos de sangre 1 , doble penetración y una escena de
somnofilia2. Esta historia se centra en la muerte de uno de los padres.
Como siempre, animo a los lectores a poner su seguridad por encima
de su curiosidad.
7

1 Blood Play Se define como hematolagnia la atracciónfísica por la sangre a través del olfato, la vista o la
Página

textura, y la excitaciónque provoca en una persona. Lo normal es que los cortes se realicen mutuamente, pues
lo que importa es la sangre del 'amado'.
2 La somnofilia es una parafilia en la que una persona siente placer al interactuar de manera sexual con

otra que se encuentra dormida, siendo esta, en algunos casos, la única manera de poder llegar al orgasmo.
Jasper

POR LA FORMA EN QUE ME ACURRUQUÉ, mientras escuchaba


con atención los comentarios de las noticias financieras y con los
puños apretados en los bolsillos del pantalón, uno pensaría que el
televisor de las habitaciones del personal de la finca alquilada era un
fuego crepitante y que yo necesitaba su calor.
Sólo había captado una parte del texto del teletipo que se
deslizaba por la pantalla, pero era más que suficiente para hacerme
una idea. La estrella de Nexcom, al igual que sus acciones, estaba en
alza. Ahora no podría alejarme del debate televisado sobre la
empresa, aunque quisiera.
—Nexcom Global ha comprado otro importante actor del sector
tecnológico. Su tercera adquisición de este tipo en cuestión de meses
—afirmó el fornido presentador sentado en el centro del panel.
Debatieron sobre lo que eso significaría para el futuro de la
Inteligencia Artificial, ya que Nexcom se había deshecho de algunas
de sus filiales más pequeñas para centrar sus esfuerzos en el gran
negocio de la ingeniería robótica.
—Cole Kincaid ha transformado esa tragedia en una mina de oro
—señaló despiadadamente la pelirroja de la izquierda. —. Nadie
puede discutir que la empresa ha florecido bajo su control. Ha hecho
en poco más de dos años lo que su padre -Franklin Kincaid- había
intentado conseguir durante más de dos décadas.
—Yo diría que Franklin allanó el camino para que su hijo llevara
8

la empresa a la estratosfera. Construir algo de esta magnitud no se


Página

hace de la noche a la mañana. Y estoy seguro de que ceder el timón


no significa renunciar al control total. No completamente. Los
hombres como Franklin no renuncian al control absoluto. —Sus co-
presentadores cedieron a su punto.
No podía encender la televisión o la radio sin que me
bombardearan con noticias de otra adquisición por parte del gigante
tecnológico. Según Daniel, es el efecto Pac-Man. Nexcom se comía
todo lo que encontraba a su paso, despejando el camino hacia la
dominación mundial. Y al parecer, Nueva York era la siguiente en su
lista de objetivos. La sede de Nexcom se había trasladado a mi
ciudad.
El debate se centraba ahora en si el fundador de Nexcom debía
ser considerado un genio moderno, sólo rivalizado por su hijo y
predecesor, Cole Kincaid. Me harté y me callé en cuanto empezaron
a sonar frases tan superficiales como "guapo melancólico" y "el
soltero más codiciado del mundo". Si supieran lo profundas que
pueden llegar a ser las cosas cuando te sumerges en las aguas de
Cole.
—Ahí estás.
Me giré hacia aquella voz intrigada.
—Jesús, Daniel, me has dado un susto de muerte.
Mi marido se acercó con una sonrisa y dos copas llenas de
champán, extendiendo una en mi dirección.
—Llamé antes de entrar. Dos veces. La verdad es que no
esperaba encontrarte aquí metido, pero ha sido el único sitio en el
que no he buscado.
Me bebí la copa de un trago.
—¿Estás bien? —preguntó, mirando mi vaso vacío con
preocupación. —. ¿Por qué te escondes precisamente aquí? Es tu
cumpleaños. Tu vigésimo octavo cumpleaños —recalcó, como si
fuera el hito que no era. —. Deberías estar celebrándolo, no
escondido en... —Recorrió la escasa habitación con su pared de
9
Página

taquillas y el andrajoso sofá de una esquina. —... ¿en este...armario?


—Es una habitación, y lo sabes. —Me reí entre dientes, dándole
lo que quería. —. Estoy bien. Lo prometo —mentí.
Daniel no era dominante, ni celoso, ni posesivo. Ninguna de esas
cosas malsanas que a veces ansiaba, pero no necesitaba. Era
ambicioso, divertido, inteligente y generoso conmigo. Debería
haberlo amado. Lo quería.
—Todavía no puedo creer que me hicieras una fiesta. Mejor
dicho, un baile. ¿O una gala? ¿Un maldito concierto, Daniel? —Los
dos nos reímos, sólo que la suya fue genuina.
Frunciendo el ceño, resistí el impulso de llevarme la mano al
corazón dolorido. La banda de platino de mi dedo ardía como
recordatorio de que él se merecía algo mejor.
—Una banda en directo no lo convierte en un concierto —dijo
con una modestia poco habitual en él, mientras sus ojos color
avellana brillaban de adoración por mí.
—Has alquilado a la Orquesta del Lincoln Center —le dije con
sorna, alisándole la pajarita. —. ¿Quién es toda esta gente?
—Colegas, amigos... contactos potenciales —terminó
tímidamente, poniendo su vaso en la mesa junto al mío.
—Sólo tengo dos amigos, entre los que estás incluido tú. Y no
necesito que me ayudes a encontrar trabajo. Ya tengo uno que me
encanta —dije con firmeza.
—Lo sé, lo sé —dijo, alisando sus manos sobre mi pecho,
calmándome. —. Quieres defender a los indefensos. Ayudar a los
necesitados a luchar contra un sistema injusto y opresor, bla, bla...
—Hizo un gesto vago con la mano, y yo puse los ojos en blanco ante
el giro teatral que le dio. Extendió las palmas de las manos a lo largo
de mi cintura, guiándome suavemente hacia su pecho. Daniel lo
hacía todo con delicadeza. —. Lo que más me gusta es tu tierno
corazón, ¿sabes?
—Bien, ahora el resto de mí es celoso —bromeé.
10

—No lo estés. Tu preciosa casa está muy cerca. —Me apretó el


Página

culo.
—¿Mi preciosa casa? —Me resistí a sonreír.
Se encogió de hombros.
—Suena más romántico que culo, ¿no?
Mi sonrisa ganó la batalla.
—En serio —empezó, adoptando su tono de tribunal. —. Tu
brillantez está en una estantería acumulando polvo. ¿No puedes
hacer ambas cosas? Ser el abogado poderoso que negocia
adquisiciones de empresas y que, de vez en cuando, ayuda a los
necesitados. Puedes ser el equivalente abogado de Robin Hood en tu
tiempo libre.
El hecho de que Daniel hubiera nacido en un entorno de riqueza
y privilegios lo convertía a veces en un imbécil sin proponérselo.
Había pasado bastante tiempo de mi infancia viviendo en la pobreza
antes de ser catapultado a la riqueza. Me había proporcionado una
buena dosis de empatía, y estaba más conectado con esa parte de mí
mismo. Este mundo -el mundo de Daniel- nunca me había clavado
sus garras.
Sin embargo, nadie era perfecto, solía decirme, y lo bueno de él
superaba con creces los momentos en los que su privilegio se le iba
de las manos con comentarios como el que acababa de hacer.
—Otra vez estás siendo un completo engreído —le susurré,
pasándole las manos por el pelo castaño. Así le llamaba cuando
necesitaba que le dieran caña. Para recordarle que tener más de no
lo convertía en alguien superior. Se sonrojaba y se disculpaba
sinceramente, haciéndome saber que había esperanza para él.
—Lo siento. Quise decir los menos afortunados. —Me besó
dulcemente. Siempre me besaba dulcemente, y yo siempre me
apartaba primero.
—Sólo han pasado dos años desde que aprobé el examen...
—Desde que hiciste desaparecer el bar. —Me puso un dedo
elegante en los labios, cortando mi objeción. —. Eres brillante. Y
11

quiero asegurarme de que tienes las mejores opciones disponibles.


Página

—¿Podemos dejar esto para otro día?


—Por supuesto —dijo, dando un paso atrás a modo de disculpa,
al parecer recordando dónde estábamos y qué habíamos venido a
celebrar. Daniel se movió la muñeca y se subió el puño de la
chaqueta para ver la hora en su Rolex. Me cogió de la mano y nos
sacó urgentemente de la habitación. —. Tu sorpresa debería estar
lista.
—¿Sorpresa? —Dejé que me arrastrara por el laberinto de
pasillos. La música subía de volumen cuanto más nos acercábamos
al salón de baile.
—He tenido el placer de quererte durante tres cumpleaños, y has
estado sombrío en cada uno de ellos. Has estado sombrío desde el
día en que te conocí, Jasper.
Nos conocimos cuando yo hacía prácticas en su bufete, hacía casi
cuatro años. Tenía una norma estricta sobre no tener citas en el
lugar de trabajo, porque "eres un hombre de moral elevada", se burló
mi conciencia hipercrítica. En realidad, tenía la norma estricta de no
salir con nadie, pero Daniel era persistente y yo necesitaba una
distracción desesperadamente. Unas semanas después de terminar
mis prácticas, Daniel se presentó en mi graduación de la facultad de
Derecho con una oferta para cenar, y yo acepté vacilante. De eso
hacía ya tres años.
—¿De qué se trata? ¿Me das una pista? —Le pregunté. Se detuvo
en seco, a pocos metros de la ornamentada puerta de caoba, al otro
lado de la cual se agolpaban los asistentes a la fiesta, a la mayoría de
los cuales no había visto nunca, a diferencia de lo que decía de sus
colegas y amigos. Su mirada nerviosa rebotó de mí a las puertas
cerradas y la preocupación se apoderó de mí espontáneamente. —.
Daniel...
—No se trata de eso.
—¿Qué? —Mis cejas se fruncieron en señal de confusión.
—Es un quién —dijo, y uno a uno los cilindros encajaron en su
12

sitio. No hablaba mucho de mi pasado, pero el año pasado cedí a su


Página

curiosidad. Le había dado una parte de mí que no le daba a nadie,


porque había ido más allá para sorprenderme con un gran gesto que
no necesitaba, y mi falta de reacción cuando alquiló Cipriani para
una cena de cumpleaños para dos lo había dicho todo. Y porque se
merecía saber que el problema no era él, sino yo. Porque... Porque
simplemente se merecía la verdad, y su paciencia se había ido
agotando con razón.
Le quité la mano de encima y retrocedí un paso.
—¿Qué has hecho?
Sus palabras vacilaron mientras examinaba el terror que podía
sentir grabándose en mi rostro. Se acercó a mí.
—¿Jasper?
—Los estaba buscando, chicos —La voz tensa y exasperada
pertenecía a Jessica, la asistente de Daniel convertida en
organizadora de fiestas, mientras irrumpía por las grandes puertas,
perseguida por la armonía de un cuarteto de cuerda.—. Vamos,
vamos —dijo, arrastrando los pies para pasar sus brazos por los
nuestros antes de conducirnos al interior.
La multitud pretenciosa y parlanchina nos abrió paso mientras
atravesábamos la sala envuelta en terciopelo rojo, dirigiéndonos al
centro de la misma. Mis ojos vagaban inquietos mientras el dolor me
golpeaba las sienes con una sensación de presentimiento.
Allí, bajo la representación de la Batalla del Peloponeso en el
techo abovedado, justo en el centro, se alzaban mi cielo y mi
infierno.
Cole Kincaid.
Incluso de espaldas a mí, enfrentándose a los zamuros que lo
rodeaban, lo supe. Incluso con los evidentes cambios en su cuerpo
durante nuestros años separados, lo reconocí. Al diablo con mi
mente, era mi cuerpo el que nunca le olvidaría.
La música se detuvo bruscamente y la habitación quedó en
silencio. La sangre me corría a toda velocidad, el sonido me golpeaba
13

los tímpanos como olas mientras mi corazón bombeaba


Página

temerariamente, persiguiendo la orilla, persiguiendo la seguridad.


Se giró sin prisas, sin sorprenderse lo más mínimo de verme allí
de pie, afectadísimo por su presencia. Asintió una vez en señal de
reconocimiento, y sus largos y elegantes dedos se adueñaron del
vaso. De la misma forma que una vez lo habían hecho con cada parte
de mí.
—Jasper —dijo con toda la arrogancia y seguridad de un hombre
que un día gobernaría el puto mundo.
—¡Sorpresa! —exclamó Daniel desde mi lado, besando mi mejilla
sin vida. Si no fuera tan hiperconsciente del hombre que tenía
delante, no habría notado la sutil ondulación de su mandíbula
provocada por la fácil muestra de afecto de mi marido hacia mí.
En cuestión de segundos, los fiesteros se aburrieron de nosotros,
el nivel de ruido aumentó una vez más cuando las tonterías sin
sentido reanudaron su competencia con la orquesta reavivada.
Tenía que hacer algo. La etiqueta adecuada exigía que al menos
saludara a Cole y diera las gracias sinceramente a mi marido por
hacer realidad mis pesadillas. Pero ni siquiera podía respirar.
Mientras luchaba por respirar, Cole permanecía de pie como si no
hubiera un montón de dolor y escombros bajo nuestros pies.
Llevaba el cabello oscuro peinado hacia atrás de su rostro, su
mandíbula angular oculta bajo su sombra de barba cuidadosamente
elaborada. Sus gélidos ojos azules estaban iluminados por una
crueldad que le había valido el calificativo de misterioso. Siempre
había bromeado diciendo que los ojos de color obsidiana de
Franklin no tenían nada que ver con él. Entre su hijo y él, Cole
llevaba estupendamente la oscuridad.
Cole tenía el color aceitunado de su abuelo materno
sudamericano, mientras que a mí me había tocado la palidez de mi
padre europeo. Se alzaba imperturbable, escultural, luciendo a las
mil maravillas su traje negro, mientras que mi esmoquin me vestía a
mí. En esta sala llena de gente que se suponía importante, el
14

accionista mayoritario y director general de Nexcom Global estaba


Página

en su elemento. Era el hombre que Daniel quería que fuera.


—Estoy seguro de que tenéis mucho de qué hablar —dijo Daniel,
rompiendo nuestra incómoda burbuja de silencio. —. La terraza está
vacía si quieren algo de intimidad.
Lo que menos necesitábamos era un lugar privado. Cole y yo
necesitábamos estar bajo supervisión en todo momento.
—Después de ti —dijo Cole, con un gesto de la mano.
Me adelanté, sintiendo su mirada recorrerme de pies a cabeza.
Salimos al amplio balcón que daba al patio. Más allá, el vasto
horizonte dibujaba la silueta del río que nos separaba de la ciudad
con un brillo aceitoso.
Cole cerró las puertas francesas tras nosotros y caminó hacia mí
como si no tuviera pensado detenerse. Me estremecí, echando la
culpa al gélido aire otoñal y a la necesidad de mi abrigo, y no al
hombre que tenía delante.
—Tienes frío.
—Estoy bien —insistí. —. Podrías haber dicho que no.
—¿Y por qué iba a hacerlo? —preguntó.
—Ya sabes por qué —dije, irritado por la forma en que mi voz se
engrosaba por su proximidad. Me acerqué a la barandilla de piedra,
dándole la espalda. —. Han pasado años. ¿Por qué ahora? ¿Por qué
aparecer ahora?
—Tomé la invitación de Daniel como una señal...
—Como una excusa, querrás decir. Una excusa para aparecer y
desequilibrar mi jodida vida.
—Veo que Nueva York te ha puesto agresivo —dijo en respuesta
a mi vulgaridad. No me hizo ni pizca de gracia, y la mirada que le
dirigí por encima del hombro lo decía. Suspiró y se colocó a mi lado,
ambos mirando más allá de las erizadas copas de los árboles hacia el
centelleante cielo nocturno. La fría brisa me impregnó las fosas
nasales con su colonia. Contra mi voluntad, aspiré profundamente.
—De todas formas, ya venía hacia aquí —me dijo.
15

El desplazamiento. Me pregunté cuánta culpa tendría la


Página

casualidad y cuánta formaría parte de una jugada calculada para


llegar a mí. Habían pasado poco más de dos años -según había dicho
el presentador de las noticias- desde que Franklin sacó a bolsa la
empresa, antes de ceder la mayoría de las acciones a Cole y luego
retirarse. ¿Podría Cole haber estado planeando este movimiento
desde entonces? ¿Antes? ¿Esperando su momento? Una empresa de
esa magnitud no decidía mudarse espontáneamente al otro lado del
país de la noche a la mañana.
—Y extrañaba a mi hermano —admitió, su tono transmitía
una vulnerabilidad que su estoicismo nunca traicionaría.
—Hermanastro —corregí. —. Y nunca fuimos solo eso, Cole. —
Habíamos sido más. Habíamos sido pecadores. Y el alto voltaje de la
electricidad que chisporroteaba por mis venas, me advirtió que
todavía estábamos en todas esas cosas. El tiempo y el espacio nunca
cambiarían nada. —. Pero ya ni siquiera somos algo. Cualquier
vínculo familiar que tuviéramos con mi madre murió.
Un atisbo de tristeza parpadeó en las profundidades de sus
ojos ante la mención de ella, y luego se convirtió en algo más estable,
más permanente cuando dijo, como si recién ahora se diera cuenta o
quisiera enfrentarlo.
—Estás casado.
—Sí —dije, siguiendo su mirada hasta mi mano. Daniel me
había preguntado después de nuestra pelea el año pasado y, en el
calor del momento, acepté, dándole la seguridad que necesitaba. La
verdad era que si no hubiera sido Daniel el que hubiera recibido mis
restos, habría sido otra persona, porque mi corazón no estaba
completo. Había dejado la otra mitad en Seattle, y ahora estaba aquí,
justo frente a mí, mirándome como si nada pudiera separarnos. Ni
siquiera mis votos.
—¿Por qué estás realmente aquí, Cole? —Le hablé con más
cuidado que hace unos momentos. Tal vez porque había
abandonado la fachada distante, recordándome que yo no era el
16

único herido por los acontecimientos del pasado. Recordándome


Página

que lo que había pasado no fue culpa suya. —. ¿Es este tu intento de
repetir la historia?
—Te di lo que querías. Te dejé ir y me mantuve alejado. No
intenté encontrarte ni ponerme en contacto contigo. Pero extraño
nuestra amistad. Nuestra hermandad. Te extraño —susurró. —. Y no
en la forma en que piensas.
¿Por qué le dolió oír esto último? Había vuelto a entrar en mi
vida hacía menos de diez minutos, y ya el viejo veneno que dormía
en mí comenzó a desplegarse, bostezando a la vida. Ya estaba
olvidando que era un hombre secuestrado. Mi alianza de boda, que
de repente se sintió como una bola y una cadena, se clavó en mi piel
como recordatorio. Necesitaba que Cole se fuera.
—¿Qué? —Pregunté después de que una mirada casual
revelara su cuidadosa inspección de mí.
—No estoy acostumbrado a verte con traje. —Miró hacia el
cielo mientras una fuerte brisa sacudía su cabello perfectamente
peinado. —. Selene probablemente te esté mirando boquiabierta en
shock. No podía ponerte nada más que una camiseta raída y unos
vaqueros. Ni siquiera el soborno funcionó.
—Porque no me pueden comprar. —La mención de mi madre
derritió parte de mi hielo interno. Hacía años que no hablaba de ella
en voz alta. No desde que ella murió. Luché contra el impulso de
recordar el pasado con él, luché contra el deseo de dejarlo entrar,
aunque fuera un centímetro. Pero, ¿cómo no podría hacerlo? Ella era
suya tanto como mía. Y Cole era la única persona en el mundo que lo
sabía. El único que lo entendía.
—Le encantaba cuando la llamabas mamá —dije, incapaz de
resistirme a volver a visitar su memoria, las palabras deslizándose
más allá de mis guardias. Podría darle esto, darme este momento de
reflexión y luego terminar con él. —No tienes que detenerte en eso.
Mi madre y Franklin se casaron cuando yo tenía ocho años y
Cole diez. Ambos sufrimos la pérdida de un padre desde el principio.
17

Había sido un niño cerrado y mi madre intentó comunicarse con él


Página

durante mucho tiempo sin presión ni éxito. Y entonces, un día,


durante el desayuno, dijo:
—¿Puedes pasarme los panqueques, mamá? —Nadie le había
dado mucha importancia y ella había ocultado bien sus lágrimas.
—Ya no me siento bien. No después... —Se detuvo allí y yo lo
agradecí. A diferencia de Cole, siempre me dirigía a su padre por su
nombre. Franklin era un buen hombre, un padrastro aún mejor para
mí... a su manera. Tuve la mala suerte de conocer a mi verdadero
padre mucho antes de entrar en la casa de los Kincaid, y para mí la
palabra tenía una connotación negativa de abandono y abuso, por lo
que nunca la usé. Franklin era lo suficientemente maduro de una
forma emocional como para no ofenderse y, de todos modos, había
cultivado un fuerte vínculo conmigo. El verdadero dolor persistió
tras perderlo, pero lo que más lamenté fue la pérdida de Cole.
—Daniel insistió —dije, tirando de los puños del esmoquin
tímidamente, llevándonos de regreso a la razón por la que el
nombre de mi madre había sido mencionado en primer lugar.
Cole resopló.
—Apuesto a que piensa que te hace parecer más dispendioso.
Me puse rígido.
—¿Que se supone que significa eso? ¿Estás diciendo que sin el
traje soy cicatero? ¿Algo como eso? —Exigí, enfrentándome a él.
—No tienes precio, Jasper —dijo, aparentemente perplejo por
cómo yo no lo sabía ya. —. Fue una broma de mal gusto, hecha para
implicar algo sobre él, nunca sobre ti.
Tragué saliva y centré mis pensamientos en proteger el
carácter de mi esposo en lugar de contar los años desde que
realmente sentí que valía algo.
—Daniel es un buen hombre y no aprecio que aparezcas
después de todo este tiempo e insinúes algo diferente. No lo
conoces.
Cole sabiamente lo dejó pasar.
18

—¿Cuánto sabe?
Página

—Le dije que estábamos distanciados. —Lancé mi mano al


aire, eliminando la lista de excusas que le había dado a Daniel sobre
la marcha. —. Separados por un malentendido, la ruptura de lazos
familiares y la construcción de nuestras carreras en lados opuestos
del mapa. —Trabajé mi mandíbula. —. Renuncié a tu nombre en un
momento de debilidad. —Un momento en el que pensé que perdería
a Daniel por mis mentiras y omisiones.
—Se suponía que debía respetar mi decisión de hacer las
paces contigo en mis propios términos. —Obviamente, Daniel había
asumido que ese día nunca llegaría y que mi abatimiento siempre
sería la tercera rueda de nuestra relación, por lo que decidió tomar
el asunto en sus propias manos. Debería amarlo más por eso. —.
Espera, ¿qué le dijiste? —¿Habían sido nuestras historias
contradictorias? El pánico surgió, cubriendo y quemando la parte
posterior de mi garganta.
—Le dije que aparecería, pero que tendrías que explicar
nuestra historia pasada.
Mis hombros se aflojaron y me volví hacia la vista de la ciudad
nuevamente, dándole mi perfil mientras apoyaba una cadera contra
la cornisa.
Me atreví a mirarlo de nuevo después de un minuto de tenso
silencio y noté, una vez más, lo bien educado que parecía. Pero Cole
era un animal con un traje como jaula, y ninguna pieza de joyería
falsificada en mi mano ni ningún documento legal que me vinculara
a Daniel le impediría conseguir lo que quería, incluso si eso me
incluía a mí. No podía darme el lujo de olvidar eso. No podía darme
el lujo de olvidar que éramos iguales.
—Mi terapeuta cree que ser amigos es una gran idea —dijo
medio sonriendo, mientras las costuras de su traje a medida se
tensaban mientras cruzaba los brazos sobre su amplio pecho. La
pose añadió un poco de juventud a su exterior severo. A otros les
parecería casi humano, menos intimidante. La postura me recordó la
19

que adoptaría cada vez que lo llamara mi oso Coley. Lo único que
Página

faltaba era el puchero de sus labios carnosos.


Mi risa maníaca retumbó a través de mí.
—¿Sabe ella acerca de los cuerpos que dejamos a nuestro
paso? Y no sólo el muerto y enterrado, porque Franklin se añadió a
la pila de fallecidos en el momento en que mi madre exhaló su
último aliento. —Según los periódicos y medios de comunicación
locales, Selene Kincaid había muerto a causa de un problema
cardíaco. Sin embargo, Cole y yo sabíamos la verdad. Había muerto a
causa de una rotura.
La mención de su padre diezmó la pequeña pizca de ligereza
que su comentario le había ganado, demostrando que estábamos
perdidos por estar tan cerca el uno del otro. Necesitábamos
montañas, océanos, putos mundos entre nosotros.
—No podemos volver a vernos. Te vas a ir en este momento y
no volveremos a hablar más nunca —dije con ansia. No tendría que
ser tan difícil. Nueva York era una gran ciudad. Y Cole y yo no
andábamos en el mismo tipo de círculo social. Tampoco era el tipo
de hombre con el que te toparías en el metro o haciendo sus propios
recados.
—¿No te lo dijo Daniel? —preguntó, genuinamente
desconcertado. —Nexcom ha contratado los servicios de Parker &
Mitchell. El contrato se firmó esta mañana. Es tentativo que Daniel
cierre un trato importante para nosotros. Uno que no hemos podido
negociar efectivamente con el abogado anterior. Uno que prometió
que podría hacer realidad. Acordamos traerlos a casa, de ser así.
Parker & Mitchell era el bufete de abogados de alto perfil para
el que trabajaba Daniel. Contratarlos era una cosa, traerlos
internamente significaba que no podían aceptar otros clientes.
Ocuparían espacio de oficina con Nexcom. Cole sería su único
interés.
—No es posible que necesites a todo su equipo legal bajo tu
techo —dije, nervioso. La firma de Daniel era una de las más grandes
20

de la ciudad. No tenía ninguna duda de que Nexcom necesitaba una


Página

lista completa de abogados que pudieran brindarle al negocio toda


su atención, pero Cole no los necesitaba a todos.
—Por ahora solo necesitamos uno, pero si Daniel logra este
acuerdo, eso cambiará. Entonces tendrá la opción de tomar el
liderazgo en nuestra cuenta —dijo Cole, reduciendo mi creciente
esperanza de que tal vez después de este acuerdo había sido
abotonado, Daniel quedaría libre. Que se elegiría a otra persona del
grupo de abogados de la firma para vivir y respirar todo lo
relacionado con Nexcom. Pero si la decisión de quedarse y
supervisar el equipo que maneja los asuntos de Nexcom dependía de
Daniel, sabía lo que estaría haciendo.
El resto de las palabras de Cole se filtraron en mi cerebro a
través del vacío cuando me volví hacia la fiesta que se calentaba a
través de las puertas de vidrio detrás de nosotros. Vi a Daniel a
través del nido de víboras de “amigos” y “colegas” que lo rodeaban
en un círculo estrecho, oliendo su nueva trayectoria ascendente.
Con expresión jubilosa, levantó su flauta hacia la sala en gesto
de brindis. Fue entonces cuando me di cuenta de que la ostentosa
fiesta no era sólo para mí.
Si es que alguna vez lo fue.
21
Página
Jasper

UNA RABIA MÁS CALIENTE que la lava estalló dentro de mí


cuando irrumpí en la sala de estar, arremangándome agresivamente
en mi camino hacia la barra
—No quería que las buenas noticias eclipsaran tu noche —dijo
Daniel, siguiéndome la pista, pero siendo lo suficientemente
inteligente como para mantener una sana distancia.
—¿Buenas noticias? ¿Buenas noticias? —Me burlé,
sirviéndome un trago fuerte antes de beberlo. —. ¿Llamas a ser
traicionado una buena noticia?
—Todo sucedió rápidamente —procedió a explicar en esa
manera pomposa suya, como si solo lo escuchara por un momento,
entraría en razón. Era un mecanismo de defensa. Uno que no le
permitiría. No esta noche. —. Pensé en dejar un mensaje a su
asistente y, en el mejor de los casos, recibiría una llamada o un
correo electrónico de ella informándome que había rechazado
amablemente mi invitación. Hiciste que pareciera que las cosas
entre ustedes dos eran irrevocables. Pero tenía que intentarlo. Por ti
tuve que intentarlo.
Bebí mi segundo trago mientras él continuaba, el licor marrón
quemó todo a su paso en el camino hacia abajo. Mi objetivo era estar
entumecido antes de que terminara su excusa.
—Recibí una llamada suya y aceptó asistir a la fiesta.
—¿Asistir? Te refieres a una emboscada.
22

—¿Qué quieres de mí, Jasper?


Página

—¡Quiero que dejes de entrometerte en mi vida!


—¿Entrometerme? —Su cabeza se echó hacia atrás. —. ¿Así es
como le dices a esto? ¡Solamente quiero conocerte!
—Ya me conoces —respondí débilmente, reflexionando sobre
las ventajas de beber directamente de la jarra para ahorrar tiempo.
—¿Lo hago? Aprendí más sobre ti buscando en Google a tu
hermano perdido hace mucho tiempo...
—Deja de llamarlo así…
—... de lo que he recibido directamente de ti en los últimos
cuatro años que te conozco —terminó, hablando por encima de mí.
—Sólo cuentan tres de esos años —dije, sentándome en el
borde del sillón de orejas de cuero.
Daniel me miró boquiabierto desde donde estaba detrás del
sofá.
—¿Estás perdiendo el punto a propósito? —preguntó.
—Hiciste una búsqueda en mi pasado en el momento en que
obtuviste la más mínima información sobre mí. Elegiste
investigarme en lugar de esperar a que me abriera.
—Eso es un poco extremo, ¿no crees? Pude obtener la historia
oficial sobre lo que le pasó a tu madre, pero no tengo el trasfondo
emocional. No tengo la verdad. No sé qué te hizo su muerte o qué te
hace todavía. No sé por qué cambiaste tu apellido de Kincaid o por
qué no asististe a su funeral. Cristo, Jasper, el quinto aniversario de
su muerte fue una semana antes de que nos casáramos, y no dijiste
nada. Y tuve que fingir que no lo sabía, aunque te dolía, porque no
me lo habías dicho. Porque se suponía que no debía saberlo.
Daniel me había apresurado por el pasillo como si un fuego
nos persiguiera en el momento en que acepté su propuesta. Había
obtenido fragmentos de mis secretos y la promesa de que podría
tenerme de por vida. Sin embargo, no fue suficiente para él. Nunca lo
fue. Para ser justos, no fue suficiente. Ni mucho menos, y tenía
23

derecho a pedir más. Pero le había dado todo lo que podía dar,
Página

porque el resto de mí pertenecía a otra persona. Y no podía detener


la pertenencia por mucho que lo intentara.
Dejé mi vaso en la mesa de café y lo volví a llenar con mano
temblorosa, mientras el whisky salpicaba una lluvia de lágrimas
sobre la madera. Mi madre había adoptado el apellido de Franklin
inmediatamente después de casarse con él. Ella me había permitido
tomar la misma decisión por mí mismo, lo cual finalmente hice.
—Cambié mi nombre porque quería mi privacidad. No quería
quedar encadenado al legado de Kincaid. —Eso era sólo
parcialmente cierto, pero era todo lo que podía ofrecerle.
—Así que tomaste el apellido de soltera de tu madre —dijo,
revelando otro dato de secretos que había desenterrado. Fui
ingenuo al pensar que él no seguiría las migajas que me sentía
obligado a darle.
—¿Qué más sabes?
—Eso es todo. ¿Qué más estás dispuesto a decirme?
Lo miré en silencio.
—Correcto —dijo con fuerza, corriendo hacia las escaleras.
—¡Aún no me has explicado cómo terminaste trabajando para
él!
Se quedó quieto con una mano en la barandilla, sus hombros
se pusieron rígidos y luego se relajaron.
—Cole había hecho su propia diligencia antes de llamarme —
dijo con calma mientras regresaba tranquilamente. —. Él sabía
quién era yo y, lo que es más importante, para quién trabajaba.
Nexcom Global necesita una nueva representación legal. Vi mi
oportunidad e hice mi discurso de venta.
—¿Y nunca se te ocurrió preguntarte por qué se consolidaría
tan fácilmente con Parker & Mitchell?
—¿Qué tal si nos damos a ambos un poco más de crédito,
hmm? —dijo, incapaz de ocultar su ofensa, rodeando el sofá para
sentarse frente a mí, con nuestra ira individual ahora a la altura de
24

los ojos. —. Tu hermano y yo no llegamos a donde estamos en la vida


Página

tomando decisiones precipitadas. El registro de Parker & Mitchell


depende de que yo facilite exitosamente un trato. Uno que tengo
intención de entregárselo a tu hermano en bandeja de plata...
—¡Deja de decir que es mi hermano! —Me puse de pie, giré y
arrojé el vaso de cristal con su contenido a la chimenea. Cerré los
ojos con fuerza, deseando que mi pulso se estabilizara en algo más
manejable o se calmara por completo. Sólo necesitaba que el dolor
desapareciera.
—Jesús, Jasper. Nunca te había visto así —susurró Daniel
detrás de mí. Daniel y yo éramos hombres apacibles. Él tomó
decisiones que creía que eran correctas para nosotros, correctas
para mí, y yo cedí en todo, excepto en mi trabajo. Principalmente le
dejé hacer lo que quisiera y le perdoné todo con demasiada
facilidad. Nunca me importó lo suficiente como para pelear. Dejé mi
pasión ardiendo junto a mi corazón fracturado cuando hui de mi
antigua vida hace seis años.
—No he hecho nada más que apoyarte. Mimarte, incluso.
Trabajo incansablemente para que tú des cuenta de tu potencial...
—Nunca te he pedido nada de eso —dije con fuerza. —. De
hecho, te he pedido descaradamente que no hagas nada más que
amarme.
—Pensé que eso era lo que estaba haciendo.
Mis defensas se estaban debilitando ante su interpretación de
víctima, como siempre. Cualquier terapeuta que valiera su peso lo
habría llamado gaslighting3. Y tal vez lo era. Si era así, no era
intencional. Una cena con la familia de Daniel habría convencido a
cualquiera de ello. Por dentro era un niño herido. Ambos lo
estábamos.
—Daniel... —Me giré para encontrar su mirada expectante,
pero no tenía nada más que ofrecerle. Él ganaría esto. Le dejaría
salirse con la suya. ¿Cuál era la alternativa? ¿Abandonarlo? La había
cagado, pero era mi marido. Y actualmente, él era lo único que se
25
Página

3Es un tipo de abuso psicológico en el que se hace a alguien cuestionar su propia realidad. Consiste en
negar la realidad, dar por sucedido algo que nunca ocurrió o presentar información falsa con el fin de hacer
dudar a la víctima de su memoria, de su percepción.
interponía en el camino de que la historia se repitiera, sin importar
cuán frágil fuera la barricada que nuestro matrimonio pudiera
terminar siendo a largo plazo.
—En lugar de enojarte y acusarme de traición cuando lo único
que he hecho es amarte, ¿qué tal si intentas ser feliz por mí para
variar? —dijo furioso. Esta vez no lo detuve cuando se fue. Subió una
escalera antes de atacarme con su tiro de despedida. —. Ah, y quizás
quieras considerar el hecho de que no tuve que convencerlo
demasiado para que se arriesgara en la empresa. Cole prácticamente
atravesó el teléfono y puso el contrato y el bolígrafo en mi mano.
Apreté los dientes y tiré de mi cabello desde la raíz, los
mechones rubios se enroscaron alrededor de mis dedos.
Cole. Había deseado esto tanto como Daniel. Lo deseaba aún
más.

Me costó investigar un poco, pero por la mañana ya tenía la


dirección de Cole. Debería haber esperado que de manera
preventiva y presuntuosa me agregara a la lista de invitados
aprobados. Asentí en señal de agradecimiento al conserje y luego me
dirigí al ascensor designado para el ático del hotel.
Las puertas se abrieron de golpe a un vestíbulo hecho de
mármol blanco veteado de gris que atravesaba la extensión de la
residencia. Las paredes exteriores de vidrio proporcionaban vistas
panorámicas sin obstáculos del paisaje urbano, el río Hudson y más
allá.
Cole dobló una esquina desde el otro extremo de la vasta suite,
26

caminando hacia mí sin camisa y descalzo, con el cabello empapado


Página

de la ducha. Entrené mis ojos en el brillo travieso en los suyos, y no


en el rastro de tinta del cabello que viajaba desde su ombligo hasta
los pantalones de pijama de seda que llevaba, que no hacían nada
para camuflar la huella de su pene meneante.
—Jasper —comenzó con una sonrisa.
—¿Presionaste para llegar a un acuerdo con Parker & Mitchell
o lo hizo Daniel? —Pregunté sin paciencia para charlar. Había
dormido muy poco la noche anterior y el desvío aquí me haría llegar
tarde al trabajo, pero la confrontación no podía esperar hasta más
tarde.
—¿Puedo agarrar tus cosas? —preguntó, señalando la
gabardina que llevaba y la cartera de cuero que colgaba de mi
cuerpo.
—No estaré aquí por mucho tiempo. —Mis manos se
apretaron alrededor de la correa de mi bolso.
—El agua caliente en este lugar es divina —canturreó
orgásmicamente una voz de barítono.
Cole se rascó el color carmesí que subía hasta su cuello,
mirando detrás de él mientras un hombre alto y esbelto, con cabello
rubio un tono más oscuro que el mío, se acercaba pavoneándose
hacia nosotros, con la cabeza gacha mientras se alisaba la camisa
arrugada. Obviamente Cole había olvidado que no estaba solo.
—Ah, Leland…
—¿Sí? ¡Oh! —Dijo Leland, sorprendido, y luego blandió lo que
algunos podrían haber llamado una media sonrisa pícaramente
encantadora. Quería darle un puñetazo, fuera quien fuera, y no me
atrevía a analizar las razones. —. Tienes compañía.
—Es mi hermanastro, Jasper. Jasper, mi asistente, Leland. Él
estaba por irse.
—Ah, sí. Claro que sí. Encantado de conocerte finalmente,
Jasper. —Cogió la chaqueta que colgaba sobre la mesa ovalada del
vestíbulo. —. Lo veré en la oficina, Co… Sr. Kincaid. —Las puertas
27

del ascensor se cerraron y lo hicieron bajar.


Página

—¿Seguir el protocolo de recursos humanos está por debajo


de su nivel salarial?
—¿Me estás preguntando si me estoy follando a mi asistente?
—¿Lo haces?
—¿Te importa? —preguntó.
—Sólo en lo que respecta a usar tu respuesta para construir
mi caso sobre tu carácter, o la falta de él.
Sus fosas nasales latían, indicando su malestar, pero hablaba
con la mayor paciencia de un santo.
—Nos quedamos despiertos hasta tarde repasando contratos
y asuntos logísticos relacionados con la mudanza desde Seattle. —
Caminó hacia una entrada arqueada que conducía a la sala de estar.
Carpetas y montones de papeles cubrían la mesa de café y la
alfombra blanca de la zona. —. Se duchó en la habitación de
invitados.
Me detuve unos metros más allá del umbral de la habitación
mientras Cole se dirigía al bar. De espaldas a mí, solté un suspiro
silencioso. Estaba celoso. Todavía estoy celoso. Porque, aunque su
explicación tenía sentido, no explicaba el nivel de comodidad de
Leland con él. Cole y follar no eran mutuamente excluyentes. Si no
estaba teniendo sexo con Leland, lo estaba teniendo con otra
persona, y odiaba que me importara.
—Contéstame, Cole. ¿Este trato fue premeditado?
Destapó una botella de agua y tomó un sorbo tranquilamente
antes de dejarla.
—La medida era inminente. Ya habíamos firmado el contrato
de arrendamiento del espacio de oficina y la mayor parte de nuestro
personal estaba haciendo arreglos para trasladarse aquí. Leland me
transmitió el mensaje de Daniel e investigué su empresa antes de
volver a comunicarme con él. Dio la casualidad de que estábamos
buscando nuevos abogados.
—Nexcom es un estanque grande, y no estoy diciendo que
28

Parker & Mitchell sean peces pequeños, pero no valen la pena que
Página

estás pasando para conseguirlos.


—Valen la pena, Jasper. Y necesitaba una manera de entrar. —
La luz del sol brillaba sobre él a través de las puertas del balcón a su
espalda, eliminando todas las sombras, resaltando la cruda
honestidad en sus ojos. Él quería un lugar en mi vida, pero yo quería
mantener lo que había sido mi vida sin él. Seguro en su
previsibilidad. Fiable en su aburrimiento.
—Podrías haber llamado a mi puerta…
—Y me habrías rechazado —argumentó.
—Así que contrataste a Daniel como una forma de unirnos.
Decidiste hacer que me fuera imposible deshacerme de ti —dije
mientras el nudo de terror se alojaba en mi garganta.
—Imposible que me ignores —corrigió sin remordimientos.
—No estoy aquí para hacerte la vida difícil.
—Entonces, ¿por qué de repente se ha vuelto más difícil? ¿Por
qué parece que está a punto de implosionar?
Cole se acercó un poco más e instintivamente retrocedí,
sacudiendo la cabeza.
—Haré cualquier papel que quieras que haga, Jasper.
Simplemente ya no puedo soportar ser un extraño para el hombre
que mejor me conoce. Por favor déjame entrar. —Sus ojos me
suplicaron.
Mi mente viajó a una época diferente. Un momento en el que
esas tres palabras habían sido inocentes.
—Déjame entrar. ¡Cole, déjame entrar! —Golpeé la puerta
de su habitación una y otra vez, con los nudillos irritados, pero
me negué a rendirme hasta que él respondiera. Mi perseverancia
había dado sus frutos.
—¿Qué deseas? —había gruñido, con el rostro fruncido
mientras me miraba con los ojos enrojecidos.
—¿Por qué no juegas conmigo? Ahora somos hermanos.
—No, no lo somos. Déjame en paz.
29

Deslicé mi pequeña palma en su mano mucho más grande,


Página

sorprendiéndolo.
—Nadie quiere estar solo.
Salí del recuerdo, encontrándome cara a cara con el chico
asustado de hace tantos años. Aunque ya no estaba asustado. Él era
confiado, más grande que la vida, tentador, y yo estaba tan indefenso
para él ahora como lo estaba en ese momento.
—¿Todavía estás enamorado de mí, Cole?
—No —dijo rápidamente. Muy rápido. Debería haber dicho
alguna otra mierda. Debería haber sido un factor decisivo para
cualquier cosa que estaba a punto de ceder. Mi cabeza lo sabía
mejor, pero mi corazón tenía otros planes. Mi corazón nos destruiría
a todos.
—¿Cuáles son tus reglas básicas? —Preguntó, sintiendo mi
momentáneo fallo de buen juicio. —. Nómbralas y las cumpliré al pie
de la letra.
Mi espalda chocó con la moldura del amplio arco mientras me
retiraba. Su mano tuvo un espasmo a su costado, probablemente
tentado a alcanzarme antes de perderme para siempre.
—Lo que sea, Jas —dijo desesperadamente, usando el apodo
que me había puesto cuando era niño.
—Nadie me ha vuelto a llamar así —dije.
—Es mío. Si alguien te llama así, dile que me pertenece. Que me
perteneces.
—Tienes que respetar mi matrimonio —susurré, el órgano en
mi pecho latía en una advertencia no tan silenciosa. —. Lo amo. —
Estreché mi mirada sobre él, siguiendo cada una de sus reacciones,
listo para cancelar todas las apuestas y correr en la dirección de
donde había venido ante la primera señal de su resistencia. —. Lo
amo —¿A quién intentas convencer aquí, Jasper?
—Puedo hacer eso —dijo.
—Nuestra relación, o lo que sea que sea —hice un gesto entre
nosotros, —, no debería interponerse en mi relación con él. —Estás
30

tomando una mala decisión, Jasper. Mi conciencia seguía


Página

martilleándome.
—Si eres feliz, no interferiré...
—Eso no es suficiente —espeté con urgencia.
—No puedes esperar que me quede sin hacer nada y mire
cómo te lastiman. Esa es una promesa que no puedo hacer. Pero si
eres feliz con él… —Se quedó callado mientras tragaba, como si se
preparara para el dolor de sus siguientes palabras. —. Si él es bueno
contigo, entonces no tienes nada de qué preocuparte por mi parte.
—Estamos felices.
—Está bien, entonces —dijo.
—Y necesito que respetes eso —afirmé.
—Entiendo. —Sus palabras fueron cortantes.
—Me tengo que ir.
—¿Adónde te diriges? —preguntó, como si no quisiera que me
fuera todavía.
—A trabajar —le dije, a lo que él miró dubitativamente mis
jeans desgastados y mis botas con cordones. —. Es viernes informal
—le expliqué distraídamente, frotándome la frente, tratando de
recuperar mi agudeza.
Se apoyó contra la puerta del balcón y sus manos entrelazadas
cayeron casualmente en la unión de sus caderas.
—Sí, excepto que hoy es lunes —dijo, riendo con los ojos.
—Correcto —respondí, con mis mejillas calentándose. —.
Supongo que siempre es viernes cuando amas lo que haces.
—Veo que no ha cambiado mucho en esa área. —Él sonrió con
su característica sonrisa arrogante, esa que rayaba en lo coqueto y
de donde siempre surgían los problemas. —. Siempre te ha gustado
hacer lo que amas y no lo que nadie quería de ti. Solía querer ser
como tú. Aún lo hago.
Sacudí la cabeza con incredulidad. ¿Cómo podía ser tan fácil
pasar de querer darle un puñetazo a querer consolarlo?
—Estás haciendo cambios en Nexcom. Supongo que eso
31

significa que estás haciendo lo que quieres.


Página

—Estoy haciendo lo que tengo que hacer —dijo


intencionadamente. —. Estoy haciendo lo correcto.
—¿Y qué es lo correcto? —Pregunté.
—Quiero desarrollar un corazón robótico nuevo y mejorado.
Algo más sostenible.
Di un paso adelante.
—¿Es eso posible? —Indagué con una especie de esperanza
sin aliento.
—No lo sé, pero es a lo que planeo dedicar mi vida.
Y así de rápido, algo en mí se abrió para él, una pequeña bolsa
de calidez que aún no se había congelado por la fría carga de culpa
que había sostenido como una cruz que tenía que sobrellevar sobre
mis hombros. Cole se deslizó dentro, poniéndose cómodo.
—Voy a llegar tarde —dije, resistiendo su mirada angustiada
por un segundo más de lo que debería, incapaz de quitarle los ojos
de encima, incapaz de moverme.
El pegamento que nos unía cuando éramos niños nos volvió a
sellar ahora, endureciéndose. Si no me separaba de él en ese
momento, el epoxy4 se secaría, haciendo que una segunda
separación de él fuera virtualmente inconcebible.
—¿Qué es lo que haces? —Su pregunta se extendió como una
mano desesperada tratando de retenerme allí. Puso los ojos en
blanco ante mi ceño fruncido. —. Quiero escucharlo de ti, no leerlo
en la copia impresa que mi asistente deslizó sobre mi escritorio.
Suspiré, cediendo, pero sólo porque no podía hablar de mi día
con nadie. No podía compartir detalles sobre el área de mi vida que
me proporciona un propósito. Con Daniel, la conversación llevaría a
su intento de contratarme para Parker & Mitchell u otra empresa
igualmente "respetable". Y estaba mi mejor amiga, Sofía, pero ella
estaba en el centro de la pelea junto a mí, golpeando el pavimento.
Las conversaciones con ella generalmente giraban en torno a
estrategias para implementar cambios, propuestas de nueva
32

legislación y cómo podríamos lograr un mayor impacto.


Página

4 Es un pegamento.
Compartir con Cole sería como desconectarme de un largo día,
como tener una animadora en mi esquina. Como en los viejos
tiempos.
—Lo que hago depende del día. Mi amiga Sofía dirige una
organización sin fines de lucro que brinda servicios legales a
comunidades desfavorecidas. Asumo casos cuando es necesario, lo
cual es casi siempre. Y ayudo en lo que puedo con las muchas
fundaciones que ella apoya, a las que yo a mi vez apoyo. Todos están
orientados a servir a los demás de alguna manera. Y dos veces por
semana imparto un curso de justicia penal de primer año en
Columbia Law.
—Wow —dijo, impresionado, con los ojos llenos de
entusiasmo por escuchar más.
—¿Tu copia impresa no menciona todo eso? —Metí las manos
en los bolsillos delanteros para hacer algo más que estrangular la
correa de mi bolso o colgarme estúpidamente a los costados.
—Sí, pero le faltaba emoción. Pasión. Estoy orgulloso de ti —
susurró. Mi pecho se apretó, aferrándome fuerte a su validación. —.
¿Y a cuál vas a llegar tarde hoy?
—La clase empieza en quince minutos y el viaje en tren es de
veinte desde aquí. Entonces… —Pasé un pulgar por encima de mi
hombro.
—Sí, lo siento. Te he retenido demasiado. —Sus largas
zancadas consumieron la distancia hasta su teléfono celular
colocado en la mesa auxiliar cerca del sofá. —. Haré que mi
conductor te lleve.
—A menos que tenga una sirena en el techo de su auto, estoy
mejor en transporte público. Pero gracias por la oferta —dije,
mostrándome hacia el ascensor.
—Perdonas con demasiada facilidad —dijo Cole a mi espalda.
33

—. Siempre. Selene solía llamarte su gran corazón sangrante.


Página

—¿Cuál es tu punto? —Pregunté, no con crueldad, pero con


poco tiempo que tenía, no pude hacer más.
—Ninguno. —Él se encogió de hombros. —. Solo gracias. Eso
es todo.
No lo sentí como así, pero sin tiempo que perder, lo dejé pasar.
—Te llamaré. —Me hundí contra la pared de la cabina una vez
que las puertas me sellaron adentro, fingiendo que no había
escuchado su última pregunta susurrada, fingiendo que no me había
dejado sin aliento.
"¿Aún estás enamorado de mí, Jasper?"

—Llega tarde, Sr. D —dijo Lorenzo, uno de mis alumnos más


jóvenes, desde la última fila de la sala de conferencias. Se
escucharon algunas risas por todos lados. Des Moines era un
bocado, por lo que mis alumnos se referían a mí como Sr. D.
—¿Están seguros de que no llegaron todos temprano? —
Pregunté, colgando mi chaqueta en el perchero junto a la puerta
antes de acercarme al atril y sacar mis notas de mi bolso.
—Oh, no, no —intervino Sonia, meneando un dedo hacia mí.
—. Nos debes una lagartija por cada minuto que llegaste tarde. —
Incluso imitó mi tono de ir en serio y chocó esos cinco con su vecina.
—¿Cuántos años tienen ustedes? —Yo pregunté.
—Eso no funcionará con nosotros. Si vas a poner las reglas,
tienes que cumplirlas —dijo Lorenzo encogiéndose de hombros
como si me dejara libre si pudiera. —. Conté diez. —Extendió ambas
palmas, moviendo cada dedo.
—Será mejor que todos tengan sus libros de texto abiertos
para cuando termine, o los arrastraré a todos aquí conmigo —dije,
dejando que mi dedo participara en la acción, agitándolo
34

amenazadoramente hacia la multitud. Los libros se abrieron con


Página

rapidez y sonaron estruendosamente en los escritorios y las páginas


crujían con urgencia. Amaba mi trabajo y amaba a estos niños
adultos. Bajé al foso y pagué mi penalización, con mi sonrisa
firmemente en su lugar mientras pensaba que Cole se divertiría con
esto.

El olor a tomates asados y pan de ajo fresco me asaltó cuando


regresé a casa más tarde esa noche para disfrutar de la comida de
disculpa favorita de Daniel, de mi restaurante italiano preferido. No
habíamos hablado desde nuestra discusión de la noche anterior, y él
ya se había ido cuando saqué mi cerebro borracho de la habitación
de invitados esa mañana. La pelea ya se me había olvidado, pero su
intento de hacer las cosas bien tocó la fibra sensible de mi corazón
de todos modos. Esto fue bueno. Estábamos bien.
Perdonas con demasiada facilidad. Las palabras de Cole de
antes volvieron para burlarse de mí.
Cerré la puerta del apartamento con fuerza, dando a conocer
mi llegada, porque Daniel querría saludarme tan pronto como
entrara.
—Estás en casa —dijo alegremente, apareciendo desde la
cocina, con una curva nerviosa en los labios. —. Y estás todo mojado.
—Su frente se arrugó con disgusto.
—Sí, empezó a llover de la nada.
—Aquí, déjame tomar eso antes de que dejes un rastro. —
Sacudió las gotas de lluvia de mi abrigo sobre el felpudo antes de
aislarlo a un lado del armario de abrigos, y luego escaneó el piso de
madera con ojo atento en busca de signos de humedad. Lo dejé con
sus problemas mientras me quitaba los zapatos y la banda elástica
35

que sujetaba mi cabello húmedo en la nuca. Los mechones que


Página

apenas llegaban a los hombros se retorcieron y cayeron en ondas


sueltas al instante.
Daniel, ahora satisfecho de que su madera brasileña no había
sido manchada, se adelantó a mí, deteniendo mi avance hacia la
comida.
—¿También compraste risotto? —Olí el aroma con
entusiasmo por su beneficio, y su tímida sonrisa se transformó en
una de satisfacción.
—Me siento insultado. Por supuesto lo hice. —Me incliné para
darle un beso. Los truenos retumbaron, los relámpagos iluminaron
el cielo cada vez más oscuro y un desagradable diluvio de lluvia
salpicó las ventanas de la sala.
—¿Recuérdame otra vez por qué querías vivir tan alto? —
Había vendido su apartamento en un piso inferior para comprar este
después de que lo arrastré hasta la jornada de puertas abiertas por
curiosidad, y luego tuve que sacarlo de las ventanas.
—Puedo responder a eso —dijo Cole, su voz apareciendo de la
nada.
—Joder —siseé, alejándome de los labios de Daniel con una
mano en mi corazón palpitante. Detrás de Daniel, Cole salió del
comedor con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones
grises a rayas y sus zapatos haciendo ruido contra el suelo de
madera mientras se acercaba lánguidamente. Su expresión no
revelaba nada.
—Porque el sonido se amplifica diez veces a esta altura del
suelo —continuó. —. Y porque las tormentas siempre ponen a
Jasper en marcha. Algunas cosas nunca cambian, ¿verdad? Hermano
—añadió, y elegí no verlo como una ocurrencia intencional de
último momento.
—Oh sí. Casi lo olvido —dijo Daniel. —. Hubo una pequeña
confusión. Se suponía que Cole y yo nos encontraríamos mañana por
la tarde, pero su asistente lo había fijado para esta noche. —Bajó la
36

voz. —. Me pareció de mala educación pedirle que se fuera.


Página

—Me aseguraré de hablar con Leland sobre el error. Mi oferta


de marcharme sigue en pie. Se siente como si estuviera
entrometiéndome en algo —dijo, mirándome fijamente.
—Tonterías —protestó Daniel. —. Es sólo la cena y, además,
somos familia.
—¿Jas? —Investigó Cole, esperando mi aprobación.
—Espera —dijo Daniel, frunciendo el ceño. —. ¿Él puede
llamarte Jas? Dijiste que odiabas el apodo.
—Dije que lo odiaba como apodo. Hay una diferencia. —
Realmente no lo había. Mis labios se aplastaron ante la expresión
divertida de Cole, incluso mientras rezaba para que no pronunciara
el otro nombre por el que le gustaba llamarme. El que había estado
reservado para nuestros momentos más íntimos.
—Ya estás aquí y la situación está empeorando bastante allá
afuera. Bien podrías comer. Esperar a que despeje un poco el cielo
—dije a regañadientes.
Comimos a la luz de las velas después de que Cole insistiera en
que Daniel hiciera lo que hubiera hecho si no hubiera estado allí. Era
extraño, pero la necesidad de Daniel de aguantar a Cole ganó. No
pude evitar sentir como si Cole estuviera examinando nuestra
relación. No nuestro matrimonio, porque eso podría reducirse a una
hoja de papel, sino cómo trabajábamos juntos como pareja. Los roles
que desempeñamos en la vida de los demás. Lo que vimos el uno en
el otro. ¿Estábamos amándonos lo suficiente? ¿Tocándonos lo
suficiente? ¿Nos estábamos quedando cortos en su lista mental de
cosas que hacían dos personas cuando estaban locas el uno por el
otro? Después de todo, él lo sabría.
Daniel se relajó después de unas copas de Merlot, acariciando
distraídamente mi nuca desde su asiento a mi lado mientras hablaba
de su día. Se sentía incómodo tener las manos de otro hombre sobre
mí frente a Cole, incluso si esas manos pertenecían a mi esposo, pero
Cole ni siquiera pestañeó. Quizás sí quería vivir como mi hermano,
37

como amigos. Dejemos atrás el pasado y sigamos adelante. Tal vez


Página

podríamos hacerlo con éxito, porque, sinceramente, yo también lo


había extrañado.
—¿Cómo estuvo la clase, Jas? —Preguntó Cole, bajando su
copa de vino por el cuenco y lamiendo la mancha carmesí de sus
labios sonrojados. Se sentó frente a mí y la llama de la vela hizo que
sus ojos azules brillaran como un cielo lleno de sol. Más feroz que el
tono marrón claro de Daniel. Se había quitado la chaqueta y se había
arremangado antes de comer, con los antebrazos gruesos y venosos.
Más robusto que el físico delgado de Daniel. Mi piel ardía en todos
los lugares que había tocado antes.
Tal vez no pudiéramos ser amigos después de todo, pensé. Mis
sentimientos sobre el asunto iban y venían a nanosegundos. Aparté
mi propia copa de vino, sintiéndome una mierda por compararlos y
culpando al alcohol por obligarme a hacerlo.
Sin esperar que me pidieran que contribuyera, mi cerebro
procesó la pregunta con retraso. Por lo general, Daniel era el único
que hablaba.
—Comenzó con un entrenamiento. —Me reí. Daniel me miró
confundido. Cole esperó con interés. —. Hay una regla, es 'una
flexión por cada minuto de retraso'.
—Jasper —reprendió Daniel, avergonzado por mí.
—Así que los corderos recibieron su retribución hoy —dijo
Cole, satisfecho.
—Sí —respondí.
—Cuéntame más —dijo con esa manera ansiosa, pero casual,
que tenía, pasando un brazo por el respaldo de la silla vacía a su
lado.
Dudé por un momento, todavía inseguro de él, de mí, de mi
papel en la mesa. Pero entonces la mirada suplicante de Cole se
encontró con la mía. “Déjame entrar”, decía. Apoyé el codo en la
mesa, haciendo que la mano de Daniel en la base de mi cuello cayera.
—En realidad, sólo se aplica a unos pocos. Un grupo de niños
38

más pequeños. Edades entre veintiún, veintidós años. La mayoría de


Página

los estudiantes están más cerca de mi edad. Un par de ellos son


mayores. —Me lancé a nuestro trabajo de curso actual: recopilar
evidencia. Respondí a sus preguntas con entusiasmo, incluso
respondí algunas que él no había preguntado, y profundicé, con gran
detalle, en el juicio simulado que teníamos. —. Tenemos un fiscal de
distrito, un equipo de defensa, un jurado...
—Y déjame adivinar, ¿eres tú el juez? —Cole dijo sin una pizca
de sorpresa.
—Bueno, por supuesto —respondí con aire de suficiencia,
recostándome en mi asiento. —. Alguien tiene que mantenerlos
honestos. —Nos reímos y miré a Daniel, de quien me había olvidado.
Se quedó congelado, estudiándome con una mirada extraña. Casi
como si estuviera buscando a su marido.
—Nunca antes te había visto cobrar vida así —dijo Daniel.
—No puedo hablar de este lado de mi vida a menudo, eso es
todo —respondí, apretando su rodilla debajo de la mesa, sintiendo
una extraña necesidad de disculparme con él por mi emoción. Por
dar a conocer mi existencia.
Ante eso, Cole se enderezó.
—¿Qué quieres decir? —Cortó sus ojos hacia Daniel. —. ¿No le
preguntas por sus pasiones? ¿Su trabajo?
—Bueno, es cierto que normalmente intento convencerlo para
que aproveche mejor sus conocimientos y habilidades como
abogado —dijo Daniel, ahora pasando sus dedos por la parte
posterior de mi cabello. Normalmente no era tan susceptible delante
de la gente. Supuse que las muestras públicas de afecto eran otro
efecto secundario de su deseo de impresionar a Cole.
—Ya veo —dijo Cole lentamente, su mirada se hizo más aguda
mientras observaba nuestra relación con ojos nuevos.
—Mira eso —me dijo Daniel. —. Incluso tu hermano lo
entiende. —De hecho, creía que contaba con todo el apoyo de Cole.
—Supongo que sabes qué es lo mejor para él —le dijo Cole a
39

Daniel.
Página

—Por lo menos veo lo que él no ve.


—¿Y qué ves tú? —Cole preguntó con fingida curiosidad.
Daniel estaba demasiado consumido por su propia arrogancia para
verlo.
—Que puede ser genial, si tan solo se esforzara —dijo Daniel,
pasando un pulgar por mi mejilla como si acabara de darme el
mayor cumplido. Cerré los ojos y gemí internamente, porque Cole no
lo entendería. No entendería por qué permitía que Daniel se saliera
con la suya. No entendería que Daniel no quisiera hacerme daño. Y
que, sobre todo, estaba recibiendo exactamente lo que merecía.
Cole se desabrochó metódicamente las mangas de la camisa y
se abotonó los puños.
—Mi madre murió al darme a luz. Pasé gran parte de mi
juventud tratando de reconciliarme con el hecho de que había
matado a la mujer que me dio la vida. Y entonces, un día, mi padre
aparece con una mujer hermosa que, según él, sería mi nueva
madre. Y ella tenía un hijo, y por eso yo tenía un hermano. Era rubio,
de extremidades huesudas y ojos del color de esmeraldas pálidas.
Intenté llamar su atención con la fuerza de mi mirada. Daniel
se sentó fascinado, mientras yo me esforzaba por permanecer en mi
piel.
—Nunca había conocido a Selene ni a su hijo antes del día en
que aparecieron en nuestra finca de la mano. Mi padre la había
conocido en una playa y le había proclamado amor a primera vista.
Al principio no entendí el concepto, pero luego llegué a conocerla —
susurró Cole antes de finalmente mirarme. —. Yo era un niño
intratable, necesitado de amor y cariño, que no quería que nadie
entrara y borrara el recuerdo de mi madre. Sus cuadros fueron
retirados de las paredes poco antes de que llegaran. Ya no vivíamos
en un santuario dedicado a ella. Lo último de ella había sido
asesinado.
—Yo no quería dejar entrar a nadie. No me interesaba un
40

chico que se pasaba el día ayudando a los empleados a preparar la


Página

comida y a limpiar lo que él mismo ensuciaba. Un chico que pensaba


que los regalos de Navidad hechos a mano significaban más que algo
brillante de Tiffany's. Un chico que colaba comida en la puerta de mi
habitación cada vez que me ordenaban quedarme en ella por haber
sido grosero con él. Un chico que consiguió dos mil firmas en una
petición para que una fuente del parque llevara el nombre de mi
madre. Jasper es implacable cuando cree en algo, y él creyó en mí.
Sin él podría haber acabado como tú, pero gracias a él, sé lo que hace
a un gran hombre. Y él es el mejor hombre en esta sala.
Cuando Cole decidía que necesitaba ser escuchado, todos los
que estaban al alcance del oído lo hacían. Incluso la tormenta le
había contenido el aliento.
Cole me dejó sonrojado y sin palabras, y no me arriesgué a
mirar a Daniel por miedo a que viera todo lo que le había ocultado
escrito en mí. Su teléfono celular sonó desde algún lugar del piso de
arriba, interrumpiendo el tenso silencio que quedó tras el poco sutil
castigo de Cole hacia él.
Daniel agachó la cabeza y murmuró un débil
—Discúlpenme —antes de que las patas de su silla rasparan el
suelo al irse.
Cole y yo nos quedamos solos con todos nuestros recuerdos
ante la romántica luz del fuego y los arcos de relámpagos que
cruzaban el cielo nocturno. Su pecho subía y bajaba rápidamente
con cada respiración furiosa, pero no me miró con juicio, sólo con
una furiosa necesidad de comprender.
—¿Por qué? —imploró. —. Eres demasiado bueno para él.
—No. —Miré nerviosamente hacia las escaleras.
—¿Por qué dejas que te degrade?
—Él también creció con expectativas. Tú más que nadie
deberías entender eso. No me tenía para salvarlo como tú —dije.
Cole había sido preparado para algún día hacerse cargo de Nexcom y
casi había cedido más de una vez bajo la presión. Franklin podía ser
41

bueno e intransigente a partes iguales. Suave y duro. Nada se


Página

interpondría en el camino de que Cole se convirtiera en su sucesor,


pero yo había estado allí durante los días más difíciles cuando el
peso de su destino era demasiado grande para que él lo cargara solo.
—Pero ahora te tiene a ti y ni siquiera te ve —dijo. —. Incluso
la forma en que te toca... —Se interrumpió, aspirando un silbido de
aire a través de la comisura de sus labios.
—Dilo —le dije, desafiándolo. —. ¿Cómo me toca, Cole?
—Como si fueras suyo —dijo con valentía.
—¿En lugar de tuyo?
—No, eso no es lo que quise decir. Como si fueras de su
propiedad. Una mascota. Algo que puede entrenar según sus
caprichos, incluso si lo hace sin malicia. No digo esto porque te
quiera. Lo digo porque me importa. Porque tú harías lo mismo por
mí.
Dejé de rechinar mis molares. Aunque yo habría hecho lo
mismo por él, en circunstancias diferentes. No lo necesitaba
montado en su caballo para pelear mis batallas por mí. Tenían que
suceder muchas cosas antes de que llegáramos a un lugar donde
velar por los mejores intereses de cada uno fuera simplemente eso.
Necesitábamos el lujo del tiempo. Es hora de ser algo diferente el
uno del otro. Estaba muy por encima de mi cabeza aquí, y pronto no
me importaría.
—Cole —suspiré.
—Lo siento —dijo Daniel, clavando un alfiler en nuestro globo.
—No te preocupes —instó Cole. —. Necesito irme de todos
modos. —Él se puso de pie y, como si me tiraran de la fibra del
corazón, yo también lo hice.
—Aún es temprano —dijo Daniel, comprobando la hora. —.
Iba a preguntar sobre la referencia a la tormenta que hiciste antes.
Me encantaría saber en qué problemas se metió éste. —Movió las
cejas y me abrazó a su lado.
—Algunos secretos son de Jasper para contarlos —dijo Cole,
42

saliendo de la habitación a toda prisa. Daniel y yo lo seguimos.


Página

—Bueno, parece estar más dispuesto a compartir cuando


estás cerca. Creo que tu presencia será buena para nosotros —dijo
Daniel. Cole ignoró su comentario.
—¿Puedo llamarte mañana? —Me preguntó Cole, sacando su
abrigo de lana del armario.
—Ah sí. Claro —dije.
—Daniel, te veré en la oficina mañana temprano.
—Seré yo el que tenga las campanas puestas —respondió
Daniel, y me pregunté cómo podía hablar con la boca apretada
contra el trasero de Cole.
Estuvimos solos durante dos segundos antes de que Daniel se
volviera hacia mí.
—Creo que pude haberlo ofendido.
—¿Crees? —Tanteé, preguntándome si tal vez la vergüenza
que pensé que había expresado antes de salir del comedor había
sido imaginada. ¿Pensaba tanto en sí mismo que la reprimenda de
Cole hacia él se le había pasado por alto?
—Lo estoy pensando demasiado. Todo está bien. —Se mordió
el labio mientras pensaba, mirando la puerta por la que Cole había
salido.
—Sí, por supuesto —dije, apartando suavemente su labio de
sus dientes. —. Te ayudaré a limpiar para que podamos irnos a la
cama. —El ama de llaves estaría aquí temprano, pero Daniel no
podría dormir con los platos en el fregadero.
Daniel limpió las encimeras mientras yo cargaba el lavavajillas
y pretendía no sentirlo mirándome.
—¿Qué? —Pregunté con resignación, iniciando el ciclo de
lavado y apoyando una cadera contra la isla.
Daniel arrojó el paño de cocina sobre su hombro.
—¿Me vas a contar sobre tu amor por las tormentas? —Se
pegó a mí, mi espalda baja mordiendo el mármol. Maldito Cole por
hacer de esto algo más grande de lo necesario.
43

Me relajé mientras él colocaba besos a lo largo de mi cuello.


Página

—No escuches todo lo que dice Cole.


—Tengo que hacerlo, porque no me cuentas mucho.
Agarré los costados de su cabeza y lo besé como distracción,
enviando mi lengua lo más profundo posible a su boca.
—Vaya, más despacio. —Me empujó hacia atrás por los
hombros. —. ¿Qué te pasa esta noche?
—¿Qué tal el sexo aquí mismo? —Salté a la isla.
—Aquí comemos —dijo con un susurro.
—Está bien —susurré, mientras mis dedos desabrochaban
hábilmente la hebilla de su cinturón. —. ¿Qué tal el suelo?
—Caminamos sobre él. Con nuestros zapatos”.
Dejé caer mi cabeza sobre su hombro, derrotado, con la
erección disminuyendo.
—¿Qué tal si nos vamos a la cama? Prometo que haré que
valga la pena. —Me sacó de la isla y me llevó de la mano escaleras
arriba hasta nuestro dormitorio.
—¿Adónde vas? —Pregunté, agarrando su muñeca mientras
se dirigía hacia el baño principal.
—A agarrar una toalla.
—¿Qué tal si hacemos un desastre esta noche? —Con una
mano en su cabello, mordisqueé seductoramente su barbilla.
—¿Por todo mi algodón egipcio?
—Bien. —Lo dejé ir, maldiciendo a Cole por reavivar viejos
recuerdos. Viejas pasiones. Viejas partes de mí. Por obligarme a
revivir las huellas de manos llenas de semen en las paredes y las
noches de aullar de placer en una tormenta mientras me follaban
sobre mis manos y rodillas mientras mis lágrimas esparcieron la
tierra junto con la lluvia. Por obligarme a repetir todas las cosas
sucias y perversas que me hicieron en sus manos, y obligarme a
fingir que me las estaban haciendo esta noche para sobrevivir
haciendo el tipo de amor dulce, ordenado y predecible con mi
esposo.
44

Del tipo que no me importaba hace veinticuatro horas.


Página
Cole

LA FRÍA OSCURIDAD del exterior entraba por las ventanas de


mi oficina y su sombra manchaba el monitor que había estado
mirando durante la última media hora. Restos de mal tiempo del
aguacero helado de anoche. Las bulliciosas calles de la ciudad
estaban resbaladizas y los charcos se congelaban lentamente.
No permitir que el mal tiempo dictara mi estado de ánimo
siempre había sido un desafío. Tendía a ser más introspectivo en los
días grises y, en general, era una mala compañía para cualquiera que
necesitara que hiciera algo más que ser yo. En los días lluviosos, me
di permiso para extrañar a Jasper con toda mi capacidad.
Una vieja película de cine llena de flashes pasó por mi mente.
El arco de Cupido definido por Jasper, su borde de un rosa más
oscuro que el lecho de sus labios.
Me invadieron repeticiones instantáneas de sus cálidas y
tímidas sonrisas, ahora reemplazadas por líneas de ceño. El
profundo estruendo de su risa tentadora, que ahora parecía esquiva.
Ni siquiera el sonido incesante de mi bolígrafo podía ahogar la
reproducción de su voz ronca y lo sin aliento que se volvía cada vez
que lo manipulaba bruscamente.
Casi podía sentir el recuerdo de su sedoso cabello siendo
abusado por mis implacables dedos. Casi podía ignorar la imagen
oscura en el rincón de mi mente que invadía esos recuerdos, estaba
ahí para recordarme que ahora Jasper era suyo.
45

Daniel.
Página

Al otro lado de las puertas dobles de cristal de mi oficina,


Leland rodeaba su escritorio con una pequeña pila de carpetas bajo
el brazo.
—¿Aún no has recibido respuesta? —preguntó, entrando y
poniéndose cómodo en la silla frente a mí.
—No —dije, tirando mi bolígrafo a un lado, viéndolo rodar y
estrellarse contra un pisapapeles. —. Dejé un mensaje hace un par
de horas. Volver a llamar ahora me haría parecer demasiado
ansioso.
—¿No dijiste que tenía como veinte trabajos? Él se comunicará
contigo. Por cierto —dijo, dejando caer una revista sobre mi
escritorio —, su amiga Sofía está buena. ¿Crees que está soltera?
—Eres un mujeriego, Leland. Mantente alejado de ella. Lo
último que necesito es que Jasper esté molesto porque le rompiste el
corazón a su mejor amiga... o su vagina.
—Ay. Eres grosero cuando estás de mal humor —dijo con una
sonrisa maliciosa, cruzando las piernas.
Leland y yo nos conocimos en un bar poco después de la
muerte de Selene y la posterior desaparición de Jasper. Me sirvió
bebidas, escuchó mis divagaciones y me llamó por mis tonterías
toda la noche. No tenía experiencia previa como asistente ejecutivo,
pero era honesto y no le importaba quién era yo, simplemente le
importaba. Lo traje conmigo cuando reemplacé a mi padre en
Nexcom.
Mi estado de ánimo no lo intimidaba y, de todos modos, a
menudo fingía que no sabía que estaba teniendo uno.
Hojeé la página que había doblado. Un artículo sobre la
filántropa y activista Sofía Rivera encabezando una protesta en las
escaleras de la Corte Suprema. Le pedí a Leland que la investigara.
—Ella es muy importante en temas de justicia social —dijo
Leland. —. Graduada en Derecho en Columbia. El alma gemela de
46

Jasper. Debe ser donde se conocieron.


Página

—No —dije distraídamente mientras hojeaba el artículo. —.


Probablemente se conocieron antes de esa fecha. Las ambiciones de
Jasper nunca fueron elevadas. El hecho de que haya esperado tanto
después de terminar la licenciatura para asistir a la facultad de
derecho me dice que algo (o alguien) apareció y lo inspiró a hacerlo.
Supongo que Sofía es ese alguien. —Si Jasper sintiera que ser
abogado tendría un mayor impacto en el bien que estaban haciendo,
no dudaría en hacerlo. Le devolví el periódico a Leland.
—¿Cómo estuvo la cena de anoche? —preguntó.
—He querido preguntarte sobre eso. Se suponía que sería hoy.
No es propio de ti cometer ese tipo de error.
—Porque no lo hice —se burló. —. Alguien de Parker &
Mitchell llamó y pidió cambiar las cosas. Supuse que era un
empleado o un asistente de Daniel. Tenías una vacante en tu
calendario, así que hice el cambio.
—Mmm. —Planté los codos en los brazos de mi silla y junté las
manos delante de mí. —Qué raro.
—¿Quieres que me dé un nombre?
—No, está bien. Estoy seguro de que fue un simple caso de
cables cruzados”.
—¿Jasper cree que lo inventaste?
—Posiblemente, pero funcionó. Fue una noche reveladora —
dije.
—Uh… oh, conozco esa mirada.
—¿Cuál mirada? —Pregunté.
—Pensé que habías aceptado no interponerte entre ellos.
—Y no lo haré. Pero no me quedaré sentado viendo cómo él
insulta sus elecciones de vida ni aceptaré que lo menosprecie. Jasper
merece algo mejor.
—¿Algo como tú? —preguntó significativamente.
Dejé caer la cabeza hacia atrás en mi silla. No estaba por
encima de nada ni de nadie cuando se trataba de Jasper. Tampoco
47

quería aparecer después de todos esos años y ser una bola de


Página

demolición para lo que él había construido. Si solo estuviéramos


destinados a ser amigos, lo aceptaría sin problemas. Hablaba en
serio cuando dije que lo necesitaba en mi vida. Continuaría
tragándome mis sentimientos por él, sonreiría y soportaría el dolor
de verlo con otra persona, si eso fuera todo lo que pudiera tener.
Quizás él y Daniel fueran felices. Quizás estaba buscando grietas en
sus cimientos para aliviar parte de mi culpa por quererlo de todos
modos. Porque la culpa sería una emoción difícil de sentir al saber
que no estaría destruyendo algo bueno para tener lo que quería.
—Si Daniel es tan malo para él como dices, entonces la
elección debería ser fácil. ¿Y qué si ustedes dos solían ser
hermanastros? Se han superado escándalos mayores. Una vez me
pillaron follándome a mi profesor y a su mujer.
Si fuera así de simple, pensé.
—Si eso es lo que los mantiene separados, ambos son idiotas.
—¿Recuérdame por qué pensé que era una buena idea
contratar a un amigo como mi asistente?
—Porque te mantengo humilde y guardo tus secretos. —Él me
guiñó un ojo. Leland era coqueto por naturaleza, tenía boca de
marinero y no sabría el significado de monogamia si la palabra se
saliera del diccionario y se sentara a horcajadas sobre su regazo. Si
estaba buscando a alguien que me disuadiera de desempeñar un
papel en la ruina de un matrimonio, no era la persona adecuada para
el trabajo.
—Gracias —dije con sinceridad. —. O tal vez no debería darte
las gracias. Gracias a tu incómoda salida la otra mañana, Jasper
piensa que te estoy jodiendo.
—Oye, sí, lo siento. Ustedes dos apestaban a tensión sexual.
Era salir de allí o hacer una propuesta indecente. ¿Necesitas que
haga control de daños? ¿Meter mi lengua en la garganta de Sofía?
Eso aclarará las cosas de inmediato.
—Por supuesto que no. —Me reí. Los celos eran una emoción
48

peligrosa y yo era más que capaz de sucumbir a ella. Había sido


Página

necesario todo lo posible para mantener una expresión neutral


mientras Daniel pasaba sus manos sobre Jasper en la mesa la noche
anterior. Quería recoger los platos con un movimiento de mi brazo.
Quería follarme a Jasper allí mismo y hacer que Daniel mirara.
Quería mostrarle cómo a Jasper le encantaba que lo tocaran. Cómo le
encantaba que lo llevaran sin que le preguntaran. Enseñarle lo que
significa darle placer a su marido. Y yo quería que se ahogara con
eso.
—Muy bien, estás empezando a parecer un asesino, lo que
significa que tienes visiones de sexo y violencia en tu cabeza. Esa es
mi señal para irme —Dejó la pila de carpetas para que yo revisara su
contenido, pero cogió la revista al salir. —. Y deja de mirar tu
teléfono. Eso no hará que te llame más rápido —dijo mientras
avanzaba. Solté una carcajada y puse el dispositivo boca abajo sobre
el escritorio de madera.
—Hazme un favor —grité. —. Jasper dijo que enseña dos veces
por semana, ¿puedes...?
—Ya hecho. Tiene una clase que empieza en menos de una
hora —se echó sobre el hombro.
Miré mi reloj. Tenía una reunión en treinta minutos.
—¿Puedes…?
—También arreglado. Tu agenda está despejada para el resto
del día. —Él sonrió con arrogancia y la puerta se cerró a su paso.

La clase estaba en pleno apogeo cuando entré por la puerta


trasera de la sala de conferencias y me escabullí en un asiento
de la esquina fuera de la vista. Abajo, Jasper estaba detrás de su
49

atril, mazo en mano. En el extremo derecho, doce estudiantes


Página

estaban sentados agrupados en tres filas, desempeñando el


papel de jurado, supuse.
Un par de escalones más abajo en el foso, se habían colocado
dos escritorios independientes, situados a unos metros de distancia,
donde los equipos de la fiscalía y la defensa mantenían sus
posiciones. El tribunal estaba en sesión.
Sus voces resonaron bastante bien en el anfiteatro mientras el
jurado susurraba inquieto, esperando que el fiscal del distrito
recogiera sus notas.
—Orden en la corte —bramó Jasper al grupo de doce,
golpeando su mazo con alegría infantil. —. Tómese su tiempo,
señora Baker —dijo, a lo que una mujer (que supuse que era la
señora Baker) se levantó tambaleándose de su silla, rechazando la
ayuda del asistente del fiscal del distrito y exigiendo no tener un
trato especial por parte de ninguno de los dos… se frotó el vientre
redondeado.
Todos estaban vestidos para el papel, lo que demostraba lo
serio que se tomaban el ejercicio. La presencia de ligereza y humor
también fue evidente. Estaban aprendiendo mientras se divertían.
Mientras ambas partes presentaban sus argumentos finales,
Jasper intervenía para corregir el rumbo y ofrecía consejos sobre
cómo trabajar en la sala del tribunal.
—Desafortunadamente, esto es en parte un concurso de
popularidad. Es necesario ganarse la consideración del jurado tanto
como presentarles los hechos. Se logra haciendo contacto visual,
haciendo pausas para lograr un efecto dramático. Gánatelos, hazles
pensar. No puedes hacer eso si estás hablando con la cabeza en tus
notas —dijo alentadoramente. Era hermoso, brillante. Todos lo eran,
pero él era su líder feroz y lo hacía bien.
Después de todo, no había pasado desapercibido. Una vez que
llegamos al final de la hora, y todos comenzaron a salir de la
improvisada sala del tribunal, los ojos de Jasper inmediatamente
50

viajaron hacia mí. Esperaba desesperadamente que me hubiera


Página

sentido allí, lo que significaría que el vínculo indescriptible e


intangible que alguna vez nos unió no se había roto junto con todo lo
demás.
Con el abrigo colgado sobre el antebrazo, bajé los amplios
escalones justo cuando el último estudiante se despedía de él y salía
por la puerta.
—Eso fue impresionante —dije.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó en lugar de
agradecer. Me conformaría con el color que tiñe sus pómulos
afilados como reconocimiento a mis elogios cualquier día. Eso decía
mucho sobre lo que mi aprobación significaba para él. Serviría.
—Tenía tiempo, así que pensé en pasar a verte en acción.
—Diriges una empresa multimillonaria. Tiempo es algo que no
tienes.
—Hacemos tiempo para lo que es importante para nosotros —
dije, y un escalofrío recorrió mi espalda cuando su mirada se dirigió
a mi boca. —. Eres bueno en esto —susurré. —. Enseñando.
Sonrió a su pesar. Lo conocía lo suficiente como para saber
que se libraba una batalla entre el instinto de su mente de sospechar
de mí y el deseo de su corazón de ser amable conmigo, de su
necesidad de dejarme entrar. Estaba asustado y tenía todo el
derecho a estarlo.
—¿Cómo será el resto de tu día?
—¿Por qué? —preguntó, su mano llena de papel se detuvo a
mitad de camino en su bolso de cuero.
—Pensé que tal vez podría acompañarte. —Me encogí de
hombros con indiferencia. Sus cejas se juntaron en una expresión
dudosa y se mantuvieron mientras parecía luchar internamente.
—¿Quieres acompañarme?
—¿Es tan difícil de creer?
—Sí. Lo es. ¿Qué pasa si digo que tengo que hacer compras?
—Me preguntaría si puedo viajar en el asiento delantero del
51

carrito de compras —bromeé. —. Vamos, sabes que fue gracioso.


Página

—Lo que quiero es no sospechar constantemente de ti, Cole.


—Entonces no lo hagas. Toma un día a la semana para lo que
hagas. Haz lo que te parezca correcto.
—A eso es lo que le tengo miedo —murmuró en voz baja.
Suspiró con resignación, metió sus cosas en su bolso y cerró la
solapa. —. Estoy libre, en realidad. Pensé que tal vez podría cenar
con Daniel, pero tiene un nuevo cliente o jefe —corrigió, inseguro —
, que no cree en los períodos de aclimatación.
—Parece que este nuevo cliente o jefe es importante.
Probablemente deberías apoyar más el arduo trabajo y la dedicación
de Daniel —dije con fingida severidad.
—Es curioso, dijo lo mismo. —Jasper se colgó el bolso sobre el
pecho y luego dijo en un tono más serio: —. Quiere ser socio de
Parker & Mitchell. Él piensa que esta es la manera de hacerlo. Espero
que no estés jugando con él, Cole.
—No lo estoy haciendo, Jas —dije, igualando su tono. —. Es un
gran abogado. —Pero eso sí, un marido de mierda. —. Quería volver a
tu vida, pero habría encontrado otra manera antes de contratar a
una firma mediocre para que nos represente, Jasper. Me alegro de
que no haya tenido que llegar a eso.
Eso pareció apaciguarlo.
—Está bien. Supongo que seré todo tuyo entonces por esta
noche. ¿A dónde vamos?
Sus palabras, pronunciadas inocentemente, enviaron una
llamarada de algo prohibido y caliente al fondo de mis entrañas. Si
tan solo fuera mío por esta noche. O para Siempre. Si solo fuera así.
—Volvamos a mi casa —dije, agradeciendo a todo lo santo que
había logrado hacer que mi tono fuera aireado. —. Podemos hacer
pedidos. Nos ponemos al día sin las orejas indiscretas de los
comensales vecinos.
—Quizás lo mejor sea escuchar oídos curiosos.
—Por favor —dije.
52

Dejó escapar un suspiro, luchando contra su decisión.


Página

—Está bien —dijo para mi desconcierto. —Vámonos antes de


que cambie de opinión.
Afuera, mi conductor se quitó el sombrero ante Jasper
mientras nos abría la puerta trasera. Una vez dentro, hice las
presentaciones, luego nos abrimos camino entre el tráfico en un
cómodo silencio antes de comprar comida china para llevar y luego
decidir caminar la corta distancia hasta el hotel en el que me había
convertido en mi hogar. Hacía un frío terrible afuera, pero a Mark le
habría tomado el doble de tiempo dar la vuelta a la cuadra en el
atasco de la tarde que simplemente caminar hasta el ático.
—Este arreglo de vivienda es temporal, ¿verdad? —Dijo
Jasper, rebuscando entre las bolsas de comida en la isla de la cocina.
—¿Por qué? —Pregunté, acercándome detrás de él y
quitándole una galleta de la fortuna de sus manos. —. Aquí se
ocupan de todos los inconvenientes. Lavandería, servicio de
limpieza, hay un peluquero abajo, e incluso hay un chef interno que
podría contratar si así lo quisiera —dije, liberando mi papel de la
fortuna.
—Veo que nuestros años de separación no han afectado
negativamente tu humildad en absoluto —dijo, con mucho
sarcasmo.
—Soy humilde —protesté. —. Pero como dijiste, tengo poco
tiempo, así que vivir aquí funciona perfectamente. ¿Puedes darme
una buena razón por la que no debería hacerlo?
Agitó una mano sobre la parte delantera mojada de mi traje.
—Por un lado, habría menos tráfico de taxis amarillos en una
zona más residencial, lo que podría evitar que uno se salpique en
charcos de pies a cabeza cuando uno casi se sube a la acera para
pagar una tarifa. —Había estado burlándose de mí durante todo el
camino y el viaje en ascensor. Y por un momento casi pude fingir
que nada había cambiado entre nosotros. Mi mirada sentimental se
cernió sobre él más tiempo del que debería, y me maldije a mí
53

mismo cuando su sonrisa fácil desapareció, una mirada recelosa


Página

llenando el vacío.
—Lo siento —dije. —. Por un segundo recordé lo fácil que
solía ser entre nosotros. Extraño eso.
—Yo también —admitió antes de desviar la mirada hacia los
contenedores de comida, tomar los suyos y trasladarse al otro lado
de la gigantesca isla.
—Probablemente debería cambiarme esta ropa mojada antes
de comer. —Me disculpé y fui directamente al baño para echarme
agua fría en la cara. Resoplando entrecortadamente en el lavabo,
presioné mi peso en mis palmas, preguntándome qué diablos
pensaba que estaba haciendo. Lo amaba y, a pesar de la mentira que
le había dicho ayer, todavía estaba enamorado de él. Locamente.
Jasper tenía una manera de parecer indefenso, a pesar de que
era la persona más fuerte de la sala. Guapo, bonito, incluso. Un
rostro tan delicado no tenía por qué estar encima de un cuerpo tan
estricto. Era una puta, una virgen, el diablo y un ángel, todo en uno.
Un caso de estudio en contradicciones, dejándome la polla dura y el
corazón blando como masilla. Quería romperlo y luego volver a unir
todas sus partes fracturadas. Nada cambiaría eso jamás, y no sabía
cuánto tiempo sería capaz de cumplir mi promesa, de mantener mis
manos fuera de él, de no arruinarlo todo.
Está casado, me recordé. Te fuiste y él siguió adelante, y no
tienes derecho a entrar y convertir cada obstáculo que los separa en
daños colaterales.
No había sido completamente honesto. Mi terapeuta pensó que
ser amigo de él era una buena idea. Simplemente omití la parte
"desde la distancia". Y también la parte en la que la despedí poco
después de que ella lo sugiriera.
Me quité la corbata y rápidamente me deshice del traje por
una camiseta y sudadera antes de regresar a la cocina para
encontrar a Jasper hurgando en el refrigerador.
—¿Agua? —preguntó, sosteniendo dos botellas.
54

—Necesito algo más fuerte que eso. —Saqué una botella de


Página

ginebra de uno de los armarios cerca del fregadero.


—Que sean dos —dijo, cerrando las botellas de agua en el
refrigerador. Preparé dos tragos de ginebra antes de tomar el mío.
Jasper respiró profundamente antes de tomar el suyo y hacer una
mueca. —. Joder, esas no son cosas baratas, ¿verdad?
—No, no lo son.
Comimos hasta que los cartones estuvieron limpios y
tomamos tragos entre bocado y bocado hasta que no quedó nada
que hacer más que pensar o hablar. O ambos. Jasper jugó
nerviosamente con la fina cadena de oro que colgaba de su cuello.
Había pertenecido a Selene, pero la pequeña cruz que colgaba de ella
había sido un regalo mío. Una vez perteneció a mi madre.
—No me di cuenta de que llevabas eso ayer —dije, volviendo a
llenar nuestros vasos.
—Porque no lo hacía. Me desperté en medio de la noche y
revisé una caja de cosas viejas que guardo dentro de una tabla suelta
en nuestro armario.
—Suena como un escondite. —Algo que no quería que Daniel
supiera. —. ¿Qué otros secretos guardas ahí?
—Se trata más de lo que me estoy ocultando a mí mismo, no a
Daniel —dijo con un tono defensivo. —. Que aparecieras me hizo
pensar en ella. Más de lo habitual. Guardo algunas de sus baratijas
allí.
Algunas mías también, pensé.
—Ella no estaría feliz sabiendo que ahora estamos juntos.
Aquí.
—No lo creo ni por un segundo, Jasper. Ella nos amaba.
—¿Has olvidado lo que pasó?
—Tenía problemas cardíacos, Jas. ¿No es posible que su
ataque cardíaco se debiera al shock de encontrarnos juntos y no al
hecho real de que estábamos juntos?
—Si tan solo hubiéramos esperado. Si tan sólo no hubiéramos
55

actuado por impulso...


Página

Se detuvo. Sabía que se refería a nosotros haciendo el amor la


noche que llegué a casa después de completar mi último semestre de
universidad. Terminé la escuela secundaria un año antes que él,
pero me tomé un año sabático para poder irnos juntos a Harvard. La
ironía fue que terminó graduándose un semestre antes que yo. Él se
había ido a casa para ayudar a mi padre a cuidar a Selene mientras
yo terminaba la escuela ante su insistencia. La noche que regresé a
casa hicimos el amor en su dormitorio. Habíamos dejado de correr
riesgos bajo su techo después de la secundaria, pero Jasper no podía
esperar, sin importar cuánto yo hubiera insistido en que deberíamos
hacerlo.
Pasé años en el sofá de mi terapeuta descubriendo cómo dejar
de lado la culpa que había cargado. Algunos días regresaba con
venganza, pero tenía que creer que ella nos amaba lo suficiente
como para querer nuestra felicidad, y Jasper y yo nos habíamos
hecho felices una vez.
—Si hubiéramos esperado —repitió.
En un enfermizo giro del destino, había llegado a lo más alto
de la lista de donantes. Veinticuatro horas después de que sufriera
un paro cardíaco, recibimos la llamada que habíamos estado
esperando durante todo el año. Pero ella ya no estaba.
Quería abrazar a Jasper, mecerlo en mis brazos y dejar besos
en sus sienes mientras respiraba amor en él. Aunque no podía. No
sabía si tenía derecho a hacerlo. No sabía si eso nos habría acercado
o lo habría hecho huir.
Tomó otro trago y luego empujó el vaso en mi dirección
marcadamente. Saqué dos vasos del lavavajillas y nos serví una
porción más sustanciosa.
—Se necesita alguien especial para ganarse el corazón de
Franklin Kincaid sin siquiera intentarlo. Para criar a un hombre
como tú. Me niego a creer que ella no nos aprueba. ¿Puedes intentar
verlo desde esa perspectiva, Jasper?
56

Él gruñó, su equivalente a "más fácil decirlo que hacerlo".


Página

—¿La extrañas? —preguntó.


—Sí —dije, extendiendo la mano para quitar un mechón de
cabello rebelde de la vena regordeta en el centro de su frente. Salía
cuando estaba enojado o triste. Conmovido por la cruda brutalidad
del dolor y el amor en su mirada acuosa y verde, le mostré
honestidad. Un tipo diferente. Revelando lo imperfecto que era.
Provenía del lugar oscuro que sólo le había permitido ver y tocar.
Dije lo que otros me advertirían que pensara, pero no dijera.
—La extraño, pero a veces extraño más lo nuestro.
—Yo también. —Sus palabras fueron arrastradas y susurradas
como si las paredes tuvieran oídos. —. ¿Eso nos convierte en
personas viles? —preguntó. Suplicó.
—Tal vez —respondí. —. Tal vez. —No le di lo que quería oír,
le di lo que necesitaba. Le dije la verdad. Que éramos iguales. Que yo
también sentía la misma vergüenza por cómo me sentía. Que yo
tampoco lo había superado. Pero a diferencia de Jasper, la verdad no
me hizo querer huir de él. Había llegado al otro lado de la negación.
Había llegado a la aceptación.
Ver a Jasper tan en conflicto, tan infeliz, me hacía sentir
infausto y no sabía cómo ayudarlo. Eso hizo que Daniel me
desagradara aún más, lo que me hizo querer a Jasper aún más
porque alguien necesitaba salvarlo. Quería que ese alguien fuera yo.
Si seguir queriéndolo, saber el dolor que podría traerme amar
esta versión de él, me convertía en un sádico sin remordimientos,
que así sea. Haría cosas malas con la cabeza despejada para tenerlo.
Y luego los volvería a hacer si eso significara tenerlo también en la
próxima vida.
Nos acabamos la botella de ginebra y nos sentamos durante
horas hablando, sin hablar, disculpándonos y señalando con el dedo.
Demasiado pronto el sol se ocultó tras el horizonte, y cuando dijo
que necesitaba volver a casa, mientras permanecía clavado en su
taburete con ojos tristes, sólo entonces le dije lo que quería oír.
57

—Quédate —le pedí. —Tú eres mi hermano. Él lo entenderá.


Página

Y lo hizo, y nos reímos a pesar de nuestra intoxicación,


escuchamos música y, en su mayor parte, evitamos los buenos
tiempos en favor del aquí y ahora. Y luego nos quedamos dormidos
en el sofá.
En algún momento de la noche me desperté, al encontrarnos
demasiado cerca el uno del otro, al encontrarlo en mis brazos. Me
dije a mí mismo que era con el espíritu de ser antiguos hermanos y
ahora amigos tentativos, y sólo esperaba que, si se despertara, él
pensaría lo mismo también. Por encima de todo, esperaba que no se
alejara de mí.
58
Página
Daniel
Hace 4 semanas.

—HIJOS DE PUTA —ladré enojado con mi puño cerrado,


estrellándome contra la silla de mi oficina. Nunca es suficiente. Nada
de lo que hago es suficiente para ellos.
Jessica, mi asistente, merodeó nerviosamente fuera de la
puerta abierta de mi oficina. Le hice señas para que entrara.
—¿No es bueno? —Curioseó.
—No es nada bueno —respondo sombríamente.
—¿Hay algo que pueda hacer?
Sacudí la cabeza, fastidiado, mientras los engranajes giraban
en busca de una solución.
La foto de Jasper que mantenía sobre mi escritorio me llamó la
atención. Agarré el marco del cuadro, pensando.
—¿Qué tan rápido puedes organizar una fiesta de
cumpleaños?
—Depende de la escala.
—La escala más grande que puedas encontrar —digo.
—¿Cuánto tiempo tengo?
—Un mes.
—Es tiempo más que suficiente, Sr. Ward.
—No pienses en los gastos —digo. Ella asintió brevemente,
con la columna rígida por la determinación. —. ¿Y pudiste obtener
59

los datos de contacto que te pedí? —Murmuré distraídamente,


Página

pasando un dedo por la sonrisa atormentada de Jasper.


—Está esperando en tu bandeja de entrada.
—Gracias.
—Espero que sepa lo afortunado que es de tenerte —dice.
60
Página
Jasper

ACABABA DE DESCARGAR la última caja del camión y la arrojé


en un rincón del salón de banquetes cuando Sofía me arrinconó.
—¿Esperas que Daniel aparezca y ayude? —Preguntó,
apartándose el flequillo rizado e indómito de sus ojos y mirando
hacia la puerta que aparentemente había hecho un trabajo de
mierda monitoreando encubiertamente. —. El trabajo manual no
parece ser su tipo de cosas. —En lo que respecta a los elogios, eso
fue lo más lindo que jamás había dicho sobre Daniel. No es que
tuviera tendencia a criticarlo, sino más bien en lo que no decía, o en
lo que transmitían sus expresiones o lenguaje corporal.
—No, no lo estoy esperando, y él no lo hace estas cosas —dije,
quitándome el polvo de las manos en los muslos de mis jeans. —.
Pasé por allí para ayudar con la preparación inicial de la
recaudación de fondos que celebraría la próxima semana.
—¿Oh? —Indagó, mirándome con sus ojos marrones. Eran lo
más grande en su pequeña figura y bastante aterradores cuando te
mantenían bajo su escrutinio. —. Entonces, ¿por qué has estado
mirando la puerta como un gatito asustadizo desde que llegaste
aquí?
Consideré mentir, pero ya le había estado haciendo suficiente
a ella, a mí y a Daniel también. Sobre todo, a Daniel. Tal vez era hora
de contarle a alguien más mis secretos, al menos algunos de ellos.
—Mi, ah, hermano está en la ciudad —dije, rodeándola para
61

contar las cajas que no necesitaban ser contadas. —. En realidad, se


Página

mudó aquí. —Me preparé para capear su reacción.


Cole desconocía mi paradero ese día. De hecho, hacía días que
no hablaba con él. No desde que terminé una botella de ginebra con
él, luego me desperté a la mañana siguiente con mi nariz alojada en
su garganta y luego me escabullí mientras sus dedos temblaban en
sueños por mi pérdida.
Aunque no estaba fuera de sus posibilidades encontrarme. La
perspectiva me agitó, lo que me hizo mirar constantemente por
encima del hombro en busca de su repentina aparición. Parte de mi
agitación procedía del deseo de sentirme lo suficientemente
importante como para ser perseguido.
—¿Tienes un hermano? —exclamó, llevándose las manos a las
caderas. —. ¡No corras aquí, mijo! —le gritó a su hijo mayor, quien
había asumido la posición de cabecilla de todos los demás
adolescentes que habían aparecido para ayudar. La distracción me
valió un respiro de dos segundos de su atención total como un
cuchillo. —. ¿Por qué no me dijiste que tenías un hermano? Y dices
que soy tu mejor amiga —dijo burlonamente.
—Eres mi mejor amiga, Fia. —Me agaché para abrir las
solapas de una de las docenas de cajas que se alineaban en la pared.
Cualquier cosa para evitar la expresión de dolor en su rostro.
—Se siente realmente unilateral, Jasper.
Bajé la cabeza ante su tono, luego me puse de pie, decidido a
darle el respeto que merecía al mirarla fijamente.
—Él es mi hermanastro, para ser exactos. Mi antiguo
hermanastro.
—¿Es mayor? —preguntó ella, perpleja.
—No, quiero decir que solíamos ser hermanastros. Antes de
que mi madre muriera. Ahora no somos nada.
—Entonces... —Ella prolongó la palabra, su mente trabajando
para darle sentido al repentino extraño que estaba frente a ella. Así
62

fue como me sentí. —. Eso significa que tuviste un padrastro en


Página

algún momento.
Sofía fue una de las primeras personas que conocí cuando me
mudé a Nueva York en busca del anonimato. Me encontré con una
pequeña protesta que ella estaba dirigiendo frente al Ayuntamiento,
y después de quince minutos de escuchar su apasionado discurso
sobre la violencia armada, me encontré detrás de su piquete con
pleno apoyo. El resto fue historia.
Ella se había convertido en una hermana mayor para mí. Un
mentor y una amiga. Ella sabía que había perdido a mis padres, pero
todo terminó ahí. Había dejado completamente fuera a Franklin y
Cole, y ella nunca me presionó para obtener más de lo que le había
contado sobre mi pasado. Descubrir que le había ocultado algo tan
vital tuvo que doler, especialmente después de haber compartido
tanto de su vida y de ella misma conmigo.
—Es complicado, Fia. Cole y yo hemos estado desconectados
durante años. Él es la parte de mi vida que desearía poder olvidar.
—Ajá —dijo, poco convencida.
Al otro lado de la habitación, la amplia figura de Cole llenaba la
puerta doble y sonreí levemente, olvidándome de que Sofía me
observaba. Ella giró la cabeza.
—¿Es ese el tipo llamado 'hermano mayor, pero ahora no
significa nada para mí'? —dijo arrastrando las palabras con descaro.
—Ah sí.
Ella me miró con los labios fruncidos.
—Sabes, nunca te vi sonreír cuando Daniel entraba a una
habitación. —dijo ante mi expresión estupefacta —, tienes muchas
explicaciones y humillaciones que hacer. Pero ya será después. —Me
dio unas palmaditas en la mejilla antes de alejarse.
Cole se sumergió en el caos que lo rodeaba, evitando por poco
ser pisoteado por los niños mientras caminaba hacia mí vestido
como si se hubiera teletransportado desde la sala de juntas. Debería
haberme enojado. Debería haberme sentido violado, incluso
63

acosado. Sin embargo, no pude encontrarlo en mí. Suspiré


Página

internamente ante la bajada de mi guardia.


—¿Quiero siquiera saber cómo me encontraste? —Pregunté.
—¿No recuerdas haberme proporcionado tu itinerario
semanal? Fechas y horarios. Incluso sabía lo que usarías.
Recuérdame reabastecerme de ginebra. —Me guiñó un ojo,
satisfecho consigo mismo.
Lo recordaba vagamente quitándome mi agenda, ahora que lo
mencionaba. Hice responsable a su cómodo sofá de mis labios
sueltos, lo suficientemente profundos como para acomodar a dos
hombres de nuestro tamaño, y del alcohol que casi me metió en la
garganta. Me había despertado con mi nariz presionada contra su
nuez, como solía hacerlo, incluso antes de que fuéramos... más.
Vibraba con sus suaves ronquidos y nunca dejaba de arrastrarme a
un sueño sin fondo. Había dormido con un puño en mi cabello,
abrazándome a él, como solía hacer, incluso antes de que fuéramos
más.
Nos vimos obligados a ser hermanos, luego amigos muy
dispuestos y luego algo completamente distinto. ¿Qué estábamos
haciendo ahora? ¿En qué nos estábamos convirtiendo? ¿Y a quién
engañamos con eso?
—Tres días. —Movió los dedos para puntualizar su punto. —.
Han pasado tres días desde que me dejaste durmiendo en mi sofá
sin siquiera una manta encima. Y no he oído nada tuyo.
—En primer lugar —dije —, esa cosa es una nube, no un sofá.
Nada tiene derecho a ser tan cómodo. Y, en segundo lugar, han
pasado dos días.
—Así que has estado contando —dijo, con sus ojos azul
marino brillando con victoria.
—Veo que todavía eres incorregible —bromeé, incapaz de
evitar el entusiasmo en mi tono.
La mirada de Cole se volvió preocupante cuando notó la
suciedad en mi ropa y las mesas y sillas dobladas apiladas en las
64

esquinas.
Página

—¿Dónde quiere esto, señor Jasper? —preguntó uno de los


jóvenes voluntarios de la organización de Sofía. La caja que tenía en
los brazos estaba llena de manteles.
—Ponlo en el escenario por ahora, Jimmy. Una vez que las
mesas estén preparadas, Camille y tú pueden ocuparse de
acomodarlas.
—¿Todos ustedes son responsables de preparar este lugar
para el evento benéfico? —Preguntó Cole con incredulidad,
contemplando una vez más el alcance de la sala alquilada. —. ¿No
han contratado gente que pueda hacer esto?
—Los profesionales vendrán y agregarán brillo y glamour
antes de que se despliegue la alfombra roja, pero el trabajo duro
construye el carácter. Una buena lección para los niños.
—¿El trabajo duro tiene que equivaler al trabajo manual?
—No espero que lo entienda, señor empresario. Al resto de
nosotros no nos importa ensuciarnos las manos —dije,
provocándolo.
Sin decir una palabra más, Cole se quitó dramáticamente su
costoso abrigo de lana, arrojándolo descuidadamente sobre la
montaña de cajas, luego comenzó el proceso de quitarse los gemelos
y subirse las mangas.
—Ensuciarme es mi especialidad, Sr. Jasper. ¿O lo has
olvidado? —señaló pecaminosamente. Mis mejillas ardieron de
adentro hacia afuera.
—Puedes empezar por preparar las mesas y las sillas —dije,
aclarándome la garganta.
—Bastante fácil —meditó. —. Nunca dijiste para qué causa
estaban recaudando dinero.
—Espectadores inocentes. Es una organización benéfica que
ayuda a pagar prótesis y otros servicios médicos para familias que
quedaron afectadas física y mentalmente por actos de violencia de
alguna manera. Atropellos y fuga, violencia doméstica, tiroteos…
65

Cole dio vueltas lentamente, sólo ahora notando la gran


Página

cantidad de jóvenes amputados que colaboraban como podían.


—Haré que Leland mueva el resto de mis reuniones de hoy —
explicó, poniéndose a trabajar, mientras yo me mordía el
comentario sarcástico en mi lengua. Necesitaría superar mi
problema con su asistente.
Ya era tarde cuando terminamos, y esperé en la salida a Cole
mientras Sofía le hablaba animadamente. Ella lo había interceptado
en su camino hacia mí. Probablemente convirtiéndolo en un
activista en serie, conociéndola. Hablaran de lo que hablaran, él
parecía genuinamente interesado en el tema.
Daniel habría fingido que le importaba mientras buscaba una
salida. Aunque no era su culpa. Había estado arraigado en él el ver
las cosas en términos de beneficio mutuo. Al diácono Ward le habría
dado un derrame cerebral si supiera que su hijo era voluntario. El
padre de Daniel no veía el beneficio de ayudar a otros si eso a su vez
no elevaba tu estatus de alguna manera, profesional o
financieramente. Daniel me había dicho en varias ocasiones que yo
había marcado una gran diferencia en su vida. Había visto los
pequeños cambios a lo largo de los años que habíamos estado
juntos. La paciencia y la comprensión fueron claves con mi esposo.
Sofía finalmente tomó aire y permitió que Cole se fuera. A sus
espaldas, ella me hizo el gesto de cortarme la garganta y luego me
lanzó un beso. Necesitaría preparar mis rodilleras para el nivel de
humillación que ella necesitaría para obtener su perdón.
—¿Por eso decidiste ir a la facultad de derecho? —preguntó,
caminando hacia mí hasta que estuvimos a sólo unos centímetros de
distancia. Me alejé con el pretexto de que necesitaba espacio para
ponerme el abrigo. Todavía no era lo suficientemente fuerte para
soportar estar tan cerca. Al menos no mientras esté sobrio.
—Sí. Intentó hacer ambas cosas por un tiempo, pero todas las
áreas sufrían por ello. Así que ahora entro en la sala del tribunal y
ella dedica su tiempo a sentar las bases.
66

Me agarró del codo y se acercó de nuevo, esta vez


Página

asegurándose de que no pudiera escapar.


—Gracias de nuevo. Por esto —hizo un gesto a nuestro
alrededor —, y por dejarme volver a entrar. Gracias.
No podía decir que era bienvenido porque no quería dejarlo
entrar. No quería que me encantara tenerlo cerca. No quería
perderme tenerlo en mi esquina. Tampoco podía luchar contra él,
porque carecía de la fuerza necesaria para luchar contra una
conexión tan fuerte, que fue en última instancia la razón por la que
terminé accediendo a pasar un rato en su casa el otro día. No podía
alejarlo si él tenía la intención de luchar por un lugar donde
quedarse, porque no lo odiaba. Me odié por lo que le hice, por lo que
todavía le estaba haciendo. Por lo que nos había hecho a todos.
Habría sido mucho más fácil si lo hubiera odiado. Y después de
nuestra charla de la otra noche me di cuenta de que envidiaba su
capacidad para vivir a pesar de su culpa. Ir por lo que quería, al
diablo con las consecuencias, y no perder el sueño detrás de ello.
Especialmente porque la muerte de mi madre había desencadenado
el trauma que había cargado con la trágica muerte de su propia
madre, y el papel que erróneamente creía que había desempeñado
en ella. Era obvio que se había tomado el tiempo y había hecho el
trabajo personal necesario para estar bien ante lo que nos pasó.
Nunca llegaría allí. Mi madre y yo habíamos sido solamente los
dos durante tanto tiempo, y yo había prometido cuidarla siempre.
Nunca me perdonaría ni abandonaría mi vida de penitencia
cuidadosamente construida. Debería haberlo sabido mejor. La
responsabilidad de saber mejor recaía sobre mi espalda. Así que no,
la culpa no fue de Cole, ni de la enfermedad de mi madre, ni del
universo, ni siquiera de Dios.
Era mía.
67
Página
Daniel llegó a casa alrededor de la medianoche y me encontró
meditando afuera en la terraza de nuestro dormitorio. Hacía
mucho frío y había salido a ciegas con sólo mis pensamientos
acelerados para mantenerme caliente.
No importaba la temperatura ni la hora, la ciudad todavía latía
enérgicamente quince pisos más abajo, su magnitud me alcanzaba y
se arrastraba por mi piel. Los peatones cruzaban calles sin derecho
de paso, las bocinas tocaban por su estupidez, mientras yo hacía una
mueca ante sus deseos de muerte.
Las cálidas manos de Daniel rodearon mis brazos expuestos,
poniéndome la piel de gallina. No podría decir si los diminutos
cogollos fueron provocados por la repulsión o por el cambio drástico
de temperatura en mi piel gélida.
—Estás helado, Jasper. Entra.
Me giré hacia él, le abrí la camisa y los botones tintinearon a lo
largo de la barandilla de metal.
—Jas…
Lo silencié con mi lengua, necesitaba que se callara, que no
sonara como él mismo. Lo respaldé.
—Sé que esto no es propio de mí. —Como el yo que has llegado
a conocer. —. Pero necesito esto. Necesito que no seas amable, que
no mires dónde aterrizamos, que no calcules cuánto tiempo tomará
para que nuestros fluidos corporales se manchen
permanentemente... Sólo... fóllame. Por favor. —Si pudiera obtener
esto de él, si él pudiera darme lo que necesitaba, entonces no tendría
que pensar en Cole de la forma en que lo había hecho antes, y
nuestro matrimonio estaría bien. Sería socio de la firma y estaría
feliz, incluso contento. Él llegaría a aceptarme tal como era y
estaríamos bien. Bien. Y Cole y yo podríamos ser hermanos, amigos,
68

puto sacerdote y feligrés por lo que a mí me importaba. Sólo


Página

necesitaba que esto estuviera bien para que eso funcionara, o


estaríamos condenados.
Daniel cedió, siguiendo mi ejemplo, y ahí residió el problema.
Necesitaba que él tomara, que me hiciera pagar por cualquier cosa
que se le ocurriera, incluso si la transgresión tenía que ser
imaginada. Necesitaba ahogarme en el aliento y morir mil muertes
en sus brazos, en sus manos. Necesitaba perder el control, que me lo
robaran. Necesitaba que me robaran el libre albedrío.
Yo era una bola de represión, de agresión reprimida, y él era
agradable, un mar tranquilo, cuando lo que yo necesitaba era que
apareciera un puto tornado y lo destrozara todo hasta sus cimientos,
incluyéndome a mí.

Necesitaba que fuera Cole.

—Despierta, dormilón —canturreó Daniel, y yo gemí, tapándome


la cara con una almohada. El aroma del café se filtró a través de las
plumas de ganso y lo bajé, abriendo un ojo.
Daniel se rio entre dientes, esperando a que me sentara contra
la cabecera y aceptara la taza que contenía mi otra adicción. Mi
confusión mental se disipó después de mi primer sorbo, y lo primero
que noté fue que habían limpiado nuestra habitación mientras yo
dormía. No mostraba signos de haber hecho el amor. Luego me
centré en Daniel, completamente vestido y con un bolso de mano a
su lado.
—¿Adónde vas?
69

—Viaje de negocios de última hora. Una reunión con el


Página

director de la empresa en la que Cole quiere tener una participación


mayoritaria.
—¿Qué? ¿Cuándo te enteraste de esto?
—Recibí el correo electrónico no hace mucho. Mi vuelo sale en
un par de horas.
—¿No puedes hacerlo por Zoom o algo así? ¿Tienes que irte?
—Eres lindo cuando no has tomado tu primera taza de café —
dijo con indulgencia. —. No, esto es demasiado importante. Cole cree
que causará una impresión más fuerte si estoy allí. Estarán
presentes todos los empleados de alto nivel. Tengo que ir…
—Está bien, lo entiendo. ¿Cuánto tiempo estarás fuera?
Prometiste que asistirías a la recaudación de fondos. —Sintiendo
que estaba de mal humor anoche, Daniel se había ofrecido como
voluntario para asistir como mi cita. No había planeado preguntar;
mágicamente siempre tenía una buena excusa de por qué no podía
asistir a este tipo de cosas, de por qué no podía apoyarme. Que él
aceptara ir, sin que se lo pidieran, fue una señal de que lo estaba
intentando y significó todo para mí.
—¿Cuándo es el evento? —preguntó.
—El sábado por la noche. Dentro de cinco días —enfaticé.
—Eso funciona perfectamente. Regresaré el viernes por la
noche. —Besó mi frente. —. Realmente tengo que irme. ¿Quizás
pasar un rato agradable con tu hermano mientras no estoy? —
Aterrizó como una pregunta.
—¡¿Qué?! —Pregunté mientras el café caliente se derramaba
por el borde de la taza y sobre el edredón. —. ¿Pensé que habías
dicho que todos los miembros superiores del personal iban a ir? —
No hay nadie más senior que Cole.
—Tiene algo urgente que necesita manejar aquí. —Sus ojos se
abrieron cuando vio la colcha, pero su teléfono sonó antes de que
pudiera entrar en picada al respecto. —. Esa es la recepción. Mi
servicio de coche está aquí. Te llamaré cuando aterrice —gritó
70

mientras se dirigía apresuradamente hacia las escaleras. —. ¡Frótalo


Página

con un bloque de hielo antes de que se asiente!


La puerta principal se cerró con un clic y salí de la cama en un
instante. Se lavó la cara, se cepilló los dientes, se vistió
apresuradamente y, en menos de diez minutos, estaba en la acera
parando un taxi. No había estado tan enojado en mucho tiempo. En
realidad, lo estuve. La noche en que Cole explotó de nuevo en mi
vida como una maldita granada que me cambiaría la vida.
Maldije el tráfico de Manhattan mientras miraba ansiosamente
a través del plexiglás, presionando mis pies sobre un acelerador
invisible, ya que necesitaba llegar a la oficina de Cole.
—Caminaré desde aquí —dije, después de que el conductor
que iba delante de nosotros saliera de su coche para enfurecerse en
la carretera con el tipo que le había cortado el paso dos semáforos
más atrás. Metí un fajo de billetes en la ranura de pago y salté,
extendiendo una mano para que el conductor del siguiente carril
redujera la velocidad para poder llegar a la acera. Mi palma chocó
con el capó de su auto, y él tocó la bocina antes de soltarme.
Tuve que esquivar una motocicleta que iba contra el tráfico y
una señora que paseaba a su caniche cuando doblé la esquina y
entré al edificio de oficinas de Cole. El rascacielos ocupaba media
manzana de la ciudad.
Me registré, deslicé mi tarjeta temporal en la ranura
correspondiente del torniquete y busqué el conjunto de ascensores
que conducían a su piso. Tamborileé mis dedos contra mi muslo
durante todo el camino.
—Disculpe. ¡Señor! —Me llamó la recepcionista mientras
pasaba volando por su escritorio en busca de la oficina de Cole. Sería
el más grande con una vista ilimitada hacia el este de la ciudad. No
podría ser tan difícil de encontrar.
Leland se puso de pie mientras yo corría hacia las puertas de
la oficina de Cole, pero sabiamente no me detuvo.
—Te llamaré enseguida —dijo Cole por el auricular de su
71

teléfono de escritorio, deslizándolo en su soporte mientras


Página

observaba mi apariencia con preocupación. —. Está todo bien…


Golpeé con mis palmas su escritorio y me quedé
amenazadoramente, interrumpiéndolo. Ni siquiera me había
peinado ni me había molestado en confirmar si mis zapatos hacían
juego. Afortunadamente, lo hicieron.
—¿Se te ocurrió este viaje de negocios de último momento
para sacar a Daniel del camino?
—¿Disculpa?
—No juegues conmigo, Cole.
Presionó un botón en su escritorio y las puertas de vidrio se
esmerilaron, dándonos privacidad.
—Déjame entenderlo. ¿Crees que programé una reunión con
una empresa Fortune 500 a veinte estados de distancia, pagué los
arreglos de viaje de todo mi personal superior, sin mencionar las
molestias a ellos y a sus familias, solo para poder tenerte para mí?
Bueno, cuando lo decía de esa manera...
—No estoy por encima de enviar a Daniel lejos, pero esta
operación secreta de la que me acusas es de otra escala, Jasper. Al
final del día, estoy dirigiendo un negocio. No puedo no enviar a tu
marido a un viaje de trabajo para apaciguar sus sospechas. Y tu falta
de autocontrol.
Él tiene razón. Me aparté y traté de recomponerme. Estuve
nervioso desde anoche, desde la semana pasada, el año pasado.
¡Durante más de media maldita década! Me froté la cara con la
palma de la mano.
—Tienes razón. —Me dolió decirlo.
—Y simplemente podrías haber llamado —dijo Cole con una
sonrisa pícara.
Lo golpeé con todo el peso de mi mirada.
—¿Te parece gracioso?
—¿Tu expresión ahora mismo? Sí lo es. —Sus ojos se
entrecerraron con una crueldad que sólo yo sabía que en realidad
72

eran celos. Duro e intransigente. —. Lo que no me parece gracioso es


Página

que satures mi oficina con su aroma. Quizás quieras ducharte antes


de salir a correr por la ciudad la próxima vez. Sólo un pequeño
consejo amistoso.
—Sí, demasiado amistado. Seguro. —Mi cuello y mis orejas se
calentaron por los restos de rabia y la nueva vergüenza. —. Dijo que
regresará el viernes. Asegúrate de que no surja nada que lo retrase.
Prometió asistir a la recaudación de fondos. —Obtuve menos
satisfacción de la que pensé cuando su superioridad moral cayó en
picada. Cole no había dicho abiertamente que quería asistir
conmigo, pero sabía cómo captar una indirecta.
—Te dejaré volver a lo que estabas haciendo. —Me apresuré
hacia la puerta antes de hacer o decir alguna otra tontería, como
confesar que estaba aterrorizado de estar en una ciudad con él y sin
Daniel como amortiguador o escudo humano. Sin el recordatorio
constante de que lo que merecía, no lo que quería, me esperaba en
casa.
Así que me fui sin mirar atrás. Haría que mi relación con Daniel
funcionara. Porque la alternativa era orinar sobre la tumba de mi
madre y el corazón roto de Franklin volviendo a aquello que lo había
destruido todo, incluso si volver significaba volver a la vida para mí.
Y no podía justificar hacer sufrir a Daniel o Franklin simplemente
para poder vivir.
73
Página
Jasper

SOFÍA Y SUS muchachos llegaron volando por la curva de la pista de


patinaje sobre hielo, y yo me animé y saludé desde donde estaba
apoyado en el lado opuesto, contando los segundos hasta que
pudiera obtener un respiro de fingir mi alegría, aunque solo fuera
para hacerlo todo de nuevo en su siguiente vuelta.
Temiendo que sin Daniel no hubiera nada que me impidiera
chocar de cabeza contra Cole, acepté la oferta de ser asistente de
acompañante. Solo estaban ella, sus dos hijos y Camille, que tenía
edad suficiente para cuidar a sus hijos ella misma y lo había estado
haciendo desde la calidez del café con vistas a la pista.
La invitación era un intento desesperado de sacarme de la
casa, y me aferré a ella como si fuera el salvavidas que necesitaba.
No podía enfrentarlo todavía. No después de haberme
avergonzado y haber revelado tanto cuando irrumpí en su cuartel
general hace días.
Mis respiraciones cálidas estaban trabajando para calentar
mis manos desnudas y ahuecadas cuando de repente un par de
guantes de cuero colgaron flácidos frente a mi cara, colgando de
dedos diestros que reconocería en cualquier lugar. Atormentaban
mis sueños, me traían consuelo durante mis peores pesadillas y se
arrastraban por mi columna como cosquilleantes patas de araña
durante cada hora de vigilia.
Me enderecé y me volví hacia Cole, ignorando la rama de olivo
74

que todavía me tendía. Mi necesidad de calor había sido


Página

reemplazada milagrosamente por una extrema necesidad de


despojarme de sus capas para apagar el fuego que ahora ardía en mí.
—¿Cómo supiste que estaba aquí?
A su lado, un hombre y una mujer mayores alternaban entre
acurrucarse y vitorear mientras se apresuraban a tomar fotografías
de sus nietos dando vueltas en el hielo.
—Sofía me invitó.
Busqué entre la multitud de patinadores el pompón rosa sobre
su sombrero.
—No me di cuenta de que ustedes dos se habían vuelto tan
cercanos. Parecía que mi propia invitación de ella podría haber sido
más un movimiento calculado que la lástima que pensé que surgía.
—No tengas celos —dijo. —. No estoy tratando de robarte a tu
mejor amiga.
—No estoy celoso. —Incluso yo escuché la petulancia en mi
tono.
—Mentiroso —bromeó. —. Nunca te gustó que nadie jugara
con tus cosas.
Las cosas sonaban bastante sucias saliendo de su boca. Su boca
llena y engañosamente dulce. Las cosas que podía hacer, las torturas
que podía infligir y la persona en la que esas almohadas del infierno
podían convertirme eran todo menos dulces. Desvié la mirada, pero
no lo suficientemente rápido. Maldito sea él y su enloquecedora
sonrisa cómplice.
Mi mirada tensa chocó con la mirada culpable de Sofía, y sentí
un placer inmaduro en su aterrizaje forzoso en el hielo.
Cole me estudió, estudió el rizo rebelde que se balanceaba
sobre mi frente como una zanahoria en una cuerda. Los finos
guantes de cuero que me había ofrecido ahora crujieron entre un
puño de nudillos blancos. Conocía a mi conejo. Sabía su necesidad de
peinar el rizo, aunque sólo fuera para poder tocar alguna parte de
75

mí.
Página

Hubo un tiempo en el que no tocarlo era como morir. Cuando


dormir juntos parecía inocente ante los ojos que nos observaban, y
cuando cerrar la puerta con cerrojo se convirtió en un requisito
cuando éramos lo suficientemente mayores como para ser juzgados
por ello. Cuando siendo adolescentes nos acompañábamos al baño
de la mano en medio de la noche, porque no podíamos estar
separados ni por un minuto. Si eso significaba que tendría que
sostener su polla y apuntar, bueno entonces… Habíamos hecho lo
que teníamos que hacer para permanecer juntos. Siempre.
No podía decir si asentí con la cabeza, con la mente o con los
ojos, pero el nudo en su garganta se movió y metió el cabello suelto
debajo de mi gorro, sus dedos trazaron mi mejilla mientras bajaban.
Mierda.
—Hola, ustedes dos —dijo Sofía, deslizándose hasta detenerse
frente a nosotros, los chicos continuaron sin ella. —. ¿Se van a
quedarte ahí toda la noche?
Noche. ¿Cuándo se había puesto el sol? ¿Cuánto tiempo
habíamos estado Cole y yo allí, en silencio, tomando la decisión de
tocar y ser tocados?
—Tal vez debería ver a Camille —dije, a lo que Sofia señaló
detrás de mí hacia donde se podía ver a Camille a través del cristal
de la cafetería de la pista, a menos de tres metros detrás de mí.
—Tiene chocolate caliente y su teléfono. Los niños pueden
estar con esas cosas durante horas —dijo en un tono de ya sabes a
qué me refiero. —. En Picatuna, una adolescente mató a su abuela
por interrumpir su juego Candy Crush. No creo que quieras morir
esta noche, ¿verdad, Jasper? —A ella le hizo gracia y yo lo sabía. Y no
sólo porque no existía un lugar llamado Picatuna, sino porque su
otra pasión, además de luchar por los que no tienen voz, era
volverme loco.
—No quiero que mueras, Jas. ¿Cómo le explicaríamos eso a
Daniel? —Dijo Cole. Si las miradas mataran, Cole habría estallado en
76

llamas bajo mi mirada en ese mismo momento. Sofía resopló antes


Página

de impulsarse y gritarnos que nos subiéramos al hielo.


—No la animes —le dije, tomando su mano y guiándonos
entre la multitud hacia la cabina de alquiler de patines. Estaba
menos familiarizado con Brooklyn que con la ciudad. Prospect Park
era grande y no quería que se perdiera, así que le dije a mi cerebro
cuando me gritó que lo soltara.
Claro, dirigía una empresa exitosa que se proyectaba duplicar
su tamaño en los próximos cinco años. Sí, tal vez llegó a Brooklyn en
primer lugar. Tal vez no haría falta ser un genio para descubrir cómo
permanecer dentro del área de patinaje, pero no tenía ganas de
tener que buscarlo cuando llegó el momento de irme. Y no
necesitaba mejores excusas cuando solo las escuchaba el interior de
mi cabeza.
—No tienes la capacidad de permanecer molesto, ¿verdad? —
Preguntó Cole, cambiando el agarre de nuestras manos para que
nuestros dedos quedaran entrelazados. Se sintió más personal.
Íntimo. Menos como guiar a un niño y más como amantes paseando
por el parque. Me retiré, pero no instantáneamente. No hasta que
tuvimos que pagar y aceptar nuestros patines.
—No estaba molesto contigo —le dije, entregándole nuestros
zapatos al cajero y luego mostrando a Cole los bancos a un lado.
Mantenerlo a distancia, aislarme de él, era el tipo de trabajo duro
para el que mi corazón no estaba hecho. No cuando sólo nos
separaba una fina franja de aire frío.
Nos pusimos los patines y, con una respiración profunda,
relajé los hombros. Quería sonreír. No podía esperar para reírme de
sus intentos de recorrer la pista. Quería sentir la alegría que había
fingido antes de que él llegara esta noche. Me hizo querer estas
cosas sin siquiera intentarlo.
—Advertencia justa, si te caes, me río. Y a carcajadas. —Me
levanté y le tendí una mano.
—Eso valdría la pena por cada golpe fuerte que me dé en el
77

trasero —dijo, aceptando mi mano y poniéndose de pie


Página

tambaleándose. La insinuación pasó por alto. Había estado tan


atrapado en la idea de verme reír, de verme feliz, que ni siquiera se
había dado cuenta de que se había perdido su mayor remate todavía.
Me reí a carcajadas en ese momento ante su asombro con los ojos
muy abiertos. —. ¿Qué? —dijo. —. No me he caído todavía.
—Simplemente no te rompas el tobillo antes de que lleguemos
al hielo, ¿de acuerdo?
Me reí durante una hora antes de que Sofía terminara la
noche. Los niños y Camille, que había patinado cinco minutos antes
de decidir que era más adecuada para el interior, tenían escuela al
día siguiente. Nunca habíamos ido a patinar sobre hielo cuando
éramos niños, y solo había aprendido de todas las veces que había
ido con Sofia, pero aún estaba seguro de que Cole había arruinado su
primer intento tan completamente para mi beneficio únicamente.
Fue en la forma en que yacía en la fría superficie, mirándome con
asombro mientras yo me doblaba sobre él, con las manos en las
rodillas, riendo histéricamente. La forma en que se aseguraba de
soltar mi mano un segundo antes de su caída premeditada.
Funcionó a las mil maravillas en todo momento. Me reí tanto
que sabía que me dolería el estómago a la mañana siguiente.
—Dame un minuto para enviar a mi conductor a casa —dijo
Cole mientras esperábamos a un lado a que Sofía y sus hijos
devolvieran sus patines.
—¿Por qué harías eso? —Pregunté.
—Bueno, no todos cabemos. No me sentiría bien si nos vamos
con lujos mientras ellos tienen que caminar solos hasta el tren con
este clima. —Se acomodó la bufanda alrededor del cuello. ¿Por qué
tuvo que hacerlo tan difícil para alejarlo? Una vez más me
sorprendió lo diferentes que eran él y Daniel, a pesar de que ambos
habían nacido con cucharas de plata en la boca. Nexcom puede
haber sido el germen de una empresa, tal vez incluso solo una idea,
cuando nació Cole, pero provenía de una familia adinerada.
78

Entonces recordé algo que Cole le había dicho a Daniel esa noche
Página

durante la cena.
"Sin él, podría haber terminado como tú, pero gracias a él,
sé lo que hace a un gran hombre".
Me había dado demasiado crédito. Cole era bueno, conmigo o
sin mí.
—No, puedes irte. Sofía nos trajo a todos y, de todos modos,
pasaré la noche en su casa. —No lo haría, pero irme con él después
de disfrutar el tiempo que había pasado con él, y no podía dar la
excusa de tener que ir a casa con Daniel… No habría manera de
saber dónde terminaría esta noche. En cuyos brazos, en cuya cama.
La felicidad todavía corría por mis venas, agrietando las paredes que
había construido, rebotando en ellas y recorriendo cada cámara
oscura de mí nuevamente, dejando entrar la luz. No le tomaría
mucho convencerme de que la noche no tenía por qué ser así... fin.
Ocultó bien su decepción.
—Bueno.
Sofía golpeó la ventana de cristal del café. Camille levantó
bruscamente la cabeza de su teléfono, con una mirada asesina en sus
ojos verdes. Quizás existía un lugar llamado Picatuna.
Su molestia se disipó al vernos allí de pie, y chilló, saltando de
su asiento cuando vio a Cole. Prácticamente dando vueltas a través
de las puertas, ella lo abrazó.
—Señor. ¡Kincaid! No sabía que vendrías.
—Sofía quería sorprenderte —dijo Cole, devolviéndole el
abrazo.
¿Entonces Sofía no lo había invitado por mí? Por supuesto que
no, pensé, reprendiéndome. Estaba casado y creía en las promesas
hechas ante Dios. Ella nunca participaría activamente en el
empañamiento de un matrimonio, ni siquiera uno que no aprobara.
Otra persona que no merecía en mi vida.
Pero, ¿por qué Camille estaría interesada en ver a Cole? Los
espié conversando mientras completábamos la primera fase de
79

preparación para la próxima recaudación de fondos. Debe haber


Página

causado una buena impresión.


—Mira —dijo Camille, desabrochándose el abrigo. Cole la
detuvo con una mano en su hombro.
—Hace mucho frío aquí y la señora Rivera tiene prisa por
llevarlos a casa. Algo sobre la escuela mañana —dijo con la comisura
de su boca, y ambos pusieron los ojos en blanco, provocando una
risita en ella. —. Sólo quería entrar y saludar. Puedes mostrármelo la
próxima vez.
—Está bien —dijo, cediendo a su punto antes de acercarse a
donde los chicos esperaban con sus caras a centímetros de las
pantallas de sus teléfonos.
Cole nos dio las buenas noches a Sofía y a mí antes de que
pudiera preguntarle de qué se trataba todo eso. Más allá de las
ramas desnudas y la fina corteza de un olmo bebé, lo esperaba un
todoterreno negro.
—¿Qué fue eso? —Pregunté, apartándome del camino de una
familia que pasaba.
—Oh, Cole envió a uno de los protesistas que consultaban con
el departamento de robótica de Nexcom para reunirse con los
amputados de Innocent Bystanders. Los adapté a todos para
prótesis mejoradas y de última generación. La prótesis de brazo de
Camille llegara primero. Él mismo se lo entregó, pero no pudo
quedarse mientras el médico se lo hacía. Dijo que tenía una reunión
de último momento.
Mi boca se abrió y miré entre las luces traseras del vehículo
que se alejaba y a Camille, quien recién ahora noté que movía su
brazo izquierdo con la misma confianza que el derecho. ¿Había
hecho esto en cuestión de días?
—Ella me rogó que lo invitara para poder agradecerle.
Honestamente, no pensé que vendría. Estoy seguro de que tenía
mejores cosas que hacer que caminar hasta Brooklyn en el frío de un
día laborable. Pero él estuvo de acuerdo. —Finalmente levantó la
80

vista de la excavación y miró el fondo de la maleta que llamaba bolso


Página

para las llaves del auto. Ella observó mi expresión de perplejidad. —.


¿No te lo dijo?
—No —dije, sonriendo tan fuerte que me dolían las mejillas a
juego con mis dolores abdominales. —. Ese no es su estilo.

El sudor me perlaba la línea del cabello mientras caminaba


rápidamente por el pasillo de la Facultad de Medicina
Grossman, esperando haber llegado allí antes de que el orador
principal, un renombrado cardiólogo, subiera al escenario del
auditorio. Cole había mencionado casualmente durante nuestra
cena de comida china y ginebra la otra noche que a veces asistía
a este tipo de conferencias cuando el tiempo lo permitía. Vi su
billete solitario en la mesa del vestíbulo mientras me escabullía
como un ladrón en la noche de la mañana siguiente.
—No sé por qué me expongo a estar en una habitación llena de
personas que me hacen sentir inferior —había dicho. —. La mayoría,
por no decir toda, de la jerga médica que lanzan va más allá de mi
comprensión, y nunca tengo nada brillante que preguntar durante los
segmentos de preguntas y respuestas. Me siento allí y dejo que todos
los demás a mi alrededor contribuyan. Pero esto me mantiene
enfocado, con mi objetivo al frente y en el centro. La mantiene en la
vanguardia de mi mente.
No fue hasta anoche en la pista de patinaje sobre hielo, cuando
me enteré por Sofía de lo que Cole había hecho por Camille y todos
los demás, que decidí asistir. Estar ahí para él. Agradecí que mis
boletos de Lucky Stars todavía estuvieran disponibles en el último
minuto.
81

Un hombre corpulento, de mediana edad, que llevaba un


Página

peluquín, se acercó al micrófono mientras yo entraba, con cuidado


de no dejar que la puerta se cerrara detrás de mí. Miré las filas de
asientos del estadio hasta que vi una cabeza al menos quince
centímetros por encima del resto en su sección, cuya melena oscura
y recortada brillaba con vitalidad. Incluso su cabello era excitante.
Me quité el sombrero y me corté el cabello con los dedos
impacientes, notando que le vendría bien un corte, pero sabiendo
que lo dejaría crecer hasta mis tobillos porque a Cole le gustaba
largo.
¿Qué estás haciendo, Jasper?
Bajé los escalones iluminados por LED, dándole a mi mente
algo más en qué concentrarse, distrayéndola de tener que responder
la grave pregunta que acababa de plantear.
Me recosté en el asiento junto a él, temblando de diversión
cuando me miró dos veces.
—¿Jas? —preguntó dos octavas por encima de un susurro. Eso
le valió una mirada fulminante hacia atrás por parte de las personas
sentadas frente a nosotros, y un coro de silencios desde atrás.
Mantuve la vista al frente, pero dejé que mis piernas se abrieran y
mi rodilla descansó junto a la suya.
Cuando éramos niños, uníamos nuestros meñiques debajo de
la mesa. Tuve que aprender a comer con la mano izquierda. Cuando
estábamos cerca había sido imposible no tocar, no abrazar, no amar.
Ya habían transcurrido unos minutos de su discurso cuando
Cole se recompuso, apartó los ojos de mí y se concentró en el
escenario.
Una hora más tarde, cuando el proyector se apagó y las luces
se encendieron, señalando el inicio del intermedio antes de que
comenzara la parte de preguntas y respuestas de la conferencia,
deslicé un cuadrado de papel en sus manos.
—Se me ocurrieron algunas preguntas para ti —le dije.
Lo desdobló y leyó mientras sacudía la cabeza distraídamente,
82

confundido.
Página

—¿Hiciste esto por mí?


—Lo dices como si nadie hiciera nada bueno por ti. —Fueron
sólo unas pocas preguntas. La idea era absurda. Tenía conductores,
asistentes, chefs y criadas. Amantes, estaba seguro. Todo lo que
quisiera podría obtenerse con una llamada suya.
—No es lo mismo —dijo. Pensé en Daniel y todos sus regalos,
sus viajes caros y nuestro elegante apartamento en el cielo. Su
elegante apartamento en el cielo. Y lo tengo. No fue lo mismo. A esas
personas se les pagó para cuidar de Cole. Incluso Leland, que parecía
tener más que una relación laboral con él, estaba en su nómina.
Había hecho algo por Cole simplemente porque sí. Algo que no tenía
que hacer.
Lo descarté como si nada, aterrorizado por la expresión
abierta de su rostro. El amor y el aprecio desvelados.
—Son sólo algunas preguntas.
—No —dijo. —. No lo son. —Él fue el primero en levantar una
mano cuando llegó el momento, su voz resonó hasta ser escuchada
abajo, y extendió la mano para apretar la mía, articulando gracias,
después de que le dijeran que su pregunta era buena.
Después de que terminó la conferencia, invité a Cole a su
primer pretzel de la ciudad de Nueva York. Nos paramos cerca del
carrito de hot dogs y pretzels en la esquina, tratando de
mantenernos calientes mientras el vapor salía del compartimiento
de agua hervida donde estaban colocados los hot dogs. Era una
esquina bastante transitada, pero conseguimos que los peatones que
pasaban no nos mordieran la cabeza.
Estuve tentado de comprar otro, pero el tiempo corría y el
vuelo de Daniel estaba programado para aterrizar en cualquier
momento. No podía demorarme más.
—Mira, sobre la recaudación de fondos… —comencé. Me sentí
fatal por no invitarlo, pero con la inevitable locura de la noche y la
presencia de Daniel, no quería agregar a mi plato la ansiedad de
83

estar en la misma habitación con ellos. No durante una noche en la


Página

que la atención no debería estar puesta en mí y en mi desordenada


vida. Cole probablemente merecía ser quien se fuera, pero Daniel
dijo que vendría. Él lo había prometido. No podía dejar pasar eso.
—Está bien —dijo Cole, salvándome. —. De todos modos,
Leland y yo tenemos planes.
—¿Es prudente salir después del trabajo con tus
subordinados? —Rompí. Afortunadamente, Cole no hizo
comentarios sobre mi irritación. Mis celos.
—Leland y yo somos amigos, primero que todo. Él estuvo ahí
para mí cuando...
Cuando no estabas, terminé internamente para él. Quería
preguntar cómo estaban las cosas después de que me fui. Después
de haberlo abandonado. Sin embargo, eso tendría que esperar hasta
la próxima ronda de comida china y ginebra. No fui lo
suficientemente valiente como para pedir esa verdad sin estar ebrio.
—Te llamaré —dijo, antes de dejarme allí en el frío. Su partida
se sintió como una película en pausa, como si tuviéramos asuntos
pendientes. Me quedé allí confundido, sin saber si tenía que esperar
o irme. Sin saber a quién me había dejado para correr.
Fui a casa con Daniel, y mientras él me hacía el amor esa
noche, imaginé todas las formas en que Cole podría estar follándose
a Leland, preguntándome si estaba tomando su cuerpo de las
mismas maneras y posiciones en las que una vez había tomado el
mío.
Estaba tan atrapado en mi envidia, atrapado en la forma en
que me estaba matando, que me perdí el momento en que Daniel
dejó mi cuerpo y nuestra cama.
Se abrió la ducha y parpadeé ante la cabecera con capitoné, me
dolía la mandíbula por la tensión que había puesto sobre ella con mi
ira. No sentí nada. Si no fuera por el ligero dolor en el lugar donde
Daniel había estado hace segundos, y el envoltorio vacío del condón
sobre la cama, habría pensado que no había pasado nada.
84

¿Terminamos? Pensé estúpidamente.


Página

Miré hacia abajo en mi pecho y mi polla me devolvió la mirada


con enojo, dureza e insatisfacción. Y la toalla que Daniel había
colocado entre mis manos y rodillas estaba completamente seca.
Dirigí mi mirada incrédula hacia la puerta agrietada del baño.
Daniel había terminado, pero yo había sido olvidado.
Para ser justos, él también había sido olvidado.
85
Página
Cole

TRABAJAR DESDE CASA SIEMPRE FUE DEMASIADO DISTRACTOR.


PREFERÍA LA QUIETUD DE UN ESPACIO DE OFICINA ABANDONADO Y LA
AUSENCIA DE EFECTOS PERSONALES. ME HACÍA TRABAJAR MÁS DURO Y
RÁPIDO PARA COMPLETAR LAS TAREAS Y SALIR.
Tenía que repasar unos papeles urgentes antes de reunirme
con Leland, así que, matando dos pájaros de un tiro, me había
ejercitado corriendo los seis kilómetros que separan mi casa de la
oficina ese sábado por la mañana. Era demasiado para entrar y salir.
Eran las cinco de la tarde, a mis espaldas el sol se ocultaba
rápidamente, y tenía una hora para ducharme y vestirme para mi
encuentro con Leland en el primer bar que encontrara.
En mi teléfono tamizaban las notas de "Clair De Lune". La
pieza favorita de Jasper. Decía que le recordaba a la calma que
precede a la tormenta y a la cúspide de ésta. La analogía no se me
escapaba.
Toqué la pantalla para silenciar la alarma y luego me froté el
cansancio de los ojos, que tenía poco que ver con la falta de sueño y
más con el cansancio del alma. Había considerado ir tal como estaba,
pero luego recordé que todavía usaba mi ropa deportiva. El sudor se
había secado hacía tiempo, pero el hedor persistía.
—Mierda. —Alejé la cara de mi axila levantada.
Apagué mi computadora y recogí mi teléfono y mis llaves,
corrí hacia la puerta de mi oficina mientras abría la aplicación Uber
86

porque no había tenido la sensatez de tener a Mark esperándome


Página

afuera, y no había tiempo para esperarlo ahora...


Pasando rápidamente por la fila de oficinas y a través del
laberinto de cubículos hasta el área de recepción, me detuve
patinando al ver a Daniel trabajando estudiadamente en su oficina
temporal. Dado que la sede de Parker & Mitchell se encontraba al
otro lado de la ciudad y nuestra necesidad de trabajar
estrechamente en este acuerdo, tenía sentido para él dividir su
tiempo entre ambas ubicaciones, por lo que Nexcom le proporcionó
espacio de oficina.
¿Qué demonios?
—¿No deberías estar preparándote para la recaudación de
fondos? —Pregunté en lugar de un saludo adecuado.
—Cole —dijo, poniéndose de pie. —No me di cuenta de que
estabas aquí.
—Sí. Prefiero trabajar en la oficina cuando sea posible.
—Lo mismo ocurre aquí —dijo. —. Espero que no te importe
que esté aquí después del horario laboral. Dado que el maratón se
realizó tan cerca del edificio de oficinas de Parker & Mitchell, fue
más conveniente llegar hasta aquí. Dejé cierto margen de maniobra
en las negociaciones. Estoy revisando su contraoferta y haciendo
pequeños ajustes antes de enviársela para su aprobación. —
Continuó escribiendo, absorto en lo que estaba haciendo.
—Daniel —dije rotundamente, a lo que él miró por encima del
borde de sus gafas de lectura, sonrojándose al darse cuenta de que
me había destituido sin decir una palabra más. —. ¿Jasper sabe que
estás aquí?
—Sí, él está en la recaudación de fondos —dijo, quitándose las
gafas. —. Le dije que nos encontraríamos allí después de arreglar
esto.
Por la cantidad de textos legales apilados, montones de
papeles, la taza de café humeante y los pelos de punta sobre su
cabeza, parecía más como si recién estuviera comenzando. Miré mi
87

reloj y debería haber estado tomando un taxi o reuniéndose con su


Página

conductor en ese mismo momento si esperaba llegar a Brooklyn a


tiempo, pero vestía pantalones de lana y un suéter de rombos.
—Lo prometió —había dicho Jasper con esperanza infantil.
Estaría devastado, y aunque debería estar celebrando que Daniel lo
haya decepcionado, todo lo que pude reunir fue mi propia angustia
por lo que esto le haría. Así no, no quería ganárselo así. No lo quería
más destrozado de lo que ya estaba, porque lo amaba más de lo que
lo deseaba.
—Está bien —dije. —. Esto puede esperar. Aprecio todo el
arduo trabajo que estás haciendo, el esfuerzo extra que estás
dispuesto a hacer, pero esta noche es importante para Jasper.
Deberías estar ahí para él.
—Él lo entenderá —me aseguró. —Él quiere apoyarme en
esto. Él sabe lo mucho que significa este puesto para mí.
Por supuesto que haría esto sobre él. Quería darle un
puñetazo justo entre la uniceja.
—Soy tu jefe. —Al menos uno de ellos. Todavía respondía ante
Parker & Mitchell, pero Parker & Mitchell respondía ante mí. —. Y te
lo digo, puedes irte.
Daniel se encontró en una posición extraña trabajando para
mí. Yo era el hombre al que necesitaba impresionar, tenía su futuro
profesional en mis manos, por así decirlo. Pero también jugué un
papel fundamental en su vida personal. Caminar en la línea entre
tratarme con el mayor respeto y decirme que me ocupe de mis
malditos asuntos no podría haber sido fácil.
—Con el debido respeto, Cole. Conozco a Jasper de una
manera que tú no conoces y te lo aseguro, él lo entenderá. Por favor,
respeta mi decisión de quedarme. —Lo había dicho con una
seguridad que le convertía en un abogado estelar. Incluso una
potencia. Yo también tenía una línea que cruzar, y Nexcom no podía
permitirse el lujo de la demanda que seguramente recibiría si me
rascaba la picazón en los nudillos con su cara. Su relación no debería
88

ser mi preocupación. No cuando estábamos dentro de los muros de


Página

la empresa. Y tal vez ni siquiera cuando no lo estábamos.


Asentí, con la mandíbula cerrada, mientras caminaba de
regreso a mi oficina.
Irrumpiendo en mi oficina, marqué el número de Leland en el
teléfono de mi escritorio, escuchándolo sonar en el altavoz mientras
abría la puerta de mi armario y examinaba el esmoquin que colgaba
dentro. Tendría que agradecerle por convencerme de que tener uno
a mi disposición.
—Nunca se sabe cuándo tendrás que salir corriendo en el
último momento de la oficina para ir a alguna reunión de negocios
pretenciosa, o lo que sea que hagas la gente rica —había dicho.
—¿Quiero siquiera saber por qué me llamas desde la oficina?
—preguntó al responder, con la música a todo volumen y las bocinas
de los autos sonando de fondo.
Cerré la puerta de mi oficina y llevé el esmoquin a mi baño
personal.
—Necesito que dejemos nuestro compromiso para otro día y
también quiero que me hagas un favor —dije, encendiendo la ducha.
—Eso me parece que son dos favores —dijo
inexpresivamente. El alboroto de la ciudad se calmó y un segundo
después ya estaba pidiendo una cerveza. Mierda. Ya había llegado al
bar.
Presioné el ícono del altavoz en el teléfono de la pared del
baño.
—Lo siento —dije —, pero no tengo mucho tiempo. —Me
desnudé hasta quedar en nada. —. Tengo que darme prisa para ir a
la recaudación de fondos de Sofía.
Se quedó en silencio por un momento, entendiendo
exactamente lo que eso significaba.
—¿Que necesitas que haga?
—Haz algunas llamadas. A ver si puedes conseguir que
algunos amigos se presenten con sus chequeras. —“Amigos” era un
89

término usado vagamente en el mundo de los negocios, pero según


Página
las reglas del quid pro quo5, me debían algunos favores. Me acerqué
poco a poco bajo el chorro antes de que el agua se hubiera
calentado.
—¿Que tan pronto? —Averiguó Leland.
—Dentro de una hora.
Leland maldijo y colgó, y yo recé, porque no quería que Jasper,
al verme a mí y no a Daniel, le hiciera daño.

Me escondí en la parte trasera del salón de banquetes, detrás


de los altos pilares de piedra que rebosaban de arreglos
florales blancos. Inspeccioné la mesa de Jasper, el asiento a su
derecha vacío, y de vez en cuando, él lanzaba una mirada
esperanzada a las puertas en el medio, pareciendo interesado
en lo que sea de lo que Sofía hablaba vivazmente. Un hombre
alto, que supuse que era el marido de Sofía por el gran parecido
con sus hijos, estaba encorvado en su silla al otro lado de ella.
Permanecí atrapado allí por un buen tiempo, hasta que la
multitud de asistentes que se afanaban disminuyó cuando todos
parecieron captar alguna señal inaudita de que las cosas pronto
comenzarían.
Jasper pareció recordar que había una puerta trasera, donde
yo había estado, en el mismo momento en que salí. Su expresión
nerviosamente optimista cambió en el momento en que me vio, y
cuando estiró el cuello para mirar detrás de mí y no vio a nadie más,
sus ojos me interrogaron, preguntándome si Daniel estaría allí. Me
90
Página

5 Quid pro quo es una locución latina que significa literalmente «qué en lugar de qué», es decir, la
sustitución de una cosa por otra, «algo por algo» o «algo sustituido por otra cosa»; en latín medieval, también
quiproquo.
dolió muchísimo tener que negar con la cabeza. Se giró
bruscamente, probablemente culpándome, aunque fuera de lugar,
porque Daniel estaba ocupado con Nexcom.
Reclamé el asiento junto a él, acercándome a la mesa mientras
Sofia miraba entre Jasper y yo, sin duda adivinando por qué estaba
allí, antes de presentarme a su marido. Nos dimos la mano alrededor
del centro de mesa floral.
Las luces se atenuaron y los camareros entraron en el amplio
espacio vestidos de blanco, a juego con los manteles y las fundas de
los asientos, con las manos cargadas con platos de comida. Sofia y su
esposo ahora se inclinaban el uno hacia el otro, con las sillas cerca,
susurrando y temblando de risa en silencio mientras Jasper
ignoraba mi presencia.
—Espero que esté bien haber venido —dije. —. Me encontré
con Daniel en la oficina, y cuando estaba claro que no sobreviviría,
pensé en presentarme por ti.
Nos apretamos hacia atrás en nuestros asientos, permitiendo
que nuestro camarero colocara nuestra comida frente a nosotros.
Jasper tomó su servilleta y dejó los utensilios a un lado para colocar
la tela sobre su regazo.
—¿Se arrepintió? —Susurró. —. ¿Estaba al menos
jodidamente destruido y no pudo sobrevivir? —Finalmente
encontró mi mirada. Su cabello estaba recogido en un elegante moño
en la nuca, y las puntas afiladas de sus pómulos estaban teñidas de
rosa por la ira o la vergüenza, y sus ojos eran redondos charcos de
desolación. Quería ponerlo de rodillas, quería agacharme sobre las
mías, quería besar cada parte dolorida de él en ese momento.
Debería haberle dicho la verdad, pero quería aliviar su dolor,
no aumentarlo.
—Estoy seguro de que lo estaba —dije. Jasper gruñó,
91

inhalando la copa de champán colocada frente a él antes de devorar


Página

la mía también. Sus manos desaparecieron debajo de la mesa justo


cuando todos los demás comenzaron a comer.
Cogí el tenedor y moví las patatas y los guisantes; mi estómago
era una bola de nudos y cuchillas. Quería asaltar las oficinas de
Nexcom, levantar a Daniel antes de golpearlo con mis puños, al
diablo con las consecuencias. En cambio, me concentré en lo que
podía hacer para ayudar a Jasper en ese momento, y discretamente
deslicé la mano más cercana a él debajo de la mesa, buscando sus
dedos, luego enganché mi meñique alrededor del suyo y apreté.
El fantasma de una sonrisa lúgubre apareció en sus labios y,
con un suspiro, echó los hombros hacia atrás y se sostuvo cuando
intenté retirar mi mano. Cogió su tenedor.
—Menos mal que aprendí a comer con la mano izquierda —
dijo.
Jasper subió al escenario después de comer y pronunció un
conmovedor discurso sobre lo mucho que significaba para él la
causa que estábamos allí para apoyar. Disfruté viéndolo en su
elemento. Sentí un orgullo que iba más allá del fraternal, más allá de
lo que un amigo sentía por un amigo, y más allá incluso del orgullo
de los amantes. Lo amaba como persona, ante todo. No importaba lo
imperfecto que se creyera, no se podía negar lo perfecto que era
para mí.
¿Cómo podría Daniel no ver eso? ¿No lo apreciaba? ¿Y cómo
podría Jasper aceptar eso por sí mismo? ¿La muerte de Selene, las
circunstancias en las que ella había muerto, realmente lo habían
enviado a una espiral de autodesprecio de la que no podía salir?
Sentí el peso sobre mis hombros, porque no sabía cómo ayudarlo.
Cuanto más hablaba mal de Daniel, más se ponía Jasper a trabajar,
más profesaba su amor por él. Lastimar a Daniel no me haría ganar
puntos con Jasper. No mientras tuviera la intención de ver sólo lo
malo en sí mismo. Hasta que eso cambiara, seguiría creyéndose
digno de lo que estaba recibiendo, que era nada.
Presentó a Sofia, le pasó el micrófono y volvió a ocupar su
92

asiento y mi meñique mientras seguía bebiendo toda la noche.


Página
Jasper no estaba listo para enfrentar a Daniel, así que
regresamos a mi casa. Me arrastré hasta el piano, junto a la
chimenea, y me senté en el banco, aflojándome la pajarita
mientras lo miraba por encima del hombro.
Jasper me observó desde su posición de borracho apoyado en
el arco. No me había molestado en encender la luz; la luna y las luces
de la ciudad tendrían que bastar.
—Tu Steinway —dijo Jasper con un ligero insulto. —. No lo
noté la última vez que estuve aquí.
—Leland me sorprendió. Hizo que lo enviaran aquí desde
Seattle. —No tenía intención de complicarme tanto tocándolo. No lo
había hecho en años. No desde que Jasper desapareció de mi vida,
eliminando mi fuente de inspiración. Sólo había servido como un
recordatorio de todo lo que habíamos perdido. Un recordatorio de
las veces que había hecho el amor con él encima o contra él.
Momentos en los que nuestros padres se marchaban a pasar un fin
de semana romántico, dejándonos solos. Mandábamos al personal a
casa y disfrutábamos al aire libre. Sin escondernos, sin taparnos la
boca con las manos ni apretar los puños con los dientes para
contener nuestros gritos, para suavizar el golpe de nuestro clímax
mutuo. Aún podía oler el aroma fantasmal de mi semen mientras
goteaba de su cómodo agujero sobre la brillante superficie negra del
Baby Grand.
Y ahora, para calmar el anhelo en mí, pasé un dedo por los
rasguños que había hecho con las uñas, clavándolos mientras le
93

cogía un cinturón, o lo follaba demasiado tiempo y con demasiada


Página

fuerza por celos (suyos o míos, no importaba).


—Leland —se burló Jasper borracho con un resentimiento
ostensible. Más aguda que la versión moderada de la emoción que
había dejado escapar sobre unos pretzeles salados después de la
conferencia médica. Mis dedos vacilaron sobre la trampilla bajada.
—. ¿Qué otros servicios te ofrecen?
Inspiré sus celos, nadé y bailé en ellos, dejando que
acariciaran mi soledad. Sin embargo, no lo curaría y necesitaba algo
más que una solución temporal. Lo necesitaba.
—Leland no es mi tipo —dije, dándole la espalda mientras
miraba sin ver la noche.
—¿Por qué no? Es bastante guapo.
Leland era precioso, hijo de una modelo, pero querría
superarme desde abajo y luego salir de mi cama y salir a la calle en
busca del segundo round. Dos cualidades que chocaban con mi
necesidad de dominar y poseer. Seríamos una pareja hecha en el
infierno.
—Me gustan mis hombres sumisos con sólo un ocasional
estallido de mal genio en la cama para esos momentos en los que
prefiero recibir a que me den. Porque a veces me gusta luchar por lo
que es mío.
La dificultad para respirar de Jasper fue la única señal de que
mi declaración lo había afectado. No se acercó, no movió un
músculo. Probablemente recordando la vez que había aceptado
inocentemente que Matthew, un compañero de secundaria que se
había interesado en él, lo llevara a casa. Había terminado con mis
nudillos magullados, Matthew arrastrándose de nuestro jardín
delantero y yo tirando a Jasper al suelo detrás de la puerta cerrada
de mi habitación antes de conquistarlo. Para entonces nuestra
relación ya había progresado hasta convertirse en algo más que
sexual. Teníamos hambre el uno del otro y nuestra necesidad era
94

insaciable.
Página

Levanté la trampilla y estiré los dedos, preguntándome por


dónde empezar, preguntándome si todavía lo tenía dentro de mí.
Dejé que el amor me guíe. Deje que mi amor por él me guíe.
Mis dedos flotaron sobre las teclas tímidamente, pero con
cada nota que aterricé correctamente, y con cada clic de los zapatos
de Jasper anunciando que se acercaba, me volví más confiado. Más
seguro.
—Claude Debussy —dijo, sentándose a mi lado en el banco y
apoyando la cabeza en mi hombro. —. Mi favorito.
Toqué como si la canción no tuviera final, reiniciándola antes
de que el momento tuviera la oportunidad de escaparse de nosotros.
Todas las veces que Jasper dijo: "Otra vez", tocaba el piano. Toqué
hasta que me dolieron los dedos, hasta que las teclas de ébano y
marfil quedaron empapadas de sudor, sangre o lágrimas. Hasta que
finalmente Jasper puso una mano sobre la mía, hasta que un fuerte
jadeo y verdades inminentes llenaron el aire.
—Dice que no lo apoyo. —Su voz tembló. —. Y tiene razón.
Quería romper algo con mis propias manos. Quería obligarlo a
retractarse de esas palabras. Pero lo más importante es que quería
escucharlo, porque él necesitaba que lo hiciera.
—Tiene razón —repitió, con la voz entrecortada y suave por la
tristeza. —. Tiene esta gran oportunidad y, en lugar de apoyarlo,
secretamente espero que fracase. Porque entonces no estaría atado
a ti. Podría alejarme de ti otra vez.
¡Pero él es el que no te apoya! Quería bramar. Le dije que podía
irse. Le dije lo importante que era para ti la recaudación de fondos. Y
se había elegido a sí mismo cuando el trabajo podría haber esperado
hasta mañana.
—Me asustas —dijo en voz baja, poniendo fin a mis gritos
mentales. —. Las cosas que me haces querer hacerle me asustan.
Mis cejas se juntaron.
—¿Cómo cuáles? —Pregunté. ¿Qué podría haberle hecho
95

querer hacerle a Daniel? ¿Abandonarlo? Mi corazón enamorado


Página

suministró. ¿Engañarlo? Dijo una parte más siniestra de mí. La parte


que sabía que él no dejaría a Daniel, y que haría cualquier cosa por
tenerlo, aunque sea una pequeña parte.
—Lo amo —dijo, y si alguien me apuñalara en el estómago, me
habría dolido menos. Me habría enojado menos. —. No es como si
amara… —Tragó, y luego se decidió: —. No lo ha entendido bien.
Quiere ser un buen hombre. Él es un buen hombre. Él es bueno. —
Asintió. —. Él es mejor que yo.
Le di un beso en la parte superior de la cabeza para evitar
gritar las crudas palabras que obstruían mi garganta. Respiré
constantemente, tranquilizándome.
—Nadie es mejor que tú, Jasper. Nadie.
Su risa fue cruel, dirigida hacia adentro.
—No dirías eso si supieras… —Se detuvo.
Nos cambié de posición para que nos miráramos. Sus ojos
perezosos iluminados por el brillo de la luna. Debería haberlo
interrumpido después del quinto trago, pero estaba de mal humor y
no quería hacer una escena.
—¿Sabías qué, Jasper? —¿Quería tener una aventura?
—Te manipulé para tenerte. Desde el principio. Desde el
momento en que te conocí, lo único que pude pensar fue en qué
podía hacer para tenerte. No de esa manera. Al principio no. Pero yo
te quería. Siempre de alguna manera.
—Lo sabía, Jas. Todos tus intentos sutiles y tímidos de
seducirme cuando crecimos no pasaron desapercibidos. No eras el
ratoncito inteligente que creías que eras. —Golpeé mi frente con la
suya.
Pasó una mano por mi cabello y usó la otra para situar mi
palma en la base de su cráneo. Gemí, mi frente rodando contra la
suya. Había pasado tanto tiempo desde que nos tocamos así.
—Odio cuando tus manos no están sobre mí. Siempre tan
hambriento. Tengo ansias de... de tu toque, Cole. —Sus palabras
96

fueron inconexas, una mezcla de sentimientos provocados por


Página

demasiado alcohol digerido en un lapso demasiado corto y por lo


que sea que estuviera sentado aquí con nosotros, comiéndolo vivo.
—Jasper —dije con voz áspera —, estás borracho. —Y te
arrepentiría de esto a la mañana siguiente.
Tarareó ambiguamente:
—¿Cómo estuvieron las cosas después de que me fui?
Éste era un territorio más seguro, aunque todavía era difícil
discutirlo.
—Me sentía muy solo —dije al fin. —. Mi padre era un
fantasma. Tuve que aprender el negocio rápidamente y
eventualmente hacerme cargo de muchas de sus tareas diarias.
—Corrí y te dejé allí con él. ¿Cómo te trató? — Jasper ni
siquiera se había quedado para asistir al funeral de Selene. Ni
siquiera podía mirar a mi padre a los ojos. Aparte de Maggie, la
amiga de la infancia de Selene, que la visitaba cada vez que podía,
habían sido mi padre y Jasper quienes cuidaban de Selene esos
meses que estuve fuera de terminar la escuela. Mi padre no se había
opuesto cuando Jasper anunció que se iba. En todo caso, parecía
aliviado. Un recordatorio menos. Yo, por otro lado, estaba atrapado
conmigo.
La culpa de Jasper lo alejó de nosotros, la mía me mantuvo allí.
No podía abandonar a mi padre después de matar a su esposa,
incluso si él no lo sabía. Uno de nosotros tenía que quedarse atrás y
entendí por qué tenía que ser yo. La mayoría de los días le resultaba
difícil soportarme. No estaba en lo que dijo o hizo. Fue en todas las
cosas que no dijo. Las veces que lo sorprendía mirándome, sólo para
darse la vuelta y marcharse sin decir una palabra. Supuse que la
muerte de Selene provocó recuerdos de su primer amor perdido. Mi
madre. Supuse que reavivó el recuerdo de cómo había encontrado
su fin. Al darme vida.
Apliqué presión en la parte posterior del cuello de Jasper,
mientras sus dedos raspaban mi cuero cabelludo y algo parecido a
97

un ronroneo retumbó en su pecho.


Página

—Entendí los sentimientos de mi padre hacia mí. Nunca me


había resentido con él por eso. Perderte es lo que me aplastó, Jasper.
Lo dejaría ir. Le había dado lo que me había pedido, porque, ¿cómo
no iba a hacerlo? Después de lo que habíamos hecho, ¿cómo podía
esperar que se quedara conmigo? Y yo también estaba buscando
formas de castigarme a mí mismo. Había matado mi primera y
segunda oportunidad de tener una madre. Qué mejor manera de
pagar la penitencia que sacrificar lo que más amaba. ¿Por qué
nuestro amor llegó a vivir cuando su madre, y la segunda
oportunidad de vida de mi padre, habían muerto en nuestras manos
metafóricas?
"Si tan solo hubiéramos esperado". El recuerdo de las palabras
de Jasper dio vueltas en mi cabeza. Pero no había podido esperar.
Esa noche en particular, él fue inusualmente el provocador. No
habíamos estado separados por mucho tiempo desde que él y Selene
se mudaron cuando éramos niños. Entendí su necesidad porque
coincidía con la mía.
—¿Has cerrado la puerta? —Yo había preguntado.
—Sí —había dicho entre besos, acomodándose en mi erección
con las mejillas surcadas de lágrimas. Pero no lo había hecho.
—Lo siento —dijo Jasper, sacándome de esos viejos
pensamientos. Acercó su cuerpo al mío, la calidez de su dolor
abanicando mi boca. —. Lo lamento.
No podría decir si chocó contra mí o si fue al revés, pero algo
se rompió en mi cabeza en el momento en que nuestras bocas se
fusionaron. Lo levanté con ambas manos alrededor de su garganta,
pateé el banco a un lado y lo hice girar para que se sentara al ras de
las teclas del piano. El estruendo de las notas aplastadas chilló,
luchando con los sonidos de nuestros gemidos y el viento frío y
desgarrador que golpeaba las puertas del balcón, buscando una
manera de detener esta locura.
Rompí su camisa de vestir, los botones asaltaron el piso de
98

mármol mientras agarraba la hebilla de su cinturón y levantaba su


Página

cintura hasta que su polla conectó con la mía. Trabajamos nuestras


caderas en tándem, nuestras pollas duras y hambrientas,
amenazando con hacer daño si las soltábamos.
Nuestro beso se volvió violento, doloroso, incluso tóxico,
cuando uno de nosotros derramó sangre. El olor y el sabor del vodka
en su lengua atravesaron el delicioso sabor cobrizo que se deslizaba
por mi garganta, dándome un poco de sentido común. Aparté mi
rostro de él.
—No podemos —Mi voz sonó monstruosa.
Jasper envió ambas piernas alrededor de mi cintura, su
tonificado trasero presionó contra las teclas del piano una vez más,
el sonido funcionó como un viento fuerte, despejando lo último de
mi neblina.
—Te necesito —gimió, acercándose a mí.
—Así no. Necesito que tomes la decisión con la cabeza
despejada. —Saqué sus dedos excavadores de alrededor de mi
cuello. —. Así no. —Estaba renunciando a mi oportunidad de
tenerlo, pero en su actual estado de ánimo, tomar a Jasper sólo
serviría para demostrar que era peor amante que Daniel. Serviría de
poco para demostrar que era mejor hombre que él.
Jasper se hundió, respirando imprudentemente. Se inclinó
hacia adelante, su frente se posó en mi estómago, y tiré del elástico
que sujetaba su cabello antes de atravesar con mis manos los
gruesos rizos que surgieron instantáneamente.
—¿Me puedo quedar? —preguntó. —. No puedo ir a casa con
él esta noche.
Podría quedarse, nunca podría irse. Una palabra suya y haría
que nunca más tuviera que poner sus hermosos ojos en Daniel.
Cualquiera que sea el costo. No había ningún precio que no pagara.
Lo ayudé a ponerse de pie, agarrándolo del codo cuando giró
hacia un lado.
—Está muy oscuro aquí —dijo acusadoramente.
99

Me reí entre dientes sin vida.


Página

—Sí, échale la culpa a la oscuridad. —Lo guie hasta el sofá, lo


ayudé a quitarse todo menos los calzoncillos y vi cómo se quedaba
dormido instantáneamente. Me quité los zapatos, pero no pude
hacer más mientras me sentaba en el otro extremo, con los pies
plantados en el cojín y una mano sobre mi rodilla mientras
contemplaba el cielo nocturno sin estrellas. Dormir no estaría en mis
cartas.
Jasper me alcanzó a ciegas y me arrastré, dejando que se
aferrara a mí como un imán, su nariz buscando el lugar debajo de mi
barbilla. Lo sostuve allí, acunándolo por un puñado de su cabello
color menta.
—Mañana voy a despertar vuelto mierda —murmuró
incoherentemente, con suaves ronquidos persiguiendo el final de su
declaración.
—No te preocupes —susurré en sus ralos rizos. —. Yo me
ocuparé de ti. —Haría cualquier cosa por ti.
100
Página
Daniel
HACE DOS AÑOS

JASPER APROBÓ EL EXAMEN DE LA ABOGACÍA Y ESTAMOS EN CASA DE MIS


PADRES CELEBRANDO. MÁS BIEN SE LOS FROTÉ EN LA CARA. NUNCA HAN
ACEPTADO NUESTRA RELACIÓN, Y CIERTAMENTE TAMPOCO NUESTRO
RECIENTE MATRIMONIO, Y NI SIQUIERA INTENTABAN OCULTARLO. NI
SIQUIERA PARA BENEFICIO DE JASPER.
Pero ahora es abogado, y eso debería hacerlo respetable ante
sus ojos. Debería hacerme respetable ante sus ojos.
—Daniel —suspiró mi padre detrás de mí, mi madre
seguramente a su lado. Miré a través de las puertas del patio hacia
donde dejaron a Jasper solo en el patio trasero, siguiéndome a la
cocina. Corté el agua del fregadero y me sequé las manos con un
paño de cocina antes de mirarlos. —. ¿Se va a dedicar a la ley de
derechos civiles? —preguntó con incredulidad. —. ¿Todavía quiere
dedicar su tiempo a esa gente?
—Esa gente —significaba gente pobre. Los marginados, como
los llamaba Jasper. Esperaba que cambiara de opinión. Pensé que
todos los impulsos sutiles que hice en cada oportunidad que tuve ya
habrían funcionado. —. Él se recuperará, padre. Recién está
comenzando. Dale un poco de tiempo para que vea que sus humildes
ambiciones generarán un gran esfuerzo con poca o ninguna
recompensa. Sólo será cuestión de tiempo antes de que venga
101

corriendo hacia mí con los brazos abiertos rogándome que use mis
Página

conexiones para elevarlo.


Mi padre cruzó los brazos sobre su fornido pecho, cediendo la
palabra a mi madre, que se quitó una pelusa imaginaria de la parte
delantera de su vestido tubo de Chanel antes de levantar la nariz
altivamente. Eran un matrimonio perfecto.
—El hijo mayor de Clifford, Maxwell, ha terminado la
residencia. De lo único que habla Clifford es de que su hijo será
algún día el neurocirujano más importante del país. Y el prometido
de Maxwell tiene un fondo de cobertura. Serán la pareja poderosa
del siglo —se rio en el tono altivo y melodramático de Clifford. —.
Tienes treinta y dos años, Daniel. Esperábamos que ya estuvieras
más avanzado en la vida.
—Sí —interrumpió mi padre.
—Me gradué de las mejores escuelas, fui el mejor de mi clase y
soy posiblemente el mejor abogado de mi bufete, pero eso no es
suficiente para ustedes.
—¡Tu nombre ya debería estar en esa placa! —Mi padre
bramó con apenas la suficiente moderación para mantener su
arrebato dentro de estos muros.
—Solo queremos lo mejor para ti, Daniel —afirmó mi madre,
poniendo una mano tranquilizadora en el brazo de mi padre.
No, quieren lo mejor para su reputación y, desafortunadamente,
me transmitieron ese rasgo desde el principio. Quiero lo mejor para
mí, para mi estatus social, para mi futuro, para las alianzas que
formaré, para las personas poderosas con las que pienso sentarme a la
mesa. Yo estaba atrasado, como señaló mi madre, constantemente
ignorado.
—No tienes que ser lo que ellos quieren que seas, Daniel. Eres lo
suficientemente bueno tal como eres.
Cierro los ojos con fuerza ante la voz de Jasper filtrándose a
través de mis grietas.
102

—Lo sé, madre.


Miro a Jasper, que está sentado estudiando la luna eclipsada
Página

con fascinación. Nunca entenderé por qué se necesitaba tan poco


para complacerlo. Por qué le falta imaginación. Mis padres tienen
razón, pienso, poniéndome más erguido, endureciendo mi columna,
sellando todas las grietas.
—No te preocupes —digo dentro de la habitación. —. Sé lo
que estoy haciendo.
103
Página
Jasper

—MI CABEZA ME ESTÁ MATANDO —Me quejé, mis pies descalzos


golpeaban el suelo mientras me unía a cole en la cocina. empujó hacia mí
una humeante taza de café y un frasco de analgésicos, pero por lo demás
permaneció en silencio, bebiendo de su propia taza de cerámica. su barba,
que habitualmente llevaba pegada a la piel, había crecido exponencialmente
desde ayer. pesadas bolsas se arrastraban debajo de sus ojos y todavía
vestía la ropa de la noche anterior. —. ¿dormiste algo?
—Ni siquiera un poco —dijo. —. ¿Recuerdas lo que pasó
anoche?
—Un poco Y pensar mucho en ello duele —dije. Cole dejó su
taza y la abrazó entre sus palmas. —. Recuerdo que Daniel no asistió
a la beneficencia, pero tú sí. —Dejé que la llamada de Daniel se fuera
a buzón de voz hace un rato, todavía no estaba listo para tratar con
él. —. No recuerdo cómo mi camisa perdió los botones. —Vagos
destellos de un piano y un beso apasionado me asaltaron, aclarando
ese misterio. Corté el recuerdo, desmenuzando la culpa que
convocaba. Mi cuerpo no soportaba ninguna de las heridas de amor
que a Cole le gustaba dejar como recuerdo, y no me sentía usado, así
que supe que las cosas no habían ido más allá de un beso. De todos
modos, Cole no se habría aprovechado de mí en el estado en el que
debía estar.
Miré la camiseta y el chándal que ahora llevaba. Me estaban
104

esperando en la cama cuando salí de la ducha. Cole y yo estábamos


bastante cerca en altura, pero él era más ancho, más voluminoso,
Página

por lo que la ropa colgaba un poco de mi cuerpo.


—Te devolveré esto.
—Guárdalos —dijo.
Preguntarle por qué no podía dormir podría haber sido lo más
educado, pero ignorar al elefante en la habitación parecía ser la
mejor opción, ya que no lo escucharía y, por lo tanto, no dolería.
Elegí la ausencia de dolor en lugar de la cortesía.
—Fia llamó. Dijo que las entradas restantes se vendieron en el
último minuto. Tuvimos casa llena y algunos de los donantes fueron
ridículamente generosos. Ella alcanzó su objetivo. No sabrás nada
sobre eso, ¿verdad?
—No —dijo, soplando en su café, recordándome el mío.
—Gracias —dije con sinceridad. Él asintió y bebimos y
pensamos en un cómodo silencio. —. Entonces, ¿qué vamos a hacer
hoy? —Pregunté, sorprendiéndolo. —. Es domingo. No tengo planes
y no quiero ir a casa todavía. —Y no quiero dejarte todavía. —. Pensé
que tal vez podría ser tu guía turístico por un día. —Mantuve mi
tono ligero, incluso alegre. Una invitación fácil y alborozada que
podía aceptar o dejar.
—Me gustaría eso —respondió.
Mientras Cole se duchaba, yo rebuscaba en su vestidor unos
vaqueros para ponérmelos. Él entró, con una toalla para secarse el
pelo y otra alrededor de las caderas.
—¿No tienes vaqueros? —le pregunté, dándome una
palmadita en la espalda por haber contenido la baba. Una ligera capa
de pelo sedoso cubría sus antebrazos y sus abdominales duros como
piedras, desapareciendo bajo la toalla, que estaba peligrosamente
cerca de tocar la alfombra. Yo no había sido bendecido en el
departamento de vello corporal. La pelusa rubia de melocotón que
me lamía las pantorrillas y el fino rastro de vello bajo el ombligo
eran demasiado finos para verlos a simple vista.
105

—Pasé los últimos seis años de mi vida preparándome para


las reuniones, asistiendo a ellas y saliendo de ellas. La mezclilla no
Página

encajaba en mi agenda. Además, me han dicho que me veo sexy con


traje. —Toda la fuerza de su sonrisa arrogante salió a la luz. Una vez
le dije que se veía sexy con traje. Nada había cambiado.
Mis ojos se abrieron al ver los suyos.
—Entonces, ¿eso significa que sólo tienes zapatos de vestir?
—Sí. —Se rio, con los ojos y el humor más claros que una hora
antes. —. Aparte de mis zapatillas de correr sudadas. Hoy tendrás
que ir por la calle con traje y zapatillas.
—No bromees así —dije horrorizado, a lo que su risa se volvió
más plena, más oscura. Entró al dormitorio y regresó con su
teléfono.
—Haré que te traigan algo de una de las tiendas de abajo.
—Nos —dije. —. Que nos traigan algo informal.
Pensé que discutiría conmigo, pero en lugar de eso me dio una
sonrisa indulgente e hizo la llamada.
Gracias a la eficiencia del personal del hotel, nos vestimos en
poco tiempo. Cole vestía un chándal ajustado de color gris jaspeado
con zapatillas de deporte de diseñador, la capucha por fuera y cubría
el cuello de su chaquetón azul marino. Parecía como si hubiera
salido de un cartel de moda. Llevaba mi uniforme habitual de jeans y
una camiseta.
Me encargué de darle a Mark, que había esperado afuera, el
resto del día libre.
—Tú y yo viajaremos en metro hoy —dije.
Respiró el aire frío de noviembre y, con una sonrisa llena de
dientes blancos, dijo:
—Tú lideras y yo te seguiré.
Hicimos cosas cursis turísticas como disfrutar de las
impresionantes vistas de la ciudad desde la plataforma del
observatorio del Empire State Building, luego corrimos para tomar
el Big Bus Tour rojo que partía en el frente. Montamos en el segundo
106

nivel con techo abierto del dos pisos, porque no has vivido hasta que
el frío de la caída podía trozarte las mejillas a una velocidad
Página

alucinante de veinticinco millas por hora. Incluso cuando se


encuentra atrapado en una estrecha zona de tráfico en el centro de
la ciudad.
Terminamos esa parte de nuestro día comiendo hot dogs
cubiertos con chucrut y mostaza mientras nos enfrentábamos a la
multitud de Herald Square. Cole quedó asombrado por la gran
cantidad de gente que abarrotaba las aceras. Señalé hacia los
escaparates de los grandes almacenes Macy's.
—Deberías ver cuántas personas aparecen cuando revelan su
exhibición navideña. Se hace justo antes del Día de Acción de
Gracias. He oído que el tema de este año será Una Navidad de
Charlie Brown —dije con una sonrisa traviesa. Parte de la emoción
en realidad fue no saber cuál sería la exhibición hasta la
inauguración, pero burlarse de Cole con un recuerdo no tan
agradable para él fue divertido.
Él gimió, sin duda recordando las veces que había visto Una
Navidad de Charlie Brown una y otra vez con el volumen alto solo
para cabrearlo. Cole siempre había sido un cascarrabias durante las
vacaciones, y yo me había propuesto cambiar eso, incluso si casi
había perdido una extremidad en el proceso.
—¿Estás pensando en…?
—Sí —dijo. —. Eras tan jodidamente irritante.
—Y fuiste tan malo —grité para que me escuchara por encima
del saxofonista que tocaba para pedir propinas a poca distancia de
nosotros.
Cole tragó su último bocado de hot dog y yo le quité un pegote
de mostaza de la comisura de la boca, lamiéndolo de mi dedo sin
pensar, enviándonos a una imagen congelada que ni siquiera los dos
niños que gritaban empujando entre nosotros podían interrumpir.
Cole se recuperó primero y se secó la boca con una servilleta
enrollada.
107

—Sigo siendo malo —dijo, manteniendo la conversación en


marcha.
Página

—Eres un farsante. —Era una broma, pero resultó ser


demasiado directa, porque el premio al farsante era para mí.
—¿Adónde vamos ahora? —preguntó.
—Ahora visitamos el tesoro escondido de la ciudad. ¿Tienes
espacio para algunos de los mejores Dim Sum que hayas probado?
Podría jurar que escuché tu estómago decir que sí. Vamos. —Cogí su
mano y nos saqué de la refriega para caminar una docena de
cuadras hasta el Palacio Dim Sum.
La calle era bastante residencial, el restaurante en sí se
encontraba debajo de un edificio de apartamentos de tres pisos y el
interior no tenía mucho que destacar. Sin embargo, conocía a los
propietarios y lo había considerado mi santuario para el almuerzo
desde que llegué allí en busca de direcciones en mi primera semana
en Nueva York. No había traído a nadie allí antes. Era mi algo para
mí, pero no podía esperar para compartirlo con Cole.
Tuvimos suerte, mi mesa habitual junto a la ventana estaba
disponible, así que nos presentamos con un gesto del Sr. Yan.
Cole se frotó las palmas frías para generar calor mientras yo
me ponía el abrigo sobre los hombros. Sin pensarlo, y tan natural
como antes, cubrí sus manos con las mías, proporcionando fricción
adicional.
—Siempre fuiste más apasionado que yo —dijo.
—Eso fue una mentira que dije para que me dejaras entrar a
tu cama por la noche —confesé. Franklin odiaba el calor y, para él,
cualquier temperatura por encima del punto de congelación era
demasiado calor. Sobreviviríamos bajo montañas de edredones y
chimeneas crepitantes por la noche. Durante el día aprovechamos su
ausencia convirtiendo la casa en un oasis tropical con la calefacción
puesta al máximo de combustión. Mamá también se uniría a la
acción.
—¿Crees que no lo sabía? —Cole resopló y tomó su menú. —.
108

Terminaría siendo yo quien mantuviera calientes tus larguiruchas


extremidades.
Página

Mi teléfono vibró sobre la mesa con un mensaje de texto de


Daniel. Lo apagué y lo metí en mi bolsillo. El teléfono móvil de Cole
sonó a continuación y, ante mi movimiento de cabeza, lo apagó
también.
Se relajó en su asiento, tamborileando con los dedos sobre la
mesa mientras pensaba qué decir sobre el tema.
—¿No quieres al menos hacerle saber que estás vivo? Al final
tendrás que enfrentarte a él.
—Le envié un mensaje de texto antes diciéndole que estaba
contigo. El resto tendrá que esperar.
—Está bien —dijo —, pero tengo la sensación de que el
tratamiento silencioso se trata más de castigarte a ti mismo que a
Daniel.
—¿Qué te hace decir eso? —Pregunté. Cole esperó hasta que el
camarero llenó nuestras tazas de kanto con té caliente antes de
continuar.
—Siempre fuiste más duro contigo mismo que con otras
personas. Cometes un error y parece que no puedes dejarlo pasar,
pero dejarías de lado mis malas acciones con tanta gracia. —Se
acercó más. —. Recuerdas el beso de anoche y te sientes mal por
ello, ¿no? ¿Es por eso que lo estás evitando?
Sinceramente, no me sentí mal. Tal vez porque aún no había
afrontado realmente el beso. Eso cambiaría una vez que perdonara a
Daniel. Una vez que lo perdonara, sería yo quien necesitaría ser
perdonado. Dejarlo ir, perdonarlo, tendría que esperar. Quería
sentirme bien un poco más.
—Podría haber aparecido sólo esta vez. Quiero decir, incluso
podría haber llamado.
—No puedo discutir eso —coincidió Cole. —. Pero si él
hubiera aparecido, yo no lo habría hecho, y no me arrepiento de
nada de lo de anoche. —Su mirada se volvió depredadora y mis
109

entrañas se apretaron alrededor de un nudo de hambre que no tenía


nada que ver con la necesidad de ser alimentado, al menos no con
Página

comida real.
Nuestro camarero regresó para tomar nuestro pedido,
consiguiendo minutos preciosos necesarios para desviar mis
pensamientos de las imágenes que volvían a mí de anoche. De la
oscuridad, tanto la suya como la del cielo nocturno. De su trato
brusco hacia mí, y la forma en que mi corazón había dado un vuelco
por eso. De las confesiones que había hecho y de las que no.
—¿Recuerdas esa vez que Dylan fue a casa a estudiar
conmigo? —Cole me preguntó una vez que estuvimos solos otra vez,
con los antebrazos presionando la mesa. —. ¿Y se te ocurrirían todas
las excusas para irrumpir en mi habitación e interrumpirnos?
—Sí, porque el único estudio que se hacía en esa habitación
era el estudio de las amígdalas.
Cole se estremeció de risa.
—Fuiste un mocoso al respecto. Asomabas la cabeza para
recordarme que mi compañía tuvo que irse antes de la cena. Y luego
aparecías cada quince minutos para decirnos cuánto tiempo nos
quedaba.
—Y cuando cerraste la puerta, trepé al árbol que estaba afuera
de tu ventana y golpeé el vidrio con tanta fuerza que se dobló. —Yo
debía tener doce años y era el primer amigo que traía a casa. Lo odié
desde el principio, porque hasta que Cole comenzó la escuela
secundaria, todo lo que nos necesitábamos era el uno al otro.
Nuestra diferencia de edad de dos años no importaba. Y cuando
Dylan llegó, sentí como si Cole se hubiera olvidado de mí. Verlos
besándose a través de la ventana había aumentado las apuestas.
Había estado a partes iguales enojado, triste y asesino. Pensé que el
fuego rugiendo en mis entrañas y las lágrimas brotando detrás de
mis ojos provenían de creer que Dylan me estaba quitando a mi
hermano y a mi mejor amigo. En realidad, había sido mucho más que
eso. Mucho más. Sin embargo, había tardado un poco más en
110

entender eso.
—Nunca volvió a aparecer después de eso —dijo Cole.
Página

—Sí, lo asusté —respondí, sintiendo la misma medida de logro


que había sentido en ese entonces.
—No —dijo solemnemente. —. Te llamó raro y le dije que a
nadie se le permitía hablar así de ti.
Alisé una arruga invisible del mantel.
—Bueno, si lo que quieres es una batalla de locos, ¿qué tal la
noche en que irrumpiste y cortaste la línea telefónica de mi
habitación con una hoja de afeitar porque había hecho otro amigo?
—Yo tenía catorce años, era estudiante de primer año en la escuela
secundaria y tenía miedo de mis sentimientos cada vez más
cambiantes e intensificados por Cole. Pensé que necesitaba otros
amigos. Jeremy también era genial. Habíamos compartido muchos
de los mismos intereses.
—Estaba celoso —dijo, afirmando lo obvio, como si sus celos
fueran la buena respuesta para todo. Normalmente era con
nosotros. A propósito, mantendría a Jeremy al teléfono hasta tarde,
riendo lo suficientemente fuerte como para ser escuchado desde la
habitación de al lado de Cole.
Jeremy fue víctima de mi obsesión con Cole. Y tal vez Dylan fue
víctima de la obsesión de Cole conmigo, pero ninguno de los dos
entendió eso en ese momento. Éramos sólo niños, luego hombres
jóvenes, tratando de aferrarnos a lo que teníamos para nuestra vida,
incluso cuando lo que teníamos estaba cambiando.
Mi madre podría sumarse a la lista de víctimas. Y Franklin. Y
tal vez Daniel también.
Miré a Cole por debajo de mis pestañas, con cuidado de no
dejar que las mesas vecinas me escucharan.
—Tú fuiste el primer chico con el que estuve, pero yo no fui el
tuyo. —Me di cuenta por la forma en que se había movido dentro de
mí una vez que finalmente se rindió. Tan seguro, tan confiado. La
alegría y la rabia habían formado un potente cóctel en mis venas
111

mientras él se tomaba su tiempo conmigo en la cama. —. Me devané


los sesos tratando de descubrir dónde encontrabas el tiempo para
Página

estar con alguien así, porque hacíamos todo juntos. ¿El periodo libre
que tuviste después de biología? ¿Vestuario de chicos? ¿El baño
privado accesible para sillas de ruedas al lado del salón de clases de
la señora Delaney?
—Todo lo anterior —dijo, lo cual, por supuesto, finalmente
descubrí. La necesidad de saberlo me había vuelto loco. No hablé
con él durante días después de eso. No hasta que me dijo quién,
cuándo y dónde, y me juró que todo había terminado, y que a partir
de ese momento sólo sería yo.
—Éramos más que hermanos. Más que mejores amigos —
susurró. —. Y entonces algo cambió, y no sólo para ti. Nuestros
abrazos fueron diferentes. Abrazarte provocó una respuesta
diferente en mí. La diferencia entre nosotros era que yo no quería ir
contigo. Quería sacar esos sentimientos por ti de mi sistema, pero
eras una llama lista para quemarlo todo. No sólo no quería arruinar
lo que teníamos, sino que no quería arruinar nuestra familia, porque
si mamá... —Se lamió los labios. —. Si Selene y mi padre se hubieran
enterado, todo lo habría arruinado.
—Puedes seguir llamándola mamá, ¿sabes? —dije por
segunda vez desde su regreso. —. Está bien.
—Me llevó dos años de terapia darme cuenta de que llamarla
mamá sólo amplificaba mi odio hacia mí. Ahora —se encogió de
hombros —… estoy acostumbrado a esto. No quiero imaginar lo que
significaría regresar.
El ácido ardor de la culpa quemó mi lengua. Desearía haber
estado allí para él. Deseé que no hubiera necesitado la terapia que yo
necesitaba tan desesperadamente, pero me negué a buscarlo porque
no merecía alivio. El dolor por lo que había hecho siempre
permanecería al frente y al centro, como debería. Pero debería
haber sufrido solo por esto. No él. Nunca él.
—Me alegro de que estés mejor.
112

—¿Y tú, Jas”


Llegó nuestra comida. Salvado de nuevo. Me adentré, fingiendo
Página

estar hambriento. Cole clavó sus palillos e hizo lo mismo.


No fue hasta que mi estómago estuvo demasiado lleno para
moverme que comencé a conversar nuevamente.
—Entonces, te distanciaste de tu empresa para venir a una
ciudad en la que nunca habías estado —dije, dejando a un lado mi
recipiente vacío para vaporizar.
—He estado aquí antes —dijo después de una breve pausa,
sacándome el aliento de una patada. ¿Había estado aquí antes?
¿Habíamos estado en la misma ciudad y él no me había buscado? Mi
mente sabía que había sido lo mejor, pero mi corazón se negaba a
seguir la maldita lógica.
—Oh —dije, incapaz de contener la extraña sensación de
traición que sentí. —Así que hoy —hice un movimiento circular con
el dedo en el aire para abarcar lo que habíamos estado haciendo —,
la actuación turística asombrada. ¿Fue todo para mi beneficio?
—No. Había volado dos veces para reuniones de negocios.
Entrada y salida el mismo día. No me permití demorarme —dijo
significativamente. —. Lo había estado considerando por un tiempo.
Y sí, tuvo mucho que ver contigo, pero no en su totalidad. Tomó un
par de años poner los asuntos de Nexcom en orden para la mudanza.
—Dejó caer la servilleta sobre la mesa. —. Vamos a salir de aquí.
Pagamos la cuenta y nos retiramos, el sol se había puesto,
llevándose consigo unos diez grados, así que mantuvimos la cabeza
gacha, los cuellos levantados y nos apresuramos las pocas cuadras
hasta el tren, donde un mendigo nos abrió la puerta de la estación.
Cole dejó caer un billete grande en su taza extendida.
Olía a orina y vapor, y tuve que salvar a Cole de saltar a las
vías cuando un roedor peludo se escabulló por la plataforma.
—Podríamos estar en la parte trasera de un SUV cálido y
espacioso en este momento —se quejó por encima del sonido del
acero raspando el acero mientras nuestro tren se acercaba, pero vi
113

el tirón hacia arriba de sus labios cuando abordamos el vagón


delantero que estaba divirtiéndose.
Página

Regresamos a la casa de Cole y llegamos hasta la oscuridad de


su sala de estar antes de que él me acercara a él para abrazarme. Fue
natural para nosotros. No tocarnos significaba no respirar cuando
estábamos solos. Hermanos, amigos, amantes… No importaba.
Siempre habíamos sido cariñosos. Siempre lo habíamos necesitado.
Podríamos ser seguir siendo así sin ser como antes, ¿verdad?
Incluso mientras me planteaba la pregunta, me acerqué
increíblemente, mis manos se deslizaron por su columna desde
donde las había metido debajo de su abrigo. Su aliento contra mi
cuello llegó cada vez más rápido, e inspiré con mi nariz presionada
contra el lugar debajo de su oreja.
—¿Alguna vez dejarías…?
Me aparté, poniendo fin abruptamente a su pregunta
inconclusa. Las líneas que apretaban su boca decían que la acción le
había dolido o lo había enojado. Probablemente ambas cosas.
—Me encanta. Él no es perfecto, pero yo tampoco —le dije, y
luego me dije toda la verdad. Porque tengo miedo de dejarlo, porque
si lo hiciera, todavía habría cosas que me alejarían de ti. Cosas con las
que no quiero lidiar, como perdonarme a mí mismo. Nos devoraría y
luego me dejarías y no tendría nada estando solo. Con Daniel, no
puedo tener nada con nadie. ¿Cómo pude mirarme en el espejo?
—Entonces, ¿por qué estás aquí conmigo ahora mismo?
Porque estoy enamorado de ti, quería gritar. Porque soy egoísta
y no puedo dejar de hacer cosas malas sin importar a quién lastimen.
Porque sólo quiero volver, quiero recuperarlo todo. Corregir mi error
nuevamente. Pero no puedo, porque la única persona a la que alguna
vez amé más que a ti se ha ido. Y se fue por mi culpa.
—Porque te quiero... —dije en lugar de todo eso, y luego
agregué como un cobarde —… en mi vida. —No quería decirlo. Lo
que ambos entendimos en ese momento. No quería admitir por qué
mis manos de repente recorrían su pecho. No quería tener que
114

enfrentarme más tarde a la decisión que estaba tomando. Quería


negar esto. Incluso de mí mismo. —. ¿No fuiste tú quien vino a
Página

buscarme?
Tarareó desde el fondo de su garganta, retirándose más
dentro de la habitación, dejando mis manos caer y colgando a mis
costados.
—No hace mucho que me querías en el próximo vuelo para
salir de aquí.
—¿De dónde viene esto? —Me crucé de brazos a la defensiva.
—La verdad es que te quiero, y no hay nada que esté por
encima de hacer para tenerte. Pero no quiero correr el riesgo de
perderte por completo una vez que despiertes y decidas usar lo que
sea que pase entre nosotros como arma para alejarme, otra vez. No
quiero que finjas que no tomaste una decisión clara esta noche. Yo…
—Dejó la vocal en suspenso hasta que desapareció.
—Dilo. ¿Qué estás pensando? —Pregunté.
Sacó una mano de su bolsillo para menear su cabello, llenando
sus mejillas de aire antes de soltar las más sinceras en el silencio de
su oscura sala. Volviendo a llevarse la mano al bolsillo, dijo:
—Creo que deberías hablar con Daniel. Estoy pensando que
puede que no estés borracho esta noche, pero todavía estás
operando con la cabeza confusa porque estás enfadado con él. Creo
que debes estar muy seguro de esto, porque no te rechazaré una
tercera vez.
Necesitaba que estuviera seguro. Necesitaba saber que no
usaría esto para odiarlo. Y como no estaba seguro de nada en ese
momento, dije buenas noches, luego retrocedí y me giré para irme.
Miré por encima del hombro antes de subir al ascensor. Cole se
había sentado en el brazo del sofá con la cabeza entre las manos.
¿Realmente había estado considerando una aventura? ¿Habría
seguido adelante si Cole no me hubiera detenido de nuevo? ¿Cómo
sería eso? Cole nunca podría compartirme, ¿y eso le dejaría la puerta
abierta para que él hiciera lo que quisiera con quien fuera mientras
115

yo miraba paralizado, incapaz de hacer algo al respecto? ¿Realmente


quería condenarnos a todos al infierno? ¿Valdría la pena? ¿Valdrían
Página

la pena las mentiras que tendríamos que decir y el intento de luchar


contra nuestra naturaleza posesiva?
Estábamos locos al considerarlo. Y yo era el más loco de los
dos. Necesitaba dejar a Daniel, hacer las cosas bien por una vez en
mi vida. Pero entonces las frías garras del miedo golpearon los
montículos de mi hombro, recordándome que esto no podía
terminar con mi felicidad. Podía aceptar una forma temporal de
felicidad, pero había perdido mi derecho a algo más.
Esto podría terminar mal. Terminaría mal. No, podría
manejarlo, pensé con ansiedad. Podría hacer esto y Daniel nunca
necesitaría saberlo.
Pero, ¿y si no fuera así? ¿Qué pasaría si terminara quemando
todo a mi alrededor porque no podía dejar que los perros
durmieran? Porque no podía olvidar a Cole.
¿Vale la pena?
Las puertas se cerraron, enjaulándome con mi conciencia
divagante. La pequeña voz susurró desde mi corazón hasta mi
cráneo. Sí, decía. Tenerlo de alguna manera valdría la pena.
116
Página
Jasper

TERMINAR LA NOCHE EN URGENCIAS, SIENDO TRATADO POR


HIPOTERMIA, NO ERA MI IDEA DE UN BUEN MOMENTO, ASÍ QUE DESPUÉS
DE QUEDARME PARADO DURANTE UNAS HORAS EN UN FRÍO BANCO DEL
PARQUE, ME FUI A CASA PARA ENFRENTARME A LA SITUACIÓN.
Caminando de puntillas por el silencioso apartamento, me
sentí aliviado al encontrar a Daniel en nuestra cama, profundamente
dormido. Pasé mis manos por mi cabello, retrocediendo con la
misma tranquilidad, más que agradecido por el respiro de nuestra
confrontación.
El alivio duró poco, pero al menos cuando me encontró una
hora más tarde en la oscuridad de la biblioteca de nuestra casa, ya
tenía un cuarto de botella de whisky y apenas podía sentir. Al final
resultó que, apenas no fue lo suficientemente bueno.
Me paré en la ventana, mirando el fondo de mi vaso, sintiendo
sus ojos raspando mi trasero.
—¿Vas a decir algo? —Pregunté, levantando mi mirada hacia
su reflejo. Daniel se apoyó contra el marco de la puerta, iluminado a
contraluz por cualquier luz lejana que había encendido durante su
búsqueda de mí.
—¿Cuándo llegaste a casa? —preguntó, con la voz atascada
por el sueño y la expresión en blanco.
No respondí. Fue una de esas preguntas preliminares que
117

haces antes de pasar a lo bueno. La lucha rompehielos. No


importaba en el gran esquema de las cosas.
Página

—No pude lograrlo. Lo intenté…


—¿Acaso tú…? —Interrumpí fríamente, terminé mi bebida y
dejé el vaso en el peldaño de la escalera junto a mí.
—Se trata de mí ahora mismo, Jasper…
—¿Cuándo no se ha tratado de ti, Daniel?
—¿Te refieres a todo el tiempo que paso contigo? ¿Querer algo
mejor para ti? ¿En hacer todo lo que esté en mi poder para poner
una sonrisa en tu cara? Porque seamos realistas, tratar de hacerte
feliz es un trabajo de tiempo completo —espetó, y ahí estaba de
nuevo, dudando de mí mismo, dudando de mi derecho a sentirme
decepcionado, molesto. —. Y tu hermano estaba allí contigo. No es
como si estuvieras solo —dijo en voz baja.
—No lo entiendes, ¿verdad? —Susurré abatido, contando las
filas de luces con motivos navideños colgadas de poste de luz en
poste de luz a lo largo de la calle. —Me lo prometiste. —A través de
la ventana lo vi levantando las manos y caminando hacia la mesa de
la esquina con la ordenada pila de libros de derecho a modo de
posavasos.
—¿Le pediste que ocupara tu lugar? ¿Pensaste en mí lo
suficiente como para tomar la decisión consciente de pedirle que
estuviera ahí para mí?
—No. Mi empresa tiene un contrato con Nexcom en este
momento. De manera tenue. No le voy a pedir favores. Y mucho
menos si son personales —dijo, acercándose a colocar el posavasos
debajo de mi vaso vacío, frunciendo el ceño ante el círculo de
condensación que ya empapaba el peldaño de madera. —. Pero
esperaba que lo hiciera —dijo. —. ¿Sería eso tan malo? Al menos
significa que estaba pensando en ti y en lo que te afectaría si no me
presentara. ¿Puedo obtener algo de crédito aquí? —Esperó
expectante. —. Voy a volver a la cama. Mañana tendré que empezar
temprano.
118

—No. No es tan malo. —Tuve que encontrarme con él a mitad


de camino.
Página

—Estoy cerca, Jasper —dijo, agarrando el salvavidas que


acababa de lanzarle. —. Con suerte, en la próxima semana o dos
habré hecho a Nexcom infinitamente más rico y mucho más cerca de
lograr sus objetivos. La vida puede volver a la normalidad entre
nosotros. O lo más cercano a lo normal que puede ser una vida de
pareja recién creada.
—¿Entonces realmente va a suceder?
—Mm-hm. Ellos lo prometieron. Todo lo que tengo que hacer
es cumplir con esto. Luego firmaremos algo más vinculante con
Nexcom y el agradecimiento será para mí. —Él sonrió adormilado.
—Eso es genial, Daniel. Estoy feliz por ti. —Lo abracé. El deseo
de Daniel de ser socio había sido la única constante desde el día que
lo conocí. Podría haber dejado Parker & Mitchell, aunque eran muy
prestigiosos. Daniel tenía los recursos para empezar algo por su
cuenta si así lo deseaba, pero por alguna razón necesitaba esta
validación. Necesitaba su validación. Tenía algo que demostrar.
Puede que no me hubiera entusiasmado este nuevo acuerdo
laboral, pero siempre había apoyado sus objetivos, al contrario de lo
que él hacía parecer.
—Deberíamos celebrar ahora.
—¿Cuánto has bebido? Son las dos de la mañana, Jasper —dijo
divertido.
—Bueno, ahora no. Sólo quiero decir que es algo seguro. Creo
en ti. No necesitamos esperar a que se seque la tinta en la línea de
puntos para celebrar. —Mi estado de ánimo se volvió contagioso y la
emoción se dibujó en su rostro.
—Bueno, mañana por la tarde tengo un gran descanso.
Podríamos almorzar en Rinaldo's.
—Mañana... —Me detuve, trabajando en mi propio horario de
trabajo. —. Mañana tendré argumentos finales sobre el caso de la
Junta de Educación. Deberías venir, sentarte en la galería y mirar
119

con algunos de mis alumnos. Nunca me has visto en acción. Podemos


almorzar inmediatamente después. Mi sonrisa coincidió con la suya
Página

ahora. Estábamos bien. Estamos bien.


De repente su sonrisa se secó, causando que me doliera todo
dentro de mí.
—Veremos cómo van las cosas mañana. Nunca se sabe lo que
podría surgir en el último minuto. No quiero romper más promesas.
—Sonaba bastante razonable, pero su entusiasmo había
desaparecido, dejando atrás esa incómoda incomodidad.
—Sí, seguro. Bueno. —Asentí.
—Pedí comida. No estaba seguro de si volverías a casa, así que
la guardé.
—Gracias. Aunque no tengo hambre. Subiré en un minuto.
Bostezó y desapareció por la puerta. Volví a llenar mi vaso,
moviendo rebeldemente el posavasos y observándolo rebotar en los
peldaños de la escalera hasta caer al suelo. En cierto modo sentí
empatía con eso.
Reanudé el trabajo sin sentido de contar las luces otra vez, de
decirme a mí mismo que todo estaría bien, otra vez. De pensar en
Cole. De nuevo.

Se realizaron los alegatos finales y se suspendió la sesión para


deliberar. Sofía y yo les aseguramos a Tyson y a su abuela que
las cosas no podrían haber ido mejor.
Nos sentamos acurrucados en la mesa de la defensa mientras
la sala se vaciaba. Miré detrás de mí para confirmar que Lorenzo y la
señora Baker todavía estaban sentados en la galería, y para ver si
Daniel había venido. No esperaba ver a Cole sentado ahí dándome el
120

visto bueno. Le ofrecí una sonrisa a medias antes de devolver mi


atención a mis clientes.
Página

—Muchas gracias por todo lo que ha hecho, Sr. Des Moines. Y


para usted también, señora Rivera —dijo la señora Wallace.
—No hay necesidad de agradecernos —le aseguró Sofía. —.
Tyson tenía todo el derecho de asistir a esa escuela, y cuando
terminemos aquí, podrás permitirte enviarlo a cualquier parte. Sus
hermanos también pueden.
—Dile gracias a la gente amable —le dijo la señora Wallace a
Tyson, que estaba sentado tímidamente a su lado.
—Gracias —dijo modestamente.
Me disculpé y dejé que Sofía respondiera las preguntas
restantes. Levanté un dedo hacia la señora Baker y Lorenzo,
pidiéndoles un minuto mientras cruzaba la corta puerta batiente y
caminaba hacia el fondo de la galería.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Le dije a Cole, mi tono ligero.
—. ¿Necesito presentar una orden de restricción?
Se puso de pie, abotonándose la chaqueta y revisando la
habitación a nuestro alrededor antes de bajar la voz.
—Tengo todos los detalles jugosos de tu agenda, ¿recuerdas?
Y sólo si esa orden significa que puedo restringirte. —Me guiñó un
ojo en broma. —. Estuviste brillante allí —exclamó.
—Shhh. Estamos en el tribunal. —Me reí en voz baja, aliviado
por la ausencia de tensión después de cómo habíamos dejado las
cosas anoche.
—El tribunal ya no está en sesión. El propio juez lo dijo —
señaló adorablemente, lo cual fue una hazaña poco común para Cole.
En el espectro de lo adorable y lo peligrosamente guapo, el péndulo
tendía a oscilar hacia el peligro.
Lorenzo y la señora Baker se acercaron por detrás,
agradeciéndome la invitación y felicitándome por el trabajo bien
hecho. Nos despedimos y se fueron mientras yo volvía a
concentrarme en Cole.
121

—Dios, fuiste hecho para esto, Jas. Tenías al jurado comiendo


de la palma de tus manos. Y me gusta tu cabello —dijo al azar. Lo
Página

llevaba bien peinado y atado hacia atrás cuando estaba en el


tribunal. Ayudó que me tomaran en serio. —. Dime, ¿puedo llevarte
a almorzar?
—Almuerzo... Um —revisé mi teléfono. No había mensajes de
texto ni llamadas perdidas de Daniel. Miré a Sofia, que ahora
caminaba hacia nosotros con Tyson y la señora Wallace. Me despedí
de ellos y luego quedamos solo nosotros tres.
—¿Escuché almuerzo? —Soltó Sofía antes de abrazar a Cole.
—. Por favor, dime que escuché la palabra almuerzo. Y sí, seré la
tercera rueda. Mi estómago está devorando mi columna vertebral en
este momento.
Hasta donde Sofía sabía, Cole y yo éramos simplemente
hermanastros separados. Todavía no había llegado a explicarle todo
y rogarle perdón.
—Escuchaste bien —dijo Cole. —. Yo invito.
—No entiendo por qué este idiota te ha estado escondiendo —
dijo inexpresivamente. Cole soltó una carcajada y le abrió la puerta.
Terminamos en la tienda de delicatessen de enfrente porque a
Sofía le faltaba tiempo. Usó sus agudas habilidades en la sala del
tribunal para obtener todos los detalles familiares de Cole. ¿Cuántos
años teníamos cuando nuestros padres se casaron? ¿Cuánto tiempo
le tomó a él simpatizar conmigo? Cómo era yo de niño y luego de
adolescente. Qué clase de hijo era yo, qué clase de padre era
Franklin... Me senté a jugar con mi comida mientras Cole mantenía la
calma bajo su presión. Había dicho la verdad, dotado de suficiente
cariño e información personal para satisfacer el apetito de mi mejor
amigo, sin ir allí.
—¿Por qué tu papá nunca lo adoptó? —le preguntó a Cole. —
¿Y por qué tu mamá no lo adoptó? —ella me preguntó a
continuación. —. Parece lo lógico. Técnicamente seguirían siendo
hermanos si lo hubieran hecho.
122

—El tema surgió una vez, pero Cole no estaba listo —dije, sin
entrar en detalles sobre la rabieta que Cole había hecho cuando
Página

pensó que Franklin y mi mamá querían borrar por completo a su


madre biológica. Tampoco mencioné la segunda vez que surgió el
tema. Para entonces éramos adolescentes y amantes, y ninguno de
los dos estaba entusiasmado por agregar otro obstáculo en nuestro
camino. Les dijimos que no necesitábamos un papel para saber que
eran nuestros padres, pero que les avisaríamos si eso alguna vez
cambiábamos de opinión. Ellos no retrocedieron.
—Bueno, una cosa es segura. En todos los años que lo conozco,
nunca lo he visto tan contento como cuando estás cerca. Me encanta
verlo feliz —dijo, con los ojos empañados.
—Fia —susurré, colocando su cabello detrás de su oreja. —.
Eres un malvavisco. —Esa fue nuestra broma interna. Era dura
como un clavo, pero muy sentimental y podía llorar en un abrir y
cerrar de ojos.
—Ahora cuéntame más —dijo, y Cole se lanzó a contar la
historia sobre su compañero de estudio Dylan y la ventana rota de
su dormitorio. Lo tejió para que yo pareciera el dulce hermano
menor que no quería compartir a su hermano, algo que yo incluso
había creído en ese momento.
No estaba seguro de cómo eso llevó a que él hablara de mi
madre y lo que ella había significado para él, pero Sofía tenía una
manera de desarmar a quienquiera que entrara en contacto. Por un
momento, me olvidé de su existencia, extendiendo la mano para
hundir mis dedos en su cabello y juntar nuestras frentes. Lo único
que podía pensar era en consolarlo, en hacer que su tristeza
desapareciera. Ambos parecíamos recordar su presencia al mismo
tiempo. Nos separamos, aclarándonos la garganta.
Hicimos los movimientos necesarios para terminar nuestra
comida, pero no pude saborear nada. Toda mi energía se destinó a
resistir el impulso de mirar a Sofía, cuya mirada no se había movido
del lado derecho de mi cara. El teléfono de Cole sonó cuando el
123

camarero se acercó y preguntó si necesitábamos algo más.


—Sólo la cuenta —dijo, respondiendo la llamada y
Página

excusándose de la mesa.
—Bueno —comenzó, mirándome fijamente —, creo que ya es
hora de una noche de amigos, ¿no crees? Hagamos que eso suceda
muy pronto.
—Sí —suspiré.
—Bueno. Voy a llegar tarde a mi reunión si no salgo de aquí
ahora. —Se puso su abrigo acolchado hasta los tobillos, se envolvió
la bufanda alrededor del cuello y se puso los guantes.
—¿Tienes suficiente calor? —Pregunté.
—Búrlate de mí ahora —dijo —, pero se acerca un frío intenso
e incluso predicen nieve.
—Estoy bastante seguro de que dijeron que posiblemente
veríamos ráfagas. —Todavía era demasiado temprano para que
nevara. Por otra parte, el verano había parecido breve y, hasta el
momento, el otoño había sido más frío de lo habitual.
—Bueno, les pedí a los chicos que les pusieran sal a los
escalones por si acaso. Estos meteorólogos son todos unos
charlatanes. —Con la cremallera y los botones abrochados, me miró
con preocupación. —. Te amo. —Ella me pellizcó y luego me dio
unas palmaditas en las mejillas antes de correr hacia la puerta de la
tienda de delicatessen, despidiéndose de Cole mientras se alejaba.
—¿Cuántos problemas tienes con ella? —preguntó, retomando
su asiento.
—Depende.
—¿De qué?
—De nuestro próximo movimiento —dije con gravedad. Sofía
no cabalgó ni murió a ciegas por nadie. Ella era una amiga del tipo
“lo correcto es lo correcto y lo incorrecto es incorrecto, pero de
todos modos te amo”. Ella no me mentiría ni me cubriría de ninguna
manera, pero era su respeto lo que más temía perder.
124
Página
Daniel acabó marchándose a otro viaje de negocios
improvisado. Yo había ganado mi caso, lo que me permitió
estar liberado, y Cole cambió las cosas en su agenda para que
pudiéramos disfrutar de tiempo de calidad juntos. Éramos
inseparables. Y lo éramos no en el sentido tópico de que lo
hiciéramos todo juntos durante esos cuatro días, sino más bien
como si fuéramos hermanos siameses. Nos abrazábamos
incluso cuando el momento no lo requería, como cuando
abandoné su mesa para ir al baño y acabé en sus brazos.
—Lo siento. Simplemente te extraño —había dicho.
O durante nuestra ridícula pelea de bolas de nieve en su
enorme balcón; porque Sofía tenía razón, las temperaturas bajaron
drásticamente y cayeron unos cuantos centímetros de nieve. No nos
soltábamos las manos para poder correr a cubrirnos, así que
terminamos golpeándonos bolas de nieve deformes con una mano
en la cara desde un brazo de distancia.
“Suéltame, idiota”, me reí, lanzando zarcillos de bolas de nieve
por mis fosas nasales.
—Suéltame tú primero —exigió, tosiendo cuando lo atrapé
justo en la boca.
Nos comportamos como niños de tres años, pero no
cruzábamos la línea. Y eso es lo que importaba, ¿no? Me lo
preguntaba antes de quedarme dormido sobre su pecho todas las
noches. Éramos hermanos y los hermanos podían actuar de esta
manera. Podría no significar nada si no quisiéramos.
Nunca volvimos a hablar de nuestro beso, ni de una posible
aventura, ni de que yo dejara a Daniel. Simplemente vivimos cada
momento un segundo a la vez, recuperando algo fundamental, algo
125

que nunca quería volver a perder, algo que también me aterrorizaba


volver a obtener.
Página

Gemí en la oscuridad.
—¿Qué sigue sonando? —Pregunté, mis palabras
amortiguadas por el cuello de Cole.
—Ignóralo —susurró. Hacía calor. Estaba sudando, tenía la
garganta seca y no podía recordar dónde nos habíamos quedado
dormidos o dónde me había quedado dormido yo porque Cole
sonaba completamente despierto. El timbre volvió a sonar y esta vez
lo reconocí como mi teléfono.
—¿Qué hora es? —Pregunté, girando la cabeza y parpadeando,
tratando de adaptarme a la oscuridad de la habitación. Estábamos
en el sofá, Cole boca arriba, una pierna sobre el respaldo del sofá y
yo tumbado sobre su pecho. Recordé vagamente los tragos de
ginebra otra vez.
—Son las cuatro de la mañana. —Me acarició el pelo. ¿Quién
me estaría llamando a esa hora? Daniel. —Ignóralo —dijo de nuevo
cuando intenté alejarme de él.
—Podría ser importante, Cole. —La verdadera preocupación
se hizo cargo.
—¿Y si te dijera que no lo es? —dijo, y entre el timbre del
teléfono, la confusión mental por el alcohol, la desorientación por la
oscuridad y su tono siniestro, comencé a agitarme.
—¿Qué no me estás diciendo, Cole?
Suspiró, con su propio teléfono en la otra mano.
—Daniel y el equipo hicieron el trato. Los contratos están
firmados. Estoy seguro de que no se detuvo a considerar la
diferencia horaria antes de llamarte. Estará en casa mañana. Él sabe
que estás a salvo y conmigo, así que ignóralo.
—Está bien. —No sabía qué diferencia hacía esto para
nosotros en el gran esquema de las cosas, pero el comportamiento
de Cole hacía que pareciera que esta sería nuestra última noche
126

juntos. Me quitó la camisa húmeda y luego volvió a presionar mi


cara contra el nudo en su garganta.
Página

—Duerme —dijo, rodándonos hacia los costados y encerrando


sus piernas a mi alrededor.
El humor de Cole no mejoró al amanecer y su barba
necesitaba un buen afeitado. Terminé de empaquetar las pocas
cosas que tenía por ahí y me abroché una de las camisas de
Cole, ya que las mías estaban sucias.
—Déjalo todo aquí —dijo Cole, entrando en el armario. —. Lo
llevaré a la tintorería.
—Está bien…
—Déjalo —dijo bruscamente, tomando la bolsa de viaje de la
isla y colocándola en un rincón. Nos miramos desde extremos
opuestos del armario hasta que ninguno de los dos pudo soportarlo
más y tomó la decisión silenciosa de acercarse. —. Lo siento —dijo,
abrazándome. —. Sólo necesito saber que volverás.
—¿Estás listo para decirme por qué es malo que Daniel haga
este trato para ti? Pensé que eso era lo que querías.
—Lo es —dijo, llevándome de la mano a la cocina donde
esperaba el café. Me senté en un taburete de la barra y él tomó el
que estaba a mi lado, girándose para que quedáramos uno frente al
otro, nuestras piernas tocándose. Resoplé impaciente sobre mi café
antes de tomar un sorbo.
—Maldita sea, eso es bueno —dije.
—Mucha crema —dijo de una manera que hizo que todo mi
cuerpo se estremeciera.
—Sí. Nunca existe demasiada crema —dije antes de pensar.
Era lo que solíamos decirnos en broma mientras tomábamos un café
hace años. Luego se suponía que debía decir: "¿Es eso un desafío?"
127

Pero no lo hizo, porque ya no éramos esos jóvenes universitarios y


Página

porque el privilegio ya no era suyo.


—Daniel y yo usamos condones —espeté, porque no podía
soportar la soledad que flotaba en él, o los obvios celos que estaba
tratando de ocultar. Los hermanos y los amigos hablaban de este
tipo de cosas, me dije. "Es normal".
—¿Por qué no me sorprende? —dijo, en cierto modo aliviado.
Ambos habíamos llegado a la mitad de nuestro café cuando volvió a
hablar. —. No debería decirte esto. Daniel quería que fuera una
sorpresa...
—Dímelo de todos modos. Preferiría no sorprenderme antes
que verte así, Cole.
—Daniel quiere llevarte lejos por unos días. Parecía que
quería que su matrimonio volviera a orientarse.
—Oh. Quiero decir, eso es algo bueno, ¿verdad?
—Sí —se rio entre dientes, bajándose de su taburete y
saliendo de la cocina. —. Es lo mejor, hermanito.
128
Página
Cole

LELAND EXTENDIÓ el brazo para evitar que el ascensor se cerrara.


—¿Vienes conmigo o no? —preguntó con la frente arrugada por la
preocupación.
—Ah, sí —dije, bajándome en nuestro piso, asintiendo con la cabeza
a la recepcionista antes de girar a la izquierda. Nos acercábamos a la
puerta abierta de la oficina de Daniel y me sorprendió encontrarlo
trabajando diligentemente. No sólo esperaba que todavía estuviera
de vacaciones, sino que había cumplido con éxito su promesa y ya no
estaba encadenado a nuestras oficinas. Su nombre se agregaría a la
placa dorada en la sede de Parker & Mitchell, y nos enviarían un
grupo de reemplazos acreditados ahora que estaríamos avanzando a
todo vapor con su empresa.
Daniel tendría la opción de permanecer como nuestro
representante legal principal, si así lo deseara. Se había ganado el
derecho a decidir.
Probablemente estaba aquí atando cabos sueltos. Fuera lo que
fuese lo tenía tan absorto que no había notado nuestro avance. Ni
siquiera con Leland ladrando desagradablemente a mi lado.
—Eso es todo —dijo Leland, harto de mi mal humor. —.
Saldremos esta noche. He oído que el Club Bale ofrece lo mejor que
hay en la ciudad.
No me molesté en preguntar qué era lo mejor de qué. Poco me
129

importaba estos días.


Al cruzar las puertas de mi oficina, desenrollé mi bufanda y la
Página

colgué junto con mi abrigo en el perchero mientras Leland hacía lo


mismo.
—¿Por qué no está bronceado? —Indagué.
—¿Qué? —Leland me miró como si me hubiera crecido una
cabeza más. Me había acostumbrado a la expresión en los últimos
días. Desde que Jasper se fue a su escapada tropical con Daniel.
—Daniel —dije, sin paciencia. —. Pasó el fin de semana en la
playa, debería estar bronceado, o preferiblemente quemado hasta
convertirlo en cenizas.
—No sé. —Leland se encogió de hombros y se dirigió al sofá
de dos plazas del salón de mi oficina, sacó su computadora portátil
de su bolso y la colocó en la mesa corta frente a él. —. ¿Te importa si
trabajo desde aquí hoy? —preguntó. En otras palabras, ¿me
importaba que me vigilara?
Su repentino comportamiento indiferente sobre el asunto de
Daniel no me engañó. A Leland le encantaban las grandes teorías de
la conspiración y chismorrear era su principal pasatiempo, sólo
superado por follar. En cualquier otro momento aprovecharía la
oportunidad de jugar al detective.
—Si tuvieras que adivinar —dije, sentándome frente a él y
cerrando de golpe su computadora portátil para llamar su atención
—, ¿por qué crees que no está bronceado? ¿Quizás las cosas no
salieron tan bien en su viaje? ¿Quizás nunca lo lograron? ¿Quizás
Daniel pasó todo el viaje encerrado en su suite trabajando?
—O —intervino Leland, haciéndome saber que, después de
todo, no había estado hablando dentro de mi cabeza —, tal vez pasó
todo el viaje encerrado en su suite follándose a su marido.
Me puse de pie de golpe, y si mis pasos hubieran dejado un
rastro hasta mi escritorio, lo habrían hecho. Mi silla crujió cuando
caí sobre ella. Abrí mis notas para una próxima reunión sin decir
130

una palabra más.


—No me gusta lo que te está haciendo —susurró Leland.
Página

—Él no me está haciendo nada. Sabía el trato antes de llegar


aquí. Yo soy el que tiene el problema. —No quería que no le
agradara Jasper. Ambos eran importantes para mí y no necesitaba
que Leland trabajara en nuestra contra.
—Quieres una aventura con él. —Levantó una palma para
detener mi argumento. —. Sí, sé que quieres más, pero no lo vas a
conseguir, así que aceptarás cualquier cosa. Incluso una aventura
que sabes que no puedes manejar.
—Solo quiero que sea feliz.
—Es hora de que dejes de mentirte a ti mismo —dijo Leland.
—. Quieres que él te elija, pero por alguna razón no lo hará, al menos
no todavía. Sé lo que se siente querer algo por encima de nada, Cole,
pero, ¿has considerado lo que te hará verlo dejar tu cama para
regresar a casa con su marido?
Ya lo estoy viviendo.
—Saldremos esta noche. Fin de la discusión —dijo, reabriendo
su computadora portátil.
—Algo se siente mal —dije.
—Echar un polvo arreglará eso de inmediato.
—Lo digo en serio, Leland —dije exasperado.
—Está todo en tu cabeza, Cole. También está impulsado por el
ego. Quieres lo que no puedes tener, así que algo debe andar mal con
todos los demás.
—¿Tu turbio tío todavía hace trabajo de investigación
privada? —Pregunté, sin permitir que su acertada evaluación me
disuadiera.
—¿Mi tío Noone? Sí, ese cabrón también me debe dinero. ¿Por
qué?
—Tengo un trabajo para él.
—Entonces, ¿vas a hacer que investiguen al marido de tu
hermanastro?
131

—Técnicamente ya no es mi hermanastro.
—¿Esa es la parte que eliges abordar? —preguntó. —. Jasper
Página

puede parecer dócil, pero recuerdo la mirada asesina que me lanzó


cuando salí de tu baño de visitas. Es un gato de la jungla con garras
afiladas. ¿Crees que simplemente te mostrará su barriga y te dará las
gracias por invadir la privacidad de su estúpido marido? No se
arrodillará y te agradecerá por descubrir los secretos de Daniel. Él
verá esto como si intentaras controlar sus decisiones.
—Solo hazlo, Leland. Descubriré cómo manejar cualquier
respuesta que encontremos.
Soltó un suspiro exagerado y su largo flequillo rubio se fue
volando con él.
—¿Y si no encontramos nada?
—Entonces me ocuparé de eso también. —Agarré un
bolígrafo, me puse a trabajar y terminé efectivamente la
conversación.

En nombre de Nexcom Global, Leland aceptó la invitación de Parker


& Mitchell para asistir a la improvisada celebración en la oficina en
honor de la nueva asociación de Daniel con la empresa. La semana
siguiente estaba prevista una celebración más lujosa, pero estaban
impacientes por hacer el anuncio oficial.
—Se mueven rápido —dijo Leland mientras salíamos a su
piso. Parker, Mitchell y Ward Esq leyeron la placa grabada en oro en la
pared de su área de recepción. —. No tenemos que quedarnos
durante todo el asunto, ¿verdad?
—No —respondí, sin ganas de pasar tiempo cerca de Jasper y
Daniel. No pude evitar sentir que no había tenido noticias de Jasper
porque había decidido que yo era malo para la salud de su
132

matrimonio. Quizás nuestro tiempo separados y el tiempo que


Página

pasaron juntos de vacaciones habían ayudado a Jasper a alinear sus


prioridades. Y tal vez yo no era una de ellas.
—Bien —dijo Leland, mirando su reloj. —. Hay mucho tiempo
para charlar aquí, luego dirígete a tu casa para un cambio rápido
antes de correr hacia Bale.
Casi me había olvidado de sus planes de verme libertino antes
de que terminara la noche. No me molesté en mencionar que todo su
arduo trabajo probablemente sería en vano.
—Necesito un trago fuerte. —Enderecé la columna,
preparándome para las tortuosas horas que se avecinaban.
Leland permaneció como una figura a mi lado, interviniendo
en medio de la conversación cada vez que mi atención se desviaba
hacia la búsqueda de Jasper, o alejando ingeniosamente las
discusiones de algo demasiado personal cuando parecía que carecía
de capacidad intelectual para hacerlo, porque los de afuera no
sabían de mi conexión. a Jasper Des Moines.
—Disculpa —dije, separándome del grupo. Después de robar
una copa de champán de uno de los camareros contratados para la
noche, me abrí camino a través de las filas de cubículos cubiertos
con oropel y guirnaldas doradas y encontré un lugar tranquilo cerca
de una de las ventanas que daban al centro de la ciudad.
La nieve se había derretido de las ramas de los árboles,
dejándolas desnudas, y las aceras y las calles estaban cubiertas de
un sucio lodo. Y si las siniestras nubes que se apretaban en puños
grises eran una indicación, vendría lluvia o, con un poco de suerte,
más nieve.
Mi corazón comenzó a dibujar la imagen perfecta de mí
persiguiendo a Jasper desde el frío después de otra pelea de bolas de
nieve en mi balcón, y arrancándole la ropa frente al fuego furioso
mientras él jadeaba, indefenso ante mí. Luego lo tendría en mi cama,
porque no pasaba desapercibida su preferencia por quedarse
133

dormido en mi sofá. Y aunque no podía discutir su comodidad,


también sabía que para él era más seguro que el dormitorio; podía
Página

decirse a sí mismo que lo que estábamos haciendo no estaba mal


siempre y cuando no lo hiciéramos entre mis sábanas.
Nada de eso importó mientras contaba las horas, minutos y
segundos exactos desde la última vez que supe de él. Un
recordatorio de lo improbable que las fantasías de mi corazón se
hicieran realidad.
De repente me arrepentí de haberlo rechazado. Lamentó
haber dicho que necesitaba estar seguro antes de cruzar la línea.
¿Cuándo lo había necesitado alguna vez para estar seguro? ¿Y
cuándo alguna vez había querido serlo?
—Contrólate, Cole —murmuré para mis adentros. —. Ni
siquiera te está hablando. —Llamé a un camarero y esta vez le quité
dos flautas de las manos. —. ¿Algo más fuerte por aquí? —Curioseé.
Sacudió la cabeza a modo de disculpa antes de alejarse.
Una conmoción vino desde el frente. Voces alzadas y aplausos
chocando entre sí en un tumulto de alegría y emoción. Había llegado
el invitado de honor.
Mis manos se calentaron y picaron alrededor de las copas, y
bebí el champán antes de dejar las copas en el alféizar de la ventana.
No podía verlos desde mi punto de vista, encogido y lamiendo mis
heridas hasta perderlos de vista, pero estaba extremadamente
consciente de él. Su aura, su alma, el aire que respiraba… Todo
actuaba como estímulo para mis sentidos.
Las cosas tendían a volverse tensas entre nosotros cada vez
que él pasaba una cantidad significativa de tiempo con su marido.
Odiaba cuando tenía que dejarme, aunque fuera por una noche,
porque significaba que tendría que luchar para escalar sus muros
nuevamente. ¿Había cambiado Daniel de la noche a la mañana?
¿Había convencido a Jasper de que podía? ¿Al menos podría
conservarlo como una especie de hermano o amigo? Como dije que
quería en primer lugar.
134

Me enfrenté a la ciudad, que se había vuelto oscura para mí. El


tono de su desolación coincidía con mi carácter, y cerré los ojos,
Página

esforzándome para poder hacer mi trabajo, seguir siendo


profesional y felicitar a Daniel por todo lo que había logrado. Todo lo
que había ganado.
—Hola —vino una voz turbia y sin aliento desde atrás,
resucitándome, reavivando el corazón que recién ahora noté que no
había estado latiendo. No precisamente. —. ¿Qué estás haciendo
aquí atrás? —Jasper preguntó suavemente. Sabía que, si abría los
ojos y me volvía hacia él, me encontraría con un hermoso sonrojo en
sus mejillas y ojos tan penetrantes y agudos que podrían atravesar
el acero.
—Eres una contradicción tan hermosa —susurré.
—¿Qué? —Apoyó una mano en mi brazo, animándome a dar la
vuelta.
—Nada —dije, respirando profundamente, preparándome
para encontrar mi destino. Llevaba el pelo liso, con raya en el centro
y recogido detrás de las orejas. Aunque se veía delicioso con traje, lo
prefería con sudaderas o jeans raídos. —. Te ves guapo. —No pude
evitarlo. Nunca podía cuando se trataba de él.
—Gracias. —Sus ojos me recorrieron de pies a cabeza, los
pelos de mi cuerpo erizados. —. Tú también. —Jasper me amaba
vestido de negro.
—¿Por qué no he tenido noticias tuyas? Entiendo que estabas
de vacaciones, pero hoy vi a Daniel en la oficina. Pensé que sabría
algo de ti. Un mensaje de texto diciendo que habías regresado bien.
Cualquier cosa. —Soné necesitado, pero si el zapato me queda...
—En realidad, no terminamos yendo a ninguna parte —dijo.
También había notado su falta de bronceado, pero Jasper tendía a
enrojecerse bajo el sol y hacía todo lo que estaba en su poder para
evitar sus efectos. Esperaba que se hubiera sentado bajo el paraguas
más grande, luciendo el sombrero para el sol más grande y
untándose grandes cantidades de bloqueador solar. Esperaba que
135

no fuera porque habían pasado todo el fin de semana encerrados en


su suite como había sugerido Leland. —. Nuestros vuelos fueron
Página

cancelados. Una tormenta tropical azotó la isla. Decidimos que fuera


una estancia de vacaciones.
Tragué audiblemente, porque unas vacaciones en casa eran
tan malas como la pesadilla que Leland había implantado en mi
cabeza.
—Daniel terminó trabajando en la mayor parte —susurró,
como si sintiera mi angustia. —. Para ser justos, ambos lo hicimos.
—Bien —dije, mi filtro no funcionaba correctamente. Todavía
no explicaba por qué no había tenido noticias suyas. Estábamos
demasiado lejos el uno del otro, a pesar de que su aliento avivaba
mis labios, a pesar de que podía contar las tres pecas casi traslúcidas
en su perfecta nariz.
—¡Bueno, ahí están ustedes dos! —La voz áspera y pomposa
de Daniel se abrió paso a través de nuestra esfera.
—Daniel —dije rotundamente, queriendo extender la mano y
mantener a Jasper en su lugar cuando se alejó de mí. —. No pude
agradecerte adecuadamente. Gracias a su arduo trabajo, Nexcom
Global es ahora el orgulloso propietario mayoritario de Medtech
International. Ahora tenemos acceso a los mejores científicos y a
uno de los laboratorios más grandes del continente. Felicitaciones
por hacerte socio. He oído que ha sido un sueño tuyo desde hace
mucho tiempo.
—Así ha sido —dijo con resentimiento desenmascarado en su
tono antes de animarse nuevamente. —Pero gracias. Y espero con
ansias que nuestra relación de trabajo continúe.
—Los dejaré a ustedes dos para que hablen de negocios —dijo
Jasper, dirigiéndose a reunirse nuevamente con la fiesta. Mi mirada
siguió su retirada, más allá de mi control, y me volví para encontrar
a Daniel mirándome con curiosidad. Le ofrecí una sonrisa rígida.
—Hemos reunido una lista de nuestros mejores abogados
para Nexcom, pero yo tomaré la iniciativa, si a ti te parece bien. Y
136

preferiría que mi base estuviera aquí —dijo con toda la confianza de


un hombre que sentía que ahora éramos iguales. Pero todavía me
Página

necesitaba. Los hombres como él siempre lo harían, porque Daniel


era tan bueno como la compañía que tenía. No destacó por sí solo,
por mucho que lo intentara.
Me acerqué y nunca había estado más agradecido por mi
amplitud y altura como lo hice cuando lo obligó a estirar el cuello
para mirarme a los ojos.
—Entregue las carpetas de sus veinte mejores a mi asistente
por la mañana. Revisaré y haré mis propias selecciones. Y preferiría
que se mudara a mi cuartel general. Al menos a tiempo parcial. Me
gustaría tenerte cerca —dije, haciéndole saber quién tenía el
verdadero poder.
—Claro, Cole —dijo, bastante amigablemente, incluso si lo dijo
con los dientes apretados. —. Haré que preparen a mi asistente...
—Necesito que estés atento a esto, Daniel. Necesito lo mejor
de ti. Necesito más de un par de clics en el teclado y una copia
impresa. Necesito hombres y mujeres que posean algo que no pueda
desglosarse en una columna de victorias y derrotas.
—Te… tendré una lista para ti por la mañana.
—Excelente. —Eso debería mantenerlo ocupado esta noche.
—. Otra cosa. Sé que las líneas entre nosotros pueden volverse
borrosas fácilmente si yo soy el cliente más valioso de su empresa y
también soy familia. Preferiría que se dirigiera a mí como Sr. Kincaid
cuando estuviera en un lugar de trabajo —dije antes de alejarme.
Pasé el resto de la noche fingiendo que no me di cuenta de la
forma en que la mirada de Jasper me acechaba. Fingir que no lo
sabía era por sus celos irracionales cuando se trataba de Leland.
Este último se aseguró de inclinarse hacia mi oído para susurrar
cosas sin sentido cada vez que Jasper giraba hacia nosotros, o me
guiaba en la dirección opuesta con una mano en la parte baja de mi
espalda cada vez que veía a Jasper avanzando hacia mí. Leland se
puso muy espeso cuando desde la comisura de mi boca le ordené
137

que se detuviera, y se rio oscura y seductoramente como si le


hubiera dicho algo muy inapropiado. Eso llamó la atención de todos,
Página

incluyendo a Jasper, que nos miró con la cara sonrojada.


—No necesito que nadie piense que me estoy follando a mi
asistente, Leland —dije mientras íbamos en busca del baño de
hombres.
—Nadie nos está prestando atención. Bueno, alguien lo hace,
pero ese es el punto.
—No te pedí que lo atormentaras. Ya basta —dije mientras
entramos al baño para un solo ocupante.
—Dios mío —dijo, percibiendo nuestra falta de privacidad e
ignorando por completo mi orden.
—Espera afuera —le dije, pero él simplemente me hizo caso
omiso y miró hacia la puerta.
Unos minutos más tarde salimos juntos y nos encontramos
cara a cara con Jasper, que parecía todo menos complacido.
—No me di cuenta de que sólo había un puesto —dije.
—Pero es así —dijo Jasper con los labios apretados —, porque
lo vi entrar allí hace menos de media hora.
—Ups —dijo Leland inocentemente.
El sonido del metal chocando contra el vidrio hizo que
nuestras cabezas se volvieran, distrayéndome de golpear a Leland.
Robert Mitchell estaba en lo alto de un podio improvisado, con una
bebida en la mano, llamando al orden a la sala. Llegó la hora del
brindis y Jasper salió corriendo para estar al lado de su marido.
—Tendrás polvo en lugar de dientes si sigues rechinándolos
así —dijo Leland, cubriendo su sonrisa con el vaso de champán que
le acababan de entregar. Rechacé la oferta del camarero de tomar
otra bebida y apreté la mandíbula, lastimándome los dientes. —. ¿Y
crees que puedes manejar una aventura?

—¿Alguna vez se te ha ocurrido que tal vez si tuviera algo, no


estaría tan irritable? —Susurré enojado.
138

—Nunca —dijo imperturbable. —. Porque tienes algo y


todavía eres un imbécil miserable. ¿Qué pasó con las promesas que
Página

le hiciste, hmm? ¿Esos que él tanto quiere que rompas?


—¿Qué es lo que quieres oírme decir? ¿Que la idea de las
manos de Daniel sobre mi hermanastro me hace querer sacarme
sangre? ¿Que nunca sería capaz de conformarme con una aventura
íntima con Jasper si eso significaba que él iría a casa para ser follado
por él? —Señalé con un dedo mordaz en dirección a Daniel. —. Pero
que lo haría sin dudarlo y pagaría cualquier consecuencia que
cambiara mi vida y penalidades emocionales que surgieran después
porque estoy jodidamente obsesionado con él y fui un tonto al
pensar que esto podría terminar de otra manera —siseé, tan cerca
de él que podía sentir mi aliento rebotar en su piel.
—Oye —musitó Leland disculpándose, agarrando mi mano
mientras pasaba junto a él. —. Lo lamento. Simplemente odio verte
así.
—Entonces deja de contribuir —dije injustamente. Sólo estaba
siendo honesto, pero ya estaba harto de su tipo de honestidad. Me
obligó a verme como realmente era. Por lo que estaba dispuesto a
hacer. Era alejarme o golpear con el puño la pared más cercana.
No necesitaba mirar detrás de mí para saber que la llama que
abrasaba mi cuello provenía de la ardiente mirada de Jasper sobre
mí. Sobre nosotros. Me liberé del agarre de Leland.
—Vuelvo enseguida. Voy a tomar un poco de aire. —Salí por
la puerta de la escalera del área de recepción, necesitaba liberar algo
de mi frustración, y pensé que un descenso de treinta pisos sería
suficiente. Mitchell había llegado al remate de su broma y una risa
estridente me persiguió hasta que la puerta se cerró detrás de mí. La
escabrosa carcajada de Daniel se escuchó en la mezcla.
El aire viciado me recibió en el costado del edificio donde las
oficinas de abogados compartían un callejón con una pizzería, cuyo
contenedor de basura rebosaba y rezumaba una sustancia líquida
desde debajo.
139

Un mensajero en bicicleta casi me arrasa cuando despejé la


esquina para pararme en la calle más transitada de Broadway,
Página

frente al edificio de oficinas, pero aún a un lado. A sólo unos metros


de distancia, un hombre mayor frenó a su perro, más cerca del
edificio que de la acera.
—Oh, hola, señor Kincaid —sonó una voz de mujer minutos
después. Estiré la cabeza hacia un lado para ver a la asistente de
Daniel acercándose, la puerta giratoria del vestíbulo todavía giraba a
su paso.
—Excrementos de perro por todas partes, mensajeros en
bicicleta se han vuelto deshonestos y desobedecen las leyes de
tránsito —me quejé. —. ¿No se supone que deben andar en bicicleta
por la calle? —Levanté el cuello de mi chaqueta para combatir el
viento. Me escapé sin mi abrigo.
—Los neoyorquinos establecen sus propias reglas —dijo
nerviosamente, y mi presencia probablemente la desconcertó.
Obviamente había bajado a fumar, basándose en la lata dorada y el
encendedor a juego que tenía en la mano, y tuvo la mala suerte de
toparse conmigo, un Cole Kincaid de mal humor.
—Puedo caminar más abajo —dijo, indicando la esquina más
alejada de nosotros y la puerta por la que había entrado.
—Está bien —respondí. —. De todos modos, el viento sopla
hacia el oeste.
Colocó su mano, cuidada a la francesa, alrededor del borde del
cigarrillo alto y delgado, dándole la espalda a la fuerte brisa para
encender una brasa. Dio una profunda calada y exhaló como si
hubiera sido un día demasiado largo. Habría estado bien con el
silencio, pero resultó que ella era del tipo que llena la incomodidad
con palabras.
—Realmente debería dejar de fumar —dijo. —¿Cuál es tu
excusa para enfrentar el frío intenso sin abrigo? —Su moño rojo
estaba alto y apretado en el centro de su cabeza, haciendo que su
expresión adquiriera una leve sorpresa.
140

—Sólo necesitaba un poco de aire fresco —dije, olfateando y


luego agregué —, aunque no estoy seguro de que la ciudad de Nueva
Página

York sea el lugar al que ir para eso.


Su teléfono sonó desde dentro de su bolso y equilibrar su
cigarrillo mientras buscaba en el considerable bolso resultó ser
demasiado difícil, por lo que gimió, arrojando el humo recién
encendido, casi prendiendo fuego a un transeúnte.
—¿Tres mensajes de voz? —dijo, hablando sola ahora. —. Solo
lo escuché sonar una vez. El servicio aquí es pésimo. —Se acercó el
teléfono a la oreja y escuchó los mensajes. —. Maldita sea —
refunfuñó, levantando sus contactos y tocando la pantalla. Al otro
lado de la línea sonó un teléfono con fuerza. Cantó, mirando hacia la
fachada de piedra del edificio como si se preguntara si podría
escalarlo o lanzar un mensaje al piso treinta.
—¿Está todo bien? —Pregunté.
—Esa era mi madre tratando de comunicarse conmigo. Ella
cree que está sufriendo un derrame cerebral —dijo poniendo los
ojos en blanco, como si la afirmación de su madre no fuera más que
una hipérbole. —. Ella está de camino a la sala de emergencias. —
Para sí misma añadió: —. Quiero decir, ¿quién hace llamadas
telefónicas y conduce ella misma hasta la sala de emergencias si está
sufriendo un derrame cerebral? —Volvió a buscar frenéticamente
en su bolso, equilibrando el teléfono con su hombro. Sacó una
unidad flash, luego maldijo y rápidamente lanzó otra mirada hacia
arriba.
—¿Necesitas algo de allá arriba?
—Estaba llamando a una colega para ver si podía revisar mi
escritorio en busca de esto. —Levantó la unidad flash. —. Esperaba
haberlo dejado allí. El señor Ward tiene que tener esto esta noche. —
Se mordió el labio y confirmó la hora en su teléfono. —. Tal vez
pueda subir corriendo las escaleras para poder llegar al hospital
cuando llegue mi madre.
—No te preocupes —dije. —. Estaba a punto de subir de todos
141

modos. Me aseguraré de que lo reciba.


—Oh, no, ya lo he molestado bastante, Sr. Kincaid.
Página

—De verdad, no me importa.


—Gracias —dijo, ya retrocediendo. —. Revise su oficina. Él se
dirigía hacia allí cuando bajaba. —Se giró y sus talones levantaron
aguanieve mientras aceleraba hacia el estacionamiento al otro lado
de la calle.
Leland estaba demasiado ocupado coqueteando con un
interno masculino para notar mi reaparición, así que pude buscar la
oficina de Daniel sin interrupciones. Recorrí dos pasillos y miré tres
habitaciones vacías antes de toparme con Mitchell y pedirle
direcciones.
—Hazle saber que Parker lo está buscando, ¿quieres? —
expuso.
Acepté y volví sobre mis pasos hasta el otro lado de la oficina,
deteniéndome frente a la habitación con el nombre de Daniel en la
puerta. Se podían escuchar gemidos ahogados provenientes del
interior, y se me ocurrió que no había visto a Jasper durante mi
caminata. La furia me recorrió y entré sin siquiera llamar a la puerta
de advertencia.
—¿Qué diablos están haciendo ustedes dos aquí? —Ladré, y
Daniel, que estaba de espaldas a mí mientras besaba a Jasper, se
estremeció, giró y cubrió a Jasper con su cuerpo.
Por encima de su hombro, pude distinguir el cabello
despeinado de Jasper, sus labios hinchados y sus ojos, que ahora
mostraban alivio. O tal vez eso fue una ilusión.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Daniel respondió sin aliento,
más confuso que enojado. Tenía los medios para al menos fingir algo
parecido a remordimiento.
—Lo siento. Tu asistente tuvo una emergencia familiar. Ella
me pidió que te diera esto. —Le entregué la unidad flash. —. Y
Parker te está buscando urgentemente. Aparentemente, hay un
fuego que necesita apagarse —dije con un toque de frialdad, mi
142

mirada ruin estaba fija en lo que podía ver de Jasper.


Daniel vaciló, girando su cuello para mirar a Jasper quien, por
Página

lo que parecía, estaba trabajando en la hebilla de su cinturón.


—Está bien. —Me hice a un lado para que pudiera salir. —.
Soy su hermano. No hay nada que no haya visto antes, ¿verdad? —
Dije como si fuéramos viejos amigos.
Se rio entre dientes en su forma arrogante y engreída, como si
fuéramos niños discutiendo secretos mientras compartíamos
bebidas. Lo que no habría dado por borrar la sonrisa de su rostro.
Daniel se fue con la promesa de regresar, y luego estábamos
solos nosotros dos, nuestra ira combinada y el calor subiendo por
las paredes para sofocarnos.
—Parece fuera de lugar para él, ¿no? Y no la parte de joderte
sobre su escritorio donde cualquiera podría caminar, sino la parte
sucia. El entorno no parece… —Me detuve para mirar a mi
alrededor, para buscar la palabra correcta. —. Lo suficientemente
estéril para él.
—Vete a la mierda —expectoró.
—Ahora estás hablando —dije, apartando su mano de la
cremallera y extendiendo la mano para retirarlo nuevamente. Dejé
que su polla se interpusiera entre nosotros, no sin antes pasar un
dedo por su brillante corona y llevármelo a la boca. Nos
estremecimos al unísono. —. ¿Por qué harías esto? —Le pregunté.
—. ¿Por qué aquí, cuando sabes que eso me destrozaría”
—Solo somos hermanos. Amigos. No debería importar…
—Déjate de tonterías, Jas. Sabes que importa. Sabes que sí.
—¿Quieres que rechace las insinuaciones de mi marido?
—Sí —dije sin detenerme un momento. Al diablo con lo loco
que parecía, al diablo con las promesas que había hecho. Casi había
sido testigo de su indecencia, y la ira no podía cubrir lo que sentía al
respecto.
—¿Así como tú rechazas las de Leland?
Así que de eso se trataba. Maldito seas, Leland.
143

—Leland y yo no somos más que jefe, empleado y amigos.


—¿Sí? ¿Él lo sabe? —Se movió para deslizar su dura polla
Página

dentro de sus pantalones.


—Déjalo —gruñí, desabotonándome bruscamente la chaqueta
antes de arrojarla sobre el escritorio de Daniel.
—¿Qué estás haciendo? —Preguntó Jasper, mirando por
encima de mi hombro hacia la puerta cerrada.
—No te enviaré a casa con él así —dije, lamiendo una raya en
mi palma antes de envolver mi puño alrededor de su erección.
Ahogó un gemido y agarró mi antebrazo. No con suficiente presión
para hacerme parar, pero sí lo suficiente para que él pudiera decir
que lo intentó.
Finalmente, su mano se soltó, le agregué más saliva y comencé
a trabajarlo en serio. Su tacto suave, cálido y sedoso hizo que mi
propia dureza golpeara contra mi cremallera.
Sus ojos brillaron y sus labios se abrieron en una pequeña O,
pero desafiante se negó a darme nada más.
—Estás enojado conmigo por haber regresado —dije
entrecortadamente. —. Estás molesto contigo mismo por querer
esto. Por necesitarlo. Pero por favor —rogué. —. No seas malo.
Avísame cuando vengas, Jasper.
Con mi mano libre, luché para desabrocharle la hebilla y
desabrocharle los pantalones para poder deslizarme y acariciar sus
pelotas.
—Mírame —dije cuando su mirada de pánico volvió a la
puerta. —. Lo único en lo que vas a pensar ahora va a ser en mí, es
en este momento no vas a tener otra cosa en la que pensar, nada que
sea diferente a mí. —Me importaba un carajo si incendiáramos el
mundo en ese mismo instante con nuestras mentiras y deslealtad. —
. Eres mío. —Esto fue inevitable. —. Y no quiero que sus jodidas
manos vuelvan a tocarte nunca más.
¿Más ilusiones? Probablemente. Pero cuando lo tuve así,
literalmente en la palma de mi mano, viví con la creencia de que los
144

deseos se hacían realidad todos los días. Sus testículos se acercaron


a su cuerpo, y los míos hicieron lo mismo, todo lo que habría
Página

necesitado fue un susurro contra mi polla para soplar.


—Yo... ya… —respiró, agarrando el borde del escritorio.
Estaba de rodillas cuando el primer chorro lo atravesó, mi boca
reemplazó a mi mano mientras lo dominaba por completo,
moviendo mi cara hacia adelante y hacia atrás implacablemente. —.
Mierda —gritó con cierta moderación por la situación en la que
estábamos. Puso sus manos sobre mi cabeza, ondulando dentro de
mi boca, sin ser más un participante pasivo.
Las voces se filtraron desde la distancia y esperaba que se
alejara, pero su orgasmo estaba más allá de su control, más allá de
su necesidad de autoconservación.
Demasiado pronto terminó, retrocediendo torpemente y
cayendo de mis labios.
—Joder —dijo, jugueteando con sus pantalones mientras las
voces de Daniel y Leland se acercaban, la de Leland retumbando más
fuerte de lo necesario como una advertencia para nosotros.
Me puse de pie, enredando mi mano en su cabello
nuevamente, manteniéndolo quieto mientras lamía lo que se
derramó de mi mano, haciendo una demostración descuidada.
—Cole —susurró con urgencia, no sin antes tragar saliva. Ya
se había vestido, y lo más inteligente hubiera sido soltarlo, pero
tenía que saborear sus labios carnosos. Tuve que borrar la marca de
Daniel allí. Aplasté nuestras bocas, lamiéndolo sin piedad,
extendiendo el sabor de él, de nosotros, sobre sus encías. Mi corazón
cantó cuando cedió por una fracción de segundos antes de
obligarme a alejarme.
Él trabajó en arreglar su cabello mientras yo me abrochaba la
chaqueta y ajustaba el ladrillo en mis pantalones.
—¿Quién se va a encargar de eso? —susurró preocupado
hacia mi polla.
—¡Tenías razón, todavía están aquí! —Dijo Leland con falsa
145

alegría mientras entraba delante de Daniel, olfateando el aire y


luego mirándome con desprecio. Me tendió el abrigo y rápidamente
Página

lo agarré, colocándolo sobre mi brazo y cubriéndome el frente.


—Lamento estar fuera por tanto tiempo —le dijo Daniel a
Jasper, inclinándose para darle un beso que aterrizó en la mejilla
rápidamente vuelta de Jasper.
—Bueno, tenemos que irnos —chirrió Leland. —. Tenemos
una larga noche por delante.
Jasper se animó ante eso, pero Leland me estaba
acompañando con una mano en la espalda antes de que pudiera
calmar sus preocupaciones.
Fue una carrera por los ascensores del vestíbulo. No quería
que nadie me detuviera. No en el estado en el que me encontraba.
—¿Qué carajo? —Leland preguntó cuando se cerraron las
puertas del ascensor.
—Es tu culpa. Por ponerlo celoso. No lo hagas más.
—¿Qué pasó? —Quiso saber.
—¡Lo pillé a él y a Daniel besándose en su oficina, Leland! En
camino de hacer más. Él cree que tú y yo estamos durmiendo juntos.
—¿Entonces él piensa que me estás jodiendo y, a su vez, casi
se jode a su marido? Te das cuenta de lo absurdos y retorcidos que
son ustedes dos, ¿verdad?
—No me importa —gruñí. —. Deja de hacerlo rabiar o te
quedarás sin trabajo.
Levantó las manos en señal de rendición.
—Bien. No lo haré, lo prometo. ¿Aún puedo invitarte a echar
un polvo?
—¿Siempre has estado así de decidido? —Me reí de su
absurdo. —. Déjame ducharme y cambiarme primero.
—Por supuesto. No querría que arrastraras el olor del sexo al
club. Sería contrario al propósito.
Salí de las oficinas de Parker, Mitchell y Ward convencido de
que detener a Daniel y Jasper, y luego hacer que el semen de Jasper
146

se deslizara por mi garganta, significaba que había ganado algo.


Pensando que usaría la noche de fiesta forzada de Leland como
Página

celebración de mi victoria. No pasó mucho tiempo para que la


euforia disminuyera o para que regresara el vacío.
«Volverán a casa juntos», pensé. ¿Entonces qué? No era el
único que había quedado insatisfecho con nuestra terrible
experiencia. Mi estado de ánimo se había ennegrecido aún más y
todo lo que podía hacer era esperar que Daniel mantuviera las
manos alejadas de su marido.
147
Página
Daniel
Hace tres años

LA CEREMONIA DE GRADUACIÓN había terminado y yo


esperaba pacientemente a un lado, cerca de la salida del estadio más
próxima a Jasper. Junto al escenario, una mujer morena y menuda se
preocupaba por la borla de su birrete mientras él le sonreía
cariñosamente.
Debía parecer un pavo real inclinando mi cabeza de un lado a
otro, pero a medida que familiares y amigos bajaban de las gradas y
convergían hacia los graduados, se volvía más difícil ver a Jasper a
través del caos.
—Por fin —murmuré mientras Jasper y la mujer, que parecía
ser unos años mayor que él, se dirigían del brazo hacia las puertas
de salida junto a las que me encontraba. Tenía las manos ocupadas
con los regalos con los que me sentía tonto por comprar, pero ya era
demasiado tarde para cuestionar mis elecciones.
Los pasos de Jasper fallaron cuando me notó, y blandí mi
mejor sonrisa desarmadora.
—¿Señor Ward? —preguntó vacilante, luego miró detrás de él
como si tal vez estuviera aquí para alguien más. —. ¿Qué estás
haciendo aquí? —Su amiga bajó el brazo para contestar el teléfono,
luego señaló las puertas y dijo a Jasper que saldría. Él asintió y
148

continuó acercándose hasta que estuvimos lo suficientemente cerca


como para escucharnos a nosotros mismos por encima del alboroto
Página

de voces sin gritar.


—Vine a verte —le dije.
—Está bien. —Frunció las cejas como si no pudiera entender
por qué me tomaría tantas molestias, y luego ambos nos quedamos
callados, esperando que alguno de los dos dijera algo más.
—Estos son para ti. —Hice un gesto con las flores que sostenía
en un brazo y la cara botella de whisky, equipada con un lazo en el
cuello, en la otra. —. Tendrás que perdonarme. He estado casado
con mi trabajo durante tanto tiempo; que no tengo práctica cuando
se trata de cortejar a alguien. No estaba seguro de si las flores eran
el camino a seguir o algo un poco más masculino como un whisky de
pura malta añejado durante veinte años.
—Hmm, me suena bastante sexista —señaló de buen humor, y
no era la primera vez que me sorprendía lo feroz, pero delicado que
era. Definitivamente tenía el cabello brillante y los ojos aún más
brillantes, me dije a mí mismo. Las pestañas largas y las
extremidades largas y bien definidas. La mirada perdida era notable.
Con la orientación adecuada, sería fantástico en la sala del tribunal.
—¿Acabas de decir cortejo? —preguntó con retraso, como si
esa parte hubiera tardado un poco en filtrarse en su cerebro. O tal
vez se estaba burlando de mí por mi elección de frase. Culpo a mis
padres remilgados.
—Sí —me reí, tirando de mi cuello. —. Creo recordar que me
dijiste que no tienes citas en el lugar de trabajo. Bueno, tu pasantía
terminó hace dos semanas y te graduaste en la facultad de Derecho...
con honores, debo añadir. —Di un paso más cerca. —. Entonces,
¿estás libre para cenar?
Miró hacia la puerta por la que pasó su amiga, tal vez con la
esperanza de ser salvado.
—No tiene por qué ser hoy —le digo, transfiriéndole mis
regalos. La mudanza debería recordarle todos los problemas que
149

tuve y, con suerte, le hará sentir que me debe algo. Era un gran
abogado por una razón. Necesitaba un sí de él.
Página

—No soy material de citas, Sr. Ward...


—Daniel —digo.
—No soy lo que estás buscando, Daniel.
—¿Por qué no me permites ser yo quien juzgue eso?
Se mordió el labio y supe que estaba buscando una mejor
manera de decepcionarme.
—Una comida. En el mejor de los casos, nos enamoramos y
huimos juntos hacia el atardecer...
—Eso es muy poco probable —manifestó con una suave
sonrisa.
—Bueno, entonces déjame distraerte por una noche.
—¿Distraerme de qué?
—De lo que sea que siempre te molesta, Jasper. —Lo había
estado estudiando lo suficiente como para captar su siempre
presente melancolía. Había un repentino interés en sus ojos, pero
también miedo. Me preguntaba si debería decir más o si menos lo
convencería.
—Una comida —osó de mala gana.
—Te llamaré —alegué, ocultando mi sonrisa triunfante antes
de partir.
150
Página
Jasper

—CREO QUE TU hermano y su asistente mencionaron que irían al


Club Bale esta noche —había dicho Daniel una vez que la fiesta en la
oficina llegó a su fin. Los había escuchado hablar del tema
anteriormente, eso parecía. Era su forma de deshacerse de mí. De
sacarme de casa para poder dedicarse a su amante. Al trabajo.
Inmediatamente me arrepentí de la idea, porque el único adúltero
en esta relación era yo.
Mordí el anzuelo de buena gana. Por supuesto lo hice. La
excitación descuidada de Cole consumió todos mis pensamientos
desde que él y Leland dejaron Parker, Mitchell y Ward. La lujuria
podría enfriarse, podría pasar a un segundo plano, pero no
disminuiría por completo hasta que se agotara. Colgaba justo debajo
de la superficie, donde incluso una imagen mansa o un toque
inocente de un extraño te recordaba que tarde o temprano sería
necesario abordarlo.
Entonces, duchado y envuelto en los jeans más ajustados que
pude encontrar, y dejando que mi cabello tuviera vida propia, como
le gustaba a Cole, salí de casa con la intención de entrometerme en
su fiesta sin preocuparme por cómo se vería... Ya no me importaba.
Al menos en lo que a Leland se refería.
No importaba si estaban teniendo sexo o no. Odiaba lo cerca
que estaban. No me gustaba que me recordaran lo disponible y lo
151

deseable que era Cole, porque no quería que nadie lo tuviera


excepto yo. Nada había cambiado en ese aspecto.
Página

El cielo gris finalmente se había abierto después de días de


aparecer amenazadoramente, trayendo más nieve. Los
limpiaparabrisas del taxista no eran rival para las espesas ráfagas
que caían hacia el suelo, y eso, sumado a la actividad policial en el
puente, hizo que el tráfico hacia Brooklyn fuera lento para esta hora
de la noche.
—Hay un accidente más adelante —dijo el conductor, y limpié
la condensación que empañaba mi ventana para tener una mejor
vista.
Coches de policía y bengalas cerraron el carril de la derecha,
sus sirenas silenciosas, parpadeaban en azul y rojo.
Habría sido mucho más fácil para mí quedarme en casa unas
horas y luego ir directamente al club, pero primero necesitaba ver a
Sofía. Necesitaba decir las palabras que nunca había dicho en voz
alta antes de tomar la decisión que ya había tomado desde el
momento en que mis ojos se encontraron con los de Cole en esa
finca.
Me tomó un par de horas llegar a su calle y, debido a los autos
apretados estacionados en paralelo a lo largo de la acera, tuve que
salir en la esquina. Le pagué al conductor y le grité que se quedara
con el cambio mientras cerraba la puerta trasera y observaba la
larga hilera de casas casi idénticas.
Destacaba la casa de piedra rojiza de Sofía. Era el único con el
caprichoso poste de luz de tres cabezas en el patio delantero y el
Papá Noel bailando en la ventana de la sala en el piso del salón.
Evité el hielo negro en el pavimento irregular mientras
caminaba la corta distancia hasta su casa. La cortina se movió en el
apartamento en el piso del jardín que ella alquilaba a la anciana
Tilder, y desde dentro se escuchó el ladrido apagado de un perro
pequeño. Me apresuré a subir la entrada y subí corriendo los
152

escalones de arenisca antes de que ella pudiera investigarme más a


fondo o llamar a la policía, algo por lo que era famosa.
Página

No era muy tarde, pero sabía que sus hijos estaban en la cama,
así que le envié un mensaje de texto que decía: Estoy aquí, en lugar
de tocar el timbre, luego le di la espalda a la puerta para poder
disfrutar de la belleza del parque nevado al otro lado de la calle y la
pareja temblando en el banco, sonriendo con las palmas hacia
arriba, atrapando los gigantescos copos.
La gente se movía con propósito en la ciudad, como si tuvieran
un lugar donde estar desde ayer. Al menos ese era el caso cuanto
más te acercabas al bajo Manhattan. El temperamento de Brooklyn
era diferente. Más relajado, como si todos aquí ya estuvieran donde
debían estar. Era lo que más le gustaba a Sofía. Había una
comunidad aquí, había dicho. Algo que quería para sus hijos.
La puerta principal se abrió y, con el modo madre activado,
Sofía me hizo señas para que entrara y me ayudó a quitarme mis
prendas frías y húmedas, incluso frotando sus cálidas manos sobre
las mías. Miró mi atuendo, el escote en V negro casi transparente
que se pegaba a mi pecho, la forma en que mis jeans me
estrangulaban y los elegantes zapatos que me quité, pero no
mencionó nada de eso. Probablemente estaba más preocupado por
nuestra inminente discusión sobre mi pasado. Sobre Cole.
—Ven —susurró, apretando el cinturón de su bata rosa de
lana —, tengo la chimenea encendida en la sala de estar. —El resto
de la casa estaba en silencio y a oscuras.
—Tal vez esto no fue una buena idea —comencé, sintiéndome
terrible por molestarla cuando claramente ella había estado lista
para dar por terminada la noche.
—No seas tonto —dijo, dejándose caer en el sofá y
entregándome una de las dos tazas que había colocado en la mesa de
café. —. Estaba a punto de ver Grey's Anatomy. Mi marido tuvo a los
niños fuera todo el día, cansándolos. No sabía que él también estaría
fuera de combate. Me encanta cuando eso sucede —dijo en secreto.
153

Reflejé su posición en el otro extremo del sofá. De espaldas al


brazo, con una pierna doblada y apoyada en el cojín, comencé con mi
Página

café.
—Mmm. ¿Cómo supiste que necesitaría esto?
—Porque es una de las pocas cosas que sé sobre ti —dijo, con
la voz reverberando en su taza —, es que nada te relaja más y te
inclina más a hablar como una taza de café caliente. Ahora, empieza
desde el principio y no dejes nada fuera.
Terminé mi café y pedí que me lo volvieran mientras trabajaba
en organizar mis pensamientos, y ella esperó pacientemente.
Empecé por lo cercanas que éramos mi madre y yo. Los bandidos del
amor, nos llamaba. Me había enfrentado a mi padre por ella, cada
vez que él decidía venir. Y ella nunca podía lograr que yo pasara a
dormir en mi propia cama porque ella tenía el sueño pesado, y todo
lo que tenía que hacer era esperar a que se durmiera antes de volver
a meterme. Ella se despertaba conmigo arropada en a su costado y
su camisón apretado entre mis manitas. Eso continuó hasta que se
casó con Franklin, hasta que pude confiar en que tenía a alguien más
que cuidaría de ella como yo lo había hecho, y entonces puse mis
ojos en Cole.
—Era dura, pero tampoco ocultaba su vulnerabilidad. Podía
enojarse cuando el momento lo requería y podía ser testaruda
cuando se trataba de dos cosas: sus causas y su familia. —Dejé mi
taza vacía sobre la mesa de café. —. Pero había una suavidad en ella
que lo superaba todo. Te hizo querer protegerla, prometerle todo.
—Suena como alguien que conozco —dijo con una cálida sonrisa.
Resoplé, colocando un cojín en mi regazo para hacer algo. —. Es
cierto. Cobras vida en la sala del tribunal. Y no te enfrentas a Daniel,
como siempre, a menos —enfatizó —, que tenga algo que ver con tu
trabajo... y tal vez con tu cabello. Pero no permitirás que nadie se
interponga en tu trabajo. Y con Cole te transformas en este cachorro
contento. —Ella se encogió de hombros. —. No puedo explicarlo. Es
como si olvidaras que se supone que debes estar triste. Durante
154

años he intentado conectar contigo. Intenté llegar a ese lugar donde


vive tu felicidad, pero una mirada en su dirección y ¡puf! dijo un
Página

poco demasiado alto, haciendo una mueca mientras esperaba que un


sonido de perturbación viniera desde arriba.
—Yo era feliz.
—Tal vez. El trabajo que hacemos ciertamente le brinda cierta
alegría, pero no es del tipo sustentador. Te faltaba algo. Al principio
pensé que era porque necesitabas una familia y me sentí mal por no
tener suficiente tiempo en mi día para ser eso para ti. —Ella me
detuvo antes de que pudiera discutir. —. Pero resulta que era más
que eso.
Resoplé hacia el techo, buscando un lugar en la historia de mi
vida desde donde continuar.
—No volvimos a casa durante nuestro primer año en Harvard.
Finalmente, no necesitábamos escabullirnos, no necesitábamos
fingir ser hermanastros cuando en realidad lo éramos más, y no
necesitábamos correr el riesgo de molestar a nuestros padres.
Todavía no estábamos preparados para renunciar a eso. Ni durante
un par de semanas en el otoño, ni durante todo un verano al final del
semestre de primavera. En lugar de eso, tomamos cursos de
invierno y estudiamos en el extranjero ese primer verano.
—Mi mamá y Franklin estaban extasiados. Nos apoyó
completamente. Fue bastante fácil salirse con la suya en Harvard. No
nos parecíamos en nada, compartíamos un apartamento fuera del
campus y nunca hicimos amigos. No necesitábamos ninguno. Y la
vida universitaria era muy diferente a la de la escuela secundaria.
Cada uno tenía su propia vida, intentaba encontrar y abrir su propio
camino. A nadie le importamos nosotros ni lo que estábamos
haciendo. —No me había dado cuenta de que había creado una gran
pausa en la conversación hasta que la mano de Sofía rozó la mía a lo
largo del respaldo del sofá.
—En nuestro segundo año volvimos a casa con más
frecuencia, pero fue cuando lo visitamos durante las vacaciones de
155

primavera al final de nuestro tercer año que vi señales de que algo


andaba mal, pero no eran señales de alerta, señales de alerta,
Página

¿sabes? Mi madre durmió mucho esa semana, pero le echó la culpa a


todo el tiempo extra que había dedicado a poner en marcha una
nueva organización benéfica. Recuerdo a Franklin rondando por ella
más de lo habitual. —Maldije, agachando la cabeza, avergonzado por
ser tan ciego. —. Le dije a Cole que teníamos que volver durante el
verano y él estuvo de acuerdo.
—Tenía las piernas hinchadas cuando regresamos,
espantosamente hinchadas, y no tenía suficiente energía para
sonreír. Perdí la puta cabeza. Nos estaban mintiendo y nunca me
había sentido tan molesto en mi vida, ni siquiera después de recibir
una paliza de mi padre biológico.
—Oh, cariño —dijo, acercándose hasta que nuestras rodillas
se tocaron.
—Miocardiopatía dilatada. Es una afección en la que se
agranda la principal cámara de bombeo del corazón. A medida que
la cámara crece, sus paredes se estiran, volviéndose más débiles y
delgadas, lo que afecta la capacidad del corazón para bombear
suficiente sangre al resto del cuerpo. Todo lo que intentamos duró
poco. Al final, ella necesitaba un corazón nuevo. Recordar el declive
de mi madre no fue fácil. Su muerte dejó en mí un vacío inllevable, y
ser causa de ella, en vísperas de recibir el llamado sobre su
trasplante, me dejó buscando formas de auto sabotear mi felicidad,
me dejó corriendo en dirección opuesta a la alegría, y agitando con
los brazos bien abiertos hacia el dolor.
—Nos hizo prometer que terminaríamos la escuela. Ella no
quería que nos cerniéramos sobre ella y esperáramos a que
sobreviviera, porque en mi mente esa era la única posibilidad. Así
que volvimos y dupliqué las clases con el objetivo de salir de allí y
volver con ella. Volamos a casa cada vez que pudimos. Fines de
semana largos y cortos. Tomamos clases en línea cuando pudimos
para aprovechar cada momento libre que pudimos tener con ella.
156

Hubo momentos en los que ella estaba bien. A esas cosas, las llamé
pequeñas crueldades porque nunca duraban mucho y cada una de
Página

ellas me envió a un agujero negro aún más profundo. —Me aventuré


hasta el ventanal de Sofía, que estaba tan cubierto de nieve y
cubierto de escarcha que no podía ver a través de él. Significaba que
yo tampoco podía ver mi reflejo, así que tal vez había un Dios, y tal
vez esa era su pequeña misericordia, porque lo último que
necesitaba hacer en ese momento era enfrentarme a mí mismo.
—Terminé la escuela antes de lo previsto y dejé a Cole para
poder estar con mi madre. —Había llegado a la parte de la trágica
historia que me hacía sudar. Mi estómago dio un vuelco sobre sí
mismo y jadeé a través de la sensación nauseabunda de caída libre,
respirando y contando mucho más allá de diez.
—Estaba solo con mi madre la noche que murió. O lo estaba
hasta que Cole llegó de Massachusetts esa misma noche. Franklin
había estado trabajando hasta tarde en la oficina. —Su forma de
afrontar la desolación de nuestra terrible experiencia. —. Y Maggie,
la amiga de mi madre, no estaba segura de dónde estuvo durante la
mayor parte del día, pero ella estaba allí cuando llegó la ambulancia.
—Me di cuenta de que me había adelantado, así que retrocedí
algunos pasos en la historia.
—Tenía esta necesidad urgente de darle mi verdad a mi
madre. Estaba cansado de esconderme de ella. Me odiaba por eso,
porque por mucho que intentara ser positivo para su beneficio,
sentía como si estuviera perdiendo la oportunidad de ser honesto
con ella. No quería que ella muriera y no lo supiera. Quería
experimentar su felicidad por nosotros. Así que le hablé de Cole y de
mí —susurré, llevándome una mano temblorosa a la boca. —. Ella
comenzó a jadear presa del pánico y tuve que sujetarle las manos
cuando comenzó a tirar de su cánula de oxígeno. —Ya entonces era
egoísta. —. ¿No podría haberlo escondido por un rato más? —Junté
las manos a los costados y exhalé profundamente cuando Sofía
rodeó mi cintura con sus delgados brazos, presionando su mejilla
157

contra mi espalda.
—Éramos sus hijos. Por supuesto que ella no lo habría
Página

aprobado. Por supuesto que no… —Me apagué con voz ronca. —.
¿Qué estaba pensando?
—No lo sabías. No podrías haberlo sabido. Estabas bajo mucho
estrés, Jasper. Sé un poco más comprensivo contigo mismo. —Eres
madre —le dije, volviéndome hacia ella. —. ¿Aceptarías lo
inaceptable? Él era su hijo. Éramos sus hijos. Mi error fue pensar que
la ausencia de ADN compartido les importaba a todos menos a
nosotros. Que a una mujer como ella no le importaría.
Ella retrocedió, asintió con la cabeza y volvió a ajustarse el
cinturón de la bata.
—Ella me rogó que no le rompiera el corazón a Franklin. Ella
dijo que él no estaría de acuerdo con eso. Dijo que lo destruiría y ya
estaba perdiendo mucho. Ella me suplicó. Y… y lo prometí. —
Prometí que lo terminaría. Habría dicho o hecho cualquier cosa que
ella me pidiera.
—¿Cole lo sabe?
—No. Ya era bastante malo creer que había desempeñado un
papel en su muerte. No podía decirle que ella no nos quería juntos.
Él cree que ella nos miró con abierta aprobación. Él sigue pensando
que ella nos quiere juntos. —Me mordí el labio. —. Nunca podría
quitarle eso. Así que viví solo con la verdad, y hoy en día fue
necesario todo para mirar al cielo y no sentir su decepción.
Caminé hasta su repisa, arreglando el ángulo de una de las
figuras navideñas antes de meter las manos en los bolsillos traseros
y mirar sin ver el fuego. —. Ella se había calmado y se había quedado
dormida cuando le aseguré que arreglaría las cosas, y con la fatiga
adicional, durmió aún más profundamente esos días. A menudo me
colaba en la habitación de ella y de Franklin en medio de la noche
sólo para ver cómo su pecho subía y bajaba. Eché un vistazo por
encima del hombro porque Sofía se había quedado tan callada y tan
quieta que pensé que tal vez me había juzgado y me había dejado
158

tirado con mi vergüenza.


—Estoy aquí —dijo, de pie donde la había dejado, con los
Página

brazos alrededor de su cintura. —. No voy a ninguna parte.


—Repasé cómo le diría a Cole mientras esperaba afuera a que
el conductor de Franklin llegara con él desde el aeropuerto. ¿Cómo
podría romperlo cuando ya se estaba rompiendo? Todos lo
estábamos. —Mi pecho se hundió mientras me encogía más y más, el
dolor resurgió y me hizo un agujero. —. No —le advertí, cuando
Sofía hizo un movimiento para acercarse a mí. No quería que me
consolaran. —. Solo me hará sentir peor.
—Está bien —dijo, con los ojos entrecerrados. Desvié la
mirada porque no podía soportar ver su amor por mí. No podía
soportar que ella compartiera mi agonía. Las cosas iban mucho
mejor cuando sufría solo porque odiaba que me recordaran lo que
más extrañaba.
Ser amado.
—Estaba fuera por la puerta del lado del pasajero antes de que
el sedán se detuviera por completo. Corrió hacia mí y no se detuvo
hasta que chocó contra mí. Él era lo que me faltaba. Eso era lo que
me faltaba. Yo… yo no pude hacerlo. Lo necesitaba demasiado. Lo
necesitaba en ese momento.
—¿Donde esta ella? —me preguntó, tomando mi mano y
empujándola hacia el interior de la casa.
—Ella está dormida.
—Necesito verla…
—¡Espera! —Dije. Ante su expresión de perplejidad agregué: —
Tuvo una noche difícil. Ella necesita descansar.
—Yo era un cobarde. No quería que ella se despertara por
casualidad y le dijera algo. No hasta que tuve una anoche con él. La
habitación de mi madre y Franklin estaba al otro lado de la casa, y
ella no podía caminar más de unos pocos pies sin ayuda sin jadear
por aire. Estábamos solos y a salvo y lo necesitaba.
—¿Estás seguro de que no deberíamos esperar, Jas?
159

—No puedo —dije con voz distante, presionando mi espalda


contra la puerta cerrada de mi dormitorio, sintiendo la resistencia de
Página

todas las cosas injustas que esperaban al otro lado para tratar con
nosotros. —. Tiene que ser ahora, y por favor, no lo tomes con calma.
Sacudí la cabeza para alejar el recuerdo.
—No sé qué la sacó del sueño, ni cuánto tiempo le llevó llegar
hasta nosotros, ni siquiera cuánto tiempo permaneció allí
horrorizada, mirándonos, muriendo por nuestra culpa... —Cole y yo
habíamos estado tan atrapados el uno en el otro, tan completamente
perdidos en nosotros mismos, en nuestro amor desesperado y febril,
que no nos habíamos dado cuenta de ella hasta que fue demasiado
tarde. —. Lo que debió haber pensado al vernos así. —El pánico llenó
mi voz y volví a tropezar hacia el sofá justo cuando el techo y el
suelo cambiaban de lugar sobre mí. —. No sabes cómo dolió, Fia. No
sabes cómo. Ella vio todo de nosotros. Y eso me tortura todos los
días...
—Respira —susurró, sentándose a mi lado en el borde del
sofá y frotando círculos en mi espalda.
—Me mata saber que ella murió pensando que necesitaba
salvarme de él. Pensando que tomó algo a lo que no tenía derecho,
cuando en realidad tenía mi bendición. Siempre tuvo mi bendición.
—¡Mamá! —Me levanté de la cama y tropecé con la sábana
para llegar a ella.
—¿Mamá? —repitió Cole, cayendo a mi lado.
—Cole, busca ayuda —le dije, pero él se quedó sentado, de
rodillas, congelado. —¡Col! —Grité y él se puso en movimiento.
—Lo siento mucho —articuló a través de sus labios teñidos de
azul, su mirada lenta se movía por encima de mi hombro hacia donde
se podía escuchar a Cole gritando en el teléfono.
—No. No, no, no —le rogué. Su respiración se escuchó en
pequeños silbidos y escudriñé la habitación en busca de respuestas.
—¿Qué estás diciendo, Jas? —Cole había llorado. —¿Qué está
diciendo?
160

—¿Jasper? —Preguntó Sofía, trayéndome del pasado con una


mano en mi cabello. Giré la cabeza en su dirección, con los codos
Página

todavía apoyados en las rodillas. —. ¿Qué quieres decir con 'tomó


algo a lo que no tenía derecho'? —Ella quería entender, quería
claridad, una explicación de lo que inadvertidamente había revelado,
pero le había dado suficiente por una noche. Y algunas cosas no se
pueden explicar con palabras. Algunas cosas sólo pueden ser
entendidas por las personas involucradas.
Besé su frente y me quedé allí un momento antes de
levantarme.
—Se está haciendo tarde. Gracias por esto.
—O… está bien —masculló, confundida por mi cierre. En el
pasillo me puse los zapatos.
Sofía se apoyó con los brazos cruzados en la entrada abierta
de la sala de estar y lanzó otra mirada hacia las escaleras antes de
susurrar:
—¿Quieres dejar a Daniel por él?
—No importa —dije, encogiéndome en mi abrigo. —. No hay
futuro para Cole y para mí. No romperé la única otra promesa que
puedo cumplir. No romperé el corazón de Franklin más de lo que ya
lo he hecho.
—Bueno, ¿qué pasa con el corazón de Daniel? Puede que
bromee al respecto, pero en realidad no creo que no tenga uno. —Un
lado de su boca se levantó, pero la atmósfera seguía siendo pesada.
—. Él merece la verdad, pero tú mereces más que él. —Lo dijo como
si le arrancaran una venda. Como si no fuera capaz de vivir consigo
misma si por una vez no lo dijera en términos sencillos.
Exhalé, buscando la voluntad para fingir que no sabía quién
era Daniel. Para escupir las palabras vestidas de negación sobre su
carácter, y lo bueno que era, y cómo no quería nada más que lo
mejor para mí.
Él me amaba, y yo podía ver su potencial para ser un hombre
mejor. Casi podía tocarlo. Y entendí lo que lo impulsaba. Y algunos
161

días le quería. Normalmente eran los días en los que encontraba la


fuerza para amarme a mí mismo. Esos días no venían a menudo y
Página

eran fugaces cuando lo hacían. A decir verdad, Daniel era el escudo


protector que se interponía entre Cole y yo. Lo único que no podía
ignorar, lo único que me impedía volver a unirme a él. Era la verdad
cuando acepté casarme con él, y lo era aún más ahora. Me hacía aún
menos hombre que él.
Sin embargo, no podía admitir nada de esa fealdad que vivía
dentro de mí. No ante Sofía. Nadie tan bueno como ella podría luchar
contra el instinto de condenarme por ello.
—Daniel sólo quiere lo mejor para mí —dije mecánicamente, y
ella tarareó su decepción.
—Por lo menos eso hace uno de los dos —dijo con tristeza. —.
Creo que dos cosas opuestas pueden ser ciertas al mismo tiempo.
Creo que puedes ser bueno incluso haciendo algo que sabes que está
mal. Creo que puedes amar a Daniel -a tu manera- y amar a Cole, y
amarte a ti mismo, aunque los lastimes a todos, porque
enfrentémoslo, nadie se salvará en esto —dijo, ya adivinando cuál
sería mi decisión. —. Pero te quiero, de todas formas. De todas
formas, no soy demasiado buena para quererte —dijo decidida.
Cerré la brecha entre nosotros, y ella dio un paso hacia mí,
enviando sus cortos brazos a mi alrededor mientras su cabeza se
encontraba con mi pecho.
—Yo también te quiero, Fia. —Y antes de que pudiera decir
algo que sacara a la superficie lo bueno que había en mí, me fui,
corriendo a través del frío glacial hacia la estación de metro que
estaba a dos manzanas, corriendo a cometer el segundo mayor error
de mi vida con los ojos bien abiertos.
162
Página
Jasper

EL CLUB BALE SE UBICABA unas manzanas al oeste del río, en el


meatpacking district, nombre adoptado de los cientos de plantas de
envasado de carne y mataderos que solían habitar la zona. el barrio estaba
situado entre Chelsea y Greenwich Village. y aunque el enclave, ahora lleno
de vida, ya no era un centro importante de mayoristas de productos
cárnicos, aún quedaban algunos, lo que contribuía a mantener la sensación
de autenticidad.
Mientras caminaba por la calle catorce con frío y sin aliento,
comencé a preguntarme si tal vez Daniel se había equivocado. Las
calles estaban inquietantemente vacías y silenciosas, y el único ruido
era el crujido húmedo de los neumáticos de los automóviles al rodar
sobre la nieve salada y derretida.
Mi pulso se aceleró cuando, mientras esperaba que el
semáforo se pusiera en rojo en la intersección de doble sentido, las
puertas del club se abrieron, inundando momentáneamente la
lúgubre calle con música. Leland salió, subiéndose el cuello de su
chaqueta antes de correr hacia el taxi que esperaba.
—Mierda —maldije cuando un autobús urbano se detuvo en la
parada cerca de mí, cortándome la vista. Cuando hube dado la vuelta
por la parte trasera y desafié a los autos que venían en sentido
contrario para cruzar la calle, el taxi ya estaba girando en U y
acelerando en la dirección en la que se había ido el autobús.
163

Cole no había estado con él. Al menos yo no creía que lo fuera.


No había escuchado la música filtrarse a través de las puertas otra
Página

vez, indicando que se habían abierto una vez más, y quería creer que
Cole no podría haber atravesado la entrada del club y haber entrado
al asiento trasero con Leland en tan poco tiempo. Además, Cole tenía
conductor. ¿Estaba todavía dentro? ¿Será posible que ya se haya
ido? Quizás nunca vino.
Estaba a unos diez metros de distancia cuando un SUV negro
se detuvo y Mark saltó del lado del conductor para correr hacia la
puerta trasera. Mis pasos vacilaron y estaba a punto de gritar su
nombre cuando las puertas del Club Bale se abrieron de golpe y un
Cole sin abrigo, vestido con un jersey de cuello alto negro y
pantalones a juego, corrió hacia la camioneta. Su abrigo estaba sobre
el hombro de un hombre pelirrojo que se rio y corrió detrás de él. Se
alejaban a toda velocidad antes de que mi sorpresa desapareciera.
Me apresuré a entrar en la calle adoquinada y observé cómo
las luces traseras se desvanecían en la distancia.
Debería volver a casa con mi marido. Debería sacar a Cole de mi
vida por completo, decirle a Daniel la verdad sobre nosotros e insistir
en que ya no trabaje para Nexcom. Por una vez, pensamientos
racionales daban vueltas en mi cabeza. Daniel se había hecho socio.
Había conseguido lo que quería. Ya no necesitaba a Cole. Yo tampoco
necesitaba a Cole.
Pero estaba enojado. Y yo estaba celoso. Muy celoso. Y me sentí
con derecho a él.
—¿Cómo carajo se atreve él...?
Un auto tocó la bocina detrás de mí y giré hacia él, sin siquiera
darme cuenta de que había estado marchando en medio de la calle
en la dirección en la que Mark había conducido. Levanté la mano
para proteger mis ojos de los brillantes faros, susurrando una
disculpa que solo yo pude escuchar antes de maniobrar entre dos
autos estacionados, un charco y una botella de cerveza vacía para
regresar a la acera.
164

Debido al clima, tomar un taxi resultó imposible porque


estaban todos ocupados y usar la aplicación en mi teléfono no fue
Página

mejor, razón por la cual tomé el tren hasta allí desde la casa de Sofía.
Mis calcetines estaban húmedos y mis dedos entumecidos,
pero ahora también lo estaba el resto de mí. Regresé a la estación de
metro y bajé corriendo los escalones del andén para tomar el tren
que esperaba; el único otro ocupante era un vagabundo dormido.
Pasé junto a sus bolsas de basura llenas de latas de refresco vacías y
tomé asiento en el otro extremo. Mi pierna temblaba
incontrolablemente mientras me sentaba ahí, furioso y aterrorizado
por lo que encontraría una vez que llegara a casa de Cole.

TRAS UNA ETERNIDAD, EL CONDUCTOR ANUNCIÓ MI PARADA Y


YO ME DESLICÉ DE LADO POR LAS PUERTAS ANTES DE QUE SE
ABRIERAN DEL TODO, SUBÍ LOS ESCALONES DEL ANDÉN DE
DOS EN DOS Y ATRAVESÉ EL TORNIQUETE A UNA VELOCIDAD
DE VÉRTIGO.
Empujando las puertas giratorias del hotel como un loco,
introduje el código de Cole en el teclado del ascensor, mi respiración
entraba y salía de mis fosas nasales dilatadas mientras imaginaba lo
peor.
El ascensor sonó, anunciando su llegada al vestíbulo, y me
alejé de las puertas que se abrían, de repente demasiado asustado
para enfrentar lo que potencialmente me esperaba arriba.
El portero y el conserje de la recepción me miraron con
cautela, así que o entraba o me escoltaban fuera del local.
Una vez dentro, aparté las solapas de mi abrigo para apoyar
las manos en las caderas mientras caminaba en círculos cerrados,
apretando los ojos con fuerza, tratando de acallar el temor.
165

La angustia, la rabia y la culpa pisotearon mis entrañas.


Página

Debería haber estado en mi lecho conyugal, en los brazos de mi


marido, sin preocuparme por con quién se podría estar cogiendo
Cole. Pero estaba ansioso y no sabía qué haría, qué era capaz de
hacer o en quién me convertiría una vez que se abrieran las puertas
del ascensor.
Y a través de todo, a través del temblor en mis extremidades,
las imaginaciones de lo que encontraría, destellos del éxtasis que
ambos estaban experimentando en ese momento y tal vez no por
primera vez… A pesar de todo, lo deseaba de todos modos. Lo
quería, todavía. Con una necesidad tan ardiente y derretida, mis
venas estallaron con ella.
Un paso en el vestíbulo de mármol y las suelas de mis zapatos
mojados chirriaron. Me los quité lentamente junto con mi abrigo
para ganar tiempo, pero tampoco quería hacer notar mi presencia.
Necesitaba verlos en todo su esplendor. Necesitaba ver la mirada en
sus ojos porque tenía a alguien que no era yo. Por muy triste que
fuera, necesitaba saber si alguien más podía hacerle sentir como yo
antes, porque si iba a quebrarme, tenía que hacerlo por completo.
No pude aguantar más el intermedio.
Música romántica sonaba a través del sistema de sonido
envolvente del ático. Baja y sensual. El tipo de música que carecía de
palabras, la clase con la que hacías el amor, la clase que convertía la
escena en algo inquietante, incluso macabro, una vez que el acto
sexual se convertía en sexo desinhibido y sin adulterar. Era el tipo
de música al que le encantaba llevarme. Del tipo que había
orquestado con sus manos desnudas y los ojos cerrados, imaginando
cómo nuestros cuerpos se movían juntos con cada golpe del acorde
que tocaba. Fue una sinfonía compuesta de nuestra manera de hacer
el amor. Me sabía cada nota de memoria. Y lo estaba usando para
otra persona.
Un olor que tiñó el aire, y el jersey de cuello alto y los zapatos
166

que había usado crearon un rastro hacia el arco de la sala, como si


estuviera demasiado excitado para esperar más o ir más lejos. Pero
Página

más allá de los sonidos de la música, la suite palaciega estaba serena.


Cole estaba sentado detrás del piano vestido sólo con sus
pantalones de vestir, los hombros desnudos y la cabeza inclinada
hacia adelante, un vaso vacío y una botella de whisky, todavía casi
llena, colocada sobre la tapa cerrada. Las llamas de la chimenea
convirtieron el líquido ámbar en oro.
De la nada, su mano se levantó, golpeando el vaso, haciéndolo
patinar sobre la brillante tapa negra y estrellarse a los pies de la
chimenea.
Me estremecí, tomando aire bruscamente y llamando su
atención. Cole giró la parte superior de su cuerpo, agarrándose del
borde de su banco para evitar caerse. Su labio se curvó. No estaba
feliz de verme.
Fuera lo que fuese esto. Lo que sea que haya sucedido aquí en
el tiempo que me tomó llegar hasta él, me culpó por ello. Y tenía
todo el derecho a hacerlo. Todas las cosas malas que habíamos
enfrentado habían comenzado conmigo.
—¿Estamos solos?
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó finalmente, su ira
helada cortando mi piel.
La mesa de café estaba volcada. Con suerte, sería el resultado
de su actual mal humor y no una consecuencia del sexo
desenfrenado.
Dos paquetes de papel de aluminio sin abrir yacían sobre la
alfombra blanca y peluda, y un tubo de lubricante descansaba de
lado contra la pata del sofá como si hubiera rodado allí.
—¿Te lo follaste? —Exigí.
—¿Qué? Haces. ¿Aquí? —coreó cada palabra pronunciada con
claridad amenazadoramente clara.
—¿A cuántas personas te has follado desde que apareciste
aquí? —No tenía derecho a preguntar, dadas las estipulaciones que
167

le había hecho prometer en esta misma habitación. Pero en ese


momento, a mi corazón no le importaban los derechos de nadie.
Página

Quería respuestas y mi ira estuvo a la altura de las circunstancias. —


. ¡Respóndeme! ¿Te lo follaste? ¿A él y a cuántos más?
Se rio, y fue amarga y burlona.
—¿Cuántas veces te has follado a tu marido desde que llegué a
la ciudad? —respondió, escupiendo la palabra marido. Esta noche
llevaba su crueldad a la vista. —. ¿Cuántas veces te has follado a tu
marido deseando que fuera yo? —Ahora se puso de pie y apartó el
banco de una patada. Dio vueltas y chirrió por el suelo, una de las
patas se rompió cuando impactó contra la pared trasera.
El botón de su pantalón estaba desabrochado, la cremallera
sólo parcialmente cerrada, y qué repugnante fue que me
complaciera verlo con fuerza, ver su polla flexionada y golpeando la
costura interna a lo largo de la pernera del pantalón. Mi ego asumió
que eso significaba que no había tenido relaciones sexuales con
nadie, o al menos que no había tenido suficiente. No había quedado
satisfecho.
Lo recordé demasiado tarde para no dejar que mi mirada se
detuviera, y cuando volví a encontrarme con sus ojos, se habían
oscurecido con complicidad.
La música se detuvo por completo. El silencio aumentó mi
conciencia de él. De su altura, su ancho, su poder… De lo que podría
ganar y perder en un solo suspiro si no salía de allí. Giré la cabeza
hacia el ascensor y luego de regreso hacia él.
Sin quitarme los ojos de encima, extendió la mano y presionó
un botón en un pequeño control remoto que no había notado al lado
de la vieja botella de Balvenie, y la música comenzó de nuevo, esta
vez más fuerte que un susurro, pero todavía demasiado baja para
escucharla. Pero que sirvió para hogar el sonido de la sangre
corriendo en mis oídos.
Era como si supiera que necesitaba suavizar la impresión
depredadora que daba o se arriesgaba a perderme. Incluso si su
168

apariencia humana en ese momento, o el hecho de que pudiéramos


hablar o luchar verbalmente para resolver nuestros problemas sin
Página

cruzar ese límite final, fuera toda una ilusión. Humo y espejos.
—Yo me debería ir…
—No me lo follé —expuso.
—No te creo.
—No —declaró —, no quieres creerme porque, en primer
lugar, quieres convencerte de por qué estás aquí.
—Tal vez no te lo follaste esta noche. Eso no significa que no
hayas...
—¡Tampoco lo he hecho con nadie! —vociferó. —. No me he
follado a nadie desde que estoy aquí. ¡No he querido a nadie más que
a ti desde que estoy aquí!
Sus palabras se derramaron en mi taza, pero todavía me sentía
vacío. Todavía necesitaba más.
—¿Eso significa que querías a alguien más antes de llegar
aquí? —Me mató ser tan patético, tan necesitado, tan injusto e
irracional. Después de todo, debería haberlo querido feliz y
contento, pero sólo pude reunir la parte imperfecta de mí que lo
quería estancado y mío. Incluso si no pudiera darle lo mismo. Quería
que dijera que nunca había querido a nadie más que a mí.
Él permaneció en silencio y tragué el dolor en mi esófago.
—Cuando Daniel me hace el amor —abordé, y su rostro se
contrajo de dolor —, no me pide nada y yo le doy menos que nada,
porque no tengo nada para darle. Todo es contigo. Pero cuando
haces el amor, Cole… Dejas un pedazo de tu alma sobre la mesa. No
puedes evitar dar tanto.
—Confía en mí —alentó. —. Eso sólo se aplica a ti.
—Nunca me han tocado de la forma en como tú... cómo me
tocas a mí. Nunca lo entenderías.
—Y nunca te han amado como me amaste a mí, ni siquiera yo.
Nadie es capaz de dar el tipo de amor que tú das. Entonces no
entenderías lo imposible que sería para mí seguir adelante. O darle a
169

alguien, aunque sea una fracción de lo que yo te di —prometió.


Nuestra ira había sido reemplazada por algo más suave, algo
Página

más vulnerable, y estaba causando estragos en mí.


—No debería estar aquí —dije en voz tan baja que no pude
confirmar si la declaración era para mí, para él o para Dios.
—¡Pero lo estás! —Gritó con frustración, la ira regresando con
venganza. Di un paso atrás, no por miedo a él, sino por miedo a lo
excitado que me había puesto su arrebato. Cole me alcanzó en tres
zancadas y tiró de mí hacia él por mi suéter. —. No podrás huir de
mí esta noche. Enfréntate a mí y dime qué estás haciendo aquí.
Porque ambos sabemos que sabes por qué.
Él tenía razón y nosotros estábamos equivocados, muy
equivocados en esto, pero que Dios me ayude, lo quería. No iba a
correr más, no iba a empujar ni mucho menos alejar esto que se
estaba gestando entre nosotros, no iba a fingir que la decisión de
arriesgarlo todo era difícil.
Me lancé hacia su boca y él gimió, más bien un gemido de
alivio mientras nos acercaba al sofá.
—Dios, sabes como él —dije, completamente enojado. Sabía a
buen whisky y al aroma cítrico que empalagaba su vestíbulo. Se
habían besado. Se habían besado. Con todo lo que estaba pasando,
había olvidado que había muchas otras cosas que abarcaban el sexo
además de la penetración.
Me obligó a besarlo de nuevo, rasgando mi fino escote en V
por la mitad.
—¿Qué más hicieron ustedes dos? —Pregunté, sin ascuas para
su rápida tenacidad. —. ¡Cole! —Grité una vez que me bajó al suelo y
me puso boca abajo, los condones descansaban cerca de mi cabeza
velando mi visión.
Cole bajó mi camisa rota por mis brazos, la ató alrededor de
mis muñecas y convirtió la tela en grilletes. Le devolví la patada,
pero él se había sentado a horcajadas sobre mí, haciendo imposible
darle una patada con algún significado detrás. Finalmente me puso
170

boca arriba, flotando sobre mí, la mata de pelo que llevaba más larga
en la parte superior ahora sudorosa y cayendo sobre su frente.
Página

—¿Le chupaste la polla? —Jadeé, moviendo mis brazos detrás


de mí en vano. —. ¿Chupó el tuyo? ¡Dime! —Lo mataría, los mataría
a ambos si respondiera que sí.
Se deslizó más abajo, desenroscando mi cinturón de sus
presillas. Intenté quitármelo de encima, pero él era más fuerte.
Con mis pantalones desabrochados, me los quitó, mi polla
saltó libre para golpear mi vientre. Los jeans eran demasiado
ajustados para usar ropa interior debajo.
—¡Cole! —Dije, usando mis piernas para impulsarme hacia
atrás sobre la alfombra, haciendo una mueca cuando las fibras
rasparon la parte superior de mi espalda y mis hombros.
Estaba asustado y emocionado; Podía sentirlo. Y todo estaba
sucediendo muy rápido. Extendió una mano, asegurándome un
tobillo y tirando de mí hacia él, su mirada acalorada nunca
abandonó mi rígida longitud.
Cole se relajó sobre sus cuclillas, abriendo más las rodillas y
con la otra mano frotando su erección a través de la fina capa de sus
pantalones.
Cayendo sobre mí, comenzó a formar una joroba seca
mientras perseguía mis labios, gruñendo de frustración y
asegurando un puño en mi cabello para mantenerme inmóvil,
robándome el beso que quería.
—Te amo —dijo una y otra vez entre besos y tomando un
segundo para tomar aire.
Mi cuerpo era un cable con corriente, mi mente incapaz de
concentrarse en un pensamiento, mi voz incapaz de escupir una
frase coherente. Mordí su labio, haciéndolo gruñir mientras yo
jadeaba, el sabor del cobre llenaba mi boca. La transpiración goteaba
mi piel, el calor de la chimenea chocaba contra las llamas que
brotaban desde dentro.
—¿Te chupó la polla? —Necesitaba que esto se resolviera
171

antes de entregarme a él. Antes le permití tomar lo que quería de mí.


—No —dijo. —. Nos besamos. Y no pude ir más lejos. Lo
Página

prometo, ángel.
Ángel. Habían pasado muchos años desde que me llamó así, y
ya no podía luchar contra el impulso de doblegarme, de darle todo,
todo de mí en ese momento, para ser su jodido ángel bueno.
Cole viajó por mi cuerpo, la pérdida de su polla sobre la mía
envió señales de confusión, alivio y pena a lo largo de los sensores
de mi mente.
—Cole. —No sabía lo que quería decir, me faltaba el tiempo
necesario para razonar. Era como un terremoto en medio de un
tsunami. Me sacudió y me ahogó en su intensidad al mismo tiempo.
Mis manos estaban inútiles y cada vez más entumecidas
envueltas en los confines de mi camisa.
—¡Mierda! —Grité cuando puso ambas piernas sobre sus
hombros, luego deslizó sus palmas debajo de mi trasero y me
levantó hacia su boca abierta.
Me comió con avidez, haciendo sonidos lascivos, alabando mi
sabor, sacudiendo la cabeza como un perro rabioso mientras
enterraba su nariz entre mis mejillas e inhalaba como alguien
rompiendo la superficie del océano después de haber sido retenido
durante demasiado tiempo.
—Por favor —dije, con la voz entrecortada por la palabra, sin
tener claro lo que quería que significara, el resultado que quería
obtener, pero mis caderas se movieron en un gesto que decía que
quería más, o no parar.
—Sabes a cielo —susurró, sus palabras dichas directamente
en mi culo. —. Cristo, me he perdido esto. —Agarró mis nalgas,
abriendo mi división una fracción más, luego introdujo su lengua. Yo
gemí con fuerza. Movió sus ojos avarientos hacia los míos mientras
la punta de su lengua luchaba por profundizar.
Cole comió hasta que su corazón estuvo contento y su polla ya
no podía esperar a estar dentro de mí. Se enderezó y me bajó
172

lentamente mientras yo luchaba por respirar.


El pre-semen se mezcló con el sudor que corría en riachuelos
Página

por mi pecho. Mi polla palpitaba y quería que la tocaran, mi agujero


necesitaba ser llenado.
—Cole —gemí, tragando con la garganta reseca. —. Por favor.
Hizo un espectáculo al bajar la cremallera, ponerse de rodillas
y bajarse los pantalones por debajo de la curva de su trasero antes
de volver a sentarse sobre sus pantorrillas.
—Recuerdas nuestra palabra de seguridad, ¿verdad? —
preguntó. Mis rodillas cayeron a ambos lados de mí, y observé
embelesado cómo pellizcaba la corona púrpura de su pene, una gota
de líquido preseminal escupía de su hendidura para temblar por la
superficie venosa, adelgazándose y desvaneciéndose a medida que
recorría la larga distancia... a su saco de nueces. Asentí una vez
porque decir la palabra podría haberlo activado.
—Dilo. Necesito que lo digas —indicó.
—Sí —dije con dificultad.
—Sí —menudeó. Sí. Esa era nuestra palabra de seguridad,
porque a ambos nos encantaba cuando él ignoraba mis no.
Cole me ayudó a sentarme en su regazo, todavía sin querer
liberar mis manos, nuestras pollas se rozaban mientras buscaba mi
rostro, su mano recorriendo mi cabello.
—Mírame —susurró, y solté un suspiro tembloroso antes de
hacerlo. Su pulgar limpió la humedad del rabillo de mis ojos, su
mirada era suave, su voz era todo lo contrario. —. Esto no será fácil
y planeo llevarte toda la noche.
Rechacé el gemido de miedo que subía por mi garganta. No era
miedo a él, sino miedo a lo que sucedería una vez que hubiéramos
terminado. Miedo a que mi culpa se agrave. Miedo a que no
importara lo suficiente como para detenerme, para evitar que esto
vuelva a suceder. Miedo a que quisiera que lo eligiera una vez que
todo terminara. Miedo porque no sabía si podría. O que no lo haría,
aunque quisiera.
173

Sonó el clic de la tapa de una botella, y luego nuestros gemidos


conjuntos se elevaron más fuertes que la música mientras él
Página

ahuecaba nuestras pollas entre una mano resbaladiza y las


acariciaba con el único propósito de prepararnos.
Lamenté la pérdida de su mano cuando la soltó, pero entonces
un dedo mojado rodeó mi hendidura antes de hundirse en mi
agujero. Jadeé y me apreté ante la intrusión.
—Joder, estás tan apretado, ángel. —Su mano que me sostenía
por el pelo tuvo un espasmo. —. Apenas puedo introducirlo —dijo,
introduciendo el dedo lentamente. —. ¿Cuánto tiempo ha pasado? —
Tiró de mi cabello cuando mis labios se estrecharon
desafiantemente. —. Dime.
—Semanas —dije mientras el dolor en mi cuero cabelludo y la
plenitud en mi trasero formaban una potente inyección de placer en
todo mi cuerpo.
—¿Qué clase de hombre te deja insatisfecho durante semanas?
—refunfuñó, enviando otro dedo. Mi barbilla cayó sobre mi pecho,
mi frente se encontró con sus labios. Me abrió durante más tiempo
del necesario, ocasionalmente acariciando mi polla con una mano, el
toque tan ligero y provocador que me dejó sintiéndome débil.
A Cole le gustaba cuando yo gemía, cuando lloraba por el fin
de su tortura, cuando le rogaba que comenzara o que terminara. Y
me encantó cuando se disculpó por no poder hacerlo, porque eso
significaba que yo era especial. Significaba que tenía algo a lo que él
no podía resistirse.
—Está fuera de mis manos, ángel —decía, mientras me follaba
contra la cama, el suelo o la pared. —. Esto es lo que me haces.
Ninguna cantidad de ruegos, regateos o promesas me
conseguiría lo que realmente no quería en primer lugar. Él no se
detendría. No aflojaría el acelerador. No dediqué los frenos hasta
que me quedé tan bien jodido que me partí en dos.
Era como si yo ni siquiera estuviera allí. Como si no tuviera
voz. Era como solía ser en tiempos como este. Para él era necesario
174

un sentimiento de posesión total, un sentimiento de “esto es mío”.


De cumplir cualquier fantasía que hubiera soñado desde la última
Página

vez que me tuvo. Llévame. Y se sentía bien que me necesitaran tanto.


Verlo perder la cabeza por desearme, por quererme. Para darle la
libertad de dejarse ir. Nada podía penetrar nuestro orbe cuando
estábamos así. No teníamos ningún concepto del mundo exterior, de
fronteras o muros. Todos éramos sensación. Todo placer. Todo suyo
y todo mío.
Con los pantalones todavía hasta la mitad de los muslos, las
manos en mis caderas y los pies plantados en la alfombra, sostuvo
todo el peso de mi cuerpo en alto, con su polla colocada en mi
centro.
—¿Es esto lo que quieres? —preguntó, con los bíceps tensos.
Podría haber dicho que sí. Podría haber hecho que este tren se
detuviera. Pero hubiera sido mentira.
—No —dije, tan cerca que mis labios acariciaron los suyos.
—Gracias a Dios —gimoteó.
—Joder —clamé mientras él se hundía en mí. Grité palabras
sin sentido, tratando de mantenerme erguido sin el uso de mis
brazos, mientras él tiraba de mí hacia arriba y hacia abajo sobre su
gran polla.
—Eres mío cuando estás conmigo, ¿lo entiendes? —preguntó,
controlando el impacto y la velocidad con la que acepté la follada. Mi
trasero golpeó contra sus muslos desnudos mientras él cantaba —
eres mío, eres mío —repetidamente, amorosamente, en forma de
advertencia. Perdí el aliento y la cabeza.
¿Cómo lo había tomado antes? ¿Cómo era que lo estaba
recibiendo ahora?
—Despacio —dije, con los dientes chocando por la fuerza de
sus golpes.
—A la mierda eso —dijo, con el cuerpo temblando debajo de
mí. —. Así es como se supone que se siente una verdadera polla
dentro de ti. —Me sujetó con una mano, apretándome mientras me
175

desataba la camisa de las muñecas con la otra. La sangre fluyó


inmediatamente al lugar, dejando mis manos hormigueando y mi
Página

cabeza dando vueltas. —. Defiéndete —dijo, reafirmando su agarre y


empujándome dentro y fuera de él más rápido, más fuerte.
Agarré su cabello, enrosqué los dedos de mis pies en la
alfombra y reboté sobre él sin cesar.
—Joder, joder, joder —subsistí mientras mi polla golpeaba mi
vientre, tentándome a alcanzarla entre nosotros.
—No la toques —advirtió, llevándome a mi espalda y
colocando todo su peso sobre mí. Sus pantalones restringían sus
movimientos, pero envolví mis piernas alrededor de él, mi
respiración me atravesó mientras me follaba tan fuerte y tan a
fondo.
Sentí como si estuviera purgando años de dolor, pidiéndome
que se lo quitara, y levanté las piernas más arriba, abriéndome más
para él, haciéndole saber que podía aceptar cualquier cosa que
necesitara para forzarme.
—Te amo, mierda —dijo, sin aliento. Me besó antes de que
pudiera responderle, o tal vez antes de que no pudiera responderle.
Cole se echó hacia atrás, sosteniéndose sobre un antebrazo
mientras los dedos de su mano libre rozaban mi clavícula. Una
pregunta acechaba detrás de sus ojos.
—No —dije, dándole permiso. Su mano se arrastró más alto,
chocando contra el collar de oro y el colgante de cruz que no me
había quitado desde que regresó a mi vida. —. No —dije más fuerte,
sacudiéndome de sus implacables embestidas, que habían
disminuido, pero no habían perdido su poderosa patada.
Su gran palma se cerró alrededor de mi garganta, aplicando
una presión sutil al principio, luego apretando con propósito. Mi
lucha o huida se hizo cargo, y arañé su antebrazo, incluso mientras
presionaba mis talones en su espalda baja, pidiéndole más.
Puntos negros salpicaban mi visión periférica y mis pelotas se
arrugaron.
176

—Eso es todo —elogió, sonando como si hubiera hablado


desde debajo del agua. Clavé mis uñas romas en los montículos de
Página

sus hombros, una mano se deslizó y cayó a la alfombra mientras mi


visión se nublaba y él entraba y salía de mí como si mi vida no
estuviera en juego. Y luego me corrí tan fuerte que me desmayé.
Me quedé quieto boca arriba, tosiendo, Cole todavía dentro de
mí, pero inmóvil, y se había quitado los pantalones. No podría haber
estado fuera por más de unos segundos.
—¿Cole? —Mi voz tembló. Este tipo de juego siempre me dejó
emocional y desorientado.
—Te tengo, ángel. —Esta vez me besó lentamente, sus caderas
se movían a una velocidad compatible con sus labios, siendo
consciente de mi sensibilidad ahora que me había corrido.
Cole tenía la voluntad viril de durar todo el tiempo que fuera
necesario, y yo lo prefería dentro de mí a no estarlo, así que también
solía vivir para esos momentos más templados, cuando su polla
entraba y salía de mí pacientemente, esperando a que me abultara...
de nuevo.
Continuamos nuestro beso lánguido mientras Cole acariciaba
posesivamente mi polla hasta conseguir firmeza, mientras me hacía
saber que le pertenecía, hasta que estuve listo de nuevo.
Esto fue hacer el amor. Fue sensual, apasionado, una rutina de
baile coordinada en la que fácilmente volvimos a caer. Y cuando
estuvo listo para descargarse dentro de mí, y cuando yo estaba más
que listo para desembocar de nuevo, me envió sobre mis manos y
rodillas, su pecho hacia mi espalda, una mano debajo de mí,
alcanzando mi polla, su lengua explorando mi piel.
—Sin marcas —supliqué, apretando la alfombra con el puño,
la luz de la luna brillando en mi alianza de boda. O tal vez fueron los
ojos condenatorios de Dios brillando sobre mí.
—No puedes decirme qué hacer contigo —gruñó en mi cuello,
sus dientes se cerraron alrededor de mi piel cuando llegamos, su
semen lavó temporalmente la culpa.
177

Momentos después, me recosté boca arriba mientras él me


miraba fijamente, transfiriendo el semen que goteaba de mi agujero
Página

a sus labios mientras yo luchaba por mantener los ojos abiertos.


—Estoy a salvo —susurró, despejando la neblina del sueño.
Me volví hacia los condones desenvueltos. Daniel y yo nunca
estuvimos sin protección, y yo confiaba en Cole, pero eso demostró
cuán completamente perdíamos la cabeza cuando estábamos juntos.
Nuestro estatus era algo que había que abordar antes, no después.
Cole presionó una palma contra mi pecho cuando fui a
sentarme.
—Te quedarás conmigo esta noche —dijo con firmeza, pero
suavemente, arrancando un mechón de cabello de mis labios. —.
Dile que te quedarás conmigo esta noche.
—Bueno. —Exhalé, dejando el mañana en el futuro y tomando
lo que quería ahora mismo.
Hicimos el amor sobre el piano, con la mejilla apoyada en las
frías puertas del balcón y el aliento humeando el cristal. Temblé
sobre mis manos y rodillas mientras Cole jugaba con el desastre que
había hecho dentro de mí, toqueteándome y lamiendo hasta dejarme
limpio. Me arrodillé entre sus piernas abiertas y le chupé la polla
mientras él se sentaba en el borde del sofá, con las manos colgando
libremente sobre sus rodillas abiertas, la espalda tan recta como la
de un dios, mientras yo me hacía el tímido e ingenuo, permitiéndole
instruirme y guiarme. mientras me elogiaba por lo bien que lo
estaba haciendo.
—Sí, así se hace. Métetela toda en la boca, ángel. Me encanta
cuando te atragantas con mi verga. Me encanta que sea demasiado
para ti. Eres perfecto, ángel.
Luego me profanó la cara, tocó mis rizos y me alimentó con el
semen que me salpicó la nariz y las mejillas, y tomó un poco para él
mientras me sonrojaba.
Me bañó y me lavó el pelo, y cuando fue mi turno de cuidarlo,
lo hice tentativamente como si fuera la primera vez que tocaba a un
178

hombre, o tocaba a alguien, y Cole se endureció.


—Eres tan fácil —me reí antes de tirar la esponja jabonosa
Página

sobre mi hombro y colocarlo bajo el chorro de agua. Amasé sus


hombros y pecho mientras la espuma se disipaba, sintiendo una
gran satisfacción por su gemido agonizante.
Cole buscó ciegamente detrás de él la botella de lubricante en
el estante de la ducha, tirando el dispensador de jabón al suelo de
baldosas en el proceso.
Mordisqueé la comisura de mi labio inferior, mirando
paralizado mientras él enjabonaba su polla mientras avanzaba hacia
mí hasta que mi espalda se topó con la pared de vidrio de la ducha.
Su considerable corona se frotó contra mis abdominales tensos
mientras pasaba una mano por mi cadera y la rodeaba para abrirme.
Luego me levantó por el culo, mis piernas rodeándolo mientras me
separaba para que su polla pudiera atravesarme.
Incluso después de todo el sexo riguroso que habíamos tenido
esa noche, tomarlo ahora todavía era un esfuerzo. Se quedó inmóvil,
feliz con el simple placer de tener su polla dentro de mí, de tenerla
increíblemente grande y dura mientras yo me sonrojaba mientras
juraba que no podía soportarlo.
Había estudiado obsesivamente a Cole desde el momento en
que entré por las puertas de la propiedad de Franklin. Trabajamos
porque le di lo que necesitaba incluso cuando él no sabía que era
una necesidad. Y no lo juzgué por nada de eso, y él me devolvió el
favor porque funcionó en ambos sentidos.
Siempre había necesitado ser la fuente de la felicidad de Cole.
El único objeto de su afecto y deseo. Incluso cuando estábamos
separados. Incluso cuando no lo admitiría ante mí mismo. Y siempre
había necesitado sentir que estaba corrompiendo a un ángel,
ensuciándome y robándome mi inocencia.
Cuando la plenitud se volvió demasiado para ignorarla, Cole
me hizo el amor en la ducha, tomándose su tiempo conmigo
mientras nos besábamos y abrazábamos fuerte durante todo el
179

proceso. Y cuando nos secamos y me dirigí a su sala de estar, Cole


me tomó la mano.
Página

—No vas a dormir aquí. No tenemos que fingir que no estamos


haciendo exactamente lo que estamos haciendo. Dormirás en mi
cama esta noche.
Deja el mañana para el futuro, me recordé antes de quedarme
dormido sobre él, sus brazos y piernas asegurándome con fuerza, mi
nariz metida en su cuello.
180
Página
Cole

AL DESPERTAR CON EL CORAZÓN acelerado y protegiéndome los ojos


del rayo de sol de la mañana, suspiré aliviado cuando el motivo de mi pánico
resultó injustificado. Jasper estuvo aquí. era real. no había sido un sueño.
Generaba un calor excesivo cuando dormía, y lo había
mantenido acurrucado contra mí la mayor parte de la noche, hasta
que tuve que soltarlo o me ahogaría en el sudor de los dos. De todos
modos, en algún momento se había acomodado a mi lado. Ahora
dormía boca abajo, con el pelo sudoroso y las mejillas sonrojadas.
Con una mano áspera agarré su trasero desnudo, mis dedos
estaban tan cerca de desaparecer entre su hendidura, y él no se
movió. Jasper podría dormir como un muerto si agotara su cuerpo lo
suficiente. Bajé mi mirada por los chupetones en su espalda, hasta
los moretones de color púrpura intenso que había succionado en la
curva de su trasero mientras lo besaba mientras oraba por piedad
en la tapa de mi Steinway.
Me dejé llevar. Podría haber usado el alcohol que apenas había
bebido como excusa, pero el débil intento de justificación habría
sido transparente. El cuerpo de Jasper ahora reflejaba años de dolor,
ira, resentimiento, traición y amor liberado. Lo dejé pasar todo
anoche. Lo había castigado por lo que me había hecho perderlo, y
por lo que todavía me hacía no tenerlo, incluso ahora mientras
dormía pacíficamente en mi cama.
181

El miedo apretó sus garras alrededor de mi corazón porque


una vez que Jasper despertara con lo que le había hecho, con el cielo
Página

nocturno ahora detrás de nosotros, y la lujuria se aclarara,


terminaría con esto. Fuera lo que fuese esto. No podía enviarlo a casa
en su estado actual.
"Sin marcas".
"No puedes decirme qué hacer contigo".
Quería hacer más.
Mi mirada buscó la cuerda dorada que sujetaba las cortinas de
la ventana, y luego la piel pálida de sus tobillos y muñecas, y de
repente lo deseé de nuevo. Lo necesitaría a menudo ahora.
Mi necesidad tendría que pasar a un segundo plano ante algo
más apremiante. Con cuidado de no empujarle, me bajé de la cama y
cerré lentamente la puerta del dormitorio antes de dirigirme a mi
despacho. Hice algunas llamadas urgentes, cambié algunas cosas de
sitio y le dije a Leland que se asegurara de que el avión de la
empresa tuviera combustible y estuviera en la pista en un par de
horas.
Al colgar, miré fijamente mi pene erecto, que no había
disminuido desde que dejé a Jasper en mi cama. Busqué en el salón
el bote de lubricante que había dejado allí, apliqué lubricante a mi
exigente erección y caminé impaciente hacia el dormitorio. Jasper
no se había movido de su sitio.
Le besé el dorso de los muslos y me acerqué al lugar desde el
que ansiaba darme un festín, separé sus rollizos muslos y lo inhalé,
atando una mano alrededor de mi base. Estaba dormido, lo que no
hizo más que aumentar mi excitación.
Apliqué lubricante sobre su ano, sin dejar de mirarlo, para ver
si se despertaba, aunque continuó roncando con suavidad.
Coloqué una mano en la almohada, junto a su cabeza, y con la
otra le aparté la nalga, y lo penetré con mesura, sabiendo que tenía
que estar dolorido por lo de anoche.
Gruñó, le dolía la parte inferior y me detuve, con los huevos a
182

punto de estallar.
Cuando su respiración se calmó, lo penetré profundamente.
Página

Mis embestidas eran insoportablemente lentas y fraccionadas, me


retiraba y volvía a entrar, mientras gemía con suavidad y vibraba
con la necesidad de llenarlo por completo. Pero en el momento en
que mi pelvis chocaba contra la suavidad de su piel, este acto
clandestino de hacerle el amor sin que se diera cuenta terminaría, y
follármelo así era casi tan bueno como tomarle el culo mientras
gritaba que "no".
La respiración de Jasper se aceleró a medida que su cuerpo
tomaba conciencia, pero sus ojos permanecieron cerrados como si
su cerebro no hubiera comprobado que esto no era un sueño.
Enterré la nariz en su pelo, rozándole apenas el cuero cabelludo con
los dientes mientras saboreaba estos últimos segundos.
La respiración de Jasper se aceleró cuando su cuerpo tomó
conciencia, pero sus ojos permanecieron cerrados como si su
cerebro no hubiera calculado que esto no era un sueño. Enterré mi
nariz en su cabello, apenas raspando su cuero cabelludo con mis
dientes mientras saboreaba estos últimos segundos.
Susurró mi nombre entre dientes contra la almohada y yo
cambié de ángulo, adoptando un movimiento lateral mientras me
hundía hasta el fondo, apretándole el culo y empotrándome contra
él, impulsándolo más arriba en la cama. Lo quería todo dentro de él,
y separé aún más su culo sólo para asegurarme de que había
recibido cada pedazo de mi polla, de que no había ningún rezagado
que pudiera impedírmelo. Los dedos de mis pies rozaban las
sábanas, tratando de acomodarse mientras le daba de comer y
comer y comer todo de mí.
Aparté la cabeza a tiempo para escapar de un cabezazo cuando
se despertó con un jadeo y se empujó hacia las palmas de las manos.
—No pasa nada —susurré, aumentando mi ritmo mientras él
se apretaba a mi alrededor. —. Aguanta —le dije, ayudándole a
ponerse de rodillas y a apoyar las manos en el cabecero.
183

—Cole —dijo, a la deriva, arqueando la espalda y dejando caer


la cabeza entre los hombros.
Página

Pasé mis manos lubricadas por su pecho, a través de los rizos


recortados y apretados que rodeaban su polla, por su espalda
musculosa y subiendo y bajando por sus brazos tensos y extendidos.
—Ya casi ha terminado, ángel.
—No —gimió, tomándome tan bien que podría haber llorado.
Puse mis manos sobre las suyas, dejándole la responsabilidad de
mantener sus caderas en su sitio mientras le penetraba.
—¿Te duele? —le pregunté, mordiéndole suavemente el
lóbulo de la oreja.
—No lo suficiente —contestó con voz somnolienta.
La cama se balanceó y me dediqué a acelerar mi éxtasis para
que su cuerpo pudiera descansar adecuadamente.
—Estoy a punto de correrme —dije entre dientes apretados,
dándole unos cuantos empujones más. —. Joder. —Mi espina dorsal
se trabó mientras mi orgasmo me atravesaba.
Me agarré a su culo, para que cada gota de mi semen llegara a
lo más profundo de él. En el proceso, sentí una satisfacción
enfermiza y superior al saber que mi semen era el único que se
plantaba en su huerto.
—Cole —gimió.
—Te tengo —dije, deslizándome y dándole la vuelta. Cayó sin
fuerzas sobre la cama y se corrió en mi boca antes de que su corona
llorosa hubiera tocado mis amígdalas.
Jasper me tiró del pelo y me subió a su cuerpo, lamiéndome y
gimiendo de gusto.
—¿De verdad estabas dormido? —pregunté mientras dejaba
caer besos a lo largo de mi mandíbula.
—Quizá —dijo, riéndose cuando le di un codazo en las
costillas, y luego nos hizo rodar hasta que caímos al suelo.
184
Página
ME AGARRÉ A LA MOLDURA QUE HABÍA SOBRE EL MARCO DE
LA PUERTA DEL CUARTO DE BAÑO Y OBSERVÉ CON INQUIETUD
CÓMO JASPER, YA DUCHADO Y TOTALMENTE CONSCIENTE, SE
LLEVABA LAS MANOS AL CUELLO Y LOS PEZONES
MORDISQUEADOS Y FLORECIDOS COMO PÉTALOS DE UN
PISTILO, TODO PARA VERIFICAR, QUIZÁ, SI LO QUE VEÍA ERA
CIERTO. APRETÉ MIS DEDOS HASTA SENTIR DOLOR EN CUANTO
ME MIRÓ A LOS OJOS A TRAVÉS DEL ESPEJO DEL LAVABO.
—Daniel está de camino al aeropuerto. Surgió algo en el
último minuto y necesitamos que nos ayude a negociar un contrato.
Le dije que te lo haría saber. Estará fuera del país hasta el viernes
por la mañana. Tiempo más que suficiente para que desaparezcan.
—¿Qué —preguntó con incredulidad? —. La respuesta no es
inventar viajes de negocios para enviarlo cuando tengas ganas de
perder la calma en la cama, Cole. Necesitamos ser más discretos o
esto no funcionará.
O podrías dejarlo, no dije eso solo porque ya se estaba
poniendo irritable, y Jasper en un control de ira no era algo con lo
que te enfrentaras voluntariamente.
—Tendré más cuidado contigo. —Me mató decir eso.
La preocupación no desapareció por completo de su
expresión, pero afortunadamente el arrepentimiento sí. Me acerqué
detrás de él, pasando mis palmas por sus flancos y ahuecando sus
pectorales con amor, lamentando ya la inminente pérdida de los
moretones que caían en cascada sobre ellos.
—Y no inventé un viaje de negocios. Cambié algunas cosas
para poder aumentar drásticamente el cronograma en este caso. No
peleemos. —Manoseé y apreté sus pectorales como si los ordeñara,
mi polla se infló en el pliegue de su trasero. —. Ahora ven a comer —
185

dije, alejándome y tocando ligeramente una de sus mejillas


magulladas. —. Tu café se está enfriando. —Me alejé
Página

tranquilamente, sintiendo sus ojos sobre mi desnudez mientras


avanzaba.
Jasper entró a la cocina usando una de mis camisetas y un par
de mis sudaderas. Sería una tontería pensar que no podría atravesar
una barrera protectora si quisiera o lo necesitara, pero su mensaje
era claro: la diversión y los juegos habían terminado por ahora. Y lo
respetaría. Por ahora.
Me tendió un par de pantalones de pijama a cuadros y me los
puse sin discutir.
—¿Te gustaría poder retirarlo? —Pregunté, deslizando la
leche a través de la isla hacia él.
—Podría mentir y decir que sí —dijo —, pero primero
necesitaría al menos dos tazas de café. Ahora mismo no lo tengo en
mí. Estoy tratando de no sentirme mal por algo que hice con la
cabeza despejada, pero esto es un desastre, Cole.
—¿Quieres parar?
—No. Pero esto no es justo para él. No quiero lastimarlo, pero
tampoco lo voy a dejar —dijo conflictuado.
Él podía ser terco cuando quería serlo, y jugué con abordar o
no lo no dicho entre nosotros, sabiendo que enfrentarlo podría
potencialmente ayudarlo y salvarnos.
—¿Planeas evitar a mi padre para siempre?
Tosió alrededor de un sorbo de café y dejó su taza.
—¿De dónde vino eso?
—Sólo respóndeme, Jas.
—Hasta ahora ha funcionado.
—Eso fue antes.
—¿Antes de que? —preguntó.
—Antes de mudarme aquí y antes de que volviéramos a la vida
del otro. Creo que verlo puede ayudar...
—No. —La palabra era un portazo y ahora no era el momento
186

adecuado para derribarla de una patada. Clavé mis huevos y él


mordió una tira de tocino. ¿Cómo habíamos pasado de anoche a esta
Página

mañana y a esto? Dependería de mí recuperarnos.


—¿Cómo ha sido tu semana? —Le pregunté.
Arrancó una toalla de papel del soporte de la isla y se secó la
boca con ella.
—'Fia tiene un caso que quiere que mire. Pero nada urgente. Y
las clases siguen un horario alternativo esta semana, así que estoy
libre.
—He despejado mi calendario durante la mayor parte de la
semana. Eso significa que estaré completamente reservado la
próxima semana, pero a partir de ahora, soy todo tuyo.
—¿Qué debemos hacer? —señaló, con el ánimo más alegre.
—Estaba pensando en comprar árboles de Navidad —
respondí. Selene había implementado la tradición familiar. Antes
que ella llegara a nuestras vidas, mi padre se encargaba de todo.
Incluso logró asegurar su participación en la caza del árbol perfecto,
incluso si él se quejaba durante toda la prueba.
No habíamos tenido un árbol de Navidad desde que ella murió,
y por la inquietud escrita en el rostro de Jasper, él tampoco.
—Tú podrías venir. Ayúdame a decorarlo junto con el resto de
este lugar. Por favor —agregué.
—Ni siquiera hemos pasado del Día de Acción de Gracias
todavía.
No había mencionado el Día de Acción de Gracias porque no
quería llamar la atención sobre el hecho de que él lo pasaría
conmigo, no con Daniel. No tan pronto después de su enfado por las
marcas que le había dejado en el cuerpo y de luego enviar a su
marido lejos para cubrirlo. No quería que viera lo que había hecho
como una forma premeditada de tenerlo para mí durante las
vacaciones, porque no lo era. Pero estaba eufórico por ello y ya
estaba haciendo planes en mi cabeza. Y tal vez por algún milagro,
también lo tendría para Navidad.
187

—¿Desde cuándo eso nos detuvo? —La temporada navideña


comenzaba cuando Selene así lo decía, lo que normalmente era en
Página

cualquier momento después de Halloween.


—Es cierto —dijo, sorprendentemente sin hacer de su Día de
Acción de Gracias sin Daniel un tema de conversación. —. Bueno.
Estábamos demasiado separados, y cuando merodeé hasta su
lado de la isla, él siguió mi avance con una mirada recelosa que
odiaba ver. Uno que ayudé a poner allí sin tener en cuenta su deseo
de mantener nuestra relación prudente. En mi defensa, no sabía
cómo tocarlo de forma no exclusiva. No sabía cómo aparearme con
él y no marcarlo también. Y le había encantado. Lo quería y lo
necesitaba tanto como yo. Su cuerpo siempre traicionaría su
negación. Pero a la luz del día y pensando con la cabeza libre de
lujuria, necesitaba fingir que yo era el malo. Necesitaba a alguien con
quien compartir la carga de la culpa.
Se giró en su taburete y su mirada cayó entre mis piernas y la
tienda levantada allí. Me acurruqué entre sus muslos, dirigiendo su
mirada a la mía sujetándole la barbilla.
—Ignóralo —dije. —. No se puede evitar. —Examiné su cuello,
inclinando su cabeza en consecuencia, luego besé cada uno de los
chupetones. —. Lo siento —dije, clavándome en la cruz por él.
Inclinó la cabeza, liberando la tensión que había estado
almacenando en sus hombros desde que dejó mi cama.
—Lo quería —admitió innecesariamente. —. Todavía lo
quiero. Joder, quiero más. Quiero que hagas lo que quieras con mi
cuerpo y… mi corazón. Pero no me permitiré tenerte, Cole. —
Entonces me miró, con una expresión de tristeza mezclada con su
belleza. Pura inocencia y vulnerabilidad. Las dos cosas sobre las que
se basaban mis fantasías sobre él. —. Esto es lo mejor que puedo
hacer. Pero no puedo controlarte a ti ni a mí cuando estamos así,
Cole. Siempre has sido quien está a cargo del control.
Lo encerré a la fuerza en un beso ardiente, acepté sin palabras,
dejándonos a ambos sin aire al concluir.
188

—Y nunca me digas que ignore esto —dijo, deslizando sus


pulgares en mi cintura y rozando el suave algodón debajo de mi
Página

trasero y mis pelotas. Me miró fijamente desde debajo de sus


exuberantes cejas, parpadeando perezosamente.
—¿Recuerdas qué hacer con él?
—Creo que sí —dijo tímidamente, levantándose y luego
arrodillándose. Mi cabeza se inclinó hacia un lado mientras su boca
me envolvía en su calidez. Por supuesto que lo recordaba.

MARK NOS ENCONTRÓ UNA GRANJA DE ÁRBOLES AL NORTE


DEL ESTADO Y PASAMOS EL LARGO Y NEVADO TRAYECTO
ENTRETENIÉNDOLE CON HISTORIAS DE LAS TRAVESURAS
NAVIDEÑAS DE NUESTRA INFANCIA.
—... ¡destrozó la Navidad! —Dije, poniendo fin a la historia de cómo
fueron las primeras vacaciones de Jasper con nosotros. Mark se rio y
se encontró con mi diversión en el espejo retrovisor.
—Eres un mentiroso —intervino Jasper, dándome un codazo.
—¿Entonces estás diciendo que no bajaste sigilosamente en
medio de la noche y destrozaste todos los regalos buscando el tuyo?
¿Y qué te comiste las galletas de Santa?
—Está bien, tal vez eso sea cierto, pero crecí en la pobreza.
Nuestro árbol de Navidad era una planta en maceta que mi madre
casi sufrió un aneurisma tratando de mantenerla con vida.
Colgábamos como adornos unos pendientes de macarrones que le
había hecho en clase un año —dijo con nostalgia. —. Me sentí muy
afanado esa primera Navidad en la casa de Franklin...
—Nuestra casa —corregí, y él apretó la mano que mantenía
secretamente presionada contra su muslo debajo del abrigo que
había colocado ingeniosamente entre nosotros. Para Mark no
189

éramos más que una familia reconectada. Para el resto del mundo ni
Página

siquiera éramos eso. Nadie en Nueva York, aparte de Leland, Daniel


y Mark, sabía de nuestra conexión. Y sólo Leland sabía la verdad.
—Sólo el tamaño de ese árbol —dijo asombrado. —. Puede
que me haya vuelto un poco loco.
—¿Lo crees? Lo mínimo que podrías haber hecho fue leer las
etiquetas con los nombres para asegurarte de que era tu regalo el
que estabas abriendo. Tu pobre mamá se puso roja como un tomate
al ver la escasa lencería que mi padre le había regalado colgando
como un adorno de la rama de un árbol. —El auto se quedó en
silencio y Jasper me sonrió. Volví sobre mis palabras y entendí mi
desliz. —. La amaba, ¿sabes?
—Sí, lo sé —dijo.
A menudo me preocupaba que él creyera que la había
superado, como si alguna vez pudiera hacerlo. O que mi dolor no
podría igualar el suyo. Había perdido a dos madres y tuve algo que
ver en sus muertes. El dolor casi me había matado.
—Después de eso me volví más inteligente —le dijo a Mark. —
. No solo revisé las etiquetas, sino que abrí mis regalos con tanto
cuidado, asegurándome de no romper el papel, que nadie se dio
cuenta de que habían sido reenvueltos y pegados con cinta adhesiva.
—¿Me estás tomando el pelo? —Me doblé de risa dentro de los
límites de mi asiento. —. ¿Pensaste que estabas superando esas
chapuzas? Para entonces ya llevábamos tres años con sus
travesuras, Mark. Todos se dieron por vencidos. Dejó de
importarnos. ¿Por qué odias tanto las sorpresas? —Pregunté, pero
él se encogió de hombros, sus ojos verdes musgosos brillaban
animadamente. Sin pensarlo, pasé un pulgar por su labio superior e
inferior, luego lo retiré como si las lujosas almohadas rosas
contuvieran llamas. Nuestros ojos se dirigieron a Mark, que había
estado demasiado ocupado girando a la izquierda para notarnos.
El rostro de Jasper se calentó por el toque inofensivo, su
190

perfecta hilera de dientes asomando a través de su boca


entreabierta, su cuerpo tan receptivo hacia mí. Parecía tan asustado
Página

y tan inocente, y habría renunciado a cualquier cosa para


aprovechar eso en ese momento. Sentar mi polla dentro de él
mientras susurraba que no tenía nada que temer.
—Entonces, ¿cómo se conocieron sus padres? —Preguntó
Mark, bajando la visera. —. No parece que corrieran en los mismos
círculos.
—Mi madre ganó unas vacaciones para ir a la playa y
hospedarse en un hotel de cinco estrellas con todos los gastos pagos
en una de esas rifas de revistas para mujeres —dijo Jasper,
recomponiéndose.
—Y mi padre finalmente había decidido afrontar la muerte de
mi madre. Se tomó un descanso muy necesario del trabajo. Las
primeras vacaciones que había tomado desde que yo nací. Vio a
Selene descansando junto a la piscina y el resto es historia.
—No mucha gente tiene suerte de encontrar el amor dos veces
—dijo Mark, mientras sus ojos melancólicos y su cabello gris volvían
a poblar el espejo retrovisor.
—Mi padre no era un hombre fácil de amar, Mark. Sólo sabía
que estaba destrozado y que yo era quien lo había destrozado.
Estaba dedicado a su trabajo y pasó la mayor parte de mi infancia
huyendo de mí. —Huyendo del recuerdo. —. Sin embargo, Selene
hizo que valiera la pena amarlo. Lo intentó por ella. Ella era su todo.
—Lamenté haber dicho las palabras honestas en el instante en que
Jasper se alejó de mí; pero luego, pareciendo comprender que no era
el único con derecho a sufrir dolor, deslizó su palma hacia atrás bajo
el abrigo y volvió a tomar mi mano.
—¿Deberíamos contarle sobre el incidente de la recolección
de manzanas? —Le pregunté a Jasper, cambiando de tema.
Dispuesto a decir y hacer cualquier cosa para provocar una sonrisa,
o en este caso una mueca, en su rostro. Mark parecía intrigado.
—Digamos que antes me encantaban las manzanas verdes y
191

ahora ya no. —Tembló al recordar haber comido tantas en el huerto


que había vomitado sobre el auto nuevo de mi padre durante todo el
Página

camino a casa.
Llegamos a la granja de árboles y pasamos aproximadamente
una hora debatiendo sobre qué tamaño de árbol comprar.
—No necesitamos algo tan grande sólo para nosotros dos —
argumentó Jasper cuando señalé un aturdidor de tres metros y
medio. Me calentó el corazón oírlo considerar nuestro el árbol,
incluso si lo dijera sin pensarlo. Tal vez significaba que lo
conseguiría para Navidad, que él me dedicaría algo de tiempo. Había
mencionado pasar sus últimas Navidades con la familia de Daniel.
Quizás este año seamos él y yo. Nuestra familia.
—No importa. Vi la forma en que tus ojos brillaron cuando lo
viste. Es una réplica exacta del que pasamos juntos aquella primera
Navidad. Lo voy a comprar. —Le hice un gesto a un asistente para
que me ayudara, lanzando una mirada de reojo a Jasper, esperando
un ceño fruncido, pero en lugar de eso encontré una sonrisa cuando
se acercó al árbol.
—¿Esto encajará? —preguntó, mirando con adoración el alto
abeto.
—¿Has visto mis techos?
—Bueno, ¿qué pasa con el ascensor?
—Haremos que funcione. —No me iría de allí sin ese árbol. Si
se hubiera necesitado una grúa para atravesar las ventanas del ático,
que así fuera.
Ayudamos a Mark a atar el monstruo al techo de la camioneta
y luego nos fuimos. Le pedí al conserje que enviara a uno de sus
compradores a buscar decoraciones, así que condujimos
directamente a casa y pasamos el resto de la noche decorando,
haciendo del ático un hogar para las vacaciones.
Jasper se sentó en el suelo de la sala, mirando el árbol
iluminado. Entre su brillo dorado y las luces de la ciudad que se
filtraban a través de las ventanas, no necesitábamos que las luces
192

interiores estuvieran encendidas en absoluto.


Salí de la habitación y regresé con un regalo envuelto, me
Página

senté frente a él y se lo entregué después de que él se levantó de las


palmas de las manos y se aseguró el cabello en un moño.
—Pensé que no tenía sentido poner esto debajo del árbol
contigo cerca. Ábrelo.
—Podrías haberlo escondido hasta Navidad —dijo, mientras
me lo arrebataba y hacía trizas el papel plateado. Me reí entre
dientes, acariciando un rizo rebelde detrás de su oreja.
—¿Qué es esto? —Preguntó, poniendo el documento
enmarcado boca arriba.
—Es una patente para esta pieza de tecnología —dije, sacando
de mi bolsillo un objeto en forma de T revestido de vidrio del
tamaño de una gominola. —. Esto nos ayudará a lograr que el
corazón artificial sea algo casi permanente, no transitorio. Uno que
pueda sostener la vida del anfitrión mucho más allá de unos pocos
años.
—Pregunta estúpida, pero no estamos hablando de
inmortalidad, ¿verdad?
—No, no está destinado a durar para siempre; en última
instancia, aún será necesario un trasplante, pero le da al receptor
más tiempo. Y permitirá una existencia relativamente normal
mientras tanto. Y con un poco de suerte, cualquiera que lo necesite
será candidato. —Selene no había sido una buena candidata para lo
que había actualmente en el mercado.
—¿Funcionará? —susurró, atreviéndose a tener esperanzas.
—Tenemos el laboratorio más grande, los mejores científicos
e ingenieros del país que creen que es posible.
—¿Cuánto tiempo tardará?
—Muchísimo —admití, con pesar. —. Cosas como esta toman
tiempo. En este momento todo lo que tenemos es el diseño y la
tecnología para hacerlo realidad. Y con suerte recibiré la llamada de
Daniel o de mi equipo en breve para informarme que se ha firmado
193

la documentación necesaria para poner en marcha el prototipo.


Habrá pruebas y errores, y muchos trámites burocráticos que
Página

superar antes de que el producto final sea aprobado para las


pruebas. Pero la espera valdrá la pena.
—Gracias —expresó.
—Es sólo una copia…
—No te estoy agradeciendo por el documento, Cole.
Asentí.
—¿Dónde lo colgarás?
—Tal vez en mi oficina —dijo, mordiéndose el labio inferior.
—¿La oficina de tu casa?
—No. He estado pensando en iniciar mi propia empresa.
—¿Qué? —Lo liberé del marco, dejándolo a un lado para poder
enviarlo boca arriba, con mis manos pegadas a cada lado de su
cabeza mientras me sostenía sobre él. —. ¿Cuándo decidiste esto?
—Aún no lo he decidido. Dije que había estado pensando en
ello. —Pero estaba sin aliento por la anticipación. Él quería esto;
sólo necesitaba saber que tenía derecho a hacerlo.
—Tienes que estar emocionado con esto, Jasper —dije,
liberando su labio y viendo una sonrisa dividir su rostro. —. Nunca
tendrás que ocultar o restar importancia a tu felicidad conmigo.
Nunca —volví a decir con énfasis. —. Yo no soy él.
—Será costoso. Pero hay préstamos y tengo algunos ahorros...
—Tienes más que unos pequeños ahorros —le dije. —. Tienes
suficientes acciones de empresas para financiar un país pequeño. Y
no has tocado tu confianza...
—Ese dinero no me pertenece.
—Mi padre...
—Me lo quitaría en un suspiro si supiera la verdad. Si fuera
mío, ya habría donado hasta el último céntimo.
Introduje los dedos por debajo del cuello alto que llevaba
estratégicamente para ocultar la marca de mi mano y le acaricié la
nuca. No me serviría de nada discutir con él. No era así como quería
194

que acabara nuestra noche.


—¿En qué puedo ayudarte?
Página

—En nada —susurró, y supe que se refería a algo más que la


firma, del mismo modo que probablemente también sabía que mi
pregunta había ido mucho más allá.
—De acuerdo —dije. —. ¿Se lo has dicho a alguien más?
—Eres el primero en saberlo. Siempre serás el primero en
saberlo, Cole", dijo, leyendo bien mi necesidad.
Pasé su labio inferior entre mis dientes.
—¿Qué deberíamos hacer con el resto de nuestra noche?
¿Cómo deberíamos celebrarlo?
—Estoy cansado, la verdad —dijo, levantando la cabeza para
pasar sus suaves labios por mi barbilla. —. Me han tenido despierto
toda la noche.
—Bueno, entonces, ¿me dejarás bañarte, llevarte a mi cama y
masajearte los moratones con un poco de crema desvanecedora, y
luego abrazarte?
—¿De verdad tienes que preguntarlo? —dijo, robándome un
beso.
195
Página
Daniel
Hace 3 años y 8 meses

—EL SEÑOR DES MOINES ESTÁ AQUÍ. —La voz de Jessica se escuchó por
el altavoz del teléfono de mi despacho, dándome aviso.
—Hazlo pasar. —Pulsé el botón de desconexión y me levanté
rápidamente para ponerme la americana y abrochármela mientras
se abría la puerta de mi despacho.
Jasper Des Moines entró como una suave brisa, pero había algo
en él que también gritaba caos. Sus rasgos son suaves, llamativos, e
incluso fuertes, con el choque de su cuerpo, obviamente masculino,
bajo el traje con el que parece sentirse incómodo. Cuesta demasiado
no mirarlo.
—Sr. Ward —me dijo con una sonrisa tímida y una voz de
barítono que acentuaban su polaridad. Me tendió la mano y la cogí.
Su apretón era firme, pero no desafiante; seguro, pero dispuesto a
ceder poder.
—Qué interesante —le dije.
—¿Disculpe?
Estaba claro que su perfecto equilibrio de encanto recatado,
deferencia y seguridad en sí mismo no era una fachada, sino un
medio para conquistarme. O simplemente no apreciaba en absoluto
su fascinación.
196

Algo se movió en mí, aunque no lo suficiente. No lo suficiente


para cambiar las cosas.
Página

—Por favor, llámame Daniel, y bienvenido al programa de


prácticas.
Jasper

EL OLOR A AVELLANA PENETRÓ en mis fosas nasales, sacándome de mis


pensamientos del pasado.
—Mmm —gemí, aceptando la taza que Cole me acercaba a la
nariz por detrás.
—¿En qué estabas pensando? —preguntó, acercándose para
descansar su espalda en la ventana del dormitorio desde donde me
había sorprendido mirando sin estar cien por ciento concentrado en
ello. —. Sea lo que sea, te ha hecho perder mucho dinero. —Tocó la
gota de líquido preseminal del tamaño de una perla de mi polla
rígida antes de dejarla caer en su propio café. Se arriesgó a tomar un
sorbo del líquido humeante y cerró los ojos mientras gemía de
éxtasis. —. Quién diría que una pizca de sal haría que todo fuera
mejor. —Bebió mientras me acariciaba con su palma untada de
saliva, y traté de beber cuando tuve un orgasmo casi de inmediato,
ya que ya había estado en la cúspide debido a mi viaje en el tiempo.
Cole se lamió las manos y añadió unas gotas más a su café.
—Entonces, ¿en qué estabas pensando?
—En el momento en que se nos ocurrió nuestra palabra de
seguridad —dije, caminando con piernas temblorosas hacia la mesa
de noche donde Cole había colocado la patente enmarcada que me
había dado hace cuatro noches. Dejé mi café y caminé de regreso
hacia él con la intención de arrodillarme y devolverle el favor.
197

—No —dijo, agarrando mi muñeca. —. Lo estoy guardando para


esta noche. —Me ofreció un sorbo de su café con semen para aliviar
Página

el dolor del rechazo. —. Las cosas cambiaron después de eso —dijo


en referencia a la implementación de nuestra palabra de seguridad.
—. Comenzamos a experimentar más.
Habíamos encontrado nuestro ritmo -nuestra perversión, sin
saberlo- y, con cada encuentro sexual que manteníamos,
comenzábamos a entender mejor lo que el otro quería y necesitaba.
Nos volvimos más atrevidos. No nos juzgábamos tanto. Perdimos el
control. Había recuperado esa sensación de euforia durante los días
que pasé con Cole.
—Esto no termina esta noche —dijo Cole, leyendo mi mente.
Daniel regresaría mañana, y aunque Cole y yo no estábamos
terminando las cosas, estábamos terminando nuestras vacaciones.
Estaría regresando a casa, volviendo a como solían ser las cosas, en
cierto modo. Es lo mejor. Como tiene que ser.
—Lo sé. Aunque no será lo mismo. No tendrás el mismo acceso a
mí. —Conocía bien a Cole. Sabía que no importaba cuánto afirmara
que podía manejar esto, lo más probable era que no pudiera, y me
encontré recordándole sutilmente, o más bien preparándolo, cómo
serían las cosas. Tendríamos que proceder con precaución.
—Pasamos mucho tiempo juntos, ya sea que él esté presente o
no. Ya has pasado noches aquí antes.
—Sí, pero no podemos jugar a las casitas —dije, señalando mis
bolsos y la ropa esparcida por todo el lugar, algunas enteras, otras
destrozadas por sus manos. Establecer límites era más para mí que
para Daniel, porque me estaba apegando a la idea de cómo podría
ser y no podía ser en absoluto.
Se puso de pie, levantando mi barbilla, depositando un casto
beso en mis labios, su mano libre recorriendo mi cabello y tirando
dolorosamente.
—¿Tendrás sexo con él?
Ya había perdido la cuenta de los días (posiblemente incluso
198

semanas) desde la última vez que Daniel y yo tuvimos relaciones


sexuales. Ambos habíamos estado ocupados y, para empezar, él
Página

nunca había tenido un deseo sexual hiperactivo. Pasar algunas


semanas aquí y allá sin sexo no estaba fuera de lo normal para
nosotros. Honestamente, había estado agradecido por las pausas
cada vez que ocurrían. Pensé que tal vez algo había muerto en mí
junto con mi madre y mi relación con Cole. Resultó que estaba bien,
o si algo había muerto, la presencia de Cole lo había resucitado.
Nuevamente me sentí abrumado por el desastre que estaba
haciendo en nuestras vidas.
—Él es mi marido —dije, preguntándome de nuevo a quién de
nosotros pretendía convencer. —. Cole —dije, extendiendo la mano
cuando él se alejó de mí, pero él esquivó mi mano.
—¿Lo disfrutarás?
—No. —Lo evitaría a toda costa y probablemente no necesitaría
esforzarme mucho. Aunque no podía decirle eso a Cole. Admitirlo
habría servido como falsa esperanza. Sin embargo, no lo quería con
nadie más. —. Si alguna vez me necesitas cuando no estamos
juntos… Si la situación se pone tan mal que no puedes esperar,
envíame un mensaje de texto o llámame. Intentaré llegar hasta ti.
Resopló, sacudiendo la cabeza ante mi audacia. Después de una
pausa más larga, dijo con una sonrisa tensa:
—Tengo todo un día planeado para nosotros. No hables más de
Daniel. Tú y yo somos los únicos que existimos hasta mañana.
¿Trato?
No se me escapó que no había estado de acuerdo, y si su objetivo
era ponerme celoso y sobresaltado, lo había logrado. Tendría que
pasar a un segundo plano por ahora.
—Sólo si prometes que no iremos a otra conferencia médica —
bromeé, o al menos intenté aceptar plenamente la idea de vivir en
negación durante las siguientes veinticuatro horas. La negación fue
lo que mejor prosperé.
—Pensé que disfrutabas aprendiendo sobre las aurículas y los
199

ventrículos del corazón —dijo, fingiendo dolor mientras pasaba su


dedo meñique por el mío y nos escoltaba hacia la cama.
Página

—Siempre te apoyaré, pero avísame antes de arrastrarme a una


conferencia de seis horas la próxima vez, ¿de acuerdo?
—¿Arrastrarte? —preguntó, colocando su taza junto a la mía.
—Está bien, tal vez arrastrar sea una palabra demasiado fuerte
—admití. La mañana después de que me diera la patente
enmarcada, personalmente me conecté a Internet y encontré una
conferencia en Brooklyn con entradas aún disponibles. Los había
impreso antes de que despertara. Mi forma de decir gracias.
—Literalmente planeaste todo. —Siempre compruebo cuánto
tiempo duran esas cosas antes de morder la bala. Nuestras sonrisas
eran un poco más genuinas ahora, nuestros problemas se
disolvieron en el futuro mientras él buscaba restaurar nuestra
conexión.
—Necesito probarte. Necesito mi lengua y mis dedos
profundamente dentro de ti —susurró, lamiéndose los labios en
preparación. —. Y lo necesito ahora. —Me tumbé boca arriba
siguiendo sus instrucciones, separando mis talones en el borde del
colchón. Apreté las sábanas entre mis puños, ondulando mis caderas
mientras él se arrodillaba y me devoraba entero, dejándose a sí
mismo goteando y deseando.

—Sólo la ropa que llevas puesta. —Esas fueron las instrucciones


de Cole cuando le pregunté qué debía empacar para la noche. Aparte
de eso, no reveló nada sobre nuestros planes. Le había dado el día
libre a Mark y me sentía bien al no tener que fingir que éramos otra
cosa distinta de lo que éramos hoy.
Viajamos en la parte trasera de un elegante sedán tintado, con la
200

ventanilla levantada, mientras el conductor maniobraba entre los


Página

atascos provocados por el cierre de las calles del desfile del Día de
Acción de Gracias.
Me había enfadado con Cole por no ser discreto con nuestras
relaciones sexuales. Me enfadé con él por enviar a Daniel fuera de la
ciudad como táctica para ocultar nuestra aventura. Me aterrorizaba
que me descubrieran, que Daniel empezara a sospechar si Cole y yo
no teníamos cuidado. Me sentía culpable por lo que le estaba
haciendo a mi marido. No se lo merecía, igual que mi madre no se
había merecido lo que yo le había hecho. Realmente no quería
hacerle daño, aunque mis acciones decían lo contrario. Mis acciones
siempre parecían decir lo contrario.
No le había dado importancia al hecho de que se fuera de
vacaciones porque, sinceramente, me sentía aliviado de no tener que
pasarlas con sus padres. No era ningún secreto que no me
aprobaban y nunca dejaban que Daniel olvidara que podía hacerlo
mejor. En las cenas con ellos, su padre solía fulminarme con el ceño
fruncido y su madre le recordaba a Daniel que su éxito económico se
debía principalmente al fideicomiso que le habían concedido al
nacer, haciéndole sentir que vivía de su dinero.
Intentando olvidarme de todo eso y permanecer en el momento
con Cole, mantuve mis ojos pegados al mundo fuera de la ventana de
mi asiento trasero, tratando de predecir hacia dónde nos dirigíamos.
—Almorzaremos en lo alto del Empire State Building. —Fruncí
los labios. —. Luego veremos una obra de Broadway. Hamilton,
porque sabes que he querido hacerlo desde que me mudé aquí, —le
dije, y él se rio, porque nunca se lo había mencionado, pero en la
remota posibilidad de que no íbamos a ver a Hamilton, ahora sabía
que yo quería hacerlo. —Luego tendremos una cena en Le Bernardin
—dije con una pronunciación perfecta, demostrando que mis clases
de francés no habían sido una completa pérdida del dinero de
Franklin. —. Porque estás de humor para gastar tu dinero. Luego —
201

terminé triunfalmente, poniendo fin a mi ridículo juego de Clue de


un solo hombre —, terminamos la noche en una suite en lo alto del
Página

Riyodahn con vista a la ciudad centelleante.


—Mierda. ¿Es demasiado tarde para cambiar nuestros planes a
eso? —preguntó, golpeándome con una sonrisa torcida. —Deja de
retorcerte — reprendió.
—Deja de disfrutarlo —dije, tratando de encontrar una posición
que no ejerciera tanta presión sobre el estrecho tapón que me había
insertado. Debido a su tamaño, la excitación de bajo nivel era fácil de
ignorar, pero esto era sólo el comienzo de sus tortuosos planes.
Cole entrelazó sus dedos con los míos y pasó el pulgar por el
lugar desierto donde debería haber estado mi alianza de boda.
—'Tú y yo somos los únicos que existimos hasta mañana —le
recordé.
Más de una hora después, terminamos en el helipuerto del
Muelle 6 a lo largo del East River, a poca distancia de nuestro punto
de partida en la casa de Cole. —. ¿Era tan importante mantenerme
alerta? —pregunté.
—Sí. Además, teníamos algo de tiempo libre antes de que llegara
el piloto. Vamos.
La isla de Manhattan era majestuosa desde esa altura, pero
pasamos la mayor parte del viaje mirándonos fijamente.
Aterrizamos en el helipuerto de una finca palaciega, a buena
distancia de la ciudad, cerca del mediodía.
Las chimeneas encendidas eran el punto focal de cada
habitación. Su artesanía en piedra recorrió las paredes contra las
que fueron construidos, golpeando los techos. El administrador de la
finca nos brindó un recorrido completo y luego nos llevaron a
nuestra habitación, donde los esmóquines colgaban en bolsas de
ropa con cremallera abierta, y las batas y otros elementos esenciales
estaban cuidadosamente colocados sobre el banco de latón forrado
de terciopelo al pie de la cama tamaño King.
Mi corazón dio un vuelco cuando vi el equipo ecuestre para clima
202

frío.
—¿Todavía montas? —Preguntó Cole, colándose detrás de mí
Página

mientras yo levantaba un par de pantalones de montar. Su aliento en


mi cuello hizo que los dedos de mis pies se curvaran en mis botas, y
me agarré a uno de los cuatro postes de la cama para mantener el
equilibrio.
—No desde que salí de casa —dije.
—Hay establos al otro lado de la propiedad. Me aseguré de
darles instrucciones para que nos dejaran virar a nosotros. Sabía
que primero querrías hacer tu propia selección y crear un poco de
vínculo.
—¿En serio? —Me encantaba montar, pero nunca me permití
hacerlo aquí. Salir de la ciudad siempre me pareció una gran tarea y
montar en bicicleta me recordaba demasiado a mi hogar. Demasiado
de mi madre gritando vergonzosamente desde las gradas cada vez
que superaba una valla en una competencia.
—De verdad —dijo Cole. —E incluso dejaré que me ganes en una
carrera.
—¿Dejarme? —dije dubitativo. Cole había practicado ciclismo
durante años antes de que yo apareciera, pero cuando llegué a la
adolescencia nunca lo sabrías.
—Has estado fuera de la silla por un tiempo. No seas demasiado
arrogante.
Nunca se me ocurrió que todavía estaría montando. No había
sido el único que hizo que mamá perdiera la voz cuando gritaba en
las gradas.
—¿Cómo está Warrior?
—Está bien. Necesita urgentemente un cambio de nombre, pero
está bien.
—Warrior es el nombre perfecto para un caballo. Mejor que
Lightning.
—Oye, ella tiene una raya blanca en su melena. Los rayos tienen
mucho sentido. Mi caballo estaba destinado a tener ese nombre —
203

dijo Cole señalando con el dedo.


—¿La están cuidando bien?
Página

—Alguien la monta algunos días a la semana.


—¿Alguien? —Pregunté, porque a Warrior no le gustaba que
cualquiera la montara.
—Yo, al menos hasta que estaba con ellos —admitió. Warrior lo
odiaba y él la había cuidado de todos modos. No necesitaba otra
razón para amarlo, pero el universo parecía decidido a darme una
de todos modos. —. Nos tomó un tiempo llegar a un entendimiento.
Sobornarla con zanahorias funcionó y finalmente dejó de intentar
arrojarme a la muerte. Sin embargo, ella nunca abandonó el ojo de
desprecio. Era como si supiera que no estabas allí por mi culpa.
—Ellos lo saben…
—¿Qué cosa le gusta? ¿Que la cepillen antes y después de cada
paseo… pero sólo por un corto tiempo después de un paseo, porque
prefiere que la froten principalmente hasta que se calme? Sí, lo sabe.
—Mordió mi pulgar mientras éste trazaba un camino a través de sus
labios en señal de gratitud.
—La nieve ha desaparecido y hoy hace un calor inusualmente
más cálido de lo que debería ser. La Madre Naturaleza está
conteniendo la respiración para que podamos tener este momento.
Vámonos antes de que perdamos el control —dijo, acariciando mi
mejilla con sus nudillos.
La finca ocupaba más de treinta acres de tierra y cabalgamos
durante horas, riéndonos del esfuerzo, perdiendo la noción del
tiempo y también de nuestros problemas. El caballo que me
prestaron se llamaba Sable, por el color de su pelaje. Podría haber
sido pariente directa de Warrior.
—Puedes venir a visitarla en cualquier momento —dijo Cole,
mientras la cepillaba y hablaba con ella después de nuestro viaje. Se
apoyó contra la puerta del establo mirándome, su propio caballo ya
atendido. Me gustaba quedarme.
—Sólo si vienes conmigo —dije, riéndome de su expresión de
204

satisfacción. Me sentí diferente allí, con él. Cambió de alguna


manera, pero aún no está claro de qué manera. Sin embargo, me
Página

había devuelto una parte de mí. Una pieza que me aterrorizaba


recuperar.
—¿Tienes hambre? —preguntó, mientras el crepúsculo se
extendía sobre la propiedad detrás de él.
—Estoy hambriento —admití.
—Vamos a limpiarnos para la cena.
La ducha de nuestra suite tenía una bañera de hidromasaje en su
esquina, que ya estaba calentada y burbujeante cuando regresamos
a nuestra habitación. Cole había alquilado el lugar para nosotros, y
aparte del mozo de cuadra, que había mantenido un perfil bajo, y el
administrador de la propiedad que nos había guiado cuando
llegamos, no había visto a nadie más. Había planeado esta noche
perfectamente, prediciendo qué necesitaríamos y cuándo, y
asegurándose de que estuviera lista.
Primero nos metimos en la bañera, los chorros masajeaban los
músculos que estarían adoloridos por montar a la mañana siguiente,
luego nos dirigimos a una ducha caliente.
Cole amasó mi piel con manos jabonosas, examinando y besando
cada moretón que me había dejado, lamentando su pérdida, como si
fueran lo único que nos hacía reales. Lo que quedó de ellos podría
explicarse fácilmente si Daniel se diera cuenta.
—Si tan sólo pudiera poner mis manos sobre ti —murmuró Cole
de rodillas, con la nariz contra mi pliegue libre de tapones. —. Si
pudiera darte unos azotes fuertes. —Me dio un ligero golpe en el
culo; su palma y el agua que resbalaba por mi piel crearon una
hermosa canción que resonó en el recinto de mármol. Gemí y me
apoyé con una mano en la pared de cristal. Su palma aterrizó más
fuerte, más rápido, en el mismo sitio y luego en otro, con la cantidad
justa de dolor para hacer que mi polla se excitara, pero no lo
suficiente como para causarme daño. No lo suficiente para que me
pitaran los oídos mientras me corría.
205

Tendría que ser él quien lo parara. Él tenía el control por alguna


razón, y yo era la víctima de sus sucias acciones por otra. Ambos
Página

estábamos indefensos ante los papeles que representábamos.


—Cole —le supliqué, frotando mi culo contra sus fosas nasales,
sabiendo que le excitaba.
Me magullaba con facilidad; teníamos quizás un nivel más de
intensidad antes de que la prueba de lo que estábamos haciendo
aquí estuviera escrita sobre mí. Se lo permitiría, no podía detenerlo,
no quería...
Se detuvo, poniéndose de pie y arrastrando su lengua aplastada
sobre mi agitado agujero en su camino hacia arriba.
—Cuidado —me susurró al oído, mordiéndome una línea del
cuello. —. Prometí tener cuidado. —Cerró el grifo y cogió un plug
más grueso y lubricante del banco de la ducha.
—¿Eso es todo? —pregunté, mirando nuestras pollas duras.
—La cena se enfría —dijo, añadiendo una generosa ración de
lubricante a la monstruosidad que tenía en la mano. Seguía siendo
mucho más pequeña que él. Podía soportarlo. —. Inclínate —
susurró.

La cena resultó ser un menú de cuatro platos en el gran comedor,


todo servido y preparado por Cole. Después de cada plato,
desaparecía en lo que yo suponía que era la cocina y volvía con una
elegante bandeja, algo delicioso escondido bajo su tapa plateada.
Después de rechazar el último postre que me tendió, Cole me
cogió de la mano y me condujo por pasillos serpenteantes hasta que
llegamos a un salón acristalado con vistas a la extensión del jardín
sur.
Las luces estaban apagadas y el piano se encontraba en el centro,
206

bajo la luz de la luna y las estrellas. Me dejó con la boca abierta


Página

mientras se acomodaba en el banco y calentaba los dedos antes de


empezar a tocar "My Immortal" de Evanescence. La letra, que
hablaba de dolor, de heridas y de separación, empezó a bailar en mi
cabeza mientras luchaba por aferrarme a este momento y no volver
a recordar viejos momentos dolorosos.
Terminó, alargó el outro y se dirigió hacia donde yo estaba
observando el cielo nocturno, sosteniendo dos copas y la botella de
champán que se había conservado en hielo junto al Baby Grand.
Le cogí una de la mano por el tallo y estudié su belleza mientras
llenaba nuestras copas. Iba todo de negro, se había quitado la
corbata y se había desabrochado los dos primeros botones de la
camisa, dejando al descubierto su suave y bronceada clavícula. Y se
había peinado el espeso pelo negro azabache para apartarlo de su
rostro cincelado.
—Eres jodidamente sexy —le dije.
—Sobre todo cuando follo —contestó, con las cejas fruncidas.
Llevó la botella a la cubitera y volvió con paso ligero para chocar su
vaso con el mío. Su confianza en lo que podía hacer con su cuerpo,
con su polla, era lo que más me excitaba. Tuve la suerte de ser su
lienzo en blanco cuando éramos más jóvenes. De ser el cuerpo sobre
el que había mejorado su arte. De ver y sentir los cambios a medida
que ambos crecíamos en nuestra sexualidad. Eso conllevaba poder.
Y también posesividad. Sus habilidades me pertenecían.
Bebí para no lanzarme sobre él.
Los fuegos artificiales comenzaron a lo lejos, y casi me atraganto
con la bebida cuando la explosión de luces inundó el cielo de colores
ardientes. Cole se balanceó sobre sus talones y se llevó una mano al
bolsillo.
—Feliz Acción de Gracias —dijo, dejándome sin aliento y sin
palabras.
207
Página
Jasper

DESPUÉS DE LOS FUEGOS ARTIFICIALES, cole propuso un baño nocturno en


la gruta cubierta. nos besamos bajo la cascada hasta que se nos pusieron los
labios morados, luego me acostó en el entarimado y me dio dos juguetones
golpes con su polla antes de volver a empalarme con algo más grande.
—Estás casi listo —observó.
—¿Listo para qué? —Inquirí, cargante, rechinando los dientes
por el ardor de la inserción. Fingió no escucharme, llevándome a la
piscina y caminando perezosamente mientras yo me reclinaba en el
borde de piedra mirándolo.
—Hablé con mi padre antes de salir esta mañana. No parecía él
mismo. Bueno, desde hace años no parece él mismo, pero esto ha
sido diferente —dijo pensativo.
—¿En qué sentido?
—Bueno, primero que nada, la llamada no tuvo nada que ver con
negocios. —Había mencionado antes que Nexcom era lo único que
compartían desde que murió mi madre. —. Dijo que personalmente
iba a hacer sus compras navideñas este año y luego me preguntó
qué quería. —Parecía desconcertado por esto.
—¿Estás seguro de que fue Franklin? Franklin odia las compras
navideñas más que las actividades organizadas —dije, acercándome
para alcanzar mi olvidado vaso de whisky. Pasamos a las cosas
difíciles.
208

—Lo sé. Casi exigí una videollamada para demostrar que alguien
no estaba literalmente apuntándole con un arma a la cabeza.
Página

—¿Qué pediste?
Cole desapareció bajo el agua, reapareciendo frente a mí, casi
provocando que se me derrame la bebida. Cogió el suyo por encima
de mi hombro, lo arrojó hacia atrás y dejó el vaso vacío.
—Nada. Le dije que no quería nada. Pero era una mentira. Es
sólo que... me tomó por sorpresa. —Se presionó más cerca de mí,
asegurando mis piernas alrededor de él desde debajo del agua,
verificando que el tapón no se hubiera movido. Me comprometí a no
rogarle que me follara. Aún no. Y dejando a un lado la excitación
mutua, debido a que su polla estaba dura y actualmente usaba la mía
como muleta, esta conversación era importante para él. Siempre
había sido una excelente multitarea.
—¿Y si no te hubiera sorprendido? ¿Qué hubieras pedido? —
Había cierta intención egoísta en mi pregunta. Siempre había sido
difícil comprarle a Cole y todavía no le había comprado nada.
—Quiero que esté bien. Me he dado cuenta de lo mucho que
quiero que esté bien. Entonces, le pediría cualquier cosa, sea lo que
sea.
El dolor de Franklin no me sentó bien. Razón de más para que
nunca pudiera saber la verdad. Le di vueltas a la respuesta de Cole
en mi cabeza, buscando las palabras adecuadas para consolarlo.
Hasta entonces, había desviado todas las discusiones del tema de
Franklin, por razones egoístas. Pero Cole valía lo que me costaría
emocionalmente revisitar mi pasado con su padre.
—Al final de la noche, después de que mamá se acomodaba y
dormía, a veces Franklin y yo compartíamos una cerveza en el
porche o mientras caminábamos por el jardín. O sentados uno frente
al otro en la cocina como dos cachorros tristes que no querían estar
solos con su dolor. —Nunca le había dicho esto a Cole porque estaba
fuera, y si hubiera pensado que no estaba bien sin él, habría
abandonado la escuela y habría tomado el primer vuelo a casa. —.
209

De alguna manera, él sabía cuándo necesitaba a alguien. Cuando lo


necesitaba. —Porque él estaba viviendo el día a día conmigo, y
Página

entonces me entendió de una manera que tal vez Cole no podría


haberlo hecho. —. Fue así con él desde el principio. Él nunca se
impuso sobre mí. Él siempre aparecía cuando lo necesitaba.
—Como cuando te tocó hacer las presentaciones el día de traer a
tu papá a la escuela y te sentaste desplomado en tu silla, toda la
clase mirando, la silla al lado de tu escritorio vacía…
—Y luego Franklin se deslizó dentro. Homerun —dijimos al
unísono, porque había llegado a casa entusiasmado y animado
describiendo cómo él deslizándose en ese asiento en ese momento
exacto fue como el Homerun que salvó el juego. Había salido de una
reunión importante para estar allí después de que mi madre sacara
el aviso arrugado del cubo de basura de mi habitación y llamara
inmediatamente a su oficina. Su asistente sabía pasar todas las
llamadas de su familia, pasara lo que pasara. Él era ese tipo de
hombre.
—¿De qué hablaban ustedes mientras se tomaban las cervezas?
—Preguntó Cole, interrumpiendo mis recuerdos
sorprendentemente no dolorosos. La luz del agua se reflejaba en sus
ojos azules, eran grandes y brillantes, su tono ansiaba más detalles.
—De nada —dije. —. No hablábamos absolutamente nada. Pero
el silencio compasivo me hacía sentir mejor. —Ya había bastante
gente dándonos sus palabras. Médicos, simpatizantes, amigos...
Todas esas tonterías inútiles que no cambiaron nada, y pude escapar
de ellas durante un par de horas con Franklin.
Cole tomó agua en sus palmas y la dejó correr sobre mi clavícula,
acercándose para darme un beso con sabor a cloro. —. Dame un
buen recuerdo de ti y de tu padre —le pedí.
Echó la cabeza hacia atrás y miró pensativamente el techo
cavernoso.
—Probablemente cada vez que lo sorprendía mirándonos a ti, a
Selene y a mí jugando juegos de mesa. Se paraba afuera del gran
210

salón luciendo una sonrisa a la vez desgarradora y esperanzadora.


—Nunca supe que él hacía eso.
Página

—Sí. Esperaba que significara que, si bien nuestra nueva familia


le había hecho pensar en la que había perdido, estuviera agradecido
por lo que tenía entonces y no molesto por lo que le había quitado al
nacer.
—No creo que Franklin alguna vez te haya culpado, Cole.
—Pero, ¿crees que te culparía? —Me instó a calmarme con la
mano levantada cuando mi rostro se endureció. Y en lugar de
abordar mi actitud defensiva hacia él usando mis palabras en mi
contra, siguió adelante. —. Confundí su dolor con la culpa. Lo sé
ahora.
Caminó hacia las escaleras de la piscina conmigo todavía
envuelto alrededor de él, con cuidado de sostenerme por el trasero y
mantener mis mejillas cerradas, y gemí por el tapón extra que me
envió.
Nos besamos descuidadamente mientras nos dirigíamos hasta
los sillones, plantando una rodilla en uno y derribándonos.
Desenrolló mis piernas de sus caderas, extendiéndolas sobre los
reposabrazos y tomando el lubricante de la mesa cuadrada para
bebidas. Se enjabonó la coronilla mientras mi propia polla se
esforzaba por pasar más allá de mi ombligo.
Estuve a punto de preguntarle por qué solo estaba trabajando la
cabeza de su erección, pero antes de que se pudieran formar las
palabras, quitó el tapón, se montó sobre mí y dirigió su punta dentro
de mi necesitado agujero.
—Cole —jadeé, el sudor goteaba por mi nariz y mi labio
superior, pero él mantuvo sus ojos crueles sobre mí,
prometiéndome que no se dejaría influenciar.
Incliné mis caderas lo mejor que pude desde mi posición boca
abajo con las piernas colgando sobre los brazos de la silla, pero él se
echó hacia atrás, llevándose su cabeza con él.
—No es suficiente —me quejé mientras él volvía a introducir
211

esos escasos centímetros dentro de mí. Tiré inquietamente de mi


cabello.
Página

—Tendrá que ser así, ángel.


Todo el día había sido una larga sesión de canteado. Desde el
minucioso beso negro de esa mañana, hasta las miradas seductoras
mientras montaba a caballo, hasta él galopando a mi lado para sentir
una sensación agresiva en la parte delantera de mis pantalones de
montar antes de salir al trote. Por no hablar de la escena en la ducha,
y ahora esto.
—No te toques —dijo bruscamente, y me metí la mano en el
pelo, cerrando los ojos y concentrándome, haciendo lo mejor que
pude para llegar a la meta con lo poco que me habían dado.
—Joder, Cole. Sólo un poco más —le rogué con frustración, y él
se alejó, dejándome perdido, vacío, y tratando de que se quedara.
—Te necesito en una cama —dijo, respirando
entrecortadamente, exponiendo finalmente hasta qué punto su
necesidad coincidía con la mía.
Estábamos solos en la finca ahora, y lo estaríamos por el resto de
la noche, así que no necesitábamos perder tiempo ni perder impulso
vistiéndonos antes de dirigirnos a nuestra habitación.
Cole cargó con determinación a través del laberinto de pasillos
conmigo a cuestas. Hice lo mejor que pude para seguirle el ritmo a
sus zancadas más largas.
—Te estás moviendo demasiado lento, Jasper. Necesito tu
cuerpo bajo mis manos.
Si me moviera más rápido, estaría corriendo. Se volvió hacia mí,
inclinándose sobre mis rodillas y me echó por encima de su hombro,
dejándome sin aliento por la sorpresa.
Me puso el antebrazo detrás de las rodillas y los dedos de la otra
mano se introdujeron en mi agujero lubricado. Hundí los dientes en
su culo para ahogar mi gemido.
—Quiero oírte —dijo, follándome más profundamente.
—Dios —grité.
212

—Estoy aquí, ángel —canturreó, sus dedos trabajando en mí. —.


Estoy aquí.
Página

Atravesó la puerta de nuestra suite, atravesó la alfombra beige


antes de arrojarme al centro de la cama y luego saltó encima de mí,
asaltándome con un beso.
El calor y el sudor lamieron mi cuerpo, poniendo partes de mí de
color carmesí.
—Mírate —susurró con asombro, extendiendo mi cabello
alrededor de mi cabeza y tocando el rubor que se arrastraba por mi
cara.
—Cole —dije temblorosamente, mi piel se erizó a pesar de mi
calidez. —. Haz algo.
Se arrodilló sobre mí, salivando mientras me rastrillaba con su
mirada desviada, luego apartó mi mano de mi polla cuando decidí
tomar el asunto en mis propias manos.
Me acurruqué hacia arriba, pegando mi boca a la suya, y
rápidamente fui sujetado a mi espalda por la garganta por mi
problema. No podía tragar más allá de la compresión de su palma.
Lo aparté y corrí hacia atrás, la irritación se convirtió en furia.
—No soy un maldito juguete.
La mano de Cole se cerró alrededor de mi tobillo y tiró hasta que
mis piernas sujetaron su forma arrodillada nuevamente. Estaba de
buen humor esta noche. Un depredador jugando con su comida.
Mi pecho se agitaba, mis bolas dolían por liberarse y estaba
perdiendo el control de mi humanidad.
Subió por mi torso para alcanzar un brazalete acolchado sujeto a
una cadena enganchada al poste de la cama. Giré mi cabeza hacia el
otro poste, la respiración me atravesó con más fuerza cuando vi la
otra esposa. ¿Cuándo tuvo tiempo de hacer esto?
—Están acolchados —explicó, sosteniéndolo en alto para mi
inspección. —. No te dejarán ni un moretón. —No como la cuerda de
cáñamo de tres hilos que habíamos usado en el pasado. En aquel
entonces llevaba las marcas en mis muñecas con orgullo, mostrando
213

su dominio sobre mí. Asentí y él aseguró el brazalete, dejando con


atención suficiente holgura.
Página

El otro poste estaba más lejos, lo que le obligó a deslizarse más


alto, acercando su polla a mi boca. Mi lengua salió disparada
perversamente, robando el líquido preseminal que empapaba su
corona extra gruesa.
—No —dijo bruscamente, golpeando mi cabeza contra el colchón
con un puño en mi cabello. Lamí mis labios, jodiendo el aire.
Cole hizo un trabajo rápido para abrochar mi muñeca libre antes
de retomar su posición, sus dedos sondearon a lo largo del área de
mi ingle, buscando el fino tejido cicatricial escondido debajo de la
corta mata de rizos allí.
—¿Te acuerdas? —preguntó, acariciando la herida que había
golpeado tantas veces que la lesión se había vuelto permanente.
—Sí —dije, mientras usaba su nariz para examinar mi pubis,
sumergiéndose debajo de mis testículos para inhalar ruidosamente
a lo largo de mi mancha como si fuera una línea de coca. Su dedo
medio viajó dentro de mi agujero pegajoso.
—Mmm —gimió contra mi piel, olfateando dos veces más antes
de salir a tomar aire. Sus ojos brillaron; Estaba drogado por mi olor,
con el pelo despeinado. Mis rodillas cayeron sobre el colchón
mientras arqueaba la espalda, mientras bajaba las pestañas
avergonzado. Nunca podría dejar de lado la vergüenza que
conllevaba que me excitaran sus perversiones. —. Sabes
exactamente lo que me haces, ¿no, ángel? —preguntó, acariciando el
calor que podía sentir a lo largo de mi cuello.
Dejó la cama para arrastrar mi trasero hasta el borde, luego me
esposó los tobillos, enrollando la cadena alrededor de la parte
superior del poste, donde comenzaba el dosel, hasta que mis piernas
se abrieron y se elevaron en un ángulo de noventa grados. Estaba
colgado y a su merced.
Ambos nos habíamos ablandado hasta cierto punto durante su
preparación, y aprovechó la oportunidad para colocarnos a ambos
214

anillos para el pene.


—Cole —dije a modo de advertencia, tirando inútilmente de mis
Página

ataduras. —. Necesito venirme.


—Y lo harás —prometió. —. Sabes qué decir para que esto pare,
¿verdad?
Sí, dije mentalmente, temiendo que decirlo en voz alta disparara
sus frenos. En cambio, meneé la cabeza una vez.
Cole empujó hacia atrás el banco al pie de la cama, dándole
espacio para deslizarse y doblarse sobre mí. Enterró sus puños en el
colchón, besándome lascivamente hasta que nuestras erecciones
volvieron a alzarse a toda velocidad. La restricción externa del flujo
sanguíneo causada por el anillo del pene hizo que su pene fuera más
pronunciado, y de repente agradecí el estiramiento que me había
estado dando todo el día.
Se alejó y regresó con una botella nueva de lubricante,
volcándola sobre su dureza y los dedos de su mano libre, luego se
masturbó mientras conducía y cortaba dedos mojados dentro de mí.
Mis cadenas vibraron mientras me tensaba por el placer y el calor
creciente atacando mi agujero.
—¿Dónde puedo hacerte daño esta noche? —dijo, mirándome
disculpándose como si la necesidad estuviera fuera de su alcance. —
. Dime que tú también lo necesitas —Alineó su polla en mi ápice,
rompiéndome con la mitad, pero la mitad de él no era nada de lo que
burlarse. Agarró dos puñados de mis caderas, sujetándome cuando
comencé a temblar de necesidad abrumadora.
Las palabras "joder, sí" no se podían usar, así que, en su lugar,
levanté la cabeza y empujé la barbilla hacia mi polla tensa.
—Ahí —dije con voz ronca.
—¿Aquí? —preguntó para estar seguro, haciendo girar la yema
de un dedo a través de la pre eyaculación en mi raja, su respiración
se aceleró ante la posibilidad.
—Ahí —confirmé, mientras gotas de sudor se derramaban sobre
mi temblorosa caja torácica. Se retiró de mí y mi pesada cabeza cayó
215

sobre la cama, colgando hacia un lado. Mis nervios estaban agotados,


la anticipación y la lujuria me volvían loco.
Página

Algo golpeó la base del colchón y luché por levantar la cabeza


nuevamente para poder verlo.
Cole colocó tres consoladores uno al lado del otro según su
tamaño, mediano, grande y colosal, antes de sacar una aguja
personalizada con cabeza de perla de su funda estéril; recordé que
uno de los tres, cada ojo más grueso que el otro, y él había elegido el
más delgado. Tan delgado que en circunstancias normales no habría
llamado sangre a la superficie, pero con tanta sangre llenando mi
pene y buscando una salida, sería suficiente para satisfacer su
antojo, que a su vez compensaría el mío. Si tengo cuidado, no me
dejarían cicatrices y cualquier enrojecimiento sería cosa del pasado
por la mañana.
Entre mis piernas abiertas, Cole lamió alrededor de mi cabeza de
pene, y los postes de la cama crujieron cuando mi cuerpo tuvo
espasmos entre mis cadenas.
—Qué sensible —dijo.
Apreté los dientes ante el primer pinchazo de su aguja, mis
nalgas se apretaron alrededor del consolador mediano que
simultáneamente había deslizado dentro de mí hasta el fondo.
Persiguió la mota de sangre del tamaño de un grano de arena, y sus
papilas gustativas la absorbieron antes de que tuviera la
oportunidad adecuada de respirar.
—Relájate —susurró tan bajo que tuvo que haber sido una
advertencia para él mismo. Su cuerpo temblaba con la necesidad de
ser salvaje.
Mantuvo su boca sobre mi polla, sediento de mi sangre. Un hilo
de saliva se extendía desde su brillante labio inferior hasta mi
reluciente coronilla.
—Dios, te he extrañado —le dijo a mi polla, sus respiraciones
cálidas y entrecortadas agregaron combustible a la llama, y con cada
golpe de su aguja y cada golpe de su lengua, constantemente me
216

folló el consolador dentro y fuera de mí...


Se convirtió en un ciclo de divagaciones inconexas y laboriosas y
Página

silbidos agudos mientras me lastimaba y luego succionaba el dolor.


Para cuando pasamos al siguiente consolador, mi cuerpo empapado
de sudor había empapado las sábanas y Cole se aferraba libremente
a su control.
—Maldita sea, Jasper —dijo de manera desigual, la aguja
resbalando de sus dedos y su trasero golpeando el banco acolchado
detrás de él.
—Por favor, fóllame —intenté de nuevo. —. Te lo ruego.
—Ya casi llegamos —dijo, mojándose los labios, antes de retirar
el consolador, separar mis nalgas y plantar la cara en mi agujero.
—¡Mierda! —Grité con la garganta en carne viva mientras él me
comía con vigor, maldiciendo, escupiendo y gimiendo obscenamente
dentro de mí. —. Yo… yo no puedo.
—Puedes y lo harás —dijo antes de levantarse del banco y
acoplar su polla en mí. —Mierda —maldijo, como si ese no fuera el
plan, pero no pudo resistirse. Le dio unas cuantas bombas, luego
volvió a sentarse y esta vez trabajó en el más grande de los tres, su
eje curvado y venoso, y mucho más oscuro que los demás. —.
Relájate —ordenó, girándose constantemente en el inmueble
lubricado. Me golpeé la cabeza, los mechones empapados de mi
cabello me cegaban. —. Eso es todo —dijo con orgullo, sudando por
la paciencia que necesitaba para contenerse. —. Si puedes llevarme,
puedes llevarte esto, ángel.
Ese se convirtió en nuestro nuevo bucle. Cole se comía mi
agujero y mi hendidura, luego se ponía de pie, gritaba palabras
sucias, me tomaba con su polla, luego se sentaba y me taladraba con
el consolador.
Finalmente, necesitando más, se enderezó, la barba incipiente
que rodeaba su barbilla era tan luminosa como un charco de
alquitrán. Cole insertó un dedo en mi boca y lo chupé débilmente.
—Me estoy muriendo junto a ti, ángel —dijo, finalmente
217

liberando mis pelotas y mi polla, y luego quitándose el anillo


también.
Página

Cole era un caos de deseo vibrante y lleno de pupilas, prueba de


que uno puede tener el control y desmoronarse por completo al
mismo tiempo.
—Cole —gruñí con voz ronca y con mis labios agrietados, sin
estar seguro de lo que quería de él, pero sabiendo que necesitaba lo
que fuera ahora. Sentí de nuevo la cabeza fría del consolador en mi
entrada, y luego algo más cálido, algo real golpeó junto a él. Asomé la
cabeza hacia un lado y miré hacia abajo para ver el consolador más
grande que faltaba en la alineación. —. Jodidamente imposible —
espiré, sacudiendo la cabeza mientras la cabeza de la polla de Cole y
la del consolador, atravesaban mi interior —. Es demasiado —gemí.
—Una vez tuve un puño y medio antebrazo aquí, ángel. Nada es
imposible —dijo suavemente, provocando mi erección. —. Eso es
todo —elogió cuando comencé a endurecerme nuevamente contra el
roce de su palma, siendo un esclavo de mi necesidad. De él. —. Nos
hemos estado preparando para esto todo el día. Relájate por mí.
Déjanos entrar.
Cole se tomó su tiempo, elogiando mis habilidades para tomar
pollas mientras, fluyendo y refluyendo, todo mientras apretaba mi
polla con el puño tranquilamente, ocasionalmente agarrándome por
la base cuando mi falta de respiración delataba mi inminente
orgasmo.
—Mira qué bien nos tomas —dijo, —y qué destrozado te ves
mientras lo haces.
En un momento dado, mi cuerpo había sido condicionado para
recibir la polla de Cole con regularidad. Condicionado a aceptar lo
que tuviera que darme. Y aunque habíamos estado follando bastante
durante varios días, tomar la polla de Cole con gracia después de
tantos años sin ella no era como andar en bicicleta. Aceptar el doble
de su tamaño a la vez era absolutamente impensable. Pero quería su
orgullo, sus aclamaciones, sus demonios y todo lo que tuviera para
218

ofrecer.
—¿Cómo te sientes, Jas? —preguntó.
Página

—Jodida… lleno —tartamudeé, con los músculos doloridos y


rígidos.
—No lo suficientemente lleno —dijo entrecortadamente, con el
cuello estirándose lejos de sus hombros. —. Sólo un poco más.
Me estaba desmoronando, sintiéndome más vulnerable de lo que
jamás me había sentido en mi vida, mi corazón latía
incontrolablemente contra su jaula. Había demasiado de todo y, sin
embargo, no era suficiente. Su mano pedía mi orgasmo, pero no lo
suficiente como para forzar una respuesta. Había demasiadas pollas
peleando por la entrada, pero yo no tenía a ninguna de ellas.
Necesitaba más, necesitaba menos, necesitaba deshacerme.
Así que entregué la pizca de control que no sabía que tenía hasta
entonces. Me relajé en mis cadenas, confiando en que me sujetarían,
y abrí cada parte de mí que se resistía a concederle a Cole la entrada
total. Mi mente, mi corazón y mi cuerpo. Dejo ir el miedo.
—Sí —dijo, arrastrando la sílaba, tocando fondo y quedándose
inmóvil. —. Mírame, ángel. Quédate conmigo. —Cole y el consolador
se volvieron uno, dando y disfrutando en sincronía.
—Más —articulé, fijando mis ojos en los suyos, luchando por ver
más allá de mis lágrimas. —. Más, Cole.
Soltó mi polla para mantenerme firme en la cadera, su otra mano
permaneció entre mis piernas, asegurando el consolador. Me
jodieron largo y duro, rápido y lento, errático y seguro, enviándome
en espiral de cara a un vórtice sexual.
Cole cambió su ángulo, golpeando mi manojo de nervios, y con
una reserva de fuerza y sonidos nacidos de una rápida afluencia de
estimulación abrumadora, gemí su nombre.
—¿Sientes eso? Ese soy yo. Lo que estás sintiendo ahora es todo
gracias a mí. —Puntualizó sus celos irracionales con golpes agudos y
concisos, necesitando que yo supiera que, de todas las pollas en
nuestra fiesta hedonista, era él el que me volvía loco.
219

Cole se quitó el consolador, su expresión engreída cuando yo


seguía siendo un desastre lloroso y boquiabierto.
Página

—¿Te das cuenta? — dijo. —. Yo soy la razón.


Aumentó la intensidad de sus movimientos, su cuerpo se
contorneaba de manera erótica mientras se inclinaba sobre mí, su
mano recién liberada ahora enredada en mi cabello.
Los postes de la cama chirriaron, la cabecera golpeó con fuerza
contra la pared, y mi pierna derecha descendió cuando la cadena
que la sostenía se desenrolló ligeramente. Y Cole continuó como si
no se percatara del caos que estaba generando, como si nada más
allá de la conexión de nuestros cuerpos y almas mereciera su
atención.
Enfrenté los latigazos de su pelvis lo mejor que pude, estirando
la cabeza, con los labios entreabiertos y ligeramente fruncidos,
exigiendo su boca sobre la mía. Cole cumplió mi demanda de manera
contundente, su mano se endureció en mi cabello y su polla me
golpeó castigadoramente.
Nuestras cabezas se tambalearon en direcciones opuestas,
ambos luchando por un beso que ya habíamos ganado, por una
pasión que ya teníamos.
Cole extendió la mano a ciegas y desabrochó la cadena de uno de
los ganchos de las esposas. Mi mano inmediatamente se dirigió a mi
polla, y él lanzó todo su cuerpo para follarme ahora, haciendo sonar
toda la cama y haciendo que los consoladores cayeran del colchón.
La cadena que sostenía mi pierna derecha hacia afuera y hacia
arriba abandonó el poste por completo, enviando mi pie al suelo
desde donde Cole me folló a lo largo del borde de la cama. Estaba
demasiado ido para detenerse e investigar el disturbio, su lengua
todavía perforaba mi boca, sus dedos todavía agarraban mi cabello.
Alfileres y agujas atravesaron mi pierna mientras el flujo de
sangre regresaba a la extremidad entumecida. Lo enganché sobre la
espalda baja de Cole, instándolo a seguir, animándolo a perder la
puta cabeza, a abrirme.
220

—Joder, joder, joder, —respiró en mi garganta antes de devorar


mi lengua nuevamente. —. Trabaja más duro, ángel. Tengo razón…
Página

—hizo una pausa para gemir —, ahí.


Era lo que había estado esperando sin saberlo. Su permiso, él
persiguiéndome mientras explotaba en fragmentos microscópicos,
sólo para ser reconstruido nuevamente por él.
Cole rugió durante su clímax, su cuerpo se puso rígido como una
tabla mientras corría hacia mí una y otra vez, vaciándose con fuerza
e inundándome con su espesa semilla.
Con las cuerdas vocales despojadas de súplicas y gritos
interminables, todo lo que pude lograr fue pronunciar con la boca
abierta su nombre y todo lo que era sagrado.
Mi respiración agitada anuló la suya, y viceversa, hasta que
fuimos solo un aliento, una entidad, un orgasmo.
Sin salir de mí, Cole me desabrochó la otra muñeca y pierna,
deslizó un brazo debajo de mi espalda y me levantó hasta lo alto de
la cama.
Su polla todavía estaba llena, pero no de lujuria. A veces le
tomaba un minuto bajar y disfrutaba pasar ese minuto ahogándose
en su propio charco de semen. Así que se acurrucó suavemente,
sacando mi liberación de nuestros pechos y secándola de sus dedos
con su lengua mientras nuestros cuerpos se enfriaban.
Una vez que se liberó, masajeó mis extremidades para
devolverles la vida y luego examinó mi abertura en busca de
lesiones. Cole me quitó las esposas y revisó si había moretones antes
de plantarme encima de él y ofrecerme refugio en su cuello. Lo
inhalé, con los ojos cerrados.
—Dime la verdad que me has estado ocultando, ángel —susurró.
—. Solo esta vez. Solo por esta noche. Y prometo nunca usarlo en tu
contra. —Sus brazos se convirtieron en bandas de acero a mi
alrededor. Su corazón latía ferozmente contra mi piel. —. Por favor.
Me debatí sobre fingir que ya me había quedado dormido, pero
Cole me había dado tanto, siempre me había dado tanto, ¿no era hora
221

de que le diera algo a cambio? ¿No importa el costo emocional para


mí?
Página

—Todavía te amo, Cole. Y no puedo detenerlo —dije, las palabras


rompiéndose como vidrio, los fragmentos apuñalando mi corazón.
Besó la parte superior de mi cabeza, sonriendo contra mi cuero
cabelludo. Había algo inesperadamente liberador en mi admisión
desinteresada, casi como si enfrentar al elefante significara que ya
no tenía que esconderme de él, sin importar cuán temporal fuera la
satisfacción mutua que obtendría de ello.
—Gracias —dijo adormilado, llevándonos a nuestro lado y
cubriendo nuestros hombros con la colcha, dejando que nuestro
amor y nuestras últimas horas de felicidad ignorante nos
adormecieran.
222
Página
Cole

EL ÁTICO ESTABA FRÍO SIN ÉL, y durante nuestra ausencia, limpiaron todas
las zonas a las que me había llevado. las sábanas manchadas de semen que
dejamos habían sido sustituidas por sedas que olían a una fragancia
demasiado suave para ser él, pero demasiado masculina para ser él
también. Jasper aterrizó en algún lugar entre el cielo y el infierno, el ángel y
el demonio, y sin siquiera intentarlo, incluso cuando creía que estaba
haciendo exactamente eso por mi bien. era totalmente así. raro y
encantador.
Había rastreado el lugar al que llamaba hogar en busca de
cualquier rastro de él desde que regresamos horas atrás de nuestra
noche de Acción de Gracias fuera. La tapa del piano en la que me lo
había comido como un manjar mientras se agitaba en cuatro patas
ahora brillaba. Incluso la mancha de la ventana, donde le había
hecho arrodillarse para que la lamiera después de correrse contra
ella, ahora brillaba inmaculadamente. Y toda la ropa que había
dejado tirada ya la había llevado a lavar.
No fueron más complicados que Jasper, y me emocionó verlo
soltarse y convertir este lugar en una zona de desastre durante los
pocos días que pasó aquí. No podía ser fácil para alguien como él
vivir con alguien tan rígido como Daniel.
Mi última esperanza era la alfombra de la sala de estar, y
descaradamente olí su centro y su circunferencia buscando a Jasper.
223

Cualquier indicio de él. No había nada.


Caí de culo, reclinándome en el sofá de dos plazas, pensando en
Página

el pesado silencio que habíamos mantenido mientras nos


duchábamos y partíamos hacia el mundo real esa mañana, deseando
ahora poder recuperar ese tiempo, hacer las cosas de manera
diferente. Lo besaría por última vez y haría planes para que nos
viéramos pronto. Le robaría la camiseta de la espalda.
De inmediato, me levanté y recordé algo importante. Ignoré el
timbre de mi celular; Leland podía esperar mientras me dirigía al
armario del dormitorio principal.
Acurrucada en el fondo del cajón de mi cómoda estaba la
camiseta que Jasper había arrojado al suelo de mi baño antes de
ducharse conmigo la última noche que estuvimos aquí. La conservé
por capricho, necesitando una conexión con él cuando no estaba
presente.
Acercándome el algodón a la nariz, inhalé diabólicamente,
hundiéndome contra los estantes de zapatos detrás de mí. Después
de la semana que habíamos tenido, diablos, después de la noche que
habíamos tenido, estar sin él por un día se sentiría como un siglo, y
dos días serían una eternidad. Lo sabía porque ya había pasado por
eso antes. En cierto modo estábamos repitiendo el pasado.
No es que lo necesitara cerca de mí en todo momento. Nuestras
vidas individuales estaban demasiado llenas para ese nivel de
obsesión. Era el acceso a él lo que necesitaba como mi próximo
aliento. Necesitaba ser yo quien pudiera ver salir el sol en sus ojos
cada mañana y organizar las cenas nocturnas. Quería que nuestros
horarios se construyeran en torno al tiempo que reservamos el uno
para el otro, en lugar de tener que cambiar las cosas para estar
juntos. Quería que me sorprendiera en el trabajo a mitad del día
porque me extrañaba y simplemente porque podía. Quería tener el
privilegio de estrechar su mano ante amigos y extraños, de hacerle
saber al mundo que era mío. Tenía el corazón de Jasper, pero Daniel
pudo compartir una vida con él en voz alta y eso me estaba matando.
224

Había sido un tonto al pensar que no sería así.


Con la camisa pegada a mi pecho con los nudillos blancos, como
Página

si desafiara a alguien a intentar quitármela, agarré la botella de


ginebra que guardaba en la cocina y luego saqué mi teléfono de la
mesa del vestíbulo para devolver las muchas llamadas perdidas de
Leland.
—¿Cole? —respondió, antes de completar un timbre completo.
—. ¿Dónde estás?
Arrastré mis pies de regreso a la sala y puse la llamada en el
altavoz, dejando que el teléfono cayera y sonara sobre el piano para
poder destapar la botella, con la camisa de Jasper ahora metida
debajo de mi brazo.
—¿Cole? —Bajó la voz.
—Estoy bien, Leland —dije, vertiendo el alcohol directamente en
mi garganta y acercándome a la ventana.
—Si estuvieras bien, estarías en la oficina asistiendo a la reunión
de la junta directiva. Están en la sala de conferencias esperándote.
—Sus palabras susurradas carecían de calidez. El encuentro no era
su prioridad en ese momento, estaba pescando la verdad de mi
bienestar. —. Háblame, Cole —dijo con suficiente cuidado para que
le doliera. —. Puedo reprogramar la reunión. Inventa alguna excusa
sobre el tráfico, incluso sobre un accidente. Tal vez un auto se desvió
hacia una divisoria tratando de evitar a un cachorro que se fugó —
bromeó sin humor, su forma de sonsacarme algo.
Mierda. Me había olvidado de la reunión.
—¿Quién fue el brillante cerebro que ideó organizar esta reunión
justo después de las vacaciones? Hoy la oficina parece un desierto.
—La brillante idea fue tuya precisamente por esa razón.
Hay que admitir que sugerí que no lo organizara, pero los
accionistas estuvieron de acuerdo. Para algunos fue tan fácil como
cruzar la ciudad. Los demás se conectarían virtualmente.
—Di lo que tengas que decir Leland. No puedo ir.
—De acuerdo —dijo. —. ¿Cómo te fue la noche? —Él sabía de mi
225

noche con Jasper. Había ayudado con algunos de los arreglos.


—Fue como esperaba —dije con dulzura, con la mirada perdida
Página

hacia el río helado en la distancia.


—Iré...
—No lo hagas —dije, girando el torso hacia el teléfono. —. Sé que
quieres ayudar, Leland, pero no puedes. Cancela los compromisos de
mi agenda, reorganiza esa reunión para el lunes y te veré en la
oficina el lunes. —Volvió el silencio, como una respiración
entrecortada, pero a través de él se comunicaban muchas cosas.
—Llámame si me necesitas —dijo finalmente, y yo asentí como si
pudiera verme.
No tenía fuerzas ni interés para caminar la corta distancia
necesaria para terminar la llamada. Tendría que hacerlo él. Le di la
espalda a la ventana, hice una mueca de dolor por la quemadura que
me causó la bebida en su camino hacia el hígado y me deslicé hasta
el suelo. No me moví durante el resto del día, y no sabría decir
cuánto tiempo me hizo compañía la respiración de Leland antes de

desaparecer, antes de abandonarme a mi miseria.

LLEVABA TODO EL FIN DE SEMANA INSENSIBILIZADO Y EL


LUNES POR LA MAÑANA ME ESPERABA UN FUERTE DOLOR DE
CABEZA JUNTO CON NUMEROSAS LLAMADAS PERDIDAS, DIEZ
MENSAJES EN EL BUZÓN DE VOZ Y UN MENSAJE DE TEXTO DE
LELAND QUE DECÍA:
PON LAS PUTAS NOTICIAS Y LLÁMAME. ¡AHORA MISMO!
Palpé la manta y las sábanas en busca del control remoto de la
226

televisión que había desaparecido antes de darme por vencido y


Página

tambalearme hasta mi estudio. Encendí el televisor sobre la chimenea


y me senté en el borde del escritorio, escuchando con horror el canal
de noticias del mundo de los negocios. Se había abierto una
investigación sobre las denuncias de acoso sexual presentadas por
varias mujeres contra el director general de Delnewik, una filial
tecnológica de Nexcom recientemente adquirida.
—Mierda.
Necesitaba discutir cómo esto nos afectaría legalmente antes de
que la junta se me echara encima. Daniel y yo podríamos
prepararnos para la nueva dirección de la reunión, de la que él
ahora sería parte, en el camino de entrada.
Veinte minutos y dos analgésicos después, me subí al asiento
trasero de la camioneta y le rogaba a Mark que se tomara las cosas
con calma con los baches mientras yo acunaba mi cabeza. Se estiró
hacia atrás sin decir palabra, con una humeante taza de café en la
mano. Le agradecí efusivamente y le prometí un bono de fin de año
mientras se alejaba de la acera.
—Su cheque ya fue liquidado en el banco, Sr. Kincaid —dijo
entre risas. —. Y gracias a tu asistente. Me dijo que comprara el
tamaño de copa más grande que ofrecieran.
El tráfico de la mañana hizo que el viaje a la casa de Daniel y
Jasper fuera arduo, pero necesitaba todo el tiempo que pudiera para
recuperarme si planeaba leer los detalles del regreso a casa de
Daniel que probablemente compartiría, o soportar un simple
comentario casual sobre cómo Jasper todavía estaba acostado en su
cama, o en la ducha, o triste de verlo irse después de haberlo
recuperado. La pequeña charla de Daniel casi siempre incluía a
Jasper; era como si pensara que cualquier mención de mi hermano
servía como un recordatorio de que él había hecho posible nuestra
reunión, lo que a su vez significaba que le debía, o al menos
necesitaba, hacer feliz a Jasper al ver a su esposo como algo valioso
227

para mí.
Demasiado pronto nos acercábamos a su edificio de
Página

apartamentos de gran altura, pero Daniel no estaba esperando


enfrente como decía su respuesta a mi mensaje de texto. Comprobé
la hora y luego entrecerré los ojos a través de la niebla de la mañana
hacia donde el portero mantenía la entrada abierta para que alguien,
no Daniel, saliera.
Nadie me hizo esperar. Y ciertamente Daniel no, pensé con una
superioridad nacida de los celos. Y luego de eso estaban las muchas
razones repugnantes por las que podría haber estado esperando.
Había dicho que estaba bajando, ¿decidió que necesitaba otro
minuto con Jasper antes de irse? ¿Quedaron atrapados en un beso?
¿Una cosa llevó a la otra?
Llamé y no obtuve respuesta.
—Volveré —le dije a Mark mientras salía del vehículo e inclinaba
la cabeza hacia el portero antes de entrar al vestíbulo decorado
festivamente. Le di mi nombre e identificación a la mujer detrás del
escritorio. Ella verificó que yo estaba en la lista de visitantes y luego
me dirigió innecesariamente al grupo de ascensores que llegaban a
su piso.
Mis palmas se pusieron sudorosas, mis pensamientos se movían
a la velocidad del rayo mientras el ascensor ascendía, y mi expresión
demacrada me encontró en el panel de control reflejado. No había
tenido tiempo de afeitarme ni de secarme el pelo mojado, y el blanco
de mis ojos estaba enrojecido por todo el alcohol y la falta de sueño.
¡Qué diferencia podrían hacer unos pocos días!
El ascensor se abrió frente a la puerta entreabierta de su
apartamento, y mi corazón bombeó con más fuerza. Obviamente se
había dado la vuelta al salir, y con tanta prisa no había cerrado del
todo la puerta. Quizá volvió a por su sombrero, o sus guantes, o el
teléfono. Cualquier otra cosa que no fuese Jasper.
Las puertas del ascensor comenzaron a cerrarme mientras me
debatía si castigarme o no con lo que me esperaba más allá de su
228

puerta. Luego me pregunté qué haría si los encontrara en una


situación comprometedora. Saqué mi brazo, activando los sensores
Página

antes de controlar mi expresión y entrar a su casa.


Delante de mí, Daniel bajó las escaleras saltando, con el abrigo
echado sobre el brazo, y Jasper siguiéndolo detrás, con la camisa
torcida.
—Oh, Cole —dijo Daniel, mientras su ascensión se desaceleraba.
Jasper se detuvo por completo, su mano apretando la barandilla de
hierro. —. Lamento haberte hecho esperar. Llegué a la puerta y me
di cuenta de que había dejado mi abrigo arriba. —Lo levantó,
presentándolo como evidencia. Sólo que el abrigo de Daniel nunca
pasó de la tercera percha desde la izquierda en el armario cerca de
la puerta principal, la que ahora estaba parcialmente abierta.
Era habitual y compulsivo con sus rituales; muchas cosas en él
eran notoriamente obvias. Convirtió un almuerzo de trabajo en la
oficina en una prueba meticulosa de paños de mesa y baberos de
servilletas, y él fue la razón de los estantes vacíos en nuestro
armario de artículos de limpieza. Según él, un abrigo nunca debe
pasar más de unos pocos metros más allá de la puerta de entrada de
cualquier casa. No, a menos que se hubiera escapado por la puerta
principal y luego se hubiera vuelto tan consumido por la necesidad,
por extrañar a su marido, tan loco por la lujuria que hubiera
regresado escaleras arriba para tenerlo por última vez antes de irse
por el día. ¿Habría valido la pena romper el protocolo para él? Lo
hubiera sido para mí.
—Te llamé —dije, separando mis dientes.
—Lo siento, no escuché sonar el teléfono.
Tuve la sensación de que estaba mintiendo y una sensación aún
más extraña de que quería que yo lo supiera. Pero en ese momento
no podía confiar en mi intuición. No cuando mis celos dominaban
todo mi ser. Y nunca había necesitado pruebas o un razonamiento
adecuado para que algo fuera cierto cuando estaba celoso.
—¿Listo? —él chirrió.
229

—Sí —dije, mis ojos se aferraron a los de Jasper.


—Cariño —luego le dijo a Jasper, ajeno a la guerra que estaba
Página

sucediendo justo frente a él. —. Haz una reserva en el restaurante


italiano que te guste. Terminaré con el trabajo antes de la cena. —
Con su abrigo puesto, sonrió y me hizo un gesto para que saliera
delante de él.
—Sí —dijo Jasper, su respuesta se demoró —. Está bien.
En el pasillo nos esperaba el ascensor y entramos
—En realidad, —dije, manteniendo las puertas abiertas —,
necesito usar el baño. Mark está esperando afuera. Te veré allí abajo.
—Claro —dijo complaciente, luego me dio el código de ingreso
para entrar al apartamento.
Jasper no estaba a la vista, así que crucé la sala de estar, subí las
escaleras de dos en dos y busqué su dormitorio.
Se enfrentó a las puertas de la terraza en la habitación
completamente blanco. A través del reflejo del cristal pude verlo
abrazado a una taza de café, sumido en sus pensamientos.
—¿Dejaste que te follara? —Pregunté crudamente.
Jasper se giró, reprimiendo una maldición cuando un pequeño
maremoto de café se estrelló contra el borde de la taza y aterrizó en
su mano. Dejó la taza en la mesita de noche de caoba.
—¿Qué estás haciendo aquí arriba? —preguntó, preso del
pánico, su mirada recorriendo el pasillo detrás de mí. Se secó la
mano con los pantalones de pijama ajustados que llevaba y el Henley
azul marino a juego colgaba de su hombro. El cuello estaba estirado.
Como si un puño lo hubiera agarrado y tirado.
—Está esperando en el auto. Ahora respóndeme —dije con
impaciencia, avanzando más dentro de la habitación. La cama nos
separaba y mis entrañas se revolvían por lo rugoso que estaba, por
lo entumecido que me sentía, por lo deslucido que parecía. El aroma
impregnaba el aire con la esencia de Jasper, destacando la escasa
presencia de su fragancia en mi hogar. Inhalé de manera sutil, y los
celos se intensificaron al ser impactado por un segundo aroma,
230

inequívocamente perteneciente a Daniel. Mi mejilla se contrajo


involuntariamente.
Página

—No —dijo. —. No tuvimos relaciones sexuales.


—Entonces, ¿por qué parece que alguien te ha puesto las manos
encima?
Se cruzó de brazos a la defensiva y sus bíceps tocaron la tela
acanalada de su camisa.
—Estuvo desfasado durante todo el fin de semana,
desaclimatándose después de la enorme diferencia horaria.
Hablamos un poco de su viaje, de lo poco que podía compartir
legalmente. Luego, la mayor parte del tiempo dormíamos o
hacíamos nuestras cosas en diferentes extremos del apartamento.
Yo también estaba agotado, —dijo significativamente. —. Esta
mañana prometió hacerme café por haberme despertado tan
temprano con su llamada de Leland. Supongo que se olvidó de que
se estaba cargando y volvió corriendo para traérmelo, ya que yo
todavía estaba en la cama. Lo estaba acompañando hasta la puerta
cuando apareciste.
—Eso no responde a mi pregunta —dije, acercándome a su lado
de la cama. Nuevamente, la mirada de Jasper se fijó en el pasillo,
luego de nuevo en mí. —. ¿Dónde te tocó?
—Cole —advirtió, todavía sin responderme. —. Aquí no. No
podemos tener esta conversación aquí.
Mis zapatos chocaron contra sus dedos descalzos y le palmeé la
nuca, frotando mi pulgar sobre el suave cabello de allí. Su
respiración se volvió agitada y pasó un dedo por las bolsas debajo de
mis ojos.
—¿Dormiste algo? —curioseó.
—No. En realidad, no —dije antes de hundir mi cabeza en su
hombro expuesto e inhalar hasta su oreja. Olía a café. Como si
alguien hubiera tomado un sorbo antes de tirar de su camisa hacia
un lado y poner su boca sobre él. Lo mordí allí, reemplazando el
último recuerdo de lo que había sucedido en ese lugar. Ahora,
231

cuando pensara en ello, pensaría en mí.


Jasper se puso rígido, gritando, y hundí más mis dientes antes de
Página

desgarrarle la piel.
—No te preocupes, mi marca desaparecerá mucho antes de la
cena. —Mis palabras goteaban veneno. Un veneno que nunca antes
había sentido hacia él. Tomé su polla y noté que no había nada más,
aparte de los pantalones de algodón, entre mi mano y su longitud
semierecta. ¿Me estaba hinchando? ¿O fue un resto de lo que Daniel
había comenzado, pero que con suerte no pudo terminar?
—Tal vez si no caminaras con tu pene balanceándose en estos
pantalones, él no necesitaría ponerte una mano encima. —Yo mismo
me había oído. Comprendí lo diferente que sonaba yo. Qué irracional
fue mi argumento. No me importó. No me importaba que pudiera
arruinar su matrimonio en pedazos si Daniel nos sorprendiera
ahora. En ese momento, solo me importaba si mis manos, mi boca y
mi polla habían sido lo último que lo había tocado íntimamente.
Mi comportamiento encendió un fuego detrás de sus ojos, y su
versión suave y sumisa comenzó a desvanecerse.
—Vete —dijo con firmeza. —. Ahora.
—No —imprequé, metiendo una mano en la parte trasera de sus
pantalones y bajando por su hendidura para ver qué tan apretado o
suelto estaba. Me dejó entrar, con los labios pálidos y planos, pero
pareció entender lo que había que hacer para deshacerse de mí.
Estaba seco, no había signos de sexo matutino y, honestamente,
debería haber estado demasiado dolorido para tener sexo después
de la última noche que pasamos juntos, lo cual había sido en parte el
punto.
Mientras cumplía con mi inspección de su apertura, trazó la línea
cuando alcancé su polla.
—No lo hagas —dijo, agarrando mi muñeca y sacando mi mano
de su trasero. Mis dedos se movieron hacia su garganta mientras lo
alcanzaba en un beso brutal. —. Cole —dijo, separándose sólo para
ser arrastrado de nuevo hacia adentro. —. Detente.
232

No pude. Lo necesitaba. Lo necesitaba de inmediato. Lo


necesitaba en la cama que compartía con su marido. Necesitaba que
Página

Daniel entrara y tomara la decisión ejecutiva que Jasper no podía.


Él retrocedió y yo lo seguí, sin abandonar nunca sus labios.
Jasper chocó contra la mesa de noche, tirando algo, tal vez su café. Y
luché para bajarle los pantalones mientras él luchaba por
mantenerlos.
—Sí —jadeó, y luego, más claramente —. Sí.
Salté lejos como si me hubieran salpicado fuego, con los ojos
ampliándose. Había usado su palabra de seguridad.
—No puedes simplemente presentarte aquí exigiendo saber qué
está sucediendo. No lograrás destrozar mi vida, sin importar cuán
desastrosa creas que ya está. Aquí no, Cole. Puedes decir y hacer lo
que quieras en cualquier otro lugar, pero cualquier desgracia que
pueda acontecer en mi hogar la manejaré yo. — Sus palabras fueron
recibidas con desaprobación en una exhalación.
Nunca lo había visto tan enojado. Me miró fijamente como si no
me conociera, pero allí también había dolor. Dolor por mí, por
ambos, y me aferré a ello mientras intentaba recomponerme.
Pasándome una mano por la barba, apunté hacia la puerta del
dormitorio, deteniéndome para apoyarme en la jamba, para
recuperar algo de fuerza.
—Dijiste que te llamara o enviara un mensaje de texto cuando te
necesitara —dije, de espaldas a él.
—Eso no ha cambiado —expuso en tono convaleciente,
dispuesto a perdonarme ahora que había puesto unos metros entre
nosotros.
—Mantén tu teléfono cerca en todo momento. —Le lancé una
mirada por encima del hombro. —. Te necesitaré a menudo. —Y
dicho esto, me fui, apelando a mi profesionalismo y años de
experiencia en el trato con personas que no me agradaban por el
bien de los negocios, para poder sobrevivir el viaje a la oficina con
Daniel.
233
Página
DEJÉ A DANIEL PARA QUE RESPONDIERA A UNA LLAMADA EN
EL VESTÍBULO DE LOS ASCENSORES Y ATRAVESÉ LAS PUERTAS
DE CRISTAL DE NEXCOM CON LA INTENCIÓN DE LLEGAR A MI
DESPACHO SIN QUE NADIE ME DETUVIERA. BECCA SE LEVANTÓ
DEL MOSTRADOR DE RECEPCIÓN CON UNA NOTA ADHESIVA EN
LA MANO.
—Pasa el mensaje a Leland, Becca —dije, esforzándome por no
parecer irritable mientras pasaba rápidamente.
—¡Oh! Cole…
—Envíelo por correo electrónico, señor Glover. —Doblé la
esquina antes de recibir la respuesta afirmativa del jefe de
marketing.
Los teléfonos sonaban, los papeles se revolvían, las grapadoras
hacían lo suyo y los analgésicos que había tomado antes habían
mentido. No me hicieron efecto ni siquiera durante cuatro o seis
horas. Ni siquiera habían hecho efecto.
Pasé junto al escritorio de Leland sin decir una palabra, entré a
mi oficina, arrojé mi abrigo en dirección al sofá antes de rodear mi
escritorio y tomar asiento. Hojeé los papeles que me habían dejado
allí, fingiendo que no había oído entrar a Leland y que no lo había
notado mirando ceñudo cerca de la puerta cerrada con una
expresión mezclada de rabia, preocupación y lástima.
—Sácatelo del pecho, Leland —dije finalmente. —. Tengo diez
minutos hasta la reunión de la junta directiva.
234

—¿Has sobrevivido años sin él, y ahora estás de vuelta en su vida


y esto es lo que te hace una noche separados? —Lanzó su mano
Página

hacia mí y me alisé la corbata. No había nada que pudiera hacer por


el resto de mí.
—No es tan simple y lo sabes.
—¿Pensaste que tendría un momento de acercamiento a Jesús y
dejaría a su esposo?
—Eso esperaba —admití.
—¿Por qué lo haría? ¿Debido a qué te ama? Nunca lo hará, Cole
—dijo con convicción, deteniendo el clic insensato de mi bolígrafo.
—¿Seguimos hablando de mí? —Pregunté, a lo que se rascó la
nariz y se movió incómodo sobre sus pies. —. ¿Quién te lastimó,
Leland?
—Todos los que importaban. Pero ya basta de mí. ¿Qué puedo
hacer? —Se había cerrado a mí. Era lo que siempre hacía cuando la
conversación giraba en torno a él y su pasado.
—Has sido un gran amigo, Leland. ¿Cuándo me dejarás
devolverte el favor? —Imploré, buscando en sus ojos una abertura.
—Puedes devolverlo diciéndome qué puedo hacer por ti.
Siempre se trataba de lo que él podía hacer por mí, y por eso no
perdía la oportunidad de devolverle el dinero de otras maneras.
—Dime que tu tío encontró algo sobre Daniel.
—No. Creo que sus palabras exactas fueron "un chico decente,
limpio y ordenado". No pudo encontrar ni una multa de
aparcamiento. Aunque ganó el premio de superación cuatro años
seguidos en el instituto. Si eso no es un crimen, no sé lo que es.
Me dejé caer en mi silla, el día ya se estaba terminando y todavía
quedaba mucho de él.
—¿Qué pasa con los registros telefónicos? ¿Correos electrónicos?
—Todo lo enviado y recibido ha sido sincero.
—¿Hace cuánto que sabes todo esto? —Pregunté, observándolo
atentamente.
—Toda la semana —dijo. —. Lo estabas pasando bien, así que…
235

—Se detuvo, encogiéndose de hombros. —. No quería arruinarlo.


—Tiene que haber algo —me dije. —. Dígale que vuelva a mirar o
Página

búsqueme a alguien más que pueda.


Él estuvo de acuerdo, mirando la hora en su reloj.
—Se te acabaron los diez minutos. Es hora del espectáculo.
—Leland —llamé antes de que pudiera irse, esperó con las cejas
arqueadas. —. Buscas activamente amantes que no están
disponibles. Tú, más que nadie, deberías entenderme en algún nivel
aquí.
—Entiendo que no estás hecho para esta vida. Tal vez no lo tomé
en serio antes. Tal vez porque realmente pensé que lo dejaría, a
pesar de mis afirmaciones de que eso nunca sucedió. Esperaba por
tu bien que esto fuera diferente. Pero he estado en primera fila de
cómo se está desarrollando esto. Es como ver un accidente
automovilístico en cámara lenta. Y lo odio —dijo. —. Ah, y hablando
de favores, deja de pagarme el alquiler o lo dejaré. —Y sin decir más
se fue.
Dos horas más tarde estaba de vuelta en mi escritorio, la crisis
evitada. Daniel había presentado brillantemente nuestras opciones a
la junta directiva para lidiar con el escándalo de Delnewik,
asegurándoles que legalmente no teníamos nada de qué
preocuparnos, pero que, si queríamos mantener nuestra reputación,
tendríamos que actuar rápidamente para destituir al CEO, y mostrar
nuestro apoyo inquebrantable a las víctimas. Por ahora estaban
apaciguados.
Me conecté a Internet y reservé una suite en el hotel The Sharai,
al final de la calle. Lo reservé para las próximas semanas ya que mi
calendario de trabajo estaba apretado e inevitable debido a todas las
cosas que había estado postergando últimamente. Ahora, Jasper y yo
nunca perderíamos la oportunidad de vernos a mitad del día cuando
su agenda lo permitiera. Podríamos encontrarnos en el hotel para
almorzar y otras cosas. Podría haberle pedido a Leland que lo
reservara, pero después de nuestra charla decidí guardarme mi
236

estupidez para mí.


Eché un vistazo a mi agenda y vi un pequeño espacio entre las
Página

reuniones de la noche, así que le envié un mensaje de texto a Jasper


con los detalles del hotel y le dije que estuviera allí.
—SIENTO LO DE ANTES —DIJE, RECOSTÁNDOME SOBRE LAS
ALMOHADAS QUE HABÍA ENTRE LAS ARRUGADAS SÁBANAS
DEL HOTEL.
—Es demasiado pronto para perdonarte —dijo bromeando,
abrochándose la camisa cerca de la ventana.
Bajé de la cama y me aventuré hacia él, tomando su cara entre
mis manos.
—Ya lo has hecho. —Le había dejado una llave en la recepción y
sólo le había indicado la hora y el lugar. Había entrado en la suite
igual de preocupado y confuso.
—¿Qué pasa, Cole? —había preguntado cuando la puerta se
cerró tras él.
—Te necesito —había sido mi respuesta.
Había sido descuidado con su ropa -como de costumbre-,
sujetándole los pantalones hasta las rodillas y llevándolo contra la
pared de la entrada antes de tenerlo de nuevo con la misma urgencia
sobre la cama.
—Háblame —dijo, frotando su mejilla contra mi palma como un
gato hambriento de amor. —. Lo último que quiero es hacerte daño.
Leland tenía razón, yo no estaba hecho para una aventura con
Jasper. Para ser el otro hombre. Con él necesitaba ser el único
hombre. No podía culparlo, sin embargo, y sin embargo me sentí
llevando a hacer exactamente eso. Él no me pidió que volviera a su
vida. De hecho, me había pedido varias veces que me fuera. No fue él
237

quien rompió la promesa de no interponerse entre él y Daniel. Fui


Página

yo. Y fui yo quien, de forma arrogante o ingenua, creyó que podía


arreglarlo, sanarlo y, a su vez, también podíamos hacer lo mismo. Él
me había dicho lo que podía ofrecerme, y yo no lo creí. Todo
dependía de mí.
¿O no? ¿No fue él quien me besó primero? ¿No fue él quien forzó
mi mano y mi polla?
No lo sabía. Lo único que tenía claro era que la situación me
estaba cambiando, o, mejor dicho, estaba retrocediendo al "yo" que
había sido al poco de perderle, seis años atrás.
—No es tu problema —zanjé, dejando caer las manos a los
costados.
—Dímelo de todos modos.
Cómo iba a decirle que la ausencia de Daniel después de la
reunión de la junta -y después de haber reservado la suite- me había
hecho entrar en barrena, imposibilitándome prácticamente hacer
cualquier otra cosa, demasiado desesperado por saber dónde podía
estar. Había hecho varios viajes innecesarios a la sala de fotocopias
para pasar por su despacho y comprobar si había vuelto. ¿Seguía en
algún lugar del edificio? ¿Se ocupaba de asuntos de su empresa
ajenos a Nexcom? ¿Se había tomado el resto del día libre? En caso
afirmativo, ¿por qué? ¿Y dónde estaba Jasper? ¿Con él?
¿Esperándole? ¿Se dirigía a su encuentro?
Jasper no había respondido a mi mensaje para entonces, y mi
llamada había saltado al buzón de voz, así que cedí e inventé una
excusa tonta para llamar a Daniel sólo para poder escuchar lo que
pasaba en el fondo de nuestra llamada. No, no podía contarle todo
eso a Jasper.
De repente, volví a necesitarlo, así que, en lugar de responder a
su pregunta, desabroché los botones que había cerrado con esfuerzo
y tiré de la tela por encima de los hombros.
—Creía que tenías una reunión esta tarde —me espetó,
238

permitiéndome acercarlo a la cómoda. Le quité el pantalón y la ropa


interior, luego lo alcé cogiéndolo por las caderas y lo senté en la
Página

cómoda, tanteando en busca del lubricante que había puesto encima.


Me rodeó con las piernas y me metió la mano en la polla y los huevos
a través de la abertura de los calzoncillos.
—El mundo puede esperar —dije, hundiéndome en su agujero
resbaladizo y deseoso.
239
Página
Daniel
Hace 3 años y 10 meses

A LAS DIEZ DE LA NOCHE, cuando volví a la oficina, todos se habían ido.


las serpentinas doradas y plateadas cuelgan de todas las puertas y el cartel
de "¡felicidades, Mitchell!" todavía predominaba en la pared de la
recepción. tuve que apresurarme para ir a mi propia fiesta en casa de mis
padres, o debería decir la fiesta que me apresuré a terminar antes de que
pudiera comenzar vergonzosamente.
—Dijiste que era algo seguro, Daniel —se había burlado mi padre
decepcionado para que todos los presentes lo oyeran.
—Conseguí para la empresa la mayor cuenta de este año —
susurré, con la esperanza de mantener un mínimo de respeto entre
los que habían venido a celebrarme. —. Y Parker insinuó una noticia
que lo cambiaría todo para mí. ¿Cómo iba a saber que Mitchell era a
quien había decidido hacer socio? —Tuve que darles la noticia a
todos, antes de irme sin dignidad.
Volviendo a mi propósito de regresar a la oficina a estas horas,
saqué la pequeña llave de plata del bolsillo del pecho de mi traje y
abrí el cajón de mi escritorio. Después de un rato, extraje las tres
carpetas y extendí su contenido sobre el escritorio, examinando la
información por segunda vez en la semana antes de tomar una
decisión final. En seguida, marqué a mi ayudante.
—¿Sr. Ward? —Contestó Jessica, nerviosa, pero al menos parecía
240

haber estado despierta.


Página

—Siento llamar tan tarde, Jessica, pero ha surgido algo y tengo


que ir urgentemente a Nebraska un par de días. Necesitaré que
reprogrames todas las reuniones de esta semana. Y a menos que sea
una emergencia extrema, mi viaje no debe ser interrumpido. —
Esperé a que aceptara antes de colgar. Envié un correo electrónico
rápido a Parker, inventando alguna emergencia para mi breve
permiso, y salí rápidamente hacia el aeropuerto.
241
Página
Jasper

SALI A TROMPESOS DEL ASCENSOR DE COLE, usando la pared del vestíbulo


para mantener el equilibrio, jadeando mientras recuperaba el aliento. se
dirigió hacia la cocina como si no hubiéramos corrido un millón de
kilómetros en medio del frío.
—¿Qué estabas diciendo? —preguntó, complacido por mi
sufrimiento, regresando con dos botellas de agua y entregándome
una.
—Sólo los locos corren al aire libre en otoño. O invierno. O la
primavera. O verano —dije, terminando las frases que no pude
hacer hace un minuto.
—Sí, bueno, no todos ganamos el premio gordo genético —dijo,
señalando mi cuerpo.
—Hago ejercicio —dije, un poco ofendido. Cole se rio mientras
tomaba de la botella.
—Vas a la sala de pesas de la universidad dos veces por semana
después de dar tu clase. Si estás de humor. —Él arqueó una ceja
desafiándome a desafiarlo. Él estaba en lo correcto. Lo único bueno
que mi padre me había dado fue su capacidad para ganar masa
muscular sin mucho esfuerzo. Mi metabolismo rápido lo obtuve de
mi madre. Principalmente hacía ejercicio porque pensaba que debía
hacerlo, y dado que viajar en bicicleta ya no era una opción,
aproveché las ventajas que conllevaba ser exalumno de la Facultad
242

de Derecho de Columbia.
—La próxima vez podré elegir cómo pasaremos la mañana libre.
Página

—Apoyé mi botella ahora vacía en la mesa del vestíbulo, me quité


los zapatos en diferentes direcciones y me quité la chaqueta antes
de tirarla al suelo. —. ¿Qué? —Pregunté, siguiendo la mirada de Cole
hacia el desastre que había hecho.
—Nada. —Se acercó y me besó antes de volver sobre sus pasos
hacia la cocina. —. Te prometí café.
Lo seguí, olvidando el mal humor inducido por el cardio, y salté a
la isla mientras Cole pasaba por alto su elegante prensa francesa
para introducir una cápsula en el Keurig que había comprado solo
para mí. Luego separó mis piernas, colocando su cuerpo entre ellas.
—No puedes seguir haciendo esto —le dije, mordisqueando
ligeramente su cuello. Daniel se había puesto manos a la obra tras el
anuncio de su asociación. Hubo más cenas de negocios y codos de lo
habitual mientras él trabajaba para aumentar la clientela de la firma
y robar abogados de primer nivel de firmas competidoras, lo que
significaba que yo tenía que jugar a ser dulce. Como resultado, Cole y
yo no habíamos pasado una noche solos en las casi dos semanas
desde el Día de Acción de Gracias. Nuestro tiempo juntos se había
reducido a momentos robados, cuando nuestras apretadas agendas
lo permitían, en el hotel.
Pero esta mañana, Daniel, junto con Parker & Mitchell, se habían
ido a una conferencia legal nocturna. De alguna manera, de alguna
manera, sabía que era obra de Cole. Nexcom era su cuenta más
grande y de mayor perfil y, por lo tanto, Cole tenía influencia sobre
ellos. Si él les hubiera sugerido que asistieran, probablemente lo
habrían hecho. La empresa haría todo lo posible por su cliente
estrella, y él no dudaba en aprovecharse de ello.
—Lo enviaré a caballo a la maldita Siberia si es necesario —
susurró Cole, maltratándome por el pelo, su mirada dura
parpadeando sobre mi rostro repentinamente escaldado. No debería
haber encontrado erótico su constante trato duro hacia mi cuerpo.
243

No debería haberme deleitado sintiéndome como un trozo de carne


o una propiedad. Pero lo hice y no pude hacer nada al respecto.
Página

—Esta noche —dijo en respuesta a mi excitación. —. Si te tomo


ahora, no querré parar y hoy quiero más que sexo. —Te quiero, no lo
dijo, pero no tenía que hacerlo porque no había mucho que su
corazón pudiera ocultarme. Aunque agradecí que no lo vocalizara.
Agradecido de no tener que arruinar las cosas con un recordatorio
de lo que no podía ser, especialmente cuando día a día me resultaba
más difícil aferrarme a las razones por las que no podía ser.
—El café está listo —dije con voz ronca, y él retrocedió de mala
gana, buscando leche en el refrigerador. —. Entonces, ¿adónde
vamos?
—Es una sorpresa —dijo, y su voz resonó dentro del
refrigerador.
—¿Una sorpresa para ti o para mí? —Pregunté, espiando las
entradas para la sinfónica que asomaban debajo de un jarrón en la
isla. Debió haber olvidado que los había dejado allí.
—Para ti... —Su voz se desvaneció, alargándose mientras giraba,
la puerta del refrigerador se cerró de golpe detrás de él.
—La Filarmónica de Nueva York —leí en voz alta, con las
entradas ahora apretadas entre mis dos dedos. —. ¿Para quién es la
sorpresa? —Pregunté de nuevo, mis labios temblaron cuando su
boca se abrió y se cerró repetidamente. Como pianista y buen
violonchelista, a Cole le encantaba la música, y especialmente la
música sinfónica. De hecho, acababa de comprarle entradas para
Navidad para ver su función de Nochevieja. Necesitaría pensar en
otro regalo para él ahora.
—Solías acompañarme a ver la Sinfónica de Seattle. Lo supuse…
—Me encantaría ir contigo, Cole. —Lo detuve con una mano en
su pecho cuando se acercó con entusiasmo. —. Café —le recordé.
Pasamos el resto de la mañana hasta el final de la tarde
alternando entre acurrucarnos en el sofá, hacer números y redactar
un plan de negocios para mi empresa, y tomar siestas intermitentes
244

mientras Beethoven tocaba ambientalmente en todo el ático.


—Tendré que viajar un poco el próximo mes por motivos de
Página

trabajo —dijo Cole esa misma noche mientras nos preparábamos. —


. Puedes venir conmigo, ¿sabes? —dijo, ajustándose casualmente sus
gemelos de zafiro. —. Son viajes breves, en realidad. Distribuido en
aproximadamente seis semanas. Uno es para un artículo en la
revista Modern Medicine. Donde la IA y la ciencia se encuentran —
dijo dramáticamente. —. Incluso quieren tomarme fotos. —Él
frunció el ceño. Cole odiaba tomarse fotografías. Tuve que
estrangularlo antes solo para tomarme una selfie. Dijo que le hacían
parecer melancólico. Dije que hizo un buen trabajo solo.
—Ya veremos —dije, sin comprometerme, insertando mis
brazos en las mangas de mi camisa. —Tengo este caso que asumí
para 'Fia y necesito preparar mi programa de estudios para el
semestre de primavera. Aunque debería poder escapar aquí y allá —
dije, porque odiaba el miedo que se apoderaba de sus ojos, la
preocupación que transmitían: Si me voy y él está aquí... con Daniel,
¿qué pasaría? Pareció momentáneamente apaciguado.
—No creas que no sé qué te estás tomando tu tiempo porque no
quieres ponerte ese traje —dijo, quitando su chaqueta de la percha y
acercándose al espejo.
—O tal vez es porque no puedo quitarte los ojos de encima el
tiempo suficiente para vestirme —respondí. —. Sabes lo que siento
por ti vestido todo de negro.
—Buena excusa, te la daré, pero tenemos que darnos prisa o
llegaremos tarde. Esperaré ahí afuera. —Hizo un gesto hacia el
pasillo. —. Para no molestarte más con mi sensualidad.
Me puse de mal humor y él se rio, su textura rica y oscura
deslizándose por mi piel.
Quince minutos (y diez intentos de alinear mi pajarita) después,
estaba listo para comenzar.
—Wow —dijo Cole mientras las suelas de mis mocasines de
gamuza hacían ruido contra el suelo de mármol. Me pavoneé hacia
245

él, convirtiendo su pasillo en una pasarela.


El traje verde cazador era nuevo. Complementaba mis ojos y lo
Página

había hecho a medida para que me quedara como un guante. Yo era


musculoso, pero no tan imponente como Cole. Alto, pero mi porte no
intimidaba como lo hacía el de Cole. Me habían dicho que mi
accesibilidad me ganó el corazón de los miembros del jurado.
También me habían dicho que estaba llamando la atención, de una
manera etérea, no en la forma en que Satán personificaba la
deseabilidad de Cole.
Pero sabía lo que tenía para ofrecer. Sabía que era atractivo,
aunque rara vez lo intentaba, aunque no podía verbalizar lo que me
hacía así.
“Lo llevas en la sangre”, decía Cole mientras me hacía el amor con
expresión de asombro. Para mí simplemente estaba siendo yo
mismo. Pero también sabía cómo sacar a relucir ese lado
provocativo cuando era necesario, y por eso alimenté toda mi
confianza en mi pavoneo, y no dejé de moverme hasta que mis labios
estuvieron sobre los suyos, hasta que mis manos estuvieron
firmemente plantadas en su cincelado culo.
—¿Listo? —Dije suavemente.
—Ah, sí —respondió, sacudiendo la cabeza y pidiéndome que
subiera primero al ascensor.
Hubo toques secretos desde el asiento trasero en nuestro camino
hacia el Lincoln Center. Los dedos revolotearon sobre la parte de mi
garganta en la que a Cole le encantaba hundir sus dientes. Una mano
acariciando mi polla vestida, un pulgar recorriendo mi cintura,
tirando como si dijera: "Necesito esto ahora mismo...”
Y todos esos tortuosos toques hechos a mi cuerpo fueron hechos
por mi propia mano mientras fingía que era Cole. No sufría mientras
miraba desde el asiento a mi lado.
Seguí haciéndolo entre el público poco iluminado, con los ojos
fijos en la actuación. En un momento me volví hacia Cole, que no
podía apartar sus ojos de mí, y seductoramente me mordí el labio
246

inferior mientras empujaba mi cabeza hacia el escenario.


—Presta atención —articulé.
Página

Fue al baño durante el intermedio, probablemente esperando


que yo lo siguiera, pero no lo hice. Cuando regresó, esos ojos
viciosos me dijeron que lo pagaría más tarde.
Con mucho gusto lo haría.
Se necesitó todo lo que teníamos para permanecer neutrales
mientras Mark conversaba un poco de camino a casa. Si podía sentir
cuán cargadas estaban las cosas entre Cole y yo, hizo un buen
trabajo al no mostrarlo, y cuando caímos en la entrada de Cole, la
mayor parte de nuestra ropa había desaparecido o estaba hecha
jirones.
Las puertas del ascensor que se cerraban se atascaron con algo, y
me aparté del beso de Cole para ver mi zapato atrapado en su
camino.
—Déjalo —respiró, desabrochándome los pantalones. Desde
algún lugar mi teléfono sonó, se encendió de nuevo después de que
se detuvo, y luego comenzaron las alertas de texto.
—Espera —dije, dando vueltas en círculos, recogiendo la
chaqueta de mi traje, pero los bolsillos estaban vacíos. Me apresuré
a entrar en el ascensor, palpando los bolsillos de mi abrigo en busca
de mi teléfono, comprobando los mensajes y exhalando. —. Es
Daniel. Se dirige a casa.
—¿Esta noche? —Indagó Cole, receloso. —. Es un viaje de cuatro
horas. Ya son más de las diez.
No mencioné la parte sobre que él me extrañaba. Sobre él
queriendo despertar a mi lado. La conferencia terminó hace horas,
pero el plan era que se fueran después del desayuno del evento por
la mañana. Otra oportunidad para que se relacionen con las
personas adecuadas.
Regresé al vestíbulo.
—Cole…
—No te vayas. Deja de ver cada movimiento que haces como una
247

admisión de culpa. Dile lo que haría cualquier esposo amoroso y


normal. Dile que es tarde y que ya estás medio dormido en el sofá.
Página

Explícale que lo verás mañana.


—Cole... —Lo intenté de nuevo.
—¿Alguna vez se te ocurrió por qué querría conducir cuatro
horas en medio de la noche para llegar a ti? —preguntó, cada vez
más nervioso. —. ¿Cuánto tiempo pensaste que duraría esto de 'no
tener sexo'? Es una fase. Dicen que todas las parejas casadas pasan
por eso. Estaba abrumado por el trabajo, concentrado en dar una
buena impresión...
—¡Cole!
—¡No te irás! No te enviaré a casa con mi semen corriendo por
tus piernas para que él pueda intentar follarte y hacer que esta
noche nunca haya sucedido. Como si nunca hubiéramos sucedido. —
Su admisión trajo consigo un silencio grave. Se trataba de más que
este momento. Fue aproximadamente cada segundo de cada minuto
que no era suyo. Se trataba de las promesas que no podía hacer,
pero quería hacer.
Le envié un mensaje de texto a Daniel. El que tenía intención de
enviar desde el principio. Cole echó los hombros hacia atrás,
preparándose para mantenerme allí por la fuerza si fuera necesario.
—Nunca dije que me iba, Cole. —Aplasté mi palma contra su
pecho agitado, luego le bajé la camisa por los brazos mientras
inclinaba mi cabeza para besar la vena que saltaba furiosamente en
su cuello. —. Y tu semen no corre por mis piernas —susurré.
—Pero así será —dijo guturalmente, rectificando ese problema
de inmediato.

ESTABA EN EL ARMARIO, REBUSCANDO EN LA CAJA DE


248

CACHIVACHES QUE GUARDABA DEBAJO DE UN TABLÓN


Página

SUELTO, CUANDO SONÓ EL PORTAZO. DEVOLVÍ LA PIEDRA DE


MAR QUE ME HABÍA REGALADO MI MADRE DE LAS VACACIONES
EN LA PLAYA QUE HABÍA GANADO. COMO NO PODÍA
PERMITIRSE UN RECUERDO ADECUADO, SE HABÍA PASADO
HORAS EXPLORANDO EL MAR EN BUSCA DE LA PIEDRA
PERFECTA. AQUELLO SE CONVIRTIÓ EN ALGO PERSONAL, Y YO
ESTABA DESEANDO VER LO QUE DESENTERRABA DE LA ARENA
EN CADA ESCAPADA QUE HACÍA DESDE AQUELLO.
ENCONTRABA LA MANERA DE CONSEGUIR UNA PIEDRA
MARINA EN CUALQUIER LUGAR AL QUE FRANKLIN LA LLEVARA.
CUANDO ME HICE MAYOR, SOSPECHÉ QUE HABÍA EMPEZADO A
PEDIRLAS POR INTERNET.
Lo guardé, junto con todas las tarjetas de cumpleaños que ella
me había dado, nuevamente en la caja, guardando solo el artículo
por el que había ido allí en primer lugar.
—¡Voy! —Vociferé cuando Daniel llamó mi nombre
inquisitivamente. —. Llegas a casa temprano —observé, corriendo
escaleras abajo. El armario amortiguó las quejas de Daniel mientras
se inclinaba para reorganizar las cosas. Probablemente había
colgado mi chaqueta en su área asignada.
—Nos han invitado a la fiesta navideña de los hermanos Smithen
esta noche.
—¿Esta noche? —revelé. Habíamos asistido a una función tres
noches seguidas y tenía planes con Cole, a quien no había visto en
días, ni siquiera en el hotel, debido a nuestros ocupados horarios de
trabajo.
—Sé que es de último minuto, pero son los hermanos Smithen,
Jasper. Seré un dios si puedo conseguir un contrato con ellos. —La
idea lo mareaba.
—Ya tengo planes con Cole —dije lo más relajado posible.
Después de todo, él era mi hermano, según pensaba Daniel. —. Ha
249

logrado asegurar entradas para ver a Hamilton.


—¿Para cuándo? —preguntó.
Página

—Para la última representación.


—Bueno, no estaremos muy lejos del teatro. Puedes pasar un par
de horas haciéndome quedar bien y luego reunirte con él allí antes
de que comience el espectáculo —dijo, problema resuelto. Había
omitido la parte sobre las reservas para cenar que Cole y yo
teníamos de antemano.
—No soy un simple trofeo, Daniel. No puedes desempolvarme de
tu estantería cuando necesitas algo reluciente para deslumbrar a tus
potenciales clientes y atraerlos hacia tu causa.
—Por supuesto que no te veo de esa manera —expuso,
boquiabierto. —. Pero esta noche es importante, Jasper. —Sus ojos
color avellana me rogaron que hiciera esto por él. Me hizo pensar en
todas las formas en que lo estaba destruyendo en secreto. Me hizo
sentir culpable por querer elegir una noche con Cole en lugar de una
oportunidad importante para mi esposo.
—Entendido. Iré a prepararme.
—Y viste ese traje verde tuyo —su voz me siguió escaleras
arriba—. Despierta algo majestuoso en tus ojos.
Ese traje había quedado en ruinas en el suelo del vestíbulo de
Cole.
—Creo que me pondré el granate —le respondí.

COLE HABÍA TARDADO MEDIA HORA EN RESPONDER A MI


MENSAJE PARA INFORMARME DEL DESAFORTUNADO CAMBIO
DE PLANES, LO CUAL NO ERA PROPIO DE ÉL. Y AUNQUE SUS
MENSAJES NO SOLÍAN SER VERBALES, EL DE UNA SOLA
PALABRA: "VALE", JUNTO CON EL RETRASO EN LA RESPUESTA,
250

ME PREOCUPÓ.
Página

Para colmo, salí corriendo de la casa, ante la frenética insistencia


de Daniel, y olvidé mi teléfono.
—Habría jurado que lo metí en mi abrigo —había dicho desde el
asiento trasero del sedán con chófer, revisando y volviendo a revisar
cada bolsillo. —. Necesitamos regresar.
—No hay tiempo para eso, Jasper. Especialmente si planeas salir
temprano para encontrarte con tu hermano —se colgó sobre mí. —.
Puedes usar mi teléfono para llamarlo si es necesario.
Eso era lo último que necesitaba hacer.
Los hermanos Smithen, prominentes líderes en la industria
hotelera, buscaban renovar su representación legal. Con Daniel
como el único de los tres socios que era gay y llevaba una vida
matrimonial, y considerando que ambos hermanos Smithen eran
homosexuales y disfrutaban de matrimonios plenos, se llegó a la
decisión de que él sería la figura indicada para asumir esta
responsabilidad, por así decirlo.
El alcohol fluyó y Daniel efectivamente captó y mantuvo su
atención. El marido de Jacob Smithen se había interesado por mi
trabajo y, por primera vez, a Daniel no le importaba que hiciera algo
más que lucir bonito. Las cosas iban bien, demasiado bien, y por eso
no me sorprendió que los hermanos me rogaran que me quedara.
—Cole es un hombre de negocios exitoso. Él sabe cómo funcionan
estas cosas. Él lo entenderá —había dicho Daniel desde la esquina del
espacio para eventos al que me había llevado, sonriendo y
saludando mientras los hermanos observaban desde la barra. —.
Esto es importante para mí — había enfatizado por segunda vez esa
noche antes de cerrar mi mano sobre su teléfono y alegremente
caminar entre la multitud, aceptando la bebida que Jacob le ofreció.
Ya era tarde. El espectáculo habría comenzado para entonces. Llamé
a Cole, pero no respondió.
Unas horas más tarde, llegué a casa y no encontré llamadas
251

perdidas ni mensajes de texto y, de alguna manera, me sentí mucho


peor. Parecía resignación.
Página

—Encontraste tu teléfono —dijo Daniel, bostezando de camino a


las escaleras.
—No recuerdo haberlo dejado aquí —dije, mirando
inquisitivamente la mesa de café.
—Esta noche fue un éxito —dijo desde el rellano —, pero estoy
agotado. ¿Vienes a acostarte?
—Sí. En un minuto. —Esperé hasta que oí el corte del lavabo del
baño y luego llamé a Cole. Recibí su mensaje de voz y colgué. Pasé la
siguiente hora contemplando la ciudad desde la sala, pensando,
sabiendo que tenía que hacer lo correcto, porque no podíamos
seguir así, y yo estaba prisionero de una promesa y de la culpa, y
no… No veía que eso iba a cambiar pronto.
Daniel estaba profundamente dormido cuando llegué a nuestra
habitación, pero sabía que el descanso se me escaparía si no iba con
Cole esta noche. Entonces, sabiendo lo que había que hacer y
odiándolo, acudí a él.

COLE NO ESTABA EN CASA CUANDO LLEGUÉ, Y LUCHÉ


CONTRA LA TENTACIÓN DE VOLVER A LLAMAR, DE ENVIARLE
UN MENSAJE CON MI UBICACIÓN, PORQUE UNA PARTE
RETORCIDA DE MÍ QUERÍA ACECHAR Y VER SI APARECÍA CON
ALGUIEN. LA MISMA PARTE DE MÍ QUE VERÍA EL ACTO COMO
UNA TRAICIÓN, QUÉ MALDITA IRONÍA.
Quería saber qué tan fácil sería para él reemplazarme ahora que
lo necesitaría. O tal vez simplemente quería que él estuviera tan
equivocado como yo. De cualquier manera, la idea de que pudiera
intentar traer a alguien más aquí, nuevamente, me puso violento.
252

Mis huesos estaban fríos, dándome un adelanto de cómo sería la


Página

vida sin él. Cómo era la vida sin él. Me tomé la libertad de iniciar un
fuego y luego esperé cerca de las puertas del balcón.
Sus pasos sonaron toda una vida después y luego se detuvieron
en lo que supuse era el arco de acceso a la habitación. De espaldas a
él, no pude imaginar su sorpresa al encontrarme allí, porque podía
sentir su ira golpeando mi columna vertebral. Casi podía saborear su
necesidad de abrirme, de destrozarme. ¿Qué le he hecho? Me tragaría
la culpa de todo.
—¿Por lo menos puedo saber dónde has estado? —Pregunté,
sabiendo que no tenía derecho a hacerlo. Se escuchó el sonido de la
tela, y luego un golpe seco cuando lo que supuse era su abrigo
golpeando el sofá. No podía recurrir a él. Ni siquiera podía mirar su
reflejo en las puertas de cristal. Mantuve la mirada baja.
—Podría preguntarte lo mismo —dijo —, pero prefiero no
saberlo. —Su tono era flojo, trágico, merecedor de su propia balada,
y mi pecho se contrajo por el dolor de escucharlo.
—Siempre es peor por la noche —dijo, yendo directamente a la
parte insoportable. —. Cuando no tengo un día ocupado que me
distraiga. Cuando no tengo tu día ocupado, o el de Daniel, para
consolarme, porque entonces sé que al menos él no te tiene a ti. —
Exhaló. —. Pero por la noche, me lo imagino abrazándote. Sus brazos
te rodean en la cama, probando las aguas para ver si estás de humor.
Me digo a mí mismo que no, porque he estado más que atendiendo a
tus necesidades. Pero aun así él te abraza, y te imagino fingiendo que
soy yo, y aunque eso calma mi ego, no hace nada por mi corazón
fracturado, porque ya sea que pretendas quererlo o no, ya sea que
sea mi cara lo que estás viendo en lugar de la… suya, él te tiene a ti. Y
lo triste es que ni siquiera lo aprecia.
Me estaba rompiendo, mis dedos se clavaron en mis costillas
desde donde mis brazos se cruzaron sobre mí protectoramente.
—Dijiste que podías manejar esto —intenté, encontrando su
253

reflejo en el cristal.
—¡Mentí! —rugió, levantando las manos en el aire. Me estremecí.
Página

Se dio una palmada en los costados y luego repitió en un susurro: —.


Mentí. Pero eso lo sabías, ¿no?
Lo hacía, pero esperaba. Dios, ¿eso esperaba? Bajé la barbilla,
porque incluso ver una débil imagen de su angustia a través de una
hoja de vidrio era demasiado. Pero luego recurrí a él porque se lo
debía. Le debía total absorción. Le debía más que esto.
—Y luego pienso —dijo, de cara al fuego, con las manos en los
bolsillos, —, que nunca debí haber venido aquí. Pero detrás de ese
pensamiento está la comprensión de que he experimentado más
felicidad aquí, incluso en momentos de miseria privada, que en
todos los años que he pasado sin ti. —Él asintió pensativamente y yo
me quedé allí sangrando voluntariamente por él.
—No te culpo. Todos tenemos que sanar a nuestra manera —
dijo, como si estuviera recitando algún consejo que hubiera
escuchado antes. Quería arrojarme a sus pies. Suplicar por su
perdón y prometerle que a partir de ahora lo elegiría. Pero entonces
Franklin apareció en mi mente y la visión de mi madre tomando su
último aliento en el piso de mi habitación, y simplemente no pude
hacerlo. No podía decir las palabras para hacerlo bien, porque yo no
estaba bien. Ni por asomo.
—¿Sabes qué es lo que más duele? —Se tomó un momento para
formular sus palabras y yo me preparé para el siguiente golpe,
incluso deseándolo. Querer que todo su dolor se acumule encima de
la colina del mío, porque por mucho que me doliera, por mucho que
ya estuviera agobiado por mi propio dolor, pasando el día sabiendo
que no le había dado un cierre, o algo parecido, destruiría lo que
quedaba de mí, lo cual no era mucho para empezar.
—Lo que más duele es que no puedo arreglar las cosas por ti.
Que mi amor no es suficiente para que quieras intentarlo. Demonios
—comenzó, —, trataste de advertirme, pero no te escuché. Estoy
escuchando ahora, ángel. Estoy escuchando ahora.
254

—Lo siento —dije, disgustado, secándome una lágrima solitaria.


Lo lamentaba. Tanto con disculpas como patéticamente. Lo siento
Página

fue todo lo que tenía para dar.


Se acercó, llevando consigo el olor a bebida cara.
—No te arrepientas —gritó, peinándose el cabello con las manos
mientras se detenía a un brazo de distancia de mí. —. ¿Cómo puedes
soportarlo? —preguntó, rogándome que le diera una explicación con
la que pudiera trabajar. —. No lo amas. No queda lugar en tu
corazón para él. Está lleno de amor por mí.
—¿Qué le diríamos a tu padre? —Pregunté, esperando hacerle
comprender nuestra imposibilidad.
—¡Nada! —espetó sin pensar, luego suspiró, entrelazando sus
dedos en su nuca. Franklin no fue vencido en alguna isla olvidada sin
medios para regresar. Era uno de los hombres más ricos del mundo
que todavía tenía influencia y poder, y Cole tampoco era sólo un
traficante de papel desconocido o un hombre de negocios. Si Cole y
yo sacáramos nuestro amor de su escondite, Franklin lo sabría. Todo
el mundo lo haría. —. No me importa lo que él piense —corrigió. —.
¿Por qué?
Él no lo sabía, porque había estado tratando de perdonarlo. Para
ahorrarles a ambos. Él no lo sabía. Tal vez decírselo le daría un
cierre, porque entonces lo entendería.
—Di algo. —Estaba tan cerca ahora, demasiado cerca, y sus
manos estaban sobre mí, sus palmas ahuecando los costados de mi
cuello, ahuecando mi pulso acelerado, y todo lo que podía hacer era
agarrarme de sus antebrazos para mantenerme en pie. Todo lo que
pude pensar fue que sí, finalmente me está tocando. Sí, su toque
todavía contenía amor. —. Por favor —suplicó entrecortadamente.
—Ella supo lo nuestro. —La confesión vino de lo más profundo
de mí, retorciendo mi voz mientras viajaba a través de mis tripas
revueltas y más allá de mi corazón destrozado para liberarse de mí.
—. Ella lo sabía.
—¿Qué? —Exhaló, su cara perdiendo color. Pasé una mano por
255

su mejilla, los pelos afilados rasparon mi piel.


—Mi… Nuestra madre lo sabía. Y ella no lo aprobó.
Página

—Eso no es cierto —dijo, sin saberlo, avanzando hasta que mis


hombros se encontraron con la puerta del balcón.
— Ella no podía aceptar la idea de que sus hijos estuvieran
involucrados de esa manera. Le desagradaba. También le
atemorizaba lo que esto significaría para Franklin, sumándose a
todas sus demás preocupaciones. —Además de su muerte. —. Temía
las consecuencias para ti y para mí. Temía que nuestra familia
quedara irremediablemente dañada y dividida. Me hizo jurar que
pondría fin a esto en ese momento. También me hizo prometer que
no le contaría a Franklin, que no lo heriría con esto. Le di mi palabra
en ambos aspectos. Solo rompí una promesa y eso la destrozó. Yo la
asesiné, Cole. Ella era mi brisa fresca en un día seco de verano, mis
estrellas orientándome en la oscuridad y mi sol a través de las nubes
grises. Corríamos por el jardín de rosas durante una lluvia
primaveral. La llevaba a montar en Warrior para reconectar cada
vez que se sentía culpable por estar demasiado preocupada por su
trabajo de caridad, o íbamos conduciendo por el valle con la capota
bajada mientras sonaba la espantosa “Love Is A Battlefield” en los
altavoces. Y la asesiné.
—Todo lo que tenía que hacer era aguantar un día más. Todo lo
que tenía que hacer era posponer el quererte un día más, al menos,
hasta que ella tuviera su nuevo corazón. Eso es lo que más me duele,
Cole —lloré. —. Ella estaría aquí. Ella debería estar aquí.
—Jasper —respiró, buscando sus siguientes palabras como si se
estuviera preparando para hacer las cosas bien para mí.
Sacudí la cabeza con vehemencia.
—Mi plan era terminar contigo esa noche, pero todo eso habría
cambiado una vez que recibimos la llamada del hospital al día
siguiente sobre su nuevo corazón. Eso nos habría dado tiempo para
convencerla. Nos habría dado a todos más tiempo. —Parpadeé para
eliminar la humedad que brotaba detrás de mis ojos. —. No te
256

merezco. No puedo tenerte. Y Franklin nunca podrá saberlo. —


Además de Cole, mi madre era mi todo. Ella lo era todo para todos
Página

nosotros y más.
—No fue tu culpa, Jasper —intentó, empujándome con su
convicción, sus manos apretando mi cuello. —. ¿Cómo puedo
hacerte entender eso?
No podía. Y supe que quería que lo eligiera. Para elegirnos. Creer
que nuestro amor podría conquistar cualquier cosa. Pero elegirlo me
había costado. Nos había costado. Elegirlo nuevamente le costaría a
Franklin. ¿Y qué pensaría ella de mí entonces? ¿Qué estaba
pensando ella de mí ahora? Mis pensamientos debieron haber
estado gritando demasiado fuerte, porque una melancolía
desesperada se apoderó del rostro de Cole. Me dolió ver la mirada
de derrota. Verlo aceptar el hecho de que no podía salvarme de esto.
Pero no dolió lo suficiente como para marcar la diferencia.
—Si alguien sabe lo que es sentirse responsable por la muerte de
un padre, soy yo. Tuve que luchar contra esa pesadilla dos veces,
Jasper. Si no hubiera recibido ayuda cuando la recibí, nuestra
historia habría tenido un final muy diferente —dijo, haciendo un
último esfuerzo. —. Créeme cuando digo que no es tu culpa.
Me deshice de sus palabras.
—Nunca creeré eso. No puedo. —Intenté liberarme del abrazo en
el que él estaba decidido a envolverme. Estaba demasiado crudo
para la compasión, para el amor, y de repente no quería su
comprensión ni su perdón.
Luchamos un rato antes de que mi frente golpeara su hombro en
señal de rendición, la angustia arañaba mis entrañas mientras me
mecía, la parte de atrás de su camisa apretada entre mis puños.
—No me arrepiento de nada de esto —me susurró al oído. —. Sí,
quiero más de lo que puedes darme ahora mismo. Sí, me mata que
no sea mi anillo el que llevas mientras te hago el amor en nuestra
cama. Pero no hay nada por lo que no pueda amarte, Jasper.
Cerré los ojos con fuerza y pegué la oreja a su hombro,
257

esperando que eso me impidiera escuchar sus palabras de


despedida.
Página

—Un día te cansarás de que te rompan. Con razón renunciarás a


responsabilizarte por lo peor que te haya pasado. Y estaré allí para
recogerte —prometió, besando mi cabello. —. Perdonaré cada
pecado imaginable contra mí que tu corazón de mártir evoque. Te
digo esto ahora porque sé cómo funciona tu mente, Jasper. Y cuando
llegue nuestro momento, no quiero que desperdicies ni un momento
castigándote a ti mismo. No hay nada que no pueda perdonarte. No
hay nada que perdonar.
Levanté la cabeza y mi mirada se conectó con sus ojos
enrojecidos, absorbiendo todo él, todo su amor incondicional.
—Estaré aquí cuando estés listo. Porque un día de estos te darás
cuenta de que mereces toda la felicidad que puedo darte.
—Lo siento —dije, de nuevo, con los labios temblando. Pasé mis
manos por su rostro, hasta el lugar de su garganta que extrañaba, el
lugar donde amaba quedarme dormido.
—Lo sé —dijo, sonriendo con tristeza, besando mis labios
suavemente. Esto fue un adiós. Terminamos incluso antes de haber
comenzado. —. No puedo rivalizar con tu sufrimiento, mi ángel. Tus
heridas son demasiado profundas para que mi amor las alcance.
Demasiado profundas para que mi amor las cure. Tienes que hallar
una manera de superarlo. Pero algo tiene que ceder porque no
puedo continuar así, y sé, en este momento, que ese algo no serás tú.
258
Página
Jasper

COLE Y YO nos habíamos mantenido abrazados todo lo que habíamos


podido anoche. sin embargo, quedarnos un minuto más habría significado
entrar de nuevo en el ciclo.
El final de nuestra aventura reflejó una muerte. La mía, esta vez.
Yo era un cascarón vacío, un cadáver en descomposición encargado
de asegurarse de que mi marido no se diera cuenta. Fingí
despertarme listo para afrontar el día, cuando en realidad no me
había quedado dormido en absoluto, me había quedado mirando la
pared mientras Daniel roncaba pacíficamente a mi espalda.
Bebí el café suave que había dejado en el lavabo del baño
mientras me miraba en el espejo y no veía nada, luego sonreí
artificialmente cuando él inclinó la cabeza, dándome una mirada
evaluadora.
Cociné y cogí el insípido desayuno que casi había quemado
cuando algo tan simple como huevos me envió a un flashback
paralizante de Cole. Le encantaban los huevos.
Me duché, porque era lo que siempre hacía después del café y el
desayuno, y necesitaba mantener las apariencias, pero entonces el
agua se enfrió y Daniel asomó la cabeza riéndose, comprobando si
todavía estaba vivo. No lo estaba, pero sonreí y le dije que, de todos
modos, saldría enseguida.
Considerando todo, pensé que estaba manejando bien las cosas,
259

hasta que al final de la tarde Daniel me preguntó si estaba bien.


—No pareces tú mismo —dijo, acercándose detrás de mí para
Página

masajearme los hombros mientras me sentaba hipnotizado ante la


pantalla en blanco de mi computadora portátil.
Su toque hizo que mi corazón se acelerara, y me levanté
bruscamente de la mesa del comedor, tirándolo hacia atrás con mi
silla, sin importarme lo errático que me hacía parecer. Sólo
necesitaba salir de debajo de sus manos.
—¿Cómo puede amarte si ni siquiera te conoce? —Cole había
preguntado una vez.
—Él me conoce —le respondí.
—No —había dicho. —Él puede tener una idea de quién quiere
que seas, pero yo aprecio la belleza que ya posees.
Tal vez su punto no era válido después de todo, porque cuando el
antiguo aparador detrás de Daniel amortiguó su caída, me observó
como si fuera un animal fuera de su jaula, y en ese momento, sentí
como si me conociera por completo. Como si lo supiera todo.
O tal vez este tipo de dolor simplemente no se podía ocultar. Tal
vez presionó el aire a mi alrededor. Quizás apestaba hasta las
paredes.
—¿En que estas trabajando? —preguntó, redirigiendo las cosas,
señalando la pantalla con la barbilla. Ya no estaba dormido, sino
abierto en el sitio web de la marca registrada que había visitado
hace más de una hora.
Para tratar de dejar de pensar en Cole, decidí investigar más a
fondo sobre cómo abrir mi propia empresa, pero en este caso, las
distracciones no estaban funcionando.
—Yo ah… —No le había mencionado mis planes a Daniel. El
sueño todavía estaba en sus etapas iniciales y todavía no estaba
seguro de poder hacerlo funcionar. Un comentario negativo suyo
arruinaría todo. —. Estoy jugando con la idea de comenzar mi
propia empresa.
—¿En serio? —preguntó, aparentemente emocionado, lo que
260

sorprendentemente añadió algo de luz a mi humor sombrío.


—Sí —dije, mi tono más confiado. —. Sé que no será fácil, pero...
Página

—Sí, bueno, nada que valga la pena lo es —dijo distraídamente


mientras se inclinaba sobre la mesa para leer el nombre de la
empresa que había ingresado en la barra de búsqueda del sitio. —.
No hay más resultados. Vale la pena tener un apellido poco común
—afirmó. —. ¿Qué campo estás considerando?
Tragué.
—Derechos civiles.
—Ah —dijo —, por supuesto.
No estaba en óptimas condiciones para luchar. Todo en mí me
dolía y mi corazón estaba sensible al tacto. En ese momento, no
habría hecho falta mucho para destruir lo único que me quedaba.
—Ayudar a los demás siempre ha sido tu pasión, Jasper. Estoy
seguro de que seguirás teniendo éxito en ello.
—Gracias —dije desde el fondo de lo que quedaba de mi
corazón.
Daniel caminó hacia las escaleras, con la cabeza gacha y
pellizcándose el labio superior mientras pensaba.
Mis disculpas por la confusión. Aquí tienes una revisión:
—Y escucha —dijo, girándose hacia mí, con un pie en el primer
escalón y la mano en la barandilla—, en el momento en que las
facturas se acumulan, siempre puedes manejar los hilos del bolso de
tu hermano, porque defender a los delincuentes que no pueden
pagarte, no alcanzaría para cubrirlos.
Podría haber sido un estudio de prueba sobre qué tan rápido una
luz ya fugaz podría apagarse por completo. Daniel subió corriendo
las escaleras, su voz alegremente me informó que teníamos que
prepararnos para la fiesta anual de Nochebuena de sus padres, ajeno
al desastre que había hecho conmigo. Me desplomé sin vida sobre mi
silla, cerré mi computadora portátil, alejé mis sueños y hundí mi
cabeza en la mesa.
Mi mal humor no duró mucho porque recordé que el regalo de
261

Navidad que Cole me había hecho estaba esperando en el bolsillo de


mi abrigo. Después de dejar su casa y salir al frío, metí las manos en
Página

los bolsillos y encontré una caja larga y delgada envuelta esperando


adentro. Debió haberlo puesto allí cuando fui al baño a echarme
agua en la cara llena de lágrimas. No pensé que alguna vez lo abriría,
ya que la negación parecía ser mi opción cuando lidiaba o no lidiaba
con las cosas. Pero necesitaba un estímulo. Necesitaba que me
recordaran lo que me hacía grande incluso si sentía todo lo
contrario.
Los regalos de Cole siempre son significativos, pensé mientras
jugaba con la cruz de oro en mi cuello, el colgante de su madre. Me lo
había dado en un momento en el que todavía no era lo
suficientemente fuerte como para dejarme entrar en el agujero que
dejó la pérdida de una madre que nunca llegó a conocer. El colgante
era su manera de decir: aquí hay algo de ella hasta que pueda
compartir el resto.
En el armario, busqué en el bolsillo de mi abrigo hasta que mis
dedos golpearon la caja, retirándola y admirando el envoltorio
plateado y la cinta roja atada en un lazo. Arranqué el papel metálico
antes de que pudiera convencerme de no hacerlo, y dentro de la caja
acolchada de terciopelo había una pluma estilográfica de plata
esterlina.
Le di la vuelta al costoso bolígrafo en mis manos,
maravillándome por los ribetes dorados a lo largo de los bordes de
la punta del fieltro. Había una inscripción a lo largo del cañón. Lo
acerqué y susurré el elegante guion en voz alta:
"Nunca dejes de perseguir tus sueños. Con amor eterno, Cole." Y en
el reverso se leía: "Jasper Des Moines, Esq."
Volví a tapar el bolígrafo, un fantasma de sonrisa apareció en mis
labios y volví a abrir mi computadora portátil.
262
Página
CONTEMPLÉ LA CIUDAD REBOSANTE DE FESTIVIDADES CON
EL ABRIGO PUESTO MIENTRAS ESPERABA A QUE DANIEL
BAJARA, APRETANDO EL PUÑO EN TORNO AL BOLÍGRAFO QUE
LLEVABA EN EL BOLSILLO.
—Pierre está atrapado en el tráfico —dijo, acercándose y
picoteando la columna de mi cuello, el lugar designado para el
castigo de Cole. Me giré y lo enfrenté, contando los segundos hasta
que pudiera limpiar la humedad que había dejado antes de que se
evaporara en mi piel.
—No te oí bajar —dije, esperando que viera mi reacción como
sorpresa y no como rechazo.
—Puedo creer eso. Has estado preocupado con tus pensamientos
todo el día. Sé que estar cerca de mis padres no siempre es fácil,
pero ellos son como son porque les importamos. —Se acercó a la
ventana y observó la esquina de la calle con barricadas debido al
desfile navideño que tenía lugar en la cuadra que se cruza con la
nuestra. —. Espero que Pierre encuentre una manera de solucionar
esto.
Porque Dios no quiera que tengamos que viajar en metro con
esas humildes criaturas humanas, o tener que caminar dos cuadras
hacia el norte para encontrarnos con el conductor de sus padres en
lugar de obligarlo a maniobrar en esta locura. Tendría que dar
marcha atrás por nuestra calle para encontrarse con nosotros
enfrente.
263

—Puedes quitarte el abrigo. Puede que tarde un tiempo —dijo,


caminando hacia la cocina. —. Oh —respondió —, no menciones
Página

nada de este asunto de la firma de derechos civiles en la fiesta de


esta noche, ¿vale, cariño? No quiero arruinar las vacaciones de mis
padres.
Permanecí allí, horrorizado, preguntándome si siempre había
sido tan despiadado. ¿Había mostrado siempre un comportamiento
pasivo-agresivo con una capa de sonrisas livianas, pretendiendo
después ser la víctima cada vez que luchaba contra sus puñaladas en
mi carrera? ¿Había justificado su conducta una y otra vez,
atribuyéndola a la crianza sin amor de Deacon y Caroline? ¿Y lo
perdoné demasiado rápido por todo? Sí, lo hice. Pero esta fue la
primera vez que me permití ver la cruda verdad. Que no había
excusas lo suficientemente buenas y que todas las acciones que
había excusado como no intencionales eran algo completamente
distinto, y no me había preocupado lo suficiente por mí mismo como
para verlo. Froté el grabado de mi bolígrafo.
—Que te jodan, Daniel —dije, sorprendiéndome incluso a mí
mismo. No sabía si era el bolígrafo el que me impulsaba, o el hecho
de que no solo me desperté en el lado equivocado de la cama, sino
también en la cama equivocada. O tal vez era el peso de haber
destrozado el corazón del único hombre que verdaderamente me
amaba lo suficiente como para enfrentar mi culpa y mi miedo. De
repente, no me sentía tan merecedor de las tonterías de Daniel.
—¿Adónde vas? —preguntó, desconcertado.
Ya al otro lado de la puerta del apartamento, dije:
—Creo que este año me saltaré la falsa fiesta familiar. Dales mis
mejores deseos a tus padres. — Cerré la puerta, ascendí en el
ascensor cuando este llegó, y no volví a respirar hasta sentir cómo el
frío penetraba en mis pulmones. Escudriñé en ambas direcciones de
la calle y me encaminé en la dirección opuesta a la bulliciosa fiesta
de la cuadra. Mis pasos eran automáticos, sin tener claro mi destino,
hasta que alcancé la estación de tren y recordé la colecta anual de
264

juguetes de Sofía. Normalmente, la dejaba pasar o llegaba a tiempo


para ayudar con la limpieza debido a la tradicional y angustiante
Página

fiesta familiar organizada por Daniel, pero no este año. Subí al tren
con rumbo al sur, hacia Brooklyn.
—¡JASPER! —La voz de Sofía sonó cuando entré en el
escaparate alquilado, pero no pude verla más allá del océano de
niños excitados y padres agradecidos que intentaban contenerlos.
Levanté un brazo en señal de saludo y me abrí paso entre la
multitud para rodear la larga mesa tras la que estaba ella.
—¿Alguien podría conseguirle un taburete? —pregunté.
—Muy gracioso —dijo, dándome una palmada en el brazo. Era la
primera en la cadena de ensamblaje y, con un empujón de la persona
que estaba a su lado, Sofía cogió una mochila de una de las muchas
estanterías que había detrás de ella, metió en ella los cuadernos y la
envió a que le añadieran otros materiales y juguetes.
—¿Cómo puedo ayudar? —Pregunté mientras una niña chillaba
de alegría, señalando una muñeca en el estante superior antes de
que una persona a la que Sofía había llamado Jasmine la metiera en
la bolsa y se la pasara a la persona a su izquierda, manteniendo la
fila en movimiento.
Sofía llamó a su hijo y yo le revolví el pelo mientras ella le pedía
que ocupara su lugar.
—Sígueme —dijo, caminando con fuerza hacia atrás.
—Este es un escaparate bastante grande —dije desde la puerta
abierta del almacén.
—Sí, tuvimos suerte este año, pero la participación está
aumentando —dijo, suspirando hacia la nueva ola de familias que se
amontonaban. Fue un buen suspiro. Fue su suspiro de "me quejo,
265

pero estoy tan feliz". —. De todos modos, ¿qué estás haciendo aquí?
Página

Dijiste que estarías en la casa de los padres de Daniel.


—Sí, no será este año. ¿Qué ocurre? —Le pregunté mientras se
mordía el labio y giraba la cabeza hacia la entrada cada vez que
sonaba la campana que colgaba sobre la puerta principal,
anunciando que alguien se había ido o había llegado.
—Um —comenzó. El resto se perdió entre “Sleigh Ride” sonando
a través de los parlantes de la tienda y un fuerte grito de emoción
proveniente de entre la refriega de la gente. Sofia intentó cerrar la
puerta del almacén, pero lo logré a tiempo para ver entrar a Cole y a
Camille correr para darle un abrazo, casi derribándolo. —. Ella
quería invitarlo. Aparentemente, ahora están en estado de
marcación rápida —dijo, intentando mostrarse alegre. —. Jesús,
Jasper, estás blanco como un fantasma.
Le envié un mensaje de texto esta mañana haciéndole saber que
Cole y yo nos evitaríamos el uno al otro tanto como fuera posible.
Ella no necesitaba saber más que eso. Y sólo le había dicho eso para
evitar situaciones como esta, porque él se había involucrado con
algunas de sus organizaciones benéficas y probablemente estaría
presente en ocasiones.
Cole y Camille se habían movido de la puerta a una mesa alta a
un lado donde ella aparentemente intentaba desafiarlo a una lucha
de pulsos usando su prótesis. Cole se rio y quise desmoronarme al
suelo. ¿Cómo podría estar bien? ¿Cómo podía reírse, cómo podía
verse tan jodidamente guapo y bien formado, cuando yo no era más
que una aparición de mí mismo moviéndose por el mundo?
—No sabía que vendrías —susurró Sofía, apoyando una palma
en mi antebrazo.
—Está bien —le aseguré. —. Pero si no te importa, creo que me
iré. ¿Hay una puerta trasera?
—¿A dónde vas?
—A mi casa. Honestamente, me vendría bien un tiempo a solas.
266

—Con Daniel pisándome la nuca todo el día, no había tenido la


oportunidad de llorar adecuadamente.
Página

—Está bien —dijo, insegura. —Pero llámame si me necesitas.


¿De acuerdo?
Besé su mejilla, terminé de hacer promesas y luego desaparecí
por la puerta que ella había señalado.

COMO SI EL DÍA NO PUDIERA HABER IDO PEOR, ME


ENCONTRÉ CON UNA LLUVIA HELADA EN CUANTO SALÍ DE LA
ESTACIÓN DE METRO CERCANA A NUESTRO APARTAMENTO. DE
PIE EN EL UMBRAL DE NUESTRA PUERTA, DELIBERÉ SOBRE
QUÉ HACER CON MI ABRIGO Y MIS ZAPATOS MOJADOS, PORQUE
DANIEL NO HABÍA PUESTO UNA ESTERILLA, NI UNA TOALLA,
PARA SECAR MI ABRIGO ANTES DE COLGARLO EN EL ARMARIO.
ADEMÁS, LA APLICACIÓN METEOROLÓGICA NO MENCIONABA
LLUVIA NI AGUANIEVE.
Exhalé, buscando dentro de mí, tratando de determinar si
realmente me importaba el ataque de ira que tendría cuando llegara
a casa si no manejaba esto de la manera correcta. Resultó que no
tenía nada que me importara un carajo. Dejé caer mi abrigo al suelo
y luego caminé hacia la cocina dejando huellas mojadas.
Con la taza de café en su sitio, pedí algo de comer, llamé a la
recepción para avisar de que esperaba a alguien y me di una ducha
caliente.
El timbre de mi teléfono me sacó de mis pensamientos únicos y,
pensando que podría ser mi entrega de comida, corté el agua, cogí
una toalla del estante y salí corriendo al dormitorio.
—Hola —dije, presionando el ícono del altavoz y dejando caer el
teléfono sobre la cama para poder secarme.
267

—Buenas noches, señor Des Moines. Tienes a un… um, ah, eh,
Página

repartidor de comida aquí que quiere entrar.


—Sí. Llamé para avisarle a Nancy. —El turno de Nancy debió
haber terminado y se había olvidado de informarle. Me puse mi
bóxer y mi sudadera.
—Sí, ella me lo dijo —dijo. —. Sólo quería volver a comprobarlo.
Y así poder hacerlo ir. —La llamada terminó y me quedé mirando la
pantalla, perplejo, antes de recordar mi café, que probablemente ya
se había enfriado porque al mirar la hora, me di cuenta de que había
estado en la ducha demasiado tiempo otra vez.
Alguien llamó a la puerta antes de llegar a la cocina. El golpe fue
extrañamente preciso y autoritario, y mis cejas se arquearon cuando
pateé mi abrigo para abrirlo, quedándome paralizado en el lugar y
entendiendo completamente la aprensión del recepcionista.
El hombre que sostenía mi comida no era un repartidor. Era alto,
imponente y podía hacerte sentir igualmente amado u odiado con
una mirada cortante de sus ojos de obsidiana.
—Franklin —suspiré.

—LO HAS HECHO MUY BIEN —DIJO FRANKLIN CON SU VOZ


MESURADA DESDE EL SALÓN. TIRÉ A LA NEVERA LA COMIDA
QUE HABÍA INTERCEPTADO DEL REPARTIDOR EN EL
VESTÍBULO DEL EDIFICIO. DE TODOS MODOS, NO TENÍA
APETITO.
—Es mi espo... es Daniel. —El apartamento y todos los muebles
ostentosos le pertenecían. No había nada de mí allí y no me había
importado. Quizás hasta ahora.
Me sentí incómodo ante la mirada inquisitiva de Franklin,
268

porque él era bueno para ver el meollo de las cosas.


Página

—Había olvidado lo mucho que te pareces a ella —dijo antes de


apartar su expresión de dolor y aventurarse más cerca de las
ventanas. —. Probablemente te estés preguntando por qué estoy
aquí. Por qué no había venido antes, o por qué vine. —Se apretó la
muñeca en la parte baja de la espalda, muy parecido a lo que hacía
Cole cuando estaba sumido en sus pensamientos. —. Estoy aquí para
disculparme, hijo —susurró, yendo al grano.
Mi aliento escapó en una exhalación irregular. El escucharlo
llamarme "hijo", esa palabra delicadamente pronunciada por sus
labios, me hizo cuestionar por qué no había venido antes. En ese
momento, experimenté la sensación de ser un niño nuevamente,
como el hijo que no había sido abandonado. Era una experiencia que
no había sentido en mucho tiempo, una sensación que me afectó de
una manera profundamente reconfortante. Fue un dolor que,
paradójicamente, me reconfortó.
—No tienes que…
—Sí. —Se giró hacia mí y sus ojos me mostraron más que nunca.
Mostrándome lo que él ya sabía.
Oh Dios.
—Lo sabía, Jasper. No antes de esa noche, pero ciertamente
después. Me faltaban los detalles más finos, pero la encontraron en
el umbral de tu habitación, y viendo la forma en que tú y Cole se
consolaban mutuamente cuando pensaban que no estaba mirando…
—Su voz se apagó mientras se tomaba un segundo para recuperarse.
Mis uñas perforaron la tela del sofá detrás del cual estaba mientras
esperaba.
—Nada fue más revelador que lo destrozado que estaba cuando
te fuiste. Te dejé ir y me volví frío con el único pariente
consanguíneo que me quedaba. Ella se avergonzaría de mí. Se
avergüenza de mí. —Miró por encima del hombro hacia las nubes
nocturnas.
269

—¿Lo sabías?
—¿Pensaste que te habría permitido irte tan fácilmente si no lo
Página

hubiera sabido? ¿Creías que me importabas tan poco?


Me resultaba indiferente al punto de no preocuparme por los
sentimientos de los demás. Inmerso en un constante goteo de dolor
al que me había aferrado, no lograba percibir ni experimentar nada
más a mi alrededor.
—Te dejé ir porque me dolía demasiado para lidiar con lo que ya
sabía.
—Que yo la maté —dije con un nudo en la garganta.
Sacudió la cabeza.
—No. Que no fue tu culpa.
Me estremecí y aferré con más fuerza el respaldo del sofá. Tenía
mucho que expresar, muchas objeciones que plantear, pero de
repente me di cuenta de que esta visita no era para mí. No
exactamente. Era el momento en que Franklin liberara sus dolores y
molestias, a la par que me liberaba de los míos. No empañaría este
proceso diciéndole que sus sentimientos eran falsos. Le permitiría
expresar sus pensamientos. También le concedería la oportunidad
de hallar la paz.
—Sé que ella no lo aprobó —dijo. —. Lo sé porque ella había
escrito sus pensamientos. Fue la última entrada de su diario. —Se
sonrojó como si le avergonzara admitir que había leído sus
pensamientos privados. —. Eso ayudo. Después de su muerte…
ayudó.
—Nunca te juzgaría por eso, Franklin.
—Supongo que no podía conciliar el sueño. No con las cosas tal
como estaban. Así que fue a buscarte esa noche. —Se rascó los
mechones grises a lo largo de la línea del cabello. Eso y las leves
arrugas en el rabillo de sus ojos eran las únicas cosas que delataban
su edad. Cole heredó sus ojos de su madre, pero todos los demás
rasgos físicos eran una copia exacta de su padre.
—Estoy... —Busqué una palabra mejor que lamentar, estaba
270

harto de decirlo, de sentirlo. —. No quise hacerte daño.


—Ella no era perfecta, ¿sabes? Los niños a menudo esperan que
Página

sus padres sean ideales, olvidando que nosotros también somos


humanos. Nosotros también tenemos defectos. Selene tenía
temperamento y aptitud para querer las cosas a su manera. —Él
proporcionó una sonrisa sesgada. —. Esto último fue culpa mía
porque tenía el hábito de nunca decirle que no. Lo primero también
podría haber sido culpa mía por la misma razón. —Puso una mano
sobre su corazón, como indicando que era lo que le aquejaba
actualmente. Estaba mirando una versión mejorada del hombre
estoico que conocía. Bien podría haberse estado tocando la manga,
porque en ese momento era donde su corazón se había instalado.
—Me cautivaron tanto su temperamento como su ocasional
intransigencia. Pero ustedes, muchachos, no vieron ese lado de ella,
porque como madre, siempre se esforzaba por alcanzar la
perfección.
—Lo que quiero decir es que ella tenía miedo. Pensó que se
estaba quedando sin tiempo y quería reducir la angustia y el
sufrimiento que había dejado atrás. Ella quería que nuestra familia
estuviera intacta. Ella no quería que me lastimaran y atacara. Ella no
te quería solo en el mundo sin familia si las cosas iban mal. Claro,
ella también era tu madre y la de Cole, así que también tenía eso con
lo que luchar. Pero ella cometió un error y, por lo que parece, te
estás aferrando a eso sólo para poder aferrarte a ella.
Se acercó a la ventana y miró la calle fría y húmeda que había
debajo.
—Apuesto a que se siente más cercana, ¿no? Contigo
constantemente recordándote el dolor, agudizándolo para que
nunca se apague… eso la mantiene cerca —susurró, hablando más
para sí mismo ahora. —. Yo lo entiendo. Pero tenemos que dejarlo
pasar.
—¿Cómo? —Le pregunté y él me miró como si recordara que
estaba allí.
271

—Perdónala —dijo. Y nunca una palabra me había separado de


manera tan irreversible.
Página
Cole

—SÓLO LOS LOCOS CORREN al aire libre en otoño. o en invierno.


o en primavera. o en verano. —pensé en las palabras de Jasper
mientras empujaba las piernas con más fuerza y movía los brazos
más rápido para contrarrestar el impulso. así es como me sentía
cuando llegué a la marca de los sesenta minutos de carrera y no
daba señales de que fuera a parar.
Doblé una esquina, asustando a una bandada de palomas y
enviándolas volando desde la acera cuando mi mirada chocó contra
el edificio de Jasper. Reduje la velocidad hasta trotar antes de
detenerme por completo, el humo del invierno salía de mi boca
mientras jadeaba por el esfuerzo y el dolor.
Retrocediendo bajo el toldo de una panadería que aún no había
abierto ese día, miré a mi izquierda y a mi derecha, asegurándome
de que ni Jasper ni Daniel estuvieran de alguna manera caminando
por las calles tan temprano en la mañana y me vieran.
¿Cuándo diablos había decidido tomar el camino hacia él? No lo
había hecho. Al menos no conscientemente, pero él era todo en lo
que podía pensar desde que terminamos las cosas esa noche. No
pude evitar sentir que me había rendido con él, aunque eso no
podría estar más lejos de la verdad.
Sin embargo, poner fin a las cosas no puso fin a mi confusión
mental. Mientras miraba las cercanías de su apartamento, los celos
272

todavía me atormentaban. ¿Daniel lo estaba sosteniendo? ¿Lo estaba


consolando sin siquiera saberlo? ¿Jasper ahora haría todo lo que
Página

estuviera en su poder para que su matrimonio funcionara? ¿Rompí


las cosas inconscientemente con la esperanza de que eso lo obligara
a elegirme?
—Mierda. No puedo hacer esto. —Me puse la capucha de mi
chaqueta de correr sobre mi cabeza y salí corriendo en la dirección
de donde había venido, repentinamente ansioso por llegar a casa
para poder lamerme las heridas en privado, porque estaba
terriblemente cerca de desmoronarme en la calle.
—Ella lo sabía. —La voz de Jasper pasó por mi mente y maldije
de nuevo, acelerando el paso.
—Ella no lo aprobó— se filtró en ella un poco después del primer
pensamiento, aumentando el pánico hasta el punto de que salí
corriendo a la calle sin mirar, el sonido de una bocina me despertó
de la repetición de mi pesadilla.
—¡Mierda! —Salté hacia atrás justo a tiempo para evitar por
poco que me atropellaran. El conductor me maldijo a través de la
ventana mientras pasaba a toda velocidad. Le hice un gesto al coche
que venía en sentido contrario para que siguiera mientras esperaba
en medio de la intersección antes de llegar con cautela a la acera y
parar un taxi. No estaba en condiciones de estar al aire libre.
Después de que Jasper se fue, me senté al piano y toqué hasta
que el sol asomó su cabeza en el horizonte. Toqué Moonlight Sonata,
la favorita de Selene, y pensé en los muchos recitales en los que se
había sentado al frente y en el centro, y en las lágrimas que
derramaba en el pañuelo de mi padre. Intenté reconciliar esa
imagen con la mujer que quería que Jasper rompiera nuestra
relación. Intenté reconciliar a la mujer que una vez me dijo que me
amaría a pesar de todo, con la mujer que desaprobaba nuestro amor.
Toqué mientras mis lágrimas inundaban las teclas haciendo que
mis dedos se deslizaran y la canción desafinara. Había jugado
273

mientras susurraba los mantras de amor propio que había


acumulado a lo largo de los años, necesitándolos con urgencia en ese
Página

momento porque había sentido que me hundía de nuevo en un pozo


de odio hacia mí mismo. Del que había salido arrastrándose con el
apoyo de Leland e incontables horas de terapia.
En un momento dejé de jugar, necesitaba silencio para aplicar la
racionalidad que había adquirido en el sofá de mi terapeuta a mi
situación actual.
Selene, con toda razón, podría haber desaprobado nuestra
relación o haber necesitado tiempo y espacio para asimilar quiénes
éramos y aceptar lo que teníamos Jasper y yo, lo que éramos el uno
para el otro. No obstante, lo que tengo claro es que nos amaba y
habría encontrado la manera de superar sus propias concepciones
preestablecidas sobre nuestras vidas, más allá de cualquier
incomodidad que pudiera sentir. Habría descubierto cómo
aceptarnos y convertirse en nuestra principal defensora, incluso si
eso significaba enfrentarse a su esposo. Selene irradiaba amor y luz;
era seguro que habría hallado la manera de conectarse con nosotros
tal como éramos. Y en esa convicción, hallé consuelo.
—¿Señor? —dijo el taxista un poco agresivo, como si no fuera su
primer intento de llamar mi atención.
—Lo siento —le dije, pagándole y saliendo frente al hotel al que
llamé hogar.
—Este arreglo de vivienda es temporal, ¿verdad? —Jasper había
preguntado durante su primera visita aquí. Tal vez lo hubiera sido si
irse significara olvidarlo.
Le di las gracias al portero y luego me deslicé en el ascensor.
Tan pronto como se abrieron las puertas de mi vestíbulo, sentí
su aroma, lo que provocó una especie de rabia y dolor. Hubo un
tiempo en que busqué este lugar prácticamente a cuatro patas
rezando para encontrar un rastro de él. Un calcetín debajo de la
cama, desodorante olvidado, una taza de café sucia con la huella de
sus labios exuberantes en el borde. Y ahora que no quería
274

recordatorios, todo lo que tenía eran recordatorios.


Cogí una bolsa de basura de la despensa de la cocina y corrí por
Página

la casa en busca de cualquier cosa, de Jasper. Tiré del cajón de la


cómoda con tanta fuerza que se estrelló contra el suelo y las
camisetas se desplegaron sobre la alfombra del armario.
Hurgándolo, encontré oro y encontré el tanque negro de brazos
anchos en el que le encantaba holgazanear. Mostraba sus brazos
definidos y su caja torácica. Era mío, pero tenía que desaparecer.
Luego, busqué en el gabinete debajo del lavabo del baño,
derramé su contenido en el piso de mármol en busca de la loción
que le gustaba, luego la arrojé también en la bolsa. Tendría que
empezar a usar algo nuevo.
El café de avellanas que amaba fue el siguiente. Luego su taza
favorita. Si pudiera, habría arrancado la isla de la cocina en la que lo
había colocado innumerables veces solo para saborearlo mientras
estaba sentado en un taburete con sus piernas sobre mis hombros.
Enrollé bruscamente la alfombra mullida de la sala de estar en la
que le había hecho el amor, destellos de él agarrándola mientras su
semen empapado en las fibras me hizo caer de rodillas. Mientras
estaba allí, escaneé la habitación para saber qué sería lo próximo. Mi
piano.
Entonces, un dolor de otro tipo se hizo presente, porque ese
instrumento era más que su brillante tapa cubierta con la semilla de
Jasper, más que su lengua limpiando el desastre que había hecho,
con mi ayuda, y más que el lugar donde estábamos. Besé por
primera vez cuando reingresé a su vida.
También era el lugar en el que a Selene le encantaba verme
perderme desde su posición acurrucada en el banco del ventanal.
También era el único lugar al que podía hacer que Jasper se
aventurara cuando estaba enfermo. Prometo tocar “Clair De Lune” si
tan solo se levantara de la cama y estirara las piernas. Se sentaba
con la cabeza en mi hombro mientras yo tocaba, golpeando con los
dedos sus muslos porque para entonces ya había memorizado cada
275

nota de la canción.
Entonces me senté, con la espalda apoyada en el sofá, en el que
Página

notoriamente nos quedábamos dormidos entrelazados como


enredaderas. Según mi razonamiento, nada menos que quemar el
lugar con todo lo que hay en él sería suficiente. Y fue entonces
cuando noté el regalo escondido debajo del árbol de Navidad.
Arrastrándome, lo agarré antes de regresar a mi lugar, girando el
artículo mal envuelto en mi mano. No era de Leland. Hacía tiempo
que no pasaba por allí.
Jasper. Debe haberlo escondido allí mientras esperaba que
llegara a casa anoche.
Todavía quedaba un día para Navidad, pero no pude arrancar el
papel rojo y dorado lo suficientemente rápido, convenciéndome de
que, si lo hacía rápido, podría deshacerme del regalo aún más
rápidamente y poner fin a esta experiencia que hacía que mi corazón
se retorciera sobre sí mismo. Poner fin al amor.
Las funciones del cuerpo que normalmente se realizan
inconscientemente se me escaparon mientras miraba el objeto en mi
mano temblorosa. No parpadeé. No respiré.
El cuenco de barro era lo suficientemente grande como para
guardar un juego de llaves que siempre se perdían, una billetera que
rara vez se podía encontrar y el cambio de bolsillo que a veces
llegaba al ciclo de lavado. Sabía lo que podía contener, porque
estaba perfectamente diseñado para mí por todas esas razones.
Lo acerqué reverentemente a mi nariz, esperando encontrar un
rastro de ella allí, el persistente aroma de su perfume favorito, pero
no había nada. Lo mejor que pude hacer fue cerrar los ojos y
recordar ese día.
—¡Vamos, oso Coley! —Selene había llamado desde la puerta
principal, envolviéndose su bufanda andrajosa favorita alrededor del
cuello.
Mi padre le compraba una nueva bufanda de cachemira cada
Navidad, una pista no tan sutil si me preguntas, pero ella siempre
276

había usado la que Jasper había ahorrado de su mesada para


comprarle antes de que entraran en nuestras vidas. La cosa fue atroz.
Página

Bajé las escaleras saltando, mirando detrás de mí para


asegurarme de que Jasper no me seguía.
—No me llames así —dije de mal humor, poniéndome la chaqueta
que ella tenía abierta para mí. —. Eso sólo lo animará.
—Pero es tan lindo —dijo, antes de besar la punta de mi nariz. —.
Igual que tú.
—Tengo catorce años —me quejé, amando en secreto la forma en
que ella me cuidaba, como si supiera que había mucho de eso que
compensar.
Aparté el recuerdo y examiné el cuenco una vez más. Selene se
aseguró de que hiciéramos cosas como familia, pero también nos dio
a Jasper y a mí nuestro tiempo individual con ella. Ese día nos había
inscrito en una clase de cerámica. Quería ver la nueva película de
Tom Cruise, pero a ella le encantaban las actividades de vinculación.
Moviéndome del suelo al sofá, me armé de valor antes de girar el
cuenco para leer la inscripción apenas legible.
“Siempre serás mi oso Coley. Con amor, mamá."
El cuenco había estado en la mesa de nuestra entrada durante
años, hasta bien entrada mi edad adulta. Luego pensé en una
conversación que había tenido con Jasper poco después del
aterrizaje forzoso en su vida.
“Revisé la casa de arriba a abajo buscándola después de su
muerte”.
Él lo había tomado. Probablemente para tener algo que fuera a la
vez una parte de ella y parte de mí.
Arrastrándome hacia el vestíbulo, coloqué el cuenco sobre la
mesa. Ya no necesitaba las llaves, pero volví sobre mis pasos y
finalmente encontré mi billetera en el piso del baño y luego la dejé
adentro.
El regalo de Jasper, o la devolución de mi propiedad robada,
había aliviado temporalmente algo del dolor, permitiendo que mi
277

cansancio tomara el foco.


El sofá era lo más lejos que podía llegar y, después de unas horas
Página

de dormitar, un ping recordatorio me despertó de golpe. Camila. Le


había hecho una promesa antes de que me arrancaran el corazón,
pero no podía decepcionarla. Respiré profundamente y luego me
preparé para la colecta anual de juguetes de Sofía.

—COLE KINCAID SIN TRAJE —dijo Sofía, frotando el material


de mi jersey color carbón entre el pulgar y el índice. —. Cachemir. Te
pondré en vaqueros y algodón enseguida, amigo mío. La tirantez de
sus ojos delataba su tono despreocupado, pero me reconfortó oírla
referirse a mí como a amigo, porque desde la noche anterior me
había quedado sin uno.
“Many before you have tried,” I said, failing at returning her
feigned —Mucho antes lo has intentado —dije, sin poder devolverle
su fingida ligereza.
—¿Cómo estás? —preguntó, haciéndome un gesto para que la
siguiera hasta la parte de atrás donde había estado con Jasper
cuando entré. No lo había visto, pero lo había sentido. En ese sentido
éramos como átomos opuestos, buscando a nuestra contraparte
cuando estaba cerca. En ese mismo sentido, me sentí despojado,
desconsolado cuando él desapareció. Me había costado todo lo que
no tenía para mantener la compostura ante Camille. No desatender
su felicidad en busca de la mía. En busca de él.
—He estado mejor —admití. Sofia estaba entusiasmada y
también era la mejor amiga de Jasper. Mentirle habría sido inútil.
—¿Qué está pasando con ustedes dos?
—Nada —dije, soltando una risa hueca. —. Absolutamente nada.
—Después de una breve pausa, en la que Camille y uno de los hijos
278

de Sofía entraron al cuarto de suministros en busca de más juguetes,


Página

pregunté: —. ¿Cómo está?


Sofía se enderezó el gorro de Papá Noel antes de cruzarse de
brazos.
—Pensé que Daniel sería tan malo para él, pero ahora…
—¿Entonces tú también lo odias? —Pregunté, esperando un
aliado.
—Bueno, odio es una palabra fuerte. ¿Creo que Jasper puede
hacerlo mejor? —Ella frunció los labios e inclinó la cabeza de lado a
lado en un gesto regular. —. Ciertamente.
—Entonces, ¿por qué no le has dicho eso? —Pregunté
acusadoramente.
Las manos de Sofía cayeron hasta sus caderas con frustración.
—¿Has conocido a tu hermanastro-barra-ya no hermanos-barra-
amigo-barra-amante-amigo? —ella preguntó. —. Si no quiere ver
algo, no lo verá. Es una maldita superpotencia, lo juro. —Murmuró
palabras en español antes de quitarse el sombrero por completo.
Ella tenía razón. Jasper podía ser obstinadamente obtuso a voluntad.
—. Estoy preocupada por él —confesó. Yo también, pero no podía
ser yo quien estuviera ahí para él. Jasper y yo no podíamos ser
amigos. Ni siquiera habíamos dominado la ciencia sobre cómo ser
hermanos. Nuestro amor romántico se interpondría en todo ello.
Para nosotros era todo o nada. Algo que habíamos entendido, pero
nos mentimos a nosotros mismos sobre esta ronda.
—Vamos —dijo Sofía mientras las familias seguían
amontonándose. —. Ayúdenme a hacer funcionar este circo.

LELAND ME ESTABA ESPERANDO CUANDO LLEGUÉ A CASA,


279

APOYADO EN LA PARED CON LOS PIES CRUZADOS A LA ALTURA


Página

DEL TOBILLO MIENTRAS ESTUDIABA SUS UÑAS, CON CARA DE


"NO ME HAS DEVUELTO LAS LLAMADAS, PERO NO ESTOY
PREOCUPADO POR TI".
—Iba a devolverte la llamada —dije mientras colgaba mi abrigo
en el gancho. —. Fue una locura en la colecta de juguetes.
—Recibí tu mensaje —dijo, enderezándose. —En el que me
pediste que cancelara la reserva permanente de una suite de la que
no sabía nada. También cancelé el vuelo de Jasper en tu próximo
viaje.
—Gracias —dije, buscando la ginebra que había dejado en la
mesa de café.
—¿Dónde está tu alfombra? —preguntó, entrando a la sala
detrás de mí.
—Tuve que deshacerme de ella —respondí, manteniéndolo
simple, pero nada es simple con Leland.
—¿Por qué?
—Estaba manchada.
—¿Qué tipo de mancha? —preguntó con picardía. Le lancé una
mirada transmitiendo lo mucho que no estaba de humor para su
humor inoportuno.
—Lo siento —dijo. —Mira, pensé que tal vez no quisieras
compañía, pero de todos modos estoy aquí. Pensé que podríamos
hacer nuestro intercambio de regalos de Navidad temprano. Incluso
hice mi famoso pollo a la florentina que tanto te gusta. Se mantiene
caliente en el horno.
Dios lo bendiga a él y a su horrible pollo a la florentina.
—Gracias —dije, dándome cuenta de que lo decía en serio. No
quería quedarme solo con mis pensamientos.
Leland arrugó la nariz y señaló la botella que tenía en la mano.
—¿Eso es ginebra? ¿Puedes permitirte el lujo de usar Chateau
Lafite's añejo como enjuague bucal y aun así continúas bebiendo
280

ginebra? —Él chasqueó fingiendo decepción. —. ¿Dónde está lo


bueno?
Página

Me reí a pesar de mí mismo y Leland le devolvió la sonrisa.


—En la cocina. Segundo gabinete a la derecha del fregadero.
—¿No puedes tener un bar adecuado como la gente rica normal?
—preguntó, caminando hacia atrás.
—Los bares son llamativos y envían un mal mensaje —dije,
cayendo en nuestras bromas habituales.
—¿Qué? ¿Que eres alcohólico? —Abrió el gabinete mientras yo
tomaba un taburete.
—No. Que quiero que la gente se quede el tiempo suficiente para
compartir una copa.
—Espero que esa gente no me incluya a mí —dijo, leyendo la
etiqueta de una botella de whisky.
—No, siempre serás bienvenido, Leland. —Lo dejé poniendo la
comida mientras iba a cambiarme, preparándome para comer el
plato con una sonrisa y manteniéndolo bajo también.
Sonó el teléfono que estaba sobre la mesilla de noche. El conserje
necesitaba permiso para permitir la subida a un visitante no
incluido en la lista.
—Déjalo subir —dije con resignación, después de que ella
anunció el nombre de mi padre. Sentado en el final de la cama, con la
muda de ropa olvidada, rápidamente repasé lo que significaría su
presencia.
Sonó el suave timbre del ascensor y corrí por el pasillo a tiempo
para verlo bajar mientras inspeccionaba lo que podía ver de mi casa.
—Papá, ¿qué estás haciendo aquí? —Le pregunté.
Un cristal se hizo añicos en la cocina, seguido de la maldición
murmurada por Leland, y la cabeza de mi padre giró bruscamente
en esa dirección.
—¡Estoy bien! —Leland desentonó.
Mi padre volvió a centrar su atención en mí, con una mirada
inusualmente inestable.
281

—¿No puedo anhelar compartir las vacaciones con mi hijo?


—Ah sí. Por supuesto. Es sólo que no te esperaba.
Página

—Sí, bueno, pensé que sorprenderte podría ser lo mejor.


En otras palabras, no me dejó otra opción al respecto. Se quitó el
abrigo y me lo entregó como si se lo hubiera pedido. Debajo llevaba
un traje oscuro y severo, que me recordaba mucho a mí mismo, a lo
similares que éramos. Miró por encima de mi hombro y abrió mucho
los ojos antes de volver a su estado normal e inquebrantable.
—Señor. Kincaid —dijo Leland, acercándose a mí.
—Te dije que lo llamaras Franklin —dije, porque mi padre no lo
haría.
—Sí, por favor llámame Franklin —repitió, sorprendiéndome.
Leland pasó corriendo con la cabeza gacha, buscando su abrigo.
—Acabas de llegar —dije, notando ahora la tensión que nos
rodeaba.
—Yo, eh, olvidé que tenía algo urgente de qué ocuparme.
Además, ustedes dos necesitan ponerse al día. —Apretó el botón de
llamada del ascensor y tropezó consigo mismo para entrar. —. Por
cierto, te debo un vaso elegante —murmuró, con los ojos bajos,
antes de que se cerraran las puertas.
Leland no era nada incómodo y observé a mi padre,
preguntándome por la reacción visceral que había provocado en mi
amigo. Aparte de su presentación inicial hace años, que fue breve,
solo se habían visto de pasada. Sin embargo, mi padre no dijo nada,
así que lo atribuí a que era intimidante por el simple hecho de
existir.
—¿Puedo entrar? —preguntó, señalando la casa más allá de la
entrada.
Colgué su abrigo y lo llevé a la cocina.
—¿Quieres comer algo?
—No, gracias —dijo, levantando una mano. —. No me quedaré
mucho tiempo. Soy consciente de que me he entrometido en tu día
sin previo aviso. Quería que supieras que estaba en la ciudad.
282

Podrías haber llamado.


—Más importante aún, quería verte. Te he extrañado.
Página

Agradecí que no pudiera ver mi expresión mientras tiraba el


pollo a la florentina a la basura. En todos los años que había
conocido a mi padre, él nunca había admitido verbalmente querer
verme o extrañarme. No había duda de que él me amaba, pero él
mostraba más su afecto haciendo o estando ahí cuando importaba. Y
desde que Selene murió, él no había hecho nada y no estaba mucho
allí.
Entendí por qué, y mi propia culpa oculta tuvo en cuenta el
deterioro de nuestra relación. Nunca lo culpé por cómo eligió llorar,
especialmente cuando, sin que él lo supiera, yo había desempeñado
un papel en la necesidad de eso. Pero hasta ese momento, no me
había permitido admitir que yo también lo extrañaba. Le había dicho
a Jasper que quería que mi padre estuviera bien, y tal vez él estaba
en camino de estar bien.
Hablando de Jasper…
—¿Cuánto tiempo te quedarás? —Pregunté, impresionable por
el cruce de sus caminos. No quería que Jasper se sintiera emboscado.
No quería que pensara que había preparado esto como un medio
para obligarlo a enfrentar cosas que no estaba preparado para
abordar.
—Un tiempo —admitió, y luego, como si sintiera mi inquietud,
dijo —. Vi a Jasper.
—Eso hiciste —dije rotundamente, haciéndolo más una
declaración que una pregunta. —. ¿Cómo estaba cuando lo dejaste?
—Porque uno no sale igual de un encuentro con Franklin Kincaid. Y
porque ya sabía cómo era antes de que Franklin llegara hasta él.
—En tan mal estado como tú. Aunque tampoco lo oculta. —Nos
separaban unos cinco pies y una isla, y aunque había perdido la
ventaja de que la luz del día entraba por las ventanas, nunca había
visto a mi padre con tanta claridad. La tristeza nubló sus ojos ya
oscuros. Y la aberrante caída de sus hombros expresaba un
283

cansancio que nunca había visto en él antes, o que nunca me había


permitido experimentar en él. —. Me disculpé —dijo con voz ronca,
Página

mirando hacia sus pies incómodo. —. Y ahora estoy aquí para, con
suerte, hacer las paces contigo.
Entonces se hizo evidente de qué se trataba y di la vuelta a la isla,
conteniendo el aliento antes de preguntar:
—¿Cuánto sabes?
284
Página
Daniel
Hace 4 años

AL ENTRAR EN MI OFICINA ANTES QUE JESSICA, impaciente,


le indiqué que cerrara la puerta mientras me sentaba detrás de mi
escritorio. se llevó tres carpetas al pecho con cara de orgullo por un
trabajo bien hecho. una vez sentado, me las facilitó.
—Los expedientes que pidió, Sr. Ward.
Los examiné, casi olvidándome de que estaba ahí, mientras me
invadía una sensación de vértigo.
—¿Y la otra información que solicité? —Pregunté, repasando el
papeleo por si lo había pasado por alto. Sólo habían pasado unas
semanas desde mi solicitud inicial, quizá necesitara más tiempo.
—Esperando en su bandeja de entrada —Dijo, alisándose la falda
lápiz mientras esperaba más instrucciones.
Conecté el ordenador y encontré su correo electrónico. Leí los
documentos antes de inclinarme hacia atrás, con los dedos
entrelazados ocultando mi sonrisa.
—Imprime esto, sólo una copia, y tráemela. luego borra todo
rastro de esto de tus correos electrónicos y de cualquier otro sitio
donde lo tengas guardado. Yo haré lo mismo.
—Ahora mismo me pongo a ello, Sr. Ward.
—Y Jessica —la llamé cuando su mano encontró el picaporte. —.
285

Esto queda entre nosotros.


—Por supuesto, Sr. Ward. —Jessica ya llevaba tres años conmigo.
Página

Y había demostrado que era de fiar, pero un pequeño recordatorio


nunca iba mal.
—De todos modos, puede que todo esto no sea esencial. —Hice
un gesto hacia las carpetas. —. Estoy a punto de ofrecer a Parker su
mayor victoria hasta la fecha. Entonces tendrá que ver lo que valgo
—Dije con aire de suficiencia.
286
Página
Jasper

EL AÑO NUEVO LLEGÓ y se fue, y con él una abundancia de


cambios. por un lado, daniel y yo habíamos empezado a
distanciarnos. no es que hubiéramos estado más tiempo juntos, pero
había desaparecido el hombre que creía que los detalles ostentosos
eran los únicos gestos que merecían la pena.
El año pasado, para el día de San Valentín, cubrió todas las
superficies de nuestro apartamento con rosas. Me quedé sin aliento
cuando vi la factura sobre su escritorio una semana después. Este
año, el día llegó con un mensaje de texto que decía que trabajaría
hasta tarde y no podría cenar.
No habíamos tenido relaciones sexuales en meses, lo cual estaba
más que bien para mí, pero él había dejado de explicarlo con
horarios conflictivos y agotamiento laboral. Parecía que ya no le
importaba y lo sentí. Lo entendí. Estaba agradecido por ello.
Algunos días lo sorprendía mirándome con una mirada de
decepción, pero luego rápidamente adoptaba una sonrisa simulada
antes de preguntarme si quería comida para llevar o si había visto
algún artículo suyo perdido. Sus artículos nunca desaparecieron.
Era la misma sonrisa que siempre había tenido, me di cuenta,
incluso mientras me decía que me amaba.
—¿Eres feliz, Daniel? —Le pregunté un día de la nada, finalmente
listo para escuchar la verdad.
287

—Por supuesto, cariño —había dicho.


Y ahí va esa sonrisa otra vez, pensé.
Página

Dejando atrás esas cavilaciones por el momento, busqué entre


los papeles en la mesa de café para buscar mi teléfono, confirmando
que tenía una hora hasta que Sofía llegara para repasar nuestros
argumentos finales en un caso en el que había salido de su retiro
falso para ayudarme.
Daniel estaba de viaje por negocios y no estaría en casa hasta
dentro de unos días, así que la invité en lugar de cargar con todo
hasta su casa.
Algo cayó al suelo y miré por encima de la mesa desde mi lugar
en el sofá para ver el regalo de Navidad de Franklin. Lo había dejado
allí, junto con la última entrada del diario de mi madre. El regalo
todavía estaba envuelto y la entrada del diario aún sellada en su
sobre.
Aunque mi conversación con Franklin había avanzado
considerablemente y podía percibir que las reparaciones dentro de
mí se estaban llevando a cabo día a día, aún no había reunido el
coraje necesario para enfrentar la intensa emoción que sabía que
esos dos elementos provocarían, especialmente porque él había
sugerido que incluso el regalo estaba relacionado de alguna manera
con mi madre.
—Feliz Navidad —había dicho. —Aunque tuve poco que ver con
el regalo en sí, aparte de envolverlo personalmente.
—Puedo decirlo —dije con una sonrisa sesgada, examinando el
arrugado mosaico de papel unido con cinta adhesiva.
Todos los días, sin excepción, los sacaba de su escondite para
que me hicieran compañía mientras trabajaba, con la esperanza de
que algún día los miraría y diría: "Hoy es el día".
Los nudillos tocaron la puerta, lo cual no fue una sorpresa ya que
Sofía tendía a ser demasiado puntual.
—Hola, mejor amigo —exclamó, sosteniendo una botella de
288

champán. Me reí entre dientes y me hice a un lado para dejarla


entrar.
Página

Colgó su abrigo y luego fue al refrigerador para guardar la


botella, mientras yo pasaba por encima de cajas de archivos y hojas
de papel esparcidas para volver a tomar asiento.
—Es un desastre aquí —señaló, moviendo una pila de carpetas
del asiento frente a mí. —. ¿Daniel se va a desmayar cuando vea este
lugar?
—Probablemente —dije, mirando a mi alrededor y luego
encogiéndome de hombros. Sofía se rio con complicidad y yo me uní.
—Está bien, abogado de Jasper Des Moines, ¿dónde estamos? —
Cogió una carpeta de pruebas de la mesa y hojeó su contenido.
—Para ti es simplemente Jasper, —dije afectuosamente. Había
comenzado mi propia práctica. Todavía no tenía espacio para
oficinas, ni una afluencia constante de clientes, ni empleados en
nómina, porque Sofía me ayuda de manera gratuita. Pero mi negocio
tenía nombre, y gracias a mi mejor amiga, también tenía papelería
con mi huella firme. Fue un comienzo.
Trabajamos durante unas horas y luego salimos a tomar aire y
tomar una copa de champán caro.
—Wow —dije, después de mi primer sorbo, levantando la
botella para inspeccionarla. —. Has derrochado en cosas buenas.
—Eh —dijo, despidiéndome. —. Mi esposo lo ganó en una rifa
navideña en el trabajo. La cosa ha estado debajo del fregadero de la
cocina desde entonces. Es más bien una persona del tipo Hennessey.
Navidad. Mi mirada recorrió la mesa y se posó en el bolígrafo
que Cole me había regalado. Su manera de recordarme que siga mis
sueños, incluso si él no pudiera ser quien me lo recordara él mismo.
—Tengo algo que mostrarte —dijo Sofía con cuidado, dejando su
vaso en el posavasos y luego sacando una revista de su bolso. Era el
último número de la revista Modern Medicine. Cole apareció en la
portada en blanco y negro, luciendo pensativo y sin camisa, con la
letra X dibujada sobre su corazón con un marcador negro. El titular
289

decía "Asuntos del corazón".


Se lo arrebaté de la mano antes de pensar, con las mejillas
Página

ardiendo, pero Sofía fingió no darse cuenta.


Hojeé las páginas cuando todo lo que quería hacer era babear
sobre la imagen de portada. Eso tendría que esperar hasta que ella
se fuera. Con suerte, se olvidaría de la revista al salir.
—Hay más tomas en la página sesenta. El artículo adjunto
comienza en la página sesenta y ocho. Ella remató nuestras gafas. —.
No logro entender cómo exhibirlo con músculos aceitados y un
corazón artificial se vincula con el contenido, pero sin duda atrae la
atención, eso es seguro. Supongo que ese es el objetivo: vender
copias primero y abordar el contenido después. Haz referencia a los
espectadores... —dijo.
—¿Él?
—Um-hm. Las donaciones también han llegado sin parar.
Podremos poner en marcha la sección de vivienda de la fundación.
—Eso es genial, 'Fia. —Intenté sonar feliz y lo estaba. Sin
embargo, la tristeza también acechaba. No lo había visto desde
Nochebuena, no había pronunciado su nombre a menos que fuera
para excitarme. No había mantenido una conversación que
involucrara a él a menos que fuera para darle alguna excusa a Daniel
de por qué no habíamos salido en mucho tiempo.
Daniel todavía supervisaba el equipo de abogados asignados a
Nexcom, pero no era tan práctico, e incluso regresó a la sede de
Parker, Mitchell & Ward a tiempo completo. Hizo que fuera más fácil
evitar a Cole. Pero lo extrañé. Lo extrañé tanto que me dolió.
—Dime —dijo, mirando el fondo de su flauta como si se
preguntara dónde se había ido el contenido antes de servir lo último
de la botella, —¿Se despierta luciendo como un modelo de GQ? ¿O
hace falta una aldea?
—Lamentablemente, se levanta así de la cama. Deberías ver a su
padre —dije, poniendo la revista boca abajo sobre la mesa,
esperando que aliviara el dolor.
290

—Oh, sí —dijo, luego hizo una mueca como si la hubieran pillado


con las manos en la masa. —. Nos reunimos un par de veces. En
Página

realidad, sólo brevemente.


—Está bien, 'Fia. No espero que no seas amiga de Cole. —En
cierto modo lo hice, debido a todo el asunto de si yo no puedo
tenerlo, nadie puede, pero no estaba tan chiflado como para
verbalizarlo. Tuve que lidiar con esa irracionalidad por mi cuenta.
Nunca antes había mencionado a Cole de manera tan descarada.
No desde que terminamos las cosas. Seguían siendo amigables, lo
sabía, pero ella era sensible a que lo extrañara, a que yo necesitara
tiempo para poner mis cosas en orden. La amaba por eso.
—Creo que estoy listo para dejarlo, 'Fia.
No desperdició palabras preguntándome quién.
—¿Por Cole?
—Por mí.
—Ahora, eso es algo por lo que puedo brindar. —Ella inclinó su
vaso hacia mí.
Asaltamos la alacena de vinos de Daniel detrás de las escaleras y
decidimos que el trabajo podría esperar hasta mañana.
—Oh, esto es bueno —dijo Sofía, girando la flauta en sus manos y
asintiendo con apreciación hacia el champán rosado. —¿Por qué
sigues mirando eso…? —Sus palabras se apagaron mientras se
deslizaba hasta el borde de su asiento, casi volcándose mientras
estiraba el cuello en dirección al presente de Franklin. Sofía
entrecerró los ojos ante el mal trabajo de envoltorio. —. No me digas
qué eso es… —dijo, tocando la cinta adhesiva.
—Es un regalo de Navidad de Franklin —le dije de todos modos.
—¿Eso es un regalo? —preguntó con incredulidad, y luego
continuó con: —. ¿En navidad?
—Sí, he estado esperando para abrirlo.
—¿Esperando qué, la próxima Navidad? —Ella soltó una
carcajada y yo le quité el vaso.
—Eso es suficiente para ti —dije. —. Sea lo que sea, pertenecía a
291

mi madre. Y no lo sé. Supongo que primero quería desarrollar algo


de fuerza emocional, si eso tiene sentido. Intento resolver algunas
Página

cosas por mi cuenta, dejar ir algunas cosas, para cuando pueda lidiar
con esto, seré capaz. —Me encogí de hombros, sabiendo que no lo
había articulado muy bien, o tal vez era un concepto tan tonto que
no podía explicarse.
—Lo entiendo —dijo. —. Como madre, mi principal objetivo es
preparar a mis hijos para afrontar el mundo. Quiero que estén
seguros de quiénes son y de lo que tienen para ofrecer. Quiero que
sus cimientos sean inquebrantables, para que no importa lo que
alguien les diga por ahí… —Señaló la ventana. —. No importa las
circunstancias que puedan enfrentar, nunca podrán ser forzados
aquí. —Ella se dio unos golpecitos en la cabeza. —. No hay nada
malo en prepararse para la pelea, Jasper. Aunque —añadió —,
algunas peleas no se pueden afrontar hasta que no se tienen todos
los hechos.
Llené mis mejillas con aire y luego lo solté, colocando el regalo
en mi regazo.
—Tienes razón. —Desarrollar fuerza solo vendría después de
enfrentar mis miedos, no antes. Pensar lo contrario era sólo otra
forma de negación.
—¿Necesitas estar solo? —Ella hizo ademán de ponerse de pie.
—No —dije, observando a mi hermana mayor/mejor amiga. La
mujer de la que tanto me había escondido en el pasado. —. Ya no te
ocultaré quién soy.
—Bueno, necesitarás una sierra para atravesar toda esa cinta,
cariño.
Nos reímos y luego encontré el cuchillo más afilado de la cocina y
me puse a trabajar.
—Es un álbum de fotos —dijo, sentándose a mi lado.
—Nunca había visto esto antes —admití, acariciando la cubierta
de gamuza negra antes de seguir adelante.
—O tal vez sería mejor un álbum de recortes de fotografías —
292

corrigió. Cada hoja de cartulina contenía una fotografía, con una


baratija y una nota escrita a mano pegada o grapada al lado. —. ¿Ese
Página

es el bebé Jasper?
—Sí —susurré. No podría haber tenido más de unas pocas horas.
Me quedé dormido, envuelto en los brazos de mi madre, con una
gorra azul sobre mi cabeza mientras dormíamos en su cama de
hospital.
—¿Qué dice la nota? —Preguntó Sofía, acercándose poco a poco
hasta que nuestras piernas se tocaron, emocionada de emprender
este viaje conmigo.
Leí el guion perfecto de mi madre en voz alta, tocando mi
brazalete de identificación del hospital.
—Esto es todo, pequeño. El comienzo de esto. Un vínculo que
nadie podrá interponer jamás.
Después de eso, señalé una foto mía dando patadas al césped del
patio de la escuela.
—Este era mi quinto cumpleaños —dije con seguridad. Me puse
la camisa nueva que mi madre había ahorrado para comprarme. Era
una camiseta roja de Thomas the Train. —. Lo recuerdo porque mi
papá había prometido recogerme para tomar un helado, pero nunca
apareció. Esperé allí solo durante más de una hora antes de que el
director llamara a mi mamá. Debe haberlo tomado cuando se
acercaba desde el estacionamiento.
Incliné el libro para que Sofia y yo pudiéramos leer la nota que se
le había asignado.
—La primera vez que me di cuenta de que no tenía el poder para
protegerte del dolor, pero que podía ser tu calma en medio de las
tormentas de la vida. —Adjuntó el recibo del pastel helado de tres
niveles. se había detenido en Carvel para comprar de camino a casa.
—Recuerdo que ella me dejaba comer cereal en el desayuno y en
la cena durante el resto de la semana. Pensé que estaba siendo una
madre genial porque me encantaban los cereales, pero ella debe
haber gastado todo el dinero de la compra en ese pastel.
293

La siguiente foto era mía durmiendo frente a la puerta cerrada


del dormitorio de Cole, con la almohada debajo y la manta hasta la
Página

barbilla. Una copia de la petición que había creado para la fuente del
parque en honor a la madre de Cole había sido doblada y grapada a
la cartulina.
—Cómo es luchar por lo que quieres y nunca rendirte. No podría
estar más orgulloso —examiné.
—Cole era un hueso duro de roer —dije, recordando los días que
acampaba frente a su puerta hasta que me dejó entrar.
—Hasta que dejó de estarlo —bromeó Sofía, con el ceño
bailando. Besé su nariz y continué. —. ¿Ese es Franklin? —ella
preguntó.
—Sí, lo es —confirmé. —. ¿Qué está haciendo? —Miré más
fijamente la foto borrosa. Debió haberlo tomado desde una gran
distancia, o tal vez no había aguantado con la edad.
—Parece como si le estuviera cepillando el pelo a alguien.
¿Podrías ser tú?
—Sí. Esa fue la semana en que nos mudamos a la casa de
Franklin. Me caería algo mal. La fiebre era bastante fuerte. —Toqué
el envoltorio de un frasco de medicamento para la tos pegado a la
página. —. Él debe haberme visto, sin darse cuenta de que ella lo
había visto.
—'Él te cuidó cuando pensó que yo no estaba mirando, y fue
entonces cuando más importaba' —leyó Sofía. —. Tu mamá era una
merodeadora.
—Aparentemente —dije.
—¿Crees que alguna vez te atrapó a ti y a Cole?
—No. Ella no se habría quedado callada sobre eso. Y fuimos
cuidadosos... hasta que dejamos de serlo. —Hasta que ya no lo fui.
Pasamos horas revisando el álbum de recuerdos. Pasando de
fotos de Cole y mías a lo largo de los años. Vacaciones familiares,
búsqueda de huevos de Pascua en la propiedad e incluso noches de
cine. Había contado una historia de amor, pérdidas, ganancias e
294

incluso perdón. Y me tomé mi tiempo para explicarle el simbolismo


de todo esto a Sofía. A mí también, porque comencé a ver las cosas
Página

con más claridad. A través de los ojos de mi madre. Ella me amaba.


Ella todavía me amaba. Incluso al final, porque este tipo de amor
nunca muere, ni siquiera cuando lo hace el corazón.
—No puedo creer que haya estado huyendo de esto —dije,
tirando de las esquinas de la última foto hasta que se liberó. Era una
Polaroid mía durmiendo con la cabeza en el regazo de mi madre,
tomada la semana anterior a su fallecimiento. Franklin le había
conseguido la Polaroid para que pudiera tener sus fotos al instante.
Todos sabíamos lo que eso significaba.
Pegado a la foto había una imagen de la Estatua de la Libertad.
Me había quedado dormido llenándole la cabeza con sueños de
tomar por asalto la ciudad de Nueva York. Fue sobre todo charla. A
ella le gustaba oírme hablar, y por eso me había acostumbrado a
divagar sobre las cosas más mundanas. Ella dijo que me extrañaría,
pero me animó a seguir mi corazón. Me aferré a la parte en la que
ella dijo que me extrañaría, porque eso significaba que todavía
estaría por aquí.
Sofía había leído la nota adjunta antes que yo, respirando hondo
y agarrándome la rodilla.
“Te amaré y te apoyaré en cualquier cosa, Jasper. Incluso si
muero en el intento”.
Cerré el libro y los ojos. Esas fueron las palabras. Esas eran las
palabras que necesitaba escuchar. El bálsamo curativo para mi
dolor, el toque nutritivo para mi fría soledad. Ella lo habría
intentado. Si hubiera tenido tiempo, lo habría intentado.
Franklin tenía razón. No la había perdonado. Hasta que él
pronunció esas palabras, ni siquiera me había dado cuenta de que
estaba culpándola por su muerte, mi subsiguiente carga de
responsabilidad y la pérdida de Cole. No me había percatado de que
la culpaba por todo. Porque ella no era perfecta, porque cometió un
error y porque se fue antes de que ninguno de los dos pudiera
295

resolver las cosas.


Darme cuenta me hizo querer localizar a Cole y desafiarlo cada
Página

vez que decía que perdonar era lo que mejor hacía, porque era una
mentira, incluso si era ciega.
Necesitaba perdonarla y luego podría perdonarme a mí mismo.
Sofía me dio algo de espacio, lavó los platos y devolvió el
apartamento a la normalidad mientras yo me sentaba con mis
pensamientos. Pero nada de esto era normal. Nada de lo que había
elegido hacer con mi vida estaba bien.
—¿Necesitas que me quede? —preguntó, sentándose frente a mí
nuevamente. —. Puedo pedirle a mi esposo que comience la cena.
—No, vete —dije, despertando de mi estupor. —Probablemente
pensaré un poco y luego me iré a la cama temprano. —Todavía tenía
que lidiar con la entrada de su diario, pero tendría que esperar hasta
la mañana.
—En el artículo, Cole habla de por qué el corazón es importante
para él. Deberías comprobar esto. Específicamente el último párrafo.
—Con eso, besó la coronilla de mi cabeza y se fue, la puerta se cerró
suavemente detrás de ella.
Hojeé la revista, deteniéndome para absorber primero las fotos
sexys de él. No pude evitarlo. Me moría de hambre por él. Por
cualquier pequeño vistazo de él.
Pasé un dedo por su pecho mientras se reclinaba sin camisa
sobre una alfombra en forma de corazón. La toma fue tomada desde
arriba, con el cabello estratégicamente despeinado mientras miraba
pensativamente lejos de la lente de la cámara. La combinación de
colores blanco y negro contorsionó el azul de sus ojos en un tono
plateado claro y fundido, provocando que la lujuria y el anhelo me
golpearan como un mazo.
Las otras tomas íntimas fueron más de lo mismo. Más músculos,
más ojos suyos clavados en los míos, más lujuria, más anhelo, más
mazos.
Con el corazón palpitante y una erección, busqué la última
296

página del artículo, recorriendo con un dedo su longitud hasta llegar


a la última pregunta del periodista.
Página

“Entonces, esta pregunta es más bien una pregunta doble.


¿Hay alguien especial en tu vida? ¿Alguien que haya atrapado tu
corazón? Lo pregunto por un amigo”, aclaró, el coqueteo se
filtraba de la página que actualmente se desgarraba bajo mi
agarre. “Y, ¿por qué es tan significativo para ti crear un corazón
viable?”
“No hay nadie en este momento. Metafóricamente hablando,
perdí mi corazón y, en muchos sentidos, he estado muerto sin él.
No quiero que eso se convierta en una realidad literal para
nadie, si puedo evitarlo”.
297
Página
Jasper

ME AGITÉ BAJO EL CHORRO DE AGUA, cerrando los ojos y fingiendo


que llovía, recordando aquella noche cuando me quedé mirando
desnudo y saciado a las puertas del balcón de Cole, mientras el
aguacero se desataba.
—Un día, cuando el clima cambie, cuando haga más calor —había
dicho, colándose detrás de mí y entrelazando nuestros dedos antes de
presionarlos contra las puertas de vidrio. —. Te follaré bajo la lluvia,
ángel. Lo Prometo. —Procedió a golpearme el tobillo con el pie,
pidiéndome que ampliara mi postura y luego tomándome nuevamente
mientras estaba de pie.
—El primer día de verano —dije mientras él se movía dentro de
mí. Simplemente por ser nuestra estación favorita, y el primer día de
cualquier estación siempre me había parecido simbólico. El acto de
dejar cosas atrás mientras avanzamos hacia algo nuevo. Y no hay
nada mejor que follar bajo la lluvia de verano.
Golpeando de nuevo contra mi cuerpo, dejando atrás el
recuerdo, me puse de puntillas como lo había hecho esa noche, con
una mano extendida hacia la pared de la ducha mientras trabajaba
mi polla con propósito, tratando de recrear la sensación que
siempre tuve con él. Grité su nombre libremente mientras tenía un
orgasmo. Era algo, pero todavía insatisfactorio.
Después de secarme con la toalla, me sequé el pelo sin prestar
298

atención antes de vestirme con unos vaqueros oscuros y una


camiseta a juego, y luego bajé las escaleras para preparar mi tercera
Página

taza de café del día.


Deslizándome en un taburete en la isla, tomé un sorbo con
cautela mientras esperaba que mi computadora portátil se iniciara,
esforzándome por no volver a visitar la fiesta de lástima que había
organizado la noche anterior. Para entonces ya habían pasado
cuarenta y ocho horas desde mi velada en el sofá con Sofía, y
después de pasar la medianoche anterior para concretar mi
argumento final, me quedó tiempo libre para pensar y obsesionarme
con la historia de mi madre. entrada de diario.
Me había rendido. Con la ginebra favorita de Cole apoderándose
de mi sistema, haciéndome cálido, suave y fácilmente afectado, había
abordado lo último que tenía de ella.
I’d given in. With Cole’s favorite gin taking over my system,
making me warm and soft and easily affected, I’d tackled the last of
what I had of her.
“No puedo conciliar el sueño, y eso nunca ha sido un problema
para mí. Me avergüenzo de cómo quedaron las cosas entre Jasper y yo
esta noche; de cómo manejé las noticias sobre él y Cole. Si algo he
aprendido de este mal corazón mío, es que la última interacción es la
que cuenta, porque no se promete otra. Lo último que le dije es lo que
más recordará
He trabajado arduamente en la maternidad. No siempre fue fácil,
pero era mi labor más importante y preciada, y deseaba
desempeñarla correctamente. Quería hacerlo bien. Y ahora estoy aquí
acostada, incapaz de evitar preguntarme si lo último que hice, las
palabras hirientes que pronuncié por última vez, eclipsarán todas las
veces que dije y hice las cosas correctas.
Durante los últimos veintidós años, he estado en el banquillo
observando el partido, esperando ser llamada al campo para
demostrar mi valía, esperando algún momento en el que tuviera que
299

respaldarlos de verdad cuando más importara. Y cuando llegó el


momento, les fallé.
Página

Son mis hijos, y mis hijos están enamorados unos de otros. No


existe un libro de reglas para esto. Hay tantas cosas que pueden salir
mal, y no estaré aquí para ayudar a solucionarlas. ¿Dónde dejará eso a
Jasper?
La muerte viene por mí. Lo siento. No importa cuánto sonría y
trate de ocultar mi dolor físico. Lo veo en mis sueños. Lo siento
esperando en mi pecho. Pero después de esta noche, la muerte no es lo
que más temo. Tengo miedo de no tener la oportunidad de decir que
tengo miedo por todos ustedes, pero lo siento de todos modos. Lo
siento muchísimo."
Las compuertas no sólo se habían abierto, sino que habían sido
arrancadas de sus bisagras y arrastradas por la corriente de dolor,
ira, traición y el sentimiento de indignidad que había pasado seis
años fortaleciendo. Y luego pensé en la noche en que murió, en las
palabras que me había pronunciado.
"Lo lamento."
Sofoqué mi grito en mi puño cuando me golpeó. Ella no se había
arrepentido de no haberme salvado de Cole. Ella no había muerto
creyendo que él me haría daño. Lamentó no haber manejado mejor
la noticia. Lamentó que ella no hubiera sido lo que necesitaba
cuando más importaba. Y ella había muerto intentando decirme eso.
“Te amaré y te apoyaré en cualquier cosa, Jasper. Incluso si
muero en el intento”.
Y entonces, un nuevo dolor intentó colarse en el espacio dejado
por la inundación, por la purga de las mentiras que me había dicho a
mí mismo. Finalmente, estaba obteniendo lo que necesitaba, pero
ella había muerto sin conseguir nunca lo que necesitaba. Nunca
pude decirle que estaba bien. Que la amaba, que entendía sus
sentimientos sobre Cole y yo, y que ella y yo estábamos más que
bien.
Para entonces apenas podía caminar. La desesperación que
300

debió haber sentido por llegar a mí de inmediato... ¿Había intentado


llamarme primero? No lo hubiera sabido. Cole me superó
Página

demasiado.
Entonces, pensamientos venenosos habían comenzado a
hincharse en mi cabeza, apuñalándome como un atizador candente.
Debió haberle tomado una eternidad llegar hasta mí.
Debió haberle costado todo llegar hasta mí.
Fue mi culpa.
Al final, todo había sido culpa mía.
El vaivén de alivio, liberación, culpa y la asimilación de nuevo
dolor se volvió vertiginoso, embriagador de una manera poco
saludable.
—¡Para! —Le grité a la voz tóxica en mi cabeza, pero permaneció
alerta, tratando y tratando de presionar contra la barrera de
afirmaciones que había estado construyendo lentamente durante el
último mes, destruyendo todo lo que pensé que había estado
trabajando.
Entonces concluí que no podía hacer esto solo. Fueron
demasiados años en los que me golpeé hasta convertirme en una
pulpa sangrienta para superar esto por mi cuenta.
La iluminación de mi pantalla de inicio me sacó de los
pensamientos de anoche. Bebí un sorbo de mi café olvidado, pero se
había puesto tibio durante mi meditación. Lo dejé a un lado y
busqué los mejores terapeutas en el área de la ciudad de Nueva York.
Pensé en lo bien adaptado que estaba Cole antes de que volviera
a poner mis manos sobre él, y en el miedo descarado en sus ojos la
última noche que estuvimos juntos, como si estuviera aterrorizado
de llegar a un momento en el que no estuviera tan adaptado...
“No puedo competir con tu dolor, ángel. Tus heridas son
demasiado profundas para que mi amor las alcance. Demasiado
profundo para que mi amor sane. Tienes que encontrar una
manera de superarlo”.
Él había elegido salvarse a sí mismo y la decisión no fue fácil,
301

pero tal vez ahora yo tenía el coraje de hacer lo mismo.


Diez llamadas telefónicas y una cancelación de último minuto
Página

después, y ya estaba corriendo por la puerta principal hacia mi


primera sesión, para mejorar. Un cambio bienvenido respecto de
huir de ello.

VOLVÍ A CASA EMOCIONADO, LISTO PARA COMPARTIR MI


DÍA CON ALGUIEN, OLVIDANDO QUE DANIEL NO ESTARÍA EN
CASA HASTA DENTRO DE UN PAR DE HORAS, IMAGINANDO QUE
ÉL NO SERÍA LA PERSONA CON LA QUE DEBERÍA COMPARTIR
ALGO.
Rápidamente, sin darme tiempo para pensar, recogí el álbum de
recortes y la entrada del diario en mi bolso y salí corriendo de nuevo
por la puerta. Probablemente debería haber esperado a que Daniel
llegara a casa, probablemente debería haber tenido "la charla" con él
primero, pero estaba más interesado en brindarle a Cole un poco de
paz, sabiendo que la revelación de la desaprobación de nuestra
madre debió haber pesado considerablemente sobre él.
Dos trenes y casi una hora después, estaba atravesando el
vestíbulo del hotel, registrándome y moviéndome resueltamente
hacia el ascensor. Saber que no había eliminado mi nombre de la
lista de visitantes aprobados ayudó a aliviar algunos de los agujeros
abrasadores del miedo y el ácido en mis entrañas mientras hacía el
viaje.
Había estado fuera del ascensor tres segundos cuando Cole,
empapado de sudor, salió corriendo desde la dirección del gimnasio
de su casa, con el cabello mojado por un entrenamiento reciente y la
polla enjaulada en la parte interna del muslo por sus medias de
compresión.
302

Tenía los ojos duros como el hielo, la respiración se aceleraba y


Página

el pecho latía brutalmente. No sabía qué lo había irritado tanto, o


quién esperaba que yo fuera, pero quería que toda su amenaza se
desatara sobre mí. Toda la barbarie, el dolor y la lujuria que ahora
hervía detrás de esa mirada fría como una piedra... Quería estar en el
lado receptor y perdedor de todo. Mi cuerpo se apretó en señal de
acuerdo.
—¿Jas? —Se respiraba, la sílaba era áspera mientras trabajaba
en cambiar de marcha. —. ¿Qué estás haciendo aquí? —Se acercó, la
preocupación invadiendo su expresión. Dejó una carpeta que no
había notado que había estado sosteniendo sobre la mesa del
vestíbulo. —. ¿Estás bien?
—Sí —dije, aclarándome la cabeza y la garganta, agradecido por
el abrigo largo que cubría el área de mi entrepierna. Mi corazón
vibró al extrañarlo. —. Siéntate conmigo. —Demasiado impaciente
para seguir adelante, me acerqué a la pared y me deslicé hacia abajo,
dando palmaditas en el espacio a mi lado. Saqué la correa de mi
bolso por encima de mi cabeza y busqué el álbum de recortes. Cole
se acercó y tomó asiento.
—¿Por qué estamos en el suelo? —preguntó.
Puse el libro en su regazo en respuesta. Le expliqué cada foto, le
leí cada nota y esperé el tiempo necesario para que lo absorbiera
todo antes de seguir adelante. Luego le pasé la hoja del diario y vi
cómo su boca se movía silenciosamente mientras lo leía dos veces.
Cole miró hacia adelante en trance durante tanto tiempo que casi
le comprobé el pulso. Guardé el papel y el libro en mi bolso y lo dejé
a un lado.
—Ella lo habría intentado —dije, después de un rato. —. Tenías
razón, Cole. Sobre todas las cosas que dijiste.
Buscó mi mano y la sostuvo, y lo hicimos por un rato,
simplemente sentados, mirando la pared opuesta y hablando a
través del tacto.
303

—Tuve mi primera sesión de terapia hoy —dije, y él giró la


cabeza hacia mí, con los ojos muy abiertos y luego cada vez más
Página

cauteloso, como si no quisiera darse falsas esperanzas. —. Lo dejo,


Cole.
—¿Lo harás? —expresó, no había emoción ni inflexión en su voz.
—Sí, —confirmé, y esperó hasta que ya no pudo más.
—¿Jasper…?
—¿Me perdonarás? —Yo pregunté.
—Sí —dijo.
—¿Estarás secretamente resentido conmigo por lo que he
hecho?
—No, Jasper. —Me apretó la mano. —. Nunca podría estar
resentido contigo por algo a lo que tenías derecho.
—¿Todavía me quieres? —La emoción se apoderó de mi
garganta, haciéndome difícil respirar, difícil esperar anticipando su
respuesta. —. ¿Aún lo haces?
—Sí —dijo, como si estuviera respondiendo a la pregunta más
tonta del mundo. —. Incluso más de lo que crees, porque juro no
dejarte ir nunca de mi lado.
Después de eso, todos teníamos bocas torpes y manos
abrumadas, mis capas de ropa tocaban el suelo mientras lo ayudaba
a quitarse las medias.
—Necesito una ducha —dijo, recuperando mis labios con sus
dientes, una ligera fragancia de sándalo y almizcle golpeando mi
nariz, activando mis glándulas salivales mientras su sudor se
transfería a mi piel desnuda.
—Me importa una mierda, Cole. Por favor, no dejes de tocarme.
—Te necesito en mi lengua —dijo, tirando frenéticamente de mi
cabello y follándome. —. Te necesito en mi lengua y en mi garganta.
—Joder, Cole —gemí mientras él mordía mi pecho y luego
levantaba mis pelotas, oliendo y lamiendo allí, haciendo
malabarismos con la carne suave en su boca antes de maldecir y
chupar mi polla hasta la raíz, bebiendo el aroma allí.
304

—Mantente abierto —susurró, escupiendo en dos dedos y


trabajando con ellos dentro de mí mientras yo obedecía, jadeando,
Página

hundiendo el agarre en la parte posterior de mis muslos.


Cole me chupó la polla ruidosamente, con los ojos cerrados de
felicidad mientras sus dedos me follaban, luego me comió el culo con
un hambre feroz mientras su mano giraba con mi polla, todo
mientras me decía lo bien que sabía, lo caliente que se sentía mi
interior. Qué agotador sería follar una vez que lo hiciera.
—Jesucristo —maldijo, limpiándose la humedad de la nariz con
el dorso de la palma antes de volver a sumergirse.
—Necesito… Fóllame, Cole. Por favor —dije, intentando
preguntar amablemente mientras movía mis caderas. Alterné entre
intentar meter mi longitud de acero más abajo en su garganta y
acercar mi trasero increíblemente a su cara.
—No hasta que mi estómago esté lleno de tu semen, ángel. Ha
pasado demasiado tiempo —le susurró a mi polla, inclinándola de
un lado a otro, besándola, acariciándola con amor, volviendo a
familiarizarse con ella.
Fue demasiado, y cuando sus mejillas se ahuecaron en su camino
hacia abajo, tomando cada centímetro de mí nuevamente, el leve
roce de los dientes contra el órgano sensible, solté un rugido tan
fuerte que hizo sonar campanas en mis oídos.
Cole se levantó sobre mí, jadeando bárbaramente, con la boca
cremosa en las comisuras, los labios y la barbilla empapados.
—Pon tu polla dentro de mí —exigí, un nuevo suministro de
sangre ya se dirigía hacia mi polla.
—De rodillas, ángel —dijo, y la forma en que manejó su polla,
como si fuera un arma, hizo que la orden fuera amenazadora. Cole
desapareció del vestíbulo y yo me retorcí en el suelo rígido y frío
mientras esperaba febrilmente a que regresara con el lubricante.
—¡Cole! —Grité, golpeándome el trasero con una mano,
enviando un dedo seco porque necesitaba que algo entrara y saliera
de mí inmediatamente. —. Mierda —susurré delirantemente, y
305

luego la cálida punta de la polla de Cole tocó mi mejilla izquierda


mientras se posicionaba detrás de mí.
Página

Mi mano inútil cayó, golpeando el mármol mientras le suplicaba


con los dientes apretados que siguiera adelante. Estaba más que
listo para que la gran amplitud de su polla me ensanchara
deliciosamente. Estaba preparado para el desmesurado largo
alcance de él para alcanzar mi corazón.
Cole ensució el proceso de preparación mientras trabajaba dos,
luego tres, y luego cuatro dedos lubricados dentro de mí mientras
llevaba una palma a mis nalgas, esta vez con la intención de
mancharme con la huella de su mano.
—Tu agujero es tan bonito —elogió, mientras yo perseguía su
mano que se retiraba.
—Cole —gruñí, y luego él estuvo dentro de mí por completo, sin
previo aviso, sin preparación. —. ¡Más! —Ladré después de gritar mi
sorpresa. Mis rodillas se quejaron contra el mármol mientras daba
con todas mis fuerzas. Sin timidez. Nada de juegos de inocencia y
virginidad. —. Fóllame como si me extrañaras, Cole —me quejé
desde el fondo de mi garganta, necesitando que él hiciera lo peor. —.
Mírame, arranca mi carne de mis malditos huesos.
Cole cayó sobre mí, girando mi cabeza hacia un lado con un puño
lleno de mi cabello, inclinando su boca sobre la mía y mordiéndome,
el cobre mezclándose con el sabor de mi semen. Sus embestidas se
volvieron explosivas, violentas incluso mientras me follaba a un
ritmo destinado a romperme.
Le di la bienvenida a la ruptura, abrí mis puertas, arqueé la
espalda y moví mi trasero hacia atrás para recibirlo con
jodidamente deleite.
—Llévame, ángel. —Sus palabras eran confusas, sus ojos eran
duros y su pene dejaba claro un punto.
—Lo haré —dije, los dientes accidentalmente cortaron mi lengua
por la pura fuerza de él.
—Nunca me dejes —advirtió.
306

—Nunca —prometí, tan cerca de caerme del borde otra vez, mi


trasero resistiendo las ondulaciones de él dentro de mí, una señal de
Página

que él también estaba a punto de deshacerse.


—¿A quién perteneces? —preguntó.
—A ti.
—¡Más fuerte! —gritó, subiendo el dial de su guerra contra mi
cuerpo. Esto no era hacer el amor ni follar. Esto era apareamiento,
esto era calor, esto era una sed saciada después de una larga sequía.
Era ira, anhelo, dolor. Fueron todas esas cosas, pero también la
desaparición de todo eso. Nos estaba desmoronando para poder
convertirnos en algo nuevo, algo más. Se levantaron las apuestas, se
hicieron reclamos, se borraron las líneas que había trazado entre
nosotros en la maldita arena. Era posesión desatada.
—¡A ti! Siempre seré tuyo... y solamente tuyo, Cole.
—Bien. Ahora quítate ese maldito anillo. —Sin romper su ritmo,
Cole me sentó sobre sus muslos, sosteniéndome contra su pecho con
una mano en mi garganta y la otra en mi cadera. Giré la banda y llegó
a la mitad cuando Cole dijo con impaciencia: —. Sigue follándome.
Mantén el ritmo. —Y luego se estiró para sacar el anillo por
completo, esencialmente declarándolo nulo y sin efecto, enviándolo
a caer por el suelo. —. Soy el único que te encadena ahora —dijo,
sorprendentemente gentil, el sexo en curso era todo lo contrario.
—Joder, te amo, ángel —dijo mientras me enviaba
agresivamente de nuevo a mis manos y rodillas justo antes de que su
clímax de limpieza del alma se liberara, bautizándonos a los dos,
haciendo borrón y cuenta nueva.
Choqué contra él con más fuerza, gruñendo con cada empujón
hacia atrás, arañando mi propia liberación mientras la suya se
negaba a terminar sin mí.
Un grito enjaulado retumbó en mi garganta, la mandíbula me
dolía y palpitaba al mismo tiempo que mi agujero palpitante cuando
me abrí de par en par y dejé que el grito se liberara. Con las pelotas
más apretadas que un puño con los nudillos blancos, comencé a
307

correrme sin la ayuda de mi mano.


Estábamos en el apogeo de todo. El punto de no retorno. Cuando
Página

detenerse ahora significaba morir.


Los caballos salvajes no podrían alejarme de él. Nada podría.
Nada. Ahora no, ahora nunca.
En ese momento, una tormenta podría haber atravesado las
ventanas y habríamos seguido haciéndolo mientras llovían
fragmentos de vidrio sobre nosotros. Podría haber estallado una
guerra a nuestro alrededor en ese mismo instante, y habríamos
seguido entregándonos hasta la muerte. Ni siquiera un incendio que
atravesara el edificio, consumiera y derribara las paredes,
enterrándonos entre sus escombros, habría detenido la reconexión
inquebrantable que estábamos forjando. Habría arriesgado mi vida
en todo esto para llevar a cabo las cosas.
—Te amo —le dije, jodiendo, acercándome y prometiéndole mi
corazón.
Y entonces su ascensor sonó, las puertas se abrieron mientras la
banda se detenía en el umbral, mientras Dios decidía en ese
momento poner a prueba mi determinación, poner a prueba mi
convicción jurada.
Daniel.
308
Página
Cole

NO PODÍA PENSAR EN UNA FORMA MEJOR DE EMPEZAR MI AJUSTE DE


CUENTAS CON DANIEL WARD QUE HACIÉNDOLE TESTIGO DE MI
RECONQUISTA DE JASPER. QUE VIERA CON HORROR ABSTRACTO CÓMO EL
SEMEN DE JASPER SALPICABA EL SUELO INMACULADO, ENSUCIÁNDOLO
MIENTRAS YO LO BOMBEABA A TOPE POR DETRÁS.
Incluso en el estado ahora congelado de Jasper, su fruncido se
estremeció con tanta fuerza contra mi polla que hizo que entrar y
salir fuera exquisitamente doloroso.
Daniel captó las puertas del ascensor que se cerraban, usándolas
como apoyo mientras parpadeaba perezosamente entre nosotros
dos, tal vez preguntándose si estaba soñando, si esto era una
pesadilla, pero su pesadilla aún no había comenzado.
Jasper hizo una especie de sonido herido en su garganta, una
mano extendida en dirección a Daniel como pidiéndole que
esperara, pidiendo una oportunidad para explicarse. Los celos
ardieron en mi pecho y hundí mis dedos con más fuerza en sus
caderas para mantenerlo firme mientras empuñaba mi pelvis y mi
pene como un arma mortal, obteniendo una especie de júbilo infantil
cuando las rodillas de Daniel temblaron.
—Joder —gimió Jasper, el sonido era una mezcla de culpa e
innegable placer. Daniel se agachó para recoger el anillo de bodas
desechado, luego aparentemente lo pensó mejor, como si le
309

disgustara la idea. —. Daniel, espera…


—¿Quieres que pare, ángel? — Interrumpí, con la barbilla
Página

pegada al pecho mientras miraba a Daniel debajo de mis pestañas,


pasando mi lengua por mis dientes superiores. Mi orgasmo estaba a
punto de completarse, pero el de Jasper no, y eso acarició cada parte
de mí. Mi ego, el animal que reside en mí, mi corazón... Lo tocaba y lo
hacía ronronear todo.
El cuerpo de Jasper se resistió ante mi pregunta, apretándose a
mi alrededor con más fuerza, el húmedo sonido de nuestros cuerpos
aplaudiendo asquerosamente fuerte en el impactante silencio.
—¡No! —La palabra era todo hojas de afeitar y fuego subiendo
por su garganta, sin terminar hasta que su voz se apagó.
Daniel había retrocedido hacia la cabina del ascensor, por lo que
podría haber sido objeto de debate si Jasper me estaba pidiendo que
no me detuviera o si le pedía que no se fuera.
Pero entonces Jasper gimió, "Lo siento", mientras comenzaba a
balancearse hacia mí, aparentemente fuera de su control, incluso
cuando su frente y su mano cayeron al suelo en devastación. Incluso
cuando Daniel lo vio todo.
—Eso es, ángel —susurré por encima de los sonidos sofocantes
de mi polla abriéndose paso a través de su agujero. —. Toma hasta la
última gota de mí.
Las puertas se cerraron, aislándonos de Daniel, pero no antes de
captar la mirada de victoria en sus ojos.

—¡Joder! —exclamó Jasper, paseándose desnudo por el


vestíbulo, con nuestro semen enfriándose en el suelo de mármol. —.
Hice todo esto mal. Hago todo jodidamente mal.
—¿Te arrepientes de esto? —Pregunté, colocándome frente a él
310

y sosteniendo su cabeza firmemente entre mis manos. —. ¿Planeas


Página

pedirle perdón? —Necesitaba saber dónde estábamos antes de


revelar lo que sabía. Necesitaba que me eligiera antes de saber que
Daniel ya no era una opción.
—Sí, planeo disculparme y espero que algún día pueda
perdonarme, porque lastimarlo de esta manera nunca fue el plan,
Cole. Dejarlo no significaba que tuviera que destriparlo primero. —
Se aferró a mis palmas en retirada, presionándolas a los lados de su
cabeza, diciéndome que me quedara. —. Pero no, no me arrepiento
de esto. Yo te elijo a ti, Cole. Pase lo que pase, te elijo a ti.
Asentí, satisfecho por el momento.
—Jasper —dije, sin saber cómo prepararlo para lo que tenía que
decir a continuación. Decidí simplemente dejarlo claro. —. Daniel lo
sabe. Siempre lo ha sabido.
—¿Qué? —preguntó, mitad escuchando y mitad mentalmente
pensando en una manera de arreglar esto para alguien tan indigno.
—. ¿Él sabe qué?
—Sobre nosotros. Sobre todo —dije mientras su mirada recorría
mi rostro salvajemente. Lo dejé allí con su confusión para agarrar el
expediente de la mesa. —. Hace unos meses, un investigador privado
investigó a Daniel. Admito que estaba buscando cualquier cosa que
te animara a dejarlo. —Se lo sostuve y le hice un gesto para que lo
tomara mientras permanecía allí aturdido. —. No resultó nada, o eso
pensaba. Leland me lo entregó hace unas semanas. Todo lo que el
investigador privado había recopilado, pero me aseguró que él
mismo había echado un vistazo y estuvo de acuerdo en que no había
nada. —Me encogí de hombros. —. Estaba tratando de olvidarte, así
que lo guardé en un cajón sin abrirlo. Hasta hoy.
—¿Por qué hasta hoy? —preguntó, mirando temerosamente la
carpeta cerrada en sus manos.
—A medida que mi relación con mi padre mejoró, me di cuenta
de que te extrañé más —admití. —. No sé. Supongo que fui a buscar
311

algo que reavivara mi esperanza.


—¿Y encontraste algo? —preguntó con inquietud. Estaba siendo
Página

golpeado por todos lados a la vez y también estaba trabajando para


procesar todo a la vez. Hace un segundo lo que buscaba era el
perdón de Daniel, y ahora esencialmente le decían que Daniel había
obtenido lo que merecía.
—No al principio. Está lleno de recibos inútiles, itinerarios
antiguos, datos antiguos de transferencias bancarias y copias de
correos electrónicos tan limpios y sinceros que brillaron bajo la
lámpara de mi escritorio. —Metí mis manos debajo de mis brazos
para evitar juntarlo entre ellos. Necesitaba la verdad primero. —.
Pero algo seguía molestándome, así que volví al archivo una y otra
vez, hasta que me di cuenta de qué era.
Jasper tragó, fortaleciéndose. Si lo que decía era cierto, entonces
todo había sido mentira. Una mentira aún más grande y siniestra
que la que él y Daniel habían estado viviendo como cónyuges.
Significaba que la mentira había comenzado años atrás, mucho antes
de que él supiera siquiera que existía Daniel. Eso tuvo que cortar
hasta el hueso.
—¿Cómo? ¿Cómo es eso posible? ¿Quién más lo sabe? ¿Y.… y por
qué?
—Ábrelo, Jasper —susurré.
Jasper hojeó los papeles desunidos, sin poder ver cómo
encajaban con mi acusación.
—¿Está seguro? —preguntó, con tono esperanzado.
Coloqué el jarrón decorativo en el centro de la mesa del
vestíbulo en el suelo y luego coloqué el pan rallado. Primero, los
detalles del vuelo de hace casi cuatro años. A continuación, el recibo
del alquiler del coche en el aeropuerto y luego la suite del hotel
reservada para una noche. Y, por último, la copia impresa de la
transferencia bancaria de cinco cifras realizada a una cuenta
desconocida al día siguiente.
Jasper empezó desde el principio.
312

—¿A quién conocemos en Nebraska? —preguntó, señalando el


itinerario.
Página

—A nadie. Pero conocemos a alguien en Rocheport, y si Daniel


no hubiera podido conseguir un vuelo directo a Missouri a esa hora
de la noche, volar al aeródromo de Eppley habría sido la siguiente
mejor opción. Desde allí hay un viaje de cinco horas hasta
Rocheport. Menos si las carreteras están despejadas. —Los recibos
del alquiler del coche y del hotel se explicaban por sí solos en ese
momento, por lo que Jasper trabajó para ponerle una cara y un
nombre a nuestra conexión en Rocheport. —. Tiene que serlo —dije,
cuando él giró su cabeza hacia mí, con los ojos muy abiertos por la
incredulidad.
—¿Maggie? — respiró. —. ¿La amiga de mamá?
Maggie se quedaba en la casa de la piscina cada vez que la
visitaba y estaba en la ciudad ayudando con Selene esa semana.
—Piénsalo. Debió haber oído las sirenas cuando la ambulancia
llegó a la finca. Ella debe haberse apresurado —le expliqué. Jasper y
yo habíamos estado demasiado consumidos por el dolor como para
preocuparnos de miradas indiscretas. Nuestra relación habría sido
evidente, sin mencionar el estado de mi habitación cuando llegaron
los paramédicos y la poca ropa que logramos ponernos. No fue hasta
que transportaron el cuerpo de Selene a la parte trasera de la
ambulancia, y los faros de mi padre aparecieron a la vista en el
camino, que recordamos que se suponía que éramos hermanos, no
amantes.
—Y cuando mi padre saltó de su auto y tuvo el accidente, Maggie
ya estaba allí. Pero tal vez ella había estado allí todo el tiempo. —Y
se fue después del funeral sin decir una sola palabra sobre lo que
sabía.
Jasper recogió la confirmación de la transferencia bancaria a
continuación, centrándose en la fecha.
—Menos de veinticuatro horas después de que dejó Nebraska, se
transfirieron los fondos —le expliqué.
313

—Casi dos meses después del día en que me asignaron como su


pasante —siseó Jasper con el rostro rojo, la hoja de papel
Página

desapareciendo en su puño. —. ¿Por qué no me dijiste todo esto


cuando llegué aquí?
—Pensé que eras Daniel. Le había dejado un mensaje para que
viniera aquí una vez que aterrizara su vuelo, luego llamé e informé
al conserje que lo enviara arriba. Todo eso quedó olvidado cuando
llegaste. Estaba perdido en ti, en nosotros, en nuestra madre. Nada
más importaba.
—¿Por qué? —preguntó, sentándose en el borde de la mesa
pedestal. —. No tiene sentido. ¿Por qué pasar por todos estos
problemas?
—No lo sé —dije. —. Para llegar a mi padre. A mí. Daniel no es
más que ambicioso.
—Han pasado años desde que lo conocí, Cole.
—Sí, pero no estuvieron juntos en todo momento.
—Mierda —dijo, como si acabara de pensar en otra cosa. —. Me
había invitado a salir una vez mientras era pasante. Le dije que no
saldría con alguien para quien trabajaba.
—Entonces debió haber estado esperando el momento
oportuno. Esperar a que termine tu pasantía mientras intentas
ascender por tu cuenta, o probablemente jugar con la vida de otra
persona.
—Aun así, si todo fue una estratagema para utilizarme, para
entrar con Nexcom, si él realmente no me amaba, ¿cómo ha fingido
todo este tiempo? —Desvió la mirada tan pronto como llegó la
pregunta, porque fingir durante años había sido precisamente lo que
Jasper había hecho.
—No es lo mismo —dije.
—¿No lo es? —resopló.
—Sólo alguien jodidamente diabólico podría ser capaz de
semejante magnitud de engaño.
Sus hombros se hundieron.
314

—Cole…
—No me importa su infancia de mierda o sus expectativas de
Página

niño rico, Jasper. Todos podemos elegir entre el bien y el mal, lo


correcto o lo incorrecto.
—¿Y qué elección tomamos en todo esto, Cole? —preguntó,
observando el semen y la ropa pintando el suelo.
—No sientas lástima por él, Jasper —le rogué, sabiendo que
probablemente haría lo contrario. Odiaba que quisiera entender los
motivos de Daniel más que odiarlo por ellos. Odiaba que viera
siquiera una pizca de sí mismo en las acciones de su marido. Odiaba
su aptitud para la compasión, cuando lo único que quería era
venganza. Y, sin embargo, lo amaba por todo.
Una punzada de miedo se apoderó de mi corazón. ¿Lo perdería
otra vez? ¿Jasper se estaba escapando de mis manos? Mi respiración
se aceleró cuando me acerqué tanto a él, cuando agarré su cabello,
cuando la necesidad de hacer esto permanente, o de recordarme a
mí mismo que ya éramos permanentes, chocó contra mí.
—Cole —dijo Jasper, guiando una mano hacia mi pecho. —. Soy
tuyo, Cole. Nada puede hacerme retroceder sobre eso. Nunca más —
corrigió.
—Pruébalo —gruñí, antes de atacarlo con un beso frenético. Lo
golpeé contra su espalda, agarrando sus muñecas y fijándolas sobre
la mesa a cada lado de su cabeza hasta que cedió. Una vez que estuve
seguro de que ya no pelearía conmigo, levanté sus piernas y las
envié a mi alrededor.
—Cole, espera —protestó, tratando de retroceder la corona de
mi polla que ahora buscaba refugio dentro de él, su agujero todavía
húmedo y lo suficientemente flojo como para tomarme de nuevo.
—No puedo. —Supliqué comprensión, arrastrándolo hacia mí
por la cintura hasta que su trasero colgó de la mesa y sus manos se
dispararon para agarrar los costados. Hasta que lo empalé por
completo, enterré las pelotas profundamente y lancé furiosamente
dentro y fuera de su centro, hasta que se rindió y cedió, hasta que
mis dientes apretaron brutalmente su garganta.
315

Saciar mis inseguridades fue lo primero, obtener respuestas de


Daniel tendría que esperar.
Página
JASPER SE APILÓ LA ROPA EN LOS BRAZOS, IRRITADO POR
MI COMPORTAMIENTO CAVERNÍCOLA, PERO YO NO ME
ARREPENTÍ DE NADA.
—Tengo que asearme —dijo, y lo detuve con una mano en el
bíceps cuando pasaba junto a mí hacia el baño.
—No. Ve con mi olor sobre ti —dije, inamovible, extendiéndome
la mano para atrapar lo que se escapó de él, y deslizando un dedo
empapado por sus labios mientras sus fosas nasales se dilataban con
renovada irritación hacia mí esta vez. —. Traga. —Quité mi dedo
limpio de la succión de su boca en incrementos. —. Es lo mínimo que
se merece. —Recordarle que yo no era el enemigo fue de gran
ayuda, y de mala gana dejó caer su ropa al suelo antes de ponérsela
una por una. —. Yo también me vestiré.
—No. Me ocuparé de él solo, Cole —dijo, mientras se le acababa
la paciencia. —. No me hagas pelear contigo también.
—Mark nos lleva y yo espero en el auto abajo. Es lo mejor que
puedo hacer, Jasper.
Estábamos vestidos y conducíamos toda la noche en cuestión de
minutos. Le dimos a necesitado y pegajoso una definición
completamente nueva en el asiento trasero. La mirada de Mark a
través del espejo pesaba sobre nosotros, oscureciendo aún más el
interior como una sombra mientras nos besábamos, tocábamos y
profesábamos nuestro amor. Estábamos muy cerca, Jasper
prácticamente en mi regazo, pero Mark mantuvo su
316

profesionalismo, sin levantar una ceja ni decir una palabra. Ya no


teníamos que escondernos, así que no lo haríamos, no para nadie, y
Página

ambos necesitábamos que nuestras mentes dejaran de pensar en la


inminente confrontación.
Nos detuvimos frente al rascacielos de Daniel y tiré de la
camiseta de Jasper hacia abajo, exponiendo el bárbaro chupetón que
manchaba su pálido cuello, antes de despedirlo con un beso que
desafiaba a la muerte.
—Date prisa en volver.
Luego hice llamadas mientras esperaba, explorando mis
opciones para dejar libres a Parker, Mitchell y especialmente a Ward.
317
Página
Daniel
Hace 4 años

SONIDOS LIGEROS EN LA PUERTA ABIERTA DE MI DESPACHO. LEVANTO


LA VISTA DEL CONTRATO QUE HE ESTADO ESTUDIANDO Y VEO A JESSICA
ENCERRÁNDONOS, CON UNA PILA DE EXPEDIENTES BAJO EL BRAZO.
—¿Es lo que creo que es? —Pregunto, ordenando
cuidadosamente mis papeles a un lado, tapando y devolviendo mi
bolígrafo a su soporte, ajustando su posición a mi satisfacción.
—Sí, lo es, señor Ward. Los tres mejores candidatos del grupo de
pasantes. —Coloca las carpetas de manila en el espacio que había
despejado frente a mí, luego da un paso atrás, junta las manos frente
a ella y se mueve sobre los talones por la emoción. Ella es una
excelente coconspiradora.
—Bueno —digo, cruzando las manos sobre el escritorio —, tú
conoces la rutina. Haz los honores.
El mejor regalo que mi padre me impuso fue Jessica. Una vez me
dijo que planeara mientras el resto del mundo dormía. Es el único
consejo que sigo. No dejo nada al azar y, a menudo, las pequeñas
cosas son las que marcan las mayores diferencias, que es
precisamente la razón por la que, si bien los pasantes no son más
que copistas y recaderos para los otros abogados aquí en Parker
Law, yo los veo como mi boleto para la parte superior. Se trata de
hacer conexiones, alinearse con las personas adecuadas y preparar
318

el terreno de juego con antelación. El mundo es mi tablero de


Página

ajedrez. Yo controlo los peones.


—El primer candidato es Michael Waterbee. Mis habilidades de
detective aficionado no se ejercitaron mucho con eso. El nombre
habla prácticamente por sí solo.
—El heredero de las galletas, ¿verdad? —Pregunto, leyendo los
puntajes de sus exámenes y cualquier otro detalle personal que no
conocíamos y que Jessica pudo obtener. Ella tararea una afirmación
y dejo la carpeta a un lado.
—Ahora, Abigail puede tener orígenes humildes —advierte
mientras examino su expediente a continuación —, pero se mueve
en algunos círculos sociales bastante elitistas, es inteligente y está
saliendo con el hijo de un mariscal de campo profesional...
—Pero se van a separar, como hacen la mayoría de los jóvenes
aspirantes, y entonces él y su grupo de cucharas de plata la dejarán
en el polvo. Estuve allí, lo hice y fracasé, Jessica. No más casos de
caridad. —Con un candidato restante y la positividad menguando,
no me molesto en abrirlo. Me recuesto en mi silla y me aliso la
corbata. —Parece que las ganancias son escasas este año.
—He guardado lo mejor para el final —dice con una media
sonrisa segura de sí misma, preparándose para dejarme
boquiabierto. Si tan solo fuera heterosexual, seríamos una pareja
imparable hecha con engaños.
Con mi entusiasmo ahora renovado, abro el archivo final,
susurrando el nombre en la parte superior.
—Jasper Des Moines —pero no me suena. Inclino mi cabeza
hacia Jessica, esperando que pase su pausa para lograr un efecto
dramático. —. ¿Quién es él?
Saca la silla frente a mi escritorio y toma asiento, cruzando las
piernas, haciéndome saber que no obtendría la respuesta corta.
—El apellido Des Moines no dio ningún resultado paterno para
él, pero se remonta a una tal Alexandria Des Moines de Austin,
319

Texas, hija de un panadero pobre, inmigrantes de primera


generación. —Jessica hace un gesto con la mano para mostrar lo
Página

poco importante que es Alexandria en el gran esquema de las cosas.


—Alexandria tuvo un hijo en 1951, Jasper Des Moines.
Miro la fecha de nacimiento en la hoja de papel frente a mí y
concluyo que estamos hablando de un Jasper Des Moines anterior.
—Jasper Des Moines, el primero, tuvo una hija veintinueve años
después, a la que llamó Selene Des Moines. La abuela y el padre de
Selene murieron al mismo tiempo cuando ella tenía diecisiete años.
El primero en un accidente de atropello y fuga, el segundo por
problemas cardíacos.
—Menos de dos años después, Selene le dio la bienvenida a un
hijo, fuera del matrimonio, al que llamó Jasper, en honor a su difunto
padre, pero le dio al bebé el apellido de su padre. —Jessica se sienta
y yo me inclino hacia adelante con anticipación, completamente
absorto en su historia.
—Ocho años después, el apellido de Des Moines se borra por
completo de la historia futura cuando Selene se casa y luego adopta
el apellido de su nuevo marido.
—No me dejes en suspenso, Jessica —le digo.
—Selene Des Moines se convierte en Selene Kincaid. Jasper
también adoptó el apellido Kincaid, pero en algún momento debió
cambiarlo por el apellido de soltera de su madre.
Con la boca abierta, analizo cada pieza de información que tengo
delante.
—No te haré perder el tiempo con preguntas estúpidas. Sólo hay
un Kincaid que importaría, y supongo que eres lo suficientemente
inteligente como para no hacerme perder el tiempo dándome una
lección de historia que lleva a John Kincaid, el legendario lustrabotas
de la Grand Central Station.
Se escuchan risas de niña y sonrío, impresionado conmigo
mismo.
—No, señor. Me refiero a Franklin Kincaid de Nexcom Global. El
320

hombre más rico en suelo estadounidense, propietario de una de las


empresas más grandes del mundo.
Página

—Bien hecho, Jéssica. Llame a nuestro amigo el Investigador


Privado. Consígueme todo lo que puedas sobre los tres —digo,
entregándole los archivos. —. Ningún detalle es demasiado pequeño.
Pídale que lance una red lo más atrás que pueda. Cualquier
información que pueda ser utilizada será. Ponle una etiqueta de
mayor prioridad a Jasper.
321
Página
Jasper

EL APARTAMENTO ESTABA INQUIETANTEMENTE


SILENCIOSO y lo que pude ver me produjo un asco nauseabundo. el
olor habitual a lejía y pino ya no me recordaba a mi hogar. la
tolerancia que había adquirido a los siempre presentes vapores
tóxicos, así como a las demás toxinas de mi vida, había desaparecido.
Daniel bajó las escaleras y no se sorprendió al verme en la puerta
de su casa. Llevaba mi bolso de lona en la mano izquierda y le
faltaba el anillo de bodas.
—Me tomé la libertad de hacerte una maleta. Podemos
programar un horario para que recojas tus otras pertenencias. Estoy
dispuesto a hacer que este divorcio sea lo más rápido e indoloro
posible, aunque sólo sea para preservar lo que Parker, Michell &
Ward han construido con Nexcom. —Había expresado su tono
perfectamente. No demasiado triste, como para mostrar fuerza, pero
tampoco demasiado profesional, porque no le gustaría parecer frío y
distante. Se estremeció al ver el hematoma de Cole en mi cuello y
desvió su mirada triste ante la mención de Nexcom, como si
recordar a Cole le doliera, como si no pudiera soportar mirarme a
los ojos cuando hablaba del hombre con el que había traicionado
nuestros votos.
Si no supiera lo que sabía, esta última visión de él me habría
perseguido para siempre. La culpa me habría comido vivo.
322

—¿Cuánto tiempo habrías permitido que continuara esta burla


de matrimonio? —Pregunté, bajando a la sala de estar, arrojando mi
Página

abrigo sobre el sillón orejero, disfrutando su lucha visual con el


desorden que creaba.
—Las cosas no fueron perfectas —dijo con la respiración
entrecortada, —, pero te amaba...
—¡No eres capaz de amar! —Tiré la carpeta sobre la mesa de
café, los recibos se esparcieron por todas partes. Una sábana flotó
hasta donde ahora estaba al final del sofá. Se agachó, lo recogió y
luego todas las pretensiones desaparecieron. Era como si el sol
iluminara gradualmente una cueva oscura. Entonces lo vi. Lo vi todo.
—. ¿Por qué?
—Porque podía —dijo con una sonrisa desviada. —. Porque no
creían que tuviera lo necesario. Ninguno de ellos lo hizo. Pero se los
mostré.
—¿No pudiste tener éxito por tus propios méritos, así que
decidiste usarme como tu boleto de comida?
—¡Todo lo que he logrado ha sido gracias a mí! —él se enfureció.
—. Todo lo que he sufrido ha sido tan…
—¿Sufriste? —Me burlé. —. Has estado en tu elemento, Daniel.
Incluso esto, ahora mismo, te tiene rebosante de alegría. Estás feliz
de que lo sepamos. El juego no es lo mismo sin espectadores,
¿verdad? —Esos ojos color avellana que una vez encontré hermosos
y atractivos ahora eran insensibles y fríos. Una vez proclamé que la
arrogancia que albergaba en sus delgados miembros era un
mecanismo de defensa, etiquetándola como "no es su verdadero yo",
pero ahora estaba claro que era lo más verdadero de él.
—Pensé que sería fácil. Seducirte, ganarme tu confianza, tener
acceso a todos tus secretos, insertarme en lo que quede de tu árbol
genealógico —dijo, como si compartiera un brillante plan con un
amigo. —. Hiciste mi trabajo más difícil de lo necesario con tu
maldito e insufrible martirio. Así que te follaste a tu hermanastro y
323

mataste a tu madre en el proceso. —La puñalada estaba


perfectamente dirigida, haciéndome retroceder un paso, y sus ojos
Página

brillaron más ante el olor de mi sangre. —. Lo que habría dado por


cambiar de lugar contigo. ¿Qué? Oh, no me mires así, ya conociste a
mi madre.
Me tragué la bilis que subía.
—¿Alguna vez te preocupaste por mí? —Mostrar vulnerabilidad
ante un narcisista no fue la mejor decisión, pero él no podía
lastimarme más de lo que ya me había hecho, y había ciertas cosas
que necesitaba saber por mi propio bien.
—Eso es rico viniendo de ti —dijo, pero luego, durante un breve
segundo, su boca se suavizó, recordándome al Daniel que creía
conocer.
—Empecé a desarrollar sentimientos por ti mientras esperaba
que te abrieras. No fue amor. No creo que sea capaz de esa emoción.
Pero pensé que tal vez sería bueno gobernar el mundo con alguien.
No necesitábamos amor para dominar. Sólo que no aceptarías el
programa. —Él se rio entre dientes. —. Querías asegurar que los
náufragos de la sociedad tuvieran una oportunidad de luchar. Que
los perezosos reciban una porción de mi pastel del uno por ciento.
—Inclinó la cabeza, considerándome. —. Te convertiste en un
desafío. Un proyecto favorito. En muchos sentidos, era fácil influir en
ti. Incluso conseguía que te callaras en público. Pero en lo que
respecta a tu carrera, no cedías y yo quería ganar. Me mantuvo
ocupado mientras te esperaba pacientemente. Hasta que tuve a
Nexcom en mis manos y Parker & Mitchell ya no pudieron
descartarme. —Se deleitaba con su brillantez.
—Podrías haber destacado por tu cuenta, Daniel —le dije,
siguiendo su trayectoria hacia la barra. —Podrías haberte hecho un
nombre honesto.
—¿No estás escuchando? —espetó, dejando caer unos cubitos de
hielo en su vaso. —. Todo lo que llegue a ser esa firma será gracias a
mí, y luego cuando los deje, llevándome todos sus contactos y
324

clientes de alto perfil, ellos también caerán por mi culpa. Y Jasper —


amonestó. —. Los hombres honestos no son buenos abogados. Los
Página

que son buenos mentiros, sí. —Y no había un mejor mentiroso que


Daniel.
—Tienes Nexcom desde hace meses. Podríamos haber
terminado con esto hace meses y ahorrarles a todos todo este dolor.
—¿Dejarte? ¿Para qué tu hermano se deshiciera de mí por
utilizarte y luego dejarte de lado? No. Necesitaba que me dejaras.
Necesitaba que defendieras mi caso ante tu hermano porque estabas
tan consumido por la culpa de haber tenido una aventura, que
habrías hecho cualquier cosa para minimizar el daño personal y
profesional que me causaba.
—¿Una aventura? —pregunté, sorprendido. —. ¿Ya sabías que
Cole y yo habíamos tenido una aventura?
—Oh, ¿pensabas que me había creído que aquella actuación
asquerosa en la que participé era un caso aparte? Dios, ¿cómo
puedes ser tan estúpido, Jasper? Prácticamente te metí en su cama.
—Volvió a tirar su bebida, sonriendo a través de la quemadura.
Necesitaba sentarme, pero me negué a darle la satisfacción de ver
cómo me acobardaba. —. La noche que Cole se presentó aquí a lo
que se suponía que iba a ser una cena romántica de disculpa. Me
dijiste que se habían cruzado los hilos...
—Sí, sí —dijo Daniel, con la mano revoloteando sobre su cabeza.
—. Le pedí a Jessica que llamara a su insoportable asistente y
reprogramara nuestra reunión informal. Fue divertido verlo
retorcerse mientras te pasaba las manos por la mesa del comedor.
—Jessica —susurré. —. ¿Le hiciste preparar a Cole la noche de tu
fiesta de sociedad? ¿Le hiciste que lo enviara a tu oficina con esa
unidad flash para que pudiera sorprendernos?
—Por supuesto. No creerás que tendría sexo contigo en el
escritorio donde firmo contratos, ¿verdad? —Se estremeció al
pensar en ello. Me había parecido extraño, pero estaba lleno de celos
al tener que ver a Leland estar tan cerca de Cole toda la noche,
325

susurrándole al oído, desapareciendo en el baño... Yo habría dejado


que mi marido me follara como una especie de venganza absurda
Página

por mi amante besuqueándose con su ayudante y mejor amigo.


—Tuve que hacer venir a todo un equipo y desinfectar el lugar
después de tu pequeña cita allí. —Se rio de mi expresión de
asombro. —. ¿Qué? ¿Pensaste que no olí lo que había pasado cuando
regresé? Realmente debería sentirme insultado —dijo casualmente
mientras se servía una recarga. —. Pero le echaré la culpa a tu
necesidad de ver lo mejor de las personas y a toda esa culpa
sofocante que arrastras como una manta de seguridad. Te ciega. Te
convierte en presa fácil. Debo decir que esperaba más de tu
hermano... ¿o es amante? Pero estaba demasiado obsesionado
contigo para verme venir.
—¿Enviarme al Club Bale esa noche era parte de tu gran plan? —
Pregunté, alentando su rapsodia. Si quisiera ahorcarse, con mucho
gusto le proporcionaría la cuerda.
—Sí. Y supongo que finalmente obtuviste lo que buscabas esa
noche. Dejaste de rogarme que te follara después de eso. Eres un
cachorro enfermo, Jasper Des Moines.
—¿Qué otra cosa? —Pregunté, más que feliz de darle el
escenario para admirarse.
Ahora, en su segundo trago, hizo girar el contenido mientras me
sonreía malvadamente. Era lo más efervescente que jamás lo había
visto.
—La mañana apareció en mi puerta pensando que lo había
dejado esperando en el auto para poder follarte. Realmente pensé
que necesitaría reemplazar mi cama ese día.
—¿Has oído todo eso? —Recordé lo errático que había sido Cole.
Cómo casi me había llevado a la cama que compartía con Daniel.
Cómo el uso de nuestra palabra de seguridad había sido más para mí
que para él, porque si había cruzado esa línea, sabía que no había
nada que no haría. Pero quería que él me tomara de una manera que
no lo había hecho antes. En la cima de su posesividad, donde el
326

sentido común no existía. No pensé en nada más durante los días


siguientes.
Página

—Nunca me había sentido más decepcionado contigo —dijo


Daniel con un suspiro. —. Uno elige ese momento para desarrollar
una conciencia y establecer un límite.
—¿Qué otra cosa? —Gruñí.
—No olvides el gesto vacío de conducir cuatro horas en medio de
la noche para llegar a ti. Apuesto a que limpió el suelo contigo esa
noche, ¿eh? Tiene escrito 'salvaje' por todas partes. —Sacudió la
cabeza. —Si tuviera un centavo por cada vez que entraste por esa
puerta con una mota de sangre en el cuello o el labio magullado…
Instintivamente lamí el lugar de mi boca de donde Cole solía
sacar sangre. Nunca me pareció peor que un labio agrietado o un
chasquido por beber con impaciencia mi café caliente. Así fue como
se lo expliqué a Daniel.
Daniel hizo una pausa a mitad de otra recarga, con la jarra
suspendida sobre su vaso, ya que no podía esperar para contarme
más.
—Los viajes de negocios eran todos él. Yo mismo no podría
haberlo planeado mejor. Pero juzgué mal —dijo con gravedad. —. La
noche de la fiesta de Navidad de los hermanos Smithen, cuando
saqué tu teléfono del bolsillo de tu abrigo, lo dejé en la mesa de café
y luego te hice sentir culpable al perder tu cita con Cole. —Siguió
llenando su vaso. —. No esperaba que llegara al final de su cuerda
tan pronto. Pensé que seguramente me dejarías por él antes de que
eso sucediera. Supongo que el arrepentimiento que sientes por
haber roto literalmente el corazón de tu pobre madre fue más fuerte
que tu amor por él. Qué pena, de verdad.
—Hijo de...
—Después de eso me aburrí del juego —dijo, levantando la voz
para hablar por encima de mí. —. Ya tenía lo que necesitaba de
ustedes dos. Ya no tuve que colmarte de costosas propuestas. Y todo
lo que querías era que te dejaran solo para desperdiciar tu vida en la
327

angustia. No tenía nada, ni nadie, mejor que hacer. Entonces… ¿por


qué no? —Podría haber jugado este juego para siempre, viendo cada
Página

día que pasaba como otro día en el que había ganado algo, porque
después de haberlo hecho sentir como un fracaso toda su vida, ganar
era lo único que le importaba ahora. Me dio una mirada. —. ¿Por qué
me miras así?
—Lo siento por ti —susurré.
—No. —Y luego, como si hubiera decidido hacerme un pequeño
favor, dijo: —. Mira, que no te haya amado no fue tu culpa...
—Claramente —dije, considerando que nunca se trató de amor.
Se trataba de poder, peones y control. —. Esa culpa pertenece
únicamente a tus padres.
—Quizás —dijo. —. Pero ahora están orgullosos de mí. —Su
alegría era a la vez infantilmente ingenua y desgarradora. —. Y el
orgullo triunfa sobre el amor. —Esta vez, cuando apartó su mirada
melancólica de la mía, la melancolía escondida allí parecía genuina.
Terminado con sus bebidas de celebración, dejó el vaso antes de
caminar hacia la ventana mirando la ciudad como un rey
conquistador, disfrutando de su botín de guerra.
Me acerqué a la puerta principal antes de mirarle la espalda.
—¿Qué crees que pasa ahora, Daniel? ¿Cuánto tiempo aguantará
su orgullo después de que lo pierdas todo por tus mentiras?
Se giró, aullando de risa como si la broma fuera hacia mí.
—Cole no se deshará de mí. No si quiere que tu pequeño secreto
siga siendo sólo eso. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que se corra la
voz y todos los chismes hablen sobre la aventura incestual que
acabó con la vida de una dulce madre? Porque sabes que a los
tabloides les encantan las buenas historias sobre crímenes reales.
¿Cuánto falta para que la junta directiva se vuelva loca y busque
reemplazar al chico de oro de Nexcom? Todo por lo que Cole ha
trabajado se derrumbará. Sin corazón artificial. No hay que reparar
la vida que ustedes dos robaron. Confía en mí. Los hombres como
Cole nunca concederían poder por amor. —Me dio una mirada de
328

lástima.
Una tormenta desenfrenada estalló detrás de mí, sacándome de
Página

su camino mientras apuntaba hacia el hombre por el que de alguna


manera todavía encontraba en mí el cuidado. Daniel se giró a tiempo
para atrapar el puño de Cole en su mandíbula.
Daniel gritó, golpeando el suelo, un sonido que imitaba el
lanzamiento de dados sobre las tablas de madera llegó a mis oídos.
—¡Mis dientes! —farfulló alrededor de una bocanada de sangre.
Su total incredulidad habría sido cómica si la situación no fuera tan
infinitamente trágica.
—Tu debilidad, Daniel, es que no sabes qué es el amor —dijo
Cole, sacudiendo su mano herida. —. No sabes lo que se siente, lo
que te hace capaz de hacer, de soportar. —Puso una bota en el pecho
de Daniel, inmovilizándolo contra el suelo. —. Tu ignorancia será tu
perdición, porque no hay un golpe para mí por el que no pondría la
otra mejilla, ningún escándalo que no enfrentaría, ninguna pérdida
que no estaría dispuesto a asumir por este hombre. —Señaló con el
pulgar en mi dirección y me pregunté cuánto tiempo llevaba
escuchando a escondidas fuera de la puerta del apartamento. —. No
puedes chantajearme para que cumpla, Daniel. Porque estoy
dispuesto a tomar decisiones difíciles y encender la dinamita yo
mismo. —Cole estaba dispuesto a hacer estallar todo su mundo por
mí, y juré que a partir de ese momento me aseguraría de que valía la
pena.
—Los inversores se retirarán —prometió Daniel mientras se
retorcía bajo el zapato de Cole.
—Déjalos —se osó Cole mientras su teléfono sonaba. Lo sacó de
su bolsillo, leyó un mensaje antes de hacer clic en la pantalla y
girarlo hacia Daniel. La lucha de Daniel por liberarse se reanudó
mientras escuchaba el clip del informe de noticias.
“Noticia de última hora. Nexcom Global ha cortado todos los
vínculos con su equipo legal ideal, Parker, Mitchell & Ward, en
medio de acusaciones de fraude, incumplimiento de contrato,
329

prácticas comerciales poco éticas y otras actividades delictivas.


Pronto se llevará a cabo una investigación sobre la empresa y
Página

nos dicen que actualmente se están moviendo hacia el control de


daños y que su propio comunicado de prensa se publicará en
breve. Pero parece que el hombre al mando de todo esto es el
nuevo socio, Daniel Ward. Nuestras fuentes confirman…”
—Tus discos duros están siendo confiscados mientras hablamos
—dijo Cole sobre el informe de noticias, permitiendo que Daniel se
pusiera de pie. —. Todos tus contratos serán sometidos a revisión
interna. Y sospecho que incluso los casos que ganaste durante tu
breve período como abogado litigante quedarán en duda.
—No puedes hacer esto —encolerizó Daniel, mirando de reojo a
Cole.
—Oh, pero puedo —susurró Cole, acercándose para matar. —.
No hizo falta mucho para que tu asistente hiciera sonar el silbato. —
Dejó que ese detalle lo asimilara. —. ¿Es miedo lo que veo? —
Preguntó Cole, victorioso. —. No estamos lidiando sólo con
verificaciones de antecedentes ilegales de pasantes, ¿verdad? ¿Qué
más has estado haciendo, Daniel?
El móvil de Daniel había estado sonando desde arriba sin parar
desde que Cole entró. El teléfono fijo también.
—¿Valió la pena todo esto, Daniel? —Pregunté, parándome al
lado de Cole, buscando en la mirada de Daniel la pizca de humanidad
que había presenciado una y otra vez, la parte que me negaba a
creer que fuera todo un acto. Pero o nunca estuvo allí, o había caído
en la autoconservación, porque ahora sólo una habitación vacía vivía
detrás de su mirada.
—Mírenlos a ustedes dos —escupió, golpeando la ventana en su
lenta retirada. —. Estar allí de pie, tan moralista. ¿Crees que estás
limpio en todo esto?
La astucia de Daniel no nos absolvió de nuestro papel en sus
intrigas, en su éxito temporal, por muy manipulados que hayamos
sido por él. Me había casado a sabiendas con un hombre que me
330

importaba profundamente, pero del que no estaba enamorado. Yo


era un adúltero. Y Cole era un hombre dispuesto a tomar lo que
Página

quisiera sin importar el costo. Hubo duras lecciones que aprender


de esto.
—Simplemente cumplimos con tus expectativas, Daniel —dijo
Cole, negándole una pizca de simpatía. —. Somos los hombres que
querías que fuéramos. No llores mal ahora. Es impropio de tu parte.
Nadie obtuvo un pase libre de Cole cuando se trataba de
lastimarme. Antes de Daniel, hubo muchos niños a los que les
faltaron dientes. Apoyé una palma en su antebrazo, haciéndole saber
que ya era suficiente. No compartíamos la misma sed de venganza.
—Les di a ustedes dos permisos no dichos para tener su
asquerosa aventura. —Daniel se rió sin alegría mientras nos
dirigíamos hacia la puerta. —. Podrías haberme dejado por él. Las
cosas no tenían por qué llegar a este punto, Jasper. Pero lo
arruinaste como haces con todo lo demás. —La ausencia de sus
dientes frontales le hizo cecear y la sangre le goteó por la barbilla,
manchando la parte delantera de su camisa blanca. Miró el desastre
y cerró los ojos como si le doliera.
—No lo hagas, Cole —le dije, apartándolo de Daniel. —. Él lo ha
perdido todo y nosotros lo hemos ganado todo. Lo mínimo que
podemos hacer es darle la última palabra. Es todo lo que le queda.
Los teléfonos sonaron en sucesión por todo el apartamento, y
Daniel tenía una mirada salvaje, agarrándose el pelo castaño antes
de pisar fuerte hasta la mesa auxiliar y arrojar el teléfono contra la
pared. Todo mientras nos lanzaba insultos a la espalda mientras
salíamos.
—¡No tienes pruebas! Así que hice un viaje de último momento
para pasar la noche con una mujer y luego le pagué por su tiempo —
dijo, calculando el giro que le había dado a las cosas, trabajando en
su defensa. —. No sería el primero en hacerlo. Y Jessica —se burló.
—. Será difícil encontrar alguna evidencia que no conduzca
directamente a ella. —Debió haberle hecho hacer todo el trabajo
331

sucio, manteniendo sus manos lo más limpias posible. —. Quién


sabe, tal vez todo este tiempo ella estuvo enamorada de mí —dijo.
Página

—. O tal vez, ella ha estado trabajando contigo todo este tiempo para
tenderme una trampa. Si eso es. Has estado buscando una manera
de derribarme desde que supiste que estaba casado con Jasper.
Regresé al apartamento, levanté mi teléfono y descubrí la
aplicación de grabación de voz que tenía ejecutando, y me sentí
satisfecho al ver sus ojos muy abiertos.
—Me has subestimado por última vez, Daniel.
—¡Esto no ha terminado! ¡Pagarás por esto! —Cambió de táctica
cuando eso no provocó nuestra reacción. —. Si te sirve de consuelo
—dijo, —si pudiera amar a alguien, habrías sido tú.
Eso llamó nuestra atención y observamos a Daniel con los ojos
entrecerrados desde la puerta abierta mientras esperábamos el
ascensor. Daniel arrastró su mirada lasciva sobre mí y supe que su
golpe de despedida no sería bueno. Apreté la mano de Cole con más
fuerza, preguntándome si era lo suficientemente fuerte como para
mantenerlo alejado de Daniel por segunda vez.
—Porque nadie toma una polla como tú, Jasper. —Su sangrienta
sonrisa arrogante decía que había pensado que había ganado, pero
Cole no le dio la pulverización que obviamente quería. Le dio algo
aún mejor.
—Yo contestaría el teléfono si fuera tú, Daniel —dijo con
tranquilidad mientras el teléfono celular de Daniel seguía chillando.
—. Podrían ser tus padres. Te hice el favor de darles la noticia. No
quería que los titulares los tomaran desprevenidos.
Daniel se quedó tan quieto como la muerte, el rojo cubriendo su
rostro áspero contra el pálido fondo de su piel. Retrocedimos hacia
el ascensor y presioné el botón del vestíbulo.
—De nada —le dijo Cole a Daniel, mientras las puertas del
ascensor se cerraban.
332
Página
—¿EN QUÉ ESTÁS PENSANDO? —PREGUNTÓ COLE
MIENTRAS BAJÁBAMOS. —. ¿NO ME DIGAS QUE SIENTES PENA
POR ÉL?
—Por supuesto que sí. Pero eso no es lo que estaba pensando. Si
no fuera por Daniel, todavía estaríamos separados. Todavía me
culparía por su muerte. Seguiría siendo un pobre reflejo de quién
solía ser.
—Así que algo bueno salió de su engaño. —Él se encogió de
hombros. —. No le debemos nuestro agradecimiento por ello.
Asentí, levantando la barbilla ante su directiva, aceptando un
beso con tufo de semen.
—También estaba pensando que finalmente podría darme una
ducha. El pobre Mark debe haberse estado muriendo desde el
asiento delantero.
Cole se rio en mi boca.
—Eres un jodido ordinario —le dije.
—¿Eso te molesta?
—De vez en cuando —dije. —. Como cuando tengo que
enfrentarme a un marido engañoso, y todo lo que quieres hacer es
marcarme y llenarme de semen para demostrarle al mundo que eres
mi dueño.
—Tenía miedo. Quería que supiera a quién pertenecías. Quería
que me recordaras, que me sintieras dentro de ti mientras tratabas
con él —dijo, y la crueldad en sus ojos fue reemplazada por algo
suave solo para mí.
Presioné mi boca contra sus labios, no con la intención de
besarlo, sino para que pudiera sentir mis siguientes palabras. Para
que pudiera recordar lo que alguna vez significaron para nosotros y
lo que significaban para mí ahora. A mitad de nuestro mantra
333

adolescente, él se unió, sus palabras temblaban con profunda


emoción.
Página

—Te amo tanto que me duele el corazón —susurramos juntos, y


luego lo repetimos tantas veces como fue necesario para que él lo
creyera. Tenía mucho que recuperar y ese sería mi trabajo más
importante a partir de ese día porque sabía lo que importaba ahora.
Mi amor por él.
—Te amo, Cole Kincaid —dije con fiereza. —Y ya no tienes que
tener miedo. No voy a ninguna parte.
334
Página
Jasper
4 meses Después

HABÍA PERMITIDO a mi becario irse antes de tiempo con falsos pretextos.


claro, mañana era el primer día de verano, y sí, él era joven, y era viernes, y
en términos de trabajo real (y no sólo la creación de nuestras sillas de
escritorio y el pedido de suministros), era un día lento. todo tenía sentido,
pero en realidad, quería estar solo. quería tocar cada centímetro de mi
nueva oficina con mis propias manos. quería bailar claqué en el suelo pulido.
quería gritar y rezar para no molestar a nadie en la zapatería de abajo o en
la oficina de arriba. y no quería que León pasara vergüenza ajena mientras lo
hacía.
Cole y yo habíamos avanzado a toda velocidad después de que
estalló la debacle con Daniel. No sólo en nuestra vida personal, sino
también en el ámbito profesional. Ya se había perdido demasiado
tiempo. No más dudas se convirtió en nuestro lema. Tuve un sueño,
y con él a mi lado animándome y Sofía a mi espalda empujándome
cada vez que el miedo me detenía, no había nada que no pudiera
hacer.
También ayudó el haber cedido y reclamado mi confianza,
permitiéndome el lujo de construir mi negocio cuando y como
quisiera.
—Lo logré —me susurré a mí mismo con orgullo.
—Sí, lo hiciste —dijo una voz igualmente asombrada detrás de
335

mí. Cole esperó junto a la puerta abierta y, a juzgar por su posición


Página

reclinada y ventilada, llevaba allí un rato.


—¿Pensé que nos veríamos en el ático? —Me reí entre dientes,
pensando en lo deprimido que se había puesto esa mañana cuando
le dije que no podía venir conmigo al trabajo. Se había tomado el día
libre para venir a pasar el rato conmigo, pero yo quería pasar mi
primer día solo. Bueno, estaba León, pero no contaba.
—Estabas tardando demasiado —dijo, entrando y sonriendo a
las paredes y al techo como un niño en una tienda de dulces, como si
no lo hubiera visto antes. Rechacé su oferta de alquilarme uno de los
pisos que tenía reservados en el rascacielos que albergaba a
Nexcom. Este espacio no era mucho, pero quería empezar poco a
poco y verme crecer.
—Son las tres de la tarde —dije, —prácticamente medio día.
—Hablando de días… —dijo, quedándose inerme, agarrándome
y haciéndonos girar. Terminamos en el suelo peleando y riendo
como tontos mientras yo luchaba por alejarme de él. —. Quiero
saber todo sobre tu día —dijo, ayudándome a levantarme y
obligándome a presionarme contra él. —. Quiero saber el tamaño de
tu sonrisa cuando entraste aquí esta mañana. ¿Qué timbre
estridente elegiste para la línea telefónica de la oficina? ¿Qué color
de bolígrafo usaste durante el día? Quiero saber tus planes para las
próximas semanas. Quiero saber dónde vas a colgar el letrero "El
viernes informal es todos los días”. Quiero saber qué tan lleno de
alegría está tu corazón en este momento, en este segundo.
Cuéntamelo todo, Jas.
—¿De verdad quieres saber todo eso? —Susurré, algo de
inseguridad detrás de compartir algo tan simple como mi día aún
persiste en mi tiempo con Daniel.
—Sí —dijo. —. Excepto la parte de la alegría. No necesito que me
digas eso. Ya lo veo. —Frunció los labios para darme un beso y yo
cedí de buena gana.
336

—¿Cómo llegaste aquí? —Yo pregunté.


—Es agradable salir. Caminé.
Página

Estar cerca de casa fue una ventaja adicional de esta ubicación.


—¿Qué tal si tomamos un refresco y un pretzel y te cuento todo
sobre mi día en el camino de regreso? De todos modos, tenemos que
salir pronto de la ciudad si queremos evitar el tráfico de la hora
punta.
Cole se había quedado con el ático. Aparte de los recuerdos que
ya habíamos formado allí, las comodidades eran fantásticas, aunque
a menudo le criticaba por ser mimado. Sin embargo, nuestros
corazones pertenecían a nuestro hogar fuera de la ciudad. Una casa
de campo blanca con garaje para tres coches, camino infinito y un
sauce llorón en el patio trasero. Se asentaba sobre diez acres de
exuberante vegetación, con arces formando un arco que conducía a
los establos.
Era donde pasábamos los fines de semana, donde planeábamos
pasar nuestras vacaciones, y si alguna vez conseguíamos días en los
que pudiéramos trabajar desde casa el mismo día, lo haríamos desde
allí. Allí estaríamos enfermos y estaríamos todo el día juntos en la
cama. Allí envejeceríamos juntos.
Caminábamos y hablábamos mientras comíamos, maniobrando
sin problemas a través y contra la corriente de tráfico de peatones,
bloqueando los sonidos de las furiosas bocinas de los autos,
evitando baches y mensajeros en bicicleta mientras nos
empapábamos del sol y el olor del sistema de metro a través de las
rejas en el pavimento. Sobre todo, estábamos entusiasmados con
nuestro próximo descanso de todo esto.
—¿Tienes algo que quieras decirme? —Cole insinuó cuando
entramos a nuestro vestíbulo. Todo era nuestro ahora.
—No —dije, haciéndome el ignorante mientras subía a nuestro
ascensor. Me había hecho la misma pregunta esa mañana y sabía
que mi aparente falta de interés lo estaba volviendo loco.
Tan pronto como salimos del ascensor, noté la carta de la oficina
337

del secretario del condado en la mesa del vestíbulo.


—¿Es eso…?
Página

—Sí, Jasper —dijo. —. Está hecho.


Abrí el sobre y pasé el pulgar por la palabra archivada
estampada debajo del membrete. Se acabó.
Daniel había intentado dificultar el divorcio. Intentó usarlo como
palanca para que Nexcom retirara la demanda contra él. Con la
grabación que había hecho, teníamos todo el poder, pero Cole lo
aceptó, porque queríamos que eso de nuestras vidas terminara de
una vez, y nunca se trató del dinero de Daniel para Cole, y nunca se
trató de romperlo por mí.
Había perdido su trabajo, la integridad que nunca tuvo y su
licencia para ejercer la abogacía. La balanza estaba equilibrada.
—Mark acaba de enviar un mensaje de texto. Nos dejó la
camioneta con el valet —dijo Cole, besándome el cuello por detrás.
—. Vamos
a casa.

LLEGAMOS A NUESTRA CASA A LAS SEIS Y DECIDIMOS QUE


QUERÍAMOS CABALGAR MIENTRAS AÚN NOS QUEDARAN
ALGUNAS HORAS DE SOL.
—¿Qué día es hoy? —preguntó Cole despreocupadamente
mientras conducía el cochecito de golf hacia los establos.
—Veintidós de junio —respondí, levantando los pies y
disfrutando de los sonidos y los aromas de la naturaleza. Cole
resopló, pero no dijo nada más.
La propiedad incluía caballos y nos habíamos quedado con
mayordomo. Había estado con la familia que vendió la casa durante
más de una década y ahora estaba más que feliz de trabajar para
nosotros.
338

Salté antes de que Cole se detuviera por completo y corrí a


Página

hablar con Ryan, dándole el resto del día libre. Queríamos


privacidad y extrañaba el proceso de cuidar a los caballos.
El ceño de Cole se corrigió tan pronto como vio quién nos
esperaba dentro de los establos.
—¿Lightning? —jadeó, abriendo la puerta del cubículo y
frotando su cuello. —. ¿Cómo…? —Se detuvo, mirando a través de la
reja de acero del establo hacia el cubículo adyacente. —. ¿Warrior?
—Sí —dije, con una sonrisa que me dolía la mandíbula
dividiéndose en mi cara. —. Hice que los trajeran. —Habíamos
hablado de hacerlo realidad, pero había aumentado el cronograma
para este fin de semana específicamente.
Preparamos los caballos y nos dirigimos al lago en el borde de la
propiedad, dejándolos pastar mientras nos relajábamos bajo la
sombra de un roble.
—Sé que se supone que no debemos insistir en el pasado...
—Entonces no lo hagas —dijo Cole. —. Podemos hablar sobre
eso. Podemos recordar. Pero no nos quedamos ahí. No vivimos allí.
Aquí es donde vivimos. —Extendió los brazos para abarcar la
belleza que nos rodeaba. —. El aquí y el ahora.
Fue una de las primeras cosas que aprendimos en la terapia de
pareja. Lo necesitábamos, porque no quería que mi mierda nos
jodiera más, y no era tan simple como desearlo. Además, con todos
los titulares sobre nuestra aventura que se filtraron
"misteriosamente", y la batalla legal falló por poco cuando uno de
los inversores más conservadores de Cole decidió que no quería
tener parte en ello, necesitábamos asegurarnos de que nuestra
relación no ardiera bajo el calor. del escrutinio público. No nos
arriesgábamos con nuestro amor.
Con la corteza del árbol rascándome la espalda, miré hacia la
pequeña abertura en el denso parche de hojas, entrecerrando los
ojos ante el rayo de sol mientras Cole apoyaba su cabeza en mi
339

regazo.
—¿Crees que está feliz por nosotros?
Página

—Creo que está eufórica, llena de orgullo —dijo con confianza.


Lo miré con gratitud, jugando con el cabello que se rizaba
ligeramente sobre sus orejas, perdiéndome en la forma en que sus
ojos azul pálido brillaban como fragmentos de vidrio expuestos al
sol.
—¿Qué pasa con Franklin?
—¿Qué hay de él? —preguntó, con las manos cruzadas sobre el
pecho mientras absorbía mi afecto. —. Él está bien con nosotros. Tú
crees eso, ¿verdad?
Lo hacía. Franklin había sido nuestro mayor apoyo cuando todo
se vino abajo. Como ex director de Nexcom Global, padre de Cole y
mi padrastro, su voz tenía peso y la había usado, volviendo a ser el
centro de atención para anunciar su aprobación hacia nosotros.
Estar a nuestro lado y contra cualquiera que tuviera un problema
con nosotros, dejando claro que el legado de la empresa que había
construido con sus propias manos quedó en segundo lugar después
de su legado como padre.
—Sí, lo creo —dije.
—Ven aquí —susurró, jalándome hacia abajo por la nuca. El beso
avanzó rápidamente a algo más oscuro, más hambriento, como solía
suceder, y me encontré en una posición boca abajo, respirando en el
aire mientras Cole se deslizaba por mi cuerpo para quitarme los
zapatos.
—Cole, no podemos —dije, a lo que él me ignoró y me desató el
otro zapato. —. Cole —lo intenté de nuevo, pero sus manos ahora
estaban en su cremallera, su polla tan dura en sus pantalones, si no
lograba comunicarme con él antes de que la sacara, nunca
regresaríamos a la casa... esta noche.
—Tengo hambre. Todo lo que comimos fueron pretzeles y Pepsi.
—No te preocupes, ángel. Estoy a punto de darte de comer —dijo
firmemente.
340

—¡No tenemos lubricante! —Gimoteé entre risas,


protegiéndome los ojos mientras liberaba a su monstruo. —. No
Página

tenemos lubricante —dije más seriamente, porque realmente tenía


que llevarlo de regreso a casa en una hora.
Abrí una rendija en mi mano y espié el sonido de la tapa de una
botella abriéndose. Me empujé hasta los codos. —. ¿Trajiste
lubricante? —Me caí riendo histéricamente. Por supuesto que lo
hizo. Nunca había estado tan feliz, tan cachondo, tan dispuesto a
ceder, o tan enamorado como en ese momento, viviendo en nuestro
ahora mismo. Y ahora mismo sus manos estaban en mi bragueta.
—Cole, escúchame —hablé lentamente, intentando atravesar su
cerebro lleno de lujuria. Mi último recurso sería ponerle una palabra
de seguridad. —. El sol se está poniendo. Me gustaría mucho
disfrutarlo a caballo. Además, no queremos que salgan por la noche,
¿verdad? Puedes tenerme como quieras durante el tiempo que
quieras cuando entremos a la casa.
Se apoyó en cuclillas y la mandíbula se movió sobre las bisagras
mientras me consideraba. Me arreglé el cabello, eliminando el efecto
halo dorado, haciendo lo mejor que pude para no parecer una
comida.
—Bien —dijo, —recuperaremos los caballos, pero luego te
follaré en los establos. —Se puso de pie y se metió la polla dentro de
los pantalones.
—Col…
—Estás desperdiciando la luz del sol —dijo, caminando con paso
rígido para sentarse en Lightning antes de tomar las riendas de
Warrior en su mano. Chasqueó la lengua y dieron vueltas hasta que
estuvieron frente a mí y esperándome. —. Te follo en los establos, o
me bajo y lo hago aquí mismo, sobre el césped. La elección es tuya,
Jasper.
—¿Lo es? —Pregunté secamente, quitándome el polvo de los
pantalones y montando en Warrior.
El cielo estaba anaranjado con el sol moribundo cuando llegamos
341

a los establos. Desmontamos los caballos, los quitamos y los


atendimos antes de llevarlos a sus establos. Cole trabajó con
Página

tranquila determinación, mientras yo pensaba en cómo llevarnos a


la casa en los siguientes quince minutos.
—Entonces —comencé, el resto de mis palabras se
desvanecieron al ver a Cole quitándose la ropa mientras se dirigía a
una silla plegable, que estaba encima de un pequeño trozo de heno
derramado.
—Desnúdate, Jasper —dijo, acomodándose en la silla y dejando
que sus piernas se abrieran mientras trabajaba el lubricante arriba y
abajo de su polla, —, y ábrete. —Dejó caer la botella sobre el heno a
sus pies.
—¿No podemos llegar primero a la casa? —Pregunté mientras la
saliva se acumulaba en mi boca.
—Prometí asegurar a los caballos antes de que oscurezca. Nunca
te prometí una cama acogedora, ángel. —Su mano se movía a un
kilómetro por minuto, ahogando su pene mientras se estremecía en
su asiento.
Me desnudé porque lo deseaba y porque él no aceptaba un no
por respuesta. De todos modos, no hubiera querido que lo hiciera.
En cuclillas frente a él, metí uno, y luego dos dedos dentro y
fuera de mí hasta que entraron y retrocedieron sin resistencia, hasta
que estuve rogando a Dios, y hasta que el tic en la mejilla de Cole
tuvo su propio latido.
—Suficiente —ladró, mientras iba a insertar un tercer dedo. —.
Quiero que estés agradable y justo.
Podría haberme abierto con dos puños y tomar la polla de Cole
aún habría sido considerado una entrada difícil. Se dio unas
palmaditas en el muslo y la silla se balanceó por la forma entusiasta
en que se masturbaba.
—¿Eso nos va a detener? —Pregunté, poniéndome a horcajadas
sobre él, pero aún de pie.
—Espero que no. Porque si es así, significa que lo estamos
342

haciendo todo mal —afirmó. Parecía obsceno sentado en la frágil


silla, sosteniendo su eje brillante de tono oliva con su cabeza rosada
Página

en alto como una pistola, esperando a que me hundiera en él. Sin


embargo, hacía que lo obsceno pareciera increíblemente sexy.
—Eso es todo —elogió mientras yo bajaba sobre él, con el sudor
goteando en mis sienes. —. Tómame como siempre lo haces, ángel.
Tu agujero fue hecho para mi polla.
No fui el único que sintió los efectos del cuidadoso consumo de
su gran polla. Pecas de sudor florecieron a lo largo de su nariz
griega.
Cole no me dio respiro, tan pronto como estuvo profundamente
incrustado en mí, mis uñas clavándose en la piel de sus hombros,
nos movimos.
—Rebota, ángel —me ordenó, y con la ayuda de sus manos en
mis caderas, hice precisamente eso. La silla chirrió, los viejos
tornillos oxidados estaban flojos y quejándose en sus ranuras.
—Hazte venir —dijo, después de haber estado montándolo y
maldiciendo en el calor sofocante que nos rodeaba por un tiempo.
—No. —Hacía mucho que había olvidado por qué no deberíamos
haber estado follando en primer lugar. Ya no entendía el significado
del tiempo y cuánto nos quedaba. —. Aún no. —No quería que
terminara.
La silla se derrumbó y rodamos sobre el heno, con Cole ahora
encima de mí.
—Tú lo pediste —se burló antes de doblarme por la mitad, mis
rodillas presionando mis orejas mientras señalaba mi próstata y la
atacaba sin piedad.
—¡Mierda! —Grité, mientras él me miraba cruelmente.
—Maldita sea, Jasper. No puedo tener suficiente —dijo,
respirando con dificultad. —. ¿Cómo puedo hacerlo suficiente? —Se
quedó mirando soñadoramente su polla empalándome mientras yo
me retorcía, gemía y suplicaba un poco de alivio por su asalto a mi
cuerpo y mis sentidos. Estaba listo para tocar mi polla ahora.
343

Necesitaba correrme, pero el miedo de correrme mientras él seguía


trabajando así me hizo pensarlo dos veces.
Página

—Por favor —jadeé. Se inclinó hacia adelante y solté los puñados


de heno que sostenía para acercarlo más a mí.
Esto se sentía severo, enojado, fuera de nuestras manos, y cuanto
más rápido se movía, más fuerte lo apretaba con mis brazos y mi
agujero, haciendo que doliera muchísimo.
—Tú primero —dijo, chasqueando las caderas y golpeando la
pelvis contra mi trasero. Con el tipo de profundidad que su polla
había alcanzado en esta posición, y el choque continuo contra mi
protuberancia, no podía tenerlo dentro de mí después de haber
tenido un orgasmo. No esta vez. No sobreviviría.
Cambió nuestras posiciones, la transición hizo que mi cabeza
diera vueltas.
—Ahora —dijo, dando una orden y dándome una fuerte palmada
en el trasero.
—Otra vez —dije, apoyando mis manos a cada lado de su cabeza
y montándolo con fuerza. Continuó azotándome con una mano
pesada, el sonido resonó en el establo, mientras trabajaba mi polla
con la otra. Sentiría el escozor de su mano durante días. —. Oh Dios.
Joder.
—Más rápido, ángel. Fóllame la polla más rápido —alentó. —.
Mierda, Jasper. ¿Escuchas los sonidos que estamos haciendo?
¿Escuchas lo mojado que suenas encima de mí? Nunca me cansaré
de follarte. Nunca —gruñó. Mordí su hombro y me corrí, mi grito
pasó entre mis dientes para ser absorbido por su piel y el músculo
debajo de ella.
—Oh, joder —clamé, mientras él venía justo detrás de mí y
continuaba chocando contra mí. —. Espera —le rogué.
—Casi… terminado —dijo, su liberación palpitaba dentro de mí.
Se sentó, sosteniendo mi cintura para que siguiera moviéndome
hacia él. —. Necesito romperte la piel —susurró antes de hundir sus
dientes en el área alrededor de mi pezón y quedarse quieto cuando
344

su orgasmo se completó. Sostuve su cabeza hacia mí, alentando su


hábito mientras recuperaba el aliento. Hay se aferró a cada parte de
Página

nosotros.
Se echó hacia atrás, mirándome como un borracho, lamiéndose
los labios.
—Que te jodan, Sr. Kincaid —dije débilmente.
—Eso fue lo que hiciste —Se rio, exhausto cuando aparté su
rostro, sin apreciar su sarcasmo.
Cole nos limpió con la manguera afuera, el agua fría se sentía
genial contra mi carne caliente y castigada. Nos vestimos y
condujimos hasta la noche hasta la casa.
—¿Aún no quieres decirme nada? —Cole preguntó mientras
abría la puerta principal.
—¡Sorpresa! —Las luces se encendieron, y de cada rincón
surgieron amigos y familiares. Desde la sala de estar a nuestra
derecha, Sofía y su esposo hicieron su entrada, Franklin emergió de
detrás de las escaleras y, corriendo por el pasillo desde la cocina,
aparecieron Camille, quien se había convertido en la hermana
pequeña que Cole nunca tuvo, y Leland, con quien había disfrutado
forjar una alianza, a pesar de los celos residuales que aún persistían.
—No tienes por qué sentirte amenazado por mí —había dicho
una vez que Cole y yo fuimos oficiales.
—Soy un trabajo en progreso —respondí, pero sospechaba que
siempre tendría un problema con cualquiera que pensara que
podía amar a Cole, o conocer a Cole tanto como yo, sin importar
en qué capacidad.
Pancartas y serpentinas colgaban del entrepiso, donde los hijos
de Sofía tocaron los cuernos y agitaron los badajos.
—Feliz cumpleaños, cariño —dije, besando la expresión tonta de
su rostro. —. No pensaste que lo había olvidado, ¿verdad?
Cenamos, jugamos, tomamos unas copas, comimos pastel de
cumpleaños y dimos discursos sinceros. Y para rematar la noche,
Cole recibió una llamada de uno de sus ingenieros. El prototipo del
345

corazón artificial estaba completo, lo que provocó otra ronda de


abrazos y risas.
Página

En un momento, encontré a Cole parado afuera de nuestra sala


de estar, sonriendo con nostalgia a nuestro grupo mientras hacían
chapuzas en las charadas, a Franklin en particular, quien
extrañamente no podía apartar los ojos de Leland.
Franklin había sido una vez la persona que se quedaba al margen
y contemplaba a su familia mientras jugábamos. Ahora estaba en el
meollo del asunto mientras su hijo aprovechó la oportunidad para
mirar con orgullo. Círculo completo.
—¿Qué puedo hacer por ti? —Pregunté, acercándome a él. —.
Cualquier cosa. Es tu día. Cualquier cosa que quieras, cualquier cosa
que necesites, como quieras de mí —dije, bajando la voz. —. Todo lo
que tiene que hacer es pedirlo. —Pasaría el resto de mi vida dándole
todo de mí, porque ya había pasado demasiado sin darle lo
suficiente. Lo amaría ferozmente. Pelearía cada batalla junto a él. Y
nada ni nadie volvería a interponerse entre nosotros. —. ¿Qué
necesitas? ¿Qué más haría que este día fuera perfecto para ti?
—No necesito nada más, ángel. Porque todo lo que amamos está
aquí —susurró, mirándome con ojos llorosos.
—Todo —repetí. —. Todo.

—¡ÁNGEL! —COLE GIMIÓ DESDE NUESTRO DORMITORIO


MIENTRAS YO ENTRABA POR LA PUERTA PRINCIPAL, ME
QUITABA LOS ZAPATOS DE UNA PATADA Y ME DESNUDABA
MIENTRAS SUBÍA CORRIENDO LOS ESCALONES EN LA
OSCURIDAD.
—¡Te dije que no empezaras sin mí! —Dije, acelerando el paso
una vez que llegué al rellano de arriba. Ruidos de bofetadas
346

húmedas resonaron por el largo pasillo. Se me hizo la boca agua y mi


Página

polla se endureció. —. Joder, Cole. —Mi hombro chocó contra el


marco de la puerta mientras lo usaba como apoyo.
Había velas encendidas en todos los rincones de la habitación y
las cortinas de las puertas del balcón estaban corridas, dejando
entrar la luz de la luna. En el centro de nuestra cama, con las piernas
bien abiertas, los pies plantados y con un gorro de cumpleaños, Cole
yacía jadeando, con una mano agarrada a la cabecera mientras la
otra le follaba la polla. Semen corrió por el pliegue de su ingle,
llegando hasta su culo. Esta no fue su primera ronda.
—Tardaste demasiado. Yo... te lo dije... yo... —Sus caderas se
elevaron mientras gemía, sacudiéndose más rápido. —. Te dije que
te necesitaba ahora, ángel.
Por mucho que amáramos a nuestra tribu, al final de la noche
anhelábamos nuestro tiempo a solas. Les habíamos ofrecido a todos
una habitación de invitados, pero Leland ya les había advertido
cómo sería pasar la noche bajo el mismo techo con nosotros. Al
parecer, no sabíamos quedarnos callados.
Después de despedir a todos con más comida y pastel de lo que
podían llevar, no perdimos ni un segundo en quitarnos la ropa y
meternos en la ducha. Luego nos dimos cuenta de que todavía no
habíamos abastecido la casa con lubricante, ni mucho menos para
ser honesto, y nuestra única botella había sido olvidada en los
establos.
Había dejado a Cole para preparar la escena en nuestra
habitación mientras yo corría hasta allí para conseguirlo.
—No vengas —dije, quitándome la ropa interior y sintiéndome
extrañamente excluido.
—Pon tu culo en mi polla, ángel —dijo a modo de advertencia.
Me senté a horcajadas sobre él, metiendo lubricante en mi agujero
mientras él giraba la botella sobre su polla resbaladiza.
Se mantuvo firme en la base mientras lo tragaba centímetro a
347

centímetro hasta la mitad del camino. Todavía estaba un poco


adolorido por lo de antes. No lo suficiente como para evitar que le
Página

tome la polla, pero sí lo suficiente como para preocuparme por


tomarlo hasta el final.
Lo monté al estilo vaquero, pellizcándome tímidamente los
pezones y mordiéndome la punta del dedo mientras gemía
constantemente su nombre.
—Maldita sea, Jasper —se atragantó, tomando la medida de mi
polla con su mano lubricada. —. Me encanta cómo se curva aquí —
dijo, aplicando presión en el lugar donde se ensanchó y asintió hacia
la izquierda. —. Me encanta esta vena de aquí. —Hizo cosquillas con
un dedo a lo largo de la vena hinchada en la parte inferior, cada
palabra le arrancaba.
Le di una palmada en el pecho cuando mis piernas comenzaron a
cansarse y el sudor comenzó a formarse por todas partes.
—¿Puedes tomar más de mí? —preguntó, dejándome marcar y
mantener el ritmo.
—Quiero hacerlo, pero eres demasiado grande, Cole.
—Mentiroso —se rio entre dientes, lamiendo una gota blanca de
mi líquido preseminal de su pulgar. La afirmación no era mentira, la
insinuación de que era un problema era definitivamente una
tontería.
—Te encanta el impulso que supone para mi ego, ¿verdad, ángel?
—canturreó mientras yo bajaba mis rodillas al colchón y dejaba que
lentamente me llenara con el resto de su polla. Caí sobre él, mis
manos se apretaron en la barandilla de la cabecera mientras Cole me
guiaba con cuidado arriba y abajo de su erección.
—Diablos, sí —dije, mi cabello cayendo sobre mis ojos. Liberé
una mano para recoger el semen que se acumulaba en los surcos de
los músculos de su estómago. Me lo chupé del dedo e hice un
espectáculo de follarme la boca con el dedo, antes de someterlo a un
beso con sabor a semen.
—¿Estás cerca? —preguntó frenéticamente, apretando mi polla y
348

sacándome con vigor. Asentí, con los ojos en blanco. —. Yo también.


—dijo, mientras el aire entraba y salía de su boca abierta.
Página

Los dos estábamos allí, justo allí, podía sentirlo, y deslicé una
mano detrás de mí, enviando mi dedo mojado directamente a través
de su culo, torciéndolo, hasta encontrar su glándula.
Cole hizo un puente sobre sus caderas con un grito salvaje, mi
mano todavía en la barandilla era lo único que me mantenía sentado
mientras su semen se derramaba dentro de mí.
—Tócame, Cole —le rogué. La conmoción había congelado la
mano que la acariciaba. Dos bombas más tarde y disparé por todos
lados, una gota se le quedó atrapada en el ombligo.
Estábamos sudorosos y pegajosos, pero demasiado cansados
para preocuparnos.
—Justo aquí —dijo Cole, señalando el centro de su garganta. Mi
nariz se frotó mientras rodeaba mis caderas, y su polla tuvo un
espasmo dentro de mí. Me relajé contra él mientras él presionaba
mis nalgas con ambas manos, asegurándose de que su polla
permaneciera quieta el mayor tiempo posible.
—Dame unos minutos para recuperar el aliento. Entonces te
lameré hasta dejarte limpio, ángel —prometió, presionándome y
apretándome entre sus palmas. Gruñí adormilado.
No me había dado cuenta de que me había quedado dormido
hasta que Cole me despertó con un beso.
—¿Por qué sigues despierto, cumpleañero? —Pregunté,
rascándose el cuero cabelludo. Nos acostamos de lado uno frente al
otro con una fina sábana encima. La luz de las velas todavía
parpadeaba a nuestro alrededor.
—Son las cuatro de la mañana. —Él me sonrió. —. Se acabó el
cumpleaños.
Tarareé, rodando sobre mi espalda y estirando mis
extremidades, sintiendo el dulce dolor entre mi hendidura.
—¿Dormiste un poco?
—Sí.
349

—¿Y por qué estamos despiertos ahora? —Pregunté, confundido,


parpadeando perezosamente hacia él.
Página

—Porque está lloviendo —dijo. Me puse de rodillas y miré a


través de las puertas de la terraza del dormitorio.
—Sí —dije, dejándome caer de nuevo, —ahora volvamos a
dormir. —Mi nariz buscó su garganta. El nudo allí tembló por su risa
silenciosa, y retrocedí, de repente más alerta. —. ¿Qué me estoy
perdiendo?
—Te amo. Y no puedo creer que pueda pasar el resto de mi vida
contigo. Es oficialmente el primer día de verano y está lloviendo,
ángel.
Mi sonrisa fue lenta y tímida cuando recordé aquello.
“Un día, cuando el clima cambie, cuando haga más calor”, había
dicho. "Te follaré bajo la lluvia, ángel. Lo prometo."
“El primer día de verano”, había respondido yo.
—No pensaste que olvidaría mi promesa, ¿verdad?
—Nunca —susurré con certeza. —. ¿Así será siempre? —Le
pregunté mientras se levantaba, apartaba la sábana de mi cuerpo y
me arrastraba hasta el borde de la cama por las pantorrillas. —.
¿Siempre nos sentiremos tan afortunados? ¿Siempre nos amaremos
así de fuerte? ¿Siempre nos desearemos tanto el uno al otro? —
Ahora que estaba de pie, vi la felicidad en su rostro, las emociones
surgieron a gran intensidad mientras la lluvia golpeaba las puertas
de vidrio, rogándonos que nos apuráramos.
—¿Cómo es posible amar tanto algo? —Pregunté, tratando de
comprender por qué mi corazón quería y necesitaba tanto el suyo.
Me sentí asfixiado por mi amor por él.
Me miró fijamente, sin palabras, con los ojos llenos de devoción.
Y fue entonces cuando noté la banda de platino en mi dedo. El que
había señalado en el escaparate de una joyería por el que habíamos
pasado durante mi último semestre en Harvard.
—Lo compré al día siguiente —dijo, con un raro sonrojo
arrastrándose por su cuello. —. Había planeado dártelo
350

eventualmente, pero las cosas habían salido de manera diferente.


Fue simple, como yo. Nada como el llamativo anillo de diamantes
Página

que Daniel me había regalado. Y significó mucho que él podría


haberse permitido algo más elegante, pero en su lugar me había
conseguido lo que quería.
—¿Te has aferrado a esto todo este tiempo?
—Me he aferrado a ti todo este tiempo, ángel.
—¿Es esto real? —pregunté. —. No me refiero al anillo, sino la
vida que estoy viviendo, a nosotros, a lo que está pasando en este
momento. —Habíamos enfrentado tantos obstáculos al tratar de
amarnos el uno al otro que a veces era difícil recordar que lo
habíamos superado todo. Era difícil recordar que ahora se nos
permitía ser felices en voz alta. Y Cole no se cansaba de
recordármelo. De mostrarme que era real.
—Oh, esto es jodidamente real. Y planeo pasar el resto de mi
vida mostrándote exactamente cuán real puede llegar a ser.
¿Recuerdas lo que te dije ayer? ¿Y el día anterior? ¿Y el día antes de
eso?
Sacudí la cabeza y las palabras me fallaron.
—¿Qué dije?
—"Este amor es eterno, mi ángel" —le cité con ternura —, y te
amo tanto que siento dolor en el corazón" —En la terraza, Cole
colocó el cojín de la tumbona sobre los adoquines de piedra, luego
nos guio hacia él, haciéndome el amor mientras la lluvia se mezclaba
con nuestras lágrimas, purificándonos. Haciéndonos completos.
Puede que las mentiras hayan tejido de nuevo nuestros destinos,
pero es el amor el que sostendrá nuestra unión
351
Página
Haga clic aquí para ver todos los libros de CP Harris
352
Página
Website | Newsletter | Facebook | Facebook Readers Group |
Amazon | BookBub | Goodreads | Instagram
353
Página
Para los sospechosos habituales: Mi marido, mis hijos, mis
mejores amigos y mis lectores beta Irish, Layla, Heather y Marley.
Gracias a todos por el papel que desempeñaron para poner este
libro en forma.
Muchísimas gracias a mi editora creativa, Anette King. No sólo
eres increíble en tu oficio, sino que tu constante positivismo y fe en
este libro es algo que nunca olvidaré. Ahora estás conmigo.
Y, por último, pero no por ello menos importante, gracias a mis
correctoras, Lori y Jill, que han estado conmigo desde el principio.
Ambas son estrellas del rock. Y a Kris Jacen por su ayuda en "El buen
mentiroso".
354
Página

También podría gustarte