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Jugando carnaval con los vecinos

En el edificio donde yo vivía teníamos unos vecinos muy bochincheros y en carnaval les
encantaba jugar con agua. Casi todos participábamos de este juego. La vecina del
departamento de enfrente y sus hijos, mi mamá y sus cinco hijas que vivimos en planta baja,
echábamos agua con ollas, pistolas, baldes, globos, lo que fuera, a los vecinos de los
apartamentos de arriba y ellos a nosotros. Aquellos pasillos y escaleras chorreaban agua. Era
muy divertido. Así pasamos toda la tarde del domingo de carnaval. Pero la diversión se acabó
cuando llegó mi papá, con unas cervecitas de más y nos encontró en pleno desastre.

Entramos a la casa y mi papá se puso a discutir con mi mamá, porque a él no le gustaban esos
bochinches y mucho menos con los vecinos de arriba. Mi mamá tratando de apaciguarlo y
nosotras un poco asustadas por los gritos de mi papá. Él agarró una de las ollas que estábamos
usando para jugar y la tiro con violencia al piso. Yo pegue un brinco del susto. Y mi hermanita
más pequeña, que tendría como tres años, aquello le pareció una gracia y fue a buscar una
sillita que nos había hecho mi abuelo y se la dio a mi papá y le dijo. ¡Papi tira esta también! JA
JA JA JA JA JA, allí a mi papá se le pasó la rabia y todos nos echamos a reír mucho.

En medio de la diversión la policía llegó

Ese domingo de febrero todos los vecinos de nuestra calle acordaron jugar los carnavales
“hasta las últimas consecuencias” (eso sonaba a desafío). Doña Rosa sacó su gran piscina y la
pusimos en la calle, la llenamos de agua y comenzó la diversión.

Grandes y chicos se bañaban en la piscina otros corrían persiguiéndose y pintándose la cara y


reventando globos. Don Pedro y la “muchachada” (los veteranos del barrio) disfrutaban de sus
cervecitas bien heladas. Todo era risa y diversión.

De pronto, llega un contingente de serenos de la municipalidad por la campaña de


concientización por el dengue y porque la piscina estaba en una zona pública.

Doña Rosa y varios más se pusieron “sabrosos” (atrevidos); sin embargo, los de serenazgo no
cedieron a los ruegos, amenazas, ni nada. Exigieron que desarmemos la piscina y botáramos
toda el agua, porque era un posible foco de infección. Al final tuvimos que acatar la ordenanza
y toda la diversión acabó, cada uno se tuvo que ir a su casa triste.

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