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Estas líneas intentan sintetizar la estructura argumentativa y los ejes conceptuales que se
despliegan en el texto de Bajtin. No remplazan de ningún modo la comprensión que cada uno/a de
ustedes hace de la lectura crítica y atenta del mismo. Se propone como una instancia para dialogar
y para comparar la propia interpretación y comprensión con este escrito. Luego de leer este
resumen les recomendamos que vuelvan sobre el texto original para profundizar y revisar algunas
ideas preliminares.
Los géneros discursivos son los tipos de enunciados relativamente estables que tiene cada
esfera de la actividad humana.
"Cada enunciado separado es, por supuesto, individual, pero cada esfera del uso de la
lengua elabora sus tipos relativamente estables de enunciados, a las cuales llamaremos
géneros discursivos"(p.248)
En todos los casos estos géneros se definen por los tres momentos antes mencionados: el
tema, el estilo y la estructura.
Bajtin plantea la importancia de diferenciar entre dos grandes clases: los géneros
primarios y los secundarios. La distinción depende fundamentalmente de su forma.
Los géneros secundarios son aquellos que surgen en una situación de comunicación más
compleja con un alto grado de organización y desarrollo cultural. Requieren de un
aprendizaje especial justamente por la complejidad de su elaboración, requieren de una
planificación. En general son escritos. Son las novelas, las investigaciones científicas, los
géneros periodísticos, entre otros. En su formación los géneros secundarios reúnen y
reelaboran a los géneros primarios.
"Sobre todo hay que prestar atención a la diferencia, sumamente importante, entre géneros
discursivos primarios (simples) y secundarios (complejos); tal diferencia no es
funcional."(p.250)
¿LISTA COMPLETA DE LOS GÉNEROS DISCURSIVOS?
"La riqueza y diversidad de los géneros discursivos es inmensa, porque las posibilidades de
la actividad humana son inagotables y porque en cada esfera de la praxis existe todo un
repertorio de géneros discursivos, que se diferencia y crece a medida de que se desarrolla y
se complica la esfera misma." (p.248)
Si bien todo enunciado es individual y en este sentido puede reflejar la individualidad del
hablante, o sea, puede tener un estilo individual, no todos los géneros son igual de
favorables para reflejar la individualidad. Los más favorables son los literarios ( es uno de
sus objetivos, reflejar la individualidad). Los menos favorables son los géneros que
requieren una forma estándar (documentación formal, órdenes militares).
En la mayoría de los géneros, el estilo individual no sirve, como en la novela, de objetivo.
Los estilos lingüísticos son estilos genéricos de la actividad y la comunicación humanas. En
cada esfera se usan géneros propios.
Una función determinada y unas condiciones específicas originan géneros determinados, o
sea, tipos de enunciados relativamente estables desde lo temático, los aspectos
compositivos y estilísticos. Entonces, para estudiar el estilo hay que estudiar los géneros.
Entendiendo el estilo como los tipos determinados de construcción de la totalidad, tipos de
culminación, tipos de relación que el hablante establece con otros participantes de la
comunicación discursiva.
"El estilo entra como elemento en la unidad genérica del enunciando. Lo cual no significa,
desde luego, que un estilo lingüístico no pueda ser objeto de un estudio específico e
independiente. Tal estudio, o sea la estilística del lenguaje como disciplina independiente,
es posible y necesario. Pero este estudio sólo sería correcto y productivo fundado en una
constante consideración de la naturaleza genérica de los estilos de la lengua, así como en un
estudio preliminar de las clases de géneros discursivos."( p 253)
Los límites de la oración (como unidad de la lengua) nunca se definen por el cambio de
sujetos discursivos. Ese cambio lo convierte en un enunciado completo.
La oración no se relaciona directamente y por sí misma con la realidad extra verbal y con
los enunciados de los otros hablantes, lo hace a través del contexto, o sea mediante el
enunciado en su totalidad (cuando es réplica de diálogo sí, porque es enunciado).
Los hablantes no intercambian oraciones sí enunciados, construidos con las unidades de la
lengua: palabras, oraciones.
La obra (científica, artística) está orientada a la respuesta del otro y define las posiciones de
respuesta en condiciones de comunicación discursiva de cada esfera de la cultura.
La oración y la palabra son neutras, objetivas. Si tengo en cuenta la totalidad y lo vinculo
con otras palabras es enunciado y allí sí hay valoración.
"A diferencia de los enunciados y de los géneros discursivos, las unidades significantes de
la lengua (palabra y oración), por su misma naturaleza carecen de ese carácter destinado:
no pertenecen a nadie y no están dirigidas a nadie. Es más, de suyo carecen de toda actitud
hacia el enunciado, hacia la palabra ajena. Si una determinada palabra u oración está
dirigida a alguien, estamos frente a un enunciado concluso, y el carácter destinado no les
pertenece en tanto que a unidades de la lengua, sino en tanto que enunciados" (p. 289)
Mijaíl Bajtín, “El problema de los géneros discursivos” en Estética de la creación
verbal
ESTO es una guía de lectura. Las preguntas son indicativas de los temas, conceptos y/o
problemas que estructuran la argumentación del texto. No es necesario que las
contesten, pero si deciden responderlas tengan en cuenta que el resumen que surgirá de
dichas respuestas es una primera aproximación y debe ser reelaborado luego de las
instancias de autoevaluación, las discusiones en los foros y lecturas posteriores.
1. ¿Cuáles son los tres aspectos que señala Bajtín para analizar los rasgos relativamente
estables de los géneros discursivos?
5. ¿Se podría hacer una lista completa de los géneros discursivos? Justifique su
respuesta.
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PROLOGO
Por otra parte, puesto que ‛‛la historia constituye Siempre la relación entre un
presente y un pasado", el estudio de esas relaciones entre el arte histórico y la
experiencia cotidiana se desdobla en dos grandes tópicos, que se entrelazan a lo largo
del libro: al la comparación entre la función sociocultural del arte en el pasado y la de la
publicidad en el presente, y de las nuevas condiciones impuestas a la "manera de ver" el
arte por la aparición de los medios de Comunicación de masas.
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conferencias ante la televisión- lo explican. Pero es quizás el hecho mismo de haberse
puesto en esas circunstancias lo que mejor puede caracterizar la actitud del autor.
Difícilmente puede imaginarse un discurso más Comprometido en todos los sentidos —
incluyendo la demolición de la valla de respetabilidad ‛‛doctoral" Con que el intelectual
Suele (tiene que, muchas veces) defenderse de un entorno Social hostil-, más generoso
en afirmaciones polémicas, que se presentan Sin justificación —y algunas de las cuales
Son, Seguramente, injustificables-. El tono del discurso es, por decirlo con una palabra,
el de un panfleto. Un panfleto que viene a sacudir saludablemente nuestra adormecida
Conciencia, no Sólo en cuanto a lo que el arte histórico es y ha sido, sino también, y esto
es en definitiva lo que importa, en cuanto a lo que es y de dónde viene la Sociedad en
que vivimos. T. LI.
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Nota al lector
Somos cinco los autores de este libro. Nuestro punto de partida fueron algunas
ideas de la serie de televisión Ways of Seerhg. Hemos procurado ampliar y matizar estas
ideas, que han influido no sólo en lo que decimos en este libro sino en cómo hemos
procurado decirlo. La forma del libro y su contenido son dos factores igualmente
importantes respecto a nuestro propósito.
El libro consta de siete ensayos numerados, que pueden leerse en cualquier
orden. En cuatro ensayos se utilizan palabras e imágenes; en los tres restantes, sólo
imágenes. Estos ensayos puramente visuales sobre los modos de ver mujeres y sobre los
diversos y contradictorios aspectos de la tradición de la pintura al óleo están pensados
para suscitar tantas preguntas como los ensayos verbales. En los ensayos visuales a
veces no se da ninguna información sobre las imágenes reproducidas porque nos parecía
que tal información podría distraer la atención de lo verdaderamente esencial. Sin
embargo, esta información se encuentra en la lista de obras reproducidas, al final del
libro.
Ninguno de los ensayos pretende tratar más que algunos aspectos de cada tema,
y en particular aquellos que la moderna conciencia histórica ha llevado a primer piano.
Nuestro principal objetivo ha sido iniciar un proceso de averiguación.
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1
La vista llega antes que las palabras. El niño mira y ve antes de hablar.
Pero esto es cierto también en otro sentido. La vista es la que establece nuestro
lugar en el mundo circundante; explicamos es mundo con palabras, pero las palabras
nunca pueden anular el hecho de que estamos rodeados por él. Nunca Se ha establecido
la relación entre lo que vemos y lo que Sabemos. Todas las tardes vemos ponerse el Sol.
Sabemos que la tierra gira alrededor de él. Sin embargo, el conocimiento, la explicación,
nunca se adecua completamente a la visión. El pintor surrealista Magritte comentaba
esta brecha siempre presente entre las palabras y la visión en un cuadro titulado La
Clave de los Sueños.
Lo que sabemos o lo que creemos afecta al modo en que vemos las cosas. En la
Edad Media, cuando los hombres creían en la existencia física del infierno, la vista del
fuego significaba seguramente algo muy distinto de lo que significa hoy. No obstante, su
idea del infierno debía mucho a la visión del fuego que consume y las cenizas que
permanecen, así como a su experiencia de las dolorosas quemaduras.
Cuando se ama, la vista del ser amado tiene un carácter de absoluto que ninguna
palabra, ningún abrazo puede igualar: un carácter de absoluto que sólo el acto de hacer
el amor puede alcanzar temporalmente. Pero el hecho de que la vista llegue antes que el
habla, y que las palabras nunca cubran por completo la función de la vista, no implica
que ésta sea una pura reacción mecánica a ciertos estímulos. (Sólo cabe pensar de esta
manera si aislamos una pequeña parte del proceso, la que afecta a la retina.) Solamente
vemos aquello que miramos. Y mirar es un acto voluntario, como resultado del cual, lo
que vemos queda a nuestro alcance, aunque no necesariamente al alcance de nuestro
brazo. Tocar algo es situarse en relación con ello. Cierren los ojos, muévanse por la
habitación y observen cómo la facultad del tacto es una forma estática y limitada de
visión.) Nunca miramos sólo una cosa; siempre miramos la relación entre las cosas y
nosotros mismos. Nuestra visión está en continua actividad, en continuo movimiento,
aprendiendo continuamente las cosas que se encuentran en un círculo cuyo centro es ella
misma, constituyendo lo que está presente para nosotros tal cual somos.
Poco después de poder ver somos conscientes de que también nosotros podemos
ser vistos.
El ojo del otro se combina con nuestro ojo para dar plena credibilidad al hecho de
que formamos parte del mundo visible.
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La Clave de los sueños, Magrïtte 1898-1967
Todas las imágenes a que se refiere este libro son de factura humana.
Una imagen es una visión que ha sido recreada o reproducida. Es una apariencia,
o conjunto de apariencias, que ha sido separada del lugar y el instante en que apareció
por primera vez y preservada por unos momentos o unos siglos. Toda imagen encarna
un modo de ver y Incluso una fotografía, pues las fotografías no son como Se Supone a
menudo, un registro mecánico. Cada vez que miramos una fotografía somos conscientes,
aunque sólo sea débilmente, de que el fotógrafo escogió esa vista de entre una infinidad
de otras posibles. Esto es cierto incluso para la más des- preocupada instantánea
familiar. El modo de ver del fotógrafo se refleja en su elección del tema. El modo de ver
del pintor se reconstituye a partir de las marcas que hace sobre el lienzo o el papel. Sin
embargo, aun- que toda imagen encarna un modo de ver, nuestra percepción o
apreciación de una imagen depende también de nuestro propio modo de ver. (Por
ejemplo, es posible que Sheila sea sólo una figura entre veinte, pero para nosotros, y por
razones personales, sólo tenemos ojos para ella.)
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la belleza la forma
la verdad la posición Social
el genio el gusto
la civilización etcétera
Muchas de estas hipótesis ya no se ajustan al mundo tal cual es. (El mundo-ta|—
Cua|—es es algo más que un puro hecho objetivo; incluye Cierta conciencia.) Salidas de
una verdad referida al presente, estas hipótesis Oscurecen el pasado. Lo mistifican en
lugar de aclararlo. El pasado nunca esté ahí, esperando que lo descubran, que lo
reconozcan como es. La historia Constituye Siempre la relación entre un presente y su
pasado. En Consecuencia, el miedo al presente lleva a la mistificación del pasado. El
pasado no es algo para vivir en él; es un pozo de conclusiones del que extraemos para
actuar. La mistificación Cultural del pasado entraña una doble pérdida. Las Obras de arte
resultan entonces innecesariamente remotas. Y el pasa- do nos ofrece entonces menos
Conclusiones a completar con la acción.
Cuando ‛‛vemos" un paisaje, nos situamos en él. Si "viéramos" el arte del pasado,
nos Situáramos en la historia. Cuando se nos impide verlo, se nos priva de la historia que
nos pertenece. ¿A quién beneficia esta privación? En Último término, el arte del pasado
está Siendo mistificado porque una minoría privilegiada Se esfuerza por inventar una
historia que justifique retrospectivamente el papel de las Clases dirigentes, Cuando tal
justificación no tiene ya Sentido en términos modernos. Y así es inevitable la
mistificación.
Regentes del asilo de ancianos, Frans Hals 7580-1666. Regentas del asilo de ancianos, Frans Hals, 1580-1666
Los dos Últimos Cuadros importantes de Frans Ha|S retratan a Los gobernadores
y gobernadoras de un asi|o de ancianos del Siglo XVII en la Ciudad holandesa de
Haarlem. Se trata de retratos encargados Oficialmente. Hals, un viejo de más de Ochenta
años, fue despedido. Vivió la mayor parte de Su vida entrampado. En el invierno de
1664, año en que empezó a pintar estos cuadros, consiguió tres préstamos de turba de
la Caridad pública, pues de otro modo hubiera muerto literalmente de frío. Los que ahora
posaban para él eran los administradores de esa caridad pública.
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El autor del libro registra estos hechos y luego afirma explícitamente que Sería
incorrecto leer un los cuadros crítica alguna a sus personajes. No hay ninguna prueba,
dice, de que Hals los pintara con resentimiento. Sin embargo, el autor considera que son
unas notables obras de arte y nos explica por qué. Ha- blando de las Regentas, dice:
Cada mujer nos habla de la condición humana con idéntica importancia. Cada
mujer destaca con idéntica claridad sobre la enorme Superficie oscura, pero están ligadas
todas por una firme disposición rítmica y por la tenue configuración triagonal formada
por Sus cabezas y sus manos. Sutiles rnodulaciones de lo profundo, radiantes negros
contribuyen a la fusión armoniosa del conjunto y forman un inolvidable contraste con los
poderosos blancos y los vividos tonos carne donde las pinceladas sueltas alcanzan un
máximo de holgura y fuerza.
Como en tantos otros cuadros de Hals, las penetrantes caracterizaciones casi nos
seducen hasta creer que conocemos los rasgos de la personalidad e incluso los hábitos de
los hombres y mujeres retratados,
¿Qué “seducción" es esta de la que habla? Es simplemente la acción de los
cuadros sobre nosotros. Pero ellos actúan sobre nosotros porque nosotros aceptamos el
modo en que Hals vio a sus modelos. Y no lo aceptamos inocentemente. Lo aceptamos
en la medida en que corresponde a nuestra observación de las personas, los gestos, los
rostros y las instituciones. Esto es posible porque seguimos viviendo en una Sociedad de
relaciones Sociales y valores morales comparables. Y esto es precisamente lo que da a
los cuadros una importancia psicológica y Social. Esto es _y no la habilidad del pintor
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como ‛‛seductor"— lo que nos convence de que podemos conocer a las personas
retratadas.
El autor Continúa:
Esto es mistificación.
Para evitar la mistificación del pasado (que también puede sufrir mistificaciones
seudomarxistas), examinemos ahora la particular relación que existe actualmente, en lo
que a las imágenes pictóricas se refiere, entre el presente y el pasado. Si somos Capaces
de ver el presente con la suficiente claridad también lo Seremos de plantearnos los
interrogantes adecuados sobre el pasado.
Hoy vemos el arte del pasado como nadie lo
vio antes. Lo percibimos de un modo realmente
distinto.
Podemos ilustrar esta diferencia con el ejemplo
de la perspectiva. La perspectiva estaba sometida a
una convención, exclusiva del arte europeo y
establecida por primera vez en el Alto Renacimiento,
que lo centra todo en el ojo del observador. Es como
el haz luminoso de un faro, Sólo que en lugar de luz
emitida hacia afuera, tenemos apariencias que Se
desplazan hacia dentro. Las convenciones llamaban
realidad a estas apariencias. La perspectiva hace del
ojo el centro del mundo visible. Todo converge hacia
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el Ojo como si este fuera el punto de fuga del infinito. El mundo visible está ordenado en
función del espectador, del mismo modo que en otro tiempo se pensó que el universo
estaba ordenado en función de Dios.
Soy un ojo. Un ojo mecánico. Yo, la máquina, os muestro un mundo del único
modo que puedo verlo. Me libero hoy y para Siempre de la inmovilidad humana. Estoy en
Constante movimiento. Me aproximo a los objetos y me alejo de ellos. Repto bajo ellos.
Me mantengo a la altura de la boca de un caballo que corre, Caigo y me levanto con los
Cuerpos que Caen y se levantan. Esta Soy yo, la máquina, que maniobra Con
movimientos Caóticos, que registra un movimiento tras otro en las combinaciones más
complejas.
Libre de las fronteras del tiempo y el espacio, Coordino Cualesquiera y todos los
puntos del universo, allí donde yo quiera que estén. Mi camino lleva a la creación de una
nueva percepción del mundo. Por eso explico de un modo nuevo el mundo desconocido
para vosotros. (Cita tomada de un artículo escrito en 1923 por Dziga Verrov, el
revolucionario director de cine soviético).
Esto no quiere decir que antes de inventarse la Cámara los hombres creyeran que
Cada cual podía verlo todo. Pero la perspectiva organizaba el campo visual Como Si eso
fuera realmente lo ideal. Todo dibujo O pintura que utilizaba la perspectiva proponía al
espectador como Centro único del mundo. La cámara —y sobre todo la cámara de Cine-
le demostraba que no era el Centro.
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La invención de la Cámara cambió el modo de ver de los hombres. Lo visible llegó
a significar algo muy distinto para ellos. Y esto se reflejó inmediatamente en la pintura.
La invención de la Cámara cambió también el modo en que los hombres veían los
cuadros pintados mucho antes de que la cámara fuese inventada. Inicialmente, los
Cuadros eran parte integrante del edificio al que iban destinados. En una iglesia O capilla
del Alto Renacimiento, uno tiene a veces la sensación de que las imágenes que hay en
sus muros son como grabaciones de la vida interior del edificio, de tal modo que
constituyen en Conjunto la memoria del edificio, hasta tal punto forman parte de la
singularidad de este.
En otro tiempo la unicidad de todo cuadro formaba parte de la unicidad del lugar
en que residía. A veces la pintura era transportable. Pero nunca se la podía ver en dos
lugares al mismo tiempo. La cámara, al reproducir una pintura, destruye la unicidad de
su imagen. Y su significación se multiplica y Se fragmenta en numerosas significaciones.
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Lo que ocurre cuando una pintura es mostrada por las pantallas de los televisores
ilustra nítidamente esto. La pintura entra en la casa de cada telespectador. Allí está,
rodeada por sus empapelados, sus muebles, sus recuerdos. Entra en la atmósfera de su
familia. Se convierte en su tema de conversación. Presta su significación a la significación
de ellos. Y al mismo tiempo, entra en otro millón de casas y, en cada una, es
contemplada en un contexto diferente. Gracias a la cámara, la pintura viaja ahora hasta
el espectador en lugar de Ser al contrario. Y Su significación Se diversifica en estos
viajes.
Cabría argüir que todas las reproducciones introducen una distorsión mayor o
menor, y que por tanto la pintura original sigue siendo única en cierto sentido. Aquí
tenemos una reproducción de La Virgen de las Rocas, de Leonardo da Vinci.
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La National Gallery vende más reproducciones del cartón de Leonardo, La Virgen y
el Niño con Santa Ana y San Juan Bautista que de cualquier otro Cuadro de su colección
Hace unos años, sólo lo conocían los estudiosos. Pero hoy es famoso porque un
americano quiso comprarlo por 2,5 millones de libras.
La falsa religiosidad que rodea hoy las obras originales de arte, religiosidad
dependiente en último término de su valor en el mercado, ha llegado a ser el sustituto de
aquello que perdieron las pinturas cuando la cámara posibilitó su reproducción. Su
función es nostálgica. He aquí la vacía pretensión final de que continúen vigentes los
valores de una Cultura oligárquica y antidemocrática. Si la imagen ha dejado de Ser
Única y exclusiva, estas cualidades deben Ser misteriosamente transferidas al Objeto de
arte, a la Cosa.
La mayoría da por supuesto que los museos están llenos de Sagradas reliquias
que Se refieren a un misterio que los excluye: el misterio de la riqueza incalculable. En
Otras palabras, Creen que esas Obras maestras originales pertenecen a la reserva de los
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ricos, (tanto material como
espiritualmente. En otra tabla se indica
la idea que las distintas clases sociales
tienen de una galería de arte.
En la era de la reproducción
pictórica A la significación de los
Cuadros ya no está ligada a ellos; su
significación es transmisible, es decir,
Se convierte en información de cierto
tipo, y como toda información, cabe
utilizarla O ignorarla; la información no
comporta ninguna autoridad especial.
Cuando un cuadro se destina al uso, su
significación se modifica o cambia
totalmente. Y hemos de tener muy
claro lo que esto entraña. No Se trata
de que la reproducción no logre reflejar
fielmente ciertos aspectos de una imagen; se trata de que la reproducción hace posible,
e incluso inevitable, que una imagen sea utilizada para numerosos fines distintos y que la
imagen reproducida, al contrario de la original, se presta a tales usos.
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Esto Se debe a que el film Se desarrolla en el tiempo, y el Cuadro no.
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Procesión al Calvario. Brueghel. 1525-1569.
Aquí tenemos el paisaje de un trigal con pájaros que vuelan sobre él. Mírenlo unos
instantes. Después vuelvan la página.
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Este es el ltimo Cuadro que pinto Van Gogh antes de suicidarse.
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Los cuadros reproducidos, como toda información, han de defender su propia
verdad contra la de toda otra información que se transmite continuamente.
Como las obras de arte son reproducibles, teóricamente cualquiera puede usarlas.
Sin embargo, la mayor parte de las reproducciones en libros de arte, revistas, films, o
dentro de los dorados marcos del Salón— se siguen utilizando para Crear la ilusión de
que nada ha cambiado, de que el arte, intacta su autoridad única, justifica muchas otras
formas de autoridad, de que el arte hace que la desigualdad parezca noble y las
jerarquías conmovedoras. Por ejemplo, el Concepto de una Herencia Cultural Nacional
aprovecha la autoridad del arte para glorificar el actual sistema social y sus prioridades.
Los adultos y los niños tienen a veces en sus alcobas o cuartos de estar tableros o
paneles en los que Clavan trozos de papel: Cartas, instantáneas, reproducciones de
cuadros, recortes de periódicos, dibujos Originales, tarjetas postales, Todas las imágenes
de cada tablero pertenecen al mismo lenguaje y todas son más o menos iguales porque
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han sido elegidas de un modo muy personal para ajustarse y expresarla experiencia del
habitante del Cuarto. Lógicamente, estos tableros deberían reemplazar a los museos.
¿Qué queremos decir realmente con esto? Permítannos antes aclarar lo que no
estamos diciendo.
No estamos diciendo que, ante las obras de arte originales, no quede lugar alguno
para la experiencia salvo la admiración por su supervivencia. El modo que se emplea
normalmente para aproximarse a las obras originales —mediante catálogos de museo,
guías y cassettes alquiladas, etc.- no es el único posible. Cuando se deje de mirar
nostálgicamente el arte del pasado, sus obras dejarán de ser reliquias sagradas, aunque
nunca volverán a ser lo que fueron antes de que llegaran las reproducciones. No estamos
diciendo que las obras originales sean inútiles hoy.
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significación del arte del pasado? ¿A los que pueden aplicarle sus propias vidas o a una
jerarquía Cultural de especialistas en reliquias?
Las artes visuales han existido siempre dentro de cierto coto; inicialmente, este
coto era mágico o sagrado. Pero era también físico: era el lugar, la caverna, el edificio en
el que o para el que se hacía la obra. La experiencia del arte, que al principio fue la
experiencia del rito, fue colocada al margen del resto de la vida, precisamente para que
fuera capaz de ejercer Cierto poder Sobre ella. Posteriormente, el coto del arte cambió
de carácter y se convirtió en coto Social. Entró a formar parte de la cultura de la clase
dominante y fue físicamente apartado y aislado en sus casas y palacios. A lo largo de
toda esta historia, la autoridad del arte fue inseparable de la autoridad del coto.
Lo que han hecho los modernos medios de reproducción ha sido destruir la
autoridad del arte y sacarlo —o mejor, sacar las imágenes que reproducen— de cualquier
coto. Por vez primera en la historia, las imágenes artísticas son efímeras, ubicuas,
carentes de corporeidad, accesibles, sin valor, libres. Nos rodean del mismo modo que
nos rodea el lenguaje. Han entrado en la corriente principal de la vida sobre la que no
tienen ningún poder por sí mismas.
Sin embargo, muy pocas personas son conscientes de lo que ha ocurrido porque
los medios de reproducción son utilizados casi siempre para promover la ilusión de que
nada ha cambiado, salvo que las masas, gracias a las reproducciones, pueden empezar
ahora a Saborear el arte de la misma manera que lo hacía en Otro tiempo una minoría
culta. Pero las masas siguen mostrando su desinterés y su escepticismo, lo cual es
bastante comprensible.
Si el nuevo lenguaje de las imágenes se utilizase de manera distinta, éstas
adquirirían, mediante su uso, una nueva clase de poder. Podríamos empezar a definir con
más precisión nuestras experiencias en Campos en los que las palabras son inadecuadas
(la vista llega antes que el habla). Y no sólo experiencias personales, sino también la
experiencia histórica esencial de nuestra relación con el pasado: es decir, la experiencia
de buscarle un significado a nuestras vidas, de intentar Comprender una historia de la
que podemos convertirnos en agentes activos.
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Ejes conceptuales del texto de Berger
Estas líneas intentan sintetizar la estructura argumentativa y los ejes conceptuales que se
despliegan en el texto de Berger. Se propone como una instancia para dialogar y para
comparar la propia interpretación y comprensión. Luego de leer este resumen les
recomendamos que vuelvan sobre el texto original para profundizar y revisar algunas
ideas preliminares.
Hoy, más que nunca, vivimos en el “imperio de las imágenes”. Ellas modelan
nuestro imaginario y trazan los límites de nuestra subjetividad, pero sobre todo, hacen ver
(el mundo). Constituyen el régimen escópico que, desde la modernidad, anuda la visión al
saber y al poder como estrategia de control social. Por ello, es preciso comprender que las
imágenes que producimos, los formas en que las percibimos y el sentido que circula en
ellas no son evidentes. Estos “modos de ver”, son un constructo social y cultural que devela
la profunda historicidad de las prácticas visuales. Ya no es la imagen la que representa el
mundo sino el mundo el que se ha vuelto imagen
Es en este sentido, es decir en la medida en que comprendemos que ver no es
solamente una operación fisiológica del ojo en tanto órgano de percepción, que Berger
afirma que lo que sabemos o lo que creemos afecta al modo en que vemos las cosas. En la
Edad Media, cuando los hombres creían en la existencia física del infierno, la vista del
fuego significaba seguramente algo muy distinto de lo que significa hoy.
Nunca miramos solo una cosa; siempre miramos la relación entre las cosas y nosotros
mismos. Nuestra visión está en continua actividad, en continuo movimiento, aprendiendo
continuamente las cosas que se encuentran en un círculo cuyo centro es ella misma.
Además ver, implica ser visto. Si aceptamos que podemos ver aquella colina, en realidad
postulamos al mismo tiempo que podemos ser vistos desde ella. Hay una relación
metafórica entre la naturaleza recíproca de la visión y el diálogo hablado.
Una imagen es una visión que ha sido recreada o reproducida. Es una apariencia, o
conjunto de apariencias, que ha sido separada del lugar y el instante en que apareció por
primera vez y preservada por unos momentos o unos siglos. Toda imagen encarna un modo
de ver e incluso una fotografía, pues las fotografías no son como se supone a menudo, un
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registro mecánico. Cada vez que miramos una fotografía vemos un recorte, un encuadre
que destaca una situación por sobre otras o focaliza un fragmento, una imagen de entre una
infinidad de otras posibles.
Las imágenes se hicieron al principio para evocar la apariencia de algo ausente.
Posteriormente se reconoció que el punto de vista formaba parte también del modo de ser
de las imagenes.
Existen una serie de hipótesis acerca de la imagen como obra de arte, pero lo más
interesante es que las obras de arte, en tanto modos de ver, son el testimonio de toda una
época, no importa lo imaginativas que puedan ser. Ellas encarnan la experiencia sensible de
su tiempo. Sin embargo, la mistificación cultural del pasado, aquellas operaciones de
eruditos y especialistas que convierten a las obras de arte en reliquias inaccesibles nos
alejan a la vez de la experiencia directa con las obras y de la comprensión del tiempo al que
pertenecieron. Por lo tanto, la mistificación del pasado entraña una doble pérdida, el ver a la
obra de arte como remota y el pasado nos ofrece menos conclusiones. La mistificación de la
arte del pasado es producida por una minoría privilegiada, la cual inventa una historia que
justifique el papel de las clases dirigentes.
Un ejemplo de ello es la interpretación mistificadora realizada en un estudio sobre dos
cuadros de Fran Hals, sobre regentas y regentes de un asilo de ancianos. Contrariamente a
la mirada mistificadora que propone el crítico, podemos mirar los cuadros y percibir la
acción de ellos sobre nosotros, el modo de ver del pintor sobre quienes tenían una
implicancia directa en la paupérrima economía del artista a sus 80 años. Y esa aceptación
no es inocente, dado que se corresponde con nuestra observación de las personas, sus
gestos, sus rostros y sus instituciones. Ya que vivimos en una sociedad con relaciones
sociales y morales comparables. La mistificación consiste en justificar lo evidente y en
utilizar un vocabulario de experto. Hals pintó los nuevos caracteres y expresiones del
capitalismo, hizo en términos pictóricos lo que Balzac haría dos siglos más tarde en
términos literarios.
Hoy podemos ver el arte del pasado como nadie lo vio antes, este modo distinto de verlo se
puede ilustrar a través de la perspectiva como convención. En el renacimiento ésta lo centra
todo en el ojo del observador, haciendo del ojo el centro del mundo visible, como si este
fuera el punto de fuga del infinito. La contradicción de este tipo de perspectiva era que
2
estructuraba las imágenes de la realidad para dirigirlas aun solo espectador. Tras la
invención de la cámara fotográfica esta contradicción se puso de manifiesto.
“Soy un ojo mecánico, a través de la máquina muestro al mundo desde un único modo de
verlo. Me libero de la inmovilidad humana y estoy en constante movimiento.
Libre de las fronteras del tiempo y el espacio, coordino cualesquiera y todos los puntos del
universo, allí donde yo quiera que estén. Mi camino lleva a la creación de una nueva
percepción del mundo.” Dice el cineasta soviético Dziga Vertov en un artículo escrito en
1923.
La cámara mostraba que el concepto de tiempo que pasa era inseparable de la experiencia
visual.
Lo que veíamos era algo relativo que dependía de nuestra posición en el tiempo y en el
espacio. Ya no era posible imaginar que todo convergía en el ojo humano, punto de fuga
del infinito.
La perspectiva organizaba el campo visual como si eso fuera realmente lo ideal. Todo
dibujo o pintura que utilizaba la perspectiva proponía al espectador como centro único del
mundo. La cámara —y sobre todo la cámara de cine le demostraba que no era el centro.
La invención de la cámara cambió el modo de ver de los hombres y mujeres. Lo visible
llegó a significar algo muy distinto para ellos. Y esto se reflejó inmediatamente en la
pintura.
Gracias a la cámara, la pintura viaja ahora hasta el espectador en lugar de ser al contrario.
Cabría argüir que todas las reproducciones introducen una distorsión mayor o menor, y que
por tanto la pintura original sigue siendo única en cierto sentido.
Sin embargo, ahora, en la época de la reproductibilidad técnica la unicidad de un original
radica en ser el original de una reproducción. Este nuevo status de la obra original es una
consecuencia perfectamente racional de los nuevos medios de reproducción.
La falsa religiosidad que rodea hoy las obras originales de arte, religiosidad dependiente en
último término de su valor en el mercado, ha llegado a ser el sustituto de aquello que
perdieron las pinturas cuando la cámara posibilito su reproducción. Su
función es nostálgica. He aquí la vacía pretensión final de que continúen vigentes los
valores de una Cultura oligárquica y antidemocrática. Si la imagen ha dejado de ser
3
única y exclusiva, estas cualidades deben ser misteriosamente transferidas al objeto de arte,
a la cosa.
La experiencia del arte, que en la antigüedad estaba ligada a la experiencia del rito, a la
vida, fue colocada al margen, separada de la experiencia cotidiana y “elevada” a la
categoría de “obra de arte”. (Para los antiguos la visión del Partenon no era “Arte” sino que
expresaba la potencia y la belleza de la diosa Atenea. Posteriormente, cuando el arte dejó
de ser religioso, durante la modernidad, cambio su carácter ritual y se convirtió en coto
social, en una ámbito especializado y jerarquizado. Entro a formar parte de la cultura de la
clase dominante y fue físicamente apartado y aislado en sus casas, palacios o museos.
Por lo tanto, lo que han hecho los modernos medios de reproducción ha sido destruir esa
falsa autoridad del arte y sacarlo —o mejor, sacar las imágenes que reproducen— de
cualquier coto. Por vez primera en la historia, las imágenes artísticas son efímeras, ubicuas,
carentes de corporeidad, accesibles, sin valor, libres.
El arte del pasado ya no existe como existió en otro tiempo. Un lenguaje de imágenes ha
ocupado su lugar. Y lo que importa ahora es quien usa ese lenguaje y para que lo usa.
4
Berger, John, Modos de Ver, Edición inglesa de 1972, capitulo 1; Programas de TV
producidos por la BBC.
ESTO es una guía de lectura del capítulo del libro y del primer programa de TV. Las
preguntas son indicativas de los temas, conceptos y/o problemas que estructuran la
argumentación del texto. No es necesario que las contesten, pero si deciden
responderlas tengan en cuenta que el resumen que surgirá de dichas respuestas es una
primera aproximación y debe ser reelaborado luego de las instancias de
autoevaluación, las discusiones en los foros y lecturas posteriores.
1. El modo en que vemos está determinado por las condiciones sociales e históricas.
¿Qué ejemplos describe el autor?
3. ¿A qué se refiere el autor con “mistificación” de las obras de arte del pasado?
Todo discurso bosqueja un campo de efectos de sentido, es así que en esta “tercera
generación” se plantea como problemática a tener en cuenta: el funcionamiento de la
enunciación.
La enunciación
Los pronombres personales (yo, tu) son elementos lingüísticos que se sitúan en el
plano de la enunciación. Así es como el “yo” resulta una expresión vacía, no se llena hasta
en el momento que se la utiliza, (ya que por sí sola no designa más que a la persona que la
emplea en un momento dado). Los lingüistas asocian los elementos (o marcas) de la
enunciación a situaciones de habla: yo, usted, aquí, ahora, ayer, etc.
1) La imagen del que habla, “enunciador”, es decir el lugar que se atribuye a si mismo
quien habla, esta imagen contiene la relación entre quien habla y lo que dice.
2) La imagen a quien se dirige el discurso “destinatario”. El productor del discurso no
solamente construye su lugar en lo que dice, sino que también define a su
destinatario, (o enunciatario).
Hay que distinguir bien por un lado, al emisor real (sujeto empírico, persona,
periodista, editor, etc) del “enunciador” (sujeto virtual), y por otro lado, al receptor
real (sujeto empírico, persona, oyente, lector, etc) del destinatario (sujeto virtual). Ya
que enunciador y destinatario son “entidades discursivas” (sujetos virtuales). Un
mismo emisor puede construir distintos “enunciadores” según el target al que se apunte,
y a su vez se construirá destinatarios distintos para cada ocasión.
La enunciación y el contenido
Variaciones enunciativas
Ejemplos:
Portada revista Marie France (fig. 3, cotejar con la foto del texto).
Es asimétrico (parece estar a otro nivel que el destinatario, ya que lo guía), mantiene
con el destinatario una distancia objetiva (no hay complicidad). Voluntad de
transparencia del enunciador (demuestra claramente la información que dispone).
Portada con estrategia pedagógica, cuando todos los elementos del tratamiento
fotográfico están allí para significar que el enunciador tiene voluntad informativa
(cromatismo, nitidez fotográfica de los objetos, uniformidad de la iluminación, señales
de ocupación del lugar a través de la chimenea encendida). El enunciador tiene
voluntad informativa (pedagógico y transparente). El destinatario es definido como
alguien motivado por una intención apropiativa y práctica.
De la producción al reconocimiento
(*)“Cuando se trabaja en la etapa del reconocimiento, uno debe abordar dos conjuntos
discursivos: un corpus cuyas propiedades se analizan y un conjunto constituido por los
discursos de los receptores (en este caso, lectores y no lectores de determinados
soportes de prensa). Definiré pues la cuestión de los efectos como la de las relaciones
sistemáticas entre estos dos conjuntos: permanezco en la esfera de la semiótica porque
sólo trabajo con relaciones interdiscursivas. En realidad, no veo claramente qué
podría ser «el efecto de sentido» de un discurso, desde el punto de vista semiótico, sino
otro discurso en el cual se manifiesta, se refleja, se inscribe, el efecto del primero”.
VERÓN, E., “Cuando decir es hacer: la enunciación en el discurso de la prensa
gráfica” en Fragmentos de un tejido. Barcelona: Gedisa, 2004.
ESTO es una guía de lectura. Las preguntas son indicativas de los temas, conceptos y/o
problemas que estructuran la argumentación del texto. No es necesario que las
contesten, pero si deciden responderlas tengan en cuenta que el resumen que surgirá de
dichas respuestas es una primera aproximación y debe ser reelaborado luego de las
instancias de autoevaluación, las discusiones en los foros y lecturas posteriores.
Siempre ha sido así, sin duda: en cuanto un hecho pasa a ser relatado, con fines
intransitivos y no con la finalidad de actuar directamente sobre lo real, es decir, en
definitiva, sin más función que el propio ejercicio del símbolo, se produce esa ruptura,
la voz pierde su origen, el autor entra en su propia muerte, comienza la escritura. No
obstante, el sentimiento sobre este fenómeno ha sido variable; en las sociedades
etnográficas, el relato jamás ha estado a cargo de una persona, sino de un mediador,
chamán o recitador, del que se puede, en rigor, admirar la “performance” (es decir, el
dominio del código narrativo), pero nunca el “genio”. El autor es un personaje moderno,
producido indudablemente por nuestra sociedad, en la medida que ésta, al salir de la
Edad Media y gracias al empirismo inglés, el racionalismo francés y la fe personal de la
Reforma, descubre el prestigio del individuo o dicho de manera más noble, de la
“persona humana”. Es lógico, por lo tanto, que en materia de la literatura sea el
positivismo, resumen y resultado de la ideología capitalista, el que haya concedido la
máxima importancia a la “persona” del autor. Aún impera el autor en los manuales de
historia literaria, las bibliografías de escritores, las entrevistas en revistas, y hasta en la
conciencia misma de los literatos, que tienen buen cuidado de reunir su persona con su
obra gracias a su diario íntimo; la imagen de la literatura que es posible encontrar en la
cultura común tiene su centro, tiránicamente, en el autor, su persona, su historia, sus
gustos, sus pasiones; la crítica aún consiste, la mayoría de las veces, en decir que la obra
de Baudelaire es el fracaso de Baudelaire como hombre; la de Van Gogh, su locura; la
de Tchaikovsky, su vicio: la explicación de la obra se busca siempre en el que la ha
producido, como si, a través de la alegoría más o menos transparente de la ficción, fuera,
en definitiva, siempre, la voz de una sola y misma persona, el autor, la que estaría
entregando sus “confidencias”.
Aunque todavía sea muy poderoso el imperio del Autor (la nueva crítica lo único
que ha hecho es consolidarlo), es obvio que algunos escritores hace ya algún tiempo que
se han sentido tentados por su derrumbamiento. En Francia ha sido, sin duda, Mallarmé
el primero en ver y prever en toda su amplitud la necesidad de sustituir por el propio
lenguaje al que hasta entonces se suponía que era su propietario; para él, igual que para
nosotros, es el lenguaje, y no el autor, el que habla; escribir consiste en alcanzar, a
través de una previa impersonalidad –que no se debería confundir en ningún momento
con la objetividad castradora del novelista realista– ese punto en el cual sólo el lenguaje
actúa, “performa”1, y no “yo”: toda la poética de Mallarmé consiste en suprimir al autor
en beneficio de la escritura (lo cual, como se verá, es devolver su sitio al lector). Valéry,
completamente enmarañado en una psicología del Yo, edulcoró mucho la teoría de
Mallarmé, pero al remitir, por amor al clasicismo, a las lecciones de la retórica, no dejó
de someter al Autor a la duda y la irrisión, acentuó la naturaleza lingüística y como
“azarosa” de su actividad, y reivindicó a lo largo de sus libros en prosa la condición
esencialmente verbal de la literatura, frente a la cual cualquier recurso a la interioridad
del escritor le parecía pura superstición. El mismo Proust, a pesar del carácter
aparentemente psicológico de lo que se suele llamar su análisis, se impuso de modo
claro como tarea el emborronar inexorablemente, gracias a una extremada sutilización,
la relación entre el escritor y sus personajes: al convertir al narrador no en el que ha
visto y sentido, ni siquiera en el que está escribiendo, sino en el que va a escribir (el
joven de la novela –pero, por cierto, ¿qué edad tiene y quién es ese joven?– quiere
escribir, pero no puede, y la novela acaba cuando por fin se hace posible la escritura),
Proust ha hecho entrega de su epopeya a la escritura moderna: realizando una inversión
radical, en lugar de introducir su vida en su novela, como tan a menudo se ha dicho,
hizo de su propia vida una obra cuyo modelo fue su propio libro, de tal modo que nos
resultara evidente que no es Charlus el que imita a Montesquieu, sino que Montesquieu,
en su realidad anecdótica, histórica, no es sino un fragmento secundario, derivado, de
Charlus. Por último, el Surrealismo, ya que seguimos con la prehistoria de la
modernidad, indudablemente, no podía atribuir al lenguaje una posición soberana, en la
medida que el lenguaje es un sistema, y que lo que este movimiento postulaba,
románticamente, era una subversión directa de los códigos –ilusoria, por otra parte, ya
que un código no puede ser destruido, tan sólo es posible “burlarlo”–; pero al
recomendar de modo incesante que se frustraran bruscamente lo sentidos esperados (el
famoso “sobresalto” surrealista), al confiar a la mano la tarea de escribir lo más aprisa
posible lo que la mente misma ignoraba (eso era la famosa escritura automática), al
aceptar el principio y la experiencia de una escritura colectiva, el Surrealismo
contribuyó a desacralizar la imagen del Autor. Por último fuera de la literatura en sí (a
decir verdad, estas distinciones están quedándose caducas), la lingüística acaba de
proporcionar a la destrucción del Autor un instrumento analítico precioso, al mostrar
que la enunciación en su totalidad es un proceso vacío que funciona a la perfección sin
1
Es un anglicismo. Lo conservo como tal, entrecomillado, ya que parece aludir a la “performance” de la
gramática chomskyana, que suele traducirse por “actuación”. [N. del T.]
que sea necesario rellenarlo con las personas de sus interlocutores: lingüísticamente, el
autor nunca es nada más que el que escribe, del mismo modo que yo no es otra cosa
sino el que dice yo: el lenguaje conoce un “sujeto”, no una “persona”, y ese sujeto,
vacío excepto en la propia enunciación, que es la que lo define, es suficiente para
conseguir que el lenguaje se “mantenga en pie”, o sea, para llegar a agotarlo por
completo.
Hoy en día sabemos que un texto no está constituido por una fila de palabras, de
las que se desprende un único sentido, teológico, en cierto modo (pues sería el mensaje
del Autor-Dios), sino por un espacio de múltiples dimensiones en el que se concuerdan
y se contrastan diversas escrituras, ninguna de las cuales es la original: el texto es un
tejido de citas provenientes de los mil focos de la cultura. Semejante a Bouvard y
Pécuchet, eternos copistas, sublimes y cómicos a la vez, cuya profunda ridiculez
designa precisamente la verdad de la escritura, el escritor se limita a imitar un gesto
siempre anterior, nunca original; el único poder que tiene es el de mezclar las escrituras,
llevar la contraria a unas con otras, de manera que nunca se pueda uno apoyar en una de
ellas; aunque quiera expresarse, al menos debería saber que la “cosa” interior que tiene
la intención de “traducir” no es en sí misma más que un diccionario ya compuesto, en el
que las palabras no pueden explicarse sino a través de otras palabras, y así
indefinidamente: aventura que le sucedió de manera ejemplar a Thomas de Quincey
cuando joven, que iba tan bien en griego que para traducir a esa lengua ideas e imágenes
absolutamente modernas, según nos cuenta Baudelaire, “había creado para sí mismo un
diccionario siempre a punto y de muy distinta complejidad y extensión del que resulta
de la vulgar paciencia de los temas puramente literarios” (Los paraísos artificiales);
como sucesor del Autor, el escritor ya no tiene pasiones, humores, sentimientos,
impresiones, sino ese inmenso diccionario del que extrae una escritura que no puede
pararse jamás: la vida nunca hace otra cosa que imitar al libro, y ese libro mismo no es
más que un tejido de signos, una imitación perdida, que retrocede infinitamente.
Una vez alejado del Autor, se vuelve inútil la pretensión de “descifrar” un texto.
Darle a un texto un Autor es imponerle un seguro, proveerlo de un significado último,
cerrar la escritura. Esta concepción le viene muy bien a la crítica, que entonces pretende
dedicarse a la importante tarea de descubrir al Autor (o a sus hipóstasis: la sociedad, la
historia, la psique, la libertad) bajo la obra: una vez hallado el Autor, el texto se
“explica”, el crítico ha alcanzado la victoria; así pues, no hay nada asombroso en el
hecho de que, históricamente, el imperio del Autor haya sido también el del Crítico, ni
tampoco el hecho de que la crítica (por nueva que sea) caiga desmantelada a la vez que
el Autor. En la escritura múltiple, efectivamente, todo está por desenredar pero nada por
descifrar; puede seguirse la estructura, se la puede reseguir (como un punto de media
que se corre) en todos sus nudos y todos sus niveles, pero no hay un fondo; el espacio
de la escritura ha de recorrerse, no puede atravesarse; la escritura instaura sentido sin
cesar, pero siempre acaba por evaporarlo: precede a una exención sistemática del
sentido. Por eso mismo, la literatura (sería mejor decir la escritura, de ahora en adelante),
al rehusar la asignación al texto (y al mundo como texto) de un “secreto”, es decir, un
sentido último, se entrega a una actividad que se podría llamar contrateología,
revolucionaria en sentido propio, pues rehusar la detención del sentido, es, en definitiva,
rechazar a Dios y a sus hipóstasis, la razón, la ciencia, la ley.
Manteia, 1968
Ejes conceptuales del texto de Barthes La muerte del autor
Estas líneas intentan sintetizar la estructura argumentativa y los ejes conceptuales que
se despliegan en el texto de Barthes. No remplazan de ningún modo la comprensión que cada
uno/a de ustedes hace de la lectura crítica y atenta del texto. Se propone como una instancia
para dialogar y para comparar la propia interpretación y comprensión con este escrito. Luego
de leer este resumen les recomendamos que vuelvan sobre el texto original para profundizar y
revisar algunas ideas preliminares y revisar la guía de preguntas
Por lo tanto, en el texto hay desde esta perspectiva solo una voz, la
misma, la del autor entregando sus confidencias.
“Hoy en día sabemos que un texto no está constituido por una fila de
palabras, de las que se desprende un único sentido, teológico” Un solo sentido
y modo de entenderlo como si el autor fuese Dios, y el origen daría esa solo
voz esa sola dirección, sino la muerte del autor permite sostener que el texto es
“un espacio de múltiples dimensiones en el que se concuerdan y se contrastan
diversas escrituras, ninguna de las cuales es la original” No hay creación, no
hay punto cero, sino “ el texto es un tejido de citas provenientes de los mil focos
de la cultura#” las prácticas discursivas son multiplicidad de voces en un aquí y
ahora, el sujeto enuncia desde un punto, desde un presente pero trae las voces
de otros, siempre es una relación, un vínculo con otros. Hay un enunciador y un
auditorio, al menos dos.
En palabras de Barthes “el escritor se limita a imitar un gesto siempre
anterior, nunca original; el único poder que tiene es el de mezclar las escrituras,
llevar la contraria a unas con otras, de manera que nunca se pueda uno apoyar
en una de ellas” Cuando escribo un cuento, para que sea un cuento, entro a
una estructura, un género, un tema, elecciones léxicas, modos de enunciar que
no son mías, no son nuevas, no son singulares, no son originales.
Esto es una guía de lectura. Las preguntas son indicativas de los temas, conceptos y/o
problemas que estructuran la argumentación del texto. No es necesario que las contesten, pero
si deciden responderlas tengan en cuenta que el resumen que surgirá de dichas respuestas es
una primera aproximación y debe ser reelaborado luego de las instancias de autoevaluación, las
discusiones en los foros y lecturas posteriores.
Guia de preguntas.
Más acá de las fronteras nacionales, miles de fronteras de género, difusas y tentaculares,
segmentan cada metro cuadrado del espacio que nos rodea. Allí donde la arquitectura parece
simplemente ponerse al servicio de las necesidades naturales más básicas (dormir, comer,
cagar, mear..) sus puertas y ventanas, sus muros y aberturas, regulando el acceso y la mirada,
operan silenciosamente como la más discreta y efectiva de las "tecnologías de género."(1)
Así, por ejemplo, los retretes públicos, instituciones burguesas generalizadas en las ciudades
europeas a partir del siglo XIX, pensados primero como espacios de gestión de la basura
corporal en los espacios urbanos (2) , van a convertirse progresivamente en cabinas de
vigilancia del género. No es casual que la nueva disciplina fecal impuesta por la naciente
burguesía a finales del siglo XIX sea contemporánea del establecimiento de nuevos códigos
conyugales y domésticos que exigen la redefinición espacial de los géneros y que serán
cómplices de la normalización de la heterosexualidad y la patologización de la homosexualidad.
En el siglo XX, los retretes se vuelven auténticas células públicas de inspección en las que se
evalúa la adecuación de cada cuerpo con los códigos vigentes de la masculinidad y la
feminidad.
En la puerta de cada retrete, como único signo, una interpelación de género: masculino o
femenino, damas o caballeros, sombrero o pamela, bigote o florecilla, como si hubiera que
entrar al baño a rehacerse el género más que ha deshacerse de la orina y de la mierda. No se
nos pregunta si vamos a cagar o a mear, si tenemos o no diarrea, nadie se interesa ni por el
color ni por la talla de la mierda. Lo único que importa es el GÉNERO.
Tomemos, por ejemplo, los baños del aeropuerto George Pompidou de Paris, sumidero de
desechos orgánicos internacionales en medio de un circuito de flujos de globalización del
capital. Entremos en los baños de señoras. Una ley no escrita autoriza a las visitantes casuales
del retrete a inspeccionar el género de cada nuevo cuerpo que decide cruzar el umbral. Una
pequeña multitud de mujeres femeninas, que a menudo comparten uno o varios espejos y
lavamanos, actúan como inspectoras anónimas del género femenino controlando el acceso de
los nuevos visitantes a varios compartimentos privados en cada uno de los cuales se esconde,
entre decoro e inmundicia, un inodoro. Aquí, el control público de la feminidad heterosexual se
ejerce primero mediante la mirada, y sólo en caso de duda mediante la palabra. Cualquier
ambigüedad de género (pelo excesivamente corto, falta maquillaje, una pelusilla que sombrea
en forma de bigote, paso demasiado afirmativo…) exigirá un interrogatorio del usuario potencial
que se verá obligado a justificar la coherencia de su elección de retrete: "Eh, usted. Se ha
equivocado de baño, los de caballeros están a la derecha." Un cúmulo de signos del género del
otro baño exigir irremediablemente el abandono del espacio mono-género so pena de sanción
verbal o física. En último término, siempre es posible alertar a la autoridad pública (a menudo
una representación masculina del gobierno estatal) para desalojar el cuerpo tránsfugo (poco
importa que se trate de un hombre o de
una mujer masculina).
Si, superando este examen del género, logramos acceder a una de las cabinas, nos
encontraremos entonces en una habitación de 1x1,50 m2 que intenta reproducir en miniatura la
privacidad de un váter doméstico. La feminidad se produce precisamente por la sustracción de
toda función fisiológica de la mirada pública. Sin embargo, la cabina proporciona una privacidad
únicamente visual. Es así como la domesticidad extiende sus tentáculos y penetra el espacio
público. Como hace notar Judith Halberstam "el baño es una representación, o una parodia, del
orden doméstico fuera de la casa, en el mundo exterior" (3).
Cada cuerpo encerrado en una cápsula evacuatoria de paredes opacas que lo protegen de
mostrar su cuerpo en desnudez, de exponer a la vista pública la forma y el color de sus
deyecciones, comparte sin embargo el sonido de los chorros de lluvia dorada y el olor de las
mierdas que se deslizan en los sanitarios contiguos. Libre. Ocupado. Una vez cerrada la
puerta, un inodoro blanco de entre 40 y 50 centímetros de alto, como si se tratara de un
taburete de cerámica perforado que conecta nuestro cuerpo defecante a una invisible cloaca
universal (en la que se mezclan los desechos de señoras y caballeros), nos invita a sentarnos
tanto para cagar como para mear. El váter femenino reúne así dos funciones diferenciadas
tanto por su consistencia (sólido/líquido), como por su punto anatómico de evacuación
(conducto urinario/ano), bajo una misma postura y un mismo gesto: femenino=sentado. Al salir
de la cabina reservada a la excreción, el espejo, reverberación del ojo público, invita al retoque
de la imagen femenina bajo la mirada reguladora de otras mujeres. Crucemos el pasillo y
vayamos ahora al baño de caballeros. Clavados a la pared, a una altura de entre 80 y 90
centímetros del suelo, uno o varios urinarios se agrupan en un espacio, a menudo destinado
igualmente a los lavabos, accesible a la mirada pública. Dentro de este espacio, una pieza
cerrada, separada categóricamente de la mirada pública por una puerta con cerrojo, da acceso
a un inodoro semejante al que amuebla los baños de señoras. A partir de principios del siglo
XX, la única ley arquitectónica común a toda construcción de baños de caballeros es esta
separación de funciones: mear-de pie-urinario/cagar-sentado-inodoro. Dicho de otro modo, la
producción eficaz de la masculinidad heterosexual depende de la separación imperativa de
genitalidad y analidad. Podríamos pensar que la arquitectura construye barreras cuasi
naturales respondiendo a una diferencia esencial de funciones entre hombres y mujeres. En
realidad, la arquitectura funciona como una verdadera prótesis de género que produce y fija las
diferencias entre tales funciones biológicas. El urinario, como una protuberancia arquitectónica
que crece desde la pared y se ajusta al cuerpo, actúa como una prótesis de la masculinidad
facilitando la postura vertical para mear sin recibir salpicaduras. Mear de pie públicamente es
una de las performances constitutivas de la masculinidad heterosexual moderna. De este
modo, el discreto urinario no es tanto un instrumento de higiene como una tecnología de
género que participa a la producción de la masculinidad en el espacio público. Por ello, los
urinarios no están enclaustrados en cabinas opacas, sino en espacios abiertos a la mirada
colectiva, puesto que mear-de-pie-entre-tíos es una actividad cultural que genera vínculos de
sociabilidad compartidos por todos aquellos, que al hacerlo públicamente, son reconocidos
como hombres.
Dos lógicas opuestas dominan los baños de señoras y caballeros. Mientras el baño de señoras
es la reproducción de un espacio doméstico en medio del espacio público, los baños de
caballeros son un pliegue del espacio público en el que se intensifican las leyes de visibilidad y
posición erecta que tradicionalmente definían el espacio público como espacio de
masculinidad.
Mientras el baño de señoras opera como un mini-panópticon en el que las mujeres vigilan
colectivamente su grado de feminidad heterosexual en el que todo avance sexual resulta una
agresión masculina, el baño de caballeros aparece como un terreno propicio para la
experimentación sexual. En nuestro paisaje urbano, el baño de caballeros, resto
cuasi-arqueológico de una época de masculinismo mítico en el que el espacio público era
privilegio de los hombres, resulta ser, junto con los clubes automovilísticos, deportivos o de
caza, y ciertos burdeles, uno de los reductos públicos en el que los hombres pueden librarse a
juegos de complicidad sexual bajo la apariencia de rituales de masculinidad.
No vamos a los baños a evacuar sino a hacer nuestras necesidades de género. No vamos a
mear sino a reafirmar los códigos de la masculinidad y la feminidad en el espacio público. Por
eso, escapar al régimen de género de los baños públicos es desafiar la segregación sexual que
la moderna arquitectura urinaria nos impone desde hace al menos dos siglos,: público/privado,
visible/invisible, decente/obsceno, hombre/mujer, pene/vagina, de-pie/sentado, ocupado/libre…
Una arquitectura que fabrica los géneros mientras, bajo pretexto de higiene pública, dice
ocuparse simplemente de la gestión de nuestras basuras orgánicas. BASURA>GÉNERO.
Infalible economía productiva que transforma la basura en género. No nos engañemos: en la
máquina capital-heterosexual no se desperdicia nada. Al contrario, cada momento de expulsión
de un desecho orgánico sirve como ocasión para reproducir el género. Las inofensivas
máquinas que comen nuestra mierda son en realidad normativas prótesis de género.
Ejes conceptuales de “Basura y género Mear/Cagar. Masculino/ Femenino”
de P.B. Preciado.
Basura y Género
P. B. Preciado
1
Sin embargo, la cabina proporciona una privacidad únicamente visual. Es así como la
domesticidad extiende sus tentáculos y penetra el espacio público. Como hace notar
Judith Halberstam “el baño es una representación, o una parodia, del orden doméstico
fuera de la casa, en el mundo exterior”.
El cuerpo encerrado en esa cápsula, es por un lado protegido visualmente y por otro,
expuesto al olor de las propias deyecciones y al sonido de lo propio y de lo ajeno. Además,
el váter femenino reúne dos funciones diferenciadas bajo una misma postura o gesto
femenino=sentado, que remiten a lo sólido y a lo líquido. Siendo al salir el espejo el
mecanismo de reverberación del ojo público.
Por otro lado, en el baño de caballeros siguiendo una ley arquitectónica se separan las
funciones. Dicho de otro modo, la producción eficaz de la masculinidad heterosexual
depende de la separación imperativa de genitalidad y analidad.
Es así que la arquitectura construye barreras cuasi naturales respondiendo a una diferencia
esencial de funciones entre hombres y mujeres. Por lo tanto, la arquitectura funciona
como una verdadera prótesis de género que produce y fija las diferencias entre tales
funciones biológicas. El urinario no es sólo un elemento de higiene, sino una tecnología
de género que participa de a la producción de la masculinidad en el espacio público.
Dos lógicas opuestas se dan en los baños de señoras y caballeros. Mientras que uno es la
reproducción del espacio doméstico en el espacio público (señoras), y actúa como un
panóptico, el otro intensifica las leyes de visibilidad, y hace posible el juego de la
complicidad sexual bajo la apariencia de un ritual de masculinidad. Sin embargo, como
escenarios normativos, a través de la división de las funciones genitales.
2
BASURA Y GÉNERO. MEAR/CAGAR. MASCULINO/FEMENINO PRECIADO PAUL
ESTO es una guía de lectura. Las preguntas son indicativas de los temas, conceptos y/o
contesten, pero si deciden responderlas tengan en cuenta que el resumen que surgirá de
dichas respuestas es una primera aproximación y debe ser reelaborado luego de las
1- Explique cómo los retretes públicos se vuelven “cabinas de vigilancia del género” en
dónde los cuerpos se adecúan a los códigos vigentes de lo masculino y lo femenino, es
decir lo normal es lo heterosexual y lo anormal lo homosexual. ¿Cómo se hace esa
regulación/ separación? ¿Qué implica la heternormatividad?
2- Retome ejemplos que el propio autor comparte “damas /caballeros”. Busque algún
otro en la misma línea.
3- Dice el autor “control público de la feminidad heterosexual se ejerce primero
mediante la mirada, y sólo en caso de duda mediante la palabra. Cualquier
ambigüedad de género exigirá un interrogatorio del usuario potencial que se verá
obligado a justificar la coherencia de su elección de retrete”
A- ¿Qué ambigüedades de género puede citar en la feminidad heterosexual?
B- ¿Qué frases o gestos, miradas, puede citar para mostrar el interrogatorio?
C- Sugiera ejemplos si estuviese en el baño de caballeros. ¿Cuáles serían las
ambigüedades? ¿Y cuáles las frases interrogativas?
4- Explique como la arquitectura, la regulación social/ o lógica social impone en el acto de
cagar y de mear lo femenino y lo masculino. ¿Qué sería lo atípico en estos casos o
anormal?