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I. C O S T A A T L A N T IC A C O LO M - II. A R Q U E O L O G IA
B IA N A - A S E N T A M IE N T O S C O L O M B IA N A .
P R E H IS P A N IC O S EN E L
BA JO R IO S A N JORGE.
1. Título 2. Serie
Fotografías:
Derechos reservados:
Clemencia Plazas y Ana María Falchetti de Sáenz
Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales
Banco de la República. Bogotá, Colombia.
CONTENIDO
Págs.
9 Introducción
Capitulo I.
15 Descripción de la zona y dinámica de las inundaciones. "H,
Capítulo II. it
19 Drenaje y poblamiento. $
¡ \F4
19 Los canales artificiales. Vh " m
20 Sistemas de drenaje en gran escala.
23 Sistemas de recuperación de tierras.
24 Morfología aluvial en la zona de Carate.
29 Patrón de vivienda lineal en Carate-Mabobo.
30 Concentración de vivienda en la vecindad del caño Rabón.
40 Concepción urbana.
53 Distribución funcional del espacio.
55 El testimonio de las crónicas.
Capítulo III.
Aspectos socio-económicos en el bajo San Jorge, en los siglos I a
59 VII d. de C.
59 Explotación de la fauna: función económica.
65 Los cultivos: el papel de los tubérculos.
Prácticas agrícolas y producción: potencial de la zona
69 inundable.
72 Especialización y comercio.
80 Datos socio-políticos.
Capítulo IV.
Proceso cultural en la hoya del río San Jorge, después del siglo
89 VII d. de C.
39 El curso medio del río San Jorge en el siglo X d. de C.
0 37825 (í-)
97 Los habitantes del bajo San Jorge en el siglo XVI d. de C.
99 Utilización actual de la zona inundable.
Apéndice.
101 La cerámica de la hoya del río San Jorge.
101 La Tradición Cerámica Modelada-Pintada.
110 La Tradición Cerámica Incisa-Alisada.
125 Bibliografía.
9
orígenes, adaptaciones y desarrollos culturales distintos (Mapa No. 2).
i La ocupación más antigua detectada hasta ahora, habitó el valle del
San J orge desde antes del siglo I hasta el siglo X de nuestra era, período
en el cual alcanzó una alta densidad de población y adoptó el área co
mo lugar de permanencia y de utilización productiva. A ella correspon
den los canales de control de aguas que drenaron las llanuras inunda
bles, las plataformas artificiales de vivienda y los montículos funerarios ,
donde se encuentran piezas de orfebrería y fragmentos de la Tradición
cerámica Modelada Pintada, que tuvo un largo desarrollo en el bajo San
Jorge. ♦
Allí las fechas más recientes obtenidas en asociación con ella no pasan
del siglo VII d. de C. De esta época en adelante tiene lugar una relativa
desocupación del area, quedando en el siglo XVI algunos remanentes de
este desarrollo cultural en sitios como Ayapel. En el curso medio del
San Jorge se encuentran, hacia el siglo X, vestigios del mismo grupo ét
nico, correspondientes a movimientos de población río arriba o sobre
vivencias de asentamientos locales más antiguos.
En el bajo San Jorge hallamos, a partir del siglo XIV, evidencias de o-
tro grupo étnico procedente del río Magdalena. A diferencia de los ha
bitantes anteriores, que controlaron política, social y económicamente
extensas áreas, estos últimos pobladores habitaron los espacios elevados
disponibles aprovechando solamente el área circundante. Sus huellas sé
encuentran a todo lo largo del caño San Matías desde Jegua hasta San
Marcos, en sitios de habitación dispersa sobre las orillas de los caños,
incluyendo meandros recientes sin correspondencia alguna con siste
mas hidráulicos. Su material cerámico no aparece mezclado con el del
grupo anterior y forma parte de la Tradición cerámica Incisa Alisada,
que se encuentra a lo largo del curso bajo del Magdalena.
Este trabajo se concentra en la interpretación de los vestigios arqueoló
gicos detectados, correspondientes al grupo étnico que habitó el bajo
San Jorge durante los primeros siglos de nuestra era.
Para hacer más comprensible el uso de datos de diferentes períodos que
aparecen frecuentemente entrelazados a lo largo del trabajo, es preciso
aclarar que cuando se hace referencia a los siglos X, XVI y a los indíge
nas Zenúes actuales, se trata de indicar su pertenencia a un desarrollo
cultural común con el de los habitantes que ocuparon el bajo San Jorge
en los primeros siglos. Los datos correspondientes a la última ocupa
ción precolombina, realizada por posibles antecesores de los habitantes
actuales del bajo San Jorge, se comparan con los de los primeros siglos
para mostrar sus diferentes maneras de relacionarse con el mismo medio
ambiente.
Se estudiaron sitios arqueológicos en. una extensa área, desde Jegua, al
10
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norte, hasta la ciénaga de Las Flores al suroeste y Sucre sobre el caño
Mojana, al oriente. Y, simultáneamente, se trabajaron en detalle dos
zonas: una de vivienda dispersa a lo largo de los caños Carate—Mabobo
donde los canales artificiales forman un sistema de drenaje de gran mag
nitud (Mapa No. 5) y otro de vivienda nucleada sobre el caño Rabón.
(Mapa No. 6).
14
C A P IT U L O I
15
Es allí donde anualmente llega el enorme peso de los sedimentos re
cogidos por los ríos a su paso^por las montañas andinas, hundiendo per
manentemente la zona. Los cálculos de este fenómeno de subsidencia
para el centro de la Depresión son de un metro cada doscientos años,
equilibrado solamente por la altura de las capas de sedimentación (Par-
sons, 1977). \
La Depresión Momposina forma así una especie de sumidero donde
llegan los múltiples ríos y caños de sus alrededores. La zona inundable
se encuentra por debajo de los 25 mts. de altura sobre el nivel del mar,
su relieve es suavemente ondulado, la concavidad de sus depresiones
contrasta con la protuberancia de sus diques y elevaciones de origen an-
tropogénico.
La Depresión está delimitada al noroeste por el caño Carate, que co
rre paralelo al San Jorge, separándola de las sabanas más altas del tercia
rio (25-80 mts. s.n.m.). Es un canal activo, navegable todo el año en la
mayor parte de sus 64 kmts. de recorrido. En los primeros 30 kmts. co
rre hacia el norte recibiendo las aguas de muchos arroyos y caños meno
res que sirven de desagüe a las sabanas más altas, Luego, el caño sé pier
de entre grandes ciénagas como las de Pajaral, Cuenca, Florida, Gamboa
y San Marcos, donde desemboca desde hace 15 años, al cambiar su cur
so abriéndose paso por la Boca Nuevas Antes el caño entraba en el San
Jorge por el canal que hoy se conoce con el nombre de Boca Antigua.
Al este del río San Jorge la topografía está dominada por el llamado
Cono del Cauca, planicie suavemente inclinada hacia el norte, de 100
kmts. de longitud y en continua formación; su volumen está cofnpues-
to, esencialmente, por limos depositados en los sucesivos desbordamien
tos del Cauca. Los diques limosos, que reciben las aguas del río en su
irrupción a las llanuras bajas, no les ofrecen mayor resistencia y acaban
por abrirse en rompederos como los de Astilleros y San Jacinto. Las
aguas, entonces, descienden por encima del cono hacia el oeste por el
caño San Matías y hacia el norte por los caños Rabón, Mojana y Panse-
guita, además de correr por sus innumerables caños tributarios. El río
San Jorge con su reducido lecho no puede recibir excesos de aguas, que
terminan derramándose por reflujo en el plano inferior. En contraste
con el Cauca, las aguas del Magdalena sobrepasan el dique natural, sin
abrir rompederos y forman una lámina hasta de 4 mts. de espesor que
sale en chorros a inundar las depresiones cenagosas, bloqueando a su vez
el drenaje de las aguas que descienden del cono. Así se inunda anual
mente la Depresión Momposina.
16
¡2 ^
C A P I T U L O II
DRENAJE Y POBLAMIENTO
19
dades de sus escasos pobladores se ven sujetas al ritmo de las crecientes
y sequías.
Es razonable pensar que en la época de la construcción de los canales,
las hoyas hidrográficas del San Jorge, Cauca y Magdalena gozaban de
una mayor cobertura vegetal y por lo tanto, los picos de las crecientes
eran menores y las inundaciones menos importantes.* Sin embargo, es
tos excesos sí afectaron a los pobladores prehispánicos de la zona, como
lo demuestra la existencia misma de 200.000 hectáreas cubiertas por sis
temas de drenaje.
Los camellones han sido afectados por la acción continua de las aguas,
tanto que en algunas regiones son difíciles de distinguir desde tierra. Las
ondulaciones de la topografía se aprecian mejor a comienzos de la esta
ción lluviosa, cuando los canales están parcialmente inundados.
Existen sin embargo estructuras muy bien conservadas, que pueden
alcanzar hasta 2 metros de altura. El estudio de su configuración permi
tió establecer ciertos patrones recurrentes que se integran para formar t
sistemas mayores.
{
Sistemas de drenaje en gran escala !
Los caños principales constituyen el eje de los sistemas mayores de f
drenaje, formados por innumerables canalés perpendiculares a ellos, que
van de los diques naturales hacia las zonas cenagosas más bajas. En cier
tas ocasiones, los canales paralelos llegan directamente a la zona cenago
sa, como en la ribera izquierda del caño Carate, donde los camellones
terminan en las ciénagas profundas ubicadas cerca del margen de las sa
banas.
Los sistemas que drenan hacia las ciénagas de poca profundidad son
más complejos. Muchos canales se unen progresivamente a medida que
se alejan del caño, entrando unos en otros, formando patrones en espina
de pescado que se repiten a lado y lado del caño (Mapa 5,A). En las zo
nas bajas, los sistemas en espina de pescado son continuados, a menudo, •
por largos canales termínale? que distan hasta 2 kmts. del caño princi
pal (Mapa 5,B). El flujo entre los canales mayores se facilitó mediante
la construcción de otros pequeños perpendiculares a ellos, patrón que se
repite sobre los caños y arroyos menores (Mapa 5,C).
20
«
Sistem a de drenaje en el caño La Pita (Película infrarroja).
23
de recuperar tierra de las ciénagas para permitir su uso productivo en
grandes extensiones.
Morfología aluvial en la zona de Carate
La evolución de la morfología aluvial en la zona inundable, se refleja
en los numerosos cauces abandonados que surcan la región. Algunos se
pudieron reconstruir por estar asociados a los sistemas de drenaje. La
disposición de los canales demuestra que el sistema que bordea el caño
Carate aguas arriba desde su desembocadura, continúa en el caño La Pi
ta (Mapa No. 5). Era este el eje principal en la época de su construcción;
el trayecto actual que une al caño Carate con la ciénaga Florida no
existía en ese entonces.
Antiguamente, el caño Carate corría por el caño Lamantillo, 70° al
oeste de su curso actual. El nuevo curso cortó, al parecer, un sistema de
drenaje anterior: las eras a lado y lado pertenecen a un mismo patrón.
Sobre los barrancos a todo lo largo del Carate se pueden observar capas
grises ondulantes que corresponden al sistema de drenaje. Estas ondula
ciones se observan tanto en los tramos rectos como en los meandros. Es
natural que aparezcan en las curvas, reveladas por la erosión, pero su pre
sencia en los tramos largos indica que sufrieron un corte después de su
construcción, (Lams. IX - X).
. A fin de conocer la estructura interna de los camellones, se hicieron
dos trincheras que cortaron 2 elevaciones y su zanja intermedia. Una de
ellas, de 17,50 mts. x 1,20 mts. de ancho, se hizo dentro de un sistema
de drenaje (Crt. 4, Lams. VII - VIII). La otra, con 30 mts. de longitud
y 2 mts. de ancho, se cavó dentro del sistema ajedrezado en los terrenos
comunales de la ciénaga de la Cruz (Crt. 20).
En cada una se observaron dos suelos orgánicos enterrados, en capas
de 20 cmts. de espesor promedio, separadas entre sí por franjas de limo
arcilloso producto de la sedimentación. Estas capas de color gris oscuro
son el resultado de períodos de falta de oxígeno causados por el régi
men de inundaciones. Aunque a primera vista podrían parecer de origen
natural, su contenido total de fosfato inorgánico (PO ) derivado de la
actividad humana (302 y 275 ppm), corresponde a agricultura perma
nente razonablemente intensiva (Eidt. 1981).
Según Shlemon y Parsons (1977), en algunas regiones del bajo San
J'orge es posible observar hasta cuatro de estos suelos orgánicos. Esto in
dica un uso prolongado de los camellones, con varios episodios de esta
bilidad y formación de suelos, separados por períodos de sedimentación
que corresponden probablemente a épocas de no utilización. La superfi
cie testigo del último período de uso está cubierta por una capa de sedi
mentos que puede tener hasta dos metros de profundidad.
24
LAM. V Sistema de canales en forma de abanico en el caño Carate. Al fondo,
camellones para cultivo, Ciénaga de la Cruz. (Película infrarroja).
Plataforma de vivienda
♦
•ATRON DE VIVIENDA LINEAL EN CARATE-MABOBO
29
(1,50 mts.), sí sobresale 0,50 mts. por encima del nivel de las zanjas
(Fig. 1). En un pozo de sondeo se encontraron, a 0,50 mts. y a 1,00 mt.
de profundidad, dos capas delgadas con pocas muestras de cerámica.
El material cerámico recogido en el caño Carate, a todo lo largo del
trayecto Ciénaga Florida - San Marcos, es semejante y pertenece a la
Tradición Modelada Pintada del río San Jorge (Apéndice). En esta zona
no se ha encontrado ningún material perteneciente a la ocupación hu
mana que, en época tardía, habitó las zonas cenagosas más al norte.
Las capas grises correspondientes a los suelos orgánicos enterrados dé
los canales artificiales, ondulan regularmente y contienen algunos peda
zos de carbón y fragmentos cerámicos arrastrados por las aguas y depo
sitados en la parte baja de la salida del camellón. En cambio, las capas
grises correspondientes a las plataformas, se prolongan horizontalmente
durante varias decenas de metros y contienen muchos fragmentos cerá
micos, huesos y carbón.
\ Dos muestras de radiocarbono fecharon estos asentamientos en los. si-
\ glos III y VII d. de C.* Las dos muestras fueron encontradas dentro de
basureros de plataformas de vivienda localizadas sobre el curso aparen
temente más reciente del caño Garate (Crt. 17 y Crt. 15). La más anti
gua de ellas fue recogida dentro de una capa gris a los 1,60 mts. de pro
fundidad y la más reciente a 0,70 mts. de la superficie, asociadas ambas
a cerámica de la misma tradición.
M El patrón de vivienda lineal, disperso a lo largo del cauce de los ca
ños, parece perdurar en la zona a través del tiempo. Sus vestigios se en
cuentran sobre los distintos cursos adoptados por el caño y es similar al
que hoy rige el poblamiento de la Depresión Momposina (Fals Borda,
1979).
La ubicación de algunos túmulos funerarios, seguramente pertene
cientes a viviendas abandonadas, en áreas de camellones y la superposi
ción de distintos sistemas de canales artificiales, podrían indicar un lar
go período de reacondicionamiento.
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S i g l o s I - V I I D . C .
'C ié n a g a Morusa
Morusa
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/ (E L ESFUERZO)
Elevaciones artificiales
Camellones control aguas Aguas permanentes
PROYECTO CERROMATC
do n entre el Cauca y el San Jorge. Durante los primeros siglos de nues
tra era sirvió de eje central a una densa población que habitó sus riberas
y las de sus afluentes.
Para dar una idea de las distintas alturas presentadas por las elevacio
nes artificiales, se escogió un color diferente para los espacios compren
didos entre las lineas o cotas. Cada color corresponde a una diferencia
de aproximadamente un metro de altura entre una y otr 3l. L os espacios
de color amarillo corresponden a las plataformas de vivienda, con una
altura aproximada de 2,5 mts. y los de color marrón oscuro son eleva-
dones semicónicas que se levantan 2 ó 3 metros por encima de las pri
meras.
El color azul fuerte se escogió para indicar las zonas de aguas perma
nentes y el azul claro para los pantanos, zapales o canales que se van se
cando al bajar el agua en los veranos.
Localizando los canales de drenaje y las elevaciones artificiales, se pu
do reconstruir el antiguo curso del caño Marusa. Hace unos 15 siglos es
te caño, de navegación permanente, formó un amplio meandro intensa
mente poblado. Las viviendas estuvieron localizadas sobre sus dos már
genes. La mayoría se encuentra en sitios de convergencia de dos vías
acuáticas. Una de ellas sería, en este caso, el meandro, y la.otra, un ca
nal generalmente más ancho que los demás.
La utilización del espacio a lo largo del antiguo meandro fue prácti
camente total. Las plataformas están separadas entre sí por espacios re-
duridos cubiertos de canales pequeños, presumiblemente utilizados co
mo huertas.* En su conjunto, estos canales forman un sistema en abani
co que sirvió para conducir el agua que entraba por el caño principal
hasta el centro del meandro, protegiendo así las zonas de vivienda y
abonando las tierras a su paso.
Con excepción del área del potrero Jolón, donde existe una concen
tración mayor de elevaciones artificiales, las plataformas están ubicadas
a lo largo del curso natural de las aguas. Esta localización parece señalar
® carácter de viviendas independientes intercomunicadas por el caño
principal.
Hacia los extremos de la mayoría de las plataformas se encuentran
duraciones semicónicas de 2 a 6 mts. de altura, integradas a la vivienda
y fueron seguramente utilizadas por el grupo familiar para sus enterra
mientos.
34
AM. XV Camellones para cultivo. Ciénaga de la Hormiga.
o del secundario. Según parece, los desechos de basura no se arrojaban a
los caños sino que se amontonaban en sitios que no interrumpieran las
vías dé acceso a la vivienda.*
El patrón de asentamiento lineal a lo largo de los caños es semejante
al observado sobre el caño Barrancuda, al oeste de la ciénaga de La Hor
miga, donde algunas de las más características plataformas de vivienda
se extienden hasta 150 mts. paralelas al caño. Son angostas (30 mts.) y
en cada extremo presentan una elevación artificial. Se excavaron pozos
en dos de ellas y se recogió material superficial de otros sitios a lo largo
del caño.
Antes de hacer una excavación detallada de una plataforma com
pleta, es difícil reconstruir la forma, el tamaño y el número de las
construcciones que constituyeron la vivienda.
2.600 mts2., el área promedio disponible de cada plataforma, posible
mente permitió el asentamiento de una vivienda en cada una de ellas;
entendiendo por vivienda el conjunto de edificaciones y espacios utiliza
dos por el grupo familiar para su actividad cotidiana.
Observando la vivienda rural actual de la zona, se buscó información
para tratar de establecer si ésta es de origen antiguo. Lorenzo Fonseca y
Alberto Saldarriaga, autores del trabajo Arquitectura de la Vivienda Ru
ral en Colombia, publicado en 1980, consideran que en la Costa Atlánti
ca, a diferencia de otras regiones del país, ésta presenta una homogenei
dad sorprendente en las soluciones tecnológicas, morfológicas y decora
tivas, que permiten considerarla como uno de los pocos conjuntos defi
nidos en términos culturales. En los municipios de Montería y Sincelejo
no encontraron prácticafnente ningún ejemplo de vivienda que se pudie
ra clasificar como moderno y los elementos de transición son muy esca
sos. Les sorprende que exista una expresión cultural tan “acabada” y
uniforme, por encima de las diferencias socio-económicas y de forma
ción étnica de las distintas subregiones costeñas.
La vivienda está concebida como un conjunto de dos o tres edifica-
CONCEPCION URBANA
40
Fia 3
41
F ig . 4 C o rte e s t r a t ia r d f ic o - P ob la do M o ru sa
42
r> p
LAM. XIX Vestigios arqueológicos en la región de caño Rabón (Fotos No. 1 1 1 0 -1 1 1 2 -1 1 1 4 -1 1 1 5 , vuelo I F1-33. Proyecto
Colombo-Holandés). A - Antiguo meandro del caño Marusa. B - Poblado Marusa. C - Sistema de camellones artificiales en
la ciénaga de la Hormiga.
sv
LAM.XX' Estructura de segmentos triangulares del poblado indígena actual de
San Andrés de Sotavento. (Foto No. 039, vuelo C -l630. Instituto Geo
gráfico Agustín Codazzi).
La pasta de los fragmentos cerámicos obtenidos en estos niveles infe
riores contiene una buena cantidad de mica y cuarzo. Los recipientes
son resistentes y entre sus formas son comunes las ollas globulares de
cuello evertido; algunas vasijas tienen formas elaboradas, como las de pi
co tubular con reborde superior y la que representa una serpiente enro
llada. La decoración preponderante consiste en finas incisiones zonifica-
das.* (Lam. XVIII).
Simultáneamente con estos fragmentos cerámicos bien diferenciados )
se halla poca cantidad de otros, cuyas formas se popularizan notoria- l
mente siglos después. Estos fragmentos forman parte de la Tradición y
Modelada Pintada que se elaboró a todo lo largo de los caños Carate,
Rabón y Viloria (Apéndice). En las plataformas de vivienda del pobla- ;
do Marusa, de Cuiva y de los caños Marusa y Barrancuda se encontraron
fragmentos similares en el nivel superior de ocupación.
Los primeros desarrollos culturales en la rfegión todavía no se cono
cen. Analizando los trabajos de Carlos Angulo Valdés, sobre la tradición
cerámica Malambo de las bocas delMagdalena en el siglo XI a. de C., le
encontramos similitudes con la del bajo San Jorge, tal vez por tratarse
de tradiciones cerámicas en las que la decoración modelada es prepon
derante. Y comparándola con la cerámica de Momil y Ciénaga de Oro
investigada por Gerardo Reichel-Dolmatoff, se pueden ver ciertas seme
janzas tecnológicas.** Sin duda los desarrollos culturales del San Jorge
están ligados a procesos anteriores de la Costa Atlántica, pero aún es
temprano para establecer la línea directa de su relación.
Acerca de los túmulos, podemos anotar que las plataformas que pre
sentan elevaciones semicónicas dentro del poblado Marusa son escasas,
comparadas con las del antiguo meandro. Sin embargo, se observan
agrupaciones en la periferia del poblado que podrían corresponder a ce
menterios. El cementerio actual de Cuiva está localizado sobre una am
plia plataforma al otro lado del caño Viloria y tiene en el centro un gran
**Las últimas fechas de radiocarbono sitúan también este continuo cultural Momil
11 - Ciénaga de Oro en los dos primeros siglos de nuestra era. Estos sitios arqueo
lógicos están ubicados en el bajo río Sinú, en zonas cenagosas ecológicamente pa
recidas a las del bajo San Jorge. Como prueba de contacto entre estas dos zonas
se halló, en la zona estudiada, un porcentaje reducido de fragmentos de tipo
deptado-estampado (drag & stab) muy popular en el río Sinú y otros lugares de
la Costa Atlántica.
47
CUADRO N o .2 - Distribución de plataformas de vivienda y túm ulos. Area
estudiada en el mapa No. 6.
Antiguo meandro
Medidos caíto Marusa Poblado Potrero Morusa Caño Barrancuda TOTAL
A * B A B A B
35 - 7 0 m is.
( 2 . 2 0 0 m2 )
aproximado. 24 9 II 87 4 28 163
7 0 - 1 4 0 urts.
( 3 . 7 0 0 m2 ) 14 7 1 3 25
Aproxim ado.
42 16 11 88 7 31
TOTAI
195
58 99 38
» L a ¡afra A corresponde a las plataform as con elevaciones semicónicas y la B a las que carecen de
«lias.
* Vimos el entierro de un niño cuyos restos fueron depositados en la parte alta del
túmulo. Su muerte conmovió a la región. Era hijo de una mujer muy joven, que
lo tuvo luego de un parto difícil.
Estaba en la casa vecina al lugar donde levantamos nuestro campamento y estu
vimos en el parto, además de su abuela, habitante de Cañoviejo, y su padre,
quien la crió.
Días después del alumbramiento se fueron con el niño en una embarcación a mo
tor hasta la casa paterna, en la ciénaga de La Hormiga, a hora y media de distan
cia por el caño Trementino. Este desplazamiento tuvo que hacerse porque el
compañero de la mujer y padre del niño, procedente de las sabanas de Cereté, no
tiene quien responda por él, según las costumbres imperantes en la zona.
El niño murió. Dicen que fue un mal viento. Todo el pueblo atravesó el caño con
el entierro y depositaron el cadáver en la parte alta del túmulo.
48
En esta misma zona los habitantes construyeron un amplio canal arti
ficial de 4,8 kmts. de largo que sirvió de vía de comunicación entre los
poblados y, a la vez, fue eje de múltiples sitios de vivienda.
Durante un recorrido por la zona aledaña se observaron numerosas
plataformas rectangulares separadas cada 15 mts. por canales per
pendiculares al canal principal. Cada una se extiende 100 mts. a lado y
lado y sus túmulos y áreas más elevadas están ubicados sobre sus már
genes.
No se hicieron excavaciones en la zona; sin embargo, el material cerá- /
mico recogido en un túmulo pertenece a la Tradición Modelada Pintada >
encontrada en la superficie de los sitios más al sur. Además de la homo- J
geneidad del material arqueológico encontrado, la distribución armonio
sa de los canales de drenaje y de intercomunicación, respecto a los sitios
habitacionales, nos lleva a considerar que pertenecen a un sistema com
plementario y, como tal, contemporáneo. La densidad de sitios habita
dos de la misma época evidencia una nutrida población que tuvo que
buscar soluciones masivas, para satisfacer una serie creciente de necesi- I
dades.*
53
del sistema de drenaje sobre sus dos márgenes. Los canales son especial
mente anchos, hay aproximadamente 20 mts. de separación entre uno y
otro, dejando así unos 15 mts. de superficie apta para cultivos en cada
j camellón. Los otros canales artificiales localizados a lo largo de los ca-
| ños, como en el caso de Carate, Mabobo, Marusa y Barrancuda, tienen
|! aproximadamente 10 mts. de separación entre ellos. Es posible que la
variación en la distancia entre los canales, obedezca a las distintas
funciones que cumplieron o también a las diferencias regionales en la
~ composición de los suelos. Para efectuar un eficaz control de aguas en
una zona de suelos arcillosos se necesitan canales más próximos que en
una de suelos arenosos.
Todavía no se ha podido comprobar si los habitantes del poblado del
siglo I d. de C. emplearon los canales hidráulicos, pero parece evidente
que los utilizaron en el siglo VI d. de C.*
Dentro del sistema de canales de La Hormiga no se han encontrado
areas de habitación. La concentración de plataformas de vivienda en
una zona, su ausencia en otras y el destino de grandes extensiones para
la siembra indican un uso especializado del espacio.
Además de las amplias zonas aptas para cultivos, se encuentran en el
area estudiada pequeños canales cerca a los sitios de vivienda, que segu
ramente fueron utilizados a manera de huertos para los productos de
primera necesidad. Estos se desprenden en ángulo recto de los caños fer
tilizando sus zonas vecinas. Todavía se abren, esporádicamente, canales
'X j similares con el mismo fin. También por medio de canales, en la anti
güedad se liberaron las zonas habitadas del peligro de las inundaciones
^ periódicas. En abril o mayo, cuando suben las aguas, las familias de hoy
^ se movilizan hacinándose en las viviendas localizadas en las zonas más
altas o se “entamban”, construyendo en el zarzo, bajo el mismo techo
de la casa, débiles estructuras de tablas por encima del nivel de las a-
guas. El desplazamiento entre las áreas acondicionadas para dormir y
cocinar es difícil, se hace en bote, a nado o a través de puentes im
provisados. Algunos de los hombres aprovechan esta época, económica
mente muerta, para emigrar a las zonas algodoneras o a las ciudades de
la costa Atlántica o de Venezuela, para adquirir dinero y regresar con el
ganado cuando bajan las aguas en el verano siguiente.
* Tampoco se puede afirmar que los primeros habitantes enterraron a sus muertos
en túmulos. Pero, sí se sabe que lo hicieron siglos más tarde, acompañándolos
con ricos ajuares funerarios. Objetos de orfebrería, como remates emblemáticos
de bastón en forma de animales, grandes pecheras de oro para las mujeres o
“vestidos” de oro laminar parecen haber sido encontrados en los montículos de
entierro (Láms. XXIV y XXVIII).
54
Los canales en forma de Y, del poblado Marusa, tienden a crear una
estructura en estrella. Esta estructura con segmentos triangulares de los
poblados antiguos, todavía subsiste en algunos sitios de la llanura del
Atlántico, como en San Andrés de Sotavento, población indígena locali
zada al este de las ciénagas de Momil en el bajo río Sinú (Lam. XX).
56
tioquia. Comparando estas descripciones con la información arqueológi- )
ca, consideramos que los españoles recogieron datos de la tradición oral (
que se remonta atrás en el tiempo, y que el valle del río Sinú vendría a >
corresponder al llamado Fincenú, el del San Jorge al Pancenú y los va
le s del bajo Cauca y Nechí al Cenufana.
La vivienda del río Sinú fue descrita como un conjunto de unidades, '
cada una con funciones diferentes:
. .casas principales, en que los indios vivían, y cada casa de
estas tenía a la redonda de sí, otras tres o cuatro para sus ha
ciendas y servicios extraordinarios, las cuales eran todas gran
des, de pared alta, casi de la forma y hechura que los españo
les las hacen para su vivienda” .
Aguado, tomo IV,pp.22-23
57
su número, que sólo están al cargo de nuestra Religión las
doctrinas de San Andrés, ( .. .) Morroa y Colosó”.
Zamora, tomo I, p. 208
Todas estas fuentes coinciden en decimos que a la llegada de los espa
ñoles a las llanuras del Atlántico, los valles del Sinú y del San Jorge par
ticipaban de una cultura relativamente homogénea. Que existían pobla
dos organizados, dependientes unos de otros y evidencias de un auge an
terior.
El proceso de despoblamiento sufre una brusca aceleración durante la
Conquista. Sólo sobreviven, en el siglo XVIII, algunos poblados indíge
nas en las cercanías del bajo Sinú. Es esta la misma región habitada hoy
por unos 4.000 individuos que afirman provenir “del río arriba” y se
llaman a sí mismos Zenúes .
58
CAPITULO III
59
En los primeros meses del verano, cuando el agua de las ciénagas co
mienza a bajar, los bocachicos y otros peces de hábitos migratorios se
mejantes, inician su ascenso por los ríos para el desove, en una subienda
que se prolonga durante varios meses. Es esta la mejor época para la pes
ca, por la abundancia de bocachicos, comelones, doradas, bagres, picu
das y mojarras.
PECES X X
Bagre P s e u d o p la ty s to m a fa scia tu m X
Bocachico P r o c h ü o d u s re tic u la tu s m agd a len a e
Comelones L e p o r in u s m u y s c o r u m
Picuda S a lm ín u s a ffín is
Dorada B ryco n m o o re i m oorei
Mojarra P e te n ia u m b rífera y G e o p h a y s steid a ch re ir
REPTILES X X
Morrocoy G e o ch e r o m e carbonaria X X
Tortuga de P o d o c n e m is le w ya n a X
agua dulce
Iguana Ig u a n a iguana
Cocodrilos:
Caimán C r u c o d y lu s a c u tu s X X
AVES X X
X
Guatinaja (roedor) A g u t í paca X p
Nutria L u tr a a n n e cten s X
Venado M a za m a sp.
Manatí T ric h ec h u s m a n a tu s
60
Los medios ribereños y cenagosos se ven frecuentados por las tor
tugas de agua e icoteas, cuyo ambiente predilecto son las aguas tranqui
las donde abunda la taruya. En estos medios también habitan iguanas,
caimanes y babillas, roedores acuáticos como el ponche y el manatí,
mamífero habitante de las ciénagas, hoy en vía de extinción. Innumera
bles aves, acuáticas, garzas y distintas variedades de patos, pato real, pi-
singq y viuda, entre ellas, viven en los caños y ciénagas. En las zonas hú
medas, sombreadas por cierta vegetación, se desarrollan las colonias de
gasterópodos o caracoles terrestres.
Las colinas más altas, del terciario, aledañas a la zona inundable, me
nos ricas en especies animales, alojan sin embargo algunas que pueden
ser empleadas como complemento alimenticio. Las regiones forestales,
constituyen el habitat de dantas, pecaríes y venados, mientras que en /
las sabanas y rastrojos ya desprovistos de su vegetación original, abun
dan conejos, venados sabaneros, perdices y tórtolas.
La riqueza proteínica representada por la fauna acuática es utilizable
durante todo el año, y la migración de animales desde las sabanas hacia
la ciénaga durante las intensas sequías, favorece las actividades de caza
)
en la zona inundable.
En los basureros de las viviendas correspondientes a los primeros si
glos de nuestra era, se encontraron abundantes huesos de animales, con
predominio de la fauna acuática. Los restos de tortuga son los más ge
neralizados y el frecuente estado de carbonización de los caparazones,
sugiere que eran asados y no extraídos de él antes de cocinarlos, como
se hace hoy en día. También son frecuentes las vértebras de pescado y
los huesos de aves, en menor grado los restos de babillas, y, ocasional
mente, mamíferos como venados, nutrias y ponches.* En el basurero de
una plataforma de vivienda, en un asentamiento nucleado de la zona de
Rabón, se hallaron abundantes conchas de caracoles terrestres, emplea
dos como complemento alimenticio,** y algunas de bivalvos marinos.
La organización lineal de las plataformas de vivienda a lo largo de los \
caños Carate y Mabobo, sugiere que las actividades de los habitantes de
estos caseríos, relativamente dispersos, estaban orientadas primordial
mente hacia la pesca. Los canales artificiales sirvieron también coiru. >
criaderos de pescado y pudieron facilitar las actividades pesqueras en \ \
j
* Análisis preliminar de Ana Legast y Alberto Cadena, zoólogo del Instituto de
Ciencias Naturales de la Universidad Nacional, Bogotá.
**A pesar de que los caracoles terrestres se movilizan, encontrándose a menudo
dentro de la tierra, el hallazgo en abundancia de sus restos entre los desechos do
mésticos, indica su empleo regular como alimento.
zonas alejadas de vías fluviales, puesto que los peces debieron utilizarlos
en sus migraciones estacionales entre ciénaga y caño.
La pesca en el bajo San Jorge ha sido tradicionalmente una de las ac
tividades económicas principales de la región, orientadahacia el comercio
Cerca de la desembocadura del caño Carate, en el sitio denominado
Vereda, a 100 mts. de la Ciénaga de San Marcos, existió hasta el siglo
pasado un importante mercado de pescado (Mapa No. 4). Las casas don
de se vendía el producto, construidas sobre los barrancos del río San
Jorge, se convertían, en verano, en centro de reunión de compradores
procedentes de las sabanas, el río Sinú y las poblaciones cercanas a la
ciénaga de Momil; llegaban además embarcaciones procedentes de Ba-
rranquilla, Magangué y Zaragoza (Striffler, 1958a).
En la actualidad sorprende encontrar en regiones cercanas al litoral
Atlántico, como San Andrés de Sotavento y sus alrededores, mercaderes
V . que ofrecen bagre seco del San Jorge, producto abundante y considera
do de mejor calidad que el del Sinú. La icotea ha sido también un pro
ducto importante en estas actividades comerciales.
f La utilización tradicional del caño Carate como vía de comunicación
\ y de comercio, se debe en gran parte a que es un canal activo, navegable
^ ) durante todo el año, especialmente en el trayecto de San Marcos a Las
1 Flores. En el siglo pasado era utilizado como vía alterna entre San Mar-
u eos y Uré, pues aprovechando el brazuelo Morrocoy, el caño Carate
acorta la distancia, evitando la amplia curva del río en esta área. En esa
época el pueblo de Paso Carate, a orillas de la ciénaga Florida, era un
parador importante en la vía entre Cartagena y Ayapel, “única vía te
rrestre conocida hace muchos siglos, que también podría llamarse cami-
N no real entre Cartagena y Antioquia” (Striffler, 1958a). Las Flores era
un próspero puerto comercial que exportaba los productos de una vasta
región hacia el norte y noroeste.
La riqueza y abundancia de la pesca en la zona inundable, ha propor
cionado siempre excedentes tradicionalmente utilizados con fines co
merciales para abastecer amplias regiones, aprovechando la facilidad del
transporte fluvial permanente de los caños y ciénagas.
En el siglo XVI el pescado era un producto esencial en las relaciones
comerciales de los grupos indígenas del norte de Colombia. Su transpor
te se facilitaba mediante técnicas de preservación como el ahumado, co
nocidas por los habitantes de las llanuras y valles tropicales. En las cer
canías de Ayapel, en el bajo San Jorge, los conquistadóres describen:
62
LAM. XXIII Campamento de pescadores en el bajo río San Jorge.
en las partes donde se coge con abundancia y no alcanzan sal
para salarlo”.
Simón, tomo V, pp. 166-167
La gran importancia de la sal en las actividades comerciales prehispa-
nicas, podría estar también relacionada con la necesidad de preservar
a lim e n to s en aquellas regiones cálidas.
Según el cronista,
“ [el oro] . . . se iba extendiendo de mano en mano en resca
tes y contrataciones hasta las costas marítimas donde queda
ban grandes sumas dél, en compras de sal que era el más grue
so trato que andaba entre ellos, por tenerla sólo los de la cos
ta, y los de la tierra adentro no podérsela haber rastreado en
ninguna parte. . .”
Simón, pp. 115-116
* Los análisis realizados por Robert Eidt (1981) en las capas grises ondulantes de
los barrancos del caño Carate, muestran una cantidad de fosfato inorgánico (302
y 275 ppm.) semejante al encontrado en un cultivo de yuca actual en la misma
zona (285,3 ppm.j. Hasta ahora, en los análisis efectuados en el bajo San Jorge
no se han obtenido cifras correspondientes al cultivo del maíz. El único análisis
de polen existente corresponde a una muestra tomada por J. Parsons en el bajo
San Jorge, que incluía polen “semejante al del maíz”, pero que no podía identi-
carse con certeza. (Parsons, comunicación personal).
65
de Cuba y Jamaica y la Española; pero son de otra cualidad,
porque las de las islas son malas, que si uno come de una
dellas muere ( . . . ) y cualquiera animal que come dellas o del
agua que dellas sale muere; y para faser pan dellas rállanlas, y
después las exprimen, y como quedan en polvo seco fácenlas
pan, y las desta tierra del Cenu y de toda la tierra desde aquí
adelante cómenlas crudas y asadas, que son muy buenas de
^ comer y de gentil sabor” .
Enciso; p„ 269
Entre los grupos indígenas actuales de las selvas tropicales, la harina
de yuca brava se emplea para preparar tortas de cazabe, tostándola so
bre platos circulares de cerámica, denominados budares. Su presencia en
el registro arqueológico siempre se interpreta, aunque a veces en forma
muy simplista, como evidencia del cultivo de la yuca brava. Con estas li
mitaciones en mente, el sistema agrícola empleado por los indígenas
que en el siglo XVI ocupaban la zona de Ayapel, en el bajo San Jorge,
merece un análisis detallado, considerando que esos habitantes posible
mente mantenían la tradición cultural de aquellos que habitaron la zona
en los primeros siglos de nuestra era.
El sistema agrícola empleado por los indígenas de Ayapel presenta
algunos elementos comunes con los de grupos contemporáneos que ocu
paban las llanuras tropicales del norte de Colombia, como los cultivos
mixtos, las huertas de frutales y los sembrados de tubérculos. Sin em
bargo, la agricultura de Ayapel también contrastaba con la de aquellos
grupos, por la extensión y variedad de los cultivos y la aparente ausen
cia del maíz. Sorprendidos, los españoles describen:
“ . . .gran copia de huertas cultivadas maravillosamente, llenas
de diferentes frutales, como eran euros, guamos, caimitos. . .”
Simón,-tomo V, p. 165
66
dirían otros tubérculos, como batatas (Ipomoea batatas) y ajes,* (Dios-
corea Triphilla):
“Hay otras plantas que se llaman ajes, y otras que se llaman
batatas, y las unas y las otras se siembran de la propia rama,
la cual y las hojas tienen casi como ( . . . ) yedra tendidas por
tierra (. ..) y debajo de tierra nascen unas mazorcas como na
bos (. . .) las ajes tiran a un color como entre morado y azul,
y las batatas más pardas y asadas son excelentes. . .”
Oviedo, vol. 2, pp. 173-174
Los cultivos también incluían himoconas, otro tubérculo de fácil pre- ^
paración como la yuca dulce.
El cultivo de tubérculos en las llanuras de Ayapel, tendría ciertas ven
tajas. Son plantas muy bien adaptadas a las regiones tropicales con mar
cadas diferencias estacionales e intensas sequías, pues almacenan almi
dón y retienen agua, característica que les permite madurar rápidamen
te al comienzo de la época lluviosa. La propagación de la yuca mediante
transplantes, su producción constante y su comportamiento homogéneo
a lo largo de todo el año, evitan la necesidad de una estricta programa
ción en el ciclo anual agrícola y de trabajo masivo muy organizado. No
exige gran cantidad de nutrientes del suelo, al que protege, en cierta
medida, de una insolación exagerada cubriéndolo con sus hojas.
Las ventajas que presenta el cultivo de tubérculos en las llanuras alu-
viales del norte de Colombia, han llevado a varios autores a considerar- ¿
las como uno de los centros potenciales para la domesticación y cultivo ¡
de la yuca (Harris, 1972; Sauer, 1958). J
El comportamiento de los tubérculos contrasta con el de plantas de
semilla, ricas en proteínas, como el maíz, muy sensible a las sequías,
que extrae mayor cantidad de nutrientes del suelo y requiere una es
tricta programación del ciclo agrícola.
En la depresión inundable, la construcción de camellones artificiales
sería propicia, y a la vez necesaria, para el cultivo de tubérculos. Estas
plantas son sensibles a las inundaciones y su cultivo está asociado gene- /
raímente con la construcción de montículos artificiales, que permiten í
mantener las raíces por encima del nivel de las aguas.
Los tubérculos son especialmente útiles como parte de cultivos mix
tos, sistema que aumenta la productividad de los campos cultivados, y
67
es menos sensible a cambios climáticos, pestes y malezas, y, por lo tan
to, más estable.
La estabilidad de un sistema agrícola de este tipo se vería aumentada
por los sembrados de árboles que conservan el equilibrio ecológico, fi
jando el suelo, manteniendo su fertilidad y protegiéndolo de una exage-
rada insolación. Entre los árboles mencionados por los cronistas en Aya-
pel, se citan los guamos (Inga sp), ideales para el sombrío y fijación de
los suelos, el curo o aguacate (Persea gratissima), excelente complemen
to alimenticio por las grasas que contiene, y el caimito (Ximenia ameri
cana? ) de fruto ácido comestible.
En resumen, el sistema agrícola en la zona de Ayapel estaba formado
por cultivos mixtos estables, con énfasis en los tubérculos, plantas poco
exigentes, muy productivas y ricas en carbohidratos, complemento die
tético ideal de los recursos proteínicos obtenidos en la abundante fauna
de los medios ribereños y cenagosos locales.
' Sin embargo, se considera generalmente que un sistema agrícola basa
do en tubérculos que no pueden ser almacenados fuera de la tierra por
<: largos períodos, no está en condiciones de producir excedentes tan im-
1 portantes como los de plantas fácilmente almacenables. Esta particulari-
j dad ha sido considerada como una limitación de aquellos sistemas, que
: inhibiría el establecimiento de formas económicas desarrolladas con efi-
j cíente control y redistribución de excedentes, y el surgimiento de cen-
| tros administrativos y sociedades jerarquizadas complejas. Esta sería la
causa de un posible reemplazo de la yuca por otras plantas que permi
tirían sobrepasar sus supuestas limitaciones. El maíz, rico en proteínas,
fácilmente almacenable que demanda un trabajo más organizado en su
producción, es el principal candidato para tal “reemplazo” .
Esta sustitución pudo ser muy ventajosa en regiones de vertiente, .de
clima temperado y alejadas de los grandes recursos proteínicos de las
zonas aluviales. (Reichel-Dolmatoff, 1978).
En las zonas ribereñas tropicales, en cambio, no se produjo tal reem
plazo, por no ser atractivo para grupos que explotaban los grandes re
cursos proteínicos de la fauna acuática, y que desarrollaron un sistema
agrícola estable que proporcionaba excedentes constantes, con produc
ción abundante y regular de tubérculos.*
Este sistema de subsistencia combinaba la explotación de la fauna ri
bereña y los cultivos mixtos estables, permitiendo el mantenimiento de
* El sitio de Momil sería una excepción; allí, un sistema agrícola con base en la yu
ca brava sería reemplazado por otro basado en el maíz, acompañado por arte
factos que señalarían una influencia mesoamericana (Reichel-Dolmatoff, 1956;
1978).
68
poblaciones densas y de cierta complejidad socio-política, como es el
caso también de los grupos prehispánicos del Amazonas y Orinoco.’''
La aparente ausencia del maíz en el bajo San Jorge no se debe a su
desconocimiento: era cultivado por la mayoría de los grupos que ocupa
ban el norte de Colombia en el siglo XVI, incluyendo a los indígenas del
curso medio del Sinú, culturalmente relacionados con los de Ayapel. [
Frecuentemente, en esas sociedades, el maíz hacía parte de un complejo j
agrícola variado, era complemento alimenticio y producto importante
en la fabricación de bebidas fermentadas empleadas en ceremonias co
lectivas (Sanoja, 1979, p. 265).
Así, los sistemas para producir alimentos eran adoptados de manera
racional y selectiva por los grupos aborígenes, y mantenidos, sin mayo
res modificaciones, cuando eran particularmente útiles para la vida en
determinado medio.
Si un sistema agrícola similar al de Ayapel era empleado por los habi
tantes de la zona inundable en los primeros siglos de nuestra era, es evi
dente que éste le convendría a un grupo humano que aprovechaba los
abundantes recursos de la pesca, al parecer con fines comerciales, y que
podría estar involucrado, como veremos más adelante, en las actividades
económicas de una región que rebasaba ampliamente sus límites.
69
C .r u 7. donde se construyeron camellones cortos para recuperar tierras de
las ciénagas y aumentar las extensiones utilizables; el flujo lento del
agua facilitaba al mismo tiempo la acumulación de sedimentos. En otras
regiones, como la ciénaga de La Hormiga, los largos camellones, con un
ancho de 15 mts de superficie utilizable, serían también ideales para la
práctica de cultivos extensivos.
í~ El movimiento de tierras originado por la construcción y reacondicio-
i namiento de los camellones, mejoraba la estructura de los suelos, hoy
J en día compactos y oxidados por falta de mantenimiento. Los sedimen-
j t°s removidos de los canales para evitar su obstrucción se colocaban en
(__la parte alta de los camellones, sirviendo de abono para las siembras. La
existencia de plataformas de vivienda intercaladas con estos sistemas
propicios para el cultivo (Fig.l), señala la presencia de una pobla
ción dispersa relacionada directamente con la producción agrícola. Den
tro de la zona inundable existían áreas dedicadas especialmente a la
producción de alimentos, como es el caso de Carate-Mabobo, con sus
^ caseríos de pescadores a lo largo de las vías fluviales mayores y sus ex-
L tensas áreas agrícolas en zonas cenagosas. En el área de Rabón existie
ron zonas cultivables, como es el caso de la ciénaga de La Hormiga, y
poblados situados a un kilómetro de distancia, en donde una población
densa podía abastecerse de la producción de aquellas zonas. Es posible
que al menos parte de los habitantes de los poblados no estuviera invo
lucrada directamente en actividades de subsistencia. Entre estos habi
tantes podrían encontrarse los productores de objetos manufacturados
que se describen más adelante.
Esta situación exigiría la producción de excedentes por parte de los
grupos de pescadores y agricultores y la presencia de extensos campos
productivos. Sin embargo, cabe preguntarse si esta situación interna jus
tificaría por sí sola el enorme esfuerzo implicado en la construcción y
mantenimiento de los sistemas de drenaje. Los cálculos de población pa
ra la zona inundable en los primeros siglos de nuestra era, aunque par
ciales y tentativos, señalan densidades importantes. Sin embargo, el alto
potencial de la zoma como productora de alimentos, expresado en la ri
queza de su fauna acuática y la fertilidad de sus suelos, haría posible el
abastecimiento de poblaciones mayores.
Analizando el potencial agrícola de la zona inundable con respecto a
las áreas' circundantes, resulta evidente su mayor fertilidad frente a la de
las colinas más altas que la rodean, regiones de extremos climáticos, con
intensas sequías y fuertes lluvias, donde el desmonte extensivo origina
un progresivo deterioro de los suelos. La exposición de la superficie a la
acción de los rayos solares, la erosión y lavado de las capas de humus
por las lluvias ocasionan la formación de óxidos de hierro y concrecio-
70
nes de arcilla en el subsuelo. El cultivo extensivo y permanente en estas
regiones altas requiere una tecnología especial para el mantenimiento de
la fertilidad de los suelos y el empleo de sistemas de irrigación.
La práctica agrícola comúnmente empleada en regiones tropicales
con estas condiciones climáticas, y muy bien adaptada a ellas, es la de
tumba y quema, mediante la cual un terreno es sembrado temporalmen
te y luego abandonado para permitir la regeneración de los suelos. Se
trata, sin embargo, de un sistema en pequeña escala, generalmente aso
ciado con bajas densidades de población, debido a la extensión conside
rable de tierra que cada grupo requiere para realizar su ciclo de cultivos.
En la zona inundable los sedimentos que anualmente depositan las
inundaciones actúan como, fertilizantes naturales y, a pesar de las in
tensas sequías, la humedad se mantiene debido a la saturación de los ni
veles de aguas subterráneas. Estas condiciones permiten el estableci
miento de sistemas agrícolas intensivos y permanentes muy producti
vos, mediante la previa adecuación de la zona a través de sistemas de
drenaje./
Las posibilidades de las dos zonas y de los sistemas agrícolas corres
pondientes se reflejan en las densidades de población que podrían sos
tener. Se ha estimado que un sistema agrícola basado en la explotación
de zonas pantanosas mediante el uso de sistemas de drenaje, puede man
tener potencialmente una densidad de población 12 a 14 veces mayor
que el sistema de tumba y quema en zonas tropicales no aluviales que
carecen del rejuvenecimiento anual de los suelos.*
La superioridad del potencial agrícola de la zona inundable segura
mente influyó en su elevado poblamiento y el esfuerzo masivo implica
do en su adecuación mediante extensos sistemas de drenaje, sugiere la
necesidad de producir una cantidad de alimentos mayor que la de' una
agricultura de tumba y quema en las zonas más altas circundantes. Esto
nos induce a pensar en la existencia de altas densidades de población
que harían necesaria esa mayor producción.
Las tradiciones recogidas por los españoles sugieren la antigua exis,-..—; —.
tencia de una alta población establecida en una gran zona relacionará' *
. "j - o v ,.
t i tipo de agricultura mencionado para las zonas pantanosas puede sostener j ¡"
aproximadamente una densidad de 1.000 habitantes por kilómetro cuadrádQ ^p^ ;
(Adams, 1980), mientras que la de tumba y quema puede sustentar una densidad f .....
aproximada de 70 habitantes por kilómetro cuadrado (Cowgill, 1962). El poten- >
cial de las zonas pantanosas es similar al de las chinampas, sistema de recupera- í
ción de tierras empleado por los Aztecas para convertir zonas lacustres en islas
artificiales cultivables y muy productivas, mediante la acumulación de barro y \
vegetación.
71
cultural, económica y políticamente: las legendarias provincias de Fin-
cenú, Pancenú y Cenufana, que involucraban las hoyas de los ríos Sinú,
San Jorge, bajo Cauca y Nechí. Esto nos permite especular que la depre
sión inundable formaba parte de un sistema económico mayor que reba
saba ampliamente sus límites y haría conveniente el aprovechamiento
de su potencial para la producción de alimentos en gran escala.
ESPECIALIZACION Y COMERCIO
La posible existencia en el bajo San Jorge de áreas especializadas en
la producción de alimentos en gran escala nos induce a pensar en un sis
tema económico con marcada especialización regional, que incluiría
también la producción de materias primas y objetos manufacturados.
Las manufacturas halladas en el bajo San Jorge sugieren tanto la exis
tencia de una producción local, como la participación de la zona en un
extenso sistema de intercambio.
La orfebrería hallada en la zona inundable es el producto de un gru
po especializado, como indican su estilo homogéneo y su complejidad
tecnológica. Esta orfebrería pertenece al comúnmente llarrfedo “estilo
Sinú”,* pero tiene rasgos locales distintivos como el predominio de pie
zas de oro de alta ley. La mayoría de estos objetos se han encontrado
en la zona inundable del bajo San Jorge y bajo Cauca, en la regiones de
San Marcos, San Benito Abad, Ayapel y Majagual. Aparecen en los tú
mulos funerarios pertenecientes al grupo étnico que ocupó la zona en
los primeros siglos de nuestra era.** La versatilidad de los orfebres se
refleja en el uso de variadas técnicas, como el martillado, el repujado, la
fundición y el decorado de piezas de tumbaga. Las formas, muy homo
géneas incluyen adornos sencillos y numerosos como narigueras circula
res y de media luna y también formas complejas y vistosas como los rema-
M tes de bastón, los pectorales mamiformes y las orejeras de filigrana fun
dida. (Lams. XXIV-XXV). Estas últimas denotan una habilidad en las
distintas etapas de manufactura, que implica necesariamente un proce
so de aprendizaje especializado.
Con la excepción de los pectorales mamiformes, las formas mencionar
das aparecen también en el curso medio del río Sinú; en el siglo XVI en
esta zona existía el pueblo del Cenú o Fincenú cuyos habitantes se espe-
72
¡Dun
¿AM. XXIV' Pectoral mamiforme procedente de Ayapel, (UMP).
* * * * * * » * » ''
LAM. XXV Orfebrería hallada en un túmulo funerario en las cercanías de
p Culva.
r
i
r
cializaban tradicionalmente en la manufactura de joyas de oro. Según el
cronista:
“En este Fincenu se sacaba oro, mas por respeto de ser los
moradores de él todos plateros y artífices de labrar oro, acu
dían a ellos de los otros dos Cenues donde se sacaba el oro, y
pagábanles su trabajo por algunas joyas y obras de oro que les
hacían.. .”
Aguado, tomo IV, p. 21
El Sinú medio producía en el siglo XVI joyas de oro para uso interno
y para comerciar, y es posible que el bajo San Jorge, en donde se en
cuentra una orfebrería perteneciente a la misma tradición, fuera una de 'J
las regiones receptoras de este producto. Sin embargo, la gran concen- ^
tración de piezas de oro en la zona inundable del bajo San Jorge y del
bajo Cauca, no permite asumir que todo el material fue comerciado, y
sugiere que esta zona pudo ser también un centro de producción local,
manufactura que se vería favorecida por la cercanía de los abundantes
yacimientos auríferos del Cauca y del Nechí.
La cerámica de la Tradición Modelada Pintada hallada en el bajo San I
Jorge, aunque relacionada con la de Betancí en el curso medio del río \ ,y/
Sinú, tiene rasgos muy propios que demuestran su producción local, j
(Apéndice). Dos tejidos de algodón, uno de ellos decorado con motivos
geométricos (Lam. XXVII), hallados en túmulos funerarios de la región
de Cuiva, y algunos volantes para huso, discoidales, de cerámica, proce
dentes de la zona de Rabón, sugieren la manufactura local de estos tex
tiles.
En el Fincenú, los conquistadores observaron que las mujeres indíge
nas
“ . . .desde la cintura hasta los pies traen ceñida una manta a
modo de mantellina de algodón que hace razonable compos
tura, unas pintadas y otras blancas, conformándose con la di
ferencia del gusto de cada u n a . . . ”
Simón, tomo V, pp. 176-177
Las figuras femeninas que decoran la cerámica de Betancí, en el curso
medio del río Sinú, llevan faldas decoradas que corresponden a las des
cripciones de los cronistas.
Los tejidos de fibras vegetales también debieron tener importancia en
la zona, como lo demuestran las técnicas y motivos decorativos de la or
febrería y la cerámica, fuertemente influidos por aquéllos. Es el caso de
las piezas de oro elaboradas en filigrana fundida, las “canastas” de cerá
mica y la decoración pintada de la alfarería, fiel reproducción de canas-
77
tos y adornos tejidos (Apéndice). Las diademas de las figuras antropo
morfas de cerámica son representaciones de adornos, al parecer, origi
nalmente tejidos en fibra. La manufactura de esteras también pudo te
ner importancia; los conquistadores las observaron en el pueblo del Fin-
cenú:
“ . . .estando lo demás del suelo por donde andaba cubierto de
espartillo o paja menuda que eran las alcatifas y alfombras de
los reyes y gente grave y de sus templos. . .”
Simón, tomo V, p. 117
La manufactura de tejidos en fibras vegetales ha sido siempre de gran
importancia en la Costa Atlántica, y el producto más popular actual
mente es el sombrero “vueltiao” o sinuano, elaborado con la fibra de la
caña fleche (Gynerium saccharoides). Se elabora principalmente en los
pueblos de indígenas zenúes situados en las cercanías de la ciénaga de
Momil, como Tuchín, Carreto y Molinas; en el bajo San Jorge, la pobla
ción de Belén, ubicada a unos 5 kmts. al norte de San Marcos, también
se especializa en esta producción artesanal. Aunque la forma del pro
ducto elaborado es moderna, la industria misma es de origen indígena y
pudo tener gran importancia en el bajo San Jorge, región que también
fue, durante mucho tiempo, la abastecedora de caña fleche para la pro
ducción externa de sombreros. Los habitantes de Tuchín, por ejemplo,
antiguamente viajaban hasta el San Jorge a recolectar la caña fleche, por
■ considerarla de mejor calidad.
Las poblaciones cercanas a la ciénaga de Momil han sido tradicional
mente centros interdependientes, especializados en distintas manufactu
ras. Mientras que algunas se dedican a la producción de sombreros, otras,
como Chinú y Las Huertas, se especializan en la manufactura cerámica,
y algunas como Morroa, en la elaboración de hamacas de algodón. La
población de San Andrés de Sotavento actúa como centro de redistri
bución de estos productos.
Las poblaciones de artesanos especializados existían en el siglo XVI,
como es el caso del Fincenú con sus orfebres y de algunos pueblos de la
zona costera, dedicados a la manufactura de hamacas y chinchorros pa
ra el comercio:
• . .hacían también los de la costa hamacas y chinchorros de
hilo de algodón que también tenían gran salida, por ser las ca
mas de todos los indios de países calientes, como lo son los
tres Zenúes nom brados.. .” *
Simón, tomo V, p. 116
Según los datos anteriores existía una desarrollada especialización re-
78
gional de las actividades económicas. La zona inundable contribuiría
ante todo como zona productora de alimentos, especialmente pescado,
materias primas y posiblemente objetos manufacturados.
En algunas regiones involucradas en la red de intercambios, existían
especialistas que producían manufacturas en gran escala con una orien
tación comercial. Es el caso de los orfebres del Fincenú, cuyo producto
llegaba hasta regiones distantes como Urabá y Antioquia, y de los pro
ductores de tejidos de algodón y fibras vegetales.
En el contexto de una economía regional, con un sistema comercial
bastante desarrollado, el bajo San Jorge estaba relacionado principal
mente con la región del Sinú y los alrededores de la ciénaga de Momil,
regiones que probablemente participaban de una misma tradición cul
tural.
Esto señala que no se trataba simplemente de relaciones de trueque f
entre grupos vecinos con actividades económicas complementarias, sino
que la red de intercambios pudo ser originalmente establecida por un ^
grupo étnico que controlaba la producción y la redistribución de pro
ductos en una amplia región habitada por sus miembros.
Un sistema de esta naturaleza implica la existencia de centros que
controlaran la redistribución de los productos.
Centros de este tipo pudieron funcionar dentro de la misma zona v
inundable, como lo sugieren las poblaciones nucleadas del área de Ra
bón, establecidas a intervalos bastante regulares e integradas a sistemas
fluviales de intercomunicación. La antigua existencia en caño Carate de
mercados de pescado que abastecían extensas regiones por intermedio
de comerciantes venidos de fuera, sugiere la presencia de mercados de
tradición antigua dentro de la zona inundable.
Al considerar el comercio a nivel regional, existen ciertas áreas estraté-'
gicamente ubicadas para cumplir funciones de redistribución, como es /
el caso de los límites de las sabanas con su posición privilegiada para ’ 1 )
controlar los productos de distintos microambientes.
El poblamiento del caño Carate pudo estar influido por la posición
estratégica de esta vía fluvial, que durante gran parte de su curso corre /
paralela a las margenes de las sabanas, siempre ubicadas a una distancia '
menor de 15 kmts. del caño. La cercanía de una de las vías fluviales más -
importantes de la región y de la zona inundable, cuyos productos po
drían ser transportados con facilidad, hace pensar que esa sería una
posición ideal para los centros de redistribución prehispánicos.
Las poblaciones actuales mayores del área, centros de comercio regio- ~ !
nal, y los caseríos más importantes, están localizados sobre los límites '
de las sabanas. Tal es el caso de los municipios de San Marcos, San Beni
to Abad, Ayapel y Caimito, la población de Las Flores y los caseríos de
79
Paso Carate y Pital. Su ubicación, que presenta varios rasgos constantes,
i como la cercanía de vías fluviales y de ciénagas permanentes, fue deter-
^ minada por la facilidad del transporte acuático.
Remontándonos al siglo XVI, observamos que la población de Aya-
pel, centro político y económico importante que controlaba muchos
poblados circundantes, correspondía a este patrón. Este poblado
“ . . .sitiado en un alto (. ..) la tierra es pelada y sin montaña en mucha
distancia.. . ” (Simón, tomo V, p. 16), estaba ubicado en las “sabanas de
Yapel” , en las cercanías del San Jorge y de la ciénaga de Ayapel.
La situación se repetía en el curso medio del Sinú, donde el pueblo
más importante del área, Fincenú, estaba ubicado cerca de la ciénaga de
Betancí, “ . . .a diez teguas de la mar, sobre el r í o .. .” (Enciso, p. 269).
En los alrededores de la población se extendían “ . . .unas sabanas llanas
y rasas y a perder de vista, que son de más de quince leguas en contor
no. . .” (Simón, tomo V, p. 121).
El pueblo del Fincenú tenía una posición estratégica para ejercer un
control del comercio por el río Sinú. Allí llegaba el oro nativo proceden
te de la zona montañosa de las cabeceras de los ríos Sinú y San Jorge:
“Dicen los indios que lo traen [el oro] de unas sierras de don
de viene el río del Cenú (. ..) y que lo que cogen lo traían al
lugar que se llama Cenú, que está diez leguas de la mar sobre
el río ”
Enciso, pp. 268-269
Por el Fincenú también debían pasar los mercaderes que subían por
el río con productos de la costa:
“En la provincia e puerto del Cenu (. ..) hallaron muchos ces
tos (. . .) los cuales estaban llenos de cigarras e grillos e lan
gostas de las que saltan („ . .) tenían aquellos cestos para lle
varlos a otras tierras e partes, dentro de la tierra e lejos de la
ma r . . . ”
Oviedo, tomo III, p. 325
DATOS SOCIO-POLITICOS
! En el siglo XVI las poblaciones de Fincenú y Ayapel ejercían un
control político social y económico a nivel regional, y sus caciques te
nían bajo su dominio una serie de poblaciones menores regidas por caci
ques subalternos.
^ El pueblo del Fincenú era “ . . .la corte del gran cacique o mejor decir
de la gran cacica y señora de muchos pueblos, sus vasallos, que tenía en
su comarca” (Simón; tomo V, p. 121). En la zona de Ayapel,
80
“Otros pueblos había por los frentes,
Como dos leguas el que más escluso,
Subyectos, tributarios y obedientes,
Según se conocía por el uso,
A este, que por castellanas gentes,
Nombre del Pueblo Grande se le puso,
Donde Y apel, que todos los regía,
Inviernos y veranos residía” .
* Castellanos, tomo III, p. 78
Es probable que estos caciques principales estuvieran involucrados en
la redistribución de excedentes. Las casas principales del Fincenú esta
ban rodeadas por otras secundarias que incluían “graneros” donde al
macenaban maíz, que los conquistadores hallaron acumulado en canti
dades importantes. Los caciques secundarios, vasallos del de Ayapel, se /
mencionan en las crónicas como “tributarios de Yapel” ; esto podría in-
dicar una apropiación de excedentes por parte de caciques principales, [
mediante relaciones de tributación.
Las crónicas refieren que el pueblo del Fincenú estaba habitado,-ade
más de los caciques, por la “gente de servicio” , los orfebres especializa
dos y tal vez los mohanes o sacerdotes, que se enterraban en el túmulo
más importante de la zona el que los españoles denominaron “el sepulcro
del Diablo” :
“ . . . [aquella sepultura] tan empinada (. . .) donde se
enterraban los mohanes o jeques, unos cerca de otros
con todas sus riquezas sobre la haz de la tierra, de la
cual iban amontonando en el entierro. . .”
Simón, tomo V, p. 129
Los datos arqueológicos y etnohistóricos nos señalan que los cacicaz
gos de Fincenú y Ayapel eran reductos sobrevivientes de una antigua
organización socio-política, de tiempos antes de la conquista. En ese or- j
den anterior existían tres “provincias” , Fincenú, Pancenú y Cenufana,
gobernadas por tres caciques mayores, pertecientes posiblemente a un
mismo linaje, quienes sustentaban su poder en los mitos de origen de ta-
les cacicazgos. Dice la leyenda:
“ . . .los tres Zenúes nombrados, en los cuales tienen por tra
dición los naturales hubo tres demonios que fueron caciques
y señores de ellos grandes tiempos, (. . .) de estos tres el más
principal era el de Zenufana que por tierra más rica la escogió
para su particular gobierno, y en el Finzenú gobernaba una
hermana suya a quien él era tan aficionado que deseaba que
81
todos sus vasallos y los de los otros dos Zenúes le hiciesen la
misma reverencia que a él. .
Simón, tomo V, p. 116
De estos tres cacicazgos jerarquizados, el Cenufana estaba ubicado
cerca de los ricos yacimientos auríferos del Cauca y Nechí y era el prin
cipal; el Fincenú, en la hoya del río Sinú, el segundo en importancia y
el Pancenú, en la hoya del San Jorge, el tercero. La leyenda también
justifica la importancia de la mujer en el gobierno de estas regiones:
82
la hora de la muerte y se enterrase en lugar de ellos en su se
pultura señalada. . .”
Simón, tomo V, p. 116
Las prácticas funerarias eran eventos sociales en que debía participar
gran parte de la comunidad local y posiblemente también de los otros
dos Cenúes. Los túmulos eran construidos comunalmente en ceremo
nias colectivas donde se distribuían grandes cantidades de chicha. La
duración de la ceremonia y el tamaño de los túmulos dependían de la
riqueza del muerto. Para el cronista:
. [Las sepulturas] tienen mayor altura, según los mayores
o menores caudales del difunto, pues después de metido en
ella, dura el echar la tierra lo que dura la chicha que se les da
a los indios que la amontonan, y si el caudal llegaba a que
fuese mucha y que durase muchos días, en éstas hacían más
crecidos montones y más encumbrado el túmulo que el del
que teniendo poco caudal eran pocos los días que duraba el
beber y a este paso y por la misma razón había también algu
nas sin túm ulo.. .”
Simón, tomo V, pp. 126-127
Las tumbas de los ricos eran también,
“ . . .magníficas, i adornadas, con Losas i Bóbedas i con el Di
funto metian en ellas todas sus Riquecas, Joias i Armas, Mu-
geres vivas, i Criados, con mucha comida, i Cantaros de Vi
no. . . ”
Herrera y Tordesillas, tomo VI, p. 204
La variedad en el tamaño de los túmulos funerarios del San Jorge y
en la abundancia de ofrendas que contienen, reflejan las diferencias de
rango social anotadas por los cronistas. Los cementerios prehispánicos
de las regiones de Cuiva y Ayapel, por ejemplo, se distinguen por el gran
tamaño de los túmulos y sus numerosas piezas de oro y cerámica (Fal-
chetti, 1976).
La importancia de Fincenú como centro ceremonial se confirma por
la existencia del mayor templo comunal de la región, descrito en las cró
nicas como-.
“ . . .una casa, que según la capacidad (porque cabian más de
dos mil personas) parecia Templo de aquella Nación, halla
ron veinte y quatro Idolos de madera-, los doze con figuras de .• c- "v
hombres; y los otros doze de mugeres-, y todos con cuerpos /
de Gigantes, vestidos con planchas de oro, mirándose vnos ^ i
"" ' ür ¡
83
otros; sustentaban sobre los ombros vna gruessa vara, en que
estava colgada vna Amaca, que era el Adoratorio común de
aquella Nación; en que de las piezas de oro que ofrecian, ha
llaron algunas labradas á martillo, y otras por fundición”.
Zamora, tomo I, p. 213
Otros templos, dedicados a la misma divinidad, existían en poblacio
nes menores, como Faraquiel aparentemente ubicada en zona monta
ñosa, a ocho o nueve leguas de aquél (Simón, tomo V, p. 154).
Estos datos nos señalan cierta orientación teocrática del cacicazgo del
Fincenú, al tiempo que no existen las evidencias de militarismo y gue
rras permanentes, características de otros grupos prehispánicos como
los del valle del río Cauca (Trimbom, 1949). Tampoco existen, en la
iconografía de la zona, representaciones indicativas de tal militarismo
como cabezas trofeo, guerreros o emblemas agresivos. Los conquistado
res se enfrentaron a ejércitos indígenas bien organizados, pero era un re
clutamiento temporal para casos de emergencia, efectuado por los caci
ques principales, tal como ocurrió a la llegada de los conquistadores a
Ayapel.
“ . . . [el] gran cacique Yapel que viéndose salteado de gente
tan peregrina en su tierra, apercibió la suya a la defensa ( . . . )
juntó con brevedad que pedía el caso hasta dos mil guerreros
que prevenidos de sus armas y flechas, hondas, dardos y ma
canas, embijados y con levantados penachos de rica plumería,
los puso al paso de nuestros soldados.. . ”
Simón, tomo V, p. 163
La leyenda de los tres Cenúes descrita por los cronistas y los datos
< arqueológicos nos indican la antigua existencia de una estructura de po
der que dominaba política y económicamente las hoyas de los ríos Sinú,
San Jorge, bajo Cauca y Nechí.
Según parece, la creciente población de ese grupo étnico se estable
ció en regiones con distintas condiciones ecológicas y diversos produc
tos explotables económicamente: la zona inundable con su potencial
como productora de alimentos y las zonas auríferas del bajo Cauca y^
Nechí, abastecedoras de materia prima para los orfebres del Fincenú.
C El funcionamiento de este sistema económico implicaría el control
de la producción de alimentos en gran escala y de la construcción y
mantenimiento de los extensos sistemas de camellones artificiales, para
cuyo efecto sería necesario el reclutamiento y dirección de una nume
rosa fuerza de trabajo. Los distintos productos locales serían redistri
buidos mediante un desarrollado sistema de intercambio en el cual ejer-
84
LAM. XXVI I I Remate de bastón procedente del • bajo San Jorge (MO 7505).
cerían una función primordial los centros ubicados en zonas estratégi
cas, cerca de las vías fluviales o en los límites entre distintos microam-
bientes. En estos centros, los miembros del grupo social dirigente, cuyo
poder sería sustentado por la mitología y la religión, cumplirían un pa
pel importante en este control horizontal de la producción.
L-AM. XXIX Panorám ica de El A nclar, M ontelíbano.
Entre los siglos I y VII de nuestra era, el bajo San Jorge fue habitado
por un grupo étnico que desarrolló un complejo sistema de control hi
dráulico en la zona inundable.
En la Depresión Momposina no se han encontrado vestigios de este
grupo posteriores al siglo VII. Sin embargo, en la región de Ayapel, si
tuada en el límite de las sabanas y la zona inundable, los españoles ha
llaron, en el siglo XVI, reductos pertenecientes, posiblemente, a esta et-
nía. Río arriba, en el San Jorge medio, sus vestigios se encuentran sola
mente a partir del siglo X.
En la época de la conquista española el bajo San Jorge era una zona
poco poblada, con algunos caseríos dispersos pertenecientes a otro gru
po étnico procedente del río Magdalena, cuyos asentamientos más anti
guos han sido fechados en el siglo XIV.
El hecho de no encontrar allí evidencias de esa sociedad con avanza
dos conocimientos hidráulicos, posteriores al siglo VII, y de hallarlas en
los siglos X y XVI en las sabanas más altas, hace suponer que después
del siglo VII hubo una desocupación progresiva de las zonas inundables,
manteniéndose sus reductos en las áreas altas más protegidas.
89
■9
LAM. XXXII Metate y manos de moler procedentes de un túmulo funerario de
Yucatán, Montelíbano. /.*
LAM. XXXIII Figurina cerámica de Montelíbano.
Tradición Modelada - Pintada.
93
LAM. XXXV “Canasta" procedente de Montel íbano.
Tradición Modelada - Pintada.
±
espacio de vivienda; los muros del rectángulo mayor tienen 116 mts. de
largo por 72 mts. de ancho y una altura promedio de un metro (Mapa
No. 9).
Es evidente que en Montelíbano se presentan muchos de los rasgos
culturales de los antiguos pobladores de la depresión inundable. La cerá
mica es también elaborada y recargada, especializada en su uso, con
piezas exclusivamente rituales, como figurinas y copas con tapa. La or
febrería es variada y abundante en los cementerios mayores. Las dife
rencias en el número de piezas y riqueza del ajuar funerario y en el ta
maño de túmulos y cementerios supone una estratificación social.
Los habitantes de Montelíbano pertenecían al mismo grupo étnico
establecido en el bajo San Jorge en los primeros siglos y estaban relacio
nados a su vez con los habitantes del curso medio del río Sinú, como lo
evidencian las similitudes en cerámica, orfebrería y prácticas funerarias.
Aún desconocemos si estos habitantes migraron desde el bajo San Jorge
o si representaban un desarrollo local de esta cultura.
Sorprende el reducido número de sitios de vivienda hallados en Mon
telíbano en contraste con la cantidad y magnitud de>sus cementerios.
Aunque es posible que existan sitios de habitación desconocidos aún, la
evidencia disponible sugiere que en Montelíbano no existieron altas
densidades de población permanente y que esta región pudo tener una
importancia especial como zona de enterramientos.
En esta época el bajo San Jorge era una zona poco poblada donde
las. expediciones españolas, según Aguado, tuvieron que sortear graves
‘'dificultades, en los “ . . .grandes arcabucos y manglares despoblados y
muy trabajosos de caminar” .
Allí encontraron una población dispersa, integrada por indígenas que
eran culturalmente distintos a los que allí se habían establecido antes.
Estos habitantes seguramente conformaban uno de los grupos de Mali-
bú, establecidos en la Depresión Momposina y las riberas del Magdalena
a la llegada de los españoles, que desarrollaron un patrón de asentamien
to lineal sobre los barrancos que bordean las corrientes fluviales, en vi
viendas dispersas y caseríos ribereños. Sobre el río Magdalena estable
cieron poblaciones de cierta importancia como Mompós, Tamalameque
y el mercado de Zambrano. (Reichel-Dolmatoff, 1951). j'j ¿
Desde el Magdalena, este grupo entró al bajo San Jorge siguiendo el '/ v 'rJ''
curso del caño San Matías, o caño Viejo, hasta la zona de Cuiva. Sus vi
viendas dispersas se encuentran sobre los diques naturales a lo largo de
ese caño. La población de Jegua era uno de sus asentamientos principa- ,y
97
les-, sus habitantes controlaban, en el siglo XVI, el tráfico por el río Mag
dalena (Friede, 1956, VII, p. 104).
El modo de vida de estos habitantes puede deducirse de las excava
ciones en Las Palmas, sitio de vivienda sobre una plataforma qtfe se ex
tiende 140 mts. a lo largo del caño San Matías, con un ancho máximo
de 100 mts.
El sitio de Las Palmas estaba habitado hacia el año 1.300 d. de C. y al
parecer esta ocupación se prolonga hasta el año 1.600.* En la platafor
ma de habitación se encontraron los depósitos de basura de gentes que
hacían sus entierros dentro de las viviendas, directamente sobre el suelo
o en urnas funerarias en el caso de los niños, acompañados por ofrendas
de cerámica. Ocasionalmente se hallan piezas de oro sencillas, como na
rigueras de argolla o en forma de media luna. Reseñamos dos, halladas
en un entierro dentro de un sitio de vivienda ubicado en un solar de la
actual población de Cuiva.
La cerámica hallada en los basureros y en los entierros pertenece a la
Tradición Incisa-Alisada, cerámica de formas sobrias, sin distinción en
tre vasijas para uso doméstico y ritual. Las mismas vasijas culinarias, co
mo las ollas globulares, y las de servicio como las copas de pedestal
(Lam. XXXVI), eran empleadas como ajuar funerario, y las grandes va
sijas de uso culinario o para almacenamiento eran acondicionadas como
urnas funerarias (Apéndice).
Las actividades de subsistencia se centraban en la pesca, la caza, agri
cultura y recolección de alimentos vegetales. Los numerosos restos óseos
de animales recogidos en los basureros de Las Palmas indican que la ba
se proteínica de sus habitantes consistió principalmente en tortugas de
agua dulce, icotea, morrocoy, pescado (bagre entre otros), venado saba
nero, guatinaja, aves y babillas.* *
La presencia de manos de moler podría sugerir el cultivo del maíz, y
los “majadores” y morteros de cerámica, la recolección de alimentos ve
getales, posiblemente semillas o ají.
Los Malibúes del bajo Magdalena eran cultivadores de maíz, yuca
dulce y yuca brava (Reichel-Dolmatoff, 1951, p. 107), producción
agrícola que realizaban primordialmente en huertas cercanas a los case-
98
ríos o viviendas de barranco. Según Fals Borda (1979), pudo existir
también una producción colectiva en los playones, ciénagas, caños y
bosques de uso comunal.
Su régimen agrícola debió estar sujeto al ritmo de las crecientes y se
quías de las vías fluviales por la ausencia de obras para el control de
aguas. Este modo de vida es semejante al de los actuales pobladores de
la zona, la cultura anfibia descrita por Fals Borda, con su poblamiento
lineal y relativamente disperso sobre los bancos de las vías fluviales, un
régimen económico de subsistencia sometido a las fluctuaciones de las
condiciones hidrológicas y a la alternancia de actividades en zonas altas
e inundables.
**Según los datos del proyecto Cecilia, estudio Colombo-Holandés (Himat, 1977),
que abarca la región de Rabón aquí estudiada, el 90% de las 40.000 hectáreas
productivas están dedicadas a la ganadería y el 10% restante a la agricultura del
maíz y otros; el 97% de la tierra es de propietarios mientras que el otro 3% está
en arriendo u otras formas de tenencia.
En las 120.000 hectáreas de la Depresión Momposina estudiada por los pro
yectos Boca de Mujeres y Nechí-Majagual, la propiedad de la tierra está dividida
así: 886 predios menores de 30 has. pertenecen a 833 dueños mientras que 504
predios mayores de 70 has. pertenecen a 453 propietarios; 13 propiedades tienen
más de 2.000 has.
momento entre mayo y noviembre el Cauca se desborda por encima de
sus diques. Cuando esto sucede, las aguas corren por las llanuras bajas
hacia el San Jorge, canalizadas por innumerables caños. El desmonte se
extiende hoy hasta las llanuras bajas. Los derrumbes, deslizamientos de
tierra y demás manifestaciones de la erosión de los suelos han aumenta
do el lodo de los ríos y acelerado la rata de depósitos de sedimentos en
las llanuras aluviales. La minería de oro con agua a presión ha incremen
tado los problemas de erosión.
En las llanuras lluviosas de la costa los bosques han sido reemplaza
dos por pastos para ganado. Actualmente en el país el número de cabe
zas de ganado vacuno es igual al de sus habitantes: 25 millones. Por ca
da hombre de los departamentos que incluyen los valles del Sinú y del
San Jorge existen seis cabezas de ganado.
Hace pocos años viene introduciéndose en el bajo San Jorge la agri
cultura industrializada del arroz-, los camellones precolombinos obstacu
lizan estos cultivos en gran escala. Los hacendados aplanan, entonces,
mecánicamente las zonas de cultivo, contribuyendo al aumento de las
áreas inundables. Otra manifestación de la utilización irracional de la
zona es el permanente conflicto generado por la construcción privada
de diques parciales sobre el Cauca, dinamitados frecuentemente por los
propietarios vecinos porque al proteger sólo unos predios perjudican a
los demás.
Actualmente se adelantan estudios para controlar las aguas del Mag
dalena y del Cauca y recuperar de las ciénagas extensas áreas del bajo
delta, hoy sometidas a destructivas inundaciones periódicas. Los traba
jos recientes del proyecto colombo-holandés demuestran que el plan
original de construir un largo dique de 110 kmts. sobre el banco izquier
do del Cauca es impracticable por la alta rata de la subsidencia regional.
Hoy se están proyectando pequeños embalses que a largo plazo integra
rían un sistema rotatorio de recuperación de tierras. Los problemas de
ingeniería son todavía formidables. Surge entonces mayor respeto por
los habitantes de los primeros siglos de nuestra era que, según las eviden
cias de los sistemas de drenaje dejados por ellos, lograron habitar este
medio ambiente con una tecnología apropiada y un riesgo ecológico mí
nimo.
APENDICE
Copas de base baja Altura total: 8 a 10 Cuerpo pando; base troncónica baja.
(Fig. 5, g) Decoradas con incisiones sobre la báse
y esquematizaciones de caras humanas
sobre el borde.
Copas de base no identificada Diametro de la boca: Cuerpo similar a las anteriores. Decora
20 a 38 das con muescas, aplicaciones redondea
das, incisiones formando un motivo en
espina de pescado, debajo del borde.
Copas con tapá Altura total: 7 a 12.5 Cuerpo semi-globular. Tapa circular.
(Fig. 5, i) Decoradas con incisiones formando u-
na cruz sobre la tapa, caras humanas
esquematizadas sobre el borde y “ ojos”
o espirales sobre una de las caras del
cuerpo y de la tapa.
Ollas globulares simples Altura total: 6 a 12 Cuerpo globular, boca ancha. Sin de
(Fig. 5, m) coración.
Vasijas globulares con cuello Altura total: 15 a 35 Cuello evertido; base redondeada o
(Fig. 5, j-k) arivaloide. Decoradas con motivos
geométricos en pintura roja, sobre
toda la superficie.
Vasijas subglobulares con Altura total: 14 a 58 Base anular pequeña. Sin decoración,
base anular con dos excepciones: uno con muescas
<Fig. 5,1) sobre el borde, otro con diseños geomé
tricos de pintura roja sobre todo el
cuerpo.
Rodillos (pintaderas) Largo promedio: 8 Diseños geométricos incisos y excisos.
(Fig. 5, d)
“Canastas” Altura total promedio: Cuerpo compuesto; base troncónica o
(Lám. XXXV) 29 anular; asa; tapa circular simple o con
figura zoomorfa (jaguar). Decoración
incisa y aplicada, a veces figurando te
jido de fibra.
Alcarrazas Altura total: 22 Cuerpo compuesto, asa, y dos vertede
(Lám. XXXVII (a)) ras con figuras antropomorfas. Decora
ción incisa y aplicada.
Copas con decoración de Cuerpo semi-globular. Decoradas con
aplicaciones serpentiformes. ondulaciones hechas con rollos de arci
(Lám. XXXVII (b)) lla.
Copas aquilladas Altura total: 11.5 Cuerpo aquillado. Decoradas con figu
(Lám. XXXVIII (a)) ras antropozoomorfas modeladas e in
cisiones rellenas de pasta blanca.
Minicerámica Altura total: 4 a 6.5 Formas que reproducen las vasijas ma
(Lám. XXXVIII (b)) yores: ollas globulares simples o con
cuello, copas con tapa y ollas glo
bulares con base anular.
1 -
103
Además de las formas descritas en el cuadro anterior existen figuras'
antropomorfas de tres clases: Figurinas huecas, recipientes antropom or
fos y figurinas en tapas de recipiente (Fig.5, a,b y c). Llevan represen
taciones de adornos de oro, como orejeras de medialuna, narigueras en
forma de “U” invertida, en forma de argolla o con prolongaciones late
rales, horizontales, pectorales en forma de media luna y de V invertida
y collares de cuentas alargadas. Tienen además brazaletes sencillos o do
bles, ligaduras debajo de las rodillas y diademas que corresponden tal
vez a adornos tejidos.
104
CUADRO No. 7 ■TIPO CERAMICO: SAN JORGE ARENOSO. Formas
Copas con base en campana Altura total: 14 a 23 Cuerpo pando, base alta en campana.
(Fig. 6) Decoradas con muescas, incisiones 0
aplicaciones redondeadas debajo del
borde y puntos incisos sobre la base.
Copas con base anular Altura total: 10.5 Cuerpo pando; base anular - Sin deco
ración.
Copas de base no identificada. Diámetro de la boca: Cuerpo similar a las anteriores. Ocasio
22 a 30 nalmente decoradas con muescas o in
cisiones debajo del borde.
“Canastas” (Lám. XXVI) Altura total: 15 a 26 Cuerpo compuesto; base troncónica.
Decoración incisa y aplicada en bandas,
figuras zoomorfas.
Ollas globulares simples Diámetro de la boca: Cuerpo globular; borde evertido. Sin de
(v. Fig 5 m.) 9 a 26 coración.
Ollas subglobulares con base Diámetro de la boca: Base anular pequeña. Decoración escasa.
anular (v. Fig. 51) 25 a 45 (Un ejemplar con pintura roja sobre el
borde.)
Ollas subglobulares con boca Diámetro de la boca: Cuerpo subglobular con quiebre. Sin de
ancha 30 a 48 coración.
Ollas globulares con borde Diámetro de la boca: Boca estrecha. Sin decoración
invertido 22 a 32
* Estrechamente relacionadas con las del Complejo San Jorge Crema Friable.
105
CUADRO Nlo.8 - Tradición Modelada Pintada.
TT TT ■’£ 7 ’ S J ’ o o o o C3 a © ñ o»
M O N TE LIB A N O X X X X X X X X X X X X X
V I L O R IA X iX X X X X X
CARATE X X 1X X X X x ; x I
M O NTAN IT A . X X X X ; ! j
E L JA PÓ N X X X X X !
CAÑO B A B O N *
i *■ i 1
* E l a n a l i t i t d » la c a rd m ic a d * a s ta zona e s tá t n p ro ce so .
106
LAM. XXXVII Alcarraza (a) y copa con ampliaciones serpentiformes (b).
Complejo cerámico San Jorge Crema Friable.
Montelíbano.
LAM. XXXVIII Copa aquillada (a) y “ minicerámica” (b). Complejo cerámico
San Jorge Crema Friable. Montelíbano.
Las copas con tapa, otras vasijas que debieron cumplir solamente una
función ritual, que se conocen localmente con el nombre de “polveras” ,
se emplearon para guardar un polvo blanco no identificado en su inte
rior y se decoraron cuidadosamente sobre una de sus caras como si fue
ran colocadas en un sitio fijo, para ser miradas por un solo lado.
La cerámica de la Tradición Modelada-Pintada, refleja, por sí misma,
la complejidad socio-económica de los grupos que la elaboraron. La es
tandarización de formas destinadas a funciones específicas y la comple
jidad de muchas de ellas denotan una notoria especialización.
Entre las vasijas utilitarias, son abundantes y generalizados los reci
pientes destinados, tal vez, al almacenamiento de alimentos sólidos.
La existencia de formas cerámicas complejas, destinadas exclusiva
mente a funciones rituales o funerarias, demuestra la importancia espe
cial dada a estas actividades. Estas formas cerámicas se encuentran espe
cialmente en cementerios importantes, como el de Yucatán en Montelí-
bano, donde las diferencias en el tamaño y número de las tumbas y la ri
queza de los ajuares funerarios indican una diferenciación social en las
prácticas funerarias. Es posible, por lo tanto, que las formas cerámicas
mencionadas se elaboraran para formar parte del ajuar funerario de un
grupo social privilegiado que se enterraba en cementerios especiales.
La tecnología y decoración de la cerámica Modelada-Pintada refleja
una fuerte influencia de la cestería y los tejidos de fibras vegetales, ma
nufacturas arraigadas en las llanuras del Atlántico, cuyos orígenes se re
montan a tiempos prehispánicos.
Es el caso de las “canastas” de cerámica, comunes en el medio y bajo
río San Jorge, y de los diseños elaborados con pintura roja sobre las va
sijas globulares con cuello de Montelíbano y Viloria (Fig. 7). La parte
superior de los recipientes se decoraba con líneas paralelas horizontales
muy juntas, intercaladas con hileras de triángulos o- rombos, diseños
muy similares a los de tejidos tupidos de fibra, comunes actualmente en
la Costa Atlántica, entre los cuales se destaca el popular “sombrero
vueltiao”.
La parte inferior de las vasijas se decoró con líneas oblicuas paralelas
que se entrecruzan dejando ciertos espacios libres. Esta podría ser la re
presentación de un tejido a manera de red abierta, mientras que la parte
superior, o sea la zona más visible, se adornó con diseños más elabora
dos que simularían un tejido más tupido.
El tipo cerámico San Jorge Arenoso estaba generalizado en el bajo
San Jorge entre los siglos III y VII* y el complejo cerámico San Jorge
109
Crema Friable, de Montelíbano, fue fechado en el siglo X.* 1
El desarrollo cerámico del San Jorge no es u n fenóm eno aislado, sino 1
que seguramente tuvo relaciones y, tal vez, orígenes comunes con las I
manifestaciones de otras áreas. Al estudiarlo en detalle se observa tam- ?|
bién que tiene rasgos locales y que presenta relaciones específicas sola- 1
mente con el Complejo Betancíde la hoya del río Sinú (Reichel-Dolma- J
toff, 1958). BetancíModelada-Incisa y Betancí Bicromada, dos de los 1
cuatro tipos cerámicos que forman el Complejo Betancí, presentan se- I
mejanzas directas con el complejo cerámico San Jorge Crema Friable. | |
Correspondencias como la relativa friabilidad, el énfasis en el modelado :m
y la pintura roja con diseños similares, sugieren la existencia de relacio- I
nes culturales entre los valles de los dos ríos. Se trata de dos complejos a
cerámicos que tuvieron desarrollos locales que no pueden identificarse |
como una unidad. i
110
CUADRO No. 9 - TIPO CERAMICO: LAS PALMAS INCISA FINA. Descripción General
Método de Manufactura:
Técnica de espirales, a veces en
combinación con modelado
directo.
Copas sim ples de base baja D iám etro de la boca: C u e rp o p a n d o ; base tr o n c ó n ic a b aja.
(I-'ig. 8, d2) 1 0 a 25 D eco ració n : o c a s io n a lm e n tc -p u n to s in
cisos so b re la base.
Vasijas co n quiebre en el A ltura to ta l: 12 a 16 C uello c o r to , re c to o e v e rtid o ; c u e rp o
h o m b ro su b -g lo b u lar co n q u ie b re . Base a n u la r
(Fig. 8, d 3 ) m u y b a ja . D eco ració n : c tira s a p lic a d a s,
verticales, d ia m e tra lm c n tc o p u e s ta s,
co n incisiones.
CUADRO No. 11- TIPO CERAMICO: LAS PALMAS ALISADA SENCILLA. Descripción General
112
continuación cuadro 11
Ollas globulares con cuello Altura total; 12 a 17 Cuello evertido. Cuerpo globular;
(Fig. 8, c2) base redondeada o ligeramente en
punta. Decoración escasa; algunos
ejemplares llevan 4 pequeñas pro
tuberancias aplicadas alrededor, del
cuerpo.
Ollas globulares o sub Altura total: 8 a 14 Ollas pequeñas: 159o del total. Sin
globulares con borde evertido decoración. Base redondeada.
(Fig. 8, el) Altura total: 14 a 20 Ollas medianas: 609o del total. Ba
se redondeada, ligeramente en pun
ta o anular muy baja. Algunos ejem
plares están decorados con peque
ñas protuberancias o tiras aplicadas
sobre la parte superior del cuerpo.
Altura total: 20 a 40 Ollas grandes: Cuerpo globular, ba
se redondeada. Sin decoración.
Ollas sub-globulares de boca Diámetro de la boca: Cuerpo sub-globular con quiebre en
estrecha. 11 a 20 el hombro. Decoración ocasional:
puntos incisos, pequeñas protube
rancias aplicadas o líneas incisas
formando un hachurado debajo del
borde.
113
CUADRO No. 13 • TIPO CERAMICO: LAS PALMAS HACHURADA. Descripción General
Textura: Granulosa, ligeramente Tratamiento: baño delgado del color Hachurada: incisiones entrecruzadas
esponjosa; a veces laminar. Oca * de la pasta; superficie del cuerpo ali ejecutadas sobre arcilla blanda.
sionales cavidades y resquebraja sada. Cuello rugoso y áspero sin ali A ncho incisiones: norma, 3 mm.; va
mientos internos. sar. Sin pulimento. riable entre 0.5 y 7 mm.
Desgrasante: arena cuarcítica: Dureza: 4 Zona decorada*- superficie extem a
muchas inclusiones de cuarto, del cuello.
Color: variable;predominante: carme-
fragmentos líricos negros y ro lito de! color de la pasta; ocasional,
jos, angulosos y redondeados; crema o negruzxo.
mica dorada y plateada abundan
te; las partículas pueden alcanzar
lmm., pero la norma es de 0.5
mm.
CUADRO No. 14 - TIPO CERAMICO: LAS PALMAS ROJA BAÑADA. Descripción General
Textwa: Compacta, ligeramente Tratamiento: baño delgado poste Incisa: Muescas o incisiones sobre
laminar; pocos resquebrajamientos riormente alisado; desaparece fá - el borde. Puntos sobre la parte in
internos. cálmente por la erosión. terna de bordes evertidos.
Desgrasante: arena cuarcítica abun Dureza: 4 a 6 Aplicada: Una banda sobre la par
dante. Predominan partículas de te externa de cuellos evertidos, de
cuarzo finas (0.1 a 0.5 mm.). Color: predominante: anaranjado limitada por puntos incisos. MQjof"
Fragmentos líricos blancos y negros y (5 YR 6/6 reddish yellow); aplicados sobre ella.
láminas de mica ocasionales. alterna con áreas grises claras (2.5
YR N 6 gray).
114
continuación cuadro 14
115
Factores como el número relativamente reducido de vasijas para al*
macenamiento y la ausencia de una cerámica esencialmente ritual o fu
neraria, sugieren una menor complejidad cultural que la correspondien
te a la Tradición Modelada-Pintada. Sin embargo, la calidad técnica de
la cerámica Incisa-Alisada y la homogeneidad de las formas indican una
elaboración especializada.
El Complejo Cerámico de Las Palmas es una manifestación local de
la Tradición Incisa-Alisada que tiene una amplia distribución en el nor
te de Colombia, concentrándose especialmente en el bajo río Magdale*
na. Tres tipos de este complejo tienen su equivalente en el bajo Magda
lena. (Reichel-Dolmatoff, 1954).
Los tipos Plato Roja Bañada y Saloa Gris Modificada, definidos por ;
Reichel-Dolmatoff (1954) en el Complejo Plato-Zambrano, aparecen*
asociados en muchos sitios del bajo Magdalena como Plato, Zambrano,
Guaiquirí, cerro San Antonio y ciénaga La Chavarría (Cuadro No. 16).
Estos dos tipos pudieron desarrollarse en el bajo Magdalena, donde pre- ]
sentan una gran variedad técnica y decorativa.
La cerámica hachurada, en cambio, aparece asociada al Complejo Pla
to-Zambrano sólo en algunos sitios del bajo Magdalena. Esto demuestra
que se produjo simultáneamente con los otros tipos. Sin embargo, a ve
ces aparece también aislada como en Tenerife y en otros sitios de Ta
Costa Atlántica. Posiblemente se trata de una cerámica desarrollada in- c
dependientemente, que sólo a veces se incorpora a la Tradición Incisa-
Alisada, sin que haya originado necesariamente en el bajo Magdalena.
La cerámica del bajo San Jorge pertenece a una tradición similar a la
del bajo Magdalena, con tipos cerámicos relacionados. Uno de ellos, Las
Palmas Roja Bañada aparece esporádicamente intruso en esta zona, y
es posible que se trate de una cerámica llegada allí por comercio. Los ti
pos cerámicos restantes presentan rasgos homogéneos y locales, de don
de se deduce que fueron manufacturados en el bajo San Jorge por gru
pos culturalmente relacionados con los del bajo Magdalena.
La Tradición Incisa-Alisada tiene una posición cronológica tardía en
el norte de Colombia. En el bajo San Jorge el Complejo Cerámico de i
116
Las Palmas fue fechado entre los siglos XIV y XVII d. de C.*, y su rela
cionado, el Complejo Plato-Zambrano del bajo Magdalena, tiene una po-
' Zona Sitio Tipo Cerámico Otro» nombres del mismo Investigador
o
Isla de Salaman Magdalena Hachurada
ca.
118
Fig. 6 Tipo ceràmico Son Jorge Areroso. Copos con bose en compana.
Fig. 7 Complejo cerámico San Jorge Crema Friable. Decoración pintada del cuerpo
délas vasijas globulares. Parte superior (a-g), porte Inferior (h-j).
Tipo cerámico Las Palmas Incisa Fina. "Majodor
Fig.9
Fi 9 8 El compì«jo cerámico da Los Palmos. Formas,
a Las Palmas Roja Bailada.
JS
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131
INDICE DE ILUSTRACIONES
LAMINAS
133
XVII Vivienda modular actual en el bajo San Jorge.
XVIII Pico tubular (a) y serpiente enrollada (b). Fragmentos de ce
rámica procedentes del poblado Marusa.
XIX Vestigios arqueológicos en la región del caño Rabón. (Vuelo I
F1 - 33 Proyecto Colombo-Holandés, fotos 1110 - 1112 -
1114-1115)
A— Antiguo meandro del caño Marusa «
B— Poblado Marusa
C— Sistema de camellones artificiales en la Ciénaga de la
Hormiga.
XX Estructura de segmentos triangulares del poblado indígena
actual de San Andrés de Sotavento. (Vuelo C- 1630, foto
039. Instituto Geográfico Agustín Codazzi).
XXI El caño Carate a su entrada en la ciénaga Florida.
XXII El caserío de Paso Carate.
XXIII Campamento de pescadores en el bajo río San Jorge.
XXIV Pectoral mamiforme procedente de Ayapel, (UMP).
XXV Orfebrería hallada en un túmulo funerario en las cercanías
de Cuiva.
XXVI Figurina y “Canasta” de la Tradición cerámica Modelada Pin
tada, del bajo río San Jorge.
XXVII Textil procedente de un túmulo funerario de la región del ca
ño Rabón.
XXVIII Remate de bastón procedente del bajo San Jorge (MO 7505).
XXIX Panorámica de El Anclar, Montelíbano.
XXX Excavación de un túmulo funerario en Cholos, Montelíbano.
XXXI Copa procedente de un túmulo funerario de Yucatán, Mon
telíbano.
XXXII Metate y manos de moler procedentes de un túmulo funera
rio de Yucatán, Montelíbano.
XXXIII Figurina cerámica de Montelíbano. Tradición Modelada Pin
tada.
XXXIV Nariguera de oro de la hoya del río San Jorge.
XXXV “Canasta” procedente de Montelíbano. Tradición Modelada
Pintada.
XXXVI Copa procedente de Las Palmas, bajo San Jorge. Tradición
Incisa- Alisada.
XXXVII Alcarraza (a) y copa con aplicaciones serpentiformes (b).
Complejo cerámico San Jorge Crema Friable. Montelíbano
134
Copa aquillada (a) y “minicerámica” (b). Complejo cerámico
San Jorge Crema Friable. Montelíbano.
MAPAS
135
c. Las Palmas Alisada Sencilla
d. Las Palmas Incisa Fina
Tipo cerámico Las Palmas Incisa Fina. “Majador”
136