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POLÍTICAS DE CUIDADO EN LA ESCUELA: APORTES PARA TRABAJAR LA PROBLEMÁTICA DEL

SUICIDIO E INTENTO DE SUICIDIO

Para una escuela que ancla sus objetivos en el presente y en el futuro de los jóvenes, en la
formación de la ciudadanía, en la continuidad de sus estudios y en la preparación para el
mundo del trabajo, la muerte y aún más el suicidio de un estudiante es algo que muchas veces
pertenece al orden de lo impensado y en todas las circunstancias es difícil de asimilar. Por ello,
cuando acontece un intento de suicidio o un suicidio por parte de un joven, el suceso irrumpe
y desestabiliza la tarea y las rutinas escolares, y se convierte en una de las situaciones más
complejas de afrontar, que algunas veces pueden traer aparejadas la parálisis o el hacer
irreflexivo a partir de la necesidad de “hacer algo”.

En este sentido, es importante asumir el deber social que la escuela tiene como institución del
Estado y desde el mandato de enseñanza y cuidado, de reflexionar, analizar críticamente y
pensar acciones generales y concretas frente a los intentos de suicidio y a los suicidios de los
jóvenes.

Ante ciertas situaciones complejas, la escuela no puede ni debe intervenir sola. Es preciso
materializar el trabajo con otros desde la perspectiva de la corresponsabilidad y la
intersectorialidad para promover en los estudiantes y sus comunidades el acceso a estándares
de salud integrales donde la vida propia y la de los demás sea el principal valor.

Capítulo 1: El suicidio en los adolescentes y jóvenes. Aproximaciones generales

El suicidio es un enigma. En su análisis, se encuentran múltiples significaciones, lo cual da


cuenta de lo indescifrable del acto, así como la ausencia de referencias concluyentes y
explicaciones ante el hecho trágico.

Hay que evitar que la intervención educativa se centre en la búsqueda de respuestas a los
interrogantes que la propia situación genera; ciertas investigaciones corresponden a la Justicia
y la escuela debe enfocarse en las políticas de cuidado sobre niños y jóvenes, y sobre la
comunidad educativa.

Lo que se torna fundamental es indagar y reflexionar acerca de cómo distintos auto - res
describen algunas características de las juventudes y las adolescencias actuales, la relación que
establecen con sus cuerpos y analizar críticamente los contextos sociohistóricos y los
imaginarios sociales que pueden favorecer o reducir las oportunidades para la irrupción de
situaciones de padecimiento subjetivo. Resulta de vital importancia identificar algunas de las
particularidades de estas situaciones cuando afectan a la franja de los adolescentes/jóvenes,
para poder así pensar en el trabajo que puede proponerse desde la escuela secundaria.

Acerca de los sentidos construidos socialmente en torno al suicidio

Literalmente, suicidio significa el “acto a través del cual la persona se provoca voluntariamente
la muerte a sí misma.

Según Durkheim, si se considera a los suicidios en conjunto, durante una unidad de tiempo y
en una sociedad dada, esto ya constituye un hecho nuevo, superior a la suma de los actos
individuales: es un hecho social.

El suicidio como problemática social en la actualidad


Para intentar avanzar en la comprensión del suicidio en las sociedades actuales, desde una
perspectiva socioeducativa, resulta necesario indagar acerca de los procesos de subjetivación
de las juventudes y las adolescencias.

Las adolescencias y las juventudes

De acuerdo con Mariana Chaves (2004), las clasificaciones de las juventudes y las
adolescencias se anudan con diversas formaciones discursivas: naturalistas, psicologistas, de la
patología social, del pánico moral, culturalistas o sociologistas, que se empeñan en presentar
al joven como un ser inseguro y en transición, como un ser incompleto que adolece o al que le
falta algo, como un ser improductivo que no trabaja, como un ser desviado o con muchas
posibilidades de desviarse, ya que sus objetivos no son claros, o como un ser peligroso. Según
Chaves:

El discurso naturalista define al joven o la juventud como una etapa natural, biológica o
universal, fuera de la historia. Como si la juventud no fuera una categoría construida
históricamente.

El discurso psicologista presenta al joven como aquel que adolece de algo, como sufrimiento
(acompañado por muchas referencias al modelo médico y al modelo de medicalización).

El discurso de la patología social: la juventud es la parte de la sociedad que está enferma y/o
que tiene mayor facilidad para enfermarse, para desviarse. Es un acercamiento al joven a
partir de verlo como el portador del daño social. Es una mirada negativa, de la juventud como
“problema”: si se habla de juventud se habla de consumo problemático de sustancias,
alcoholismo, tabaquismo, sida, embarazo adolescente. Este discurso está imbuido de términos
médicos y biológicos y sus intervenciones son planteadas como soluciones a problemas que
tienden a proponer curas, separar (para evitar el contagio) o extirpar (el daño debe ser eli -
minado).

El discurso del pánico moral es aquel re - producido sistemáticamente por los medios y que
infunde miedo con respecto al joven. El discurso culturalista supone que la juventud genera
por separado su propia cultura, su tribu juvenil, y olvida que la juventud es un modo que tiene
nuestra cultura de hacer vivir esa etapa de la vida y no es de ningún modo una cultura aparte,
es el modo que tenemos en nuestra cultura de explicar, de dar sentido, de practicar ese
transcurso del ciclo de la vida (que es además desigual y diverso).

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