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Philip Pettit

Republicanismo. Una teoría sobre la libertad y el gobierno.


Resumen capítulo 5.
Objetivos Republicanos: Causas y Políticas.
El inertes en la concepción republicana de la libertad viene de la esperanza de poder articular
con ella los deberes de un estado, lo que este tiene que conseguir y la forma que debe adoptar
en el mundo moderno. Hay que destacar que este libro no lo ha engendrado el dese de revivir
una concepción perdida de la vida pública, sino el anhelo de explorar una concepción nueva de
los que podría llegar a ser la vida pública. La república de la tradición se describe con un
lenguaje moral cuya procedencia es centenaria, obvio es decirlo, y las imágenes que dan
substancia a ese lenguaje derivan de regímenes decididamente premodernos. Las ideas
republicanas sobre los buenos ciudadanos y las buenas constituciones, se alegará, incluso las
ideas republicanas sobre el significado de libertad, van íntimamente unidas a supuestos
característicamente premodernos: al supuesto de que los ciudadanos constituyen una clase de
propietarios ricos, por ejemplo, o que están obligados por nociones aristocráticas, ya caducas,
del y la virtud, o que son lo bastante pocos como para conseguir reunirse y votar a intervalos
regulares, etc. El reto así planteado consiste en mostrar que, manteniéndonos en el viejo ideal
republicano, según ha sido aquí formulado, podemos construir sobre esa base una imagen
moderna de las instituciones republicanas. Según Alasdair Maclntyre la cuestión para Pettit es:
¿en qué tipos de instituciones puede encararse el republicanismo por el que él aboga?
La segunda parte del libro trata de dar una idea de lo que significaría tomarnos en serio el ideal
de la libertad como no-dominación, para, inspirados en él, construir instituciones requeridas no
están tana alejadas de lo que tenemos como para que el republicanismo parezca utópico, ni tan
cercanas como para que parezca acrítico. Sirviéndose de las formulación de John Rawls, que la
filosofía política republicana pasa holgadamente la prueba del equilibrio reflexivo. Tiene
implicaciones institucionales que se revelan, al menos tras una consideración reflexiva, en
equilibrio con nuestras mas firmes instituciones. Es una filosofía con la que podemos vivir, y de
acuerdo con la cual podemos actuar. El autor tratará de mostrar que las políticas a que un
punto de vista republicano conducirá al estado son políticas atractivas y de amplio espectro: no
están confinadas a las estrechas agendas prescritas por el republicanismo premoderno y el
liberalismo clásico. Al discutir las políticas que un republica moderna debe tomarse enserio,
este capítulo se centra en las cosas que tiene que hacer una republica para contrarrestar los
peligros dimanantes de los distintos niveles de dominium, de los distintos niveles de recursos y
control, en la vida social cotidiana: los peligros a los que se enfrenta el común de la gente en su
mutuo trato, individualmente y en el contexto de la organización colectiva y corporada.
1- Causas Republicanas
Un lenguaje republicano.
Toda filosofía política busca un lenguaje que, idealmente, cumple dos tareas. La primera
es limitarse a distinciones conceptuales y pautas de inferencia que nadie en la
comunidad tenga razones serias para rechazar, ofrecer un medio de debate que nadie
tenga, de salida, nituvi oara desechar. El lenguaje conecta con iconos y paradigmas
intelectuales comúnmente reconocidos en la sociedad. La segunda es ofrecer una
articulación satisfactoria de sus agravios y de sus objetivos. Ese lenguaje, idealmente,
responde tanto al hecho de las diferencias, cuanto, al mismo tiempo, a la base de ideas
comunes. Una filosofía puede fracasar en su empeño de hacerse con un lenguaje
satisfactorio para el debate. Tomemos como el ejemplo de la filosofía liberal clásica, que
hace de la libertad como no-interferencia el único y supremo bien de la política. Al
conectar por esta vía con la jerga, prácticamente ubicua, de la libertad, es filosofía
cumple bien la primera condición, proporcionando un lenguaje que pocos pueden
rechazar. Pero fracasa en que los agravios de los diferentes grupos puedan ser
razonablemente articulados. Consideremos el agravio del trabajador, o el de la mujer, o
el del arrendatario o el deudor, quienes, dominados, aun sin sufrir interferencias reales,
tienen sin embargo que fingir y adular y mirar con aprehensión a un amo que tiene
poder (tal vez solo informal, no reconocido legalmente- sobre ellos. Cualquiera en esa
posición a acumulado una queja: su posición es notoriamente inferior a la de otros.
Como ya sabemos nadie en esa posición será capaz de expresar esa queja en el lenguaje
de la libertad de no interferencia. Pues en términos de no-interferencia no hay agravio
audible; el lenguaje pone sordina a aquellos a quienes idealmente tendría que servir. La
razón por la que el liberalismo clásico fracasa en este respecto es que el lenguaje de la
no-interferencia no alcanza más allá del sector de opinión e intereses del que
primordialmente salió. El ideal liberal de ser dejado solo y en paz, en particular por parte
del estado, cobro alas en los tempranos días del capitalismo industrial, como ideal para
la nueva clase de empresarios y para sus campeones, la noción de libertad como no-
interferencia daba articulación a una precondición indispensable para el éxito
competitivo, como una noción que representaba un ideal universalmente atractivo.
Como jerga de la libertad, en la que la esclavización y la sumisión parecen como los
grandes males, la independencia y el estatus, como los grandes bienes, ese lenguaje
mantiene una pretensión de validez en todo el espectro de las sociedades
contemporáneas, cuando menos en las de impronta pluralista y democrática.
El autor sostiene que el lenguaje republicano de la libertad como no-dominación
proporciona un medio que permite articular un buen numero de agravios, incluidos los
agravios de grupos bien remotos de las comunidades de fundadores.
Petiti sostiene que el ambientalismo, el feminismo, el socialismo y el multiculturalismo
admiten una formulación como causas republicanas. Al sostener que el republicanismo
puede dar audiencia y voz a esa y otras causas, no pretendo afirmar que ser republicano
lleve necesariamente a aceptar todas y cada una de las cosas por la que los movimientos
en cuestión han abogado. El republicanismo no permite, y permite a quienes están esos
movimientos, dar voz a las preocupaciones relevantes. Pero no lo hace de manera
acrítica; no lo hace de modo tal, que acabe rehén de esos movimientos. Republicanizar
las causas significa, ciertamente, prestarles validez, pero inevitablemente significa
validarlas en el marco de la lógica republicana. El ideal de libertad como no-dominación
tiene que responder bien a los intereses de esos grupos. Como tuvimos ocasión de ver al
discutir los atractivos de la no-dominación, esta les ofrecerá una manera de defender un
guion en el que sepan a que atenerse y en el que puedan promover sus proyectos de
tipo económico sin aprensiones ni incertidumbres. Si la propiedad privada seria
susceptible de ser eliminada, el ideal de no-dominación vendría más fácilmente en
apoyo, o de la introducción o de la reforzada defensa de la propiedad privada. El ideal
de no-dominación sugiere que, aunque introducir la propiedad privada requeriría la
interferencia no-dominadora del estado (reduciendo, así, en un aspecto el alcance de las
opciones no-dominadas a disposición del conjunto de las gentes , esa interferencia
quedaría mas compensada por el incremento del alcance de esa opción no-dominada
respecto a otras. Por ejemplo, daría acceso a opciones y cursos de acción como
comprar-vender y donar, que de otro modo no existirían. Si los defensores de la
propiedad privada desean un argumento político verdaderamente plausible en favor de
sus instituciones preferidas, harían mejor sumándose al ideal de la libertad como no-
dominación, que quedándose en el ideal de la libertad como no interferencia.
*Ambientalismo
La teoría de política verde asume a veces la forma radical consistente en sostener, no
que los intereses de las gentes serán traicionados, a menos que el estado adopte
determinada perspectiva ecológica, sino que los intereses de sujetos y sistemas no-
humanos (junto con los intereses de los humanos) requieren que el estado adopte esta
o esta otra forma.
¿Es defendible el republicanismo desde una óptica ambientalista?
Forma menos radicales de ambientalismo parecen no ofrecer problemas. Incluso para el
autor es posible un lenguaje del republicanismo que resulte atractivo a los
ambientalistas radicales. Plantea que lo primero que hay que tener en cuenta es que los
agravios que pueda presentar el ambientalismo radical ya sean intereses humanos o no-
humanos, no tiene ninguna oportunidad de hacerse oír por lo que no forman parte de
ese movimiento. Por el simple hecho de que es un lenguaje demasiado especializado,
ligado con una visión muy particular del mundo. De esta forma el ambientalismo radical
se manifestará como un movimiento sectario, en el mismo plano que los grupúsculos
religiosos. Sus preocupaciones no se trasladarán a exigencias concretas del mundo
público.
La conclusión debería ser clara. El estado republicano que tenemos en mente aquí, el
estado que se dedica a promover la libertad como no-dominación, esta obligado a hacer
suya lo que, laxamente, podríamos llamar causas ambientalicóa. La filosofía republicana
podría proporcionar a los ambientalistas un modo particularmente convincente y eficaz
de formular sus exigencias centrales. El estado republicano podría ser una comunidad
política en la que los ambientalistas se hallaran como en casa.
Feminismo
Hasta aquí sobre la capacidad del republicanismo para dar sentido a una causa no-
antropocéntrica como la que el ambientalismo a menudo parece defender. Ahora
quiero considerar tres causas que ciertamente son antropocéntricas, pero que parecen
crear otro tipo de dificultades al republicanismo. Los republicanos tradicionales
vislumbran una ciudadanía compuesta por varones, por varones acaudalados y por
varones de la cultura preponderante. Lo que hay que dejar claro es que, no obstante,
esas adherencias de género, de propiedad y uniculturales, el ideal de la libertad como
no-dominación puede resultar atractivo para gentes que no están comprendidas en esos
perfiles.
El republicanismo, no solo, puede ofrecer una convincente articulación de las principales
exigencias feministas; proporciona también una articulación que ha tenido una historia
continuada en las mismas filas feministas. Aunque claro esta que el republicanismo no
siempre a resultado atractivo para las feministas. No porque haya una disputa de fondo
con el ideal republicano. Si no, en parte por una mala influencia de la historiografía
populista, el republicanismo aprecia asociada a imágenes mas o menos masculinas de la
participación democrática y del activismo público. Los medios institucionales
encargados de promover la libertad como no-dominación pueden diseñarse atendiendo
a las mujeres, no menos que a los hombres.
Socialismo
El republicanismo puede resultar atractivo para los socialistas ¿Va ligado el ideal a una
imagen de la vida, apta solo para gente que disfrute de una seguridad económica
independiente, como la que suministraba tradicionalmente la propiedad? ¿O es un ideal
que puede resultar atractivo también para el común de los trabajadores? El autor
piensa que la pregunta a esta última cuestión es afirmativa. Si esta línea de
razonamiento es acertada, tendríamos desde luego que esperar que el ideal de la
libertad como no-dominación resultara atractivo para los socialistas. El socialismo se
nutrió de su adhesión a este ideal republicano, aplicándolo, con mayor o menor empeño
revolucionario, a la critica de las nacientes relaciones de empleo. Los socialistas se
negaron a aceptar las credenciales que, según los liberales, concedía a esa relación su
origen en un contrato de empleo libremente consentido. Sostuvieron que era injusto
que un patrono despidiera a un obrero por razones arbitrarias, y rechazaron lo que un
apologeta convencional ha descrito como la tradicional doctrina negativa libertariana a
voluntad, de acuerdo con la cual, congruentemente con sus obligaciones contractuales,
un patrono puede despedir a un empleado con buenos motivos, sin motivos, o con
motivos moralmente malo. Entendieron que lo contratos patrono-empleado eran una
forma del mismo contrato esclavista que los republicanos habían repudiado siempre, y
se lanzaron contra la dominación que amigaba bajo los términos de esos contratos.
Multiculturalismo.
El argumento ofrecido aquí no puede discurrir en paralelo con los argumentos dados en
los casos del feminismo y del socialismo, pues la tradición de defensa de los derechos
minoritarios o indígenas -la tradición multicultural, a falta de mejor nombre- no tiene la
misma historia documental. No puedo sostener aquí que el multiculturalismo ha
abrazado tradicionalmente un ideal como el de la libertad como no-dominación; tengo
que limitarme a la esperanza de conseguir mostrar que las preocupaciones
multiculturales pueden defenderse apelando a ese ideal. El multiculturalismo se
relaciona con el republicanismo mas al modo ambientalista que al modo del feminismo
y el socialismo. La principal queja multicultural es que el estado moderno esta
sustancialmente organizado en torno a presupuestos ligados a una cultura
preponderante. El reto que tenemos que afrontar con esta queja es el de si podemos
dar al estado moderno una justificación y una forma tales, que la habiliten para servir a
los intereses de los miembros de esas culturas minoritarias, en pie de igualdad con los
intereses de los miembros de la cultura preponderante. En defensa del republicanismo,
es que si el estado moderno se orienta según el objetivo de promover la libertad como
no-dominación, entonces tendrá razones y capacidad para cumplir con las exigencias de
los miembros de las culturas minoritarias. Ya tuvimos ocasión de ver que la libertad
como no-dominación es un ideal comunitario. Si alguien está dominado, siempre estará
en virtud de su pertenencia a cierto tipo de clase.
Lo que deseo poner de relieve es que, así como el ideal republicano es perfectamente
congenial, con una perspectiva socialista o feminista, incluso con una perspectiva
ambientalista radical, así también puede resultar atractivo a quienes se preocupan
primordialmente de las necesidades de las culturas minoritarias. La libertad como no-
dominación es un ideal pluralista, y puede esperar adhesiones procedentes de un
amplísimo espectro de intereses y opiniones característicamente contemporáneos.
El dinamismo del ideal republicano.
Tiene que ser un ideal dinámico, proteico siempre en posibilidades adicionales de
extrapolación y desarrollo; no un ideal estático, mecánicamente fijado a una pauta
inamovible de vida institucional. El ideal de libertado como no-dominación exhibe
precisamente esa clase de dinamismo; por eso puede resultar mucho mas atractivo que
el ideal de la libertad como no-interferencia. La libertad como no-dominación exige que
no se exponga a las personas a la posibilidad de interferencias arbitrarias. Nadie tiene
que estar en una posición tal, que otros puedan interferir en su vida guiados por
interese e interpretaciones no compartidos por el en ningún plano.
La perspectiva de las políticas republicanas.
El republicanismo no es dogmático, ni doctrinario. Nos ofrece un programa apto para
desarrollar políticas, no un manual de instrucciones. Admite que tiene que haber una
división del trabajo en la investigación de esas políticas, y que, llegados a cierto punto,
los teóricos políticos tienen que ceder el paso a los juristas, a los científicos sociales y a
otros expertos.
Puede esperarse que ese estado se involucre en cinco grandes áreas de toma de
decisiones políticas: la defensa exterior; la protección interior; la independencia
personal; la prosperidad económica y la vida pública.
La defensa exterior.
La república moderna, como cualquier otra forma de estado tiene, que ocuparse de la
defensa frente a enemigos exteriores. Después de todo, a menos que el país o ciudad en
cuestión este bien defendido, no habrá sino una viva y continuada perspectiva de
dominación foránea.
Protección Interior:
Mientras la política de defensa nos lleva a la arena internacional, la política relacionada
con la protección de los ciudadanos individuales y con los grupos nos lleva al ámbito
interior. Y nos lleva, por lo pronto, al sistema judicial penal. El derecho penales un
prerrequisito esencial para la protección de los ciudadanos; sirve para tipificar faltas, y
para defender a la víctima, exponiendo a los delincuentes a penas legales.

La independencia personal.
Ser independiente en el sentido que aquí se pretende es tener con que operar normal y
propiamente en nuestra sociedad, sin tener que mendigar o tomar prestado de otros, y
sin tener que depender de su beneficencia. Si un estado republicano esta comprometido
con el progreso de la causa de la libertad como no dominación entre sus ciudadanos, no
puede menos de adoptar una política que promueva la independencia socioeconómica.
Prosperidad económica.
El estado republicano se preocupará de cuestiones de prosperidad económica, en la
media en que eso le permita mitigar las perspectivas de dominación. O ensanchar el
abanico de las opciones no-dominadas, o facilitar esas opciones: incrementar, esto es, el
alcance de la no-dominación en la sociedad. Pero esos objetivos dan razones para la
intervención económica.
Vida Pública.
La última área de toma de decisiones políticas que el autor va a examinar tiene que ver
con la vida publica de la comunidad política y de la sociedad. Cuando habla de vida
pública se refiere a la vida de la comunidad fundada en asuntos de conocimiento o
creencia común.
El ideal republicano no tiene dificultad en servir como medida del éxito de las
instituciones públicas, como las reflexiones avanzadas en este capítulo habrán
empezado a dejar claro. Tampoco presenta dificultad la justificación de la actividad
estatal orientada por este ideal; como argüí en la primera parte de este libro, la libertad
como no-dominación es un objetivo muy atractivo para ser promovido políticamente.
Pero no es solo el ideal de la libertad como no-dominación capaz de satisfacer el
requisito de publicidad. Lo que hay que notar es que el estado republicano que se da a
la promoción del ideal tiene que querer establecer esto como un hecho de la vida
pública. Tiene que querer probar, no solo que las gentes disfrutan de no-dominación
bajo sus instituciones -tal ha sido nuestro foco hasta ahora-, sino también que la no-
dominación constituye una medida efectiva, y en particular, justificable, del éxito de la
vida pollita e institucional. Por la sencilla razón de que si el estado puede establecer de
esta moda la credencial del objetivo republicano, tanto más efectivamente podrá
promoverlo.
Hemos tenido ocasión de ver que el estado republicano tiene que querer establecer en
la vida publica el hecho de la no-dominación de la gente, y hemos examinado algunas de
las políticas que puede perseguir a tal fin. Lo que muestra esta reflexión final es que este
estado tratara de establecer no solo la libertad jurídica y cultural de la no-dominación,
sino también su deseabilidad moral.

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