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Alberto Gonzales Guzmán

EXAMEN FINAL
Problemas actuales de ética y filosofía política

RESPUESTA A LA PREGUNTA 1 Y 2:

En este primer bloque de reflexiones se abordarán las primeras dos preguntas: 1) sobre el
significado republicano de la libertad como no-dominación y la comparación con las
concepciones positiva y negativa de libertad, y 2) lo que se entiende por republicanismo radical.

En mérito a ello, es necesario cifrar el contexto en el que devino el reavivamiento del


republicanismo en la escena de la filosofía política contemporánea, por lo que, en primera
instancia los primeros párrafos son para ese fin:

El momento histórico de finales del siglo pasado, abrieron las críticas a la carga liberal de las
democracias liberales porque se le consideró como responsable de desvincular la participación del
ciudadano en los diferentes procesos democráticos, inhibiendo que se construyan conductas
cívicas y comunitarias. Ante ello, se releyó el posicionamiento del republicanismo en la política, se
revalora el espacio público como político a fin de generar consensos para el orden social y la
necesidad de la participación ciudadana en los asuntos comunes. Esto se expresa en la crítica a la
propuesta de voluntad general, Rousseau, en tanto, pareciera negar la deliberación entre los
miembros de la comunidad política en torno a los temas comunes, es decir, niega la autonomía del
ciudadano y el pluralismo en aras de una buscada homogeneidad.

Esta reivindicación del republicanismo se contextualiza en los 70s y 80s del siglo pasado, con dos
debates, el primero ligado a un ajuste histórico y el segundo a un ajuste normativo (Souroujon,
2014). Es decir, en los 70s hubo de los que afirmaban que la Revolución Norteamericana no tenía
sus orígenes en John Locke, padre del liberalismo clásico, sino en elementos de virtud y
corrupción, acercando el origen a Nicolas Maquiavelo. Él, dentro de su construcción teórica, toma
como referencia la república romana, destacando que la virtud de ella fue el conflicto (entre la
plebe y el Senado), como elemento integrador, teniendo como marco la Ley y la unidad del Estado
(Ortiz, 2007). En contraposición, Arendt propondría que el origen republicano sería Charles de
Montesquieu, en alusión a la condición de que la virtud no tiene un fundamento de corte o
religioso o moral, sino político. Montesquieu diría “la virtud en una República es sencillamente el
amor a la República. No es un conjunto de conocimientos, sino un sentimiento que puede
experimentar el último hombre del Estado tanto como el primero” (1993).

Un segundo elemento a considerar es la de los 80s que centra el debate entre las propuestas
comunitaristas y liberales, es decir, los primeros proponen la existencia de idea de buena vida en
medio de una comunidad política, como un asunto de identidad cultural de cada uno de sus
miembros (de todos), por lo que, es preeminente a cualquier derecho individual. De otro lado, los
liberales exponen la preeminencia de los derechos individuales ante cualquier concepto de bien
común. El republicanismo pareciera estar más ligado al comunitarismo, sin embargo, dicha
afirmación tiene sus reservas, por lo que, el republicanismo figura como una tercera opción ante
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las dos primeras expuestas. De este debate resaltan Michael Sandel y Charles Taylor como
exponentes.

Habida cuenta, en este pequeño contexto se han dirimido al menos tres palabras clave: lo
democrático, lo republicano y lo liberal. A pesar que se suelen comparar por el cómo proceden,
su diferencia radica en términos mucho más profundos porque persiguen atender problemas
diferentes. Lo democrático persigue articular un orden en la que entendiendo como igual a cada
persona entre sí, la comunidad política constituida (todos) asuma la soberanía de las decisiones
mediante la efectiva e igualitaria participación directa. Por otro lado, lo republicano busca que las
instituciones sean lo suficientemente fuertes para que nadie domine por encima del otro. Y, lo
liberal persigue que el eje de todo el sistema sea el cuidado preeminente de los derechos
individuales.

Lejos de tener un acercamiento único entre cada término expuesto, internamente cada vocablo
encierra matices que enriquecen el análisis y engrosan la variabilidad de la puesta en escena de
cada alternativa. Centrándonos en lo republicano, se puede entender al menos tres grandes
corrientes: republicanismo liberal, republicanismo radical y el republicanismo antimoderno 1
(Souroujon, 2014). De los cuales se incidirá en los dos primeros, a fin de responder las preguntas.
Avistando un primer acercamiento se puede decir que el republicanismo liberal tiene como
precedentes las nociones de Maquiavelo (inspirado en la república romana) y el republicanismo
radical con herencia de Aristóteles (del mundo griego clásico).

Cuando se hace referencia al REPUBLICANISMO LIBERAL en la versión contemporánea


necesariamente se considera como exponente de ella a Quentin Skinner, experto en la historia de
las ideas, y Philip Pettit. Siendo el eje principal la idea de libertad, se ha mencionado en discursos
diversos sobre ella, la diferencia entre libertad negativa (en referencia a la ausencia de
interferencias para buscar el propio bien, argumentada por Thomas Hobbes) y libertad positiva (en
alusión al autogobierno y autorrealización). Del primero se puede ahondar en términos puramente
liberales que no existe ningún vínculo entre la libertad individual y la esfera pública. Del segundo,
pareciera acercarse más bien a la idea griega del ordenamiento para lograr la eudaimonía, al grado
de aceptar que el pueblo es quien manda al Estado por mayorías.

Ante esta dicotomía se esboza, a través de PETTIT, una tercera opción de libertad: “libertad como
no dominación”, cuyo fin sería la de evitar interferencias arbitrarias, no llegando a constituirse
una dominación de uno sobre otro (Salmerón, 2006). De tal manera que la interferencia en el
liberalismo es de obstaculización de la voluntad (dominación) y en el republicanismo, de manera
no arbitraria. La interferencia implica una obstaculización concreto, tangible, real; sin embargo, la
dominación es más sutil en su práctica, aunque de modo más profundo, es decir, la dominación se
efectiviza con la sola posibilidad de interferencia arbitraria. Pettit lo expondría así: “Yo puedo estar
dominado por otro… puedo ser el esclavo de otro -sin que esto interfiera en ninguna de mis
decisiones-. Puede suceder que mi amo tenga un carácter amable y no intervencionista o puede
suceder que yo sea lo suficientemente astuto como para ser capaz de salirme con la mía haciendo
lo que yo quiera” (Pettit, 2001).

1
Este tipo de republicanismo hace referencia a una crítica a la modernidad en su conjunto, más que solamente a lo liberal.
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En otras palabras, la interferencia es sinónimo de negación de libertad para el liberalismo, en


cambio, para el republicanismo liberal solo la interferencia arbitraria negaría la libertad, dicha
arbitrariedad radica en la condición que una persona antepone su juicio y capricho por encima de
otros, sin considerar la afectación en los juicios e intereses de ellas/os. Siendo así, para Pettit, una
república se permite que el Estado interfiera en la vida de los ciudadanos sin que ello signifique un
recorte de sus libertades individuales, en tanto, no sea arbitraria y repose en la búsqueda del bien
común.

SKINNER, siguiendo la misma línea del republicanismo liberal, se distingue de Pettit, porque
atiende el debate desde un enfoque de los derechos individuales naturales que es parte de las
consideraciones de la naturaleza humana. Los liberales (libertad negativa) no aceptan y rechazan
(por el riesgo) la posibilidad de aceptar la idea de virtud y de servicio público por encima de la
libertad, en otras palabras, los derechos individuales preceden a todo y es parte de la naturaleza
humana, por lo que, lo fundamental es el interés propio. Para Skinner la idea de libertad negativa
se asocia a la idea de virtud y servicio público. Retomando a Maquiavelo, acepta que el mayor
interés del ciudadano es su interés personal, el cual puede lograrse únicamente en un estado libre,
sin opresión de voluntades externas y/o de alguno que ostente mayor poder que los demás. Por lo
que, es necesario la virtud para defender ese estado de libertad, un deber cívico para con el bien
común, el que tiene como fin posibilitar el ejercicio de las libertades individuales y mantener el
Estado de derecho (alejándose de la idea del zoon politikón aristotélico). Siendo en algún grado
paradójico, dado que la mayor libertad individual se logra sometiéndola a la búsqueda del bien
común. En términos práctico, diría Skinner, la libertad negativa solo es posible cuando los
ciudadanos asumen su rol de participación política en el ánimo de asegurar las libertades que
persiguen por derecho natural, siendo así, la consideración de “buenos ciudadanos” (2012).

Es así que, las leyes de las instituciones republicanas libres no son arbitrarias, por lo que, no
recortan las libertades, sino que, son necesarias para qué estas puedan existir, son expresión de
una voluntad libre en respuesta a la naturaleza del derecho individual natural. Tanto Skinner como
Pettit asientan la republica liberal en un concepto de no libertad positiva, y readecuando el
concepto de libertad negativa. Es importante aclarar esto porque la participación en la vida pública
no es en sí lo principal, no es el fin, sino un medio que permite y posibilita el ejercicio de
libertades, el cual es en sí el fin mismo (Skinner). Por su parte, el criterio de no interferencia
implica la existencia de mecanismos institucionales en el proceso legislativo, antes que en su
generación (participación política de su génesis-autogobierno), rescata el valor de la posterior
discusión de ellas, el derecho de la resistencia.

El republicanismo liberal tiene temor a la tiranía de las mayorías (por ello rechaza la opción de
atender la libertad de manera positiva), además, está a favor de la idea neutral de Estado, no se
promueve ninguna idea específica de bien común, más que la necesaria para el ejercicio de
libertades. Ese “bien común”, no tiene como suficiencia la declaración de derecho asentada como
verdad, por ello Skinner reclama que se acompañe de una virtud cívica alineada con la
participación en la vida pública, recordando siempre que, esta virtud cívica no es un fin y su valor
no reposa en sí mismo sino por los efectos que permite, en ese sentido, es una virtud
instrumental. Podría decirse, que para ser libres se obliga a que se participe de la vida pública.
Para Pettit, aunque alineado con la idea de virtud de Skinner, su eje de republicanismo liberal
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circunda el concepto de civilidad para posibilitar la observancia de la ley y la condición de


identidad en la sociedad en valores cívico-políticos (sin alusión a ninguna moral en particular)
relacionados con el ideal de no dominación. Lo cual permite el pluralismo de “bienes comunes” en
tolerancia y comprensión de existencias.

Souroujon resume que para los exponentes del republicanismo liberal “no hay una teoría de
derechos individuales naturales pre políticos, idea que se opondría a las interferencias arbitrarias
de Pettit y a la necesidad de participación política de Skinner” (2014).

En adelante, se expone algunas ideas sobre el REPUBLICANISMO RADICAL. Los autores Michael
Sandel y Charles Taylor, son quienes problematizan de la democracia: la “pérdida de
autogobierno” y “erosión del sentimiento de comunidad”, y atribuyen a la política liberal dichos
problemas. En ese sentido, a diferencia del republicanismo liberal, esto constituye en una crítica
frontal al liberalismo y asume la concepción de libertad positiva y la idea de virtud y comunidad en
un sentido diferente.

Ya se mencionó que esta propuesta es heredera de la Grecia clásica y su aristotelismo, en la que el


civismo (participación de la vida pública) no es instrumental sino intrínsecamente valorada como
la principal actividad para la vida plena (eudaimonia). Es decir, la aspiración de un ciudadano en su
comunidad política, unidos en una misma forma de vida, comunidad moral.

La libertad positiva es central en el republicanismo radical porque la libertad depende de


compartir un autogobierno, es decir, la “deliberación con los conciudadanos sobre el bien común y
ayudar a forjar el destino de la comunidad política” (Sandel, 1998). Esta propuesta no anula el
valor de los derechos individuales y que los sujetos puedan buscar sus propios fines. Taylor
agudiza la tipificación de Berlin, sobre las libertades, añadiendo que la libertad negativa es una
condición de “oportunidad” (el sujeto puede hacer), “capacidad de opción”. Mientras que, la
libertad positiva alude al “ejercicio de” (supone el ejercicio del gobierno propio), respeto a la
moral, posición política, religión, entre otras, en tanto es parte de un plan de existencia vital y de
sus características propias que promueve en valor. Es decir, la libertad negativa se enfoca a la
acción de elegir libremente, la libertad positiva, al contenido de las opciones.

De lo expuesto se desprende que ha de existir el concepto del contenido como “lo bueno” y esto
precede al derecho. Por lo que, el derecho se sujeta a ciertas condiciones que la sociedad atribuye
como deseable y lo fomenta. Uno de los elementos que coinciden los partidarios del
republicanismo es que ha de tener como bueno la defensa de las libertades individuales, el
régimen democrático y la búsqueda de una ciudadanía activa, esto último no como un elemento
instrumental sino como un bien en sí mismo. Esto fundamentado en el zoon politikon de
Aristóteles, el hombre solo accede a la felicidad desarrollándose en comunidad, decidiendo en
conjunto lo que a todos afecta. Es la convicción de los conciudadanos con un proyecto común y
valores sumado a la imposición de que la propia identidad se constituye en los horizontes de
aquello común, a fin de dar sentido de pertenencia. De tal manera que, en contraposición a los
contractualistas, el individuo no precede a la sociedad y como diría Aristóteles, la amistad política
es el sustento de la virtud ciudadana y base de cualquier comunidad política.

Por ende, el Estado tiene un rol activo en la promoción de los elementos entendidos como virtud,
como el bien común en sus ciudadanos. Esto implica que el Estado no es neutral, es una de sus
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condiciones de existencia el desarrollo de dichas virtudes, a través de políticas formativas, en la


aspiración que los ciudadanos se vinculen moralmente con lo común, con su comunidad, en tanto
pertenece a ella. En consonancia con Foucault, Taylor alude a la farsa liberal de un espacio público
valorativamente neutral, sostenidos por el liberalismo y el republicanismo liberal, pudiendo ser un
ocultamiento o uso deliberado de apariencias con fines opresivos.

El develar la condición de valores deseables como posición desarrolladora del Estado implica un
riesgo de retroceder en la democracia. Aunque los liberales exponen que el riesgo camina en la
amenaza a las libertades individuales, Sandel se preocupa más en la posibilidad de que los valores
asumidos por las comunidades puedan ser corruptos y malos, por lo que, él atribuye que el
republicanismo carece de garantías (Souroujon, 2014).

Referencias Bibliográficas

Arendt, H. (1988). Sobre la revolución. Madrid, Alianza Editorial.


Montesquieu C. (1993), Del espíritu de las leyes. Ediciones Altaza, Barcelona, p. 41.
Ortiz Leroux, S. (2007). República y republicanismo: una aproximación a sus itinerarios de vuelo.
Argumentos (México, DF), 20(53), 11-32.
Pettit, Philip (2001), “Liberalismo y republicanismo”, en Monique Canto-Sperber, Diccionario de
ética y filosofía moral, tomo II, México: FCE, pp. 936-944
Salmerón, A. M. (2006). Entre liberalismo y republicanismo. El lugar de la virtud cívica en el
ordenamiento social y educativo. Trayectorias, 8(22), 56-65.
Sandel, M. J. (1998). Democracy’s discontent: America in search of a public philosophy. Harvard
university press.
Skinner, Q. (2012). Sobre la justicia, el bien común y la prioridad de la libertad. In Dimensiones de
democracia radical: pluralismo, ciudadanía, comunidad (pp. 265-282). Prometeo Libros.
Souroujon, G. (2014). El renacer de una tradición: Los distintos caminos del republicanismo
contemporáneo.

RESPUESTA A LA PREGUNTA 4:

En adelante ahondaré brevemente en las relaciones entre fetichismo, narcisismo, consumismo y


valor abstracto, que fueron abordadas en por Anselm Jappe en su obra “La Sociedad Autófaga”.

Para entender el uso de los términos y su relación se ha de proceder con una introducción en la
que se materialice de modo somero el pensamiento de Jappe y su tema de desarrollo en virtud de
la experticia temática.

Jappe es un filósofo alemán, que centra su discurso en la teoría de la “crítica del valor” y
pensamiento de Guy Debord. En relación a lo primero, es una teoría social basada en la tradición
marxista y critica el modo de producción contemporáneo. Se desarrolló con aportes de la Escuela
de Frankfurt y la teoría crítica. Los adherentes destacados son Robert Kurz, Moishe Postone y
Jean-Marie Vincent. La crítica del valor toma aspectos cruciales de las críticas de Marx al
fetichismo de la mercancía, las mercancías y el valor, sin embargo, deslinda y critica la teoría de la
lucha de clases y el materialismo histórico de Marx. Plantea que el trabajo debe entenderse como
una entidad histórica específica y que criticar el capitalismo implica no solo criticar el proceso de
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distribución en el capitalismo, sino también el proceso de producción capitalista y los poderes


productivos.

El análisis de fetichismo, narcisismo, consumismo y valor abstracto, se entiende en coordenadas


que se encuentran dentro de la existencia del capitalismo y como este ha configurado una
sociedad mercantil. En ese sentido, se rescata lo que Jappe entiende de los dos elementos de
referencia, los que ya comienzan a configurar las palabras en cuestión:

- “El capitalismo consiste esencialmente en el hecho de transformar el trabajo, en


específico el lado abstracto del trabajo, en valor, valor que toma una forma visible en el
dinero. Pero desde el inicio este proceso contenía esta contradicción que sólo el trabajo
en el momento de su ejecución crea ese valor; pero la competencia empuja al uso de
tecnología y este hecho disminuye la parte de trabajo vivo y entonces disminuye el
valor”.
- “La sociedad mercantil consiguió en una parte del mundo asegurar una mejor satisfacción
de las necesidades materiales, pero a la vez ha creado más que nunca una sensación de
vacío colonizando todas las esferas de la vida y transformando todas las actividades que
dan un sentido a la existencia, convirtiéndolas simplemente en consumo de mercancías”.

Así mismo, Jappe alude metafóricamente al mito de Erisictón (un rey que se autodevoró por el
castigo devino de tener un hambre insaciable), como preludio a lo que es la lógica del valor, del
mercado y el dinero, del que rescata que: toda producción con vistas a la satisfacción de
necesidades concretas encuentra sus límites en la naturaleza misma de dichas necesidades y
recomienza su ciclo esencialmente al mismo nivel. Sin embargo, la producción de valor mercantil,
que se representa en el dinero, es ilimitada, a tal grado que la sed de dinero no puede apagarse
jamás porque el dinero no tiene como función colmar una necesidad precisa. Esto es aliciente para
la lógica de la acumulación del valor, y en consecuencia del dinero, que no se agota, toda vez que,
el hambre de dinero es abstracta y es vacía de contenido. Esta hambre abstracta solo tiene lugar
en el reino de las abstracciones.

Anselm Jappe al releer las teorías de Karl Marx, bajo el prisma de la “crítica del valor”, muestra
que la sociedad moderna es una sociedad capitalista y mercantil, basada implacablemente en el
trabajo abstracto, el dinero, la mercancía y el valor. Comprender los términos de fetichismo y
narcisismo pasa por cuestionar el modo de vida en términos subjetivos de los individuos en una
sociedad mercantil y capitalista. En virtud de ello, Jappe desarrolla un diálogo entre en
psicoanálisis y la teoría crítica del valor para ahondar en la subjetividad produce el capitalismo.

Sobre el FETCHISMO, Jappe evoca a Marx, para quien el fetichismo no es solamente una
representación invertida de la realidad, sino una inversión de la realidad misma, dando lugar al
dominio de lo abstracto sobre lo concreto en las sociedades productoras de mercancías se
traduciría en el dominio real de la producción sobre la sociedad en general (2016). Esta inversión
real da cuenta de cómo las abstracciones dominan la vida social concreta, por lo que, son
meritorias de ser atendidas y comprendidas en sus modos y contenidos específicos, toda vez que
guardan una objetividad en la realidad. Su condició de abstracción no es igual a ilusión, lo cual
escapa al razonamiento lógico a cuenta de evitar un fetichismo del fetichismo.
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Una primera relación que se va esbozando es que la relación entre la TEORÍA DEL VALOR Y LA
TEORÍA DEL FETICHISMO irroga un marco de dominación impersonal y abstracto entre ambas, por
encima de la dominicación (lucha) de clases, como fundamento del capitalismo. Es la mercancia la
que crea las sociedades capitalistas, las clases sociales son instrumentos de dicha lógica dado que
las mercancias no pueden desplazarse e intercambiarse por si mismas. Siendo así, el trabajo y el
capital son parte del proceso de valorización cuyo conflicto es intrínseco a la propia forma del
valor real y abstracto. El capital sería una relación social que produce sus propios sujetos sociales,
y no el conjunto de los medios de producción. Resumiendo, en la sociedad mercantil, ni el
capitalista ni el trabajador son sujetos, porque la inversión fetichista, impone que el verdadero
sujeto es la mercancía.

Ello implica renunciar a la idea, construida por la razón moderna, de que el “sujeto” es un
individuo libre y autónomo, y, más bien, entender que es fruto de la interiorización de las
coacciones creadas por el capitalismo, que implica ser el contenedor de la combinación lesiva de
narcisismo y fetichismo de la mercancía.

Sobre el NARCISISMO, Jappe señale las falencias y los problemas surgidos a lo largo del siglo XX en
las diferentes versiones del freudo-marxismo, ajusta el vocablo a lo que Freud estableció, la
división entre un narcisismo primario y uno secundario. Sobre el primario, Freud dice que surge
como reacción de defensa del infante ante un mundo plagado de objetos independientes de él y
que no responden a su voluntad; a través, de sentimientos imaginarios de omnipotencia y fusión
con el mundo niega su separación e indefensión reales. Este narcisismo es fisiológico y propio del
desarrollo, es como un proceso de adaptación. El narcisismo secundario se da en “defensa contra
los sentimientos de impotente dependencia de la primera infancia” que retornan de forma
patológica. Jappe define al narcisismo (secundario) como sentimiento de omnipotencia e
indiferencia frente al mundo y los objetos (considerados como proyecciones de la propia
individualidad), alejándose de la concepción vulgar o popular del término que considera al
narcisista como un individuo que profesa un amor propio desmedido. Esta dialéctica permite que
los imperativos sistémicos de valorización se encuentren en tensión contradictoria, es decir, los
individuos deben asumir como proyecto identitario la realización de sí, la cual se encuentra
frustrada por un marco social que cohíbe el mismo desarrollo que suscita.

La sociedad mercantil explota la tendencia pre existente en el hombre (narcisismo). Es efectivo


por que permite la persistencia del goce irrestricto e inmediato, como cuando niños, aunque hoy
en calidad de individuo adulto CONSUMIDOR, haciendo de este un ser impaciente y sin control de
sus impulsos, y guardándolo del dolor que representa madurar. También denominado regresión
antropológica, que ocurre a la par de los progresos tecnológicos de la sociedad: la tecnología deja
a disposición inmediata del usuario un mundo virtual sumiso, que le genera nuevamente la ilusión
de omnipotencia. La extensión de los dispositivos electrónicos ha posibilitado un proceso de
infantilización. De tal manera que el marco social contemporáneo ofrece la posibilidad de no
realizar el pasaje doloroso y desgarrador hacia la adultez, permaneciendo en un refugio subjetivo-
imaginario que reactualiza una y otra vez un consuelo arcaico.

El sujeto fetichista-narcisista de la modernidad capitalista, no tolera ninguna frustración y concibe


el mundo como un medio para saciar su desmesura sin límites, cual mito de Erisictón. Esta
desorbitada forma de vida que niega los límites deviene en lo que Anselm Jappe denomina la
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“pulsión de muerte” del capitalismo, “un desencadenamiento de violencias extremas, de matanzas


en masa y de asesinatos “gratuitos” que precipitan el mundo de los hombres hacia su caída”.

Referencias Bibliográficas
Jappe, A. (2016). Las aventuras de la mercancía. Logroño: Pepitas de calabaza.

Jappe, A. (2019). La Sociedad Autófaga. Logroño: Pepitas de calabaza.

Número de palabras: 3996 palabras

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