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EXAMEN FINAL
Problemas actuales de ética y filosofía política
RESPUESTA A LA PREGUNTA 1 Y 2:
En este primer bloque de reflexiones se abordarán las primeras dos preguntas: 1) sobre el
significado republicano de la libertad como no-dominación y la comparación con las
concepciones positiva y negativa de libertad, y 2) lo que se entiende por republicanismo radical.
El momento histórico de finales del siglo pasado, abrieron las críticas a la carga liberal de las
democracias liberales porque se le consideró como responsable de desvincular la participación del
ciudadano en los diferentes procesos democráticos, inhibiendo que se construyan conductas
cívicas y comunitarias. Ante ello, se releyó el posicionamiento del republicanismo en la política, se
revalora el espacio público como político a fin de generar consensos para el orden social y la
necesidad de la participación ciudadana en los asuntos comunes. Esto se expresa en la crítica a la
propuesta de voluntad general, Rousseau, en tanto, pareciera negar la deliberación entre los
miembros de la comunidad política en torno a los temas comunes, es decir, niega la autonomía del
ciudadano y el pluralismo en aras de una buscada homogeneidad.
Esta reivindicación del republicanismo se contextualiza en los 70s y 80s del siglo pasado, con dos
debates, el primero ligado a un ajuste histórico y el segundo a un ajuste normativo (Souroujon,
2014). Es decir, en los 70s hubo de los que afirmaban que la Revolución Norteamericana no tenía
sus orígenes en John Locke, padre del liberalismo clásico, sino en elementos de virtud y
corrupción, acercando el origen a Nicolas Maquiavelo. Él, dentro de su construcción teórica, toma
como referencia la república romana, destacando que la virtud de ella fue el conflicto (entre la
plebe y el Senado), como elemento integrador, teniendo como marco la Ley y la unidad del Estado
(Ortiz, 2007). En contraposición, Arendt propondría que el origen republicano sería Charles de
Montesquieu, en alusión a la condición de que la virtud no tiene un fundamento de corte o
religioso o moral, sino político. Montesquieu diría “la virtud en una República es sencillamente el
amor a la República. No es un conjunto de conocimientos, sino un sentimiento que puede
experimentar el último hombre del Estado tanto como el primero” (1993).
Un segundo elemento a considerar es la de los 80s que centra el debate entre las propuestas
comunitaristas y liberales, es decir, los primeros proponen la existencia de idea de buena vida en
medio de una comunidad política, como un asunto de identidad cultural de cada uno de sus
miembros (de todos), por lo que, es preeminente a cualquier derecho individual. De otro lado, los
liberales exponen la preeminencia de los derechos individuales ante cualquier concepto de bien
común. El republicanismo pareciera estar más ligado al comunitarismo, sin embargo, dicha
afirmación tiene sus reservas, por lo que, el republicanismo figura como una tercera opción ante
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las dos primeras expuestas. De este debate resaltan Michael Sandel y Charles Taylor como
exponentes.
Habida cuenta, en este pequeño contexto se han dirimido al menos tres palabras clave: lo
democrático, lo republicano y lo liberal. A pesar que se suelen comparar por el cómo proceden,
su diferencia radica en términos mucho más profundos porque persiguen atender problemas
diferentes. Lo democrático persigue articular un orden en la que entendiendo como igual a cada
persona entre sí, la comunidad política constituida (todos) asuma la soberanía de las decisiones
mediante la efectiva e igualitaria participación directa. Por otro lado, lo republicano busca que las
instituciones sean lo suficientemente fuertes para que nadie domine por encima del otro. Y, lo
liberal persigue que el eje de todo el sistema sea el cuidado preeminente de los derechos
individuales.
Lejos de tener un acercamiento único entre cada término expuesto, internamente cada vocablo
encierra matices que enriquecen el análisis y engrosan la variabilidad de la puesta en escena de
cada alternativa. Centrándonos en lo republicano, se puede entender al menos tres grandes
corrientes: republicanismo liberal, republicanismo radical y el republicanismo antimoderno 1
(Souroujon, 2014). De los cuales se incidirá en los dos primeros, a fin de responder las preguntas.
Avistando un primer acercamiento se puede decir que el republicanismo liberal tiene como
precedentes las nociones de Maquiavelo (inspirado en la república romana) y el republicanismo
radical con herencia de Aristóteles (del mundo griego clásico).
Ante esta dicotomía se esboza, a través de PETTIT, una tercera opción de libertad: “libertad como
no dominación”, cuyo fin sería la de evitar interferencias arbitrarias, no llegando a constituirse
una dominación de uno sobre otro (Salmerón, 2006). De tal manera que la interferencia en el
liberalismo es de obstaculización de la voluntad (dominación) y en el republicanismo, de manera
no arbitraria. La interferencia implica una obstaculización concreto, tangible, real; sin embargo, la
dominación es más sutil en su práctica, aunque de modo más profundo, es decir, la dominación se
efectiviza con la sola posibilidad de interferencia arbitraria. Pettit lo expondría así: “Yo puedo estar
dominado por otro… puedo ser el esclavo de otro -sin que esto interfiera en ninguna de mis
decisiones-. Puede suceder que mi amo tenga un carácter amable y no intervencionista o puede
suceder que yo sea lo suficientemente astuto como para ser capaz de salirme con la mía haciendo
lo que yo quiera” (Pettit, 2001).
1
Este tipo de republicanismo hace referencia a una crítica a la modernidad en su conjunto, más que solamente a lo liberal.
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SKINNER, siguiendo la misma línea del republicanismo liberal, se distingue de Pettit, porque
atiende el debate desde un enfoque de los derechos individuales naturales que es parte de las
consideraciones de la naturaleza humana. Los liberales (libertad negativa) no aceptan y rechazan
(por el riesgo) la posibilidad de aceptar la idea de virtud y de servicio público por encima de la
libertad, en otras palabras, los derechos individuales preceden a todo y es parte de la naturaleza
humana, por lo que, lo fundamental es el interés propio. Para Skinner la idea de libertad negativa
se asocia a la idea de virtud y servicio público. Retomando a Maquiavelo, acepta que el mayor
interés del ciudadano es su interés personal, el cual puede lograrse únicamente en un estado libre,
sin opresión de voluntades externas y/o de alguno que ostente mayor poder que los demás. Por lo
que, es necesario la virtud para defender ese estado de libertad, un deber cívico para con el bien
común, el que tiene como fin posibilitar el ejercicio de las libertades individuales y mantener el
Estado de derecho (alejándose de la idea del zoon politikón aristotélico). Siendo en algún grado
paradójico, dado que la mayor libertad individual se logra sometiéndola a la búsqueda del bien
común. En términos práctico, diría Skinner, la libertad negativa solo es posible cuando los
ciudadanos asumen su rol de participación política en el ánimo de asegurar las libertades que
persiguen por derecho natural, siendo así, la consideración de “buenos ciudadanos” (2012).
Es así que, las leyes de las instituciones republicanas libres no son arbitrarias, por lo que, no
recortan las libertades, sino que, son necesarias para qué estas puedan existir, son expresión de
una voluntad libre en respuesta a la naturaleza del derecho individual natural. Tanto Skinner como
Pettit asientan la republica liberal en un concepto de no libertad positiva, y readecuando el
concepto de libertad negativa. Es importante aclarar esto porque la participación en la vida pública
no es en sí lo principal, no es el fin, sino un medio que permite y posibilita el ejercicio de
libertades, el cual es en sí el fin mismo (Skinner). Por su parte, el criterio de no interferencia
implica la existencia de mecanismos institucionales en el proceso legislativo, antes que en su
generación (participación política de su génesis-autogobierno), rescata el valor de la posterior
discusión de ellas, el derecho de la resistencia.
El republicanismo liberal tiene temor a la tiranía de las mayorías (por ello rechaza la opción de
atender la libertad de manera positiva), además, está a favor de la idea neutral de Estado, no se
promueve ninguna idea específica de bien común, más que la necesaria para el ejercicio de
libertades. Ese “bien común”, no tiene como suficiencia la declaración de derecho asentada como
verdad, por ello Skinner reclama que se acompañe de una virtud cívica alineada con la
participación en la vida pública, recordando siempre que, esta virtud cívica no es un fin y su valor
no reposa en sí mismo sino por los efectos que permite, en ese sentido, es una virtud
instrumental. Podría decirse, que para ser libres se obliga a que se participe de la vida pública.
Para Pettit, aunque alineado con la idea de virtud de Skinner, su eje de republicanismo liberal
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Souroujon resume que para los exponentes del republicanismo liberal “no hay una teoría de
derechos individuales naturales pre políticos, idea que se opondría a las interferencias arbitrarias
de Pettit y a la necesidad de participación política de Skinner” (2014).
En adelante, se expone algunas ideas sobre el REPUBLICANISMO RADICAL. Los autores Michael
Sandel y Charles Taylor, son quienes problematizan de la democracia: la “pérdida de
autogobierno” y “erosión del sentimiento de comunidad”, y atribuyen a la política liberal dichos
problemas. En ese sentido, a diferencia del republicanismo liberal, esto constituye en una crítica
frontal al liberalismo y asume la concepción de libertad positiva y la idea de virtud y comunidad en
un sentido diferente.
De lo expuesto se desprende que ha de existir el concepto del contenido como “lo bueno” y esto
precede al derecho. Por lo que, el derecho se sujeta a ciertas condiciones que la sociedad atribuye
como deseable y lo fomenta. Uno de los elementos que coinciden los partidarios del
republicanismo es que ha de tener como bueno la defensa de las libertades individuales, el
régimen democrático y la búsqueda de una ciudadanía activa, esto último no como un elemento
instrumental sino como un bien en sí mismo. Esto fundamentado en el zoon politikon de
Aristóteles, el hombre solo accede a la felicidad desarrollándose en comunidad, decidiendo en
conjunto lo que a todos afecta. Es la convicción de los conciudadanos con un proyecto común y
valores sumado a la imposición de que la propia identidad se constituye en los horizontes de
aquello común, a fin de dar sentido de pertenencia. De tal manera que, en contraposición a los
contractualistas, el individuo no precede a la sociedad y como diría Aristóteles, la amistad política
es el sustento de la virtud ciudadana y base de cualquier comunidad política.
Por ende, el Estado tiene un rol activo en la promoción de los elementos entendidos como virtud,
como el bien común en sus ciudadanos. Esto implica que el Estado no es neutral, es una de sus
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El develar la condición de valores deseables como posición desarrolladora del Estado implica un
riesgo de retroceder en la democracia. Aunque los liberales exponen que el riesgo camina en la
amenaza a las libertades individuales, Sandel se preocupa más en la posibilidad de que los valores
asumidos por las comunidades puedan ser corruptos y malos, por lo que, él atribuye que el
republicanismo carece de garantías (Souroujon, 2014).
Referencias Bibliográficas
RESPUESTA A LA PREGUNTA 4:
Para entender el uso de los términos y su relación se ha de proceder con una introducción en la
que se materialice de modo somero el pensamiento de Jappe y su tema de desarrollo en virtud de
la experticia temática.
Jappe es un filósofo alemán, que centra su discurso en la teoría de la “crítica del valor” y
pensamiento de Guy Debord. En relación a lo primero, es una teoría social basada en la tradición
marxista y critica el modo de producción contemporáneo. Se desarrolló con aportes de la Escuela
de Frankfurt y la teoría crítica. Los adherentes destacados son Robert Kurz, Moishe Postone y
Jean-Marie Vincent. La crítica del valor toma aspectos cruciales de las críticas de Marx al
fetichismo de la mercancía, las mercancías y el valor, sin embargo, deslinda y critica la teoría de la
lucha de clases y el materialismo histórico de Marx. Plantea que el trabajo debe entenderse como
una entidad histórica específica y que criticar el capitalismo implica no solo criticar el proceso de
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Así mismo, Jappe alude metafóricamente al mito de Erisictón (un rey que se autodevoró por el
castigo devino de tener un hambre insaciable), como preludio a lo que es la lógica del valor, del
mercado y el dinero, del que rescata que: toda producción con vistas a la satisfacción de
necesidades concretas encuentra sus límites en la naturaleza misma de dichas necesidades y
recomienza su ciclo esencialmente al mismo nivel. Sin embargo, la producción de valor mercantil,
que se representa en el dinero, es ilimitada, a tal grado que la sed de dinero no puede apagarse
jamás porque el dinero no tiene como función colmar una necesidad precisa. Esto es aliciente para
la lógica de la acumulación del valor, y en consecuencia del dinero, que no se agota, toda vez que,
el hambre de dinero es abstracta y es vacía de contenido. Esta hambre abstracta solo tiene lugar
en el reino de las abstracciones.
Anselm Jappe al releer las teorías de Karl Marx, bajo el prisma de la “crítica del valor”, muestra
que la sociedad moderna es una sociedad capitalista y mercantil, basada implacablemente en el
trabajo abstracto, el dinero, la mercancía y el valor. Comprender los términos de fetichismo y
narcisismo pasa por cuestionar el modo de vida en términos subjetivos de los individuos en una
sociedad mercantil y capitalista. En virtud de ello, Jappe desarrolla un diálogo entre en
psicoanálisis y la teoría crítica del valor para ahondar en la subjetividad produce el capitalismo.
Sobre el FETCHISMO, Jappe evoca a Marx, para quien el fetichismo no es solamente una
representación invertida de la realidad, sino una inversión de la realidad misma, dando lugar al
dominio de lo abstracto sobre lo concreto en las sociedades productoras de mercancías se
traduciría en el dominio real de la producción sobre la sociedad en general (2016). Esta inversión
real da cuenta de cómo las abstracciones dominan la vida social concreta, por lo que, son
meritorias de ser atendidas y comprendidas en sus modos y contenidos específicos, toda vez que
guardan una objetividad en la realidad. Su condició de abstracción no es igual a ilusión, lo cual
escapa al razonamiento lógico a cuenta de evitar un fetichismo del fetichismo.
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Una primera relación que se va esbozando es que la relación entre la TEORÍA DEL VALOR Y LA
TEORÍA DEL FETICHISMO irroga un marco de dominación impersonal y abstracto entre ambas, por
encima de la dominicación (lucha) de clases, como fundamento del capitalismo. Es la mercancia la
que crea las sociedades capitalistas, las clases sociales son instrumentos de dicha lógica dado que
las mercancias no pueden desplazarse e intercambiarse por si mismas. Siendo así, el trabajo y el
capital son parte del proceso de valorización cuyo conflicto es intrínseco a la propia forma del
valor real y abstracto. El capital sería una relación social que produce sus propios sujetos sociales,
y no el conjunto de los medios de producción. Resumiendo, en la sociedad mercantil, ni el
capitalista ni el trabajador son sujetos, porque la inversión fetichista, impone que el verdadero
sujeto es la mercancía.
Ello implica renunciar a la idea, construida por la razón moderna, de que el “sujeto” es un
individuo libre y autónomo, y, más bien, entender que es fruto de la interiorización de las
coacciones creadas por el capitalismo, que implica ser el contenedor de la combinación lesiva de
narcisismo y fetichismo de la mercancía.
Sobre el NARCISISMO, Jappe señale las falencias y los problemas surgidos a lo largo del siglo XX en
las diferentes versiones del freudo-marxismo, ajusta el vocablo a lo que Freud estableció, la
división entre un narcisismo primario y uno secundario. Sobre el primario, Freud dice que surge
como reacción de defensa del infante ante un mundo plagado de objetos independientes de él y
que no responden a su voluntad; a través, de sentimientos imaginarios de omnipotencia y fusión
con el mundo niega su separación e indefensión reales. Este narcisismo es fisiológico y propio del
desarrollo, es como un proceso de adaptación. El narcisismo secundario se da en “defensa contra
los sentimientos de impotente dependencia de la primera infancia” que retornan de forma
patológica. Jappe define al narcisismo (secundario) como sentimiento de omnipotencia e
indiferencia frente al mundo y los objetos (considerados como proyecciones de la propia
individualidad), alejándose de la concepción vulgar o popular del término que considera al
narcisista como un individuo que profesa un amor propio desmedido. Esta dialéctica permite que
los imperativos sistémicos de valorización se encuentren en tensión contradictoria, es decir, los
individuos deben asumir como proyecto identitario la realización de sí, la cual se encuentra
frustrada por un marco social que cohíbe el mismo desarrollo que suscita.
Referencias Bibliográficas
Jappe, A. (2016). Las aventuras de la mercancía. Logroño: Pepitas de calabaza.