Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Como un mensajero, Gaga entre los otros corría, a veces el primero en encontrar Nibiru.
Cinco en total eran los que recibían a Nibiru en el cielo, mientras circundaba al Sol.
Más allá, como una frontera, el Brazalete Repujado circundaba al Sol; como un guardián de la región prohibida del
cielo, con escombros protegía.
Otros hijos del Sol, cuatro en número, escudaba de la intrusión el brazalete. Las atmósferas de los cinco primeros se
puso a estudiar Enshar.
En su vuelta repetida, en el bucle de Nibiru, se examinaron atentamente los cinco.
Qué atmósferas poseían, se examinaron intensamente por observación y con carros celestiales.
Los hallazgos fueron sorprendentes, los descubrimientos confusos. De vuelta en vuelta, la atmósfera de Nibiru más
brechas sufría.
En los consejos de los eruditos, los remedios se debatían con avidez; se consideraron formas de vendar la herida
urgentemente.
Se intentó un nuevo escudo que envolviera al planeta; todo lo que se lanzó hacia arriba, cayó de vuelta al suelo.
En los consejos de los eruditos, se estudiaron las erupciones de los volcanes.
La atmósfera, se había creado por las erupciones volcánicas; su herida había tenido lugar por la disminución de
erupciones.
¡Que con invenciones se potencien nuevas erupciones, que los volcanes escupan de nuevo!, estaba diciendo un
grupo de sabios.
Cómo alcanzar la hazaña, con qué herramientas conseguir más erupciones, nadie podía dar cuenta al rey.
En el reinado de Enshar, se hizo más grande la brecha en los cielos.
Las lluvias se negaban, los vientos soplaban más fuerte; los manantiales de
las profundidades no emergían.
En las tierras, había una maldición; los pechos de las madres se secaron. En el palacio, había aflicción; había una
maldición allí dentro.
Como Primera Esposa, Enshar desposó a una hermanastra, ateniéndose a la Ley de la Simiente.
Nin.Shar fue llamada, de los Shars la Dama. Un hijo no tuvo. Por una concubina, a Enshar le nació un hijo; fue el
hijo Primogénito. Por Ninshar, Primera Esposa y hermanastra, no llegó un hijo.
Por la Ley de Sucesión, el hijo de la concubina ascendió al trono; fue el séptimo en reinar.
Du.Uru fue su nombre real; En el Lugar de Morada Forjado era su significado;
de hecho, fue concebido en la Casa de las Concubinas, no en el palacio. Como esposa, una doncella amada desde su
juventud eligió Duuru; por
amor, no por simiente, seleccionó una Primera Esposa. Da.Uru fue su nombre real; La Que Está a Mi Lado era el
significado. En la corte real, la confusión corría desenfrenada. Los hijos no eran herederos, las esposas no eran
hermanastras.
En la tierra, iba creciendo el sufrimiento. Los campos olvidaron su abundancia, y entre el pueblo disminuyó la
fertilidad.
En el palacio, la fertilidad estaba ausente; no habían tenido ni hijo ni hija. De la simiente de An, siete fueron los
soberanos; después, de su simiente
se secó el trono.
Dauru encontró a un niño en la puerta del palacio; como a un hijo lo abrazó. Al final, Duuru como a un hijo lo
adoptó, lo nombró Heredero Legal;
Lahma, que significa Sequedad, fue el nombre que se le dio. En el palacio, los príncipes protestaban; en el Consejo,
había quejas. Al final, Lahma ascendió al trono. Aunque no era de la simiente de An, fue
el octavo en reinar. En los consejos de los eruditos, se dieron dos sugerencias para sanar la
brecha: una fue el uso de un metal, oro era su nombre. En Nibiru, era muy raro;
dentro del Brazalete Repujado era abundante. Era la única sustancia que se podía moler hasta el polvo más fino;
elevado
hasta el cielo, podía quedar suspendido.
Así, con reaprovisionamientos, la brecha se sanaría, habría una mejor protección. ¡Que se construyan naves
celestiales, que una flota celestial traiga el oro
a Nibiru! ¡Que se creen Armas de Terror!, fue la otra sugerencia; armas que sacudan
y aflojen el suelo, que agrieten las montañas; Atacar con proyectiles los volcanes, su letargo remover, estimular sus
erupciones,
¡recargar la atmósfera, hacer desaparecer la brecha!
Lahma era débil para tomar una decisión; no sabía qué opción tomar.
Nibiru completó una vuelta, dos Shars siguió contando Nibiru.
En los campos, la aflicción no cejaba. La atmósfera no se reparaba con las
erupciones volcánicas.
Pasó un tercer Shar, un cuarto se contó. No se obtenía oro. Los conflictos abundaban en el reino; la comida y el agua
escaseaban. La unidad se perdió en el reino; las acusaciones eran abundantes. En la corte real, los sabios iban y
venían; los consejeros corrían arriba
y abajo. El rey no prestaba atención a sus palabras. Sólo buscaba consejo en su
esposa; Lahama era su nombre. Si fuera el destino, supliquemos al Gran Creador de Todo, al rey, dijo ella.
¡Suplicar, no actuar, es la única esperanza! En la corte real, los príncipes estaban inquietos; se le dirigían
acusaciones
al rey: ¡De forma estúpida y absurda, está trayendo calamidades aún mayores en
vez de cura! De los antiguos depósitos, se recuperaron las armas; había mucho que
hablar de rebelión.
Un príncipe, en el palacio real, fue el primero en tomar las armas. Con palabras de promesa, agitó a los otros
príncipes; Alalu era su nombre. ¡Que Lahma ya no sea más el rey!, gritó. ¡Que la decisión sustituya a la
vacilación!
¡Venid, vamos a desalentar al rey en su morada; hagamos que abandone el trono!
Los príncipes hicieron caso a sus palabras; las puertas del palacio abrieron con violencia;
a la sala del trono, su entrada prohibida, como aguas en avalancha llegaron.
El rey escapó a la torre del palacio; Alalu fue en su persecución. En la torre hubo lucha; Lahma cayó muerto.
¡Lahma ya no está!, gritó Alalu. Ya no está el rey, anunció con alborozo.
A la sala del trono se dirigió apresuradamente Alalu, en el trono él mismo
se sentó.
Sin derecho ni consejo, él mismo se proclamó rey.
Se había perdido la unidad en el reino; unos se alegraron por la muerte de Lahma, otros se entristecieron por lo que
había hecho Alalu.
Viene ahora el relato del reinado de Alalu y de la ida a la Tierra.
Se había perdido la unidad en el reino; muchos se sentían ofendidos sobre
la realeza. En el palacio, los príncipes estaban agitados; en el consejo, los consejeros
estaban turbados.
De padre a hijo, la sucesión de An prosiguió en el trono; incluso Lahma, el octavo, había sido declarado hijo por
adopción. ¿Quién era Alalu? ¿Acaso era un Heredero Legal, era el Primogénito? ¿Bajo qué derecho había usurpado
el trono? ¿No era el asesino del rey? Ante los Siete Que Juzgan, fue convocado Alalu para considerar su suerte. Ante
los Siete Que Juzgan, Alalu expuso sus pretensiones:
¡Aún sin ser Heredero Legal ni hijo Primogénito, de simiente real sí que era!
De Anshargal desciendo, ante los jueces reclamó.
De una concubina, mi antepasado le nació a él; Alam era su nombre.
Por la cuenta de Shars, Alam fue el primogénito; a él le pertenecía el trono.
¡Por una confabulación, la reina dejó a un lado sus derechos!
La Ley de la Simiente de la nada se inventó, para que su hijo obtuviera la
realeza.
A Alam se le privó de la realeza; y al hijo de ella, en su lugar, le fue concedida. Por descendencia, soy el
continuador de las generaciones de Alam; ¡la
semilla de Anshargal está dentro de mí! Los Siete Que Juzgan tuvieron en cuenta las palabras de Alalu. Al Consejo
de Consejeros pasaron el asunto, para que dirimieran su veracidad o falsedad. Se trajeron los anales reales de la Casa
de Registros; con mucha atención,
se leyeron. An y Antu, la primera pareja real, estaban; tres hijos y ninguna hija a ellos
les nacieron.
El Primogénito fue Anki; él murió en el trono; no tuvo descendencia. En su lugar, el hijo mediano ascendió al trono;
Anib fue su nombre. Anshargal fue su Primogénito; al trono ascendió.
En el reino, el alborozo se apagó; las lluvias se negaban a caer, los vientos soplaban con más fuerza.
Las erupciones de los volcanes no aumentaban, no sanaba la brecha en la atmósfera.
Nibiru seguía recorriendo sus vueltas en los cielos; de vuelta en vuelta, el calor y el frío se hacían más difíciles de
sufrir.
El pueblo de Nibiru dejó de venerar a su rey; ¡en vez de alivio, había traído miseria!
Alalu seguía sentado en el trono.
El fuerte y sabio Anu, el primero entre los príncipes, estaba de pie ante él.
Se postraría ante los pies de Alalu, le pondría la copa en la mano.
Durante nueve períodos contados, Alalu fue rey en Nibiru.
En el noveno Shar, Anu presentó batalla a Alalu.
Desafió a Alalu a un combate mano a mano, con los cuerpos desnudos. Que el vencedor sea rey, dijo Anu.
Forcejearon entre sí en la plaza pública; las jambas de las puertas temblaron y las paredes se remecieron.
Alalu hincó la rodilla; al suelo cayó sobre su pecho.
Alalu fue derrotado en combate; por aclamación, Anu fue proclamado rey.
Anu fue escoltado hasta el palacio; Alalu al palacio no volvió.
De entre las masas, sigilosamente escapó; tenía miedo de morir como Lahma.
Sin que lo reconocieran, fue apresuradamente hasta el lugar de los carros celestiales.
Alalu se subió a un carro que arrojaba de proyectiles; cerró la portezuela tras él.
Entró en la cámara de la parte delantera; ocupó el asiento del comandante.
Encendió Lo-Que-Muestra-el-Camino, la cámara se llenó con una aura azulada.
Levantó las Piedras de Fuego; el zumbido de éstas, como la música, era cautivador.
Avivó el Gran Quebrantador del carro; arrojaba un resplandor rojizo. Sin percatarse nadie de ello, Alalu escapó de
Nibiru en la nave celestial. Hacia la nivea Tierra puso rumbo Alalu; por un secreto del Principio, eligió su destino.