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Oficio de lectura
Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora, el Oficio comienza con la siguiente
invocación; pero si empieza con el Invitatorio se omite.
Invocación inicial
Himno
Se puede tomar de Laudes o de Vísperas, según el momento del día en que se rece el Oficio de lectura.
Si se toma de Laudes:
viene la aurora;
en tu nombre dormimos
y amanecemos!
prueba la muerte.
nos resucitas,
y es señal de tu gracia
la luz amiga.
de las tinieblas.
gloria al Espíritu,
al Uno y Trino;
gloria a su nombre
y al misterio divino
Si se toma de Vísperas:
dinos, centinela?
Gallos vigilantes
y pregona el llanto
dinos, centinela?
Muerto le bajaban
a la tumba nueva.
dinos, centinela?
y la tierra nueva.
y la muerte muerta.
Himno latino
te perfruámur lárgius.
tu caritátis ígnibus,
Salmodia
Ant. 1.
Dad gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres.
Salmo 106
Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo (Hch 10, 36).
I
Ant.
Dad gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres.
Ant. 2.
II
Ant.
Ant. 3.
III
recogen cosechas.
de infortunios y desgracias,
Ant.
Primera lectura
Mac 9, 1-22
Demetrio, en cuanto oyó que Nicanor y su ejército habían sucumbido en el combate, volvió a enviar a
Báquides y Alcimo al territorio de Judá con el ala derecha del ejército. Emprendieron la marcha por el
camino de Guilgal, tomaron al asalto Mesalot de Arbela y asesinaron a mucha gente.
El mes primero del año ciento cincuenta y dos acamparon frente a Jerusalén, pero luego partieron de
allí, camino de Berea, con veinte mil de infantería y dos mil jinetes. Judas acampaba en Elasa con tres mil
soldados y, al ver la enorme muchedumbre de enemigos, se aterrorizaron; muchos desertaron del
campamento, y solo quedaron ochocientos. Judas vio que su ejército se deshacía precisamente cuando
era inminente la batalla, y se descorazonó, porque ya no era posible reunirlos. Aunque desalentado, dijo
a los que quedaban:
«Es completamente imposible. Pero, si salvamos ahora la vida, volveremos con los nuestros, y entonces
les daremos la batalla. Ahora somos pocos».
Judas repuso:
«¡Nada de huir ante el enemigo! Si nos ha llegado la hora, muramos valientemente por nuestros
compatriotas, sin dejar una mancha en nuestra fama».
El ejército enemigo salió del campamento y formó frente a ellos, con la caballería dividida en dos
cuerpos, y los honderos y arqueros delante del ejército, los más aguerridos en primera fila. Báquides iba
en el ala derecha. La falange avanzó por ambos lados, a toque de corneta. Los de Judas también tocaron
las cornetas, y el suelo retembló por el fragor de los ejércitos. El combate se entabló al amanecer y duró
hasta la tarde.
Judas vio que Báquides y lo más fuerte del ejército estaba a la derecha; se le juntaron los más animosos,
destrozaron el ala derecha y la persiguieron hasta los montes de Asdod. Pero, cuando los del ala
izquierda vieron que el ala derecha estaba destrozada, se volvieron en persecución de Judas y sus
compañeros. El combate arreció, y hubo muchas bajas por ambas partes. Judas cayó también, y los
demás huyeron.
No hemos escrito otros datos de la historia de Judas, sus hazañas militares y sus títulos de gloria, porque
fueron muchísimos.
Responsorio
V.No temáis el empuje de los enemigos. Recordad cómo se salvaron nuestros antepasados. Gritemos al
cielo para que nos favorezca nuestro Dios.
R.No temáis el empuje de los enemigos. Recordad cómo se salvaron nuestros antepasados. Gritemos al
cielo para que nos favorezca nuestro Dios.
V.Recordad las maravillas que hizo con el Faraón y su ejército en el mar Rojo.
Segunda lectura
Los que deseamos alcanzar las promesas del Señor debemos imitarle en todo
De las cartas de san Cipriano, obispo y mártir.
Os saludo, queridos hermanos, y desearía gozar de vuestra presencia, pero la dificultad de entrar en
vuestra cárcel no me lo permite. Pues, ¿qué otra cosa más deseada y gozosa pudiera ocurrirme que no
fuera unirme a vosotros, para que me abrazarais con aquellas manos que, conservándose puras,
inocentes y fieles a la fe del Señor, han rechazado los sacrificios sacrílegos?
¿Qué cosa más agradable y más excelsa que poder besar ahora vuestros labios, que han confesado de
manera solemne al Señor, y qué desearía yo con más ardor sino estar en medio de vosotros para ser
contemplado con los mismos ojos, que, habiendo despreciado al mundo, han sido dignos de contemplar
a Dios?
Pero como no tengo la posibilidad de participar con mi presencia en esta alegría, os envío esta carta,
como representación mía, para que vosotros la leáis y la escuchéis. En ella os felicito, y al mismo tiempo
os exhorto a que perseveréis con constancia y fortaleza en la confesión de la gloria del cielo; y, ya que
habéis comenzado a recorrer el camino que recorrió el Señor, continuad por vuestra fortaleza espiritual
hasta recibir la corona, teniendo como protector y guía al mismo Señor que dijo: “Sabed que yo estoy
con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
¡Feliz cárcel, dignificada por vuestra presencia! ¡Feliz cárcel, que traslada al cielo a los hombres de Dios!
¡Oh tinieblas más resplandecientes que el mismo sol y más brillantes que la luz de este mundo, donde
han sido edificados los templos de Dios y santificados vuestros miembros por la confesión del nombre
del Señor!
Que ahora ninguna otra cosa ocupe vuestro corazón y vuestro espíritu sino los preceptos divinos y los
mandamientos celestes, con los que el Espíritu Santo siempre os animaba a soportar los sufrimientos del
martirio. Nadie se preocupe ahora de la muerte sino de la inmortalidad, ni del sufrimiento temporal sino
de la gloria eterna, ya que está escrito: “Mucho le place al Señor la muerte de sus fieles”. Y en otro lugar:
“El sacrificio que agrada a Dios es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no
lo desprecias”.
Y también, cuando la Sagrada Escritura habla de los tormentos que consagran a los mártires de Dios y
los santifican en la prueba, afirma: “La gente pensaba que cumplían una pena, pero ellos esperaban de
lleno la inmortalidad. Gobernarán naciones, someterán pueblos, y el Señor reinará sobre ellos
eternamente”.
Por tanto, si pensáis que habéis de juzgar y reinar con Cristo Jesús, necesariamente debéis regocijaros y
superar las pruebas de la hora presente en vista del gozo de los bienes futuros. Pues, como sabéis,
desde el comienzo del mundo las cosas han sido dispuestas de tal forma que la justicia sufre aquí una
lucha con el siglo. Ya desde el mismo comienzo, el justo Abel fue asesinado, y a partir de él siguen el
mismo camino los justos, los profetas y los apóstoles.
El mismo Señor ha sido en sí mismo el ejemplar para todos ellos, enseñando que ninguno puede llegar a
su reino sino aquellos que sigan su mismo camino: “El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se
aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna”. Y en otro lugar: “No tengáis miedo
a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego
alma y cuerpo”.
También el apóstol Pablo nos dice que todos los que deseamos alcanzar las promesas del Señor
debemos imitarle en todo: “Somos hijos de Dios” —dice— “y, si somos hijos, también herederos;
herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él
glorificados”.
Responsorio
S. Cipriano, Carta 58
V.Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras luchamos por la fe. Qué dignidad tan
grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo.
R.Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras luchamos por la fe. Qué dignidad tan
grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo.
V.Revistámonos de fuerza y preparémonos para la lucha con un espíritu indoblegable, con una fe
sincera, con una total entrega.
R.Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por
Cristo.
Oración conclusiva
V.Oremos.
Dios, Padre nuestro, que a los santos Pedro Poveda e Inocencio de la Inmaculada, presbíteros, y
compañeros, mártires, con la ayuda de la Madre de Dios, los llevaste a la imitación de Cristo hasta el
derramamiento de la sangre, concédenos, por su ejemplo e intercesión, confesar la fe con fortaleza, de
palabra y de obra. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
R.Amén.
Conclusión
V.Bendigamos al Señor.
**
HIMNO
SALMODIA
Ant. 1. Tú, Señor, estás cerca, y todos tus mandatos son estables.
meditando tu promesa;
Ant. Tú, Señor, estás cerca, y todos tus mandatos son estables.
(Rm 15, 8. 9)
RESPONSORIO BREVE
R. Tú eres mi refugio.
PRIMERA LECTURA
Vi un viento huracanado que venía del norte: una gran nube y un fuego zigzagueante con un resplandor
en torno, y desde el centro del fuego como un resplandor de ámbar, y en el centro de todo la figura de
cuatro seres vivientes.
Este era su aspecto: tenían forma humana, con cuatro rostros y cuatro alas cada uno. Sus piernas eran
rectas y las plantas de sus pies como las de un becerro. Brillaban como bronce bruñido. Debajo de las
alas tenían manos humanas por los cuatro costados; los cuatro tenían rostros y alas. Sus alas se juntaban
una a la otra. No se volvían al caminar; caminaban de frente. Su rostro tenía este aspecto: rostro de
hombre y rostro de león por el lado derecho de los cuatro, rostro de toro por el lado izquierdo de los
cuatro, rostro de águila los cuatro. Sus alas estaban extendidas hacia arriba: un par de alas se juntaban,
otro par de alas les cubría el cuerpo. Los cuatro caminaban de frente; avanzaban a favor del viento, sin
volverse al caminar.
Y en medio de los vivientes había como ascuas encendidas; parecían antorchas agitándose entre los
vivientes. Había un resplandor de fuego y de él salían relámpagos. Los seres vivientes corrían en todas
direcciones, como rayos.
Sobre la cabeza de los seres vivientes se extendía una especie de bóveda, de admirable esplendor, como
de cristal. Bajo la bóveda, sus alas estaban horizontalmente emparejadas; cada uno se cubría el cuerpo
con un par. Y oí el rumor de sus alas cuando se movían, como estruendo de aguas caudalosas, como la
voz del Todopoderoso, como griterío de multitudes, como estruendo de tropas. Cuando se detenían,
replegaban sus alas. También se oyó un estruendo sobre la bóveda que estaba encima de sus cabezas;
cuando se detenían, replegaban sus alas. Y por encima de la bóveda, que estaba sobre sus cabezas,
había una especie de zafiro en forma de trono; sobre esta especie de trono sobresalía una figura que
parecía un hombre.
Y vi un brillo como de ámbar (algo así como fuego lo enmarcaba) de lo que parecían sus caderas para
arriba, y de lo que parecían sus caderas para abajo vi algo así como fuego, rodeado de resplandor, como
el arco que aparece en las nubes cuando llueve. Tal era la apariencia del resplandor en torno. Era la
apariencia visible de la Gloria del Señor. Al contemplarla, caí rostro en tierra y escuché una voz que
hablaba.
R. Vi sobre una especie de trono una figura de aspecto semejante al de un hombre, y escuché una voz,
como el estruendo de un terremoto, que decía: * «Bendita sea la gloria del Señor en su morada.»
V. Al que se sienta en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los
siglos.
SEGUNDA LECTURA
Sermón 10-11 sobre el Adviento: Opera omnia, Edit. Cister t. 6, 1, 1970, 19-20
A la ciudad santa, Jerusalén, todavía peregrina en la más profunda pobreza, el profeta consuela
diciendo: No llores, porque está para llegar tu salvación. De hecho, junto a los canales de Babilonia nos
sentamos a llorar. Babilonia significa confusión. En Babilonia se sientan a llorar los ciudadanos de
Jerusalén, que si bien no están en la confusión de las obras, sí lo están en la confusión de los
pensamientos, queriendo, pero no pudiendo, dirigir la atención de la mente a Dios; y, aunque a la
fuerza, se distraen en futilidades.
Así pues, los canales de Babilonia son las perversas costumbres, que se presentan dulces a nuestra
memoria; se filtran, sin embargo, y, a quienes seducen, los conducen al mar del siglo. ¡Demos gracias a
Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!, porque si las malas costumbres se insinúan,
nosotros no nos detenemos en ellas, sino que nos sentamos junto a los canales de Babilonia, pues
nuestra alma, frente a las dulzuras y seducciones de la vida del siglo, guarda silencio; frente a las
reiteradas incitaciones permanece sorda, y frente a los halagos se muestra inaccesible. Obstaculizados
por tales vanidades, no es extraño que nos sentemos a llorar con nostalgia de Sión, esto es, trayendo a
la memoria aquella suavidad y el sabroso deleite que pregustan ya aquellos contemplativos que
merecen contemplar a cara descubierta la gloria de Dios.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo si tú vas conmigo; mejor, nada temo, porque
ciertamente tú vas conmigo. ¿Que en qué apoyo esta mi esperanza? Pues en que la vara de tu
corrección y el cayado de tu sustentación me sosiegan. Pues aunque me corrijas y reprimas mi soberbia
reduciéndome al polvo de la muerte, das, sin embargo, nuevo brío a mi vida, y me sostienes para que no
caiga en la fosa de la muerte.
No descuidaré la corrección del Señor, ni me indignaré cuando él me reprenda. Pues sé que a los que
aman a Dios todo les sirve para el bien. ¿Impaciente? No, sino llevándolo con paciencia. ¿Por qué? Por
voluntad de uno que la sometió en la esperanza. De hecho, la creación misma se verá liberada de la
esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Por tanto, ciudad de
Jerusalén, no llores, porque está para llegar tu salvación. Si tarda, a tu manera de ver, sin embargo
vendrá sin retrasarse según sus cálculos, pues mil años en su presencia son como un ayer que pasó.
Responsorio Is 40, 10
R. Jerusalén, no llores, porque el Señor tiene piedad de ti. * Y te librará de toda tribulación.
«Ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas
eternas.
El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo
mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en
lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se
dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».
Los fariseos, que eran amigos del dinero, estaban escuchando todo esto y se burlaban de él.
Y les dijo:
«Vosotros os las dais de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, pues lo
que es sublime entre los hombres es abominable ante Dios.»
CÁNTICO EVANGÉLICO
PRECES
Invoquemos a Dios por intercesión de María, a quien el Señor colocó por encima de todas las creaturas
celestiales y terrenas, diciendo:
Padre de misericordia, te damos gracias porque nos has dado a María como madre y ejemplo;
– santifícanos por su intercesión.
Tú que hiciste que María meditara tus palabras, guardándolas en su corazón, y fuera siempre fidelísima
hija tuya,
– por su intercesión haz que también nosotros seamos de verdad hijos tuyos y discípulos de tu Hijo.
Tú que quisiste que María concibiera por obra del Espíritu Santo,
– por intercesión de María otórganos los frutos de este mismo Espíritu.
Tú que diste fuerza a María para permanecer junto a la cruz y la llenaste de alegría con la resurrección
de tu Hijo,
Concluyamos nuestras súplicas con la oración que el mismo Cristo nos enseñó:
PADRE NUESTRO
Padre nuestro,
ORACIÓN
Dios misericordioso,
te alabemos constantemente
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
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sábado 6 de noviembre de 2021
Tiempo Ordinario
LECTURAS DE LA MISA
Primera Lectura
De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 16, 3-9. 16. 22-27
Hermanos:
Saludad a Prisca y Áquila, mis colaboradores en la obra de Cristo Jesús, que expusieron sus cabezas por
salvar mi vida; no soy yo solo quien les está agradecido, también todas las iglesias de los gentiles.
Al que puede consolidaros según mi Evangelio y el mensaje de Jesucristo que proclamo, conforme a la
revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora mediante las
Escrituras proféticas, dado a conocer según disposición del Dios eterno para que todas las gentes
llegaran a la obediencia de la fe; a Dios, único Sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos.
Amén.
Salmo Responsorial
Salmo 144, 2-3. 4-5. 10-11
Evangelio
«Ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas
eternas.
El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo
mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en
lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se
dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».
Los fariseos, que eran amigos del dinero, estaban escuchando todo esto y se burlaban de él.
Y les dijo:
«Vosotros os las dais de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, pues lo
que es sublime entre los hombres es abominable ante Dios.»
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06 de Noviembre
Santos Pedro Poveda, presbítero, Inocencio de la Inmaculada Canoura Arnau, religioso, y compañeros,
mártires
Memoria de los santos Pedro Poveda, presbítero diocesano y fundador de la Institución Teresiana, e
Inocencio de la Inmaculada Canoura Arnau, religioso pasionista, encabezan la multitud de santos y
beatos, obispos, sacerdotes, consagrados y laicos, que dieron a Cristo el testimonio supremo del amor,
martirizados en odio a la fe en España, entre 1931 y 1939, durante la persecución religiosa contra la
Iglesia.
(Martirologio Romano)
Vida
La Iglesia española celebra hoy la beatificación de quinientos veintidós hijos mártires, profetas
desarmados de la caridad de Cristo. Es un extraordinario evento de gracia, que quita toda tristeza y llena
de júbilo a la comunidad cristiana. Hoy recordamos con gratitud su sacrificio, que es la manifestación
concreta de la civilización del amor predicada por Jesús. Los mártires no se han avergonzado del
Evangelio, sino que han permanecido fieles a Cristo, que dice: «Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí
mismo, tome su cruz cada día y me siga. Quien quiera salvar la propia vida, la perderá, pero quien pierda
la propia vida por mí, la salvará». Sepultados con Cristo en la muerte, con Él viven por la fe en la fuerza
de Dios.
España es una tierra bendecida por la sangre de los mártires. Si nos limitamos a los testigos heroicos de
la fe, víctimas de la persecución religiosa de los años 30 del siglo pasado, la Iglesia en catorce distintas
ceremonias ha beatificado más de mil. La primera, en 1987, fue la beatificación de tres Carmelitas
descalzas de Guadalajara. Entre las ceremonias más numerosas recordamos la del 11 de marzo de 2001,
con doscientos treinta y tres mártires; la del 28 de octubre de 2007, con cuatrocientos noventa y ocho
mártires, entre los cuales los obispos de Ciudad Real y de Cuenca; y la celebrada en la catedral de la
Almudena de Madrid, el 17 de diciembre de 2011, con veintitrés testigos de la fe.
El Papa Francisco beatificó a quinientos veintidós mártires, que «vertieron su sangre para dar testimonio
del Señor Jesús». Es la ceremonia de beatificación más grande que ha habido en tierra española. Este
último grupo incluye tres obispos, y además numerosos sacerdotes, seminaristas, consagrados y
consagradas, jóvenes y ancianos, padres y madres de familia. Son todos víctimas inocentes que
soportaron cárceles, torturas, procesos injustos, humillaciones y suplicios indescriptibles. Es un ejército
inmenso de bautizados que, con el vestido blanco de la caridad, siguieron a Cristo hasta el Calvario para
resucitar con Él en la gloria de la Jerusalén celestial.
En el periodo oscuro de la hostilidad anticatólica de los años 30, esta noble nación fue envuelta en la
niebla diabólica de una ideología que anuló a millares y millares de ciudadanos pacíficos, incendiando
iglesias y símbolos religiosos, cerrando conventos y escuelas católicas, destruyendo parte del precioso
patrimonio artístico. El Papa Pío XI, con la encíclica Dilectissima nobis, del 3 de junio de 1933, denunció
enérgicamente esta libertina política antirreligiosa.
Recordemos de antemano que los mártires no fueron caídos de la guerra civil, sino víctimas de una
radical persecución religiosa, que se proponía el exterminio programado de la Iglesia. Estos hermanos y
hermanas nuestros no eran combatientes, no tenían armas, no se encontraban en el frente, no
apoyaban a ningún partido, no eran provocadores. Eran hombres y mujeres pacíficos. Fueron matados
por odio a la fe, solo porque eran católicos, porque eran sacerdotes, porque eran seminaristas, porque
eran religiosos, porque eran religiosas, porque creían en Dios, porque tenían a Jesús como único tesoro,
más querido que la propia vida. No odiaban a nadie, amaban a todos, hacían el bien a todos. Su
apostolado era la catequesis en las parroquias, la enseñanza en las escuelas, el cuidado de los enfermos,
la caridad con los pobres, la asistencia a los ancianos y a los marginados. A la atrocidad de los
perseguidores, no respondieron con la rebelión o con las armas, sino con la mansedumbre de los
fuertes.
En aquel periodo, mientras se encontraba en el exilio, Don Luigi Sturzo, diplomático y sacerdote católico
italiano, en un artículo de 1933, publicado en el periódico El Matì de Barcelona, escribía con intuición
profética que las modernas ideologías son verdaderas religiones idolátricas, que exigen altares y
víctimas, sobre todo víctimas, miles, e incluso millones. Y añadía que el aumento aberrante de la
violencia hacía que las víctimas fueran con mucho más numerosas que en las antiguas persecuciones
romanas.
Ante la respuesta valiente y unánime de estos mártires, sobre todo de muchísimos sacerdotes y
seminaristas, uno se pregunta muchas veces: ¿cómo se explica su fuerza sobrehumana de preferir la
muerte antes que renegar la propia fe en Dios? Además de la eficacia de la gracia divina, la respuesta
hay que buscarla en una buena preparación al sacerdocio. En los años previos a la persecución, en los
seminarios y en las casas de formación los jóvenes eran informados claramente sobre el peligro mortal
en el que se encontraban. Eran preparados espiritualmente para afrontar incluso la muerte por su
vocación. Era una verdadera pedagogía martirial, que hizo a los jóvenes fuertes e incluso gozosos en su
testimonio supremo.
Ahora planteémonos una pregunta: ¿por qué la Iglesia beatifica a estos mártires? La respuesta es
sencilla: la Iglesia no quiere olvidar a estos sus hijos valientes. La Iglesia los honra con culto público, para
que su intercesión obtenga del Señor una lluvia beneficiosa de gracias espirituales y temporales en toda
España. La Iglesia, casa del perdón, no busca culpables. Quiere glorificar a estos testigos heroicos del
evangelio de la caridad, porque merecen admiración e imitación.
La celebración de hoy quiere una vez más gritar fuertemente al mundo, que la humanidad necesita paz,
fraternidad, concordia. Nada puede justificar la guerra, el odio fratricida, la muerte del prójimo. Con su
caridad, los mártires se opusieron al furor del mal, como un potente muro se opone a la violencia
monstruosa de un tsunami. Con su mansedumbre los mártires desactivaron las armas homicidas de los
tiranos y de los verdugos, venciendo al mal con el bien. Ellos son los profetas siempre actuales de la paz
en la tierra.
¿Qué mensaje nos ofrecen los mártires antiguos y modernos? Nos dejan un doble mensaje. Ante todo
nos invitan a perdonar. El Papa Francisco recientemente nos ha recordado que «el gozo de Dios es
perdonar!… Aquí está todo el Evangelio, todo el Cristianismo! No es sentimiento, no es “buenismo”! Al
contrario, la misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar al hombre y al mundo del “cáncer”
que es el pecado, el mal moral, el mal espiritual. Sólo el amor colma los vacíos, la vorágine negativa que
el mal abre en el corazón y en la historia. Sólo el amor puede hacer esto, y este es el gozo de Dios!»
Estamos llamados pues al gozo del perdón, a eliminar de la mente y del corazón la tristeza del rencor y
del odio. Jesús decía «Sed misericordiosos, como es misericordioso vuestro Padre celestial» (Lc 6, 36).
Conviene hacer un examen concreto, ahora, sobre nuestra voluntad de perdón. El Papa Francisco
sugiere: «Cada uno piense en una persona con la que no esté bien, con la que se haya enfadado, a la que
no quiera. Pensemos en esa persona y en silencio, en este momento, recemos por esta persona y
seamos misericordiosos con esta persona».
Es un mensaje que concierne sobre todo a los jóvenes, llamados a vivir con fidelidad y gozo la vida
cristiana. Pero hay que ir contra corriente: «Ir contra corriente hace bien al corazón, pero es necesario el
coraje y Jesús nos da este coraje! No hay dificultades, tribulaciones, incomprensiones que den miedo si
permanecemos unidos a Dios como los sarmientos están unidos a la vid, si no perdemos la amistad con
Él, si le damos cada vez más espacio en nuestra vida. Esto sucede sobre todo si nos sentimos pobres,
débiles, pecadores, porque Dios da fuerza a nuestra debilidad, riqueza a nuestra pobreza, conversión y
perdón a nuestro pecado.»
Así se han comportado los mártires, jóvenes y ancianos, Sí, también jóvenes como, por ejemplo, los
seminaristas de las diócesis de Tarragona y de Jaén y el laico de veintiún años, de la diócesis de Jaén. No
han tenido miedo de la muerte, porque su mirada estaba proyectada hacia el cielo, hacia el gozo de la
eternidad sin fin en la caridad de Dios. Si les faltó la misericordia de los hombres, estuvo presente y
sobreabundante la misericordia de Dios.
Perdón y conversión son los dones que los mártires nos hacen a todos. El perdón lleva la paz a los
corazones, la conversión crea fraternidad con los demás. Nuestros Mártires, mensajeros de la vida y no
de la muerte, sean nuestros intercesores por una existencia de paz y fraternidad. Será este el fruto
precioso de esta celebración en el año de la fe. María, Regina Martyrum, siga siendo la potente
Auxiliadora de los cristianos.
***