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Poema de Gilgamesh

Las lágrimas corren por la cara de Gilgamesh


(al tiempo que dice):
-«(Voy a recorrer) un camino
por el que nunca he andado.
(Voy a emprender un viaje)
desconocido para mí.
[…] Debiera estar contento,
con el corazón gozoso […].
(Si triunfo te haré sentar en) un trono.»
Ellos le trajeron su armadura,
[…] poderosas espadas,
el arco y el carcaj,
y se lo pusieron en sus manos.
Él cogió las azuelas,
[…] su temblor,
(el arco) de Anshan;
puso la espada en su cinturón.
Podían comenzar el viaje.
La plebe se apiñaba cerca de Gilgamesh:
(-«¿Cuánto tiempo estarás ausente de Uruk?)
¡Que puedas regresar pronto a la ciudad!»
Los ancianos le rindieron homenaje
y le dan consejos sobre el viaje:
-«No confíes, Gilgamesh, únicamente en tu fuerza;
marcha con ojo alerta ¡Ten cuidado!
Que Enkidu vaya delante de ti,
pues conoce la ruta, ha recorrido el camino
hasta el desfiladero del bosque de Huwawa.
El que va delante puede proteger a su compañero.
Prepara su viaje y sálvate así con su ayuda.
¡Que Shamash te dé la victoria,
que tus ojos puedan ver
lo que tu boca ha anunciado!
Que ante ti el sendero sea llano,
que el camino se abra para que puedas pasar
y que la montaña se abra, también, a tu paso.
¡Que el dios Lugalbanda
durante la noche diga la palabra que te alegre!
¡Que no se aleje de ti, para que tu deseo se cumpla!
¡Que él restablezca tu fama como la de un joven héroe!
Después que haya muerto Huwawa, acción en la que te vas a esforzar,
¡lávate tus pies!
En tus horas de reposo nocturno, cava un pozo
para que puedas tener agua pura en tu odre.
Ofrece en honor de Shamash libaciones de agua fresca.
¡Que el dios Lugalbanda pueda guardarte tus intenciones!»
Enkidu abrió la boca y dijo a Gilgamesh:
-«Ya que has resuelto batirte, ponte en camino.
Que tu corazón no se asuste; ten confianza en mí.
Confía y sígueme, pues conozco la morada
y también los lugares que frecuenta Huwawa».
[…]
Cuando los ancianos oyeron estas palabras
dejaron partir afuera al héroe, a su camino:
-«Ve, Gilgamesh, ojalá […]
¡Ojalá los dioses caminen a tu lado!»».
¡Salve Osiris!
Señor de la eternidad, rey de dioses,
De múltiples nombres y sagradas manifestaciones,
De secreta figura en los templos.
Noble de Ka que preside en Dyedu,
De generoso sustento (2) en Sejem,
Señor de la alabanza en Adyeti.
El primero en las ofrendas de On.
Señor del recuerdo en la Sala de las Dos Verdades,
Secreto Ba del señor de la caverna.
Sagrado en el Muro Blanco.
Ba de Ra, su cuerpo.
Que reposa en (3) Nen-Nesu,
Que es venerado en el árbol naret,
que creció para llevar su Ba.
Señor del palacio en Jmun,
Grandemente reverenciado en Shashetep,
Señor de la eternidad que preside en Abidos,
Que habita en la necrópolis.
Cuyo nombre perdura en las (4) bocas de las gentes,
El más anciano de las Dos Tierras,
Sustento ante la Enéada,
Poderoso espíritu entre los espíritus,
a quien Nun ha dado sus aguas.
El viento del norte sopla hacia el sur por él,
El cielo produce el viento para su nariz,
para que éste su corazón quede satisfecho.
(5) Las plantas brotan según su deseo,
Los campos hacen crecer su alimento por él,
El cielo y sus estrellas le obedecen,
Las grandes puertas se abren para él.
Señor de alabanzas en el cielo meridional,
Adorado en el cielo septentrional,
(6) Las estrellas Imperecederas están bajo su gobierno,
Las estrellas Infatigables son su morada.
Se le entrega la ofrenda según la orden de Geb,
La Enéada le venera,
Los de la Duat besan el suelo,
Los que habitan la necrópolis se inclinan,
Los antepasados se regocijan al verle,
Y los que están más allá le temen.
Las Dos Tierras reunidas le adoran,
Cuando su Majestad se aproxima.
El más poderoso noble entre todos los nobles,
De función duradera y firme gobierno.
El buen lider de la Enéada,
Bondadoso, (8) de amable mirada.
Que inspira temor a todas las tierras,
Para que su nombre sea el primero,
y que todas le hagan ofrendas.
Señor del recuerdo en el cielo y la tierra,
Rico en alabanzas en el festival Uag.
Aclamado al unísono por las (9) Dos Tierras.
El primero de sus hermanos,
El primogénito de la Enéada,
Que estableció a Maat a lo largo de las Dos Orillas,
Y puso al hijo en el trono de su padre.
Loado por su padre Geb,
Amado de su madre Nut.
Poderoso cuando derriba al rebelde,
De brazo fuerte cuando mata a (10) su adversario,
que atemoriza a su enemigo,
que derrota a los conspiradores del mal,
cuyo corazón se mantiene firme cuando pisotea a los rebeldes,
El heredero de Geb en el reinado de las Dos Tierras.
Viendo su valor le concedió
Dirigir (11) las tierras a buen destino.
Situó esta tierra en su mano,
Su Agua, su viento,
Sus plantas y todo su ganado,
Todo lo que vuela, todo lo que se posa,
Sus reptiles y su caza del desierto,
Le han sido concedidos al (12) hijo de Nut,
Y las Dos Tierras están satisfechas con él.
Mostrándose en el trono de su padre,
Como Ra cuando se eleva en el horizonte,
Da luz a la oscuridad,
Ilumina la sombra con sus plumas,
Inunda las Dos Tierras como (13) Atón al alba,
Su corona penetra en el cielo y se confunde con las estrellas,
Es el guía de todos los dioses,
De mandato eficaz,
alabado por la Gran Enéada,
amado por la Pequeña Enéada.
Himno de la Creación Védica (Rig Veda Libro 10, Himno 129)

Entonces no era inexistente ni existía: no había reino del aire, no había cielo más
allá de él.
¿Qué cubrió y dónde? y ¿qué dio cobijo? ¿Había agua ahí, profundidad
insondable del agua?

La muerte no era entonces, ni había nada inmortal: no había señal alguna, el


divisor del día y de la noche.
Esa Una Cosa, sin aliento, respiraba por su propia naturaleza: aparte de ella no
era nada en absoluto.
Había oscuridad: al principio oculto en la oscuridad este Todo era un caos
indiscriminado.
Todo lo que existía entonces era vacío y forma menos: por el gran poder del Calor
nació esa Unidad.
A partir de entonces se levantó Deseo en el principio, Deseo, la semilla primitiva y
germen del Espíritu.
Los sabios que buscaban con el pensamiento de su corazón descubrieron el
parentesco existente en lo inexistente.
Transversalmente se extendió su línea de corte: ¿qué estaba por encima entonces
y qué debajo de ella?
Había mendigadores, había fuerzas poderosas, acción libre aquí y energía allá
arriba ¿
Quién realmente sabe y quién puede aquí declararlo, de dónde nació y de dónde
viene esta creación?
Los Dioses son posteriores a la producción de este mundo. ¿Quién sabe entonces
de dónde surgió primero?
Él, el primer origen de esta creación, ya sea que la formara toda o no la formara,
Cuyo ojo controla este mundo en el cielo más elevado, él realmente lo conoce, o
quizás no lo sabe.
El cantar de los cantares Capítulo 1
La esposa y las hijas de Jerusalén

1:1 Cantar de los cantares, el cual es de Salomón.


1:2 ¡Oh, si él me besara con besos de su boca!
Porque mejores son tus amores que el vino.
1:3 A más del olor de tus suaves ungüentos,
Tu nombre es como ungüento derramado;
Por eso las doncellas te aman.
1:4 Atráeme; en pos de ti correremos.
El rey me ha metido en sus cámaras;
Nos gozaremos y alegraremos en ti;
Nos acordaremos de tus amores más que del vino;
Con razón te aman.
1:5 Morena soy, oh hijas de Jerusalén, pero codiciable
Como las tiendas de Cedar,
Como las cortinas de Salomón.
1:6 No reparéis en que soy morena,
Porque el sol me miró.
Los hijos de mi madre se airaron contra mí;
Me pusieron a guardar las viñas;
Y mi viña, que era mía, no guardé.
1:7 Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma,
Dónde apacientas, dónde sesteas al mediodía;
Pues ¿por qué había de estar yo como errante
Junto a los rebaños de tus compañeros?
1:8 Si tú no lo sabes, oh hermosa entre las mujeres,
Ve, sigue las huellas del rebaño,
Y apacienta tus cabritas junto a las cabañas de los pastores.
La esposa y el esposo
1:9 A yegua de los carros de Faraón
Te he comparado, amiga mía.
1:10 Hermosas son tus mejillas entre los pendientes,
Tu cuello entre los collares.
1:11 Zarcillos de oro te haremos,
Tachonados de plata.
1:12 Mientras el rey estaba en su reclinatorio,
Mi nardo dio su olor.
1:13 Mi amado es para mí un manojito de mirra,
Que reposa entre mis pechos.
1:14 Racimo de flores de alheña en las viñas de En-gadi
Es para mí mi amado.
1:15 He aquí que tú eres hermosa, amiga mía;
He aquí eres bella; tus ojos son como palomas.
1:16 He aquí que tú eres hermoso, amado mío, y dulce;
Nuestro lecho es de flores.
1:17 Las vigas de nuestra casa son de cedro,
Y de ciprés los artesonados.
A ti, en tu trono multicolor, inmortal Afrodita

A ti, en tu trono multicolor, inmortal Afrodita,


hija de Zeus, tejedora de ardides, yo te suplico:
¡no me paralices, con melancolía y hastío,
oh soberana, el ánimo!
Ven aquí, como hacías antaño,
cuando oyendo mi voz desde lejos
me escuchabas y abandonando la casa paterna
venías.
Unciendo el carro dorado bellos y veloces gorriones,
te traían alrededor de la oscura tierra,
batiendo velozmente las alas en remolino, desde el cielo,
a través del éter.
Llegaban pronto y tú, bienaventurada, sonriendo
con tu inmortal rostro preguntabas
cuál era mi padecimiento y por qué
te llamaba nuevamente.
Y que lo que más deseara en mi corazón atormentado
lo tendría. ¿A quién pretendes que Peitho conduzca hacia tu amor?
¿Quién, oh Safo,
te causa pena?
Pues si ahora huye, pronto perseguirá,
si no acepta regalos, en cambio ella te los dará,
y si no ama, ¡pronto amará
aún contra su voluntad!
¡Ven hacia mí también ahora! ¡Líbrame
de pensamientos tristes y haz
que se cumpla lo que mi corazón ansía!
¡Sé tú misma mi compañera de lucha!
La metamorfosis: El concilio de los dioses (I)

Lo cual el padre cuando vio, el Saturnio, en su supremo recinto,


gime hondo, y, todavía no divulgados por recién cometidos,
los impuros banquetes recordando de la mesa de Licaón, 165
ingentes en su ánimo y dignas de Júpiter concibió unas iras,
y el consejo convoca; no retuvo demora ninguna a los convocados.
Hay una vía sublime, manifiesta en el cielo sereno:
Láctea de nombre tiene, por su candor mismo notable.
Por ella el camino es de los altísimos hacia los techos del gran Tonante 170
y su real casa: a derecha e izquierda los atrios
de los dioses nobles van concurriéndose por sus compuertas abiertas,
la plebe habita otros, por sus lugares opuestos: en esta parte los poderosos
celestiales y preclaros pusieron sus penates.
Éste lugar es, al que, si a las palabras la audacia se diera, 175
yo no temería haber llamado los Palacios del gran cielo.
Así pues, cuando los altísimos se sentaron en su marmóreo receso,
más excelso él por su lugar, y apoyado en su cetro marfileño,
terrorífica, de su cabeza sacudió tres y cuatro veces
la cabellera, con la que la tierra, el mar, las estrellas mueve; 180
de tales modos después su boca indignada libera:
«No yo por el gobierno del cosmos más ansioso en aquella
ocasión estuve, en la que cada uno se disponía a lanzar,
de los angüípedes, sus cien brazos contra el cautivo cielo,
pues aunque fiero el enemigo era, aun así, aquélla de un solo 185
cuerpo y de un solo origen pendía, aquella guerra;
ahora yo, por doquiera Nereo rodeándolo hace resonar todo el orbe,
al género mortal de perder he: por las corrientes juro
infernales, que bajo las tierras se deslizan a la estigia floresta,
que todo antes se ha intentado, pero un incurable cuerpo 190
a espada se ha de sajar, por que la parte limpia no arrastre.
Tengo semidioses, tengo, rústicos númenes, Ninfas
y Faunos y Sátiros y montañeses Silvanos,
a los cuales, puesto que del cielo todavía no dignamos con el honor,
las que les dimos ciertamente, las tierras, habitar permitamos. 195
¿O acaso, oh altísimos, que bastante seguros estarán ellos creéis,
cuando contra mí, que el rayo, que a vosotros os tengo y gobierno,
ha levantado sus insidias, conocido por su fiereza, Licaón?».
Murmuraron todos, y con afán ardido al que osó
tal reclaman: así, cuando una mano impía se ensañó 200
con la sangre de César para extinguir de Roma el nombre,
atónito por el gran terror de esta súbita ruina
el humano género queda y todo se horrorizó el orbe,
y no para ti menos grata la piedad, Augusto, de los tuyos es
que fue aquélla para Júpiter. El cual, después de que con la voz y la mano 205
los murmullos reprimió, guardaron silencios todos.
Cuando se detuvo el clamor, hundido del peso del soberano,
Júpiter de nuevo con este discurso los silencios rompió:
A MI AMOR LEJANO

II
¿Dónde está mi pabellón verde?
Está entre las nubes azules.
Un río de otoño cuelga
de su mágico espejo.
La brisa de primavera
agita mi traje de seda.
Bien ataviado, me siento
frente al sol poniente.
Melancólico, contemplo
mi alcoba solitaria.
Te envío mis añoranzas en una carta;
si pudiéramos ser una pareja de aves
que vuelen siempre juntas.

VI
El río Chu me separa de ti.
Las hierbas de la primavera
reverdecen las riberas del río Amarillo.
Mis nostalgias no cesan de día ni de noche.
Impetuosas, se convierten en olas
que se precipitan hacia la mar.
Anhelo verte,
pero no puedo.
Tengo que conformarme con enviarte, a ti,
mi lejana belleza, una lágrima.

XI
Cuando estabas, las flores llenaban la casa.
Al irte, dejaste el lecho vacío.
La manta bordada, doblada,
permanece intacta.
Tres años ya han transcurrido,
pero tu fragancia no se disipa.
Te añoro, y de los árboles caen hojas amarillas.
Lloro, y sobre el verde musgo brilla el rocío.
En el Santuario de Isé
Noche sin luna.

La tempestad estruja

Añosos cedros

Fragante orquídea,

Mariposa: en sus alas

Se quema incienso.

Racha invernal

Disuelta entre bambúes.

Vuelve la calma

No te aflijas

No te aflijas: la belleza volverá a encantarte con su gracia;


tu celda de tristeza se trocará en un jardín de rosas.
No te aflijas: tu mal será trocado en bien;
no te detengas en lo que te inquieta,
pues tu espíritu conocerá de nuevo la paz.
No te aflijas: una vez más la vida volverá a tu jardín
y pronto verás, ¡oh cantor de la noche!
una corona de rosas en tu frente.
No te aflijas si, algún día, las esferas del cosmos
no giran según tus deseos,
pues la rueda del tiempo no gira siempre en el mismo sentido.
No te aflijas si, por amor,
penetras en el desierto y las espinas te hieren.
No te aflijas, alma mía,
si el torrente del tiempo arrastra tu morada mortal,
pues tienes el amor para salvarte del naufragio.
No te aflijas si el viaje es amargo,
no te aflijas si la meta es invisible.
Todos los caminos conducen a una sola meta.
No te aflijas, Hafiz,
en tu rincón humilde en que te crees pobre,
abandonado a la noche oscura,
y piensa que aún te queda tu canción y tu amor.
SURA DE LAS MUJERES (fragmento)
En el nombre de Allah, el Misericordioso, el Compasivo.

(1)
¡Hombres! Temed a vuestro Señor que os creó a partir de un solo ser, creando de él a
su pareja y generando a partir de ambos muchos hombres y mujeres.
Y temed a Allah, por Quien os pedís unos a otros*, y respetad los lazos de sangre.
Realmente Allah os está observando.
* [Es decir, en nombre de Quien os pedís, o podéis pediros, unos a otros.]

(2)
Dad a los huérfanos* los bienes que sean suyos y no pongáis lo malo en lugar de lo
bueno.
No os aprovechéis de sus bienes juntándolos a los vuestros, porque eso sería una
grave injusticia.
* [Cuando hayan llegado a la pubertad.]

(3)
Y si teméis no ser justos con los huérfanos*... Casaos entonces, de entre las mujeres
que sean buenas* para vosotros, con dos, tres o cuatro; pero si os teméis no ser
equitativos... entonces con una sóla o las que posea vuestra diestra.
Esto se acerca más a que no os apartéis de la equidad.
*[Sobre esta aleya dijo Aisha, que Allah esté complacido con ella: "Descendió
refiriéndose a ciertos tutores que pretendían casarse con huérfanas y perjudicarlas en
sus dotes sirviéndose de su condición de tutores y es a ellos a los que se les dice: sed
equitativos en sus dotes y quien tema no serlo, que se case con otras mujeres, lícitas o
buenas para ellos, con las que sea más difícil incumplir".
Y dijo Ibn Abbas: "Los árabes se preocupaban de no abusar de los bienes de los
huérfanos pero en cambio descuidaban la justicia entre sus mujeres y la aleya
descendió refiriéndose a esto; es decir: al igual que os preocupáis de ser justos con los
huérfanos, hacedlo también con las mujeres".]
* [Es decir, lícitas.]

(4)
Dad a las mujeres la dote correspondiente de buen grado, pero si renuncian
voluntariamente a parte de ella en vuestro favor, disfrutadlo con provecho.

(5)
No deis a los incapaces la riqueza que Allah ha dispuesto para vuestro mantenimiento.
Alimentadlos con ella, vestidlos y habladles con palabras convenientes.

(6)
Examinad a los huérfanos y cuando hayan alcanzado la edad del matrimonio, si
encontráis en ellos sensatez y rectitud, entregadles sus bienes. No los malgastéis
incurriendo en delito y adelantándoos a que se hagan mayores.
LA DIVINA COMEDIA: INFIERNO CANTO III

POR MÍ SE VA HASTA LA CIUDAD DOLIENTE,


POR MÍ SE VA AL ETERNO SUFRIMIENTO,
POR MÍ SE VA A LA GENTE CONDENADA.

LA JUSTICIA MOVIÓ A MI ALTO ARQUITECTO.


HÍZOME LA DIVINA POTESTAD,
EL SABER SUMO Y EL AMOR PRIMERO. [L27]

ANTES DE MÍ NO FUE COSA CREADA


SINO LO ETERNO Y DURO ETERNAMENTE.
DEJAD, LOS QUE AQUÍ ENTRÁIS, TODA ESPERANZA.

Estas palabras de color oscuro


vi escritas en lo alto de una puerta;
y yo: «Maestro, es grave su sentido.»

Y, cual persona cauta, él me repuso:


«Debes aquí dejar todo recelo;
debes dar muerte aquí a tu cobardía.

Hemos llegado al sitio que te he dicho


en que verás las gentes doloridas,
que perdieron el bien del intelecto.»

Luego tomó mi mano con la suya


con gesto alegre, que me confortó,
y en las cosas secretas me introdujo.

Allí suspiros, llantos y altos ayes


resonaban al aiire sin estrellas,
y yo me eché a llorar al escucharlo.

Diversas lenguas, hórridas blasfemias,


palabras de dolor, acentos de ira,
roncos gritos al son de manotazos,

un tumulto formaban, el cual gira


siempre en el aiire eternamente oscuro,
como arena al soplar el torbellino.

Con el terror ciñendo mi cabeza


dije: «Maestro, qué es lo que yo escucho,
y quién son éstos que el dolor abate?»

Y él me repuso: «Esta mísera suerte


tienen las tristes almas de esas gentes
que vivieron sin gloria y sin infamia. [L28]

Están mezcladas con el coro infame


de ángeles que no se rebelaron,
no por lealtad a Dios, sino a ellos mismos.

Los echa el cielo, porque menos bello


no sea, y el infierno los rechaza,
pues podrían dar gloria a los caídos.»

Y yo: «Maestro, ¿qué les pesa tanto


y provoca lamentos tan amargos?»
Respondió: «Brevemente he de decirlo.

No tienen éstos de muerte esperanza,


y su vida obcecada es tan rastrera,
que envidiosos están de cualquier suerte.

Ya no tiene memoria el mundo de ellos,


compasión y justicia les desdeña;
de ellos no hablemos, sino mira y pasa.»

Y entonces pude ver un estandarte,


que corría girando tan ligero,
que parecía indigno de reposo.

Y venía detrás tan larga fila


de gente, que creído nunca hubiera
que hubiese a tantos la muerte deshecho.

Y tras haber reconocido a alguno,


vi y conocí la sombra del que hizo
por cobardía aquella gran renuncia. [L29]

Al punto comprendí, y estuve cierto,


que ésta era la secta de los reos
a Dios y a sus contrarios displacientes. [L30]
Los desgraciados, que nunca vivieron,
iban desnudos y azuzados siempre
de moscones y avispas que allí había.

Éstos de sangre el rostro les bañaban,


que, mezclada con llanto, repugnantes
gusanos a sus pies la recogían.

Y luego que a mirar me puse a otros,


vi gentes en la orilla de un gran río
y yo dije: «Maestro, te suplico

que me digas quién son, y qué designio


les hace tan ansiosos de cruzar
como discierno entre la luz escasa.»

Y él repuso: «La cosa he de contarte


cuando hayamos parado nuestros pasos
en la triste ribera de Aqueronte.» [L31]

Con los ojos ya bajos de vergüenza,


temiendo molestarle con preguntas
dejé de hablar hasta llegar al río.

Y he aquí que viene en bote hacia nosotros


un viejo cano de cabello antiguo, [L32]
gritando: «¡Ay de vosotras, almas pravas!

No esperéis nunca contemplar el cielo;


vengo a llevaros hasta la otra orilla,
a la eterna tiniebla, al hielo, al fuego.

Y tú que aquí te encuentras, alma viva,


aparta de éstos otros ya difuntos.»
Pero viendo que yo no me marchaba,

dijo: «Por otra via y otros puertos


a la playa has de ir, no por aquí;
más leve leño tendrá que llevarte». [L33]

Y el guía a él: «Caronte, no te irrites:


así se quiere allí donde se puede
lo que se quiere, y más no me preguntes.»
Las peludas mejillas del barquero
del lívido pantano, cuyos ojos
rodeaban las llamas, se calmaron.

Mas las almas desnudas y contritas,


cambiaron el color y rechinaban,
cuando escucharon las palabras crudas.

Blasfemaban de Dios y de sus padres,


del hombre, el sitio, el tiempo y la simiente
que los sembrara, y de su nacimiento.

Luego se recogieron todas juntas,


llorando fuerte en la orilla malvada
que aguarda a todos los que a Dios no temen.

Carón, demonio, con ojos de fuego,


llamándolos a todos recogía;
da con el remo si alguno se atrasa.

Como en otoño se vuelan las hojas


unas tras otras, hasta que la rama
ve ya en la tierra todos sus despojos,

de este modo de Adán las malas siembras


se arrojan de la orilla de una en una,
a la señal, cual pájaro al reclamo.

Así se fueron por el agua oscura,


y aún antes de que hubieran descendido
ya un nuevo grupo se había formado.

«Hijo mío -cortés dijo el maestro


los que en ira de Dios hallan la muerte
llegan aquí de todos los países:

y están ansiosos de cruzar el río,


pues la justicia santa les empuja,
y así el temor se transforma en deseo.

Aquí no cruza nunca un alma justa,


por lo cual si Carón de ti se enoja,
comprenderás qué cosa significa.»

Y dicho esto, la región oscura


tembló con fuerza tal, que del espanto
la frente de sudor aún se me baña.

La tierra lagrimosa lanzó un viento


que hizo brillar un relámpago rojo
y, venciéndome todos los sentidos,
me caí como el hombre que se duerme.
Soneto IX
Señora mía, si yo de vos ausente
en esta vida turo y no me muero,
paréceme que ofendo a lo que os quiero,
y al bien de que gozaba en ser presente;

tras éste luego siento otro accidente,


que es ver que si de vida desespero,
yo pierdo cuanto bien bien de vos espero;
y ansí ando en lo que siento diferente.

En esta diferencia mis sentidos


están, en vuestra ausencia y en porfía,
no sé ya que hacerme en tal tamaño.

Nunca entre sí los veo sino reñidos;


de tal arte pelean noche y día,
que sólo se conciertan en mi daño.
William Shakespeare Soneto 18

¿Qué debo compararte a un día de verano?


Tú eres más adorable y estás mejor templado.
Rudos vientos agitan los capullos de Mayo
y el estío termina su arriendo brevemente.

A veces brilla el sol con demasiado fuego 5


y a menudo se vela su dorado semblante.
A veces la belleza declina de su estado,
por causas naturales o causas imprevistas.

Mas tu eterno verano, jamás se desvanece,


ni perderá su instinto de tener la hermosura, 10
ni la Muerte jactarse, de haberte dado sombra,
Creciendo con el tiempo en mis versos eternos.

Mientras el ser respire y tengan luz los ojos,


Vivirán mis poemas y a ti te darán vida.
ESPÍRITUS DE LOS MUERTOS

Tu alma se encontrará sola a sí misma


en medio de oscuros pensamientos de las piedras de la tumba gris.
Nadie, entre toda la multitud, espía
en tu hora de secreto.

Sé silencioso en esa soledad,


que no es tristeza de estar solo, pues entonces
los espíritus de la muerte que estuvieron
en la vida antes que tú, están de nuevo
en la muerte a tu alrededor. Y su voluntad
habrá de subyugarte: no te muevas.

La noche, aunque clara, fruncirá el ceño,


y las estrellas no mirarán hacia abajo,
desde sus altos tronos en el cielo
con luz como esperanza dada a los mortales.

Pero sus rojos ojos, sin rayo


parecerán para tu cansancio
como una quemadura y una fiebre
que se adheriría a ti para siempre.

Ahora hay pensamientos que tú no prohibirás.


Ahora hay visiones que no desterrarán.
No pasarán de tu espíritu
jamás, como gotas de rocío de la hierba.

La brisa, la respiración de Dios, está quieta,


y la niebla sobre la colina
tenebrosa, tenebrosa, todavía intacta,
es un símbolo y una señal de cómo se sostiene sobre los árboles
un misterio de misterios.
Él era débil y yo era fuerte
(Emily dickinson)
Él era débil y yo era fuerte,
después él dejó que yo le hiciera pasar
y entonces yo era débil y él era fuerte,
y dejé que él me guiara a casa.

No era lejos, la puerta estaba cerca,


tampoco estaba oscuro, él avanzaba a mi lado,
no había ruido, él no dijo nada,
y eso era lo que yo más deseaba saber.

El día irrumpió, tuvimos que separarnos,


ahora ninguno de los dos era más fuerte,
él luchó, yo también luché,
¡pero no lo hicimos a pesar de todo!

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