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“LA VICTIMA EN EL PROCES O PENAL AC US ATORIO COLOMBIANO”

PROYECTO DE GRADO

Presentado por: Andrés Torres Rueda

Dirigido por: Dr. Mario Franco Onofre

FACULTAD DE D ERECHO
UNIVERS IDAD DE LOS ANDES
2008
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TABLA D E CONTENIDO

1- Introducción.

2- Orígenes del sistema penal acusatorio.

2.1- El sistema acusatorio en Inglaterra.

2.2- El sistema acusatorio en Estados Unidos.

3- Tránsito del Sistema Inquisitivo al Sistema Acusatorio en Colombia.

3.1- Características del Sistema penal inquisitivo.

3.2- Cronología del proceso penal colombiano.

4- La Víctima en el proceso penal Colombiano.

4.1- La Víctima en el proceso penal acusatorio. Ley 906 de 2004.

4.1.1- La víctima: Definición, derechos y deberes.

4.2- La participación de la víctima dentro del proceso.

4.2.1- Iniciación del proceso.

4.2.2- Audiencias preliminares.

4.2.3- Audiencia de formulación de acusación.

4.2.4- Audiencia preparatoria.

4.2.5- Audiencia de juicio oral.

4.2.6- Incidente de reparación integral.

4.3- La víctima respecto de las facultades de disposición atribuidas a la Fiscalía.

4.3.1- Principio de oportunidad.

4.3.2- Preacuerdos y negociaciones.

4.3.3- Suspensión del procedimiento a prueba.


3

4.3.4- Justicia restaurativa.

5- Análisis de la participación y de los derechos de la víctima en el proceso penal.

6- Bibliografía
4

1-Introducción

Con la Ley 906 de 2004 se implantó en Colombia el sistema penal acusatorio típico de los
países anglosajones pero novedoso para nuestra tradición legal. Con la introducción de este
nuevo esquema procesal en nuestro país, se ha reinventado o creado un proceso penal
acusatorio atípico, pues la configuración de la víctima en la Ley 906 de 2004 con toda la
participación que se le ha dado a esta dentro del proceso penal, hace que nuestro proceso
penal acusatorio sea completamente distinto a aquél originalmente utilizado en otros países,
tales como aquellos de tradición anglosajona.

Bajo el ordenamiento jurídico de países anglosajones como Estados Unidos y Gran


Bretaña, a la víctima no se le conceden mayores facultades para participar dentro el proceso
penal acusatorio, por el contrario, su papel es bastante limitado pues es el fiscal quien se
encarga de proteger sus intereses directamente. En Colombia sin embargo, el otorgamiento
de derechos de participación a las víctimas dentro del proceso penal ha sido un tema de
gran trascendencia tanto para el legislador como para las altas Cortes, razón por la cual
antes de desaparecer dicha figura con el advenimiento del proceso penal acusatorio, se optó
por acomodar ésta en el nuevo esquema procesal. Por lo anterior, es posible afirmar que el
proceso penal acusatorio colombiano es sui generis, pues se ha acomodado a una tradición
legal que ha optado por otorgarle un papel cada vez más trascendental a la víctima dentro
del proceso.

Hoy en día en nuestro país la víctima no se limita únicamente a participar en el incidente de


reparación integral, como fue en su momento, pues la jurisprudencia y la ley le han dado un
alcance mayor a sus derechos, otorgándole facultades importantes para actuar durante el
proceso. La víctima es considerada un interviniente procesal, teniendo así capacidad para
proteger sus derechos directamente a lo largo del proceso. Esta nueva concepción sobre la
participación de la víctima se ha desarrollado principalmente por vía jurisprudencial, pues
aún cuando la Ley 600 de 2000 y posteriormente la Ley 906 de 2004 le otorgaron mayores
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derechos de participación, ha sido principalmente la Corte Constitucional la que ha


ampliado su alcance. Todo este desarrollo legal, que se entrará a desarrollar más adelante,
es el que ha hecho que el proceso penal acusatorio colombiano más que ser un trasplante
jurídico proveniente de países anglosajones, sea concebido como un proceso penal
humanizado y aterrizado a las realidades sociales de nuestro país, en el que la víctima debe
tener un papel protagónico e importante durante el mismo.

No obstante lo anterior, aún se detecta cierta ignorancia y desorganización al interior de


nuestros juzgados y fiscalías con respecto a la aplicación de los derechos de las víctimas
dentro del proceso penal, ya que para muchas de estas personas la figura de la víctima no
encaja dentro de este nuevo proceso penal acusatorio, resultándoles un tanto inútil y
aparatosa para el desarrollo del mismo. Así, aún cuando la jurisprudencia y la Ley son
claras, la víctima sigue estando desprotegida y aislada en ciertas etapas procesales, no
permitiéndoseles participar de la manera como la jurisprudencia y la ley lo han venido
estableciendo. “Los fiscales siguen viendo a la víctima como un estorbo, pues aún cuando
existe una obligación legal de acompañamiento, así como reglamentos disciplinarios que
obligan a esto, el fiscal lo único que le interesa es dar por terminado el proceso lo más
rápido posible, de manera que tener mucho contacto con la víctima, y oír lo que esta tiene
que decir resulta en un tanto más de trabajo y de tiempo, siendo esto lo menos deseado para
1
estos” .

De esta manera, el objetivo de este trabajo es mostrarle al lector cómo puede participar la
víctima en el nuevo proceso penal acusatorio, teniendo en cuenta que la Ley 906 de 2004
por sí sola no delinea con claridad el alcance de sus derechos, para posteriormente indagar
si estos avances se materializan o no en la práctica jurídica de nuestro país, es decir, si tan

1
Entrevista realizada el 27 de Mayo a Matías Q uiñonez - Fiscal 309 Seccional Unidad 2 – Delitos contra el patrimonio
económico. Bogotá.
6

solo se quedan plasmados en el papel o si por el contrario los jueces, los fiscales y las
mismas víctimas son conscientes de su alcance e importante aplicación.

Para lograr obtener una visión aterrizada sobre el papel real que actualmente tiene la
víctima en el proceso penal acusatorio, se observará a lo largo de la investigación la
intervención de fiscales y personas relacionadas con este medio, con las que se esclarecerán
las actuales falencias que existen con respecto a la aplicación de los derechos de las
víctimas durante el proceso. De esta manera, al poder identificar con claridad cuáles son los
derechos que no se le otorgan a las víctimas, y específicamente en qué etapa procesal
sucede esto, podremos sugerir ciertas recomendaciones.

Por lo tanto, para lograr el objetivo propuesto he decidido estudiar en primer lugar los
orígenes del sistema penal acusatorio y las características principales de los sistemas
penales anglosajones, para poder así apreciar la diferencia que existe con respecto al
proceso penal acusatorio implementado en nuestro país, particularmente la trascendencia
que tiene la víctima dentro de este último. Posteriormente mostraré la evolución en materia
procedimental penal que ha tenido lugar en nuestro país, comenzando desde la existencia de
un proceso inquisitivo hasta la implementación del proceso penal acusatorio, enfocándome
en los avances legislativos y jurisprudenciales que se han realizado con respecto a los
derechos de la víctima. Después de realizar este recorrido cronológico, se habrá dejado
claro por qué la víctima resulta ser una figura trascendental para nuestro ordenamiento
jurídico, resultando imposible haberla excluido de un momento a otro con el advenimiento
de un proceso penal acusatorio que teóricamente no la contempla.
7

2. Orígenes del sistema penal acusatorio

Los orígenes del sistema acusatorio se remontan a la legislación romana. En efecto, en


Roma los procesos penales sólo podían ser iniciados por la acción privada de una parte
(processus per accusationem), de modo que el caso se limitaba a los alegatos formales de la
2
parte acusadora .

Sin embargo, durante el período de la República (509-27 D.C.) fueron integrándose


gradualmente influencias inquisitivas al sistema. Así, funcionarios extraordinarios para
presidir las pesquisas judiciales (quaestiones) eran designados para casos particulares, y
procedimientos inquisitivos podían ser iniciados ex officio por el sistema judicial. A pesar
de esto, los fundamentos de los procedimientos seguían siendo acusatorios.

Después de la caída del imperio romano de occidente, (476 D.C.) los procedimientos
basados en las costumbres populares germánicas así como en las costumbres de la primera
edad feudal europea reflejaban el sistema acusatorio, aún cuando en una forma
rudimentaria.

Así, en Europa, en un principio, la mayoría de los perjuicios criminales eran considerados


violaciones a derechos privados y conducían a la venganza o la compensación extrajudicial,
pero tan pronto como las cortes de derecho emergieron, los reclamos y demandas
empezaron a ser resueltos judicialmente: los casos civiles se diferenciaron de los casos
penales y, en lo que respecta a estos últimos, un sistema de acusación popular prevaleció.
Así, cada miembro del grupo al cual pertenecía la parte perjudicada tenía el poder de iniciar
el proceso acusatorio en el nombre de la colectividad. Para hacer esto, usualmente una
acusación o información formal bastaba para poner en movimiento la demanda penal. Por
siglos, el derecho de interponer una demanda privada perteneció a la víctima o a los
allegados de esta.

2
ROODT, Christa. “An historical perspective on the accusatory and inquisitorial systems”. En: Fundamina (10) 2004, p.
141. Disponible en:
http://search.sabinet.co.za/images/ejour/funda/funda_n10_a7.pdf
8

Posteriormente, representantes públicos tomaron la responsabilidad de iniciar acciones para


salvaguardar el bienestar general, de modo que el castigo dejó de ser un asunto de
particulares y se volvió un asunto público.

2.1. El sistema acusatorio en Inglaterra

En Inglaterra, después de la invasión de Julio Cesar en el año 55 A.C., el sistema romano


fue mantenido hasta la coronación de Guillermo el Conquistador (antes Duque de
Normandía) como “Rey de los Ingleses” en 1066, el cual introdujo el sistema inquisitivo
3
normando , y sólo hasta 1690 empezó a implantarse el sistema acusatorio.

Como consecuencia de la falta de un aparato capaz de efectuar las investigaciones


judiciales de rutina, la presentación de la evidencia era una labor exclusiva de las partes4.
Sin embargo, el common law inglés le prohibía a la parte acusada de cometer delitos
ordinarios, contar con la asesoría de un abogado: un abogado podía desempeñar un papel de
defensa presentando argumentos legales, pero no podía presentar evidencia, interrogar o
contra-interrogar testigos o dirigirse al jurado en declaraciones, de modo que el acusado
5
tenía que representarse a sí mismo . Ahora bien, la prohibición de contar con un abogado
defensor se funda en el hecho de que en los juicios penales, en realidad, se presumía la
culpabilidad del acusado, de modo que el verdadero propósito del juicio no consistía en
determinar la culpabilidad o inocencia del acusado, sino en determinar la pena apropiada.
Así pues, la culpabilidad raramente era cuestionada y el juicio era un procedimiento de
6
fijación de la pena .

Por el contrario, la parte acusadora (la víctima) podía ser representada por un abogado en
todas las etapas del proceso, no obstante, como parte acusadora no se constituía un agente o
funcionario público cuyo trabajo fuera acusar, sino que la víctima misma o un amigo o
3
Ibídem., p. 149.
4
Ibídem., p. 151.
5
JONAKAIT, Randolph, "The Rise of the American Adversary System: America Before England". En: Widener Law
Review, Vol. 14, 2008, p. 5. Disponible en:
http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm? abstract_id=1026382 (Social Science Research Network)
6
Ibíd., p. 6.
9

familiar de esta podía contratar a un abogado para llevar el proceso. Sin embargo, en la
práctica poco se contrataban abogados para ello, pues a comienzos del siglo XVII ni la
parte acusadora ni la acusada eran representadas por un asesor legal: era el juez quien
7
dominaba y controlaba los juicios (lo que le daba un ras go inquisitivo al procedimiento) .

A partir de 1730, el procedimiento penal inglés empezó a cambiar cuando los jueces les
permitieron a los abogados de la parte acusada (la defensa) hacer algunas contra-preguntas
acerca de los fundamentos fácticos de las acusaciones. Posteriormente, y de manera
progresiva, estos empezaron a cuestionar además la culpabilidad del acusado. Con estos
cambios, el sistema de juicio se transformó en un proceso acusatorio propiamente dicho.
Sin embargo, el common law inglés aún le prohibía al acusado tener representación legal
completa: sus asesores aún no podían dirigirse al jurado ni discutir acerca de los hechos ni
presentar una defensa. Sólo hasta 1836 se les otorgó a estos últimos, por primera vez, el
derecho de prestar sus servicios legales en juicios de delitos ordinarios, con lo cual se
garantizó el derecho a una defensa total de los acusados (Prisoner’s Counsel Act of 1836).

De hecho, lo que se les permitía hacer a los abogados hasta ese momento, era aquello
mismo que los jueces siempre habían hecho por el acusado: interrogar y contra- interrogar a
los testigos e informar de las reglas legales.

2.2 El sistema acusatorio de Estados Unidos

Como ya se ha mencionado, Inglaterra sólo permitió la representación completa de los


acusados por medio de abogados defensores hasta 1836. Por el contrario, Estados Unidos
no sólo no restringió el papel de los abogados defensores sino que garantizó el derecho a
8
tener asistencia legal para su defensa (right to counsel) . Y esto último, no sólo lo hizo en la
sexta enmienda de la constitución, sino también en las constituciones que cada Estado
7
Ibíd., pp. 5-6.
8
Véase la sexta enmienda. Amendment VI: Speedy trial, witnesses and accusations: “ In all criminal prosecutions, the
accused shall enjoy the right to a speedy and public trial, by an impartial jury of the State and district wherein the crime
shall have been committed, which district shall have been previously ascertained by law, and to be informed of the nature
and cause of the accusation; to be confronted with the witnesses against him; to have compulsory process for obtaining
witnesses in his favor, and to have the Assistance of Counsel for his defense”.
10

independiente promulgó después de la revolución de independencia e incluso, en las


constituciones de algunas colonias anteriores a la revolución 9. De modo que, en realidad,
Estados Unidos precedió a Inglaterra en lo que respecta a la figura del abogado defensor.

Por otra parte, el derecho norteamericano llevó a cabo otra innovación: la acusación
pública, que contribuyó a la consolidación del sistema acusatorio.

En Inglaterra quien acusaba en los juicios penales ordinarios no era un funcionario público
sino la víctima misma o los amigos o familiares de ésta, y aún en el siglo XIX, la parte
acusadora rara vez tenía un abogado pues el juez dominada los procesos. Por el contrario,
en Estados Unidos desde el siglo XVIII funcionarios públicos empezaron a asumir el deber
de iniciar los casos penales y acusar. Así, en la época de la revolución –y, por consiguiente,
10
de la independencia-, la acusación pública ya existía en todas las colonias .

De hecho, un sistema acusatorio era coherente con los nuevos conceptos norteamericanos
acerca del crimen, de un gobierno de frenos y contrapesos y de cómo la sociedad debía ser
organizada.

Así las cosas, Estados Unidos no adoptó simplemente el sistema penal inglés (no adoptó
todos los procedimientos ingleses), sino que avanzó hacia un sistema penal propio (diseño
procedimientos propios) y, en esa medida, se adelantó a Inglaterra en la conformación de
un sistema acusatorio propiamente dicho.

Principales rasgos actuales de cada régimen:

Entre las principales características de los sistemas penales de estos países se hallan:
11
Inglaterra

-Sólo la prueba oral tiene carácter decisorio.

-Los procesos son públicos y orales, pues todo ciudadano tiene derecho a ser oído
públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial.

9
Ibíd., pp. 9-10.
10
Ibíd., pp. 10-12.
11
FERNÁNDEZ León, Whanda. “ Sistemas penales de juzgamiento”. Bogotá: Ediciones Librería del P rofesional. 2001,
pp. 48-50.
11

-El defensor tiene la última palabra. Primero habla el acusador (treasury counsel) quien, en
nombre del Director of Public Prosecutions, ofrece su versión de los hechos al juez y al
jurado.
12
Estados Unidos

-Cada parte ofrece pruebas propias.

-El juez es un árbitro neutral que guía el proceso sin tomar partido.

-La Constitución consagra el derecho del imputado a ser juzgado dentro de un juicio oral,
abierto al público y a la prensa (principio de inmediación).

-Tanto el fiscal como el defensor presentan oralmente sus argumentos.

-El fiscal presenta los cargos y, si el imputado desea declarar, puede hacerlo siempre
después del fiscal.

-El acusador y el imputado están en igualdad.

-Dentro del proceso penal no se admite parte civil. Si bien en las primeras épocas la acción
era entablada por la víctima, actualmente, la indemnización de perjuicios y daños
ocasionados por el hecho punible debe tramitarse en un juicio separado.

Pues bien, dado lo anterior, puede concluirse que en el sistema acusatorio cada una de las
partes es un contendiente que se opone al otro en una disputa legal, esto es, en un juicio que
13
se caracteriza por ser público, oral y contradictorio y que, asimismo, presenta los
siguientes rasgos 14:

-Es regulado por una instancia pasiva, neutral e imparcial cuya tarea es garantizar que las
reglas del proceso sean cumplidas.

-La responsabilidad de aportar la evidencia es de cada una de las partes.

-Los abogados de las partes dominan: ellos presentan y prueban la evidencia.

12
Ibíd., pp. 55-59.
13
GALEANO Ruiz, Juan P ablo. BERNATE Ochoa, Francisco. “ Técnicas penales del juicio”. Bogotá: Universidad
Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 2002, pp. 80-84.
14
ROODT, Christa. “ A historical perspective on the accusatory and inquisitorial systems”. En: Fundamina (10) 2004, p.
139.
12

-Finaliza con una decisión a favor de una de las partes y en contra de la otra.

Ahora bien, este proceso consta de dos partes15a saber: la etapa de investigación en la que
se descubre, depura y preserva la evidencia, y la etapa de enjuiciamiento en la que se
oficializa la evidencia y se la juzga. Sin embargo, resulta completamente extraño para el
proceso penal acusatorio la participación directa de la víctima durante estas etapas.

La oralidad se hace patente en ambas etapas, haciendo de esta el modo de comunicación


preferente en el juicio, pues se busca obtener un acceso directo e inmediato a las fuentes de
la información –esto es, lograr la inmediación de la información- a fin de determinar la
16
verdad y los hechos y, de esta manera, juzgar justamente . En la primera, guía las
relaciones entre el fiscal y los investigadores, y en la segunda, guía la interacción entre
todas las partes involucradas en el juicio: la parte acusadora, la parte acusada, los testigos,
17
el juez y el jurado . No se considera a la víctima como parte, estando como tal involucrada
en la investigación o el juicio.

De lo anteriormente expuesto puede concluirse, que en el sistema acusatorio anglosajón si


bien en un principio la víctima tenía una participación directa preminentemente oral en el
proceso, actualmente su participación directa es muy limitada: ella presenta la acusación
que da inicio a la investigación y puede, luego, servir como testigo, pero en el juicio no
tiene derecho a ser representada por separado del fiscal o a reclamar la compensación de
18
daños civiles . Toda reclamación de esta clase debe hacerse en un juicio civil
independiente, delimitándose así la participación de la víctima dentro del proceso penal.

15
GALEANO Ruiz, Juan P ablo, BERNATE Ochoa, Francisco. “ Técnicas penales del juicio”. Bogotá: Universidad
Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 2002, pp. 61-62.
16
Ibíd., p. 83. Véase también: FERNÁNDEZ León, Whanda. “ Sistemas penales de juzgamiento”. Bogotá: Ediciones
Librería del P rofesional. 2001, pp. 115-118.
17
Ibíd., pp. 61-62.
18
ICAC. “ Inquisitorial Systems of Criminal Justice and the ICAC: A Comparison”. Sydney: Independent Commission
Against Corruption. 1994, p. 28. Disponible en:
http://www.icac.nsw.gov.au/files/pdf/pub2_5q1.pdf
13

Esta concepción acerca de la necesidad de otorgarle derechos de participación a la víctima


dentro del proceso penal acusatorio, resulta ser uno de los rasgos más distintivos entre el
proceso penal acusatorio anglosajón con el de nuestro país, pues así como Estados Unidos
originalmente se separó sustancialmente del proceso penal acusatorio implementado
originalmente en Inglaterra, Colombia ha logrado hacer lo mismo en lo concerniente a la
participación directa de la víctima dentro del proceso penal acusatorio, pues más allá de
haberse realizado un transplante jurídico literal, se optó por acomodar una figura que ha
resultado ser trascendental para nuestra cultura y realidad social dentro del proceso, no
obstante acogiendo todos los principios básicos del sistema penal acusatorio tradicional.

3. Tránsito del Sistema Inquisitivo al Sistema Acusatorio en Colombia

Para apreciar mejor las características propias del sistema penal acusatorio colombiano,
resulta importante analizar en primer lugar las características más importantes del sistema
penal inquisitivo, para entender y apreciar las diferencias existentes entre este y el
acusatorio, logrando así entender la importancia de la implementación de este último
sistema para Colombia.

3.1. Características del Sistema Penal Inquisitivo

Un proceso penal de corte inquisitivo parte de la necesidad que tiene el Estado de


legitimarse a través de la persecución de todo aquello que pueda ser considerado como un
peligro para la sociedad en general. Este sistema encuentra sus orígenes en el derecho
romano y posteriormente en la Edad M edia con las monarquías absolutistas, el cual se
dirigía fundamentalmente a “la averiguación sobre la personalidad y la conducta de quienes
infringían los preceptos y al castigo de la desobediencia… El proceso inquisitivo se basa
14

entonces en la siguiente idea: el bien, los valores, pertenecen al Estado; el mal está en los
individuos que han infringido de cualquier modo los mandatos soberanos”19.

Vemos entonces como el origen del sistema inquisitivo era propiamente el derecho penal de
autor y no de conducta, toda vez que lo que se perseguía era la expiación de las culpas, es
decir, no se castigaba la comisión de una conducta ilícita como tal sino al pecador en sí
mismo. Hoy en día no se encuentran países en los que se aplique un sistema penal
inquisitivo puro, sin embargo, países como el nuestro han mantenido ciertos rasgos
característicos de aquél aún cuando se han implementado sistemas acusatorios puros. Como
ejemplo de lo anterior, el concepto de jurisdicción dentro del proceso penal inquisitivo
cobra gran importancia. En un proceso inquisitivo corresponde al mismo funcionario
judicial iniciar la investigación penal, ejercer la acción penal ante sí mismo y decidir si
absuelve o condena al acusado después de apreciar el material probatorio, de manera que
tal y como lo ha anotado Rossi, el juz gamiento en sí mismo es persecución y el proceso en
sí mismo ya es castigo.

Con respecto a la acción penal, esta debe entenderse como la prerrogativa que tienen las
personas e inclusive el Estado de acudir ante la jurisdicción para resolver un conflicto. De
esta manera, el Estado como titular del Ius Puniendi tiene la necesidad de instaurar la
acción penal como requisito de procedibilidad para que el proceso penal inicie, lo que
significa que este debe acudir ante sí mismo para que la rama judicial juz gue la comisión de
un delito, ordene las medidas correspondientes para efectos de reparar el derecho de la
víctima y a través de su acción preventiva logre la protección de la sociedad. En relación a
la acción penal en el proceso inquisitivo, podemos decir que las partes acusador y juez se
confunden en un solo órgano, el cual se encarga de recopilar todo el material probatorio,
para que con base en este dicha autoridad ejerza ante sí misma la correspondiente acción
formulando una pretensión que va a ser resuelta posteriormente.

19
VÁSQUEZ, Rossi, Jorge E. “ Derecho procesal Penal” Tomo I. p. 203 y 204.
15

Es preciso mencionar como característica básica del proceso inquisitivo la importancia de


la ritualidad escrita, es decir, todo lo que sucede dentro del proceso debe ser llevado en
papel, pues tal y como lo mencioné anteriormente, es un sistema que se basa en las ideas
del poder monárquico para el cual es primordial que el Estado tenga la posibilidad de
probar todo lo que se produzca dentro del respectivo proceso. Esta necesidad de tener
documentado el proceso penal es una muestra de la desconfianza en la que se basa el
proceso penal inquisitivo, pues ligado a esto se encuentra el sistema probatorio de la “tarifa
legal”, en donde el funcionario judicial queda vinculado por la previa tasación que ha hecho
el legislador respecto de cada tipo de prueba, llevando esto a un sistema en el que solo
pueden existir dos vertientes: se declara inocente o culpable.

Otras características del procedimiento inquisitivo

1- Iniciación del proceso: Teniendo en cuenta la idea que existe detrás del proceso
penal inquisitivo, el cual parte de la necesidad que tiene el Estado de legitimarse
ante el pueblo a través de la persecución del delito, los medios y forma de iniciar el
proceso penal se encuentran limitados al ejercicio de la acción penal que tiene el
Estado. De esta manera, el Estado “inquiere” ante sí mismo, es decir, el órgano
jurisdiccional competente solicita ante sí la investigación e indagación de un
determinado hecho que amenaza los bienes jurídicos protegidos por la sociedad en
general para que la persona que atentó contra estos sea castigada.

2- Indagatoria: Es una figura típica del sistema penal inquisitivo, por medio de la cual
se busca “inquirir” dentro de la personalidad del sujeto para formarse una idea de lo
sucedido a través de la narración de los hechos que efectúa el sindicado. Es preciso
mencionar, tal y como lo establece la ley, que la indagatoria no es un medio de
prueba salvo que exista una confesión dentro de la misma, de manera que en la
actualidad cumple con las mismas finalidades que en el siglo XIII, cual es el
intentar obtener una confesión de parte del sindicado, con la diferencia que en
16

aquellas épocas se recurría a la tortura para lograrlo, sin embargo la indagatoria


busca o adquiere importancia dentro del proceso únicamente cuando en esta se
obtiene una confesión.

Principios característicos del sistema penal acusatorio

1- Principio Non bis In idem: Nadie puede ser juz gado por el mismo hecho dos veces.
Este principio nace dentro del modelo inquisitivo como una garantía a la sociedad
de obtener justicia y garantías reales en la administración de justicia. Es a partir de
este principio que se logra brindar una óptima y adecuada administración de
justicia, dando así lugar a un principio igual de importante como lo es el de cosa
juzgada.

2- Principio de la doble instancia: Es un derecho que se encuentra consagrado en la


Constitución de 1991, con el cual se brinda una mayor seguridad jurídica a los
usuarios de la administración de justicia, toda vez que se reconoce la falibilidad que
puede presentarse al interior de la rama judicial al momento de dictar sentencias. De
esta manera, para garantizar una correcta administración de justicia se consideró
fundamental que una segunda autoridad conociera las decisiones emitidas en una
primera instancia a través del recurso de apelación, otorgándole así mayor certeza
jurídica al sistema judicial.

3- Principio In Dubio Pro Reo: Toda duda que exista dentro del proceso debe ser
favorable al sindicado. Dentro del proceso inquisitivo puro tal y como era
concebido en sus inicios este principio no tenía aplicación alguna, pues ha sido
desarrollado a través del tiempo con el reconocimiento de ciertas garantías básicas
inherentes a toda persona. De esta manera, puede considerarse como un pilar básico
del procedimiento penal actualmente, así como también es utilizado y aplicado en
otras ramas del derecho actual.
17

Como puede observarse, el procedimiento inquisitivo tiene ciertas características que


atentan contra el ciudadano y la sociedad en general, razón por la cual hoy en día es
inconcebible su existencia en cualquier democracia del mundo. Sin embargo, aún cuando a
través del tiempo se han ido reconociendo ciertos derechos y principios básicos, pasando
por un sistema inquisitorial puro en el cual el sindicado no tiene ninguna clase de garantías
y el Estado busca legitimarse a través de la implantación de penas y castigos, a un sistema
que propende por la seguridad jurídica y los derechos fundamentales de las personas,
existen todavía ciertos rasgos de aquel que resultan aplicables en la actualidad. Como
prueba de esto podemos ver que en Colombia existió durante en largo periodo un sistema
penal mixto el cual contenía ciertas características básicas del sistema inquisitorial puro
(culto a lo escrito), siendo sin embargo un sistema mucho más humano y garantista en el
cual se aplicaban principios no característicos del sistema inquisitorial puro.

Es importante observar la evolución procesal que ha tenido lugar en nuestro país hasta el
día de hoy para así apreciar los cambios que nuestro legislador ha implantado al sistema
penal, con los que se ha buscado obtener un procedimiento penal justo que proteja los
derechos fundamentales y las garantías constitucionales de las personas.

3.2- Cronología del proceso penal colombiano

La legislación española rigió en Colombia hasta 1837 pues en ese año se expidió el primer
20
Código Penal Patrio, el cual era de tendencia liberal y de inspiración francesa . A partir de
ese momento, el procedimiento penal adquirió un carácter inquisitivo que se mantuvo hasta
obtener el carácter mixto que presentaba hasta antes de la implementación del sistema penal
acusatorio. El camino hacia un sistema acusatorio fue obstaculizado por la excepcionalidad
provocada por el estado de sitio, pues en esta condición se legisló de modo arbitrario por
21
cerca de cincuenta años . Así, el último código de aquella época –de carácter

20
Defensoría del P ueblo, Dirección Nacional de Defensoría Pública, Unidad de Capacitación. “Axiología y deontología
del proceso penal y precedente judicial”. p. 12.
21
Ibíd., p. 12
18

definitivamente inquisitivo- fue el establecido mediante el Decreto 409 de 1971, el cual


estuvo vigente hasta 1987. En ese año, en un nuevo Código de Procedimiento Penal
(Decreto 050 de 1987) comenzó a proponerse la separación parcial de funciones entre el
juez de instrucción criminal y el juez de la causa. Así pues, este código inició el paso del
sistema inquisitivo al mixto.

Posteriormente, la Constitución Política de 1991 amplió el catálogo de derechos y creó la


Fiscalía General de la Nación, sentándose así las bases de un sistema mixto de carácter
más acusatorio que inquisitivo. A partir de ese momento se expidieron dos Códigos de
Procedimiento Penal (el Decreto 2700 de 1991 y la Ley 600 de 2000) en los que se
22
establecieron procedimientos de carácter mixto con un perfil acusatorio .

Ahora bien, entre los años 1887 y 1992 –y en el marco de la fuerte reforma constitucional-,
el aparato judicial colombiano sufrió fuertes transformaciones. Así, en lo que respecta a la
reforma a la justicia penal, dichas transformaciones comprendieron la creación de la
Fiscalía, de los jueces anónimos o “sin rostro” y de los mecanismos de negociación de
penas. Dado el problema de violencia y violación a los derechos humanos en Colombia, la
reforma a la justicia penal ha sido un tema central en los debates políticos, siendo la medida
más significativa entonces la creación de la Fiscalía General de la Nación, pues con ella se
introdujo un cambio fundamental en la investigación criminal.

Antes de su creación, eran a los jueces de instrucción –pertenecientes a la rama judicial- a


quienes les correspondía adelantar los distintos procesos, ocasionando esto una gran
ineficacia al interior de la justicia penal pues resultaba difícil enfrentar de manera
competente el crimen. Así las cosas, la Fiscalía fue diseñada esencialmente como un
instrumento para reforzar la eficacia de la investigación penal y el control del ejecutivo
sobre la misma.

Adicionalmente, existía un problema de coordinación entre los Jueces Penales y la Policía


Judicial (radicada en el ejecutivo), pues esta última consideraba al juez como una instancia
que entorpecía las labores investigativas con formalismos jurídicos, de modo que obedecía
más expeditamente a una orden de un mando superior militar que una orden judicial. Esta
22
Ibídem, p. 13.
19

falta de coordinación, separaba totalmente el manejo del orden público –responsabilidad del
Presidente- y la investigación judicial –a cargo por los jueces instructores-, lo cual obligaba
al gobierno a recurrir a la justicia penal militar para enfrentar los grandes desafíos: las
protestas populares, la guerrilla, y el narcotráfico.

Así pues, con la creación de la Fiscalía General de la Nación, se pretendió –sobre la base
del modelo federal estadounidense- establecer un órgano dependiente del gobierno que
centralizara la actividad investigativa, de modo que no hubiera jueces instructores aislados
sino investigadores que dependieran jerárquicamente del Fiscal General, el cual sería el
responsable político de la eficiencia de la actividad investigativa. Con esta centralización,
además, se pretendió que los funcionarios y la investigación se especializaran y se
fortalecieran, de modo que se pudieran obtener mejores resultados en la lucha contra el
crimen. Además, la importancia jerárquica del Fiscal General y el hecho de que
compartiera intereses con el Ejecutivo permitiría una mejor colaboración entre la policía
judicial y los funcionarios investigadores, así como una mejor articulación entre el manejo
del orden público y la investigación judicial. Sin embargo, en última instancia, se determinó
que la Fiscalía pertenecería a la rama judicial, y que por tanto ejercería ciertas funciones
judiciales para evitar que dependiera de instrucciones gubernamentales gozando así de
autonomía.

Para entender mejor el papel de la Fiscalía General de la Nación en el sistema penal


acusatorio de nuestro país es importante mirar el Acto Legislativo 03 de 2002 por medio
del cual se modificó la regulación constitucional de dicha institución, con el objetivo de
sentar unas bases claras para la implementación del sistema penal acusatorio del la Ley 906
de 2004. Los cambios que introdujo este acto legislativo fueron los siguientes:

1- En un principio se debatió bastante sobre la naturaleza jurídica de esta institución,


habiendo quienes se inclinaban por excluir a la Fiscalía de la estructura del poder
20

público y convertirla en un ente autónomo, sin embargo finalmente se decidió optar


por la continuidad de esta dentro de la rama judicial. De esta manera la Fiscalía
seguiría conservando algunas funciones judiciales tales como: allanamientos,
registros e intercepciones, teniendo así capacidad de reacción frente a la comisión
del delito.

2- Se crea la figura del juez de control de garantías exigiendo que este no pudiera ser el
mismo juez de conocimiento. De esta manera, el fiscal deberá recolectar las pruebas
que considere necesarias para así enviarlas al juez de control de garantías, quien a
su vez será el encargado de analizar si dichas pruebas tienen o no mérito para dictar
medidas de aseguramiento.

3- Un cambio sumamente importante que definió en gran medida la naturaleza del


proceso acusatorio de nuestro país, fue la imposibilidad de que la Fiscalía siguiera
definiendo la situación jurídica del sindicado y dictando la preclusión de la
investigación. Esta primera facultad fue trasladada al juez de control de garantías y
la segunda al juez de conocimiento.

4- En torno a la actividad probatoria, se establece que su desarrollo y examen estará


suscrito ante el juez de control de garantías en un juicio público oral con
inmediación probatoria, contradicción y concentración. De esta manera, deja de
operar el principio de permanencia de la prueba aún cuando la Fiscalía seguirá
perteneciendo a la Rama Judicial.

5- Otro cambio importante fue la introducción del principio de oportunidad, por medio
del cual la Fiscalía puede disponer de la acción penal, es decir, tiene la facultad de
decidir no investigar un caso siempre y cuando se cumpla con las causales que
establece la ley, y el juez de control de garantías considere que la decisión no es
contraria a derecho.

6- En lo que respecta a la víctima, le otorga a esta un reconocimiento especial siendo la


Fiscalía la institución encargada de velar por su protección. Así mismo, se le
permite a la víctima actuar dentro del proceso penal siguiendo los principios
21

establecidos en la Sentencia C-228 de 2002, cuales son el derecho a la verdad, a la


justicia y a la reparación.

7- Incorpora nuevamente la figura del jurado que había sido declarada inconstitucional
en la sentencia C-226 de 1993, toda vez que en aquel momento la Constitución de
1991 no incluía a los jurados entre los particulares en capacidad de administrar
justicia. Esta es una figura típica de los sistemas acusatorios.

8- Aún cuando la Fiscalía continuaría con la facultad de dirigir y coordinar la policía


judicial, se fortaleció significativamente la defensoría pública para equilibrar las
fuerzas acusatorias con las de defensa al interior del proceso.

9- El M inisterio Público estará en la capacidad de intervenir en los procesos y ante las


autoridades judiciales o administrativas cuando lo considere necesario. De esta
manera, el M inisterio Público actuará como protector de los derechos
fundamentales de defensa de las víctimas procurando su restablecimiento.

10- Se obliga a la Fiscalía a aportar al proceso penal las pruebas formales que sean
tanto favorables como desfavorables para el sindicado, garantizando así el derecho
fundamental al debido proceso y a la defensa justa.

Finalmente en el año 2000 se estableció un nuevo Código de Procedimiento Penal (Ley 600
de 2000), el cual ostentaba un carácter mixto. Sin embargo, para implementar el sistema
penal acusatorio actual fue necesario aprobar los proyectos de un nuevo Código de
Procedimiento Penal, un sistema nacional de defensoría pública, un nuevo Código
Penitenciario y Carcelario y un Estatuto Orgánico de la Fiscalía, al igual que las
modificaciones parciales al Código Penal, a la Ley Estatutaria de la Administración de
Justicia y al proyecto de Ley Estatutaria habeas corpus, textos que con excepción de éste
último, fueron presentados por el Fiscal General el 20 de julio de 2003.

Este proyecto fue aprobado por el Congreso el 16 de Junio de 2004, por medio del cual se
expidió un Código de Procedimiento Penal y cuyo texto fue conciliado por las sesiones
22

plenarias del Senado de la República y la Cámara de Representantes. Sobre este texto


conciliado y luego de surtir el trámite de las objeciones presidenciales, finalmente se
sancionó el 31 de A gosto de 2004 la Ley 906 que estableció el nuevo Código de
Procedimiento Penal, sin embargo, ciertas deficiencias de esta Ley fueron corregidas por
medio del decreto 2770 del 31 de agosto de 2004, dándose así por terminado este largo
proceso de implementación de un sistema penal acusatorio en nuestro país.

Así las cosas, puede concluirse que durante los siglos XIX y XX Colombia adoptó un
sistema penal mixto de marcado corte inquisitivo. Sus principales características eran el
culto a lo escrito, el sistema de actas y constancias, la acumulación de funciones en el
órgano judicial, la permanencia de la prueba y la práctica de pruebas en la instrucción.
Entre las características del sistema acusatorio que presentaba se encontraban, entre otras,
la presunción de inocencia, la sana crítica en la apreciación de las pruebas, la concepción
del sindicado como sujeto de derechos y, en alguna época, la institución del jurado. No
obstante lo anterior, la reforma constitucional de 1991 separó las funciones de investigación
y acusación de las de juzgamiento, con lo cual –si bien se mantuvieron las características
más representativas del sistema inquisitivo- se avanzó hacia la implementación de un
23
modelo de carácter acusatorio .

4. La Víctima en el proceso penal Colombiano

La historia del derecho penal y procesal penal muestra una progresiva marginación de la
figura de la víctima del delito del modelo de justicia penal. En Colombia, tanto en la ley
como en la jurisprudencia orientada por la dogmática tradicional, se limitaba sus derechos a
la simple reparación económica, desconociéndose con ello que la Constitución Política de

23
ARCINIEGAS, Martínez G. Augusto. “ Investigación y juzgamiento en el sistema acusatorio”. Bogotá: Ediciones
Nueva Jurídica, 2005. pág. 19.
23

1991 “impone una redefinición del concepto con miras al reconocimiento [para las víctimas
del delito] de derechos que incluyen, pero superan el contenido patrimonial” 24.

Así, la legislación penal sólo ha permitido la entrada al sujeto pasivo de la infracción


mediante el ejercicio de la acción civil dentro del proceso penal. En ese orden de ideas, el
Código Penal de 1980 (Decreto 100 de 1980) en su artículo 104 señalaba como titulares de
la acción indemnizatoria a las personas naturales, o sus sucesores, y las personas jurídicas
perjudicadas por el hecho punible, dejando la regulación del ejercicio de dicha acción en
manos del Código de Procedimiento Penal. De la misma manera, en su artículo 103
señalaba que con el hecho punible se origina “la obligación de reparar los daños materiales
y morales que de él provengan”, y que dicha obligación “prevalece sobre cualquiera otra
que contraiga el responsable después del cometido el hecho y aún respecto de la multa”.

Posteriormente, la Constitución Política de 1991 planteó de manera expresa la obligación


que tiene el Estado de salvaguardar las garantías de los sujetos pasivos y los perjudicados
por las conductas punibles. Así, el artículo 250 numeral 4º –antes de la reforma realizada a
través del Acto Legislativo 003 de 2002- establecía como una función básica de la Fiscalía
“velar por la protección de las víctimas, testigos e intervinientes en el proceso”. De este
modo, en cumplimiento de este mandato constitucional, en el primer Estatuto Orgánico de
la Fiscalía (Decreto 2699 de noviembre de 1991) se estableció que la Fiscalía tendría una
dependencia denominada Oficina de Protección a Víctimas y Testigos encargada de
asesorar al Fiscal General en la definición de las políticas relacionadas con la protección de
las víctimas e intervinientes en el proceso penal.

Asimismo, el artículo 11 del Código de Procedimiento Penal de 1991 (Decreto 2700 de


1991) establecía que “la Fiscalía General de la Nación dentro de la actuación procesal
proveerá la protección y asistencia a las víctimas y testigos en el proceso que lo requieran

24
SANPEDRO, Arrubla Julio Andrés. “ La humanización del proceso penal”. Bogotá: Legis. 2003, pp. 91-92. Véase
también del mismo autor: “¿Quiénes son las víctimas del delito? La redefinición del concepto desde la victimología”. En:
Revista Derecho Penal y Criminología. Volumen XXI. Nº 67. Septiembre - Diciembre. 1999. P ág. 164.
24

para garantizar el restablecimiento del derecho y la cooperación judicial plena y libre”. Por
otra parte, el artículo 28 establecía el “acceso al expediente y aporte de pruebas por el
perjudicado” que le permitía a la víctima, o al perjudicado por la conducta punible, ejercer
el derecho de petición ante el funcionario judicial a fin de obtener información o hacer
solicitudes específicas en las decisiones que lo afectaran, y el artículo 43 regulaba su
constitución en parte civil, dándosele la posibilidad de ejercer la acción civil, individual o
25
popular, dentro o fuera del proceso penal . De este modo, se concedieron todo tipo de
garantías a quien se considerara perjudicado por un delito para que hiciera efectivas sus
pretensiones.

Posteriormente, de acuerdo al Código de Procedimiento Penal del año 2000 (Ley 600 de
2000), la víctima puede estar representada por un abogado, se le reconoce una acción civil
individual (Arts. 45, 47) y además puede ejercer derecho de petición ante el funcionario
judicial con el fin de obtener información (Art. 30). Ahora bien, la constitución como parte
civil (Art. 137) otorga a la víctima el status de sujeto procesal y, como tal, adquiere todos
los derechos y deberes que le son inherentes, lo que le permite participar en el proceso
penal.

Actualmente, de acuerdo al Código de Procedimiento Penal del año 2004 (Ley 906 de
2004), las víctimas son “las personas naturales o jurídicas y demás sujetos de derechos que
individual o colectivamente hayan sufrido algún daño como consecuencia del injusto”,
estableciendo que “la condición de víctima se tiene con independencia de que se
identifique, aprehenda, enjuicie o condene al autor del injusto e independientemente de la
existencia de una relación familiar con este”. En este nuevo procedimiento penal la víctima
es considerada como interviniente, es decir, como un sujeto que participa en el proceso
penal pero sin el estatus de parte (Arts. 132-137), pues es sólo a partir de la sentencia
condenatoria cuando es considerada como parte dentro del proceso, por ende, como sujeto
procesal al que le es posible adelantar el incidente de reparación integral (Arts. 102-108).
25
Ibíd., p. 93.
25

4.1. La Víctima en el proceso penal acusatorio. Ley 906 de 2004

4.1.1. La víctima: Definición, derechos y deberes

El acceso a la administración de justicia para las víctimas se encuentra garantizado como un


principio general que rige el proceso penal. Así, la participación de la víctima en el proceso
debe hacerse dentro de un marco de protección y garantía de sus demás derechos, no
debiendo ser tratada de forma inhumana o indigna y garantizándosele su intimidad y
seguridad al igual que la de sus familiares. Por otra parte, debe entenderse que el acceso a
la administración de justicia no se refiere a una mera actuación formal, sino que implica
poder ser oída dentro del proceso permitiéndosele aportar pruebas y estar representada y
asesorada de forma completa. En consecuencia, la víctima debe recibir información
pertinente de las autoridades competentes respecto de todas las decisiones que se tomen y
en éstas sus intereses deben ser considerados, a fin de que mediante dichas decisiones se
consiga una reparación integral de los daños sufridos (Art. 11).

Ahora bien, la víctima es definida como aquella persona o sujeto de derechos que ha
sufrido algún daño directo causado por el injusto penal, bien sea individual o
colectivamente (Art. 132). Esta definición de víctima, sigue a grandes ras gos la Declaración
sobre los Principios Fundamentales de las Víctimas contenida en la Resolución 4034 de
26
1995 de Naciones Unidas , apartándose un poco de esta al establecer que sólo quien ha
sufrido un daño directo es víctima. De esta manera, excluye a los familiares de la víctima
directa y a todo aquel que hubiese sufrido alguna clase de daño indirecto –material o moral
- por cuenta del injusto27. Por esta misma razón, la Corte Constitucional ha declarado
inexequible la expresión “directo” (Sentencia C-516 de 2007 M .P. Jaime Córdoba Triviño).

En ese orden de ideas, la Corte ha establecido que para acreditar la condición de víctima se
requiere que haya un daño real, concreto, y específico –cualquiera que sea la naturaleza de
26
Molina Arrubla, Carlos Mario. “ Principio de protección a las víctimas”. Bogotá: Diké. 2005, pp. 218.
27
Ibídem, p. 220.
26

éste- que legitime la participación de la víctima o de los perjudicados en el proceso penal


para buscar la verdad y la justicia. Asimismo, ha establecido que una vez demostrada la
calidad de víctima –o, en general, que la persona ha sufrido un daño real, concreto y
específico, cualquiera sea la naturaleza de éste- se está legitimado para constituirse en parte
civil, pudiendo orientar su pretensión a obtener exclusivamente la realización de la justicia
y la búsqueda de la verdad, dejando de lado cualquier objetivo patrimonial (Sentencia C-
516 de 2007 M .P. Jaime Córdoba Triviño).

M ás aún, la condición de víctima existe con independencia de la identificación o


declaración de responsabilidad del actor del injusto y de la relación que se tenga con este
(Art. 132), condición que, como tal, da lugar a que la Fiscalía General de la Nación deba
desarrollar todas las actividades necesarias para evitarle perjuicios posteriores. Esto,
garantizando su protección ante cualquier amenaza a sus derechos, y sin perjuicio de los
derechos del imputado (Arts. 133-134). Dentro de dichas actividades, se encuentra la
garantía de recibir información respecto de sus facultades y derechos, tanto dentro como
fuera de la actuación penal. Esta garantía básica que establece la Ley en favor de las
víctimas de la conducta ilícita es obviada en la mayoría de los casos por los fiscales,
quienes tienen la concepción de que dar mayor información a la víctima se reflejará en
mayor trabajo y dilatación del proceso. “Hemos notado en la mayoría de los casos, que los
fiscales se aprovechan del desconocimiento de la ley por parte de las víctimas, para así no
informar detalladamente acerca de las facultades de participación que tiene estas a lo largo
del proceso, todo esto con el objetivo de agilizar su trabajo y terminar con ese caso lo más
28
rápido posible”

En virtud de los derechos de verdad, justicia y reparación, a la víctima se le reconoce la


facultad de intervenir durante toda la actuación penal, ya sea con el objeto de solicitar

28
Entrevista realizada el 28 de Mayo a Matías Q uiñónez - Fiscal 309 Seccional Unidad 2 – Bogotá.
27

protección ante cualquier amenaza o de actuar directamente a través del interrogatorio. De


cualquier forma, se le debe respetar su dignidad y garantizar que su intervención sea
adecuada, debiendo ser asistida por un abogado a partir de la audiencia preparatoria, el cual
será provisto incluso cuando la víctima no tenga medios económicos para pagarlo (en caso
de que sean varías las victimas deben ser asistidas por más de un abogado).

El alcance de la intervención de las víctimas en el proceso penal se encuentra enmarcado


principalmente, por la determinación que se le han dado a sus derechos. La Corte
Constitucional (Sentencia C-454 de 2006) ha determinado de forma precisa en qué
consisten los derechos a la verdad, la justicia y la reparación que a nivel nacional como
internacional, se les han reconocido a las víctimas. Así, en cuanto al derecho a la verdad, la
Corte ha establecido que éste se encuentra ligado a la lucha contra la impunidad y que
posee, de un lado, una dimensión colectiva que reconoce el derecho de los pueblos a saber
la verdad acerca de los acontecimientos de su historia y a adoptar medidas tendientes a
recordarlos; y, de otro, una individual que se realiza en el ámbito de la justicia mediante la
garantía del acceso a un recurso judicial efectivo. En ese orden de ideas, la Corte ha
manifestado reiteradamente que el derecho a acceder a la verdad implica que las personas
tienen derecho a saber qué fue lo que realmente pasó, pues de lo contrario se afecta
29
directamente su dignidad.

En cuanto al derecho a la justicia, la Corte ha manifestado que éste implica una serie de
deberes para las autoridades. Así, estas deben de un lado, investigar y sancionar
adecuadamente a los autores y partícipes, y, de otro, garantizar que las víctimas tengan
acceso a un recurso judicial efectivo (las víctimas deben poder acceder al proceso penal y
participar en él) y que durante el proceso se respeten las reglas del debido proceso. En lo
que concierne a la efectividad del derecho de las víctimas a un recurso judicial efectivo, la
Corte ha establecido una doctrina que amplía el concepto de los derechos de las víctimas y
que hace injustificable aquella doctrina que reducía la reparación al resarcimiento

29
Sentencias T- 443 de 1994, MP . Eduardo Cifuentes Muñoz y C- 293 de 1995, MP . Carlos Gaviria Díaz.
28

meramente económico.

Así, la Corte ha considerado que el derecho a la reparación integral del daño que se ha
ocasionado a la víctima o a los perjudicados con el delito, posee, igualmente, una
dimensión individual y otra colectiva. La primera, se refiere a los daños y perjuicios
sufridos por la víctima y comprende, por tanto, la adopción de medidas para restituir,
indemnizar, rehabilitar, satisfacer y garantizar la no repetición del daño. La segunda, se
refiere a las medidas orientadas a restaurar, indemnizar o readaptar los derechos de las
colectividades o comunidades afectadas.

En resumen, la Corte ha establecido que para que la reparación sea integral se requiere la
adopción de medidas que tiendan a hacer desaparecer los efectos de las violaciones
cometidas y a devolver a la víctima al estado en que se encontraba antes de que estas
ocurrieran. Así las cosas, dado lo anterior, las víctimas son consideradas intervinientes
especiales y, por tanto, están sujetas a las obligaciones, prohibiciones y deberes que a estos
se asignan legalmente y que se refieren principalmente, a presentar en todo momento una
actuación leal y respetuosa sujeta a la verdad en tanto que esta es el objeto principal del
proceso (Art. 140).

No obstante todo el avance jurisprudencial que se ha desarrollado en este tema, algunos


fiscales piensan que la víctima siempre busca únicamente una reparación integral o
indemnización económica, siendo innecesario otorgarles todos los derechos de
participación que en este momento tienen, pues sus intereses reales se ven satisfechos
exclusivamente con el incidente de reparación integral. Sin embargo, cuando se trate de
delitos de lesa humanidad, a las víctimas se les debe permitir participar activamente en las
distintas etapas procesales, pues en esos casos éstas sí buscan obtener la verdad y la
justicia, no solamente una reparación económica. “En el derecho penal ordinario, es decir,
aquel que manejamos diariamente en estas fiscalías, hemos notado que la víctima sólo
quiere obtener una reparación económica más allá de querer establecer la verdad, de
manera que en este tipo de procesos la víctima no debería tener el papel protagónico que
29

tiene actualmente, pues esta corriente victimológica no encuentra sustento alguno cuando lo
único que se busca es una remuneración económica. Sin embargo, cuando se trata de delitos
de lesa humanidad o que atentan contra la vida de las personas, la víctima sí debe tener un
papel protagónico dentro del proceso, pues en estos casos, más allá de buscar dinero lo que
pretende es materializar su derecho a la verdad y la justicia. En estas situaciones su
30
participación resulta fundamental y necesaria.”

Como se puede apreciar, esta concepción que tienen algunos fiscales acerca del papel de la
víctima es la que no permite que los derechos de éstas se materialicen efectivamente, pues
antes de entrar a indagar cada caso particular, se parte de una concepción muchas veces
errónea que justifica la falta de atención hacia éstas. Si un fiscal piensa que la víctima no
busca la verdad sino solo la indemnización económica, éste no va a informar a la víctima
sobre sus facultades de participación dentro del proceso, pues en su cabeza está la idea de
que la víctima al querer un resarcimiento económico únicamente, sólo necesita participar en
el incidente de reparación integral.

4.2. La participación de la víctima dentro del proceso

4.2.1 Iniciación del proceso

Dado que la acción penal es de titularidad del Estado, el proceso penal puede ser iniciado
de forma oficiosa a través de la Fiscalía General de la Nación. Sin embargo, para ciertos
delitos se requiere la voluntad de la víctima –en cuanto sujeto pasivo del delito- para poder
ser investigados. Tales delitos están determinados por el Código (Art. 74) y requieren, por
tanto, de la presentación de una querella por parte del sujeto pasivo. Dicha querella debe ser
presentada personalmente por el sujeto pasivo a menos de que se trate de una persona
menor de edad, de una persona que ha fallecido o de una persona jurídica. En estos casos, la
querella puede ser presentada por el representante legal o por los herederos y
causahabientes. Asimismo, el querellante legítimo está facultado, en cualquier momento y
30
Entrevista realizada el 26 de Mayo a Hernando Sandoval Paris - Fiscal local 89 de Bogotá.
30

antes de concluir la audiencia preparatoria para desistir del proceso (Art. 76), de tal manera
que la solicitud de desistimiento será examinada y aceptada por el fiscal si no se ha llevado
a cabo la imputación, o por el juez, si ya se ha efectuado. Es importante señalar que el
desistimiento se extiende a todos los autores y participes del delito investigado y que no
admite retractación.

4.2.2 Audiencias preliminares

El Código establece (Art. 153) que toda actuación, petición y decisión que no deba
adelantarse en las demás audiencias –a saber, audiencia de formulación de acusación,
audiencia preparatoria y audiencia del juicio oral- debe adelantarse, resolverse o decidirse
en audiencias preliminares que se desarrollan ante el juez de control de garantías. Así, en
una audiencia preliminar, debe hacerse la formulación de la imputación (Art. 154).

En una audiencia preliminar destinada a ordenar la adopción de medidas cautelares, la


víctima actúa a fin de proteger su derecho a la indemnización de los perjuicios que sufrió
por causa del delito, de esta manera puede solicitar directamente la práctica de tales
medidas sobre los bienes del imputado o acusado. Para ello, sólo requiere de prueba
sumaria –aquella que es aceptada en el proceso sin necesidad de contradicción- de su
condición de víctima, del daño provocado y de su cuantía (Art. 92). Además, a través de la
actuación del fiscal, puede solicitarse que los bienes recuperados sean devueltos a las
víctimas para que puedan hacer uso y disfrute de ellos. De la misma manera, puede
solicitarse que el fondo de compensación para las víctimas les reconozca ayudas
provisionales (Art. 99).

Igualmente, en lo que se refiere a la práctica del comiso que procede sobre bienes del
responsable penalmente –ya sea porque provienen directa o indirectamente del delito, o
porque fueron utilizados o destinados como medios para su realización-, el Código
establece que deben tenerse en cuenta los derechos que puedan tener sobre ellos los sujetos
pasivos o las víctimas, lo que implica que si dichos bienes deben ser devueltos a las
31

víctimas, no es posible imponerles las medidas cautelares de ocupación e incautación y de


prohibición o suspensión de disposición de los bienes (Arts. 82-83).

Por otra parte, el fiscal está facultado (Art. 333) para solicitar la preclusión del proceso.
Dicha solicitud se lleva a cabo también en una audiencia preliminar –que puede efectuarse
desde la formulación de la imputación y hasta antes del juicio oral- en la que participan el
fiscal, la víctima, el M inisterio Público, y el defensor del imputado. Debe ser presentada
31
por el fiscal cuando considera que no existe mérito para acusar , junto con las pruebas que
lo llevaron a esta conclusión.

Ahora bien, el Código determina que tanto la víctima como el M inisterio Público, e incluso
el defensor del imputado, pueden oponerse a la solicitud, sin embargo establece que no
pueden solicitar ni practicar pruebas. Frente a esto, la Corte ha señalado que esta limitación,
en la medida que atañe a un asunto que incide directamente en los derechos de las víctimas,
puede derivar en su afectación: la controversia frente a la solicitud puede resultar inocua si
no se permite la práctica de pruebas. Por esta razón, decidió declarar exequible el artículo
333 en el entendido de que las víctimas pueden allegar o solicitar elementos materiales
probatorios y evidencia física, para oponerse a la petición de preclusión del fiscal
(Sentencia C-209 de 2007 M .P. M anuel José Cepeda Espinosa).

Con respecto a este punto, debe mencionarse que en la práctica es donde las víctimas se ven
más perjudicadas, pues muchas veces los fiscales no informan a las víctimas acerca de la
facultad que tienen de oponerse a su solicitud de preclusión, todo esto con el motivo de
terminar con el proceso rápidamente. Tanto el fiscal M atías Quiñónez como el fiscal
Hernando Sandoval reconocen, que al interior de las fiscalías es en esta etapa procesal en
donde se ve una indiferencia constante hacia la víctima, pues para los fiscales no existe
motivación alguna de informar sobre esta facultad a las víctimas, aprovechándose muchas

31
Artículo 332: (i) exista imposibilidad de iniciar o continuar el ejercicio de la acción penal; (ii) exista una causal de
exclusión de responsabilidad penal, (iii) el hecho investigado no haya ocurrido; o (iv) sea atípico; (v) el imputado no haya
intervenido en el hecho investigado; (vi) sea imposible desvirtuar la presunción de inocencia; o (vii) hayan vencido los
términos previstos en los artículos 175 y 294 de la Ley 906 de 2004.
32

veces de la falta de educación y de entendimiento del proceso que tienen la mayoría de


éstas.

Finalmente, la adopción de medidas para la protección de las víctimas y de sus familias se


ordena también en una audiencia preliminar.

4.2.3 Audiencia de formulación de acusación

La acusación es una tarea que le corresponde llevar a cabo al fiscal, para lo cual, como
primer paso, debe presentar un “escrito de acusación” ante el juez de conocimiento (Art.
336). Una vez que éste ha recibido dicho escrito, el juez debe fijar la fecha para la
realización de la audiencia de formulación de acusación, mediante la cual, el imputado se
convierte en acusado. El fiscal debe presentar dicho escrito sobre la base de que los
elementos materiales probatorios obtenidos durante la investigación permiten afirmar no
sólo que la conducta existió sino también que el imputado participó en su realización, ya
sea como autor o como partícipe. Así, en este escrito se individualiza la conducta y al
acusado(s), se exponen los hechos y se descubren las pruebas.

Ahora bien, de acuerdo con el Código, de éste se entrega una copia a la víctima y al
M inisterio Público con fines exclusivamente informativos (Art 337), lo que implica que no
existe para estos la posibilidad de pronunciarse sobre, o de oponerse a, su contenido. M ás
aún, en esta audiencia, el Código establece que sólo deben intervenir el M inisterio Público,
la Fiscalía y el abogado defensor, y que su validez depende exclusivamente de la asistencia
de estos dos últimos actores, de modo que si bien pueden asistir, también el acusado no
privado de la libertad y los demás intervinientes –lo que incluye a la víctima-, su ausencia
no genera invalidez de la misma (Art. 339).

De esto, no sólo se deduce que no se requiere la asistencia de la víctima a la audiencia, sino


que además –al señalarse quienes sí deben participar-, se la ha excluido de ella. De esta
manera, se hace patente que no puede manifestarse en ningún sentido sobre el escrito de
acusación. Respecto de esto, la Corte Constitucional ha considerado que esta exclusión
33

significa para la víctima una afectación directa a sus derechos a la verdad, a la justicia y a la
reparación. Y esto, no sólo en lo que se refiere a los pronunciamientos respecto del escrito
de acusación sino en relación a que es en este momento procesal en el que, de un lado, se
hace el reconocimiento de la víctima como tal y, de otro, el juez, a solicitud de la Fiscalía,
puede ordenar –a fin de garantizar la protección integral de las víctimas- las medidas
tendientes a evitar cualquier agresión en su contra (tales como la fijación de la sede de la
Fiscalía como domicilio para efectos de citación o notificación) (Art. 342).

En este orden de ideas, la Corte ha señalado que –teniendo en cuenta que no existe
necesariamente una absoluta coincidencia entre los intereses de la víctima, de la Fiscalía y
del M inisterio Público- hay una posición discriminatoria injustificada que pone en peligro
la efectividad de sus derechos, pues carecería de posibilidad de manifestarse sobre la
acusación, la adecuación típica o el descubrimiento de pruebas. Por tanto, la Corte decidió
declarar la inconstitucionalidad de la expresión “con fines únicos de información”
contenida en el artículo 337 y declarar exequible el artículo 339 en el entendido de que la
víctima también puede intervenir en la audiencia de formulación de acusación para hacer
observaciones al escrito de acusación o manifestarse sobre posibles causales de
incompetencia, recusaciones, impedimentos o nulidades.

En lo concerniente a esta etapa procesal, algunos fiscales piensan que la Ley 906 de 2004
cometió un error con respecto al momento en el que a la víctima se le reconoce dentro del
proceso, pues al ser reconocida hasta la formulación de imputación se le quitó importancia
y rango de acción, ya que esta debería ser reconocida desde el inicio de la investigación
para lograr así materializar sus derechos con mayor seguridad. “La jurisprudencia y la
legislación han debido seguir en algún sentido la línea que se manejaba con la Ley 600 de
2000, en la que se reconocía la calidad de víctima desde que se formulaba la querella o el
informe ejecutivo, siendo el momento en el que empieza la investigación del delito como
tal, pudiendo acompañar así al fiscal desde un principio. Esto hubiera ayudado a que el
fiscal hoy en día no viera a la víctima como un obstáculo, pues al reconocerse la calidad de
víctima a partir del escrito de acusación, lo que se hizo fue imponerle al fiscal una
34

obligación de acompañamiento en un momento en el que este ya ha recogido la mayoría de


sus pruebas, viéndose así la participación de la víctima como inútil e innecesaria,
intentando muchas veces no informarla acerca de sus derechos para poder así terminar
rápido con el proceso”.

Como se ha venido evidenciando a lo largo de la investigación, muchos fiscales antes de


reconocer la importancia de la víctima dentro del proceso, buscan argumentar y justificar el
por qué muchas veces no se les informa sobre sus derechos dentro del proceso penal. El
hecho de que la víctima sea reconocida hasta la formulación de imputación no significa que
ésta participe o deba participar únicamente desde ese momento procesal, ya que con
anterioridad a este momento, el fiscal debe investigar los hechos valiéndose en gran medida
de la víctima, pues es finalmente ésta la única que puede reconstruir los hechos y ayudar a
recolectar las pruebas de la mejor manera posible. “Deberíamos llegar a un proceso en el
que el fiscal sea visto como el abogado de la víctima, pues este resulta ser su mejor
herramienta para establecer los hechos del caso. De esta manera, la víctima debe ser vista
como una herramienta para lograr establecer la responsabilidad penal, no como un medio
32
para obtener la reparación o indemnización de perjuicios” . Así mismo, “La víctima debe
ser concebida como el cliente del fiscal, debiendo este actuar como su abogado, pues en
alguna medida el proceso depende en gran medida de la información que este le
33
suministre”

Con respecto a este punto, no creo que la Ley 906 de 2004 y la jurisprudencia se hayan
equivocado en reconocer la calidad de víctima desde este momento procesal, pues en
ningún momento esto significa que antes de este momento el fiscal deba actuar solo e
ignorar a la víctima del delito, pues tal y como se ha establecido anteriormente, el fiscal
tiene un deber constitucional de acompañar a la víctima y protegerla en todo el transcurso
del proceso, siendo errónea aquella interpretación que cree que la víctima solo a partir de la
formulación de acusación puede empezar a ser tenida en cuenta, siendo un poco tarde y
32
Entrevista realizada el 26 de Mayo a Sonia Restrepo - Fiscal local 218 de Bogotá -

33
Entrevista realizada el 25 de Mayo a Hernando Sandoval Paris - Fiscal local 89 de Bogotá
35

dispendioso para el fiscal. De esta manera, comparto plenamente la opinión anteriormente


expuesta con respecto a la visión que deben tener los fiscales de la víctima, pues solo así se
podrán ver materializados los derechos de las víctimas dentro del proceso. Bajo esta
concepción no podrán crearse justificaciones para ignorar los derechos de participación que
tiene la víctima dentro del proceso penal acusatorio.

Por otro lado, la Corte ha señalado que hacer de la solicitud de las medidas de protección o
de las de aseguramiento, una atribución o facultad exclusiva del fiscal pone a la víctima en
una situación de indefensión respecto de omisiones del fiscal o frente a situaciones
imprevistas que la puedan poner en peligro. Por esto, a juicio del alto tribunal, dicha
situación carece –al igual que la anterior- de una justificación objetiva y por tanto, la ha
declarado exequible bajo el entendido de que la víctima esta facultada para solicitar de
forma directa tanto medidas de aseguramiento como de protección (Sentencia C-209 de
2007 M .P. M anuel José Cepeda Espinosa).

En las diferentes entrevistas realizadas a fiscales y personas relacionadas con este medio,
pude darme cuenta que las fiscalías en general hacen un buen trabajo en torno a este último
punto, pues la protección que se le debe dar a las víctimas en ciertas situaciones es algo que
al interior de las fiscalías se busca cumplir constantemente. Aún cuando muchos fiscales
reconocen que la víctima se encuentra muchas veces desinformada con respecto a sus
facultades procesales, pues como he mencionado anteriormente, lo que se busca lograr la
mayoría de las veces es terminar los procesos lo más rápido posible, igualmente reconocen
que es un deber injustificable el proporcionar a la víctima la protección adecuada en ciertas
circunstancias no debiéndose excusar nunca de este deber legal.

4.2.4 Audiencia Preparatoria

Para el inicio de la audiencia preparatoria se exige la presencia del fiscal, del acusado, del
defensor, del M inisterio Público y si lo hubiere, del representante de la víctima. Sin
embargo, la validez de la misma depende exclusivamente de la presencia del juez, del fiscal
y del defensor (Art 355). El objetivo de esta audiencia es principalmente presentar y
36

controvertir las pruebas. Así, durante esta audiencia deben participar tanto la Fiscalía como
la Defensa bien sea aportando pruebas o bien solicitando su desestimación. Asimismo, le
está permitido participar al M inisterio Público en caso de que quiera solicitar la práctica de
alguna prueba que considere esencial para el proceso y que no haya sido solicitada por las
partes (Art. 357).

Ahora bien, de acuerdo con lo establecido en el Artículo 11 del Código, la víctima tiene
derecho a aportar pruebas al proceso, de modo que sería en esta audiencia en la que podría
hacerlo, sin embargo, dado que las únicas intervenciones que de acuerdo con el Código
(Arts. 355-359) debe aceptar el juez son las de las partes –esto es, la de la Fiscalía y la de la
Defensa- y, excepcionalmente, la del M inisterio Público, no es definitivo que, efectiva y
realmente pueda hacerlo durante esta audiencia –o no, al menos directamente-.

Sobre este punto la Corte Constitucional ha considerado que el artículo 357, al excluir al
representante de la víctima de participar durante la audiencia preparatoria, incurre en una
diferenciación injustificada respecto de la Fiscalía, de la Defensa y del M inisterio Público.
Y ello, porque si bien la Corte reconoce y acepta que el modelo procesal colombiano no le
atribuye a la víctima la calidad de parte, sí le atribuye la de “interviniente” al que se le
deben garantizar todos los derechos que la Constitución le reconoce. Dentro de estos
derechos se encuentra precisamente el derecho a probar, cuyo desconocimiento negaría la
posibilidad de una verdadera intervención dentro del proceso. Por consiguiente, la Corte
decidió declarar la constitucionalidad condicionada del artículo 357, siempre que se
entienda que los representantes de las víctimas, están facultados para hacer solicitudes
34
probatorias en la audiencia preparatoria (Sentencia C-454 de 2006, M .P. Jaime Córdoba
Triviño).

34
Asimismo, declaró la exequibilidad condicionada del numeral 2 del artículo 284, (solicitud de pruebas anticipadas), 344
(solicitud de descubrimiento de pruebas), 358 (solicitud de exhibición de los elementos materiales probatorios y evidencia
física, con el fin de conocerlos y estudiarlos), 359 (solicitud de exclusión, rechazo o inadmisibilidad de los medios de
prueba) a que se entienda que dentro de los facultados se encuentran las víctimas.
37

Finalmente, si bien el Código determina que para ejercer sus derechos la víctima no tiene
obligatoriamente que estar representada por un abogado, establece que a partir de esta
audiencia, y a fin de intervenir, las víctimas deben contar con la asistencia de un
profesional del derecho o de un estudiante de consultorio jurídico de una facultad de
derecho debidamente aprobada (Art. 137).

4.2.5 Audiencia de Juicio Oral

La audiencia del juicio oral tiene como objetivo determinar la responsabilidad penal del
acusado y puede dividirse en cuatro etapas:

En la primera etapa, a saber, la de instalación, se lleva a cabo la verificación de la asistencia


de las partes –esto es, de la Fiscalía y de la Defensa- y se permite la intervención del
acusado, el cual puede aceptar total o parcialmente la responsabilidad o declarar su
inocencia. Asimismo, la Fiscalía debe dar a conocer al juez si se han llevado a cabo
preacuerdos entre ella y el acusado. Si estos son aceptados en su totalidad por el juez se
incorporan a la sentencia, si no se continúa con la audiencia. Sea como fuere, el juez
siempre debe verificar la legalidad de dichos acuerdos.

La segunda etapa consiste en la presentación del caso por parte de la Fiscalía y luego de la
Defensa si así lo desea. La tercera etapa es la práctica de las pruebas decretadas en la
audiencia preparatoria, las cuales pueden ser controvertidas por las partes.

Finalmente, la cuarta etapa se refiere a los alegatos de las partes y de los intervinientes –lo
que incluye al representante de la víctima, si lo hubiere- (Arts. 442-443). El primero en
intervenir es el fiscal. Seguidamente, pueden intervenir oralmente el representante de la
víctima, si lo hubiere, y el M inisterio Público para presentar sus alegatos respecto de la
responsabilidad del acusado. En último lugar, puede intervenir la defensa, si lo cree
conveniente. Luego de estas intervenciones, el juez debe llevar a cabo la individualización
de la pena y dictar la sentencia –a menos que desee ampliar la información, en cuyo caso,
debe fijar la fecha de la audiencia para dictar sentencia (Arts. 447).
38

De acuerdo con esto, la víctima es privada de la posibilidad de controvertir las pruebas


presentadas durante la etapa de juicio oral y de oponerse a las preguntas que aquí se
planteen. Sin embargo, la Corte Constitucional ha considerado que en la etapa de juicio oral
se justifica la limitación de los derechos de la víctima, pues ha argüido que esta etapa es la
propiamente adversativa del proceso penal y que un rasgo esencial de la estructura
adversativa de todo proceso acusatorio es el de que sólo deben enfrentarse dos partes en
igualdad de condiciones. Si se le permitiese a la víctima actuar en esta etapa del proceso, la
víctima adquiriría el estatus de un segundo acusador, con lo cual, habrían tres partes: dos en
35
contra de una . De modo que con ello se le estaría desfigurando o anulando su calidad de
acusatorio y adversativo al proceso y se verían afectados los derechos de la defensa. Por
tanto, la Corte sostiene que la desigualdad que aquí se da está plenamente justificada.
Asimismo, se ha considerado que con estas disposiciones no se violan los derechos de
participación de las víctimas, pues durante la etapa anterior al juicio oral sus derechos
pueden ser ejercidos y durante éste sus intereses son representados por el fiscal.

Así mismo, la Corte ha señalado que al abogado de la víctima le está permitido, al terminar
el juicio, intervenir mediante alegatos de conclusión, lo cual no sólo no ocasiona un
desbalance que afecte la estructura adversativa del proceso, sino que, además, se constituye
en un mecanismo idóneo para darle voz a la víctima antes de que se dé la decisión final del
juez (Sentencia C-209 de 2007 M .P. M anuel José Cepeda Espinosa).

4.2.6 Incidente de reparación integral

El incidente de reparación integral (Arts. 102-103) sólo puede iniciarse una vez se ha
declarado la responsabilidad penal del acusado (Art. 137) y precisamente procede a
petición de la víctima, el fiscal o el M inisterio Público. Sin embargo, si la petición es
puramente económica, sólo la víctima, sus herederos o causahabientes están legitimados

35
Sampedro Arrubla, Camilo. “ Sujetos procesales dentro del proceso penal colombiano. Acto Legislativo 03 de 2002”.
En: Derecho penal y sistema acusatorio en Iberoamérica. Bogotá: Universidad Externado. 2003, p. 344.
39

para iniciarlo. El incidente de reparación integral se llevará a cabo en una audiencia pública
en la que deberán mostrarse las pretensiones y las pruebas que se pretendan hacer valer. En
todo caso, su admisión dependerá del reconocimiento que el juez haga del solicitante como
víctima.

Ahora bien, para garantizar la reparación integral de la víctima, al incidente de reparación


integral pueden ser vinculados el tercero civilmente responsable del daño causado y –al
momento de ser llevada a cabo la conciliación- la aseguradora (Arts. 107-108).

Como se ha venido mostrando, era hasta este momento procesal en el que anteriormente se
tenía en cuenta a la víctima, pues la concepción de ésta se encontraba atada únicamente al
resarcimiento económico, de manera que todo el anterior desarrollo lo que ha hecho ha sido
ampliar el concepto de reparación integral, ya que aún cuando sigue estando ligado al
resarcimiento económico, este debe ser apreciado de manera más amplia, pues se encuentra
vinculado al derecho a la verdad, a la justicia y a la reparación de las víctimas.

Esta nueva concepción es la que no ha perneado al interior del aparato judicial de nuestro
país, pues la cultura de la Ley 600 de 2000 parece estar más arraigada de lo esperado, en el
sentido en que los fiscales aún creen que la víctima debe solo participar en el incidente de
reparación integral como era antes. Este nuevo sistema implantado con la Ley 906 de 2004
obliga a que los fiscales trabajen más pues deben informar y tener en cuenta a la víctima. El
incidente de reparación integral simplemente es otra etapa en la que la víctima puede
participar, más no es la única como lo era anteriormente.
40

4. 3 La víctima respecto de las facultades de disposición atribuidas a la Fiscalía

4.3.1 Principio de oportunidad

En virtud de este principio la Fiscalía puede suspender, interrumpir o renunciar a la


persecución penal en los casos establecidos por el Código como causales de aplicación del
principio de oportunidad (Art. 324). De dichas causales, sólo tres hacen referencia explícita
a la víctima:

- Num 1. Cuando se trate de delito sancionado con pena privativa de la libertad que no
exceda en su máximo de seis (6) años y se haya reparado integralmente a la víctima, de
conocerse esta, y además, pueda determinarse de manera objetiva la ausencia o decadencia
del interés del Estado en el ejercicio de la correspondiente acción penal.

- Num 14. Cuando se afecten mínimamente bienes colectivos, siempre y cuando se dé la


reparación integral y pueda deducirse que el hecho no volverá a presentarse.

- Num 15. Cuando la persecución penal de un delito comporte problemas sociales más
significativos, siempre y cuando exista y se produzca una solución alternativa adecuada a
los intereses de las víctimas.

En estas causales la aplicación del principio de oportunidad se hace sobre la condición


necesaria de que se haya reparado integralmente a la víctima si se cumple alguno de los
siguientes supuestos: que el delito no sea grave; que se pueda concluir que no volverá a
presentarse; o que el ejercicio de la correspondiente acción penal no interese al Estado o
pueda ocasionar problemas sociales más significativos. Sin embargo, cumplidos otros
supuestos, la reparación integral de la víctima –uno de sus intereses fundamentales- parece
perder su carácter de condición necesaria y se convierte en una cuestión accesoria y
secundaria a la que se puede renunciar. Este sería el caso, por ejemplo, de las siguientes
causales:

- Num 4. Cuando la persona fuere entregada en extradición a causa de otra conducta


punible y la sanción a la que pudiera llevar la persecución en Colombia carezca de
importancia al lado de la sanción que le hubiera sido impuesta con efectos de cosa juzgada
contra él en el extranjero.
41

- Num 5. Cuando el imputado colabore eficazmente para evitar que continúe el delito o se
realicen otros, o aporte información esencial para la desarticulación de bandas de
delincuencia organizada.

- Num 6. Cuando el imputado sirva como testigo principal de cargo contra los demás
intervinientes, y su declaración en la causa contra ellos se haga bajo inmunidad total o
parcial. En este caso los efectos de la aplicación del principio de oportunidad serán
revocados si la persona beneficiada con el mismo incumple con la obligación que la
motivó.

- Num 9. Cuando la realización del procedimiento implique ries go o amenaza graves a la


seguridad exterior del Estado.

A este respecto –la aplicación del principio de oportunidad y su posible afectación de los
intereses de la víctima- la Corte Constitucional ha expresado su punto de vista. Así, ha
establecido que en la aplicación del principio de oportunidad debe llevarse a cabo una
ponderación entre los derechos de las víctimas y los fines públicos que justifican que de
acuerdo a lo establecido por el Código este se aplique. Esto teniendo en cuenta que algunas
causales establecen tal obligación directamente y otras no.

Asimismo, la Corte ha manifestado que el hecho de que no se incluya específicamente


algún derecho de las víctimas no implica que no deba ser tenido en cuenta, ya que existe
una regla general que orienta toda la actuación penal a atender, dentro de lo posible, los
intereses de la víctima, llevando a cabo siempre su ponderación jurídica concreta. De modo
que no siempre debe prevalecer el derecho de la víctima en desmedro de la posibilidad de
ejercer el principio de oportunidad, pues debe entenderse que en éste siempre se encuentran
integrados aquellos derechos. Así, la Corte ha señalado que la realización de la justicia no
depende siempre de la realización de la condena para un caso particular, sino que puede
conseguirse mediante la protección de los bienes jurídicos de mayor entidad (Sentencia C-
209 de 2007 M .P. M anuel José Cepeda Espinosa).
42

Por otra parte, el Código establece que –en una audiencia especial destinada a que el juez
de control de garantías lleve a cabo el control de legalidad de la aplicación del principio de
oportunidad- la víctima puede controvertir la prueba invocada por la Fiscalía para sustentar
la decisión de aplicar dicho principio. Sin embargo, el artículo 327 establece que esta
decisión debe ser tomada de plano por el juez y que contra esta no es posible presentar
recursos. Esta disposición, según el análisis hecho por la Corte Constitucional pone a las
víctimas en una situación desfavorable, pues al no poder impugnar esta decisión carecen de
mecanismos para hacer efectivos sus derechos a la verdad, la justicia y la reparación. En
esa medida la Corte ha considerado que esta disposición está en contra del orden
constitucional y por tal motivo la ha declarado inconstitucional (Sentencia C-209 de 2007
M .P. M anuel José Cepeda Espinosa).

Por último, la Corte se ha encargado de fijar el alcance de la expresión “tener en cuenta los
intereses de la víctima” a fin de que no se interprete como una mera obligación formal del
fiscal de escuchar a la víctima. Así, en relación con la expresión “intereses” ha determinado
que esta no se refiere a los de carácter económico que se buscan con la reparación del daño,
sino a la satisfacción de los derechos a la verdad, a la justicia y a la reparación. De modo
que en la aplicación del principio de oportunidad debe buscarse –en la medida de lo
posible- la satisfacción de estos derechos. Asimismo, en relación con la expresión “tener en
cuenta” la Corte ha determinado que esta hace referencia a una valoración de los derechos
de las víctimas orientada a que ellas puedan controlar la decisión y si es el caso apelarla si
consideran que va en desmedro de sus derechos (Sentencia C-209/2007 M .P. M anuel José
Cepeda Espinosa).

4.3.2 Preacuerdos y negociaciones

Esta figura permite que la Fiscalía y el imputado lleven a cabo preacuerdos que den por
terminado el proceso. Así, pueden realizarse desde la audiencia de formulación de
imputación hasta la presentación del escrito de acusación (Art. 350), o, si ya se ha
presentado la acusación, hasta el momento en que sea interrogado el acusado al inicio del
juicio oral (Art. 352). Sus objetivos son: permitir que el imputado participe en la definición
43

de su situación jurídica; humanizar y agilizar la actuación penal; y propiciar la reparación


integral de los perjuicios ocasionados con el delito (Art. 348). Por este medio, es posible
entonces llegar a un acuerdo respecto del contenido de la imputación, ya sea porque el
imputado se declara culpable del delito imputado, o porque acepta uno relacionado con
pena menor. A cambio de esto el fiscal puede eliminar las causales de agravación u otro
cargo, o tipificar la conducta como una de pena menor (Art. 350). Una vez realizados estos
preacuerdos, deben ser presentados ante el juez de conocimiento al que obligan, salvo que
ellos desconozcan o quebranten las garantías fundamentales (Art. 351).

Ahora bien, en general, las normas sobre los acuerdos y preacuerdos se refieren
exclusivamente al fiscal y al imputado. De modo que no se establece la obligación directa
de tener en cuenta los intereses de la víctima o de su participación en estos preacuerdos.
Solamente se considera que si dentro de los acuerdos resultan propuestas de reparaciones
efectivas a la víctima, queda a su arbitrio aceptarlas o no. Así, en este último caso, mantiene
su derecho a recurrir a las demás vías judiciales (Arts. 353-354).

A este respecto, la Corte ha sostenido que estas disposiciones excluyen injustificadamente a


la víctima de los actores procesales que pueden intervenir en los preacuerdos y
negociaciones, pues –dado que los intereses de la víctima y de la fiscalía no son
necesariamente coincidentes- al ser excluida se le niega la posibilidad de sentar su posición
acerca de los términos del acuerdo celebrado entre el fiscal y el imputado o acusado. En
este sentido, la Corte ha sostenido que dicha exclusión se constituye en un detrimento de la
intervención efectiva de la víctima en el proceso penal que le impide asegurar el derecho a
la verdad, a la justicia y a la reparación integral. Por esta razón, la Corte ha declarado
exequibles los artículos 348, 350, 351 y 352 en el entendido que la víctima también puede
intervenir en la celebración de acuerdos y preacuerdos entre la Fiscalía y el imputado o
acusado. De modo que debe ser oída e informada de su celebración por el fiscal, y oída por
el juez encargado de aprobar el acuerdo, quien para su aprobación velará porque el mismo
44

no desconozca o quebrante garantías tanto del imputado o acusado, como de las víctimas
(Sentencia C-516 de 2007 M .P. Jaime Córdoba Triviño).

4.3.3 Suspensión del procedimiento a prueba

M ediante una solicitud oral presentada al fiscal antes de la audiencia de acusación, el


imputado puede pedir la suspensión del procedimiento penal a cambio de comprometerse a
reparar el daño ocasionado (Art. 325). Para ello, mediante la solicitud propone un plan de
reparación del daño y plantea unas condiciones que estaría dispuesto a cumplir. Este plan
puede consistir en la mediación con las víctimas a fin de lograr la reparación integral de los
daños causados o la reparación simbólica de los mismos. Todo en el marco de la justicia
restaurativa.

Ahora bien, la resolución de dicha solicitud –así como la modificación del plan de
reparación propuesto- es de competencia del fiscal, y si bien el fiscal debe consultar a la
víctima, no está obligado por el parecer o la voluntad de ella. De hecho, el fiscal puede
suspender el procedimiento a prueba si para el cumplimiento del propósito del principio de
oportunidad llega a estimar conveniente hacerlo antes de decidir sobre la eventual renuncia
al ejercicio de la acción penal (Art. 325).

De ser aprobada, el imputado deberá por un período máximo de tres años cumplir las
condiciones fijadas –entre las que se encuentran aquellas encaminadas a la reparación
integral y a la recuperación de las víctimas-. Si lo hace, el fiscal debe ordenar el archivo
definitivo de la actuación (Art. 326).

4.3.4. Justicia restaurativa

El código establece (Arts. 518-527) un programa de justicia restaurativa, que define como
todo proceso encaminado a lograr un resultado restaurativo, es decir, a obtener un acuerdo
orientado a atender las necesidades y responsabilidades individuales y colectivas de las
partes y a lograr la reintegración de la víctima y del infractor en la comunidad, a fin de
conseguir la reparación, la restitución y el servicio a la comunidad.
45

Lo fundamental de este proceso es que en él participan de manera libre y voluntaria tanto la


víctima como el imputado, el acusado o el sentenciado, para obtener dicho resultado
restaurativo. Como mecanismos para lograr la justicia restaurativa el Código ha establecido
la conciliación preprocesal (esta es obligatoria el caso de delitos querellables como
requisito para la procedencia de la acción penal), la conciliación en el incidente de
reparación integral (que corresponde a la conciliación que se puede efectuar en dicho
incidente) y la mediación (que corresponde a la mediación de una tercero neutral –
particular o servidor público designado por la fiscalía- que facilite la confrontación de los
puntos de vista, con miras a la solución del conflicto).
46

5. Análisis de la participación y de los derechos de la víctima en el proceso penal

Un análisis que permita entender cuál es la participación de la víctima dentro del actual
proceso penal, requiere observar este proceso como un todo y considerar los principios que
rigen al derecho penal en general y que, por tanto, orientan el proceso en particular.

Así, resulta que el titular de la acción penal es el Estado, el cual –de conformidad con la
Constitución Política- la ejerce a través de la Fiscalía General de la Nación. Ésta debe
orientarse a cumplir el objetivo del derecho penal, a saber, proteger los bienes jurídicos de
las agresiones más graves teniendo en cuenta que la pena tiene principalmente un fin
preventivo y no retributivo. Estos planteamientos generales permiten, pues, entender que el
proceso no está diseñado para que los individuos satisfagan sus intereses retributivos sino
para que el Estado, mediante el ejercicio del monopolio legítimo de la fuerza, cumpla el
objetivo de garantizar la seguridad y la convivencia social.

Pero, de igual manera, de conformidad con la Constitución (Artículo 250) la Fiscalía tiene –
en su labor de protección de los bienes jurídicos- la labor igualmente importante de
36
proteger a las víctimas durante el proceso . Asimismo, y en conformidad con los Tratados
Internacionales sobre Derechos Humanos que obligan a Colombia en virtud del bloque de
constitucionalidad, se entiende que los derechos a la verdad, a la justicia y a la reparación
de las víctimas no pueden ser desconocidos y que se constituyen en uno de los fines del
37
proceso como tal . De donde se sigue que la víctima y sus intereses no pueden ser
ignorados, sino que por el contrario, deben ser tenidos en cuenta durante cada etapa
procesal a través de la fijación de mecanismos que le permitan mantenerse informada,
actuar y, si es el caso, oponerse a las decisiones cuando lo considere adecuado e

36
Así, la sentencia C-209 de 2007 (M.P . Manuel José Cepeda Espinosa) sostiene: “ En esencia, el Fiscal es el titular de la
acción penal. Al ejercer dicha acción no sólo representa los intereses del Estado sino también promueve los intereses de
las víctimas”. Véase también la sentencia C-873 de 2003 (M.P . Manuel José Cepeda Espinosa) en la que la Corte señala
las funciones que tiene el fiscal respecto de las víctimas.
37
De hecho, las disposiciones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en materia de los derechos de las
víctimas (a la verdad, a la justicia y a la reparación) hacen parte del bloque de constitucionalidad. Véanse, por ejemplo, las
sentencias T-272 de 1994, C-228 de 2002, C-004 de 2003, T-786 de 2003. Véase también: González Navarro, Antonio
Luis. Sistema de juzgamiento penal acusatorio. Bogotá: Leyer. 2005, pp. 1126-1134.
47

impugnarlas38. Estas dos consideraciones permiten apreciar la tensión que se da entre los
derechos a la verdad, a la justicia y a la reparación de las víctimas y el fin último del
derecho penal: garantizar la seguridad y la convivencia social y, por tanto, proteger los
bienes jurídicos de las agresiones más graves, teniendo en cuenta al mismo tiempo que la
39
pena tiene principalmente un fin preventivo , de modo que se debe propender por un
derecho penal mínimo.

Así, se hace patente la necesidad de llevar a cabo constantemente una ponderación entre
estas dos directrices o principios. A este respecto, un examen de las disposiciones que
hacen referencia a estos aspectos permite sostener que el legislador ha tenido como
propósito, precisamente, establecer una posición intermedia o de balance, que permita
garantizar de un lado, que no se desnaturalice el concepto de “derecho penal mínimo” y de
otro, que esto no implique un menoscabo de los derechos de los sujetos pasivos de los
delitos penales.

La complejidad de está posición se evidencia en las múltiples demandas de


inconstitucionalidad que se han presentado respecto de diferentes artículos concernientes a
los derechos de la víctima, a la consideración de sus intereses y a su participación efectiva
en el proceso. Como consecuencia de esto, la Corte Constitucional ha adquirido un papel
protagónico en la determinación del sentido de las disposiciones y del alcance de los
principios rectores en el proceso penal. Así, la jurisprudencia de la Corte ha tenido un
carácter interpretativo importante y ha determinado el contenido y el sentido en el que
deben ser entendidas las disposiciones procesales a fin de que éstas permitan garantizar la
protección y efectividad de los derechos de las víctimas.

38
Véase la sentencia C-209 de 2007.
39
Ley 599 de 2000 (Arts. 3-4). Véanse, asimismo, las sentencias C-565/93, C-026/95, C-261/96, C-430/96, C-144/97, C-
647/01.
48

De forma general, la posición de la Corte puede ser planteada en los siguientes términos:
del hecho de que todo el proceso penal debe ser garantista de los derechos de la víctima, no
se sigue que toda decisión deba ser tomada a favor de la víctima. Lo que se sigue de esto, es
que las decisiones deben ser tomadas tras realizar una ponderación entre los derechos de la
víctima y los intereses del Estado que puedan estar en juego (necesidad de la pena,
protección de un bien jurídico mayor, etc.). Así, la Corte ha considerado que la protección
de los derechos de la víctima no puede implicar la desprotección de los derechos del
imputado, acusado o sentenciado. Por eso, al tiempo que establece que la víctima es un
40
interviniente especial que debe estar provisto de mecanismos que le permitan ejercer
41
directamente sus derechos , establece también –a fin de preservar el principio de
igualdad 42 y, de ese modo, proteger el derecho del procesado a un juicio justo y de carácter
adversativo- que no puede ser parte del proceso penal. Por tanto, en la etapa anterior al
juicio oral y al término de este, la víctima tiene un ámbito suficiente de participación y
actuación garantizado constitucionalmente mientras que en la etapa del juicio oral no. De
43
esa manera se preserva la naturaleza adversativa del proceso penal .

No obstante, la aplicación del principio de oportunidad y la realización de los preacuerdos y


negociaciones entre la fiscalía y el imputado, son cuestiones que aún pueden resultar
problemáticas. Sobre el primero de ellos la Corte Constitucional ha señalado que debe
entenderse que el fiscal no puede tomar la decisión de aplicar el principio de oportunidad
44
desconociendo de manera absoluta el interés de la víctima . Asimismo, ha señalado que de
esta obligación de tomar en consideración el interés de la víctima, no se sigue que este
vincula absolutamente al fiscal y que, por tanto, no puede aplicar el principio de

40
Sentencia C-454 de 2006.
41
De manera que debe poder participar realmente en el debate probatorio, debe poder impugnar las decisiones
importantes, debe ser escuchada y, en general, debe poder hacer vales sus intereses –no sólo económicos- dentro del
proceso penal. Así, la Corte condicionó la exequibilidad del artículo 289 al entendido de que la víctima también puede
estar presente en la audiencia de formulación de imputación, y del artículo 339 en el entendido que la víctima también
puede intervenir en la audiencia de formulación de acusación para efectuar observaciones al escrito de acusación o
manifestarse sobre las posibles causales de incompetencia, recusaciones, impedimentos o nulidades (Sentencia C-209 de
2007).
42
Sampedro Arrubla, Camilo. “Sujetos procesales dentro del proceso penal colombiano”. Acto Legislativo 03 de 2002.
En: Derecho penal y sistema acusatorio en Iberoamérica. Bogotá: Universidad Externado. 2003, p. 344.
43
Véanse las sentencias C-343 de 2007, C-209 de 2007.
44
Véase la sentencia C-209 de 2007.
49

oportunidad si choca con dicho interés 45, de modo que debe darse una ponderación entre
estos intereses.

En cuanto a los preacuerdos y negociaciones entre la fiscalía y el imputado, las


disposiciones al respecto le otorgan una amplia discrecionalidad a la fiscalía y al imputado
para llevarlos a cabo. Y esto, de acuerdo con intereses que poco tienen que ver con los
intereses de las víctimas y que se refieren más bien a los derechos del imputado a participar
en la definición de su situación y a las facultades de la fiscalía para disponer de la acción
penal con el objeto de perseguir aquello que a su juicio tenga mayor importancia. M ás aún,
estas decisiones resultan obligatorias para el juez –a menos que compruebe algo ilegal en su
desarrollo-. Sin embargo, cabe anotar, la víctima puede recurrir a las vías judiciales
ordinarias a fin de hacer efectivo su derecho a la reparación.

Sin duda, las disposiciones generales que orientan todo el ordenamiento son aplicables a los
preacuerdos y negociaciones, de modo que la víctima no desaparece de ellos de forma
absoluta. Pero no es menos cierto que los mecanismos que posee para controlar, oponerse
o, al menos, estar presente en estas negociaciones no son tan claros como los de otras
disposiciones. Por tanto, en este aspecto, la víctima puede verse en una posición
desfavorable que puede derivar directamente en la afectación de sus derechos y en el
desconocimiento de sus intereses.

A este respecto, la Corte Constitucional ha determinado que debe entenderse que la víctima
puede intervenir en la celebración de los preacuerdos y negociaciones entre la fiscalía y el
imputado, y que puede ser oída por el juez que debe aprobar dichos acuerdos. Así, el juez, a
la hora de considerar su aprobación, debe examinar si el acuerdo desconoce o preserva

45
Ibídem.
50

garantías tanto del procesado como de la víctima, de modo que su aprobación por parte del
juez no es totalmente obligatoria, sino que queda regulada por dicho criterio 46.

Todo lo anteriormente expuesto hace manifiesto el papel decisivo que ha desempeñado la


Corte en la defensa y promoción de los derechos a la verdad, a la justicia y a la reparación
de las víctimas. Todo lo cual ha redundando en la ampliación de la participación directa de
la víctima en el proceso penal. Proceso penal que, tal como estaba inicialmente establecido,
impedía en un grado considerable la participación efectiva de las víctimas que instituía
como principio rector.

Sin embargo, es razonable sostener que la efectividad de las disposiciones que ordenan
tener en cuenta los intereses de la víctima pueden resultar dependiendo más de la lealtad o
rectitud con la que actúen las partes procesales que de la fuerza impositiva de las normas
penales. De modo que la garantía de los derechos de la víctima puede resultar afectada por
la discrecionalidad de la fiscalía en la medida que dependería de qué tanto los funcionarios
públicos han interiorizado las directrices hermenéuticas establecidas por la Corte
Constitucional. Así, algunas víctimas podrían verse en situaciones en las que el fiscal
estaría dispuesto a prestar toda la colaboración, a tener en cuenta sus intereses y, en
consecuencia, a hacer una aplicación constitucionalmente consecuente de los principios que
la protegen; mientras que otras podrían verse en situaciones en las que el fiscal estaría
dispuesto a dar mayor prevalencia a los intereses del Estado o excusarse detrás de esto para
simplemente dar por terminado el proceso rápidamente y en las que, por ende, sus derechos
estarían en un segundo plano.

Como se he logrado evidenciar a lo largo de esta investigación, lo anterior resulta ser el


obstáculo más grande que existe en este momento, pues aún cuando la Corte a creado
jurisprudencia bastante importante y aterrizada con la realidad de nuestro país, son los
jueces y los fiscales los que en alguna medida no dejan que la víctima pueda obtener y
46
Véase la sentencia C-516 de 2007.
51

materializar todos los derechos que legalmente tiene. Los fiscales son reacios a cambiar su
mentalidad y su forma de trabajar, en gran parte debido a que la víctima implica un mayor
compromiso con la justicia y un mayor trabajo y colaboración. “La jurisprudencia que
otorga mayores facultades de participación a la víctima dentro del proceso penal no se
aplica eficientemente en la práctica judicial de nuestro país, en gran parte debido a la falta
de cultura de los jueces y de los fiscales. Tanto a unos como a otros les falta ser más
proactivos y dar más información a la víctima acerca de los derechos que esta tiene, pues
muchas veces los fiscales no otorgan derecho alguno, y los jueces al no indagar y
preocuparse por esto dejan desprotegidas a las víctimas, quien muchas veces por razones
47
sociales y económicas no tiene conocimiento alguno de sus prerrogativas” .

Los fiscales no pueden seguir viendo a la víctima como un estorbo, sino como una
herramienta de ayuda. En el momento en el que se cambie esta concepción, los derechos de
las víctimas se van a ver mucho más materializados. Como mencionaba el fiscal xxxx, el
fiscal debe verse a si mismo como el abogado de la víctima, necesitando entablar un
contacto directo y eficiente con esta a lo largo del proceso, pues es finalmente la víctima la
que puede ayudar a establecer la responsabilidad penal y ayudar desentrañar las pruebas
pertinentes. Un diálogo y una relación más estrecha entre estas partes no obstaculizarán al
fiscal, tal y como muchos de ellos creen, por el contrario, le ayudará a realizar su trabajo de
una manera más completa y eficiente.

Es importante que nos demos cuenta de la importancia que tiene la víctima para la recta
impartición de justicia en nuestro país. La justicia no puede estar enfocada únicamente en el
autor del delito y en la pena, pues esta concepción aleja a la víctima del proceso y la relega
a un segundo escenario. Si los fiscales y los jueces creen que el proceso debe estar dirigido
únicamente a imponer una pena o una absolución, dejan de lado a la víctima que ha sufrido
muchas veces un daño moral y económico que debe ser resarcido. Sin embargo, este

47
Entrevista realizada el 27 de Mayo de 2008 a Francia Crioyo - Fiscal Seccional - Florencia Caquetá –
52

resarcimiento no se logra únicamente a través del incidente de reparación integral, tal y


como lo creen muchos fiscales, quienes se escudan detrás de un pensamiento poco acorde a
las realidades de nuestro país, que es el pensar que todas las víctimas buscan únicamente
que les den dinero, pues la verdad solo le interesa al Estado, siendo innecesaria su
participación dentro del proceso penal. Para hacer justicia resulta necesario que las
autoridades judiciales tengan en cuenta que la víctima debe tener unos derechos básicos de
participación pues el derecho a la verdad y a la justicia le compete a todo aquél que se vea
afectado con la conducta punible.

En razón a todo lo anterior, se hace necesario trazar soluciones basadas en el principio de


corresponsabilidad y con enfoque multidisciplinario por parte de las diferentes instituciones
jurídicas penales protagonistas en el proceso. Estas soluciones deben proponer alternativas
de solución a la problemática presentada para permitir una asistencia integral a las víctimas
y el efectivo goce de sus derechos, no sólo en el desarrollo del proceso, sino también con
posterioridad a la sentencia. El acompañamiento que debe prestársele a la víctima debe ser
completo en todos los sentidos, pues no se trata únicamente de recitarle cómo y cuando
puede esta hacer valer sus derechos, sino de enseñar y facilitar su participación dentro del
mismo. Se requiere por tanto una ayuda tanto legal como psicológica enfocada a vincular
satisfactoriamente a la víctima dentro del proceso, sin embargo, para lograr esto se requiere
en primer lugar que los funcionarios judiciales reconozcan la importancia de la
jurisprudencia y la ley para que la interioricen y apliquen.
53

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