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PREMEDICACION EN PEDIATRIA

La evaluación preoperatoria anestésica le permite al anestesiólogo elaborar la estrategia y táctica correctas para garantizar la
adecuada conducción anestésica durante la actividad anestésico-quirúrgica. El conocimiento del estado de sistemas y órganos de
los pacientes, así como la capacidad de reacción de los mismos ante la exposición a la anestesia y la cirugía son aspectos de
interés que se obtienen mediante esta evaluación.

El paciente pediátrico posee características fisiológicas relacionadas con la edad que lo diferencian del adulto, ello determina un
riesgo mayor ante el manejo anestésico, por lo que la evaluación deberá encaminarse a la recolección de una información lo más
exhaustiva posible.

Una adecuada valoración preoperatoria disminuye la morbimortalidad perioperatoria. Aunque la mayoría de los procedimientos
quirúrgicos se realizan en pacientes sanos, en el estudio preoperatorio se puede detectar algún factor de riesgo subyacente que
condicione la evolución intra y postoperatoria del paciente.

Evaluación general
Hay que revisar la historia clínica por completo y en caso de que falten datos complementarlos, por ejemplo, investigar si existen
alergia al látex, transfusiones previas, manifestaciones de infección de la vía respiratoria alta, etc., y hacer un interrogatorio
dirigido. En el caso de un recién nacido de término o pretérmino es indispensable conocer la edad gestacional, el peso al nacer, la
edad posnatal, el peso actual, el estado de hidratación, la diuresis y las condiciones hemodinámicas; estos mismos parámetros
siempre se deben valorar, sea en pacientes electivos (ASA I y II) o en pacientes graves (ASA III, IV y V), cualquiera que sea la
edad. La valoración preoperatoria deberá incluir los siguientes puntos como mínimo:
1. Edad, peso y signos vitales.
2. Historia clínica previa.
3. Curva de temperatura y récord de medicaciones.
4. Alergias.
5. Exámenes de laboratorio e imagenología.
6. Hora de consumo del último alimento.

En la actualidad, se recogen datos sobre antecedentes familiares y personales, se revisa la historia clínica y se realiza una
exploración física que determinará la necesidad de realizar pruebas diagnósticas o de laboratorio que completen el estudio. Estas
pruebas se individualizarán en función de la enfermedad de base del paciente o del tipo de cirugía.
Se entrega a los padres o tutores un consentimiento informado en el que se detallan los riesgos inherentes a la anestesia. El
período de validez del estudio preoperatorio varía en función de la edad del paciente. En cirugía electiva en paciente ASA I-II, se
acepta una validez de un mes en neonato, y de tres a seis meses en niños mayores. Lo ideal es realizar la valoración 48-72 horas
antes de la cirugía para evitar suspensiones de quirófano por enfermedad intercurrente. En intervenciones urgentes la valoración
se realiza inmediatamente antes de la cirugía.

Antecedentes familiares: especialmente antecedentes maternos que suelen


asociarse a problemas neonatales, como son:

antecedentes secuelas
Toxemia Niños bajo peso, interacción de los relajantes
musculares con la administración de magnesio.
Hipertensión arterial Bajo peso al nacer.
Hemorragias Anemia, schock, trastornos de la coagulación.
Sepsis Sepsis, infecciones víricas, trastornos de la coagulación.
Diabetes mellitus Hipoglucemia, traumatismos del parto, macrosomía, o bajo peso al nacer.
Desproporción cefalopélvica Traumatismo del parto, fracturas, hiperbilirrubinemia.
Polihidramnios Fístula traqueobronquial, anencefalia, malformaciones múltiples
Oligohidramnios Hipoplasias renal y pulmonar.
Alcoholismo Malformaciones congénitas, hipoglucemia, bajo peso .........................................
.al nacer, síndrome de alcoholismo fetal
Incompatibilidad Rh-ABO Anemia hemolítica, hiperbilirrubinemia, ictericia.

 Antecedentes personales: edad gestacional y peso al nacer, incidencias en el parto, antecedentes quirúrgicos y
anestésicos.
 Alergias: es importante reflejar alergias e intolerancias alimentarias, y alergia al látex (sobre todo en pacientes con
mielomeningocele o malformaciones del tracto urológico). También posibles reacciones adversas medicamentosas.
 Medicación habitual: en principio no debe suspenderse la medicación crónica que el paciente esté tomando
(anticomiciales, corticoides, broncodilatadores, protectores gástricos). Si el paciente está antiagregado o anticoagulado,
se debe individualizar el riesgo/beneficio de suspender el tratamiento previo a la cirugía, ya que puede condicionar
mayor riesgo de sangrado.
 Exploración física: La exploración física en el recién nacido se enfoca según el trastorno que amerita intervención
quirúrgica. La hidratación a menudo es un aspecto importante por el ayuno y las pérdidas debidas al trastorno
quirúrgico. Los signos clínicos de deshidratación incluyen fontanela hundida, turgencia de la piel disminuida,
membranas secas, ojos hundidos, perfusión cutánea deficiente, llenado capilar tardío, hipotermia, taquicardia o ausencia
de gasto urinario. Si hay signos clínicos de deshidratación, deben hacerse esfuerzos para corregir las deficiencias antes
de la cirugía, salvo en situaciones extremas con peligro para la vida. La exploración física también se enfoca en los
sistemas respiratorio y cardiovascular. Debe detectarse la presencia de cualquier anomalía cardiovascular, como la
perfusión o pulsos disminuidos, ritmo o frecuencia cardiacos anómalos, soplo o galope, hepatomegalia u otros signos de
insuficiencia cardiaca o hipoperfusión. La presencia de un soplo es preocupante en el periodo neonatal y amerita una
valoración adicional, la cual es mejor que realice un cardiólogo pediatra. Un electrocardiograma y un ecocardiograma
ayudan a definir si hay una enfermedad cardiovascular significativa que afecte el tratamiento anestésico. Aunque esta
valoración puede requerir cierto esfuerzo y tiempo, vale la pena asegurar que el anestesiólogo pueda planear la atención
del niño con el conocimiento completo de las limitaciones que la enfermedad cardiovascular imponga.

Aspecto general: Coloración de piel y mucosas, Nutrición, Hidratación, Estado y actividad mental

Cabeza: Fontanela, Dismorfias craneofaciales, Ojos (tamaño y reactividad de las pupilas, estrabismo, otras nomalías), Oídos.
Afecciones, Nariz y boca. Apertura orofaríngea, estado de los paladares duro y blando, dentición, tamaño de la lengua,
hipertrofia, adenoamigdalina, dismorfias maxilar y mandibular

Cuello: Desviación traqueal, tamaño de la glándula tiroides


Torax: Patrón y profundidad de la respiración, Uso de los músculos respiratorios, Auscultación, Ruidos respiratorios (estridor,
roncus, sibilantes,estertores)
Cardiovascular. Pulsos y perfusión periférica
Abdomen: Tamaño, contorno, sensibilidad, rigidez

El examen físico se debe enfocar particularmente en:


1. Estado general del paciente.
2. Presencia o ausencia de anomalías congénitas.
3. Estado de hidratación.
4. Evaluación cardiorrespiratoria.
5. Examen de la vía aérea, que incluya cara, mandíbula, vías nasales, boca, dentadura y faringe, y aplicación de la clasificación
de Mallampati para determinar el grado de dificultad con el que nos podemos encontrar en caso de que la cirugía requiera
intubación endotraqueal (vía aérea difícil).

 Vía aérea difícil: en el paciente pediátrico viene asociada habitualmente a anomalías craneofaciales (fisura palatina y
paladar hendido, síndrome de Apert, Pierre-Robin, Treacher-Collins), macroglosia en el síndrome de Down o en
angiomas faciales, laringomalacia en paciente prematuro). La previsión desde la consulta de preanestesia evita la
incidencia de eventos adversos, ya que permite preparar estrategias de manejo de vía aérea difícil con antelación.
También es importante evaluar si existen piezas dentales deciduales móviles que puedan desprenderse durante la
manipulación de la vía aérea.

Debe identificarse e investigarse la presencia de estridor u otra evidencia de obstrucción de las vías respiratorias, como las
retracciones esternales o de la pared torácica. Aunque la obstrucción de la vía respiratoria superior es relativamente rara en el
recién nacido, las membranas laríngeas, quistes en la lengua o región supraglótica, parálisis de cuerdas vocales después de un
parto traumático y los hemangiomas de las vías respiratorias pueden causar obstrucción y es necesario identificarlos. Además,
los recién nacidos que se intubaron antes pueden tener cierto grado de edema subglótico por la intubación previa. Los más
probables son los signos de compromiso de vías respiratorias inferiores, como taquipnea, gruñido, roncos, retracciones y
cianosis. Esto puede relacionarse con el desarrollo temprano de SIR, pero también puede representar aspiración de meconio,
neumonía, neumotórax o insuficiencia cardiaca. La causa de cualquier dificultad respiratoria debe valorarse de manera expedita
antes de la anestesia para identificar las causas tratables e iniciar el tratamiento.

 Auscultación cardiopulmonar: se pueden detectar soplos cardíacos. Si se conoce la patología cardíaca previa, se debe
pautar una profilaxis de endocarditis en función del tipo de cirugía que se va a realizar. También se puede valorar si
existen sibilancias, roncus y otros ruidos pulmonares patológicos que indiquen una patología pulmonar subyacente
(broncoespasmo, neumonía, derrame pleural, distress respiratorio).

Auscultación. Soplos y su localización


Evaluación de complementarios
Los complementarios serán indicados dependiendo de los resultados obtenidos en el interrogatorio y examen físico, siendo
obligatorio en el paciente prequirúrgico realizar hemograma
Exámenes:
• Hemograma (Hb y Hto).
• Glicemia (pacientes diabéticos).
• Urea, creatinina y electrólitos (pacientes portadores de enfermedad renal o trastornos
electrolíticos).
• Coagulograma (pacientes con enfermedad hematológica o hemorrágicas).
• Electrocardiograma (pacientes con enfermedad cardiovascular congénita o adquirida,
hipertensión arterial).
• Rx de tórax (pacientes portadores de enfermedad respiratoria, cardiopatías congénitas,
anomalías óseas, traumatismos, etcétera).

Existe patología frecuente en pacientes prematuros o con cardiopatías congénitas como la displasia broncopulmonar e
hipertensión pulmonar.

La infección aguda de vías respiratorias incrementa la morbimortalidad perioperatoria, el riesgo de broncoespasmo,


laringoespasmo y neumonía postoperatoria.

Estos episodios son más habituales y de mayor morbilidad en lactantes menores de 1 año asociados a bronquiolitis, ya que el
diámetro de la tráquea y bronquios es menor. Esta hiperreactividad de la vía aérea puede persistir hasta dos semanas después de
la resolución del cuadro respiratorio. Se recomienda retrasar la cirugía electiva 2 a 3 semanas.

Existe riesgo de apnea postoperatoria en el paciente pretérmino menor de 60 semanas posconcepcionales. Se recomienda
monitorización de pulsioximetría durante 12 horas tras la cirugía. Si se realiza una cirugía ambulatoria, se programará en primer
lugar por la mañana o se valorará el ingreso postoperatorio en planta.

A nivel gastrointestinal, es importante conocer si existe reflujo gastroesofágico y si el paciente ha respetado las horas de ayuno,
debido al riesgo de broncoaspiración de contenido gástrico. En cirugía de urgencia a veces es imposible conocer el ayuno o no se
puede demorar la intervención. En ese caso, se realizará una intubación de secuencia rápida, y se informará del riesgo elevado de
broncoaspiración. En la actualidad, se han acortado las pautas de ayuno, por el malestar que provoca en los pacientes pediátricos
y el riesgo de hipoglucemia y deshidratación en neonatos y lactantes.
Si el paciente tiene pautada una nutrición enteral continua, debe suspenderse y se contabilizará el tiempo de ayuno como si fuera
alimento sólido. Si el paciente tiene nutrición parenteral, debe suspenderse para la cirugía y sustituirla por una solución
cristaloide con glucosa para evitar la hipoglucemia.

 Exploración neurológica: en este apartado es importante valorar patologías neuromusculares que pueden influir en la
utilización de relajantes musculares y en intubación prolongada tras la cirugía, así como el riesgo incrementado de
hipertermia maligna asociado a la utilización de succinilcolina, agentes halogenados y neurolépticos. También pueden
asociarse a patologías restrictivas pulmonares y neumonías aspirativas que puedan aumentar la morbilidad intra y
postoperatorias.
 Pruebas complementarias: en función del tipo de cirugía y clasificación ASA del paciente, se decidirán las pruebas
que deberán realizar:
 Niños ASA I-II para cirugía menor, sin riesgo de sangrado, o programados para pruebas diagnósticas
(endoscopia, TAC, RM): no es preciso realizar pruebas complementarias.
 Niños ASA III-IV o cirugía mayor o anestesia regional: hemograma, bioquímica, coagulación. Si existe riesgo
de sangrado, pruebas cruzadas.
 Auscultación cardiopulmonar patológica, infecciones pulmonares de repetición, displasia broncopulmonar,
cirugía cardíaca: radiografía de tórax. Valorar electrocardiograma y ecocardiograma.
 En cirugía de pectus excavatum, cirugía de resección pulmonar, escoliosis o enfermedad neuromuscular, se
solicitan pruebas funcionales respiratorias y ecocardiograma.

Plan pre anestésico


El anestesista tiene múltiples técnicas anestésicas entre las cuales elegir y puede ajustar la anestesia a los requerimientos de la
cirugía y las condiciones del recién nacido. Los principales factores a considerar en la planeación de la anestesia incluyen:
1) hemorragia anticipada y la necesidad de hemoderivados disponibles antes de iniciar el procedimiento;
2) requerimientos de monitorización, incluidas técnicas de vigilancia con penetración corporal;
3) necesidades de equipo adicional para la vía respiratoria y acceso vascular;
4) requerimientos de transporte;
5) riesgo de requerimientos ventilatorios postoperatorios en el sitio de recuperación postoperatoria, y
6) plan para alivio del dolor postoperatorio.

Tanto el estado médico del paciente como el procedimiento quirúrgico planificado influyen en esta planeación. El anestesiólogo
tiene la responsabilidad de aclarar con el cirujano cualquier problema relacionado con el procedimiento programado. En
ocasiones, conforme la planificación avanza, resulta obvio que el paciente necesita una mayor reanimación médica o valoración
antes de avanzar con el procedimiento. Una vez que la planificación anestésica está clara, debe discutirse con el padre o cuidador
que tenga la custodia legal del niño. El consentimiento informado es un proceso por el cual el anestesiólogo explica lo que sabe
sobre el estado del paciente, el procedimiento planificado, el plan para el tratamiento anestésico, las alternativas al plan y cierta
discusión de los riesgos y beneficios. Aunque puede haber circunstancias raras en las que el tutor legal no esté disponible para
dar su consentimiento, deben hacerse los esfuerzos necesarios para mantener esta discusión en todos los casos, salvo las
situaciones más urgentes. Hay que subrayar que el consentimiento informado es un proceso, no un documento. El objetivo del
consentimiento informado es ayudar al padre a comprender la atención que se propone, los riesgos y beneficios implicados, y las
alternativas razonables. La discusión en términos comprensibles para los padres es la base del consentimiento informado real.

INDICACIONES PREANESTÉSICAS
 Hidratación y restricción de líquidos
Los lactantes pueden tomar líquidos claros como agua con azúcar, hasta 4 horas antes de la inducción anestésica. No se les debe
brindar leche, fórmulas o alimentos sólidos.
Si hay demora en el comienzo de la cirugía se debe mantener la hidratación con líquidos endovenosos.
 Medicación pre anestésica

El objetivo principal de la medicación preanestésica en el niño es disminuir el temor y la ansiedad asociados a la separación
de los padres y a otros aspectos de la anestesia, como por ejemplo el miedo a la mascarilla. Ha resultado muy beneficio sola
permanencia de algún ser querido al lado del niño hasta llegado el momento de la inducción anestésica.

Pueden producirse situaciones de temor durante la inducción de la anestesia o en el período posoperatorio inmediato, que pueden
contribuir a la aparición de secuelas psicológicas, tales como: terrores nocturnos, enuresis y rabietas. Determinados pasos pueden
reducir al mínimo el trauma psicológico.

En los niños de más de tres años de edad, los padres deben explicar el objetivo de la intervención quirúrgica con palabras
sencillas, explicándoles la posible secuencia de acontecimientos y la una medicación preanestésica. Esta debe administrarse a
través de una vía agradable, siempre que sea posible molestias que ocasiona. La tensión y la ansiedad de los padres se trasmiten
fácilmente al niño.

Muchos niños sanos, sobre todo de más de 4 años de edad, no requieren ninguna medicación preanestésica, si el anestesiólogo es
una persona con experiencia. Muchos niños no cooperarán salvo que hayan recibido

La pre medicación no es frecuente para la anestesia neonatal. La sedación casi nunca es necesaria y los analgésicos rara vez están
indicados antes de llevar al paciente al quirófano. Pueden usarse atropina. La manipulación de las vías respiratorias o la
administración de succinilcolina causan bradicardia en los recién nacidos si no se administran atropina o glucopirrolato. Aunque
no es obligatorio administrar un vagolítico, debe estar entre los fármacos disponibles de inmediato y es necesaria la
monitorización adicional del anestesiólogo para responder en caso de bradicardia. Aunque la dosis de 20 μg/kg de atropina es la
más frecuente para prevenir la bradicardia, la cuestión de una dosis mínima de 100 μg a 200 μg ha sido causa de controversia.
Sin embargo, parece que las preocupaciones anteriores sobre la bradicardia paradójica con las dosis bajas de atropina no se han
confirmado en estudios clínicos, lo que da lugar a una reversión en la práctica, en la que ya no suele usarse una dosis mínima de
atropina.

Los objetivos fundamentales de la medicación preoperatoria consisten en producir amnesia, ansiólisis y analgesia, así como
evitar o reducir el estrés fisiológico, particularmente en pacientes con cardiopatía congénita cianógena. Otros efectos que se
buscan son reducir los requerimientos de anestésicos, elevar el pH intragástrico, producir vagólisis y disminuir la salivación. Los
pacientes pediátricos ASA I y II se medican a partir de los seis meses de edad, aun cuando la decisión depende
fundamentalmente del estado de madurez del niño. Se emplea midazolam por vía oral, de preferencia, junto con un líquido
edulcorante que suavice su sabor amargo. En casos de niños muy ansiosos se administra la dosis más alta —de 0.5 mg/kg—
entre 15 y 40 min previos a la anestesia, aunque la dosis de 0.3 mg/kg es suficiente en la mayoría de casos. El efecto de esta
medicación es excelente y modifica por completo la percepción del niño hacia el evento anestésico quirúrgico, influyendo este
bienestar en los familiares que lo acompañan. En los casos en los que no se puede administrar por vía oral, se aplica en dosis de
0.2 a 0.5 mg/kg intravenosos previos a la inducción. Puede ocasionar depresión respiratoria, por lo que la necesidad de una
vigilancia estrecha es indispensable. Los opioides como medicación preanestésica se emplean únicamente en los pacientes con
cardiopatía congénita cianosante; se prefiere la morfina por su hidrosolubilidad y la excelente sedación que ofrece en dosis de 0.1
a 0.2 mg/kg por vía intramuscular. En los recién nacidos se emplea la atropina como medicamento único previo a la inducción
anestésica, con objeto de contrarrestar el efecto vagal predominante en este grupo etario. También se utiliza la atropina durante la
inducción en los casos en los que la técnica anestésica incluya un opioide o un relajante neuromuscular, o ambos, que carezca de
efecto vagolítico o bien para contrarrestar el efecto sialogogo de la ketamina.

La medicación por vía oral no es siempre agradable, pues cuando se fuerza a un niño pequeño a beber un jarabe con sabor
amargo, el resultado puede ser un mayor trastorno.

El jarabe de midazolam (es una benzodiazepina con metabolitos inactivos y un aclaramiento considerablemente más
rápido que el diazepam) está convirtiéndose rápidamente en la medicación más utilizada.
El fentanilo por vía oral transmucosa (caramelo de fentanilo) tiene la virtud de un rápido inicio y es una vía agradable de
administración; pero es posible que produzca náuseas importantes, rigidez de la pared torácica, e hiposaturación de oxígeno.

La medicación por vía nasal suele ser desagradable, pero en el paciente que no colabora, puede ser en ocasiones una posible vía
de administración aceptable.
Las inyecciones intramusculares son dolorosas, y tienen un papel limitado, específico para la sedación del niño muy
alterado que no colabora. Una sola inyección intramuscular de midazolam y ketamina, alteran menos que los repetidos
intentos de canulación intravenosa o la aplicación forzada de una mascarilla facial.

La administración por vía rectal de los barbitúricos metohexital, tiamilal, o de benzodiazepinas como el midazolam suelen
producir una sedación fiable en menos de 10 minutos. En los pacientes que presentan dolor antes de la intervención quirúrgica
(un niño con fractura), puede ser aconsejable un opioide en la medicación, tanto para aliviar el dolor como porque el riesgo de
reacciones disfónicas aumenta cuando se administran sedantes sin analgésicos.

El uso de los agentes vagolíticos (atropina o escopolamina) es muy controvertido, existen algunas preferencias de su uso en la
etapa de la inducción anestésica. La medicación preanestésica debe realizarse solamente en lugares en los que existan medios y
personal adiestrado en reanimación cardiopulmonar.

Fármacos en la premedicacion :
Vía Oral
Diazepam: 0,1-0,5 mg/kg Midazolam: 0,5 mg/kg
Ketamina: 5-6 mg/kg Fentanilo (chupa-chups): 10-15 µ/kg
Atropina: 0,02 mg/kg

Vía intranasal
Midazolam: 0,2-0,3 mg/kg Sufentanilo: 1,5-3 µ/kg
Ketamina: 3 mg/kg

Vía rectal
Diazepam: 0,1-0,5 mg/kg Midazolam: 0,4-1 mg/kg
Ketamina: 8-10 mg/kg

Vía intramuscular
Diazepam: 0,1-0,5 mg/kg Midazolam: 0,2-0,3 mg/kg
Ketamina: 5 mg/kg Morfina: 0,1-0,2 mg/kg
Atropina: 0,02 mg/k

Reacciones secundarias y contraindicaciones

Benzodiazepinas
Diazepam: Comienzo de la acción lento y efecto prolongado, aumento de la presión intraocular; a dosis insuficientes puede
causar desinhibición y reducción de la cooperación del paciente Midazolam: Combinada con opiáceos puede producir depresión
respiratoria

Barbitúricos
Pentobarbital o secobarbital: Sabor amargo por vía oral, dolor persistente en el sitio de la inyección, contraindicada en la porfiria

Opiáceos
Morfina, meperidina, fentanilo, sufentanilo: Depresión respiratoria, incidencia de picor nasal, prurito, náuseas y vómitos y
laringoespasmo

Anestésicos disociativos
Ketamina: Eleva la frecuencia cardíaca, presión arterial y presión intracraneana Acumulación de secreciones faríngeas que
pueden provocar espasmo laríngeo

Hipnóticos
Hidrato de cloral (triclofos): Irritación gástrica

Anticolinérgicos
Atropina (escopolamina): Puede producir fiebre, enrojecimiento cutáneo, sequedad en la boca, taquicardia

Antagonistas H2
Cimetidina: Reduce la extracción hepática de fármacos como diazepam, propanolol, difenilhidantoína. Evitar su uso en
neutropenia y trombocitopenia
Ranitidina: Menor efectos secundarios

Premedicación anestésica en el paciente pediátrico con midazolam oral y acetaminofén


El uso de Midazolam permite disminuir la ansiedad de los niños y los requerimientos analgésicos, la aparición de eventos
psicológicos negativos en el postoperatorio, y acorta los tiempos de inducción inhalatoria.
Para corroborar la eficacia de la premedicación con midazolam mezclado con acetaminofén se realizó un estudio en 216 niños
ASA I y II sometidos a procedimientos quirúrgicos, se aplicaron escalas de ansiedad-sedación (Yale modificada y RASS) y se
valoró la tolerancia a la separación de los padres.

Como resultado, en la escala de RASS se observó que el 92% de los pacientes se encontraban en un grado adecuado de sedación
para tolerar la máscara facial e inducción inhalatoria, y además el 86% de los pacientes toleró de manera adecuada la separación
de sus padres. Además, el 61,6% de ellos se encontraban con un grado adecuado de sedación Ansiólisis con la escala de Yale,
previo al momento de la separación de los padres. ansiedad en el momento en que el niño se separa de sus padres y permite una
buena aceptación de la inducción anestésica inhalada.

ANSIOLISIS. SEDACIÓN CONSCIENTE. SEDACIÓN PROFUNDA. ANESTESIA


La mayoría de los procedimientos que se realizan en cirugía pediátrica van a requerir la presencia del anestesiólogo. El paciente
pediátrico es poco colaborador durante la realización de pruebas diagnósticas o tratamientos que impliquen inmovilización
prolongada o dolor. Además de actuar en quirófano durante las intervenciones quirúrgicas, el anestesiólogo también participa en
procedimientos diagnósticos como tomografía axial computarizada (TAC), resonancia magnética (RM), radiología vascular,
curas y suturas de heridas, colocación y retirada de drenajes o de accesos venosos, etc. El anestesiólogo también realiza el
seguimiento postoperatorio en las UCC (Unidades de Cuidados Críticos) quirúrgicos, donde permanecen los pacientes que
precisan una atención intensiva tras la cirugía.

Niños Con Trastornos Del Comportamiento


Hay muchos trastornos de conducta, estos incluyen trastorno del espectro autista (TEA), trastorno por déficit de atención (TDA)
y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).

Es posible que algunos niños no tengan un diagnóstico específico, pero los informes de los padres sobre las dificultades con el
comportamiento también deben ser considerados para planificar el período perioperatorio.

Los padres o tutores forman una parte vital de una vía perioperatoria uniforme. La discusión con los padres sobre el
comportamiento y el cumplimiento es importante para evaluar la probabilidad de cooperación perioperatoria, por ello es
importante preguntar a los padres sobre los signos del niño cuando se altera, cualquier factor desencadenante específicos y las
estrategias que la familia usa para tratar de aliviar esto, ayudará a reconocer el aumento de la angustia.
Otro ejemplo son los niños con TEA que son más propensos a tener comorbilidades asociadas como trastornos convulsivos,
apnea del sueño y retrasos del desarrollo.

Se puede aplicar un proceso preoperatorio “Flexible”, como medir la estatura y el peso en el hogar, hablar con los padres antes
del día de la cirugía, minimizar el tiempo de espera y proporcionar acceso a una habitación tranquila. Esto es importante porque
las dificultades con las interacciones sociales constituyen una característica prominente del trastorno, y ubicar al niño en una sala
concurrida y ruidosa puede provocar un aumento de la angustia y disminuir la cooperación.

Los niños con TDAH pueden ser menos cooperativos en la inducción de la anestesia y tener una mayor incidencia de
comportamientos desadaptativos postoperatorios

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