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ISP Joaquín V.

González
Profesorado en lengua y literatura
Problemas de la literatura contemporánea – Turno Noche
Prof. Laura Destéfanis
Alumna Magalí Solange Igarzábal
Fecha 14-06-23

LIBRO PARA LECTORES OCIOSOS Y ABSOLUTAMENTE ACTIVOS: Me acuerdo, de


Martín Kohan.

De lectura fragmentaria, en apariencia un salpicado de memorias aleatorias inconexas, plagado


de datos válidos para la historia publicitaria: así es el libro de Martín Kohan. Pero, visto desde
otra lente, diré que este escritor y docente universitario argentino nacido en los años ‘60 - finales-
logra armar un croquis de su vida que lxs lectorxs completarán con su interpretación, indagación
e, incluso, interrogantes. Este croquis, que en apariencia por llamarlo de esa manera parecería
estar aludiendo a una obra incompleta – pues está conformada por tan solo cien páginas plagadas
de frases cortas y aparentemente aisladas, tentadora opción para los lectores perezosos- es un
estilo fresco, ágil, de carácter verosímil que utiliza de manera más que astuta para contar algo tan
pesado y abarrotado de sucesos como solería ser una biografía. Unx críticx despitado dirá que
simplifica, sin embargo, me mantendré en el lugar de la defensa para decir que “pone el foco”.
Sin filtrar percepciones propias casi en absoluto- solo en uno o dos casos puntuales-, el escritor
lleva a completar el tejido del poulover de su historia siendo él quien guía la trama y el lector
quien pone las puntadas finales. Consigue con este modo de narrar la metatextualidad con el
hacer artístico en pura escencia: completar el sentido de la obra con su receptor; como señala
Arfuch, hay un mundo del texto y un mundo del lector, y la modalización del relato cobrará
forma solo en el acto de lectura y, en este acto, nos ejercitamos en habitar mundos que son
extranjeros a nosotrxs pues, como indica Ricceur “un texto no es una entidad cerrada sobre sí
misma; es la proyección de un universo nuevo, distinto de aquel en el cual vivimos”. El narrador
no explicita su percepción de los hechos, pero elige contar, por ejemplo, “La bicicleta amarilla
fue comprada con dinero que yo había ganado haciendo publicidades en la televisión”, y remata
“con el resto del dinero nunca supe qué pasó”.

La elección del modo de relatar no es ni más ni menos que “la construcción de un espectáculo,
no así la representación o imitación de una historia de vida” como bien explica Barthes. Este
salpicado de memorias que mencionamos al principio responde al “efecto de realidad” buscado.
Teresa de Lauretis, retomada por Arfuch, resalta el hecho de que la subjetividad es construida a
través de relaciones materiales, y con ello encontramos en Me acuerdo: las venecitas verdes de
ISP Joaquín V. González
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las paredes del colegio David Wolfsohn, la lapicera Astor 303, la campera de gimnasia azul con
tiras celestes de Marian, las fotos que selecciona para la edición; económicas: el equipo de
gimnasia Topper y no Adidas (el deseado); interpersonales: las hermanas de sus compañeros y
amigos del colegio, los vecinos con los que jugaba, las chicas que le gustaban y/o eran sus
novias, el borracho de la Serranita; sociales: las milanesas que se comió en la casa del vecino y
su mamá yendo a disculparse, Hernán llorando al enterarse de que era judío; y la larga duración
histórica “cuyo efecto es la constitución de sujetos como identidades autónomas”.

El recorrido de lo espacial también es singular en Kohan, gusta de contar el lugar en el que se


encuentran los negocios del barrio, la lejanía o cercanía de los vecinos con lxs que jugaba,
incluso si vivían en otra ciudad, como su novia de verano, quien vivía en Lanús, el cambio de
mano de la calle de su casa. Este cóctel de lo espacial, las publicidades, la música de la época o
de otras épocas traídas por lxs adultxs, las golosinas, las distintas secuencias de la vida familiar
en la casa de Bs As, en La Serranita, y con lxs compañerx y amigxs en el colegio y en el barrio,
tal como indica Ricceur, no están relatadas de manera correlativa ni responden a una
enumeración de hechos sucesivos, pero sí logran estos componentes heterogéneos conformar una
unidad; esto lo podemos relevar claramente cuando terminamos la obra y ya tenemos un
personaje armado de quién es, por ejemplo, el padre. Cierto hilo conductor a lo largo de todo el
relato lleva a conformar esta figura: la golpiza, el gustar de la amiga, la revista erótica. Llegará a
mencionar finalizando la obra todas las cosas que le enojaban a este, que claramente eran cosas
personales en absoluto dignas de enojo, como ser el tango bailado en estilo moderno o los que
fumaban sin tragar el humo.

Reforzando la idea de la integridad del corpus armado con una sustanciosa selección de
recuerdos de Kohan, haré mención de una posible referencia paratextual: los juguetes femeninos.
Si bien se cansa de mencionar los modelos de los autos que tienen las figuras masculinas
cercanas, incluyendo a su padre, al relatar los juguetes suele centrarse en los seleccionados
arcaicamente para las niñas: la muñeca Margarita que llevaba atrás de su bicicleta roja, el
elástico al que jugaba hasta estando solo, el muñeco bebote de la hermana con el que también le
gustaba jugar. Es posible que en esta selección de juegos “femeninos” haya una relación directa
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con la dedicatoria: “a mi hermana Marina”. Entre los tópicos de la infancia como los juguetes,
también encontramos otros: el trepar los árboles, el primer beso, la casa abandonada– estas tres
logra reunirlas en una misma escena casi sacada del producto cinematográfico My girl (Mi
primer beso en Latinoamérica) o de uno televisivo más argento, Amigovios.

Ante el impedimento de transmitir con absoluta transparencia hechos sacados de la realidad,


pues ya el mismo ejercicios de “sacarlos” complejiza este acto, Saer nos dice “Aún cuando la
intención de veracidad sea sincera y los hechos narrados rigurosamente exactos (…) sigue
existiendo el obstáculo de (…) los criterios interpretativos y de las turbulencias de sentidos
propios a toda construcción verbal”; esto, llevado al narrador de la obra, nos dirige a dilucidar
dos caminos de análisis -entre tantos posibles - : En principio, ya mencionado parcialmente, el
hecho de que pretenda dar a su escritura biográfica el carácter de veracidad ejecutando el acto de
no emitir criterios interpretativos sobre las recuerdos que trae, observándose en ello una
objetividad casi periodística (periodística en teoría, no en práctica), como si nos estuviese
diciendo “cuento los hechos, Uds. juzguen”. O, quizás, el segundo camino de análisis posible de
esta elección, ya sin pensar en ánimos de conseguir el efecto de veracidad ante la aparente
objetividad, el silencio de la interpretación, del no lugar que ocupa en la obra esa subjetividad
ante el hecho fáctico, esos vacíos, corresponden a un tratamiento específico del mundo que se da
desde la propia experiencia, citando a Kayser “la novela es una epopaya subjetiva en la que el
autor pide permiso para tratar el universo a su manera”, es posible así que esta manera de narrar
esté estrechamente relacionada con el silencio que habría mantenido en su infancia, en la que
posiblemente no se le otorgaba el lugar a su propia voz: no tuvo lugar esa voz al ser golpeado por
su padre- pues pone en la de la abuela la queja que el mismo agredido no pudo emitir-, ni la
experiencia de ser judío ante quienes no lo eran, como su vecino; tampoco cuando notó que su
padre coqueteaba con la amiga de su madre, y que su madre, la del vestido feo, era para este la
rezongona que no lo dejaba tocar música, quien le inspiraba un portazo al entrar a la habitación;
tampoco habría tenido voz al vestirse con equipo deportivo de una marca secundaria, y no la
mejor que era a lo que todxs sus compañerxs de colegio sí podían aspirar. Aún menos tuvo la
posibilidad de expresar lo que sintió al ser menor y estar desnudo para una publicidad. Y aún más
llamativo es que sí pueda manifestar que le causa “tristeza” el jingle de una publicidad, como si
ISP Joaquín V. González
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fuera solo en esas cosas mínimas e irrelevantes en las que se le permite expresar. Su propia
escritura puede ser una analogía de su biografía infanto-juvenil o, simplemente, hace una
búsqueda de la rareza para provocar el extrañamiento en el lector ante esos detalles aleatorios,
mínimos, que, de todos modos, no dejan de caracterizar la época vivida.

Frente al cuestionamiento de veracidad de usar la literatura como medio para contar los hechos
históricos, frente a esa desconfianza de que la ficción pueda estar al servicio de documentar la
realidad, Saer dirá que debido al carácter complejo de la verdad, usar un tratamiento limitado a lo
verificable “implica una reducción abusiva y un empobrecimiento”; por ello, usar la ficción para
contarla responde a una búsqueda de contar la verdad de una manera menos rudimentaria, pues la
vida de unx es lo que pasa por fuera y lo que pasa por dentro, y ese dentro es el que permite
contar la ficción, el complejo entramado de subjetividades alimentadas con percepciones,
lecturas de los hechos, pensamientos, etc. Todas estas son huellas únicas que afectarán a cada
individuo particular, y cada recurso narrativo, estilístico, retórico de este arte permite al escritor
poder volcarlo, volcarlo como sea, que se escape como pueda, pero que quede ahí la huella, la
huella interior transferida

en un papel.

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