Sabemos poco del Covid-19 porque esta es la primera
interacción de la humanidad con este virus. Segundo, el virus sobrevive hasta 72 horas en superficies duras, lo cual facilita contagio. Preocupa que una crisis de esta magnitud ocurra cuando las sociedades están inusualmente polarizadas y el liderazgo parece peculiarmente débil en todo el mundo, como consecuencia de la llegada del populismo a muchos gobiernos influyentes –como el de Estados Unidos y el Reino Unido– y en países regionalmente trascendentes, como México y Brasil.
Después de la experiencia en países asiáticos, donde surgió la pandemia, otras
regiones han podido aprender de la experiencia de los primeros países afectados. Los países que han politizado su reacción han retrasado en forma peligrosa la puesta en marcha de políticas sensatas para hacer frente a la pandemia que provocará una crisis de salud pública inevitable. En Estados Unidos, el patético liderazgo de Donald Trump demoró la reacción de su gobierno. Su primera acción fue culpar a sus enemigos políticos de inventar la pandemia con el objeto de debilitar su campaña de reelección.
Finalmente, el 13 de marzo el gobierno estadounidense se vio obligado a reconocer la
gravedad de la situación, lanzando una estrategia de contención que adopta las prácticas más exitosas en países como Corea. Las economías de Europa y Estados Unidos se van deteniendo gradualmente, mientras el virus ya contagia a muchos otros países que recorrerán la misma trayectoria. Aquellos países que han adoptado prácticas preventivas –Taiwán, Singapur– han sido capaces de evitar picos en la progresión de contagios, lo cual permite que las demandas al sistema de salud sean menos súbitas. Si bien se espera que más de 80% de los casos serán leves o incluso asintomáticos, la fácil propagación del virus y la ausencia tanto de una vacuna como de una terapia efectiva, provocarán un alto número de muertes, a pesar de la baja letalidad del virus.
La pandemia provocará la primera crisis económica mundial desde 2008. A diferencia
de aquella, donde las economías de Estados Unidos, Europa y otros países presentaban serios problemas estructurales, ésta será originada exclusivamente por el virus. Si los gobiernos actúan en forma deliberada y coordinada, es posible que el daño que el virus le cause a economías industrializadas sea temporal, y se manifieste predominantemente en la primera mitad del año. La economía de Estados Unidos entrará en una recesión –quizá severa– con certeza.
Paliar el impacto de una crisis de demanda como la de 2008 fue relativamente
fácil, haciendo uso de herramientas monetarias. En la primera etapa de la crisis, de poco sirve estimular demanda cuando ha ocurrido una interrupción de la oferta, provocada por el cierre de fábricas chinas en regiones afectadas por la pandemia. La capacidad productiva de entidades estadounidenses, europeas y de otros países, resultará también afectada. Se estima que tan sólo en las últimas dos semanas, la cancelación de conferencias y eventos en Estados Unidos detuvo a más de 900 mil viajeros individuales.
Pero hay otras secuelas de la crisis que merecen ser analizadas.