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Leo David Cairo Toribio


6to B de sec
Lunes 11 de diciembre del 2023
República Dominicana, Santo Domingo (D.N.)

Crisis de la globalización y el capitalismo en los tiempos de Covid-19

La magnitud de la pandemia hizo que proliferaran diversos análisis sobre el impacto que
podría tener en las relaciones internacionales y en el proceso de globalización.

Desde la declaración del Covid-19 como pandemia por la Organización Mundial de la Salud
(OMS) el 11 de marzo de 2020 y hasta el momento de escribir estas líneas, más de 210
millones de personas han sido infectadas en el mundo y cerca de 4.41 millones han muerto
como consecuencia del virus y sus variantes (Universidad Johns Hopkins, 2021). Más allá de
la natural preocupación por el impacto en la salud y vidas humanas, esta pandemia viene
también generando corrientes de opinión en la prensa de negocios respecto al retroceso que
estaría experimentando el fenómeno de la globalización como consecuencia de la pandemia.

Se considera globalización como la “creciente integración de los países y pueblos del mundo
provocada por la enorme reducción de los costos de transporte y comunicaciones, así como la
ruptura de barreras artificiales a los flujos de bienes, servicios, capital, conocimientos y
personas a través de las fronteras”. En este sentido y conforme a lo observado en el panorama
económico mundial en las últimas tres décadas, la globalización sería un proceso similar al
balanceo de un péndulo, con movimientos periódicos de avance y retroceso.

Otro punto de vista relaciona la globalización con las decisiones que toman las empresas
sobre su huella geográfica o localización en el mundo. Desde esta perspectiva, una empresa
estaría más globalizada en la medida que esté presente o tenga un mayor número de
subsidiarias o afiliadas ubicadas en partes del mundo alejadas de su país o región de origen
(Pisani, 2021).
Contrariamente a lo informado por la prensa de negocios, el análisis de los eventos ocurridos
desde la denominada Gran Recesión mundial de los años 2008 – 2009 hasta antes de la
declaración del Covid-19 como pandemia en marzo de 2020 - crisis mundial de la deuda, un
rescate sin precedentes de empresas en quiebra por gobiernos de países desarrollados, el
Brexit, la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos y sus acciones
en contra de la globalización y el libre comercio - frente a los eventos posteriores observados
hasta junio de 2021, ha dado pie a que recientes estudios académicos (Felbermayr & Goerg,
2020) den cuenta de lo siguiente:

● El comercio mundial de bienes ya se encontraba en una profunda crisis antes de la


llegada del Covid-19. Mucho antes, la globalización, caracterizada por un crecimiento
más rápido de las transacciones internacionales en relación con las nacionales, había
entrado en una fase de desaceleración. Algunos observadores hablan de una
desglobalización o por lo menos de un estancamiento del proceso.
● La crisis del Covid-19 contribuyó a profundizar esta tendencia. Lograr el
"desacoplamiento" de China, recuperar la "soberanía económica" o "tecnológica" y la
reubicación o relocalización de la producción se han convertido actualmente en
objetivos de las empresas en muchos países desarrollados.
● Al mismo tiempo, el comercio digital y el comercio de productos digitales (software,
licencias, etc.) han demostrado ser más resilientes y se espera que sigan creciendo
después de la pandemia.

¿Cómo afectó al capitalismo?

La revisión del sistema económico acumula mucho tiempo de retraso: todas las señales
apuntaban a 2020, pero un año después de la pandemia, los ricos se han hecho más ricos y los
gobiernos siguen sacrificando vidas por la ilusión del crecimiento económico.

El término “capitalismo tardío” cobró fuerza en la década de 2010, sugiriendo que podíamos
estar llegando a un momento de exceso tan flagrante que nos catapultará a la recuperación
frente a las prácticas insostenibles que afianzaron la desigualdad, el conflicto y sus sistemas
de opresión. Sin embargo, una de las conclusiones extraídas del taller de Crítica Sistémica del
Grupo de Trabajo de Política Económica en Chiapas, México, en 2019, es que es evidente
que el orden económico neoliberal está decidido a quedarse, y si es necesario, a orquestar un
lavado de cara para ocultar sus rasgos más feos. Las condiciones de vida ya precarias de
muchas personas empeoraron con la pandemia, mientras que quienes ya tenían más dinero
siguieron acumulando fortunas

Ha pasado más de un año desde que el COVID-19 fuera declarado una pandemia; al
principio, algunos políticos sugirieron que sería un “gran igualador”. Esto, por supuesto, fue
rápidamente refutado: ¿cómo se distancia uno socialmente en un asentamiento informal, en
comparación con una mansión? ¿Cómo pueden los trabajadores de primera línea minimizar el
riesgo de infección cuando su trabajo no puede realizarse desde casa, y sus empleadores no
les proporcionan el equipo de protección personal (EPP) necesario? El sistema de libre
mercado no estuvo a la altura de las circunstancias para producir los EPP necesarios; entre
Estados Unidos e India hubo competencia, lo que hizo subir los precios (y lo mismo ocurrió
con el suministro de vacunas en Estados Unidos); los dirigentes del gobierno del Reino Unido
dieron contratos de EPP a sus amigos,, en un claro ejemplo de corrupción. ¿Dónde está,
entonces, la innovación para que la oferta satisfaga la creciente demanda?

En 2020, no sólo han muerto más de 3 millones de personas a causa del propio virus, sino que
se han perdido puestos de trabajo, las empresas (normalmente pequeñas, medianas y micro)
han cerrado , y en algunos países que pudieron limitar los efectos del virus, la desesperación
económica hizo que aumentaran las tasas de suicidio. Este debería haber sido un momento
para la solidaridad mundial y las acciones de ayuda. Pero todavía no hemos visto que el
mundo se comprometa a un alto el fuego global, porque los conflictos continúan en muchas
partes del mundo. Mientras ha habido algunas moratorias de la deuda para los países más
pobres, todavía no vemos la cancelación total. Y hemos tenido que prcluso los valores
democráticos se han visto socavados por esta crisis global. La represión y la violencia siguen
siendo la respuesta habitual de algunos gobiernos ante las demandas populares, al tiempo que
se fortalecen los regímenes y las ideas autoritarias en todo el mundo. La participación
ciudadana es limitada y las comunidades no pueden decidir sobre sus propios destinos porque
algunas empresas tienen más influencia que ellas.

El despliegue y la distribución de las vacunas nos ha puesto en clara evidencia la división


entre el Norte y el Sur Global. Algunas partes de Europa y América del Norte empezaron a
vacunar en diciembre de 2020 y en seis meses están alcanzando niveles de cobertura que
pueden permitir el regreso a una especie de nueva normalidad. Sin embargo, el nacionalismo
de las vacunas domina sus políticas, y un malentendido fundamental se asienta en muchos de
estos gobiernos: operan con la idea de que están cumpliendo con su responsabilidad ante su
pueblo al abastecerse de vacunas para sus propios ciudadanos. Canadá ha llegado incluso a
asegurar las vacunas de refuerzo para sus propios nacionales. Pero cada vez que la
producción de vacunas no se amplía ni se comparte en todo el mundo, aumenta el riesgo para
todos nosotros, ya que el virus sigue mutando. La obtención de una vacuna no actúa como un
campo de fuerza impenetrable: a menos que la mayoría de la población mundial esté
vacunada, el virus seguirá mutando y comprometiendo la cobertura. A pesar de este riesgo,
muchos países siguen bloqueando la iniciativa de suspensión de los ADPIC

(licenciar el bochornoso espectáculo de ver el sacrificio de los trabajadores de la salud, en


lugar de equiparles, pagarles y darles el apoyo que necesitaban. El enfrentamiento a esta
crisis ha dependido totalmente de la mano de obra de las mujeres, que constituyen el 70% del
personal sanitario, mientras que el cierre de las escuelas supuso una carga adicional para las
madres trabajadoras, que tuvieron que abandonar en gran número sus trabajos formales para
hacerse cargo de sus familias. La pandemia también intensificó las situaciones de estrés y
trauma, y agravó lo que ONU Mujeres ha calificado como una´´Pandemia en la sombra” de
violencia de género. Así vemos cómo el sistema no tiene objeción a la hora de aceptar el
trabajo y las contribuciones de las mujeres, pero es incapaz de brindarles seguridad, apoyo o
una compensación justa por todo lo que hacen que podría permitir a los países en desarrollo
producir la vacuna y otros productos médicos. Muchas empresas farmacéuticas están.

Al igual que los EPP, es inaceptable que unas pocas empresas monopolicen la producción si
el objetivo es satisfacer la demanda mundial. La pandemia actual se basa en décadas de
políticas de ajuste estructural del FMI que recortaron el gasto en salud pública y privatizaron
gran parte de la atención sanitaria, así como en el papel de Pfizer y otras empresas en la
redacción de las leyes de propiedad intelectual relacionadas con el comercio de la OMC hace
más de dos décadas, negando entonces los medicamentos antirretrovirales que salvan vidas a
las personas diagnosticadas con VIH/SIDA.

Además, las empresas farmacéuticas están en una posición de poder tal, en gran medida
respaldada por los gobiernos, que un demostró que estos países cambiaron sus leyes
relacionadas con las compras y contrataciones públicas para poder comprar la vacuna anti
Covid-19 a estas empresas. Los cambios legislativos permitieron a los gobiernos no revelar ni
los contratos, ni los acuerdos de negociación con los laboratorios. Además, al menos cuatro
de estos países concedieron exenciones fiscales en la compra de vacunas para los
laboratorios.

De estos acontecimientos se desprende que el capitalismo no desaparece ante tremendas


sacudidas ni cambia su rostro en momentos de crisis; el apartheid de las vacunas y la
respuesta global a la pandemia demuestran que nuestro sistema prefiere ver crisis perpetuas y
más muertes antes que plantearse una reforma. Por eso es esencial dirigir nuestra energía
hacia el cambio de sistema y a imaginar nuestra salida del capitalismo. Dado que el
capitalismo globalizado nos ha demostrado que opera de la misma manera en todo el mundo,
llamamos a articular acciones comunes y a intercambiar experiencias desde un lugar de
diálogo y solidaridad.

En conclusión, la pandemia de Covid-19 ha puesto de manifiesto tanto los beneficios como


las deficiencias del capitalismo y la globalización. y se concluye de la siguiente manera:

El capitalismo ha demostrado su capacidad para fomentar la innovación y la rápida


producción de vacunas y tratamientos para hacer frente al virus. Sin embargo, también ha
exacerbado las desigualdades económicas y sociales, ya que ciertos sectores y grupos de la
población se han visto más afectados que otros.

La globalización ha permitido la rápida difusión de información y recursos para combatir la


pandemia a escala mundial. Sin embargo, también ha expuesto la vulnerabilidad de las
cadenas de suministro globales y la interconexión de las economías, lo que ha llevado a
dificultades en la distribución equitativa de suministros médicos y vacunas.

En resumen, la crisis de Covid-19 ha destacado la necesidad de repensar y reformar tanto el


capitalismo como la globalización para hacer frente a futuras crisis de manera más equitativa
y sostenible. Es fundamental encontrar un equilibrio entre la eficiencia económica y la
justicia social para construir un mundo más resiliente y solidario ante los desafíos globales.

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