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ACTITUDES PARA EL DIÁLOGO TEOLÓGICO

EN TIEMPOS DE CRISIS,
SEGÚN EL DE SYNODIS DE HILARIO DE POITIERS

- Hilario de Poitiers jugó un papel decisivo durante la «crisis arriana» del


siglo IV, por su agudeza teológica, su esfuerzo por comprender la teología
de sus adversarios y por buscar el acercamiento de las grandes tradiciones
teológicas de Oriente y Occidente.1
- Por defender la fe, debió partir al exilio en Frigia, en el año 356. En su
exilio Hilario comprendió que muchos orientales, vistos como arrianos en
Occidente, eran en realidad antiarrianos que no aceptaban Nicea porque
veían en la identidad de sustancia entre el Padre y el Hijo (ὁμοούσιος) una
amenaza al dato tradicional de la real distinción personal entre el Padre y el
Hijo.
- Es decir, muchos orientales no aceptaban Nicea no porque dudaran de la
divinidad del Hijo, sino porque querían salvar su distinción personal respecto
del Padre, es decir que rechazaban el sabelianismo, que identificaba P-H.
- En este contexto, Hilario escribe su De synodis, que busca la mutua
comprensión entre antiarrianos de ambas partes del imperio que se miraban
como adversarios sin serlo en realidad. Ofrece principios que favorecen el
diálogo teológico.
1. Contexto histórico y teológico del De synodis
340 - En sus primeros años, la controversia arriana involucró, en la práctica,
sólo a la parte oriental del imperio. Pero con la llegada a Occidente de
obispos condenados en Oriente, en especial, a partir del 340, Roma se vio
envuelta en la crisis y sólo a partir de la mitad del siglo IV, también la Galia.
- 353 Sínodos en Arlés
- y 356 Sínodo de Milán, cuyo propósito era confirmar en occidente la
condena a Atanasio declarada en Oriente por cuestiones disciplinares.
Quienes se negaron a suscribir fueron exiliados: Dionisio de Milán, Eusebio
de Vercelli, Paulino de Tréveris y Lucífero de Cagliari.
- 355 el papa Liberio fue arrestado.

1 Cf. P. Galtier, Saint Hilaire trait d’union entre l’Occident et l’Orient, en


«Gregorianum» 40 (1959) 609-623.
68 Samuel Fernández

356 - sínodo de Béziers: al igual que los anteriores buscaba condenar a


Atanasio. Hilario entró en la escena de la controversia en el sínodo de
Béziers.
No se conserva ningún documento oficial de este sínodo, pero Sulpicio
Severo informa algo: Los concilios de Arlés y Béziers en la Galia fueron
convocados por Constancio II para condenar a Atanasio. Los que no firmaran la
condena serían enviados a exilio. Los opuestos a la condena pedían que, antes de
obligarles a firmar contra Atanasio, se discutiese acerca de la fe. Pero Valente y sus
aliados deseaban la:
- Hilario, presente en el sínodo contra su voluntad, intentó trasladar la
discusión al plano doctrinal, pero, al parecer el propósito principal no era
otro que confirmar la condenación del obispo de Alejandría. Lucífero de
Cagliari. Hilario y Rodanio de Tolosa que se negaron, fueron exiliados.
361 - El exilio de Hilario en Frigia, que se prolongó hasta el 361, significó
una notable contribución a su formación teológica, en especial, por el
contacto con los escritos de autores como Orígenes. Por otra parte, el trato
personal con los obispos orientales de Asia Menor le permitió comprender la
complejidad de la controversia teológica y liberarse de ciertos rígidos
esquemas que circulaban en Occidente, que tendían a interpretar la crisis
arriana de modo demasiado simple y unilateral.
- Dos desacuerdos dividían el imperio e impedían la unidad eclesial: el juicio
disciplinar de Atanasio y la cuestión doctrinal referida al símbolo de Nicea.
En Oriente, parecía estar resuelto el primer obstáculo para la paz. Entonces,
para lograr la plena unidad, era necesario abordar ahora la cuestión doctrinal.
357 - Así que fue convocado un sínodo en Sirmio, presidido por los obispos
Ursacio y Valente. La asamblea episcopal redactó la Segunda fórmula de
Sirmio, que luego fue llamada «La blasfemia de Sirmio». Ella consistía en
una especie de paráfrasis de otras fórmulas de fe, pero que al final introducía
una novedad: la prohibición del uso teológico del término οὐσία, es decir,
«sustancia», y de sus derivados: Pero, porque algunos o muchos se sentían
confundidos por la «substancia», que en griego se llama οὐσία, es decir, para que se
entienda mejor, el ὁμοούσιος [consubstancial] o lo que es llamado ὁμοιοούσιος [de
substancia semejante], no se debe hacer ninguna mención de ello, ni nadie habría de
predicar sobre estas cosas por la causa y razón de que no se contienen en las divinas
Escrituras y porque están por encima del saber humano.
Con esta prohibición se intentaba finalizar definitivamente con las
interminables discusiones teológicas. La intención de Constancio era que
esta fórmula fuese firmada por todos los obispos, para lograr así la ansiada
Actitudes para el diálogo teológico en tiempos de crisis 69

unidad de la Iglesia y, por lo tanto, del imperio. Sin embargo, esta


declaración suscitó rechazo en Occidente y, además, un menos esperable
rechazo en Oriente.
- Esta teología resultaba inaceptable para los sectores moderados de los
eusebianos (los homeousianos), y, por ello, reaccionaron. Pues, un
influyente grupo de obispos eusebianos, encabezados por Eudoxio de
Antioquía, habían dado pasos de radicalización en su tendencia arriana hasta
profesar que el Hijo es desemejante (ἀνόμοιος) respecto del Padre (por esto
fueron llamados anomeos). En este contexto, Jorge de Laodicea escribió una
carta a Macedonio de Constantinopla, Basilio de Ancira, Cecropio de
Nicomedia y Eugenio de Nicea, es decir, al grupo de los eusebianos
moderados que representó una verdadera voz de alarma. En este escenario,
Basilio de Ancira reunió un pequeño sínodo en su propia sede, poco antes de
la Pascua del año 358. Esta asamblea de obispos reaccionó contra los
eusebianos radicales (anomeos) y elaboró dos importantes documentos, una
carta sinodal y una serie de cánones, ampliamente comentados por Hilario en
De synodis, 12-26. A continuación, Basilio de Ancira, Eustacio de Sabaste,
Eleucio de Cízico y Leoncio partieron a Sirmio para exponer la grave
situación ante Constancio. La embajada surtió efecto y Constancio tomó
distancia de Eudoxio.
358 - Constancio convocó el tercer sínodo en Sirmio, en junio del 358. Este
sínodo redactó la Epistula Sirmiensis, o tercera fórmula de Sirmio, un
documento perdido, de gran importancia, que exponía la doctrina
homeousiana. Los obispos, en este sínodo, por una parte argumentaron que
el homoúsios había sido condenado por los obispos que depusieron a Pablo
de Samosata en el sínodo de Antioquía del año 268 y que, por lo tanto, era
un término ilegítimo y, por otra parte, defendieron que el Hijo respecto del
Padre es semejante según la sustancia (ὅμοιος κατ’ οὐσίαν), tomando clara
distancia de los «nuevos arrianos», los anomeos.
Estos rápidos acontecimientos mostraban la necesidad de un sínodo general,
que contara con la autoridad necesaria para zanjar las disputas. Después de
varios cambios de planes, finalmente se decidió celebrar dos sínodos: uno
para los obispos orientales, en Seleucia, y otro en Rímini, para los
occidentales. Y se fijó el gran sínodo para el verano del mismo año.
Sínodo de Sirmio - Posteriormente, una comisión de obispos se reunió en el
llamado IV sínodo de Sirmio para preparar los sínodos de Rímini
(Occidente) y Seleucia (Oriente). En este contexto, una vez que habían sido
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convocados los dos sínodos, pero antes de su celebración, Hilario redactó su


carta De synodis,
- La intención de la obra de Hilario es clara: quiere compartir por carta
«algunas consideraciones de la recta fe», y exponerle a sus colegas
occidentales el contenido de la fe de los obispos orientales, que es objeto de
sospechas. En otras palabras, Hilario busca que sus colegas de Occidente, en
vez de sospechar, comprendan la fe de los obispos orientales. El obispo se
esfuerza por mostrarle a los occidentales que muchos obispos orientales, a
veces con diferentes términos, profesan la misma fe católica.
2. Actitudes para el diálogo teológico en tiempos de crisis
- Es posible reconocer diversas actitudes en el obispo de Poitiers que
favorecen el diálogo teológico en tiempos de crisi
1. Atender al contexto de las fórmulas doctrinales: las fórmulas de fe
responden a determinados contextos polémicos concretos. Esta sencilla
afirmación permite a Hilario justificar la multiplicación de fórmulas de fe,
después de Nicea, sobre todo a partir del año 341. Señala que diversos
momentos y lugares habían hecho necesario otras profesiones de fe: el furor
herético impuso esta necesidad.
- la redacción de textos doctrinales y sus afirmaciones responden a un
particular contexto histórico y teológico. De esta constatación se sigue que
para comprender un documento es necesario conocer su contexto histórico.
Se trata de un importante criterio de interpretación de los documentos
sinodales.
La preocupación por el contexto doctrinal es fundamental: la ausencia del
oμοούσιος de Nicea podía ser vista como una concesión al arrianismo o
como una reacción contra una interpretación sabeliana de Nicea (una
sustancia = una persona). Según Hilario, entonces, el sínodo se concentró en
clarificar la distinción real entre las personas y no su mutua unidad, porque
quería hacerle frente a los herejes que, por insistir en la unidad, caían en el
sabelianismo. De este modo, no sólo es necesario prestar atención a las
palabras, sino también al propósito del documento.
Es tan relevante el propósito de los documentos, que Hilario llega a afirmar
que las fórmulas contrarias, en cuanto a la letra, pueden ser concordantes en
su contenido. Esta reflexión era exigida por un problema bien concreto: la
aparente contradicción entre el sínodo de Antioquía (268) que, según
Actitudes para el diálogo teológico en tiempos de crisis 71

algunos obispos orientales,2 había rechazado que el Hijo fuera consubstancial


al Padre, y el sínodo de Nicea (235), que había declarado al Hijo
consubstancial al Padre:
Contra la herejía de Pablo de Samosata, era necesario insistir en la distinción
entre el Padre y el Hijo, y por ello, en el año 268, se rechazó la unidad de
sustancia (ὁμοούσιος), porque tendía a expresar un tipo de unidad que
suprime la distinción personal del Hijo respecto del Padre; en cambio, contra
la herejía contraria, la de Arrio, era necesario insistir en la unidad entre el
Padre y el Hijo y, por ello, en el año 325, se definió su unidad de sustancia
(ὁμοούσιος). Atanasio, meses después, enfrentará también este problema y
ofrecerá la misma solución: dos formulaciones contrarias que indican el
mismo contenido doctrinal. Estas reflexiones invitan a prestar atención a la
diferencia entre el contenido de la fe y su formulación.
2. Atender a la diferencia entre el contenido de la fe y su formulación
Particularmente en el De Trinitate, Hilario elaboró un consistente discurso
acerca de la trascendencia divina respecto del lenguaje humano, lo que
implica reconocer una radical inadecuación entre el discurso teológico y la
realidad de Dios. Este tema también se encuentra en su carta sobre los
sínodos: «El Dios infinito e inmenso no puede ser entendido ni mostrado con
las breves palabras del discurso humano». Dado que la realidad de Dios «va
más allá de toda nuestra comprensión», hay una desproporción entre Dios y
nuestro lenguaje. Pero Hilario, además de ésta, destaca otra desproporción,
análoga a la anterior, y que se verifica entre el contenido de la fe del
creyente y su expresión concreta. De hecho, a propósito de este tema, afirma:
«Me faltan las palabras, no la comprensión». Es decir, el obispo de Poitiers
declara que cuenta con la comprensión interna de la fe, pero que carece de
las palabras adecuadas para expresarla. De esta manera, no sólo hay una
distancia entre Dios y nuestro lenguaje, sino también entre la comprensión
interna de la fe y su expresión formal.
- supone la diferencia entre los términos con que se expresa la fe (nomen /
verbum) y el contenido de la fe (sensus / intelligentia). Esta misma distinción
se encontrará en Atanasio entre el término (ὄνομα / λέξις) y el significado
(διάνοια / νοῦς).

2 Este dato es muy discutido por los estudiosos, cf. P. de navaScuéS, Pablo de Samosata y
sus adversarios. Estudio histórico-teológico del cristianismo antioqueno en el siglo III, SEA,
Roma 2004, 437-453; X. moraleS, La théologie trinitaire d’Athanase d’Alexandrie, IEA, París
2006, 320-334.
72 Samuel Fernández

- La distinción entre el contenido de la fe y su formulación tiene relevantes


consecuencias para el debate teológico, en especial, en tiempos de crisis. Por
una parte, indica que no basta proclamar materialmente las fórmulas
correctas para profesar, de hecho, la fe correcta: Muchos de entre los nuestros,
hermanos queridísimos, confiesan de tal manera (ita) una sola sustancia (una
substantia) del Padre y del Hijo que se puede ver que la confiesan más impía que
piadosamente.3
- Es decir, los de tendencia sabeliana afirman con Nicea la unidad entre el
Hijo y el Padre, pero lo hacen de tal manera que suprimen la diversidad de
personas (afirman que el Logos eterno no una persona, sino una facultad del
Padre).
- los arrianos, «proclaman al Padre y al Hijo sólo con los nombres, pero no
en la verdad de la esencia, natural y genuina», dado que, si el Hijo fuera una
criatura, como afirman los arrianos, Dios no sería Padre del Hijo, sino sólo
su Creador, y el Hijo no sería Hijo, sino criatura.
Por otra parte, frente a las disputas acerca de la legitimidad de los términos
homoúsios y homeoúsios, para describir la relación entre el Hijo y el Padre,
Hilario reconoce que a veces los desacuerdos radican no en el contenido de
la fe, sino en su expresión verbal: lo verdaderamente relevante no es la
expresión verbal (verbum), sino el contenido de la fe (res ipsa). De hecho,
Hilario acepta como legítima la expresión homeoúsios mientras no se
comprenda como opuesta a la correcta comprensión del homoúsios de Nicea,
pues algunos obispos orientales rechazaban el término homoúsios no porque
quisieran debilitar la divinidad del Hijo, sino porque querían evitar la
interpretación sabeliana de Nicea. Hay un tercer caso: cuando la fe es
correcta sin estar vinculada a una determinada fórmula. En este caso se
encontraba el propio Hilario
Finalmente, un último caso, que es el más deseable, se verifica cuando se
persevera tanto en una correcta profesión de fe como en su piadosa
comprensión. Es decir, cuando una correcta expresión verbal de la fe es
comprendida adecuadamente.

3 Ibid., 67; cf. 21. Hilario denuncia tres comprensiones heterodoxas del ὁμοούσιος de
Nicea: «Y así, la única sustancia predicada respecto del Padre y del Hijo significa o un solo
subsistente que tiene dos denominaciones, o una única sustancia dividida que ha producido a
dos sustancias imperfectas, o una tercera sustancia anterior, que ha sido adquirida y asumida
por dos, que se dice una sola porque siendo una ha sido cortada en dos», ibid., 68.
Actitudes para el diálogo teológico en tiempos de crisis 73

Entonces, la recomendación del teólogo es que, en tiempos de crisis, la


discusión teológica no debe centrarse en los términos (verba), sino en el
contenido de la fe (res ipsa).
Esta constatación plantea un nuevo problema: si las fórmulas (verba) no
aseguran la expresión del contenido de la fe (res ipsa), ¿cómo consolidar la
unidad de la fe eclesial, que exige un contenido accesible a todos? Sin duda
el carácter eclesial de la fe exige formulaciones verbales, comprensibles para
todos, pero ¿cómo asegurar que las fórmulas expresen, para todos, el mismo
contenido de la fe eclesial? La respuesta de Hilario es simple: en tiempos de
crisis, es necesario explicar las fórmulas:
Con estas palabras Hilario reacciona, por una parte, contra quienes juzgan la
ortodoxia sólo sobre la base de la adhesión material a la letra del símbolo de
Nicea, sin interesarse por su comprensión, y, por otra, contra los que
expresan su fe correcta con formulaciones que favorecen a los herejes. En
ambos casos, la solución es evitar la brevedad de las fórmulas, es decir,
ofrecer la fórmula junto con su explicación. En concreto, según el obispo de
Poitiers, tanto la breve expresión de Nicea (ὁμοούσιος) como la de un grupo
de orientales (ὅμοιος κατ’ οὐσίαν) pueden ser comprendidas de modo
ortodoxo o heterodoxo.4 Cabe recordar que en el año 358, todavía, no se
diferenciaban teológicamente los términos técnicos de la controversia
trinitaria, lo que implicaba una inagotable fuente de malos entendidos.
Naturalmente, para explicar el contenido de las fórmulas, es necesario
definir también el contenido de los términos técnicos de la teología trinitaria.
Antes de exponer los cánones de Ancira (358), nuestro autor declara:
Porque frecuentemente nos es necesario el nombre de esencia y sustancia
(nuncupatio essentiae ac substantiae), debemos conocer qué significa
esencia, para que no suceda que cuando hablemos de las realidades
ignoremos el contenido de las palabras (ne de rebus locuturi, rem verborum
nesciamus).5
Nuevamente, aparece el problema de la distinción entre la palabra (verbum)
y su contenido (res). Por ello, por ejemplo, al comentar la segunda fórmula
de Antioquía (341), recuerda que los obispos orientales, por medio de las
tres sustancias, buscan indicar las tres personas subsistentes, contra los
4 Mientras la expresión ὁμοούσιος de Nicea (325), además de su correcta interpretación,
comportaba el riesgo de una comprensión sabeliana (como si el Padre y el Hijo fueran una
única persona), la expresión ὅμοιος κατ’ οὐσίαν, del grupo de los obispos orientales ligados
al sínodo de Ancira (358), aceptaba una interpretación ortodoxa y otra arriana.
5 Hilario, De synodis, 12.
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sabelianos, y no afirmar tres esencias diferentes, como hacen los arrianos.6


La clarificación del contenido de las palabras que se utilizan en el debate
teológico es una condición necesaria para un diálogo fecundo, pues permite
enfrentar «las sospechas y los desacuerdos de palabras».
2.1. Esforzarse por comprender al interlocutor
Por otra parte, la falta de claridad en el contenido de los términos de la
discusión implica el riesgo de la sobreinterpretación, es decir, que el lector,
yendo más allá del discurso de su interlocutor, suponga elementos que, de
hecho, no están presentes en la mente de su adversario y condene sus
palabras. Contra este riesgo, el obispo afirma:
Tengo miedo, no de vosotros – el Señor conoce mi sentimiento –, sino de algunos
que se tienen por demasiado sensatos y prudentes, que no entienden el precepto del
bienaventurado Apóstol para ellos: «No sobreentendáis» (ne supersaperent).7
La reacción es contra aquellos que, aún sin haber escuchado la
argumentación completa, suponen el resto de la argumentación y la
rechazan. Es decir, no se debe ir más allá de lo que afirma el interlocutor, ni
se debe emitir un juicio antes de recorrer la argumentación completa.
En la misma línea, el obispo insiste en que no se debe rechazar una
afirmación por el hecho de que pueda ser mal comprendida. Como es sabido,
el sínodo de Sirmio prohibió el uso del término alegando que «muchos se
sentían confundidos» por el término.8 En su defensa del «consubstancial» de
Nicea, contra los que lo rechazaban por su eventual interpretación sabeliana,
reacciona contra los que decían que se debía reprobar el homoúsion, porque
era posible que se entendiese mal. «Entonces, no nos deberíamos gloriar en
la cruz de Cristo, porque es escándalo para el mundo».9 Y concluye:
Se comprende mal el homoúsios, ¿qué me importa a mí que lo comprendo bien? [...].
Si el homoúsios puede comprenderse mal, que se establezca de qué manera puede
entenderse bien.10
6 La segunda fórmula de Antioquía (341), leída en la traducción latina de Hilario, afirma
que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo «ut sint quidem per substantiam tria», lo que a oídos
latinos contradecía Nicea, que afirmaba la unidad de substantia. Pero la fórmula de
Antioquía no afirma tres sustancias (οὐσίαι), sino tres ὑποστάσεις: «ὡς εἶναι τῇ μὲν
ὑποστάσει τρία».
7 Ibid., 6. Cf. Rm 12,3. La traducción busca reproducir, en el contexto polémico de
Hilario, el significado etimológico el verbo «supersapio», que es un calco de ὑπερφρονέω.
8 Cf. ibid., 11. Se trata de la fórmula de fe que Hilario llamó «la blasfemia de Sirmio».
El texto completo en ASy, §§ 710-712.
9 Hilario, De synodis, 85. Cf. Ga 6,14.
10 Ibid., 86. 88.
Actitudes para el diálogo teológico en tiempos de crisis 75

Cuando una afirmación puede comprenderse mal, no hay que suprimirla,


sino buscar la manera de comprenderla bien.
2.2. Evitar la unilateralidad
Los ambientes polémicos tienden a la polarización, a la intransigencia y, en
definitiva, a la unilateralidad. Por esto, en medio de la severa crisis arriana,
Hilario insiste varias veces en la necesidad de evitar las unilateralidades.
Precisamente porque en los años de la redacción del De synodis la discusión
se había centrado de manera excesiva en la identidad de sustancia entre el
Esta advertencia no es simplemente una medida política para atenuar los
conflictos en medio de una crisis, sino que tiene un fundamento teológico
más profundo, a saber, la complejidad de las afirmaciones centrales del
cristianismo. El Evangelio nunca es unilateral, sino que es un tejido de
afirmaciones en tensión en que, si se abandona una de sus dimensiones, se
desfigura su fisonomía completa. Por ello, a propósito de la unilateral
insistencia de algunos acerca del «consubstancial» de Nicea, destaca que
cada enseñanza cristiana debe ser profesada junto con otra que la equilibra:
En síntesis, concluye Hilario: «No digamos nada aislado de los misterios
divinos».11 Y, siempre a propósito del término «consubstancial»
(ὁμοούσιος), insiste: «No entiendo por qué deba ser confesado antes del
resto, como lo principal, lo más importante y aislado». 12 El misterio de Cristo
debe ser predicado en su integridad, sin unilateralidades:
De hecho, es posible que tres importantes herejes, como los obispos Pablo de
Samosata, Marcelo de Ancira y Fotino de Sirmio, hayan sido defensores del
término «consubstancial» (ὁμοούσιος), pero para negar la real distinción
personal entre el Padre y el Hijo. La unilateral insistencia de estos herejes en
dos elementos centrales de la enseñanza cristiana, a saber el monoteísmo y la
divinidad del Hijo, los condujo a suprimir la distinción de personal, entre el
Padre y el Hijo, otro elemento central del cristianismo. Por ello, casi al final
de la obra, Hilario insiste en que, en el debate teológico, es necesario evitar
las estrechas interpretaciones de las fórmulas, «no sea que, mientras
denunciamos una herejía, nutramos otra herejía».13
3. Balance
Hilario, en su esfuerzo por mostrar a los obispos de Oriente y Occidente que
sus respectivas posiciones teológicas estaban mucho más cerca de lo que
11 Ivi: «Nihil solitarium ex divinis sacramentis... proferamus».
12 Ivi.
13 Ibid., 91.
76 Samuel Fernández

ellos pensaban, desarrolla ciertos criterios y actitudes que favorecen la


comprensión mutua.
El primero es de carácter más histórico y literario: para comprender un
documento es necesario conocer su contexto histórico. Este principio de
interpretación busca la intención de los documentos, es decir, su espíritu,
más que su letra, y muestra el carácter histórico de las formulaciones
doctrinales.
La búsqueda del espíritu en la letra de los documentos, exige una sana
distinción, de carácter literario y teológico, entre la formulación (verbum) y
su contenido (sensus). Esta distancia entre el contenido de la fe (res ipsa) y
su formulación verbal (verbum) implica que, a veces, una fe deficiente puede
ser sostenida con fórmulas literalmente correctas, pero mal comprendidas,
como los que defienden la unidad de sustancia para eliminar la distinción
personal entre el Padre y el Hijo (Marcelo de Ancira y Fotino); o una fe
correcta puede valerse de una formulación deficiente, como los orientales
que prefieren la fórmula «semejante según la sustancia», para evitar el
sabelianismo (Basilio de Ancira); o también una fe correcta puede
simplemente carecer de una formulación, como Hilario mismo antes de
conocer la fórmula de Nicea. Naturalmente, se requiere elaborar fórmulas
correctas que sean bien comprendidas, y para ello, por una parte, es
necesario explicar tanto las fórmulas como el contenido de las palabras y,
por otra, evitar una falsa seguridad que se apoya en la letra de las
formulaciones de fe. En estas ideas de Hilario ya se contiene el célebre
principio: Actus autem [fidei] credentis non terminatur ad enuntiabile, sed
ad rem.14 Como consecuencia, la discusión teológica debe estar
primariamente centrada en el contenido de la fe (res ipsa), más que en las
fórmulas (verba).
2. Otra actitud fundamental que fomenta Hilario es la genuina preocupación
por comprender al interlocutor: escuchar la argumentación completa, no
sobreinterpretar, ni rechazar lo que puede comprenderse mal.
3. Por último, el obispo de Poitiers pone en guardia contra las
unilateralidades y lo hace con motivos auténticamente teológicos: la
conexión entre los diferentes aspectos del cristianismo implica que una
afirmación, en sí correcta, pero aislada del resto de los misterios cristianos,
se vuelve inaceptable. Por ello el creyente debe evitar que, por atacar una
herejía, se establezca otra herejía.

14 tomaS de aquino, S. Th., II-II, 1,2, ad 2.

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