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Antecedentes
La Iglesia del primer milenio estaba dividida en líneas doctrinales, teológicas,
lingüísticas, políticas y geográficas. Las disputas subyacentes al cisma fueron
esencialmente dos.
1.- La primera se refería a la autoridad papal: el papa (es decir, el obispo de
Roma), considerándose investido con el primado petrino (sucesor del apóstol
Pedro) sobre toda la Iglesia por mandato de Cristo, de quien recibiría las
"llaves del Reino de los Cielos" y la autoridad de "pastorear los corderos" (cf.
los Evangelios de Mateo y Juan) y, por tanto, de un verdadero poder
jurisdiccional (según el lenguaje rabínico, conferir las llaves a alguien
significa investirlo de una autoridad), comenzó a reclamar la autoridad natural
sobre los cuatro patriarcados orientales (Constantinopla, Alejandría, Antioquía
y Jerusalén). Estos estaban dispuestos a conceder al patriarca de Occidente
solo una primacía honoraria y permitir que su autoridad efectiva se extendiera
solo sobre los cristianos de Occidente, considerando que la primacía romana
no tenía fundamento bíblico.
Cisma
Un precedente del Cisma tuvo lugar en el año 857, cuando el emperador
bizantino Miguel III, llamado el Beodo, y su ministro Bardas expulsaron de su
sede en Constantinopla al patriarca Ignacio. Lo reemplazaron por un nuevo
candidato para dicho puesto, Focio (reconocido como santo por la Iglesia
ortodoxa, pero no por la católica), quien en seis días recibió todas las órdenes
de la Iglesia. Focio comenzó a entrar en desacuerdo con el papa Nicolás I y
recibió la entronización.
Hay muchas perspectivas y opiniones referentes a la vida de dicho Obispo,
tanto en pro como en su contra. Para los que no le aprobaban en su primacía,
fue descrito como "el hombre más artero y sagaz de su época: hablaba como
un santo y obraba como un demonio"; en cuanto a su favor, fue reconocido
como un "importante constructor de paz de la época". Incluso el papa Nicolás
I se refirió a él por sus "grandes virtudes y el conocimiento universal".3 Poco
tiempo antes de la muerte del patriarca Ignacio, este había abogado para que
Focio fuera restituido como su sucesor después de su segundo período,
manifestando su alta estima y favor por este. Pero Focio fue destituido y
desterrado a un monasterio en el año 887. En todo caso, en su segundo
período, obtuvo el reconocimiento formal del mundo cristiano en un concilio
convocado en Constantinopla en noviembre de 879. Los legados del papa Juan
VIII asistieron, dispuestos a reconocer a Focio como patriarca legítimo, una
concesión por la que el papa fue muy censurado por la opinión latina.
En 1054 el papa León IX quien, amenazado por los normandos, buscaba una
alianza con Bizancio, mandó una embajada a Constantinopla encabezada por
su colaborador, el cardenal Humberto de Silva, y formada por los arzobispos
Federico de Lorena y Pedro de Amalfi. Los delegados papales negaron, a su
llegada a Constantinopla, el título de ecuménico al patriarca Miguel I
Cerulario y, además, pusieron en duda la legitimidad de su elevación al
patriarcado. El patriarca se negó entonces a recibir a los legados. El cardenal
respondió publicando su Diálogo entre un romano y un constantinopolitano,
en el que se burlaba de las costumbres griegas, y abandonó la ciudad tras
excomulgar a Cerulario mediante una bula que depositó el 16 de julio de 1054
sobre el altar de la Iglesia de Santa Sofía. Pocos días después (24 de julio),
Cerulario respondió excomulgando al cardenal y a su séquito, y quemó
públicamente la bula romana, con lo que se inició el Cisma. Alegaba que, en
el momento de la excomunión, León IX había muerto y por lo tanto el acto
excomunicatorio del cardenal de Silva no habría tenido validez; añadía
también que se excomulgaron individuos, no Iglesias.
Existen múltiples conjeturas y una de ellas pretende suponer que el cisma fue
más bien resultado de un largo período de relaciones difíciles entre las dos
partes más importantes de la Iglesia universal: causas como las pretensiones
de suprema autoridad (el título de "ecuménico") del papa de Roma y las
exigencias de autoridad del patriarca de Constantinopla.
El hecho más resaltado fue que el Patriarca de Roma reclamaba autoridad
sobre toda la cristiandad, incluyendo a los cuatro patriarcas más importantes
de Oriente. Este tema lleva a interpretaciones contradictorias sobre lo que
viene a ser "la sagrada tradición apostólica" y "las santas escrituras": los
patriarcas y primados, en comunión plena con estos, alegaban que el Obispo
de Roma solo podía ser un "primero entre sus iguales" o "Primus inter pares",
dejando a la voluntad de Jesucristo la primacía infalible en toda la Iglesia y
negaban toda estructura piramidal sobre las Iglesias hermanas. Por su parte,
varios de los papas contemporáneos a dicha fecha, pretendían sostener sus
preceptos religiosos, por ejemplo, en los escritos del obispo Ireneo de Lyon
(santo padre apostólico), el cual decía que "es necesario que cualquier Iglesia
esté en armonía con la Iglesia hermana, por considerarla depositaria
primigenia de la Tradición apostólica". Dichos pontífices interpretarían como
dicha "Iglesia hermana" a Roma en su caso.
El Gran Cisma también tuvo gran influencia en las variaciones de las prácticas
litúrgicas (calendarios y santorales distintos) y en las disputas sobre las
jurisdicciones episcopales y patriarcales.
Reunión ecuménica
Hubo dos reuniones orientales formales con Roma, en 1274 (en el Segundo
Concilio de Lyon) y en 1439 (en el Concilio de Florencia), pero en ambos
casos las reconciliaciones entre Roma y Oriente fueron posteriormente
repudiadas por los fieles y por el bajo clero de las Iglesias orientales, ya que
los líderes espirituales que participaron en ellas, al permitir estas llamadas
"uniones", habían han ido más allá de su propia autoridad, sin obtener ninguna
retractación del lado latino de las controvertidas "prácticas" establecidas en
Occidente. Los intentos posteriores de reconciliar las Iglesias orientales y
romanas fracasaron; sin embargo, algunas comunidades eclesiásticas,
inicialmente ortodoxas, cambiaron de jurisdicción a lo largo de los siglos,
reconociendo la autoridad del papa y convirtiéndose en católicas. Estas
comunidades ahora se llaman Iglesias orientales católicas o uniatas (término
despectivo con el que los ortodoxos señalan a quienes se han sometido a
Roma, aceptando su controvertida primacía jurisdiccional). Seis de ellas son
patriarcales; el gobierno y el cuidado pastoral del papa sobre todas ellas lo
realiza a través de la Congregación para las Iglesias Orientales (Congregatio
pro Ecclesiis Orientalibus).
Con todo, tanto la Iglesia ortodoxa como la Iglesia católica reivindican
también la exclusividad de la fórmula: "Una, Santa, Católica y Apostólica",
considerándose cada una como la única heredera legítima de la Iglesia
primitiva o universal y atribuyendo a la otra el haber "abandonado la iglesia
verdadera" durante el Gran Cisma. No obstante, tras el Concilio Vaticano II
(1962), la Iglesia católica inició una serie de iniciativas que han contribuido al
acercamiento entre ambas iglesias, y así el papa Pablo VI y el patriarca
ecuménico Atenágoras I decidieron, en una declaración conjunta, el 7 de
diciembre de 1965, «cancelar de la memoria de la Iglesia la sentencia de
excomunión que había sido pronunciada».
Como consecuencia de la expansión musulmana en el siglo VII, tres de los
cuatro patriarcados orientales cayeron bajo dominio del Islam: Alejandría,
Antioquía y Jerusalén. Por eso, el Oriente cristiano se identificó desde
entonces con la Iglesia griega o bizantina, es decir, el Patriarcado de
Constantinopla y las iglesias nacidas como fruto de su acción misionera, que
le reconocían una primacía de jurisdicción o al menos de honor. Estas
cristiandades que giraban en la órbita de Constantinopla, integraban la Iglesia
greco-oriental.
El cristianismo sufrió la impronta de la contraposición entre Oriente y
Occidente, cultura griega y latina. Constantinopla se convirtió en el principal
patriarcado del Oriente cristiano, émulo del pontificado romano,
estrechamente vinculado al Imperio de Bizancio, mientras que Roma se
alejaba cada vez más de este y buscaba su protección en los emperadores
francos o germánicos. En este contexto de creciente frialdad entre las dos
Iglesias, las fricciones y enfrentamientos jalonaron un largo proceso de
debilitamiento de la comunión eclesiástica.
Aunque los eventos de 1054 fueron decisivos, otros eventos conflictivos
posteriores lo hicieron duradero hasta la actualidad:
1 Las Cruzadas lideradas por latinos.
2 La Masacre de los Latinos en Constantinopla en 1182.
3 La represalia occidental en el saqueo de Tesalónica en 1185 por Guillermo
II.
4 La captura y el saqueo de Constantinopla durante la Cuarta Cruzada en
1204.
5 La imposición de patriarcas latinos en los estados cruzados.
Miguel I Cerulario y la separación definitiva
Miguel I Cerulario (ha. 1000 - 1059) fue hombre altivo, prepotente y
ambicioso, de poca formación intelectual, pero lleno de odio contra la Iglesia
romana. Elevado a la Sede Patriarcal de Constantinopla en 1943, su ministerio
coincidiría con el del papa León IX, y ambos consumarían el cisma que se
venía gestando entre ambas Iglesias.
Su enfrentamiento con Roma se inicia en 1051, cuando, tras acusar de herejía
judaica a la Iglesia romana por utilizar pan ácimo en la Eucaristía, ordena que
se cerrasen todas las iglesias de rito latino en Constantinopla que no adoptaran
el rito griego, se apodera de todos los monasterios dependientes de Roma y
arroja de ellos a todos los monjes que obedecían al Papa, y dirige una carta al
clero en la que renovaba todas las antiguas acusaciones contra las dignidades
eclesiásticas occidentales.
En el año 1054, el papa León IX envió a Constantinopla una
legación encabezada por el cardenal Humberto de Silva y los
arzobispos Federico de Lorena y Pedro de Amalfi, portando
un escrito en el que se conminaba a Cerulario a la
retractación de algunos aspectos en conflicto y un decreto de
excomunión en caso de que éste se negase a ello, pero el
patriarca se negó a recibirlos y tratar con ellos. Ante esta
actitud, los legados papales publicaron su “Diálogo entre un
romano y un constantinopolitano”, plagado de burlas contra
las costumbres griegas, y, el 16 de julio de 1054, depositaron
la bula de excomunión en el altar mayor de la iglesia de Santa
Sofía, en Bizancio (antes Constantinopla), y abandonaron la
ciudad de inmediato.
Unos días después, el 24 de julio, el patriarca Miguel I
11 de
Cerulario quemaba públicamente la bula papal y marzo de
excomulgaba al cardenal Humberto y a su séquito. El cisma
2002
entre ambas Iglesias, que aún se perpetúa, se había
consumado. La
delegació
Con todo, aunque el inicio del Gran Cisma queda fechado en n oficial
la Historia a partir del papado de León IX, no son pocos los
de la
investigadores que cuestionan la trascendencia de estos Iglesia
hechos en la efectiva separación de ambas Iglesias, pues, por
Ortodoxa
una parte, cuando la excomunión recíproca tuvo lugar, León griega es
IX ya había muerto, lo que implica que cualquier actuación
recibida
llevada a cabo por el cardenal Humberto carecía ya de por un
validez como legado papal, y, por otra, las excomuniones
Papa en
afectaban a individuos, no a Iglesias. el
Vaticano,
por
El Gran Cisma, hoy
primera
vez desde
que se
Desde aquel instante hasta la actualidad, ambas se denominan
produjo
a sí mismas Iglesia Católica Romana e Iglesia Católica
el Cisma
Ortodoxa y reivindican también la exclusividad de la fórmula
entre
“Una, Santa, Católica y Apostólica”, al tiempo que cada una
Oriente y
se considera como la única heredera legítima de la Iglesia
Occident
e en el
año 1054.