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Facultad de Derecho y Ciencias Sociales


Filial San Juan Bautista - Misiones

Derecho Civil Contratos

UNIDAD IV

Regulación del
Contrato en el Código
Civil Paraguayo

Fuentes. La metodología del Código Civil para la regulación de temas que atañen al
contrato. Principios y reglas. Normas imperativas y normas supletorias. Clasificación de
los contratos: Su utilidad para la aplicación de normas del Código Civil. Contratos
bilaterales-unilaterales, contratos onerosos-gratuitos, contratos nominados-innominados
(o típicos-atípicos), contratos negociados-de adhesión, contratos conmutativos-aleatorios,
contratos de ejecución diferida-de ejecución inmediata.
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FUENTES
A. Generalidades
Según una taxonomía, el derecho público versa sobre el Estado y su
funcionamiento, en tanto que el derecho privado se ocupa
fundamentalmente de los particulares, al regular cuestiones relativas a la
capacidad, al nombre y al domicilio y otras atinentes al comienzo y al fin de
su existencia (derecho de las personas), e incluso aún después en cuanto al
destino de sus bienes (derecho sucesorio). El derecho privado trata,
asimismo, de las relaciones de los individuos dentro del núcleo familiar
(derecho de familia). También se ocupa de todo lo relativo a los bienes o al
patrimonio de los individuos (derechos reales), de su recomposición cuan-
do se encuentra interferido o agredido por terceros y de su disposición
voluntaria (derecho de obligaciones y contratos).
En países de tradición similar a la nuestra la regulación de estas
cuestiones se encuentra en códigos civiles y en algunos casos también en
códigos comerciales y en legislación particularizada relativa a determinadas
materias (como los contratos de distribución y agencia con el extranjero, o
los contratos de leasing, que en nuestro país cuentan con legislación
especial).
Modernamente, en tradiciones jurídicas análogas a la nuestra se
identifica al derecho civil con el derecho privado, debido a una curiosa
evolución que se inicia en la Roma antigua.
Allí el derecho civil regía para los ciudadanos romanos, en tanto que
el derecho de gentes se aplicaba a los extranjeros, llamados a la sazón
peregrinos. Ciudad equivalía a lo que hoy denominamos Estado, de modo
que civil aludía a todo el derecho romano, público o privado, y no a una
división de sus ramas.
La terminología, empero, ha sido trastrocada a partir del medioevo,
paralelamente al fenómeno de la recepción del derecho romano por parte
de académicos de la época, como lo eran los llamados glosadores y
posglosadores o comentadores. Estos centraron su atención en las reglas
romanas que de alguna forma u otra tendrían sentido en la época, con lo
cual fueron desatendidas las cuestiones relativas al derecho público de
antaño, pasando a tener atención deferente las reglas del derecho privado.

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A partir de allí pasa a identificarse el derecho civil con el derecho


privado. Sin embargo, también en la Edad Media ha existido aquí un
desprendimiento importante: el del derecho mercantil, puesto que las
antiguas normas rígidas del derecho civil no satisfacían las necesidades de
agilidad y flexibilidad del comercio.
Hoy día ocurre el proceso inverso y la tendencia constituye que
ambas ramas que se han venido nutriendo recíprocamente de sus
principios terminen unificándose, fenómeno que ha tenido un precedente
importante con el Código Civil italiano de 1942, consolidado en el Paraguay
con el Código Civil sancionado en 1985.
Al respecto, expresa la Exposición de Motivos: El Libro Tercero del
Anteproyecto del Código Civil regula los Contratos y otras fuentes de
obligaciones, materias incluidas por Vélez Sarsfield en el Libro Segundo,
dedicado a las Obligaciones, hechos y actos jurídicos y fuentes de las
relaciones obligatorias.
Al dedicar un libro entero al tratamiento de las fuentes se tuvo en
cuenta que la unificación del derecho privado originaba, una multiplicación
de normas que no tendrían cabida dentro de un Libro más genérico, como
mero Título de menor importancia o cuantía dentro del cuadro
metodológico que configura el anteproyecto. La primera innovación
propuesta se refiere, por consiguiente, a la estructura del cuerpo legal,
dividido ahora en cinco libros en lugar de cuatro.
La ampliación responde no solo a la actualización del derecho civil
con la incorporación de los adelantos enseñados por la doctrina y
aconsejados por las aspiraciones y necesidades de la realidad nacional,
sino de la inclusión en el cuerpo legislativo civil de todos los contratos
comerciales.
La creación de un nuevo libro constituye, por consiguiente, la
consecuencia del fenómeno universal de la comercialización del derecho
civil, al ser invadido por las prácticas y normas mercantiles. El desarrollo
del tráfico mercantil, por otra parte, se traduce en una creciente
complejidad y extensión de las normas que lo regulan. Es así que sobre
2.812 artículos que integran el Código proyectado, corresponden al Libro III
1.203 artículos".
B. Fuentes de la codificación latinoamericana

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Esta región, cuyos desarrollos fascinan a juristas de los principales


círculos mundiales, ha sido calificada como "el sueño de todo
comparatista", un "mosaico" que fue conformándose con la mezcla de
distintos sistemas jurídicos.
Efectivamente, la codificación latinoamericana del siglo XIX se valió
de manera agresiva del derecho comparado, según se refleja en los trabajos
de los tres más influyentes codificadores -y de facto académicos
comparatistas de entonces: Andrés Bello en Chile, Teixeira de Freitas en
Brasil y Dalmacio Vélez Sarsfield en Argentina. En general, los
codificadores son, de hecho -como bien se los ha calificado-, flagrantes
ladrones (arrant thieves), pues cada Código nuevo suele contener artículos
que legisladores de otros países querrán robar tan pronto una oportunidad
favorable se les presente.
Bello vivió en Londres, donde estudió el derecho inglés y el
americano, además de profundizar conocimientos en derecho romano y
español medieval. Incluso llegó a actuar allá como secretario de Bentham,
quizás la más importante figura jurídica inglesa del siglo XIX y de la
historia de su país. Pero su influencia más fuerte se encuentra en el Código
Napoleón, al que Bello consideraba como el "modelo más perfecto", no
obstante lo cual recurría frecuentemente, a la vez, a sus fuentes-como
Pothier -o comentaristas ulteriores-como Delvincourt- para la redacción
final de sus normas inspiradas en el derecho francés.
Freitas, por su parte, quien trabajó en la consolidación del derecho
brasileño en 1.332 artículos (Consolidação, 1858), recurrió frecuentemente
a romanistas de la época-en gran parte germánicos-, entre ellos Hugo,
Heineccius, Savigny, Mackeldey y Ortolán. Aunque esta "consolidación" no
tuvo sanción estatal, la adoptaron como fuente de inspiración tribunales y
abogados. El otro trabajo de Freitas, el Esboço, que fue entregando de 1860
a 1866, se encuentra incompleto por no haberse concluido el libro quinto.
No obstante, representa un inagotable patrimonio jurídico de gran riqueza,
debido sobre todo a sus eruditas notas en donde hizo gala Freitas de su
notable manejo del derecho comparado. Dicho esbozo sirvió como fuente a
su compatriota Clovis Bevilaqua en la redacción del Código Civil brasileño
que estuvo vigente desde 1916 hasta recientemente.
Freitas también inspiró de manera abierta a Vélez Sarsfield, quien a
su vez recurrió a diversas fuentes foráneas, incluso norteamericanas, como

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los trabajos de Joseph Story en materia de derecho internacional privado.


El eclecticismo de Vélez fue consciente y declarado; sus notas al pie de los
artículos revelan la multiplicidad de fuentes y obras a las que recurrió, en
la que ha sido calificada como la codificación "más informada del
continente".
Por lo demás, hubo -y se sigue registrando muy frecuentemente en la
región- experiencias como las del uruguayo Eduardo Acevedo, quien para
redactar, también en el siglo XIX, su proyecto de Código Civil recurrió a
trabajos de los franceses Domat, Pothier, Toullier, Merlin y Troplong, pero
confesó haber evitado citarlos para dar a todo el trabajo resultante un
"carácter nacional", quitándole una apariencia foránea por la cual sería
criticado.
C. Fuentes de la codificación civil paraguaya
Vigente a partir del 1 de enero de 1987, el Código Civil paraguayo
vino a sustituir al de Vélez Sarsfield, importado de la Argentina y de
centenaria vigencia en nuestro país, en torno al cual se había formado un
notable cuerpo de doctrina -en su mayor parte foránea- que súbitamente
quedó desfasado. El nuevo Código no solo ha reformado las materias
propias del derecho civil, sino que, a semejanza del Código Civil italiano de
1942, las ha fusionado en gran parte con las del derecho comercial -con lo
cual puso fin a un divorcio de siglos que modernamente ya no tenía
mayores justificativos.
El Código Civil paraguayo reconoce una diversidad heterogénea de
fuentes, además del Anteproyecto De Gásperi, elaborado por este
reconocido jurista a instancias de la Comisión Nacional de Codificación.
Entre ellas cabe mencionar las principales legislaciones civiles del derecho
comparado, como la francesa, la alemana, la italiana y la argentina, todas
ellas, sobre todo, a través de su exposición racional por parte de la
doctrina. Asimismo, proyectos nunca sancionados legislativamente han
tenido notoria influencia, principalmente el Proyecto Argentino de Reformas
de 1936 y el anteproyecto de Bibiloni que le precedió.
El Anteproyecto De Gásperi ha tenido menos influencia en el texto
definitivo del Código Civil de lo que pudiera parecer, si se considera que ha
sido tomado como base para los trabajos de la comisión codificadora, la
cual, sin embargo, modificó un importante número de sus artículos,
reduciéndolos de 3.597 a 2.812 y depurándolos en sintonía con los

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objetivos trazados desde un primer momento por el equipo jurídico


conformado: claridad, concisión y precisión. En materia de la parte general
de los contratos ha tenido particular incidencia la labor de Ramiro
Rodríguez Alcalá.
Desde la Comisión de Codificación se trabajó incansablemente en la
corrección del borrador de un Código Civil con no pocas desprolijidades,
que tampoco han dejado de deslizarse en el texto definitivo. No debe
olvidarse que en la redacción del Código han trabajado numerosos juristas
por varios lustros, muchas veces sin la coordinación deseable y que en el
trajín incluso han ido cambiándose algunos de ellos. El trabajo grupal
muchas veces se presta a deslices y hasta es objeto de bromas. Como
aquella de "¿no es un camello sino un caballo dibujado por una
Comisión?". O la otra de "si quieres que algo no funcione, forma una
Comisión".
Sin embargo, en general el Código Civil tiene mucho más luces que
sombras. Constituye un cuerpo legal de avanzada de cuyo texto pueden
derivarse soluciones incluso para situaciones que no pudieron haberse
previsto cuando se lo redactaba, como temas relativos a la contratación
electrónica, que si bien hoy amerita regularlos en detalle -siguiendo
tendencias mundiales como las que marca, por ejemplo, la Comisión de
Naciones Unidas para el Derecho Mercantil (UNCITRAL)- encuentran, no
obstante, respuesta satisfactoria en preceptos felices del Código que dan
lugar a la apertura de medios formales para la concreción del contrato.
Así también, resulta digno de destaque la gran compatibilidad entre
las soluciones del Código Civil y las que se vienen propugnando
actualmente, sobre todo a partir de los trabajos de UNCITRAL y UNIDROIT.
II. METODOLOGÍA DEL CÓDIGO CIVIL PARA LA REGULACIÓN DE
TEMAS QUE ATAÑEN AL CONTRATO
El Libro III De los contratos y de otras fuentes de las obligaciones,
regula el Título I, De los contratos en general, en el Título II, De los contratos
en particular, en el Título III, De la evicción y la redhibición; en el Título IV,
De las promesas unilaterales; en el Título V, De la gestión de negocios; en el
Título VI, Del enriquecimiento sin causa y el pago de lo indebido; en el Título
VII, Del derecho de retención; y en el Título VIII, De la responsabilidad civil.

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En el ámbito legislativo del derecho privado paraguayo, no obstante la


proliferación de numerosas leyes especiales, la regulación medular sigue
contenida en el Código Civil paraguayo, en el que se encuentra la
normativa básica en materia de contratos y del derecho aplicable a los
mismos.
El Código Civil paraguayo -está visto- unifica el régimen jurídico
aplicable a las obligaciones civiles y comerciales. Se elimina así la dualidad,
antes existente en el país, de un Código Civil y otro de Comercio. Este
último, que había sido promulgado por ley del 29 de agosto de 1891, solo
queda vigente en su Libro III, relativo a la navegación fluvial.
El derecho de contratos se encuentra diseminado en diversos libros
del Código Civil. Normas relativas a la capacidad y el domicilio se
encuentran en el Libro I. El Código Civil contiene una regulación general de
los hechos y actos jurídicos en su Libro II, como también normas generales
relacionadas a los efectos de las obligaciones y su extinción. En el Libro III
se prevén reglas aplicables a los contratos y se incluyen, además, normas
de responsabilidad civil contractual, aplicables por remisión. Las normas
contractuales de conflicto se encuentran en el Título Preliminar y también
dispersas en otros Libros, si bien fueron mayormente derogadas por la Ley
5393 de 2015 relativa a la contratación internacional.
Nuestro Código Civil no sigue el plan del Código alemán: no deslinda
una parte general de una especial.
Por ello, en su momento han arreciado las críticas hacia el codificador
De Gásperi, cuyos lineamientos sirvieron de base de estudio a la Comisión
de Codificación en la sanción del texto definitivo. No obstante, este se
pronunció enérgicamente ante la misma Comisión, señalando que lo
fundamental era esquematizar a la materia de los hechos y actos jurídicos
en sí, sin importar la adopción de la metodología alemana de incluirlos en
una parte general, y a los contratos en una parte especial, lo que
respondería a un prurito de rigor intelectual antes que a una necesidad
sentida y práctica.
Más importante que cualquier innovación científica resultó prioritario
para la Comisión paraguaya de Codificación tomar por patrón el Código
Civil argentino y seguir sus líneas generales, puesto que, a pesar de sus
defectos, seguía siendo una espléndida obra jurídica, que, por otra parte,
es ampliamente conocida por nosotros. Además, dejarlo de lado significaría

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romper una tradición centenaria que viene tanto de las aulas de enseñanza
universitaria, como de los tribunales.
Por otra parte, el Código Civil italiano de 1942, muy posterior al
alemán de 1900 y al brasileño de 1916, deja de lado la división en parte
general y parte especial, razón por la cual sería inexacto calificar la técnica
de estos como moderna y la de nuestro Código como antigua, dadas la
trascendencia y decisiva influencia que ha tenido en la legislación
contemporánea la italiana, quizás tanto o más aún que la alemana.
II. Concepción del contrato en el Código Civil
El Código Civil recoge una concepción amplia del contrato, acorde con
el estado de la cuestión en el derecho comparado. El contrato no se limita a
reglar derechos, sino que puede transformarlos (novación), transferirlos
(cesión) y extinguir o aniquilarlos (pago por entrega de bienes,
compensación, distracto).
Por lo demás, dentro del esquema de nuestro actual Código Civil el
contrato constituye una especie dentro del género de los hechos y actos
jurídicos. El contrato es, pues, el acto humano, lícito, que se realiza con la
finalidad de producir efectos jurídicos. Lo distingue de los demás actos
jurídicos la peculiaridad de que participan en el contrato al menos dos o
más partes o voluntades. No obstante, contienen todos los actos jurídicos -
incluido el contrato- requisitos que les son comunes, como por ejemplo la
capacidad o aptitud que se exige de los celebrantes, la necesidad de que
sean fruto de voluntades sanas, sin vicios o defectos, y la exigencia de que
sean lícitos, acordes con la moral.
Al igual que De Gásperi, el Código Civil paraguayo omite incluir una
definición del contrato, en línea con códigos como el alemán y el brasileño.
Ello a diferencia del Código Civil francés y del Código Civil argentino de
Vélez que, inspirado en dicho cuerpo legal, prevé en su Art. 1137 la
siguiente definición: "Hay contrato cuando varias personas se ponen de
acuerdo sobre una declaración de voluntad común, destinada a reglar sus
derechos".
En la nota al referido artículo expresa el codificador argentino que
"los jurisconsultos distinguen los contratos de las convenciones, aun
cuando en el uso común se llaman convenciones a los contratos". Aubry y
Rau definen: "Convención es el acuerdo de dos o más personas sobre un

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objeto de interés jurídico, y contrato es la convención en que una o muchas


personas se obligan hacia una o muchas personas a una prestación
cualquiera".
Duranton, distinguiendo las convenciones de los contratos, dice que
ellas no comprenden solo los contratos, sino que abrazan todos los pactos
particulares que se les pueden agregar. Todo contrato es una convención,
pero no toda convención, aunque tenga efectos civiles, es contrato. La
palabra convención es un término genérico que se aplica a toda especie de
negocio o de cláusula que las partes tengan en mira".
Desde el punto de vista etimológico, contrato deriva de contraer
(obligaciones), por lo que parecería apropiado circunscribir este concepto a
los acuerdos cuyo objeto sea crear o modificar obligaciones entre las
partes, en tanto que convención comprendería todo acuerdo destinado a
crear, modificar, transferir o extinguir derechos y obligaciones, en una
relación de género a especio. Sin embargo, el codificador argentino se
inclinó por equipararlos, siguiendo a Savigny, Maynz y Domat.
Esta distinción entre contrato y convención ha perdido interés
práctico en nuestro derecho.
Lo propio acontece con la palabra pacto. Un reconocido tratadista
argentino del siglo pasado expresaba que, a diferencia de lo que ocurrió en
el derecho romano, la palabra pacto suele utilizarse para referirse a
cláusulas accesorias que modifican los efectos normales de los contratos.
Sin embargo, también este distingo carece de relevancia práctica, porque
de todos modos, aunque se admita la dicotomía, los principios de los
contratos tendrán siempre aplicación por analogía.

IV. Requisitos
A. En el Código Civil
Prevé el Art. 673 del Código Civil: "Son requisitos esenciales del
contrato: a) el consentimiento o acuerdo de las partes; b) el objeto; y c) la
forma, cuando fuere prescripta por la ley bajo pena de nulidad".
En el comentario al Libro III, expresa la Exposición de Motivos: "…Al
enumerar los requisitos -o elementos- esenciales del contrato, el
anteproyecto omite la causa, cerrando el camino a las múltiples

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dificultades y controversias planteadas por el Código Napoleón y sus


seguidores sobre el significado y alcance de este elemento. De hecho, los
mismos intereses que tuteló la jurisprudencia al amparo de la imprecisión
anotada, hallan su protección a través de otras normas; la moral y las
buenas costumbres no quedan sin amparo al suprimirse este elemento".
En el comentario al Libro II se lee en la Exposición de Motivos: El
problema de la causa de las obligaciones, tan controvertido en la doctrina,
quedó fuera del Anteproyecto al no habérsela incluido -a la causa- como
uno de los elementos esenciales de las obligaciones".
De entre los requisitos, el inc. a) prevé el consentimiento o acuerdo de
partes, refiriéndose obviamente a los sujetos que, para que haya habido
consentimiento, debe haber tenido intención para celebrar el acto y
capacidad para hacerlo. El inc. b) se refiere al objeto y el inc. c) a la forma
cuando fuere prescripta por la ley bajo pena de nulidad.
B. Derecho comparado
1) Otros Códigos
Otros códigos contienen parecidas enumeraciones. El Código Civil
francés, en su Art. 1108, incluye entre los elementos al consentimiento, la
capacidad, el objeto determinado y la causa lícita; el Código Civil italiano de
1942 en su Art. 1325 incluye al consentimiento, la causa, el objeto y la
forma, cuando es requerida bajo sanción de invalidez. El Código español
prevé en su Art. 1261 al consentimiento, al objeto determinado y a la causa.
Los requisitos se refieren a los contratos; sin embargo, la doctrina los ha
extendido a los actos jurídicos en general.
El B.G.B. (Código Civil alemán) omite enumeración alguna de los
requisitos o elementos. Solo se ocupa de regular directamente la
declaración de voluntad y su contenido (Títulos 2 y 3, Sección III, Libro I,
B.G.B.). También el Código Civil argentino de Vélez y el Código brasileño
obvian toda referencia.
2) La solución en los Principios UNIDROIT y en los PECL
En estos instrumentos no se distingue entre contratos civiles y
comerciales, En los Principios UNIDROIT quedan excluidas las relaciones
de consumo (comentario 2 al preámbulo de los Principios), en tanto que en

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los PECL sí se pretende su aplicación a contratos entre comerciantes y


consumidores y lo mismo ocurre con el Marco Común de Referencia.
Los PECL adoptan un criterio amplio, conforme al cual el concepto
del contrato es el del acuerdo que crea obligaciones legales. En el
comentario al Art. 2:201 se expresa que, en general, el contrato "supone la
intervención de dos o más partes con obligaciones recíprocas. No obstante
también comprende el concepto las promesas de cumplimiento, por
ejemplo pagar una suma de dinero si la otra parte lleva a cabo una
determinada acción, así como las obligaciones asumidas por una sola
parte, como las promesas de donación y las promesas vinculantes sin
necesidad de aceptación".
Al igual que en los Principios UNIDROIT, no se exige en los PECIL
causa ni consideration ni tampoco la efectiva transmisión de la propiedad
para determinados contratos (contratos reales), como requisito de
formación.
3) Normas contenidas en cuerpos normativos extraños al Código Civil
Las normas relativas a defensa del consumidor afectan de manera
importante al derecho contractual. La Ley paraguaya 1334 de 1998, De
Defensa del Consumidor y del Usuario, entró en vigencia en el mes de abril
de 1999. Contiene 54 artículos, que introducen -en lo que respecta a las
relaciones de consumo-modificaciones al régimen de contratación previsto
en el Código Civil y Comercial, amén de regular -entre otras- cuestiones
relativas a la salubridad, a la publicidad y a otras obligaciones a observarse
en la comercialización de productos y servicios, con las sanciones
correspondientes.
Como evaluación general, puede afirmarse que lamentablemente e
trata de un cuerpo legal poco feliz, ambiguo, con normas superpuestas no
solo dentro del mismo sino con respecto a otras leyes. Ello hace que en su
aplicación pueda constituir una fuente inagotable de controversias, en
perjuicio de la seguridad en las transacciones y con el costo adicional que -
innegablemente- toda incertidumbre acarrea en la órbita comercial.
Evidentemente, han sido fuentes principales de nuestra Ley del
Consumidor las de Argentina y Brasil sobre la materia, y gran parte de las
contradicciones emergen del mal copiado de las normas o de su concepción
deficiente en desatención del sistema jurídico autóctono.

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Un régimen peculiar también surge de la Ley 194 de 1993, De


Agencia, Representación y Distribución Internacional. Ella modifica el Código
Civil, de manera imperativa, en cuestiones relativas sobre todo a la
terminación de este tipo de vinculaciones contractuales.
También contiene un régimen especial, en algunos aspectos, la Ley
2051 de 2003, De Contrataciones Públicas. Ello sobre todo en lo que se
refiere a las facultades exorbitantes de la administración, que le permiten
unilateralmente alterar el contrato o hasta terminarlo (Art. 55, incisos b y
c) bajo ciertos requisitos y con determinadas consecuencias, si bien en su
mayor parte se aplican supletoriamente las normas del Código Civil.
Otras leyes que tocan cuestiones contractuales son las siguientes:
Código Rural (Ley 1248 de 1931) y Estatuto Agrario (Ley 622 de 1960);
Código Aeronáutico (Ley 1860 de 2002); Ley 779 de 1995, De Hidrocarburos;
Ley 3180 de 2007, De Minería y Ley 3239 de 2008, De los Recursos Hídricos
del Paraguay; Ley 154 de 1969, De Quiebras; Ley 215 de 1970, De los
Almacenes Generales de Depósito; Ley 117 de 1993, De Sociedades de
Capital e Industria; Ley 117 de 1991, De Inversiones; Ley 811 de 1996, Que
crea la Administración de Fondos Patrimoniales de Inversión; Ley 827 de
1996, De Seguros; Ley 861 de 1996, De Bancos, Financieras y Otras
Entidades de Crédito; Ley 921 de 1996, De Negocios Fiduciarios; Ley 1036
de 1997, De Sociedades Securitizadoras; Ley 1056 de 1997, De Sociedades
Calificadoras de Riesgos; Ley 1284 de 1998, De Mercado de Valores; Ley
1295 de 1998, De Locación, Arrendamiento o Leasing Financiero o Mercantil;
Ley 2874 de 2006, Del Deporte; Ley 868 de 1981, De Dibujos y Modelos
Industriales; Ley 1294 de 1998, De Marcas y Patentes; Ley 1328 de 1998,
De Derechos de Autor y Derechos Conexos, etcétera.
V. PRINCIPIOS Y REGLAS, IMPERATIVOS Y SUPLETORIOS
Gran parte de las normas previstas en el Código Civil son supletorias
o dispositivas; es decir, encuentran regulación al solo objeto de suplir
alguna falta de estipulación de los contratantes.
Solo las disposiciones imperativas, o en cuya observancia estén
interesados el "orden público", la "moral" o las "buenas costumbres", no
podrán ser dejadas de lado por voluntad de las partes (Arts. 669, 9° y 299,
inc. e, Código Civil).

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En cuanto a la interacción entre las normas, los principios prevalecen


sobre las reglas. Ello porque comúnmente las reglas son meramente
supletorias y los principios se encuentran en un plano axiológico superior.
La excepción se da cuando la regla es imperativa, en cuyo caso
prevalece sobre el principio. Por ejemplo, la regia del Art. 1213, inciso a,
según la cual las donaciones sobre inmuebles deben ser hechas en
escritura pública, prevalece sobre el principio de la libertad de formas, por
tratarse aquella de una norma imperativa.
Para abundar más sobre la distinción entre principios y reglas puede
consultarse el capítulo anterior.
VI. CLASIFICACIÓN DE CONTRATOS: UTILIDAD PARA LA APLICACIÓN
DE NORMAS DEL CÓDIGO CIVIL
Existen diversas clasificaciones de los contratos y de los actos
jurídicos en general. Algunas clasificaciones tienen poca incidencia
práctica, en tanto que otras son realmente fecundas en sus consecuencias,
como se irá exponiendo puntualmente.
En materia contractual es famosa la distinción de Domat entre
contratos sinalagmáticos o bilaterales, reales y gratuitos. Dicha clasificación
es inexacta, pues confunde diferentes niveles. Contratos sinalagmáticos o
bilaterales son acuerdos en que las partes tienen obligaciones recíprocas,
en oposición a los contratos unilaterales, donde la obligación recae en una
sola de las partes. Los contratos reales se forman con la entrega de la cosa
u objeto del acuerdo, en oposición a los contratos consensuales, para cuya
concreción se requiere del mero acuerdo de las partes.
Este distingo no tendría razón de ser en el derecho moderno, porque
en los contratos reales el consenso precede siempre a la entrega, quedando
subsumida esta categoría en la de contratos consensuales; de hecho, para
el Código Civil la categoría de contratos reales está desechada, según se
expone más abajo. Por último, los contratos gratuitos son aquellos en que,
contrariamente a los contratos onerosos, falta el intercambio.
La clasificación de Pothier resulta mucho más rigurosa, puesto que
solo distingue entre contratos gratuitos o de beneficencia y onerosos o
interesados, haciendo notar que los contratos reales integrarían, de
acuerdo a las circunstancias, una u otra categoría. Esta clasificación la
formula Pothier para el tratamiento del problema de la causa. Páginas

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atrás en su obra, efectúa una clasificación más sutil, enunciando allí cinco
divisiones: bilaterales y unilaterales; consensuales y reales; interesados, de
beneficencia y mixtos (interesados subdivididos en conmutativos y
aleatorios); y principales y accesorios. Interesados serían los que se hacen
por interés y utilidad recíproca de ambas partes (venta, alquiler, sociedad,
etcétera); beneficencia, por utilidad de una sola de las partes (prés- tamo
de uso, depósito, etcétera); y mixtos los que confieren beneficios, pero por
debajo del valor, como la donación con cargo.
Por su parte, Vélez Sarsfield se ocupaba de la clasificación en los
contratos en los Arts. 1138 a 1143, lo que fue criticado como impropio para
un cuerpo legislativo, dado su carácter eminentemente doctrinario (Lafaille,
Mosset Iturraspe y Rivera).
A diferencia del Código de Vélez, nuestro Código Civil no contiene
preceptos de carácter doctrinario relativos a la clasificación de los
contratos, si bien efectúa alusión a varias de estas categorías en normas
dispersas, según podrá apreciarse.
VII CONTRATOS BILATERALES-CONTRATOS UNILATERALES.
CONTRATOS ONEROSOS- CONTRATOS GRATUITOS
A. Actos jurídicos y contratos
No debe confundirse esta clasificación, cuando se relaciona a los
contratos, con la de los actos jurídicos. Al respecto, disponía el Art. 946 del
Código Civil argentino de Vélez: "Los actos jurídicos son unilaterales o
bilaterales. Son unilaterales, cuando basta para formarlos la voluntad de
una sola persona, como el testamento. Son bilaterales, cuando requieren el
consentimiento unánime de dos o más personas".
Constituyen ejemplos de actos bilaterales los contratos y sus
rescisiones, el matrimonio, la novación de obligaciones, la constitución de
derechos reales sobre cosa ajena, etcétera. En tanto que son actos
unilaterales el testamento, el reconocimiento de hijos, el reconocimiento de
deuda, la confirmación de un acto anulable, la resolución de un contrato,
la revocación de un contrato, la renuncia de un derecho, la aceptación de
herencia y el otorgamiento de un poder.
Con relación a los contratos, preveía el Art. 1138 del Código de Vélez:
"Los contratos se denominan en este Código unilaterales, o bilaterales. Los
primeros son aquellos en que una sola de las partes se obliga hacia la otra

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sin que ésta le quede obligada. Los segundos, cuando las partes se obligan
recíprocamente la una hacia la otra".
En la nota al pie a este artículo se expresa: "Los contratos bilaterales
deben siempre dar lugar a dos acciones para garantir las dos obligaciones
que comprenden. Los contratos unilaterales, no conteniendo sino una
obligación, no exigen sino sólo una acción; sin embargo, puede suceder que
el deudor cumpliendo la prestación a la cual está obligado, haya sufrido
pérdidas o hecho gastos que deba pagarle al acreedor, y la ley en tal caso le
concede al efecto una acción; pero esta acción no es sino una consecuencia
accidental de actos extrínsecos, y no una consecuencia da directa de la
obligación primitiva. Por estas razones esa acción se distingue de la que
resulta directa y necesariamente del contrato, y se le llama acción
contraria, en oposición a la de la convención que se llama directa.
B. Contratos unilaterales y bilaterales
1) En el derecho comparado
En Italia se sustituyó en el Código Civil de 1942 la terminología
anterior que hablaba de contratos bilaterales y unilaterales por la de
contratos con prestaciones recíprocas o no. La razón debe encontrarse en
el deseo de evitar equívocos con la terminología empleada en materia de
actos jurídicos en general, que según se ha visto pueden clasificarse
también, con distinta connotación, en unilaterales y bilaterales.
En Francia se distingue entre contratos sinalagmáticos y unilaterales
(Arts. 1103 y 1104). En los primeros se crean obligaciones que vinculan a
las partes de manera recíproca; por ejemplo, el vendedor debe entregar las
mercancías y el comprador debe pagar a cambio su precio de adquisición,
En cambio, los contratos unilaterales solo crean obligaciones para una de
las partes y derechos para la otra, y para entenderse celebrados necesitan
la aceptación del que recibe la oferta. En general, si el destinatario no
acepta la promesa recibida, la oferta no será vinculante a modo de
contrato. No obstante y bajo ciertas condiciones y determinados
compromisos unilaterales, como los de cumplir una "obligación natural",
pueden obligar al promitente sin necesidad de aceptación.
En el common law se distingue entre contratos unilaterales y
bilaterales. El contrato bilateral es sinalagmático. El unilateral es aquel en
el que no se exige una contrapromesa del que recibió la oferta. Se

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entenderá que acepta cuando lleve a cabo la acción o soporte la carga que
pide. Bajo la doctrina de consideration la acción o la carga será la
contraprestación que convierte la promesa del oferente en una promesa
vinculante. Una oferta de recompensa hecha al público se entiende
aceptada desde el momento en que una persona que sabe de la existencia
de la oferta lleva a cabo lo que en ella se pedía. Las promesas de
donaciones no se pueden reclamar salvo que se hayan hecho en escritura o
en acta de donación, que no se considere como contrato. El derecho inglés
admite muy pocas veces las promesas unilaterales vinculantes sin
aceptación.
2) La distinción en nuestro Código Civil
Nuestro Código no contiene un precepto doctrinario que defina a los
contratos bilaterales y unilaterales, pero sí se vale de esta clasificación, por
ejemplo, cuando se refiere a la pluralidad de ejemplares, para "los
instrumentos privados que contengan convenciones bilaterales" (Art. 400).
Así también, el Código se refiere a los contratos bilaterales cuando
hace viable la exceptio de non adimpleti contractus, según la cual solo podrá
una parte demandar el cumplimiento del contrato si ella, a su vez, ha
hecho lo propio o así lo ofreciera (Art.719; ver capítulo XII de este libro).
La clasificación tiene también virtualidad para exonerar de
cumplimiento en ciertos casos de terminación, como imposibilidad, pacto
comisorio, rescisión contractual e irrevocabilidad del mandato (Arts. 721,
725, 726 y 917 del Código Civil).
Son contratos bilaterales, por ejemplo, la compraventa, la permuta, la
locación, el contrato de servicios, el mandato retribuido y el juego. A su vez,
son unilaterales los siguientes contratos: donación, mandato, fianza, renta
vitalicia, mutuo, comodato. Si se acepta la categoría del acto colectivo, la
sociedad sería también un contrato unilateral.
3). Contratos bilaterales o sinalagmáticos imperfectos
Algunos autores sostienen la existencia de una subcategoría de
contratos bilaterales imperfectos o sinalagmáticos. Tal sería, por ejemplo, el
mandato gratuito, que eventualmente puede generar la obligación de
reparar los daños y perjuicios surgidos con motivo de su ejecución.
También entrarían dentro de esta categoría el depósito, el comodato y la

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prenda, cuando la otra parte contratante incurre en gastos y debe,


consecuentemente, reembolsárselos.
Vélez Sarsfield observaba en la nota al Art. 1138 de su Código que en
estos casos, sin embargo, la acción reconocida al acreedor es accidental
(acción contraria) y no "acción directa". Por lo demás, en estos supuestos
faltan la reciprocidad de las obligaciones y que ellas nazcan al mismo
momento. En la bilateralidad es fundamental la reciprocidad de las
obligaciones, la cual no se da en el sinalagma imperfecto.
Doctrinariamente se ha planteado también la distinción entre
contratos rigurosamente unilaterales, en que una sola de las partes se
obliga sin que la otra quede comprometida, como ocurre con el mutuo
gratuito. Ello, en contraposición a los contratos no rigurosamente
unilaterales, en los que existen obligaciones de ambas partes pero falta la
reciprocidad. Tal situación ocurre con el comodato, en que existe obligación
de entregar la cosa y de restituirla, pero cada una de estas obligaciones no
constituye la contrapartida de la otra.
C. Contratos onerosos y gratuitos
1) En el derecho comparado
Decía el Art. 1139 del Código de Vélez: "Se dice también en este
Código, que los contratos son a título oneroso, o a título gratuito: son a
título oneroso, cuando las ventajas que procuran a una u otra de las partes
no les es concedida sino por una prestación que ella le ha hecho, o que se
obliga a hacerle; son a título gratuito, cuando aseguran a una u otra de las
partes alguna ventaja, independiente de toda prestación por su parte".
Claramente es un contrato oneroso la compraventa, en que existe una
prestación a cambio de la otra (cosa por dinero), y lo propio ocurre con la
permuta (cosa por cosa). Ello en tanto que la donación constituye un claro
ejemplo del contrato gratuito. No deja de ser gratuito un contrato si
eventualmente surgen obligaciones a cargo de la parte que nada prometió
(ejemplo: donación con cargo), porque no está en el espíritu de las partes
una contraprestación.
Además de la donación pueden ser -o no- actos gratuitos los
siguientes: el mandato, el comodato, el mutuo, el depósito y la renta
vitalicia, como también la renuncia, el negocio a favor de tercero, la

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novación (ejemplo: rebaja de precio), la fianza y la cesión. Son onerosos los


siguientes actos: compraventa, permuta, arrendamiento y varios atípicos.
En el derecho italiano decía Messineo que "contrato oneroso es un
concepto que tiene una comprensión lógica mayor que la del contrato con
prestaciones reciprocas (o bilaterales en la nomenclatura del Código
argentino de Vélez Sarsfield), porque cuando el contrato es con
prestaciones recíprocas es también necesariamente oneroso; por cuanto se
presentan los dos caracteres, por los cuales las prestaciones son dos (una
por parte) y cada contratante necesariamente recibe una ventaja y realiza
al mismo tiempo un sacrificio. Pero no es cierta la proposición recíproca de
que el contrato oneroso es también contrato con prestaciones recíprocas,
por cuanto a veces puede ocurrir que, aun existiendo para una parte
ventaja y sacrificio, el contrato presente una sola prestación (y una sola
obligación). Tal es, por ejemplo, el caso del mutuo con interés: figura de
contrato sinalagmático imperfecto… en este contrato hay en cada momento
(constitución y ejecución) una sola prestación: falta la interdependencia o
reciprocidad".
Lo expresado por Messineo explica por qué, por ejemplo, el Art. 672
del Código Civil admite la teoría de la imprevisión en contratos unilaterales
-que son, no obstante, onerosos- (ver capítulo IX). Para evitar una
confusión con la categoría de contratos unilaterales y bilaterales la
doctrina italiana refiere a "contratos con prestaciones a cargo de una de las
partes" y "contratos con prestaciones recíprocas".
Actualmente, en la doctrina italiana, expresa Roppo que un contrato
gratuito no es necesariamente un contrato unilateral y pone el siguiente
ejemplo: un empresario promete a un intermediario, que acepta, una suma
por cada negocio que le consiga. Este contrato genera obligaciones solo a
cargo del empresario y no del intermediario, quien no asume el
compromiso de conseguir negocios al empresario ni de esforzarse en este
sentido. Es, sin embargo, un contrato oneroso, porque ninguna de las
partes puede conseguir la ventaja contractual si no soporta el
correspondiente sacrificio, en términos de desembolso de dinero por el
empresario, de efectiva prestación de un servicio del intermediario.
Por su parte, observa el venezolano Mélich-Orsini: "La onerosidad es
un carácter que se da siempre en los contratos bilaterales, hasta el punto
de que algunos autores han pretendido identificar ambas categorías. Pero

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onerosidad hace al cambio de prestaciones, no a la reciprocidad entre ellas,


que es lo característico en la bilateralidad del contrato. Por eso un contrato
puede ser oneroso siendo sin embargo unilateral, como sería el caso del
mutuo con interés, la constitución de una fianza mediante el pago de una
cierta primera al fiador, etcétera".
Dice después en la nota al pie: "En el préstamo oneroso se obliga al
prestatario -a devolver la cosa recibida en préstamo y a pagar el interés
pactado- y aun si es verdad que este compromiso de pagar un interés lo
asume el prestatario para procurar al prestamista una ventaja
compensatoria del diferimiento que éste le acuerda a su obligación
principal de devolver el préstamo, tal diferimiento no tiene en la intención
de las partes el sentido de un verdadero ''correspectivo' del interés. Algo
similar ocurre en la donación con cargas. No puede negarse, sin embargo,
que la cuestiones convertible, pues en este último caso se suele en muchas
ocasiones ponderar si la 'carga' es tal que pueda asimilarse por su tipicidad
económica a una 'contrapartida', como para excluir así la idea de una
donación y calificar el contrato de oneroso a los fines de excluir el esquema
formal de las donaciones. Los límites entre 'onerosidad' y 'bilateralidad'
son, pues, muy sutiles, y no es extraño por ello que se tienda a superarlos
también a los fines prácticos de aplicar a los contratos onerosos las
mismas reglas de los contratos bilaterales en cuanto a procedencia de la
acción resolutoria, de la exceptio non adimpleti contractus, etcétera".
2) Criterios
Un particular problema se presenta con qué criterios utilizar para
efectuar el distingo entre contratos onerosos y gratuitos.
Uno es el criterio objetivo, fervientemente defendido por autores
italianos, según los cuales debe atenderse más bien al fenómeno económico
del intercambio o, en su caso, de traslación de valores sin reciprocidad,
todo lo cual se evalúa con base en parámetros objetivos.
En la doctrina francesa tiende a seguirse más bien un criterio
subjetivo, es decir, se atiende a la calificación que otorgan las partes al acto
y demás circunstancias que indiquen su voluntad. Ninguna de estas
corrientes -objetiva o subjetiva- puede soslayar el hecho de que las normas
de lesión, simulación y fraude a los acreedores, entre otras, han hecho que,
a los efectos de calificar como oneroso o gratuito el acto, se atiende a la

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realidad social de la reciprocidad de intereses o a lo efectivo de la


liberalidad; es decir, se tiende a seguir la posición objetiva.
3) La solución en el Código Civil paraguayo
El Código Civil se atiene a criterios más bien objetivos. La distinción
entre actos onerosos y gratuitos se halla recogida a lo largo de todo el
Código, y es fundamental porque de ella dependen cuestiones capitales
tales como las pautas interpretativas del acto, la forma a ser observada, la
posibilidad de impugnación por fraude a terceros, la protección a terceros
de buena fe en las transmisiones, las responsabilidades por evicción y
vicios redhibitorios, la acción de colación y reducción, etcétera.
Así, con relación a la interpretación dispone el Art. 714 que si a pesar
de las demás normas interpretativas subsistiera la oscuridad del contrato,
deberá este ser entendido en el sentido menos gravoso para el obligado, si
fuere a título gratuito; y en el sentido que realice la armonización equitativa
de los intereses de las partes, si fuere a título oneroso
El Art. 1213 impone la forma de escritura pública, bajo pena de
nulidad, a los actos gratuitos sobre inmuebles, con cargo, o que tuvieran
por objeto prestaciones periódicas o vitalicias. En defecto de forma, las
promesas de actos gratuitos -a diferencia de los onerosos- requieren a veces
de la res o entrega, como ocurre por ejemplo en las donaciones, según
surge de los Arts. 1214 y 1215. El Art. 1214 prevé en lo pertinente: "En los
demás casos, si se demandare en juicio 'la entrega de los bienes', sea cual
fuere su valor, el contrato sólo se probará por instrumento público o
privado, o por confesión judicial del donante". Por su parte, el Art. 1215
prescribe que "lo dispuesto en los artículos precedentes, no se aplicará a la
renuncia de derechos, a menos de haberse ella ajustado por convención. La
simple entrega será suficiente en cuanto a las cosas muebles y títulos al
portador".
Así también, con relación al mutuo, preceptúa el Art. 1293 que "la
mera promesa de mutuo será obligatoria para ambos contratantes cuando
fuere a título oneroso, y solo para el prometiente en caso de serlo a título
gratuito." y que "el plazo de restitución se presume estipulado a favor de
ambas partes, y si el mutuo es a título gratuito, a favor del mutuario…".
Por lo demás, los Arts. 311 y sus concordantes, así como los Arts.
125 y 126 de la Ley de Quiebras, imponen distinto régimen para impugnar

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actos en fraude a los acreedores según sean éstos a título oneroso o


gratuito.
En lo relativo a la protección de terceros en materia de transmisiones,
del Art. 363, segunda parte, en combinación con el Art. 2408 del Código
Civil, surge que el adquirente de buena fe a título gratuito no estará
inmune a la acción de reivindicación del desposeído por el acto anulado.
Referente a las responsabilidades por evicción y vicios redhibitorios,
también resulta distinto el régimen tratándose de actos gratuitos u
onerosos, según surge de los Arts. 1780, 1789, 1798, inc.e), etcétera. Lo
mismo cabe decir con relación a la reducción (ver Art. 2600) y colación (ver
Art. 2547) en materia sucesoria.
D. Contratos nominados-contratos innominados (o típicos-atípicos)
1) En general
Dice el Art. 670 del Código que "las reglas de este título serán
aplicables a todos los contratos. Los innominados se regirán por las
disposiciones relativas a los nominados con los que tuvieren más analogía".
La norma del Art. 670 reproduce exactamente el Art. 790 del Proyecto
Argentino de 1936. Con un carácter más doctrinario, expresaba el Art.
1143 del Código de Vélez lo siguiente: "Los contratos son nominados, o
innominados, según que la ley los designa o no, bajo una denominación
especial".
2) Idea
El problema de los contratos innominados y nominados es hoy día
distinto al que se presentaba en el derecho romano, según se relató en el
capítulo I. En principio solo los contratos nominados generaban en aquel
entonces consecuencias jurídicas. Los demás acuerdos que no
encuadraban dentro de los tipos admitidos solamente se volvían
vinculantes en caso de que existiera ejecución-al menos parcial-de las
obligaciones estipuladas, convirtiéndose así en contratos innominados.
Actualmente la distinción interesa a otros efectos, como, por citar
ejemplos, para determinar si es necesario o no recurrir a las formas; o
cuáles son, en su caso, las normas imperativas o supletorias aplicables al
contrato.

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Hoy día un contrato es nominado cuando la totalidad de sus


cláusulas esenciales se adecua a un tipo legal, sin que tenga importancia el
nombre dado por las partes. En este caso el acuerdo se rige por las reglas
imperativamente impuestas por el ordenamiento jurídico, y además, para lo
no previsto por las partes, se integra con las normas supletorias vigentes
para el tipo en cuestión, o en su caso con las reglas generales de los
contratos y, en última instancia, con las de otros contratos análogos.
Por exclusión, son contratos innominados todos los demás. Estos
contratos son también plenamente exigibles, en la medida en que pueda
acreditarse su celebración y contenido, lo que puede representar un
problema tratándose de actos inusuales o atípicos.
Queda claro que no puede recurrirse a la figura de los contratos
innominados para violar solapadamente requisitos imperativos establecidos
con relación a ciertos contratos nominados. Así, no puede, recurriéndose a
una figura extraña, violarse la forma en materia de donaciones. Tampoco
pueden crearse otros derechos reales que los previstos en la ley (Art. 1953)
ni pueden violarse normas imperativas o de orden público que afectan a
ciertos contratos nominados.
3) Tipicidad y atipicidad; tipicidad legal y tipicidad social
Cabe acotar que, bajo inspiración de doctrinas italianas y alemanas,
un importante sector de la doctrina prefiere hablar de tipicidad. Hoy día no
interesa tanto el nombre del contrato sino si está regulado en la ley; se
habla, en consecuencia, de contratos típicos y atípicos, pues puede darse
que un contrato esté nombrado en la ley y no esté regulado en ella, como
ocurría hasta hace no mucho en nuestro país con el fideicomiso, por
ejemplo.
Se habla además de tipicidad legal y tipicidad social, según esté
consagrada por los usos, que tienen gran valor sobre todo en materia
comercial. Pueden citarse los siguientes contratos de tipicidad social dentro
del derecho comparado: estimatorio o consignación, suministro,
expedición, agencia, licencia, transferencia de tecnología, bancarios, de
participación, concesión, pensión hotelera, distribución, gestión fiduciaria,
alojamiento, sindicación de acciones, etcétera.
4) Complejidad de la problemática

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El problema relativo a los contratos nominados e innominados es


complejo. Ocurre que pueden presentarse cláusulas atípicas en los
contratos nominados o puede mediar conexidad entre dos nominados o
remisión a otro contrato nominado (como ocurre con la permuta, a la que
se aplican las reglas de la compraventa, por mandato del Art. 802 del
Código Civil). Así también, los contratos pueden haber sido objeto de
calificación errónea.
Se presentan aquí las siguientes variantes:
a) Contratos típicos con prestaciones extrañas a las previstas en la ley
o anómalas. Esto ocurre, por ejemplo, en la compraventa de una empresa
cuando se inserta, a la vez, una cláusula de no concurrencia;
b) Contratos externamente conexos, como lo son los celebrados en el
mismo documento, y al mismo tiempo, pero con respecto a diversos objetos
o relaciones jurídicas;
c) Contratos conexos en su finalidad económica, como, por ejemplo, la
venta de ascensor y servicios de conservación y reparación;
d) Contratos de tipo doble o híbridos, en que las respectivas
prestaciones corresponden a dos tipos de negocios, como por ejemplo la
promesa de servicios de custodia a cambio de alojamiento; y
e) Contrato mixto, en el que se dan a la vez propósitos propios de dos
tipos de contrato, tal como sería la donación mixta.
Todo esto plantea el problema de qué régimen resulta aplicable, al
estarse en presencia de elementos de más de un contrato nominado.
Distintas soluciones han sido propuestas a este respecto. Una,
absorción, según la cual el elemento prevaleciente nominado debería
absorber a los demás. Otra, combinación, esto es, la separación de los
elementos del contrato para aplicar a cada uno de ellos las reglas del
contrato nominado que se les sea más afín. También se ha abogado por la
emancipación, que llevaría a la aplicación directa de normas generales y del
nominado más cercano y de principios generales, pero atendiendo las
circunstancias del caso y el fin concreto o legítimos intereses perseguidos
por las partes.

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En definitiva, no puede sentarse una postura tajante a favor de una u


otra posición, pues mucho dependerá de las circunstancias del caso que se
presente.
El Código brinda una serie de pautas en disposiciones dispersas,
como la del Art. 300, para el cual poco importa el nombre o calificación que
asignen las partes al acto, que se juzgará según su contenido real, o la del
Art. 670 aquí comentado, que efectúa una remisión al nominado de más
analogía.
A su vez, cada acto en particular puede contener normas específicas,
como la del Art. 783, in fine, relativo al contrato de compraventa, que
admite la reducción de la indemnización convenida para casos en que el
contrato se configure como locación y se convenga que al término del
mismo la propiedad de la cosa se adquiera por el locatario, por efecto del
pago de los cánones pactados.
E) CONTRATOS NEGOCIADOS-CONTRATOS DE ADHESIÓN
(CONTRATOS "AD LIBITUM" O DE LIBRE DISCUSIÓN Y CONTRATOS
DE ADHESIÓN)
"Ad libitum" o de libre discusión: Son aquellos en que las partes
han discutido libremente todas y cada una de las cláusulas del acuerdo.
En la concepción clásica liberal el contrato es obra de dos partes, iguales
ante la ley, que discuten libremente las cláusulas de su acuerdo. Son los
contratos que conocemos desde antiguo, como la compraventa, la locación,
la permuta, etc.
De adhesión: Los contratos celebrados por adhesión o simplemente
contratos por adhesión, en cambio, se caracterizan porque se apartan de la
forma clásica de realizar la oferta y la aceptación eliminando toda discusión
previa de las partes respecto a las condiciones del contrato. El contrato es
la obra exclusiva de una de las partes, la que establece prolijamente todas
y cada una de las cláusulas, de tal modo que la otra puede únicamente
adherirse o no adherirse a ellas, sin tener la posibilidad de formular una
contraoferta. Otro rasgo de estos contratos es que la oferta está dirigida a
un gran número de personas y la aceptación, en cambio, es individual. Las
condiciones del contrato se hallan contenidas en formularios impresos para
mayor estandarización y menor pérdida de tiempo.

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Como ejemplo podemos citar al contrato de transporte, contrato de


seguro, contrato de trabajo, etc.
Los contratos de adhesión -dicen los autores- han existido siempre y
siguen existiendo ahora, aunque con una difusión cada vez mayor debido a
las exigencias de la vida moderna. ¿Cómo sería la vida -señalan- si cada
cliente que contrata con una empresa suministradora de electricidad o
agua o gas, o que saca un billete para entrar en un espectáculo o para
utilizar un medio de transporte, etc., tuviese la oportunidad de entrar en
discusión sobre las condiciones del contrato para pactar uno con
estipulaciones distintas a las de los demás usuarios?
F) CONTRATOS CONMUTATIVOS-CONTRATOS ALEATORIOS
Esta es una subespecie de los contratos onerosos.
En los contratos conmutativos las contraprestaciones deben resultar
económicamente equivalentes, al momento del nacimiento, por más de que
ulteriormente se vuelvan más gravosas.
A su vez, en los contratos aleatorios el monto de una de las
prestaciones, o de ambas, no está determinado de manera fija sino
depende de un acontecimiento incierto. Se presenta, en este caso, cierta
analogía (y a veces hasta coincidencia) con la condición como modalidad de
los actos jurídicos. De hecho, a veces coinciden ambas figuras; sin
embargo, en la condición está en juego la existencia misma de los
derechos, en tanto que en los contratos aleatorios, la mayor o menor
extensión de los mismos.
Se distingue entre contratos aleatorios por naturaleza (o por su
regulación legal) y por decisión de las partes. En el primer caso serían
ejemplos la apuesta y la renta vitalicia, en tanto que en el segundo caso la
compraventa de cosas existentes sujeta a algún riesgo o la compraventa de
cosas futuras.
La clasificación entre contratos conmutativos y aleatorios interesa
porque, en principio, solo los conmutativos podrían ser objeto de revisión
por inequidad entre las prestaciones (lesión e imprevisión).
G) CONTRATOS DE EJECUCIÓN DIFERIDA-CONTRATOS DE
EJECUCIÓN INMEDIATA

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Los primeros se cumplen en el momento mismo de su celebración,


como por ejemplo una compraventa al contado con entrega inmediata del
bien mueble transferido. Los de ejecución diferida, por su parte, se cumplen
total o parcialmente luego de su celebración.
La distinción es importante y la recoge el Art. 692, que hace aplicable
la teoría de la imprevisión para los contratos de ejecución diferida. El tema
será abordado en el capítulo IX.
8) Contratos reales
A este respecto encontramos diversas normas con carácter
doctrinario en el Código Civil argentino. Dispone el Art. 1140 del Código de
Vélez: "Los contratos son consensuales o reales. Los contratos
consensuales, sin perjuicio de lo que se dispusiere sobre las formas de los
contratos, quedan concluidos para producir sus efectos propios, desde que
las partes hubiesen recíprocamente manifestado su consentimiento". A su
vez, dice el Art. 1141 de dicho cuerpo legal: "Los contratos reales, para
producir sus efectos propios, quedan concluidos desde que una de las
partes haya hecho a la otra tradición de la cosa sobre que versare el
contrato". Según el Art. 1142 del mismo Código, "forman la clase de los
contratos reales, el mutuo, el comodato, el contrato de depósito, y la
constitución de prenda y de anticresis".
En la nota al pie a dicho artículo se expresa: "En Derecho francés, las
convenciones son obligatorias por el solo efecto del consentimiento de las
partes, sin necesidad de la entrega de la cosa que forma el objeto, ni del
cumplimiento del hecho por una de las partes, al cual se hubiese obligado.
Bajo este respecto el Derecho francés difiere esencialmente del Derecho
romano y del nuestro, cuyas disposiciones reposan sobre el principio
contrario, es decir, sobre el principio que el consentimiento no basta por
regla general para ser una convención civilmente obligatoria. Sin embargo,
por el Código francés, el comodato, el mutuo, el depósito y la prenda no
existen como tales, sino por la entrega de la cosa que forma el objeto, mas
por esto, esos contratos no constituyen contratos reales, pues que la
simple promesa seguida de aceptación de entregar una cosa a título de
comodato, de depósito, de mutuo, o de prenda, es civilmente obligatoria".
El Código Civil paraguayo elimina esta clasificación. La cuestión no
deja, sin embargo, de ser controvertida. Se cita como ejemplo al mutuo. En
principio la mera promesa de mutuo, sin entrega de la cosa, solo sería

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obligatoria para quien la reciba en caso de que el contrato fuera a título


oneroso y no gratuito (Art. 1293, Código Civil).

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BIBLIOGRAFÍA

José Antonio Moreno Rodríguez - CURSO DE CONTRATOS – Segunda


Edición – Asunción, Paraguay – Editora Intercontinental – Julio de 2017 –
Capitulo IV – El Contrato en el Código Paraguayo - Pág. 133/162.-

Sergio Martyniuk Barán – LECCIONES DE CONTRATOS Derecho Civil –


Intercontinental Editora – 5° Edición – Año 2017 – Contratos “ad libitum” o
de libre discusión y contratos de adhesión – Pág. 43.-

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