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Filón de Alejandría

Prof. Mauricio Iván Verkuyl Ghan*

Contexto histórico previo

Poco conocen los historiadores acerca del origen de la famosa Escuela y Biblioteca
de Alejandría. Algunos relatos sostienen que sus humildes comienzos datan de un tiempo
incluso anterior a la fundación de la Ciudad de Alejandría, alrededor del año 331 antes de
Cristo, lo que indicaría que Alejandro de Macedonia habría tenido la idea de engrandecer
un centro de saber ya existente. Los biógrafos de Alejandro sostienen que se sentía
arrastrado por un anhelo interior de ir siempre más allá, en busca de lo desconocido. Los
ideales de la Grecia clásica y el afán de conocimiento le habían llegado a través de su maestro
Aristóteles. En sus expediciones militares le acompañaban científicos y cronistas que
registraban las novedades de las tierras conquistadas. Se sabe que tras la muerte de
Alejandro Magno, el también aristotélico, Ptolomeo, adquirió el control sobre ese territorio,
y los ptolomeos asumieron la tarea de engrandecer la biblioteca y atraer la presencia de los
más destacados intelectuales de la época hasta convertir el lugar en uno de los centros de
conocimientos más importantes de entonces. Alejandría era una ciudad cosmopolita, cuya
población en un principio estaba integrada principalmente por judíos, griegos y egipcios.

Quien quisiera acceder a los más vastos conocimientos en aquellos siglos, haría bien
en estudiar en Alejandría. No sólamente era el lugar donde se encontraba la mayor
biblioteca de la época, sino donde existían la mayor cantidad de escuelas de filosofía en esos
momentos. Las escuelas más importantes eran la escuela Pitagórica, el Platonismo, el
Aristotelismo, el Epicureísmo y el Estoicismo. Todas ellas tienen en común entender que la
filosofía no es sólo un modo de conocer, sino fundamentalmente, un modo de vida, una
opción existencial que parte del deseo de alcanzar la sabiduría.

Síntesis de tradiciones

En este contexto fue donde Filón vivió y se dedicó a sus investigaciones,


contribuyendo también a engrandecer la colosal biblioteca, desarrollando a su máxima
expresión la filosofía Judía, y marcando los comienzos de la filosofía cristiana. La formación
religiosa e intelectual de Filón, así como su labor de exégeta y apologista, transcurren en el
multiforme ambiente de la Alejandría de fines del siglo I a. C. y de la primera mitad del
siguiente, incorporada no mucho antes al dominio romano, epicentro de una cultura
universalista y un saber Cosmopolita. Lugar de confluencia de las más heterogéneas
corrientes de ideas, lo era sobre todo en el aspecto religioso y en el filosófico, en los que
primaban las tónicas del sincretismo (la armonización de ideas provenientes de distintas
tradiciones, por ejemplo religiosas, encontrando paralelismos entre las mismas, y
traduciendo simbolismos de unas con los de otras) y el eclecticismo (enfoque filosófico que
no se sujeta a un paradigma sino que busca extraer lo más valioso de distintas corrientes).
Podríamos decir que Filón procura aplicar un antiguo precepto kobda que propone “extraer
lo mejor de todas las cosas”. A su juicio ambos legados culturales: el helénico y el judío se
complementan sin superponerse ni excluirse. Los principios ético-legislativos y las
prescripciones contenidos en la legislación mosaica, como que son réplicas codificadas de
las leyes que rigen el universo y no meras convenciones concebidas por hombres, encuadran
perfectamente en el contexto filosófico griego, que al margen de las discrepancias, parciales
entre las escuelas, son el fruto del esfuerzo racional por explicar ese mismo universo y
contienen un fondo común de verdad. Por ello emprende la tarea de forjar la síntesis en una
doctrina única que contuviera la sabiduría de ambas vertientes.
(obras completas pp 13)

Moisés como Maestro

Siendo judío se mantuvo en contacto con los sabios de esa tradición. Como sabemos
Moisés fue el más importante Maestro del pueblo judío. Se lo reconoce como quien legó al
pueblo la Ley divina, sintetizada en los Diez Mandamientos, escribió la historia de los
orígenes del cosmos y la civilización, y liberó a los judíos de la esclavitud en Egipto,
guiándolos a través del desierto. Filón lo presenta como Filósofo y Legislador, representa el
arquetipo del sabio. Esta es para Filón la mejor escuela filosófica de Alejandría, la de los
discípulos de Moisés. El leer y comentar los textos del Maestro era considerado una práctica
espiritual, en la cual consistía buena parte de la labor filosófica.

A través de Filón conocemos algunos importantes datos acerca de la existencia de


los esenios. Cuando muere Moisés surgieron toda clase de divisiones entre las tribus judías,
y el legado de aquel maestro sufrió toda clase de desfiguraciones. Los esenios se apartaron
de los sectores más ambiciosos, que se dedicaron a invadir pueblos y saquearlos,
tergiversando los mandamientos y los escritos mosaicos; los esenios intentaron mantener a
través de los siglos las enseñanzas de Moisés, libres de tergiversaciones. Para ello tuvieron
que recluirse en las montañas, y/o desarrollar códigos de estricto secreto en las
comunidades. En la obra “Sobre la vida contemplativa” se refiere Filón a estas comunidades.
Allí dice que se dedicaban al estudio de la Ley, y a la contemplación de El Existente, o de El
Ser. Hay una identificación entre Dios y el Existente, El que está por sobre todo, siendo Él
mismo incognoscible.

Concepción de Dios

Para Filón Dios es el consorcio formidable y eterno del Amor y de la Sabiduría, de


donde mana todo poder, toda fuerza, toda claridad y toda vida. (Arpas eternas). Pero al estar
por sobre todo ser, es infinito, por lo tanto inaprehensible, incognoscible, y en su esencia
última inefable (todo intento, necesario sin embargo para nosotros, en tanto seres finitos,
por nombrarlo, implica una limitación, un recorte de su Ser Infinito). Cuando Moisés habla
de la Creación, lo primero que es Creado es el Universo de las Ideas, de los Principios de lo
existente, los Primeros Principios, es decir el Fundamento de la Creación, que es también la
Ley. Todos estos, sentidos comprendidos en la palabra Griega “Logos”, concepto central en
Filón.
Con clara inspiración platónica, escribe:
Dado que Dios comprendió de antemano, en tanto Dios, que una copia bella nunca podría
surgir separada de un modelo bello, y que un objeto sensible que no se haya hecho a imagen
de un arquetipo y una forma inteligible no es irreprochable, cuando quiso Forjar este mundo
visible plasmó primero el inteligible, para llevar a cabo el universo corpóreo utilizando un
modelo incorpóreo y semejante a Dios al máximo, como una imagen más joven del más
antiguo, que incluye tantas especies sensibles cuantas inteligibles hay en aquel.
Lo que lo lleva un paso más allá de Platón, es el concebir que las Ideas están en la Razón
Divina, en la propia Mente de Dios. Ya Aristóteles había concebido la Causa Primera como
Intelecto que se piensa a sí mismo. A diferencia de Platón, que considera a las "ideas" como
existencias independientes del demiurgo o creador, Filón las localiza en la inteligencia divina,
y las hace consistir en el plan divino para la ordenación del mundo. Es decir, son puro
pensamiento de Dios. El Creador forma el Logos, y se capta en él.
Aquí también encontramos una convergencia con el Evangelio de Juan, del Nuevo
Testamento, que inicia diciendo: En el principio era el Logos, y el Logos estaba con Dios, y
el Logos era Dios, y Dios creó todas las cosas a través del Logos.
Un párrafo que será motivo de extensa reflexión para los filósofos cristianos.

Método alegórico
En la interpretación de los textos Sagrados este filósofo asienta las bases para los
desarrollos que tendrá la filosofía posterior. Para Filón resultaba obvio que de la inteligencia
literal del texto bíblico surgen conclusiones y datos absolutamente incompatibles con lo que
atestiguan la experiencia y el sentido común. Esas contradicciones, tocantes al plano
cosmológico y al antropológico por igual, surgían de las contradicciones internas del
contexto mismo de los libros sagrados entendidos literalmente. Un ejemplo es el caso de
los días de la creación, que serían seis según el relato bíblico, y un séptimo de descanso o
contemplación. Su número mal pudo calcularse o medirse, según él, por cuanto el sol,
mediante cuya diaria trayectoria se haría tal medición, fue creado en el curso del proceso
creador, exactamente en el cuarto "día". Es necesario, por lo tanto, interpretar que se trata
de “etapas”, que se hallan incluso antes de la aparición de los fenómenos en el Espacio y el
Tiempo. Es preciso, de esta manera, reconocer la existencia de un mensaje o simbolismo
subyacente tras la significación aparente; y admitir también la posibilidad de captarlo
mediante los recursos interpretativos del método alegórico. Tras el sentido literal subyace,
fácil de desentrañar o rebelde a la exégesis, el simbolismo, cuya captación, reservada a la
inteligencia, no a los sentidos, según afirma Filón, persigue el cultor del método alegórico
de interpretación. En otro ejemplo, Adán es símbolo de la inteligencia, en tanto que Eva lo
es de la sensibilidad, y no literalmente el primer hombre y la primera mujer de la especie
humana. El relato del Génesis pudo ser confundido con la Historia de los orígenes de la
Civilización “Adámica”, dando una interpretación literal al relato simbólico de Moisés. Al
asimilarlo a relatos históricos que darían cuenta de los comienzos de aquella Civilización que
surgió luego del hundimiento del continente Atlante (relatado como el gran Diluvio) más no
de la humanidad terrestre, se llega a crear la confusión de considerar los personajes
simbólicos del Génesis con seres humanos históricos. Cabe aclarar entonces que los relatos
que llegan hasta nuestros días en el Antiguo Testamento no serían acordes con los escritos
originalmente por Moisés, sino que estarían mezclados con interpretaciones y
tergiversaciones, siendo diferentes a los que conservaban los Esenios.

Los caminos del conocimiento

Filón entiende que las leyes divinas pueden conocerse a través de tres instancias: el
orden cósmico o legislación universal (cosmópolis), impresa por Dios en la naturaleza; la
legislación mosaica, codificación inspirada por Dios a Moisés, que se ajusta en todo a las
leyes de la naturaleza o cósmicas; y finalmente el ejemplo de hombres sabios y buenos,
que ajustaron sus vidas a la voluntad divina y al orden cósmico incluso antes de que existiera
la legislación escrita revelada en el Sinaí. Así como el Pentateuco es la ley escrita, las
ejemplares vidas de los patriarcas y matriarcas de la antigüedad, verdaderos cosmopolitas o
ciudadanos del mundo, son la ley viviente, como que ellos, aunque no llegaron a conocer la
legislación escrita, ajustaron su pensamiento y sus actos a las pautas impresas por el Creador
en el universo. (obras completas pp 9). Podríamos decir que Abel, en los orígenes de la
civilización actual, posterior a la Atlante (a la cual se refiere también Platón en diálogos como
Timeo y Critias), como luego Moisés, y el más importante Maestro esenio, Jesús,
contemporáneo de Filón, así como Buda y Krishna, de acuerdo a la sabiduría proveniente
del oriente, manifestaron con sus vidas al máximum la Voluntad Divina. El Logos, la
Sabiduría, se manifiesta a través de ellos.

El Logos es también razón, palabra, concepto, y meditación. En la filosofía de Filón,


los procesos que conducen a lo divino se desenvuelven en el interior mismo del alma
humana. La observación a través de los sentidos y el conocimiento obtenido por medio del
intelecto lógico no conducen a lo divino, ya que se relacionan con lo perecedero. Para
elevarse por encima de estos medios de conocimiento el alma debe sustraerse a su “yo
ordinario”. Al alejarse de ese yo entra en un estado de elevación espiritual, de iluminación,
en el que ya no conoce, piensa ni juzga en el sentido corriente, porque se ha fundido, se ha
identificado con lo divino, y esto se experimenta como algo que no puede tomar forma de
pensamientos ni comunicarse a través de conceptos: se vive. Y quien lo vive sabe que no
puede comunicarlo a menos que consiga infundir vida a sus palabras.
El mundo es la imagen de esta esencia mística que se vive en los recovecos más profundos
del alma. Ha surgido del Dios invisible e inconcebible. La armonía, plena de sabiduría, del
universo, a la que obedecen los fenómenos sensibles, es un reflejo inmediato de esta
divinidad.

El ser humano

El ser humano, en tanto creado a imagen de Dios, es un ser fundamentalmente


espiritual. Incluso distingue Filón el alma sensitiva como un aspecto intermediario, creado
por los ángeles, y no ya directamente por Dios. Dios se complace en las manifestaciones
culturales del hombre y le ha concedido la posibilidad de aprehender, si no su esencia, que
eso está más allá de las fuerzas de la humana inteligencia, sí su existencia. Esto lo logra el
hombre sabio a partir de la experiencia sobre las cosas que perciben sus sentidos pero
superándolas y saliendo de sí mismo para elevarse, después de trasponer todos los grados
de la creación, hasta las regiones etéreas, desde donde podrá atisbar la realidad del ser por
excelencia. Hombres sabios como Moisés, alcanzan la relación directa con la meta suprema:
Dios mismo; mientras que aquellos que, aunque envueltos todavía en los vínculos con las
cosas sensibles, realizan progresos en orden a la virtud, alcanzan la visión del logos y le
rinden culto a él, como podría ser el caso de los filósofos griegos; y los que aún no han
iniciado la marcha por el camino de la virtud no sobrepasan el conocimiento de las cosas
sensibles, conocimiento que puede ser el punto de partida para el alma dispuesta a elevarse
hacia las contemplaciones superiores, pero que supone o constituye un estado de impiedad
si se lo tiene por meta definitiva, desconociéndose la existencia de lo inmaterial y
rindiéndose culto a la materia como si ésta fuese la causa del mundo. El éxtasis, que es el
conocimiento de Dios en su unidad misma, es una vivencia espiritual que sólo
excepcionalmente es posible alcanzar a seres como los hombres, atados a las imperfecciones
de la irracionalidad, pero para todos está abierta la posibilidad de acceder al culto del ser
por excelencia a través del conocimiento de los seres creados. Por esa vía se van captando
aspectos de la Divinidad, que en este caso no son otros que sus potencias.
Lo trascendente

Al igual que el cielo está poblado por los "dioses visibles", inteligencias puras,
llamados Astros, de los cuales sólo vemos su forma externa, la tierra por los animales
terrestres y el hombre, y las aguas de los mares y los ríos por los seres acuáticos; el “aire”,
que no debiera interpretarse en los términos actuales como meramente el conjunto de gases
de la atmósfera, sino como la porción del cosmos que se extiende desde la esfera lunar hasta
la superficie de la tierra, abarcando un aspecto no sensible, está poblado, según Filón, por
almas incorpóreas llamadas ángeles o mensajeros. El hecho de que no sean visibles no
prueba su inexistencia, como tampoco prueba la del alma humana la imposibilidad de
captarla sensorialmente. Además, siendo precisamente el aire el elemento que confiere la
vida a los seres animados, resultaría absurdo que a su vez no contuviera creaturas vivientes.
De estas almas, como en la escala de la visión de Jacob, unas descienden hasta unirse a
cuerpos terrestres, otras se desprenden de ellos al cabo del tiempo de permanencia fijado
por la naturaleza, algunas para volver posteriormente a descender y unirse a otro cuerpo
impulsadas por su apego a la existencia terrenal; otras para escapar definitivamente de la
prisión corpórea convencidas de lo mísero de la condición terrenal. En ello consistiría el
proceso de los nacimientos y las muertes de los mortales.

Pero, aparte de éstas existe un tercer grupo: el de las que, poseyendo una condición
más próxima a Dios, jamás apetecen las cosas de la tierra y están consagradas entera y
perdurablemente al servicio de Él, sirviéndole como mensajeros. Los filósofos griegos las
llaman dáimones, la Escritura las denomina ángeloi (ángeles) = mensajeros, porque
angéllousi = comunican o anuncian, a los hombres las divinas revelaciones y mensajes, y a
Dios, las humanas necesidades. Los ángeles, pues, son almas ajenas a todo cuerpo y a la
irracionalidad, que habitan la región aérea sublunar, siendo aprehensibles sólo por la
inteligencia. Cumplen la función de superar el vacío de contactos existente entre Dios y las
creaturas. No pudiendo él manifestarse sino a seres incorpóreos, requiere su ministerio.
Entre sus cometidos figura el de aplicar las consecuencias por las transgresiones a la Ley, y
el de proteger a los hombres del mal. Frecuentemente toman apariencia humana, y entonces
su figura es de belleza incomparable y luminosidad suma.
(Obras completas, pp 26)

Como podemos ver, Filón introduce la sabiduría griega en la tradición judía, e


introduce la sabiduría judía en la tradición filosófica griega (en su vertiente helenística),
ambas influidas también por la tradición egipcia, al tiempo que inaugura en cierto modo la
filosofía cristiana.
¿Cuántas guerras y violentas disputas entre religiones podrían haberse evitado si
hubieran sido tenidos en cuenta los orígenes y principios comunes que unen las diversas
religiones y corrientes de pensamiento? ¿Cuántas menos persecuciones y matanzas si se
hubieran tenido presentes las propuestas de Filón para armonizar las leyes consideradas
divinas con aquellas que surgen como necesarios postulados de la ciencia al observar la
naturaleza? ¿Cuánto menos dogmatismo religioso de haber seguido el método propuesto
de interpretación alegórica, en vez de erigir en verdad incuestionable la interpretación
sesgada y el texto escrito, con sus muchas deformaciones, basadas en intereses fanáticos?
El pensamiento científico de nuestra época permanece en deuda con las tradiciones de
sabiduría que postulan fuentes de conocimiento más amplías que aquellas declaradas hoy
como las únicas válidas. Si se mantiene una escisión entre fe y ciencia, sin posibilidad de
diálogo, se fomentan los dogmatismos de ambos lados, y la comprensión de la otredad que
nos interpela se torna brumosa, si no imposible.

Bibliografía:

*El presente trabajo es en su mayor parte una síntesis y recopilación de diversas fuentes:

Filón de Alejandría, Obras completas, Edición digital, Traducción directa del griego,
introducción y notas de JOSÉ MARÍA TRIVIÑO, Bs As., 1976. Accesible en formato digital en:

https://asgoped.files.wordpress.com/2012/11/filon-de-alejandria-obras-completas_pdf.pdf

Steiner, Rudolf, El cristianismo y los misterios de la antigüedad, Ed. Rudolf Steiner, Madrid,
1984, disponible en:

http://libroesoterico.com/biblioteca/enigmas_conspiraciones/Steiner%20Rudolf%20-
%20El%20Cristianismo%20Y%20Los%20Misterios%20De%20La%20Antiguedad.pdf

Luque Álvarez, Josefa Rosalía – Hilarión de Monte Nebo, Arpas Eternas, Ed Alborada
Cristiana, edición digital, Editorial Kier S.A. Buenos Aires Año 1968.
https://sfb55068d25a70fdb.jimcontent.com/download/version/1566931587/mod
ule/10764132160/name/ArpasEternas.pdf

Conferencia "Filón de Alejandría y el Principio del Principio" a cargo de la Dra.


Claudia D'Amico, disponible en:

https://www.youtube.com/watch?v=OFEHc1yJopg

Arantxa Serantes. Los sabios y los reyes: la biblioteca de Alejandría, Universidad de La


Coruña, en:

https://ruc.udc.es/dspace/bitstream/handle/2183/12769/CC-88_art_7.pdf?sequence=1

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