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PLOTINO

(Tomado del libro Historia de la Psicología, de Lafuente, Loredo, Castro y Pizarroso, 2017; y otros
artículos)

El estoicismo, que fue la más influyente de las filosofías helenísticas y romanas, sería desplazado por el
cristianismo a partir del fin del Imperio Romano.

En un tiempo de constantes guerras y penurias, el cristianismo ofrecía la promesa de un mundo mejor,


una justicia tras la muerte y la inmortalidad de las almas en el más allá, apelando además a aspectos
pasionales del alma humana.

Al mismo tiempo, surgía el neoplatonismo, la última de las filosofías helenísticas, una actualización y
profunda reinterpretación de la filosofía de Platón que influiría en la concepción cristiana de la
divinidad y que también incluía técnicas de cuidado de sí mismo (Hadot, 2004). En plena crisis del
Imperio Romano, Plotino (204-270 d. C.), su máximo representante, lleva al extremo el idealismo de la
filosofía platónica.

Plotino nació en Egipto y fue educado en Alejandría, siendo alumno de Saccas, un pensador que trató
de combinar el pensamiento de Aristóteles con el de Platón. Es gracias a este pensador que Plotino
sabría muy bien combinar lo mejor de ambos filósofos clásicos.

Plotino fue filósofo de Alejandría, debatió sobre Pitágoras y Platón y con respecto al ascetismo y logró
con sus impresiones liberar esclavos y dar fortuna a los pobres. Fundó el neoplatonismo que creó
una cosmología espiritual basada en el uno, la inteligencia y el alma. Es uno de los filósofos
precursores en la psicología, sus tratados se consideran como uno de los más sólidos de la Antigüedad
al igual que los de Platón y Aristóteles.

Plotino supo hacer originales comentarios acerca las obras de Platón y acabaría desarrollando su
filosofía en torno a él, incorporando ciertos elementos cristianos.

Trató de llevar un estilo de vida lo más ascético posible y, por esto, no disponía ni de grandes riquezas
ni de muchos lujos. Pese a ello era una personalidad muy generosa y desinteresada, además de
caritativa. Se dice que solía acoger en su casa a niños huérfanos y les hacía de tutor. Era vegetariano,
no se casó y nunca dejó que lo retrataran, por miedo a que esa representación fuera simplemente
“una sombra de otra sombra”; sin embargo, pese a no querer ser representado ni tampoco redactar
una autobiografía, su discípulo Porfirio no pudo evitar plasmar sus vivencias en “Vida de Plotino”.

A partir del 254 d.C., Plotino comienza a dejar por escrito sus obras. En total, llegó a escribir 54
tratados ordenándolos en seis libros de nueve capítulos y que componen su obra principal de las
“Enéadas”. Es este libro el considerado uno de los tratados más importantes de la Antigüedad Clásica,
al lado de los de Platón y Aristóteles. Plotino fallecería en torno el 270 d.C. a consecuencia de
complicaciones de una dolorosa lepra, a los 66 años de edad en la región italiana de Campania.

Plotino elaboró una estructura teológica en la que veía el universo como el resultado de una serie de
emanaciones o consecuencias de una realidad última, la cual es eterna e inmaterial; esta realidad la
denominaría “lo Uno”. De esta misma surge otro principio divino, por debajo de lo Uno: el Nous. A su
vez, del Nous emana el Alma, otra entidad divina que está por debajo de las dos anteriores. Plotino
coincidía con Platón en que el cuerpo es una prisión para el alma y que ésta trata de volver al origen
creador, al Uno.

La idea de “lo Uno” de la teoría de Plotino es un poco difícil de describir. Es un concepto que se refiere
a la unidad, a lo más grande e, incluso, una idea cercana a la de Dios como entidad única e infinita. Lo
Uno es el principio y, a la vez, el final. Es la unidad que funda la existencia de todas las cosas. El Uno
está más allá del Ser y, debido a ello, no es posible definirlo de forma específica puesto que, para
empezar, no se puede conocer de primera mano. La conceptualización de Plotino sobre “lo Uno” es
religiosa, y él mismo promovía una especie de monoteísmo en torno a esta idea. No obstante, se
diferencia del cristianismo puesto que el Uno sería más bien una suerte de Dios personal, una entidad
muy alejada de la del Dios como entidad omnipotente, omnisciente y omnipresente.

El Nous es el segundo nivel de realidad o hipóstasis (trinidad). Esta idea es de difícil traducción, aunque
hay quienes se refieren a él como “espíritu” y otros como “inteligencia”. Plotino explica el “nous”
partiendo de la semejanza entre el Sol y la Luz. El Uno sería el equivalente al Sol, mientras que el Nous
lo sería para la Luz. La función del nous como luz es la de que el Uno se pueda ver a sí mismo, pero
como el nous es la imagen del Uno, es la puerta por la que nosotros podemos contemplar el Uno.

Plotino afirma que el “nous” se puede observar simplemente haciendo que nuestras mentes se
concentren mirando en dirección opuesta a la de nuestros sentidos. Para entenderlo mejor, el nous es
esa inteligencia que nos permitiría acercarnos a la idea particular que tiene Plotino de Dios, en este
caso lo Uno.

El alma es la tercera realidad expuesta en la propuesta de Plotino; esta es de naturaleza doble. En un


extremo está ligada al nous, esto es la inteligencia pura, que tira de él. En el otro extremo, en cambio,
el alma se asocia al mundo de los sentidos, del cual es creadora y, también, plasmadora.

Plotino considera que el conocimiento sólo puede ser auténtico si está ligado a la contemplación
mística de lo Uno. Los seres humanos no somos lo Uno y no podemos comprenderlo, ya que una idea
tan perfecta y completa que nuestra alma y cuerpos materiales no pueden albergar una
representación del mismo, puesto que cualquier representación suya no deja de ser una imitación
imperfecta. Para Plotino no podemos conocer al Uno, pero sí acercarnos a él, y esa es la verdadera
adquisición de conocimiento.

En cuanto a la felicidad (eudaimonia), afirma que sólo se puede alcanzar dentro de la conciencia.
Según él, un individuo tiene una vida feliz cuando en su vida manda la razón y la contemplación; a
diferencia de lo que pensaban otros filósofos de su tiempo, quienes opinaban que felicidad era más
bien ausencia de tristeza o un estado anímico entre alegría y tristeza normales.

El neoplatonismo tuvo una gran influencia sobre aquellos cristianos preocupados por dotar de un
sistema filosófico a su fe. Frente al materialismo pagano, el neoplatonismo ofrecía la ventaja de un
alma humana inmortal y de un mundo espiritual transcendente más real que el mundo de la materia.
FILÓN DE ALEJANDRÍA
(Tomado de Filón de Alejandría: Obra y pensamiento. Una lectura filológica, López, 2009; y otros
artículos)

Filón de Alejandría (¿30? a. C.-50? d. C.) es una figura clave para conocer la profunda relación entre
judaísmo y Helenismo en el siglo I d. C. Judío practicante, su profundo dominio de la lengua, la
literatura y, de modo especial, la retórica griega lo convierten en una personalidad extraordinaria de
su tiempo, tanto por su exégesis de la Torá (o Pentateuco) como por sus escritos apologéticos,
históricos y filosóficos. Su testimonio es de gran valor para todo estudioso de la Antigüedad clásica por
los muchos datos que aporta acerca de la filosofía, el pensamiento, la educación y la tradición clásica
en el momento histórico que le tocó vivir, precisamente en un centro cultural de excepcional
importancia dentro del Imperio romano.

Filón perteneció a una de las familias judías más ricas y distinguidas de tal ciudad, recibió esmerada
educación, como él mismo reconoce varias veces en sus obras. Sabemos muy poco de su biografía,
salvo que vivió en ese lugar, un centro de extraordinaria importancia tanto por su excelente situación
cultural y económica -la más alta, propia de una verdadera metrópolis helenística bajo poder romano-
como por la convivencia de gentes de lenguas y culturas muy diversas, entre las que figuraban, en
lugar preeminente, griegos, al menos de lengua, judíos y egipcios helenizados.

Filón, uno de los representantes de la comunidad hebrea de Alejandría, tuvo estrecha relación con
diversas instituciones y personalidades romanas; por ello, participó en la embajada que los judíos
alejandrinos enviaron a Roma a fines del 38 d. C., o comienzos del año siguiente, para quejarse ante el
emperador Calígula de la persecución que recientemente habían padecido. Precisamente, en el
tratado Sobre la embajada ante Cayo, el autor se califica a sí mismo de anciano, por lo que puede
inferirse que habría nacido hacia el 20 o el 30 a. C. Nuestro escritor estuvo siempre en contacto con la
vida cultural y social greco-helenística: nos suministra muchos datos sobre la sociedad alejandrina de
su época, cuando habla de reuniones, cenas, fiestas, competiciones atléticas, representaciones
teatrales, carreras de carros, etc.

En cuanto a su escuela filosófica se puede afirmar que carece de filiación filosófica. No fue platónico,
estoico o escéptico, ya que buscó la verdad en la Biblia, este es el marco que Filón usa para desarrollar
su pensamiento, y considera que este pensamiento le viene dado en la revelación. Lo que es cierto es
que Filón utiliza las materias filosóficas de su entorno para poder explicar los contenidos de la Sagrada
Escritura, modificados libremente y usados de una manera que no es la de los creadores de los
mismos.

Del análisis de sus textos, se puede concluir que Filón considera la ley de Moisés como una filosofía,
comparable a la de los griegos, pero con la diferencia de que ella nos da la filosofía verdadera.

Es importante destacar la Explicación alegórica del Libro de las Leyes en el que comenta la historia del
alma humana y de sus relaciones con Dios, sus acciones y las situaciones que resultan de ellas que son
alegorías de los estados del alma; la obra entera es un tratado más bien arbitrario de psicología y ética.

Tiene una concepción dualista del individuo; afirma que el hombre presenta un yo superior y un yo
inferior, surgiendo el mal del segundo yo. La concepción dualista ha sido una constante en las ciencias
dedicadas al estudio de los seres humanos y su debate dentro de la filosofía de la ciencia y dentro de la
psicología ha sido amplio.

En sus citas hace referencia en un sentido lógico y razonable que aportan al comportamiento del ser
humano, tanto para controlar las emociones como el de adoptar un comportamiento ético como, por
ejemplo: "Si dices lo que quieres, oyes lo que no quieres" Esta idea es clave para empezar a reconocer
que cada uno de nosotros posee "un hombre natural" dentro de sí mismo, y debe ser controlado. Por
lo tanto, se requiere un valor adicional para decidir mejorar como personas y no cerrarnos en nuestras
debilidades.

Filón establece que la Física y la Ética tienen como fin la felicidad; la filosofía ayuda a conservar y
proteger todo lo que es pariente de la felicidad. Señala textualmente: “Pero no a la filosofía que
practican los cazadores de palabras y los sofistas, que venden en la plaza, como cualquier otra
mercancía, doctrinas y razonamientos, sin ponerse colorados —¡oh, la tierra y el sol!— cuando usan la
filosofía contra la filosofía. Por el contrario, se trata de la verdadera, tejida con tres componentes:
pensamientos, palabras y hechos, armonizados en una sola forma en pro de la adquisición y el goce de
la felicidad”.

Sus textos definen claramente que para él la filosofía verdadera es la Torá (Pentateuco: los cinco
primeros libros de la Biblia). La filosofía está pues al servicio de la Escritura, que contiene la sabiduría
verdadera. El filósofo debe, por medio de la alegoría indagar la Sagrada Escritura y aclarar los
contenidos de la misma, sobre todo los que se refieren a la ética, única que nos puede aportar la
felicidad.

Es considerado un padre de la iglesia, destacado por su erudición y junto con san Agustín y santo
tomas uno de los tres pilares de la teología cristiana.

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