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Gabriel siempre había admirado la fuerza y la determinación de su madre, Laura.

Ella era una


mujer exitosa, una ejecutiva de alto nivel en una empresa multinacional. Su agenda siempre
estaba repleta de reuniones, viajes de negocios y proyectos importantes. Sin embargo, lo que
Gabriel deseaba más que nada era poder compartir más tiempo con ella.
Desde que era un niño, Gabriel había sentido la ausencia de su madre. Aunque entendía que su
trabajo era importante y que la carrera de Laura era parte de lo que la definía como persona, no
podía evitar sentirse un poco abandonado. Las llamadas telefónicas cortas y los fines de semana
dedicados a recuperar el sueño perdido no eran suficientes para él.
A medida que crecía, Gabriel se encontraba cada vez más solo. Sus amigos hablaban
emocionados sobre las actividades que compartían con sus padres: partidos de fútbol, tardes en
el parque, cenas en familia. Gabriel apenas tenía recuerdos de ese tipo. Su madre siempre estaba
ocupada, y su padre había fallecido cuando él era muy joven.
A pesar de la distancia emocional, Gabriel seguía amando profundamente a su madre. Sabía que
ella trabajaba duro para darle lo mejor, incluso si eso significaba sacrificar tiempo juntos. Sin
embargo, la sensación de soledad seguía creciendo en su interior.
Un día, mientras revisaba viejas fotografías en el álbum familiar, Gabriel encontró una imagen
de su madre cuando era joven. En la parte posterior de la foto, había una breve nota escrita a
mano que decía: "Para Gabriel, mi luz y mi razón para luchar".
Aquellas palabras resonaron en el corazón de Gabriel. Se dio cuenta de que, aunque su madre
no estuviera presente físicamente todo el tiempo, siempre lo había tenido en mente. Decidió
tomar acción.
Con determinación, Gabriel se acercó a su madre y le expresó sus sentimientos. Laura,
sorprendida y conmovida por la valentía de su hijo, decidió hacer un cambio en su vida. Aunque
su carrera seguía siendo importante, entendió que su relación con Gabriel era aún más
prioritaria.
Juntos, madre e hijo comenzaron a dedicar tiempo de calidad el uno al otro. Organizaban
pequeñas escapadas los fines de semana, compartían cenas tranquilas en casa y se dedicaban a
actividades que ambos disfrutaban. La relación entre ellos floreció, y Gabriel se sintió más feliz
y realizado que nunca antes.
Con el tiempo, Laura encontró un equilibrio entre su carrera y su vida familiar. Si bien seguía
siendo una madre exitosa y una profesional destacada, ahora también era una presencia
constante en la vida de su hijo. Y para Gabriel, eso era lo más importante de todo: tener a su
madre a su lado, compartiendo cada momento importante de sus vidas.

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