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Nosotras no servimos.

Nosotras, no servimos- decía María a Guadalupe, su única hija, siempre se lo repetía cuando le
contaba sobre sus aspiraciones en un futuro, eso además de bajar su autoestima, destruía todas
las ilusiones que le iban surgiendo día a día. María vivía junto con su hija en una comunidad rural
alejada de las ciudades con sus grandes lujos, tal como las describía ella, era un pueblo con pocos
recursos y que subsistía gracias a la agricultura y a que la mayoría de los hombres iban en busca de
mejores oportunidades para dar dinero a sus mujeres y niños, pero la historia de Guadalupe y
María era diferente.

María se casó a muy corta edad, sus padres aceptaron su matrimonio porque encontraron al
hombre con los mismos ideales que ellos, “los hombres son los seres dominantes y las mujeres
fueron creadas únicamente para servir a estos”, es obvio que tanto María como a Guadalupe
nunca les agradó nada aceptar esta idea, pero para el caso de María sus padres no le dejaron
ninguna otra opción. Su esposo, como era de esperarse, tenía este ideal muy claro y
prácticamente era lo que regía su vida y como resultado de esto abusaba, maltrataba y ofendía a
María cada vez que algo no le gustaba o cuando llegaba alcoholizado a su hogar. Con el tiempo
María fue sometida y contagiada de los ideales de sus padres y de su esposo hasta el grado de
pensar que eso era lo correcto.

María se quedó sola cuando nació su hija, su esposo decía que era la peor decepción de su vida,
que nunca aceptaría una niña como hija, que su apellido quedaba totalmente devastado para él y
es obvio que nunca lo acabaría de procesar, así que agarró lo más importante que tuvo y se fue
para no volver. Su marido la había abandonado y sus padres al perder su matrimonio también la
abandonaron, se había quedado sola con su hija, la cual se convirtió para ella en la causa de todos
sus males.

La infancia de Guadalupe, que fue el nombre que María le dio, no fue para nada de las mejores, si
bien vivía en una comunidad de bajos recursos, esa no sería su mayor dificultad. María casi ni
velaba por el bienestar de su hija, nunca hacia caso a sus llamados y si los hacía era cuando había
pasado mucho tiempo, cosa que desató la constante ida a la casa de la curandera local, y que con
él tiempo Guadalupe le agarraría mucho cariño. Ya en su niñez temprana, la primera palabra que
pronunció fue “mamá”, algo que le dio un gusto a María que no duraría más que solo unas horas,
ya que, aunque seguía teniendo ese resentimiento a su hija también estaba muy preocupada pues
en todo este tiempo no había conseguido un trabajo más o menos estable que le asegurará su
subsistencia, eso agregado a que las palabras de sus padres y ex esposo la seguían atormentando e
impidiendo avanzar, causó que su personalidad y ella en general se desmoronara.

Pasaron un poco más de años y era el momento en que se supone Guadalupe debía de ir a la
escuela, que se encontraba a varios kilómetros de distancia del pueblo, pero María aún con los
ideales equivocados que tenía y su situación tanto mental como económica en un estado de crisis,
no lo permitió, fue ahí en el primer día de los niños en clases cuando Guadalupe le preguntó a su
madre, - ¿Por qué no puedo ir? - y María con las primeras palabras que le vinieron a su mente le
dijo, -Nosotras, no servimos- y continuó, - si fueras un hombre tal vez si servirías, ese fue tu error y
el mío también, si las cosas hubiesen sido distintas yo sería feliz, sí, si tan solo no hubieras nacido,
¡Yo sería feliz!
Y así pasaron los años, María le seguía diciendo a su hija la misma frase, mientras Guadalupe aún
con el deseo de ir a la escuela, solo se resignaba a hacer las labores diarias de su casa mientras
María había conseguido empleo como sirvienta en la ciudad más próxima a su pueblo, debido a
esto ella no podía visitar a Guadalupe sino hasta que llegara el fin de semana.

En uno de esos tantos días donde Guadalupe se quedaba sola, tomó la decisión más importante de
su vida. Juntando el dinero y las cosas que ella creía necesario se embarcó hacia la ciudad más
importante del país para averiguar si era verdad que el “nosotras no servimos” que le decía
siempre su madre. Pidiéndole de favor a la curandera que le escribiera una nota para su madre
con lo que ella le dijo, se fue y con las mejillas mojadas se despedía de su lugar de la infancia.

Guadalupe cómo pudo llegó a la gran ciudad y se fijó como su primer objetivo y él que le abriría
todas las puertas, aprender a leer y escribir. Consiguió un empleo de medio tiempo usando lo
único que su madre le enseñó y al cabo de más tiempo logró cumplir su primer objetivo, lo que
provocó una gran motivación que provocaría que todos los objetivos que ella se plantease los
acabara logrando, en cierto modo como una forma de oposición a la tan repetitiva frase de su
madre que aún sonaba en su cabeza.

Después de por fin poder dejar su primer empleo en la ciudad, debido a todo lo que ya había
aprendido, pudo seguir escalando en su montaña de objetivos y aunque seguía teniendo
dificultades ya no significaba un verdadero obstáculo para ella. Pasó aún más tiempo y la
conferencista Guadalupe Sánchez se había posicionado como las mejores del país, su historia
conmocionó a muchas mujeres que habían pasado por situaciones similares o incluso peores que
la de ella, pero lo que más llamaba la atención era que el título de su conferencia siempre era el
mismo “Nosotras no servimos”. Una noche, cuando Guadalupe comenzaba su discurso vio entrar a
su sala a una mujer ya vieja y un poco cansada, ella la miraba fijamente y Guadalupe no pudo
evitar dejar salir sus lágrimas, efectivamente se trataba de su madre, que al haber visto en lo que
se había convertido su hija, recapacitó y se animó a entrar en la conferencia, al final de la charla
Guadalupe exclamó: -Nosotras no servimos, nosotras no nacimos únicamente para servir a los
hombres, nosotras no somos ni debemos ser esclavas de nadie, para unirnos todas y luchar contra
el machismo ¡NOSOTRAS NO SERVIMOS!

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