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EDICIONES

POLÉMICA INICIAL
Formato: Voz alta
Expositores: José Romero y Pedro Romero.
UNIVERSIDAD PÚBLICA
¿Lo publico una es infraestructura de poder, una tarea o
una cualidad?
Las diversas declaraciones de Javier Milei reviven en el seno
de las universidades movilizaciones en torno a la educación
pública. Como si estuviéramos en un túnel del tiempo
aparecen en la memoria, el intento de “ajuste universitario”
fallido que intentara el Ministro de Economía López Murphy
en marzo del año 2001; mientras la Ministra de Trabajo,
Patricia Bullrich recortaba el 13 % al PAMI.
Rectores, decanos, profesores y organizaciones estudiantiles
reparten épicas, memorias y promesas de lucha. En medio de
la discusión entre amigos, enemigos, casi amigos, dignos de
descon ar o torpes de ocasión se distribuyen las consignas o
“fonemas” de declaraciones poco revisadas en el apuro de la
lucha, reproducidas con mentalidad cuasi-vulgar y pobreza de
tonalidad. La operatividad termina imponiendo una lógica de
reivindicación enérgicamente automática.
La educación pública que todos ponderamos no admite
demasiadas discusiones, porque no las admite en ningún lugar
del globo. Nunca se aplicaron los vouchers en Chile, ni en
Suecia. Solo admiten un pequeño intento frustrado durante la
Presidencia de Violeta Chamorro en Nicaragua. Tampoco es
verdad que la investigación cientí ca sea privada o se pueda
privatizar tan fácilmente. Basta solo recordar al mismo Donal
Trump respondiendo al pedido de Elon Musk cuando este le
aconsejo retirarse de la política:
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“Cuando Elon Musk vino a la Casa Blanca pidiéndome ayuda en
varios de sus muchos proyectos subsidiados, fueran carros
eléctricos que no llegan muy lejos, autos sin conductores que
chocan o cohetes que no van a ningún lado, con subsidios sin los
cuales él no tendría valor, y diciéndome cuán fanático de Trump y
republicano era. Yo podría haberle dicho ‘arrodillate y suplicá’, y lo
hubiese hecho”, expresó el expresidente americano.
Vivimos discusiones de impacto que terminan vaciando las
consignas históricas y distrayendo de los contenidos que
realmente se dicen sostener. El pensamiento neoliberal -en
cualquiera de sus versiones- siempre predica privatización en
materia educativa cuando el objetivo real es la
mercantilización del conocimiento, sus actores y sus
relaciones. Ante ello, la Universidad esboza una resistencia
que termina siempre funcional, repetida y conservadora.
¿Resiste la Universidad Pública o resiste la Corporación? ¿Lo
público constituye solo una infraestructura de poder? ¿Es una
tarea? ¿Es una cualidad a conseguir?
Que solo terminen menos de 3 alumnos de cada 10 que
ingresan es un escándalo “tamaño voucher”. Semejante
fracaso ya no admite explicaciones de valiosas experiencias u
otras tonterías justi cantes convocando la madurez juvenil. A
esta situación, que ya tiene sus años, se debe agregar la crisis
del ingreso casi encadenado con la demolición de la escuela
media. Los números son un mar de ambigüedades en más de
una oferta y las “carreras en crisis” son muchas y en diversas
geografías. Hay estudios sobre desigualdad que bien podrían
contestarse con estudios socio-económicos del acceso.
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Más allá que según publicaciones o ciales solo el 13% de los
jóvenes de 18 a 24 años va a la universidad. (tasa bruta).
Podríamos hablar de inversión y decir que cada alumno
demanda 120.000 pesos mensuales al Estado o que la
universidad pública cuenta entre 12 y 14 alumnos por
docente. Su modelo curricular resiste a los cambios y es “un
común denominador” hablar de su envejecimiento.
Importante número de sus docentes son Doctores, Master o
Especialistas, pero sus clases son optativas en buena parte del
sistema y lo único relevante son los turnos de exámenes (más
neoliberal no se consigue). La OCDE y sus pruebas PISA
soñarían con semejante continum evaluativo.
Podríamos continuar con el modelo de extensión e
investigación sin olvidar la situación edilicia. La universidad
cambia poco y resiste mucho. Hablar de su ine ciencia con la
inversión popular es mal visto por las propias prácticas
neoliberales decoradas con consignas resistentes de la
corporación. Larga podría ser la descripción. Se necesita
rediscutir profundamente la Universidad Pública. No para
privatizarla sino para des-mercantilizarla. La escuela media
pronto será universal y ello provocará la caída de la
universidad como “aspiracional popular. Su verdad será
revelada como lo es hoy la secundaria.
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En 40 años de democracia, el sistema universitario ha crecido
en número de instituciones y en número es estudiantes. Sin
embargo, su funcionamiento interno sigue apegado al
recuerdo reformista pero no a su memoria. Recordar para
repetir es pelear cada día con una “lógica reparativa” que
vacía políticas y enunciados. La política universitaria aún
repara enalteciendo a quienes debieron haber sido y no
fueron. La memoria es mandato y el mandato reformista
tiene un contenido esencial: No a la corporación.
Hay dos maneras de ser universidad pública hoy. Una es ser
una universidad de Agenda o de Adaptación. Se trata de
constituir una institución versátil a la agenda que otras
agencias del Estado, el mercado o la sociedad imponen e
intentar reaccionar movilizando las fuerzas institucionales
para convertirse en una voz presente. Muchas universidades
en el mundo adoptan este modelo; el problema es que se
ingresa en la competencia de legitimidades con otras
organizaciones sociales más ágiles y desburocratizadas. La
universidad como una ONG académica.
Otra opción es ser una universidad de transformación; ello
supone una nueva puesta en valor del conocimiento y la
capacidad de anticipar los escenarios que la sociedad que la
sostiene deberá afrontar. Nadie niega el profesionalismo
formativo, pero el mismo debe estar inserto en un norte de
transformación empujado por la misma institución. La CEPAL
recordaba que el conocimiento es el intangible más
importante del desarrollo. Por ello; gestionarlo es una
cuestión delicada y la universidad tiene severas di cultades
para hacerlo.
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Se necesitan Instituciones públicas de conocimiento explícito.
A los autores de esta nota nos caben, en términos de
responsabilidades, las generales de la ley. Escribimos como
parte del problema y ajenos a toda pretensión iluminista. Al
describir breve y apuradamente la universidad presente,
también describimos nuestras propias biografías. Y como
dice Jaron Lanier “ser critico es el último acto de optimismo”.
Las balas torpes de los candidatos provocadores deben
generar transformación y no adaptación. Más universidad
pública es menos mercantilización de sus prácticas. Somos
partes de prácticas “corporativas” que ha llegado la hora de
rechazar. Es la universidad pública que demanda el pueblo
que la paga. Si no lo hacemos nosotros, lo hará el mercado.

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