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2024

CONSTRUCCIÓN
DE LA
CIUDADANÍA E
IDENTIDAD
Profesor Esteban Zamaro

3RO “A”

San Eugenio de Mazenod


EJE 1: NOCIONES BÁSICAS DE LA CIUDADANÍA

1. PARA EMPEZAR A PENSAR EL CONCEPTO DE CIUDADANÍA

“¿Qué es hoy la ciudad para nosotros? Creo haber escrito algo como un último poema de amor a las
ciudades, cuando es cada vez más difícil vivirlas como ciudades. Tal vez estamos acercándonos a un momento
de crisis de la vida urbana y “Las ciudades invisibles” son un sueño que nace del corazón de las ciudades
invivibles. Se habla hoy con la misma insistencia tanto de la destrucción del entorno natural como de la
fragilidad de los grandes sistemas tecnológicos que pueden producir perjuicios en cadena, paralizando
metrópolis enteras. La crisis de la ciudad demasiado grande es la otra cara de la crisis de la naturaleza. La
imagen de la “megalópolis”, la ciudad continua, uniforme, que va cubriendo el mundo, domina también mi
libro. Pero libros que profetizan catástrofes y apocalipsis hay muchos; escribir otro sería un error, y sobre
todo, no se aviene a mi temperamento. Lo que le importa a mi Marco Polo es descubrir las razones secretas
que han llevado a los hombres a vivir en las ciudades, razones que puedan valer más allá de todas las crisis.
Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de
trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son sólo de
mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos. Mi libro se abre y se cierra con las
imágenes de ciudades felices que cobran forma y se desvanecen continuamente, escondidas en las ciudades
infelices.”
Ciudades Invisibles, Italo Calvino

“Claro que puede objetarse que, si no existe una actitud para la convivencia, cualquier ciudad más que un
bien llegará a ser un mal común para sus habitantes; y sin dudas es cierto, pero esto no invalida lo
anteriormente dicho, porque la convivencia para los hombres no es una cuestión opcional sino necesaria; en
cierta medida se podrá optar con quién vivir, pero no resulta posible que la vida humana perdure si no se
concreta con un mínimo de esa relación. Sin dudas, compartir la vida no es fácil; se puede pisar el mismo
suelo y tener intenciones diametralmente diferentes. Esto puede ocurrir tanto en una casa, si sus integrantes
no logran un orden que les permita vivir juntos en la complementación recíproca que los contenga, como en
una ciudad que es la casa común de todos los que la habitan; los resultados de la discordia pueden ser
igualmente desastrosos. El remedio en el ámbito ciudadano no es la atomización, que es la antesala de
confrontación, ni el individualismo que se codea con el egoísmo, menos aún la exclusión y la soledad, sino
el difícil y virtuoso ejercicio de la ciudadanía, que implica participar en la vida de la ciudad para que ésta se
fortalezca en el bien común y pueda darles cabida a todos sus integrantes, ayudándole a encontrar su rumbo
en los desafiantes senderos que plantea la historia en cada momento.”
Arq. Carlos Luis M. Borra en “Barrios Roma y Constituyentes". Miguel Angel Dalla Fontana
2. SER CIUDADANO
Por pertenecer a una comunidad que tiene una organización estatal, todos los que vivimos aquí somos ciudadanos. Si
esto es así, ¿por qué es necesaria una materia que se llame Construcción de Ciudadanía? Existen muchas razones.

Ser ciudadano no es simplemente conocer nuestros derechos y nuestras responsabilidades y cómo exigir que se cumplan.
Ser ciudadano es mucho más que eso, es un conjunto de prácticas individuales y colectivas que se ejercitan haciendo uso
de nuestros derechos, defendiéndolos cuando están vulnerados, respetando los del otro.

En todo esto, la participación juega un papel fundamental y nuestra escuela es un espacio ideal para transitar el ejercicio
de la ciudadanía, porque aprendiendo a conocer nuestros derechos y nuestras responsabilidades podemos activamente
generar experiencias que hagan posible organizarnos desde lo individual hacia lo colectivo, resolver conflictos, revisar
nuestras concepciones y sentirnos libres de expresar nuestras ideas, con el objetivo y la satisfacción de hacer junto a
otros, para transformar las sociedades en las que vivimos en más equitativas, limpias y justas.

Todo ello desde un enfoque que contemple la defensa de los derechos humanos y de la democracia.

a) EL CONCEPTO DE CIUDADANIA
En la República Argentina seguimos teniendo vigente, con modificaciones, una ley de ciudadanía de 1869 (la Ley 346),
que establece que son argentinos todos los nacidos en este territorio (salvo los hijos de diplomáticos), los hijos de
argentinos que hayan nacido en el extranjero y que opten por la ciudadanía de origen, y todos los extranjeros mayores
de edad con residencia de al menos dos años y de buena conducta que quieran hacer el trámite de ciudadanía por
naturalización. Es decir que en esta ley se conjugan los conceptos de ciudadanía y nacionalidad.

La ciudadanía se refiere a la inclusión de una persona en un Estado determinado, y al compromiso mutuo de deberes y
derechos. La nacionalidad tiene que ver con el lugar de nacimiento de cada uno, o del nacimiento de sus ancestros, y
también está relacionada con la ciudadanía que se adopta y con el universo cultural que uno considera propio.

Por otro lado, el concepto de ciudadanía se refiere a la condición jurídica para el ejercicio de derechos y el
cumplimiento de deberes establecidos legalmente en el marco de una comunidad determinada. Así entendida, la ciudadanía
se relaciona con los derechos y los deberes que hacen posible la vida en común a partir de la existencia y el
funcionamiento de las leyes, entre ellas la constitución. Los individuos son los titulares de los derechos, lo que los
convierte en ciudadanos; al mismo tiempo, los Estados son los destinatarios de las obligaciones que surgen de las
normas. Ellos deben garantizar que los ciudadanos efectivamente ejerzan los derechos, para lo cual adoptan medidas tales
como el trazado de políticas públicas y la administración de justicia. Esta definición de ciudadanía corresponde a su
dimensión normativa y se relaciona con la condición legal de los ciudadanos y con las normas o reglas de juego de una
sociedad.
Sin embargo, a lo largo de la historia se fue construyendo un concepto más complejo de ciudadanía que vincula al
ciudadano con su carácter de sujeto político. En este sentido, la ciudadanía va más allá de la titularidad de derechos e
implica también la participación y el compromiso con el destino de la sociedad. Esta dimensión sustantiva de la
ciudadanía es complementaria y, a su vez, superadora de la dimensión normativa. Por un lado, no se restringe a concebir
al individuo como titular de derechos sino que contempla su participación en el espacio público a través de debates,
proyectos y decisiones compartidas. Esta participación contribuye a garantizar el cumplimiento de nuestros derechos, a
trabajar para satisfacer la necesidad de nuevas leyes y derechos, y a mejorar la democracia.

Por otro lado, la ciudadanía sustantiva considera, además de las leyes -formales y explícitas- las condiciones reales que
posibilitan o limitan la participación libre. Por ejemplo, las desigualdades sociales condicionan el ejercicio de la
ciudadanía y, a menudo, contradicen las leyes establecidas.

En síntesis, la perspectiva normativa o jurídica define una ciudadanía más bien pasiva, cuya condición emana de las leyes
y se ejerce de manera individual. En cambio, la ciudadanía concebida desde una perspectiva sustantiva o política es activa,
construida por medio de la participación en el espacio público y ejercida como integrante de una comunidad.

3. HISTORIA DE LA CIUDADANÍA Y DE LOS DERECHOS


En la actualidad, los estudios sobre ciudadanía coinciden en que esta no puede ser entendida como una condición
estática y definitiva, que se adquiere de una vez y para siempre. Sostienen que, para comprenderla, es necesario
contemplar el proceso de construcción social de la ciudadanía ligado al proceso de democratización.

En ese sentido, el sociólogo inglés Thomas H. Marshall, en su libro Ciudadanía y clase social, analiza la ampliación de la
cobertura de la ciudadanía a partir de la adquisición de derechos civiles, políticos y sociales en un proceso histórico y
evolutivo. Desde su perspectiva, se registró una larga y persistente tendencia- no exenta de retrocesos- hacia la
expansión de los derechos.

a)CONQUISTA DE LOS DERECHOS CIVILES


Los derechos civiles son los derechos fundamentales que las personas poseen por su condición de individuos, es decir,
por el hecho de existir, sin diferenciaciones de color, nacionalidad, género o posición económica. A todos nos
corresponde la libertad de palabra y conciencia, los derechos de propiedad y de igualdad ante la ley, por ejemplo.

Si bien estos derechos no se consideran una concesión del Estado a los individuos, ya que pertenecen a la propia
naturaleza humana, para su respeto y cumplimiento debieron ser reconocidos por el Estado. El proceso de
reconocimiento no estuvo exento de luchas sociales y políticas para lograr la incorporación de estos derechos en
declaraciones y leyes. Sin embargo, en la actualidad es común pensar naturalmente en los derechos civiles como atributos
propios de la personas, olvidando su carácter de conquista. Según la perspectiva de Marshall, los derechos civiles forman
parte de la primera generación de derechos; su reivindicación se vincula con el ascenso de la burguesía al poder y su
reclamo para que se supriman los privilegios de la nobleza y se proclame la igualdad ante la ley.
La Revolución Gloriosa fue la primera revolución política realizada por la burguesía y es un ejemplo paradigmático que
refleja la lucha por la consagración de los derechos civiles. Esta revolución tuvo lugar en Inglaterra, en 1688, en un
contexto de disputa del poder entre la monarquía y el Parlamento, lo que equivale a decir entre la nobleza y la
burguesía.

La victoria de la Revolución Gloriosa inglesa se concreta en la aparición de un nuevo hombre-ciudadano y la


proclamación de un documento llamado Bill of Rights o Declaración de los Derechos. Inglaterra es a finales del siglo
XVII un país con una monarquía moderada, en el que se reconocen derechos civiles.

Esta nueva forma de organización política permitió que la burguesía y la aristocracia compartieran el poder que, en gran
medida, cedió el rey. La representación en el Parlamento y las leyes que éste producía tenían como objetivo fundamental
la protección de las libertades y derechos civiles. Inglaterra se diferencia de los demás países europeos de la época por el
reconocimiento de la libertad individual, la adopción del principio de tolerancia religiosa, el nacimiento de la opinión
pública, y por la redacción de una constitución elaborada por un parlamento con una asamblea representativa de la
nación.

Si bien este movimiento por las libertades se manifestó de manera más precoz en Inglaterra, a partir de su consagración
en la Declaración de Derechos, continuó en América del Norte y en Francia, donde los derechos civiles fueron
incorporados en las nuevas legislaciones surgidas tanto en la Revolución Francesa como en la Revolución los de
Independencia de los Estados Unidos. Pocos años después, el movimiento se expandió por América Latina cuando las
colonias comenzaron a independizarse.

b) CIUDADANÍA Y DERECHOS POLÍTICOS


Los derechos políticos se refieren a aquellos derechos que involucran la participación política de los ciudadanos y
habitantes de los Estados. En un sentido restringido, se definen como la posibilidad de votar en elecciones libres para
elegir a las autoridades públicas, así como poder ser elegido en carácter de representante del pueblo en las instituciones
estatales. Pero, además del acto eleccionario, también abarcan otras formas de participación política: deliberar
pacíficamente sobre asuntos de interés público, opinar y reclamar acerca de las decisiones de los gobernantes, asistir a
manifestaciones, informar y ser informado sobre asuntos públicos, supervisar las acciones de gobierno en los distintos
niveles, entre otras.

Muchas de estas formas de participación que hoy resultan familiares y se encuentran traducidas en derechos, como por
ejemplo el sufragio universal, son fruto de una larga lucha. En este caso la Revolución Francesa fue un hecho decisivo,
ya que transformó la manera de pensar, de hacer y de construir la política.

Hacia 1789, Francia estaba regida por una monarquía absoluta en la que el poder político se concentraba en el rey,
cuya autoridad se pensaba que provenía de Dios. Las restricciones políticas propias de una monarquía absoluta se
combinaban con las desigualdades sociales consideradas "naturales" por tratarse de una sociedad jerárquica conformada
por tres estamentos: nobleza, clero y tercer estado (este último englobaba a burgueses, artesanos y campesinos).

Los nobles, por motivos de sangre y de herencia, y los miembros del clero eran considerados superiores y los únicos
capacitados para gobernar; gozaban de privilegios, mientras que el resto de los individuos estaba imposibilitado de
participar en los asuntos públicos. Como sostuvo Marshall, durante el siglo XVIII los derechos políticos eran
defectuosos por su distribución ya que eran el monopolio de un grupo social.
Durante el reinado de Luis XVI se produjo una severa crisis financiera, producto de la participación del ejército francés
en las guerras de independencia norteamericana. A esto se sumaron el descontento social y las aspiraciones políticas del
tercer estado, que deseaba terminar con el privilegio de los nobles, limitar la monarquía absoluta y acceder a los cargos
de gobierno. Luego de la declaración de la bancarrota del Estado francés, el rey -presionado por la nobleza-convocó a
los Estados Generales, una antigua institución de consulta, formada por representantes de los tres estamentos que se
reunían de forma separada.

Sin embargo, el tercer estado exigió la reunión de una asamblea nacional en la cual los tres estamentos pudieran deliberar
y tomar decisiones en conjunto. Finalmente, tras la negativa del rey de aceptar este cambio, el tercer estado constituyó
la Asamblea Nacional que se arrogó la representación de la soberanía de los franceses. Dentro de las medidas tomadas
por la asamblea se destaca la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que, como se mencionó antes,
proclamó que los hombres nacen libres e iguales en derechos. Esta igualdad de los hombres permitió el acceso a los
derechos políticos antes reservados a la nobleza. A partir de entonces, la soberanía residió esencialmente en la nación
francesa y todos los ciudadanos tuvieron derecho a intervenir en la formación de la ley.

La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano expresa las demandas del tercer estado y, en particular, de la
burguesía. Más tarde, se incorporaron a la ciudadanía los sectores populares y, por último, las mujeres. Desde que el
derecho a participar en la toma de decisiones dejó de ser un privilegio de la nobleza, los Estados ya no basaron su
legitimidad en la herencia o en el poder divino, sino en la soberanía popular.

c) LA CIUDADANÍA SOCIAL
Los derechos sociales son aquellos destinados a garantizar un mínimo de condiciones de seguridad y de bienestar. Tienen
como finalidad lograr que todas las personas puedan satisfacer sus necesidades económicas, sociales y culturales, vivir en
condiciones dignas y alcanzar su pleno desarrollo. Incluyen el derecho al trabajo, a la salud, a la educación, a la vivienda
y a la alimentación. Si se observa la historia de los derechos, se verá que estos fueron conquistados tardíamente; los
primeros instrumentos legales-en especial, leyes laborales-datan de principios del siglo xx.

Como consecuencia de los cambios económicos y sociales que produjo la Revolución Industrial, que además de la
expansión de las fábricas desencadenó un acelerado proceso de urbanización, surgió con fuerza la cuestión social. Esta
se refiere al conjunto de problemáticas asociadas a la explotación laboral y a las pésimas condiciones de vida de los
trabajadores en las ciudades. Las extensas jornadas de trabajo, las deficiencias en la seguridad y la sanidad, el
hacinamiento y los bajos salarios se convirtieron en graves problemas sociales de las ciudades industriales. Los Estados -
por entonces liberales- se abstenían de intervenir en el mercado y en las relaciones laborales y, por lo tanto, se
mostraban incapaces de resolver el problema social. La aglomeración de trabajadores, tanto en los barrios obreros como
en los establecimientos fabriles, facilitó la cohesión de los sectores populares y la organización obrera. Así, Estado y
clase obrera entraron en un conflicto abierto.
El surgimiento de los derechos sociales es resultado de la lucha de los trabajadores organizados colectivamente en
movimientos obreros que, influenciados por ideas socialistas o anarquistas, buscaron revertir sus condiciones de
explotación, promover la igualdad entre las personas y reclamar la intervención de los Estados para procurar el bienestar
de todos los miembros de la sociedad. Para aliviar la violencia que en muchos casos alcanzó esta lucha, los Estados se
vieron obligados a sancionar algunas leyes protectoras de los trabajadores (fijando límites a la jornada de trabajo y un
salario mínimo, por ejemplo) y a poner en marcha políticas de asistencia para cubrir las necesidades más elementales de
los sectores populares (de esta época datan los primeros planes de construcción de viviendas, escuelas y hospitales). Sin
embargo, la época de apogeo de los derechos sociales va a coincidir con el predominio del Estado de bienestar, ya que
el goce efectivo de estos derechos requiere de políticas públicas activas y que incluyan a todos los sectores de la
sociedad.

La incorporación de los derechos sociales a la condición de ciudadanía permitió un abordaje de la cuestión social que
rompió con la lógica de la beneficencia. Esta era llevada a cabo, en general, por instituciones no estatales (iglesias de
diferentes cultos, asociaciones de caridad, etc.) y sus destinatarios no eran considerados ciudadanos sino personas al
margen de la sociedad.

Según Marshall, en la extensión de los servicios sociales lo que importa es que se produzca una equiparación en todos
los ámbitos entre los menos y los más afortunados, entre los sanos y los enfermos, los empleados y los desempleados,
los jubilados y los activos, los solteros y los padres de familia numerosa. Esto significa que el reconocimiento de los
derechos sociales implica acciones concretas por parte del Estado no sólo para satisfacer las necesidades de las
personas, sino también para crear condiciones de equidad para acceder a los derechos y para compensar las situaciones
de desventaja.

4. ¿CÓMO EXIGIR EL CUMPLIMIENTO DE LOS DERECHOS?


Tal como se vio en este capítulo, una ciudadanía implica la participación de los ciudadanos tanto para la defensa como
para la conquista de nuevos derechos. Recordemos que las personas son titulares de los derechos reconocidos por las
diferentes leyes y el Estado es el responsable de cumplir con las obligaciones que surgen de dichas normas. Es decir, los
Estados tienen la obligación de respetar los derechos, garantizar su ejercicio libre y pleno, y promover su realización
efectiva. Por lo tanto, la exigibilidad de los derechos reside en la interacción de los ciudadanos con el Estado. Esa
interacción se produce a través de mecanismos previstos por las propias leyes y por las instituciones, como el Poder
Judicial.

La importancia de estos mecanismos se debe a que, como se explicó en las páginas anteriores, el reconocimiento legal de
los derechos no es suficiente para asegurar que en la práctica todos y cada uno de los ciudadanos disfruten de ellos.
Este es el motivo por el que se han creado vías para exigir al Estado que cumpla con los derechos y para resolver los
problemas o conflictos que se presentan en la vida cotidiana. La defensa de los derechos y el trabajo de construcción de
una ciudadanía plena son una tarea de la sociedad, que se lleva a cabo en acciones individuales y colectivas. En este
sentido, conocer los distintos mecanismos de exigibilidad de los derechos y utilizarlos frente a una lesión o violación de
los mismos es un complemento necesario de la ciudadanía en acción. Los medios de exigibilidad y realización efectiva de
los derechos pueden diferenciarse en dos grupos.
MECANISMOS Y HERRAMIENTAS

JURÍDICO- INSTITUCIONALES
Apuntan a los recursos de carácter judicial contemplados en la Constitución
Nacional y en las demás leyes para exigir el libre ejercicio de los derechos a través
de demandas ante la Justicia y de recursos administrativos ante los órganos
correspondientes (denuncias, reclamos, etc.). Aquí el Derecho opera como fuente de
legalidad y legitimidad, ya que las conquistas de la ciudadanía se plasman en leyes
que luego actúan de salvaguarda para garantizar su cumplimiento y defenderlos.

POLÍTICO-SOCIALES
que la ciudadanía puede accionar ante el incumplimiento por parte del Estado de sus obligaciones. El objetivo
es canalizar denuncias, reclamos y exigencias ante las autoridades y proponer acciones de protección de
derechos. Esta categoría comprende diferentes formas de participación política en espacios y medios públicos:
marchas y manifestaciones, huelgas de los trabajadores, difusión de información a través de los medios de
comunicación, conformación de asociaciones de diversa índole y participación en organizaciones no
gubernamentales.
A diferencia de los mecanismos legales, estas instancias se destacan por su carácter colectivo, ya que necesitan
que se articulen los intereses y demandas de un gran número de ciudadanos. Por lo tanto, estos mecanismos
nos remiten a una ciudadanía sustantiva, en la que no basta la realización de actos de resistencia aislados sino
que es vital la capacidad colectiva para hacerse presente en el espacio público. Los mecanismos político-sociales
actúan como complemento de los mecanismos legales, de la misma forma que la ciudadanía sustantiva es el
momento superador-pero que a su vez contiene- a la ciudadanía normativa.
EJE 2: CULTURA E IDENTIDAD

1. LA CULTURA
Definir el concepto de cultura no es una tarea sencilla ya que a través de la historia de las sociedades y las ciencias
sociales, el término tuvo variadas acepciones que se fueron incorporando al sentido común. ¿Todos tenemos cultura?
¿La cultura se transmite como una herencia? ¿o puede cambiar y transformarse?

Usamos la palabra cultura o alguna derivada cuando, por ejemplo, nos referimos a personas cultas o incultas, la cultura
popular o a la cultura precolombina. En cada uno de esos casos, sin embargo, tiene significados diferentes ¿Cómo
llegamos a usar esta palabra para expresar ideas tan diversas? Hagamos un poco de historia.

En la Europa medieval, el término cultura significaba la acción de cultivar la tierra y la cría de ganado, por lo que era un
concepto utilizado únicamente para cuestiones relacionadas a actividades agrícolas y ganaderas.

Luego, durante el Renacimiento, este término comenzó a utilizarse en referencia al cultivo y enriquecimiento del
intelecto o del espíritu, sentido que se impuso en el siglo XVIII; a partir de entonces se llamó cultura al estado
alcanzado luego de un proceso de formación. Toda persona capaz de apreciar las artes, poseer buenos modales y
conocimientos intelectuales era considerada culta. Este concepto de cultura se encuentra vinculado a las ideas de
progreso, evolución y razón.

Muy próxima a esta idea humanista de lo que es cultura se encuentra la de civilización. Los pueblos considerados
civilizados eran los más avanzados en cuanto a sus adelantos técnicos y científicos, como también en sus ideas religiosas
y costumbres. Estas características se medían desde la mirada europea, que clasificaba como civilizado aquello ligado a la
cultura de Europa y a la razón, en oposición al salvajismo y a la barbarie, entendidos como etapas previas, más cercanas
a la naturaleza y al instinto animal. Así lo civilizado (en oposición a lo primitivo) era aquello que desde la mirada de
Europa se consideraba en ventaja en relación con otras sociedades tanto antiguas como contemporáneas. A partir de la
idea de la existencia de sociedades primitivas que debían evolucionar hasta llegar a ser lo que se consideraban civilizadas
se justificaron invasiones, conquistas de territorio y situaciones de dominación colonial.

Con el paso del tiempo, las distintas acepciones del término cultura se mantuvieron ligadas al desarrollo de las ciencias
humanas y sociales (antropología, sociología, lingüística), ya que al significado del término se fueron incorporando
otros elementos.

Así, cuando nos referimos a rituales indígenas, a fiestas populares, a formas de consumo o incluso el fútbol (como
práctica cultural más allá de lo deportivo) también podemos estar hablando de cultura porque la palabra ya no designa
solamente el grado de educación alcanzado ni alude a las bellas artes, sino que se refiere a una cosmovisión vinculada al
sentido común y a las prácticas sociales más extendidas, es decir, tiene un sentido antropológico.
En 1871, el antropólogo inglés Edward Tylor (1832- 1917) creó la siguiente definición: “la cultura o civilización, en
sentido etnográfico amplio es todo aquel complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el
derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridas por el hombre en cuanto miembro de la
sociedad.” Esta fue considerada como la primera conceptualización de cultura en un sentido antropológico. Pero si bien
supera la idea humanística de alta cultura porque abarca distintas dimensiones de la vida humana en sociedad, se la crítica
por ser muy amplia, y porque utiliza como sinónimos las ideas de cultura y civilización.

Además, las primeras conceptualizaciones antropológicas reconocían grados de cultura, y así se acercaban al sentido
humanista. Otras definiciones surgidas en el siglo XX incluyen, dentro de una idea de cultura, las costumbres, los bienes,
las ideas, las formas de organización y los valores de los grupos humanos, heredados y transmitidos de generación en
generación. Pero esto también es criticado ya que, desde este punto de vista, la cultura se considera un conjunto de
pautas que se les imponen al ser humano, negando la posibilidad de cambios.

Una idea de cultura muy extendida en los últimos años incluye el sentido que tienen los fenómenos y eventos de la vida
cotidiana para un grupo humano determinado. Cuando decimos sentido, nos referimos al conjunto de significados que
una comunidad le otorga a esos fenómenos y eventos, y que es exclusivo de ese grupo. Estos significados cobran vida
en las prácticas y en las relaciones con las demás personas y con el ambiente. Por ejemplo, si queremos conocer la
cultura futbolística en la Argentina, tenemos que preguntar qué significa vestir la camiseta de un club o juntarse con
amigos a ver el partido en un bar.

En conclusión, podemos definir a la cultura como un conjunto de bienes materiales y espirituales de un grupo social
transmitido de generación en generación a fin de orientar las prácticas individuales y colectivas. Incluye lengua,
procesos, modos de vida, costumbres, tradiciones, hábitos, valores, patrones, herramientas y conocimiento, por lo que
se torna fundamental para el ser humano y su vida en sociedad.

2. CULTURA E IDENTIDAD
Las sociedades humanas poseen identidades culturales que son elaboradas socialmente, y se encuentran en un continuo
proceso de construcción. Esto significa que las ideas no son estáticas ni se transmiten sin cambios de generación en
generación, sino que siempre están abiertas a ser modificadas.

Estos cambios resultan fundamentalmente de los contextos interculturales, de la convivencia social, es decir, que se van
produciendo al tiempo que se vive y se convive con otros. En este proceso continuo de construcción de la identidad
cultural algunos aspectos se mantienen inalterables, mientras otros experimentan variaciones.
a) LA IDENTIDAD INDIVIDUAL Y SOCIAL
Diariamente emprendemos diversas actividades que están determinadas por nuestras rutinas personales y nos permiten
relacionarnos con otras personas: vamos a trabajar, estudiar, tomamos el colectivo, compramos algo en el kiosco, nos
encontramos con amigos en el club. Las personas con las que nos relacionamos en cada uno de esos actos poseen
características particulares, gustos individuales, asumen una identidad, una creencia religiosa y pueden ser parte de una
nacionalidad, una cultura o una etnia diferentes.

Estas características diversas, las experiencias vividas, los intereses de cada uno, entre otras cosas, determinan que las
personas perciban la realidad de modos diferentes. Cada ser humano, aun los que pertenecen a la misma cultura, es una
persona particular, con características que la hacen única.

A pesar de que las diferencias son propias del ser humano, las características particulares de las personas suelen originar
comportamientos discriminatorios, que se manifiestan en actitudes de desprecio hacia aquello que se percibe como
distinto. Las consecuencias de la discriminación son profundamente negativas para las personas. Se relacionan
fundamentalmente con la pérdida de derechos y con la desigual posibilidad de acceso a ellos, lo que provoca situaciones
de aislamiento o de violencia.

Aunque las personas vivan en un mismo lugar, no necesariamente piensan, obran y sienten de igual forma. Cuando en una
sociedad esas diferencias culturales se invisibilizan o, por el contrario, se las resalta excesivamente, surgen desigualdades
o injusticias en las relaciones cotidianas y se anula la posibilidad de ejercer acciones que permitan eliminar las situaciones
de desigualdad.

Por ejemplo, si en una sociedad hay una gran proporción de habitantes de una etnia determinada, invisibilizarlo no
permitirá atender sus demandas particulares , por el contrario, hipervisibilizar lo “diferente” puede conducir a la
promoción de actitudes de discriminación.

La inclusión de todas las personas solo es posible cuando se reconocen y se valoran las identificaciones culturales, de
nacionalidad, de etnia, entre otras. Esto permite actuar frente a situaciones sociales en las que algunos grupos se
posicionan o intentan posicionarse como superiores frente a otros a los que considera inferiores.

En muchos casos, ese sentimiento de superioridad está asociado al etnocentrismo. Se denomina etnocentrismo a la
tendencia a considerar la propia cultura como el único criterio válido para interpretar o valorar los comportamientos,
costumbres, tradiciones o valores de otros grupos, etnias o sociedades.

Es una actitud que consiste, fundamentalmente, en que un grupo, sociedad o cultura se considere superior en su forma
de vida a los demás grupos, sociedades o culturas, y, en virtud de ello, rechace, excluya y margine a todo aquel que no
forme parte de ella.
En cuanto a los prejuicios, podemos afirmar que son una opinión, por lo general de índole negativa, que se forma
sobre algo o alguien de manera anticipada y sin el debido conocimiento.

Prejuzgar, como tal, significa juzgar las cosas antes del tiempo oportuno. Los prejuicios implican actitudes suspicaces u
hostiles hacia una persona que es parte de un grupo (social, económico, racial, étnico, etc.), y a quien se le atribuyen
las mismas cualidades negativas que se le achacan al grupo por el simple hecho de pertenecer a él.

De esta manera, los prejuicios se establecen a partir de creencias basadas en las costumbres, tradiciones o mitos que se
adjudican a determinado grupo. Como tal, se originan primero hacia un individuo, luego se atribuyen a todo el grupo al
que pertenece ese individuo, y, a continuación, se aplican a todos los individuos del grupo.

Los prejuicios pueden ser causados por motivos raciales, sociales, de género, etc. Muchas veces, los prejuicios se basan
en estereotipos: los jóvenes no son responsables, los ancianos son olvidadizos, los alemanes son fríos, los judíos son
avaros, etc.

El problema fundamental de los prejuicios es que derivan en situaciones de injusticia y discriminación. Esto significa que
a determinadas personas se les da un trato diferente o de inferioridad, sin motivo ni justificación, debido a su
pertenencia a determinados grupos étnicos, sociales, políticos, religiosos, etc. De allí que los prejuicios puedan
tornarse en sentimientos de xenofobia, racismo, intolerancia religiosa, entre otras.

La estigmatización es el hecho por el cual una persona es señalada por una supuesta “marca personal”, a partir de la cual
es incluida en una categoría determinada. Esa “marca” puede ser un rasgo personal, un comportamiento o la pertenencia
a un grupo determinado que siempre es percibido como negativo y utilizado para explicar y fundamentar su supuesta
inferioridad. Esto ocurre cuando se presupone que existe un ideal de “normalidad” y “corrección”. Por ejemplo, hasta
mediados del siglo XX, en nuestro país, los hijos ilegítimos, es decir, aquellos nacidos fuera del matrimonio, eran
sometidos a situaciones de discriminación por su condición de nacimiento. Ese estigma era considerado un fundamento
“válido” para someterlos a un trato humillante. Y los privaba del goce de algunos derechos, como el de heredar los
bienes de sus pares y del uso del apellido paterno.

Las personas que viven por fuera de aquello que es socialmente percibido como “correcto” o “ normal” a menudo
experimentan situaciones de violencia física o psicológica que se originan por considerar el estigma como “lo
indeseable”. En un intento por evitar ser víctima de estas prácticas discriminatorias, la persona estigmatizada
frecuentemente recurre al aislamiento o al ocultamiento de la característica por la cual se lo estigmatiza.

b) OTRA MIRADA: RELATIVISMO CULTURAL


El relativismo cultural consiste en estudiar el resto de culturas abandonando la visión que nos imprime la propia. Hasta
prácticamente el siglo XX, todos los estudios y análisis de otras culturas, sobre todo desde la occidental, se habían
realizado pensando que la nuestra es la mejor, la más desarrollada y deseable. Eso provocaba que muchos de los análisis
y conclusiones obtenidas a través de estas investigaciones nos perecieran extraños e incluso indeseables. Pensando así que
solamente la forma en la que nuestra cultura aborda esos temas es la única correcta. Desde este punto de vista,
solamente se cree que estas prácticas son diferentes, pero ni peores ni mejores, ya que cada cultura se ha desarrollado a
lo largo de los siglos, influida por numerosos factores como el clima, la tierra, o los avances técnicos y tecnológicos.
Con lo cual lo normal es que, debido a las diferencias en los factores anteriores, las sociedades se hayan desarrollado de
forma muy asimétrica. Teniendo incluso una ética y moral completamente diferentes, papel en el que la religión ha sido
determinante. El relativismo cultural plantea que:

Todas las culturas son iguales y comparables; no hay culturas inferiores y superiores. Por tanto
es imposible ordenar las culturas en un esquema evolutivo
La civilización no es algo absoluto, sino relativo, y nuestras ideas y concepciones son verdaderas
sólo en lo que concierne a nuestra civilización
Las sociedades son diferentes en cuanto a su educación moral; ya que cada pueblo, grupo o
sociedad tiene diferentes formas de educación que son correctas para ellos.
Cada sociedad propone como correcto lo que para ellos está bien según sus creencias morales;
como bien menciona, cada cultura es diferente.
El relativismo cultural considera que no hay una sola verdad que abarque la verdad absoluta
dentro de todas las verdades. Partiendo de este último punto los relativistas tratan de explicar
porqué todas las sociedades son diferentes.

Según esta filosofía, ninguna de las culturas nos podría permitir con propiedad decir cuál es la que tendría que ser
superior y por qué, ya que lo que para unos sea lo correcto contrastará con otro grupo humano para el que no lo
sea, "nadie debería juzgar las acciones de otras sociedades, por el solo hecho de ser diferentes a las nuestras, tenemos
que ser tolerantes y aceptar que simplemente todos somos diferentes"

3. EL INTERCAMBIO CULTURAL Y LA CONSTRUCCIÓN DE IDENTIDADES


Las sociedades humanas poseen identidades culturales que son elaboradas socialmente, y se encuentran en un continuo
proceso de construcción. Esto significa que las identidades no son estáticas ni se transmiten sin cambios de generación
en generación, sino que siempre están abiertas a ser modificadas. Esos cambios resultan fundamentalmente de los
contactos interculturales, de la convivencia social; es decir, que se van produciendo al tiempo que se vive y se convive
con otros. En este proceso continuo de construcción de la identidad cultural algunos aspectos se mantienen
inalterables, mientras otros experimentan variaciones.

a)RELACIONES INTERCULTURALES
Cuando en un mismo espacio geográfico conviven armoniosamente varias culturas diferentes, sin que se produzcan
situaciones de segregación, discriminación o aislamiento de ningún tipo, hablamos de una situación de convivencia social
óptima. Esta situación óptima, donde la diversidad cultural no es perturbada por elementos negativos, se denomina
interculturalidad.

La interculturalidad es, entonces, el proceso de comunicación e intercambio entre personas o grupos de características
culturales diferentes que se desarrolla en un contexto armonioso. En ella, ningún grupo cultural se subordina a otro,
sino que se abren espacios de diálogo y enriquecimiento mutuo.
La interculturalidad no solo es un concepto que se aplica a la relación entre sociedades culturalmente diferentes, sino
también a las formas en que las personas, como seres individuales y diversos (compañeros de curso, de trabajo, vecinos)
se relacionan, se comunican o intercambian conocimientos y habilidades. A menudo se producen situaciones que
demuestran superar los obstáculos que dificultan e impiden la comunicación y lograr la interculturalidad no son metas
sencillas.

b) DESIGUALDAD CULTURAL, IGUALDAD DE DERECHOS


La perspectiva intercultural parte de la premisa de que existen sociedades desiguales en las que los diferentes grupos
socioculturales se interrelacionan constantemente. Como vimos, existe interculturalidad cuando se establecen relaciones
horizontales, en las que ningún grupo cultural se posiciona por encima de otro.

Para que la interculturalidad sea posible es necesario que la sociedad en su conjunto asuma una actitud de respeto por la
diversidad cultural, reconociendo que todos somos iguales en materia de dignidad y derechos pero diferentes en nuestra
cultura y formación. En el artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos afirma que:

“todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y
conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Todas las sociedades son
culturalmente diferentes, y esas diferencias ofrecen enormes posibilidades de enriquecimiento mutuo
mediante el intercambio intercultural”.

c) LA CONSTRUCCIÓN DE UN “NOSOTROS Y ELLOS”


En el proceso de construcción cultural algunos aspectos se mantienen inalterables y otros se modifican. Sin embargo,
determinar qué aspectos cambian y cuales perduran depende de las relaciones sociales de poder. Esto significa que la
creación de cultura es una actividad permanente que resulta conflictiva porque en el proceso diversos actores sociales
compiten por imponer sus propias ideas. Por lo tanto, si el intercambio entre distintas sociedades no se realiza desde
una perspectiva intercultural, se definirán como hegemónicos los relatos e ideas de aquella sociedad que cuente con
mayor capacidad de imponer como universal su propio modo de ver y entender el mundo.
Cuando una cultura determinada se establece como hegemónica y prevalece por encima de otras se crea una especie de
“nosotros y ellos”, que finalmente se traduce en situaciones de discriminación e impide el acceso o el goce de
determinados derechos. Se trata de situaciones de “hipervisibilidad” de las diferencias con respecto a los considerados
“ellos”. Por ejemplo el nativo versus el inmigrante, o el hincha de un equipo versus el hincha del otro. Al presentar
categorías de este tipo como antagónicas y enfrentadas se construye un espacio propicio para la aparición de
estereotipos, prejuicios y descriminación. En estas situaciones, las diferencias culturales, políticas o sociales generan la
exclusión del otro de un espacio que debería ser común.

Una mirada sociocultural inclusiva e integradora valora las diferencias culturales y que permite el enriquecimiento mutuo
y la construcción de un “todos” que es superador del excluyente “nosotros y ellos”.
LA CONVIVENCIA EN LA DIVERSIDAD: COMPROMISO DE TODOS
La perspectiva intercultural supone la valorización y el respeto por “el otro cultural”. El reconocimiento de la diversidad,
el respeto por la palabra y las diferencias de saberes y tipos culturales son fundamentales para la construcción de sujetos
que en incluyan en un mismo espacio de convivencia social. Las relaciones de intercambio entre las personas, entonces, se
deben establecer sobre una verdadera legitimación de ese “otro cultural”, es decir, deben reconocer y valorar las
diferencias entre los distintos grupos y a la vez reconocer que gozan de los mismos derechos.

La convivencia en la diversidad es una construcción comunitaria e integral. Que sea comunitaria significa que para lograr
la coexistencia en un ámbito de respeto y valorización de todas las personas es necesario el compromiso de todos. El
carácter integral alude a que deben existir iniciativas y proyectos que promuevan la convivencia intercultural en todos los
espacios cotidianos.

Diferentes proyectos, gubernamentales y no gubernamentales impulsan estos valores de respeto en la diferencia y buscan
la consolidación de conductas sociales modificadas en favor de una actitud de respeto a la diversidad. Si en el hogar, en
la escuela, en las charlas entre amigos, en la vía pública, estos comportamientos y pensamientos son naturalizados, la
convivencia en la diversidad, el reconocimiento de la igualdad de derechos y el rechazo de toda forma de discriminacion
son escenarios posibles. Por eso es imprescindible que esta tarea sea asumida como un compromiso de todos, por y
para todos.
EJE 3: PERSONAS Y SOCIEDADES EN UN
MUNDO GLOBALIZADO

1. LA SOCIEDAD GLOBAL
El fenómeno de la globalización, sobre el que vamos a reflexionar durante este trimestre, produjo grandes cambios en las
formas de relacionarnos con las demás personas en casi todas partes del mundo. Las nuevas tecnologías de la
comunicación, la mayor producción y circulación de información, una nueva concepción del tiempo del espacio, nuevos
intercambios culturales, entre otros factores, confluyeron para moldear lo que se conoce como sociedad global.

a) ¿QUÉ ES LA GLOBALIZACIÓN?
La globalización es un proceso que comenzó en las últimas décadas del siglo XX gracias a los avances en las
comunicaciones, la tecnología, el transporte, la ciencia y la industria. Todos estos factores combinados produjeron
profundos cambios en la interacción e integración de las personas, las empresas y los Estados de todas partes del
mundo, transformando, a su vez, la política, la economía y la cultura en cada lugar.

Las nuevas tecnologías de la comunicación y la información (cuyo mayor emblema es internet) crearon una nueva
concepción de tiempo y del espacio. Por ejemplo, un estudiante de Argentina puede intercambiar datos con otros
estudiantes de muchas partes del mundo en tiempo real y acceder a numerosas fuentes de información; de la misma forma
que un operador de bolsa puede realizar transacciones desde cualquier parte del planeta, las 24 horas del día, ambos
casos con repercusiones muy distintas para las sociedades a las que pertenecen.

A medida que el tiempo y el espacio dejaron de significar un impedimento decisión para las acciones de las personas o de
las empresas, el intercambio (comercial, cultural, tecnológico, etc.) entre países aumento como nunca antes en la
historia. Las grandes empresas transnacionales se convirtieron en gigantescos consorcios globales capaces de vender sus
productos a nivel planetario. Indumentaria, calzado, consolas de videojuegos, restaurantes de comida rápida,
aplicaciones para teléfonos celulares, series de televisión o destinos turísticos entre muchos otros ejemplos, se
consumen cotidianamente en los más diversos rincones del mundo y generan lo que se denomina consumidor global que
trasciende las pautas culturales de cada región.

Ya no hay límites geográficos que no pueden vulnerarse, por lo que las acciones de las personas o de los grupos
(empresas, Estados) pueden adquirir consecuencias mundiales, tanto negativas como positivas.
b) ¿UNA ALDEA GLOBAL?
La aldea de una aldea global tiene sus orígenes en la década de 1960, a partir de los trabajos del filósofo canadiense
Marshall McLuhan (1911-1980), quién predecía las consecuencias del avance e os medios de comunicación masivos, que
para la época eran esencialmente la radio y la televisión, en función de la conectividad humana a escala global.

Este filosofo observaba que el mundo comenzaba a volverse “más pequeño” en la medida en que aumentaban las
transmisiones de televisión vía satélite que permitían llevar o traer contenidos desde o hacia cualquier sitio del planeta.
Sostenía que la velocidad de las comunicaciones auspiciaba un mundo mucho más interrelacionado, donde las distancias
se acortaban y las personas se conocían mejor sin importar el lugar en el que se encontraban: las nuevas tecnologías
posibilitarían que la humanidad en su conjunto viviera tan estrechamente relacionada con los habitantes de una pequeña
comunidad, pero a nivel planetario, es decir, como miembros de una aldea global.

Durante la segunda mitad del siglo XX y principios del siglo XXI, con el desarrollo de la tecnología digital (especialmente
la informática y la internet) se produjo la llamada revolución digital. Este fenómeno modifico completamente las formas
de relacionarnos entre las personas, la comunicación, el trabajo, el comercio, el aprendizaje o el entretenimiento, entre
muchos otros factores. De ahí que algunos estudiosos coincidan en llamar al periodo actual de la historia como “era de
la información “o “era digital”, para describir lo ligadas que están muchas de nuestras prácticas cotidianas a las
tecnologías de la información y la comunicación.

En este periodo, la idea de aldea global se propago ampliamente en las ciencias sociales para dar cuenta del fenómeno de
la globalización. En la actualidad, este concepto se utiliza para referirse al mundo cada vez más interconectado e
interactivo, con intereses entrelazados y moldeado para los avances en informática, las telecomunicaciones y el trasporte
que desdibujan los límites y las distancias geográficas. Esta dimensión territorial puede tener diferentes interpretaciones,
en las que se ven reflejadas las más diversas consecuencias sociales.

Así, por ejemplo, se reconoce como un hecho que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han
facilitado como nunca antes la exploración de espacios extranjeros” y el intercambio entre personas que viven a miles de
kilómetros de distancia.

Nos obstante, el retrato de un mundo “sin fronteras”, “sin barreras” o “más pequeño” puede tener unos diversos efectos.
En el desarrollo de esta unidad intentaremos pensar acerca de alguna de las claves que nos permiten comprender el
mundo en que vivimos, tan complejo y dinámico.

Las redes sociales, como Internet posibilita el intercambio


Programas como Google Earth Facebook, Instagram, TikTok nos de información más voluminosos
nos permite visitar virtualmente habilitan a tener “amigos” de que la humanidad haya conocido.
casi todo el planeta y acceder a todas las nacionalidades o seguir Las transmisiones vía streaming
cartografía e imágenes satelitales en tiempo real las publicaciones nos acercan contenidos desde los
sin movernos de casa. de artistas, políticos o lugares más remotos que
deportistas de cualquier parte del podamos imaginar.
mundo.
2. LA MIRADA DE BAUMAN SOBRE EL CONSUMO
La obra del sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman es fundamental para comprender el mundo actual y evidenciar las
consecuencias humanas de la globalización. Vamos a analizar algunas de sus consideraciones.
Zygmunt Bauman nació en Pozan, Polonia, en 1925, en el seno de una familia de origen judío que sufrió la
persecución del nazismo, y murió el 9 de enero de 2017, en Gran Bretaña. Fue profesor de Filosofía y Sociología en la
Universidad de Varsovia y luego en otras universidades del mundo. Su obra intelectual abarca cuestiones como la
modernidad liquida, que caracteriza a las sociedades globales como aquellas que esconden las incertidumbres más grandes
del ser humano detrás del consumismo.

a) SER CONSUMIDOR EN UNA SOCIEDAD DE CONSUMO


La plaga de la sociedad de consumo -y la gran preocupación de los mercaderes de bienes de consumo- es que para
consumir se necesita tiempo. Existe una relación entre la carrera espectacular del "ahora” impulsada por la tecnología de
compresión del tiempo, y la lógica de la economía orientada hacia el consumo. De acuerdo con esta última, la
satisfacción del consumidor debe ser instantánea, dicho en un doble sentido.

Es evidente que el bien consumido debe causar una satisfacción inmediata, sin requerir la adquisición previa de destrezas
ni un trabajo preparatorio prolongado; pero la satisfacción debe terminar "en seguida", es decir, apenas pasa el tiempo
necesario para el consumo. Y ese tiempo se debe reducir al mínimo indispensable.

Para lograr esa reducción necesaria del tiempo, conviene que los consumidores no puedan fijar su atención ni
concentrar su deseo en un objeto durante mucho tiempo; que sean impaciente, impulsivos, inquietos; que su interés se
despierte fácilmente y se pierda con la misma facilidad. La cultura de la sociedad de consumo no es el aprendizaje, sino
principalmente el olvido.

En la economía consumista, por lo general, primero aparecen los productos (ya hayan sido inventados, descubiertos o
diseñados rutinariamente en los departamentos de “investigación y desarrollo”), y solo entonces se les busca una utilidad
y la forma de venderlos.

b) LOS SEÑUELOS DE CONSUMO


Para aumentar la capacidad de consumo, jamás se debe dar descanso al consumidor. Hay que exponerlo constantemente a
nuevas tentaciones para que permanezca en un estado de excitación perpetua; y más aún, de insatisfacción permanente.
El señuelo que le hace modificar su centro de atención debe confirmar sus sospechas y, a la vez, prometerle una cura
para la insatisfacción “¿crees que ya has visto todo? Todavía no has visto nada”

Se suele decir que el mercado de consumo seduce a sus clientes. Pero para ello necesita clientes que quieran que se les
seduzca. Los consumidores van de atracción en atracción, de tentación en tentación, de husmear un artículo a buscar
otro; de tragar un señuelo a lanzarse en pos de otro; y cada atracción, tentación, artículo y señuelo es nuevo,
distinto, atrapa la atención mejor que el anterior.
3. COMPRAR-TIRAR-COMPRAR
Como vimos, la globalización permitió que muchas empresas transnacionales fragmentan sus etapas productivas según
sus conveniencias (por ejemplo, llevando las fases que requieren mayor cantidad de mano de obra a los países
subdesarrollados donde los sueldos son más bajos) y aumentaran notablemente su producción. A su vez, las estrategias
de marketing y diseño promovieron como nunca el consumo “necesario” para que las empresas pudieran vender sus
productos en todas partes del mundo. Como contrapartida, se generaron problemas ambientales incalculables, tanto por
la contaminación que producen la producción y el transporte, como así también por el agotamiento de los recursos
naturales o la producción irrestricta de basura.

Comprar, tirar, comprar es una lógica propia de la sociedad de consumo y de la fabricación de productos de acuerdo
con el criterio de obsolescencia programada (es decir, productos que son pensados para que duren poco tiempo y
deban reponerse por otros nuevos). Esto también genera grandes diferencias económicas y sociales entre distintas
regiones del mundo y las consecuencias ambientales de una sociedad que pretende consumir ilimitadamente en un planeta
que cuenta con recursos naturales ilimitados.

a) OBSOLESCENCIA PROGRAMADA
La obsolescencia programada nos obliga a entrar en un ciclo sin fin de consumo y desperdicio, pero se plantean otras
vías para salir del ciclo comprar tirar-comprar.

Cada historia tiene un comienzo, pero pocas veces se le puede poner una fecha exacta. La de la obsolescencia
programada, por increíble que parezca, sí tiene un punto de partida exacto. El 23 de diciembre de 1924 se reunieron en
Ginebra los principales fabricantes mundiales de lamparitas de luz, entre ellos compañías como Osram, Phillips o General
Electric. Allí firmaron un documento por el que se comprometían a limitar la vida útil de sus productos a 1.000 horas,
en lugar de las 2.500 que alcanzaban hasta entonces. El motivo, claro está, era lograr mayores beneficios económicos.
Había nacido el primer pacto global para establecer de manera intencionada una fecha de caducidad a un bien de
consumo.

Este acuerdo oficializaba una nueva era del consumo. A partir de entonces, los fabricantes incorporaron un principio en
su modelo de negocio que quedó plasmado en un texto de la revista Printer’s Ink en 1928: “Un artículo que no se
desgasta es una tragedia para los negocios”. En la década de los cincuenta se le puso un nombre: obsolescencia
programada. En unos EE UU en plena expansión comercial, el diseñador industrial Brooks Stevens popularizó el término,
que definió de manera elocuente: “Instalar en el comprador el deseo de poseer algo un poco más nuevo, un poco
mejor, un poco antes de lo necesario”.

La realizadora alemana Cosima Dannoritzer empezó a trabajar a finales de la década pasada en un documental que
abordaba el fenómeno de la obsolescencia programada. “Cuando comencé a interesarme por el tema pensaba encontrar
algunas empresas que utilizaban esa práctica para ganar más dinero, pero me di cuenta de que se trata de algo sistémico,
que toda nuestra economía depende de ella”, recuerda. Su documental, Comprar, tirar, comprar, estrenado en 2011,
proporcionó una visión global sobre los peligros de este ciclo infinito del consumo, y sus consecuencias más allá de
nuestros bolsillos.
La publicidad ha jugado un papel clave en este cambio en nuestra mente que nos empuja a querer, por ejemplo, ese
smartphone nuevo sin plantearnos siquiera si el que ya tenemos todavía funciona. “Si ves los anuncios de hace dos o
tres generaciones, vendían que su producto era mejor, que su coche era más rápido, pero ahora a veces ni te muestran
ese producto. Vinculan los objetos y la función que tienen a nuestras inseguridades”, explica Dannoritzer. “Dentro de
este contexto, hemos aceptado como algo normal el hecho de tirar un objeto cuando ya no funciona. Lo vemos como
un derecho: yo lo puedo tirar y alguien se tiene que ocupar de esos residuos. Y no es tan fácil si pensamos en el
futuro y lo que puede pasar con nuestro planeta”. La directora alemana apunta a otra de las consecuencias de la
obsolescencia, quizás la más apremiante y amenazadora.

En 2025 se generarán 53,9 millones de toneladas de desechos procedentes de productos electrónicos, según la Oficina
Internacional de Reciclaje (Bureau of International Recycling). Pero gran parte de esa chatarra no está a nuestra vista,
sino en lugares como Agbogbloshie, una zona cercana a Accra (Ghana) que se ha convertido en un inmenso vertedero al
que van a parar esos teléfonos, ordenadores o electrodomésticos que dejaron de funcionar y que era más sencillo
reemplazar que arreglar. Otros países como Pakistán son el destino final de los 41 millones de toneladas de basura
electrónica que generamos cada año, según Naciones Unidas.

“La economía del crecimiento y la obsolescencia programada no funciona a largo plazo porque no podemos acelerar
siempre, hay un límite de recursos, de energía”, advierte Dannoritzer. “Es un sistema que funcionaba bien en la década de
1920, en los años 30, 40… pero no es algo que se pueda mantener. O nos quedamos sin recursos y energía o
llenamos el planeta de basura innecesaria”.

Cuando los fabricantes de lamparitas se reunieron en Ginebra en 1924, una de esas sencillas fuentes de luz llevaba ya 23
años alumbrando de forma ininterrumpida un parque de bomberos de Livermore, en California. Hoy, es
lamparita sigue encendida 117 años después, convertida en una atracción turística local, pero también en el símbolo de la
posibilidad de crear productos mucho más perdurables que lo que dicta el mercado obsolescente.

Mientras la legislación avanza en paralelo a la concienciación pública, cada decisión importa. “Siempre digo que cada uno
puede cambiar pequeñas cosas”, cuenta Cosima Dannoritzer. “Si me quedo mi móvil un año más no me va a arruinar la
vida, y si todos hacemos lo mismo se tirarían menos móviles”. Ya no solo se trata de algo que afecte a nuestra
economía doméstica, sino quizás a nuestra supervivencia.

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