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[Apuntes de Clases]
EDUCAR EN CIUDADANÍA
Conceptos de ciudadanía
La ciudadanía como idea clásica data de los siglos V y VI en Atenas. Para aquella época, la
ciudadanía se estudiaba desde el ámbito jurídico, definiéndola como un status para reclamar
derechos al gobierno. La manera en cómo hoy se define la ciudadanía ha cambiado, en tanto su
estudio no es sólo competencia del ámbito jurídico sino de múltiples disciplinas de las Ciencias
Sociales; de esta forma se obtiene un concepto aplicable y coherente para diversos aspectos de la
vida en sociedad y, a su vez, al referirnos a su definición, es pertinente mencionar una relación
que abarca tanto derechos como responsabilidades.
Ciudadanía es un status asignado a todos aquellos que son miembros plenos de una
comunidad. Todos los que posean dicho status son iguales con respecto a derechos y
deberes... Clase social, por otro lado, es un sistema de desigualdad. Y también, como
ciudadanía, puede basarse en un conjunto de ideales, creencias y valores1”.
Esta noción de Marshall es mucho más amplia pero básicamente comprende que existen tres
estadios de ciudadanía que corresponden a los tres órdenes de libertades: civiles, políticas y
sociales.
En lo civil contempla la libertad de pensamiento, de decir aquello que se piensa; de creencia, esto
es de profesar la religión que más se asemeje a nuestro cuadro básico de valores; el poder
celebrar contratos, lo cual significa el derecho a la propiedad privada; y el derecho al derecho
positivo, que se refiere a la impartición de justicia y el ser iguales ante la ley. En cuanto al
Cortina aboga por un concepto que una, por un lado, la razón sentiente de cualquier persona; y,
por otro, las normas y los valores que tomamos como humanizadores.
Surge la cuestión del carácter del ciudadano, la ética de la ciudadanía, qué tipo de ciudadanos
queremos forjarnos, en la sociedad, qué tipo de ciudadanos queremos ser.
Es un tema fundamental, y lo está siendo sobre todo desde los años 70 del siglo XX. Y esa
necesidad de forjar de nuevo el carácter de los ciudadanos surge de dos lados fundamentales, de
dos raíces fundamentales. Por una parte, la necesidad de civilidad, y, por otra parte, la necesidad
de que la sociedad civil asuma su protagonismo, de que salga de su minoría de edad, asuma su
mayoría de edad y tome el lugar que le está correspondiendo en una sociedad pluralista.
2 Cortina, Adela, citando a MacIntyre, Alasdair, Tras la virtud, Barcelona, Crítica, 1987. En: Ciudadanos del
mundo, 33.
Podemos constatar que, en las sociedades capitalistas, la ética fundamental es la ética del
individualismo hedonista. Cada persona siente que él y sus allegados son el centro de la
sociedad, el núcleo de la sociedad. Y, además, cada uno de ellos siente que tiene deseos, deseos
de determinados placeres; los deseos son infinitos y cada uno entiende que él, sus deseos y la
satisfacción de sus deseos constituyen la clave de su sociedad.
Cuando esa es la clave ética de una sociedad, lo que es evidente que ocurra a continuación es que
se merma totalmente toda capacidad de civilidad. ¿Qué quiere decir civilidad? La capacidad de
sacrificarse, de alguna manera, la capacidad de involucrarse en las tareas públicas, la capacidad
de involucrarse en las tareas de la sociedad en su conjunto. Y ocurre que, cuando el
individualismo hedonista es la clave de una sociedad, la civilidad queda totalmente socavada. A
esto se le suma una visión del individualismo posesivo, es decir, la convicción de que cada uno
es el dueño de sus facultades y del producto de sus facultades, sin deber por ello nada a la
sociedad.
Los individuos, movidos únicamente por el interés de satisfacer toda suerte de deseos sensibles
en el momento presente, no sienten el menor afecto por su comunidad, y, por ende, no están
dispuestos a sacrificar sus intereses egoístas en aras de la cosa pública. (…) De ahí que, uno de
los grandes problemas en las sociedades del capitalismo tardío consista en conseguir que
cooperen en la construcción de la comunidad política unos ciudadanos preocupados únicamente
por satisfacer sus deseos individuales. ¿Cómo lograr que estén dispuestos a sacrificarse por el
bien común, cuando sea necesario, unos individuos que hacen del placer presente el único
objetivo de su vida?3
En una sociedad donde las relaciones se basan en el intercambio económico, despreciar a quien
no tiene algún bien material como el dinero, trae consigo su exclusión, sin tener en cuenta que,
mediante el intelecto y la sensibilidad es posible el intercambio en la sociedad. La aporofobia
lleva al ser humano a la exclusión, a la clasificación social y económica, atentando directamente
contra la dignidad del hombre y a la democracia, en tanto en la democracia no pueden existir
sociedades radicalmente desiguales.