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Marshall señala que hoy, ser ciudadana o ciudadano de pleno derecho implica
“desde el derecho a un mínimo bienestar y seguridad económica hasta el compartir
al máximo el patrimonio social y a vivir la vida de acuerdo con los estándares
imperantes en la sociedad”.
En este camino, actualmente, los retos sociales y políticos que están generando la
globalización y el modelo económico imperante capitalista, han conducido a la
denominada ‘ciudadanía global crítica’. Este concepto de ciudadanía superala
restricción de las formas de participación centradas en el derecho al voto. Las
prácticas se amplían a la participación activa de las personas y colectivos en la
transformación social, a la reivindicación de derechos y a centrar la acción de la
ciudadanía en torno a las necesidades de las personas.
Con motivo del cambio de gobierno federal he escuchado en todos los medios de
comunicación, charlas familiares y hasta en las pláticas de la escuela un vocabulario
lleno de palabras novedosas como ciudadanía, democracia, elecciones, Estado,
civismo… Otras palabras son todavía más recientes entre los mexicanos y derivan
de los nuevos usos y costumbres de la política mexicana: referéndum, consulta,
plebiscito.
A pesar del uso reiterado de dichas palabras, parece que casi nadie tiene una idea clara y
precisa de lo que está hablando al citarlas. Este hecho se suma a la muy débil cultura
cívica que se ha recibido a lo largo de nuestra educación formal. De la educación
familiar ni hablar; generalmente lo que se aprende en casa se resume en que los
políticos son ladrones, las elecciones una farsa, los impuestos una estafa y la ciudadanía
una forma de sumisión a un poder despótico y arbitrario.