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Inked (Sailor's Grave 2) - Drew Elyse
Inked (Sailor's Grave 2) - Drew Elyse
Seis meses bailando alrededor del otro llevaron a una noche explosiva y dos
semanas sin una palabra.
El ruido sordo de mis zapatos en la alfombra del pasillo no debería haber sido tan fuerte.
Llevaba las Mary Janes rojas lo suficiente como para saber que debían ser casi silenciosas
mientras hacía el recorrido desde el elevador hasta la puerta de mi departamento.
Hoy no lo eran.
Porque hoy estaba muy frustrada y aparentemente intentaba desquitarme con el
suelo a cada paso.
Juré que, si rompía esos tacones con mi ira, él los reemplazaría.
Con ese pensamiento, mis ojos se dirigieron a la puerta que estaba al otro lado de
la mía, como si pensar en él fuera a conjurarlo mágicamente para que pudiera clavarle
uno de mis tacones en el culo.
No es que lo hiciera, ni siquiera provocado.
No me malinterpreten, haría ese tipo de movimiento con la persona adecuada si
me empujara a ello. Es sólo que él estaba provocando un tipo diferente de frustración. 4
El tipo de frustración que me recordaba que hace más de seis meses que yo no tenía un
poco, y más tiempo que eso desde que lo tuve de alguien con algún tipo de talento en ese
campo.
Mi vibrador, sin embargo, había estado ocupado. Especialmente en los seis meses
desde que él se mudó.
Todas las señales apuntaban a que B.O.B. iba a volver a batear esa noche.
Seguí pisando fuerte por el pasillo, decidida a entrar en mi departamento antes de
que pudiera ocurrir algo terrible, como que se abriera la puerta del 4E. Sabía que estaba
en casa. Conocía su coche ―lo que me hacía parecer una acosadora, pero era lo que
era― y estaba estacionado en el estacionamiento a unos cuantos puestos de donde yo
acababa de entrar. Según mis cálculos, probablemente había llegado a casa hace poco
más de una hora si no había parado en ningún sitio por el camino.
Ahora, eso definitivamente sonaba como algo que sólo alguien con una obsesión
malsana podría saber, pero ese no era el caso aquí.
Lo sabía porque eso, además de los quince minutos de viaje, era el tiempo que hacía
que lo había visto por última vez, justo antes de que saliera del estudio de tatuajes
Sailor's Grave, donde yo trabajaba. También hacía ese tiempo que me consumía la
frustración, aún más molesta por el hecho de que yo era la recepcionista y tenía que ser
jodidamente agradable como parte de la descripción del trabajo. Durante la media hora
que transcurrió entre su marcha y el momento en que el último cliente del día pagó su
factura conmigo, no podía decir que hubiera hecho el mejor trabajo.
Y fue su culpa.
Jackson.
En otras palabras, el hombre que me tuvo instantáneamente en todo tipo de lujuria
la primera vez que entró en Sailor's Grave. Nunca había experimentado nada parecido.
Claro, he estado rodeada de lo que probablemente es más que mi cuota de chicos
sexys en mi vida. Tipos a los que quería ―y en algunos casos, arrastré― a mi cama sólo
por su aspecto. Pero lo que experimenté la primera vez que Jackson entró por la puerta
fue algo totalmente distinto. Una mirada, una mirada que lo abarcó todo, desde sus pies
calzados con botas, pasando por sus jeans bien gastados hasta sus estrechas caderas, por
sus brazos esculpidos y tatuados bajo las mangas enrolladas de un Henley negro que se
ajustaba lo suficiente como para mostrar que el resto de lo que cubría estaba igual de
bien formado. Hasta la mandíbula fuerte y ligeramente velluda, los ojos oscuros y el pelo
oscuro que llevaba peinado hacia atrás y que era demasiado corto para ser un peinado
completo, era todo lo que hizo falta. No habría importado que se acercara a mi escritorio
y se comportara como un auténtico pendejo, seguiría siendo la estrella de mis fantasías 5
durante mucho tiempo.
¿Cómo no iba a serlo? Ni siquiera los hombres completamente ficticios que se me
ocurrían para cumplir ese papel eran tan adecuados para lo que yo quería como él.
Sin embargo, no sacó el pendejo que podría haber ido fácilmente con esas miradas.
No, me hundió más al ser encantador, educado y coquetear abiertamente lo suficiente
como para que, por primera vez en mi vida, no supiera si iba a disolverme en un charco
baboso allí mismo. Cuando mi jefe, Sketch, salió a buscarlo para su cita, tuve que
contener las ganas de decir que todavía era mi turno. Podía añadir aún más tinta ―algo
que particularmente me encendía, nada sorprendente dada mi elección de trabajo― al
Adonis cuando estuviera bien y preparada para ello.
Con el coqueteo definitivo, rematado con un guiño mientras seguía a Sketch, sólo
sería un poco dramático decir que me sentí desolada cuando sólo me dio más del mismo
tratamiento cuando terminó. Puede sonar arrogante, pero estaba segura de que me iba
a invitar a salir. Estaba absolutamente segura de que él también lo sintió entre nosotros.
Y luego, nada.
Todavía estaba intentando ignorar el escozor de aquello tres días después ―días
en los que él era el protagonista de cualquier fantasía que yo cocinara, exactamente como
había previsto― cuando me encontré con él otra vez.
Justo en la puerta de mi departamento.
Así empezaron seis largos, muy largos, meses de este baile idiota que habíamos
estado haciendo. Coqueteando en el pasillo, en el estacionamiento, en mi puto trabajo,
donde de repente se había convertido en un cliente habitual en la agenda de Sketch cada
dos semanas. Independientemente de lo que pudiera sentir o no ese primer día, sabía
que le gustaba tanto como a mí. No se podía fingir la forma en que sus ojos marrones se
oscurecían al verme, no se podía ocultar cómo sus sonrisas pasaban de ser fáciles a algo
que sólo podía describir como hambriento, no se podía ignorar que insistía en meterse
en mi espacio personal tanto como podía. La naturaleza táctil de su coqueteo era lo peor
de todo. Podría haber soportado la sonrisa, las burlas y las miradas acaloradas. Lo que
no podía soportar era la forma en que sus grandes y ásperas manos se sentían sobre mí,
el calor que parecía irradiar de su cuerpo, o el toque de especias en su aroma. Me había
dado demasiado de las tres cosas, y me estaba volviendo loca.
Así que, ese día, lo hice.
Me mentalicé durante todo el tiempo que estuvo de vuelta con Sketch, e incluso
conseguí que mi amigo y compañero de trabajo, Liam, me dijera que dejara de actuar
como una gallina ―aunque él no sabía ni siquiera de qué iba su charla de ánimo, pero
era lo suficientemente buen amigo como para dármela de todos modos―. Entonces, 6
cuando Jackson se acercó a la puerta después de su cita para pagar, me atreví a invitarlo
a salir.
¿Su respuesta?
Después de que sus ojos se volvieran aún más oscuros y de aspecto más hambriento
de lo que había visto hasta entonces, su expresión había cambiado a una de
arrepentimiento antes de que pareciera cerrarse por completo.
Luego, con esa voz suave que me convencía tanto como todo lo demás de él,
respondió:
―Me da pena decirlo, pero no puedo, preciosa.
Sólo eso. Ninguna explicación de lo que significaba esa críptica respuesta. Durante
meses habíamos estado en este juego y él lo terminó con un extraño rechazo, y luego se
fue.
No podía decir que hubiera manejado cualquier rechazo con un encogimiento de
hombros y la cabeza fría. Con lo hundida que estaba con Jackson, que me rechazara me
habría dolido como fuera. Pero la forma en que se produjo me enojó en lugar de
disgustarme.
Meses en los que me había dado alas, sino es que más que yo, ¿y luego esto?
Francamente, fue jodidamente grosero.
Entré en mi departamento respirando hondo, e incluso me las arreglé para no
cerrar la puerta tras de mí antes de apoyarme en ella.
Estaba empezando a sonar como un pendejo en la zona de amigos, me reprendí. Es
hora de dejarlo ir.
Si no quería ir allí, él se lo perdía. Sabía lo que yo tenía que ofrecer, y en su caso,
eso incluía un montón de movimientos que lo dejarían boquiabierto. Encontraría a otra
persona que quisiera todo lo que él acababa de rechazar.
Acababa de enderezarme de la puerta cuando unos golpes contra ella me hicieron
saltar y empezar a tropezar. No hacía falta adivinar quién era, aunque no tuviera ni idea
de por qué estaba allí. Me tomé un segundo para recomponerme ―y tal vez un poco más
para que fuera menos obvio que había tenido un momento justo en la puerta― y la abrí.
Allí estaba él en todo su esplendor. Llevaba unos jeans oscuros y una camisa de
cuadros burdeos abotonada sobre una camiseta blanca. Tenía el pelo desordenado, como 7
si se hubiera pasado las manos por él y lo hubiera alisado sin tomarse la molestia de
arreglarlo bien. Nunca había visto eso, ni siquiera antes, cuando salió de la tienda.
Decidiendo que lo mejor era ser arrogante, apoyé la cadera en el marco de la puerta
y pregunté:
―¿Qué pasa?
Jackson no respondió, sólo me miró fijamente durante un largo rato. Puede que no
me haya comportado como tal, pero vi el brillo salvaje en sus ojos. Percibí la tensión en
él como un animal salvaje que acecha a su presa. Aunque me mantuve fría, mi corazón
se aceleró en respuesta. Intenté pensar en alguna frase contestona que pudiera soltar.
Por primera vez en mi vida, no se me ocurrió nada. Abrí la boca de todos modos, como
si las palabras que buscaba fueran a salir por pura voluntad.
Sus ojos se posaron en mis labios.
Entonces, se abalanzó.
BRADEN
―El fiscal no cree que tengamos suficiente. ―Esto tenía que ser una puta broma
de mal gusto. Ajusté mi agarre en el teléfono que sólo usaba para hacer este contacto
con mi manejador, Jack, antes de aplastar la maldita cosa.
―¿Qué más carajos quiere? ―Exigí―. Le he conseguido todo menos una maldita
confesión firmada. Me he jugado el pellejo de maneras jodidamente estúpidas para
conseguir todo lo que necesitamos para encerrar a esos hijos de puta. ¿Cómo es posible
que no sea suficiente?
Mientras me soltaba, oí a Jack moviéndose en la línea, el ruido de la estación se
desvanecía mientras encontraba algún lugar apartado para hablar.
―Sabes que estoy de acuerdo contigo, hombre ―dijo una vez que el ruido de fondo
se había desvanecido―. Enviaría un equipo mañana para acorralarlos a todos y sacarlos
de allí. Pero no podemos hacer una mierda sin las órdenes judiciales, y él no está
cediendo. Incluso el capitán se está encabronando por esto y ha tenido unas palabras,
pero el imbécil se preocupa más por su tasa de éxito en los juicios que por encerrar a los
criminales. 8
―Mientras tanto, mi culo se balancea aquí fuera, esperando.
Cuando acepté tomar este trabajo encubierto, me dijeron tres meses. Sí, me habían
dejado claro que no había garantías. Nunca las había en las fuerzas del orden y esa
lección se nos metió en la cabeza desde el primer día en la academia. Pero ahora, había
estado corriendo con este equipo durante seis putos meses. Había hecho todo lo que me
pedían tanto los pendejos que intentaba atrapar como los agentes que llevaban la
investigación, y lo había hecho todo más rápido de lo esperado. No tenía ni la más remota
idea de cómo eso se traducía en estar atrapado aquí el doble de tiempo.
―Sé que quieres volver a tu vida, a tu familia. Mantenemos a Elijah al tanto de
todo lo que podemos. ―me tranquilizó Jack. Podría haber ayudado si fuera mi familia lo
que me preocupara. Los amaba, pero no me preocupaba estar tanto tiempo sin contacto.
Elijah, mi hermano, era policía. Nuestro padre era un policía retirado. Su padre había
sido policía. Ellos sabían lo que era. Mamá, en particular, podría extrañarme, pero
ninguno de ellos iba a reprochar el silencio.
No, mi preocupación se centraba en la sexy prueba de mi autocontrol que vivía al
otro lado del pasillo.
La jodidamente hermosa mujer que me tenía hundido a la vista.
Jess.
―Sabes que lo agradezco ―respondí―. Y sé que estás haciendo lo que puedes.
―Seguiremos con él ―prometió Jack―. Todo el mundo en esto quiere que se
acabe. Tendrá que ceder pronto o sabe que perderá el apoyo de los oficiales. Es difícil
mantener esa posición sin las insignias detrás de ti.
Lo dejé pasar, por ahora. Reprender a Jack por esta mierda no iba a ayudar en nada.
Sus manos estaban atadas. Todas las nuestras lo estaban por esa mierda burocrática que
era una desafortunada realidad del trabajo.
La soga en las mías estaba apretando más que la de la mayoría.
Escondí el teléfono, poniéndolo bajo el rodapié trucado, mientras intentaba
calmarme de una puta vez. Este era el trabajo. Lo sabía al entrar. Con la historia familiar
que tenía, lo había entendido durante media vida. El trabajo policial consiste tanto en
estar en deuda con la ley como en hacerla cumplir.
Pero saber eso no cambiaba nada.
Sólo podía pensar en ella. En lo jodidamente sexy que era ―como cada maldita vez
que la veía―, vestida como si debiera estar inclinada sobre un coche clásico en la portada
de una revista. Cómo sus tatuajes y su pelo negro resaltaban sobre su piel pálida. Cómo 9
el pintalabios rojo cereza que llevaba hacía juego con sus putos zapatos y llevaba mis
ojos a esos increíbles labios, haciendo imposible detener las imágenes de lo sexy que
seguiría siendo incluso untado en mi verga. Cómo se había cansado finalmente de
esperar a que yo hiciera un movimiento y me invitó a salir ella misma.
Debería haber sabido que lo haría, debería haberme preparado para ello. Jess no
era una cosa mansa que dejaba que la mierda se desarrollara. Si quería algo, salía a
buscarlo. Y no era un secreto que ambos queríamos mucho más del otro. Cada vez que
nos acercábamos, ese calor crecía.
Hasta hoy.
Hasta que tuve que soltar esa mierda para mantenerla a distancia porque estaba
atascado en este puto caso que empezaba a parecer que no iba a terminar nunca.
Jess no tenía nada que ver con el caso. La única relación que tenía con esto era que
su jefe formaba parte del club de motociclistas que nos proporcionaba toda la
información que podían reunir sobre nuestro objetivo. Eso, y el hecho de que el edificio
de departamentos en el que el equipo me había metido resultaba ser donde ella vivía.
Todavía no sabía si eso era lo mejor que habían hecho por mí desde que acepté el
caso, o lo peor.
Si no fuera por el caso, la habría invitado a salir la primera vez que entré en Sailor's
Grave y la vi sentada allí. No fue la única que agarraba la vida de los huevos. Yo sabía lo
que quería cuando lo veía, y nunca había pendejeado en ir tras ello. Desde el principio
no tuve ninguna duda de que la quería.
¿Pero qué podía hacer si mi identidad era un secreto que se interponía entre
nosotros?
Había pensado que este trabajo estaba casi terminado. Después del libro de cuentas
que había entregado hace unos días, pensé que este caso estaba terminado y que podría
hacer mi jugada.
En cambio, aquí estaba.
Atascado.
Encabronado.
Caliente como la mierda.
Y preocupado cada día de que ella se cansara de esta mierda y se fuera con algún
otro imbécil que no jugara juegos. No podía hacerme responsable de mis acciones si eso
ocurría. Sólo pensar en ello me hacía querer encontrarla, hacer un movimiento y rezar 10
para que no me explotara en la cara.
Saber que era una mala idea ya no era suficiente.
El timbre del elevador precedió al sonido sordo de unos pasos. Era Jess. Lo supe
incluso antes de que mi patético culo se levantara para mirar por la mirilla, esperando a
que apareciera. Vi su imagen distorsionada pavonearse por mi estrecho campo, su
cabeza se giró para lanzar una mirada a mi puerta antes de desaparecer en su
departamento.
Mi frente golpeó la madera que tenía delante y tomé una respiración. Luego otra.
Con solo mirarla, mi pito ya estaba duro. Viendo su frustración, sabiendo que
estaba tan encabronada como yo por la distancia que yo estaba poniendo entre nosotros,
oyendo su suave voz una y otra vez en mi cabeza pidiéndome que cenáramos, finalmente
ocurrió.
Me quebré.
Antes de tener un pensamiento consciente, ya estaba golpeando la puerta por
donde ella había desaparecido.
Cuando se abrió, supe sin duda que estaba jodido.
―¿Qué pasa? ―preguntó ella, fría, sin rastro de la escandalosa que había visto casi
haciendo un berrinche en el pasillo.
Mirándola, ya no me importaba. No por el caso. No me importaba el caso, no me
importaba la batalla que probablemente tendría que librar por hacer esta mierda con
ella. No me importaba nada más que hacer mía a esta diosa.
Esa puta boca se abrió otra vez como si fuera a decir algo, ese septum de mandala
brillando a la luz y resaltando el arco de ese labio superior, y mi cabeza se despejó de
todo lo demás. Sólo estaba Jess, y era mía.
11
CAPÍTULO 1
JESS
16
17
CAPÍTULO 2
JESS
―Joder ―gimió él, y juro que sentí el sonido vibrar por su verga y atravesarme―.
Imaginé esto de un millón de maneras, y la realidad sigue siendo jodidamente mejor.
Alguna parte de mi mente, aún capaz de pensar, se alegró de que él también sintiera
eso. Ninguna de las fantasías que había protagonizado desde que nos conocimos podía
compararse con lo que me estaba dando.
―Ven. Suéltate, diosa. Necesito verlo otra vez.
No se limitó a exigirlo con palabras, sino que se zambulló en mi interior con más
fuerza, golpeándome contra la pared y tirando de mí hacia abajo con sus manos en mis
caderas para que llegara lo más profundo posible en cada empuje. Aunque no hubiera
querido soltarme todavía sólo para complacerlo, no habría podido evitarlo.
―Oh, Dios. ―Estaba justo ahí, volviéndome a inclinar sobre ese borde. Me agarré a
su espalda, sin poder evitar clavar mis uñas. Sus empujes ni siquiera tartamudeaban. En
todo caso, es posible que haya ido aún más fuerte en respuesta.
―Eso es, Jess. ―Su voz, ese sonido suave que me había gustado desde el principio,
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era ahora más áspera. Abrasivo, con su control deshilachado. De alguna manera, eso me
gustaba aún más.
―Jackson ―grité, cayendo de cabeza en un orgasmo que iba a destrozarme. Era
demasiado grande, demasiado consumidor, demasiado...
24
CAPÍTULO 3
BRADEN
Una vez que se hizo esto y estos cabrones fueron enviados a la cárcel por un largo tiempo
como debería ser, nunca más iba a tomar un puto trabajo encubierto.
Una noche. Tuve una puta noche con ella en mis brazos. Una noche de enterrarme
en ella mientras gritaba por mí. Una noche de explorar los tatuajes que decoraban
artísticamente su cuerpo curvilíneo.
No fue suficiente. Ni siquiera de cerca de lo que necesitaba de ella.
Entonces, el fiscal cedió, más o menos. El cabrón decidió hacer un barrido,
acorralando a todos los que pudieron por lo que les había dado, y a mí. Sí, mi trasero fue
esposado junto con ellos para mantener la mentira. Hasta que no estuviera seguro de
que tenía suficiente para procesar ―y él esperaba conseguir más haciendo que algunos
de la banda empezaran a cantar para salvar sus propios culos― no quería que se
descubriera mi tapadera.
Como no me iban a sentar en una celda durante ese proceso, me enviaron al norte
del estado a una puta cabaña en medio de la nada para que prácticamente no existiera. 25
Hasta que todo se arreglara de una forma u otra, me quedé de brazos cruzados.
A la mierda, la verdad era que mi mano había estado más ocupada que desde que
era un puto adolescente.
No tenía nada que hacer aquí arriba más que pensar en la forma en que Jess se
volvió loca por mí. Incluso un par de semanas después, ninguna de esas imágenes se
estaba secando. Tampoco lo había hecho mi imaginación. Habiendo probado, encontré
que mi apetito por ella sólo crecía. Pasaba el mismo tiempo soñando con formas de
tenerla una vez que estuviera libre de esta investigación.
Y una vez que consiguiera que esa mujer tan escurridiza me perdonara por
haberme desaparecido.
Si es que podía lograr eso.
No habría hecho nada de eso, no habría dicho esas cosas, si hubiera sabido que me
iría a la mañana siguiente y acabaría con las esposas puestas. Si hubiera sabido que el
idiota del abogado iba a ceder ―un poco, de todos modos― tan pronto, no la habría
tocado, no hasta que estuviera libre de la mentira. Entonces estaría de vuelta en su
puerta, confesando y rogando por una oportunidad.
Ahora, sólo Dios sabía lo que ella pensaba de mí. Probablemente que yo era el
mayor imbécil del mundo que le daba una línea de mierda sólo para meterse en sus
pantalones, y luego se iba una vez que conseguía lo que quería.
Excepto que no tenía lo que quería, todavía no.
El sexo con Jess fue lo más caliente que había experimentado, pero eso no era
suficiente. La quería. Toda ella. Quería su fuego, su descaro, su dulzura. Quería una
oportunidad para acercarme realmente a ese punto blando. Quería saber si la promesa
de ella era todo lo que pensaba, y si lo era me costaría mucho no poner un puto anillo
en su dedo.
Pero incluso la posibilidad de llegar hasta allí se reducía muchísimo estando
atrapado aquí arriba.
Fui al pequeño refrigerador por otra cerveza, agradecido de que al menos el lugar
estuviera bien abastecido dado el hecho de que estar allí podría estar destruyendo mi 27
maldito futuro. Hasta que tuviera algún movimiento que hacer, esa cerveza me iba a
hacer compañía.
―Muchacho, he visto muchas cosas en la policía. Si llevas esa placa tanto tiempo
como yo, no puedes escapar de eso. Nunca he visto una cosa en el cumplimiento del deber
que me asuste como lo hace tu abuela cuando se enciende ese fuego. Pero tú sabes de
primera mano cómo ese mismo fuego ilumina todo lo que hace, incluso la forma en que
ama. No hay nada mejor en esta tierra que sentir eso.
Nunca olvidé el día en que me dijo eso. Yo era un adolescente, demasiado joven
para pensar realmente en el tipo de mujer que querría a mi lado para toda la vida, hasta
que él dijo eso. Darme cuenta de lo que tenía, de lo que mi padre también había
encontrado, hizo que esa imagen empezara a tomar forma.
Jack, al ver mi cambio de expresión, negó con la cabeza. 29
―Estás muy jodido. ―Probablemente no se equivocaba en eso―. Mira, sabía que
te gustaba esta chica, y no puedo decir que no vea por qué. Mis gustos van por otro
camino, pero un ciego podría ver el atractivo allí. Sólo que no sé por qué carajo hiciste
ese movimiento como lo hiciste. Realmente pensé que habías guardado eso bajo llave.
Dejando caer la cabeza hacia atrás, admití:
―Lo hice. Hasta nuestra última llamada, la mantuve a distancia. Casi me mata,
pero lo hice. Luego dijiste toda esa mierda de que no estábamos avanzando y todo lo que
pude ver fue otros seis meses empantanado en ese caso, viviendo al otro lado del pasillo
mientras ella seguía adelante porque pensaba que yo no estaba interesado. No podía
hacerlo. Si me iba a quedar atrapado allí, iba a por todas y tendría que convencerla de
que me perdonara después. Era un plan de mierda, pero era todo lo que tenía.
Jack se quedó mirándome como si estuviera tentado de hacerme entrar en razón.
―Mira, si hubiera sabido que el fiscal iba a destapar la mierda de repente a la
mañana siguiente, no lo habría hecho.
―Sí, bueno, el tipo es un imbécil. El capitán no soltó su culo, incluso empezó a
hacer amenazas sobre cómo serían las próximas elecciones si no tenía su apoyo. Eso hizo
que considerara rápidamente un curso de acción diferente.
Después de todo lo que había tratado con el pendejo en este caso, esperaba que el
capitán expresara su apoyo en otra parte de todos modos. Dejar a un policía atado en
una investigación que estaba hecha era un movimiento imprudente. Más tiempo
encubierto significaba más tiempo para que se descubriera. Si me lo hizo a mí, no se
sabía quién más había tratado lo mismo. Lo último que querían los policías era que el
culo de uno de nuestros hermanos se moviera al viento de esa manera.
Los dos nos quedamos en ese acuerdo silencioso durante un largo minuto que él
rompió.
―Se lo dije.
Me quedé jodidamente sorprendido.
―¿Qué?
Levantó las manos. Jack solía ser un tipo tranquilo, así que verlo perder los papeles
fue sorprendente.
―Fue un desastre. Llegó a toda prisa, encabronada como un demonio. No tenía ni
idea de qué hacer con eso, pero pensé que tenía que dejar que se ocupara de eso cuando 30
llegara el momento. Entonces se dio cuenta de que no estabas allí, pero estábamos
guardando tus cosas. Cuando vio mi placa... ―Sacudió la cabeza―. Ella pensó que
estabas en una losa. Si sólo hubiera sido una vecina preocupada, habría dejado que lo
pensara con gusto. Pero hiciste todo un caso con esta chica.
Y sabía que no podía volver a su vida si ella pensaba que yo había muerto. Si ella
tenía que llorar eso, independientemente de lo poco que habíamos tenido, no sería una
simple cuestión de perdón.
Lo había puesto en una situación imposible, y eligió cubrirme las espaldas incluso
cuando las consecuencias caerían todas sobre él si esto salía a la luz.
―Gracias.
―Sí, bueno, más vale que mantenga la boca cerrada y que todo esto se solucione
rápido.
Esperaba eso.
Porque Jess lo sabía, y con suerte, eso significaba que estaba esperando.
―Y si los de internos se involucran, venderé tu culo por el río tan rápido que
estarás a medio camino de Canadá antes de que te des cuenta de que pasó ―gruñó.
Era una amenaza vacía.
Incluso entonces él me cubriría las espaldas.
Sólo habíamos tenido este caso juntos, la mayor parte del contacto en ese tiempo
había sido por teléfono, pero eso no significaba una mierda.
Era mi compañero.
Si tuviera la oportunidad, le daría lo mismo.
Tan pronto como saliera de esta puta cabaña y volviera a Hoffman, donde ahora
pertenezco.
31
CAPÍTULO 4
JESS
36
CAPÍTULO 5
JESS
―Dime que no vas a conducir a casa, preciosa. ―me ordenó Tamara, mi bartender.
Tamara era genial. Se había hecho su movimiento al principio, preguntando si
quería salir con ella, aunque admitió que sospechaba que yo no bateaba para su equipo.
Luego, muy atentamente, me mantuvo en tequila mientras escuchaba toda mi patética
historia de por qué se sentía tan bien que ella se haya interesado y preguntado. Por lo
que podría ser mi propia seguridad y la suya, evité todo el detalle del policía encubierto,
pero le eché el resto en un desvarío cada vez más borracho.
Tamara, la encantadora Tamara, escuchó todo el asunto mientras mezclaba las
bebidas de los demás. Incluso hizo las interjecciones necesarias del tipo “¿es un puto
imbécil?” y “qué pendejo”.
Nunca había estado en ese bar antes de esa noche, pero definitivamente sería mi
lugar de ahora en adelante. Incluso había intercambiado números con Tamara para no
correr el riesgo de desmayarme más tarde y olvidar dónde estaba.
Sinceramente, ni siquiera entonces podía recordar el nombre. 37
Por lo general, salía de noche a beber con Ember, Ash y el resto de las chicas del
club Discípulos Salvajes. El club poseía un local de striptease en la ciudad que organizaba
una noche de chicas al mes ―completo con tipos sacudiendo sus paquetes― que solía
ser nuestra noche de fiesta. Sobre todo, porque no teníamos que pagar por las bebidas y
siempre teníamos los mejores asientos de la casa.
Por otra parte, había un bar de mala muerte cerca del trabajo al que a veces acudía
con algún miembro del equipo de Sailor's Grave después de cerrar, y que se trataba sobre
todo de la hamburguesa que tenían en el menú, más que de ser el mejor lugar para beber.
Pero este lugar ―lo llamaría simplemente el lugar de Tamara hasta que mi cerebro
estuviera menos encurtido― iba a ser mi lugar.
Porque beberse las frustraciones funcionaba totalmente.
Obviamente.
―Lo prometo, no voy a conducir. ―Jugueteando un poco con la pantalla táctil,
saqué la aplicación para llamar a un coche―. ¿Ves?
―Bien. En contra del estereotipo, nunca he sido del tipo de hockey de campo o
rugby. Normalmente, prefiero que las mujeres se tumben solas para mí, pero te taclearé
si es necesario.
Me pregunté, encabronándome sólo de pensarlo, cuántas veces había tenido que
lidiar con suposiciones como esa. O, dado que era la bartender rubia y atractiva que
cualquier tipo encontraría aquí con gusto, si tenía muchos pendejos que pensaban que
decir que era lesbiana era sólo darles el avión. Ella había hecho algunas bromas al
respecto que me hicieron pensar que el humor era una respuesta a la mierda muy real
que había escuchado.
―Los estereotipos son un montón de pendejadas ―le dije con poca elegancia. Pero
bueno, punto hecho.
―No te equivocas. ―Puso un par de vasos bajo dos grifos, tirando de ellos hacia
delante para empezar a llenarlos―. Ahora vete antes de que tu conductor se vaya sin ti.
Pero te enviaré un mensaje mañana, y será mejor que te acuerdes de mí.
―Trato hecho.
No estaba tan borracha como olvidar. No, incluso en ese momento me acordaba de
todo. El papeleo en el ayuntamiento, la búsqueda de Jackson a la salida, la conducción
de un lado a otro hasta que decidí probar un bar fuera de mi camino para, con suerte,
no encontrarme con nadie cercano. Lo único que no recordaba era lo que decía el cartel 38
al entrar, porque había estado demasiado concentrada en mi propia mierda como para
prestar atención.
Incluso estaba lo suficientemente lúcida como para mirar desde el asiento trasero
mientras me alejaba y captar el cartel que decía Delilah's.
Aunque puede que haya empezado a distraerse de camino a casa después de eso.
Fue el dolor lo primero que se filtró cuando me desperté otra vez, aunque parecía
menos intenso que antes, casi como si estuviera embotado en los bordes. Al abrir el ojo
bueno, no tardé en comprender por qué.
Estaba en el hospital.
Lo sabía sólo por el aspecto del techo. El blanco limpio y clínico y las luces
fluorescentes que me hacían entrecerrar los ojos para evitarlas.
―Lee, las luces ―dijo suavemente la voz de Kate. Se oyó un barrido y unos pasos,
y entonces se apagó la luz que brillaba incluso detrás de mis párpados.
Volviendo a intentarlo, miré hacia la habitación, dejando que mi cabeza se inclinara
hacia el lado donde la había oído. Allí, con un aspecto desaliñado mientras se enderezaba
hacia mí en una silla, estaba Liam.
Me miró fijamente mientras yo intentaba pensar en algo ingenioso que decir para
disipar la explosión que veía que estaba esperando a ocurrir detrás de sus ojos. Con el
dolor de cabeza que aún me aquejaba, todo lo que conseguí fue:
―¿Qué onda?
Su cabeza bajó y los talones de las palmas de las manos se apretaron contra sus
ojos. Los dos permanecimos así durante un buen rato antes de que Kate volviera a su
lado.
―Le dije a una enfermera que estás despierta, así que enseguida vendrá alguien a
revisarte ―me informó, con voz uniforme. Supuse que era tanto por el bien de Liam
como por el mío.
Se sentó en el brazo de su silla y rodeó la espalda de Liam con un brazo. Ver eso,
incluso en el estado en que me encontraba, me hizo sentir bien. Liam había sido el que
la había apoyado desde que comenzó su relación, siendo su fuerza mientras ella lidiaba
con su pasado. Saber que ella podía ofrecerle lo mismo era agradable, aunque deseara 43
que no estuviéramos todos aquí, especialmente yo.
Con su toque, Liam volvió a centrar su atención en mí.
―¿Estás bien?
No. Para nada.
―He estado mejor ―respondí, carraspeando a través de mi garganta adolorida.
Necesitaba agua.
Al darse cuenta, se inclinó y tomó una botella de agua sin tocar del alféizar de la
ventana. Se acercó y me ayudó a sostener la cabeza cuando me tambaleaba tratando de
levantarla yo misma.
―Deberíamos esperar a la enfermera ―comentó Kate, con cuidado―. Puede que
no quieran que tome nada todavía.
―No me importa ―replicó Liam. Su voz tenía un tono que no me resultaba
habitual. Por lo general, él era el más tranquilo.
Con su mano apoyando mi cabeza casi por completo, me ayudó a dar pequeños
sorbos de agua. Me dolía moverme así, incluso con su ayuda, pero el agua me sentó tan
bien que no me importó. Cuando terminé, giré un poco la cabeza y él comprendió. Con
cuidado, me bajó otra vez sobre las almohadas y yo hice lo posible por disimular mi gesto
de dolor por la forma en que mi cuerpo protestaba. Si la forma en que su mandíbula se
tensó era un indicio, no lo disimulé del todo.
―¿Qué hora es? ―dije con voz ronca.
Sólo vino un silencio melancólico de Liam, así que Kate habló.
―Justo después de las cinco.
Había sido alrededor de la medianoche cuando llegué a casa y...
Me tensé y el miedo volvió a apoderarse de mí. Los recuerdos de lo sucedido
empezaron a aparecer y me preocupó que el agua volviera a subir. A lo lejos, podía sentir
el temblor, pero no podía detenerlo.
―Joder ―oí murmurar a Liam, pero era sólo bajo esa otra voz que se repetía.
Una mano agarró la mía y grité.
Me concentré en ella, tratando de alejarme, y me detuve.
Eran los tatuajes. Los conocía. Reconocía el trabajo de Carson en cualquier lugar. 44
Haciendo a un lado el pánico, miré el rostro devastado de Liam.
Liam, mi amigo. Él no me haría daño.
Le devolví el apretón con la fuerza que pude reunir, necesitando sentir que esto era
real y no una ilusión inducida por el dolor.
―Estoy aquí, Jess ―prometió Liam―. Estás bien. Y tienes a medio puto MC ahí
fuera asegurándose de que vas a seguir así. Quienquiera que haya hecho esto, no volverá
a acercarse a ti. Y cuando lo encontremos, va a desear no haberte puesto un dedo encima.
Tal vez era egoísta, pero respiré más tranquila sabiendo eso. No era una sorpresa
que el club lo supiera. Liam era mi contacto de emergencia, lo había sido desde que
Carson se retiró y empezó a viajar más. Pero el hecho de que Kate estuviera a su lado
significaba que alguien estaba cuidando a Owen. Dado que el tío de Owen era un
discípulo, era casi seguro que alguien del club se encargaba de esa tarea. Liam tampoco
habría dudado en llamar a Sketch para informarle. Y eso fue todo lo que se necesitó para
que todos se movilizaran.
Puede que no fuera una old lady o de sangre, pero los Discípulos me veían como
parte de la familia de todos modos, y eran una familia con la que no se jodía.
No estaba segura de qué hacer con el “cuando lo encontremos” de Liam, como si
formara parte del club y estuviera involucrado en su tipo de justicia, pero no tenía la
energía para abordar eso ahora. Me limité a dejar que el hecho de saber que no estaba
sola me reconfortara, por el tiempo que fuera.
La enfermera había venido y se había ido, seguida de cerca por el médico que me
lo había explicado todo.
Tres costillas rotas, cinco puntos de sutura en la mejilla izquierda, siete en un corte
abierto en la pierna, un esguince de tobillo, un ligamento roto en la muñeca, una
conmoción cerebral y un montón de moretes. Por suerte, no había indicios de nada más
grave a nivel interno, lo que significaba que no tenía que permanecer encerrada en el
hospital. Sólo había una serie de síntomas que tenía que vigilar, cualquiera de los cuales
era motivo para volver a ingresar inmediatamente, así como instrucciones severas sobre
cómo cuidar las lesiones que tenía.
―No me gusta ―refunfuñó Liam cuando se marchó, explicando que ella se 45
encargaría de darme de alta y que alguien vendría a encargarse de ello en un rato.
Sintiéndome al menos un poco mejor desde que mi enfermero, un tipo brusco pero
agradable llamado Jim, me dio otra dosis de analgésicos, negué con la cabeza.
―Aquí no pueden hacer nada más que dejarme descansar. Prefiero no recibir esa
factura de mi seguro para dormir en esta cosa horrible. ―Golpeé el patético colchón que
había debajo de mí con mi brazo bueno.
Kate se había marchado para avisarle el aparente ejército de personas que
esperaban una actualización, dejándome a mí para lidiar con él y su inquebrantable mal
humor.
―Liam...
―No lo hagas ―me advirtió, firme pero no duro―. Lo entiendo. Esto es lo que
estás afrontando ahora, pero no puedo hacer bromas. No tengo eso en mí. Cuando recibí
la llamada de que te traían, de que estabas inconsciente... ―Sacudió la cabeza.
Ambos dejamos que eso quedara ahí. Él sabía que yo entendía el miedo que había
sentido, pero también que no podía tocar lo que había estado sintiendo, lo que seguía
sintiendo si dejaba que se levantara la tapa de la cajita en la que había metido esas
emociones por ahora.
La tensión se rompió cuando llamaron a la puerta y un hombre entró. Un hombre
al que reconocí, aunque ahora llevaba un uniforme de policía.
Era el tejano del departamento de Jackson.
―Sra. Holland, lamento molestarla. Soy el oficial Andrews, me preguntaba si
estaba dispuesta a responder algunas preguntas sobre lo que pasó anoche.
No lo estaba, de verdad, de verdad que no lo estaba. Pero sabía que al final tendría
que hacerlo. Incluso mientras estaba allí esperando pacientemente, no parecía
reconocerme, no es que le hubiera causado mucha impresión.
―Em, sí. Claro.
Liam me agarró la mano.
―¿Segura? Puede esperar si lo necesitas.
Le asentí con la cabeza.
―Sólo no te vayas.
No respondió, a pesar de que había salido como una pregunta. Se limitó a tomarme
de la mano mientras el agente Andrews entraba y se colocaba cerca de los pies de la 46
cama. Comenzó explicando que uno de mis vecinos había llamado al 911 cuando me oyó
gritar, repasando rápidamente lo que había ocurrido, incluyendo la verificación de que
los oficiales en la escena habían irrumpido a petición mía.
―Podemos parar en cualquier momento, señora ―me aseguró, y me pregunté si
ya era obvio lo mucho que me estaba cansando esto―. Pero me gustaría que
empezáramos diciéndome todo lo que pueda recordar sobre lo ocurrido.
Suspiré. Me imaginé que ese sería el camino, pero responder a un montón de
preguntas parecía mucho más fácil. Así podría mantenerlo todo compartimentado. Esto,
contar toda la historia, iba a requerir abrirlo todo.
Aunque eso sonaba fatal, me aguanté y lo hice. Le conté todo, desde la salida del
bar hasta el asunto de la puerta, dejar la luz apagada, todos los detalles que podía
recordar. Le conté todas las palabras que recordaba que había dicho, e intenté que ese
extraño y desesperado filo de su discurso quedara claro. A pesar de todo, Liam se aferró
a mí, dándome un ancla. Sentí que su mano se flexionaba una y otra vez al escuchar lo
que había sucedido, pero se mantuvo firme.
El agente Andrews intervino un par de veces para aclarar lo sucedido, pero me dejó
hablar. Cuando finalmente me puse al corriente con los oficiales que entraban en mi
departamento, asintió solemnemente.
―Gracias. Sé que no fue fácil, pero cada detalle puede ayudarnos a averiguar quién
hizo esto.
No dije nada. Sin una pregunta directa que responder, no estaba segura de poder
hacerlo después. Pero en lugar de lanzarse a buscar más, bajó la libreta en la que estaba
tomando notas.
―No quiero asustarla más de lo que sé que esto ya lo ha hecho, pero me preocupa
lo que está describiendo.
Se me hizo un nudo en la garganta. Por suerte, Liam hizo la pregunta por mí:
―¿Qué significa eso?
Cuando él respondió, mantuvo su atención en mí.
―Para empezar, nuestros agentes en la escena no notaron que faltara nada.
Necesitaremos que eche un vistazo más de cerca para ver si se llevaron algo, pero los
objetos obvios como la televisión, el bolso, la computadora estaban todos a la vista. Entre
eso y sus comentarios sobre la vigilancia de su coche, me hace pensar que no fue algo
aleatorio como un robo que usted interrumpió. 47
La bilis subió por mi garganta. Tenía razón.
“No deberías estar aquí. Estaba vigilando. Tu coche no llegó. Lo habría visto.”
Lo habría visto. Pero en el lote de departamentos, no podría haber sabido a qué
departamento se dirigía alguien cuando estacionaran.
A menos que ya lo supiera.
―¿Ha experimentado algo fuera de lo común antes de que esto ocurriera? ¿Notas
o llamadas de las que no conoce el origen? ¿Alguien cerca de usted que la hiciera sentir
incómoda? ¿Algo así?
De repente todo volvió, todos los momentos en los que sentí que había ojos sobre
mí. Todas las veces que había mirado por encima del hombro, o por los escaparates.
Todas las veces que me dije a mí misma que estaba loco.
Pero ¿y si no lo estaba?
¿Y si alguien había estado allí todo el tiempo?
Y entendí a dónde quería llegar con esto.
“Lo habría visto.”
Porque había estado observando, y no sólo la noche anterior.
48
CAPÍTULO 7
JESS
Liam había enviado a Park una vez que había aceptado quedarme con él. Por suerte,
como yo había esperado, no había dicho mucho. Después de sorprenderme entrando,
acercándose lo suficiente como para acariciar mi mejilla buena y besar ligeramente mi
cabeza, se sentó y esperó conmigo.
―No tengo que quedarme contigo, sabes ―le ofrecí.
―Si hubieras intentado volver a tu depa, habría aparecido y acampado en tu sofá
indefinidamente ―contestó con suavidad.
―En cambio, estaré en el tuyo. ―Intenté que el desvío del hecho de que sabía que
no podía volver a mi propio departamento sonara como una broma. Incluso mientras
esperábamos allí, Kate estaba acorralando a Ember, y estoy segura de que a más mujeres
de Discípulos Salvajes, para que fueran a mi casa y empacaran lo que necesitaría. Ni
siquiera había intentado sugerir que lo haría yo misma, porque realmente no estaba 52
segura de ser capaz.
Si Park se dio cuenta, aunque no estaba segura de que no pudiera, no lo hizo. Se
limitó a decir:
―No, yo lo haré. Tienes que curarte. Quédate con la cama. Ya buscaremos una
cama para la segunda habitación cuando tengas un poco más de movilidad.
No comenté el hecho de que sonaba como si estuviera planeando tenerme cerca
durante bastante tiempo con eso.
―No puedo aceptar tu cama.
―He dormido en cosas peores que estar en un sofá. Además, tengo uno muy
cómodo. Me duermo en él todo el tiempo.
No era algo que delatara abiertamente, pero sabía que Park había sido un indigente
o casi. Podía imaginar que definitivamente había dormido en peores condiciones. Eso no
me hizo sentir mejor por haber tomado su cama, o el desvío al final que era
dolorosamente obvio para alguien que había estado lanzando algunos de los suyas hoy.
No habíamos hablado mucho después de eso.
Pasó otra media hora antes de que yo estuviera lista para irme. Me repitieron todas
las instrucciones para cuidar de mis heridas, incluido el hecho de que debían checarme
constantemente cuando durmiera a causa de la conmoción cerebral, y un Park muy
concentrado. Si tenía algún plan para descuidar algo, la atención que Park prestaba a
Jim dejó claro que eso no iba a ocurrir.
Desestimé el ofrecimiento de una silla de ruedas, pero Park insistió en estar cerca
y en ofrecerme apoyo mientras salía lentamente ―lenta y dolorosamente― de la
habitación. Apenas llegamos al final del pasillo antes de llegar a la sala de espera, y vi
toda la fuerza de apoyo que tenía a mi espalda.
Era un mar de músculos, tatuajes y cuero. Casi todo el club Discípulos Salvajes
estaba allí. Sólo faltaban algunas caras, probablemente porque muchos de los hombres
y mujeres que me esperaban allí eran padres, y alguien estaba cuidando a los niños.
Sketch se puso de pie en un segundo, alejándose de donde Ash había estado presionado
a su lado y viniendo hacia mí. La cruda intensidad de su presencia podría ser intimidante
si no confiara implícitamente en él.
―Está jodidamente muerto. ―Era una promesa―. Nadie volverá a ponerte un
puto dedo encima.
Quería decir que estaba bien, que su enojo no era necesario, que no quería que 53
hicieran nada, pero se me había cerrado la garganta. Sabía que el club me apreciaba, que
me había convertido en un fijo en sus fiestas y que siempre me recibían con cariño. Que
todos habían estado allí, esperando con evidente angustia durante horas porque me
habían herido, me robó las palabras. Sabía que había creado una especie de familia desde
que llegué a Hoffman y acepté el trabajo que me ofreció Carson, pero hasta ese momento
no me había dado cuenta de lo grande que se había vuelto.
―Tendrás hermanos patrullando regularmente la casa de Park y vigilando la tuya
hasta que solucionemos esta mierda ―continuó Sketch.
―No tienes―
Cortó las palabras que estaba tratando de forzar fuera.
―No te sientas nunca insegura. No otra vez. ¿Sí?
Sólo había una respuesta aceptable para eso, así que la di.
―Sí.
Justo en ese momento, hubo una conmoción más allá de mi grupo reunido. Pies que
pisan fuerte y una voz alzada que exigía:
―¿Dónde está?
Si no hubiera conocido esa voz durante años, pensando en él como en un padre,
podría haberme aterrorizado por todo lo que había pasado. En cambio, incluso más allá
del grupo de motociclistas listos para la venganza, esa voz me hizo sentir más tranquila.
Vi el familiar y curtido sombrero panamá que siempre llevaba antes de que el grupo
se separara para dejar pasar a Carson, y se acercó a mí.
―Vine lo más rápido que pude ―juró él mientras me abrazaba, y por primera vez
en horas, respiré un poco más fácil.
54
CAPÍTULO 8
BRADEN
Tardamos más de media hora en salir del hospital con Carson y Jean encima de mí. La
mayor parte de las veces, eso consistía en que Jean hacía un millón de preguntas sobre
lo que yo podría necesitar en cualquier tienda del mundo que ella pudiera ir a buscar
mientras su marido exigía planes a Parker, Liam y los Discípulos sobre cómo iban a
mantenerme a salvo.
―Deberías venir a quedarte conmigo y con Jeany. ―Había gruñido más de una
vez―. Llevarte a la cabaña y dispararle a todo lo que entre en rango. Eso te mantendrá
jodidamente a salvo.
Que Dios me salve de los machos bienintencionados sobreprotectores.
―Sería bueno que salieras de la ciudad y te fueras a las montañas, donde hay paz
―dijo Jean.
Oh, añadiré que también me vendría bien salvarme de las dulces mujeres de
machos.
Había hecho todo lo posible por evadirme utilizando excusas como sus lindos, pero
62
demoníacos bebés peludos que hacían que mis pulmones se agarrotaran y mi piel se
llenara de ronchas, incluso el hecho de que sería mejor estar en la ciudad en caso de que
necesitara volver al médico. Fue mi tercer intento el que obtuvo una reacción.
―No puedo irme sin más. Todavía tengo que volver al trabajo.
Tanto Carson como Sketch se concentraron en mí.
―No de inmediato ―añadí antes de que alguno de los dos se desahogara―. Pero
una vez que el hematoma desaparezca, tendré que volver al estudio.
Sketch estaba inquietantemente callado, donde rara vez se podía decir que Carson
era así.
―Volverás una vez que estés bien curada y se haya resuelto lo de ese hijo de puta
―espetó el anciano.
Haciendo un sincero intento de no sonar como un adolescente petulante, le
contesté:
―Ya no eres el jefe.
Me dirigió una mirada fulminante antes de girarse hacia Sketch. Ninguno de los
dos dijo nada, solo intercambiaron asentimientos y supe que el verdadero jefe tampoco
se dejaría convencer. Respirando hondo, decidí que el mejor plan era salir de allí y
afrontar ese combate otro día, cuando estuviera menos adolorida, más descansada y
mejor preparada para ganar.
Ya fuera que vieran que me retiraba a mi rincón, o que simplemente se dieran
cuenta de que era mejor que lo hicieran para que pudiera dejar de agotarme, la
conversación había decaído allí, y finalmente, todos se pusieron a la tarea de escoltarme
hasta el estacionamiento. Ni siquiera me molesté en pelear cuando Carson insistió en
llevarme a casa de Park, ya que su viejo Cadillac me resultaba más fácil de subir que el
pequeño coupé de Park.
Cuando llegamos allí, sólo tardé un minuto en darme cuenta de la evidente
dificultad que supondría quedarme con Park. Principalmente, los escalones hasta la
puerta principal, y luego los dos tramos que, según recordaba, seguirían una vez que la
atravesáramos. Mis piernas, aunque adoloridas y magulladas, no habían sufrido ningún
daño importante. Sin embargo, el simple hecho de caminar desde el estacionamiento
lateral hasta la puerta principal me había dejado sin aliento. Subir todas esas escaleras
podría acabar conmigo.
―Llaves, muchacho ―ordenó Carson, y Park se las lanzó. Sin decir nada, Carson 63
empezó a probar las dos llaves en el llavero para ver cuál abría la puerta.
Parker se acercó a mí y se arrodilló un poco, extendiendo los brazos.
Sabía lo que estaba haciendo y, sin embargo, mis labios soltaron:
―¿Qué estás haciendo?
―Cargarte.
―¿Perdón?
Siendo un hombre de pocas palabras, como siempre, miró de mí a las escaleras y
de vuelta.
―¿Me vas a dejar caer?
Sonrió, y me sorprendió como antes el hecho de que era devastadoramente guapo
de una manera que lo hacía parecer a la vez lindo y peligroso, confiable y perverso. Su
blanca sonrisa destacaba sobre su piel bronceada, haciéndola parecer más brillante. Sus
ojos oscuros hacían difícil saber si era realmente un ángel o un demonio.
Me inclinaba por el diablo cuando me levantó sin responder. Lo hizo lentamente,
con movimientos cuidadosos para no hacerme daño. Contuve las maldiciones que
querían salir al ver cómo incluso el movimiento controlado me sacudía las costillas y me
producía un dolor cegador en el abdomen. Cuando su sonrisa desapareció por completo,
supuse que aún lo había notado.
Park se tomó su tiempo para subirme, dando cada paso con la mayor suavidad
posible. Para cuando llegamos a cada puerta, Carson ya la tenía abierta para nosotros.
Dentro de su departamento, Park me acomodó en el sofá, explicando:
―Quiero cambiar las sábanas para que todo esté fresco para ti.
Jean, sin dudar en absoluto, se dirigió a la cocina. Observé cómo abría y cerraba el
refrigerador y los gabinetes, haciendo balance. Ni siquiera podría decir que esto era algo
que hacía por mi estado actual, aunque estoy segura de que contribuía. En más de una
ocasión, había hecho exactamente lo mismo en mi casa cuando estaba perfectamente
sana. Jean y Carson habían intentado tener hijos durante mucho tiempo, pero nunca lo
consiguieron. Ahora, Jean tenía la tendencia de dejar que ese instinto maternal se filtrara
en las personas de su vida. Incluso cuando se excedía un poco, la dejaba hacerlo. Sólo
esos pequeños gustos seguían siendo mucho mejores que cualquier cosa que hubiera
recibido de mi verdadera madre.
Después de todo, Jean estaba aquí. Si tomara el teléfono ahora mismo y llamara a
mi madre, colgaría en cuanto se diera cuenta de que era yo. 64
―Voy a hacer una lista para asegurarnos de que están todos abastecidos aquí ―
llamó.
Carson, que estaba más que acostumbrado al modo de su esposa, le sonrió antes de
centrarse en mí.
―¿Tienes recetas que necesitas surtir mientras hacemos eso?
Sacudí la cabeza.
―Las surtieron en el hospital. Park las tiene.
―Bien. Si necesitas algo, no dudes en llamarme. ¿De acuerdo?
Tal vez era que me estaba retrasando otra vez, sintiendo que podría quedarme
dormida en instantes si me lo permitiera, pero su oferta me atragantó un poco.
―Park se ocupará de mí.
―Jessie, confirma que me entiendes.
―Te entiendo, anciano.
Sacudió la cabeza.
―Te voy a enseñar lo que es anciano ―refunfuñó, pero se limitó a enfocarse en
mis párpados caídos. Sin decir nada, empezó a ajustar las almohadas del sofá antes de
ayudarme a recostarme en ellas. Cuando me acomodé, volvió hacia la habitación de Park,
y regresó un minuto después con una manta para cubrirme.
―Relájate. Nosotros te cuidaremos ―prometió.
67
CAPÍTULO 10
BRADEN
El edificio en sí era anodino. Desde el exterior, no se podía saber si las unidades estaban
recién reformadas y tenían un precio excesivo, si eran más antiguas y estaban bien
conservadas, o si todo era un completo agujero de mierda. Si Sketch y el club estaban de
acuerdo con que Jess se quedara allí, y sabiendo lo ocupados que estaban todos los
tatuadores de Sailor's Grave, me sentí cómodo al suponer que no era lo último.
De camino, llamé a Andrews y le pedí toda la información. Al no ser mi caso, no me
correspondía saberlo del todo. Mi implicación personal significaba que no se me
permitiría acercarme a él. Por el momento, no se lo di, aunque supuse que era lo
suficientemente bueno como para decirme lo que necesitaba saber de todos modos.
Sobre todo, yo no quería perder el tiempo con esa mierda. Quería respuestas, y él me las
ofreció sólo por suponer que me preocupaba la proximidad del caso Coranco.
―No se puede saber todo a partir de lo que le dijo, pero casi seguro que esto es
aparte. Por lo que parece, es un acosador. Él afirmó repetidamente que ella no debía
volver, por lo que no estaba allí con la intención de hacerle daño, pero no hubo ningún
robo incluso después de que ella perdiera el conocimiento. Mencionó saber la marca de 68
su vehículo, aunque ella no lo condujo a casa anoche. Por lo que parece, estaba allí por
una fijación con ella, pero entró porque sabía que no estaba. Sólo se puso violento cuando
ella lo sorprendió.
Nada de eso me hizo sentir mejor. Sin el tipo en custodia, no me sentiría tan bien
en general. Pero al menos si había sido algo al azar, la probabilidad de que ella siguiera
en riesgo era menor. Si algún puto enfermo estaba obsesionado con ella, esto sólo podía
ser el principio. El hecho de que él estuviera dentro de su departamento en primer lugar
era una señal de que estaba escalando.
Me acerqué a la puerta principal y tuve suerte cuando alguien salió. Me aparté
sujetándola para mí, pero el tipo se detuvo y mantuvo una mano sobre ella.
―¿Vives en el edificio? ―Su tono me decía que sabía que no lo hacía.
Un hombre inteligente. Demasiada gente mantiene las puertas abiertas de esa
manera sin importarle quién las atraviesa. Esas puertas exteriores tenían cerraduras por
una razón. Que a alguien no le importara quién entraba en el edificio era probablemente
parte de la forma en que el cabrón que atacó a Jess entró en primer lugar.
Metiéndome la mano en el bolsillo, saqué mi cartera y mostré mi placa. Él aflojó su
agarre en la puerta.
―Lo siento, hombre. Tengo hijas y quiero asegurarme de que están bien.
―No se preocupe, es lo correcto.
Siguió su camino, despejando el paso mientras yo entraba y subía corriendo las
escaleras. Al llegar al 304, tomé aire para recomponerme y llamé a la puerta.
Hubo una pausa antes de que la puerta se abriera a un tipo un poco más joven que
Jess, con tatuajes a todo color que reconocí de Sailor's Grave. No la abrió del todo, su
cuerpo bloqueó la apertura por completo.
―¿Sí?
―Estoy aquí por Jess ―dije directamente.
―Inténtalo otra vez. ―La amenaza no fue velada. No le gustaba eso, y si no me
echaba atrás rápido, me sacaría si era necesario.
No sentía que le debía una mierda a este tipo, pero la estaba protegiendo. No podía
enojarme por eso. Ahora mismo, ella podría usarlo. Ahora mismo, cada persona a la que
había mostrado esa puta luz brillante que quería defenderla era un activo, y todos
éramos mucho más valiosos como equipo que como enemigos. Reconociendo eso, se lo
entregué. Mi nombre, mi trabajo y mi corazón en la manga. 69
Me miró fijamente a través de ello, y luego la puerta se cerró de golpe sin siquiera
reaccionar. Cualquier mierda que hubiera visto en la vida, le había dado la capacidad de
ser imperturbable, eso era seguro. Sea lo que sea lo que estaba decidiendo sobre mí, yo
no iba a saberlo a menos que él lo quisiera. Esperé, escuchando el murmullo de las voces
del interior. Esto iba a ser la elección de Jess, entonces. Podía salirme bien o explotarme
en la cara. Pero era la confrontación que había estado esperando.
Pasaron un par de minutos antes de que abriera otra vez, y sólo por su cara supe
que no iba a entrar.
Joder.
―No quiere verte. ―No hizo falta que dijera en voz alta la advertencia de que me
fuera a la mierda.
Me iría. Jodidamente mataba, pero era lo mejor por ahora. Buscando en mi bolsillo,
saqué una tarjeta y un bolígrafo, tomándome un segundo para garabatear mi número
de celular en ella.
―¿Le das esto? ―Se lo entregué, y al menos lo tomó. Si decidía pasarlo, no lo
sabría a menos que ella se contactara―. Si necesita algo, tiene un mal presentimiento,
lo que sea, vendré enseguida.
No esperé para irme. Jess estaba ahí dentro habiendo pasado por un infierno. No
tenía por qué agobiarla, y no tenía por qué llegar a las manos con su amigo y compañero
de cuarto temporal cuando me negara a irme. El espacio ―más puto espacio que no
quería de ella― era el único movimiento que tenía a mi disposición. Sin ninguna idea de
cómo arreglar esto, volví a mi coche, decidiendo que haría lo único que podía,
asegurarme de que su caso recibía la atención que debía.
Dos horas después, estaba en la oficina del capitán, sintiéndome como si hubiera
vuelto a la escuela frente al director.
―¿Quieres explicarme la fijación de este caso? ―me preguntó.
Mickey Ruxin había sido el capitán de la policía de Hoffman durante años. No sabía 70
si el estereotipado bigote de policía le venía de antes o de después del ascenso, pero me
preguntaba si era sólo una dirección en el asunto de apariencia. El hombre parecía un
policía, incluso si le afeitaban el bigote. Había canas que se abrían paso en su pelo rojizo,
que estaba desfilado a un lado y en su sitio cada vez que lo veía. Parecía que todavía
podía darte una paliza, aunque ya no estuviera tan musculoso como probablemente lo
estaba cuando era más joven.
También era intimidante por naturaleza, lo que lo hacía bueno para su trabajo.
Me miró fijamente desde su escritorio, esperando.
―La chica ―admití.
―¿La conoces? ―Pero él ya sabía la respuesta.
―Sí.
―¿Involucrado?
―Intentando estarlo.
Asintió con la cabeza.
―¿No está interesada? ―Sus labios se levantaron de un lado, haciendo que el
bigote se fuera de lado.
Sabiendo que no le iba a sacar nada en claro, opté por una versión abreviada de la
verdad.
―Es difícil hacer una jugada de incógnito y luego esconderse.
―O después de que un monstruo se meta en su casa y le haga daño. ―Apreté la
mandíbula hasta el punto de que me dolía la idea―. Ahora estás empeñado en asegurarte
de que encontremos al bastardo.
―Más o menos.
Se echó hacia atrás en su silla, con las manos juntas y apoyadas en el estómago.
―Sabes que no puedo permitir que te involucres en la investigación.
―Lo sé.
Asintió con la cabeza, al menos con la seguridad de que no iba a tener que soltarme
todo el discurso del porqué, aunque sabía que estaría pendiente de lo mucho que
intentaba meterme de todas formas.
―¿Tienes algo que pueda pasar que nos ayude a reducir el número de este tipo?
71
Eso era algo que había estado diseccionando en mi cabeza todo el día,
especialmente desde que Andrews me dio el resumen de la declaración de Jess.
―Sea quien sea, no creo que esté en la red. No será alguien que el departamento
conozca especialmente bien.
―¿Qué te hace decir eso?
―Ella es la recepcionista de Sailor’s Grave ―le informé―. Para lo que sabemos,
parece que le echó el ojo, probablemente la siguió antes de llegar a irrumpir. Si lo hizo,
sabría de su trabajo y para quién trabaja. Para una persona normal, que Sketch fuera su
jefe no significaría una mierda. Cualquier persona de la zona que supiera algo sabría que
ella estaba fuera de los límites de ese tipo de proximidad a los Discípulos.
Reflexionó sobre eso.
―¿Vamos a tener problemas con el club?
―¿Problemas en forma de desaparición de este pendejo antes de que podamos
acercarnos a él?
Me miró de tal manera que me dijo que esos eran exactamente los problemas en
los que estaba pensando.
―Si ellos se acercan primero ―confirmé.
Él no lo necesitaba. Llevaba mucho más tiempo que yo cerca de Hoffman y sabía lo
que había que hacer.
―Al menos sabemos que estará protegida más allá de lo que podamos en las
patrullas.
―Quería discutir eso con usted. Se va a quedar con un amigo por un tiempo en
lugar de volver a casa.
―Probablemente una elección inteligente. ¿Cuál es la dirección? Me aseguraré de
que se sepa que tiene un ojo allí, también.
Se la di, pensando que el hijo de puta que pensaba que podía ponerle una mano
encima a Jess no tenía ni idea de lo que estaba comprando. La diana en su espalda era
jodidamente enorme, y sin embargo sabía que eso no importaría. Si estábamos hablando
de un acosador, se quedaría cerca. Y cerca era exactamente donde lo quería. Porque yo
también lo estaría.
Unos minutos más tarde, estaba listo para salir cuando me llamó otra vez.
―¿Sí, señor? 72
―Ten cuidado.
Parpadeé, sin saber qué quería decir.
―¿Perdón?
―Cuando se trata de alguien cercano, es fácil dejar que te consuma. Ten cuidado.
Eso fue todo. Bajó la cabeza y abrió una carpeta en su escritorio. Ya no era
requerido.
Podía tener cuidado. Aun así, iba a hacer todo lo que estuviera en mi mano para
encontrarlo.
CAPÍTULO 11
JESS
―Tiene que estar bromeando con ese trabajo de línea ―me quejé ante el televisor―.
Esa pobre chica va a tener que conseguir a alguien que arregle eso. O simplemente
cubrirlo por completo.
Park y yo estábamos en la sexta hora de ver a tatuadores competir entre sí, en la
que yo había estado ofreciendo generosamente mi opinión un tanto experta sobre sus
actuaciones. Aunque Park era naturalmente menos parlanchín que yo, se había metido
en el asunto cuando se dio cuenta de que, para mí, era parte de la experiencia.
Era más tarde, seguramente después de medianoche, y yo evitaba dormir. No es
que el sueño en sí fuera el problema. Después de que Braden viniera y se fuera antes, no
había tardado mucho en que la combinación de las drogas, la falta de sueño y mi
determinación de evitar las miradas interrogantes de Park me hicieran volver a dormir
y permanecer fuera la mayor parte del día.
Pero entonces se hizo de noche.
Nunca me había dado miedo la oscuridad. Incluso de niña, había estado bien sin 73
luz nocturna ni nada parecido.
Después de él, no sentía lo mismo.
La idea de que en algún momento Park iba a decidir que era hora de irse a la cama
y apagar las luces era suficiente para hacerme temblar. Peor aún, no había una televisión
en su habitación que yo pudiera alegar que quería mantener encendida durante un rato
y que por casualidad me quedara dormida.
Así que me quedé con la evasión a través de las duras críticas a los concursantes de
los realities. Aunque me defendería afirmando que las críticas podían ser duras, pero
también eran ciertas.
―Va a intentar defenderse echándole la culpa a su piel ―añadió Park.
―Vaya mierda.
Efectivamente, apenas un minuto después, el imbécil se plantó delante de los jueces
alegando precisamente eso, y no es que se lo creyeran ni por asomo.
―Si sólo puedes tatuar en un lienzo perfecto, no eres lo suficientemente bueno
como para hacerlo. La mayoría de la gente no viene con una piel completamente
impecable que acepte la tinta exactamente como tú quieres. Tienes que ser capaz de
trabajar con lo que el cliente necesite.
Parker, que era nuestro experto residente en tatuar sobre cicatrices ―algo que
algunos tatuadores se negaban a hacer por diversas razones― lo sabía. Ponía un
hermoso trabajo en los lugares donde la gente sentía que más lo necesitaba.
Su verdadera experiencia en el campo significaba que sus comentarios tendían a
ser más perspicaces en comparación con los míos. Mientras que yo había amado el arte
durante mucho tiempo, él sentía más que eso. Era su pasión.
Los dos vimos con satisfacción cómo el imbécil con el mal trabajo de línea y las
peores excusas era eliminado. Cuando el siguiente episodio se puso en marcha, pensé:
―Alguien del estudio debería ir al programa.
―Eso no va a pasar ―contestó él, seguro.
―¿Por qué no?
―Para empezar, si alguien iba a representar a Sailor's Grave de esa manera,
debería ser Carson, que no querría salir de su retiro para ese tipo de circo, o Sketch, que
no dejaría a su familia y al club por el tiempo que se necesita para competir. Además de
eso, el dinero está bien, pero parte del atractivo de este tipo de mierda es la atención que
se obtiene. El estudio ya tiene toda la reputación que necesita para mantenernos a tope.
No necesitamos nada más. Cualquiera de los que tenemos podría haber ido a cualquier 74
parte. Podrían haber hecho algo así y hacerse famosos y abrir su propio local. Podrían
estar en estudios de grandes ciudades en cualquier parte del país. Estamos aquí porque
lo que Carson construyó es más que notoriedad. Es un respeto y una celebración del arte.
Nada en contra de la gente que va, pero no es algo que ninguno de nosotros necesite.
Parpadeé durante un largo momento. En el tiempo que llevaba conociendo a Park,
no estaba segura de haberlo oído decir tantas cosas a la vez. Pero también era lo que
estaba diciendo, poniendo en palabras algo que todos sabíamos. Algo que había llegado
a comprender la primera vez que conocí a Carson mientras deambulaba semidesnuda
por una convención de tatuajes como modelo que promocionaba una línea de ropa
rockabilly. Incluso cuando empecé a trabajar para él, Carson había insistido en que la
promoción de la tienda no consistía en presumir o alardear, sino en darles a los
tatuadores lo merecido por el trabajo que estaban creando. Todo, siempre, volvía al arte.
―Tienes razón.
No dijo nada más mientras se levantaba, agarrando nuestros dos vasos casi vacíos,
y se dirigía a la cocina para rellenarlos, encima de eso como había hecho toda la noche.
Mientras lo hacía, no pude evitar pensar en lo diferente que era del resto de la clica,
incluso basándome sólo en su falta de respuesta allí.
Liam o Danny se habrían alegrado demasiado de que tuviera que admitir que tenían
razón. Clara, al llegar al punto de pronunciar ese tipo de discurso, habría seguido
hablando del poder del arte o cambiando a la falta de respeto por el mismo o algo similar.
Nate era lo suficientemente pomposo como para asegurar que siempre tenía razón. Y
Sketch, probablemente habría detenido toda la conversación ante mi sugerencia de que
alguien estuviera en el programa con un simple “ni de pedo”.
―¿Quieres algo de comer? Creo que Jean trajo palomitas ―llamó Park desde la
cocina.
Él, como cualquier otra persona en el trabajo, sabía que yo era una persona que
comía snacks. Había todo un tesoro de golosinas escondido en mi mesa de trabajo para
comérmelos a lo largo del día, o para que otras personas lo asaltaran, para mi irritación.
En lugar de reprocharle su determinación de hacerle de anfitrión tan bien, le di mi sí.
Siempre tengo antojo de palomitas.
Con él fuera del camino, el impulso contra el que había estado luchando todo el día
volvió con fuerza. Un impulso en forma de tarjeta de visita que Park había dejado antes
sobre la mesa de café, declarando sin palabras que era mía para hacer lo que quisiera.
La había ignorado entonces, fingiendo todo el día que la había eliminado por completo
de mi mente, pero mis ojos se movían hacia ella por sí solos cada pocos minutos. Es 75
curioso que ese pequeño trozo pueda contener casi toda la información que he querido
durante meses y una forma de conseguir el resto, y ahora lo evite como si pudiera sacar
los colmillos y atacar.
Negándome a dejar que una tarjeta tenga ese poder sobre mí, me incliné con
cautela y la agarré. Era sencilla, de color blanco con un pequeño logotipo de la policía de
Hoffman en una esquina. Debajo de la información oficial y el número de teléfono, había
otro número escrito a mano con un estilo rápido y masculino. Su celular. Acceso directo
a él cuando había sido un enigma desde que nos conocimos.
¿Por qué ahora? ¿Sólo porque me habían atacado? ¿Era eso lo que se necesitaba
para hacerme realmente interesante? Si hacía esa llamada ahora, ¿volvería a irse si él
era atrapado?
El pitido del microondas anunció que las palomitas estaban listas, y me sobresalté.
Volví a arrojar la tarjeta sobre la mesa de centro y me arrojé otra vez a una posición de
reposo en mi extremo del sofá. El dolor que irradió de mis costillas al moverme me robó
el aliento, y fue un esfuerzo conseguirlo incluso para cuando Park volvió a entrar con las
palomitas y las bebidas. Me entregó el bol directamente, confirmando que la oferta de
palomitas había sido sólo para mi beneficio. Pasó un rato antes de que el dolor
disminuyera lo suficiente como para que pudiera abordar el tema de las palomitas, y
cuando lo hice fue más que nada por show.
Estábamos a más de la mitad de otro episodio antes de que Park volviera a hablar.
No había dicho nada mientras esperaba que las costillas dejaran de dolerme, y sabía que
él lo notaría.
―¿Quieres hablar de ello?
―¿Qué?
Levantó la barbilla hacia la mesa de café. Por primera vez desde que había dejado
caer la tarjeta allí, miré. Con las prisas, la había colocado al revés.
Suspiré.
―¿No realmente?
―No hace falta ―me aseguró―. Sólo estoy aquí si lo necesitas.
Era bueno para eso, ofreciendo apoyo incluso cuando yo no le daba nada en
absoluto. No habíamos dicho ni una sola palabra sobre lo que me había pasado, y sabía
que ayudarme con mis heridas sería lo máximo, a menos que yo decidiera lo contrario.
Pero su oferta me hizo explícitamente consciente de lo mucho que yo estaba
reteniendo. Había demasiado, una montaña de ello, y estar enterrada bajo todo ello iba 76
a asfixiarme. Lo de Braden era más seguro. Dejando a un lado la frustración o la
vergüenza, al menos podía arreglármelas para hablar de ello.
Así que durante la siguiente media hora, Park se sentó a escuchar atentamente
mientras yo descargaba toda la historia sobre él sin pausa. Todo, desde la reacción que
tuve la primera vez que lo vi hasta que estuvo en la puerta de la comisaría el día anterior
y yo salí corriendo a emborracharme.
―¿Lo culpas por lo de anoche? ―me preguntó finalmente cuando terminé.
¿Que si yo qué?
―¿Qué?
―Lo viste ayer, saliste a beber, luego viniste a casa para ver lo que pasó. ¿No
quieres verlo porque lo culpas por su parte en esa situación?
Ni siquiera lo había pensado así. Beber fue mi elección. Lo que él hizo fue suyo.
Estaba enojada con Braden, pero él no había causado nada de eso.
―No, no lo culpo. No fue su culpa.
―Entonces, si sirve de algo, creo que deberías hablar con él.
Contuve mi reacción instantánea de sentirme ofendida porque no me defendiera
ciegamente como lo haría una novia.
―¿Por qué?
―Tienes preguntas que sólo él puede responder. Tal vez sea realmente el imbécil
que crees que puede ser. Tal vez te jodió y esa es toda la historia, pero eso no explica por
qué vendría aquí con la intención de verte y asegurarse de que estás bien. De una forma
u otra, la única forma de obtener una respuesta es hablar con él.
Tenía razón, lo que sólo sirvió para encabronarme más con Braden. Si hubiera
seguido ignorándome, habría tenido las respuestas. Claro, seguiría sin saber su
verdadero nombre, pero en realidad no importaba si sólo era un imbécil que jugó
conmigo. Pero Park tenía razón. Si sólo quería una cogida rápida y no volver a hablarme,
¿por qué aparecer aquí? ¿Por qué molestarse en hablar con Sketch y decir lo que fuera
para conseguir que Sketch diera el lugar donde me estaba quedando, algo que sabía que
no sería fácil?
¿Por qué, después de toda la mierda que había sido la totalidad de nuestro
conocimiento mutuo, todavía me importaba?
77
―No lo sé ―refunfuñé.
Parker no respondió a eso, sólo dejó que asimilara todo lo que había dicho hasta
que finalmente, con la televisión y las luces aún encendidas, me quedé dormida allí en
el sofá.
CAPÍTULO 12
BRADEN
Dos días después, estaba estacionado en la calle, frente al edificio de Parker, con un café
y sin nada que hacer más que vigilar a un pendejo que ni siquiera conocía de vista. Pero
era todo lo que podía hacer. El día anterior había trabajado un turno con Jack, un día
bastante típico de patrullaje. Hoy, sin nada más, no podía quedarme solo en mi casa.
Ella no se había puesto en contacto, pero no estaba seguro de esperar que lo hiciera.
Si ella quería hablar, podría haberlo hecho ayer cuando yo estaba al otro lado de la
puerta. Ahora, podría estar cerca otra vez, pero ella no lo sabía. No se trataba de ganar
puntos, sino de lo que necesitaba hacer para mi propia tranquilidad.
En el tiempo que llevaba allí, había visto pasar una moto, su usuario con un chaleco
de los Discípulos y una patrulla, lo que confirmaba que nadie ignoraba la necesidad de
tener ojos en la calle para este cabrón si yo no podía estar allí. Aun así, había mucho
tiempo entre esos paseos. Era fácil no ver a alguien si estaba dando vueltas en lugar de
quedarse en un solo lugar. Yo no me dejaría engañar tan fácilmente.
Hubo otro rugido de tubos, pero esta vez vi cómo la moto se acercaba a mi coche.
Reconocí a Sketch en mi espejo retrovisor antes de que se detuviera detrás de mí. Cuando
78
se detuvo, yo ya estaba fuera del coche.
―Es bueno saber que tu chico me delató ―comenté.
―Aunque no lo hubiera hecho, Park está vigilando y me hizo saber que estabas
aquí ―respondió.
No me gustaba que la chica que quería se dirigiera a él, pero todo lo demás hasta
el momento indicaba que Park era un tipo sólido y que era bueno que ella lo tuviera
ahora.
―¿A qué debo la visita?
―Necesitamos tener una plática ―No tenía sentido preguntar sobre qué.
―¿Ahora? ―Adiviné.
Asintió con la cabeza.
―Arriba, en la sede del club.
La elección del lugar decía mucho. Los Discípulos no eran una banda de mala
muerte ni estaban claramente al otro lado de la ley, pero eso no significaba que
normalmente se reunieran con policías ―o con cualquiera― en su territorio privado de
esa manera. Mi opinión es que el lugar de reunión pretendía transmitir dos mensajes.
Uno, que me estaban extendiendo un cierto nivel de confianza, incluso más allá de lo que
tenían al ser informantes de Coranco. Dos, que, si ese puto enfermo tenía ojos sobre Jess
y, por extensión, sobre nosotros, vería que ella no sólo tenía la protección de los
Discípulos y de la policía, sino que ambos trabajaban juntos para asegurarse de que ese
escudo fuera impenetrable.
No hacía falta decir nada más, así que volví a mi coche y seguí el camino que él
había trazado a través de la ciudad hasta el almacén reconvertido en sede del club.
Dentro, el lugar estaba casi vacío. Sólo había tres hombres, sentados en los sofás
de la sala principal. Stone, el presidente del club, era un hombre corpulento con el pelo
y la barba grises, y un aire de autoridad. A su lado había un tipo con una corta franja de
pelo recortado que yo había visto antes como una cresta completa. Su nombre en la
carretera era Jager, algo que sólo sabía por el parche que llevaba en la parte delantera
de su chaleco, no porque nos hubieran presentado. Por último, el tercer hombre era uno
que sólo conocía por haber visto su trabajo en Internet. Si no fuera por el característico
sombrero Panamá y el cuerpo fuertemente tatuado que, de alguna manera, funcionaba
para el hombre mayor, podría no haber reconocido a Carson Burns.
Las presentaciones, aunque no fueron necesarias ya que al menos conocía a todo el 79
mundo y obviamente todos me conocían, se dieron. Estreché la mano, terminando con
Carson a quien le dije directamente:
―Soy un gran fan de tu trabajo.
Sus ojos se movieron sobre mis tatuajes visibles.
―Ya tienes algo bueno. ―Sus ojos saltaron hacia Sketch―. Buen trabajo con esa
brújula.
Me sorprendió que supiera a primera vista que era uno que me había hecho Sketch,
pero éste había sido su protegido.
Carson me soltó la mano y fui a sentarme mientras Sketch revelaba:
―Vino mientras yo trabajaba en el dibujo. No es tan impresionante como trata de
actuar. ―A lo que Carson se limitó a reír.
―Estoy seguro de que todos tenemos mierda que hacer, así que vamos a ponernos
a ello ―empezó Stone―. Tenemos que estar en la misma página sobre lo que pasa con
Jess a partir de ahora.
No sabía lo suficiente sobre el club para saber cómo eran con sus mujeres, pero esa
frase me hizo sentir un pinchazo.
―Parece que es algo en lo que ella debería opinar.
Por mucho que me irritara, no conocía a Jess tan bien como me gustaría, pero era
obvio para cualquiera que la conociera que ella no iba a dejar que un grupo de hombres
dirigiera su vida por ella. Vi la aprobación en la expresión de Carson.
Stone no se tomó a mal mi comentario, lo dejó claro cuando aclaró:
―Tienes razón. No Jess, sólo ese pendejo que la atacó. Si alguien de aquí quisiera
controlar a esa chica, creo que todos estamos de acuerdo en que no se quedaría donde
está ahora. Confío en que el chico cuidará de ella, pero todos sabemos que preferiríamos
vigilarla más de cerca.
Me lo pregunté. No era difícil imaginar que obviamente se había acercado
trabajando para Carson y luego para Sketch. Me imaginaba que el club en su conjunto
estaba involucrado sólo por Sketch, pero ahora me cuestionaba esa idea.
Sus palabras también revelaron que, independientemente de cómo se hubiera
propagado, mi implicación personal aquí era entendida por todos. No estaba presente
estrictamente como representante de la policía de Hoffman, al que Sketch había invitado,
sino como alguien con un gran interés en la seguridad de Jess. 80
Stone prosiguió:
―Haremos un mejor trabajo para protegerla y encontrar a este cabrón si
trabajamos juntos.
Por instinto, me puse en guardia. Quería cualquier protección que pudieran ofrecer
a Jess, me alegraba que tuviera esa clase de poder detrás de ella, pero lo que estaba
implicando era que compartiera detalles de una investigación en curso. Hacerlo sabiendo
que las personas con las que compartía esa información eran conocidas por impartir
justicia por mano propia.
Y, sin embargo, una parte de mí encontró esa idea... atractiva.
―No vamos a llegar a un acuerdo sobre lo que hay que hacer con esa información
―insistió Stone, sabiendo la reacción que probablemente obtendría de mí―. Sin
embargo, compartir todo lo que podamos obtener nos da a todos una mejor oportunidad
de encontrar a este cabrón y hacerlo rápidamente.
No se equivocaba. Con muy poco para seguir adelante además de la suposición de
que su obsesión no desaparecería repentinamente después de su ataque, no estábamos
cerca de encontrar al pendejo.
―Compartiré que, además de tener un dedo en el pulso de un montón de mierda a
la que los policías tienen más problemas para acercarse, tenemos más que aportar.
―Stone miró a Jager pero procedió a explicar por su cuenta―. El departamento de Jess
ha sido equipado con seguridad y cámaras. Jager y otro de nuestros hermanos hicieron
el trabajo ellos mismos. Si alguien intenta entrar otra vez, lo sabremos. También se han
colocado cámaras en las ventanas para vigilar lo que pueda haber fuera. Sketch ya ha
hablado con Park para montar un sistema similar en su casa.
Mierda, eso era mucho. Sólo el coste de todo lo que estaban hablando era una
locura, por no hablar de las horas de trabajo para revisar realmente las grabaciones en
busca de cualquier rostro que reaparezca en el exterior.
―Sailor’s Grave ya es hermético, así que tenemos hombres revisando las
filmaciones de las últimas dos semanas, específicamente en busca de momentos en los
que Jess estuvo dentro, con la esperanza de que podamos encontrarlo allí.
―Sospecho que los oficiales del caso preguntarán después de eso en cualquier
momento ―ofrecí―. No hay razón para pensar que esto fue al azar, así que investigarán
su trabajo rápidamente.
―Haré copias y las enviaré ―habló Jager por primera vez.
Sólo eso demostraba que realmente se trataba de dar una oportunidad a todos para 81
resolver esto. Como el crimen no estaba realmente relacionado con Sailor's Grave,
podían negar fácilmente la petición de imágenes de seguridad del estudio.
―También estamos trabajando en localizar las horas en las que Jess estuvo en
cualquier otra propiedad en la que tengamos cámaras. Lo primero es el gimnasio. Ella
toma una de las clases de kickboxing para mujeres de Jager un par de veces a la semana.
Miré entre los motociclistas sentados conmigo.
―¿Tienen personal para revisar todo eso?
―En su mayor parte, nos basamos en el reconocimiento facial ―volvió a intervenir
Jager―. Anular a la gente que conocemos no es un problema, cualquiera que aparezca
varias veces es etiquetado. Pero es muy tedioso cuando hay gente que vive y trabaja
cerca.
―También tenemos clientes potenciales que necesitan hacer cosas ―añadió
Sketch.
Los prospectos, los tipos que intentan ganarse un lugar en el club, suelen ser
trabajos gratuitos. Pagaban sus cuotas haciendo cualquier tarea que el club necesitara
de ellos.
―Ya tenemos su historia ―empezó Stone otra vez, pero yo interrumpí.
―¿Le pediste que repitiera todo eso?
Si la estaban obligando a sacar esa mierda otra vez, íbamos a tener algunos putos
problemas.
Carson levantó una mano, en señal de apaciguar.
―Liam estaba en la habitación con ella cuando le hizo la declaración a tu chico. Él
lo transmitió todo.
Solté un suspiro y la tensión que me había disparado. No conocía a Liam más que
de pasada, pero sabía que él y Jess eran unidos por haberlos visto en el estudio.
―Claro.
Había una nueva mirada de evaluación en los ojos de Stone cuando continuó:
―Esperamos que tus chicos tengan alguna otra pista para seguir.
―Odio decirlo, pero no hay mucho. Lo más importante es que no hay señales de
entrada forzada en la escena. Yo mismo leí su declaración, mencionó haber luchado con
la cerradura cuando llegó a casa. Nuestra suposición es que él consiguió una llave de
alguna manera, entró por la puerta principal. Averiguar cómo lo logró es lo primero en 82
lo que se están centrando. Empezando por buscar en la administración del edificio, y
luego partiendo de ahí.
Stone miró a Jager, que alzó la barbilla. Si estaba ejecutando el reconocimiento
facial, no se sabía qué otras habilidades tenía para investigar a alguien con acceso.
Continué:
―Sin otras señales de alarma por parte de Jess, aparte de la sensación de que la
estaban vigilando, ni siquiera somos capaces de obtener mucho del modus operandi de
este tipo. El ataque no estaba planeado, así que no tenemos la escalada habitual que
probablemente se habría visto.
―¿Nada más? ―preguntó Carson, claramente molesto porque nadie se acercaba a
ninguna respuesta.
―Todavía no.
Había un gran peso en la habitación, todos nosotros con ganas de encontrar a este
tipo, pero sólo las pistas más débiles para hacerlo. La triste verdad era que nuestra mejor
oportunidad era si él intentaba acercarse otra vez, y nuestros preparativos eran
suficientes para atraparlo en el acto sin dejar que se acercara demasiado a Jess.
83
CAPÍTULO 13
JESS
Tenía mi teléfono en la mano, girándolo una y otra vez en lo que sabía que era un tic
nervioso.
¿Cómo lo sabía? Porque estaba muy nerviosa. No hacía falta ser muy consciente de
ello para darse cuenta.
Hoy iba a estar sola por primera vez.
Habían pasado seis días desde el ataque. Durante los tres primeros, Park no se
separó de mí. Vimos películas, preparamos la segunda recámara para mí cuando Sketch
trajo una cama y evitamos hablar del enorme elefante flotando en la habitación. Los dos
últimos, había tenido niñeras. Jean y Carson habían venido, y luego Ember pasó el día
conmigo mientras su hombre, Jager, instalaba un loco sistema de seguridad que nadie
quiso escuchar cuando dije que era demasiado. Tampoco quisieron dar una respuesta
evasiva sobre quién lo pagaba. Esa pregunta fue ignorada directamente, al igual que las
relacionadas a la cama que entregó Sketch.
A pesar de mi ansiedad por ello, quedarme sola había sido realmente mi idea. Con 84
el sistema de seguridad instalado ―que incluía un botón de pánico de lo más ridículo―
sentí que era hora de que me ocupara de mi mierda y me enfrentara a estar sola otra
vez. Mis heridas se estaban curando, no lo suficientemente rápido para mi gusto, pero
sí lo suficiente como para no necesitar más ayuda para desplazarme. Lo que no se estaba
curando eran las marcas que había dejado bajo la superficie, y no lo harían si dejaba que
todo el mundo siguiera mimándome. Siempre había valorado mi tiempo a solas, incluso
a veces lo gozaba. No dejaría que me lo quitaran.
Por supuesto, esta primera tarde, y probablemente las siguientes, sería un desastre.
Pero, con el tiempo, sería más fácil.
Tenía que hacerlo.
―¿Estás segura de esto? ―preguntó Parker.
Me giré del lugar que había ocupado en la cocina, observando sin pensar la
preparación de una cafetera, para verlo listo para salir. El café siempre había sido mi
amigo, pero con las pesadillas estaba funcionando casi sin dormir. A pesar de ello, estaba
decidida a mantenerme despierta durante los días y obligarme a dormir por la noche
como una persona normal. Para lograrlo, dependía de esas cosas.
No estaba segura de esto. En absoluto. ¿Y si me volvía loca? O peor aún, ¿qué
pasaría si realmente ocurriera algo? Él todavía estaba por ahí, y nadie sabía quién era.
―Sí, estoy segura ―dije de todos modos―. Si es demasiado, llamaré a alguien.
―Eso, al menos, era cierto.
Asintió con la cabeza, sin parecer tranquilo. Sus ojos se movieron hacia la ventana,
luego se acercó a ella.
―Está ahí fuera otra vez.
Mi estómago se apretó, pero no de pánico. “Él” se refería a Braden. Aunque sabía
que los Discípulos hacían patrullajes de vez en cuando, parecía que él había adoptado la
costumbre de acampar en su coche cuando no estaba trabajando para vigilar. Park, a su
vez, había tomado la costumbre de hacérmelo saber. No había dicho nada más, pero
sabía que seguía convencido de que debía hablar con Braden, para obtener algunas
respuestas, aunque fuera.
No sabía qué hacer con la presencia de Braden, al igual que no había sabido qué
hacer con él las otras cuatro veces que Park lo mencionó. En ese momento, detestaba
admitirlo, era reconfortante saber que tenía algo más que patrullas al azar y el sistema
de seguridad. Si ocurría algo, tenía a un policía justo abajo.
Incluso si no estaba segura de quererlo allí.
85
―Puede quedarse ahí fuera ―respondí, sonando para todo el mundo como si no
me importara.
Park no tuvo que decir nada para que yo percibiera su incredulidad.
Idiota.
Media hora después, estaba sola. Y bien. Totalmente bien.
Excepto que estaba temblando. No un poco. Todo mi cuerpo temblaba con la fuerza
de ello.
Por primera vez en mi vida, el café que me había servido estaba sin tocar en la
mesa. Probablemente era lo mejor. La cafeína podría no ser buena para los temblores.
Necesitaba pensar en otra cosa, pero la única cosa que mi mente parecía capaz de
evocar era la única cosa en la que no necesitaba pensar en este momento. De ahí el
temblor en primer lugar.
La televisión estaba encendida. Podía oír el ruido de la misma, aunque no tenía ni
idea de lo que había. No importaba. Sólo estaba encendida para amortiguar los pequeños
ruidos naturales de un edificio de departamentos ―pasos desde arriba, otras puertas
abriéndose y cerrándose― que me hacían entrar en pánico cada pocos segundos. Desde
que Park había salido veinticinco minutos antes, había comprobado cinco veces las
cerraduras, no sólo de la puerta, sino también de todas las ventanas, y el sistema de
seguridad. Ya tenía ganas de ir por las seis, incluso mientras me repetía una y otra vez
que nada habría cambiado.
Mi teléfono, agarrado con fuerza entre las manos como si fuera mi cordura la que
pudiera sostener por pura fuerza de voluntad, vibró y me hizo saltar. Tomando una
respiración, lo revisé para ver un mensaje de Park, comprobando que había llegado al
estudio.
¿Tan evidente era mi preocupación? Creía que había conseguido disimularla
bastante bien. Aunque tal vez eso sólo hablaba de lo asustada que estaba realmente.
Aunque me esforzara por disimular las señales, no podía ocultarlo todo.
Le contesté, haciéndole saber que estaba bien, y dejé caer mi teléfono sobre la mesa
de café de golpe. Sin embargo, en cuanto dejé de sostenerlo, ya no pude ignorar el
violento temblor de mis manos.
Hace mucho tiempo que no tenía un ataque de ansiedad. Cuando era más joven,
eran bastante comunes. Por lo general, una vez a la semana me encontraba en medio de
un episodio como éste. Milagrosamente, habían desaparecido cuando me mudé y corté
lazos con mi madre. Es curioso cómo funciona eso. Sin embargo, todavía recordaba lo 86
que sentía lo suficientemente bien como para saber que estaba otra vez allí.
Durante mucho tiempo, no supe qué pasaba cuando acababa así, acurrucada en
cualquier lugar donde pudiera estar sola, temblando, incapaz de concentrarme o hablar
o hacer algo que no fuera sentir que todo me aplastaba. No era el tipo de ataque de
pánico del que la gente suele hablar con la imposibilidad de respirar o algo así, era más
bien como quedarse completamente catatónico con un miedo que no podía racionalizar
ni controlar.
Y ahí estaba otra vez.
Lo odiaba aún más por eso.
Necesitando estabilizar mis manos, fui por mi teléfono otra vez. Tal vez podría
hacer algo estúpido en él para tratar de distraerme. A veces funcionaban: juegos como
el sudoku y otras cosas que requerían suficiente reflexión para participar, pero no lo
suficiente como para ser demasiado difíciles en mi estado actual, aunque no estaba
segura de que lo fueran cuando estaba tan metida en un episodio. No tenía muchas
esperanzas.
Entonces, me di cuenta de que la tarjeta seguía boca abajo en la mesa donde la
había sustituido apresuradamente hacía días.
Park dijo que estaba fuera. ¿Por qué? Él no era parte de mi caso hasta donde yo
sabía. Había recibido una llamada de Andrews para comprobarlo, y me había dado la
información de su compañero. Braden no había sido mencionado.
Sabía lo que estaba haciendo mientras me movía cautelosamente hacia delante
―habiendo aprendido por fin después de unos días a cuidarme las costillas― y agarré
la tarjeta. Era una distracción. Mi mente se había concentrado en otra cosa, y estaba
corriendo con ella. No me permití ni siquiera cuestionar la decisión mientras abría un
nuevo mensaje e introducía el número escrito a mano desde el fondo.
Tal vez era demasiado directo, pero no era yo quien se andaba con rodeos. Diablos,
había venido directamente a la puerta y había intentado verme mi primer día aquí. Los
dos tenían que ser más o menos iguales.
Por la razón que fuera ―tal vez porque estaba literalmente abajo en su coche y qué
demonios tenía que hacer― anticipé una respuesta inmediata. Después de esperar,
sinceramente, no más de treinta segundos pero que me parecieron años, empecé a darle 87
vueltas al teléfono en mis manos otra vez. Por alguna razón, ese era mi tic nervioso del
día.
Cuando por fin el teléfono sonó, me sobresaltó tanto que lo dejé caer sobre mi
regazo antes de recomponerme lo suficiente como para agarrarlo y leer lo que había
dicho.
Su siguiente respuesta fue más rápida, aunque con una pausa lo suficientemente
larga como para imaginar que estaba eligiendo su respuesta con mucho más cuidado que
yo.
89
CAPÍTULO 14
BRADEN
95
CAPÍTULO 15
BRADEN
No me fui del todo. Tal vez debería haberlo hecho con lo mucho que me alteró pelear
con ella, pero no quería que estuviera sola allí. Así que volví a bajar a mi coche, vigilando
durante las siguientes horas hasta que Parker volviera.
La imagen de ella de pie en la puerta no se me iba de la cabeza.
Tenía que admitir que, en las últimas semanas, había momentos en los que tenía
que cuestionarme qué coño estaba haciendo. No habíamos tenido una larga relación
mientras yo estaba encubierto. Claro, habíamos llegado a conocernos un poco en las
veces que nos habíamos cruzado en el edificio, o cuando me presentaba
intencionalmente demasiado temprano a mis citas con Sketch sólo para tener tiempo
cerca de ella. Eso sólo nos situaba en el nivel de amigos ocasionales, excepto por la única
noche en la que fuimos definitivamente más. Nada de eso debería sumarse a que me
volviera tan loco, a que me alegrara de que Jack pudiera poner nuestros culos en juego
con el departamento al decirle que había estado de incógnito, a esta necesidad imperiosa
que tenía no sólo de tener la oportunidad de salir con ella, sino de hacerla mía.
Tenerla otra vez delante de mí me confirmó que no me la había inventado en mi
96
cabeza como había empezado a pensar.
Jess no era como cualquier otra mujer que había conocido. No se necesitaba mucho
tiempo para conocerla. No quiere decir que no fuera profunda, que estar en su vida no
me siguiera dando más y más, pero para conocer su corazón no hacía falta escarbar. No
llevaba una máscara. Jess vivía cada día como su ser completo. Decía lo que pensaba, se
vestía como le gustaba, tenía literalmente su vibrante personalidad grabada en toda su
piel. Incluso cuando estaba enojada y me lanzaba su actitud, su brillo cegador era
demasiado cautivador para ignorarlo.
Y, joder, definitivamente éramos compatibles sexualmente.
Intenté concentrarme en todo eso, en esa confirmación consumidora de que ella
era todo lo que yo había imaginado que era, en lugar de en toda la intensidad del fuego
que sus heridas encendían dentro de mí. Si me permitía pensar demasiado en eso, me
vería impulsado a hacer lo que fuera necesario para cazar al cabrón y deshacerme de él
por mi cuenta.
Sabiendo que no podía volver a mi departamento y reflexionar sobre eso sin perder
la cabeza, llamé a Jack.
―¿Qué pasa? Dime que es una razón para salir de esta casa.
Jack estaba comprometido. Él y su prometida, Cassie, se iban a casar pronto. Como
la amaba, a pesar de que se quejaba de toda la planificación de la boda, lo normal era
que se fuera a casa y se quedara allí al final de la noche.
―¿Por qué? ¿Hiciste enojar a Cassie?
―Si la hiciera enojar y tratara de irme, me cortaría los huevos. ―Si no estuviera
tan metido en el temperamento de Jess, pensaría que está loco por la risa que había en
su voz al decir eso―. No, una amiga suya fue engañada y abandonada. No es un ambiente
amigable para nadie con pito por ahora.
―¿Dónde quieres que nos encontremos?
―¿Delilah's?
―Te veo allí.
Estaba sentado en la barra, con la cerveza delante de mí, cuando Jack llegó. Desvié
97
mi atención del partido de béisbol que no estaba siguiendo de todos modos para verlo
con aspecto demacrado.
―¿Tan duro?
Sacudió la cabeza.
―No podía salir por la puerta sin pasar por delante de ellas. Luego fue un montón
de mierda de “eres hombre, ¿lo harías alguna vez”. Como si no fuera obvio que no iba a
joder a mi prometida. Y Cassie ni siquiera lo detuvo.
―Es lo suficientemente inteligente como para no intentar defender a un hombre
ahora mismo.
Antes de que pudiera responder, la bartender que me servía se acercó.
―No hay Cassie y parece que has atravesado el arco. ¿Qué hiciste?
―Tú también no, Tamara ―suplicó―. Cassie está consolando a su amiga cuyo
hombre le puso los cuernos. Acabo de salir de una reunión del club de los que odian el
pene. Qué coño hacía mi prometida allí, no sabría decirte.
Tamara se rio mientras agarraba una botella y la ponía delante de él.
―Suena como mi tipo de lugar. Podría predicar el evangelio de comer coños a esas
pobres almas.
―Esa santa palabra está viva y bien en nuestra casa ―le aseguró Jack.
―Buen hombre. ―Dio unos golpecitos en la barra mientras se alejaba para atender
a una pareja en el camino.
―¿Finalmente te estás tomando un descanso de tu vigilancia? ―Jack se giró hacia
mí.
―Tenía que hacerlo.
―Oh-oh ―Se dio cuenta de la rabia que aún se cocía a fuego lento en mi tono.
―Se puso en contacto hoy.
Silbó bajo.
―¿No fue bien?
Tomé un largo trago y le conté todo.
―Mierda. ¿Crees que entrará en razón? 98
―Ni idea. ―Era tan probable que Jess me diera una oportunidad como que me
tachara de pendejo y no volviera a dirigirme la palabra. Todavía no había aprendido si
ese fuego significaba que guardaba un rencor mezquino o si normalmente se quemaba
rápido.
―Cassie era así ―comentó.
―¿Así cómo?
―Problemas de confianza. Al principio, tenía mis dudas de que pudiera conseguir
que confiara en mí. Eso estuvo a punto de acabar con nosotros en un momento dado.
Nunca le había mentido, pero ella estaba demasiado ocupada protegiéndose a sí misma
para darse cuenta.
―¿Cómo lo superaste?
―Hice lo que tú hiciste. Se lo expuse. No tenía que dármelo todo en ese momento,
pero tenía que intentar confiar en mí, no creerme cuando tenía pruebas, o yo tenía que
alejarme. Habría matado por hacerlo, pero no lo habríamos logrado si las cosas seguían
así. Ella tuvo que tomar la decisión de dejarme pasar esos muros.
Quería que eso me tranquilizara, pero no tenía ese tiempo para mostrarle la prueba
de que mi palabra significaba algo. Estaba intentando hacer la exigencia desde el
principio.
―Sólo dale tiempo.
Lo intentaría, pero sería mucho más difícil sabiendo que no sería yo quien se alejara
como lo habría hecho él. Sería Jess empujándome.
Con las cosas en el aire o sin ellas, seguí con mi vigilancia cuando podía. No podía
ser todos los días. Salir después de un día o una noche de patrullaje no valía la pena.
Estar medio dormido en mi coche no iba a disuadir a nadie ni a ayudarme a identificar
a un sospechoso. Revertir eso y estar agotado en la patrulla era un riesgo tanto para mí
como para Jack que no iba a tomar. Eso significó que pasaron unos días antes de que me
encontrara en la posición familiar de estar estacionado en la calle, con los ojos puestos
en mis alrededores.
En ese tiempo, no me sentí más seguro de que alejarse, o incluso haber ido a tratar 99
de hablar con Jess en primer lugar, era el movimiento correcto. Pero lo más importante
es que había empezado a fijarme en una parte de lo que había dicho.
―Tal vez la chica con perforada y tatuada estaba bien para Jackson, pero no tanto
para Braden el policía.
¿De verdad pensaba que su aspecto era un problema para mí? ¿Que me
avergonzaría tenerla a mi lado? Cuanto más pensaba en todo lo que había dicho, más
me molestaba esa cosa. Era bastante fácil adivinar de dónde venían sus acusaciones de
que me sentía atraído por su condición de víctima, dada mi línea de trabajo. Sin
embargo, eso me pareció tan fuera de lugar.
Jess, por lo que yo sabía, era todo actitud y confianza. Incluso el simple hecho de
caminar por el pasillo del departamento para ella era un pavoneo como si supiera todo
lo que estaba trabajando. Y, sin embargo, esas palabras contradicen algo completamente
diferente. La mera idea de que pudiera pensar que yo estaría tan caliente por ella sólo
en secreto me encabronaba, aunque sólo fuera porque alguien se lo había planteado.
Esas palabras no habían sido suyas, no realmente. Habían pertenecido a otra persona
que le enseñó a creer que eran ciertas.
Se habían enconado en mi mente hasta que finalmente había pensado en el
movimiento que planeaba hacer hoy. Había tardado un par de días en juntar, o en
conseguir el visto bueno de Jack y Cassie para lo que iba a hacer. Ahora, sólo esperaba
que Parker volviera al departamento. La única esperanza que tenía de que esto
funcionara era que él me ayudara, lo que significaba convencerlo primero.
En cuanto vi su coche, me puse en marcha. Cuando él se bajó, yo ya estaba entrando
en el estacionamiento lateral donde se estacionan los residentes, con los ojos puestos en
mí. La confirmación de que estaba vigilando fue bienvenida. Había pasado su
información por el sistema del trabajo, intentando reunir lo que podía. Por los mínimos
detalles que había, podía adivinar que no lo había tenido fácil. Probablemente las cosas
no le habrían ido bien si no hubiera aprendido a cuidar sus espaldas.
Se recargó contra su coche, dejando que me acercara. Su silencio mientras me
acercaba lo decía todo. Estaba esperando.
―Sólo necesito que le des algo.
―No estoy seguro de que vaya a querer algo de ti después de tu visita. ―Lo decía
directamente, sin animosidad. Sin embargo, la verdad picaba.
―Tenemos mucho terreno que cubrir ―admití―. Me fui para darle tiempo a
pensar en las cosas, pero no quiero que piense que voy a desaparecer ahora.
―¿Qué es? 100
Saqué el sobre morado. Cassie incluso se había preocupado de inscribir el nombre
de Jess en el frente con la misma letra dorada que los demás. Dentro había una invitación
para la boda de ella y Jack el mes siguiente.
―Mi compañero se casa el mes que viene. Me permitieron añadir un acompañante.
Jess tenía alguna idea demente de que no quería reclamarla abiertamente. Bueno,
esto debería decirle algo. No sólo Jack estaría obviamente allí, estaba bastante seguro de
que habían invitado a todo el maldito departamento. Jack tenía mucho que decir sobre
el tamaño de esta, pero se desahogó en otro lugar y dejó que Cassie tuviera la boda de
sus sueños.
―Soportaré cualquier cosa que consiga que esté unida a mí al final.
A falta de entrar en el departamento con ella y hacer un espectáculo de los dos
anunciando que Jess era mía ―lo que supuse que no le haría ninguna gracia por
múltiples razones, incluida la parte de la reclamación neandertal―, no había una forma
más obvia de dejar claro que no me avergonzaba de tenerla del brazo si ella aceptaba.
Parker agarró el sobre y lo estudió durante un minuto.
―¿Necesita saber algo sobre esto? ―Había una especulación en su expresión, pero
también un vago respeto. No sabía cuánto había compartido Jess acerca de nuestra
situación o de esa mierda que había enredado en su cabeza, pero él al menos estaba
entendiendo el punto de la declaración que estaba haciendo.
―Sólo que Jack es mi compañero que ella conoció antes, y que será bien atendida
por el DPH en su conjunto.
Me hizo un gesto con la cabeza, enderezándose de su coche.
―No puedo garantizar nada, pero se lo daré.
Era todo lo que podía pedir. No esperaba que tratara de luchar por mí. Lo que Jess
decidiera tenía que ser todo sobre ella.
―Gracias.
―¿Vuelves a la guardia?
―No, tengo un turno que empieza a las diez. ―Los turnos nocturnos eran siempre
complicados para cualquiera, excepto para los que los hacían regularmente. Las cosas
podían estar aparentemente tranquilas cuando se hacía muy tarde, pero eso nunca
significaba que se pudiera bajar la guardia.
101
Asintió con la cabeza.
―Ella comprueba.
―¿Qué?
―Mira por la ventana para ver si está tu coche. Trata de hacer creer que se está
volviendo loca, pero es una mierda de actriz.
No era mucho a lo que aferrarse, pero, por ahora, lo aceptaría.
CAPÍTULO 16
JESS
105
Llegué temprano, lo que mi madre diría que es una grosería. Había intentado esperar,
pero había estado paseando por mi casa sin rumbo. Si no estaba lista, esperaría. No podía
seguir haciendo eso en mi propia sala de estar sin perder la compostura.
Cuando llegué al edificio, me abrieron enseguida. Parker estaba esperando en la
puerta del departamento una vez que subí. Probablemente porque tenía que desactivar
el sistema de seguridad antes de dejarme entrar.
―Ya casi han terminado ―dijo, haciéndose a un lado para que pudiera entrar.
―¿Ellos?
Como respuesta, una rubia alta vestida con ropa de entrenamiento salió de una
esquina con una sonrisa en la cara.
―Hola, tú debes ser Braden. Yo soy Ember ―saludó, acercándose a estrechar mi
mano―. Conociste a mi hombre, Jager.
No pude evitar quedarme con la boca abierta. Ella se veía tan brillante y feliz. 109
―Encantado de conocerte.
Su sonrisa creció.
―Conozco esa cara. Es hosco, pero lo amo. Y daría su vida por mí y por nuestra
pequeña.
Pensar que el tipo también tenía una hija era aún más loco. Pero si funcionaba, bien
por ellos.
Antes de que pudiera decir lo mismo, oí unos tacones en el duro suelo y dirigí mi
atención hacia el pasillo. Allí, como un sueño húmedo andante, estaba mi diosa. Llevaba
un vestido negro ceñido a la piel con grandes rosas rojas impresas con mangas cortadas
en los brazos en lugar de cubrirle los hombros. Sus labios estaban pintados de rojo a
juego, y el estampado hacía que las flores tatuadas en el lateral de su cabeza resaltaran
incluso a pesar del corto pelo encima. El resto de su larga y oscura cabellera estaba
formada por grandes rizos que tuve que apartar con mis manos del deseo de despejarlos.
Tenía unas medias oscuras y transparentes en las piernas que no pude evitar
imaginarme como unas medias al muslo debajo, tentándome más de lo que ya estaba a
quitar el vestido fuera del camino.
Y al asimilarlo todo, sabiendo que no era sólo su look habitual, sino que se lo había
puesto para salir conmigo, me quedé mudo.
―Jesús ―murmuré.
Ella sonrió, y mis ojos se dirigieron a sus labios rojos.
Joder, las cosas que quería hacerle a sus labios.
―Bueno, mi trabajo ha terminado aquí ―anunció Ember―. Es hora de volver a
casa antes de que Jamie se convierta en una niña de papi más y olvide que estoy viva.
―Gracias, ―dijo Jess mientras se dirigía a la salida.
―Cuando quieras.
Debería haber sido cortés y despedirme. Obviamente ella y Jess eran cercanas, pero
estaba demasiado fijado en esos putos labios rojos.
O lo estaba hasta que Jess empezó a caminar hacia mí y me di cuenta de que su
forma de andar no era del todo correcta.
Bajé los ojos a sus tacones. No eran tan altos como muchos de los que le había visto
llevar, pero seguía siendo obvio que no era ella misma con ellos.
―¿Te lastimaste el tobillo? ―Ella sabía que no me refería a hoy. 110
―Sólo un esguince, ya está mejor.
―No se ve mejor.
Puso los ojos en blanco.
―Sólo me estoy adaptando.
La actitud se estaba arrastrando, pero eso no me frenó.
―¿No tienes zapatos planos que puedas usar?
―No. No me gustan los zapatos planos.
―Bien, entonces ponte unos tenis.
Sus manos golpearon sus caderas.
―¿Con este vestido? ¿Estás bromeando?
―Jess, no vas a llevar esos putos zapatos cuando tu tobillo aún está curándose.
―¿Perdón? ―exigió ella, alzando la voz.
Parker intervino desde el otro lado de la habitación.
―Te dije que él no estaría bien con los zapatos.
―Creo que yo sé si estoy bien para llevar tacones.
Cristo, ella era obstinada.
―Si te pones de pie con esos zapatos durante treinta segundos, me callaré sobre
ellos.
Una ceja se arqueó.
―Bien.
Arrojando su pequeño bolso sobre el sofá, dobló la pierna izquierda por la rodilla
para levantar el pie del suelo. Luego, mirándome fijamente, se mantuvo allí. Durante los
primeros diez segundos, aguanté su mirada. Fue cuando la tensión empezó a aparecer
en su mandíbula que supe que la estaba molestando. Desgraciadamente, pude ver por el
calor de sus ojos que la testaruda mujer sonreiría y aguantaría los treinta segundos sólo
para demostrar su punto de vista. Lo que significa que ella sólo tendría más dolor al
caminar con esos malditos zapatos, tendría que ceder.
―Bien, vámonos ―cedí―. No es que vayas a caminar mucho de todos modos.
Ella sonrió mientras se enderezaba, y observé cómo cambiaba sutilmente su peso 111
hacia su lado izquierdo. Iba a mejorar mi juego o aprender a lidiar con perder este tipo
de mierda con ella. Jess era lo suficientemente testaruda como para someterse a un dolor
real para mantener su posición. Sólo el Señor sabe lo que se necesita para ganar una
batalla de voluntades con ella.
Me había olvidado de las malditas escaleras cuando cedí con los zapatos. Aunque
estaba claro que ella también lo había hecho. Había tenido que dar cada paso con una
lentitud agonizante. A pesar de mis ofertas cada dos pasos, se negó a que la ayudara.
Esto significó que para cuando finalmente conseguí que su culo se sentara en el asiento
del pasajero de mi coche, yo ya estaba enojado.
Pasaron casi diez minutos de viaje antes de que ella rompiera el silencio con una
ocurrencia:
―Bueno, esto está empezando bien.
Intenté resistirme, pero me fue imposible contener la sonrisa ante su descaro.
Llegamos a un semáforo en rojo y me giré para mirarla.
―¿Siempre eres tan cabezota?
Se encogió de hombros, sin arrepentirse en absoluto.
―Más o menos.
―¿Por qué me gusta?
Se golpeó el lado de la barbilla con un dedo.
―¿Masoquismo?
Sacudí la cabeza mientras el semáforo cambiaba y aceleraba.
―Te encanta diagnosticarme, ¿verdad?
―No digo que sea algo malo. A algunas personas les gusta eso.
Dios, me gustaba tenerla de vuelta así. Quería tenerla otra vez en la cama conmigo,
sin duda, pero también extrañaba pelear con ella.
―¿Esta es tu manera sutil de decirme que no cumplí? ¿Necesitas algo más en la
recámara? 112
No respondió de inmediato, y supe que era porque estaba debatiendo hasta dónde
presionarme. No importa lo que intentara alegar ahora, ambos sabíamos que el sexo
había sido explosivo. No había nada que ninguno de los dos necesitara además de más.
―No, estoy bien. Quiero decir, una nalgada de vez en cuando no está fuera de los
límites. Pero más allá de eso... ―Se interrumpió con un encogimiento de hombros.
Podía ver el restaurante más adelante, y ahora traía una erección ante la idea de
inclinarla y dejar una huella de mano en ese delicioso culo.
―Eres el demonio ―refunfuñé.
Ella se rio, y a mi verga le gustó casi tanto.
Mujer malvada.
La cena iba de maravilla. Hablamos, por fin pudiendo hacerlo sin que yo tuviera
que ser retenedor. Hubo momentos en el pasado en los que habría sido fácil convertir
las bromas coquetas en que nos conociéramos de verdad, pero había sido imposible
cuando todo lo básico de mi vida era un secreto. Ahora, sin el trabajo entre nosotros,
pudimos conocernos.
Le hablé de mi familia, de la herencia policial, de las mierdas que hacíamos mi
hermano y yo, incluso de la abuela y el abuelo. Ella habló de Carson, de la clica de Sailor's
Grave, de los Discípulos y, en particular, de sus mujeres. Después de un rato, me di
cuenta de lo que faltaba en sus historias.
―No has mencionado a tu familia ―dije, suavizando mi voz por si había algo en el
silencio sobre ese tema.
Ella suspiró.
―Es obvio, ¿no?
―No tenemos que hablar de ello. Sólo tenía curiosidad.
Empujó un poco la pasta y luego bajó el tenedor con lo que sólo podía describirse
como finalidad. Cuando me miró a los ojos, quedó claro que estaba decidida a no evitar
el tema. 113
―Crecí en el centro de Texas ―empezó diciendo―. Nos trasladamos allí desde más
cerca de Houston cuando tenía cinco años. A mi madre le gustaba contar la historia de
que mi padre se estaba alejando de las enseñanzas del buen Dios y ella tuvo que tomar
la terrible decisión de dejarlo para alejar esa influencia de su pequeña. ―Si no fuera por
el ácido que impregnaba bajo la superficie de sus palabras, me habría reído de la forma
en que introdujo un poco de acento tejano que obviamente había sido natural para ella
en un momento dado mientras parafraseaba a su madre―. Supongo que no era del todo
una mentira. La Biblia dice que el adulterio es un pecado, y papá se había ido con una de
sus amantes. Mi madre, a la que le importaba mucho su imagen, no podía soportar la
idea de ser la mujer cuyo hombre la abandonó y lo que todo el mundo pensaría de ella,
así que nos hizo las maletas y se marchó a otra ciudad donde nadie lo supiera.
Me acerqué a la muñeca de Jess. Había estado moviendo los dedos de esa mano
repetidamente mientras hablaba, como si intentara cerrar el puño, pero no pudiera
hacerlo con comodidad. Su atención se trasladó a mi mano y dejó que sus dedos la
rodearan con facilidad, acomodándose.
―Fui una chica de concurso ―anunció. Mis cejas se alzaron y ella se rio―. Sí. Y no
me refiero a una victoria y a una mísera feria local. No, tuve más títulos de gran dama
que espacio tenía mi madre para exponer las tiaras. No es que eso le impidiera
amontonarlas. Había sido reina de belleza durante un tiempo y le encantaba. Me apuntó
a mi primer concurso cuando sólo tenía ocho meses.
―¿Los hacen tan jóvenes?
―Lo hacen ―confirmó―. Suele ser una parte corta de un día o un fin de semana
lleno de concursos, pero forman parte del circuito. Y a esa edad, ni siquiera se puede
argumentar que se trate de talento ni nada de eso. Sólo se trata de qué bebé es más lindo.
Pero a las madres de los concursos les encanta porque suelen poder subir al escenario
con su futura muñeca. ―El resentimiento no estaba ni siquiera ligeramente
enmascarado en esas palabras―. Estoy segura de que la única razón por la que mi madre
me inscribió fue para poder volver a subir a ese escenario. Cuando empecé a ganar
incluso siendo una niña pequeña, cambió su enfoque para convertirme en la reina de
belleza que ella había sido y más.
―¿Estamos hablando de la mierda de los trajes locos y los postizos?
Su sonrisa era divertida cuando preguntó:
―¿Has oído hablar de un flipper?
―No. ―Y no estaba seguro de querer hacerlo. 114
―Son dientes falsos. Puedes tener sólo un juego en la parte superior o inferior, o
un juego completo. Se colocan sobre los dientes reales para ocultar los que faltan o los
que están torcidos y darte una sonrisa perfecta.
―¿Tenías que llevar uno?
―Tuve juegos completos todo el tiempo desde los cinco hasta los catorce años. Sólo
dejé de hacerlo porque hubo tiempo para que un ortodoncista hiciera su magia en cada
pequeña imperfección. ―Me dedicó una sonrisa completa, obviamente falsa, para
mostrar sus dientes tan perfectos.
―¿Así que seguiste haciéndolos cuando te hiciste mayor?
―No por elección. Debí decirle a mi madre que quería dejarlo al menos una vez a
la semana desde que tuve edad suficiente para darme cuenta de que no era una parte
obligatoria de la vida que todo el mundo hacía. A ella no le importaba. Ella me alimentaba
y vestía, yo podía subir y ganar.
Qué fichita.
―¿Y si no ganabas?
Jess negó con la cabeza.
―Siempre ganaba. Ganar era la única opción.
―¿O qué? ―Presioné, mis dientes rechinando.
―O se ponía creativa.
115
CAPÍTULO 18
JESS
Esta no era una buena conversación en la primera cita, pero no había mucho más que
decir sobre mi familia o mi vida antes de venir aquí. No había decidido que sólo saldría
a cenar con Braden, había decidido darle una oportunidad. Eso significaba dejarlo entrar.
―Jess, estoy ampliando 'creatividad' de muchas maneras jodidas en este momento
―advirtió.
―No me pegaba ni nada ―le aseguré. Después de todo, los moretes no serían
buenos para los concursos―. A veces era algo simple como ir a la cama sin cenar. A
veces era tener que limpiar y pulir todos los trofeos y diademas antes de poder comer.
A veces me encerraba en mi habitación hasta que aceptaba competir. Había hecho
cambiar las luces para que el interruptor estuviera en el pasillo y yo no pudiera
controlarlas.
Braden me sujetó la muñeca herida con más fuerza. No me dolía, no con la
abrazadera, pero atrajo mi atención hacia él.
―Lo siento ―dijo en voz baja. Estaba encabronado, eso es lo que era. Se le notaba 116
en la cara.
―Fue hace mucho tiempo. Con el tiempo, aprendí que era más fácil hacer lo que
ella quería. Los odiaba, pero era buena. Ganar no era difícil. A veces deseaba que lo fuera.
Tal vez si ganar no hubiera sido tan fácil, ella habría retrocedido. Si no hubiera estado
siempre trayendo coronas a casa, tal vez habría preferido que no compitiera y la
avergonzara. ―Me encogí de hombros. Nunca sabría qué pasaba por la cabeza de mi
madre. No tenía sentido seguir dándole vueltas a eso.
»Sobre todo, creo que odiaba que no fuera ese mundo terrible para todos ―
continué―. Había chicas allí a las que les encantaba. Chicas cuyos padres las apoyaban
en algo que querían hacer. Había chicas que realmente lo veían como una oportunidad
para conseguir becas y demás. Pero las que ganaban eran las que tenían madres como
la mía, incluso si realmente querían competir. Madres que eran más sargento
instructoras que madres. Que se preocupaban más por el peinado y el maquillaje
perfectos que por dejar que una niña durmiera la siesta, que se preocupaban más por
las actuaciones de talentos y las pruebas de vestuario que por estudiar. Madres que se
pasaban píldoras dietéticas raras del mercado negro y mierdas entre ellas para que
bajáramos a su peso ideal.
Él parecía estar a punto de perder la cabeza cuando preguntó:
―¿Cuándo se acabó?
Sonreí. Tal vez no debería ser un buen recuerdo, pero lo era para mí. Me puso en
el camino hacia donde estaba ahora.
―No era la única persona en esa vida que no quería estar allí. Una chica con la que
competía mucho, Beverly, y su hermano gemelo, Cade, odiaban todo eso. Él solía
arremeter contra eso. Beverly, parecía seguirlo. Tal vez era porque ella no tenía la
intención de ir en contra de sus padres, pero él sí. Ella era tranquila, más que tímida,
pero él era todo lo contrario. Incluso después de que nos fuéramos, ella siempre se
remitía a él, como si dependiera de él para tomar decisiones por ella.
»Cocinamos esta ridícula idea cuando cumplieron dieciocho años. Nos escapamos
justo después de una competición cuando ella y yo teníamos los premios en efectivo aún
en nuestras manos. Cade nos llevó a un salón de tatuajes que no era el mejor, pero
hicieron oídos sordos al hecho de que yo no tenía la edad suficiente para cobrarme. Volví
a casa dos días después con un piercing en el ombligo y esto. ―Extendí el brazo derecho,
indicando un tatuaje de una rosa roja en el interior de mi bíceps―. Carson me lo corrigió
desde entonces porque era bastante duro, pero me encantaba. No había manera de que
pudiera competir y ganar.
―Mi madre estaba furiosa. Toda su vida ha estado en contra del arte corporal, 117
diciendo que sólo hacía que la gente pareciera una basura, que ninguna mujer que se
hiciera ese tipo de cosas podría esperar tener un marido decente. La típica mierda de
mente cerrada que se oye. Me dijo que había destruido mi futuro. Y me echó.
―¿Te echó a los diecisiete años?
Al parecer, Braden aún no veía eso como la bendición que era.
―Sabía que lo haría ―le aseguré―. Beverly y Cade ya habían conseguido un
departamento para ellos, así que estaba lista para mudarme con ellos. La última vez que
la vi fue ese día, mientras despotricaba sobre cómo nunca llegaría a nada, cómo era la
hija de mi padre moroso a pesar de lo mucho que ella trabajaba. Siguió con eso todo el
tiempo que empaqué mis cosas, hasta que cerré la puerta principal detrás de mí.
Parecía asombrado y... orgulloso.
―¿Simplemente te fuiste?
Me encogí de hombros.
―Sabía que quedarse allí ya no valía la pena. No era fácil. Tuve que conseguir
trabajos de mierda para ayudar a pagar mi parte de la renta de un terrible departamento
que compartíamos los tres. Ni siquiera tenía un diploma todavía. Aunque obtuve mi GED
unos dos meses después, lo que ayudó. Pero no importaba que fuera duro, yo era libre.
No podía descifrar lo que pasaba por su cabeza mientras me miraba fijamente, con
una cara suave y a la vez enojada. Luego, señaló con la cabeza mi plato.
―Tu comida se está enfriando.
Siguiendo la pista, agarré el tenedor y volví a trabajar en mi boloñesa. Comimos en
silencio durante un par de minutos antes de que él pareciera dejar de lado el enojo y
preguntara:
―¿Cómo acabaste aquí, trabajando en Sailor's Grave?
Terminé mi bocado y luego le expliqué:
―No tardé en cansarme de los trabajos de mesera y de venta al por menor. No
tenía ni idea de lo que quería hacer en realidad, así que recurrí a lo que sabía. Acepté
trabajos de modelo, y fueron una especie de regalo del cielo. Ganaba mucho más, y usé
ese dinero para hacerme más tatuajes. Así fue como caí en el modelado de cosas como
revistas de coches y tiendas de ropa alternativa, incluso vídeos musicales y otras cosas.
Nada grande, pero me mantenía en el trabajo y me permitía explorar mi propio estilo a
mi antojo.
»Conocí a Carson trabajando como chica de promoción para una línea de ropa en
una convención de tatuajes. De hecho, abandoné el trabajo que debía hacer porque sabía 118
que él estaba allí y tenía que intentar conseguir una pieza suya. Aceptó tatuarme una vez
que terminé y hablamos mucho. Sailor's Grave nunca había tenido recepcionista.
Cualquier tatuador que no estuviera ocupado se encargaba de atender el teléfono y a
cualquiera que se presentara. Pero de alguna manera, antes de que supiera lo que había
pasado, me ofreció el trabajo. Y nunca miré atrás.
―Se convirtió en tu nueva familia ―adivinó Braden.
―Todos lo hicieron. ―Si antes lo había dudado, ahora no podía hacerlo con la
forma en que todos se habían unido a mí.
―Bien. Te lo mereces.
Nos mantuvimos alejados de cualquier otra cosa tan pesada, pero, aun así, noté un
cambio en la forma en que Braden me miraba cuando yo hablaba, como si me entendiera
mejor. Como si todo lo que le había dicho tuviera algún sentido en un rompecabezas que
había estado mirando sin esperanza de resolver.
Pensando en las cosas de las que lo había acusado, no era sorpresa. Todos mis
ataques se habían basado en mis propios problemas. Sabiendo lo de mi madre, podía
conectar los puntos. Me preguntaba si él había estado tratando de adivinar todo eso
desde que él se alejó aquel día.
Si era sincera, todavía había una parte de mí que desconfiaba. Decidir darle una
oportunidad no cambiaba el hecho de que no era una persona naturalmente confiada.
En el fondo, seguía preparada para el hecho de que él podía cortar y huir en cualquier
momento, pero intentaba creer que no lo haría, lo cual era más de lo que nunca había
dado a alguien.
El viaje de vuelta fue tranquilo. Braden me sostenía la mano izquierda,
manejándola bien incluso con la escayola, sobre la consola central. No sabía en qué
estaba pensando, pero yo estaba inquieta. Principalmente, ciertas partes de mi cuerpo
tenían opiniones muy firmes sobre lo que debía ocurrir cuando estaba cerca de Braden,
y estar en un vehículo en movimiento no estaba siendo una excepción a eso. Estuve a
punto de sugerir que, a menos que su casa estuviera en algún lugar más allá de la de
Park, deberíamos cambiar de ruta.
No ayudaba el hecho de que, aunque se trataba de una especie de primera cita, 119
sabía muy bien que él era el mejor sexo que había tenido. Había tenido que vivir con ese
hecho durante demasiado tiempo, sin saber si tendría otra oportunidad de
experimentarlo. Ahora que la oportunidad parecía estar ante mí, quería
―literalmente― aprovecharla.
La tensión no hizo más que aumentar al llegar a la última curva. No se podía negar
que nos dirigíamos al depa de Park, y era ahora o nunca.
―Yo...
¿Qué? ¿Quiero que me lleves a tu casa y me folles sin sentido?
O sea, puntos por la honestidad, pero incluso yo tenía más tacto que eso. La mayor
parte del tiempo, al menos. En ese momento, tenía las hormonas desbocadas y ni idea
de cómo decir eso sin soltarlo.
―Esta noche no ―dijo Braden con esa increíble voz baja.
―¿Qué?
Apretó ligeramente mi mano mientras entrábamos en el edificio.
―Yo también lo siento, tanto que me está volviendo loco no llevarte a mi casa ahora
mismo. Pero no esta noche.
―¿Por qué no?
Se estacionó, luego giró todo su cuerpo en su asiento para mirarme.
―Porque esto es parte de mostrarte que lo que hay entre nosotros nunca fue sólo
sexo. Tengo trabajo por la mañana, todavía te estás acostumbrando a mí. Esta noche,
nos vamos a la cama solos. Mañana, espero que te levantes para hablar conmigo después
del trabajo. El viernes, te recojo otra vez, pero la cita será en mi casa y pasarás la noche.
―Me parece presuntuoso de tu parte. ―Deseé que no saliera tan jadeante, podría
haber sido creíble entonces.
Él sonrió, y era el tipo de sonrisa que un depredador daría a una presa acorralada.
―Diosa, si metiera la mano en ese puto vestido tan sexy ahora mismo, te mojarías
y ambos lo sabemos.
No pude evitar retorcerme, sintiendo la razón que tenía. Me mordí el labio contra
el deseo de desafiarlo, sólo para ver qué pasaba. Sus ojos se posaron allí, su lengua salió
para lamerse los labios de una manera que me hizo querer hacer lo mismo.
Entonces, en un instante, salió del coche. 120
Parpadeé, con una furia elevándose en mí por el hecho de que se levantara y se
fuera así, en lugar de sufrir como yo hasta que mi puerta fue abierta de un tirón.
En el espacio de unos latidos, me sacó del coche, me levantó y me puso sobre el
capó. Luego me abrió las piernas, obligando a mi falda a subirse en el proceso,
metiéndose entre ellas y tomó mi boca con la suya.
Fue como aquella noche. Consumidor. Crudo. Vital. Podría durar una eternidad y
yo seguiría suplicando que no se detuviera nunca. Sus labios y su lengua no me guiaron
ni me persuadieron, sino que me tomaron. Me besó como si lo necesitara, y eso sólo
alimentó la misma sensación en mí. Nada importaba, ni que estuviéramos al aire libre,
ni que me dolieran un poco las costillas, ni ninguna de las dudas que infectaban mi mente
sobre nosotros.
Perseguí sus labios por instinto cuando se apartó, maldiciendo en voz baja. No se
apartó, pero tampoco volvió por más. Abrí los ojos y vi que su cara era la imagen del
hambre salvaje.
―Vas a ser mi muerte ―juró.
Intentando calmar un momento el calor que corría por mi sangre, me fijé en las
manchas rojas de su boca. Mi labial. También tenía que estar manchado en mí. Mi mano
se levantó como si pudiera hacer algo al respecto entonces.
―Sí, voy a disfrutar de todas las formas en que podemos estropear esos bonitos
labios.
―Si realmente esperas que entre, tienes que dejar de hablar. ―Su voz me llegó lo
suficiente, añadir las cosas que estaba diciendo era simplemente cruel.
Me dio una sonrisa carnal que no era mucho mejor para calmarme.
―Viernes, Diosa.
―Viernes ―concordé.
―Vamos a llevarte dentro.
121
CAPÍTULO 19
BRADEN
Dicen que debes llamar a un médico si tienes una erección durante más de cuatro horas.
Lo juro, después de ese beso de Jess, mi verga estuvo dura toda la maldita noche.
Sólo el hecho de haberla probado otra vez, de haber pasado la noche con ella y de
que se abriera a mí, me impidió ser tan hosco los dos días siguientes.
El jueves, la llamé después de mi turno. A pesar de que estaba claro que estábamos
resolviendo las cosas, todavía me sentía ansioso al hacer la llamada, preocupado de que
cambiara de opinión y no me hablara. Cuando su voz, como si fuera puro sexo, llegó a la
línea, no pude sentirme más aliviado.
Hablamos durante más de una hora. Sobre todo, de mi día, de cómo era Jack como
compañero, de cómo ella se estaba volviendo loca estando en el departamento. Le
prometí que la ayudaría con ese sentimiento la noche siguiente, pero también me
preocupaba. En algún momento, iba a tener que volver a trabajar. Se estaba curando
bien, pero odiaba la idea de que volviera allí, justo delante de todas esas ventanas,
cuando todavía no estábamos cerca de atrapar al cabrón que la había herido.
122
Cuando la dejé marchar con la promesa de que estaría allí a la misma hora la noche
siguiente, decidí que era el momento de checar con Sketch.
Había recibido las actualizaciones de la investigación oficial. Que eran un montón
de nada. Quienquiera que fuera el pendejo, era humo. Todos los que tenían acceso oficial
al edificio y a su departamento por extensión tenían coartadas sólidas. Habían tratado
de sondear el edificio. Nadie con quien hablaron vio nada sospechoso, aunque era difícil
de decir cuando sólo tenían el poder de hacer algunas preguntas básicas. Volvieron a
registrar su departamento, pero no obtuvieron ninguna pista nueva. E incluso las horas
que pasé sentado frente a la casa de Park no sirvieron de nada, salvo para ayudar a Jess
a sentirse más tranquila.
―Dime que tienes algo para mí ―le dije cuando me puse en contacto con Sketch.
―Jager ha estado en ello sin parar ―insistió―. Se ha convertido en su misión
personal encontrar al pendejo. Sólo está tomando tiempo el eliminar a toda la gente que
tiene una razón legítima para acabar en las cámaras con frecuencia.
No estaba encabronado con ellos, no podía estarlo con todo lo que estaban haciendo
por ella, pero eso no significaba que no estuviera jodidamente encabronado. Tenía que
haber una manera de encontrarlo.
―Va a querer volver al trabajo ―me desahogué, sabiendo que él lo entendería.
Él resopló.
―Ha estado encima de mí cada día para que lo haga. La he estado aplacado con
pendejadas que puede hacer a distancia, pero se me están acabando las ideas. El
problema de tener a Jess en plantilla es que trabaja jodidamente demasiado. Apenas
había una maldita cosa extra que hacer incluso cuando perdía días para recuperarse.
Porque ella valoraba ese trabajo, Sailor's Grave, y a todos los relacionados con él
por encima de todo. Nunca había sido exagerado adivinar eso, pero ahora sabía lo cierto
que era. A fin de cuentas, ese estudio era su hogar.
Al pensar en hogar me vino la idea.
―¿Tienes manos extra para hacer de cola mañana por la noche?
―¿Crees que nos ayudará a conseguir una pista?
―Puede que sí.
―Entonces soy todo oídos.
123
127
CAPÍTULO 20
JESS
133
CAPÍTULO 21
BRADEN
135
143
Cuarenta y cinco minutos después, entrábamos juntos en Delilah's. Había una
tensión en Jess por la que quería preguntar, pero supuse que eran los nervios. Habíamos
quedado con Jack y Cassie allí. Como había dicho Jess cuando le había comentado la
invitación que le había hecho Jack:
―Los compañeros son como la familia del policía.
No sabía si llamaría familia a Jack y Cassie todavía, pero más adelante, podía verlo.
La pareja ya estaba sentada en la barra, la bartender, Tamara, que nos había
atendido a Jack y a mí la última vez que estuvimos allí, frente a ellos, charlando. Ella se
fijó en nosotros primero, mirando de mí a Jess, y luego otra vez antes de decir lo
suficientemente alto como para que se oiga:
―Bueno, que me parta un rayo.
Jess, soltando mi mano, se acercó a la barra.
―No te envié mensaje.
―No lo hiciste ―coincidió Tamara.
―¿Puedo pedir perdón por eso diciendo que tuve prácticamente la peor noche
después de salir de aquí?
Aunque todavía había algo de especulación en los ojos de Tamara, la preocupación
estaba ganando. Miró a Jess, y noté que la preocupación se apoderaba por completo
cuando vio la muñequera.
―Eso no estaba ahí cuando estuviste aquí por última vez. ―Era una pregunta,
aunque no la formulara como tal.
―No, no estaba ―aceptó Jess.
Los ojos de Tamara se dispararon hacia mí, formando un tipo diferente de
especulación.
―¿Es este el tipo?
Jess me miró por encima del hombro, mordiéndose los labios, y luego se volteó.
―Sí.
―¿Y él no tiene que ver con la férula?
Me erizó la acusación, pero Jess saltó enseguida.
―Para nada ―dijo enfáticamente. 144
Los ojos de Tamara se deslizaron hacia Jack, que también salió en mi defensa.
―No. Es un policía, Tam.
Levantó las manos.
―Mira, no es nada en contra de ninguno de ustedes ni de sus compañeros de azul
en general, pero ser policía no significa necesariamente que no seas un pendejo ―
Desgraciadamente, porque debería serlo, especialmente en el tipo de pendejo del que
hablaba y que tendría como consecuencia que una mujer saliera herida, no se
equivocaba.
Dio un golpecito en la barra frente a los taburetes vacíos junto a Cassie y Jack, una
clara orden de tomar asiento.
―Al menos esta vez son ustedes dos los que están sentados aquí juntos ―prosiguió
con Jess, sacando ya un vaso para prepararle una bebida―, en lugar de que cada uno de
ustedes esté aquí bebiendo sobre el otro.
Jess me miró, con los ojos un poco abiertos. Casi me reí. No es que le haya ocultado
que me gusta mucho ella.
Desafortunadamente, me estaba dando cuenta de lo que Jess y Tamara estaban
hablando. Jess había dicho en su declaración que había estado en un bar antes de llegar
a casa esa noche, lo que ahora estaba comprendiendo era que había estado aquí,
hablando con Tamara. Y no porque fueran viejas amigas, sino porque necesitaba
liberarse después de verme ese día y pensar que me había desecho de ella.
Si hubiera tenido alguna idea de la conexión que este lugar tenía con todo eso, le
habría dicho a Jack que debíamos encontrarnos en otro lugar.
Extendí la mano, alisando un pulgar sobre su mejilla y haciendo que se centrara en
mí.
―¿Estás bien con estar aquí? ―pregunté, lo suficientemente bajo como para que
sólo ella me oyera―. Podemos irnos si lo necesitas.
Su rostro se suavizó.
―Estoy bien. Esto no es parte de eso.
Lo era, pero no lo discutiría con ella si era lo suficientemente fuerte como para
separar las dos cosas. En lugar de eso, me limité a darle un suave beso, y luego dejé que
se diera la vuelta para conocer oficialmente a Jack y Cassie.
145
Las chicas estaban entonadas cuando nos fuimos. Bueno, Jess lo estaba. Cassie ya
había pasado de eso.
―Eres preciosa ―volvió a decir Cassie. Probablemente le había dicho a mi chica lo
atractiva que era más veces esta noche que yo―. No sé si puedes venir a la boda. Tengo
que ser la más bonita allí.
―¿Estás bromeando? ―respondió Jess―. Te vas a ver tan jodidamente sexy. Jack
se va a desmayar. ―Mientras que Cassie se ponía enferma de amor a medida que
avanzaba la noche y se emborrachaba más, Jess sólo aumentaba su actitud.
―¿En serio? ―preguntó Cassie, con los ojos muy abiertos mientras miraba a su
prometido, que la estaba ayudando a seguir avanzando en línea recta por el lote.
―Por supuesto, nena. ¿Quieres que lo haga? Me desmayaré en el altar ―replicó él,
pero ella estaba demasiado ida para captar el sarcasmo.
―Qué romántico.
―El novio inconsciente es romántico. Entendido. ―Negó con la cabeza hacia mí.
―Ella es la novia, lo que dice es ley ―afirmó Jess, firme.
Con lo divertidas que eran las dos, presioné más a Jess a mi lado.
―Di buenas noches, diosa. Necesito llevarte a casa y cobrar cierta promesa que se
hizo antes.
Todo lo que quisiera.
Sentí que se estremecía un poco.
―Muy bien, tenemos que irnos ―anunció.
―No te olvides de llamarme por lo de la despedida de soltera ―insistió Cassie
mientras Jack la guiaba.
―Por supuesto. Hablaré con Daz. Él lo organizará todo ―le aseguró Jess.
La hermana de Cassie y su dama de honor ya habían planeado llevar la despedida
de soltera a un club de striptease local, Candy Shop, para su noche mensual de show
masculino. Cuando invitó a Jess a ir, ella no sabía que el local era propiedad de los
Discípulos. Lo que significa que Jess podría conseguir el tratamiento VIP.
146
La metí en el coche. Todo eso podría venir después, y sería una sorpresa si Cassie
recordara algo de esto mañana.
―¿Un espectáculo de striptease? ¿En serio?
―No te preocupes, grandulón. Los chicos están buenos, pero no tienen nada que
ver contigo. Además, los conozco a todos. Definitivamente no me interesa. ―Todo eso
lo entendí antes, cuando ella había hablado de que el espectáculo era una actividad
habitual de las chicas para ella y las mujeres de los Discípulos―. Y te agradezco que no
seas el tipo de hombre machista imbécil que trataría de “imponer la ley” de que yo vaya
a eso.
―¿Imponer la ley? ¿Contigo? ―No era tan estúpido como para intentar eso―. Haz
lo que quieras. Mientras no te mutilen o te maten, sé que es mejor no intentar esa
mierda.
Ella sonrió.
―Y por eso tú también puedes hacer lo que quieras.
Duro y necesitándola, gruñí:
―En el coche, diosa. Es hora de volver a casa.
Con un guiño descarado, hizo lo que le pedí.
Hizo mucho de eso, toda la noche. Y fue jodidamente espectacular.
147
CAPÍTULO 23
JESS
―Lo siento. ¿Quieres repetirlo de una manera que no me haga garantizar que no tendrás
la capacidad de darle más hijos a tu esposa?
Sketch me fulminó con la mirada, cosa que me importó un carajo porque ya lo
estaba tratando igual.
Había pasado una semana y media desde mi noche en casa de Braden, cuando el
pendejo prepotente ―dicho con el máximo cariño― decidió actuar como un equipo de
demolición de un solo hombre para mis límites emocionales. En ese tiempo, me quejé y
gemí y manipulé para volver al trabajo por fin. Creo que me ayudó el hecho de poder
diversificar y repartir ese dolor de cabeza. Braden, Park, Sketch, Carson, todos ellos lo
recibieron en masa cuando intentaron hablar conmigo. Incluso hice que algunas mujeres
―Kate, Ember, Ash― acosaran a sus hombres al respecto.
Al final, se vieron obligados a reconocer colectivamente que la única forma de
callarme ―permanentemente, al menos, ya que Braden tenía muchas formas agradables
de hacerlo durante períodos de tiempo― era darme lo que quería.
148
Lo que significaba que, en ese momento, me enfrentaba a Sketch desde detrás de
mi escritorio en Sailor's Grave. Donde debía estar.
―No puedes ir de compras tú sola ―insistió.
―No voy a hacerlo. Voy a ir con Ember. Es instructora de kickboxing y lleva una
pistola eléctrica a todas partes gracias a su hombre sobreprotector. ―Le dije algo que
ya sabía―. Estaremos bien.
―Estarás más bien si tienes un guardia.
Me estaba cansando mucho del asunto de los guardias.
Tenía uno casi todo el tiempo. De hecho, la única forma en la que me habían
“permitido” ―palabra que se había lanzado y que me encendió muy rápido― volver al
trabajo era con la condición de que no condujera sola de ida y vuelta y de que Sketch
también tuviera que estar allí todo el tiempo que yo estuviera. A pesar de que había
señalado que esto era evidentemente ridículo ya que había estado viviendo con Park,
teniéndolo a él como el único cerca la mayor parte del tiempo desde hace semanas, había
sido ignorado. El razonamiento era que Park tenía ahora ese ingenioso sistema de
seguridad en su casa. Mientras que Sailor's Grave estaba equipado con casi lo mismo,
sólo las cámaras estaban operativas durante las horas de trabajo por razones obvias.
Como la condición no era terriblemente invasiva y yo estaba desesperada por salir
del departamento para algo más que una cena o un maratón de sexo con Braden, había
aceptado. Después de todo, era lo suficientemente racional como para entender que
estaban tratando de mantenerme a salvo. Yo quería eso tanto o más que ellos. Pero eso
no significaba que quisiera dejar de vivir mi vida.
Ahora, me estaban imponiendo más restricciones, y me estaba volviendo loca.
―Vamos a estar en un lugar público ―dije.
―¿Por qué no puedes llevar a tu policía contigo? ―replicó.
Era un punto justo desde su perspectiva. Braden y yo habíamos pasado mucho
tiempo juntos. De hecho, era la mayor parte del tiempo que no estaba de patrulla. Sin
embargo…
―¿Cómo se supone que voy a dejarlo boquiabierto si está conmigo cuando me
compre el vestido?
Sketch se quedó mirándome como si hubiera perdido la cabeza.
Puse los ojos en blanco y suspiré.
―Tengo que comprar un vestido para la boda de su compañero. Quiero encontrar 149
algo que se vea increíble y que haga que quiera arrancármelo de inmediato para que lo
torture toda la noche. Difícilmente voy a conseguir esa reacción el día de la boda si él
está conmigo cuando lo compre.
Clara, que se había quedado mirando el programa mientras comía papitas de mi
reserva de snacks, se rio. Sketch, en cambio, parecía ligeramente horrorizado por
haberme escuchado decir todo eso.
―¿Quieres decir que las mujeres hacen esa mierda a propósito?
¿Era tonto?
―Por supuesto que lo hacemos.
Apartó la mirada durante un minuto, probablemente recordando algunos
conjuntos especialmente tortuosos que su esposa había llevado en alguna ocasión.
Esperaba que Ash no sintiera que había traicionado a la hermandad cuando él sacara el
tema después.
Sacudiendo la cabeza, volvió a centrarse en mí.
―Bien, llamaré a Jager. Él puede llevarte. Lo odiará, pero de todos modos apenas
le gusta que Ember esté fuera de su vista.
Intuyendo que no iba a dar marcha atrás en lo de la guardia, y comprendiendo que
Jager al menos merodearía en silencio, cedí.
―Bien.
Sketch se alejó entonces, probablemente pensando en cómo las mujeres de su vida
le estaban alterando la cabeza. Como sea. No es mi problema.
―No está mal ―elogió Clara.
―He estado practicando mucho ―me quejé.
Horas más tarde, después de mi viaje al centro comercial con Ember y su hombre
acompañándonos, después de encontrar un vestido que definitivamente sería todo lo que
quería para la boda de Jack, y de cenar con la pareja y su pequeño en su casa, Jager me
dejó en casa de Braden. Estaba esperando en la puerta cuando llegué, ya que acababa de
llegar a casa del trabajo. 150
Lo que significaba que todavía estaba en su uniforme.
Y, guao. Era un espectáculo.
No sé cómo lograban que algo que debía ser estándar le quedara como si estuviera
hecho para resaltar cada músculo. Lo que sí sabía es que tenía que ser criminal que se
remangara como lo hacía, mostrando esos antebrazos cortados y la tinta en ellos.
Se inclinó para darme un beso y luego miró la bolsa del vestido.
―¿Fue un éxito?
―Mucho ―dije, pasando por delante de él hacia el interior para colgarlo en su
clóset. Sólo conseguí hacerlo porque sabía qué más tenía en las bolsas de mi brazo.
Tenía grandes planes para mi hombre de uniforme. Planes que me darían mucho
tiempo para apreciar la vista.
―¿Vale la pena la reprimenda que me dio Sketch por tener que lidiar con tu
testarudo culo? ―se burló cuando me siguió.
Después de manipular el vestido y tirar sin contemplaciones las otras bolsas al
suelo, me acerqué, poniéndome justo contra él y acariciando su mejilla.
―Te encanta mi culo.
Sin dudarlo, me rodeó y me agarró el culo con ambas manos, atrayéndome más
hacia él.
―¿Cómo podría no hacerlo?
Mis manos se posaron en su pecho, recorriendo su uniforme y el sólido calor de él
bajo él.
―¿Tener un buen culo es un crimen, oficial Miller? ―pregunté, con un tipo de
provocación muy diferente en mi voz.
Se puso en alerta en un instante, su cuerpo se tensó y sus ojos se clavaron en mí.
―No, pero mostrarlo así para que lo vea cualquiera sí.
Contuve la sonrisa de que me siguiera el juego.
―¿Y qué va a hacer al respecto?
―Eso depende de si vas a cooperar conmigo. ―Mordiéndome el labio, negué
lentamente con la cabeza. Había algo nuevo en esa familiar mirada feroz. Porque esta
vez, al despertar el depredador, él estaba listo para la caza. 151
Antes de que pudiera agarrarme, retrocedí, dirigiéndome hacia las bolsas que había
desechado. Siendo rápida para no perturbar el momento, fui por la de color negro liso,
rodeando con la mano el objeto que ya había sacado del envoltorio en caso de que esto
se desarrollara como lo estaba haciendo, sin tiempo para prepararme. Cuando
desenterré la macana, agarré la empuñadura que sobresalía, agitando la macana negra
de forma burlona.
Esa había sido idea de Ember. Era el secreto peor guardado que ella y Jager tenían
una vida sexual muy interesante. Yo sabía más incluso que la mayoría sobre sus juegos,
ya que éramos muy unidas. Inicialmente había pensado en conseguir unas esposas,
sabiendo que ella tendría mucha experiencia con ellas. Ella tomó mi idea y la llevó a
cabo. Después de todo, como ella había señalado y yo pude ver en ese momento, él ya
tendría las esposas listas. Así que, ¿por qué no provocarlo de otra manera?
Por suerte, Jager ―con algunas súplicas de Ember para convencerlo de que
ayudara― sabía exactamente de dónde sacar la macana. Con la forma en que los ojos de
Braden se iluminaron con deleite carnal al verme con ella, tendría que agradecérselo
profusamente a ambos.
Subiendo de nivel, pasé mi otra mano por la longitud de la macana. Sus ojos
siguieron los movimientos, gustándole cómo manejaba su verga, y se oscurecieron aún
más.
―¿Tomar el arma de un oficial? Eso es una ofensa muy grave ―reprendió.
―¿Vas a castigarme?
―Alguien tiene que hacerlo.
―¿Y crees que vendré en silencio?
―Me aseguraré de que no lo hagas ―prometió.
En el siguiente latido, se abalanzó. Empecé a correr, pero sólo conseguí unos
metros antes de que me tuviera, con los brazos rodeándome, inmovilizando los míos a
los lados. Luché un poco para mantener el juego, pero no conseguiría nada, aunque lo
intentara. Con la facilidad de su entrenamiento, utilizó una mano para sacar la macana
de mi agarre y luego me llevó a la cama. Me obligó a bajar, de modo que quedé inclinada
sobre el costado, de cara al colchón. Su cuerpo me presionó contra él, la longitud de él
―incluyendo el bulto de una parte del cuerpo en particular― presionada contra mí.
Mi respiración se aceleró al oír el tintineo del metal. No había duda de cuál era el
sonido. Cuando sentí la fría mordida de una esposa de metal en mi muñeca, un torrente
de calor se extendió por mí. 152
Su voz era seria en mi oído cuando dijo:
―Voy a esposar ambas muñecas, pero debes tener cuidado. ―Sabiendo que
necesitaba la seguridad de que no me haría daño, incluso con la abrazadera puesta,
asentí. Me besó el cuello una vez en señal de aprobación, y luego volvió a asegurarme.
Con los dos brazos atados detrás de mí, se levantó y se alejó. No pude evitar
levantar las caderas, buscándolo, queriendo recuperar el calor y la presión de él.
―¿Sabes lo que significa empuñar un arma contra un policía? ―Su voz profunda
me provocó escalofríos, y el sexo descarado que había en ella sólo lo mejoraba.
―No.
Algo tocó mi pierna y rozó hacia arriba. La macana. El extremo de la macana golpeó
el borde inferior de mi falda, y él presionó un poco más para atrapar y subir la tela.
―Significa que tengo derecho a hacer lo que sea necesario para someterte.
El dobladillo de mi falda estaba justo debajo de mi culo cuando cambió la
trayectoria de la macana, moviéndose hacia dentro.
Tragué con fuerza.
―Ya estoy sometida.
―No estoy tan seguro. ―Presionó la longitud de la macana contra mi coño,
golpeando perfectamente mi clítoris y haciéndome saltar―. ¿Ves? Todavía intentando
escapar.
―No ―gemí. No quería ir a ninguna parte.
Aserró la dura longitud contra mí, frotando mis bragas mojadas contra mí,
haciendo que me desesperara.
―Tienes que aprender una lección sobre desafiar a un agente de policía. ―Me
subió la falda hasta el final y la colocó alrededor de mis caderas―. Sobre el manejo de
armas como esta. ―Acarició los dos globos de mi culo con la macana, y no supe a qué
arma se refería. Sinceramente, en ese momento, no podía importarme.
Se inclinó sobre mí, con una pierna entre las mías, dura contra todo lo que me
dolía.
―¿Vas a aceptar tu castigo? ―Sólo gemí en respuesta―. Bueno, no es que tengas
muchas opciones.
Se quedó allí, dejando besos abiertos en mi nuca y los hombros mientras me bajaba
las bragas hasta que estaban tensas sobre mis muslos abiertos. Entonces, la macana 153
estaba de vuelta, justo contra mí. Hice rodar mis caderas, necesitando fricción.
―Chica traviesa ―me amonestó, pero me dio más, arrastrando la macana de un
lado a otro.
―Por favor ―le supliqué.
Extendió una mano por la parte baja de mi espalda, aplicando suficiente presión
para dejar claro que no debía moverme. Jadeé cuando el extremo separó mis pliegues,
empujando lentamente dentro de mí. Braden lo movió con cuidado, en empujones poco
profundos que se adentraban un poco más cada vez. Gemí, queriendo más, queriendo
que me follara con ella si no me daba su verga. Intenté empujar, pero él me retuvo,
manteniendo su ritmo enloquecedoramente lento para profundizar.
Toda la longitud de la macana estaba presionada a lo largo de mi culo, y me di
cuenta de que estaba usando el mango. La imagen del aspecto que debíamos tener, él
con su uniforme, yo esposada e inclinada sobre la cama, con el culo al aire, y la
empuñadura de la macana de policía dentro de mí, no hizo más que impulsarme.
Aumentó la velocidad, ahora sí follándome con ella. Entrando y saliendo, volviéndome
loca.
Entonces, me quedé vacía, y hubo un ruido sordo cuando la macana cayó a la
alfombra. Braden me agarró de los hombros, ayudándome a levantarme.
―¿Quieres ganarte lo que quieres?
Podía sentir cómo me apretaba alrededor del vacío donde había estado el mango.
Había estado tan cerca, tan lista para venirme.
―Sí.
―De rodillas ―ordenó.
Oh, sí. Obedecí de inmediato.
Se desabrochó los pantalones, liberando su dura verga y me lancé por ella de
inmediato. Lo tomé en mi boca, chupándolo profundamente, pasando mi lengua sobre
él. Lo deseaba con tanta locura, y lo haría, aunque tuviera las manos atadas.
―Joder, esa maldita boca es demasiado dulce ―gimió.
Le di todo lo que pude, chupándolo con una necesidad feroz que sólo aumentaba al
verlo encima de mí, todavía vestido excepto su verga, con la cara como el granito contra
la embestida del placer. Me apetecía tocarlo por todas partes, pero intentarlo sólo servía
para recordarme las esposas. No podía hacer otra cosa que aceptar lo que me daba.
154
No pasó mucho tiempo antes de que se rompiera, arrancando su verga de mi boca.
―Te necesito ―gruñó, ayudándome a ponerme de pie.
Volví a estar sobre la cama en un instante, y él estaba empujando dentro. Los dos
estábamos allí, al borde de nuestro juego sucio, y sólo hicieron falta unos minutos para
que él me penetrara y nos pusiera al límite. Gritó mi nombre mientras yo gritaba, el gozo
cegador era casi demasiado.
Cuando soltó las esposas, murmuró entre mis cabellos:
―Diablilla.
Sonreí, embriagada por el éxtasis de haberme venido fuerte y largamente.
―Lo amas.
Su tono no era para nada el de burla que había utilizado cuando respondió:
―Sí, lo hago.
No tenía una respuesta para eso, ni siquiera podía empezar a saber cómo
reaccionar. Nos aseamos y mientras cenaba tarde le hice compañía, y una vez que me
tomó otra vez y nos dormimos en su cama, seguí repitiendo esas palabras.
―Lo amas.
―Sí, lo hago.
155
CAPÍTULO 24
BRADEN
JESS
Era extraño reconocer lógicamente un lugar como tu casa, pero sentirte tan fuera
de lugar allí.
La sensación no era desconocida. De niña, era lo que creía que se sentía en casa. En
cierto modo, estar en la casa en mi habitación era un santuario de los ensayos y las
competiciones. Sin embargo, sabía que mi madre podía encerrarme, podía apagar las
luces y dejarme con hambre en la oscuridad. Tampoco había tenido nunca la libertad de 159
hacer mía esa habitación.
Pero este lugar, había sido todo eso.
Era colorido y cálido, todo era afelpado y acogedor. Estaba destinado a ser mi
espacio perfecto para desconectar y relajarse.
Ahora, estaba de pie en la puerta, demasiado ansiosa para traspasar el umbral.
―No tenemos que hacer esto ―me tranquilizó Braden, frotando círculos en mi
espalda―. Podemos irnos si es demasiado.
Sabía que una parte de él deseaba que le hiciera caso. Era un protector consumado
y le preocupaba que esto fuera demasiado doloroso para mí. Por eso me había costado
tanto convencerlo de que me trajera.
También sabía que necesitaba esto, doloroso o no.
―¿Podemos dejar la puerta abierta? ―pregunté.
Su mano se congeló, supe que se había puesto completamente rígido. Mantener la
puerta abierta significaba menos barrera entre nosotros y cualquier amenaza. Sabía que
le preocupaba que él siguiera ahí fuera, que estar aquí pudiera ponerme en peligro, pero
no lo creía. Incluso aquella noche, él no había venido aparentemente con la intención de
atacarme. No es que le estuviera dando crédito por eso. Sólo señalaba que la
confrontación no era el objetivo. Ahora, teniendo yo respaldo ―respaldo armado,
aunque él no lo supiera―, dudaba que fuera a hacer algo.
Sabiendo que esas preocupaciones estarían jugando en la cabeza de Braden, me
giré hacia él y le expliqué:
―Pasó aquí mismo. ―Señalé el espacio abierto ante nosotros―. Había cerrado y
asegurado la puerta. Y entonces él estaba allí, y―
Sus manos subieron, sujetando mis mejillas mientras me besaba para cortar mi
discurso de pánico.
―Okay. Podemos hacerlo. Pero me gustaría quedarme junto a la puerta entonces,
si te parece bien.
Lo pensé. Todo lo que había pasado estaba a la vista de la puerta. La idea de mi
habitación no me preocupaba, a menos que...
―¿Estás seguro de que es seguro? ―pregunté, mirando por encima de mi hombro
hacia el departamento.
Braden asintió.
160
―No estaríamos aquí si no lo fuera. Jager tiene cámaras y sensores aquí para
regalar. Si alguien hubiera intentado entrar, lo sabría.
Podría lidiar con eso, entonces.
―Okay.
Me besó otra vez, un beso prolongado que me ayudó a relajarme un poco.
―Estoy aquí.
―Okay ―repetí. Era el momento de afrontarlo.
Dando la vuelta, di el primer paso hacia el interior. No podía saberlo por el estado
en el que me encontraba en ese momento, pero si había habido alguna señal de lo que
ocurrió aquí dentro después, alguien lo había limpiado. Sólo con mirar alrededor, nunca
se sabría que había pasado algo fuera de lo normal. Estaba exactamente como siempre.
Volví a mirar a Braden, que se había movido hacia la puerta colocándose de lado
en ella. Había movido un par de Doc Martens que yo tenía cerca de la puerta para el mal
tiempo para mantenerla abierta.
―Es como si no hubiera pasado.
Pero así fue. Retorcí las manos, la férula estorbando como tantas veces. Sabía que
había sucedido. Nunca lo olvidaría.
―Pasó. ―coincidió con mis propios pensamientos―. Pero eso no tiene por qué
cambiarlo todo.
Claro. No tenía que convertirme en una versión “posterior” de Jess que vivía con
miedo. Seguía siendo yo. La misma mujer que había luchado con uñas y dientes para
volver a trabajar cuando todos los hombres de mi vida estaban preocupados por ello. No
había tenido miedo de eso. ¿Por qué iba a estar preocupada por este lugar? Era mío,
maldita sea.
Enderezando la columna vertebral, entré hasta el final, dirigiéndome al sofá. En él
había una manta de chenilla de color morado que me encantaba. Las mantas eran una
de mis debilidades. Una manta suave en un color precioso como aquel no era algo que
pudiera dejar de lado. Y no iba a quedarse en un departamento vacío, sobre todo cuando
la casa de Braden carecía de mantas. Hace unas noches, había tenido que arrastrar todo
el edredón de su cama hasta la sala mientras veíamos una película. Ya no.
―Voy a llevar esto a tu casa. Puede ir en el sofá ―anuncié.
―Okay, diosa ―accedió, sin ningún problema. 161
―Ojalá pudiera llevar todo el sofá. El tuyo está bien, pero el mío es mucho más
cómodo ―le dije mientras doblaba la suave tela.
―Te lo dije, puedes darle a mi casa el cambio de imagen que quieras. Si eso
significa que lo llenas con tu mierda, no tengo ningún problema.
¿Me estaba invitando a mudarme con él?
No. No es posible. Era demasiado pronto.
Todavía no sabía qué haría después. Me parecía mal seguir gorroneando en casa de
Parker, pero no podía volver aquí. Y no estaba segura de poder ganar una batalla con
todos los hombres de mi vida por conseguir un nuevo lugar por mí misma.
Me gustaba estar en casa de Braden, ¿pero mudarme?
―No me tientes ―le respondí, a modo de prueba.
Él miró desde el pasillo que estaba escaneando hacia mí, una sonrisa jugando en
sus labios.
―Empaca, preciosa. Ya hablaremos de dónde quieres instalarte en otro momento.
Tenía razón. Este no era en absoluto el momento de entablar esa discusión. Eso no
ocurriría hasta que hubiera tenido un buen rato para averiguar lo que quería hacer y ser
capaz de luchar por lo que fuera.
―Lo amas.
―Sí, lo hago.
Nop. No voy a ir allí. Necesitaba empacar. Necesitaba tener más cosas mías
disponibles, aunque estuvieran revueltas entre las de Parker y las de Braden.
Me puse a ello, y me resultó más fácil cuando me retiré a mi recámara y al baño.
Pero, aun así, cuando volví a atravesar el departamento para poner las maletas en la
parte delantera junto a Braden, no pude evitar rodear ese lugar en el que me había
quedado indefensa.
Independientemente de lo que ocurriera a partir de aquí, volver había demostrado
una cosa segura.
Ese departamento ya no era mi hogar.
162
CAPÍTULO 25
JESS
165
BRADEN
―¿Cómo carajo llegó a su buzón? ―pregunté.
―Braden. ―Trató Jack, otra vez, de evitar que estallara.
―No teníamos ojos en el vestíbulo. No es un lugar donde simplemente pudiéramos
instalar una mierda ―Sketch regresó, enojado también.
No estábamos encabronados entre nosotros. En realidad, no. Aunque entonces lo
pareciera.
Estábamos enojados con el enfermo hijo de puta que había enviado a Jess fotos de
su santuario.
No había otra forma de llamarlo. Ahora había revisado esas imágenes. Había más
de trescientas putas fotografías de ella, y no todas eran recientes. Algunas mostraban a
una Jess que nunca había conocido, en su adolescencia tardía y a principios de los veinte
años. La falta de tatuajes dejaba claro el tiempo más que nada. Estaban impresas de
páginas web y recortadas de anuncios. Hubo algunas que Sketch y Carson pudieron
identificar como de diferentes convenciones a las que habían ido. Después de conseguir
esas pistas, las habíamos encontrado en los sitios web, tomadas por fotógrafos que
estaban allí para capturar los eventos. La mayoría eran de sus propias redes sociales, o
de las páginas que dirigía para Sailor's Grave.
Pero todas las imágenes eran de ella.
Había tomado fotos de las que había enviado antes de llevarlas a la comisaría. Ni
una sola huella dactilar aparte de las que había dejado Jess. Ni un trozo de evidencia que
quedara. Incluso el sobre era de los de despegar y pegar. Ni siquiera el cambio de
levantar el ADN de la saliva allí.
Sólo lo mismo que habíamos tenido antes.
Jodidamente. Nada.
Sólo que ahora, teníamos la amenaza aumentada que estaba implícita en esas fotos.
Él no se había ido. No iba a dejarla en paz.
Las fotos que había enviado tenían una marca de tiempo. Fueron tomadas cuatro
días después del ataque. Era una advertencia, tanto si pretendía volver a hacerle daño
como si no, era una promesa de que el hecho de que él estuviera en su departamento
aquella noche no había sido el final.
166
Ya lo sabíamos, pero el hecho de que se confirmara, de que Jess supiera que se
había confirmado, hizo que fuego corriera por mis venas.
―Tenemos agentes rastreando quién habría entregado el correo ese día. ―Jack me
recordó algo que yo sabía.
No cualquiera podría haber puesto ese sobre en su buzón. Todos estaban cerrados
con llave. Sólo los residentes de una unidad específica, la administración del edificio y la
oficina de correos tenían la capacidad de abrirlos. Así que, o bien alguien que trabajaba
para uno de estos dos últimos era el tipo que estábamos buscando, o bien ese alguien
había sido convencido ―o sobornado― para entregar esa carta.
Era la única puta pista que teníamos.
Llevábamos horas con esto. El capitán había obligado a Jack a entrar y sacarme de
la comisaría. Les había dejado que me sacaran, pero sólo porque pensaba venir aquí
mismo, a la casa club de los Discípulos, a ver qué coño podían encontrar. Jack había
tomado la decisión de quedarse conmigo para eso.
―Jager también está trabajando en ese ángulo ―añadió Stone, diciéndome por fin
algo que jodidamente no sabía―. Después de las horas, podría conseguir la información
sobre quién tiene esa ruta de entrega más rápido.
Jack se pellizcó el puente de la nariz. Ambos sabíamos lo que estábamos
escuchando: Jager estaba hackeando el sistema informático del servicio postal. Ese tipo
de mierda debería hacernos sacar las esposas, pero no había ninguna posibilidad de
detenerlo. Y Jack sabía que él tampoco podría hacerlo si se tratara de Cassie. Eso era
suficiente para mantenerlo callado.
Personalmente, no me importaba un carajo qué leyes se infringieran, con tal de
atrapar al pendejo que estaba tras mi diosa.
Unos minutos después, Sketch recibió la llamada.
―Jager tiene al cartero. Tenemos una dirección.
Me preparé para salir con todos los demás, pero Jack me agarró la mano.
―¿Estás seguro de que sabes lo que estás haciendo?
―Sé que mi mujer fue atacada, y luego fue atormentada con pruebas de que el
pendejo que lo hizo sigue por ahí obsesionado con ella. Y el mismo día que ella dio un
gran paso para superarlo volviendo allí, lo que probablemente él sabía que ocurriría. Sé
que tuve que ver cómo sus heridas se iban curando poco a poco y esa mierda aún no está
hecha, y luego tuve que ver cómo él le devolvía ese miedo a los ojos con toda su fuerza.
Sé que Andrews lo está intentando, pero no está llegando a nada.
167
Jack me sostuvo la mirada, firme. Era un buen tipo, un hombre que amaba a una
mujer y haría cualquier cosa para garantizar su seguridad.
―Sólo ten cuidado.
Ya había oído eso antes.
CAPÍTULO 26
JESS
175
CAPÍTULO 27
BRADEN
No pude responderle.
No funcionaría decir que no lo sabía, pero era cierto. Sabía lo que significaba
trabajar con los Discípulos. Lo supe desde el principio. Desde entonces, me había dicho
a mí mismo que era un medio para un fin. Tenían recursos que podían orientar la
investigación real en la dirección correcta.
Entonces, nadie había sido capaz de llegar a ninguna parte.
Y había tenido que ver a Jess lidiar con las secuelas.
Ella había sido tan jodidamente fuerte. No se me ocurriría quitarle eso. Mucha
gente ―hombres y mujeres por igual― no habría superado lo sucedido como lo hizo
ella. No habrían sido capaces de volver a ese departamento, y mucho menos de pasar
una parte decente de la noche allí haciendo las maletas.
Todo mientras no podíamos encontrar al cabrón que la hirió.
El mismo que ahora había emitido su promesa de que no tenía intención de dejarla 176
sola.
De repente, me sentí atraído por la posibilidad de asegurarme de que lo hiciera.
Harta de mi silencio, Jess levantó las manos, y yo no pude evitar centrarme en esa
maldita férula que todavía tenía que llevar.
―¿Recuerdas nuestra primera cita?
¿Realmente estaba preguntando eso?
―Por supuesto que sí.
―¿Recuerdas cuando me hablaste de por qué te hiciste policía?
Mierda.
No esperó a que lo reconociera. Mi chica, con todo su fuego que normalmente me
excita pero que ahora me tenía preocupado, siguió con lo suyo.
―Dijiste que veías a tu padre hacer el trabajo, que lo veías hacer la diferencia.
Dijiste que, aunque el sistema no fuera perfecto, era mejor mantenerlo, dejarse la piel
en él para que fuera lo mejor posible, que dejar que se desmoronara por completo. ¿Así
que todo eso era basura?
Ella recordaba todo eso, y yo sabía, por la forma en que lo decía, que podría estar
parafraseando, pero a lo mejor podría devolverme exactamente lo que había dicho si
insistía en el tema. Porque yo había importado, lo que había dicho importaba, incluso
entonces.
Al igual que ella importaba por encima de todo para mí.
―No era basura ―me defendí.
―¿Pero todavía vas a ir en contra de todo eso para qué?
―Por ti ―espeté―. Para mantenerte a salvo.
―¡Estoy a salvo! ―replicó ella―. Nunca voy a un maldito lugar sola. Todavía tengo
patrullas rondando dondequiera que duerma por la noche. ¿Cuánto más segura quieres
que esté?
―Quiero saber que no está todavía por ahí tratando de encontrar una manera de
pasar todo eso.
―¿Así que quieres dejar que los Discípulos lo encuentren y se deshagan de él? ¿Y
qué? ¿Hacerte a un lado? ¿O ayudarlos?
Sinceramente, ya no lo sabía. La idea de hacerle pasar por un juicio sólo para que 177
cumpliera un tiempo y luego fuera liberado...
No me parecía suficiente.
―Has estado cerca del club durante años. Nunca habías tenido un problema con
ellos.
Ella negó con la cabeza.
―No tengo ningún problema con cómo hacen las cosas. Personalmente, me alegro
de que se hayan ocupado de algunas de las mierdas que se han cruzado en su camino,
protegiendo a la gente que me importa en el proceso. Con lo que tengo un problema es
con el hecho de que tú dejaste claro que no es así como haces las cosas. Tú tienes esa
placa por una razón en lugar de ser un motociclista vigilante. Te elegí como eres, no
como uno de ellos.
―¡Estoy haciendo esto por ti!
―¡No! ¡No lo estás haciendo! ―gritó―. Esa es la cuestión. Me enamoré de ti, el
policía que ama lo que hace y no traicionaría esa placa. Este no eres tú.
¿Acaba de...?
―¿Me amas? ―No pude llevar mi voz más allá de un susurro. No lo tenía en mí.
Al oírla decir eso, ni siquiera estaba seguro de cómo estaba de pie.
―Vete ―ordenó, con la voz baja como la mía.
―Jess―
―No ―me cortó―. Vete. Ahora. Hasta que sepas lo que es importante. Hasta que
decidas si prefieres ser el que yo creía que eras, el que significaría algo cuando juró
defender esa placa, no quiero verte.
No. No podía hacer eso. No podía dejarla ahora.
―Diosa. ―Lo intenté otra vez.
―¡Fuera!
La cruda emoción que brotaba de ella hizo que se me cayera el estómago. Nunca
quise hacerla sentir así. Y menos ahora, con todo lo que estaba pasando.
―Lo siento ―dije, en serio. La había cagado, podía verlo claramente.
―Sólo. Vete.
Sentí la presencia de Parker en el borde de la habitación, sabía el mensaje tácito 178
que había. Su lealtad era hacia Jess, y me sacaría si era necesario. Podría luchar contra
él, pero eso no haría nada por ella. Sólo la molestaría más.
―Okay. ―accedí, la palabra como ceniza en mi boca―. Me iré. Pero estaré ahí
afuera, asegurándome de que estás a salvo. ―Su cabeza había bajado, los ojos en sus
pies mientras sus brazos se envolvían protectoramente alrededor de su medio. La
postura era como un cuchillo en el corazón. Ella no respondió de ninguna manera―.
Voy a arreglar esto. Te lo prometo.
Aun así, ella no reconoció que yo había hablado.
Una vez más, hice lo único que podía hacer. Desafortunadamente, esta vez cuando
me alejé, yo era el único culpable.
Cuando volví a salir, había un coche familiar estacionado detrás del mío en la calle,
y una persona aún más familiar bajando.
―¿Qué haces aquí?
Jack se apoyó en la puerta del conductor.
―¿Sinceramente? Me preocupaba que no pudieras dar por terminada la noche. No
quería que mi compañero se metiera en ninguna mierda.
Traducción: Si me enteraba de alguna pista, la seguiría y posiblemente mataría al
cabrón si lo encontraba.
Parecía que todos los que estaban cerca de mí veían eso en mí esta noche. ¿Era eso
realmente lo que habría hecho?
Me asustó mucho no poder estar seguro.
―No tengo ninguna otra pista que seguir.
―Pero te estás yendo ―observó.
Suspiré.
―Tenías razón. ―Levantó una ceja, esperándome―. 'Ten cuidado' ―Hice eco de 179
su advertencia de vuelta―. Está jodidamente encabronada.
Asintió con la cabeza.
―Es una buena mujer. Puede que no tenga problemas con la forma en que esos
tipos hacen las cosas, pero eso no significa que quiera que pongas tu culo en juego de
esa manera.
El hecho de que él haya visto eso y yo haya estado ciego a ello sólo me irritó más.
Era mi responsabilidad conocer su mente, estar a la altura de las expectativas que tenía
de mí, ya que ella era del tipo que sólo quería lo que sabía que yo podía ofrecer, y yo
había fallado.
―Supongo que esta noche observaré desde aquí. ―Quería estar ahí arriba con ella,
pero había desperdiciado esa oportunidad.
―Vete a casa ―ordenó Jack. Al ver que estaba a punto de protestar, añadió―: Me
quedaré aquí, vigilando. Tienes que irte a casa y pensar en lo que vas a hacer a partir de
aquí. Sentarte fuera de su casa no es la manera de hacerlo.
Esta no era su casa, quise replicar. No, desde la primera noche que había pasado
en mi cama, ese había sido su lugar. Ni siquiera estaba seguro de poder soportar dormir
allí solo.
Sin embargo, Jess necesitaba que me fuera. Estar afuera en mi coche, algo que ella
probablemente comprobaría, no iba.
―Gracias, hombre ―dije, aceptando.
Cuando estuve en mi coche, saqué mi teléfono y le envié un mensaje. Sabía que
necesitaba espacio, pero necesitaba que supiera que estaba protegida, aunque me
hubiera ido.
Sabiendo que al menos estaba a salvo, aunque no del todo bien, conduje mi
lamentable culo a casa.
180
Horas después, descubrí que yo tenía razón. Apenas podía dormir en esa cama
sabiendo que ella no estaba allí por mi cagada. Incluso si hubiera admitido lo que sabía
que había estado haciendo en algún nivel, podría haber hecho toda la diferencia. En
cambio, lo había negado incluso cuando se me confrontó. Así que a mi culo le tocó estar
en una cama fría y vacía.
Por patético que fuera, lo único que podía hacer cuando cerraba los ojos era oler la
pizca de su perfume que quedaba en las sábanas. Fue suficiente para que volviera a
pensar en lo horrible que lo había arruinado. Al final, después de la cuarta vez que me
despertaba y me asaltaba esa miserable sensación, no valía la pena seguir intentándolo.
Así fue como terminé en la sala de estar, con las imágenes ampliadas y reimpresas
de las fotografías que le enviaron a Jess esparcidas por mi mesa de café.
En algún lugar, tenía que haber una pista.
Eran imágenes de su propia casa. Eran un monumento a la retorcida obsesión que
tenía con ella, como una ventana a su mente jodida. Hasta que no estuviera seguro de
que había escudriñado cada centímetro, no me iba a rendir.
Esta era la forma en que debía trabajar. Con pruebas que pudieran sostenerse,
cosas ofrecidas libremente por el propio perpetrador. Esa mierda con los Discípulos, el
hackeo, la caza de un civil inocente, ese no era yo.
Jess había tenido razón en eso.
Ahora me concentraba en el trabajo policial real, lo que significaba revisar las
pruebas para asegurarme de que no se me escapaba nada.
Empecé por la propia habitación, tratando de obtener toda la información que
pudiera de ella. Dado que el objetivo de sus imágenes había sido burlarse de Jess y, sin
duda, de todos los implicados en su búsqueda con su santuario enfermo, no había mucho
más en la imagen. No había ventanas en el marco que pudieran dar alguna vista al
exterior. No había rasgos verdaderamente distintivos. Los suelos parecían de madera,
aunque un par de patrones demasiado parecidos a ellos me hicieron suponer que eran
laminados. Las paredes o los rodapiés no indicaban que estuviéramos ante un edificio
claramente antiguo o necesariamente algo nuevo. Cualquier casa o departamento de la
zona podría tener un aspecto muy parecido por dentro.
Una cosa que sí reveló fue que no era alguien de su edificio. La dirección de allí
tenía todos los tipos de pisos en línea. Ninguno tenía habitaciones con una pared de esa
anchura aproximada sin ventanas. Dondequiera que se escondiera, no había sido
sondeado por las unidades enviadas para ello. 181
Todo eso significaba que la única esperanza que teníamos, por ahora, estaba en las
fotos que él había coleccionado.
Una por una, había estudiado cada una. Ya había revisado sus cuentas de redes
sociales, marcando todas las fotos que se podían ver a través de ellas. Incluso si se
requería ser su amigo, ella había admitido que no revisaba particularmente esas
solicitudes dada la variedad de personas que conocía a través de Sailor's Grave y los
esfuerzos de marketing que hacía incluso con sus cuentas personales para la tienda.
Aunque revisáramos a todos los amigos de su lista, no se sabía qué información era cierta
en ninguno de ellos.
Hice el mismo proceso con todas las fotos en línea relacionadas con Sailor's Grave.
Luego, con una lista proporcionada por Sketch y verificada por Carson, sitios para cada
convención y evento que ella había hecho con el estudio.
Lo primero que me hizo pensar fue el gran volumen de fotos que quedaban y que
no podían ser contabilizadas en esas fuentes. Ninguna de ellas era reciente. No se trataba
de un caso de un friki con una cámara propia. No fue captada detrás de su escritorio, ni
caminando por la calle, ni saliendo de su departamento. Todas estas eran fotos tomadas
por otros.
De hecho, casi todas las que quedaron fueron hechas por profesionales.
Según Jess, muchos de los trabajos de modelo que había hecho habían sido para
tiendas de ropa, vistiendo artículos para los listados en línea o por catálogo. Ese tipo de
imágenes no estaban disponibles durante años. Sólo estaban disponibles mientras lo que
se utilizaba para vender estaba disponible. Lo que significaba que él tendría que tomarlas
cuando estaban en directo.
―Joder ―susurré.
Había estado acechándola durante años.
Busqué frenéticamente cada foto restante, catalogando mi camino hacia atrás a
través de sus tatuajes y piercings. Rastreando las imágenes hasta la más antigua, la más
joven, la menos entintada que pude encontrar.
Y ahí estaba. Toda la imagen estaba parcialmente cubierta por otra, pero Jess estaba
a la vista. Una Jess que parecía una niña todavía. No era una foto profesional. En ella,
con el rostro fresco y sonriente, estaba Jess en bikini. Las únicas modificaciones que se
veían eran el punto de un piercing en el ombligo y la sombra de una sola rosa que
asomaba por la parte inferior de su brazo. 182
Con el corazón en la garganta y la rabia ardiendo en el vientre, tomé la foto y salí
corriendo por la puerta.
185
CAPÍTULO 28
JESS
A la mañana siguiente, salí de la habitación y encontré a Park ya listo con una taza de
café. Debía de haberse levantado y duchado mientras yo me preparaba para el día.
Al ver que ya estaba lista, dispuesta a salir por la puerta en cualquier momento, me
preguntó:
―¿Hablaste con Braden?
―No ―respondí, sirviéndome una taza.
―Pero vas a algún sitio ―dijo lo obvio―. Me voy a trabajar.
Bajó la taza y me preparé para el sermón que se avecinaba.
―¿Segura que es lo mejor después de lo de anoche?
―Sí, papá.
Me lanzó una mirada que me decía que me dejara de tonterías.
―Mira, dudo en sacar el tema, pero se pusieron reglas para que estuvieras en el 186
trabajo.
Poniendo los ojos en blanco ante el recordatorio, compartí:
―Sketch tiene una agenda llena de clientes hoy. No se ha mencionado la posibilidad
de cancelarlos o cambiarlos. Todos siguen en el calendario desde esta mañana.
―Creo que la situación puede haber cambiado un poco durante la noche.
―Esas fotos no se pusieron ayer en el buzón ―afirmé―. Cualquiera que sea la
amenaza que pueda haber, era exactamente la misma que la de los últimos días y he
estado en el trabajo durante ese tiempo. No puedo esconderme para siempre.
No parecía convencido.
―Mira, voy a ir. Puedes llamar a quien necesites y decírselo, pero eso no cambiará
nada. ¿Vas a ir antes conmigo o no?
Sabiendo muy bien que no había nada que él o cualquier otra persona pudiera decir
para hacerme cambiar de opinión, realmente vi que la lucha lo abandonaba y su cuerpo
se desplomaba.
―Bien.
―Entonces vamos.
192
CAPÍTULO 29
BRADEN
BRADEN
Nos estábamos acercando al rellano del tercer piso cuando sonaron los disparos,
pero estaban lejos. Demasiado lejos.
Jack y yo salimos hacia las escaleras, subiendo otro piso corriendo. Llegamos justo
cuando los gritos resonaron:
―¡Despejado!
Llegamos a la esquina, con las armas aún en las manos, para ver a Andrews encima
de Cade. Había sangre empezando a brotar de una herida en la pierna del cabrón. La
prioridad era esposar al cabrón. Si se desangraba, era su maldita culpa por abrir fuego
contra los policías.
Sólo una vez que estuvo asegurado se aplicó presión a la herida.
―Bueno, miren ―se burló Cade―. Es el pendejo que se está follando a mi chica.
Mi mano se apretó alrededor de mi pistola al ver que la llamaba así.
Ella no era nada suyo.
―No dejes que te provoque ―advirtió Jack, lo suficientemente bajo como para que
sólo yo lo oyera.
―Ella debería haber sido mía. Debería haberla tomado la primera puta noche que
estuvo allí en mi depa. Debería haberla reclamado, lo quisiera ella o no.
Estaba temblando. Jodidamente consumido por la rabia.
Andrews desplazó su peso sobre la espalda del pendejo, pasando a la pierna con la
herida de bala, haciendo que el cabrón gritara de agonía. Me despejó la cabeza lo
suficiente como para enfundar mi arma. 196
Me acerqué a él, sin que nadie me detuviera. Sabía que me detendrían si era
necesario, pero primero eran mis hermanos.
―Es mía, cabrón. Nunca tendrás la oportunidad de volver a tocarla.
Sus ojos se volvieron salvajes, y empezó a agitarse en el agarre sobre él. Las manos
de Preston se deslizaron de la herida, con más sangre brotando. Tal vez el estúpido
cabrón se haría desangrar antes de que los paramédicos subieran aquí.
Sólo podía tener tanta suerte.
―Mía. Estaba destinada a ser mía.
Sin darle la satisfacción de escuchar su mierda o luchar contra sus desquiciadas
divagaciones, me di la vuelta y me alejé.
Jack seguía allí, con la radio en la mano.
―Dime que está bien ―exigí, sabiendo que estaría en ello por mí.
―Ella está bien. Alterada, pero no herida. ―Con una inclinación de cabeza hacia
mi compañero, un hombre que demostró más de una vez que me cubría las espaldas,
bajé corriendo las escaleras.
Mi única prioridad era llegar hasta mi diosa.
Nadie me detuvo ni trató de retenerme mientras corría entre los policías, los
paramédicos y los bomberos dentro de la sección bloqueada de la calle entre el edificio
que Cade había ocupado y Salior’s Grave. Era un hombre con una misión, y eso no se le
escapó a nadie.
Las ventanas del estudio estaban destrozadas, con los cristales esparcidos por todas
partes.
Corrí sobre el desorden, a través de la puerta que ya estaba abierta, y me detuve.
Porque allí estaba ella.
Tan bella como siempre en el mismo lugar donde la vi por primera vez.
Pero las lágrimas en sus mejillas eran algo que esperaba no volver a ver.
Al notar que entraba por la puerta, se levantó de un salto y corrió hacia mí. Me
encontré con ella a mitad de camino. Me golpeó sin frenar, sacudiéndome al hacer
contacto. Me importó un carajo, sólo la envolví en mis brazos, respirando el primer
aliento completo que había tenido desde que llegó la llamada de Sketch.
―Estás bien ―lloró en mi pecho.
197
―Estoy bien, diosa ―juré―. Estoy bien. Estoy aquí. Y jodidamente te amo.
Ella sacó un sonido atragantado entre un sollozo y una risa.
―Este es el peor momento para decir eso.
―¿Peor que gritármelo con enojo?
―Sí.
No parecía posible. Habría jurado que jodidamente no lo era si alguien lo hubiera
preguntado. Pero justo en ese momento, con mi mujer aferrada a mí con fuerza, el
pendejo que quería lastimarla en custodia y a pesar de todo lo que acababa de pasar...
Jodidamente me reí.
CAPÍTULO 30
JESS
Desde que habíamos llegado, incluso mientras estábamos sentados esperando a que
empezara la ceremonia, Braden había sido incapaz de mantener las manos quietas. No
es que yo quisiera que lo hiciera.
Además, parecía disfrutar mucho paseando conmigo a su lado, presentándome a
todos sus compañeros, aunque muchos de ellos al menos me habían visto el día de la
captura de Cade. No había más que orgullo en la forma en que hacía esas presentaciones,
lo que me hacía reír del miedo que había tenido alguna vez de que no me aceptara tal
como era en su vida. Mi hombre no sólo me aceptaba, sino que hacía exactamente lo que
le gustaba decir a menudo: me adoraba.
Aunque nada de eso me impedía estar más que un poco nerviosa ante la perspectiva
de conocer a sus padres, abuelos y a su hermano, Elías, en un par de semanas.
―Entonces. ―Tamara irrumpió en mis pensamientos como si los hubiera leído―.
¿Vas a casa a conocer a la familia?
Braden lo había mencionado antes, demasiado ocupado en hablar del viaje a casa
como para notar que yo le ponía ojos grandes y aterrados a Tamara.
―Es la primera vez para mí ―admití.
―Y la última si él tiene algo que decir al respecto ―murmuró.
Antes de Braden, un comentario así me habría asustado o me habría hecho reír por
lo ridículo de la idea. Ahora, me resultaba bastante atractivo.
―Uy, hombre ―intervino Marjorie, una dulce rubia con un corte pixie y con voz
de princesa, y añadió―: Esa cara dice que él no es el único.
Me bebí lo último que quedaba de mi ron con coca-cola y decidí no hacer ningún
comentario.
Tamara negó con la cabeza.
―Evita si quieres, pero ya has aceptado irte a vivir con él. No te estás haciendo la
tímida.
Eso era en parte cierto. Hace unas noches, Braden y yo habíamos ido a Delilah's
con Liam, Kate y Park. Allí, habían hecho team back y me habían obligado a aceptar que
me fuera a vivir con Braden.
―Ya duermes allí todas las noches. Tu habitación no ha sido tocada más que para 202
recoger mierda de ella en dos semanas. ―Park me había evidenciado.
Pero no estaba mintiendo. Por eso había aceptado que consideraría mudarme con
Braden. No era mi culpa que todos los demás lo tomaran como un acuerdo. Ahora, estaba
aguantando sólo para ser difícil y todos lo sabían.
―No lo he hecho ―argumenté, una vez más―. Dije que tal vez. Si sigue tratando
de rodearme y de involucrar a todos los demás, se le acabará la suerte.
Miré, viendo a Braden en su camino de regreso, balanceando cuatro vasos en sus
manos. Dios, se veía increíble en traje. Aunque extrañaba sus tatuajes bajo toda esa
molesta ropa.
―Sí ―resopló Tamara―. Esa mirada sedienta te hace parecer muy convincente.
Como sea. Le mostré el dedo y tomé mi bebida un momento después, cuando
Braden me la ofreció.
Cuando distribuyó el resto, se inclinó, con los labios pegados a mi oreja, y susurró:
―Sigue con esa actitud, bebé. Ya sabes cómo me gusta sacártela a cogidas.
El calor se apoderó de cada parte de mí, desesperada por que cumpliera su
promesa.
―Sabes que nunca me canso ―respondí.
―Por supuesto que lo sé.
Y supe sin duda que era exactamente como le gustaba.
203
EPÍLOGO
BRADEN
208
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Inked (Sailor's Grave Book 2) by Drew Elyse | Goodreads
209