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CONTENIDO

SINOPSIS _____________________ 3 CAPÍTULO 17 ______________ 109

PRÓLOGO ____________________ 4 CAPÍTULO 18 ______________ 116

CAPÍTULO 1 ________________ 12 CAPÍTULO 19 ______________ 122

CAPÍTULO 2 ________________ 18 CAPÍTULO 20 ______________ 128

CAPÍTULO 3 ________________ 25 CAPÍTULO 21 ______________ 134

CAPÍTULO 4 ________________ 32 CAPÍTULO 22 ______________ 140

CAPÍTULO 5 ________________ 37 CAPÍTULO 23 ______________ 148

CAPÍTULO 6 ________________ 41 CAPÍTULO 24 ______________ 156

CAPÍTULO 7 ________________ 49 CAPÍTULO 25 ______________ 163

CAPÍTULO 8 ________________ 55 CAPÍTULO 26 ______________ 168

CAPÍTULO 9 ________________ 62 CAPÍTULO 27 ______________ 176

CAPÍTULO 10 _______________ 68 CAPÍTULO 28 ______________ 186

CAPÍTULO 11 _______________ 73 CAPÍTULO 29 ______________ 193

CAPÍTULO 12 _______________ 78 CAPÍTULO 30 ______________ 198

CAPÍTULO 13 _______________ 84 EPÍLOGO __________________ 204

CAPÍTULO 14 _______________ 90 ¡NO OLVIDES DEJAR TU

CAPÍTULO 15 _______________ 96 RESEÑA Y/O VALORACIÓN


EN GOODREADS! _________ 209
CAPÍTULO 16 ______________ 102
SINOPSIS
LA ATRACCIÓN INSTANTÁNEA ES ALGO PODEROSO.

Seis meses bailando alrededor del otro llevaron a una noche explosiva y dos
semanas sin una palabra.

Sólo entonces supe la verdad:


El hombre que había deseado desde que entró en el estudio de tatuajes
Sailor's Grave era en realidad un policía encubierto.

Y lo peor es que, ni siquiera sé su verdadero nombre.

¿PERO QUÉ PASA SI LA ATRACCIÓN NO ES SUFICIENTE?

Durante más de ocho meses me contuve.


Excepto esa noche en la que no pude luchar más.
La había deseado desde el principio, pero debería haber seguido esperando
hasta que mis secretos no se interpusieran entre nosotros.

Ahora, tengo ante mí el último reto:


CONVENCER A LA DIOSA ENTINTADA DE LA
RECEPCIONISTA PARA QUE AL MENOS ME DEJE
MANTENERLA A SALVO, INCLUSO SI NO ME DA OTRA
OPORTUNIDAD.
PRÓLOGO
JESS

El ruido sordo de mis zapatos en la alfombra del pasillo no debería haber sido tan fuerte.
Llevaba las Mary Janes rojas lo suficiente como para saber que debían ser casi silenciosas
mientras hacía el recorrido desde el elevador hasta la puerta de mi departamento.
Hoy no lo eran.
Porque hoy estaba muy frustrada y aparentemente intentaba desquitarme con el
suelo a cada paso.
Juré que, si rompía esos tacones con mi ira, él los reemplazaría.
Con ese pensamiento, mis ojos se dirigieron a la puerta que estaba al otro lado de
la mía, como si pensar en él fuera a conjurarlo mágicamente para que pudiera clavarle
uno de mis tacones en el culo.
No es que lo hiciera, ni siquiera provocado.
No me malinterpreten, haría ese tipo de movimiento con la persona adecuada si
me empujara a ello. Es sólo que él estaba provocando un tipo diferente de frustración. 4
El tipo de frustración que me recordaba que hace más de seis meses que yo no tenía un
poco, y más tiempo que eso desde que lo tuve de alguien con algún tipo de talento en ese
campo.
Mi vibrador, sin embargo, había estado ocupado. Especialmente en los seis meses
desde que él se mudó.
Todas las señales apuntaban a que B.O.B. iba a volver a batear esa noche.
Seguí pisando fuerte por el pasillo, decidida a entrar en mi departamento antes de
que pudiera ocurrir algo terrible, como que se abriera la puerta del 4E. Sabía que estaba
en casa. Conocía su coche ―lo que me hacía parecer una acosadora, pero era lo que
era― y estaba estacionado en el estacionamiento a unos cuantos puestos de donde yo
acababa de entrar. Según mis cálculos, probablemente había llegado a casa hace poco
más de una hora si no había parado en ningún sitio por el camino.
Ahora, eso definitivamente sonaba como algo que sólo alguien con una obsesión
malsana podría saber, pero ese no era el caso aquí.
Lo sabía porque eso, además de los quince minutos de viaje, era el tiempo que hacía
que lo había visto por última vez, justo antes de que saliera del estudio de tatuajes
Sailor's Grave, donde yo trabajaba. También hacía ese tiempo que me consumía la
frustración, aún más molesta por el hecho de que yo era la recepcionista y tenía que ser
jodidamente agradable como parte de la descripción del trabajo. Durante la media hora
que transcurrió entre su marcha y el momento en que el último cliente del día pagó su
factura conmigo, no podía decir que hubiera hecho el mejor trabajo.
Y fue su culpa.
Jackson.
En otras palabras, el hombre que me tuvo instantáneamente en todo tipo de lujuria
la primera vez que entró en Sailor's Grave. Nunca había experimentado nada parecido.
Claro, he estado rodeada de lo que probablemente es más que mi cuota de chicos
sexys en mi vida. Tipos a los que quería ―y en algunos casos, arrastré― a mi cama sólo
por su aspecto. Pero lo que experimenté la primera vez que Jackson entró por la puerta
fue algo totalmente distinto. Una mirada, una mirada que lo abarcó todo, desde sus pies
calzados con botas, pasando por sus jeans bien gastados hasta sus estrechas caderas, por
sus brazos esculpidos y tatuados bajo las mangas enrolladas de un Henley negro que se
ajustaba lo suficiente como para mostrar que el resto de lo que cubría estaba igual de
bien formado. Hasta la mandíbula fuerte y ligeramente velluda, los ojos oscuros y el pelo
oscuro que llevaba peinado hacia atrás y que era demasiado corto para ser un peinado
completo, era todo lo que hizo falta. No habría importado que se acercara a mi escritorio
y se comportara como un auténtico pendejo, seguiría siendo la estrella de mis fantasías 5
durante mucho tiempo.
¿Cómo no iba a serlo? Ni siquiera los hombres completamente ficticios que se me
ocurrían para cumplir ese papel eran tan adecuados para lo que yo quería como él.
Sin embargo, no sacó el pendejo que podría haber ido fácilmente con esas miradas.
No, me hundió más al ser encantador, educado y coquetear abiertamente lo suficiente
como para que, por primera vez en mi vida, no supiera si iba a disolverme en un charco
baboso allí mismo. Cuando mi jefe, Sketch, salió a buscarlo para su cita, tuve que
contener las ganas de decir que todavía era mi turno. Podía añadir aún más tinta ―algo
que particularmente me encendía, nada sorprendente dada mi elección de trabajo― al
Adonis cuando estuviera bien y preparada para ello.
Con el coqueteo definitivo, rematado con un guiño mientras seguía a Sketch, sólo
sería un poco dramático decir que me sentí desolada cuando sólo me dio más del mismo
tratamiento cuando terminó. Puede sonar arrogante, pero estaba segura de que me iba
a invitar a salir. Estaba absolutamente segura de que él también lo sintió entre nosotros.
Y luego, nada.
Todavía estaba intentando ignorar el escozor de aquello tres días después ―días
en los que él era el protagonista de cualquier fantasía que yo cocinara, exactamente como
había previsto― cuando me encontré con él otra vez.
Justo en la puerta de mi departamento.
Así empezaron seis largos, muy largos, meses de este baile idiota que habíamos
estado haciendo. Coqueteando en el pasillo, en el estacionamiento, en mi puto trabajo,
donde de repente se había convertido en un cliente habitual en la agenda de Sketch cada
dos semanas. Independientemente de lo que pudiera sentir o no ese primer día, sabía
que le gustaba tanto como a mí. No se podía fingir la forma en que sus ojos marrones se
oscurecían al verme, no se podía ocultar cómo sus sonrisas pasaban de ser fáciles a algo
que sólo podía describir como hambriento, no se podía ignorar que insistía en meterse
en mi espacio personal tanto como podía. La naturaleza táctil de su coqueteo era lo peor
de todo. Podría haber soportado la sonrisa, las burlas y las miradas acaloradas. Lo que
no podía soportar era la forma en que sus grandes y ásperas manos se sentían sobre mí,
el calor que parecía irradiar de su cuerpo, o el toque de especias en su aroma. Me había
dado demasiado de las tres cosas, y me estaba volviendo loca.
Así que, ese día, lo hice.
Me mentalicé durante todo el tiempo que estuvo de vuelta con Sketch, e incluso
conseguí que mi amigo y compañero de trabajo, Liam, me dijera que dejara de actuar
como una gallina ―aunque él no sabía ni siquiera de qué iba su charla de ánimo, pero
era lo suficientemente buen amigo como para dármela de todos modos―. Entonces, 6
cuando Jackson se acercó a la puerta después de su cita para pagar, me atreví a invitarlo
a salir.
¿Su respuesta?
Después de que sus ojos se volvieran aún más oscuros y de aspecto más hambriento
de lo que había visto hasta entonces, su expresión había cambiado a una de
arrepentimiento antes de que pareciera cerrarse por completo.
Luego, con esa voz suave que me convencía tanto como todo lo demás de él,
respondió:
―Me da pena decirlo, pero no puedo, preciosa.
Sólo eso. Ninguna explicación de lo que significaba esa críptica respuesta. Durante
meses habíamos estado en este juego y él lo terminó con un extraño rechazo, y luego se
fue.
No podía decir que hubiera manejado cualquier rechazo con un encogimiento de
hombros y la cabeza fría. Con lo hundida que estaba con Jackson, que me rechazara me
habría dolido como fuera. Pero la forma en que se produjo me enojó en lugar de
disgustarme.
Meses en los que me había dado alas, sino es que más que yo, ¿y luego esto?
Francamente, fue jodidamente grosero.
Entré en mi departamento respirando hondo, e incluso me las arreglé para no
cerrar la puerta tras de mí antes de apoyarme en ella.
Estaba empezando a sonar como un pendejo en la zona de amigos, me reprendí. Es
hora de dejarlo ir.
Si no quería ir allí, él se lo perdía. Sabía lo que yo tenía que ofrecer, y en su caso,
eso incluía un montón de movimientos que lo dejarían boquiabierto. Encontraría a otra
persona que quisiera todo lo que él acababa de rechazar.
Acababa de enderezarme de la puerta cuando unos golpes contra ella me hicieron
saltar y empezar a tropezar. No hacía falta adivinar quién era, aunque no tuviera ni idea
de por qué estaba allí. Me tomé un segundo para recomponerme ―y tal vez un poco más
para que fuera menos obvio que había tenido un momento justo en la puerta― y la abrí.
Allí estaba él en todo su esplendor. Llevaba unos jeans oscuros y una camisa de
cuadros burdeos abotonada sobre una camiseta blanca. Tenía el pelo desordenado, como 7
si se hubiera pasado las manos por él y lo hubiera alisado sin tomarse la molestia de
arreglarlo bien. Nunca había visto eso, ni siquiera antes, cuando salió de la tienda.
Decidiendo que lo mejor era ser arrogante, apoyé la cadera en el marco de la puerta
y pregunté:
―¿Qué pasa?
Jackson no respondió, sólo me miró fijamente durante un largo rato. Puede que no
me haya comportado como tal, pero vi el brillo salvaje en sus ojos. Percibí la tensión en
él como un animal salvaje que acecha a su presa. Aunque me mantuve fría, mi corazón
se aceleró en respuesta. Intenté pensar en alguna frase contestona que pudiera soltar.
Por primera vez en mi vida, no se me ocurrió nada. Abrí la boca de todos modos, como
si las palabras que buscaba fueran a salir por pura voluntad.
Sus ojos se posaron en mis labios.
Entonces, se abalanzó.
BRADEN

―El fiscal no cree que tengamos suficiente. ―Esto tenía que ser una puta broma
de mal gusto. Ajusté mi agarre en el teléfono que sólo usaba para hacer este contacto
con mi manejador, Jack, antes de aplastar la maldita cosa.
―¿Qué más carajos quiere? ―Exigí―. Le he conseguido todo menos una maldita
confesión firmada. Me he jugado el pellejo de maneras jodidamente estúpidas para
conseguir todo lo que necesitamos para encerrar a esos hijos de puta. ¿Cómo es posible
que no sea suficiente?
Mientras me soltaba, oí a Jack moviéndose en la línea, el ruido de la estación se
desvanecía mientras encontraba algún lugar apartado para hablar.
―Sabes que estoy de acuerdo contigo, hombre ―dijo una vez que el ruido de fondo
se había desvanecido―. Enviaría un equipo mañana para acorralarlos a todos y sacarlos
de allí. Pero no podemos hacer una mierda sin las órdenes judiciales, y él no está
cediendo. Incluso el capitán se está encabronando por esto y ha tenido unas palabras,
pero el imbécil se preocupa más por su tasa de éxito en los juicios que por encerrar a los
criminales. 8
―Mientras tanto, mi culo se balancea aquí fuera, esperando.
Cuando acepté tomar este trabajo encubierto, me dijeron tres meses. Sí, me habían
dejado claro que no había garantías. Nunca las había en las fuerzas del orden y esa
lección se nos metió en la cabeza desde el primer día en la academia. Pero ahora, había
estado corriendo con este equipo durante seis putos meses. Había hecho todo lo que me
pedían tanto los pendejos que intentaba atrapar como los agentes que llevaban la
investigación, y lo había hecho todo más rápido de lo esperado. No tenía ni la más remota
idea de cómo eso se traducía en estar atrapado aquí el doble de tiempo.
―Sé que quieres volver a tu vida, a tu familia. Mantenemos a Elijah al tanto de
todo lo que podemos. ―me tranquilizó Jack. Podría haber ayudado si fuera mi familia lo
que me preocupara. Los amaba, pero no me preocupaba estar tanto tiempo sin contacto.
Elijah, mi hermano, era policía. Nuestro padre era un policía retirado. Su padre había
sido policía. Ellos sabían lo que era. Mamá, en particular, podría extrañarme, pero
ninguno de ellos iba a reprochar el silencio.
No, mi preocupación se centraba en la sexy prueba de mi autocontrol que vivía al
otro lado del pasillo.
La jodidamente hermosa mujer que me tenía hundido a la vista.
Jess.
―Sabes que lo agradezco ―respondí―. Y sé que estás haciendo lo que puedes.
―Seguiremos con él ―prometió Jack―. Todo el mundo en esto quiere que se
acabe. Tendrá que ceder pronto o sabe que perderá el apoyo de los oficiales. Es difícil
mantener esa posición sin las insignias detrás de ti.
Lo dejé pasar, por ahora. Reprender a Jack por esta mierda no iba a ayudar en nada.
Sus manos estaban atadas. Todas las nuestras lo estaban por esa mierda burocrática que
era una desafortunada realidad del trabajo.
La soga en las mías estaba apretando más que la de la mayoría.
Escondí el teléfono, poniéndolo bajo el rodapié trucado, mientras intentaba
calmarme de una puta vez. Este era el trabajo. Lo sabía al entrar. Con la historia familiar
que tenía, lo había entendido durante media vida. El trabajo policial consiste tanto en
estar en deuda con la ley como en hacerla cumplir.
Pero saber eso no cambiaba nada.
Sólo podía pensar en ella. En lo jodidamente sexy que era ―como cada maldita vez
que la veía―, vestida como si debiera estar inclinada sobre un coche clásico en la portada
de una revista. Cómo sus tatuajes y su pelo negro resaltaban sobre su piel pálida. Cómo 9
el pintalabios rojo cereza que llevaba hacía juego con sus putos zapatos y llevaba mis
ojos a esos increíbles labios, haciendo imposible detener las imágenes de lo sexy que
seguiría siendo incluso untado en mi verga. Cómo se había cansado finalmente de
esperar a que yo hiciera un movimiento y me invitó a salir ella misma.
Debería haber sabido que lo haría, debería haberme preparado para ello. Jess no
era una cosa mansa que dejaba que la mierda se desarrollara. Si quería algo, salía a
buscarlo. Y no era un secreto que ambos queríamos mucho más del otro. Cada vez que
nos acercábamos, ese calor crecía.
Hasta hoy.
Hasta que tuve que soltar esa mierda para mantenerla a distancia porque estaba
atascado en este puto caso que empezaba a parecer que no iba a terminar nunca.
Jess no tenía nada que ver con el caso. La única relación que tenía con esto era que
su jefe formaba parte del club de motociclistas que nos proporcionaba toda la
información que podían reunir sobre nuestro objetivo. Eso, y el hecho de que el edificio
de departamentos en el que el equipo me había metido resultaba ser donde ella vivía.
Todavía no sabía si eso era lo mejor que habían hecho por mí desde que acepté el
caso, o lo peor.
Si no fuera por el caso, la habría invitado a salir la primera vez que entré en Sailor's
Grave y la vi sentada allí. No fue la única que agarraba la vida de los huevos. Yo sabía lo
que quería cuando lo veía, y nunca había pendejeado en ir tras ello. Desde el principio
no tuve ninguna duda de que la quería.
¿Pero qué podía hacer si mi identidad era un secreto que se interponía entre
nosotros?
Había pensado que este trabajo estaba casi terminado. Después del libro de cuentas
que había entregado hace unos días, pensé que este caso estaba terminado y que podría
hacer mi jugada.
En cambio, aquí estaba.
Atascado.
Encabronado.
Caliente como la mierda.
Y preocupado cada día de que ella se cansara de esta mierda y se fuera con algún
otro imbécil que no jugara juegos. No podía hacerme responsable de mis acciones si eso
ocurría. Sólo pensar en ello me hacía querer encontrarla, hacer un movimiento y rezar 10
para que no me explotara en la cara.
Saber que era una mala idea ya no era suficiente.
El timbre del elevador precedió al sonido sordo de unos pasos. Era Jess. Lo supe
incluso antes de que mi patético culo se levantara para mirar por la mirilla, esperando a
que apareciera. Vi su imagen distorsionada pavonearse por mi estrecho campo, su
cabeza se giró para lanzar una mirada a mi puerta antes de desaparecer en su
departamento.
Mi frente golpeó la madera que tenía delante y tomé una respiración. Luego otra.
Con solo mirarla, mi pito ya estaba duro. Viendo su frustración, sabiendo que
estaba tan encabronada como yo por la distancia que yo estaba poniendo entre nosotros,
oyendo su suave voz una y otra vez en mi cabeza pidiéndome que cenáramos, finalmente
ocurrió.
Me quebré.
Antes de tener un pensamiento consciente, ya estaba golpeando la puerta por
donde ella había desaparecido.
Cuando se abrió, supe sin duda que estaba jodido.
―¿Qué pasa? ―preguntó ella, fría, sin rastro de la escandalosa que había visto casi
haciendo un berrinche en el pasillo.
Mirándola, ya no me importaba. No por el caso. No me importaba el caso, no me
importaba la batalla que probablemente tendría que librar por hacer esta mierda con
ella. No me importaba nada más que hacer mía a esta diosa.
Esa puta boca se abrió otra vez como si fuera a decir algo, ese septum de mandala
brillando a la luz y resaltando el arco de ese labio superior, y mi cabeza se despejó de
todo lo demás. Sólo estaba Jess, y era mía.

11
CAPÍTULO 1
JESS

―¿Qué estás haciendo aquí?


Levanté la vista de mi escritorio hacia Liam, que acababa de entrar por la puerta
trasera. Me sorprendió que fuera el primero en llegar. Él y su mujer, Kate, acababan de
establecerse juntos, un largo camino desde que Kate había perdido su primer amor hace
unos años. Ahora se estaban asentando en la felicidad junto a su hijo de seis años, Owen.
En las semanas que habían pasado, él no había estado muy dispuesto a estar en Salior’s
Grave más allá de cuando lo necesitaba, y ¿quién podía culparlo? Puede que no se hayan
mudado juntos ―todavía―, pero él compartía su cama casi todo el tiempo. Aunque el
tatuaje era su pasión, al igual que para todos los artistas de aquí, o no durarían, esa clase
de felicidad no podía ser superada.
No es que yo lo supiera.
Ah, sí, pensé, ahí está la amargura.
En estos días, siempre estaba justo debajo de la superficie.
No es que no estuviera encantada con Liam. Era un gran tipo y uno de mis mejores
12
amigos. Se merecía toda la alegría que sentía. Era mi propio bagaje el que causaba
problemas.
Un bagaje del que tenía que deshacerme en algún momento, porque seguir
cargando con él rozaba lo patético.
―Trabajo aquí ―dije con sarcasmo, tratando de desviar la atención del indicio de
preocupación que veía en los ojos de Liam. Me estaba volviendo demasiado familiar.
―Pensé que era tu día libre.
Pensó bien.
Me encogí de hombros, desplazándome por el sitio web de la tienda en busca de
cualquier actualización que tuviera que hacer.
―Sí, pero no tenía nada que hacer. Decidí venir y hacer algunas cosas aquí.
Ni siquiera era una mentira. No tenía nada que hacer ―dejando a un lado esa
amargura, que en realidad no era una buena opción de todos modos― y no era como si
estuviera cada hora aquí y entrar fuera un no-no. No, desde el momento en que Carson,
el fundador de la tienda ya jubilado, me contrató, mi puesto había sido asalariado. Venía
cuando quería y me iba cuando se me antojaba. Mientras mantuviera todo aquí
funcionando sin problemas, tenía rienda suelta.
Por suerte para Carson y ahora para Sketch, utilicé esa rienda para hacer todo lo
que estaba en mi mano para convertir esta tienda en la sensación que debía ser con el
talento que teníamos. Este no era el primer “día libre” en el que trabajaba para lograr
esa misión.
―Podrías intentar buscar un pasatiempo ―señaló Liam.
―Tengo uno.
Resopló.
―La mierda de tu ropa y maquillaje no cuenta.
Por supuesto que sí. Cuando uno hace de la ropa vintage y rockabilly su estilo de
vida, ampliar el guardarropa no significa simplemente ir al centro comercial. Mi amiga
Ember y yo buscábamos piezas como quien va en busca de sellos raros o ediciones
especiales de libros. Claro que Internet lo hacía más fácil, pero eso era cierto para
cualquier cosa.
―¿Tienes algún pasatiempo además del trabajo? ―le respondí, alzando la voz para
llegar hasta donde estaba colocando su estación para el día. 13
―Pintar.
Puse los ojos en blanco. Él sabía que eso no contaba. El arte era arte. Estar en el
estudio de la parte trasera, donde todos los empleados podían pintar o hacer bocetos o
cualquier otra cosa que les diera la gana, o dibujar un tatuaje, no era muy diferente. Por
no mencionar que vendía muchas de las piezas que pintaba. Así que, aún era trabajo.
―Qué vida tan diversa e interesante llevas.
―Bueno, también está fol―
Al reconocer el tono de su voz, me las arreglé para empezar a corear mis ‘la, la, la’
lo suficientemente pronto como para cortar eso. No era una mojigata. Ni mucho menos.
Simplemente no tenía ningún deseo de conocer los detalles de la vida sexual de ninguno
de los chicos.
Al fin y al cabo, aquí teníamos que trabajar todos juntos.
La única respuesta de Liam fue una risilla, e interiormente respiré aliviada. Sabía
hacia dónde se dirigía esa línea de preguntas sobre haber venido el día de hoy.
Durante los últimos meses, no siempre había sido particularmente buena para
mantener mi estado de ánimo en secreto. Liam, incluso en medio de sus problemas con
Kate, había sido como un perro con un hueso al respecto.
No había soltado nada. Al principio, porque sonaba ridículo decir que estaba siendo
una mamona porque quería a un chico que no hacía ningún movimiento. Ahora,
realmente no tenía ganas de hablar sobre el hecho de que él no había dado señales de
vida después de haber tenido una noche juntos hace dos semanas.
No, esa vergüenza era lo suficientemente palpable cuando sólo yo ―y el puto
Jackson― lo sabíamos.
Liam no juzgaría, no era ese tipo de persona, pero eso no significaba que tuviera
ganas de revivirlo.
Ya lo hacía bastante en mi propia cabeza.
Apagando esos pensamientos, me concentré otra vez en mi tarea. Danny, Clara,
Nate y Parker habían llegado, así como algunos de sus primeros clientes del día. Mientras
que los días de los demás acababan de empezar, yo ya había hecho las actualizaciones
necesarias en la página web de la tienda, había hecho un pedido de suministros y había
ordenado todos los correos electrónicos oficiales de los artistas, ya que un par de ellos
no eran muy buenos respondiendo a las cosas sin que se lo recordaran. Además, no tenía
nada que hacer, ya que no me sentaba a no hacer nada cada dos días que trabajaba. Tal 14
vez Liam no estaba del todo equivocado con ese comentario sobre el pasatiempo.
Aun así, anduve por el estudio, encontrando que cualquier pequeña tarea que
valiera remotamente mi tiempo como si irme fuera similar a la traición y que iba a ser
ejecutada por ello.
―¿Qué onda, preciosa?
Por lo general, ni siquiera me molestaría en levantar la vista, ya que eso sólo hacía
el juego a las tonterías de Danny, pero no tenía nada mejor que hacer. Fuertemente
tatuado ―como todo el mundo por aquí―, con un único piercing en la ceja izquierda y
un volumen que podría hacer que la gente lo confundiera con un tipo que no podría
derribarlo en un segundo, Danny era un tipo de lo más simpático. También era un
coqueto, aunque sólo fuera porque le parecía divertido molestarme. Habíamos estado
jugando a este juego desde que fue contratado.
Si soy sincera, podría haber pensado en ello si no me hubiera empeñado en no
mezclar los negocios con el placer. Cuanto más tiempo llevaba, más me daba cuenta de
que Danny sería un novio fantástico para la mujer adecuada. Dejando de lado todas sus
tonterías, era leal hasta los huesos. No era lo que yo solía buscar, pero no era difícil de
ver.
Pero nunca le diría todo eso. El estudio no podría soportar el tamaño de su cabeza.
―Trabajo ―le respondí―. Deberías probarlo alguna vez.
―Parece que estás sentada aquí arriba sin hacer nada. Podría mantenerte
entretenido. Hay cerraduras en algunas puertas por aquí.
Puse los ojos en blanco y le lancé un M&M de mantequilla de maní del plato de mi
lado. El cabrón escurridizo se desvió lo suficiente como para atrapar la maldita cosa en
su boca, sonriendo mientras la masticaba.
―¿Era una prueba? Porque también soy bueno con la boca.
―Uno de estos días le voy a decir a tu madre lo cerdo que eres ―lo amenacé.
―Buena suerte con eso. Ella cree que el sol brilla por el culo de su niño.
No se equivocaba. La madre de Danny no era una desconocida por aquí, y adoraba
absolutamente a su único hijo. Uno pensaría que él estaba colgando su arte en el Louvre
por la forma en que ella se entusiasmaba con él. No es que pudiera culparla, Danny era
un artista brillante.
―Ella me quiere, me escuchará. ―Por todo un minuto antes de que ella se uniera
a tratar de llevarme a una cita con él, como siempre lo hacía.
15
―Sigue diciéndote eso. Puedes añadirlo después de cualquier mantra que tengas
para mantenerte en este periodo de sequía.
Verdaderamente, Danny era un buen tipo y por eso nos habíamos hecho íntimos a
lo largo de los años. Parte de eso fue que me sentí bien al compartir, incluso a pesar de
este juego que le gustaba jugar, que había sido un tiempo desde que yo había tenido algo,
al menos, hasta hace poco.
―En realidad, estoy servida. Y él era bueno, así que estaré por un rato caliente.
Dos verdades y una mentira no era sólo un juego de fiesta para borrachos, parecía.
Él había sido absolutamente bueno. Tan bueno, que me quedé con ganas de más,
incluso estando muy encabronada de que hubiera hecho esa pendejada de desaparecer
después de que se fuera a la mañana siguiente.
―Respeto. ―Asintió, luego dejó de lado el acto de coqueteo para hablarme con el
verdadero Danny―. Pero sin pendejadas, ¿es algo prometedor?
Ciertamente había pensado que lo era, lo que sólo demostró lo que sé.
―No va a ninguna parte.
―Bueno, eso es una mierda. ―En eso no se equivocaba―. Eres jodidamente
increíble y te mereces a alguien que lo sepa.
Hasta que lo dijo, no me había dado cuenta de lo mucho que necesitaba oírlo. Hacía
mucho tiempo que no dejaba que la opinión de otra persona sobre mí importara de la
forma en que, de alguna manera, había dejado erróneamente la de Jackson. Creía que
era un hábito que había dejado atrás hacía mucho tiempo.
―Gracias.
―Cuando quieras, nena.
Sabía que lo decía en serio, sin duda. A pesar de no abrirme sobre esta situación en
particular, no había duda en mi mente de que todos en este estudio estaban allí para mí
en cualquier momento que lo necesitara. Sailor's Grave no era sólo un lugar donde se
trabajaba, no para ninguno de nosotros. Éramos una familia.
Después de las últimas dos semanas, necesitaba ese recordatorio.
Mientras Danny iba a saludar a su siguiente cliente mientras entraba, me pregunté
si no era esa la verdadera razón por la que yo había venido hoy.

16

Logré encontrar la manera de perder el tiempo en el estudio durante la mayor parte


del día, y luego seguí evitando mi casa saliendo a cenar con Liam, Kate y Owen. Owen y
yo habíamos tardado un poco en estrechar lazos, pero ahora que Liam estaba disponible
para él todo el tiempo y no acaparaba toda su atención, el pequeño y yo estábamos allí.
El hecho de que hubiera querido sentarse a mi lado en lugar de Liam era prueba
suficiente de ello, para disgusto de Liam.
Los niños me querían, ¿qué podía decir?
Aunque temía que una comida con la feliz pareja sólo empeorara las cosas, en
realidad me sentía mucho mejor mientras conducía a casa. Claro que estaba celosa. No
lo negaría. Incluso se lo había dicho a Liam desde que se habían instalado juntos. Pero,
sobre todo, me alegraba de que un tipo tan bueno como Liam y dos personas que ya
habían perdido tanto ―aunque Owen no comprendiera del todo el peso de todo ello―
lo hubieran encontrado juntos. Tal vez estaba recurriendo a mi eterno optimismo, pero
ellos me daban esperanza.
Una esperanza que se hizo más débil cuando pasé por la puerta del departamento
del que no había visto actividad en dos semanas. Su coche tampoco había estado por
aquí. Ni siquiera sabía cómo se las había arreglado. Quiero decir, vamos. ¿Se mudó?
¿Fue porque nos enrollamos o ya lo estaba planeando? Hasta donde yo sabía, el
propietario del edificio sólo rentaba por un año, y él definitivamente no había estado
aquí tanto tiempo.
Esto tenía que terminar.
Primero fueron días de pensar que sólo estaba ocupado o que se hacía el
interesante. Ahora, sea lo que sea esto. Yo no era esa chica. Nunca lo había sido, y
ciertamente no quería serlo ahora. Me habían follado bien, y luego me habían jodido.
Había cosas peores. Al menos, primero me tocó lo bueno.
Era hora de ponerse las bragas de niña grande y seguir adelante.
Con ese pensamiento, abrí la puerta y la cerré con un chasquido detrás de mí.

17
CAPÍTULO 2
JESS

―Joder ―gimió él, y juro que sentí el sonido vibrar por su verga y atravesarme―.
Imaginé esto de un millón de maneras, y la realidad sigue siendo jodidamente mejor.
Alguna parte de mi mente, aún capaz de pensar, se alegró de que él también sintiera
eso. Ninguna de las fantasías que había protagonizado desde que nos conocimos podía
compararse con lo que me estaba dando.
―Ven. Suéltate, diosa. Necesito verlo otra vez.
No se limitó a exigirlo con palabras, sino que se zambulló en mi interior con más
fuerza, golpeándome contra la pared y tirando de mí hacia abajo con sus manos en mis
caderas para que llegara lo más profundo posible en cada empuje. Aunque no hubiera
querido soltarme todavía sólo para complacerlo, no habría podido evitarlo.
―Oh, Dios. ―Estaba justo ahí, volviéndome a inclinar sobre ese borde. Me agarré a
su espalda, sin poder evitar clavar mis uñas. Sus empujes ni siquiera tartamudeaban. En
todo caso, es posible que haya ido aún más fuerte en respuesta.
―Eso es, Jess. ―Su voz, ese sonido suave que me había gustado desde el principio,
18
era ahora más áspera. Abrasivo, con su control deshilachado. De alguna manera, eso me
gustaba aún más.
―Jackson ―grité, cayendo de cabeza en un orgasmo que iba a destrozarme. Era
demasiado grande, demasiado consumidor, demasiado...

Me desperté con un jadeo. Todo mi cuerpo estaba zumbando, cargado y a punto de


explotar.
Y estaba encabronada.
¿De verdad? ¿No podía haber aguantado un segundo más? ¿No podía haber dejado
que el sueño me llevara allí?
Aunque tampoco quería eso. Me había venido más veces con Jackson de lo que
alguna vez lo hice en una sola noche. Saberlo ya era bastante malo. Revivirlo en sueños
y tener que atribuirle más orgasmos era realmente demasiado.
Pero empezar el día siendo negada por mi propio cuerpo tampoco era precisamente
agradable.
Hablando de no poder ganar por perder.
Antes de que sonara el despertador, ya había terminado el día, y me obligué a salir
del acogedor desorden de mi cama con la ropa de cama desemparejada en la que me
acurrucaba cada noche.
Acogedor desorden podría ser la frase que mejor describe todo mi estilo de
decoración, si es que se puede llamar estilo a lo que hacía.
No planifiqué el aspecto de mi departamento. No tenía un tema que uniera los
espacios o incluso que caracterizara cada habitación individual. Mi método consistía más
bien en reunir las cosas que me gustaban. Ni siquiera las mesitas de noche a ambos lados
de la cama coincidían porque las había encontrado en una tienda de segunda mano muy
cool de Portland que me gustaba visitar en diferentes viajes. Las paredes de todas las
habitaciones estaban casi cubiertas de obras de arte del personal de Sailor's Grave, o de
otros artistas que conocí en convenciones y similares. No había dos marcos iguales en
ninguna de ellas. El sofá de felpa azul real que me encantaba solía tener varias mantas 19
y cojines de diferentes colores y diseños.
Alguien con una sensibilidad moderna y minimalista probablemente echaría un
vistazo y se daría la vuelta. Dios no quiera que tengan alguna tendencia retentiva. No es
que fuera una vaga que tuviera trastos por todas partes, sino que me rodeaba de lo que
me llamaba la atención. Quería un hogar, no una sala de exposiciones. Había crecido en
una casa así, y parecía que no me había sacudido la rebeldía.
Mi casa era para mí, que se jodan los demás.
Encendí la cafetera y me arrastré a la ducha, cansada y excitada al mismo tiempo.
Tenía que ir a trabajar en poco más de una hora, y tardé casi todo el tiempo en
prepararme. Jackson podía colarse en mis sueños y estropear los primeros momentos
de mi día, pero que me parta un rayo si desbarata cualquier otra cosa.
Respiré hondo por la nariz y no pude contener el gemido que surgió como
respuesta. Si este elevador tardaba mucho más, iba a romper la bolsa de comida para
llevar desmesuradamente llena y a darme un festín indio aquí mismo. Cualquiera que
subiera antes de que yo terminara de atiborrarme de samosas, biryani de cordero y pollo
al curry Amaravati tendría que conformarse. Mañana me tomaría el día libre, así que si
mi indecisión significaba que había comido tanto que había caído en un coma
alimentario esta noche, tenía tiempo para superarlo.
Sólo necesitaba que este maldito elevador, que parecía ser más lento cada día, me
depositara en mi piso para poder comer antes de que mi estómago se volviera contra mí.
Cuando comenzó el chirrido de los frenos y el tan conocido movimiento brusco,
casi me alegré y me acerqué a las puertas antes de que se abrieran. Cuando lo hice,
estuve a punto de chocar de frente con una caja de cartón. Detrás de ella, el hombre que
la llevaba retrocedió un paso con una maldición.
―Lo siento, señora ―dijo mientras se hacía a un lado―. Pase primero.
El ligero acento que se filtró en la palabra ‘señora’ despertó un poco mis oídos. No
es que extrañara ese acento, sino que el hecho de haber crecido en Texas me resultaba
tan familiar como mi propia mano. Era difícil no notarlo incluso después de todos estos
años. 20
Me pregunté vagamente a quién estaba ayudando a trasladar. No me resultaba
nada familiar. No podía decir que me había hecho súper amigo de todos los del piso,
pero estaba bastante segura de que al menos me sabía todas las caras.
Cuando descubrí la respuesta, no pude evitar detenerme.
Jackson.
Estaban sacando las cajas de su departamento.
Al principio, me limité a mirar sin comprender, haciéndome a un lado mientras
otro tipo llevaba una caja por el pasillo hasta donde parecía que el tejano estaba
sujetando el elevador.
Luego, me enojé.
¿En serio?
¿Realmente se estaba mudando?
Dirigiéndome a mi propio departamento, deposité la comida en la mesa de centro
y ni siquiera lo pensé dos veces antes de darme la vuelta para volver al pasillo. No tenía
ningún plan. Ni siquiera sabía cuál era mi objetivo. Me guiaba por puro instinto.
La puerta de su departamento estaba abierta para facilitar el movimiento. Ya
pasando, golpeé la madera abierta para anunciarme, pero no me molesté en esperar a
que saliera paseando. La distribución de su departamento era un espejo del mío. Como
no había nadie en la sala de estar ni en la cocina, que estaban casi despejadas, me dirigí
a la recámara, echando un vistazo al baño en el camino.
Sólo quedaba un hombre en la vivienda, que estaba apartando un rollo de cinta de
embalar que acababa de utilizar en lo que debía ser una de las últimas cajas, a juzgar por
lo desnudo que estaba el lugar. Me miró por un momento y luego bajó la cabeza. Juré
que murmuró la palabra ‘mierda’ en voz baja, pero no podía estar segura.
―¿Está Jackson abajo? ―pregunté de inmediato.
Una mano subió para restregarse la cara, y luego la cabeza. Su pelo oscuro estaba
muy corto y no dejó rastro de la agitación.
―No, no está ―respondió. Fue breve, pero sin agresividad, incluso ante mi
evidente mala leche.
―¿Qué? ¿En serio tiene tanto miedo de enfrentarse a mí que ni siquiera pudo venir
a mudarse solo? Lo cual, por cierto, es probablemente el movimiento más ridículamente
exagerado y cobarde de la historia. 21
Sí, estaba en racha. Había dejado que esto se acumulara durante dos semanas ―por
no mencionar el bagaje de los seis meses anteriores― y ahora era el momento de dejarlo
todo claro. Por desgracia para este tipo, era amigo de un imbécil y tenía que llevarse la
peor parte. Si no quería ser mi proverbial saco de boxeo, podía llamar a Jackson y traer
su culo aquí.
Pero el tipo grande ―y era grande, tal vez no tanto como Jackson o algunos otros
hombres que conocía, pero definitivamente lo suficientemente grande como para
intimidar y podría hacerlo si yo no estuviera ya muy al límite― no dijo nada. Me miró
impasible, pero había una tensión en él que me decía que era falsa. No se trataba de un
amigo acostumbrado a las consecuencias de las costumbres de su amigo, que se
enfrentaba a otra mujer enojada a la que tenía que esperar. No, esto era algo más.
Sólo eso, una expresión, me hizo replantearme todo. El tejano había sido educado,
pero estoico ahora que lo pensaba. Y que unos amigos te ayudaran a sacar las cajas era
una cosa, pero este tipo había estado encintando la caja. ¿También la había empacado?
Porque eso sí que era raro.
Lo miré fijamente, buscando algo que se me estuviera escapando. No estaba vestido
para mudar a alguien. No, la mayoría de la gente iría con cualquier cosa menos una
camisa de vestir y pantalones para esa tarea.
Entonces, lo vi allí, en su cadera.
Al principio, pensé que podría ser un clip de teléfono o un localizador. Ambas cosas
eran un poco extrañas, pero algunas personas todavía las usaban. Pero no era eso.
Me incliné hacia un lado, tratando de obtener un mejor ángulo y...
Era una placa.
Era un policía.
Y estaba aquí, en el departamento de Jackson. A quien no había visto en dos
semanas...
El aire se diluyó, y luego pareció desalojar la habitación por completo.
―No ―susurré.
No, no puede ser.
Sus ojos rastrearon los míos hasta su placa, y esa tensión se hizo evidente en toda
su cara.
22
―Es... él... ―No pude preguntarlo.
Se pellizcó el puente de la nariz.
Joder.
Sólo había venido a... ¿qué? Recoger algunas pertenencias, supongo. Y no había
pensado que tendría que dar la noticia a nadie.
Quería retirarme, correr de vuelta a mi departamento, acurrucarme con mi comida
y fingir que nunca había entrado aquí, pero ahora no podía. Tenía que saberlo, y parecía
que este tipo no iba a ofrecer la respuesta por su cuenta.
―¿Jackson está bien? ―Mi voz temblaba, y sabía que él lo había oído. Su mandíbula
se apretó aún más.
Suspiró, un sonido profundo y resignado que me estremeció aún más antes de
empezar:
―Escucha ―Pero no pude.
Había estado albergando toda esa rabia y resentimiento, y todo el tiempo él se
había... ido.
Mi mano voló para cubrir mi boca, el instinto listo para sofocar cualquier sonido
listo para salir al entender que Jackson estaba...
―Joder. ―Mis ojos volvieron a centrarse en el oficial que parecía dispuesto a
tirarse de los pelos si conseguía un mejor control. Me tomó, y luego se movió
rápidamente a mi alrededor, por el pasillo. No estaba segura de si debía seguirlo, pero
no importaba. Volvió un segundo después, con el aspecto de un hombre con una misión.
―Escucha. Sólo tengo un segundo, pero él me odiaría si te dejara salir de aquí así.
―Sus palabras eran bajas, apresuradas e intencionadas.
No interrumpí. De alguna manera, él ya sabía quién era yo.
―Lo que voy a decir, no se lo repites a nadie. ¿Me entiendes? ―Asentí de
memoria―. No sé qué conclusiones estabas sacando ahí, pero puedo adivinar. No se
trata de eso. Él está bien. ―Mientras yo respiraba desesperadamente en mis pulmones,
él hizo una pausa, juntando sus labios y mordiéndolos como si aún no estuviera seguro
de qué decir―. Supongo que por esa reacción que tuviste, pasó más entre ustedes de lo
que él dejó entrever, lo cual es tan jodidamente estúpido que podría retorcerle el cuello.
Si no te hubiera investigado ya, sabiendo que estás limpia, sabiendo que estás bien con
Sketch y sus chicos, no estarías recibiendo esto. Joder, todavía no deberías. Debería irme
ahora mismo, pero él no era precisamente bueno ocultando lo que provocabas en él. 23
Esperando con la respiración contenida, logré susurrar:
―Por favor, cuéntame.
―Estaba encubierto. Su nombre no es Jackson. No puedo darte su verdadero
nombre.
No estaba muerto.
Ni siquiera era Jackson.
Era... alguien totalmente distinto.
―No puedo decirte más que eso. Joder, ni siquiera puedo decirte eso. Estoy
arriesgando mucho de mí, de él y de toda la puta investigación al decirte siquiera eso.
Sea lo que sea que haya pasado con ustedes dos, debería haber esperado. Lo intentó, lo
sé, pero debería haberlo hecho mejor. Ahora, te doy eso por él, pero eso es todo. Tienes
que volver a tu departamento y fingir que esta conversación nunca ocurrió. Se pondrá
en contacto cuando pueda.
Entendí que esa última parte no era una invitación a quedarme ni un segundo más.
Ni siquiera los otros hombres ―¿oficiales?― que le ayudaban podían saber lo que
acababa de compartir.
Sin mediar palabra, me marché, volviendo a cruzar el camino y encerrándome.
Durante mucho tiempo, me quedé allí procesando todo. Entendiendo ahora por qué
él había aguantado tanto tiempo. Comprendiendo que había sido él el que intentaba
protegerme de las mentiras que tenía que contar, de lo mismo que había ocurrido con
su desaparición.
Y aceptando que tal vez esto no había terminado después de todo.

24
CAPÍTULO 3
BRADEN

Una vez que se hizo esto y estos cabrones fueron enviados a la cárcel por un largo tiempo
como debería ser, nunca más iba a tomar un puto trabajo encubierto.
Una noche. Tuve una puta noche con ella en mis brazos. Una noche de enterrarme
en ella mientras gritaba por mí. Una noche de explorar los tatuajes que decoraban
artísticamente su cuerpo curvilíneo.
No fue suficiente. Ni siquiera de cerca de lo que necesitaba de ella.
Entonces, el fiscal cedió, más o menos. El cabrón decidió hacer un barrido,
acorralando a todos los que pudieron por lo que les había dado, y a mí. Sí, mi trasero fue
esposado junto con ellos para mantener la mentira. Hasta que no estuviera seguro de
que tenía suficiente para procesar ―y él esperaba conseguir más haciendo que algunos
de la banda empezaran a cantar para salvar sus propios culos― no quería que se
descubriera mi tapadera.
Como no me iban a sentar en una celda durante ese proceso, me enviaron al norte
del estado a una puta cabaña en medio de la nada para que prácticamente no existiera. 25
Hasta que todo se arreglara de una forma u otra, me quedé de brazos cruzados.
A la mierda, la verdad era que mi mano había estado más ocupada que desde que
era un puto adolescente.
No tenía nada que hacer aquí arriba más que pensar en la forma en que Jess se
volvió loca por mí. Incluso un par de semanas después, ninguna de esas imágenes se
estaba secando. Tampoco lo había hecho mi imaginación. Habiendo probado, encontré
que mi apetito por ella sólo crecía. Pasaba el mismo tiempo soñando con formas de
tenerla una vez que estuviera libre de esta investigación.
Y una vez que consiguiera que esa mujer tan escurridiza me perdonara por
haberme desaparecido.
Si es que podía lograr eso.

―¿Qué demonios estás haciendo?


Pensé que tomar esa dulce boca, empujarla de vuelta a su departamento y
encerrarnos era respuesta suficiente. Basándome en sus manos, que me empujaron hacia
atrás con más fuerza de la que había previsto, y en el fuego de sus ojos color avellana, me
equivoqué. Sabía que ella me mantendría con los pies en la tierra.
―Debería haber dicho que sí.
No, no debería haberlo hecho. Todavía no, pero ese barco zarpó cuando finalmente
sentí esos labios. No había forma de que me echara hacia atrás a menos que ella me
obligara.
―¿Perdón?
Sus manos se dirigieron a sus caderas, y ella realmente necesitaba repensar esa
colocación si alguna vez quería tener una conversación en la que yo estuviera totalmente
concentrado cuando ella estaba enojada. Todo lo que hizo ese movimiento fue hacer que
yo quisiera reemplazarlas con las mías.
―Antes, me diste la oportunidad de algo que he estado deseando durante seis putos
meses ―le expuse―. Quería decir que sí más que nada, pero hay un montón de mierda
pasando en mi vida que me hizo sentir que no podía. Ahora, he estado sentado por más
de una hora pateando mi propio trasero. Te deseo, Jess. Quiero esto. La otra mierda que
se vaya al diablo.
Intentó mantener esa expresión severa que no hacía más que ponerme la verga dura,
pero ella no podía ocultar que yo estaba atravesando.
―¿Y qué pasa cuando te levantes y cambies de opinión otra vez? 26
No estaba en su cara, no en ningún lugar que pudiera encontrar, pero había una
vulnerabilidad en esa pregunta que no había esperado. Debajo de esa superficie magnífica
y segura, con toda la astucia y el ingenio que mostraba, yo ya sabía que había algo suave.
Se podía ver en la forma en que se preocupaba por las personas de su vida. No había
sabido hasta ese momento que ya me estaba dejando acercarme a ella.
Harto de la distancia, la presioné otra vez contra la pared, sintiendo cada curva de
ella contra mí. No podía hacer promesas por mucho que estuviera jodidamente tentado
de hacerlo. Por muy seguro que estuviera de desearla, no se podía saber qué pasaría. Para
lo que yo sabía, ella querría echarme en una semana. Lo que podía dar, lo hice cuando
acuné su mandíbula y me aseguré de hablar directamente a esa parte de ella cuando dije:
―Si no funcionamos, llegamos a ese lugar juntos. Pero ya estoy jodidamente harto
de interponerme en el camino de lo que ambos queremos.
Era la respuesta correcta. Jess no quería tonterías floridas. Quería algo real. Y todo
lo real que pudiera darle, lo haría.

No habría hecho nada de eso, no habría dicho esas cosas, si hubiera sabido que me
iría a la mañana siguiente y acabaría con las esposas puestas. Si hubiera sabido que el
idiota del abogado iba a ceder ―un poco, de todos modos― tan pronto, no la habría
tocado, no hasta que estuviera libre de la mentira. Entonces estaría de vuelta en su
puerta, confesando y rogando por una oportunidad.
Ahora, sólo Dios sabía lo que ella pensaba de mí. Probablemente que yo era el
mayor imbécil del mundo que le daba una línea de mierda sólo para meterse en sus
pantalones, y luego se iba una vez que conseguía lo que quería.
Excepto que no tenía lo que quería, todavía no.
El sexo con Jess fue lo más caliente que había experimentado, pero eso no era
suficiente. La quería. Toda ella. Quería su fuego, su descaro, su dulzura. Quería una
oportunidad para acercarme realmente a ese punto blando. Quería saber si la promesa
de ella era todo lo que pensaba, y si lo era me costaría mucho no poner un puto anillo
en su dedo.
Pero incluso la posibilidad de llegar hasta allí se reducía muchísimo estando
atrapado aquí arriba.
Fui al pequeño refrigerador por otra cerveza, agradecido de que al menos el lugar
estuviera bien abastecido dado el hecho de que estar allí podría estar destruyendo mi 27
maldito futuro. Hasta que tuviera algún movimiento que hacer, esa cerveza me iba a
hacer compañía.

Estaba afuera, cortando leña para aliviar un poco la tensión y el aburrimiento de


estar atrapado aquí arriba cuando oí que se acercaba el coche. Nadie debería poder
encontrar este lugar ni saber que estaba allí, salvo un puñado de agentes en los que
confiaba, pero eso no me impidió moverme rápidamente por el lado de la cabaña,
ocultándome allí mientras buscaba mi arma. Si por casualidad uno de esos hijos de puta
se enteró de quién era y dónde estaba, no iba a tener oportunidad de acabar conmigo.
Reduje la velocidad de mi respiración cuando el coche se detuvo, manteniéndome
forzosamente tranquilo y concentrado.
Antes de que el vehículo se detuviera, una voz gritó:
―¡McCaffery!
Soltando un suspiro, me desarmé y salí. Había cinco personas que conocían mi
paradero, y cada una tenía su propia palabra clave para anunciarse. Ese, por la palabra
y la voz, supe que era Jack.
Observé mientras él estacionaba el Jeep, y luego se bajó mientras me dirigía una
mirada que no entendí. Cerró la puerta, quedándose en ese mismo lugar un minuto antes
de anunciar:
―Eres un puto idiota.
Hablaba muy en serio, y yo no tenía ni idea de lo que acababa de pasar.
―¿De qué estás hablando?
Sacudió la cabeza, acercándose a mí.
―La chica.
Mierda.
No lo dije, pero Jack lo leyó de todos modos.
―Sí. ―Concordó―. ¿En qué coño estabas pensando? 28
No sabía cuánto sabía, o cómo sabía algo, pero eso no importaba.
―¿Está bien?
No había forma de que nadie de la banda de Coranco supiera de ella y no debería
haber forma de que se enteraran de mi existencia, así que no debería ser un objetivo.
Pero por la forma en que estaba actuando, de repente no estaba tan seguro.
―Ella está bien.
Gracias a Dios. No sabía qué diablos habría hecho si hubiera hecho que la
lastimaran.
Me di un segundo para dejar que el pánico saliera de mi sistema, me di la vuelta y
lo llevé adentro, dejándome caer en el sillón individual mientras él tomaba el sofá.
―Pero estoy jodidamente encabronado contigo ―retomó Jack su historia―.
Estábamos vaciando el departamento y ella vino a la carga dispuesta a hacerte un nuevo
hoyo.
No debería hacerme sonreír, pero sabía exactamente cómo se veía cuando estaba
enojada y, llámenme retorcido, esa mirada lo hacía por mí. No me gustaban las mujeres
mansas, nunca quise estar con alguien que me dejara salirme con la mía con cualquier
mierda que pudiera hacer. Mi madre, mis tías, incluso mi abuela nunca habían sido ese
tipo de mujeres. Una vez vi a la abuela sacar una cuchilla después de que el abuelo dijera
algo sobre que la chica del tiempo era un bombón. No la usó, pero transmitió su mensaje
con sólo apuntar esa cosa. ¿Qué hizo el abuelo? Comenzó a reírse.

―Muchacho, he visto muchas cosas en la policía. Si llevas esa placa tanto tiempo
como yo, no puedes escapar de eso. Nunca he visto una cosa en el cumplimiento del deber
que me asuste como lo hace tu abuela cuando se enciende ese fuego. Pero tú sabes de
primera mano cómo ese mismo fuego ilumina todo lo que hace, incluso la forma en que
ama. No hay nada mejor en esta tierra que sentir eso.

Nunca olvidé el día en que me dijo eso. Yo era un adolescente, demasiado joven
para pensar realmente en el tipo de mujer que querría a mi lado para toda la vida, hasta
que él dijo eso. Darme cuenta de lo que tenía, de lo que mi padre también había
encontrado, hizo que esa imagen empezara a tomar forma.
Jack, al ver mi cambio de expresión, negó con la cabeza. 29
―Estás muy jodido. ―Probablemente no se equivocaba en eso―. Mira, sabía que
te gustaba esta chica, y no puedo decir que no vea por qué. Mis gustos van por otro
camino, pero un ciego podría ver el atractivo allí. Sólo que no sé por qué carajo hiciste
ese movimiento como lo hiciste. Realmente pensé que habías guardado eso bajo llave.
Dejando caer la cabeza hacia atrás, admití:
―Lo hice. Hasta nuestra última llamada, la mantuve a distancia. Casi me mata,
pero lo hice. Luego dijiste toda esa mierda de que no estábamos avanzando y todo lo que
pude ver fue otros seis meses empantanado en ese caso, viviendo al otro lado del pasillo
mientras ella seguía adelante porque pensaba que yo no estaba interesado. No podía
hacerlo. Si me iba a quedar atrapado allí, iba a por todas y tendría que convencerla de
que me perdonara después. Era un plan de mierda, pero era todo lo que tenía.
Jack se quedó mirándome como si estuviera tentado de hacerme entrar en razón.
―Mira, si hubiera sabido que el fiscal iba a destapar la mierda de repente a la
mañana siguiente, no lo habría hecho.
―Sí, bueno, el tipo es un imbécil. El capitán no soltó su culo, incluso empezó a
hacer amenazas sobre cómo serían las próximas elecciones si no tenía su apoyo. Eso hizo
que considerara rápidamente un curso de acción diferente.
Después de todo lo que había tratado con el pendejo en este caso, esperaba que el
capitán expresara su apoyo en otra parte de todos modos. Dejar a un policía atado en
una investigación que estaba hecha era un movimiento imprudente. Más tiempo
encubierto significaba más tiempo para que se descubriera. Si me lo hizo a mí, no se
sabía quién más había tratado lo mismo. Lo último que querían los policías era que el
culo de uno de nuestros hermanos se moviera al viento de esa manera.
Los dos nos quedamos en ese acuerdo silencioso durante un largo minuto que él
rompió.
―Se lo dije.
Me quedé jodidamente sorprendido.
―¿Qué?
Levantó las manos. Jack solía ser un tipo tranquilo, así que verlo perder los papeles
fue sorprendente.
―Fue un desastre. Llegó a toda prisa, encabronada como un demonio. No tenía ni
idea de qué hacer con eso, pero pensé que tenía que dejar que se ocupara de eso cuando 30
llegara el momento. Entonces se dio cuenta de que no estabas allí, pero estábamos
guardando tus cosas. Cuando vio mi placa... ―Sacudió la cabeza―. Ella pensó que
estabas en una losa. Si sólo hubiera sido una vecina preocupada, habría dejado que lo
pensara con gusto. Pero hiciste todo un caso con esta chica.
Y sabía que no podía volver a su vida si ella pensaba que yo había muerto. Si ella
tenía que llorar eso, independientemente de lo poco que habíamos tenido, no sería una
simple cuestión de perdón.
Lo había puesto en una situación imposible, y eligió cubrirme las espaldas incluso
cuando las consecuencias caerían todas sobre él si esto salía a la luz.
―Gracias.
―Sí, bueno, más vale que mantenga la boca cerrada y que todo esto se solucione
rápido.
Esperaba eso.
Porque Jess lo sabía, y con suerte, eso significaba que estaba esperando.
―Y si los de internos se involucran, venderé tu culo por el río tan rápido que
estarás a medio camino de Canadá antes de que te des cuenta de que pasó ―gruñó.
Era una amenaza vacía.
Incluso entonces él me cubriría las espaldas.
Sólo habíamos tenido este caso juntos, la mayor parte del contacto en ese tiempo
había sido por teléfono, pero eso no significaba una mierda.
Era mi compañero.
Si tuviera la oportunidad, le daría lo mismo.
Tan pronto como saliera de esta puta cabaña y volviera a Hoffman, donde ahora
pertenezco.

31
CAPÍTULO 4
JESS

Resistí el impulso de levantar la vista.


A pesar de la extraña sensación interna de lo contrario, sabía que, si lo hacía, no
vería nada, igual que las últimas cuatro veces. Habría oído si alguien hubiera entrado
por la puerta del estudio, así que no sabía de dónde venía esta necesidad de comprobar
si había alguien allí de pie, esperando a que yo hiciera mi trabajo.
Todo lo que sabía era que sentía que había ojos sobre mí.
Era una sensación que parecía experimentar mucho últimamente, siempre sin
causa. Si me permitía admitirlo, probablemente era un deseo. Una parte de mí esperaba
levantar la vista y que Jackson ―o cualquiera que fuera su verdadero nombre―
estuviera allí. Pero a medida que los días transcurridos desde que irrumpí en su
departamento se convertían en semanas, luego pasaron a un mes y se acercaban
rápidamente a dos, iba perdiendo la fe en que eso fuera a suceder.
Tal vez había estado de incógnito y por eso se había levantado y desaparecido, pero
tal vez también era el momento perfecto para él. Intentaba no juzgarlo, ya que no sabía 32
cuánto tiempo tardaba en hacer... lo que fuera que estaba haciendo que lo alejó, pero era
más difícil hacerlo cuanto más tiempo pasaba.
Lo que tenía que hacer era seguir adelante y dejar que la vida siguiera su curso.
Lo cual era exactamente el tipo de actitud displicente que había estado fingiendo
durante años, pero que en realidad nunca había sido buena. Era una fanática del control.
Era lo que me hacía buena en mi trabajo, y no era buena en muchas otras cosas.
Como soltar.
Pero seguiría fingiendo y tal vez algún día conseguiría ser normal y ajustada.
Primer paso: ignorar las extrañas e infundadas necesidades de averiguar si alguien
me estaba observando.
―Jess.
Me giré para ver a Sketch, mi jefe, cerca de la desembocadura del pasillo que llevaba
a su oficina y capté la idea. Parándome, perdí la batalla y miré por las ventanas
delanteras. Me dije que era para asegurarme de que nadie estaba a punto de entrar
mientras abandonaba mi puesto.
Me mentía a mí misma muchas veces.
Cuando me volteé, Sketch ya se dirigía a su oficina. No me sorprendió. Mi jefe no
era de lejos un pendejo. No hacía falta que se quedara mirando como si yo no fuera a
seguir sus órdenes. Diablos, incluso si no me levantara y lo siguiera, probablemente
estaría de vuelta en su oficina asumiendo que había una razón. Vendría cuando pudiera,
y él me hablaría de lo que tuviera que hablar cuando llegara el momento.
Sailor’s Grave no era una idea de Sketch. Había sido abierto y convertido en el
estudio que era hoy por Carson. Lo impresionante era que Sketch se hizo cargo cuando
Carson le dejó el local y no sólo mantuvo la reputación de excelencia que Carson había
perfeccionado, sino que la superó.
El talento del personal era mejor que nunca, y eso era decir mucho.
Una prueba más de que no era un pendejo, ya que cualquiera de los tatuadores de
aquí podría salir mañana y ser contratado en casi cualquier lugar. Sketch no era el tipo
de persona que intentaba mantener a alguien aquí besando el culo, así que tenía que
hacerlo manteniendo este lugar como un gran sitio para trabajar.
Al entrar en la oficina, que no había cambiado nada desde la época de Carson ―la
única excepción eran las fotos enmarcadas de la esposa de Sketch y sus dos hijas por 33
todas partes―, me senté en una de las sillas de cuero frente al escritorio de madera
oscura.
―¿Qué pasa, jefe?
Sonrió de lado.
La mayoría de la gente probablemente encontraría a Sketch intimidante. Aparte de
los tatuajes que cubrían cada centímetro de piel visible ―y obviamente mucho más
debajo de la ropa― estaba el hecho de que no le faltaban músculos. O, mejor aún, el
chaleco de cuero del MC Discípulos Salvajes que llevaba en todo momento. Todo su
aspecto gritaba motociclista rudo tatuado. Incluso esa sonrisa estaba teñida de peligro.
Lo que esas personas que hacían suposiciones no veían era al devoto esposo, al padre
adorador, al amigo que no dudaría en poner su propia vida en juego por cualquiera de
sus hermanos del club o por cualquiera de nosotros aquí en el estudio.
Era fácilmente uno de los mejores hombres que había conocido.
Así que me sentí perfectamente cómoda dándole mierda a mi antojo.
―¿Terminaste todo el papeleo que necesitábamos para la mierda de los Días de
Hoffman?
Levanté una ceja.
Los Días de Hoffman era un festival de varios días que la ciudad había ideado para
destacar los negocios locales y celebrar todo lo que teníamos que ofrecer. Se invitaba a
los negocios a montar carpas temáticas con comida, juegos, lo que fuera, para atraer a
nuevos clientes. Dado que el club de Sketch también era propietario de un garaje, Savage
Restorations, uno de sus hermanos, Jager, era dueño de un gimnasio de boxeo local, y
Avery, la mujer de un hermano, era dueña de una panadería local muy popular, había
surgido la idea de combinar los cuatro con un tema, y poder contar con todos los
hermanos Discípulos para atenderlo. Ember ―que era la mujer de Jager y la compañera
que dirigía el gimnasio, además de mi amiga― y yo habíamos ideado un tema de
carnaval clásico que sabíamos que podía resaltar todos los negocios de una manera que
fuera familiar y que llamara la atención.
Sketch me había pedido que me encargara del papeleo para presentar nuestro
concepto para los cuatro negocios hace más de dos semanas, así que ya estaba hecho y
él lo sabía.
―Claro. Los payasos del ayuntamiento no lo encuentran. No te preguntaré si tienes
copias de seguridad de todo, pero ¿puedes llevarlo allí para que, con suerte, no tengamos
que lidiar con ello otra vez?
34
―¿Me pagan el combate por entrar ahí?
―¿Qué tal si lo haces tú y la próxima vez me encargo yo solo de Jerry?
Jerry era el tipo de impuestos del estudio. Era el mejor, pero sinceramente prefería
ver cómo se secaba la pintura. Al menos, eso ocurría más rápido de lo que Jerry hablaba.
Por lo general, yo estaba en las reuniones con él, ya que ayudaba a llevar gran parte de
la contabilidad, pero siempre me ponía de los nervios. La última vez que nos reunimos
con él, rompí dieciséis hojas de mi bloc de notas para no perder la compostura.
Incluso tratar con la incompetencia general del ayuntamiento era mejor que eso.
―Trato.
Como ya eran las cuatro, y sólo Dios sabía por qué aros tendría que pasar para
hablar con la persona adecuada sobre los formularios, necesitaba ponerme a ello.
―¿Eso es todo?
―Carson quiere hacer un par de días el próximo mes. Te llamará para empezar a
prepararlo todo.
El viejo descubría muy a menudo que la jubilación no le venía tan bien como
pensaba. El par de días ―que normalmente se convertían en una semana o más― en el
estudio cada pocos meses lo mantenían cuerdo. Tampoco era algo malo para el estudio,
ya que Carson seguía teniendo una increíble reputación propia, y la gente siempre se
lanzaba por un trabajo hecho por él cuando surgía la oportunidad.
―Me encargaré de ello.
―Y las niñas se están enojando. Te quieren para cenar lo antes posible.
Las hijas de Sketch, Emmy y Evangeline, eran las cosas más bonitas. Las quería a
las dos a muerte, así que eso no era un problema.
―¿Miércoles?
―Lo comprobaré con Ash.
―Avísame cuando oigas algo del verdadero jefe ―dije mientras salía de la oficina
ante su risa. No lo negó porque no tenía sentido. Su mujer era su dueña, y él era
perfectamente feliz con eso.
Cuarenta minutos más tarde, después de volver a imprimir los formularios
llenados y de ir en coche, sentí los mismos ojos de picazón sobre mí cuando entré en el
ayuntamiento. Casi llegué a la puerta antes de ceder esa vez, pero no pude resistirme
cuando me giré para subir los escalones. A mi izquierda, sólo estaba el estacionamiento 35
de visitantes, en su mayoría lleno de coches. A mi derecha, la calzada principal, y justo
después la comisaría de policía.
Y allí, justo enfrente y dirigiéndose a un coche patrulla, Jackson.
No, ese ni siquiera era su nombre.
Ni siquiera sabía su verdadero nombre.
Pero allí estaba. No con una banda de narcotraficantes fingiendo ser uno de los
suyos. No escondiéndose porque se filtró su identidad. No con nada que lo mantuviera
alejado.
Allí mismo, en medio de Hoffman, a menos de quince minutos de mi trabajo,
apenas más del departamento en el que me folló como si yo significara algo después de
haberme dicho lo mismo: un montón de mierda que aparentemente sólo pretendía darle
esa oportunidad.
Se veía diferente con el uniforme. Aunque su pelo seguía recogido en ese semi
copete y no cambiaba el hecho de que sus brazos estuvieran fuertemente tatuados,
parecía más limpio que con la ropa que lo había visto. Los tatuajes ya no eran
contracultura.
Afeitarte la mitad de la cabeza para tatuártela, eso era diferente.
Y no pude evitar preguntarme si era eso, la razón por la que él estaba allí mismo
en lugar de a quince minutos en la tienda.
―Ves, eso es precisamente lo que siempre quieres evitar ―siseó mi mamá, mirando
a la chica del escenario. Su bikini tenía suficiente elevación para hacer grandes cosas por
su pecho; también mostraba el sorprendente piercing del ombligo que casi con seguridad
significaba que no impresionaría a los jueces―. Ser puta no te lleva a ninguna parte. Ser
una basura con piercings como ese no te lleva a ninguna parte. A los hombres les gusta
mirar ese tipo de cosas, pero se casan con algo virginal cada vez que pueden.
Intenté desprenderme de uno de los bonitos consejos que me había dado a lo largo
de los años, pero seguía vigente.
Allí, con una carretera y lo que parecía un millón de mentiras separándome del
hombre que había dejado que se apoderara demasiado de mis emociones, no podía
descartarlo como solía hacer con su veneno.
Porque esta vez, no estaba tan segura de que estuviera totalmente equivocada.

36
CAPÍTULO 5
JESS

―Dime que no vas a conducir a casa, preciosa. ―me ordenó Tamara, mi bartender.
Tamara era genial. Se había hecho su movimiento al principio, preguntando si
quería salir con ella, aunque admitió que sospechaba que yo no bateaba para su equipo.
Luego, muy atentamente, me mantuvo en tequila mientras escuchaba toda mi patética
historia de por qué se sentía tan bien que ella se haya interesado y preguntado. Por lo
que podría ser mi propia seguridad y la suya, evité todo el detalle del policía encubierto,
pero le eché el resto en un desvarío cada vez más borracho.
Tamara, la encantadora Tamara, escuchó todo el asunto mientras mezclaba las
bebidas de los demás. Incluso hizo las interjecciones necesarias del tipo “¿es un puto
imbécil?” y “qué pendejo”.
Nunca había estado en ese bar antes de esa noche, pero definitivamente sería mi
lugar de ahora en adelante. Incluso había intercambiado números con Tamara para no
correr el riesgo de desmayarme más tarde y olvidar dónde estaba.
Sinceramente, ni siquiera entonces podía recordar el nombre. 37
Por lo general, salía de noche a beber con Ember, Ash y el resto de las chicas del
club Discípulos Salvajes. El club poseía un local de striptease en la ciudad que organizaba
una noche de chicas al mes ―completo con tipos sacudiendo sus paquetes― que solía
ser nuestra noche de fiesta. Sobre todo, porque no teníamos que pagar por las bebidas y
siempre teníamos los mejores asientos de la casa.
Por otra parte, había un bar de mala muerte cerca del trabajo al que a veces acudía
con algún miembro del equipo de Sailor's Grave después de cerrar, y que se trataba sobre
todo de la hamburguesa que tenían en el menú, más que de ser el mejor lugar para beber.
Pero este lugar ―lo llamaría simplemente el lugar de Tamara hasta que mi cerebro
estuviera menos encurtido― iba a ser mi lugar.
Porque beberse las frustraciones funcionaba totalmente.
Obviamente.
―Lo prometo, no voy a conducir. ―Jugueteando un poco con la pantalla táctil,
saqué la aplicación para llamar a un coche―. ¿Ves?
―Bien. En contra del estereotipo, nunca he sido del tipo de hockey de campo o
rugby. Normalmente, prefiero que las mujeres se tumben solas para mí, pero te taclearé
si es necesario.
Me pregunté, encabronándome sólo de pensarlo, cuántas veces había tenido que
lidiar con suposiciones como esa. O, dado que era la bartender rubia y atractiva que
cualquier tipo encontraría aquí con gusto, si tenía muchos pendejos que pensaban que
decir que era lesbiana era sólo darles el avión. Ella había hecho algunas bromas al
respecto que me hicieron pensar que el humor era una respuesta a la mierda muy real
que había escuchado.
―Los estereotipos son un montón de pendejadas ―le dije con poca elegancia. Pero
bueno, punto hecho.
―No te equivocas. ―Puso un par de vasos bajo dos grifos, tirando de ellos hacia
delante para empezar a llenarlos―. Ahora vete antes de que tu conductor se vaya sin ti.
Pero te enviaré un mensaje mañana, y será mejor que te acuerdes de mí.
―Trato hecho.
No estaba tan borracha como olvidar. No, incluso en ese momento me acordaba de
todo. El papeleo en el ayuntamiento, la búsqueda de Jackson a la salida, la conducción
de un lado a otro hasta que decidí probar un bar fuera de mi camino para, con suerte,
no encontrarme con nadie cercano. Lo único que no recordaba era lo que decía el cartel 38
al entrar, porque había estado demasiado concentrada en mi propia mierda como para
prestar atención.
Incluso estaba lo suficientemente lúcida como para mirar desde el asiento trasero
mientras me alejaba y captar el cartel que decía Delilah's.
Aunque puede que haya empezado a distraerse de camino a casa después de eso.

Cuando llegué a mi departamento, me di cuenta de que podría haber estado un


poco más borracha de lo que pensaba. Sobre todo, cuando se trataba de abrir la maldita
puerta. De alguna manera, estaba bastante segura de que mi primera vuelta de la llave
en el cerrojo no hizo nada. Pero siempre cerraba la puerta con llave cuando salía, así que
procedí a girarla de un lado a otro unas cuantas veces, tratando de averiguar qué
demonios estaba haciendo mal.
―Cama ―murmuré para mis adentros mientras me dirigía al pomo―. Maquillaje,
agua y luego a la cama.
No había un nivel de borrachera que me permitiera desmayarme con el maquillaje
puesto. Si no era por lo malo que era para la piel, era por el desastre en las almohadas
que formaban la mitad superior de mi cama. Aunque todas podían lavarse, algunas eran
más claras que otras. No necesitaba que las manchas de maquillaje arruinaran ninguna
de ellas porque estaba demasiado tomada como para lavarme la cara.
Con mi plan de acción por delante, entré a duras penas. Cerré la puerta tras de mí,
pero no me molesté en encender las luces de la sala. Los techos sólo tenían un interruptor
en el extremo más alejado de la puerta, y las lámparas se accionaban individualmente.
De ninguna manera iba a volver a salir para ocuparme de todo eso.
Quitarme los zapatos resultó ser una tarea de la que apenas era capaz. Los
pequeños cierres en la parte exterior de mis tobillos mezclados con el equilibrio sobre
un tacón, el alcohol y la oscuridad resultaron ser más un desafío que lo que podía
manejar. Después de unos minutos de lucha, empecé a inclinarme hacia atrás, con el
culo en curso de colisión con el suelo.
Pero no llegué allí.
Porque me golpeé con algo más en el camino hacia abajo. 39
Grité cuando manos se cerraron alrededor de mis brazos, agitándolos inútilmente
y pateando mis piernas.
―No deberías estar aquí. Estaba vigilando. Tu coche no llego. Lo habría visto.
No reconocí su voz. Se me heló la sangre y luché con más fuerza, pero su agarre
era demasiado.
―Esto no debió haber pasar.
Me arrastró, aunque le arañé los brazos y le pateé las piernas. Sentí que mis talones
conectaban con sus espinillas, pero no se detuvo. Volví a gritar, tratando de sacar todo
el sonido que podía reunir, pero él soltó uno de mis brazos, envolviendo el suyo en mi
cara hasta que apenas podía respirar.
―Silencio. ―Era casi como si pretendiera ser tranquilizador, calmante, no una
orden―. No quiero hacerte daño.
Pero eso no significaba que no lo hiciera.
Agité la cabeza, esperando tener espacio suficiente para abrir la boca y
consiguiendo encontrarlo. Sin dudarlo, le mordí el brazo con todo lo que tenía, con
arcadas cuando el sabor metálico de su sangre llegó a mi lengua. Su brazo se sacudió
pero no me soltó.
―Eso fue un error.
Con un fuerte tirón, giró todo mi cuerpo hacia un lado, apartando su brazo, ahora
ensangrentado, de mi cara. Inspiré con desesperación, pero el alivio sólo duró un
momento. Antes de que pudiera orientarme, su mano me agarró con fuerza por la nuca.
No hubo forma de parar antes de que me golpeara contra la pared.
El dolor que estalló en mi cabeza silenció la sensación de mi cuerpo desplomándose
sobre el duro suelo, pero sólo por poco.
―Tú hiciste esto. No se suponía que fuera así. No se suponía que entraras. Estaba
vigilando. ―Su cántico frenético apenas me alcanzó bajo el dolor palpitante de mi
cabeza.
No podía moverme, no podía hacer nada más que quedarme acostada cuando llegó
el siguiente golpe, y luego otro.
Todo el tiempo seguía repitiendo lo mismo.
―Tú hiciste esto.
Fue lo último que escuché antes de que todo se oscureciera. 40
CAPÍTULO 6
JESS

El ruido fue lo primero de lo que fui consciente.


El dolor le siguió un segundo después y lo ahogó.
No penetraba nada más que el dolor que parecía venir de todas partes a la vez. Lo
abarcaba todo. Cada parte de mí gritaba incluso mientras permanecía inmóvil. El mero
movimiento de mis pulmones enviaba sensaciones agudas y punzantes a través de mi
abdomen.
Parecía imposible, pero sabía que tenía que moverme. Tenía que salir de allí. No
podía aguantar más y si volvía...
El ruido volvió a penetrar, un golpeteo más fuerte incluso que los latidos de mi
corazón.
Abrí la boca para gritar, pero me paralicé.
¿Y si era él?
Intenté abrir los ojos, pero uno de ellos no cedía. Ese lado de la cara me dolía más, 41
con una palpitación que lo impregnaba. Con el otro ojo, sin embargo, vi que seguía en
mi departamento, en el suelo de la sala. Era difícil distinguirlo en la oscuridad, pero no
lo veía por ninguna parte.
Sabiendo entonces hacia dónde estaba mirando, me di cuenta de que el sonido
venía de la puerta. Contuve la respiración mientras continuaban los golpes en ella,
esperando a ver si aparecía.
No lo hizo.
Afuera, quienquiera que fuera se detuvo, y temí por un momento horrible que se
hubiera ido.
―¡Policía! ―retumbó una voz profunda antes de que el golpeteo comenzara otra
vez―. ¡Abran!
Incluso cuando el miedo hizo temblar todo mi cuerpo, supe que era una
oportunidad. Si todavía estaba aquí, podrían atraparlo. Aspirando todo el aire que pude,
incluso cuando me dolía, grité:
―¡Ayuda!
Una y otra vez, incluso cuando me quedé ronca y sin aliento, rogué que vinieran.
Incluso cuando los ruidos de la puerta se hacían más fuertes y la oscuridad empezaba a
invadirme, seguí gritando. Cualquier cosa para evitar que se fueran, sobre todo si eso
podía significar dejarme con él.
Me estremecí al escuchar el ensordecedor crujido y el torrente de luz en la
habitación. Alguien se acercó a mí, pero el brillo era demasiado para mirar. Recé para
que fuera un policía, para que hubieran llegado a mí primero.
―Señora, ¿puede oírme?
Tampoco conocía esa voz, pero no era él. Intenté responder, pero todo me parecía
demasiado pesado, demasiado difícil de mover.
A lo lejos, oí otras voces.
―¡Baño despejado!
―¡Recámara despejada!
El que estaba cerca de mí volvió a hablar, con una voz suave.
―Tenemos paramédicos en camino. Va a estar bien. 42
Esperaba que fuera cierto. En ese momento, lo único que me quedaba era elegir
creerle. Él se había ido, y yo estaba a salvo. Antes de dejarme caer otra vez en la
acogedora oscuridad, me permití creer, aunque fuera una mentira.

Fue el dolor lo primero que se filtró cuando me desperté otra vez, aunque parecía
menos intenso que antes, casi como si estuviera embotado en los bordes. Al abrir el ojo
bueno, no tardé en comprender por qué.
Estaba en el hospital.
Lo sabía sólo por el aspecto del techo. El blanco limpio y clínico y las luces
fluorescentes que me hacían entrecerrar los ojos para evitarlas.
―Lee, las luces ―dijo suavemente la voz de Kate. Se oyó un barrido y unos pasos,
y entonces se apagó la luz que brillaba incluso detrás de mis párpados.
Volviendo a intentarlo, miré hacia la habitación, dejando que mi cabeza se inclinara
hacia el lado donde la había oído. Allí, con un aspecto desaliñado mientras se enderezaba
hacia mí en una silla, estaba Liam.
Me miró fijamente mientras yo intentaba pensar en algo ingenioso que decir para
disipar la explosión que veía que estaba esperando a ocurrir detrás de sus ojos. Con el
dolor de cabeza que aún me aquejaba, todo lo que conseguí fue:
―¿Qué onda?
Su cabeza bajó y los talones de las palmas de las manos se apretaron contra sus
ojos. Los dos permanecimos así durante un buen rato antes de que Kate volviera a su
lado.
―Le dije a una enfermera que estás despierta, así que enseguida vendrá alguien a
revisarte ―me informó, con voz uniforme. Supuse que era tanto por el bien de Liam
como por el mío.
Se sentó en el brazo de su silla y rodeó la espalda de Liam con un brazo. Ver eso,
incluso en el estado en que me encontraba, me hizo sentir bien. Liam había sido el que
la había apoyado desde que comenzó su relación, siendo su fuerza mientras ella lidiaba
con su pasado. Saber que ella podía ofrecerle lo mismo era agradable, aunque deseara 43
que no estuviéramos todos aquí, especialmente yo.
Con su toque, Liam volvió a centrar su atención en mí.
―¿Estás bien?
No. Para nada.
―He estado mejor ―respondí, carraspeando a través de mi garganta adolorida.
Necesitaba agua.
Al darse cuenta, se inclinó y tomó una botella de agua sin tocar del alféizar de la
ventana. Se acercó y me ayudó a sostener la cabeza cuando me tambaleaba tratando de
levantarla yo misma.
―Deberíamos esperar a la enfermera ―comentó Kate, con cuidado―. Puede que
no quieran que tome nada todavía.
―No me importa ―replicó Liam. Su voz tenía un tono que no me resultaba
habitual. Por lo general, él era el más tranquilo.
Con su mano apoyando mi cabeza casi por completo, me ayudó a dar pequeños
sorbos de agua. Me dolía moverme así, incluso con su ayuda, pero el agua me sentó tan
bien que no me importó. Cuando terminé, giré un poco la cabeza y él comprendió. Con
cuidado, me bajó otra vez sobre las almohadas y yo hice lo posible por disimular mi gesto
de dolor por la forma en que mi cuerpo protestaba. Si la forma en que su mandíbula se
tensó era un indicio, no lo disimulé del todo.
―¿Qué hora es? ―dije con voz ronca.
Sólo vino un silencio melancólico de Liam, así que Kate habló.
―Justo después de las cinco.
Había sido alrededor de la medianoche cuando llegué a casa y...
Me tensé y el miedo volvió a apoderarse de mí. Los recuerdos de lo sucedido
empezaron a aparecer y me preocupó que el agua volviera a subir. A lo lejos, podía sentir
el temblor, pero no podía detenerlo.
―Joder ―oí murmurar a Liam, pero era sólo bajo esa otra voz que se repetía.
Una mano agarró la mía y grité.
Me concentré en ella, tratando de alejarme, y me detuve.
Eran los tatuajes. Los conocía. Reconocía el trabajo de Carson en cualquier lugar. 44
Haciendo a un lado el pánico, miré el rostro devastado de Liam.
Liam, mi amigo. Él no me haría daño.
Le devolví el apretón con la fuerza que pude reunir, necesitando sentir que esto era
real y no una ilusión inducida por el dolor.
―Estoy aquí, Jess ―prometió Liam―. Estás bien. Y tienes a medio puto MC ahí
fuera asegurándose de que vas a seguir así. Quienquiera que haya hecho esto, no volverá
a acercarse a ti. Y cuando lo encontremos, va a desear no haberte puesto un dedo encima.
Tal vez era egoísta, pero respiré más tranquila sabiendo eso. No era una sorpresa
que el club lo supiera. Liam era mi contacto de emergencia, lo había sido desde que
Carson se retiró y empezó a viajar más. Pero el hecho de que Kate estuviera a su lado
significaba que alguien estaba cuidando a Owen. Dado que el tío de Owen era un
discípulo, era casi seguro que alguien del club se encargaba de esa tarea. Liam tampoco
habría dudado en llamar a Sketch para informarle. Y eso fue todo lo que se necesitó para
que todos se movilizaran.
Puede que no fuera una old lady o de sangre, pero los Discípulos me veían como
parte de la familia de todos modos, y eran una familia con la que no se jodía.
No estaba segura de qué hacer con el “cuando lo encontremos” de Liam, como si
formara parte del club y estuviera involucrado en su tipo de justicia, pero no tenía la
energía para abordar eso ahora. Me limité a dejar que el hecho de saber que no estaba
sola me reconfortara, por el tiempo que fuera.

La enfermera había venido y se había ido, seguida de cerca por el médico que me
lo había explicado todo.
Tres costillas rotas, cinco puntos de sutura en la mejilla izquierda, siete en un corte
abierto en la pierna, un esguince de tobillo, un ligamento roto en la muñeca, una
conmoción cerebral y un montón de moretes. Por suerte, no había indicios de nada más
grave a nivel interno, lo que significaba que no tenía que permanecer encerrada en el
hospital. Sólo había una serie de síntomas que tenía que vigilar, cualquiera de los cuales
era motivo para volver a ingresar inmediatamente, así como instrucciones severas sobre
cómo cuidar las lesiones que tenía.
―No me gusta ―refunfuñó Liam cuando se marchó, explicando que ella se 45
encargaría de darme de alta y que alguien vendría a encargarse de ello en un rato.
Sintiéndome al menos un poco mejor desde que mi enfermero, un tipo brusco pero
agradable llamado Jim, me dio otra dosis de analgésicos, negué con la cabeza.
―Aquí no pueden hacer nada más que dejarme descansar. Prefiero no recibir esa
factura de mi seguro para dormir en esta cosa horrible. ―Golpeé el patético colchón que
había debajo de mí con mi brazo bueno.
Kate se había marchado para avisarle el aparente ejército de personas que
esperaban una actualización, dejándome a mí para lidiar con él y su inquebrantable mal
humor.
―Liam...
―No lo hagas ―me advirtió, firme pero no duro―. Lo entiendo. Esto es lo que
estás afrontando ahora, pero no puedo hacer bromas. No tengo eso en mí. Cuando recibí
la llamada de que te traían, de que estabas inconsciente... ―Sacudió la cabeza.
Ambos dejamos que eso quedara ahí. Él sabía que yo entendía el miedo que había
sentido, pero también que no podía tocar lo que había estado sintiendo, lo que seguía
sintiendo si dejaba que se levantara la tapa de la cajita en la que había metido esas
emociones por ahora.
La tensión se rompió cuando llamaron a la puerta y un hombre entró. Un hombre
al que reconocí, aunque ahora llevaba un uniforme de policía.
Era el tejano del departamento de Jackson.
―Sra. Holland, lamento molestarla. Soy el oficial Andrews, me preguntaba si
estaba dispuesta a responder algunas preguntas sobre lo que pasó anoche.
No lo estaba, de verdad, de verdad que no lo estaba. Pero sabía que al final tendría
que hacerlo. Incluso mientras estaba allí esperando pacientemente, no parecía
reconocerme, no es que le hubiera causado mucha impresión.
―Em, sí. Claro.
Liam me agarró la mano.
―¿Segura? Puede esperar si lo necesitas.
Le asentí con la cabeza.
―Sólo no te vayas.
No respondió, a pesar de que había salido como una pregunta. Se limitó a tomarme
de la mano mientras el agente Andrews entraba y se colocaba cerca de los pies de la 46
cama. Comenzó explicando que uno de mis vecinos había llamado al 911 cuando me oyó
gritar, repasando rápidamente lo que había ocurrido, incluyendo la verificación de que
los oficiales en la escena habían irrumpido a petición mía.
―Podemos parar en cualquier momento, señora ―me aseguró, y me pregunté si
ya era obvio lo mucho que me estaba cansando esto―. Pero me gustaría que
empezáramos diciéndome todo lo que pueda recordar sobre lo ocurrido.
Suspiré. Me imaginé que ese sería el camino, pero responder a un montón de
preguntas parecía mucho más fácil. Así podría mantenerlo todo compartimentado. Esto,
contar toda la historia, iba a requerir abrirlo todo.
Aunque eso sonaba fatal, me aguanté y lo hice. Le conté todo, desde la salida del
bar hasta el asunto de la puerta, dejar la luz apagada, todos los detalles que podía
recordar. Le conté todas las palabras que recordaba que había dicho, e intenté que ese
extraño y desesperado filo de su discurso quedara claro. A pesar de todo, Liam se aferró
a mí, dándome un ancla. Sentí que su mano se flexionaba una y otra vez al escuchar lo
que había sucedido, pero se mantuvo firme.
El agente Andrews intervino un par de veces para aclarar lo sucedido, pero me dejó
hablar. Cuando finalmente me puse al corriente con los oficiales que entraban en mi
departamento, asintió solemnemente.
―Gracias. Sé que no fue fácil, pero cada detalle puede ayudarnos a averiguar quién
hizo esto.
No dije nada. Sin una pregunta directa que responder, no estaba segura de poder
hacerlo después. Pero en lugar de lanzarse a buscar más, bajó la libreta en la que estaba
tomando notas.
―No quiero asustarla más de lo que sé que esto ya lo ha hecho, pero me preocupa
lo que está describiendo.
Se me hizo un nudo en la garganta. Por suerte, Liam hizo la pregunta por mí:
―¿Qué significa eso?
Cuando él respondió, mantuvo su atención en mí.
―Para empezar, nuestros agentes en la escena no notaron que faltara nada.
Necesitaremos que eche un vistazo más de cerca para ver si se llevaron algo, pero los
objetos obvios como la televisión, el bolso, la computadora estaban todos a la vista. Entre
eso y sus comentarios sobre la vigilancia de su coche, me hace pensar que no fue algo
aleatorio como un robo que usted interrumpió. 47
La bilis subió por mi garganta. Tenía razón.
“No deberías estar aquí. Estaba vigilando. Tu coche no llegó. Lo habría visto.”
Lo habría visto. Pero en el lote de departamentos, no podría haber sabido a qué
departamento se dirigía alguien cuando estacionaran.
A menos que ya lo supiera.
―¿Ha experimentado algo fuera de lo común antes de que esto ocurriera? ¿Notas
o llamadas de las que no conoce el origen? ¿Alguien cerca de usted que la hiciera sentir
incómoda? ¿Algo así?
De repente todo volvió, todos los momentos en los que sentí que había ojos sobre
mí. Todas las veces que había mirado por encima del hombro, o por los escaparates.
Todas las veces que me dije a mí misma que estaba loco.
Pero ¿y si no lo estaba?
¿Y si alguien había estado allí todo el tiempo?
Y entendí a dónde quería llegar con esto.
“Lo habría visto.”
Porque había estado observando, y no sólo la noche anterior.

48
CAPÍTULO 7
JESS

―¿Qué quieres decir con 'no'?


Suspiré mientras Kate intentaba interrumpir con una advertencia.
―Lee.
―Gitana, no ―le respondió―. No voy a dejar que vuelva a ese departamento.
No hay nada como ser un adulto y que la gente hable de ti como si fueras un niño.
―Perdón, ¿acabas de decir que no me dejarías? ―espeté.
Mi alta estaba en proceso, Jim el enfermero, volvería en cualquier momento con la
noticia de que era libre de irme. Todavía me sentía como si la muerte estuviera cerca,
pero no se podía negar el poder de los medicamentos que me habían administrado. Me
dieron el alivio que necesitaba para no limitarme a seguir las proclamaciones de Liam
sobre lo que iba a suceder ahora.
Según él, me iba a ir con él y con Kate, y me iba a quedar con ellos, aunque
técnicamente él no vivía allí. Kate vivía en una casa grande que pertenecía a los 49
Discípulos, junto con el presidente del club y su esposa, Doc, y algunas noches Daz ―el
hermano del difunto marido de Kate― y su mujer, Avery, cuando no estaban en su casa.
Me oponía a este plan por varias razones. En parte, sabía que ya había comprado que el
club estuviera involucrado, pero no necesitaba quedarme en la propiedad del club
recibiendo una lluvia de mamás gallinas todo el tiempo. En parte, porque, aunque sólo
fuera la casa de Kate, seguiría recibiendo el mismo trato al menos de ella y de Liam.
Pero, sobre todo, había una razón que sabía que Liam no había considerado.
―¿Qué pasa con Owen?
―¿Qué pasa con él? ―replicó Liam. Esto no era un desprecio por el hijo de su
novia. En absoluto. Liam amaba a Owen tanto como a su madre. Se trataba de que se
centró demasiado en mi situación para ver el panorama completo.
―Sé que todavía no me he mirado en un espejo, pero puedo adivinar que no es
bonito. ¿Cómo piensas explicarle eso a un niño de seis años de manera que no se asuste?
No tuvo una respuesta para eso de inmediato. Pude ver cómo repasaba las posibles
respuestas, aunque ya sabía que no había ninguna buena. Ni siquiera podíamos mentir
y decir que yo había tenido un accidente, no cuando había sido un accidente de coche en
el que también estuvieron él y Kate y que les arrebató a su padre. Ya era demasiado
mayor como para aceptar que se limitara a decir que me había hecho daño sin dar
explicaciones. Y decirle cualquier tipo de verdad era demasiado.
―Está bien ―dijo finalmente Liam―. Te quedarás conmigo en mi departamento.
Como si no hubiera pensado ya en eso.
―¿Voy a quedarme allí sola?
―Por supuesto que no. ―Su vehemencia dejó claro que no había entendido mi
punto de vista con eso. Yo no estaba pescando para que me vigilaran.
Incluso si no estaba segura de estar solo.
―Tienes una recámara, un sofá que no sirve para dormir y Owen sigue siendo un
factor, a menos que vayan a verse mucho menos. ―Miré a propósito a Kate, no para que
se pusiera de mi lado, sino como un recordatorio para Liam.
Él también se giró para mirarla. Si pudiera ver su cara desde mi ángulo, supongo
que sería de disculpa.
―Estaremos bien. Tú estás primero ahora mismo.
―A. No quiero que hagas eso. B. Sé que tú tampoco quieres. Y C. No es justo para
Owen si pasas de estar todo el tiempo a desaparecer. 50
Se frotó la cara, perdiendo claramente la paciencia conmigo.
―Bien. Entonces quédate con Sketch. Ya se peleó conmigo por esto.
―¿Olvidas que ellos también tienen hijos?
Liam, que normalmente era una de las personas más relajadas que conocía,
realmente gruñó de frustración.
―Carson, entonces.
―No. No va a pasar. Amo al hombre, pero él y Jean tienen cuatro gatos y yo soy
alérgica. Ni siquiera entro en esa casa si puedo evitarlo.
―Park ―enumeró Liam a continuación.
Parker ―o Park― era uno de los artistas de Sailor's Grave, el miembro más
reciente del equipo. Él no conocía toda la historia, pero en realidad eso era cosa mía.
Estaba muy metido en el mundo del grafiti, y yo había visto algunas de sus obras poco
después de empezar a trabajar para Carson y lo señalé. A partir de ahí, Carson se
embarcó en una misión individual para encontrar al artista que estaba detrás. Lo que
encontró fue un chico de la calle que necesitaba una salida. Carson le dio una nueva en
el tatuaje.
Como todos los que se quedaron en Sailor's Grave, se convirtió en parte de la
familia. Sin embargo, seguía siendo muy reservado. No es que no le gustara todo el
mundo, sino que estaba acostumbrado a estar más aislado y esa era su zona de confort.
Como me negaba rotundamente a que se quedara solo en un rincón, lo conocía mejor
que la mayoría. Incluso hasta el punto de haber estado en su departamento, algo que no
estaba segura de que ninguno de nuestros otros compañeros de trabajo hubiera hecho.
―¿Ahora sólo ofreces los lugares de otras personas?
―No. Fue a al estudio esta mañana y no estabas allí. Te llamó y luego a Sketch
cuando no respondiste porque dijo que le habías dicho que estarías. Cuando se enteró,
dejó todo y vino aquí. Ofreció su lugar por su cuenta.
Hice una pausa, reflexionando sobre eso.
Park tenía un departamento de dos recámaras. Me había dicho que al principio
había planeado conseguir un compañero de cuarto, pero se ganó una gran reputación
por su trabajo más rápido de lo que pensaba. No había necesitado ayuda para pagar la
renta y estaba acostumbrado a estar solo. En cambio, aquella segunda habitación había
sido cubierta con lonas para que pudiera pintar allí sin destrozar nada. Me sentí mal
ante la perspectiva de quitarle eso, pero luego pensé en volver a mi propio 51
departamento, en intentar dormir allí sabiendo que él sabía que estaba allí, que de alguna
manera él había entrado.
―Okay, me quedaré con él.
Por un momento, pensé que Liam se iba a enojar por el hecho de que me quedara
con Park, pero no con él. Otra ventaja de ese escenario era que Park tenía mucha mierda
en su pasado de la que no quería hablar, así que respetaba la privacidad de los demás.
Liam era un gran tipo que sólo quería apoyar a la gente que le importaba, pero como era
abierto en casi todo, su apoyo no implicaba silencio. Incluso cuando me había enojado
con Jackson en los meses que habíamos coqueteado y lo que fuera, Liam había estado
encima de mí para hablar de lo que estaba mal.
De esto, de lo que pasó, no quería hablar. Lo había hecho tanto como estaba
dispuesto con el oficial Andrews sólo porque quería que atraparan al cabrón si había
alguna posibilidad de hacerlo. Con esa parte fuera del camino, había terminado de hablar
de ello. O de pensar en ello, si es que podía lograrlo.
Aunque, por la forma en que me dolía todo si me movía, supuse que esa última
parte era una posibilidad remota. Aunque tuviera la suerte de que no me quedaran
cicatrices de nada de esto, los recuerdos físicos estarían presentes al menos durante un
tiempo.

Liam había enviado a Park una vez que había aceptado quedarme con él. Por suerte,
como yo había esperado, no había dicho mucho. Después de sorprenderme entrando,
acercándose lo suficiente como para acariciar mi mejilla buena y besar ligeramente mi
cabeza, se sentó y esperó conmigo.
―No tengo que quedarme contigo, sabes ―le ofrecí.
―Si hubieras intentado volver a tu depa, habría aparecido y acampado en tu sofá
indefinidamente ―contestó con suavidad.
―En cambio, estaré en el tuyo. ―Intenté que el desvío del hecho de que sabía que
no podía volver a mi propio departamento sonara como una broma. Incluso mientras
esperábamos allí, Kate estaba acorralando a Ember, y estoy segura de que a más mujeres
de Discípulos Salvajes, para que fueran a mi casa y empacaran lo que necesitaría. Ni
siquiera había intentado sugerir que lo haría yo misma, porque realmente no estaba 52
segura de ser capaz.
Si Park se dio cuenta, aunque no estaba segura de que no pudiera, no lo hizo. Se
limitó a decir:
―No, yo lo haré. Tienes que curarte. Quédate con la cama. Ya buscaremos una
cama para la segunda habitación cuando tengas un poco más de movilidad.
No comenté el hecho de que sonaba como si estuviera planeando tenerme cerca
durante bastante tiempo con eso.
―No puedo aceptar tu cama.
―He dormido en cosas peores que estar en un sofá. Además, tengo uno muy
cómodo. Me duermo en él todo el tiempo.
No era algo que delatara abiertamente, pero sabía que Park había sido un indigente
o casi. Podía imaginar que definitivamente había dormido en peores condiciones. Eso no
me hizo sentir mejor por haber tomado su cama, o el desvío al final que era
dolorosamente obvio para alguien que había estado lanzando algunos de los suyas hoy.
No habíamos hablado mucho después de eso.
Pasó otra media hora antes de que yo estuviera lista para irme. Me repitieron todas
las instrucciones para cuidar de mis heridas, incluido el hecho de que debían checarme
constantemente cuando durmiera a causa de la conmoción cerebral, y un Park muy
concentrado. Si tenía algún plan para descuidar algo, la atención que Park prestaba a
Jim dejó claro que eso no iba a ocurrir.
Desestimé el ofrecimiento de una silla de ruedas, pero Park insistió en estar cerca
y en ofrecerme apoyo mientras salía lentamente ―lenta y dolorosamente― de la
habitación. Apenas llegamos al final del pasillo antes de llegar a la sala de espera, y vi
toda la fuerza de apoyo que tenía a mi espalda.
Era un mar de músculos, tatuajes y cuero. Casi todo el club Discípulos Salvajes
estaba allí. Sólo faltaban algunas caras, probablemente porque muchos de los hombres
y mujeres que me esperaban allí eran padres, y alguien estaba cuidando a los niños.
Sketch se puso de pie en un segundo, alejándose de donde Ash había estado presionado
a su lado y viniendo hacia mí. La cruda intensidad de su presencia podría ser intimidante
si no confiara implícitamente en él.
―Está jodidamente muerto. ―Era una promesa―. Nadie volverá a ponerte un
puto dedo encima.
Quería decir que estaba bien, que su enojo no era necesario, que no quería que 53
hicieran nada, pero se me había cerrado la garganta. Sabía que el club me apreciaba, que
me había convertido en un fijo en sus fiestas y que siempre me recibían con cariño. Que
todos habían estado allí, esperando con evidente angustia durante horas porque me
habían herido, me robó las palabras. Sabía que había creado una especie de familia desde
que llegué a Hoffman y acepté el trabajo que me ofreció Carson, pero hasta ese momento
no me había dado cuenta de lo grande que se había vuelto.
―Tendrás hermanos patrullando regularmente la casa de Park y vigilando la tuya
hasta que solucionemos esta mierda ―continuó Sketch.
―No tienes―
Cortó las palabras que estaba tratando de forzar fuera.
―No te sientas nunca insegura. No otra vez. ¿Sí?
Sólo había una respuesta aceptable para eso, así que la di.
―Sí.
Justo en ese momento, hubo una conmoción más allá de mi grupo reunido. Pies que
pisan fuerte y una voz alzada que exigía:
―¿Dónde está?
Si no hubiera conocido esa voz durante años, pensando en él como en un padre,
podría haberme aterrorizado por todo lo que había pasado. En cambio, incluso más allá
del grupo de motociclistas listos para la venganza, esa voz me hizo sentir más tranquila.
Vi el familiar y curtido sombrero panamá que siempre llevaba antes de que el grupo
se separara para dejar pasar a Carson, y se acercó a mí.
―Vine lo más rápido que pude ―juró él mientras me abrazaba, y por primera vez
en horas, respiré un poco más fácil.

54
CAPÍTULO 8
BRADEN

Me desperté por primera vez en putas semanas sintiéndome esperanzado.


Y nervioso.
Hoy iba a localizarla, dondequiera que estuviera, e íbamos a hacerlo bien.
No más Jackson.
No más vida secreta.
No más mentiras.
Sólo Jess, aunque tuviera que romperme el culo para demostrarle que debía darme
una verdadera oportunidad sin que todo se interpusiera.
Con las pruebas que había reunido delante de ellos, cuatro de los chicos de Coranco
se volvieron locos para salvar su propio pellejo. Fue una jugada estúpida, porque incluso
la custodia protectora sólo sirvió para algo. No era algo que dejáramos que ocurriera,
pero incluso los reclusos seccionados acababan en losas a veces, y Coranco era un
pendejo vengativo. Me habían enviado sólo después de que una de sus muchas chicas 55
secundarias fuera sospechosa, erróneamente, de revelar secretos a la policía. La
encontraron tirada en un barranco, mutilada, antes de que la sacaran de su miseria. Si
era capaz de hacer eso a una mujer con la que estaba involucrado, no se sabe lo que le
haría a un soldado de a pie traidor.
Pero ese no era mi problema.
Había hecho mi trabajo, y los cargos habían sido presentados. Ahora, me lavaba las
manos hasta que me necesitaran en el estrado.
Lo que significaba volver a la vida.
El primer paso era mudarse oficialmente a Hoffman.
Hasta que me llamaron para hacer este trabajo encubierto, había estado viviendo
en Salem y trabajando para la policía en la capital del estado. No parecía que fuera a
haber oportunidades en breve para ascender, aparte de la antigüedad, y aunque me
gustaba el trabajo de patrulla y me sentía orgulloso de ese puesto, me había metido en
las fuerzas del orden para ser detective. En Salem, no estaba convencido de que esa
oportunidad se me presentara pronto. En Hoffman, sí.
Ahora, una vez terminada mi misión con Coranco, podría mudarme abiertamente
a Hoffman, buscarme un lugar e instalarme.
Luego, ir tras mi chica.
Había pensado en llamarla mil veces, pero no tenía ni un teléfono en la cabaña.
Sólo una radio que podía usar en caso de emergencia para llamar al pueblo más cercano.
En la última semana, desde que por fin me habían liberado de ese maldito lugar, había
sido aún más difícil.
Seguía reproduciendo esa noche. Le había hecho promesas que a estas alturas tenía
que parecer que había roto. Joder, lo último que había dicho antes de salir por la puerta
aquella mañana fue una.
―Esta noche.
Irme de esa manera, aunque ella pudiera entender ahora algo del porqué, me tenía
convencido de que una llamada telefónica ahora no era el camino a seguir. Necesitaba
estar allí, finalmente, como había dicho que estaría. Necesitaba que me viera y sintiera
ese calor entre nosotros para que no ella pudiera convencerse de que todo era una
mierda.
Había tenido que entrar en el departamento el día anterior y convertirme
oficialmente en parte del DPH, y ahora tenía el día para recuperarla.
56
Llevaba cinco minutos llamando a su departamento. No vi su coche cerca, así que
probablemente fue un esfuerzo infructuoso desde el principio, pero estaba aquí, así que
lo intenté. Había venido primero con la esperanza de que fuera uno de sus días libres.
Ciertamente sería más fácil si ella estuviera en casa durante el día. En cambio, ahora iba
a tener que ir a irrumpir en su trabajo. No es lo ideal.
Pero esperar más tiempo me parecía una decisión equivocada. Incluso si me decía
que hablaríamos más tarde, al menos era algo. Ya que no había hecho nada la primera
vez para demostrarle que la quería hasta el final, se merecía saberlo ahora.
Volví a mi coche, dando marcha atrás para dirigirme al estudio. Mientras me
acercaba, mi tono de llamada llenó el coche, la pantalla del salpicadero me informó de
que Jack estaba llamando. La única ventaja de no ser detective todavía era que no estaba
de guardia en ningún momento por mis casos abiertos, así que probablemente no estaba
relacionado con el trabajo. Si el día anterior sirvió para algo, fue una mezcla de darme
mierda y de recordatorios para que le dijera a ella que se mantuviera en silencio, incluso
ahora que el caso había terminado, ya que no necesitábamos que la cadena alimentaria
se enterara de que él había compartido ese tipo de información privilegiada.
Pulsando un botón del volante, lo envié al buzón de voz. Ya había dejado claro su
punto de vista. Todo lo demás podía esperar hasta más tarde, a ser posible mucho,
mucho más tarde.
Fui lo suficientemente hombre como para admitir lo jodidamente nervioso que
estaba al llegar a la puerta de Sailor's Grave. El viaje en coche sólo me había dado más
tiempo para fijarme en cuál iba a ser la reacción inicial de ella.
Si intentaba ser positivo, estaba en algún lugar entre las miradas abiertamente
apreciativas que me dirigió la primera vez que entré ―aunque tardé un minuto en
notarlas, ya que había estado sumido en mi propio aprecio por ella― y saltarme encima.
Cualquier lugar en el que estuviera sería jodidamente ideal. Por otro lado, sabía que
podría estar más en el rango de la actitud que me lanzó en nuestra noche juntos ―que
tampoco sonaba del todo mal porque se enojaba más sexy que cualquier mujer que
hubiera visto― para decirme que me fuera.
Aunque el pensamiento realmente perturbador en todo esto era que ella le
importara un carajo que yo estuviera allí.
Sacudiéndomelo de encima, seguí adelante. Conocía todas las posibilidades. No
había tenido más que tiempo en esa cabaña para pensar en todas ellas. En cualquier
versión, valía la pena arriesgarse. Si todo se iba al infierno, me lo había creído.
Ella no estaba detrás del escritorio. 57
Sólo había dos tatuadores, cada uno con clientes en sus estaciones. Las paredes
bajas que bordeaban cada estación estaban todas decoradas por el tatuador que
trabajaba allí. Debía parecer un desastre con todos los estilos y colores diferentes, pero
funcionaba. Ahora, estando de vuelta por primera vez desde que estuve dentro del
departamento de Jess, me pregunté si fue su idea hacer eso. Su espacio era igual en
muchos aspectos. Desordenado, vibrante, pero todavía atractivo porque era claramente
ella.
Al cabo de un minuto, uno de los tatuadores, un tipo de aspecto macizo con mangas
completas y un piercing en la ceja izquierda, se levantó y se acercó al frente.
―¿Puedo ayudarle?
―Estoy buscando a Jess, ¿está aquí?
Hizo un trabajo medio decente para mantener su cara neutral, pero yo había sido
entrenado para detectar cosas que otros no. Por un momento, se mostró cauteloso.
―No está. ―Eso fue todo, ni siquiera una sugerencia de que volviera en otro
momento. La implicación clara de que si esta era la única manera que yo tenía de llegar
a ella, no tenía nada caso hacerlo.
Tal vez ella había empezado algo con este tipo, o él al menos quería hacerlo y eso
le hizo advertirme de que me alejara.
Me negué a reconocer lo primero.
―¿Lo está Sketch? ―Aparte de las horas de su trabajo en mi piel, que fuera mi
contacto con los Discípulos Salvajes mientras ayudaban a informar sobre Coranco
significaba que me conocía bien. Si le daba algo de la historia, podría darme su número.
La ceja perforada se levantó un poco, probablemente no esperaba que yo
preguntara por alguien que no fuera la sexy recepcionista. Podría ser que con todo lo
que era ella en ese escritorio, este tipo de cosas sucedieran regularmente.
―No. Tiene una mierda hoy, no vendrá.
Estupendo.
―Bien, gracias.
Saliendo, busqué mi teléfono para descubrir que lo había dejado en el coche.
Aparentemente, iba a tener que buscarla. Ni siquiera tenía el número de Sketch en mi
propio teléfono, pero sabía que Jack lo tendría. Si tenía que lidiar con su diatriba y con
su mierda, que así fuera.
Cuando volví a estar en el coche y agarré el teléfono del portavasos donde se me 58
había caído, vi que Jack me había llamado dos veces más mientras yo estaba dentro.
Llamé de inmediato.
―Ya era hora ―espetó.
―Mira, sé que... ―empecé, pero él interrumpió.
―Tu chica fue atacada anoche.
Todo se detuvo.
En la academia nos enseñaron a manejar situaciones de gran presión. Nos
enseñaron a no dejarnos sorprender por lo inesperado. Nos enseñaron a no quedarnos
paralizados sin importar lo que nos arrojaran. En el cumplimiento del deber, no
tardamos en asimilar esas lecciones. Cada novato tiene un momento que le enseña a
poner en práctica esas cosas. Entonces, si tienen alguna esperanza de seguir llevando
esa placa, no se congelan otra vez. En mi año de novato, aprendí durante una parada
rutinaria por una luz de freno rota. Cuando mi compañero volvía al coche después de
comprobar la identificación del conductor, el pasajero intentó sacar una pistola de
debajo de su asiento. Me quedé helado durante medio segundo, pero por suerte mi
compañero, un veterano, no lo hizo.
Después de eso, nunca volví a dudar en el trabajo.
Pero justo en ese momento, me congelé.
―¿Qué?
―Andrews me llamó. Tomó su declaración, reconoció la dirección y la recordó del
día en que sacamos todo del departamento. No sabía que ella tenía que ver contigo, pero
aun así quiso soltarlo por si había alguna posibilidad de que estuviera conectada con
nuestro caso. Un cabrón entró en su casa y le dio una paliza. Los vecinos llamaron por
el ruido, pero ya se había ido cuando las unidades llegaron a la escena.
Joder.
Poniendo el coche en marcha, pregunté:
―¿Está en la comisaría?
―En el hospital. Le tomaron declaración allí. Dijeron que la iban a dar de alta
pronto, pero eso es todo lo que él sabía.
―Bien.
No me molesté en decir nada más. Colgando, conduje tan rápido como pude,
rompiendo las leyes de tráfico que yo debía defender. Nada de esa mierda importaba. 59
Sólo Jess.
Me detuve en el primer lugar que vi, sin querer perder un minuto buscando otro.
Joder, si estuviera más cerca, podía llegar a las puertas más rápido desde donde estaba.
Y lo hice.
Porque jodidamente corrí.
Fue cuando me acercaba a las puertas que escuché el sonido de motocicletas
acelerando. No una o dos, sino muchas. Demasiadas para ignorarlas. Sólo había una
razón para escuchar ese sonido en Hoffman.
Me giré, sabiendo ya lo que vería. Un grupo de hermanos del MC Discípulos
Salvajes, algunos con sus old ladies a la espalda, preparándose para salir. Y, ligeramente
apartado de los demás, Sketch.
Mis pies cambiaron de rumbo antes de que tuviera un pensamiento consciente,
trotando hacia donde él y su esposa estaban listos para irse mientras yo gritaba para
detenerlo. Ella se fijó en mí primero, y su mano alrededor de la mitad de él se movió
para dar un tirón a su chaleco de cuero. Su atención rebotó de ella a mí, y volvió a
relajarse, señal de que no se iba a ir hasta que oyera lo que yo quería.
Cuando llegué a él, mi respiración era elevada, pero no sabía si era la carrera por
el lote o la adrenalina que había estado corriendo por mi sistema desde que Jack me
llamó. Tampoco me importaba una mierda. Necesitaba respuestas, y él podía
conseguirlas más rápido que preguntando al personal de dentro, incluso si enseñaba mi
placa.
―¿Dónde está?
Para mi sorpresa, sus cejas se fruncieron y sus brazos completamente entintados
se cruzaron sobre su pecho. Vi cómo los labios de Ash se apretaban ante su cambio de
postura.
―¿Por qué quieres saberlo?
La insinuación subyacente de que yo no era de confianza en su paradero me irritó,
pero traté de recordar que estaba tratando de protegerla. Después de lo que sea que le
haya pasado, eso era bueno. No era su culpa que no supiera que había algo entre
nosotros. Joder, eso era cosa mía.
Pero nada de eso evitó que mi presión sanguínea subiera.
―Mira, entiendo que estés viendo por ella, y me alegro, así que te diré que no fuiste 60
el único al que llegué a conocer mientras trabajaba en ese caso. No tuvimos el tiempo
que hubiera querido y que estoy tratando de conseguir ahora, pero eso no cambia que
ella ya me importa. Sabes lo que soy, y de ninguna manera le haría daño a ninguna
mujer. Pero cerca de la cima de esa lista está Jess. Ahora mismo, lo único que me importa
es estar ahí para ella, así que necesito saber dónde coño está.
Antes de que pudiera decidir cómo se sentía sobre todo lo que había dicho, Ash
habló con una voz que logró ser suave incluso mientras se proyectaba sobre el motor
bajo.
―Ya se fue.
―Luciérnaga ―advirtió él.
Ella se giró hacia él, incluso mientras sus ojos permanecían en mí. Sabía que ella
estaba hablando justo en su oído, pero no podía escuchar ni siquiera un susurro.
Apretando los puños, luché por quedarme quieto y esperar no perder la compostura.
Finalmente, él cerró los ojos, con la frustración sangrando de él. Fuera lo que fuera
lo que ella había dicho, lo había conseguido. Si no creyera que me compraría una tumba
temprana, podría haberla jodidamente besado.
―Se va a quedar con Parker, uno de los chicos del estudio ―compartió Sketch a
regañadientes, y luego me dio la dirección―. Tendremos a uno de los nuestros vigilando,
pero tienes el alcance de añadir patrullas azules a eso, nos haría dormir mejor a todos.
Park puede arreglárselas solo, lo sé. No significa que deba llegar a ese punto.
―No lo hará.
No había forma de que el pendejo detrás de esto se acercara a ella otra vez. No me
importaba si tenía que deber marcadores a cada policía que conocía y pasar cada hora
que no estaba de servicio fuera de su casa. Nadie volvería a tocarla.
Sketch me hizo un gesto con la barbilla, pero yo ya me estaba preparando para
irme. A un par de pasos, me llamó. Mirando por encima de mi hombro, esperé a que
dijera lo que necesitaba.
―Si le haces daño, de cualquier manera que pueda surgir, no me importa el trabajo
que tengas, te haré desaparecer.
Le devolví el asentimiento y seguí mi camino. Normalmente, una amenaza como
esa haría que se me erizaran los pelos e incluso podría sacar las esposas. De él, sabiendo
que se preocupaba por Jess, lo aceptaría.
También tomaría el conocimiento de dónde encontrarla. Tomaría eso y correría.
61
CAPÍTULO 9
JESS

Tardamos más de media hora en salir del hospital con Carson y Jean encima de mí. La
mayor parte de las veces, eso consistía en que Jean hacía un millón de preguntas sobre
lo que yo podría necesitar en cualquier tienda del mundo que ella pudiera ir a buscar
mientras su marido exigía planes a Parker, Liam y los Discípulos sobre cómo iban a
mantenerme a salvo.
―Deberías venir a quedarte conmigo y con Jeany. ―Había gruñido más de una
vez―. Llevarte a la cabaña y dispararle a todo lo que entre en rango. Eso te mantendrá
jodidamente a salvo.
Que Dios me salve de los machos bienintencionados sobreprotectores.
―Sería bueno que salieras de la ciudad y te fueras a las montañas, donde hay paz
―dijo Jean.
Oh, añadiré que también me vendría bien salvarme de las dulces mujeres de
machos.
Había hecho todo lo posible por evadirme utilizando excusas como sus lindos, pero
62
demoníacos bebés peludos que hacían que mis pulmones se agarrotaran y mi piel se
llenara de ronchas, incluso el hecho de que sería mejor estar en la ciudad en caso de que
necesitara volver al médico. Fue mi tercer intento el que obtuvo una reacción.
―No puedo irme sin más. Todavía tengo que volver al trabajo.
Tanto Carson como Sketch se concentraron en mí.
―No de inmediato ―añadí antes de que alguno de los dos se desahogara―. Pero
una vez que el hematoma desaparezca, tendré que volver al estudio.
Sketch estaba inquietantemente callado, donde rara vez se podía decir que Carson
era así.
―Volverás una vez que estés bien curada y se haya resuelto lo de ese hijo de puta
―espetó el anciano.
Haciendo un sincero intento de no sonar como un adolescente petulante, le
contesté:
―Ya no eres el jefe.
Me dirigió una mirada fulminante antes de girarse hacia Sketch. Ninguno de los
dos dijo nada, solo intercambiaron asentimientos y supe que el verdadero jefe tampoco
se dejaría convencer. Respirando hondo, decidí que el mejor plan era salir de allí y
afrontar ese combate otro día, cuando estuviera menos adolorida, más descansada y
mejor preparada para ganar.
Ya fuera que vieran que me retiraba a mi rincón, o que simplemente se dieran
cuenta de que era mejor que lo hicieran para que pudiera dejar de agotarme, la
conversación había decaído allí, y finalmente, todos se pusieron a la tarea de escoltarme
hasta el estacionamiento. Ni siquiera me molesté en pelear cuando Carson insistió en
llevarme a casa de Park, ya que su viejo Cadillac me resultaba más fácil de subir que el
pequeño coupé de Park.
Cuando llegamos allí, sólo tardé un minuto en darme cuenta de la evidente
dificultad que supondría quedarme con Park. Principalmente, los escalones hasta la
puerta principal, y luego los dos tramos que, según recordaba, seguirían una vez que la
atravesáramos. Mis piernas, aunque adoloridas y magulladas, no habían sufrido ningún
daño importante. Sin embargo, el simple hecho de caminar desde el estacionamiento
lateral hasta la puerta principal me había dejado sin aliento. Subir todas esas escaleras
podría acabar conmigo.
―Llaves, muchacho ―ordenó Carson, y Park se las lanzó. Sin decir nada, Carson 63
empezó a probar las dos llaves en el llavero para ver cuál abría la puerta.
Parker se acercó a mí y se arrodilló un poco, extendiendo los brazos.
Sabía lo que estaba haciendo y, sin embargo, mis labios soltaron:
―¿Qué estás haciendo?
―Cargarte.
―¿Perdón?
Siendo un hombre de pocas palabras, como siempre, miró de mí a las escaleras y
de vuelta.
―¿Me vas a dejar caer?
Sonrió, y me sorprendió como antes el hecho de que era devastadoramente guapo
de una manera que lo hacía parecer a la vez lindo y peligroso, confiable y perverso. Su
blanca sonrisa destacaba sobre su piel bronceada, haciéndola parecer más brillante. Sus
ojos oscuros hacían difícil saber si era realmente un ángel o un demonio.
Me inclinaba por el diablo cuando me levantó sin responder. Lo hizo lentamente,
con movimientos cuidadosos para no hacerme daño. Contuve las maldiciones que
querían salir al ver cómo incluso el movimiento controlado me sacudía las costillas y me
producía un dolor cegador en el abdomen. Cuando su sonrisa desapareció por completo,
supuse que aún lo había notado.
Park se tomó su tiempo para subirme, dando cada paso con la mayor suavidad
posible. Para cuando llegamos a cada puerta, Carson ya la tenía abierta para nosotros.
Dentro de su departamento, Park me acomodó en el sofá, explicando:
―Quiero cambiar las sábanas para que todo esté fresco para ti.
Jean, sin dudar en absoluto, se dirigió a la cocina. Observé cómo abría y cerraba el
refrigerador y los gabinetes, haciendo balance. Ni siquiera podría decir que esto era algo
que hacía por mi estado actual, aunque estoy segura de que contribuía. En más de una
ocasión, había hecho exactamente lo mismo en mi casa cuando estaba perfectamente
sana. Jean y Carson habían intentado tener hijos durante mucho tiempo, pero nunca lo
consiguieron. Ahora, Jean tenía la tendencia de dejar que ese instinto maternal se filtrara
en las personas de su vida. Incluso cuando se excedía un poco, la dejaba hacerlo. Sólo
esos pequeños gustos seguían siendo mucho mejores que cualquier cosa que hubiera
recibido de mi verdadera madre.
Después de todo, Jean estaba aquí. Si tomara el teléfono ahora mismo y llamara a
mi madre, colgaría en cuanto se diera cuenta de que era yo. 64
―Voy a hacer una lista para asegurarnos de que están todos abastecidos aquí ―
llamó.
Carson, que estaba más que acostumbrado al modo de su esposa, le sonrió antes de
centrarse en mí.
―¿Tienes recetas que necesitas surtir mientras hacemos eso?
Sacudí la cabeza.
―Las surtieron en el hospital. Park las tiene.
―Bien. Si necesitas algo, no dudes en llamarme. ¿De acuerdo?
Tal vez era que me estaba retrasando otra vez, sintiendo que podría quedarme
dormida en instantes si me lo permitiera, pero su oferta me atragantó un poco.
―Park se ocupará de mí.
―Jessie, confirma que me entiendes.
―Te entiendo, anciano.
Sacudió la cabeza.
―Te voy a enseñar lo que es anciano ―refunfuñó, pero se limitó a enfocarse en
mis párpados caídos. Sin decir nada, empezó a ajustar las almohadas del sofá antes de
ayudarme a recostarme en ellas. Cuando me acomodé, volvió hacia la habitación de Park,
y regresó un minuto después con una manta para cubrirme.
―Relájate. Nosotros te cuidaremos ―prometió.

Me desperté ante un golpe y mi corazón se aceleró inmediatamente.


Tardé un momento en registrar que estaba arropada en un sofá, pero no en el mío.
En el de Park. Sí.
Me obligué a respirar cuando me di cuenta de que el sonido en la puerta no era el
golpeteo como el de la policía. Era calmado, aunque el sonido viajaba. A menos que me
equivocara debido a las drogas, estaba bastante segura de que no había estado dormida 65
mucho tiempo. La luz de las ventanas parecía la misma.
Park apareció desde la segunda recámara un minuto después, mirando hacia mí
para ver cómo estaba, pero se dirigió directamente a la puerta. Comprobó primero la
mirilla y me di cuenta de que tenía la cara contraída mientras retrocedía un poco antes
de abrir la puerta. Su postura lo decía todo. Estaba dispuesto a ver quién era, pero no
iban a entrar a menos que lo derribaran.
Mi ritmo cardíaco volvió a dispararse.
―¿Sí? ―respondió Park, inequívocamente tenso.
―Estoy aquí por Jess.
Conocía esa voz.
Jackson.
No, ese ni siquiera era su puto nombre.
No es que importara.
Lo que importaba era que estaba allí, justo en la puerta de Park, diciendo que era
por mí.
¿Por qué estaría allí por mí? ¿Cómo sabía que yo estaba allí?
¿Qué demonios estaba pasando?
Era demasiado obvio que había dado la respuesta equivocada cuando Park contestó
con una voz que era todo amenaza.
―Inténtalo otra vez.
―Me llamo Braden Miller. Soy agente de policía de Hoffman y conozco a Jess.
Sketch me dio tu dirección y me dijo que la habías traído desde el hospital. Sólo necesito
verla y asegurarme de que está bien.
Braden Miller.
Por fin sabía su verdadero nombre.
Me gustaba, aunque realmente no quería que me gustara.
De lo que estaba segura es que no me gustaba que estuviera aquí, como si de alguna
manera yo importara cuando él llevaba quién sabe cuánto tiempo de vuelta. Lo que no
me gustaba era que hubiera jugado con Sketch de alguna manera para que le diera mi
ubicación. Aunque no fuera una amenaza y Sketch lo supiera, eso no significaba que
quisiera verlo. Definitivamente no quería que Sketch tuviera idea de nuestra situación. 66
Lo único que quería era que se fuera.
La puerta se cerró con un chasquido y me centré por completo en Park.
―¿Lo conoces?
―Sí. Es uno de los clientes de Sketch. Y vivió al otro lado del pasillo durante un
tiempo...
Esa era parte de la respuesta, y no estaba lo suficientemente atenta como para ser
evasiva hasta el punto de que Park no lo supiera. Me quedé en una forma que dejaba
claro que había más en la historia.
―¿Es él quien te hizo eso? ―preguntó Park directamente.
―No.
Quienquiera que fuera, su voz era diferente. Poco familiar. Habría reconocido la de
Jackson ―no, la de Braden― en cualquier lugar.
Asintió con la cabeza, y luego continuó:
―¿Quieres que lo deje entrar?
Su expresión era totalmente neutral, pero no forzada. Lo que hiciera a continuación
dependía por completo de mí, incluso si eso lo ponía en desacuerdo con un policía.
―No.
Park asintió otra vez y se volteó hacia la puerta. Mientras lo hacía, me di cuenta de
que estaba conteniendo la respiración, sin saber si estaba preparada para lo que vendría
después.

67
CAPÍTULO 10
BRADEN

El edificio en sí era anodino. Desde el exterior, no se podía saber si las unidades estaban
recién reformadas y tenían un precio excesivo, si eran más antiguas y estaban bien
conservadas, o si todo era un completo agujero de mierda. Si Sketch y el club estaban de
acuerdo con que Jess se quedara allí, y sabiendo lo ocupados que estaban todos los
tatuadores de Sailor's Grave, me sentí cómodo al suponer que no era lo último.
De camino, llamé a Andrews y le pedí toda la información. Al no ser mi caso, no me
correspondía saberlo del todo. Mi implicación personal significaba que no se me
permitiría acercarme a él. Por el momento, no se lo di, aunque supuse que era lo
suficientemente bueno como para decirme lo que necesitaba saber de todos modos.
Sobre todo, yo no quería perder el tiempo con esa mierda. Quería respuestas, y él me las
ofreció sólo por suponer que me preocupaba la proximidad del caso Coranco.
―No se puede saber todo a partir de lo que le dijo, pero casi seguro que esto es
aparte. Por lo que parece, es un acosador. Él afirmó repetidamente que ella no debía
volver, por lo que no estaba allí con la intención de hacerle daño, pero no hubo ningún
robo incluso después de que ella perdiera el conocimiento. Mencionó saber la marca de 68
su vehículo, aunque ella no lo condujo a casa anoche. Por lo que parece, estaba allí por
una fijación con ella, pero entró porque sabía que no estaba. Sólo se puso violento cuando
ella lo sorprendió.
Nada de eso me hizo sentir mejor. Sin el tipo en custodia, no me sentiría tan bien
en general. Pero al menos si había sido algo al azar, la probabilidad de que ella siguiera
en riesgo era menor. Si algún puto enfermo estaba obsesionado con ella, esto sólo podía
ser el principio. El hecho de que él estuviera dentro de su departamento en primer lugar
era una señal de que estaba escalando.
Me acerqué a la puerta principal y tuve suerte cuando alguien salió. Me aparté
sujetándola para mí, pero el tipo se detuvo y mantuvo una mano sobre ella.
―¿Vives en el edificio? ―Su tono me decía que sabía que no lo hacía.
Un hombre inteligente. Demasiada gente mantiene las puertas abiertas de esa
manera sin importarle quién las atraviesa. Esas puertas exteriores tenían cerraduras por
una razón. Que a alguien no le importara quién entraba en el edificio era probablemente
parte de la forma en que el cabrón que atacó a Jess entró en primer lugar.
Metiéndome la mano en el bolsillo, saqué mi cartera y mostré mi placa. Él aflojó su
agarre en la puerta.
―Lo siento, hombre. Tengo hijas y quiero asegurarme de que están bien.
―No se preocupe, es lo correcto.
Siguió su camino, despejando el paso mientras yo entraba y subía corriendo las
escaleras. Al llegar al 304, tomé aire para recomponerme y llamé a la puerta.
Hubo una pausa antes de que la puerta se abriera a un tipo un poco más joven que
Jess, con tatuajes a todo color que reconocí de Sailor's Grave. No la abrió del todo, su
cuerpo bloqueó la apertura por completo.
―¿Sí?
―Estoy aquí por Jess ―dije directamente.
―Inténtalo otra vez. ―La amenaza no fue velada. No le gustaba eso, y si no me
echaba atrás rápido, me sacaría si era necesario.
No sentía que le debía una mierda a este tipo, pero la estaba protegiendo. No podía
enojarme por eso. Ahora mismo, ella podría usarlo. Ahora mismo, cada persona a la que
había mostrado esa puta luz brillante que quería defenderla era un activo, y todos
éramos mucho más valiosos como equipo que como enemigos. Reconociendo eso, se lo
entregué. Mi nombre, mi trabajo y mi corazón en la manga. 69
Me miró fijamente a través de ello, y luego la puerta se cerró de golpe sin siquiera
reaccionar. Cualquier mierda que hubiera visto en la vida, le había dado la capacidad de
ser imperturbable, eso era seguro. Sea lo que sea lo que estaba decidiendo sobre mí, yo
no iba a saberlo a menos que él lo quisiera. Esperé, escuchando el murmullo de las voces
del interior. Esto iba a ser la elección de Jess, entonces. Podía salirme bien o explotarme
en la cara. Pero era la confrontación que había estado esperando.
Pasaron un par de minutos antes de que abriera otra vez, y sólo por su cara supe
que no iba a entrar.
Joder.
―No quiere verte. ―No hizo falta que dijera en voz alta la advertencia de que me
fuera a la mierda.
Me iría. Jodidamente mataba, pero era lo mejor por ahora. Buscando en mi bolsillo,
saqué una tarjeta y un bolígrafo, tomándome un segundo para garabatear mi número
de celular en ella.
―¿Le das esto? ―Se lo entregué, y al menos lo tomó. Si decidía pasarlo, no lo
sabría a menos que ella se contactara―. Si necesita algo, tiene un mal presentimiento,
lo que sea, vendré enseguida.
No esperé para irme. Jess estaba ahí dentro habiendo pasado por un infierno. No
tenía por qué agobiarla, y no tenía por qué llegar a las manos con su amigo y compañero
de cuarto temporal cuando me negara a irme. El espacio ―más puto espacio que no
quería de ella― era el único movimiento que tenía a mi disposición. Sin ninguna idea de
cómo arreglar esto, volví a mi coche, decidiendo que haría lo único que podía,
asegurarme de que su caso recibía la atención que debía.

Dos horas después, estaba en la oficina del capitán, sintiéndome como si hubiera
vuelto a la escuela frente al director.
―¿Quieres explicarme la fijación de este caso? ―me preguntó.
Mickey Ruxin había sido el capitán de la policía de Hoffman durante años. No sabía 70
si el estereotipado bigote de policía le venía de antes o de después del ascenso, pero me
preguntaba si era sólo una dirección en el asunto de apariencia. El hombre parecía un
policía, incluso si le afeitaban el bigote. Había canas que se abrían paso en su pelo rojizo,
que estaba desfilado a un lado y en su sitio cada vez que lo veía. Parecía que todavía
podía darte una paliza, aunque ya no estuviera tan musculoso como probablemente lo
estaba cuando era más joven.
También era intimidante por naturaleza, lo que lo hacía bueno para su trabajo.
Me miró fijamente desde su escritorio, esperando.
―La chica ―admití.
―¿La conoces? ―Pero él ya sabía la respuesta.
―Sí.
―¿Involucrado?
―Intentando estarlo.
Asintió con la cabeza.
―¿No está interesada? ―Sus labios se levantaron de un lado, haciendo que el
bigote se fuera de lado.
Sabiendo que no le iba a sacar nada en claro, opté por una versión abreviada de la
verdad.
―Es difícil hacer una jugada de incógnito y luego esconderse.
―O después de que un monstruo se meta en su casa y le haga daño. ―Apreté la
mandíbula hasta el punto de que me dolía la idea―. Ahora estás empeñado en asegurarte
de que encontremos al bastardo.
―Más o menos.
Se echó hacia atrás en su silla, con las manos juntas y apoyadas en el estómago.
―Sabes que no puedo permitir que te involucres en la investigación.
―Lo sé.
Asintió con la cabeza, al menos con la seguridad de que no iba a tener que soltarme
todo el discurso del porqué, aunque sabía que estaría pendiente de lo mucho que
intentaba meterme de todas formas.
―¿Tienes algo que pueda pasar que nos ayude a reducir el número de este tipo?
71
Eso era algo que había estado diseccionando en mi cabeza todo el día,
especialmente desde que Andrews me dio el resumen de la declaración de Jess.
―Sea quien sea, no creo que esté en la red. No será alguien que el departamento
conozca especialmente bien.
―¿Qué te hace decir eso?
―Ella es la recepcionista de Sailor’s Grave ―le informé―. Para lo que sabemos,
parece que le echó el ojo, probablemente la siguió antes de llegar a irrumpir. Si lo hizo,
sabría de su trabajo y para quién trabaja. Para una persona normal, que Sketch fuera su
jefe no significaría una mierda. Cualquier persona de la zona que supiera algo sabría que
ella estaba fuera de los límites de ese tipo de proximidad a los Discípulos.
Reflexionó sobre eso.
―¿Vamos a tener problemas con el club?
―¿Problemas en forma de desaparición de este pendejo antes de que podamos
acercarnos a él?
Me miró de tal manera que me dijo que esos eran exactamente los problemas en
los que estaba pensando.
―Si ellos se acercan primero ―confirmé.
Él no lo necesitaba. Llevaba mucho más tiempo que yo cerca de Hoffman y sabía lo
que había que hacer.
―Al menos sabemos que estará protegida más allá de lo que podamos en las
patrullas.
―Quería discutir eso con usted. Se va a quedar con un amigo por un tiempo en
lugar de volver a casa.
―Probablemente una elección inteligente. ¿Cuál es la dirección? Me aseguraré de
que se sepa que tiene un ojo allí, también.
Se la di, pensando que el hijo de puta que pensaba que podía ponerle una mano
encima a Jess no tenía ni idea de lo que estaba comprando. La diana en su espalda era
jodidamente enorme, y sin embargo sabía que eso no importaría. Si estábamos hablando
de un acosador, se quedaría cerca. Y cerca era exactamente donde lo quería. Porque yo
también lo estaría.
Unos minutos más tarde, estaba listo para salir cuando me llamó otra vez.
―¿Sí, señor? 72
―Ten cuidado.
Parpadeé, sin saber qué quería decir.
―¿Perdón?
―Cuando se trata de alguien cercano, es fácil dejar que te consuma. Ten cuidado.
Eso fue todo. Bajó la cabeza y abrió una carpeta en su escritorio. Ya no era
requerido.
Podía tener cuidado. Aun así, iba a hacer todo lo que estuviera en mi mano para
encontrarlo.
CAPÍTULO 11
JESS

―Tiene que estar bromeando con ese trabajo de línea ―me quejé ante el televisor―.
Esa pobre chica va a tener que conseguir a alguien que arregle eso. O simplemente
cubrirlo por completo.
Park y yo estábamos en la sexta hora de ver a tatuadores competir entre sí, en la
que yo había estado ofreciendo generosamente mi opinión un tanto experta sobre sus
actuaciones. Aunque Park era naturalmente menos parlanchín que yo, se había metido
en el asunto cuando se dio cuenta de que, para mí, era parte de la experiencia.
Era más tarde, seguramente después de medianoche, y yo evitaba dormir. No es
que el sueño en sí fuera el problema. Después de que Braden viniera y se fuera antes, no
había tardado mucho en que la combinación de las drogas, la falta de sueño y mi
determinación de evitar las miradas interrogantes de Park me hicieran volver a dormir
y permanecer fuera la mayor parte del día.
Pero entonces se hizo de noche.
Nunca me había dado miedo la oscuridad. Incluso de niña, había estado bien sin 73
luz nocturna ni nada parecido.
Después de él, no sentía lo mismo.
La idea de que en algún momento Park iba a decidir que era hora de irse a la cama
y apagar las luces era suficiente para hacerme temblar. Peor aún, no había una televisión
en su habitación que yo pudiera alegar que quería mantener encendida durante un rato
y que por casualidad me quedara dormida.
Así que me quedé con la evasión a través de las duras críticas a los concursantes de
los realities. Aunque me defendería afirmando que las críticas podían ser duras, pero
también eran ciertas.
―Va a intentar defenderse echándole la culpa a su piel ―añadió Park.
―Vaya mierda.
Efectivamente, apenas un minuto después, el imbécil se plantó delante de los jueces
alegando precisamente eso, y no es que se lo creyeran ni por asomo.
―Si sólo puedes tatuar en un lienzo perfecto, no eres lo suficientemente bueno
como para hacerlo. La mayoría de la gente no viene con una piel completamente
impecable que acepte la tinta exactamente como tú quieres. Tienes que ser capaz de
trabajar con lo que el cliente necesite.
Parker, que era nuestro experto residente en tatuar sobre cicatrices ―algo que
algunos tatuadores se negaban a hacer por diversas razones― lo sabía. Ponía un
hermoso trabajo en los lugares donde la gente sentía que más lo necesitaba.
Su verdadera experiencia en el campo significaba que sus comentarios tendían a
ser más perspicaces en comparación con los míos. Mientras que yo había amado el arte
durante mucho tiempo, él sentía más que eso. Era su pasión.
Los dos vimos con satisfacción cómo el imbécil con el mal trabajo de línea y las
peores excusas era eliminado. Cuando el siguiente episodio se puso en marcha, pensé:
―Alguien del estudio debería ir al programa.
―Eso no va a pasar ―contestó él, seguro.
―¿Por qué no?
―Para empezar, si alguien iba a representar a Sailor's Grave de esa manera,
debería ser Carson, que no querría salir de su retiro para ese tipo de circo, o Sketch, que
no dejaría a su familia y al club por el tiempo que se necesita para competir. Además de
eso, el dinero está bien, pero parte del atractivo de este tipo de mierda es la atención que
se obtiene. El estudio ya tiene toda la reputación que necesita para mantenernos a tope.
No necesitamos nada más. Cualquiera de los que tenemos podría haber ido a cualquier 74
parte. Podrían haber hecho algo así y hacerse famosos y abrir su propio local. Podrían
estar en estudios de grandes ciudades en cualquier parte del país. Estamos aquí porque
lo que Carson construyó es más que notoriedad. Es un respeto y una celebración del arte.
Nada en contra de la gente que va, pero no es algo que ninguno de nosotros necesite.
Parpadeé durante un largo momento. En el tiempo que llevaba conociendo a Park,
no estaba segura de haberlo oído decir tantas cosas a la vez. Pero también era lo que
estaba diciendo, poniendo en palabras algo que todos sabíamos. Algo que había llegado
a comprender la primera vez que conocí a Carson mientras deambulaba semidesnuda
por una convención de tatuajes como modelo que promocionaba una línea de ropa
rockabilly. Incluso cuando empecé a trabajar para él, Carson había insistido en que la
promoción de la tienda no consistía en presumir o alardear, sino en darles a los
tatuadores lo merecido por el trabajo que estaban creando. Todo, siempre, volvía al arte.
―Tienes razón.
No dijo nada más mientras se levantaba, agarrando nuestros dos vasos casi vacíos,
y se dirigía a la cocina para rellenarlos, encima de eso como había hecho toda la noche.
Mientras lo hacía, no pude evitar pensar en lo diferente que era del resto de la clica,
incluso basándome sólo en su falta de respuesta allí.
Liam o Danny se habrían alegrado demasiado de que tuviera que admitir que tenían
razón. Clara, al llegar al punto de pronunciar ese tipo de discurso, habría seguido
hablando del poder del arte o cambiando a la falta de respeto por el mismo o algo similar.
Nate era lo suficientemente pomposo como para asegurar que siempre tenía razón. Y
Sketch, probablemente habría detenido toda la conversación ante mi sugerencia de que
alguien estuviera en el programa con un simple “ni de pedo”.
―¿Quieres algo de comer? Creo que Jean trajo palomitas ―llamó Park desde la
cocina.
Él, como cualquier otra persona en el trabajo, sabía que yo era una persona que
comía snacks. Había todo un tesoro de golosinas escondido en mi mesa de trabajo para
comérmelos a lo largo del día, o para que otras personas lo asaltaran, para mi irritación.
En lugar de reprocharle su determinación de hacerle de anfitrión tan bien, le di mi sí.
Siempre tengo antojo de palomitas.
Con él fuera del camino, el impulso contra el que había estado luchando todo el día
volvió con fuerza. Un impulso en forma de tarjeta de visita que Park había dejado antes
sobre la mesa de café, declarando sin palabras que era mía para hacer lo que quisiera.
La había ignorado entonces, fingiendo todo el día que la había eliminado por completo
de mi mente, pero mis ojos se movían hacia ella por sí solos cada pocos minutos. Es 75
curioso que ese pequeño trozo pueda contener casi toda la información que he querido
durante meses y una forma de conseguir el resto, y ahora lo evite como si pudiera sacar
los colmillos y atacar.
Negándome a dejar que una tarjeta tenga ese poder sobre mí, me incliné con
cautela y la agarré. Era sencilla, de color blanco con un pequeño logotipo de la policía de
Hoffman en una esquina. Debajo de la información oficial y el número de teléfono, había
otro número escrito a mano con un estilo rápido y masculino. Su celular. Acceso directo
a él cuando había sido un enigma desde que nos conocimos.
¿Por qué ahora? ¿Sólo porque me habían atacado? ¿Era eso lo que se necesitaba
para hacerme realmente interesante? Si hacía esa llamada ahora, ¿volvería a irse si él
era atrapado?
El pitido del microondas anunció que las palomitas estaban listas, y me sobresalté.
Volví a arrojar la tarjeta sobre la mesa de centro y me arrojé otra vez a una posición de
reposo en mi extremo del sofá. El dolor que irradió de mis costillas al moverme me robó
el aliento, y fue un esfuerzo conseguirlo incluso para cuando Park volvió a entrar con las
palomitas y las bebidas. Me entregó el bol directamente, confirmando que la oferta de
palomitas había sido sólo para mi beneficio. Pasó un rato antes de que el dolor
disminuyera lo suficiente como para que pudiera abordar el tema de las palomitas, y
cuando lo hice fue más que nada por show.
Estábamos a más de la mitad de otro episodio antes de que Park volviera a hablar.
No había dicho nada mientras esperaba que las costillas dejaran de dolerme, y sabía que
él lo notaría.
―¿Quieres hablar de ello?
―¿Qué?
Levantó la barbilla hacia la mesa de café. Por primera vez desde que había dejado
caer la tarjeta allí, miré. Con las prisas, la había colocado al revés.
Suspiré.
―¿No realmente?
―No hace falta ―me aseguró―. Sólo estoy aquí si lo necesitas.
Era bueno para eso, ofreciendo apoyo incluso cuando yo no le daba nada en
absoluto. No habíamos dicho ni una sola palabra sobre lo que me había pasado, y sabía
que ayudarme con mis heridas sería lo máximo, a menos que yo decidiera lo contrario.
Pero su oferta me hizo explícitamente consciente de lo mucho que yo estaba
reteniendo. Había demasiado, una montaña de ello, y estar enterrada bajo todo ello iba 76
a asfixiarme. Lo de Braden era más seguro. Dejando a un lado la frustración o la
vergüenza, al menos podía arreglármelas para hablar de ello.
Así que durante la siguiente media hora, Park se sentó a escuchar atentamente
mientras yo descargaba toda la historia sobre él sin pausa. Todo, desde la reacción que
tuve la primera vez que lo vi hasta que estuvo en la puerta de la comisaría el día anterior
y yo salí corriendo a emborracharme.
―¿Lo culpas por lo de anoche? ―me preguntó finalmente cuando terminé.
¿Que si yo qué?
―¿Qué?
―Lo viste ayer, saliste a beber, luego viniste a casa para ver lo que pasó. ¿No
quieres verlo porque lo culpas por su parte en esa situación?
Ni siquiera lo había pensado así. Beber fue mi elección. Lo que él hizo fue suyo.
Estaba enojada con Braden, pero él no había causado nada de eso.
―No, no lo culpo. No fue su culpa.
―Entonces, si sirve de algo, creo que deberías hablar con él.
Contuve mi reacción instantánea de sentirme ofendida porque no me defendiera
ciegamente como lo haría una novia.
―¿Por qué?
―Tienes preguntas que sólo él puede responder. Tal vez sea realmente el imbécil
que crees que puede ser. Tal vez te jodió y esa es toda la historia, pero eso no explica por
qué vendría aquí con la intención de verte y asegurarse de que estás bien. De una forma
u otra, la única forma de obtener una respuesta es hablar con él.
Tenía razón, lo que sólo sirvió para encabronarme más con Braden. Si hubiera
seguido ignorándome, habría tenido las respuestas. Claro, seguiría sin saber su
verdadero nombre, pero en realidad no importaba si sólo era un imbécil que jugó
conmigo. Pero Park tenía razón. Si sólo quería una cogida rápida y no volver a hablarme,
¿por qué aparecer aquí? ¿Por qué molestarse en hablar con Sketch y decir lo que fuera
para conseguir que Sketch diera el lugar donde me estaba quedando, algo que sabía que
no sería fácil?
¿Por qué, después de toda la mierda que había sido la totalidad de nuestro
conocimiento mutuo, todavía me importaba?
77
―No lo sé ―refunfuñé.
Parker no respondió a eso, sólo dejó que asimilara todo lo que había dicho hasta
que finalmente, con la televisión y las luces aún encendidas, me quedé dormida allí en
el sofá.
CAPÍTULO 12
BRADEN

Dos días después, estaba estacionado en la calle, frente al edificio de Parker, con un café
y sin nada que hacer más que vigilar a un pendejo que ni siquiera conocía de vista. Pero
era todo lo que podía hacer. El día anterior había trabajado un turno con Jack, un día
bastante típico de patrullaje. Hoy, sin nada más, no podía quedarme solo en mi casa.
Ella no se había puesto en contacto, pero no estaba seguro de esperar que lo hiciera.
Si ella quería hablar, podría haberlo hecho ayer cuando yo estaba al otro lado de la
puerta. Ahora, podría estar cerca otra vez, pero ella no lo sabía. No se trataba de ganar
puntos, sino de lo que necesitaba hacer para mi propia tranquilidad.
En el tiempo que llevaba allí, había visto pasar una moto, su usuario con un chaleco
de los Discípulos y una patrulla, lo que confirmaba que nadie ignoraba la necesidad de
tener ojos en la calle para este cabrón si yo no podía estar allí. Aun así, había mucho
tiempo entre esos paseos. Era fácil no ver a alguien si estaba dando vueltas en lugar de
quedarse en un solo lugar. Yo no me dejaría engañar tan fácilmente.
Hubo otro rugido de tubos, pero esta vez vi cómo la moto se acercaba a mi coche.
Reconocí a Sketch en mi espejo retrovisor antes de que se detuviera detrás de mí. Cuando
78
se detuvo, yo ya estaba fuera del coche.
―Es bueno saber que tu chico me delató ―comenté.
―Aunque no lo hubiera hecho, Park está vigilando y me hizo saber que estabas
aquí ―respondió.
No me gustaba que la chica que quería se dirigiera a él, pero todo lo demás hasta
el momento indicaba que Park era un tipo sólido y que era bueno que ella lo tuviera
ahora.
―¿A qué debo la visita?
―Necesitamos tener una plática ―No tenía sentido preguntar sobre qué.
―¿Ahora? ―Adiviné.
Asintió con la cabeza.
―Arriba, en la sede del club.
La elección del lugar decía mucho. Los Discípulos no eran una banda de mala
muerte ni estaban claramente al otro lado de la ley, pero eso no significaba que
normalmente se reunieran con policías ―o con cualquiera― en su territorio privado de
esa manera. Mi opinión es que el lugar de reunión pretendía transmitir dos mensajes.
Uno, que me estaban extendiendo un cierto nivel de confianza, incluso más allá de lo que
tenían al ser informantes de Coranco. Dos, que, si ese puto enfermo tenía ojos sobre Jess
y, por extensión, sobre nosotros, vería que ella no sólo tenía la protección de los
Discípulos y de la policía, sino que ambos trabajaban juntos para asegurarse de que ese
escudo fuera impenetrable.
No hacía falta decir nada más, así que volví a mi coche y seguí el camino que él
había trazado a través de la ciudad hasta el almacén reconvertido en sede del club.
Dentro, el lugar estaba casi vacío. Sólo había tres hombres, sentados en los sofás
de la sala principal. Stone, el presidente del club, era un hombre corpulento con el pelo
y la barba grises, y un aire de autoridad. A su lado había un tipo con una corta franja de
pelo recortado que yo había visto antes como una cresta completa. Su nombre en la
carretera era Jager, algo que sólo sabía por el parche que llevaba en la parte delantera
de su chaleco, no porque nos hubieran presentado. Por último, el tercer hombre era uno
que sólo conocía por haber visto su trabajo en Internet. Si no fuera por el característico
sombrero Panamá y el cuerpo fuertemente tatuado que, de alguna manera, funcionaba
para el hombre mayor, podría no haber reconocido a Carson Burns.
Las presentaciones, aunque no fueron necesarias ya que al menos conocía a todo el 79
mundo y obviamente todos me conocían, se dieron. Estreché la mano, terminando con
Carson a quien le dije directamente:
―Soy un gran fan de tu trabajo.
Sus ojos se movieron sobre mis tatuajes visibles.
―Ya tienes algo bueno. ―Sus ojos saltaron hacia Sketch―. Buen trabajo con esa
brújula.
Me sorprendió que supiera a primera vista que era uno que me había hecho Sketch,
pero éste había sido su protegido.
Carson me soltó la mano y fui a sentarme mientras Sketch revelaba:
―Vino mientras yo trabajaba en el dibujo. No es tan impresionante como trata de
actuar. ―A lo que Carson se limitó a reír.
―Estoy seguro de que todos tenemos mierda que hacer, así que vamos a ponernos
a ello ―empezó Stone―. Tenemos que estar en la misma página sobre lo que pasa con
Jess a partir de ahora.
No sabía lo suficiente sobre el club para saber cómo eran con sus mujeres, pero esa
frase me hizo sentir un pinchazo.
―Parece que es algo en lo que ella debería opinar.
Por mucho que me irritara, no conocía a Jess tan bien como me gustaría, pero era
obvio para cualquiera que la conociera que ella no iba a dejar que un grupo de hombres
dirigiera su vida por ella. Vi la aprobación en la expresión de Carson.
Stone no se tomó a mal mi comentario, lo dejó claro cuando aclaró:
―Tienes razón. No Jess, sólo ese pendejo que la atacó. Si alguien de aquí quisiera
controlar a esa chica, creo que todos estamos de acuerdo en que no se quedaría donde
está ahora. Confío en que el chico cuidará de ella, pero todos sabemos que preferiríamos
vigilarla más de cerca.
Me lo pregunté. No era difícil imaginar que obviamente se había acercado
trabajando para Carson y luego para Sketch. Me imaginaba que el club en su conjunto
estaba involucrado sólo por Sketch, pero ahora me cuestionaba esa idea.
Sus palabras también revelaron que, independientemente de cómo se hubiera
propagado, mi implicación personal aquí era entendida por todos. No estaba presente
estrictamente como representante de la policía de Hoffman, al que Sketch había invitado,
sino como alguien con un gran interés en la seguridad de Jess. 80
Stone prosiguió:
―Haremos un mejor trabajo para protegerla y encontrar a este cabrón si
trabajamos juntos.
Por instinto, me puse en guardia. Quería cualquier protección que pudieran ofrecer
a Jess, me alegraba que tuviera esa clase de poder detrás de ella, pero lo que estaba
implicando era que compartiera detalles de una investigación en curso. Hacerlo sabiendo
que las personas con las que compartía esa información eran conocidas por impartir
justicia por mano propia.
Y, sin embargo, una parte de mí encontró esa idea... atractiva.
―No vamos a llegar a un acuerdo sobre lo que hay que hacer con esa información
―insistió Stone, sabiendo la reacción que probablemente obtendría de mí―. Sin
embargo, compartir todo lo que podamos obtener nos da a todos una mejor oportunidad
de encontrar a este cabrón y hacerlo rápidamente.
No se equivocaba. Con muy poco para seguir adelante además de la suposición de
que su obsesión no desaparecería repentinamente después de su ataque, no estábamos
cerca de encontrar al pendejo.
―Compartiré que, además de tener un dedo en el pulso de un montón de mierda a
la que los policías tienen más problemas para acercarse, tenemos más que aportar.
―Stone miró a Jager pero procedió a explicar por su cuenta―. El departamento de Jess
ha sido equipado con seguridad y cámaras. Jager y otro de nuestros hermanos hicieron
el trabajo ellos mismos. Si alguien intenta entrar otra vez, lo sabremos. También se han
colocado cámaras en las ventanas para vigilar lo que pueda haber fuera. Sketch ya ha
hablado con Park para montar un sistema similar en su casa.
Mierda, eso era mucho. Sólo el coste de todo lo que estaban hablando era una
locura, por no hablar de las horas de trabajo para revisar realmente las grabaciones en
busca de cualquier rostro que reaparezca en el exterior.
―Sailor’s Grave ya es hermético, así que tenemos hombres revisando las
filmaciones de las últimas dos semanas, específicamente en busca de momentos en los
que Jess estuvo dentro, con la esperanza de que podamos encontrarlo allí.
―Sospecho que los oficiales del caso preguntarán después de eso en cualquier
momento ―ofrecí―. No hay razón para pensar que esto fue al azar, así que investigarán
su trabajo rápidamente.
―Haré copias y las enviaré ―habló Jager por primera vez.
Sólo eso demostraba que realmente se trataba de dar una oportunidad a todos para 81
resolver esto. Como el crimen no estaba realmente relacionado con Sailor's Grave,
podían negar fácilmente la petición de imágenes de seguridad del estudio.
―También estamos trabajando en localizar las horas en las que Jess estuvo en
cualquier otra propiedad en la que tengamos cámaras. Lo primero es el gimnasio. Ella
toma una de las clases de kickboxing para mujeres de Jager un par de veces a la semana.
Miré entre los motociclistas sentados conmigo.
―¿Tienen personal para revisar todo eso?
―En su mayor parte, nos basamos en el reconocimiento facial ―volvió a intervenir
Jager―. Anular a la gente que conocemos no es un problema, cualquiera que aparezca
varias veces es etiquetado. Pero es muy tedioso cuando hay gente que vive y trabaja
cerca.
―También tenemos clientes potenciales que necesitan hacer cosas ―añadió
Sketch.
Los prospectos, los tipos que intentan ganarse un lugar en el club, suelen ser
trabajos gratuitos. Pagaban sus cuotas haciendo cualquier tarea que el club necesitara
de ellos.
―Ya tenemos su historia ―empezó Stone otra vez, pero yo interrumpí.
―¿Le pediste que repitiera todo eso?
Si la estaban obligando a sacar esa mierda otra vez, íbamos a tener algunos putos
problemas.
Carson levantó una mano, en señal de apaciguar.
―Liam estaba en la habitación con ella cuando le hizo la declaración a tu chico. Él
lo transmitió todo.
Solté un suspiro y la tensión que me había disparado. No conocía a Liam más que
de pasada, pero sabía que él y Jess eran unidos por haberlos visto en el estudio.
―Claro.
Había una nueva mirada de evaluación en los ojos de Stone cuando continuó:
―Esperamos que tus chicos tengan alguna otra pista para seguir.
―Odio decirlo, pero no hay mucho. Lo más importante es que no hay señales de
entrada forzada en la escena. Yo mismo leí su declaración, mencionó haber luchado con
la cerradura cuando llegó a casa. Nuestra suposición es que él consiguió una llave de
alguna manera, entró por la puerta principal. Averiguar cómo lo logró es lo primero en 82
lo que se están centrando. Empezando por buscar en la administración del edificio, y
luego partiendo de ahí.
Stone miró a Jager, que alzó la barbilla. Si estaba ejecutando el reconocimiento
facial, no se sabía qué otras habilidades tenía para investigar a alguien con acceso.
Continué:
―Sin otras señales de alarma por parte de Jess, aparte de la sensación de que la
estaban vigilando, ni siquiera somos capaces de obtener mucho del modus operandi de
este tipo. El ataque no estaba planeado, así que no tenemos la escalada habitual que
probablemente se habría visto.
―¿Nada más? ―preguntó Carson, claramente molesto porque nadie se acercaba a
ninguna respuesta.
―Todavía no.
Había un gran peso en la habitación, todos nosotros con ganas de encontrar a este
tipo, pero sólo las pistas más débiles para hacerlo. La triste verdad era que nuestra mejor
oportunidad era si él intentaba acercarse otra vez, y nuestros preparativos eran
suficientes para atraparlo en el acto sin dejar que se acercara demasiado a Jess.

83
CAPÍTULO 13
JESS

Tenía mi teléfono en la mano, girándolo una y otra vez en lo que sabía que era un tic
nervioso.
¿Cómo lo sabía? Porque estaba muy nerviosa. No hacía falta ser muy consciente de
ello para darse cuenta.
Hoy iba a estar sola por primera vez.
Habían pasado seis días desde el ataque. Durante los tres primeros, Park no se
separó de mí. Vimos películas, preparamos la segunda recámara para mí cuando Sketch
trajo una cama y evitamos hablar del enorme elefante flotando en la habitación. Los dos
últimos, había tenido niñeras. Jean y Carson habían venido, y luego Ember pasó el día
conmigo mientras su hombre, Jager, instalaba un loco sistema de seguridad que nadie
quiso escuchar cuando dije que era demasiado. Tampoco quisieron dar una respuesta
evasiva sobre quién lo pagaba. Esa pregunta fue ignorada directamente, al igual que las
relacionadas a la cama que entregó Sketch.
A pesar de mi ansiedad por ello, quedarme sola había sido realmente mi idea. Con 84
el sistema de seguridad instalado ―que incluía un botón de pánico de lo más ridículo―
sentí que era hora de que me ocupara de mi mierda y me enfrentara a estar sola otra
vez. Mis heridas se estaban curando, no lo suficientemente rápido para mi gusto, pero
sí lo suficiente como para no necesitar más ayuda para desplazarme. Lo que no se estaba
curando eran las marcas que había dejado bajo la superficie, y no lo harían si dejaba que
todo el mundo siguiera mimándome. Siempre había valorado mi tiempo a solas, incluso
a veces lo gozaba. No dejaría que me lo quitaran.
Por supuesto, esta primera tarde, y probablemente las siguientes, sería un desastre.
Pero, con el tiempo, sería más fácil.
Tenía que hacerlo.
―¿Estás segura de esto? ―preguntó Parker.
Me giré del lugar que había ocupado en la cocina, observando sin pensar la
preparación de una cafetera, para verlo listo para salir. El café siempre había sido mi
amigo, pero con las pesadillas estaba funcionando casi sin dormir. A pesar de ello, estaba
decidida a mantenerme despierta durante los días y obligarme a dormir por la noche
como una persona normal. Para lograrlo, dependía de esas cosas.
No estaba segura de esto. En absoluto. ¿Y si me volvía loca? O peor aún, ¿qué
pasaría si realmente ocurriera algo? Él todavía estaba por ahí, y nadie sabía quién era.
―Sí, estoy segura ―dije de todos modos―. Si es demasiado, llamaré a alguien.
―Eso, al menos, era cierto.
Asintió con la cabeza, sin parecer tranquilo. Sus ojos se movieron hacia la ventana,
luego se acercó a ella.
―Está ahí fuera otra vez.
Mi estómago se apretó, pero no de pánico. “Él” se refería a Braden. Aunque sabía
que los Discípulos hacían patrullajes de vez en cuando, parecía que él había adoptado la
costumbre de acampar en su coche cuando no estaba trabajando para vigilar. Park, a su
vez, había tomado la costumbre de hacérmelo saber. No había dicho nada más, pero
sabía que seguía convencido de que debía hablar con Braden, para obtener algunas
respuestas, aunque fuera.
No sabía qué hacer con la presencia de Braden, al igual que no había sabido qué
hacer con él las otras cuatro veces que Park lo mencionó. En ese momento, detestaba
admitirlo, era reconfortante saber que tenía algo más que patrullas al azar y el sistema
de seguridad. Si ocurría algo, tenía a un policía justo abajo.
Incluso si no estaba segura de quererlo allí.
85
―Puede quedarse ahí fuera ―respondí, sonando para todo el mundo como si no
me importara.
Park no tuvo que decir nada para que yo percibiera su incredulidad.
Idiota.
Media hora después, estaba sola. Y bien. Totalmente bien.
Excepto que estaba temblando. No un poco. Todo mi cuerpo temblaba con la fuerza
de ello.
Por primera vez en mi vida, el café que me había servido estaba sin tocar en la
mesa. Probablemente era lo mejor. La cafeína podría no ser buena para los temblores.
Necesitaba pensar en otra cosa, pero la única cosa que mi mente parecía capaz de
evocar era la única cosa en la que no necesitaba pensar en este momento. De ahí el
temblor en primer lugar.
La televisión estaba encendida. Podía oír el ruido de la misma, aunque no tenía ni
idea de lo que había. No importaba. Sólo estaba encendida para amortiguar los pequeños
ruidos naturales de un edificio de departamentos ―pasos desde arriba, otras puertas
abriéndose y cerrándose― que me hacían entrar en pánico cada pocos segundos. Desde
que Park había salido veinticinco minutos antes, había comprobado cinco veces las
cerraduras, no sólo de la puerta, sino también de todas las ventanas, y el sistema de
seguridad. Ya tenía ganas de ir por las seis, incluso mientras me repetía una y otra vez
que nada habría cambiado.
Mi teléfono, agarrado con fuerza entre las manos como si fuera mi cordura la que
pudiera sostener por pura fuerza de voluntad, vibró y me hizo saltar. Tomando una
respiración, lo revisé para ver un mensaje de Park, comprobando que había llegado al
estudio.
¿Tan evidente era mi preocupación? Creía que había conseguido disimularla
bastante bien. Aunque tal vez eso sólo hablaba de lo asustada que estaba realmente.
Aunque me esforzara por disimular las señales, no podía ocultarlo todo.
Le contesté, haciéndole saber que estaba bien, y dejé caer mi teléfono sobre la mesa
de café de golpe. Sin embargo, en cuanto dejé de sostenerlo, ya no pude ignorar el
violento temblor de mis manos.
Hace mucho tiempo que no tenía un ataque de ansiedad. Cuando era más joven,
eran bastante comunes. Por lo general, una vez a la semana me encontraba en medio de
un episodio como éste. Milagrosamente, habían desaparecido cuando me mudé y corté
lazos con mi madre. Es curioso cómo funciona eso. Sin embargo, todavía recordaba lo 86
que sentía lo suficientemente bien como para saber que estaba otra vez allí.
Durante mucho tiempo, no supe qué pasaba cuando acababa así, acurrucada en
cualquier lugar donde pudiera estar sola, temblando, incapaz de concentrarme o hablar
o hacer algo que no fuera sentir que todo me aplastaba. No era el tipo de ataque de
pánico del que la gente suele hablar con la imposibilidad de respirar o algo así, era más
bien como quedarse completamente catatónico con un miedo que no podía racionalizar
ni controlar.
Y ahí estaba otra vez.
Lo odiaba aún más por eso.
Necesitando estabilizar mis manos, fui por mi teléfono otra vez. Tal vez podría
hacer algo estúpido en él para tratar de distraerme. A veces funcionaban: juegos como
el sudoku y otras cosas que requerían suficiente reflexión para participar, pero no lo
suficiente como para ser demasiado difíciles en mi estado actual, aunque no estaba
segura de que lo fueran cuando estaba tan metida en un episodio. No tenía muchas
esperanzas.
Entonces, me di cuenta de que la tarjeta seguía boca abajo en la mesa donde la
había sustituido apresuradamente hacía días.
Park dijo que estaba fuera. ¿Por qué? Él no era parte de mi caso hasta donde yo
sabía. Había recibido una llamada de Andrews para comprobarlo, y me había dado la
información de su compañero. Braden no había sido mencionado.
Sabía lo que estaba haciendo mientras me movía cautelosamente hacia delante
―habiendo aprendido por fin después de unos días a cuidarme las costillas― y agarré
la tarjeta. Era una distracción. Mi mente se había concentrado en otra cosa, y estaba
corriendo con ella. No me permití ni siquiera cuestionar la decisión mientras abría un
nuevo mensaje e introducía el número escrito a mano desde el fondo.

Tal vez era demasiado directo, pero no era yo quien se andaba con rodeos. Diablos,
había venido directamente a la puerta y había intentado verme mi primer día aquí. Los
dos tenían que ser más o menos iguales.
Por la razón que fuera ―tal vez porque estaba literalmente abajo en su coche y qué
demonios tenía que hacer― anticipé una respuesta inmediata. Después de esperar,
sinceramente, no más de treinta segundos pero que me parecieron años, empecé a darle 87
vueltas al teléfono en mis manos otra vez. Por alguna razón, ese era mi tic nervioso del
día.
Cuando por fin el teléfono sonó, me sobresaltó tanto que lo dejé caer sobre mi
regazo antes de recomponerme lo suficiente como para agarrarlo y leer lo que había
dicho.

Si eso no era una excusa, no sabía qué lo era.


Contemplé la posibilidad de cerrar esto. Ya había habido suficientes juegos y yo
estaba lejos de ser el tipo de lugar para jugar más. Lo maduro habría sido dar las gracias,
expresar mi agradecimiento porque después de lo que me había pasado, probablemente
él estaba por ahí aprovechando el tiempo que no estaba de turno para cuidarme.
Entonces, podría dejar que la conversación muriera y seguir adelante.
Sin embargo, me encontré escribiendo otro mensaje y pulsando enviar antes de
poder detenerme.

Su siguiente respuesta fue más rápida, aunque con una pausa lo suficientemente
larga como para imaginar que estaba eligiendo su respuesta con mucho más cuidado que
yo.

Oh, ¿así es como quería hacer esto?


Bien.
Que nunca digan que soy de las que se echan para atrás.

La agresividad pasiva no era la herramienta más utilizada en mi caja de


herramientas. La agresividad externa solía salir primero. Eso no significaba que no
estuviera dispuesta a recurrir a ella. 88
La siguiente respuesta llegó mucho más rápido.

No obtuve una respuesta.


Nada.
Ni de inmediato, ni después de que pasara un minuto, luego dos.
Me estaba acomodando en la certeza de que había dado en el clavo y que él no tenía
más remedio que retirarse o reconocerlo cuando llamaron a la puerta, haciéndome
saltar.
Sin demora, le siguió la voz de Braden:
―Jess, abre la puerta.
Tuve que admitir que no lo había visto venir. No había vuelto a intentar hablar
conmigo desde aquel primer día. Sinceramente, había pensado que, si él todavía quería,
lo habría intentado otra vez. Los mensajes me habían parecido seguros porque eran más
remotos.
Por muy mezquino que fuera, no fui a abrir la puerta y enfrentarme a él. No lo
invité a entrar para hablar. Ni siquiera tomé el camino del cobarde y traté de fingir que
no estaba allí, aunque no funcionara.
Volví a mirar mi teléfono y envié otro mensaje. Uno que incluso yo sabía que al
enviarlo era como una burla a un depredador. Y, sin embargo, no tenía miedo. No de él.
Podía tener el poder de herir mi orgullo, pero no iba a hacerme daño.
Así que fui a por él, sin miedo a la precaución.

89
CAPÍTULO 14
BRADEN

Realmente podía sentir que mi presión sanguínea subía al leer su mensaje.


Había sido lo mismo cuando dijo que habíamos tenido una aventura de una noche.
Tal vez, técnicamente, era cierto. Habíamos tenido una noche de sexo, pero eso nunca
fue todo lo que se suponía. Ella lo sabía. Yo se lo había dicho. Y Jack le había explicado
por qué tuve que irme, al menos lo básico.
Había anticipado que posiblemente se enojara conmigo. Estaba preparado para
tener que ganármelo. Diablos, ni siquiera me había sorprendido cuando no me dejó
entrar la primera vez y se tomó su tiempo para usar mi número.
Ella podía lanzarme lo que quisiera excepto eso, cualquier cosa menos decir no
había significado una mierda.
Ahora, ella estaba jugando conmigo. Tal vez incluso tenía razón al hacer eso. Enviar
un mensaje de texto no significaba que estuviera lista para que yo entrara en su espacio,
pero después de todo el tiempo que había tenido que dejar pasar sin poder actuar, no
podía seguir sentado en mi coche. Si me dejaba en el pasillo, que así fuera. Si decía que 90
no estaba preparada para dejarme entrar, lo respetaría.
Jugar era otra cosa.
La pequeña descarada estaba presionando mis botones y poniendo mi verga dura
al mismo tiempo.
―Sólo abre la puerta ―respondí, negándome a volver a mandarle mensajes―.
Puedes tenerme en el puto pasillo, no me importa. Sólo abre para que pueda verte.
Ella dudó ante eso, lo pude notar por el tiempo que pasó antes de la siguiente alerta
en mi teléfono. Había sido más tiempo del que necesitaba para escribir su respuesta.

Dejé que la irritación de aquello enterrara el escozor que lo acompañaba en lo más


profundo.
―Bien, entonces hablaré a través de la puerta. ―No importaba un carajo que
estuviera en un pasillo levantando la voz para asegurarme de que me escuchara. Que
saliera alguien a quejarse. ¿Qué iban a hacer? ¿Llamar a la policía? Lo peor que podía
pasar es que uno de los chicos saliera y fuera testigo del lío que me había montado.
Esperé un minuto, dándole la oportunidad de que se decidiera a abrir y dejarme
ver, o a lanzar otro mensaje ―probablemente mandándome a la mierda―. Cuando no
obtuve nada, seguí adelante.
―Lo siento ―empecé. Después de todo, eso era lo más importante―. Siento todo
esto. Siento no haber podido decirte quién era realmente y haber pasado todo ese tiempo
manteniendo la distancia por ello. Siento no haber podido evitarlo más. Ese día me
dijeron que iba a durar más, posiblemente meses, y no pude soportar la idea de que te
rindieras y siguieras adelante, así que me rompí. Hice lo que llevaba meses diciéndome
que quería y fui por ti con todo lo que había entre nosotros, y también lo siento por eso.
Siento que un pendejo que tenía el control de toda esa situación decidiera que quería
hacer un movimiento después de todo, y no tuve más remedio que desaparecer al día
siguiente. ―Odiaba hablar de todo esto en clave, tanto de las partes que ella entendería
como de las que no era capaz de contarle, y nada menos que a través de una maldita
puerta―. Siento haberme ido lo suficiente como para que te preguntaras si quería volver
contigo tan pronto como pudiera. Y siento muchísimo no haber estado allí para
mantenerte a salvo.
Me detuve, atragantándome en la frustración e impotencia que había sentido
durante días. La culpa había empezado a corroerme, preguntándome si debería haber
ido directamente a por ella en lugar de esperar al día siguiente. Si hubiera ido a por ella 91
en cuanto terminé mi reunión con el capitán dando por finalizado mi trabajo encubierto,
podría haber estado con ella todavía esa noche. Ese cabrón podría no haber entrado en
su departamento en primer lugar. O podría haber estado allí también cuando ella llegara
y habría sido capaz de someterlo.
―No puedes saber lo jodidamente arrepentido que estoy de todo esto.
Dejé caer mi cabeza contra la puerta, odiándola por estar en el camino ahora
mismo.
Entonces, como un puto milagro, se abrió.
Mi diosa estaba allí. Era la primera vez que la veía sin todo el alboroto de su estilo
habitual. Era sólo ella, sin maquillaje, con ropa cómoda, el pelo liso, y estaba increíble.
Ni siquiera los moretones que estropeaban su pálida piel podían restarle importancia.
Lo estudié todo, cada marca que ese hijo de puta había dejado en ella estaba catalogada
en mi cerebro. Él pagaría por ellas, cada moretón, cada corte, la abrazadera en su
muñeca, y cualquier otra cosa que no pudiera ver. Me aseguraría de que los pagara todos.
―Jess ―empecé, pero ella levantó su mano buena.
―Eres muy bueno con las palabras. ―Su tono era insípido, pero mis tripas se
apretaron ante la acusación inherente allí―. También fuiste bueno con ellas esa noche.
―Quería contártelo todo ―intenté explicar.
Ella negó con la cabeza.
―No me importa tu trabajo. Fue una mierda que complicara las cosas y, sí, me
enojé cuando dejaste de dar señales de vida al día siguiente. Pero cuando supe por qué,
lo dejé pasar. No sé mucho al respecto, pero obviamente lo que estabas haciendo era
importante y peligroso. Lo entiendo.
No me reprochó que le mintiera sobre quién era mientras estaba de incógnito o
desaparecía. Joder, era más de lo que me había atrevido a esperar. Estaba a punto de
hablar, de agradecerle que fuera más comprensiva de lo que merecía, cuando ella siguió.
―Y no te culpo por lo que me pasó. Tú no lo hiciste. Puedo ser una perra a veces,
pero no te culparía por eso.
Me estaba matando.
―Je―
―Pero todas tus disculpas no cambian el hecho de que no querías volver a mí. Lo 92
sé y tú lo sabes. Tal vez esa sea la única mentira en todo eso, pero no lo hace excusable.
―¿De qué estás hablando?
Ella puso los ojos en blanco.
―Una cosa hay que saber de mí: Yo no soy de pendejadas. Puedo excusar las
pendejadas que dijiste cuando no tenías otra opción, pero no las que sigues echando
ahora.
Tuve las sensaciones contrastantes de querer arrastrarme y encabronarme
seriamente porque ella pensara que estaba mintiendo sobre esto.
―Me volví loco durante dos putos meses porque no podía contactarme contigo por
mi seguridad y la tuya. Estaba atrapado en una cabaña sin nada que hacer más que
sentarme y pensar en lo dulce que había sido tenerte, preocuparme por lo que tenías que
estar pensando. Todo lo que quería era que me dieran el visto bueno para volver aquí y
regresar contigo.
―Ba. Su. Ra.
Joder, pero mi diosa estaba muy cerca de hacer que mi cabeza o mi verga
explotaran. Probablemente ambas cosas con lo bien que se veía enojada y haciéndome
tambalear al borde de la cordura. Era como una fuerza de la naturaleza cuando se
encabronaba, y era increíble verla. Mejor aún, sabiendo que el daño que le hizo el cabrón
que la hirió, no fue suficiente para robarle esto. Seguía siendo el fuego ardiente que yo
conocía, y eso era un regalo, aunque pusiera a prueba mi paciencia.
―No lo es.
―Lo es, y lo sé ―espetó, su cuerpo más pequeño se inclinó hacia el mío,
poniéndose en mi cara, haciéndome querer besar la mierda de ella.
―¿Sí? ¿Cómo es eso?
―¡Porque te vi! Ese día... ―Hizo un vago gesto con su mano buena para abarcar
su cara y su brazo herido, sin dejar duda de a qué día se refería―. Te vi fuera de la
comisaría. Ya de vuelta en Hoffman y de vuelta al trabajo, y seguro que no habías pasado
a verme. Así que, vuelvo a decir: Ba. Sur. Ra.
Mi estómago cayó, mi ira se desvaneció. Por supuesto que eso se vería mal, como
si yo hubiera regresado a la ciudad listo para seguir con la vida sin que ella estuviera
involucrada en eso. Ella no podía saber al verme que acababa de llegar. Por lo que ella
podría decir, podría haber estado de vuelta durante semanas sólo para no cruzarse en
su camino.
Mierda. 93
―Entiendo por qué piensas eso, pero―
No me dejó terminar.
―Lo pensaría porque es verdad. Por mucho que fuera, te vi con mis propios ojos.
Así que, ¿realmente no podías esperar a volver, o es sólo tu culpabilidad equivocada la
que te tiene aquí? Una vez que me atacaron, ¿te sentiste mal?
―¿Realmente crees eso? ¿Crees que te di un montón de frases para llevarte a la
cama, que me fui, que volví sin intención de volver a empezar con eso, y que luego vine
aquí tejiendo más mentiras sólo porque un puto enfermo te hizo daño?
Me dio un encogimiento de hombros que decía que al menos estaba considerando
esa locura.
―No sé qué creer. Tal vez la chica perforada y tatuada estaba bien para Jackson,
pero no tanto para Braden el policía. Tal vez decidiste seguir adelante, pero saber que
me habían lastimado, sintiendo que era tu culpa o no, hizo que algún instinto protector
ganara. Y aquí estás.
Mi cabeza palpitaba por la pura locura de esta conversación.
―Así que crees que tengo un fetiche por las víctimas.
―Yo no dije eso.
―¿Vine por ti porque un instinto de protección ganó? ¿Cómo es eso diferente?
Crees que estoy aquí porque te atacaron.
―¿No es así? ―preguntó ella, pero no buscaba la verdad. En realidad, no. Estaba
lanzando una acusación y pensando que yo me doblegaría bajo la presión de que me
llamara la atención.
―¡No!
―¡No te creo!
Quería arrancarme los pelos. Estaba decidida a suponer lo peor de mí, y dejar que
mi ira se desbordara sólo iba a darle motivos para pensar que tenía razón. Tomé aire
antes de volver a hablar.
―Si eso fuera cierto, no habría habido ninguna razón para que estuviera fuera de
tu edificio llamando al timbre de tu departamento durante diez minutos esa mañana, no
habría habido ninguna razón para que condujera hasta Salior’s Grave preguntando por
ti. Hice todo eso antes de recibir la llamada de que estabas en el hospital. No supe nada
de eso hasta mucho después de que hubieras dado tu declaración a Andrews. Cuando me 94
enteré, corrí al hospital, justo cuando te fuiste. Pero antes de saberlo, antes de poder
desarrollar cualquier complejo jodido sobre ti, ya había estado intentando encontrarte
toda la mañana.
Por primera vez, me estaba escuchando y no era capaz de retorcer las palabras para
que encajaran en la narrativa que ella ya había escrito por mí.
―¿Cómo sé que eso es cierto? ―Incluso su voz era más suave.
De repente, no pude ignorar la realidad de la situación. Esta mujer había sido
agredida. Las pruebas de ello estaban por todas partes. Estábamos en la puerta, teniendo
toda esta conversación para que cualquiera pudiera pasar y escuchar. No era el momento
ni el lugar adecuado. Era la mujer adecuada, sin duda, pero el resto estaba mal.
―No lo sé, Jess ―dije, con calma―. Puedes intentar averiguarlo, o puedes intentar
confiar en que no soy un asqueroso que fetichiza a víctimas de violencia. Porque si lo
fuera, ¿por qué te perseguiría? ¿Por qué te habría deseado antes? Demonios, ¿por qué
incluso lo harías por mí ahora poniéndote en mi cara en lugar de acobardarte?
»Sé que hay muchas razones para que no confíes en mí. Sé que empecé todo esto
mal, y que esto es consecuencia mía. Sé que no hemos tenido tiempo de construir algo
en lo que puedas creer. Pero te lo diré aquí mismo, y puedes creerlo o no, no estoy
mintiendo. Las únicas mentiras que te he dicho han sido sobre el trabajo. Todo lo demás
ha sido verdad. Sólo tienes que decidir si estás dispuesta a darme una oportunidad para
demostrarlo.
Entonces, como había tenido que hacer demasiadas veces, aunque matara, me alejé.

95
CAPÍTULO 15
BRADEN

No me fui del todo. Tal vez debería haberlo hecho con lo mucho que me alteró pelear
con ella, pero no quería que estuviera sola allí. Así que volví a bajar a mi coche, vigilando
durante las siguientes horas hasta que Parker volviera.
La imagen de ella de pie en la puerta no se me iba de la cabeza.
Tenía que admitir que, en las últimas semanas, había momentos en los que tenía
que cuestionarme qué coño estaba haciendo. No habíamos tenido una larga relación
mientras yo estaba encubierto. Claro, habíamos llegado a conocernos un poco en las
veces que nos habíamos cruzado en el edificio, o cuando me presentaba
intencionalmente demasiado temprano a mis citas con Sketch sólo para tener tiempo
cerca de ella. Eso sólo nos situaba en el nivel de amigos ocasionales, excepto por la única
noche en la que fuimos definitivamente más. Nada de eso debería sumarse a que me
volviera tan loco, a que me alegrara de que Jack pudiera poner nuestros culos en juego
con el departamento al decirle que había estado de incógnito, a esta necesidad imperiosa
que tenía no sólo de tener la oportunidad de salir con ella, sino de hacerla mía.
Tenerla otra vez delante de mí me confirmó que no me la había inventado en mi
96
cabeza como había empezado a pensar.
Jess no era como cualquier otra mujer que había conocido. No se necesitaba mucho
tiempo para conocerla. No quiere decir que no fuera profunda, que estar en su vida no
me siguiera dando más y más, pero para conocer su corazón no hacía falta escarbar. No
llevaba una máscara. Jess vivía cada día como su ser completo. Decía lo que pensaba, se
vestía como le gustaba, tenía literalmente su vibrante personalidad grabada en toda su
piel. Incluso cuando estaba enojada y me lanzaba su actitud, su brillo cegador era
demasiado cautivador para ignorarlo.
Y, joder, definitivamente éramos compatibles sexualmente.
Intenté concentrarme en todo eso, en esa confirmación consumidora de que ella
era todo lo que yo había imaginado que era, en lugar de en toda la intensidad del fuego
que sus heridas encendían dentro de mí. Si me permitía pensar demasiado en eso, me
vería impulsado a hacer lo que fuera necesario para cazar al cabrón y deshacerme de él
por mi cuenta.
Sabiendo que no podía volver a mi departamento y reflexionar sobre eso sin perder
la cabeza, llamé a Jack.
―¿Qué pasa? Dime que es una razón para salir de esta casa.
Jack estaba comprometido. Él y su prometida, Cassie, se iban a casar pronto. Como
la amaba, a pesar de que se quejaba de toda la planificación de la boda, lo normal era
que se fuera a casa y se quedara allí al final de la noche.
―¿Por qué? ¿Hiciste enojar a Cassie?
―Si la hiciera enojar y tratara de irme, me cortaría los huevos. ―Si no estuviera
tan metido en el temperamento de Jess, pensaría que está loco por la risa que había en
su voz al decir eso―. No, una amiga suya fue engañada y abandonada. No es un ambiente
amigable para nadie con pito por ahora.
―¿Dónde quieres que nos encontremos?
―¿Delilah's?
―Te veo allí.

Estaba sentado en la barra, con la cerveza delante de mí, cuando Jack llegó. Desvié
97
mi atención del partido de béisbol que no estaba siguiendo de todos modos para verlo
con aspecto demacrado.
―¿Tan duro?
Sacudió la cabeza.
―No podía salir por la puerta sin pasar por delante de ellas. Luego fue un montón
de mierda de “eres hombre, ¿lo harías alguna vez”. Como si no fuera obvio que no iba a
joder a mi prometida. Y Cassie ni siquiera lo detuvo.
―Es lo suficientemente inteligente como para no intentar defender a un hombre
ahora mismo.
Antes de que pudiera responder, la bartender que me servía se acercó.
―No hay Cassie y parece que has atravesado el arco. ¿Qué hiciste?
―Tú también no, Tamara ―suplicó―. Cassie está consolando a su amiga cuyo
hombre le puso los cuernos. Acabo de salir de una reunión del club de los que odian el
pene. Qué coño hacía mi prometida allí, no sabría decirte.
Tamara se rio mientras agarraba una botella y la ponía delante de él.
―Suena como mi tipo de lugar. Podría predicar el evangelio de comer coños a esas
pobres almas.
―Esa santa palabra está viva y bien en nuestra casa ―le aseguró Jack.
―Buen hombre. ―Dio unos golpecitos en la barra mientras se alejaba para atender
a una pareja en el camino.
―¿Finalmente te estás tomando un descanso de tu vigilancia? ―Jack se giró hacia
mí.
―Tenía que hacerlo.
―Oh-oh ―Se dio cuenta de la rabia que aún se cocía a fuego lento en mi tono.
―Se puso en contacto hoy.
Silbó bajo.
―¿No fue bien?
Tomé un largo trago y le conté todo.
―Mierda. ¿Crees que entrará en razón? 98
―Ni idea. ―Era tan probable que Jess me diera una oportunidad como que me
tachara de pendejo y no volviera a dirigirme la palabra. Todavía no había aprendido si
ese fuego significaba que guardaba un rencor mezquino o si normalmente se quemaba
rápido.
―Cassie era así ―comentó.
―¿Así cómo?
―Problemas de confianza. Al principio, tenía mis dudas de que pudiera conseguir
que confiara en mí. Eso estuvo a punto de acabar con nosotros en un momento dado.
Nunca le había mentido, pero ella estaba demasiado ocupada protegiéndose a sí misma
para darse cuenta.
―¿Cómo lo superaste?
―Hice lo que tú hiciste. Se lo expuse. No tenía que dármelo todo en ese momento,
pero tenía que intentar confiar en mí, no creerme cuando tenía pruebas, o yo tenía que
alejarme. Habría matado por hacerlo, pero no lo habríamos logrado si las cosas seguían
así. Ella tuvo que tomar la decisión de dejarme pasar esos muros.
Quería que eso me tranquilizara, pero no tenía ese tiempo para mostrarle la prueba
de que mi palabra significaba algo. Estaba intentando hacer la exigencia desde el
principio.
―Sólo dale tiempo.
Lo intentaría, pero sería mucho más difícil sabiendo que no sería yo quien se alejara
como lo habría hecho él. Sería Jess empujándome.

Con las cosas en el aire o sin ellas, seguí con mi vigilancia cuando podía. No podía
ser todos los días. Salir después de un día o una noche de patrullaje no valía la pena.
Estar medio dormido en mi coche no iba a disuadir a nadie ni a ayudarme a identificar
a un sospechoso. Revertir eso y estar agotado en la patrulla era un riesgo tanto para mí
como para Jack que no iba a tomar. Eso significó que pasaron unos días antes de que me
encontrara en la posición familiar de estar estacionado en la calle, con los ojos puestos
en mis alrededores.
En ese tiempo, no me sentí más seguro de que alejarse, o incluso haber ido a tratar 99
de hablar con Jess en primer lugar, era el movimiento correcto. Pero lo más importante
es que había empezado a fijarme en una parte de lo que había dicho.
―Tal vez la chica con perforada y tatuada estaba bien para Jackson, pero no tanto
para Braden el policía.
¿De verdad pensaba que su aspecto era un problema para mí? ¿Que me
avergonzaría tenerla a mi lado? Cuanto más pensaba en todo lo que había dicho, más
me molestaba esa cosa. Era bastante fácil adivinar de dónde venían sus acusaciones de
que me sentía atraído por su condición de víctima, dada mi línea de trabajo. Sin
embargo, eso me pareció tan fuera de lugar.
Jess, por lo que yo sabía, era todo actitud y confianza. Incluso el simple hecho de
caminar por el pasillo del departamento para ella era un pavoneo como si supiera todo
lo que estaba trabajando. Y, sin embargo, esas palabras contradicen algo completamente
diferente. La mera idea de que pudiera pensar que yo estaría tan caliente por ella sólo
en secreto me encabronaba, aunque sólo fuera porque alguien se lo había planteado.
Esas palabras no habían sido suyas, no realmente. Habían pertenecido a otra persona
que le enseñó a creer que eran ciertas.
Se habían enconado en mi mente hasta que finalmente había pensado en el
movimiento que planeaba hacer hoy. Había tardado un par de días en juntar, o en
conseguir el visto bueno de Jack y Cassie para lo que iba a hacer. Ahora, sólo esperaba
que Parker volviera al departamento. La única esperanza que tenía de que esto
funcionara era que él me ayudara, lo que significaba convencerlo primero.
En cuanto vi su coche, me puse en marcha. Cuando él se bajó, yo ya estaba entrando
en el estacionamiento lateral donde se estacionan los residentes, con los ojos puestos en
mí. La confirmación de que estaba vigilando fue bienvenida. Había pasado su
información por el sistema del trabajo, intentando reunir lo que podía. Por los mínimos
detalles que había, podía adivinar que no lo había tenido fácil. Probablemente las cosas
no le habrían ido bien si no hubiera aprendido a cuidar sus espaldas.
Se recargó contra su coche, dejando que me acercara. Su silencio mientras me
acercaba lo decía todo. Estaba esperando.
―Sólo necesito que le des algo.
―No estoy seguro de que vaya a querer algo de ti después de tu visita. ―Lo decía
directamente, sin animosidad. Sin embargo, la verdad picaba.
―Tenemos mucho terreno que cubrir ―admití―. Me fui para darle tiempo a
pensar en las cosas, pero no quiero que piense que voy a desaparecer ahora.
―¿Qué es? 100
Saqué el sobre morado. Cassie incluso se había preocupado de inscribir el nombre
de Jess en el frente con la misma letra dorada que los demás. Dentro había una invitación
para la boda de ella y Jack el mes siguiente.
―Mi compañero se casa el mes que viene. Me permitieron añadir un acompañante.
Jess tenía alguna idea demente de que no quería reclamarla abiertamente. Bueno,
esto debería decirle algo. No sólo Jack estaría obviamente allí, estaba bastante seguro de
que habían invitado a todo el maldito departamento. Jack tenía mucho que decir sobre
el tamaño de esta, pero se desahogó en otro lugar y dejó que Cassie tuviera la boda de
sus sueños.
―Soportaré cualquier cosa que consiga que esté unida a mí al final.
A falta de entrar en el departamento con ella y hacer un espectáculo de los dos
anunciando que Jess era mía ―lo que supuse que no le haría ninguna gracia por
múltiples razones, incluida la parte de la reclamación neandertal―, no había una forma
más obvia de dejar claro que no me avergonzaba de tenerla del brazo si ella aceptaba.
Parker agarró el sobre y lo estudió durante un minuto.
―¿Necesita saber algo sobre esto? ―Había una especulación en su expresión, pero
también un vago respeto. No sabía cuánto había compartido Jess acerca de nuestra
situación o de esa mierda que había enredado en su cabeza, pero él al menos estaba
entendiendo el punto de la declaración que estaba haciendo.
―Sólo que Jack es mi compañero que ella conoció antes, y que será bien atendida
por el DPH en su conjunto.
Me hizo un gesto con la cabeza, enderezándose de su coche.
―No puedo garantizar nada, pero se lo daré.
Era todo lo que podía pedir. No esperaba que tratara de luchar por mí. Lo que Jess
decidiera tenía que ser todo sobre ella.
―Gracias.
―¿Vuelves a la guardia?
―No, tengo un turno que empieza a las diez. ―Los turnos nocturnos eran siempre
complicados para cualquiera, excepto para los que los hacían regularmente. Las cosas
podían estar aparentemente tranquilas cuando se hacía muy tarde, pero eso nunca
significaba que se pudiera bajar la guardia.
101
Asintió con la cabeza.
―Ella comprueba.
―¿Qué?
―Mira por la ventana para ver si está tu coche. Trata de hacer creer que se está
volviendo loca, pero es una mierda de actriz.
No era mucho a lo que aferrarse, pero, por ahora, lo aceptaría.
CAPÍTULO 16
JESS

Tres golpes y un anunciado: “Soy yo”, precedieron al sonido de la llave en la cerradura,


y luego al pitido de aviso de la alarma. Park había puesto en marcha ese sistema después
de que me asustara al volver a casa el primer día que me había quedado sola. Sólo podía
imaginar lo que pensarían los vecinos si lo oyeran ―o el enfrentamiento con Braden de
hacía unos días―, pero a la mierda lo que pensaran. Estaba sobrellevando la situación
lo mejor que podía en ese momento.
“Afrontarlo” consistía sobre todo en una mala televisión diurna, demasiados
bocadillos y horas en mi laptop haciendo todo lo que podía para Salior’s Grave a
distancia. Ese día también había significado seis llamadas a Sketch, cada una más corta
que la anterior, para intentar convencerlo de que era hora de que volviera al trabajo. Los
moretes se habían desvanecido hasta el punto de que el maquillaje haría el resto. Todavía
había que tratar las costillas con cuidado, pero ya no me dolían constantemente si no me
movía. Mi muñeca seguía con la férula durante un tiempo, pero podía teclear de
cualquier manera. Y la frecuencia con la que tenía ataques de ansiedad había bajado
mucho.
102
Aunque todavía no conseguía dormir muy bien sin que me despertaran las
pesadillas, pero no compartí esa parte. Sólo podía esperar que Park tampoco lo hiciera.
Entró por la puerta, mirando la computadora que seguía en mi regazo.
―¿Sabes que parte de la recuperación es tomarse un tiempo libre en el trabajo?
―No estoy trabajando ―respondí.
―¿Entonces qué? ¿Compras en línea?
No, había tenido que dejar de mirar siquiera después de gastar casi quinientos
dólares en dos días. Ahora estaba aprendiendo que Park iba a trabajar otra vez y eso me
daba menos pánico, que era realmente mala para mantenerme ocupada.
―Estoy mirando perros adoptables.
Me miró fijamente, con el rostro inexpresivo.
―Creo que, una vez que salga de tu camino, podría adoptar un perro ―replanteé.
Dejó sus cosas y se acercó al sofá, mirando la página llena de perros que
necesitaban un buen hogar.
―¿Vas a empezar a tener aficiones raras?
―¿Qué?
―No lo sé. Como el macramé o coleccionar sellos o alguna mierda.
No estaba del todo segura de saber qué era el macramé, salvo que era una especie
de manualidad, y yo no hacía nada. Había gente en Internet que te hacía esas cosas. Yo
sabría, que era algo de lo que el dinero de las compras en línea fue.
―Dije que quería un perro, no que estoy empezando una especie de crisis vital.
―Sólo estoy tratando de estar preparado.
Idiota.
―Sabes, creo que me gustaba más cuando no hablabas nunca ―dije con sorna.
―Pasaste todo tu maldito tiempo tratando de hacerme hablar.
Lo hice. Y no sólo a mí. Era como una madre helicóptero preocupada porque su
angelito no socializaba lo suficiente.
―Bueno, ahora es molesto.
Se limitó a negar con la cabeza, entregándome un sobre morado.
―¿Qué es esto? ―Lo tomé, viendo que tenía mi nombre. Mi pulso se aceleró, 103
preocupada de que él hubiera entregado algo aquí, de que supiera dónde estaba, de que...
―Es de tu policía.
Oh. Dejé que el aire fluyera libremente otra vez. Okay, eso estaba bien.
Excepto:
―No es mi policía.
Park ya estaba levantando, dirigiéndose a la cocina.
―Él diría otra cosa.
Tal vez.
―¿Qué es? ―pregunté, mirando el sobre como si pudiera decir mágicamente la
respuesta.
―Intenta abrirlo.
Mamón.
Con una de mis uñas más intactas ―varias fueron desafortunadas víctimas de esa
noche― levanté la solapa superior, haciendo lo posible por no rasgar el sobre. En el
interior, encontré un precioso papel dorado con patrones de encaje sujeto con un lazo.
Al soltarlo, descubrí la invitación de boda que había debajo.
―¿Quiénes son Jack y Cassandra? ―Solté.
―Dijo que era la boda de su compañero ―me sorprendió Park al responder―.
También dijo que lo habías conocido antes.
¿Cómo iba a conocer a su compañero?
Sólo sabía que era policía porque...
La conexión hizo clic. El oficial que me dijo la verdad sobre Braden. Tenía que ser
Jack.
Miré la invitación, notando que faltaban unas cinco semanas para la fecha, y no
entendía.
―¿Por qué me daría esto?
Park volvió a entrar, con una botella de agua abierta en la mano. Cuando abrió la
otra para revelar mi próxima dosis de píldoras, lo fulminé con la mirada. Siempre me
estaba insistiendo en que me las tomara. Aunque ya sólo me quedaban las de venta libre,
insistió en que siguiera tomándolas, aunque sólo fuera para asegurarse de que la
hinchazón se mantuviera baja. Me quedé mirando amotinadamente y él suspiró cuando 104
entendió la indirecta.
―También mencionó que la boda estaría llena de policías ―dijo Park, acercando
la mano con el ibuprofeno. Sin dejar de mirar, las tomé junto con el agua―. Creo que
está tratando de hacer una declaración.
No, estaba respondiendo a mi acusación de que no quería estar conmigo como
Braden el policía. La boda de su compañero con un montón de otros policías allí no era
definitivamente el tipo de cosa a la que llevaría un sucio secreto.
―¿Vas a decir que sí?
Maldito Park parlanchín. ¿Por qué había creado ese monstruo?
―No lo sé.
―¿Por qué?
―Sólo tienes que decidir si estás dispuesta a darme una oportunidad para probarlo.
Había estado repasando todo lo que había dicho desde que se fue, especialmente
eso. También había estado reviviendo las cosas que le había lanzado, especialmente lo
del fetiche de las víctimas. Aunque esas habían sido sus palabras, no las mías, tenía
razón. Eso era exactamente de lo que lo estaba acusando, y probablemente era mucho
más de lo que correspondía.
―Me pone nerviosa.
―¿Por qué? ―repitió Park.
Porque me involucré demasiado fácilmente la primera vez. Debido a mis complejos
por haber crecido con mi madre. Porque probablemente era más frágil en ese momento
de lo que nunca había sido.
―Porque podría importarme lo suficiente como para hacerme daño. ―Y eso era
algo que nunca había permitido en mi vida de pareja. Podía gustarme un hombre, podía
encontrarlo interesante y querer pasar tiempo con él, podía excitarme seriamente con
nuestra química, eso era seguro. Pero nunca había ido más allá de eso.
Braden, de alguna manera, me tenía más involucrada que eso sin tener mucha
oportunidad de esforzarme en ello. Lo que podría ser capaz de hacer si le daba la
oportunidad me asustaba.
―Tal vez eso significa que realmente vale la pena el riesgo.

105

Al día siguiente, después de reflexionar sobre la invitación durante la noche, volví


a estar sola. Park no me había presionado sobre Braden ni sobre lo que iba a hacer. Sabía
que había tocado una fibra sensible y lo dejó así. Yo, sin embargo, seguía dándole vueltas
a lo que dijo
Meses atrás, cuando Liam había empezado a pretender a Kate, yo había intentado
disuadirlo. No era porque no quisiera que fuera feliz, pero lo único que veía era una
viuda afligida que podría romperle el corazón si no estaba preparada para seguir
adelante. Él no había escuchado, y eso les dio a ambos una oportunidad de ser felices
que ni siquiera yo podía negar ahora. Mis propios miedos habían sido lo que realmente
estaba detrás de ese consejo que le había dado.
Tal vez era hora de que yo también empezara a ignorarlos.
Me acerqué a la ventana, algo que me había sorprendido haciendo demasiadas
veces en los últimos días, pero su coche no estaba allí. Me armé de valor, saqué el
teléfono y llamé. Sonó un par de veces antes de que él contestara.
―¿Estás bien? ―preguntó enseguida, sonando sorprendido.
―Em... sí. Estoy bien.
Exhaló un suspiro.
―Bien. Eso es bueno.
―¿Tú estás bien?
Hubo un montón de crujidos.
―Sí, lo siento. Estaba dormido.
Por voluntad propia, mis ojos se dirigieron al reloj del horno que podía ver desde
donde estaba. Todavía era la una y cuarto, como yo pensaba.
―¿Durmiendo?
―Turno de noche ―dijo a modo de explicación.
―Oh, lo siento. Puedo colgar si―
―Jess, cuelgas el teléfono y estaré allí golpeando la puerta en diez minutos.
Eso se sintió bien, y no me permití fingir lo contrario.
106
―De acuerdo entonces.
Se rio, y como acababa de despertarse, era más profunda y rica de lo normal.
No pretendí que eso no se sintió bien, tampoco.
―Bien, entonces, estaba llamando por―
―Mi invitación.
―¿Quieres dejar de interrumpirme? ―espeté. Puede que estuviera extrañamente
empalagosa por esta conversación y su sexy voz de sueño, pero seguía siendo yo.
―Mis disculpas. Adelante.
―Bueno, gracias. ―Mi tono seguía siendo cortante―. Iba a decir que sí, que te
llamo por la invitación que dejaste.
―¿Llamas para decirme que me la meta por el culo? ―Su diversión no era ni
siquiera un poco disimulada, y yo sabía que estaba allí en parte porque yo había llamado.
Él sabía lo que significaba.
―No. ―No pude encontrar las palabras para decirle lo que necesitaba, para
disculparme y acceder a probar todo esto. La lengua no era algo con lo que estuviera
demasiado familiarizada. Tal vez debería haber practicado antes. Todo era un poco
abrumador ahora que estaba sucediendo realmente.
―¿Jess? ―llamó, riéndose en esa única sílaba.
―¿Sí?
―¿Serás mi acompañante en la boda de Jack?
No había humor en esa pregunta. Todo era serio.
―Sí.
―¿Me vas a hacer esperar hasta entonces para salir contigo?
Estaba sonriendo. No pude evitarlo.
―No.
―Cuando salgamos, ¿vas a ser esta persona rara y tranquila, o voy a recuperar mi
diosa descarada?
―Estoy segura de que será muy silencioso cuando no aparezca si sigues siendo un
imbécil. 107
La sonrisa era clara en sus palabras cuando dijo:
―Ahí está.
―Sabes, algunas personas dirían que estás loco por querer que lancé actitud ―
comenté.
―Algunas personas son jodidamente estúpidas ―replicó―. Eres jodidamente sexy
cuando no aceptas la mierda de nadie.
―¿Incluso la tuya?
―Especialmente la mía.
Bueno, tenía que reconocerle una cosa. Era bueno en esto. Había olvidado cuánto
en los meses desde que había estado en el extremo receptor de su encanto.
―¿Cuándo podemos salir? ―insistió.
Ya que mi calendario estaba tan lleno de no hacer absolutamente nada y volverme
medio loca, lo volví contra él:
―¿Cuándo quieres?
―Esta noche.
Me reí, y se me ocurrió que era la primera vez que lo hacía desde el ataque.
―Lo digo en serio.
―Oh.
Hubo un momento antes de que dijera:
―Puedo esperar si necesitas tiempo.
Avancé por el pasillo y entré en el baño. No pasé mucho tiempo mirándome en el
espejo. Ver los moretes desvanecidos sólo servía como un recordatorio que prefería
evitar. Pero en ese momento, los miré con atención. Podría costar un poco, pero deberían
desaparecer todos si me maquillaba bien. Los puntos del corte que se abrió en mi mejilla
se habían disuelto, aunque la marca seguiría siendo visible, pero estaba en el lado donde
colgaba mi pelo, así que al menos llamaba menos la atención por eso. El punto en el que
se me había abierto la pierna se había curado bien. Probablemente querría llevar mallas,
pero tenía muchos conjuntos para lograrlo.
―Esperaremos. Es demasiado pronto ―dijo Braden cuando no respondí.
―No, esta noche. Estoy lista. Hagámoslo esta noche. 108
―¿Estás segura?
―Sí, estoy segura. ―Subí la actitud para que quedara claro.
―Muy bien, entonces. Te recogeré a las siete.
―Siete ―repetí.
―Hasta luego, diosa.
Me despedí y colgué, para inmediatamente hacer otra llamada. Tenía trabajo que
hacer.
CAPÍTULO 17
BRADEN

Llegué temprano, lo que mi madre diría que es una grosería. Había intentado esperar,
pero había estado paseando por mi casa sin rumbo. Si no estaba lista, esperaría. No podía
seguir haciendo eso en mi propia sala de estar sin perder la compostura.
Cuando llegué al edificio, me abrieron enseguida. Parker estaba esperando en la
puerta del departamento una vez que subí. Probablemente porque tenía que desactivar
el sistema de seguridad antes de dejarme entrar.
―Ya casi han terminado ―dijo, haciéndose a un lado para que pudiera entrar.
―¿Ellos?
Como respuesta, una rubia alta vestida con ropa de entrenamiento salió de una
esquina con una sonrisa en la cara.
―Hola, tú debes ser Braden. Yo soy Ember ―saludó, acercándose a estrechar mi
mano―. Conociste a mi hombre, Jager.
No pude evitar quedarme con la boca abierta. Ella se veía tan brillante y feliz. 109
―Encantado de conocerte.
Su sonrisa creció.
―Conozco esa cara. Es hosco, pero lo amo. Y daría su vida por mí y por nuestra
pequeña.
Pensar que el tipo también tenía una hija era aún más loco. Pero si funcionaba, bien
por ellos.
Antes de que pudiera decir lo mismo, oí unos tacones en el duro suelo y dirigí mi
atención hacia el pasillo. Allí, como un sueño húmedo andante, estaba mi diosa. Llevaba
un vestido negro ceñido a la piel con grandes rosas rojas impresas con mangas cortadas
en los brazos en lugar de cubrirle los hombros. Sus labios estaban pintados de rojo a
juego, y el estampado hacía que las flores tatuadas en el lateral de su cabeza resaltaran
incluso a pesar del corto pelo encima. El resto de su larga y oscura cabellera estaba
formada por grandes rizos que tuve que apartar con mis manos del deseo de despejarlos.
Tenía unas medias oscuras y transparentes en las piernas que no pude evitar
imaginarme como unas medias al muslo debajo, tentándome más de lo que ya estaba a
quitar el vestido fuera del camino.
Y al asimilarlo todo, sabiendo que no era sólo su look habitual, sino que se lo había
puesto para salir conmigo, me quedé mudo.
―Jesús ―murmuré.
Ella sonrió, y mis ojos se dirigieron a sus labios rojos.
Joder, las cosas que quería hacerle a sus labios.
―Bueno, mi trabajo ha terminado aquí ―anunció Ember―. Es hora de volver a
casa antes de que Jamie se convierta en una niña de papi más y olvide que estoy viva.
―Gracias, ―dijo Jess mientras se dirigía a la salida.
―Cuando quieras.
Debería haber sido cortés y despedirme. Obviamente ella y Jess eran cercanas, pero
estaba demasiado fijado en esos putos labios rojos.
O lo estaba hasta que Jess empezó a caminar hacia mí y me di cuenta de que su
forma de andar no era del todo correcta.
Bajé los ojos a sus tacones. No eran tan altos como muchos de los que le había visto
llevar, pero seguía siendo obvio que no era ella misma con ellos.
―¿Te lastimaste el tobillo? ―Ella sabía que no me refería a hoy. 110
―Sólo un esguince, ya está mejor.
―No se ve mejor.
Puso los ojos en blanco.
―Sólo me estoy adaptando.
La actitud se estaba arrastrando, pero eso no me frenó.
―¿No tienes zapatos planos que puedas usar?
―No. No me gustan los zapatos planos.
―Bien, entonces ponte unos tenis.
Sus manos golpearon sus caderas.
―¿Con este vestido? ¿Estás bromeando?
―Jess, no vas a llevar esos putos zapatos cuando tu tobillo aún está curándose.
―¿Perdón? ―exigió ella, alzando la voz.
Parker intervino desde el otro lado de la habitación.
―Te dije que él no estaría bien con los zapatos.
―Creo que yo sé si estoy bien para llevar tacones.
Cristo, ella era obstinada.
―Si te pones de pie con esos zapatos durante treinta segundos, me callaré sobre
ellos.
Una ceja se arqueó.
―Bien.
Arrojando su pequeño bolso sobre el sofá, dobló la pierna izquierda por la rodilla
para levantar el pie del suelo. Luego, mirándome fijamente, se mantuvo allí. Durante los
primeros diez segundos, aguanté su mirada. Fue cuando la tensión empezó a aparecer
en su mandíbula que supe que la estaba molestando. Desgraciadamente, pude ver por el
calor de sus ojos que la testaruda mujer sonreiría y aguantaría los treinta segundos sólo
para demostrar su punto de vista. Lo que significa que ella sólo tendría más dolor al
caminar con esos malditos zapatos, tendría que ceder.
―Bien, vámonos ―cedí―. No es que vayas a caminar mucho de todos modos.
Ella sonrió mientras se enderezaba, y observé cómo cambiaba sutilmente su peso 111
hacia su lado izquierdo. Iba a mejorar mi juego o aprender a lidiar con perder este tipo
de mierda con ella. Jess era lo suficientemente testaruda como para someterse a un dolor
real para mantener su posición. Sólo el Señor sabe lo que se necesita para ganar una
batalla de voluntades con ella.

Me había olvidado de las malditas escaleras cuando cedí con los zapatos. Aunque
estaba claro que ella también lo había hecho. Había tenido que dar cada paso con una
lentitud agonizante. A pesar de mis ofertas cada dos pasos, se negó a que la ayudara.
Esto significó que para cuando finalmente conseguí que su culo se sentara en el asiento
del pasajero de mi coche, yo ya estaba enojado.
Pasaron casi diez minutos de viaje antes de que ella rompiera el silencio con una
ocurrencia:
―Bueno, esto está empezando bien.
Intenté resistirme, pero me fue imposible contener la sonrisa ante su descaro.
Llegamos a un semáforo en rojo y me giré para mirarla.
―¿Siempre eres tan cabezota?
Se encogió de hombros, sin arrepentirse en absoluto.
―Más o menos.
―¿Por qué me gusta?
Se golpeó el lado de la barbilla con un dedo.
―¿Masoquismo?
Sacudí la cabeza mientras el semáforo cambiaba y aceleraba.
―Te encanta diagnosticarme, ¿verdad?
―No digo que sea algo malo. A algunas personas les gusta eso.
Dios, me gustaba tenerla de vuelta así. Quería tenerla otra vez en la cama conmigo,
sin duda, pero también extrañaba pelear con ella.
―¿Esta es tu manera sutil de decirme que no cumplí? ¿Necesitas algo más en la
recámara? 112
No respondió de inmediato, y supe que era porque estaba debatiendo hasta dónde
presionarme. No importa lo que intentara alegar ahora, ambos sabíamos que el sexo
había sido explosivo. No había nada que ninguno de los dos necesitara además de más.
―No, estoy bien. Quiero decir, una nalgada de vez en cuando no está fuera de los
límites. Pero más allá de eso... ―Se interrumpió con un encogimiento de hombros.
Podía ver el restaurante más adelante, y ahora traía una erección ante la idea de
inclinarla y dejar una huella de mano en ese delicioso culo.
―Eres el demonio ―refunfuñé.
Ella se rio, y a mi verga le gustó casi tanto.
Mujer malvada.
La cena iba de maravilla. Hablamos, por fin pudiendo hacerlo sin que yo tuviera
que ser retenedor. Hubo momentos en el pasado en los que habría sido fácil convertir
las bromas coquetas en que nos conociéramos de verdad, pero había sido imposible
cuando todo lo básico de mi vida era un secreto. Ahora, sin el trabajo entre nosotros,
pudimos conocernos.
Le hablé de mi familia, de la herencia policial, de las mierdas que hacíamos mi
hermano y yo, incluso de la abuela y el abuelo. Ella habló de Carson, de la clica de Sailor's
Grave, de los Discípulos y, en particular, de sus mujeres. Después de un rato, me di
cuenta de lo que faltaba en sus historias.
―No has mencionado a tu familia ―dije, suavizando mi voz por si había algo en el
silencio sobre ese tema.
Ella suspiró.
―Es obvio, ¿no?
―No tenemos que hablar de ello. Sólo tenía curiosidad.
Empujó un poco la pasta y luego bajó el tenedor con lo que sólo podía describirse
como finalidad. Cuando me miró a los ojos, quedó claro que estaba decidida a no evitar
el tema. 113
―Crecí en el centro de Texas ―empezó diciendo―. Nos trasladamos allí desde más
cerca de Houston cuando tenía cinco años. A mi madre le gustaba contar la historia de
que mi padre se estaba alejando de las enseñanzas del buen Dios y ella tuvo que tomar
la terrible decisión de dejarlo para alejar esa influencia de su pequeña. ―Si no fuera por
el ácido que impregnaba bajo la superficie de sus palabras, me habría reído de la forma
en que introdujo un poco de acento tejano que obviamente había sido natural para ella
en un momento dado mientras parafraseaba a su madre―. Supongo que no era del todo
una mentira. La Biblia dice que el adulterio es un pecado, y papá se había ido con una de
sus amantes. Mi madre, a la que le importaba mucho su imagen, no podía soportar la
idea de ser la mujer cuyo hombre la abandonó y lo que todo el mundo pensaría de ella,
así que nos hizo las maletas y se marchó a otra ciudad donde nadie lo supiera.
Me acerqué a la muñeca de Jess. Había estado moviendo los dedos de esa mano
repetidamente mientras hablaba, como si intentara cerrar el puño, pero no pudiera
hacerlo con comodidad. Su atención se trasladó a mi mano y dejó que sus dedos la
rodearan con facilidad, acomodándose.
―Fui una chica de concurso ―anunció. Mis cejas se alzaron y ella se rio―. Sí. Y no
me refiero a una victoria y a una mísera feria local. No, tuve más títulos de gran dama
que espacio tenía mi madre para exponer las tiaras. No es que eso le impidiera
amontonarlas. Había sido reina de belleza durante un tiempo y le encantaba. Me apuntó
a mi primer concurso cuando sólo tenía ocho meses.
―¿Los hacen tan jóvenes?
―Lo hacen ―confirmó―. Suele ser una parte corta de un día o un fin de semana
lleno de concursos, pero forman parte del circuito. Y a esa edad, ni siquiera se puede
argumentar que se trate de talento ni nada de eso. Sólo se trata de qué bebé es más lindo.
Pero a las madres de los concursos les encanta porque suelen poder subir al escenario
con su futura muñeca. ―El resentimiento no estaba ni siquiera ligeramente
enmascarado en esas palabras―. Estoy segura de que la única razón por la que mi madre
me inscribió fue para poder volver a subir a ese escenario. Cuando empecé a ganar
incluso siendo una niña pequeña, cambió su enfoque para convertirme en la reina de
belleza que ella había sido y más.
―¿Estamos hablando de la mierda de los trajes locos y los postizos?
Su sonrisa era divertida cuando preguntó:
―¿Has oído hablar de un flipper?
―No. ―Y no estaba seguro de querer hacerlo. 114
―Son dientes falsos. Puedes tener sólo un juego en la parte superior o inferior, o
un juego completo. Se colocan sobre los dientes reales para ocultar los que faltan o los
que están torcidos y darte una sonrisa perfecta.
―¿Tenías que llevar uno?
―Tuve juegos completos todo el tiempo desde los cinco hasta los catorce años. Sólo
dejé de hacerlo porque hubo tiempo para que un ortodoncista hiciera su magia en cada
pequeña imperfección. ―Me dedicó una sonrisa completa, obviamente falsa, para
mostrar sus dientes tan perfectos.
―¿Así que seguiste haciéndolos cuando te hiciste mayor?
―No por elección. Debí decirle a mi madre que quería dejarlo al menos una vez a
la semana desde que tuve edad suficiente para darme cuenta de que no era una parte
obligatoria de la vida que todo el mundo hacía. A ella no le importaba. Ella me alimentaba
y vestía, yo podía subir y ganar.
Qué fichita.
―¿Y si no ganabas?
Jess negó con la cabeza.
―Siempre ganaba. Ganar era la única opción.
―¿O qué? ―Presioné, mis dientes rechinando.
―O se ponía creativa.

115
CAPÍTULO 18
JESS

Esta no era una buena conversación en la primera cita, pero no había mucho más que
decir sobre mi familia o mi vida antes de venir aquí. No había decidido que sólo saldría
a cenar con Braden, había decidido darle una oportunidad. Eso significaba dejarlo entrar.
―Jess, estoy ampliando 'creatividad' de muchas maneras jodidas en este momento
―advirtió.
―No me pegaba ni nada ―le aseguré. Después de todo, los moretes no serían
buenos para los concursos―. A veces era algo simple como ir a la cama sin cenar. A
veces era tener que limpiar y pulir todos los trofeos y diademas antes de poder comer.
A veces me encerraba en mi habitación hasta que aceptaba competir. Había hecho
cambiar las luces para que el interruptor estuviera en el pasillo y yo no pudiera
controlarlas.
Braden me sujetó la muñeca herida con más fuerza. No me dolía, no con la
abrazadera, pero atrajo mi atención hacia él.
―Lo siento ―dijo en voz baja. Estaba encabronado, eso es lo que era. Se le notaba 116
en la cara.
―Fue hace mucho tiempo. Con el tiempo, aprendí que era más fácil hacer lo que
ella quería. Los odiaba, pero era buena. Ganar no era difícil. A veces deseaba que lo fuera.
Tal vez si ganar no hubiera sido tan fácil, ella habría retrocedido. Si no hubiera estado
siempre trayendo coronas a casa, tal vez habría preferido que no compitiera y la
avergonzara. ―Me encogí de hombros. Nunca sabría qué pasaba por la cabeza de mi
madre. No tenía sentido seguir dándole vueltas a eso.
»Sobre todo, creo que odiaba que no fuera ese mundo terrible para todos ―
continué―. Había chicas allí a las que les encantaba. Chicas cuyos padres las apoyaban
en algo que querían hacer. Había chicas que realmente lo veían como una oportunidad
para conseguir becas y demás. Pero las que ganaban eran las que tenían madres como
la mía, incluso si realmente querían competir. Madres que eran más sargento
instructoras que madres. Que se preocupaban más por el peinado y el maquillaje
perfectos que por dejar que una niña durmiera la siesta, que se preocupaban más por
las actuaciones de talentos y las pruebas de vestuario que por estudiar. Madres que se
pasaban píldoras dietéticas raras del mercado negro y mierdas entre ellas para que
bajáramos a su peso ideal.
Él parecía estar a punto de perder la cabeza cuando preguntó:
―¿Cuándo se acabó?
Sonreí. Tal vez no debería ser un buen recuerdo, pero lo era para mí. Me puso en
el camino hacia donde estaba ahora.
―No era la única persona en esa vida que no quería estar allí. Una chica con la que
competía mucho, Beverly, y su hermano gemelo, Cade, odiaban todo eso. Él solía
arremeter contra eso. Beverly, parecía seguirlo. Tal vez era porque ella no tenía la
intención de ir en contra de sus padres, pero él sí. Ella era tranquila, más que tímida,
pero él era todo lo contrario. Incluso después de que nos fuéramos, ella siempre se
remitía a él, como si dependiera de él para tomar decisiones por ella.
»Cocinamos esta ridícula idea cuando cumplieron dieciocho años. Nos escapamos
justo después de una competición cuando ella y yo teníamos los premios en efectivo aún
en nuestras manos. Cade nos llevó a un salón de tatuajes que no era el mejor, pero
hicieron oídos sordos al hecho de que yo no tenía la edad suficiente para cobrarme. Volví
a casa dos días después con un piercing en el ombligo y esto. ―Extendí el brazo derecho,
indicando un tatuaje de una rosa roja en el interior de mi bíceps―. Carson me lo corrigió
desde entonces porque era bastante duro, pero me encantaba. No había manera de que
pudiera competir y ganar.
―Mi madre estaba furiosa. Toda su vida ha estado en contra del arte corporal, 117
diciendo que sólo hacía que la gente pareciera una basura, que ninguna mujer que se
hiciera ese tipo de cosas podría esperar tener un marido decente. La típica mierda de
mente cerrada que se oye. Me dijo que había destruido mi futuro. Y me echó.
―¿Te echó a los diecisiete años?
Al parecer, Braden aún no veía eso como la bendición que era.
―Sabía que lo haría ―le aseguré―. Beverly y Cade ya habían conseguido un
departamento para ellos, así que estaba lista para mudarme con ellos. La última vez que
la vi fue ese día, mientras despotricaba sobre cómo nunca llegaría a nada, cómo era la
hija de mi padre moroso a pesar de lo mucho que ella trabajaba. Siguió con eso todo el
tiempo que empaqué mis cosas, hasta que cerré la puerta principal detrás de mí.
Parecía asombrado y... orgulloso.
―¿Simplemente te fuiste?
Me encogí de hombros.
―Sabía que quedarse allí ya no valía la pena. No era fácil. Tuve que conseguir
trabajos de mierda para ayudar a pagar mi parte de la renta de un terrible departamento
que compartíamos los tres. Ni siquiera tenía un diploma todavía. Aunque obtuve mi GED
unos dos meses después, lo que ayudó. Pero no importaba que fuera duro, yo era libre.
No podía descifrar lo que pasaba por su cabeza mientras me miraba fijamente, con
una cara suave y a la vez enojada. Luego, señaló con la cabeza mi plato.
―Tu comida se está enfriando.
Siguiendo la pista, agarré el tenedor y volví a trabajar en mi boloñesa. Comimos en
silencio durante un par de minutos antes de que él pareciera dejar de lado el enojo y
preguntara:
―¿Cómo acabaste aquí, trabajando en Sailor's Grave?
Terminé mi bocado y luego le expliqué:
―No tardé en cansarme de los trabajos de mesera y de venta al por menor. No
tenía ni idea de lo que quería hacer en realidad, así que recurrí a lo que sabía. Acepté
trabajos de modelo, y fueron una especie de regalo del cielo. Ganaba mucho más, y usé
ese dinero para hacerme más tatuajes. Así fue como caí en el modelado de cosas como
revistas de coches y tiendas de ropa alternativa, incluso vídeos musicales y otras cosas.
Nada grande, pero me mantenía en el trabajo y me permitía explorar mi propio estilo a
mi antojo.
»Conocí a Carson trabajando como chica de promoción para una línea de ropa en
una convención de tatuajes. De hecho, abandoné el trabajo que debía hacer porque sabía 118
que él estaba allí y tenía que intentar conseguir una pieza suya. Aceptó tatuarme una vez
que terminé y hablamos mucho. Sailor's Grave nunca había tenido recepcionista.
Cualquier tatuador que no estuviera ocupado se encargaba de atender el teléfono y a
cualquiera que se presentara. Pero de alguna manera, antes de que supiera lo que había
pasado, me ofreció el trabajo. Y nunca miré atrás.
―Se convirtió en tu nueva familia ―adivinó Braden.
―Todos lo hicieron. ―Si antes lo había dudado, ahora no podía hacerlo con la
forma en que todos se habían unido a mí.
―Bien. Te lo mereces.
Nos mantuvimos alejados de cualquier otra cosa tan pesada, pero, aun así, noté un
cambio en la forma en que Braden me miraba cuando yo hablaba, como si me entendiera
mejor. Como si todo lo que le había dicho tuviera algún sentido en un rompecabezas que
había estado mirando sin esperanza de resolver.
Pensando en las cosas de las que lo había acusado, no era sorpresa. Todos mis
ataques se habían basado en mis propios problemas. Sabiendo lo de mi madre, podía
conectar los puntos. Me preguntaba si él había estado tratando de adivinar todo eso
desde que él se alejó aquel día.
Si era sincera, todavía había una parte de mí que desconfiaba. Decidir darle una
oportunidad no cambiaba el hecho de que no era una persona naturalmente confiada.
En el fondo, seguía preparada para el hecho de que él podía cortar y huir en cualquier
momento, pero intentaba creer que no lo haría, lo cual era más de lo que nunca había
dado a alguien.
El viaje de vuelta fue tranquilo. Braden me sostenía la mano izquierda,
manejándola bien incluso con la escayola, sobre la consola central. No sabía en qué
estaba pensando, pero yo estaba inquieta. Principalmente, ciertas partes de mi cuerpo
tenían opiniones muy firmes sobre lo que debía ocurrir cuando estaba cerca de Braden,
y estar en un vehículo en movimiento no estaba siendo una excepción a eso. Estuve a
punto de sugerir que, a menos que su casa estuviera en algún lugar más allá de la de
Park, deberíamos cambiar de ruta.
No ayudaba el hecho de que, aunque se trataba de una especie de primera cita, 119
sabía muy bien que él era el mejor sexo que había tenido. Había tenido que vivir con ese
hecho durante demasiado tiempo, sin saber si tendría otra oportunidad de
experimentarlo. Ahora que la oportunidad parecía estar ante mí, quería
―literalmente― aprovecharla.
La tensión no hizo más que aumentar al llegar a la última curva. No se podía negar
que nos dirigíamos al depa de Park, y era ahora o nunca.
―Yo...
¿Qué? ¿Quiero que me lleves a tu casa y me folles sin sentido?
O sea, puntos por la honestidad, pero incluso yo tenía más tacto que eso. La mayor
parte del tiempo, al menos. En ese momento, tenía las hormonas desbocadas y ni idea
de cómo decir eso sin soltarlo.
―Esta noche no ―dijo Braden con esa increíble voz baja.
―¿Qué?
Apretó ligeramente mi mano mientras entrábamos en el edificio.
―Yo también lo siento, tanto que me está volviendo loco no llevarte a mi casa ahora
mismo. Pero no esta noche.
―¿Por qué no?
Se estacionó, luego giró todo su cuerpo en su asiento para mirarme.
―Porque esto es parte de mostrarte que lo que hay entre nosotros nunca fue sólo
sexo. Tengo trabajo por la mañana, todavía te estás acostumbrando a mí. Esta noche,
nos vamos a la cama solos. Mañana, espero que te levantes para hablar conmigo después
del trabajo. El viernes, te recojo otra vez, pero la cita será en mi casa y pasarás la noche.
―Me parece presuntuoso de tu parte. ―Deseé que no saliera tan jadeante, podría
haber sido creíble entonces.
Él sonrió, y era el tipo de sonrisa que un depredador daría a una presa acorralada.
―Diosa, si metiera la mano en ese puto vestido tan sexy ahora mismo, te mojarías
y ambos lo sabemos.
No pude evitar retorcerme, sintiendo la razón que tenía. Me mordí el labio contra
el deseo de desafiarlo, sólo para ver qué pasaba. Sus ojos se posaron allí, su lengua salió
para lamerse los labios de una manera que me hizo querer hacer lo mismo.
Entonces, en un instante, salió del coche. 120
Parpadeé, con una furia elevándose en mí por el hecho de que se levantara y se
fuera así, en lugar de sufrir como yo hasta que mi puerta fue abierta de un tirón.
En el espacio de unos latidos, me sacó del coche, me levantó y me puso sobre el
capó. Luego me abrió las piernas, obligando a mi falda a subirse en el proceso,
metiéndose entre ellas y tomó mi boca con la suya.
Fue como aquella noche. Consumidor. Crudo. Vital. Podría durar una eternidad y
yo seguiría suplicando que no se detuviera nunca. Sus labios y su lengua no me guiaron
ni me persuadieron, sino que me tomaron. Me besó como si lo necesitara, y eso sólo
alimentó la misma sensación en mí. Nada importaba, ni que estuviéramos al aire libre,
ni que me dolieran un poco las costillas, ni ninguna de las dudas que infectaban mi mente
sobre nosotros.
Perseguí sus labios por instinto cuando se apartó, maldiciendo en voz baja. No se
apartó, pero tampoco volvió por más. Abrí los ojos y vi que su cara era la imagen del
hambre salvaje.
―Vas a ser mi muerte ―juró.
Intentando calmar un momento el calor que corría por mi sangre, me fijé en las
manchas rojas de su boca. Mi labial. También tenía que estar manchado en mí. Mi mano
se levantó como si pudiera hacer algo al respecto entonces.
―Sí, voy a disfrutar de todas las formas en que podemos estropear esos bonitos
labios.
―Si realmente esperas que entre, tienes que dejar de hablar. ―Su voz me llegó lo
suficiente, añadir las cosas que estaba diciendo era simplemente cruel.
Me dio una sonrisa carnal que no era mucho mejor para calmarme.
―Viernes, Diosa.
―Viernes ―concordé.
―Vamos a llevarte dentro.

121
CAPÍTULO 19
BRADEN

Dicen que debes llamar a un médico si tienes una erección durante más de cuatro horas.
Lo juro, después de ese beso de Jess, mi verga estuvo dura toda la maldita noche.
Sólo el hecho de haberla probado otra vez, de haber pasado la noche con ella y de
que se abriera a mí, me impidió ser tan hosco los dos días siguientes.
El jueves, la llamé después de mi turno. A pesar de que estaba claro que estábamos
resolviendo las cosas, todavía me sentía ansioso al hacer la llamada, preocupado de que
cambiara de opinión y no me hablara. Cuando su voz, como si fuera puro sexo, llegó a la
línea, no pude sentirme más aliviado.
Hablamos durante más de una hora. Sobre todo, de mi día, de cómo era Jack como
compañero, de cómo ella se estaba volviendo loca estando en el departamento. Le
prometí que la ayudaría con ese sentimiento la noche siguiente, pero también me
preocupaba. En algún momento, iba a tener que volver a trabajar. Se estaba curando
bien, pero odiaba la idea de que volviera allí, justo delante de todas esas ventanas,
cuando todavía no estábamos cerca de atrapar al cabrón que la había herido.
122
Cuando la dejé marchar con la promesa de que estaría allí a la misma hora la noche
siguiente, decidí que era el momento de checar con Sketch.
Había recibido las actualizaciones de la investigación oficial. Que eran un montón
de nada. Quienquiera que fuera el pendejo, era humo. Todos los que tenían acceso oficial
al edificio y a su departamento por extensión tenían coartadas sólidas. Habían tratado
de sondear el edificio. Nadie con quien hablaron vio nada sospechoso, aunque era difícil
de decir cuando sólo tenían el poder de hacer algunas preguntas básicas. Volvieron a
registrar su departamento, pero no obtuvieron ninguna pista nueva. E incluso las horas
que pasé sentado frente a la casa de Park no sirvieron de nada, salvo para ayudar a Jess
a sentirse más tranquila.
―Dime que tienes algo para mí ―le dije cuando me puse en contacto con Sketch.
―Jager ha estado en ello sin parar ―insistió―. Se ha convertido en su misión
personal encontrar al pendejo. Sólo está tomando tiempo el eliminar a toda la gente que
tiene una razón legítima para acabar en las cámaras con frecuencia.
No estaba encabronado con ellos, no podía estarlo con todo lo que estaban haciendo
por ella, pero eso no significaba que no estuviera jodidamente encabronado. Tenía que
haber una manera de encontrarlo.
―Va a querer volver al trabajo ―me desahogué, sabiendo que él lo entendería.
Él resopló.
―Ha estado encima de mí cada día para que lo haga. La he estado aplacado con
pendejadas que puede hacer a distancia, pero se me están acabando las ideas. El
problema de tener a Jess en plantilla es que trabaja jodidamente demasiado. Apenas
había una maldita cosa extra que hacer incluso cuando perdía días para recuperarse.
Porque ella valoraba ese trabajo, Sailor's Grave, y a todos los relacionados con él
por encima de todo. Nunca había sido exagerado adivinar eso, pero ahora sabía lo cierto
que era. A fin de cuentas, ese estudio era su hogar.
Al pensar en hogar me vino la idea.
―¿Tienes manos extra para hacer de cola mañana por la noche?
―¿Crees que nos ayudará a conseguir una pista?
―Puede que sí.
―Entonces soy todo oídos.

123

Era el mismo trato cuando me presenté en el departamento de Park la noche


siguiente. No llegué tan temprano, ya que había tenido un turno ese día, y luego volví
para asegurarme de que mi casa estaba lista para ella. Aun así, Jess se retrasó un minuto.
Después de dejarme entrar, Park fue a la cocina, y luego regresó tendiéndome un
frasco de ibuprofeno.
―Asegúrate de que se las tome. Su última dosis fue hace dos horas. Ella cree que
no lo necesita, pero le sigue teniendo dolor sin él.
Ya sentía que se avecinaba otro incidente con los zapatos, pero esta vez yo no iba a
perder. Tenía planes para ella. Ya sabía que tendrían que ser menos enérgicos de lo que
yo quisiera, ya tendríamos tiempo para eso una vez que estuviera completamente
curada. Lo que no quiero es que sufra por ello.
Le devolví el frasco.
―Tengo bastante. Tal vez tenga ventaja si piensa que no tendrá que luchar por eso.
―Uno puede esperar ―dijo, devolviendo el frasco a su lugar en el mostrador.
―Lo siento, no tenía una bolsa ―anunció Jess cuando entró en la habitación.
Llevaba un vestido blanco con pequeños puntos negros que tenía un corte entre los
pechos. Había mallas en sus piernas nuevamente, pero esta vez no llevaba tacones. Me
pregunté si le dolería haberlos llevado la otra noche―. Las chicas trajeron todas mis
cosas en maletas y demás. Y el único bolso que tenía es tan pequeño que apenas cabe la
cartera y el teléfono. Tuve que requisar esto. ―Se echó al hombro una cartera de cuero
marrón oscuro antes de mirar más allá de mí―. Gracias, Park.
Él no respondió verbalmente, pero yo estaba demasiado concentrado en quitarle el
bolso a Jess para ver si él le daba algo. Colocándolo en mi hombro, pregunté:
―¿Lista?
―Sí.
Cristo, su voz se volvió jadeante con esa palabra, sus ojos lo suficientemente
calientes como para quemar a través de mí. Teníamos que salir de allí.
La tomé de la mano y la llevé fuera mientras se despedía de Park. No me soltó y se
dirigió a la barandilla de la escalera. En lugar de eso, se agarró con más fuerza, 124
utilizándome como apoyo mientras bajábamos. La mantuve firme, amando que me diera
esa confianza. Sabía que, incluso después de que confesara su pasado la otra noche, aún
quedaba un largo camino por recorrer para que confiara plenamente en mí, pero cada
pequeño avance era un progreso del que me alegraría.
Mientras la guiaba hacia mi coche, me fijé en el cuatro puertas negro que seguía
estacionado en la calle donde estaba Stone. Iba a seguirnos. Había otros Discípulos que
se cruzarían en nuestro camino para estar seguros, así como alguien que vendría a dar
vueltas por aquí una vez que nos fuéramos para vigilar si alguien salía de su escondite y
se largaba una vez que supiera que Jess ya no estaba cerca.
Una vez que estábamos en la carretera, noté que Jess miró el espejo retrovisor un
par de veces. No quise preguntarle si eran los nervios los que la hacían hacerlo, o si había
visto a Stone, así que le pedí que hablara de su día.
―Lo mismo que todos los días últimamente. Me he quedado sin cosas que hacer
para el trabajo, tengo prohibido comprar por Internet antes de caer en picado en las
deudas de la tarjeta de crédito, y me estoy quedando rápidamente sin programas que
suenen interesantes. No soy ociosa ―se quejó.
Quise consolarla con promesas de que todo acabaría pronto, pero no pude. No
teníamos ni idea de cuándo atraparíamos al tipo, y no podía consentir fácilmente que
ella volviera a trabajar hasta que lo atraparan. Reconocí que probablemente iba a
suceder ―especialmente si Jess seguía luchando por ello―, pero eso no significaba que
fuera una voz de apoyo en su esquina.
―¿Te has tomado unas vacaciones de verdad desde que empezaste allí? ―pregunté
para que siguiera hablando. Escuchar era bastante fácil, pero dirigir una conversación
yo mismo y al mismo tiempo estar atento a una cola que no debería estar allí era una
tensión.
Pasamos junto a una Harley en un cruce, su conductor no llevaba su chaleco,
aunque sabía que era uno de los Discípulos, exactamente donde me habían dicho que
estaría.
―No exactamente. Cerramos en vacaciones, así que me tomo ese tiempo libre. He
viajado a diferentes convenciones y cosas con el trabajo a lo largo de los años, y
normalmente nos tomamos un par de días si es en algún sitio interesante. El último al
que fuimos fue en California, así que Sketch se llevó a Ash y a las niñas. Fueron a
Disneylandia. Yo me tomé un tiempo en Long Beach ―explicó.
―Apuesto a que fue divertido para él. ―Sólo podía imaginar al motociclista
fuertemente tatuado deambulando por un lugar como ese.
125
―Probablemente lo odió, pero Emmy estaba fuera de sí. Haría cualquier cosa para
hacer feliz a su chica, y la felicidad adquirió un nuevo significado para esa pequeña
princesa cuando por fin conoció a todos sus ídolos.
Su cariño por la pequeña se notaba en sus palabras.
―¿Quieres tener hijos?
Ella no respondió de inmediato. Tal vez era demasiado pronto para preguntar eso.
No estaba preguntando necesariamente si los quería conmigo.
Sí, sí lo estás haciendo pendejo.
―Nunca lo he pensado mucho. Quiero decir, definitivamente he pensado en partes
de tener un hijo, como qué nombres podría elegir o qué tipo de disfraces les pondría
para Halloween cuando sean pequeños. Cosas al azar como esas. Amo a las hijas de
Sketch. Ember tiene una niña que adoro. Amo a todos los hijos de los Discípulos, en
realidad. Sólo que nunca lo he considerado mucho más allá de eso. Aunque no diría que
no quiero tener hijos. ―Tal vez no había estado haciendo planes, pero había un anhelo
en sus palabras que no estaba seguro de que ella notara―. ¿Y tú?
―Podría verme teniendo hijos, sí.
No añadí que justo en ese momento, podía ver una muy buena imagen de eso con
ella. Eso me asustó incluso a mí, no necesitaba compartirlo.
Pasamos por otro lugar designado, otro Discípulo esperando donde habíamos
acordado.
―Me siento como el Presidente ―comentó Jess.
―¿Qué?
Miré y vi que ponía los ojos en blanco.
―Stone nos está siguiendo. Gauge y Daz por lo menos los que hemos pasado.
¿Cuánta seguridad tengo exactamente para ir a tu casa?
Maldita sea, ella era buena.
―Eres observadora.
―Es fácil darse cuenta de la gente que conoces bien ―respondió―. Buen intento
de desvío, pero en realidad quiero una respuesta.
―Tengo grandes planes para esa boca contestona.
―No va a funcionar, sexy. 126
Sí, no tenía muchas esperanzas.
―Dos más. Sketch ya está en mi casa, Ham iba a pasar por la de Park una vez que
nos hubiéramos ido.
―¿Crees que es necesario tanto? ―Una pizca de ansiedad surgió en las palabras,
y jodidamente lo odié.
―¿Para mantenerte a salvo? Para nada. Puedo hacerlo yo mismo. Si alguien
intentara siquiera acercarse a ti, yo lo derribaría primero ―prometí.
―Entonces, ¿por qué todo esto? ―presionó.
―Tenemos que identificarlo. Aunque hemos mantenido los ojos abiertos, no lo
hemos encontrado. Existe la posibilidad de que, si ha estado vigilando, el hecho de que
vengas conmigo le haga salir. Si eso ocurre, queremos aprovecharlo.
―¿Así que realmente estás trabajando con el club?
―Sí. ―No le mentiría. En todo caso, esperaba que el hecho de que lo supiera la
tranquilizara.
―¿Y qué pasa si lo encuentran? No puedo imaginar que tengan los mismos planes
que usted, oficial.
Que me llamara así disparó directo a mi verga. Obligándome a ignorar las imágenes
gráficas que me trajo a la mente, respondí:
―No es así. Sólo estamos compartiendo información, no cazándolo juntos.
―De acuerdo ―dijo ella, no muy convencida.
Mirando, aún viendo la férula en su muñeca, recordando el estado en el que se
encontraba incluso días después cuando pude verla por primera vez, tampoco yo estaba
seguro de estarlo ya.

127
CAPÍTULO 20
JESS

Braden paró en la entrada de un bungaló en un vecindario antiguo. No era un vecindario


antiguo en un sentido de acabado, sino establecido y tranquilo. Todas las casas estaban
un poco anticuadas, no de las nuevas construcciones que se hacían en otras partes de la
ciudad, pero también estaban cuidadas, incluida aquella en la que nos encontrábamos.
―¿Esto es tuya? ―Probablemente era una pregunta estúpida, ya que era evidente
que estábamos en la entrada. Sin embargo, la anticipación que se había acumulado
durante casi dos días estaba alcanzando un punto álgido que me hacía menos que estelar
en la charla.
―Sólo la estoy rentando ―explicó―. La pareja propietaria decidió retirarse a
Newport Beach. Por ahora, la están rentando en lugar de venderla. Creo que es una cosa
de red de seguridad en caso de que la vida de California no se adapte tan bien como
pensaban.
―Hm.
Sí, esa fue mi respuesta verborrea. Era todo lo que tenía. Mi cuerpo estaba 128
completamente concentrado en el hecho de que dentro de esa casa finalmente tendría
más de Braden. En respuesta, mi cerebro acababa de entrar en pausa.
―¿Vas a entrar? ―se burló.
Oh, sí, iba a entrar.
Él, no yo.
―Ajá.
Cuando respondí, él ya había salido y se acercaba a mi lado. Tras agarrar mi bolso
del asiento trasero, me abrió la puerta y me ofreció su mano otra vez. No admitiría que
mi tobillo todavía se sentía un poco menos que ideal desde lo de los tacones, hacerlo sólo
perjudicaría mi capacidad de mantenerme firme en el futuro, pero era agradable tenerlo
no sólo sosteniendo mi mano, sino ayudando a actuar como un apoyo si me tambaleaba
en absoluto. Al menos su casa era de estilo rancho. Con suerte, si había un sótano, no
tendríamos necesidad de bajar allí.
Dentro, era...
―Un poco apagado. ―Hice una mueca. No era raro que gritara lo que estaba
pensando, pero eso sonó duro.
Se rio.
―No he tenido la oportunidad de hacer mucho con ella. No es que esté seguro de
que cualquier cosa que me tome el tiempo de hacer sea interesante para tu gusto.
Eso era cierto, las casas de la mayoría de la gente me parecían un poco aburridas.
También me hizo sentir una ráfaga de calor al saber que se había dado cuenta y
recordaba cómo tenía decorado mi departamento. Con todo el ajetreo de esa noche,
habría sido fácil para él ni siquiera mirar. El hecho de que lo hiciera significaba que
probablemente se había fijado en ello.
―Tal vez puedas ayudarme a animarlo ―añadió.
No se me escapó la insinuación. Él no querría que el lugar en el que iba a vivir fuera
un recuerdo de alguna mujer que no significara nada, y más que eso, podría querer que
yo le ayudara para que me sintiera como en casa.
―Estoy segura de que puedo hacer algo con esto.
Tirando de mi brazo bueno, me hizo girar hacia él, acunó mi mejilla con su mano
libre y me besó. Fue suave, pero yo no quería eso. Me presioné contra él y lo hice más
profundo. Le pasé la lengua por la comisura de los labios y un gemido salió de su pecho.
Se echó hacia atrás lo suficiente para decir: 129
―No me presiones, diosa. Primero tengo que alimentarte.
―Más tarde ―susurré, rodeando su cuello con una mano para tirar de él.
Dejó que sus labios rozaran los míos y habló allí mismo:
―Jess, tienes que parar ahora, o...
Decidida a conseguir lo que quería, le mordí el labio inferior. Él soltó un gruñido,
y luego sus labios tomaron los míos. Metió su lengua entre ellos y me derretí. No me
agarró firme. No, lo hizo mejor. Sin separar su boca de la mía, bajó para rodear mis
muslos con sus manos y me levantó para rodear sus caderas con mis piernas.
Nos estábamos moviendo, con suerte hacia la recámara, aunque yo habría aceptado
el sofá o cualquier superficie lo suficientemente grande. Demonios, el suelo funcionaría
si fuera necesario. ¿Qué era una pequeña quemadura de alfombra?
Braden volvió a separar su boca de la mía y yo se lo permití, recorriendo con mis
labios su mandíbula y bajando hasta los acordonados músculos de su cuello. Se
flexionaron deliciosamente cuando dejó caer la cabeza hacia atrás y gimió.
―Sabía que estas serías unas medias hasta el muslo ―dijo, y sus dedos se clavaron
en el borde de los encajes. Quería sentir que me sostenía así mientras empujaba en mí―.
No se van a ser removidas. No hasta más tarde.
No dije nada, sólo indiqué que lo oí mordiendo donde su cuello se unía a su hombro.
Maldijo, pero fue un sonido de satisfacción, uno que envió un zumbido a través de mi
cuerpo en respuesta.
De repente, fui inclinada hacia atrás, perdiendo el calor del cuerpo de Braden
mientras me bajaba a su cama. La falda de mi vestido se acomodó alrededor de mi
cintura, dejando al descubierto las medias al muslo que lo habían entusiasmado y la
tanga negra a juego que llevaba. Otra mujer podría haber cerrado las piernas sin su
hombre entre ellas, yo no. No quería que pensara ni por un segundo que debía alejarse
en lugar de volver a llenar ese espacio.
―Joder ―espetó, con los ojos pegados entre mis piernas. Se inclinó hacia mí,
pasando sus manos por el interior de mis muslos hasta que las yemas de sus dedos
rozaron el borde de mis bragas. Sólo entonces levantó la vista hacia mí, tomándose su
tiempo en el recorrido por mi cuerpo―. Realmente eres una diosa.
Si él quería pensar así, desde luego no iba a destrozar esa imagen. ¿Quién no
querría que el hombre que la convirtía en papilla estuviera allí de pie con un aspecto
caliente, duro y hambriento para verla de esa manera? 130
Nadie, eso es.
―¿Significa eso que estás a mis órdenes?
Entonces estaba allí otra vez, esa sonrisa que era animal, ojos que eran
simplemente feroces. Me había mirado de la misma manera cuando vino a golpear la
puerta de mi departamento aquel día. Recordaba muy bien el tipo de mirada salvaje que
presagiaba. Y lo quería todo.
―Ni hablar. Te adoraré, pero lo conseguirás como yo quiero darlo.
Un escalofrío recorrió mi columna vertebral, convirtiéndose en un calor ardiente
en mi núcleo. Quería replicar, intentar ganar algo de poder, pero deseaba mucho más
que él hiciera exactamente eso.
―Ahora ―continuó―. Por muy sexy que estés con ese vestidito, hay que quitarlo.
No perdió el tiempo y lo subió y lo quitó mientras yo le ayudaba. Me mordí el labio
mientras lo tiraba a un lado, sabiendo que éste sería el gran obstáculo. Mientras que los
tatuajes de mis brazos ocultaban la ligera decoloración que quedaba de los moretes allí,
los del torso eran menos densos. Allí todavía se podían ver los moretones, uno de los
recordatorios más evidentes de lo que me había pasado, además de la férula.
No les dio importancia. Sin el vestido, mis pechos estaban desnudos. Se inclinó
sobre mí y me dio unos cuantos besos húmedos y lánguidos en la boca antes de bajar por
el cuello hasta los pechos. Sus manos fueron las primeras en tocarlos. Sus palmas
rozaron mis duros pezones, haciéndome gemir. Podía sentir su sonrisa de respuesta
contra mi clavícula.
Con su dedo y su pulgar, jaló de un pezón, lo acarició antes de aferrarse al pequeño
aro que lo atravesaba. Tiró suavemente y mi espalda se arqueó ante el rayo de placer
que me recorrió.
―Me encantan ―dijo contra mi piel. Tiró del otro pezón y gemí―. Nunca supe lo
sexy que podían ser hasta que vi los tuyos.
―Deberías probar, se... ―jadeé mientras él bajaba para aferrarse a una punta con
su boca, chupando y haciendo girar el metal con su lengua. Cuando tuve algo de control,
continué―: Se sienten muy bien.
No detuvo su tratamiento perverso en mi pezón para responder, pero no hubiera
querido que lo hiciera. Se limitó a tararear en reconocimiento de mis palabras que
viajaron por la argolla, encendiendo cada terminación nerviosa. Cuando cambió al otro,
infligiéndole la misma increíble tortura, mis manos subieron para sujetarlo a mí. No 131
quería que se detuviera otra vez, ni siquiera por un segundo.
Cuando intentó moverse, me aferré con más fuerza. Con cuidado, apartó mi brazo
herido lo suficiente para mirarme.
―Tengo otros lugares en los que necesito que esté mi boca.
Al instante, mis brazos se retiraron. Para su diversión.
Se arrastró por mi cuerpo, sus manos ya agarraban los lados de mi tanga y tiraban
hacia abajo. Levanté las caderas para ayudarlo, y me encantó la fricción accidental contra
su pecho lo suficiente como para repetir el movimiento.
―Tan necesitada ―elogió.
―Sí.
Bajó, depositando un beso entre los huesos de mi cadera.
―Me ocuparé de ti.
Y lo hizo. En un solo movimiento, él estaba de vuelta, mis piernas estaban
levantadas y las bragas habían desaparecido. Se arrancó la camiseta, pero no me dio la
oportunidad de apreciar la vista porque en el siguiente segundo, mis rodillas estaban
sobre sus hombros mientras se inclinaba y daba un largo lametón.
―Dios ―gemí. No pude evitar empujar mis caderas hacia arriba, pidiendo más.
Él no me provocó. Enterrando su cabeza entre mis muslos, me comió como si fuera
la primera comida en semanas. Implacable, crudo, codicioso. Me dirigí hacia el orgasmo
en un abrir y cerrar de ojos, y los gemidos que su hábil lengua arrancaba de mí sólo
parecían estimularlo.
―Por favor. ―Mis talones se clavaron en su dura espalda, todo de mí quería más
de él.
Sin ceder, me metió dos dedos hasta el fondo y yo me estreché en torno a ellos.
Siguió con su lengua en mí en cada oleada, retirándola hasta que mi clítoris estaba tan
sensible que me sacudía.
Me besó el interior de los muslos mientras se retiraba, dejándolos caer abiertos
sobre la cama.
―Muévete más arriba en la cama, nena ―me ordenó.
―Mmmm ―tarareé en respuesta, todavía en el subidón.
―Diosa ―me advirtió. 132
Abrí los ojos para ver cómo se quitaba los zapatos. Cuando fue por su cinturón,
decidí que prefería ver el espectáculo. Me puse de lado para tener una mejor visión y
observé los tonificados músculos de su pecho y sus brazos, generosamente adornados
con tinta que tendría que estudiar más de cerca ―con mis ojos y mi lengua― después,
mientras se desabrochaba el cinturón y los jeans.
Su verga se liberó, y no fue como si no me hubiera venido. Toda esa necesidad
volvió a aparecer. Finalmente, hice lo que me había dicho y me desplacé por la cama
hasta apoyar la cabeza en las almohadas. Allí, me recosté, abriendo las piernas otra vez,
mi punto claro.
Acarició su verga unas cuantas veces, fijando mis ojos en ella. Su grosor era lo que
realmente me atraía. Podía recordar exactamente cómo se sentía al tomarlo, y lo quería
otra vez.
―Braden ―llamé, queriendo que viniera a mí.
Con los ojos intensos clavados en mí, se acercó al lado de la cama. Abrió de un tirón
el cajón de la mesita de noche. Mientras abría el paquete de preservativos, me contoneé
en la cama, rodeando su verga con una mano.
―Joder ―gimió, echando la cabeza hacia atrás por un momento.
―Quiero esto.
Me apartó la mano mientras bajaba el preservativo, y luego se arrastró sobre mí
mientras me ponía otra vez boca arriba. Sus labios se apoderaron de los míos, su lengua
se adentró en ellos, y luego hundió su verga en mí sin preámbulos.

133
CAPÍTULO 21
BRADEN

Ella era la cosa más dulce que jamás había sentido.


Lo había sentido la primera noche; lo supe con certeza en ese momento. Nada podía
sentirse mejor que el apretado y empapado coño de Jess envolviendo mi verga. En algún
momento, tendríamos la conversación sobre quitar ese puto condón fuera del camino.
Cuando eso ocurriera, no podía ni imaginarlo.
Podría morirme sólo de la sensación.
Me quedé enterrado en lo más profundo, sintiendo cómo se apretaba a mi alrededor
mientras follaba sus dulces labios con mi lengua. Su labial era de otro color, no tan
brillante como el rojo de nuestra cita. Pronto la tendría con eso, vería ese color
embadurnado por todas partes. Vería como dejaba su marca en mi verga.
Ella gimió alrededor de mi lengua mientras yo me retiraba y volvía a meterla.
Quería provocarla, quería que estuviera al borde de la locura antes de tomarla, pero dos
empujones y ya estaba demasiado lejos. No podía contenerme. En otra ocasión, la
mantendría allí hasta que me rogara que la follara. 134
Al retirarme de sus dulces labios, miré a mi diosa entintada. Toda mía mientras
yacía allí tomando mi verga.
Toda mía durante mucho más tiempo si me salía con la mía.
Mantuve mi peso sobre mis brazos, con cuidado de sus costillas mientras entraba
y salía. Cada vez, su coño me sujetaba con fuerza, como si no quisiera que me fuera, y
luego su cara se derretía de placer cuando volvía a entrar.
Sus manos bajaron por mi pecho, el ligero rastro de las yemas de sus dedos me
volvía loco, antes de utilizarlas para agarrarse a mis caderas. Si creía que había alguna
posibilidad de que me fuera a ir a algún sitio, estaba loca.
Me quedaría allí mismo follándola para siempre si fuera posible.
―Braden ―gimió, y escuchar mi nombre, mi verdadero nombre, mientras la
tomaba me marcó.
―Así es, diosa. Dilo otra vez.
―Braden.
Moví mis caderas, frotando más fuerte contra su clítoris con cada movimiento.
―Otra vez ―le ordené.
Ella lo hizo, y yo la recompensé alineándome justo en su punto G, frotando la
cabeza de mi verga contra él con fuerza.
Y Jess, mi chica, siguió diciéndolo, cantando como una oración mientras yo le daba
todo lo que tenía. Ella gemía mientras yo nos empujaba más alto. Jadeó cuando pasé un
brazo por debajo de sus caderas para acercarla más a mí. Lo gritó tan fuerte que los
vecinos tuvieron que oírlo mientras la empujaba al límite.
Se apretó a mi alrededor hasta el punto de que apenas podía moverme, pulsando y
ordeñando el orgasmo hasta que me vine junto con ella.
Y después, cuando me dejé caer con cuidado en la cama junto a ella y la acerqué
para poder enterrar mi cara en su cuello y respirar el aroma de su perfume y su sexo, lo
dijo una vez más en un suspiro, como si sintiera cada pedacito de la profunda satisfacción
que yo sentía en ese momento.
―Braden.

135

―Sabes, cuando me invitaste a cenar, esto no era lo que esperaba.


Jess estaba sentada en la encimera de la cocina, con las piernas desnudas colgando
sobre la orilla. Se había apoderado de una de mis camisetas que colgaba suelta sobre
ella, cubriendo sus tetas. A través de la tela blanca se veían sus pezones y los aros
plateados que los atravesaban. Era una buena vista, aunque no estaba a la altura de la
que había tenido en mi cama las últimas horas.
En su mano buena había un tazón de cereal que había indicado con su cuchara
cuando habló.
―No era lo que había planeado ―me defendí―. Tú me empujaste. Te advertí.
Ahora son más de las diez y estamos comiendo cereal.
Ella sonrió como la pícara que era, recogiendo otro bocado, pareciendo totalmente
impenitente. La verdad es que estaba más que contento con el resultado de todo aquello.
Comerla repetidamente era mejor que cualquier comida que yo pudiera preparar.
Se encogió de hombros.
―Me gustan el cereal.
Por la forma en que ronroneó las palabras, bien podrían haber sido “me gusta la
verga”. Eso es ciertamente lo que escuchó la mía, que se levantó contra los pants sueltos
que tenía puestos. Sus ojos bajaron, dándose cuenta enseguida, y la mirada satisfecha
que siguió no me sorprendió ni un segundo. Una cosa que estaba quedando clara sobre
Jess, ahora sabía el poder que tenía sobre mí y le gustaba. Como también le gustaba
recompensarlo a su manera, no me importaba en absoluto. Si su voraz apetito no
disminuía, podía seguir poniéndome duro todo lo que quisiera.
―Come. Todavía no he terminado contigo ―advertí. No por esta noche, en
absoluto.
Comió obedientemente otro bocado. La colorida cucharada me hizo sonreír. Había
podido elegir el cereal, ya que yo no era de los que preparaban el desayuno a primera
hora, pero salir a patrullar sin comer no era una buena decisión. Algunos días había
tiempo de sobra para tomar algo, otros estabas sin parar de principio a fin. Las cajas
cubrían el espectro desde lo más fibroso y saludable hasta más azúcar que sustancia. Ni
siquiera había echado un vistazo a las anodinas marcas “para adultos”. En cambio, había
ido directamente a las cajas que eran tan brillantes y coloridas como ella.
136
―¿Qué? ―Me miró con suspicacia.
―Nada.
―Dime ―insistió.
―No es nada. Simplemente me gustas. Eres original, genuinamente tú misma. Eso
me gusta.
Sus ojos se dirigieron a su tazón, haciendo girar la cuchara en él. Jess era tan
jodidamente segura de sí misma en algunos aspectos, atrevida sin disculparse la mayor
parte del tiempo, que era fácil pasar por alto esa pizca de timidez sobre lo que había bajo
la superficie. Ella sabía muy bien que tenía un gran cuerpo, una cara hermosa. No tenía
ningún problema en alardear de ellos. Tratar de ir más allá de apreciar eso la
desconcertaba.
Bajando mi tazón, me acerqué y tomé el suyo para colocarlo también en la encimera
fuera de su alcance. Agarré sus rodillas, separándolas para poder moverme entre ellas.
En el momento oportuno, volvió el descaro.
―Claro, tómalo. No estaba comiendo eso ni nada.
Pasé una mano por la larga cabellera que caía a un lado de su cabeza, al mismo
tiempo que pasaba ligeramente los dedos por el tatuaje del otro antes de posarse en su
cuello. Era hora de trabajar para entender mejor a esta hermosa criatura. Si quería
quedarme con ella, tenía que conocerla por completo para lograrlo.
―¿Por qué me diste una oportunidad?
Ella parpadeó, sin esperar eso.
―¿Perdón?
―Los dos sabemos que estabas demasiado dispuesta a darme una patada en el culo
después de nuestro enfrentamiento de aquel día. ¿Por qué acabaste llamando?
Su expresión se volvió preocupada, como si pensara que yo podría estar perdiendo
la cabeza.
―Tú me enviaste la invitación ―contestó como si yo fuera denso.
―¿Y eso qué importa? ―insistí.
Se movió como si fuera a intentar alejarse. Tensé mi mano en su cuello, no lo
suficiente como para retenerla, sólo lo suficiente como para que lo sintiera y entendiera
el punto.
―Ya sabes por qué ―contestó, con un tono de voz que hablaba de su creciente mal 137
genio―. Le dijiste a Park lo que tenía que decir.
―Sé lo que pensé que podía estar molestándote, lo que esperaba que te diera eso,
pero sólo tú sabes lo que pasaba por tu cabeza.
Me sacudió con más fuerza de mí, subiendo una rodilla para sacar la pierna de mi
alrededor. Preocupado por que se hiciera daño, me hice a un lado y la dejé bajar. Sin
embargo, me planté entre la encimera y la isla, dejando claro que le daría algo de espacio,
pero que no iba a salir corriendo para escapar de la conversación.
Ella se retiró, haciendo una línea recta hacia el otro lado de la cocina, justo en la
esquina como un animal atrapado.
―Jess, sólo estoy tratando de entenderte. No quiero basarme en mis suposiciones
y esperar que lo hago bien para descubrir que me he equivocado y acabar perdiéndote
por ello. Pero sólo puedo hacerlo si tú hablas conmigo.
Tenía los brazos cruzados, protegiéndose, y yo odiaba verla así. Parecía frágil de
una manera que antes no hubiera creído. Me acerqué con cautela y me detuve cuando
sus ojos mostraron un destello de pánico.
―Déjame entrar.
―¡Pero lo sabes! ―espetó―. Me diste esa invitación porque sabías lo que
significaba que me llevaras como tu cita a algo así.
Lo hice, y todo esto confirmó el punto sensible que era para ella.
―Porque se te metió en la cabeza que podría quererte en mi cama, pero que no
estaría orgulloso de tenerte a mi lado. ―Completé, viendo que conseguir que lo dijera
ella misma no iba a funcionar. Sus ojos se ensancharon al escucharlo en voz alta, y su
barbilla se alzó casi imperceptible de confirmación. Continué―. ¿De quién es la voz que
dice eso en tu cabeza? No es mi Jess. Ella mandaría a la mierda a cualquiera con esa
pendejada.
Nada de ella, sólo una chica vagamente temerosa acurrucada sobre sí misma.
―¿Es de tu madre? ¿Esa vil mierda con la que te alimentó mientras crecías sigue
en tu cabeza? ―Se mordió el labio. No podía decir si estaba a punto de derrumbarse o
de pasar al ataque para defenderse―. Porque se equivocó. Se equivocó desde el puto
principio. Se equivocó al forzarte a ser su muñequita escénica. Se equivocó al abusar de
ti para que te quedaras en ese escenario. Se equivocó al decir que te habías arruinado
haciendo exactamente lo necesario para liberarte. Era una puta perra que sabía que su
hija tenía que ser todo lo que ella no tuvo la oportunidad de ser. Tenías toda la vida por 138
delante, con más puto espíritu y belleza que va muy por debajo de la superficie que nadie
que haya conocido. Y tú jodidamente lo sabes. Puede que ella se quede ahí, pero tú sabes
que cubrirte con esos tatuajes sólo te hace más increíble, que sabes quién eres y dejas
que eso sea libre. Entonces, ¿por qué dejas que ella te retenga en esto?
Sus ojos estaban muy abiertos, tan grandes y brillantes con una mezcla de terror y
esperanza. Estaban batallando en ella, y diablos si dejaría que ese miedo ganara.
―Ella te enseñó a no confiar, pero ¿por qué carajo deberías escucharla? ―Exigí―.
Es darle lo que ella quiere, apartándote de lo que podría hacerte feliz. Y a la mierda con
eso. No eres el tipo de mujer que deja que nadie te retenga de una maldita cosa. Así que
no la dejes. La perra no se merece esa victoria.
Lo veía en sus ojos, sabía que yo tenía razón. Era sólo su miedo y la atracción de
un hábito de toda la vida que la mantenía atrapada.
Di unos pasos más en su dirección, complacido de que no reaccionara a eso.
―¿Por qué me diste una oportunidad, diosa? ―pregunté, con voz suave.
―Porque estoy cansada de tener miedo ―respondió. Su voz era baja, pero había
una firmeza en ella que lo decía todo.
Seguí avanzando hacia ella.
―No tienes por qué tenerlo. ¿Por qué demonios yo iba a darte miedo?
―Puede que me importes.
―Bueno, ya estoy allí. Entonces, ¿quién tiene la ventaja aquí?
Su postura se enderezó. Sí, estábamos llegando a alguna parte.
―Esto podría no funcionar. No puedo imaginar por qué, excepto que tú decidas
que quieres algo más, porque yo ya estoy hundido. Pero podría no hacerlo. No hay forma
de saberlo a menos que lo intentemos de verdad, sin muros, sin contenciones. Puedo
prometerte una cosa: no voy a decidir que no me interesa por ninguna de esas mierdas
que esa mujer te mete en la cabeza. Sé en lo que me estoy metiendo. Sé lo que quiero. Y
esa eres tú, Jess.
―Okay.
―¿Okay?
Ella se encogió de hombros, tratando de apartar la ansiedad persistente, y repitió:
―Okay.
139
Con eso bastaría. No era tan tonto como para creer que esto no iba a persistir como
un problema, pero esto era más que su aceptación de una cita. Me estaba dando una
oportunidad real, y sabía que no era una mentirosa. Ese “okay” significaba que estaba
realmente dispuesta a intentarlo.
Y eso era un motivo de celebración.
Avanzando los últimos metros, la agarré, tomé esa boca y la arrastré de vuelta a la
cama para hacer precisamente eso.
CAPÍTULO 22
BRADEN

Dos días después, me dirigí al baño principal, apoyándome en el marco de la puerta. La


visión que tenía ante mí era, como mínimo, cautivadora. Allí estaba mi diosa, inclinada
sobre la encimera para acercarse al espejo. Llevaba ya media hora aquí, haciendo lo que
fuera para pasar de su belleza natural al aspecto bomba que le gustaba.
Sabía que algunos hombres tenían todo tipo de opiniones sobre las mujeres y el
maquillaje, las mujeres y la ropa, las mujeres y todo tipo de cosas sobre las que no les
incumbía tener opiniones firmes. Con Jess, descubrí que mi preferencia era lo que ella
me diera. Admito que era agradable tenerla fresca y sin todos los extras, aunque sólo
fuera porque sabía que no solía pasar mucho tiempo con otras personas de esa manera.
Verla tal y como estaba, despertando junto a eso, era hermoso. Pero eso no significaba
que sus labios rojos, sus faldas ajustadas y sus tacones sexys no lo hicieran para mí de
una manera explosiva.
Lo que me gustaba, lo que quería, era Jess. Como fuera que viniera.
Anoche, después de haber trabajado un turno, la había recogido del depa de Park.
Habíamos ido a cenar a una hamburguesería que le encantaba ―y que ahora sabía que
140
era increíble― y luego volvimos a mi casa. Había aprendido que, si queríamos tener más
tiempo para hablar, íbamos a tener que comer fuera a menudo. Tan pronto como
habíamos entrado en la puerta, habíamos estado otra vez encima del otro que había
durado casi toda la noche.
Los recuerdos de eso, junto con su culo levantado ...mientras se inclinaba de esa
manera, me estaban desviando del camino. El hecho de que ella estuviera haciendo eso
en sólo un sujetador rosa pálido y bragas era demasiado. Los colores eran tan claros
comparados con su aspecto habitual, y hacían que las líneas oscuras de los tatuajes que
se trazaban a lo largo de las curvas de su cuerpo resaltaran aún más.
Cómo podía pensar que yo encontraría su tinta algo más que no fuera excitante.
Sin poder evitarlo, me empujé de la pared y me puse detrás de ella. Con cuidado de
no empujarla mientras trabajaba con un pincel sobre un párpado, la rodeé con mis
brazos. Dejé que mis manos recorrieran su suave piel mientras mis labios se dirigían a
su cuello.
Cuando terminó lo que estaba haciendo, me dio un codazo. No fue suficiente para
forzarme a soltarme, pero sí para dejar constancia de ello. Respondí agarrándola con
más fuerza, tirando de su culo contra mí.
Fue un movimiento estúpido. No había forma de evitar que mi verga respondiera
con ella presionada contra ella.
―Tenemos que irnos pronto. Tengo que terminar de prepararme ―me advirtió.
―Te ves demasiado bien para dejarte aquí parada.
Se rio.
―Puedes tener tu dosis más tarde.
Pasé una mano por su estómago hasta que mis dedos estaban provocando la cintura
de su ropa interior.
―Oh, lo haré. No te preocupes por eso.
―No creo que tenga que hacerlo nunca.
Ella tenía razón en eso. Sólo habían pasado unos días, pero tenerla en mi cama sólo
hacía que el hambre fuera más fuerte. Cada sabor me hacía más adicto. Por suerte, ella
parecía estar tan hambrienta como yo.
Haciendo un punto, se levantó de nuevo, pasándose la sombra de ojos de forma
perfectamente capaz de hacerlo desde esa posición, me quedé donde estaba. Le besé a lo
largo del cuello, mordisqueando un poco el punto en el que el cuello se abre hacia su 141
hombro. Cuando miré hacia arriba, el cepillo estaba detenido a dos centímetros de su
cara.
―Tienes que soltarme.
―Nunca ―gruñí contra su piel.
―Así no. Cavernícola ―respondió, exasperada. Oh, bueno. Era cierto―. Tengo que
terminar y luego tenemos que irnos. Probablemente estarán esperando ya que no me
dejaste salir de la cama para empezar todo esto.
Eso era cierto. Ella me había dicho cuánto tiempo necesitaba, yo había pensado que
estaba siendo dramática. Resulta que no sé ni mierda.
Como sea.
―Que esperen.
Ella no era la única que podía ser terca.
―Puedes tener lo que quieres después.
Eso hizo que levantara la cabeza, encontrándome con sus ojos en el espejo.
―¿Lo que quiero?
―Sí.
Sonreí.
―¿Lo que yo quiera?
Fue emocionante ver que su reacción al desafío en mi tono era parecer intrigada.
―Sí.
Tomé la parte posterior de su cabeza, girándola para poder devorar esos labios
antes de que los pintara del color que fuera esta noche. Sólo una vez que había obtenido
una buena probada, la solté.
―Okay. Prepárate antes de que cambie de opinión.
Me alejé, pero sólo hasta la puerta otra vez. Era difícil ir a sentarse en otro lugar
cuando la tenía en mi espacio. Ella me miró de pie en el espejo, pero simplemente puso
los ojos en blanco y volvió a su tarea.
Al cabo de un minuto, mientras rebuscaba en su gran bolsa de suministros,
anunció:
―Tengo que volver a mi apartamento. 142
No, no tenía. Si lo tuviera a mi manera, ella nunca volvería volver allí.
―¿Qué quieres decir?
Al captar mi tono, volvió a mirarme a través del espejo.
―No para quedarme ―me aseguró. Sus ojos se desviaron, no sólo de los míos, sino
de todo. Sabía que estaba pensando en el largo plazo. En si volvería allí a vivir, si es que
podía hacerlo. Parpadeó, volviendo a centrarse en el ahora y continuó―: Pero la mayoría
de mis cosas siguen allí y estoy cansada de prescindir de ellas todo el tiempo.
Era justo.
―Haz una lista, yo iré. ―Si ella necesitaba más después de eso, iría otra vez. Tal
vez guardar algo aquí si no había espacio en lo de Park.
Joder, ya estaba intentando que se mudara conmigo.
Bajó todo y se dio la vuelta, apoyándose en la encimera mientras me miraba.
―Necesito hacer esto.
―¿Por qué?
No me gustaba. No me importaba con qué había equipado Jager el lugar. No me
importaba que no hubiera ni una sola posibilidad de que ese cabrón se acercara a ella
allí, pues igual la habían atacado allí. Volver allí arrastraría esos recuerdos, y no quería
que se viera obligada a revivirlos.
Jess suspiró.
―Porque ese era mi hogar. Puede que nunca me sienta cómoda para volver a vivir
allí, pero no dejaré que me dé tanto miedo como para no poder afrontarlo.
Mi mandíbula se apretó. Quería mantenerme firme en esto. Quería ser un completo
pendejo y decirle que no iba a volver allí, pero no sólo no era una táctica que tuviera
posibilidades de funcionar con Jess, sino que tampoco era aceptable en general.
―Bien ―dije, incapaz de sonar más sincero. Pareciendo saber que insistir en el
tema del momento no era bueno, volvió a su tarea. Me quedé mirándola y asegurándome
de que estaba bien. Que estaría bien. Porque no aceptaría ningún otro escenario.

143
Cuarenta y cinco minutos después, entrábamos juntos en Delilah's. Había una
tensión en Jess por la que quería preguntar, pero supuse que eran los nervios. Habíamos
quedado con Jack y Cassie allí. Como había dicho Jess cuando le había comentado la
invitación que le había hecho Jack:
―Los compañeros son como la familia del policía.
No sabía si llamaría familia a Jack y Cassie todavía, pero más adelante, podía verlo.
La pareja ya estaba sentada en la barra, la bartender, Tamara, que nos había
atendido a Jack y a mí la última vez que estuvimos allí, frente a ellos, charlando. Ella se
fijó en nosotros primero, mirando de mí a Jess, y luego otra vez antes de decir lo
suficientemente alto como para que se oiga:
―Bueno, que me parta un rayo.
Jess, soltando mi mano, se acercó a la barra.
―No te envié mensaje.
―No lo hiciste ―coincidió Tamara.
―¿Puedo pedir perdón por eso diciendo que tuve prácticamente la peor noche
después de salir de aquí?
Aunque todavía había algo de especulación en los ojos de Tamara, la preocupación
estaba ganando. Miró a Jess, y noté que la preocupación se apoderaba por completo
cuando vio la muñequera.
―Eso no estaba ahí cuando estuviste aquí por última vez. ―Era una pregunta,
aunque no la formulara como tal.
―No, no estaba ―aceptó Jess.
Los ojos de Tamara se dispararon hacia mí, formando un tipo diferente de
especulación.
―¿Es este el tipo?
Jess me miró por encima del hombro, mordiéndose los labios, y luego se volteó.
―Sí.
―¿Y él no tiene que ver con la férula?
Me erizó la acusación, pero Jess saltó enseguida.
―Para nada ―dijo enfáticamente. 144
Los ojos de Tamara se deslizaron hacia Jack, que también salió en mi defensa.
―No. Es un policía, Tam.
Levantó las manos.
―Mira, no es nada en contra de ninguno de ustedes ni de sus compañeros de azul
en general, pero ser policía no significa necesariamente que no seas un pendejo ―
Desgraciadamente, porque debería serlo, especialmente en el tipo de pendejo del que
hablaba y que tendría como consecuencia que una mujer saliera herida, no se
equivocaba.
Dio un golpecito en la barra frente a los taburetes vacíos junto a Cassie y Jack, una
clara orden de tomar asiento.
―Al menos esta vez son ustedes dos los que están sentados aquí juntos ―prosiguió
con Jess, sacando ya un vaso para prepararle una bebida―, en lugar de que cada uno de
ustedes esté aquí bebiendo sobre el otro.
Jess me miró, con los ojos un poco abiertos. Casi me reí. No es que le haya ocultado
que me gusta mucho ella.
Desafortunadamente, me estaba dando cuenta de lo que Jess y Tamara estaban
hablando. Jess había dicho en su declaración que había estado en un bar antes de llegar
a casa esa noche, lo que ahora estaba comprendiendo era que había estado aquí,
hablando con Tamara. Y no porque fueran viejas amigas, sino porque necesitaba
liberarse después de verme ese día y pensar que me había desecho de ella.
Si hubiera tenido alguna idea de la conexión que este lugar tenía con todo eso, le
habría dicho a Jack que debíamos encontrarnos en otro lugar.
Extendí la mano, alisando un pulgar sobre su mejilla y haciendo que se centrara en
mí.
―¿Estás bien con estar aquí? ―pregunté, lo suficientemente bajo como para que
sólo ella me oyera―. Podemos irnos si lo necesitas.
Su rostro se suavizó.
―Estoy bien. Esto no es parte de eso.
Lo era, pero no lo discutiría con ella si era lo suficientemente fuerte como para
separar las dos cosas. En lugar de eso, me limité a darle un suave beso, y luego dejé que
se diera la vuelta para conocer oficialmente a Jack y Cassie.

145

Las chicas estaban entonadas cuando nos fuimos. Bueno, Jess lo estaba. Cassie ya
había pasado de eso.
―Eres preciosa ―volvió a decir Cassie. Probablemente le había dicho a mi chica lo
atractiva que era más veces esta noche que yo―. No sé si puedes venir a la boda. Tengo
que ser la más bonita allí.
―¿Estás bromeando? ―respondió Jess―. Te vas a ver tan jodidamente sexy. Jack
se va a desmayar. ―Mientras que Cassie se ponía enferma de amor a medida que
avanzaba la noche y se emborrachaba más, Jess sólo aumentaba su actitud.
―¿En serio? ―preguntó Cassie, con los ojos muy abiertos mientras miraba a su
prometido, que la estaba ayudando a seguir avanzando en línea recta por el lote.
―Por supuesto, nena. ¿Quieres que lo haga? Me desmayaré en el altar ―replicó él,
pero ella estaba demasiado ida para captar el sarcasmo.
―Qué romántico.
―El novio inconsciente es romántico. Entendido. ―Negó con la cabeza hacia mí.
―Ella es la novia, lo que dice es ley ―afirmó Jess, firme.
Con lo divertidas que eran las dos, presioné más a Jess a mi lado.
―Di buenas noches, diosa. Necesito llevarte a casa y cobrar cierta promesa que se
hizo antes.
Todo lo que quisiera.
Sentí que se estremecía un poco.
―Muy bien, tenemos que irnos ―anunció.
―No te olvides de llamarme por lo de la despedida de soltera ―insistió Cassie
mientras Jack la guiaba.
―Por supuesto. Hablaré con Daz. Él lo organizará todo ―le aseguró Jess.
La hermana de Cassie y su dama de honor ya habían planeado llevar la despedida
de soltera a un club de striptease local, Candy Shop, para su noche mensual de show
masculino. Cuando invitó a Jess a ir, ella no sabía que el local era propiedad de los
Discípulos. Lo que significa que Jess podría conseguir el tratamiento VIP.
146
La metí en el coche. Todo eso podría venir después, y sería una sorpresa si Cassie
recordara algo de esto mañana.
―¿Un espectáculo de striptease? ¿En serio?
―No te preocupes, grandulón. Los chicos están buenos, pero no tienen nada que
ver contigo. Además, los conozco a todos. Definitivamente no me interesa. ―Todo eso
lo entendí antes, cuando ella había hablado de que el espectáculo era una actividad
habitual de las chicas para ella y las mujeres de los Discípulos―. Y te agradezco que no
seas el tipo de hombre machista imbécil que trataría de “imponer la ley” de que yo vaya
a eso.
―¿Imponer la ley? ¿Contigo? ―No era tan estúpido como para intentar eso―. Haz
lo que quieras. Mientras no te mutilen o te maten, sé que es mejor no intentar esa
mierda.
Ella sonrió.
―Y por eso tú también puedes hacer lo que quieras.
Duro y necesitándola, gruñí:
―En el coche, diosa. Es hora de volver a casa.
Con un guiño descarado, hizo lo que le pedí.
Hizo mucho de eso, toda la noche. Y fue jodidamente espectacular.

147
CAPÍTULO 23
JESS

―Lo siento. ¿Quieres repetirlo de una manera que no me haga garantizar que no tendrás
la capacidad de darle más hijos a tu esposa?
Sketch me fulminó con la mirada, cosa que me importó un carajo porque ya lo
estaba tratando igual.
Había pasado una semana y media desde mi noche en casa de Braden, cuando el
pendejo prepotente ―dicho con el máximo cariño― decidió actuar como un equipo de
demolición de un solo hombre para mis límites emocionales. En ese tiempo, me quejé y
gemí y manipulé para volver al trabajo por fin. Creo que me ayudó el hecho de poder
diversificar y repartir ese dolor de cabeza. Braden, Park, Sketch, Carson, todos ellos lo
recibieron en masa cuando intentaron hablar conmigo. Incluso hice que algunas mujeres
―Kate, Ember, Ash― acosaran a sus hombres al respecto.
Al final, se vieron obligados a reconocer colectivamente que la única forma de
callarme ―permanentemente, al menos, ya que Braden tenía muchas formas agradables
de hacerlo durante períodos de tiempo― era darme lo que quería.
148
Lo que significaba que, en ese momento, me enfrentaba a Sketch desde detrás de
mi escritorio en Sailor's Grave. Donde debía estar.
―No puedes ir de compras tú sola ―insistió.
―No voy a hacerlo. Voy a ir con Ember. Es instructora de kickboxing y lleva una
pistola eléctrica a todas partes gracias a su hombre sobreprotector. ―Le dije algo que
ya sabía―. Estaremos bien.
―Estarás más bien si tienes un guardia.
Me estaba cansando mucho del asunto de los guardias.
Tenía uno casi todo el tiempo. De hecho, la única forma en la que me habían
“permitido” ―palabra que se había lanzado y que me encendió muy rápido― volver al
trabajo era con la condición de que no condujera sola de ida y vuelta y de que Sketch
también tuviera que estar allí todo el tiempo que yo estuviera. A pesar de que había
señalado que esto era evidentemente ridículo ya que había estado viviendo con Park,
teniéndolo a él como el único cerca la mayor parte del tiempo desde hace semanas, había
sido ignorado. El razonamiento era que Park tenía ahora ese ingenioso sistema de
seguridad en su casa. Mientras que Sailor's Grave estaba equipado con casi lo mismo,
sólo las cámaras estaban operativas durante las horas de trabajo por razones obvias.
Como la condición no era terriblemente invasiva y yo estaba desesperada por salir
del departamento para algo más que una cena o un maratón de sexo con Braden, había
aceptado. Después de todo, era lo suficientemente racional como para entender que
estaban tratando de mantenerme a salvo. Yo quería eso tanto o más que ellos. Pero eso
no significaba que quisiera dejar de vivir mi vida.
Ahora, me estaban imponiendo más restricciones, y me estaba volviendo loca.
―Vamos a estar en un lugar público ―dije.
―¿Por qué no puedes llevar a tu policía contigo? ―replicó.
Era un punto justo desde su perspectiva. Braden y yo habíamos pasado mucho
tiempo juntos. De hecho, era la mayor parte del tiempo que no estaba de patrulla. Sin
embargo…
―¿Cómo se supone que voy a dejarlo boquiabierto si está conmigo cuando me
compre el vestido?
Sketch se quedó mirándome como si hubiera perdido la cabeza.
Puse los ojos en blanco y suspiré.
―Tengo que comprar un vestido para la boda de su compañero. Quiero encontrar 149
algo que se vea increíble y que haga que quiera arrancármelo de inmediato para que lo
torture toda la noche. Difícilmente voy a conseguir esa reacción el día de la boda si él
está conmigo cuando lo compre.
Clara, que se había quedado mirando el programa mientras comía papitas de mi
reserva de snacks, se rio. Sketch, en cambio, parecía ligeramente horrorizado por
haberme escuchado decir todo eso.
―¿Quieres decir que las mujeres hacen esa mierda a propósito?
¿Era tonto?
―Por supuesto que lo hacemos.
Apartó la mirada durante un minuto, probablemente recordando algunos
conjuntos especialmente tortuosos que su esposa había llevado en alguna ocasión.
Esperaba que Ash no sintiera que había traicionado a la hermandad cuando él sacara el
tema después.
Sacudiendo la cabeza, volvió a centrarse en mí.
―Bien, llamaré a Jager. Él puede llevarte. Lo odiará, pero de todos modos apenas
le gusta que Ember esté fuera de su vista.
Intuyendo que no iba a dar marcha atrás en lo de la guardia, y comprendiendo que
Jager al menos merodearía en silencio, cedí.
―Bien.
Sketch se alejó entonces, probablemente pensando en cómo las mujeres de su vida
le estaban alterando la cabeza. Como sea. No es mi problema.
―No está mal ―elogió Clara.
―He estado practicando mucho ―me quejé.

Horas más tarde, después de mi viaje al centro comercial con Ember y su hombre
acompañándonos, después de encontrar un vestido que definitivamente sería todo lo que
quería para la boda de Jack, y de cenar con la pareja y su pequeño en su casa, Jager me
dejó en casa de Braden. Estaba esperando en la puerta cuando llegué, ya que acababa de
llegar a casa del trabajo. 150
Lo que significaba que todavía estaba en su uniforme.
Y, guao. Era un espectáculo.
No sé cómo lograban que algo que debía ser estándar le quedara como si estuviera
hecho para resaltar cada músculo. Lo que sí sabía es que tenía que ser criminal que se
remangara como lo hacía, mostrando esos antebrazos cortados y la tinta en ellos.
Se inclinó para darme un beso y luego miró la bolsa del vestido.
―¿Fue un éxito?
―Mucho ―dije, pasando por delante de él hacia el interior para colgarlo en su
clóset. Sólo conseguí hacerlo porque sabía qué más tenía en las bolsas de mi brazo.
Tenía grandes planes para mi hombre de uniforme. Planes que me darían mucho
tiempo para apreciar la vista.
―¿Vale la pena la reprimenda que me dio Sketch por tener que lidiar con tu
testarudo culo? ―se burló cuando me siguió.
Después de manipular el vestido y tirar sin contemplaciones las otras bolsas al
suelo, me acerqué, poniéndome justo contra él y acariciando su mejilla.
―Te encanta mi culo.
Sin dudarlo, me rodeó y me agarró el culo con ambas manos, atrayéndome más
hacia él.
―¿Cómo podría no hacerlo?
Mis manos se posaron en su pecho, recorriendo su uniforme y el sólido calor de él
bajo él.
―¿Tener un buen culo es un crimen, oficial Miller? ―pregunté, con un tipo de
provocación muy diferente en mi voz.
Se puso en alerta en un instante, su cuerpo se tensó y sus ojos se clavaron en mí.
―No, pero mostrarlo así para que lo vea cualquiera sí.
Contuve la sonrisa de que me siguiera el juego.
―¿Y qué va a hacer al respecto?
―Eso depende de si vas a cooperar conmigo. ―Mordiéndome el labio, negué
lentamente con la cabeza. Había algo nuevo en esa familiar mirada feroz. Porque esta
vez, al despertar el depredador, él estaba listo para la caza. 151
Antes de que pudiera agarrarme, retrocedí, dirigiéndome hacia las bolsas que había
desechado. Siendo rápida para no perturbar el momento, fui por la de color negro liso,
rodeando con la mano el objeto que ya había sacado del envoltorio en caso de que esto
se desarrollara como lo estaba haciendo, sin tiempo para prepararme. Cuando
desenterré la macana, agarré la empuñadura que sobresalía, agitando la macana negra
de forma burlona.
Esa había sido idea de Ember. Era el secreto peor guardado que ella y Jager tenían
una vida sexual muy interesante. Yo sabía más incluso que la mayoría sobre sus juegos,
ya que éramos muy unidas. Inicialmente había pensado en conseguir unas esposas,
sabiendo que ella tendría mucha experiencia con ellas. Ella tomó mi idea y la llevó a
cabo. Después de todo, como ella había señalado y yo pude ver en ese momento, él ya
tendría las esposas listas. Así que, ¿por qué no provocarlo de otra manera?
Por suerte, Jager ―con algunas súplicas de Ember para convencerlo de que
ayudara― sabía exactamente de dónde sacar la macana. Con la forma en que los ojos de
Braden se iluminaron con deleite carnal al verme con ella, tendría que agradecérselo
profusamente a ambos.
Subiendo de nivel, pasé mi otra mano por la longitud de la macana. Sus ojos
siguieron los movimientos, gustándole cómo manejaba su verga, y se oscurecieron aún
más.
―¿Tomar el arma de un oficial? Eso es una ofensa muy grave ―reprendió.
―¿Vas a castigarme?
―Alguien tiene que hacerlo.
―¿Y crees que vendré en silencio?
―Me aseguraré de que no lo hagas ―prometió.
En el siguiente latido, se abalanzó. Empecé a correr, pero sólo conseguí unos
metros antes de que me tuviera, con los brazos rodeándome, inmovilizando los míos a
los lados. Luché un poco para mantener el juego, pero no conseguiría nada, aunque lo
intentara. Con la facilidad de su entrenamiento, utilizó una mano para sacar la macana
de mi agarre y luego me llevó a la cama. Me obligó a bajar, de modo que quedé inclinada
sobre el costado, de cara al colchón. Su cuerpo me presionó contra él, la longitud de él
―incluyendo el bulto de una parte del cuerpo en particular― presionada contra mí.
Mi respiración se aceleró al oír el tintineo del metal. No había duda de cuál era el
sonido. Cuando sentí la fría mordida de una esposa de metal en mi muñeca, un torrente
de calor se extendió por mí. 152
Su voz era seria en mi oído cuando dijo:
―Voy a esposar ambas muñecas, pero debes tener cuidado. ―Sabiendo que
necesitaba la seguridad de que no me haría daño, incluso con la abrazadera puesta,
asentí. Me besó el cuello una vez en señal de aprobación, y luego volvió a asegurarme.
Con los dos brazos atados detrás de mí, se levantó y se alejó. No pude evitar
levantar las caderas, buscándolo, queriendo recuperar el calor y la presión de él.
―¿Sabes lo que significa empuñar un arma contra un policía? ―Su voz profunda
me provocó escalofríos, y el sexo descarado que había en ella sólo lo mejoraba.
―No.
Algo tocó mi pierna y rozó hacia arriba. La macana. El extremo de la macana golpeó
el borde inferior de mi falda, y él presionó un poco más para atrapar y subir la tela.
―Significa que tengo derecho a hacer lo que sea necesario para someterte.
El dobladillo de mi falda estaba justo debajo de mi culo cuando cambió la
trayectoria de la macana, moviéndose hacia dentro.
Tragué con fuerza.
―Ya estoy sometida.
―No estoy tan seguro. ―Presionó la longitud de la macana contra mi coño,
golpeando perfectamente mi clítoris y haciéndome saltar―. ¿Ves? Todavía intentando
escapar.
―No ―gemí. No quería ir a ninguna parte.
Aserró la dura longitud contra mí, frotando mis bragas mojadas contra mí,
haciendo que me desesperara.
―Tienes que aprender una lección sobre desafiar a un agente de policía. ―Me
subió la falda hasta el final y la colocó alrededor de mis caderas―. Sobre el manejo de
armas como esta. ―Acarició los dos globos de mi culo con la macana, y no supe a qué
arma se refería. Sinceramente, en ese momento, no podía importarme.
Se inclinó sobre mí, con una pierna entre las mías, dura contra todo lo que me
dolía.
―¿Vas a aceptar tu castigo? ―Sólo gemí en respuesta―. Bueno, no es que tengas
muchas opciones.
Se quedó allí, dejando besos abiertos en mi nuca y los hombros mientras me bajaba
las bragas hasta que estaban tensas sobre mis muslos abiertos. Entonces, la macana 153
estaba de vuelta, justo contra mí. Hice rodar mis caderas, necesitando fricción.
―Chica traviesa ―me amonestó, pero me dio más, arrastrando la macana de un
lado a otro.
―Por favor ―le supliqué.
Extendió una mano por la parte baja de mi espalda, aplicando suficiente presión
para dejar claro que no debía moverme. Jadeé cuando el extremo separó mis pliegues,
empujando lentamente dentro de mí. Braden lo movió con cuidado, en empujones poco
profundos que se adentraban un poco más cada vez. Gemí, queriendo más, queriendo
que me follara con ella si no me daba su verga. Intenté empujar, pero él me retuvo,
manteniendo su ritmo enloquecedoramente lento para profundizar.
Toda la longitud de la macana estaba presionada a lo largo de mi culo, y me di
cuenta de que estaba usando el mango. La imagen del aspecto que debíamos tener, él
con su uniforme, yo esposada e inclinada sobre la cama, con el culo al aire, y la
empuñadura de la macana de policía dentro de mí, no hizo más que impulsarme.
Aumentó la velocidad, ahora sí follándome con ella. Entrando y saliendo, volviéndome
loca.
Entonces, me quedé vacía, y hubo un ruido sordo cuando la macana cayó a la
alfombra. Braden me agarró de los hombros, ayudándome a levantarme.
―¿Quieres ganarte lo que quieres?
Podía sentir cómo me apretaba alrededor del vacío donde había estado el mango.
Había estado tan cerca, tan lista para venirme.
―Sí.
―De rodillas ―ordenó.
Oh, sí. Obedecí de inmediato.
Se desabrochó los pantalones, liberando su dura verga y me lancé por ella de
inmediato. Lo tomé en mi boca, chupándolo profundamente, pasando mi lengua sobre
él. Lo deseaba con tanta locura, y lo haría, aunque tuviera las manos atadas.
―Joder, esa maldita boca es demasiado dulce ―gimió.
Le di todo lo que pude, chupándolo con una necesidad feroz que sólo aumentaba al
verlo encima de mí, todavía vestido excepto su verga, con la cara como el granito contra
la embestida del placer. Me apetecía tocarlo por todas partes, pero intentarlo sólo servía
para recordarme las esposas. No podía hacer otra cosa que aceptar lo que me daba.
154
No pasó mucho tiempo antes de que se rompiera, arrancando su verga de mi boca.
―Te necesito ―gruñó, ayudándome a ponerme de pie.
Volví a estar sobre la cama en un instante, y él estaba empujando dentro. Los dos
estábamos allí, al borde de nuestro juego sucio, y sólo hicieron falta unos minutos para
que él me penetrara y nos pusiera al límite. Gritó mi nombre mientras yo gritaba, el gozo
cegador era casi demasiado.
Cuando soltó las esposas, murmuró entre mis cabellos:
―Diablilla.
Sonreí, embriagada por el éxtasis de haberme venido fuerte y largamente.
―Lo amas.
Su tono no era para nada el de burla que había utilizado cuando respondió:
―Sí, lo hago.
No tenía una respuesta para eso, ni siquiera podía empezar a saber cómo
reaccionar. Nos aseamos y mientras cenaba tarde le hice compañía, y una vez que me
tomó otra vez y nos dormimos en su cama, seguí repitiendo esas palabras.
―Lo amas.
―Sí, lo hago.

155
CAPÍTULO 24
BRADEN

Jess estaba procesando.


Lo sabía, y la dejé tener el espacio en su cabeza para hacerlo. También sabía lo que
lo provocó: ese intercambio después de que ella me impactara con su sorpresa de la
macana.
Si era sincero, sabía que lo que estaba diciendo era algo más que nuestro habitual
ir y venir. La estaba presionando, porque, aunque no había pasado tanto tiempo desde
que tuvimos nuestra especie de reencuentro, me estaba hundiendo más fuerte y rápido
de lo que había pensado.
Y supe al entrarle que estaba perdido.
Ella no se había alejado, y eso era todo lo que realmente me importaba. Si
necesitaba resolver las cosas en su propia cabeza por un tiempo, me conformaba con
esperar.
Con lo que ni de cerca me conformaba con esperar era alguna pista sobre el cabrón
que la había herido. Fuera quien fuera, el cabrón era muy listo o tenía mucha suerte.
156
Jager había podido identificar a un puñado de hombres que se veían con regularidad en
las imágenes que había reunido, incluso algunos a través de lugares en los que se sabía
que estaba Jess, pero ninguno de ellos aparecía más que otro, y las comprobaciones sobre
ellos no habían revelado nada sospechoso en sus antecedentes.
Jess, por su parte, lo estaba sobrellevando. Físicamente, estaba casi completamente
curada, sólo le quedaba la férula en la muñeca. Mentalmente, había confesado que
luchaba con episodios de pánico extremo en las secuelas, pero estos habían disminuido
en gran medida.
Hace unos días, fui testigo de uno de ellos. La electricidad se había cortado
brevemente por la noche, dejándonos en la oscuridad. Mientras me apresuraba a agarrar
velas ―que, por suerte, mi madre creía necesitar y yo simplemente había empaquetado
en lugar de tirarlas antes de la mudanza a Hoffman―, ella se había quedado
inquietantemente quieta en el sofá. Cuando conseguí algo de luz para nosotros y fui a
sentarme a su lado, se alejó de un salto. No fue hasta casi media hora después de que se
restableciera la electricidad que pude conseguir que dejara de pasearse y temblar.
Eso, viendo la otra capa de daño que le había infligido ese hijo de puta, me hizo
perder el ingenio con esta búsqueda.
Para empeorar las cosas, aunque había sido capaz de apaciguarla durante un
tiempo, a Jess se le había acabado oficialmente la paciencia conmigo en lo que respecta
a volver a su departamento. Lo que significaba que hoy, a pesar de que todavía estaba
en su propia cabeza sobre lo que yo había dicho, había conseguido que cediera para
arriesgarme a joder sus emociones aún más volviendo allí.
Puede que me haya rendido, pero eso no significaba que lo estuviera haciendo sin
ser inteligente, que era como había acabado donde estaba, llamando a Jager.
―¿Sí?
―Es Miller.
―¿Jess está bien? ―preguntó.
―Está bien. Quiere ir a su departamento hoy. Necesito saber cómo manejar las
alarmas, y necesito que tú o alguien de confianza esté vigilando las cámaras. Todavía no
lo hemos visto, pero podría estar sentado en su casa, esperando a que ella vuelva a casa.
Ya había pensado en montar este escenario. Se me había pasado por la cabeza
atraer al pendejo a una falsa sensación de seguridad. Hacer que Jess volviera al territorio
en el que se sentía más cómodo con la esperanza de sacarlo de allí, pero no estaba 157
dispuesto a hacer pasar a Jess por eso. Incluso ahora, no me arriesgaría a que fuera sola.
Sin embargo, si había alguna posibilidad de que su regreso allí, aunque fuera por poco
tiempo, cambiara las cosas, debíamos estar preparados para ello.
No dejaría que se escapara otra vez.

Mientras nos acercábamos al edificio al que había llamado temporalmente hogar,


un lugar en el que la mayoría de las veces me había torturado queriendo a la mujer que
estaba a mi lado, traté de evitar que mi tensión fuera asfixiante en el coche. Jess tenía
que estar sintiendo bastante al volver aquí, no necesitaba que yo empeorara las cosas.
Observé todo. Mis ojos escudriñaban la zona, una y otra vez, buscando cualquier
cosa que despertara mis instintos. Cada uno de los edificios me parecía una amenaza,
un lugar en el que podía estar escondido. Si sentía la más mínima inquietud, actuaría.
No sería capaz de controlarlo, aunque quisiera.
No sabía quién ni dónde, pero había Discípulos cerca, listos para actuar si Jager les
daba la señal. Si hacía una llamada, él los movilizaría al primer timbrazo.
Nada de eso me hacía sentir mejor. Sólo la idea de que pudiera estar cerca, de que
pudiera incluso tener la oportunidad de ver desde la distancia, me tenía indignado.
―Seremos rápidos ―dijo Jess, con la voz cargada de inquietud.
Sabía que lo decía tanto por ella como por mí.
―Nada te va a tocar, diosa ―juré.
Estaba armado. Nuestros refuerzos estaban armados. Si ese cabrón tenía los
huevos de intentarlo, no viviría lo suficiente como para arrepentirse.
―Lo sé. ―A pesar del temblor de su voz, me di cuenta de que lo decía en serio.
Confiaba en que la mantendría a salvo, incluso pensando que lo haría solo.
Me incliné sobre la consola central y le di un suave beso.
―No tienes que hacer esto. Si no estás lista, si cambias de opinión cuando estemos
dentro, lo que sea, nos vamos. Si no quieres volver a entrar ahí, no tienes que hacerlo.
―No puedo dejar que me haga tener miedo de un lugar. Incluso si nunca vuelvo, 158
no puedo darle eso.
Escuché mis propias palabras sobre su madre, sobre dejarla tener el control a
través del miedo de Jess, resonando en mí. Lo odié en ese momento, pero ella tenía razón.
Tenía que recuperar ese poder.
Y si había suerte de nuestra parte, por fin tendríamos un respiro y encontraríamos
a ese cabrón.
Esperé a que hiciera el movimiento, sabiendo que necesitaba tener el control de
esto. Tomó varias respiraciones hondas, exhalando cada una más lentamente que la
anterior.
―Eres tan jodidamente fuerte ―elogié―. ¿Lo sabes?
Me miró, vulnerable de una manera que yo sabía que no era algo fácil para ella.
Buscó en mi cara, buscando alguna señal de que lo decía para ayudar, no porque lo
creyera. No encontró ninguna. Sabía que era la verdad. Tenía la ventaja de poder ver lo
mucho que le costaba incluso estar allí en el coche donde ella estaba demasiado cegada
por la vergüenza ante su miedo.
Ella pareció relajarse al darse cuenta de que yo hablaba en serio.
―Estoy lista.
Me bajé primero, escaneando otra vez, mirando a todas partes mientras daba la
vuelta y abría su puerta. Nada destacaba. Ningún signo de preocupación.
Eso era más alarmante que nada.

JESS
Era extraño reconocer lógicamente un lugar como tu casa, pero sentirte tan fuera
de lugar allí.
La sensación no era desconocida. De niña, era lo que creía que se sentía en casa. En
cierto modo, estar en la casa en mi habitación era un santuario de los ensayos y las
competiciones. Sin embargo, sabía que mi madre podía encerrarme, podía apagar las
luces y dejarme con hambre en la oscuridad. Tampoco había tenido nunca la libertad de 159
hacer mía esa habitación.
Pero este lugar, había sido todo eso.
Era colorido y cálido, todo era afelpado y acogedor. Estaba destinado a ser mi
espacio perfecto para desconectar y relajarse.
Ahora, estaba de pie en la puerta, demasiado ansiosa para traspasar el umbral.
―No tenemos que hacer esto ―me tranquilizó Braden, frotando círculos en mi
espalda―. Podemos irnos si es demasiado.
Sabía que una parte de él deseaba que le hiciera caso. Era un protector consumado
y le preocupaba que esto fuera demasiado doloroso para mí. Por eso me había costado
tanto convencerlo de que me trajera.
También sabía que necesitaba esto, doloroso o no.
―¿Podemos dejar la puerta abierta? ―pregunté.
Su mano se congeló, supe que se había puesto completamente rígido. Mantener la
puerta abierta significaba menos barrera entre nosotros y cualquier amenaza. Sabía que
le preocupaba que él siguiera ahí fuera, que estar aquí pudiera ponerme en peligro, pero
no lo creía. Incluso aquella noche, él no había venido aparentemente con la intención de
atacarme. No es que le estuviera dando crédito por eso. Sólo señalaba que la
confrontación no era el objetivo. Ahora, teniendo yo respaldo ―respaldo armado,
aunque él no lo supiera―, dudaba que fuera a hacer algo.
Sabiendo que esas preocupaciones estarían jugando en la cabeza de Braden, me
giré hacia él y le expliqué:
―Pasó aquí mismo. ―Señalé el espacio abierto ante nosotros―. Había cerrado y
asegurado la puerta. Y entonces él estaba allí, y―
Sus manos subieron, sujetando mis mejillas mientras me besaba para cortar mi
discurso de pánico.
―Okay. Podemos hacerlo. Pero me gustaría quedarme junto a la puerta entonces,
si te parece bien.
Lo pensé. Todo lo que había pasado estaba a la vista de la puerta. La idea de mi
habitación no me preocupaba, a menos que...
―¿Estás seguro de que es seguro? ―pregunté, mirando por encima de mi hombro
hacia el departamento.
Braden asintió.
160
―No estaríamos aquí si no lo fuera. Jager tiene cámaras y sensores aquí para
regalar. Si alguien hubiera intentado entrar, lo sabría.
Podría lidiar con eso, entonces.
―Okay.
Me besó otra vez, un beso prolongado que me ayudó a relajarme un poco.
―Estoy aquí.
―Okay ―repetí. Era el momento de afrontarlo.
Dando la vuelta, di el primer paso hacia el interior. No podía saberlo por el estado
en el que me encontraba en ese momento, pero si había habido alguna señal de lo que
ocurrió aquí dentro después, alguien lo había limpiado. Sólo con mirar alrededor, nunca
se sabría que había pasado algo fuera de lo normal. Estaba exactamente como siempre.
Volví a mirar a Braden, que se había movido hacia la puerta colocándose de lado
en ella. Había movido un par de Doc Martens que yo tenía cerca de la puerta para el mal
tiempo para mantenerla abierta.
―Es como si no hubiera pasado.
Pero así fue. Retorcí las manos, la férula estorbando como tantas veces. Sabía que
había sucedido. Nunca lo olvidaría.
―Pasó. ―coincidió con mis propios pensamientos―. Pero eso no tiene por qué
cambiarlo todo.
Claro. No tenía que convertirme en una versión “posterior” de Jess que vivía con
miedo. Seguía siendo yo. La misma mujer que había luchado con uñas y dientes para
volver a trabajar cuando todos los hombres de mi vida estaban preocupados por ello. No
había tenido miedo de eso. ¿Por qué iba a estar preocupada por este lugar? Era mío,
maldita sea.
Enderezando la columna vertebral, entré hasta el final, dirigiéndome al sofá. En él
había una manta de chenilla de color morado que me encantaba. Las mantas eran una
de mis debilidades. Una manta suave en un color precioso como aquel no era algo que
pudiera dejar de lado. Y no iba a quedarse en un departamento vacío, sobre todo cuando
la casa de Braden carecía de mantas. Hace unas noches, había tenido que arrastrar todo
el edredón de su cama hasta la sala mientras veíamos una película. Ya no.
―Voy a llevar esto a tu casa. Puede ir en el sofá ―anuncié.
―Okay, diosa ―accedió, sin ningún problema. 161
―Ojalá pudiera llevar todo el sofá. El tuyo está bien, pero el mío es mucho más
cómodo ―le dije mientras doblaba la suave tela.
―Te lo dije, puedes darle a mi casa el cambio de imagen que quieras. Si eso
significa que lo llenas con tu mierda, no tengo ningún problema.
¿Me estaba invitando a mudarme con él?
No. No es posible. Era demasiado pronto.
Todavía no sabía qué haría después. Me parecía mal seguir gorroneando en casa de
Parker, pero no podía volver aquí. Y no estaba segura de poder ganar una batalla con
todos los hombres de mi vida por conseguir un nuevo lugar por mí misma.
Me gustaba estar en casa de Braden, ¿pero mudarme?
―No me tientes ―le respondí, a modo de prueba.
Él miró desde el pasillo que estaba escaneando hacia mí, una sonrisa jugando en
sus labios.
―Empaca, preciosa. Ya hablaremos de dónde quieres instalarte en otro momento.
Tenía razón. Este no era en absoluto el momento de entablar esa discusión. Eso no
ocurriría hasta que hubiera tenido un buen rato para averiguar lo que quería hacer y ser
capaz de luchar por lo que fuera.
―Lo amas.
―Sí, lo hago.
Nop. No voy a ir allí. Necesitaba empacar. Necesitaba tener más cosas mías
disponibles, aunque estuvieran revueltas entre las de Parker y las de Braden.
Me puse a ello, y me resultó más fácil cuando me retiré a mi recámara y al baño.
Pero, aun así, cuando volví a atravesar el departamento para poner las maletas en la
parte delantera junto a Braden, no pude evitar rodear ese lugar en el que me había
quedado indefensa.
Independientemente de lo que ocurriera a partir de aquí, volver había demostrado
una cosa segura.
Ese departamento ya no era mi hogar.

162
CAPÍTULO 25
JESS

El malestar de Braden no había disminuido cuando salimos de mi departamento.


Había necesitado un par de viajes para recoger todas mis cosas, cada uno de ellos
lo hicimos juntos para que yo no estuviera sola en absoluto. En el último, había vaciado
mi abarrotado buzón, que tenía una nota pasivamente agresiva del cartero diciéndome
que había que vaciarlo. Estuve tentada de dejar una nota en respuesta, pero a Braden no
le había hecho tanta gracia la idea como a mí. Probablemente porque sentía que
estábamos expuestos allí en el vestíbulo.
Había pensado que volver a su casa lo tranquilizaría, pero estaba más tenso que
nunca. Mientras yo desempacaba algunas cosas a su pedido ―no sugerencia, pedido―,
él había desaparecido para hacer algunas llamadas. Para cuando regresó, yo estaba
acurrucada en el sofá con mi manta, hojeando las opciones de películas y programas de
televisión en busca de algo que no hubiera consumido durante mi tiempo libre. No dijo
nada, sólo se sentó a mi lado, rígido como una tabla.
―¿Vas a hablar de ello? ―Inquirí todavía navegando.
163
No dijo nada. Como no soy de las que captan las indirectas ―no es que no las capte,
es que prefiero ignorarlas cuando lo hago―, insistí.
―La mayoría de la gente encuentra que hablar de sus problemas es terapéutico. Y
no me refiero a las llamadas telefónicas a escondidas, obviamente encabronadas, a su
pcompañero. ―Adiviné esto último, supuse que Jack tenía al menos una probabilidad
decente.
Él gruñó. Como un animal.
―Ah, sí. Muy perspicaz.
Su mano se alargó, enredándose en mi pelo mientras me giraba hacia él.
―Eres muy terca, ¿lo sabías?
Le mostré una gran sonrisa.
―Prefiero 'persistente'.
Me besó en la sien y luego tiró de mí para que me apoyara en él mientras se
acomodaba más en los cojines. Ya sintiéndome realizada, me arrimé a él. Tal vez un
mayor contacto físico lo aflojaría. Mientras tanto, seguí pulsando el control remoto como
si mis opciones para ver fueran realmente lo que me estaba enfocando.
―Pensé que podríamos ser capaz de atraerlo hoy ―confesó finalmente Braden.
Los latidos de mi corazón se aceleraron ante la idea. No quería verlo. Para nada. Si
lo encontraban, me obligaría a entrar en la sala para asegurarme de que estaba
encerrado, pero incluso eso me daba miedo.
Braden subió una mano para masajearme la nuca.
―No habría dejado que se acercara a ti. Ni siquiera quería que tuvieras que verlo.
Pero esperaba que tenerte en el edificio le hiciera salir lo suficiente como para que Jager
le atrapara en una de las cámaras.
―¿Pero no lo hizo?
Suspiró.
―Nada. Estaba observando en directo, vigilando todos los ángulos, y no había nada
que pareciera siquiera cuestionablemente sospechoso.
No sabía qué pensar de eso. En las semanas transcurridas desde el ataque, me
sentía desgarrada por el hecho de que él no hubiera sido encontrado. Por un lado,
esperaba que eso significara que estaba muy, muy lejos de mí. Por otro lado, no estaba
segura de volver a estar totalmente tranquila si no lo atrapaban. 164
―Lo encontraremos. ―juró Braden, sonando como si fuera tanto para su propio
beneficio como para el mío. Sabía que lo intentaría, pero empezaba a preguntarme cómo.
Con la necesidad de no pensar en esos pensamientos, hice clic en Friends y decidí
que la pandilla llenaría la silenciosa casa por un rato.
―¿Friends?
Preocupada, mis cejas se fruncieron mientras lo miraba.
―¿No te gusta Friends?
O sea, no iba a decir que eso fuera un factor decisivo. Pero...
―¿A quién no le gusta Friends?
Bueno, eso fue bueno.
Nos instalamos, y agarré la enorme pila de correo que había traído y la puse en el
sofá a mi lado. Clasifiqué toda la basura real ―folletos de rebajas semanales que ya
estaban caducados, ofertas de tarjetas de crédito, cualquier cosa dirigida al “residente
actual”― y luego pasé un rato hojeando el par de catálogos de las tiendas en las que
realmente compraba, anotando mentalmente un par de cosas que podría necesitar. Fue
cuando abrí los sobres con la dirección actual cuando sucedió.
Debería haberme llamado la atención. Debería habérselo dado a Braden, dejar que
fuera él quien mirara. No había remitente, ni siquiera un logotipo de algún tipo donde
debería ir. Sólo mis datos escritos limpiamente en el centro. Ni siquiera un sello.
Cuando lo abrí, había una pequeña pila de fotos dentro.
Al principio, no me di cuenta de lo que estaba viendo. Parecía una habitación, una
que no me resultaba familiar en absoluto. Pero lo que destacaba era lo que había en las
paredes. Estaban cubiertas aparentemente desde el suelo hasta el techo de cuadros. En
el piloto automático, pasé a la siguiente. Estaba más cerca y jadeé. Esas fotos, que
parecían ser cientos en la pared...
Eran todas mías.

165
BRADEN
―¿Cómo carajo llegó a su buzón? ―pregunté.
―Braden. ―Trató Jack, otra vez, de evitar que estallara.
―No teníamos ojos en el vestíbulo. No es un lugar donde simplemente pudiéramos
instalar una mierda ―Sketch regresó, enojado también.
No estábamos encabronados entre nosotros. En realidad, no. Aunque entonces lo
pareciera.
Estábamos enojados con el enfermo hijo de puta que había enviado a Jess fotos de
su santuario.
No había otra forma de llamarlo. Ahora había revisado esas imágenes. Había más
de trescientas putas fotografías de ella, y no todas eran recientes. Algunas mostraban a
una Jess que nunca había conocido, en su adolescencia tardía y a principios de los veinte
años. La falta de tatuajes dejaba claro el tiempo más que nada. Estaban impresas de
páginas web y recortadas de anuncios. Hubo algunas que Sketch y Carson pudieron
identificar como de diferentes convenciones a las que habían ido. Después de conseguir
esas pistas, las habíamos encontrado en los sitios web, tomadas por fotógrafos que
estaban allí para capturar los eventos. La mayoría eran de sus propias redes sociales, o
de las páginas que dirigía para Sailor's Grave.
Pero todas las imágenes eran de ella.
Había tomado fotos de las que había enviado antes de llevarlas a la comisaría. Ni
una sola huella dactilar aparte de las que había dejado Jess. Ni un trozo de evidencia que
quedara. Incluso el sobre era de los de despegar y pegar. Ni siquiera el cambio de
levantar el ADN de la saliva allí.
Sólo lo mismo que habíamos tenido antes.
Jodidamente. Nada.
Sólo que ahora, teníamos la amenaza aumentada que estaba implícita en esas fotos.
Él no se había ido. No iba a dejarla en paz.
Las fotos que había enviado tenían una marca de tiempo. Fueron tomadas cuatro
días después del ataque. Era una advertencia, tanto si pretendía volver a hacerle daño
como si no, era una promesa de que el hecho de que él estuviera en su departamento
aquella noche no había sido el final.
166
Ya lo sabíamos, pero el hecho de que se confirmara, de que Jess supiera que se
había confirmado, hizo que fuego corriera por mis venas.
―Tenemos agentes rastreando quién habría entregado el correo ese día. ―Jack me
recordó algo que yo sabía.
No cualquiera podría haber puesto ese sobre en su buzón. Todos estaban cerrados
con llave. Sólo los residentes de una unidad específica, la administración del edificio y la
oficina de correos tenían la capacidad de abrirlos. Así que, o bien alguien que trabajaba
para uno de estos dos últimos era el tipo que estábamos buscando, o bien ese alguien
había sido convencido ―o sobornado― para entregar esa carta.
Era la única puta pista que teníamos.
Llevábamos horas con esto. El capitán había obligado a Jack a entrar y sacarme de
la comisaría. Les había dejado que me sacaran, pero sólo porque pensaba venir aquí
mismo, a la casa club de los Discípulos, a ver qué coño podían encontrar. Jack había
tomado la decisión de quedarse conmigo para eso.
―Jager también está trabajando en ese ángulo ―añadió Stone, diciéndome por fin
algo que jodidamente no sabía―. Después de las horas, podría conseguir la información
sobre quién tiene esa ruta de entrega más rápido.
Jack se pellizcó el puente de la nariz. Ambos sabíamos lo que estábamos
escuchando: Jager estaba hackeando el sistema informático del servicio postal. Ese tipo
de mierda debería hacernos sacar las esposas, pero no había ninguna posibilidad de
detenerlo. Y Jack sabía que él tampoco podría hacerlo si se tratara de Cassie. Eso era
suficiente para mantenerlo callado.
Personalmente, no me importaba un carajo qué leyes se infringieran, con tal de
atrapar al pendejo que estaba tras mi diosa.
Unos minutos después, Sketch recibió la llamada.
―Jager tiene al cartero. Tenemos una dirección.
Me preparé para salir con todos los demás, pero Jack me agarró la mano.
―¿Estás seguro de que sabes lo que estás haciendo?
―Sé que mi mujer fue atacada, y luego fue atormentada con pruebas de que el
pendejo que lo hizo sigue por ahí obsesionado con ella. Y el mismo día que ella dio un
gran paso para superarlo volviendo allí, lo que probablemente él sabía que ocurriría. Sé
que tuve que ver cómo sus heridas se iban curando poco a poco y esa mierda aún no está
hecha, y luego tuve que ver cómo él le devolvía ese miedo a los ojos con toda su fuerza.
Sé que Andrews lo está intentando, pero no está llegando a nada.
167
Jack me sostuvo la mirada, firme. Era un buen tipo, un hombre que amaba a una
mujer y haría cualquier cosa para garantizar su seguridad.
―Sólo ten cuidado.
Ya había oído eso antes.
CAPÍTULO 26
JESS

―Jess, siéntate. Cómete un cupcake.


Miré a Liam. Estaba preocupado por mí. Habíamos sido compañeros de trabajo y
amigos durante años, pero él nunca me había visto sufrir un episodio. Pocas personas
en mi vida lo habían hecho hasta hace poco. De hecho, sólo Carson lo había visto.
Aunque, no estaba segura de llamar a esto un episodio. Normalmente, entraba en
pánico por nada concreto. Era sólo la fuerza abrumadora de la ansiedad general que me
invadía. Esto no era eso. Esto era yo enloqueciendo por algo concreto.
Él no había terminado conmigo.
Eso era lo que significaban esas fotos.
No sabía lo que había en el resto, aunque supongo que era más de lo mismo. Cuando
escuchó mi jadeo y miró lo que tenía en la mano, Braden las tomó todas. No llegué a ver
más que las dos primeras fotos, pero esas fueron suficientes.
Que hubiera reunido esas imágenes y las hubiera mostrado todas, que las hubiera 168
fotografiado y me las hubiera enviado ahora después de lo que ya me había hecho, el
mensaje fue recibido.
Y yo estaba ―con razón, en mi opinión― aterrorizada.
Todo eso significaba que, probablemente por primera vez en mi vida, no quería
sentarme a comer un cupcake. No importaba que Liam hubiera ido a Sugar's Dream
―donde Kate trabajaba con Avery, la propietaria― y hubiera comprado mis supremas
de limón favoritas antes de venir al depa de Park. Ni siquiera esas deliciosas bellezas
podían tentarme en ese momento.
―No puedo ―le dije.
No podía sentarme. No podía comer. No podía hacer nada más que preguntarme
dónde estaba, si estaba mirando, cuándo intentaría llegar a mí otra vez.
―Estás a salvo. ―Trató de asegurarme Liam, pero las palabras no significaban
mucho.
Todos en mi vida estaban decididos a protegerme, pero él también lo estaba. Tal
vez más.
No, eso no era justo. Braden estaba decidido. Había estado inmediatamente sobre
esas fotos. Apenas las había tocado antes de que él las asegurara para no dejar más
huellas de las que yo ya tenía en ellas. Había hecho un montón de llamadas mientras me
juraba que lo encontrarían y me hizo venir a casa de Park. Y luego se había marchado
para poner en práctica esa promesa.
Hace horas que estaba encerrada aquí. Liam apareció poco después de que Braden
me dejara. No sabía si era por protección o por apoyo moral, pero incluso cuando se hizo
más tarde, se quedó aquí.
Esa era una de las muchas cosas que no sabía.
Desde que me habían dejado aquí, no había oído nada. No sabía qué estaba
haciendo Braden, aparte de intentar utilizar esas fotos para encontrarlo. Liam había
mencionado que los Discípulos también estaban en ello, pero no sabía más que eso o
simplemente no lo compartía. Lo mismo ocurría con Park. Se había instalado en el
asiento más cercano a la puerta y había hablado muy poco desde entonces.
Cuando una hora se convirtió en dos, y luego en cuatro, cedí e intenté llamar a
Braden sin éxito. Sabía que estaba ocupado, pero dado que lo que lo mantenía ocupado
era sobre mí, había pensado que podría sacar un minuto para ponerme al día. Parece
que me equivoqué.
Después de mi tercera llamada sin respuesta, probé con Jack. Su número había 169
estado en mi teléfono desde que Braden y yo nos convertimos en un ‘nosotros’. Incluso
antes de nuestra noche con él y Cassie. Había sido “por si acaso”, según Braden, que
prácticamente había requisado mi teléfono para programarlo. Jack, para mi
consternación y frustración, tampoco me había contestado.
Empecé a enviar mensajes a Sketch y a algunos de los discípulos, y no obtuve nada
o un equivalente a insignificante. Uno de los mensajes de Sketch se limitó a decir
literalmente “estás cubierta”.
Genial. Eso fue súper esclarecedor.
La frustración, ya que me habían dejado aquí en lo que aparentemente se había
convertido en una zona de congelación de información, era un sentimiento casi tan
familiar como el miedo. Empecé a preguntarme si Park y Liam también estaban en la
oscuridad, y si se les mantenía allí intencionadamente para que no pudieran compartir
nada conmigo.
Sin nada más que hacer, seguí paseando mientras mis dos amigos me observaban,
sin ocultar su preocupación en lo más mínimo.
Pasó otra media hora antes de que mi teléfono sonara, y sentí que estaba a punto
de romper la pantalla por la fuerza con la que golpeé el dedo sobre el botón de respuesta.
―¿Hola?
―Hola, diosa. ―La voz estaba agotada, pero aún tenía el poder de hacer que el
alivio me inundara. No lo había admitido ni siquiera a mí misma, pero cuanto más
tiempo pasaba sin respuesta, más me había empezado a preocupar que hubiera
encontrado una pista que valiera la pena seguir y que le llevara a problemas.
A pesar de eso, y de que sonaba tan cansado, mi frustración se mantuvo firme.
―¿Qué está pasando? ―pregunté.
―Ya casi estoy en casa de Park ―evadió.
―Braden ―le advertí.
―Jess, hablaremos cuando llegue. ¿Okay? Estoy a menos de diez minutos.
No me gustaba, pero podía aceptarlo.
―Okay.
―Si a Park le parece bien, me gustaría quedarme allí esta noche ―continuó―.
Quiero estar contigo y estar seguro de que estás a salvo, pero mi casa no tiene el mismo
sistema equipado que la suya. 170
―Hablaré con él ―dije, y Park, que ya me estaba mirando, dio un jalón con su
barbilla como si ya supiera lo que eso significaba.
―Okay, estaré allí pronto.
Se despidió brevemente antes de colgar y anuncié:
―Braden viene hacia aquí.
―¿Algo? ―preguntó Liam, su deseo de noticias era lo suficientemente genuino
como para que yo estuviera segura de que no había estado ocultando nada.
Sacudí la cabeza.
―No lo parece. ―Cambiando mi atención hacia Park, continué―: Quiere que nos
quedemos aquí esta noche con el sistema de seguridad y todo eso.
―Tu cama, tu huésped ―respondió Park como si yo tuviera todo el derecho del
mundo a hacer lo que me diera la gana aquí. Como si fuera tanto mi casa como la suya.
En lugar de abordar eso, me limité a dar las gracias y entré en la que al menos
seguía siendo mi habitación temporal para asegurarme de que no había amontonado
basura en la cama desde que pasaba menos tiempo aquí. Oí los pasos detrás de mí, pero
mantuve mi atención en mover la ropa dispersa del extremo de la cama.
―¿Quieres sacarlo antes de que llegue? ―preguntó Liam.
Miré hacia él y vi que se había detenido justo dentro de la puerta, esperando. Por
lo general, no era el tipo de persona que te permite tener tu espacio, ni física ni
mentalmente. Cuando estaba lidiando con la irritación de lo que ahora entendía que era
el trabajo de Braden que nos mantenía separados, Liam me había insistido
constantemente en hablar sobre lo que me molestaba. El hecho de que me dejara guiar
ahora decía mucho sobre dónde le preocupaba que estuviera mi cabeza.
También tenía razón, al menos debería liberar parte de ella. Braden ya estaba
cargando bastante con esto sin que yo cargara con más.
―Tengo miedo ―admití.
―Yo también. ―Así era Liam. No tenía miedo de expresar sus emociones, como si
eso lo hiciera menos hombre.
―No sólo por mí ―expliqué―. Por todos los que se están viendo envueltos en esto.
No soy sólo yo la que puede salir herida.
171
―Pero eres sólo tú la que ya lo ha hecho. ¿No crees que quien intenta protegerte
no sabe que es una posibilidad? Siempre lo ha sido. Todos prefieren correr el riesgo de
que sean ellos antes que tener que ver que te pase a ti alguna vez.
Lo sabía.
―Y lo aprecio, pero eso no me hace sentir mejor que la gente que quiero esté en
riesgo. ―Suspiré―. Especialmente Braden, que parece empeñado en acabar con él él
mismo.
Los ojos de Liam se abrieron un poco, y no me di cuenta de por qué. Al menos, no
hasta que recordé lo que acababa de decir.
―¿Tan metida estás?
¿Lo estaba? ¿Cómo sabía algo así?
―No lo sé.
Me había asustado cuando había insinuado que podía estar sintiendo eso el otro
día. No sabía nada de ese tipo de emociones, salvo de forma platónica o de segunda mano
por las personas que encontraban el amor en mi vida. Supongo que siempre había
asumido que sería obvio, pero ahora lo único que podía pensar era que era demasiado
pronto, que no tenía sentido.
Conociéndome bien, Liam habló.
―¿Sabes cuánto tardé en enamorarme de Kate?
―¿A primera vista?
Liam era sin duda un romántico. Le había gustado Kate desde lejos, pero la había
dejado en paz para que llorara a su difunto marido. Por la forma en que la adulaba, no
me sorprendería que esa fuera la respuesta que iba a dar.
Sonrió.
―No, idiota. Era su segunda sesión en ese tatuaje. Eso es todo. Llevaba mucho
tiempo interesado, pero apenas me había dirigido la palabra por aquel entonces.
Bastaron dos oportunidades de sentarse y hacer que me hablara para que cayera
―Sacudió un poco la cabeza―. No me di cuenta entonces. Sabía que estaba metido en
un lío, pero mirando hacia atrás, sé que fue entonces cuando ocurrió.
―No sé si soy capaz de todo eso.
El pendejo realmente se rio.
―Estás bromeando, ¿verdad? Puede que no lo hayas hecho antes en una relación, 172
pero amas tan ferozmente como cualquiera que conozco.
―Es diferente.
―No tan diferente ―insistió―. No tan diferente como para creer por un minuto
que no eras capaz de hacerlo con lo que le das a todos los demás en tu vida.
Tal vez tenía razón. Tal vez lo que sentía por Braden era más de lo que me permitía
aceptar.
―No te tortures por eso ―ordenó Liam―. Él no va a ir a ninguna parte. Resuélvelo
en tu propio tiempo. ―Era un buen consejo. Ahora mismo, ya estaba pasando
bastante―. Estoy aquí cuando lo necesites.
Lo dejó estar con eso, volviendo a la sala de estar. No mucho después, Braden llegó
y Liam se marchó. Park, no tan discretamente, se escondió en su propia habitación,
dejándonos a los dos de pie al otro lado de la sala de estar.
Braden se veía tan desaliñado como había sonado en el teléfono y estaba
encabronado. Muy encabronado.
―No lo han encontrado ―supuse.
―Todavía no. ―Parecía que le dolía casi físicamente admitirlo.
―¿Nada?
Su mandíbula se apretó, y supe con sólo eso que no quería decírmelo. Bueno, mala
suerte. Era mi vida, y necesitaba saberlo.
―Braden ―llamé cuando no respondió, dejando claro que no iba a ceder.
―Es inteligente. ―Como no se explayó, me crucé de brazos. Suspirando,
prosiguió―: Que no tuviera sello significa que no pasó por el correo real, pero no hay
mucha gente que pueda meterlo en tu buzón. Jager localizó al cartero que tiene esa ruta.
Pensamos que tal vez lo habían sobornado para que lo añadiera a la entrega, y entonces
habría podido ver al tipo. No lo hizo. Recordó que había una carta pegada en el exterior
del buzón con una nota que decía que se había entregado en la unidad equivocada. La
puso dentro del buzón para ser útil. No se dio cuenta de que no había estampilla.
Así que había estado persiguiendo un callejón sin salida toda la noche.
―¿Por qué no enviarlo por correo normalmente?
Braden giró el cuello como si la tensión le afectara.
―Para hacer una declaración. 173
―¿Qué?
Finalmente, respondió sin rechistar.
―Ponerlo en el correo sería fácil. Ya sabemos que sabe dónde vives. Asegurarse de
que lo sabes, esa carta sin sello era una declaración de que había sido capaz de entrar en
el edificio otra vez, tan cerca de donde probablemente sabe que estamos vigilando, sin
que ser atrapado.
―Pero yo no estaba allí.
―No importa. Si él está observando, probablemente sabe que Jager también lo está.
El hecho de que Jager volviera a aparecer me hizo caer en la cuenta.
―¿Por qué estabas trabajando con Jager? ―Cuando me había dejado, había dicho
que iba a ir a la comisaria.
Rodó los labios, y esa ansiedad interior comenzó a arremolinarse por una nueva
razón.
―Fui a la estación primero, pero mi capitán me obligó a salir. No puedo formar
parte de la investigación cuando te involucra a ti. Normalmente, eso significa que no
puedo hacerlo oficialmente. Nuestro capitán no lo permite, y punto.
―Así que has estado...
―En la casa club de los Discípulos.
La facilidad con la que dijo eso me preocupó.
―¿Por qué?
Sus cejas bajaron.
―¿Por qué qué?
―¿Por qué estabas con los Discípulos?
La confusión seguía siendo fuerte.
―Porque el capitán me echó ―reiteró.
―¿Así que te fuiste a otro sitio para hacer tu propia investigación?
Su cara se quedó en blanco ante la censura que no pude evitar en mi tono.
―Jess...
174
―No, quiero saberlo. ¿Te fuiste a ayudar a los Discípulos a localizarlo en lugar de
dejar que lo haga tu departamento?
―Jager pudo conseguir esa información más rápido. Andrews no podrá obtener
una respuesta hasta mañana. Ya sabemos que es un callejón sin salida.
¿Acaso se escuchó a sí mismo?
―¿Tú y los Discípulos son “nosotros”, pero tú y un compañero no lo son?
No tenía una respuesta para eso, no es que hubiera una buena.
―¿Y qué ocurrirá cuando todos ustedes... ―alargue una mano hacia él―,
encuentren al tipo que me lastimó? Ya sabes, los Discípulos no suelen perseguir a alguien
y dejarlo en la puerta de la policía. Diablos, incluso si lo hicieran, ambos sabemos que
eso no significaría nada sin pruebas.
―Jess... ―trató otra vez, como si decir mi nombre fuera a suavizar la situación.
―¿Sabes lo que hacen los hermanos con alguien que daña a uno de los suyos?
Braden se quedó callado porque, por supuesto, lo sabía. Todo el mundo lo sabía.
―¿Qué pasa? ―presioné―. ¿Cuando todos ustedes lo encuentren?

175
CAPÍTULO 27
BRADEN

No pude responderle.
No funcionaría decir que no lo sabía, pero era cierto. Sabía lo que significaba
trabajar con los Discípulos. Lo supe desde el principio. Desde entonces, me había dicho
a mí mismo que era un medio para un fin. Tenían recursos que podían orientar la
investigación real en la dirección correcta.
Entonces, nadie había sido capaz de llegar a ninguna parte.
Y había tenido que ver a Jess lidiar con las secuelas.
Ella había sido tan jodidamente fuerte. No se me ocurriría quitarle eso. Mucha
gente ―hombres y mujeres por igual― no habría superado lo sucedido como lo hizo
ella. No habrían sido capaces de volver a ese departamento, y mucho menos de pasar
una parte decente de la noche allí haciendo las maletas.
Todo mientras no podíamos encontrar al cabrón que la hirió.
El mismo que ahora había emitido su promesa de que no tenía intención de dejarla 176
sola.
De repente, me sentí atraído por la posibilidad de asegurarme de que lo hiciera.
Harta de mi silencio, Jess levantó las manos, y yo no pude evitar centrarme en esa
maldita férula que todavía tenía que llevar.
―¿Recuerdas nuestra primera cita?
¿Realmente estaba preguntando eso?
―Por supuesto que sí.
―¿Recuerdas cuando me hablaste de por qué te hiciste policía?
Mierda.
No esperó a que lo reconociera. Mi chica, con todo su fuego que normalmente me
excita pero que ahora me tenía preocupado, siguió con lo suyo.
―Dijiste que veías a tu padre hacer el trabajo, que lo veías hacer la diferencia.
Dijiste que, aunque el sistema no fuera perfecto, era mejor mantenerlo, dejarse la piel
en él para que fuera lo mejor posible, que dejar que se desmoronara por completo. ¿Así
que todo eso era basura?
Ella recordaba todo eso, y yo sabía, por la forma en que lo decía, que podría estar
parafraseando, pero a lo mejor podría devolverme exactamente lo que había dicho si
insistía en el tema. Porque yo había importado, lo que había dicho importaba, incluso
entonces.
Al igual que ella importaba por encima de todo para mí.
―No era basura ―me defendí.
―¿Pero todavía vas a ir en contra de todo eso para qué?
―Por ti ―espeté―. Para mantenerte a salvo.
―¡Estoy a salvo! ―replicó ella―. Nunca voy a un maldito lugar sola. Todavía tengo
patrullas rondando dondequiera que duerma por la noche. ¿Cuánto más segura quieres
que esté?
―Quiero saber que no está todavía por ahí tratando de encontrar una manera de
pasar todo eso.
―¿Así que quieres dejar que los Discípulos lo encuentren y se deshagan de él? ¿Y
qué? ¿Hacerte a un lado? ¿O ayudarlos?
Sinceramente, ya no lo sabía. La idea de hacerle pasar por un juicio sólo para que 177
cumpliera un tiempo y luego fuera liberado...
No me parecía suficiente.
―Has estado cerca del club durante años. Nunca habías tenido un problema con
ellos.
Ella negó con la cabeza.
―No tengo ningún problema con cómo hacen las cosas. Personalmente, me alegro
de que se hayan ocupado de algunas de las mierdas que se han cruzado en su camino,
protegiendo a la gente que me importa en el proceso. Con lo que tengo un problema es
con el hecho de que tú dejaste claro que no es así como haces las cosas. Tú tienes esa
placa por una razón en lugar de ser un motociclista vigilante. Te elegí como eres, no
como uno de ellos.
―¡Estoy haciendo esto por ti!
―¡No! ¡No lo estás haciendo! ―gritó―. Esa es la cuestión. Me enamoré de ti, el
policía que ama lo que hace y no traicionaría esa placa. Este no eres tú.
¿Acaba de...?
―¿Me amas? ―No pude llevar mi voz más allá de un susurro. No lo tenía en mí.
Al oírla decir eso, ni siquiera estaba seguro de cómo estaba de pie.
―Vete ―ordenó, con la voz baja como la mía.
―Jess―
―No ―me cortó―. Vete. Ahora. Hasta que sepas lo que es importante. Hasta que
decidas si prefieres ser el que yo creía que eras, el que significaría algo cuando juró
defender esa placa, no quiero verte.
No. No podía hacer eso. No podía dejarla ahora.
―Diosa. ―Lo intenté otra vez.
―¡Fuera!
La cruda emoción que brotaba de ella hizo que se me cayera el estómago. Nunca
quise hacerla sentir así. Y menos ahora, con todo lo que estaba pasando.
―Lo siento ―dije, en serio. La había cagado, podía verlo claramente.
―Sólo. Vete.
Sentí la presencia de Parker en el borde de la habitación, sabía el mensaje tácito 178
que había. Su lealtad era hacia Jess, y me sacaría si era necesario. Podría luchar contra
él, pero eso no haría nada por ella. Sólo la molestaría más.
―Okay. ―accedí, la palabra como ceniza en mi boca―. Me iré. Pero estaré ahí
afuera, asegurándome de que estás a salvo. ―Su cabeza había bajado, los ojos en sus
pies mientras sus brazos se envolvían protectoramente alrededor de su medio. La
postura era como un cuchillo en el corazón. Ella no respondió de ninguna manera―.
Voy a arreglar esto. Te lo prometo.
Aun así, ella no reconoció que yo había hablado.
Una vez más, hice lo único que podía hacer. Desafortunadamente, esta vez cuando
me alejé, yo era el único culpable.
Cuando volví a salir, había un coche familiar estacionado detrás del mío en la calle,
y una persona aún más familiar bajando.
―¿Qué haces aquí?
Jack se apoyó en la puerta del conductor.
―¿Sinceramente? Me preocupaba que no pudieras dar por terminada la noche. No
quería que mi compañero se metiera en ninguna mierda.
Traducción: Si me enteraba de alguna pista, la seguiría y posiblemente mataría al
cabrón si lo encontraba.
Parecía que todos los que estaban cerca de mí veían eso en mí esta noche. ¿Era eso
realmente lo que habría hecho?
Me asustó mucho no poder estar seguro.
―No tengo ninguna otra pista que seguir.
―Pero te estás yendo ―observó.
Suspiré.
―Tenías razón. ―Levantó una ceja, esperándome―. 'Ten cuidado' ―Hice eco de 179
su advertencia de vuelta―. Está jodidamente encabronada.
Asintió con la cabeza.
―Es una buena mujer. Puede que no tenga problemas con la forma en que esos
tipos hacen las cosas, pero eso no significa que quiera que pongas tu culo en juego de
esa manera.
El hecho de que él haya visto eso y yo haya estado ciego a ello sólo me irritó más.
Era mi responsabilidad conocer su mente, estar a la altura de las expectativas que tenía
de mí, ya que ella era del tipo que sólo quería lo que sabía que yo podía ofrecer, y yo
había fallado.
―Supongo que esta noche observaré desde aquí. ―Quería estar ahí arriba con ella,
pero había desperdiciado esa oportunidad.
―Vete a casa ―ordenó Jack. Al ver que estaba a punto de protestar, añadió―: Me
quedaré aquí, vigilando. Tienes que irte a casa y pensar en lo que vas a hacer a partir de
aquí. Sentarte fuera de su casa no es la manera de hacerlo.
Esta no era su casa, quise replicar. No, desde la primera noche que había pasado
en mi cama, ese había sido su lugar. Ni siquiera estaba seguro de poder soportar dormir
allí solo.
Sin embargo, Jess necesitaba que me fuera. Estar afuera en mi coche, algo que ella
probablemente comprobaría, no iba.
―Gracias, hombre ―dije, aceptando.
Cuando estuve en mi coche, saqué mi teléfono y le envié un mensaje. Sabía que
necesitaba espacio, pero necesitaba que supiera que estaba protegida, aunque me
hubiera ido.

Sabiendo que al menos estaba a salvo, aunque no del todo bien, conduje mi
lamentable culo a casa.

180

Horas después, descubrí que yo tenía razón. Apenas podía dormir en esa cama
sabiendo que ella no estaba allí por mi cagada. Incluso si hubiera admitido lo que sabía
que había estado haciendo en algún nivel, podría haber hecho toda la diferencia. En
cambio, lo había negado incluso cuando se me confrontó. Así que a mi culo le tocó estar
en una cama fría y vacía.
Por patético que fuera, lo único que podía hacer cuando cerraba los ojos era oler la
pizca de su perfume que quedaba en las sábanas. Fue suficiente para que volviera a
pensar en lo horrible que lo había arruinado. Al final, después de la cuarta vez que me
despertaba y me asaltaba esa miserable sensación, no valía la pena seguir intentándolo.
Así fue como terminé en la sala de estar, con las imágenes ampliadas y reimpresas
de las fotografías que le enviaron a Jess esparcidas por mi mesa de café.
En algún lugar, tenía que haber una pista.
Eran imágenes de su propia casa. Eran un monumento a la retorcida obsesión que
tenía con ella, como una ventana a su mente jodida. Hasta que no estuviera seguro de
que había escudriñado cada centímetro, no me iba a rendir.
Esta era la forma en que debía trabajar. Con pruebas que pudieran sostenerse,
cosas ofrecidas libremente por el propio perpetrador. Esa mierda con los Discípulos, el
hackeo, la caza de un civil inocente, ese no era yo.
Jess había tenido razón en eso.
Ahora me concentraba en el trabajo policial real, lo que significaba revisar las
pruebas para asegurarme de que no se me escapaba nada.
Empecé por la propia habitación, tratando de obtener toda la información que
pudiera de ella. Dado que el objetivo de sus imágenes había sido burlarse de Jess y, sin
duda, de todos los implicados en su búsqueda con su santuario enfermo, no había mucho
más en la imagen. No había ventanas en el marco que pudieran dar alguna vista al
exterior. No había rasgos verdaderamente distintivos. Los suelos parecían de madera,
aunque un par de patrones demasiado parecidos a ellos me hicieron suponer que eran
laminados. Las paredes o los rodapiés no indicaban que estuviéramos ante un edificio
claramente antiguo o necesariamente algo nuevo. Cualquier casa o departamento de la
zona podría tener un aspecto muy parecido por dentro.
Una cosa que sí reveló fue que no era alguien de su edificio. La dirección de allí
tenía todos los tipos de pisos en línea. Ninguno tenía habitaciones con una pared de esa
anchura aproximada sin ventanas. Dondequiera que se escondiera, no había sido
sondeado por las unidades enviadas para ello. 181
Todo eso significaba que la única esperanza que teníamos, por ahora, estaba en las
fotos que él había coleccionado.
Una por una, había estudiado cada una. Ya había revisado sus cuentas de redes
sociales, marcando todas las fotos que se podían ver a través de ellas. Incluso si se
requería ser su amigo, ella había admitido que no revisaba particularmente esas
solicitudes dada la variedad de personas que conocía a través de Sailor's Grave y los
esfuerzos de marketing que hacía incluso con sus cuentas personales para la tienda.
Aunque revisáramos a todos los amigos de su lista, no se sabía qué información era cierta
en ninguno de ellos.
Hice el mismo proceso con todas las fotos en línea relacionadas con Sailor's Grave.
Luego, con una lista proporcionada por Sketch y verificada por Carson, sitios para cada
convención y evento que ella había hecho con el estudio.
Lo primero que me hizo pensar fue el gran volumen de fotos que quedaban y que
no podían ser contabilizadas en esas fuentes. Ninguna de ellas era reciente. No se trataba
de un caso de un friki con una cámara propia. No fue captada detrás de su escritorio, ni
caminando por la calle, ni saliendo de su departamento. Todas estas eran fotos tomadas
por otros.
De hecho, casi todas las que quedaron fueron hechas por profesionales.
Según Jess, muchos de los trabajos de modelo que había hecho habían sido para
tiendas de ropa, vistiendo artículos para los listados en línea o por catálogo. Ese tipo de
imágenes no estaban disponibles durante años. Sólo estaban disponibles mientras lo que
se utilizaba para vender estaba disponible. Lo que significaba que él tendría que tomarlas
cuando estaban en directo.
―Joder ―susurré.
Había estado acechándola durante años.
Busqué frenéticamente cada foto restante, catalogando mi camino hacia atrás a
través de sus tatuajes y piercings. Rastreando las imágenes hasta la más antigua, la más
joven, la menos entintada que pude encontrar.
Y ahí estaba. Toda la imagen estaba parcialmente cubierta por otra, pero Jess estaba
a la vista. Una Jess que parecía una niña todavía. No era una foto profesional. En ella,
con el rostro fresco y sonriente, estaba Jess en bikini. Las únicas modificaciones que se
veían eran el punto de un piercing en el ombligo y la sombra de una sola rosa que
asomaba por la parte inferior de su brazo. 182
Con el corazón en la garganta y la rabia ardiendo en el vientre, tomé la foto y salí
corriendo por la puerta.

Andrews ya estaba en la comisaría cuando entré a toda prisa. Una mirada a su


escritorio y vi las mismas imágenes que había estado estudiando durante horas. Eso, el
hecho de que había estado trabajando tanto como yo, era la razón por la que, incluso
cuando me había metido en la investigación, nunca le había dado una mierda por no
encontrar al pendejo.
―Mira, hombre, lo estoy intentando ―empezó a defenderse directamente.
―Lo sé, pero tengo algo.
Se rumoreaba que el propio Andrews tenía un historial de alineamiento con los
Discípulos, así que no era que estuviera siempre del mejor lado del capitán. Miró a la
oficina oscura y vacía en la que, por suerte, no estaba nuestro jefe a pesar de ser casi las
nueve, y luego volvió a mirarme.
―¿Qué tienes?
Dejé caer mis propias huellas marcadas sobre su escritorio, señalando a la joven
Jess en bikini.
―Esta imagen, no es una de modelaje, y no está en ninguna parte de sus redes
sociales.
Asintió con la cabeza.
―Esa era una que todavía estaba mirando. Parece ser la más temprana.
―Ahí tendría diecisiete o dieciocho años ―confirmé―. Sé cuándo se hizo el
piercing y el tatuaje. Tampoco pasó mucho tiempo antes de que se hiciera más. El
segundo estaba en el hombro, así que sería visible en esta foto.
Estudió la foto detenidamente.
―¿Estás seguro?
―Seguro. Me contó toda la historia de cómo se los hizo.
Se pellizcó el puente de la nariz. 183
―Así que, nuestro hombre la conocía entonces, o localizó a alguien que lo hubiera
hecho y obtuvo esto.
―El largo rastro de imágenes durante todo ese tiempo hace que lo segundo parezca
improbable. ―señalé. Las imágenes que él había recopilado empezaban ahí, siguiendo
casi todo desde que ella se fue de casa.
―¿Por qué seguirla durante tanto tiempo sin llegar a ella? ―reflexionó―. Ella dijo
que estaba segura de que no había nada raro hasta justo antes del ataque.
Yo no lo sabía. No podía empezar a imaginarme dónde coño estaría la cabeza del
tipo para hacer alguna de estas mierdas. Incluso con lo loco que había estado por Jess
desde el principio, nunca la habría seguido tan de cerca.
Y sólo un monstruo le habría hecho lo que él hizo en su departamento.
―¿Tienes alguna idea de a dónde ir desde aquí?
Tenía una, ni idea de a dónde llevaría, pero era algo.
―Esa foto es de la época en que se fue de casa. Lo hizo con un par de gemelos,
Beverly y Cade.
Una breve búsqueda nos llevó a una Beverly Strock en la lista de amigos de Jess. Su
información estaba oculta, pero Andrews inició una búsqueda sobre ella.
―Está muerta ―anunció unos minutos después.
―¿Qué?
Inclinó su pantalla hacia mí, pero dijo:
―Encontrada muerta hace tres meses. Sobredosis. Marcada como sospecha de
suicidio.
Joder. Jess no había mencionado el fallecimiento de Beverly. Me pregunté si ella lo
sabía. Me froté los ojos, preguntándome cómo coño iba a dar esa noticia además de todo
lo demás. Cuando, por el momento, no estaba seguro de que Jess me hablara.
En cualquier caso, ella merecía saberlo.
―Ya vuelvo ―le dije a Andrews, llevando mi teléfono a mi propio escritorio.
Llamé a Jess, escuchando cómo sonaba y luego se conectaba al buzón de voz.
Mierda. Estaba dormida o me estaba ignorando, y sospeché fuertemente que incluso
podrían ser ambas cosas.
Después del pitido, empecé a hablar. 184
―Hola, diosa ―Tragué, tratando de aclarar mi voz ronca―. Sé que ahora necesitas
tiempo. Lo siento. Quiero dártelo, pero estoy en la comisaría y acabo de enterarme de
algo que creo que debes saber. No tienes que hablar conmigo más allá de eso si no
quieres, pero por favor, llámame.
No era lo que quería decir. Quería jodidamente rogar, pero no iba a hacerlo. No me
llevaría a ninguna parte con Jess, de todos modos. Mi mujer necesitaba acción, no
palabras. Lo sabía. Sólo tenía que averiguar cómo funcionaba eso aquí.
Cuando dejé eso de lado por el momento y volví al escritorio de Andrews, él estaba
al teléfono.
―Joder ―maldijo―. ¿Conseguiste algo con eso? ―Escuchó, y la tensión que se
instaló en su cuerpo hizo eco en el mío―. Sí. Gracias.
Colgó y no dio explicaciones de inmediato.
―¿Qué fue eso? ―pregunté.
―El informe indicaba que había una investigación sobre la muerte de Beverly. Así
que llamé al departamento local. El tipo con el que hablé me dijo que no había ninguna
nota que indicara un suicidio, pero que había un montón de anotaciones en el diario con
ideación suicida e incluso algunas que hablaban específicamente del uso de pastillas.
Había una tensión en su voz que me decía directamente que había más.
―¿Qué? ―pregunté.
―Las entradas también indicaban que su hermano había abusado física y
sexualmente de ella.
Joder.
―¿Fue interrogado?
Andrews negó lentamente con la cabeza.
―Querían traerlo, pero no lo encontraron. Su departamento fue vaciado. Excepto
por lo que parecían ser cientos de trozos de cinta adhesiva esparcidos por una pared,
todos con aspecto de haber sostenido algo allí alguna vez.
No.

185
CAPÍTULO 28
JESS

A la mañana siguiente, salí de la habitación y encontré a Park ya listo con una taza de
café. Debía de haberse levantado y duchado mientras yo me preparaba para el día.
Al ver que ya estaba lista, dispuesta a salir por la puerta en cualquier momento, me
preguntó:
―¿Hablaste con Braden?
―No ―respondí, sirviéndome una taza.
―Pero vas a algún sitio ―dijo lo obvio―. Me voy a trabajar.
Bajó la taza y me preparé para el sermón que se avecinaba.
―¿Segura que es lo mejor después de lo de anoche?
―Sí, papá.
Me lanzó una mirada que me decía que me dejara de tonterías.
―Mira, dudo en sacar el tema, pero se pusieron reglas para que estuvieras en el 186
trabajo.
Poniendo los ojos en blanco ante el recordatorio, compartí:
―Sketch tiene una agenda llena de clientes hoy. No se ha mencionado la posibilidad
de cancelarlos o cambiarlos. Todos siguen en el calendario desde esta mañana.
―Creo que la situación puede haber cambiado un poco durante la noche.
―Esas fotos no se pusieron ayer en el buzón ―afirmé―. Cualquiera que sea la
amenaza que pueda haber, era exactamente la misma que la de los últimos días y he
estado en el trabajo durante ese tiempo. No puedo esconderme para siempre.
No parecía convencido.
―Mira, voy a ir. Puedes llamar a quien necesites y decírselo, pero eso no cambiará
nada. ¿Vas a ir antes conmigo o no?
Sabiendo muy bien que no había nada que él o cualquier otra persona pudiera decir
para hacerme cambiar de opinión, realmente vi que la lucha lo abandonaba y su cuerpo
se desplomaba.
―Bien.
―Entonces vamos.

Desbloqueé la puerta principal del estudio, dirigiéndome al panel de la alarma


mientras Park me seguía.
―Sí ―dijo en el teléfono―. Ya estamos dentro.
Estaba al teléfono con Sketch, informándole de nuestros movimientos y de mi
decisión de entrar en el trabajo. Empecé a alejarme una vez que había apagado la alarma,
pero Parker dio dos chasquidos, llamando mi atención. Cerró la puerta tras de sí, con el
teléfono aún en la oreja, y señaló con un dedo el panel. Comprendiendo que había
recibido órdenes de dejarla armada por el momento, puse los ojos en blanco y la reactivé.
Dejé que se ocupara del jefe y me dirigí a mi escritorio para arrancar la
computadora. Un minuto después, Park estaba allí tendiéndome el teléfono. Suspirando 187
por lo que me pareció la millonésima vez en las últimas semanas, lo tomé.
―¿Sí, jefe?
―No te hagas la linda ―espetó―. ¿Por qué estás ahí?
―Trabajo aquí.
―Jess ―gruñó.
―A menos que haya una razón concreta para creer que no debería estar, no voy a
estar más en ese departamento. Ya hemos tenido esa pelea. Perdiste. ―le recordé.
Podía sentir físicamente su frustración a través del teléfono.
―Si yo jodidamente no te necesitara, despediría a tu terco trasero.
―Tu esposa nunca te lo permitiría.
No discutió porque sabía que yo tenía razón.
―Estoy desayunando con mis chicas. Estaré en una hora.
―Bien.
Me colgó.
Aparentemente, en las apuestas de agradar a la gente, estaba balanceando 0-2 para
el día. Bueno, no se puede ganar todo.
Le devolví el teléfono a Park y me centré en mi computadora. Sus pasos se movieron
por el estudio, y unos minutos más tarde oí el claro traqueteo de los botes de pintura y
luego la música metálica baja que se encendía, alertándome de que estaba en la
trastienda trabajando en una pieza, lo cual era bueno. Habíamos recibido más solicitudes
de arte mural de todos los artistas de las que teníamos existencias para satisfacer.
Hubo un zumbido, y miré para ver mi teléfono iluminado con la llamada de Braden.
En cierto modo, sabía que había sido dura. Había pasado la mayor parte de la noche
―e incluso semanas antes― tratando de protegerme. No es que no lo apreciara.
Sólo que no quería pensar que era el tipo de hombre que cambiaría su moral tan
drásticamente.
Le dije que lo amaba, pensé otra vez.
No había querido hacer eso, eso era seguro. Ni siquiera había estado cerca de
decidir si estaba allí después de mi conversación con Liam. Y luego, simplemente, había
ido y lo había soltado. Lo más aterrador era que no estaba segura de haberme
arrepentido de haberlo dicho. Aunque ciertamente me arrepentí de haberlo dicho en ese 188
momento. No estaba segura de haber podido elegir uno peor.
Mirando fijamente el teléfono mientras zumbaba, sabiendo que no iba a contestar,
sólo confirmó el momento espectacularmente terrible que había elegido.
Te amo, pero no quiero escuchar tu estúpida voz ahora mismo, o podría perder la
compostura.
Sí, muy romántico.
Mi teléfono se puso en negro y exhalé un suspiro. Todo era un lío y no tenía ni idea
de qué hacer. Un minuto después, el maldito aparato volvió a encenderse. Había dejado
un mensaje de voz.
Por el momento, no estaba segura de poder escucharlo, así que también lo ignoré.
Mezquina, fiesta de uno.
Me ocupé de repasar la agenda, de responder a los correos electrónicos, de
imprimir los detalles de las solicitudes de diseño que quería presentar a diferentes
personas. Todo para encontrarme cuarenta minutos después sin nada que hacer.
Mis ojos se dirigieron otra vez a mi teléfono, tentados por el buzón de voz que
seguía allí. Antes de que pudiera agarrarlo, sonó el teléfono del estudio. Normalmente,
no contestaba hasta nuestro horario de apertura, pero era una excusa para distraerme
y me agarré a él como a un salvavidas.
―Tatuajes Sailor's Grave, ¿en qué puedo ayudarle?
―Vi que tienes mis fotos ―respondió una voz que había estado rondando mis
sueños.
Él.
Él estaba llamando.
Mi mano tembló violentamente y casi colgué el teléfono cuando escuché su voz a
través del auricular que ahora estaba a varios centímetros de mi cara:
―Yo no haría eso.
Podía verme.
―¿Qué quieres?
Intenté alcanzar mi teléfono, moviendo mi otro brazo lentamente y esperando ser
capaz de sostenerlo con mi mano mala. 189
―Quiero que dejes de alcanzar tu puto celular, o juro por Cristo que dispararé a la
primera puta persona que se acerque a esa puerta. Y no creas que puedes llamar a ese
pendejo que está ahí dentro contigo. No quieres que lo mate.
Arrebaté la mano como si me hubiera quemado. No podía haberme visto. No me
había movido lo suficiente. Incluso si hubiera estado a mi lado, no se habría dado cuenta.
Sin embargo, era bastante fácil adivinar lo que haría.
―De hecho, ¿por qué no agarras ese teléfono y lo pones en el otro extremo del
mostrador donde pueda verlo mejor? ―me indicó.
Tragándome las náuseas, hice lo que me dijo, colocando el teléfono en el extremo
más alejado del mostrador que tenía delante, donde sólo podía llegar estirándose por
toda la superficie.
―Muy bien ―elogió, y se me erizó la piel.
―¿Qué quieres? ―repetí.
―Lo que siempre he querido, Jessie. Tu atención.
Jessie.
Sólo dos personas me habían llamado así.
Pero no podía ser.
―Tengo que decir que siento que debería estar ofendido porque no reconociste mi
voz. Tal vez sea para mejor, así no podrías echarme encima a ese puto cerdo y a esos
motociclistas de mierda, pero, aun así. Decepcionante. Nunca olvidaría la tuya.
Incluso cuando encontré la fuerza para decirlo, no podía creer que fuera verdad.
―Cade.
―Ahora se acuerda. ―Se rio, y sonó como una amenaza―. ¿Quién más creías que
iba a ser?
¿Que me aterrorizaría y me haría daño de esa manera? No alguien a quien
consideraba un amigo. No alguien con quien había compartido un hogar durante un
tiempo, aunque fuera breve.
Mi teléfono volvió a zumbar. No podía leer la pantalla desde ese ángulo, pero
supuse que era Braden. Lo que daría por poder contestar.
―¿Por qué?
―¿Por qué qué, Jessie?
190
Quería decirle que dejara de llamarme así, pero sabía que no era bueno molestarlo.
Sketch estaría en camino en cualquier momento. No tenía ni idea de cuándo pensaba
llegar alguien más. No necesitaba que él fuera más propenso a herir a alguno de ellos.
―¿Por qué haces esto?
―¿Te refieres a que por fin voy por lo que siempre he querido?
¿Que él qué?
Mi teléfono comenzó a sonar otra vez.
―No lo entiendo.
―¿Por qué crees que me tomé la molestia de alejarte de tu mamá? ¿Por qué crees
que te dejé quedarte con nosotros?
―Porque tú y Beverly eran mis amigos.
Se burló.
―La puta tonta de mi hermana sólo era tu amiga porque yo la obligué. Ella te dio
la idea de venir con nosotros porque yo la obligué. Joder, te convenció para que te
hicieras esa mierda en el cuerpo porque yo pensé que sería sexy.
»Esa puta perra hizo todo lo que le dije. Siempre lo hacía, o yo le recordaba por
qué. Luego fue tan jodidamente estúpida como para insistir en tomar las cogidas que yo
quería darte, convenciéndome de que te diera tiempo para descubrir que me querías. La
pequeña perra astuta.
La bilis me quemó la garganta. La había agredido, y ella se lo había permitido... por
mí.
―Y yo jodidamente escuché ―continuó, la autocensura obvia―. Tendría que
haberte tomado de inmediato, enseñarte a comportarte como lo hice con ella. Entonces
no te habrías ido.
No podía creer lo que estaba diciendo, apenas podía procesarlo todo.
Entonces, oí que Parker gritaba mi nombre. Giré la cabeza y lo vi salir al pasillo con
el teléfono en la oreja.
En el siguiente segundo, sonó un fuerte disparo que estalló contra la ventana de
cristal que tenía delante. Se fracturó a un centímetro de romperse.
―¡Que se regrese! ―Cade rugió al teléfono.
―¡Park! ¡Retrocede! ¡Ahora! ―grité.
Lo vi dudar, pero volvió a la habitación cuando se dio cuenta del riesgo que 191
corríamos los dos. Sabía que estaba en mí ganar tiempo para los dos. Nos conseguiría
ayuda si no estaba ya en la línea.
―La cagaste, Jessie. La cagaste ―despotricó Cade, y sonó tan parecido a aquella
noche.
―No, él no lo sabía.
―¡Ahora sí lo sabe, joder!
Lo sabía, no había forma de negarlo.
―Van a venir todos, todos esos cabrones con los que sin duda te has estado
prostituyendo cuando deberías haber sido mía.
Me ericé, pero me mordí la lengua para contener las palabras. Que se joda. Que se
Al carajo sus acusaciones. Al carajo todo esto.
―¿Y un puto cerdo, Jessie? ¿Es broma?
No podía esperar a que Braden lo encontrara.
―No sabía que me querías. ―Me costó todo lo que tenía dentro de mí para no
atragantarme con las palabras.
―Basura. Cualquier hombre te querría. Todos los putos papás, hermanos, tíos,
quienesquiera que fueran, se sentaban en esas multitudes en el desfile y se ponían duros
contigo. Lo sé, yo era uno de ellos.
Mi estómago se revolvió violentamente.
―Deberías habérmelo dicho.
―Debería haberte arrancado la puta ropa y agarrar lo que quería. Te habrías dado
cuenta cuando desgastara ese coño. Tal vez una vez que me encargue de estos hijos de
puta, lo haga de todos modos. Tal vez si te portas bien mientras lo hago, no te meta una
bala en el cráneo también.
Por favor, Braden, pensé, encuentra a este cabrón enfermo. Encuéntralo rápido.

192
CAPÍTULO 29
BRADEN

Mi teléfono sonó, el nombre de Sketch en la pantalla.


―Ya sé quién es el cabrón ―anuncié en cuanto contestó.
―¡Alguien está jodidamente disparándole a Jess! ―gritó en la línea.
Hielo corrió por mis venas.
Ya estaba en pie antes de que pudiera pensar en hacerlo, corriendo desde mi
escritorio donde había estado sacando todo lo que podía sobre Cade Strock, oyendo a
Jack en mis talones, hacia Andrews.
―¿Dónde está? ―pregunté.
―En Sailor’s Grave. Está en el escritorio al teléfono. Park está más atrás. Intentó
acercarse y hubo un disparo en el vidrio frontal.
―Estoy movilizando unidades. Buscamos a un tipo llamado Cade Strock, a ver si
Jager puede localizarlo.
193
Yo mismo le pondría las esposas al pendejo si pudiera lograrlo. Tendríamos más
que suficiente para atraparlo si lo encontráramos. Si Jager podía ayudarnos a acercarnos
antes de que alguien saliera herido, entonces eso era algo muy bueno. Jess podía enojarse
conmigo por eso si quería, siempre y cuando saliera a salvo.
Nada más que eso importaba.
―En ello ―respondió Sketch, colgando mientras un rugido de su moto llenaba la
línea.
―¡Andrews! ―grité, llamando su atención y la de todos los demás mientras me
acercaba―. Cade tiene los ojos puestos en Sailor's Grave. Tiene a Jess al teléfono allí, y
el cabrón acaba de disparar a la fachada del edificio.
Greg, otro oficial, gritó a través de la sala:
―Acabo de recibir la llamada por disparos.
Con eso, la comisaría se convirtió en una locura.
Jack condujo. No podía hacerlo, por mucho que lo deseara. Estaba hecho un puto
desastre al no saber si ella estaba bien.
El capitán Ruxin estaba en la radio:
―Ahora están triangulando la señal del celular.
Estábamos a menos de un minuto. No había como no notar el sonido de las sirenas
que venían con nosotros.
―Todo lo que eso nos va a dar es que está en la puta cuadra en algún lugar. Eso ya
lo sabemos. ―Podía echarme mierda por mi boca más tarde, cuando tuviéramos al
pendejo en custodia.
―Podríamos conseguir un mejor golpe. ―Trató de apaciguarme. No tenía ninguna
posibilidad de lograrlo.
Mi teléfono sonó en mi mano. Jager.
―Dime que tienes algo ―exigí.
―No puedo verlo en las cámaras, pero la bala atravesó el cristal y dio dentro del 194
estudio. Basado en el ángulo, tiene que estar en el tercer o cuarto piso justo enfrente.
―Lo tengo.
Transmití por radio la información al capitán, que dio órdenes a las unidades para
que entraran en cada edificio.
Por mucho que odiara la idea, sólo podía esperar que Jess lo mantuviera lo
suficientemente concentrado como para quedarse quieto y darnos la oportunidad de
atraparlo.
Apagando nuestra sirena, Jack nos acercó a toda velocidad.
JESS

―Ya vienen ―dijo Cade, distraído.


Tenía razón. Las sirenas se acercaban a cada segundo. Pronto llegarían, y yo me
ponía más nerviosa cuanto más se acercaban.
―Puedes rendirte, Cade. ―Sólo quería que lo hiciera con la esperanza de que
Braden, Jack y sus compañeros estuvieran a salvo―. Luchar contra ellos sólo empeorará
las cosas.
―¿Rendirme ante tu novio cerdo y dejar que me lleve a la cárcel por darte tu puto
merecido? ―exigió.
―¿Como le diste a tu hermana lo que se merecía?
No pude aguantar. No pude soportar lo que dijo que le había hecho. Lo que hizo
pensando en mí. Ahora se merecía todo lo que le pasara.
―¡Era una puta igual que tú! ¡Las perras nunca aprenden!
―¡La violaste! ¡Violaste a tu propia hermana y me atacaste porque eres un puto
monstruo enfermo!
Oí el sonido de una pistola quemando cartucho mientras decía:
―Jodidamente aprenderás. 195
La línea se cortó, y me tiré al suelo mientras se producían disparos. Los cristales se
hicieron añicos. Se oyeron gritos desde la calle.
Y lo único que pude hacer fue rezar.

BRADEN
Nos estábamos acercando al rellano del tercer piso cuando sonaron los disparos,
pero estaban lejos. Demasiado lejos.
Jack y yo salimos hacia las escaleras, subiendo otro piso corriendo. Llegamos justo
cuando los gritos resonaron:
―¡Despejado!
Llegamos a la esquina, con las armas aún en las manos, para ver a Andrews encima
de Cade. Había sangre empezando a brotar de una herida en la pierna del cabrón. La
prioridad era esposar al cabrón. Si se desangraba, era su maldita culpa por abrir fuego
contra los policías.
Sólo una vez que estuvo asegurado se aplicó presión a la herida.
―Bueno, miren ―se burló Cade―. Es el pendejo que se está follando a mi chica.
Mi mano se apretó alrededor de mi pistola al ver que la llamaba así.
Ella no era nada suyo.
―No dejes que te provoque ―advirtió Jack, lo suficientemente bajo como para que
sólo yo lo oyera.
―Ella debería haber sido mía. Debería haberla tomado la primera puta noche que
estuvo allí en mi depa. Debería haberla reclamado, lo quisiera ella o no.
Estaba temblando. Jodidamente consumido por la rabia.
Andrews desplazó su peso sobre la espalda del pendejo, pasando a la pierna con la
herida de bala, haciendo que el cabrón gritara de agonía. Me despejó la cabeza lo
suficiente como para enfundar mi arma. 196
Me acerqué a él, sin que nadie me detuviera. Sabía que me detendrían si era
necesario, pero primero eran mis hermanos.
―Es mía, cabrón. Nunca tendrás la oportunidad de volver a tocarla.
Sus ojos se volvieron salvajes, y empezó a agitarse en el agarre sobre él. Las manos
de Preston se deslizaron de la herida, con más sangre brotando. Tal vez el estúpido
cabrón se haría desangrar antes de que los paramédicos subieran aquí.
Sólo podía tener tanta suerte.
―Mía. Estaba destinada a ser mía.
Sin darle la satisfacción de escuchar su mierda o luchar contra sus desquiciadas
divagaciones, me di la vuelta y me alejé.
Jack seguía allí, con la radio en la mano.
―Dime que está bien ―exigí, sabiendo que estaría en ello por mí.
―Ella está bien. Alterada, pero no herida. ―Con una inclinación de cabeza hacia
mi compañero, un hombre que demostró más de una vez que me cubría las espaldas,
bajé corriendo las escaleras.
Mi única prioridad era llegar hasta mi diosa.
Nadie me detuvo ni trató de retenerme mientras corría entre los policías, los
paramédicos y los bomberos dentro de la sección bloqueada de la calle entre el edificio
que Cade había ocupado y Salior’s Grave. Era un hombre con una misión, y eso no se le
escapó a nadie.
Las ventanas del estudio estaban destrozadas, con los cristales esparcidos por todas
partes.
Corrí sobre el desorden, a través de la puerta que ya estaba abierta, y me detuve.
Porque allí estaba ella.
Tan bella como siempre en el mismo lugar donde la vi por primera vez.
Pero las lágrimas en sus mejillas eran algo que esperaba no volver a ver.
Al notar que entraba por la puerta, se levantó de un salto y corrió hacia mí. Me
encontré con ella a mitad de camino. Me golpeó sin frenar, sacudiéndome al hacer
contacto. Me importó un carajo, sólo la envolví en mis brazos, respirando el primer
aliento completo que había tenido desde que llegó la llamada de Sketch.
―Estás bien ―lloró en mi pecho.
197
―Estoy bien, diosa ―juré―. Estoy bien. Estoy aquí. Y jodidamente te amo.
Ella sacó un sonido atragantado entre un sollozo y una risa.
―Este es el peor momento para decir eso.
―¿Peor que gritármelo con enojo?
―Sí.
No parecía posible. Habría jurado que jodidamente no lo era si alguien lo hubiera
preguntado. Pero justo en ese momento, con mi mujer aferrada a mí con fuerza, el
pendejo que quería lastimarla en custodia y a pesar de todo lo que acababa de pasar...
Jodidamente me reí.
CAPÍTULO 30
JESS

―No puedo creer que no esté ―murmuré.


Estábamos en casa, bueno, en casa de Braden. El día había sido largo. Una vez que
todo se había calmado un poco en la estudio, había tenido que dar mi declaración,
explicando todo lo que Cade había dicho por teléfono, cada amenaza, cada admisión de
las cosas terribles que le había hecho a Beverly.
Al final se supo que Cade iba a estar bien. Braden me había dicho que el agente
Andrews le había disparado en la pierna para abatirlo.
“Se libró fácilmente” había refunfuñado Braden al respecto, pero yo sabía la verdad.
Ahora me había contado toda la historia, así que supe que cuando por fin había
encontrado pruebas que lo llevaran en la dirección correcta, ni siquiera había pensado
en acudir primero a los Discípulos.
Mi hombre, era un policía, ante todo. Tal como yo sabía que era.
Después de un largo y arduo día de lidiar con todo, de ser mimada por un montón
de motociclistas bien intencionados, chicas motociclistas y el equipo de Sailor's Grave,
198
realmente había suspirado de alivio al cruzar la puerta de la casa de Braden. Me había
dado de comer y me había arrastrado hasta la ducha, donde me había ayudado a lavarme
el día.
Ahora, después de todo eso, estábamos acurrucados en su sofá, bajo mi manta azul.
Braden estaba recostado contra el brazo mientras yo estaba acostada entre sus piernas
y cubierta por su torso. Me pasaba una mano por el pelo húmedo para calmarme.
Fue entonces cuando el polvo se asentó realmente y tuve la claridad para procesar
todo lo que había sucedido.
Beverly se había ido. Intencionadamente o no, se había tomado un peligroso cóctel
de pastillas y había sufrido una sobredosis. Fuera lo que fuera lo que pasó esa noche, fue
Cade quien la había llevado a ese lugar. Sus años de tortura la habían destrozado, y
odiaba no haber tenido ni idea de lo que estaba pasando.
―Lo siento, diosa.
―Sabía que estaba sufriendo ―admití―. Sólo pensé que todo tenía que ver con
sus padres, que habían sido como mi madre en ese sentido. Es lo que dijo, aunque nunca
quiso hablar de ello más allá de eso.
―Probablemente te dejó creer eso para poder sentirse cerca de ti, tener a alguien
con quien conectar, pero de una manera que ella sintiera que era segura.
Porque ahora lo sabía, no había forma de saber lo que Cade podría haber sido capaz
de hacerle a ella ―y a mí― si hubiera admitido la verdad.
―Ella me protegió. ―Y ahora nunca tendría la oportunidad de agradecérselo. No
había manera de pagarle por eso, incluso si todavía estaba con nosotros, pero habría
hecho todo lo posible si hubiera tenido la oportunidad. Ahora, nunca lo haría.
―Lo hizo. ―Braden concordó―. Daría cualquier cosa por tenerla aquí todavía para
ver cómo él se va. Para poder darle eso por todo lo que hizo por ti.
Que él también sintiera eso me apretó la garganta otra vez. No quería llorar más.
No estaba en mi naturaleza llorar por muchas cosas, y todo lo que había pasado hoy,
todo lo que había aprendido, había sido demasiado para luchar contra ello, pero ahora
estaba agotada por ello.
En lugar de eso, me centré en el hecho de que Beverly estaba en paz, si no en otra
cosa, Cade sería castigado por todo lo que había hecho, y yo... tenía un hombre
maravilloso respaldándome que apreciaba el regalo que me había hecho una mujer
hermosa y rota.
―Te amo ―susurré, incapaz de sacar más que eso. 199
Cambiándome de sitio para que estuviera más inclinada hacia mi lado, me levantó
la barbilla para que lo mirara.
―Te amo, mi diosa. Perdón por cagarla.
No necesitaba la disculpa. Él ya había hecho las cosas de forma correcta cuando se
trataba de eso y eso era lo que importaba. Pero su disposición a disculparse directamente
era un buen presagio para el futuro.
Después de todo, uno de nosotros tenía que admitir su mierda a veces.
―Creo que puedes encontrar mejores formas de demostrarlo que las palabras
―provoqué de todos modos.
Ahí estaba, el salvaje que mantenía oculto hasta que yo lo sacaba a la luz.
―¿Me necesitas?
―Siempre.
Sus manos se movieron por mi cuerpo de forma deliciosa, aumentando la necesidad
y satisfaciéndola al mismo tiempo. Y me mostró con sus labios, su lengua, sus manos y
su verga, exactamente cuánto me amaba.
Luego, me lo volvió a demostrar hasta que ambos estuvimos demasiado agotados
para seguir.

―Necesito otro trago ―anunció Tamara.


―Yo lo traeré. ―Se ofreció Braden, notando que el mío también estaba bajo y se
fue hacia la barra.
―Por supuesto que lo hará. Esta noche no voy a servir bebidas a nadie.
Me reí, al igual que su cita, Marjorie. Parecía que Tamara había encontrado a
alguien a quien le gustaba su actitud como a Braden le gustaba la mía. Estaba pensando
en cosas buenas.
Sin embargo, era difícil no sentirme radiante de pensamientos cálidos y felices en
ese momento. Miré alrededor de la habitación y vi a la novia del brazo de su nuevo 200
marido, con una sonrisa lo suficientemente brillante como para que se viera fácilmente
incluso desde aquí.
Cassie se veía impresionante. Cuando llegó al altar, no me cabía duda de que era
absolutamente lo que quería ser: la mujer más impresionante de la sala. Por la forma en
que Jack había empezado a llorar, con la mano cubriendo lo que debía ser su boca abierta,
estaba muy claro que él sabía que era cierto.
Aunque Braden podría estar en desacuerdo.
Yo también había tenido una reacción bastante fuerte cuando finalmente salí a la
sala de estar, donde lo había aislado antes mientras yo ocupaba la recámara y el baño
para prepararme.
Mi vestido, un número de línea A verde esmeralda con una malla negra superpuesta
decorada con un patrón floral de terciopelo negro, quedaba increíble con la dalia negra
falsa que llevaba en el pelo y los guantes negros hasta el codo que había sacado de mi
colección. Incluso había sacado un par de medias a los muslos con costuras para
conseguir esa atractiva línea en la parte trasera de cada pierna. En cuanto a los zapatos,
opté por unos sencillos tacones de ante negro.
En general, el conjunto era muy atractivo.
Y por la mirada que me dirigió Braden cuando entré en la habitación, ese golpe
había sido justo en el plexo solar.

―Jesucristo, diosa. Realmente estás tratando de matarme, ¿no es así?


Sus ojos seguían recorriendo cada centímetro de mí, así que hice un pequeño giro
para mostrarlo todo.
―Te dije que había tenido éxito en encontrar un vestido ―le recordé.
―También sacaste una puta macana y me dejaste esposarte después de eso. Me
olvidé de la amenaza implícita de convertirme en una idiota babeante.
Me encogí de hombros, comprobando que tenía todo lo que necesitaba en mi bolso
para el día. Cuando levanté la vista, estaba acechando hacia mí, el depredador despierto
en esos ojos.
―Braden ―le advertí―. No tenemos tiempo para eso.
Atrapó mi brazo mientras yo retrocedía.
―Más tarde ―gruñó―. Voy a quitar sólo ese vestido y te follaré con el resto puesto. 201
Bueno, ¿quién era yo para discutir eso?

Desde que habíamos llegado, incluso mientras estábamos sentados esperando a que
empezara la ceremonia, Braden había sido incapaz de mantener las manos quietas. No
es que yo quisiera que lo hiciera.
Además, parecía disfrutar mucho paseando conmigo a su lado, presentándome a
todos sus compañeros, aunque muchos de ellos al menos me habían visto el día de la
captura de Cade. No había más que orgullo en la forma en que hacía esas presentaciones,
lo que me hacía reír del miedo que había tenido alguna vez de que no me aceptara tal
como era en su vida. Mi hombre no sólo me aceptaba, sino que hacía exactamente lo que
le gustaba decir a menudo: me adoraba.
Aunque nada de eso me impedía estar más que un poco nerviosa ante la perspectiva
de conocer a sus padres, abuelos y a su hermano, Elías, en un par de semanas.
―Entonces. ―Tamara irrumpió en mis pensamientos como si los hubiera leído―.
¿Vas a casa a conocer a la familia?
Braden lo había mencionado antes, demasiado ocupado en hablar del viaje a casa
como para notar que yo le ponía ojos grandes y aterrados a Tamara.
―Es la primera vez para mí ―admití.
―Y la última si él tiene algo que decir al respecto ―murmuró.
Antes de Braden, un comentario así me habría asustado o me habría hecho reír por
lo ridículo de la idea. Ahora, me resultaba bastante atractivo.
―Uy, hombre ―intervino Marjorie, una dulce rubia con un corte pixie y con voz
de princesa, y añadió―: Esa cara dice que él no es el único.
Me bebí lo último que quedaba de mi ron con coca-cola y decidí no hacer ningún
comentario.
Tamara negó con la cabeza.
―Evita si quieres, pero ya has aceptado irte a vivir con él. No te estás haciendo la
tímida.
Eso era en parte cierto. Hace unas noches, Braden y yo habíamos ido a Delilah's
con Liam, Kate y Park. Allí, habían hecho team back y me habían obligado a aceptar que
me fuera a vivir con Braden.
―Ya duermes allí todas las noches. Tu habitación no ha sido tocada más que para 202
recoger mierda de ella en dos semanas. ―Park me había evidenciado.
Pero no estaba mintiendo. Por eso había aceptado que consideraría mudarme con
Braden. No era mi culpa que todos los demás lo tomaran como un acuerdo. Ahora, estaba
aguantando sólo para ser difícil y todos lo sabían.
―No lo he hecho ―argumenté, una vez más―. Dije que tal vez. Si sigue tratando
de rodearme y de involucrar a todos los demás, se le acabará la suerte.
Miré, viendo a Braden en su camino de regreso, balanceando cuatro vasos en sus
manos. Dios, se veía increíble en traje. Aunque extrañaba sus tatuajes bajo toda esa
molesta ropa.
―Sí ―resopló Tamara―. Esa mirada sedienta te hace parecer muy convincente.
Como sea. Le mostré el dedo y tomé mi bebida un momento después, cuando
Braden me la ofreció.
Cuando distribuyó el resto, se inclinó, con los labios pegados a mi oreja, y susurró:
―Sigue con esa actitud, bebé. Ya sabes cómo me gusta sacártela a cogidas.
El calor se apoderó de cada parte de mí, desesperada por que cumpliera su
promesa.
―Sabes que nunca me canso ―respondí.
―Por supuesto que lo sé.
Y supe sin duda que era exactamente como le gustaba.

203
EPÍLOGO
BRADEN

DOS MESES DESPUÉS

Jack y yo íbamos a pie, caminando entre la multitud de familias en la carretera cerrada.


Los Días de Hoffman estaban en pleno apogeo, y nos habíamos ofrecido a hacer un turno
de patrulla en el festival para vigilar las cosas. Hasta ahora, todo había estado tranquilo.
Algunos adolescentes metidos en líos que se dispersaban a la primera orden nuestra,
pero por lo demás, el evento iba bien.
Estábamos llegando al final de la línea, donde Sailor's Grave tenía su gran local
montado con los otros negocios del club. Jess había estado trabajando duro en ello con
Ember durante semanas, sin compartir nada de esa visión conmigo. Ayer mismo habían
estado aquí todo el día con la mitad del club preparándolo todo mientras yo estaba de
patrullaje, y ella me había dicho que me fuera a casa cuando terminara mi turno en lugar
de venir a ayudar.
―No es un secreto ―había insistido―. Sólo quiero ver tu reacción a todo el asunto 204
ya que no estás involucrado.
Lo que significaba, para lo que a mí respecta, que ella estaba dándolo todo y quería
verme sorprendido. A mi chica le gustaba sorprenderme de cualquier manera.
Normalmente se las arreglaba para parecer más jodidamente comestible de lo que la
había visto antes, pero en ocasiones encontraba otras formas.
―¿Ya encontraste un anillo? ―preguntó Jack, jugando con el que Cassie le había
regalado el día de su boda, una costumbre que había adoptado rápidamente.
―No ―me quejé.
Sabía que no sería fácil proponerle matrimonio a Jess, aunque había pensado que
sería más bien prepararla para ello sin delatar la sorpresa. Puede que ella esté de acuerdo
conmigo, pero eso no cambiaba el hecho de que fuera un poco fóbica al compromiso por
naturaleza.
En cambio, me di cuenta de que el primer obstáculo de encontrar un anillo que
funcionara para ella era más difícil que nada. Jess no era un tipo de chica de corte
princesa solitario. Vivía todos los días con colores brillantes, con un estilo propio, y que
me parta un rayo si le pongo un anillo que no lo sea.
Mientras tanto, mi mamá y mi abuela habían empezado a meterse en el asunto,
enviándome por correo electrónico fotos de anillos que estaban buscando en Internet
con la esperanza de que Jess formara parte de la familia lo antes posible.
Como era de esperar, el descaro de Jess se había ganado a las dos en un abrir y
cerrar de ojos. Mi papá y el abuelo también se habían hundido, al estar tan locos como
para que les gustara eso en una mujer y me lo transmitieran a mí. Incluso Elijah, que
normalmente se decantaba por las chicas dulces, parecía disfrutar de que Jess se
enfrentara a él. Así que me llegó la presión desde todas las direcciones para hacer esto
permanente. Como si lo necesitara.
Sabía exactamente lo que tenía, y estaba muy motivado para hacer esos votos.
Si pudiera encontrar un puto anillo.
―Cassie ha estado buscando. Se metió de lleno cuando me molestó por lo que
planeabas hacer y se lo dije. Tiene algunas ideas.
Por supuesto que sí. Todas las putas mujeres que conocía las tenían, sólo que
ninguna era correcta.
―Haz que me las envíe ―suspiré. Tal vez Cassie sería la indicada para gestionarlo,
por mucho que me irritara la idea de no encontrarlo yo mismo. 205
―Podrías pedírselo y luego elegir uno juntos ―señaló.
Es una excusa para no hacerlo.
―Nunca escucharía el final de eso. ―Jess se aferraría a eso hasta su último aliento.
Él se rio.
―Puede que tengas razón.
Sabía muy bien que la tenía. En el mes desde que se había mudado y redecorado,
había empezado a referirse a ella como su casa, no la nuestra porque yo “no le hice
nada”. Si ella eligiera su propio anillo, probablemente iría por ahí insistiendo en que
estaba comprometida con ella misma sólo para fastidiarme.
Por mucho que me gustara su descaro, eso sería demasiado.
―Jesús ―murmuró Jack al mismo tiempo que mi propia atención se centraba en
el frente.
Aunque la mayoría de los puestos eran sencillos, más propios de un mercado de
agricultores que de otra cosa, el final de la cuadra estaba engalanado con una puta carpa
de circo a rayas rojas y blancas. Al lado de su instalación había parte de un
estacionamiento público que habían solicitado para llenar con coches y motos
restaurados de Savage Restorations. En el interior de la gran carpa abierta, decenas de
personas de todas las edades lo estaban apreciando todo.
―Tu mujer no sabe cuándo parar, ¿verdad?
―En absoluto.
Nos acercamos y vimos que habían montado un lugar para todas las edades,
incluyendo a los Discípulos con juegos de lanzamiento de anillos y torres de botellas de
leche, el equipo de Sailor's Grave pintando caras y Ember manejando uno de esos
montajes de martillo de hombre fuerte. Avery tenía una línea completa de mesas
cubiertas de productos horneados para la venta que ella y Kate estaban manejando.
Había fotos del trabajo realizado en el garaje y el estudio de tatuajes expuestas por todas
partes.
Y justo en medio de todo, saludando a todos los que pasaban y dirigiéndolos, estaba
mi mujer con un estilizado disfraz de maestra de ceremonias.
Nos sonrió alegremente cuando nos acercamos.
―Oficiales ―saludó, con todo el puto descaro. 206
―Estás avergonzando al resto de la exhibición ―señaló Jack.
―Vaya, gracias ―respondió ella, sin dudar en aceptar los elogios ni un segundo.
―No puedes evitarlo, ¿verdad? ―pregunté, acercándome para probar esos labios
rojos y brillantes. Ella sabía exactamente lo que me hacía que llevara ese color.
―Creo que es jodidamente fantástico, personalmente.
Era todo eso, sin duda.
―¿Vas a usar eso para mí más tarde? ―pregunté, lo suficientemente bajo como
para que nadie más lo captara. Lo suficientemente malo que uno de los policías de la
ciudad tuviera a la sexy maestra de ceremonias pegada a él mientras estaba de servicio.
Sus dientes salieron, rastrillando sobre ese labio rojo regordete mientras miraba
mi uniforme.
―Depende, ¿te vas a poner eso para mí?
―Cuando quieras, diosa.
―¡Oigan! ―Oímos, atrayendo la atención de ambos hacia Carson, que estaba
rodeando la zona de pintura facial hacia nosotros. Cuando se acercó, continuó―: Esto
es un puto ambiente familiar.
―Bonito lenguaje ―resopló Jess.
Carson gruñó.
―No me pongas a prueba, muchacha. Me comeré todos esos cuadrados de limón
antes de que puedas detenerme.
Se marchó con ella gritando a su espalda:
―¡No los tocarás! Son míos.
Sabiendo que era un movimiento estúpido interponerse entre Jess y cualquier cosa
de limón, la dejé ir con un rápido:
―Volveré al final de mi turno.
Ella me besó rápidamente.
―Te amo.
―Te amo, diosa ―dije, consiguiendo una sonrisa antes de que se fuera a defender
sus golosinas. 207
Estaba a punto de volver a patrullar cuando Park se acercó trotando.
―Lo encontré.
Tomando su teléfono mientras lo extendía, observé el anillo antiguo. En el centro
había un gran zafiro ovalado de color azul real. Su brillante color me llamó la atención
antes que cualquier otra cosa. Era brillante, atrevido, como mi Jess. La piedra estaba
rodeada por un halo de diamantes, con más diamantes que hacían formas acanaladas
hasta llegar a la banda. Parecía un anillo que pertenecía a la mano de una reina.
O de una diosa.
Una mirada y supe que tenía razón. Este era.
―Eres un puto salvavidas ―le agradecí, enviándome el listado.
―Lo que sea por Jess ―respondió, volviendo a su puesto de pintura, sin ser nunca
uno de los que dicen mucho.
Cualquier cosa por Jess, porque esta mezcla de tatuadores y motociclistas era su
familia, una que me había acogido con los brazos abiertos cuando les había demostrado
que le daría lo mismo. Miré a mi mujer una vez más antes de volver al trabajo. Pronto,
haría un voto de que mi diosa siempre tendría eso de mí.
Jodidamente no podía esperar.

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Inked (Sailor's Grave Book 2) by Drew Elyse | Goodreads

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