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Asociación Española de Psicología Sanitaria – AEPSIS

4. ¿Qué es el trastorno de estrés postraumático?

El Trastorno de Estrés Postraumático (TEP) es uno de los trastornos relacionados con traumas y
factores estresantes que puede aparecer cuando una persona ha sufrido o ha sido testigo de una
agresión física o una amenaza para la vida de sí misma o de otra persona y cuando la reacción
emocional experimentada implica una respuesta intensa de miedo, horror o indefensión.

Se trata de un cuadro clínico que aparece en sujetos que han sido víctimas de catástrofes
(inundaciones, terremotos,...), de accidentes (incendios, choques de trenes,...) o de agresiones
causadas intencionadamente por otras personas (bombardeos, violaciones, maltrato, torturas,
secuestros, asesinatos de seres queridos,...)

Algunos de estos factores ocasionan el trastorno con mucha mayor frecuencia (la tortura, los
secuestros o las agresiones sexuales), mientras que otros lo producen sólo ocasionalmente (los
desastres naturales o los accidentes de coche). En general, el trastorno tiende a ser más grave y
más duradero cuando el suceso sufrido es más intenso y cuando las causas son obra del ser
humano y no meramente accidentales.

Los síntomas asociados a este trastorno son muchos y variados, pero estos tres tipos, en mayor o
menor medida, se repiten de forma constante.

1. Revivir el suceso traumático. Las víctimas suelen revivir intensamente la agresión sufrida o
la experiencia vivida en forma de imágenes, flashbacks y de pesadillas, así como de un
malestar psicológico profundo.

2. Evitación. Las víctimas tienden a evitar o escaparse de los lugares o situaciones asociados al
hecho traumático e incluso rechazan pensar voluntariamente y hablar sobre lo ocurrido.

3. Estado de hipervigilancia y reactividad. Las víctimas muestran una respuesta de alarma


exagerada, que se manifiesta en dificultades de concentración, irritabilidad y,
especialmente, en problemas para conciliar el sueño.

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Este estado de malestar emocional y de activación fisiológica constante, interfieren


significativamente en el funcionamiento social y laboral de esa persona. Habitualmente, se
produce una pérdida de interés por cosas que antes le agradaban (actividades de ocio, artísticas,
deportes,...) y una especie de embotamiento afectivo, como si ya no fueran capaces de captar y
expresar sentimientos de intimidad y ternura.

Además de estas reacciones, las víctimas pueden experimentar ansiedad, depresión y disminución
de la autoestima, con una cierta desconfianza en las propias posibilidades para encauzar la vida
futura. Desde la perspectiva de las relaciones interpersonales, son frecuentes las conductas
evitativas, los déficit en la expresión y captación de los sentimientos y las alteraciones sexuales.
Todo ello puede llevar a una reducción de la actividad social y lúdica de los sujetos y, en último
término, a una capacidad disminuida para disfrutar de la vida.

Este cuadro clínico se ha estudiado especialmente en excombatientes, en mujeres víctimas de


agresiones sexuales y más recientemente en víctimas de violencia de género. Se ha visto que el
trastorno presenta algunas características diferenciales según sea el trauma que lo ha provocado.

TEP en víctimas de agresiones sexuales y víctimas de violencia doméstica.

La probabilidad de experimentar este trastorno es mayor en las mujeres agredidas que en los
excombatientes porque el suceso traumático se produce con frecuencia en un ambiente
relacionado con la víctima (su casa, su portal, su lugar de trabajo, etc.) y en un alto porcentaje de
casos el agresor es una persona de su entorno más cercano.

Estas mujeres deben reanudar su vida en muchas ocasiones en el mismo escenario en que ocurrió
el ataque o los ataques, con el consiguiente temor a volver a experimentarlo. Este hecho provoca
que uno de los síntomas más comunes e intensos para estas mujeres sea la activación fisiológica
debida al estrés y la ansiedad ante el temor de experimentar una nueva agresión en la vida
cotidiana.

También son importantes en este caso los sentimientos de culpa, que disminuyen
considerablemente la autoestima de estas personas. Esta culpabilidad se deriva en parte de
atribuir lo ocurrido a no haberse sabido defender y a pensamientos obsesivos sobre lo que podría
haber hecho para evitar la violación o el maltrato.

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Por otro lado, en una sociedad tradicionalmente machista como la nuestra, históricamente se ha
perdonado el maltrato y no se ha condenado con firmeza a los violadores, culpabilizando al mismo
tiempo a las víctimas. Eso hace que muchas mujeres duden de sí mismas y de su inocencia.

TEP en excombatientes

El prototipo de estrés postraumático de los excombatientes está caracterizado por la apatía y por
un gran número de pesadillas, explicables probablemente por el contacto duradero con los
estímulos aversivos. En este caso no se da un aumento de activación tan exagerado ya que se
encuentran ahora lejos del escenario de guerra y no van a volver a él.

Amnesia selectiva, fenómenos disociativos, depresión, alcoholismo y dependencia a otras drogas


son mucho más frecuentes entre los excombatientes que en las víctimas de agresiones sexuales.
También está presente el sentimiento de culpa, procedente en este caso, de las atrocidades vividas
y del hecho de seguir viviendo cuando otros compañeros han muerto o han quedado inválidos.
Esta autoinculpación puede dañar seriamente la autoestima de estas personas y dificultar la
adaptación emocional posterior.

Factores de vulnerabilidad y de protección

El curso del trastorno de estrés postraumático sin tratar es, con frecuencia, crónico y
habitualmente conduce a las víctimas a situaciones de aislamiento. A diferencia de otras
reacciones psicológicas ante situaciones de duelo, revés económico, desengaño amoroso, pérdida
de un ser querido, etc., el trastorno de estrés postraumático es más difícil que remita
espontáneamente con el transcurso del tiempo.

Podemos pensar entonces que nuestros recursos psicológicos para hacer frente a este trastorno
son limitados. Sin embargo, no todos los excombatientes o víctimas de agresiones sexuales
experimentan un TEP ni tampoco lo sufren todos con la misma intensidad. ¿De qué depende que
se desarrolle o no el TEP?

La reacción psicológica ante la situación extrema vivida depende de muchas variables: la


intensidad del trauma, las circunstancias del suceso, la edad de la víctima y el historial de

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agresiones previas, de la estabilidad emocional, los recursos psicológicos, la autoestima, el apoyo


social y familiar, etc. Algunas de estas variables escapan de nuestro control, como por ejemplo el
hecho de que ocurran desastres naturales o accidentes. Pero otras variables, como la autoestima y
el apoyo social son áreas de nuestra vida en las que podemos trabajar para convertirnos en
personas más resistentes a los traumas y al estrés postraumático.

Factores de protección

Las personalidades resistentes al estrés y al estrés postraumático se caracterizan por tener:

● Sentido del humor, actitud positiva ante la vida y disfrutar de aficiones o actividades de
ocio.
● Control de las emociones, estilo de vida equilibrado y aceptar sus limitaciones personales
● Buena autoestima, buen autoconcepto y afrontamiento de las dificultades cotidianas.
● Apoyo social y participación en actividades sociales
● Implicación activa en un proyecto de vida (profesión, familia, voluntariado, etc.)

Este tipo de personalidad funciona como un amortiguador o como una vacuna protectora que
tiende a debilitar la respuesta de estrés. Las personas con estos rasgos de personalidad tienen más
recursos psicológicos y emocionales disponibles para hacer frente de forma adecuada a los sucesos
negativos vividos, superar las adversidades y aprender de las experiencias dolorosas.

Todos estos factores protectores son actitudes que puedes trabajar por tu cuenta o con tu
psicólogo para ser una persona más resiliente.

Factores de vulnerabilidad

Hay personas que son más sensibles y les afectan de forma especial los hechos negativos que les
ocurren. Estas personas están predispuestas a tener una respuesta más exagerada e intensa que
otras ante un mismo suceso negativo.

Podemos hablar de

● vulnerabilidad psicológica, cuando nos referimos a la precariedad del equilibrio emocional,

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las personas que cualquier suceso negativo les baja el estado de ánimo
● vulnerabilidad biológica, que se corresponde con un umbral de activación psicofisiológica
más bajo. Las personas que se ponen muy nerviosas o ansiosas enseguida.

Ambos tipos de vulnerabilidad pueden amplificar el daño psicológico de las experiencias negativas
sufridas. Es decir, cuando nos ocurre un suceso traumático, vamos a padecer el suceso y sus
consecuencias, pero también la depresión y la ansiedad provocados por nuestra respuesta
exagerada a ese suceso.

Las personalidades más vulnerables al estrés y al estrés postraumático se caracterizan por:

● Interpretar de forma negativa la realidad. Catastrofismo.


● Desequilibrio emocional preexistente
● Mala adaptación a los cambios
● Baja autoestima
● Aislamiento social
● Dependencia a drogas o alcohol

Otros factores importantes de vulnerabilidad que tienen que ver con la historia o el contexto de la
persona son:

● Haber estado expuesto con anterioridad a otros sucesos traumáticos, por ejemplo las
personas que han padecido maltrato o abusos en la infancia.
● Padecer algún trastorno mental o antecedentes familiares de trastorno mental.
● No tener recursos económicos ni contar con políticas de ayuda para las víctimas.

Los factores de vulnerabilidad agravan el impacto psicológico y fisiológico de la pérdida sufrida y


actúan como moduladores entre el hecho vivido y el daño psíquico.

Estrategias de afrontamiento

Todas las personas tenemos técnicas o pequeños trucos que nos ayudan a lidiar con las situaciones
difíciles. A estas tácticas las llamamos estrategias de afrontamiento.

En el caso de experimentar o ser testigo de un suceso terrible, utilizaremos estrategias de


afrontamiento para poder gestionar lo que nos acaba de pasar. Algunas de estas estrategias nos

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ayudarán a evitar el TEP, las llamaremos estrategias adaptativas. Sin embargo, otras estrategias nos
ayudarán en ese momento pero no nos protegerán de padecer un trastorno.

En las siguientes tablas presentamos algunas de estas estrategias.

Estrategias de afrontamiento positivas

● Aceptación del hecho y resignación

● Experiencia compartida del dolor y la pena

● Reorganización del sistema familiar y de la vida cotidiana

● Reinterpretación positiva del suceso (hasta donde se pueda)

● Establecimiento de nuevas metas y relaciones

● Búsqueda de apoyo social

● Implicación en grupos de autoayuda

Estrategias de afrontamiento negativas

● Estancarse en los recuerdos y plantearse preguntas sin respuesta

● Sentimientos de culpa

● Emociones negativas de odio y venganza

● Aislamiento social

● Implicación en procesos judiciales

● Consumo de alcohol o drogas o abuso de fármacos

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